1. SEMINARIO DE CAPACITACIÓN DOCTRINAL
Pr. Eduardo Bailón – Distrito Misionero de Ancón
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LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO
Los adventistas del séptimo día esperamos la segunda venida de Cristo de manera literal.
No sólo Jesús regresará sino que lo hará pronto, aunque no ha revelado el momento
específico para este acontecimiento. La razón de su regreso es que Él ama a sus hermanos
y hermanas humanos y desea que estén a su lado (Juan 14:2, 3). Jesús llevará al cielo con
Él a sus amados: los que estén vivos en el momento de su regreso y los que habiendo
muerto sean resucitados cuando Él venga (1 Tes 4:16, 17).
Aunque nadie sino Dios sabe el momento exacto del segundo advenimiento, se sabe que
está “a las puertas” (Mat 24:33). La segunda venida pondrá fin a los poderes terrenales de
la era actual y establecerá el reino de Dios, el último de los reinos predicho en Daniel 2.
Cuando Jesús habló con sus discípulos en el Monte de los Olivos no mucho tiempo antes
de su crucifixión, enumeró una serie de señales por las cuales sus seguidores podrían
reconocer cuándo su venida estaría próxima (Mat 24; Mar 13 y Luc 21). Habría señales en
el cielo y en la tierra, y el Evangelio sería predicado en todo el mundo. El apóstol predice
el surgimiento del “anticristo”, “el hombre del pecado”, antes de este evento (2 Tes 2:1-9)
y Santiago describe disturbios sociales e injusticias en el plano económico (San 5:1-7).
Pedro anticipa el escepticismo hacia “la promesa de su advenimiento” (2 Ped 3:1-6) y
explica por qué ésta se ha retrasado.
Puesto que falsos “cristos” aparecerán en los últimos días tratando de engañar, incluso a
sus escogidos, necesitamos conocer detalles de este evento:
Su regreso será personal, literal, visible y de alcance mundial. Según lo predijeron los
ángeles, “este mismo Jesús” regresará a la tierra del mismo modo en que ascendió (Hech
1:11). Su segundo advenimiento no debe confundirse con la presencia espiritual de Cristo
en la vida de los creyentes desde su ascensión, ni con la venida del Espíritu Santo.
Su regreso no sólo será literal, sino también visible (Apoc 1:7; Mat 24:26, 27).
Multitudes verán a Jesús y a sus ángeles venir a la tierra, creyentes e incrédulos por igual.
No habrá nada secreto en lo concerniente a la llegada de Jesús. Lo veremos y lo oiremos.
El regreso de Jesús será glorioso; se lo compara con el esplendor de un gran rayo que
ilumina el cielo entero (Mat 24:27, 30). Y será acompañado por la resurrección de los
muertos justos (1 Tes 4:16).
Mientras aguardamos su regreso sentimos que debemos hacer lo posible para forjar un
mundo mejor, teniendo siempre en la mente que nuestra meta final es prepararnos
nosotros mismos para el mundo que vendrá.
Lectura Auxiliar: Tito 2:13; Heb 9:28; Juan 14:1-3; Hech 1:9-11; Mat 24:14, 43, 44; Apoc 1:7;
14:14-20; 19:11-21; 1 Tes 4:13-18; 1 Cor 15:51-54; 2 Tes 1:7-10; 2:8; 2 Tim 3:1-5; Apoc 14:
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MUERTE Y RESURRECCIÓN
La enseñanza bíblica concerniente a la resurrección y a la condición de los seres humanos
en la muerte está llena de consuelo y ánimo. La razón de nuestra esperanza (1 Tes 4:13)
es Cristo. “Porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:19).
2. SEMINARIO DE CAPACITACIÓN DOCTRINAL
Pr. Eduardo Bailón – Distrito Misionero de Ancón
La paga del pecado es muerte. Pero Dios, el único que es inmortal, otorgará vida eterna a
sus redimidos. Hasta ese día la muerte constituye un estado de inconsciencias, para todos
los que han fallecido. Cuando Cristo, que es nuestra vida, aparezca, os justos resucitados
y los justos vivos serán glorificados, todos juntos serán arrebatados para salir al encuentro
de Su Señor. La segunda resurrección, la resurrección de los impíos, ocurrirá mil años
después.
Según nuestro entendimiento de lo que ocurre a una persona al morir, durante el estado
intermedio y en la resurrección, los adventistas diferimos de la mayoría de los cristianos.
Hablamos de la resurrección de una persona. Creemos en la unidad de la persona y en la
imposibilidad de una existencia consciente separada del cuerpo. No hay fundamento
bíblico alguno que apoye el concepto de que en la resurrección hay una reunión del
cuerpo y un alma de la cual, en la muerte, habría sido separada. Los vocablos griegos y
hebreos traducidos como “alma”, en la Biblia representan básicamente la persona misma,
no una parte de ella consiente y viviente eternamente, capaz de existir sin el cuerpo.
Al morir la persona deja de ser consciente (Sal:146:4). El cuerpo se desintegra y pasa a
ser como el polvo de la tierra (Ecl 3:20). Los muertos no existen conscientemente en el
cielo o en el infierno. Metafóricamente hablando, ellos duermen (Juan 11:11; 1 Tes 4:14).
Serán llamados a la resurrección desde sus tumbas, donde, sin haber tenido noción de
tiempo, su espera les parecerá como si hubiera sido sólo un momento.
Esta es otra de la demostración del amor y la misericordia de Dios, puesto que si las almas
fueran llevadas al cielo en el momento de su muerte ¿cómo podrían disfrutar plenamente
de la dicha del cielo al ver la aflicción y el dolor que sus amados están sufriendo en la
tierra?
Aunque la Biblia no enseña nada del alma consciente o de la supervivencia del espíritu
luego de la muerte del cuerpo, tiene mucho que decir con respecto a la vida después de la
muerte. Deja en claro que ésta viene a todos, a los justos y a los impíos, pero describe un
futuro totalmente diferente para cada uno (Juan 5:28, 29). Después de descansar en el
polvo hasta la resurrección, los muertos vivirán nuevamente para recibir las
consecuencias de las elecciones que hayan hecho en sus vidas: los que hayan aceptado el
ofrecimiento de Cristo de vida eterna (Juan 3:16) recibirán la inmortalidad; los que hayan
rechazado el ofrecimiento no le dejan a Dios otra opción que abandonarlos a la separación
eterna. Ellos no pueden recibir vida de ninguna otra fuente.
En el segundo advenimiento los santos de todos los tiempos recibirán su herencia
simultáneamente (1 Tes 4:16, 17). En ese día de resurrección, cada persona será una
nueva creación. Les será dado un cuerpo nuevo y, sin embargo, cada uno reconocerá a sus
amigos y será reconocido por ellos. Dios conservará el carácter y la personalidad de sus
hijos y que en ese día de resurrección los restaurará a sus propias características
personales, especiales.
Como otros, los adventistas consideramos que la muerte es un enemigo, pero no estamos
aterrorizados por ella. Podemos hacerle frente confiadamente, encomendándonos al
amante Padre y a Jesús, nuestro Hermano Mayor, cuya victoria sobre la tumba puede ser
nuestra también, por medio de la fe.
Lectura Auxiliar: Rom 6:23; 8:35; 1 Tim 6:15, 16; Ecl 9:5, 6; Sal 146:3, 4; Juan 11:11-
14; Col 3:4; 1 Cor 15:51-54; 1 Tes 4:13-17; Juan 5:28, 29; Apoc 20:1-10; Juan 5:24.