1. El cigarro y tus dientes no son
compatibles
A veces lo olvidamos, pero fumar no sólo afecta los pulmones y la piel,
sino que también deteriora tus dientes.
De acuerdo a los especialistas, las diferencias entre un fumador y un
no fumador son notables a simple vista. De hecho, está comprobado
que los cambios más notorios en las personas que llevan de 5 o más
años fumando presentan dientes amarillos, los que
también cambian de forma y de alineación.
Además, explican que es más fácil que los dientes tengan caries y
que es común que los labios se vean resecos y presenten fisuras.
Además, el cigarro afecta el esmalte y se acumula una especie de
costra oscura en sus contornos.
Como si no fuera poco, también deteriora la lengua y se
pierde sensibilidad del sentido del gusto. Esto provoca que un
fumador no perciba igual el sabor de los alimentos y las bebidas en
comparación con alguien que no fuma.
Además, fumar aumenta las probabilidades de padecer gingivitis,
la encía cambia de color (se oscurece), presenta sangrado y se retrae.
Esto hace que el diente se vea más largo y deteriorado.