Detrás de un libro puede esconderse una mezcla de sensaciones, de sentimientos y de conflictos; pero, ¿qué se esconde detrás de una puerta a la que no llama nadie?, ¿qué se esconde detrás de 21 relatos a los que nadie contesta? Manuel Arduino nos invita a conocer la respuesta, en la cual predomina el No y el Nunca. Con esencia propia y una estructura casi poética, No llaman a la puerta tiene el poder de atrapar en cada relato hacia un universo oscuro y a la vez lógico, mezclando figuras cotidianas con la fantasía y la hermosura de lo enigmático.
3. Extracto gratuito destinado a promoción de la obra
No llaman a la puerta del autor Manuel Arduino Pavón,
publicada por la editorial Enxebrebooks.
Se puede adquirir la obra completa en formato
electrónico o papel en http://www.descubrebooks.com
4. NO LLAMAN A LA PUERTA
El último hombre con vida en el planeta está sentado
en la hamaca de la casa de frente a la puerta.
Mirando enajenadamente la puerta.
Solo quedan dos segundos.
Nadie llama a la puerta.
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5. Después la puerta permaneció cerrada durante unos
milenios.
El xenabrio llegó a la casa petrificada y se quedó
contemplando la puerta.
Llamó a la puerta.
Ya era demasiado tarde
6. La abrió.
No encontró nada.
Ni los restos de un hombre siquiera.
La puerta se cerró sola.
El xenabrio tocó su amuleto verde.
El amuleto verde se ocupaba de todo.
No llamaron a la puerta.
Era el último de los xenabrios.
7. Encontró una hamaca, una pieza extraña.
Se sentó.
Se quedó contemplando la puerta, la hoja maciza y
oscura.
La miró enajenadamente.
Tocó su amuleto verde.
Llamaron a la puerta.
Si no fuera por el amuleto verde la soledad se volvería
algo intragable.
8. El último de los xenabrios abrió la puerta.
Todo estaba claro.
El amuleto se movía a sus anchas por la casa.
Era el último de los xenabrios ante la misma puerta.
En unos minutos más se terminaría todo.
Cerró la puerta con cuidado.
Se sentó en la hamaca a contemplar la puerta.
Lloró unas lágrimas de plomo.
No le volvió a pedir al amuleto verde un imposible.
El tiempo se había extinguido.
Alguien llama a la puerta.
El amuleto verde bandido.
9. Solo unos minutos lo separan del fin.
El xenabrio no abre la puerta.
Conoce la compasión del amuleto verde.
Todos llaman a la puerta, vienen por él, vienen a
rescatarlo.
La compasión lo puede todo.
El amuleto verde abre la puerta.
El tiempo pasó.
Nadie cerró la puerta del todo.
10. La puerta semiabierta en la casa, otros dos mil años.
Solo un anderoide.
El tiempo se acaba.
El último de los anderoides.
Y la puerta semiabierta.
Es una burla de algún tipo de compasión.
De una compasión de estúpidos cuentos.
11. No puede ser que exista una casa de diez mil años.
Una puerta semiabierta de diez mil años.
Ahora que todo se acaba.
Lo mejor es cerrar la puerta y olvidarse de todo.
El anderoide se marcha rumbo a la muerte total.
La puerta total.
(Quizás el último intento tampoco sirvió de nada).
12. NO LES CREAN UNA PALABRA A MIS
ANTEOJOS
Son unos estúpidos arrogantes.
Pretenden saberlo todo sobre mí, sobre mis hábitos,
sobre lo que hago y lo que dejo de hacer.
Pero lo cierto es que desde su pretendida altura
funcional no conocen nada de mí.
Como que los compré en una subasta de usados por
unas escasas monedas.
Y esa es la única razón por la que uso anteojos usados:
para no ver las terribles cosas que hay que ver.
Por nada excepcional.
Son presumidos y odiosos, como debió de ser su dueño
original, como debieron ser todos los pensamientos
grasientos del miope que los encargó a la óptica
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13. Y yo tuve la desgracia de dar con un par de anteojos
insubordinados e impertinentes.
Era lo mejor que había disponible.
Ya casi no veía lo que hacía con mi cuerpo y mucho
menos lo que los demás hacían con sus cuerpos, con
los muebles, con los automóviles, con los corchos de
las botellas de sidra.
Gracias a Dios en la última subasta que visité
remataban unos anteojos.
Me los prometieron de color caoba, pero como yo
apenas si veía el inmediato pasado, me parecieron
maravillosamente azules.
Azules y dorados, como unos anteojos selectos
propios de la monarquía belga.
Pero la miopía pagó más por ello de lo que valían en
realidad.
La necesidad de tener nuevos anteojos me condenó,
me transformó en una víctima más de la maldad.
De la maldad de los anteojos usados, la peor de las
maldades, si es que las hay.
14. No los arrojo por la ventana a la calle porque al menos
me permiten ver la calle, y la ventana.
Y salvo por mi relación estrecha con la ventana y con
la calle, que alcanzo a visualizar a través de la ventana,
el mundo me parece cada día más un detestable
basurero.
Tal vez viva en medio de un basurero, y mi miopía,
mi cruel miopía, me oculte la verdad.
Pero los anteojos, por más ladinos y taimados que
sean, a veces me insinúan que la verdad está más allá.
Más allá de la ventana y de la calle.
Más allá del inmenso basurero.
Más allá incluso de ese par de anteojos.
En unos conceptuosos anteojos de titanio, buenos
para resaltar los cipreses y para ocultar los puchos
pisoteados de la realidad.
15. No les crean ni una palabra a mis anteojos.
En lo posible ignórenlos.
Cuando estoy con gente no hacen más que rumiar su
maledicencia en mi perjuicio.
Probablemente el dueño original de estos anteojos
fuera un delator profesional.
Y si hay algo que no soporto es el espíritu de un
delator profesional.
Si al menos me delataran las enaguas rosadas de la
vecina del sexto piso nada sería tan frugal y patético.
16. Algún día tendré nuevos anteojos viejos.
En otra subasta, en una barata, en un paño en la
calle, en las manos de un inmigrante indocumentado.
Y entonces mis ojos volverán a soñar.
Y los oídos del pueblo, entre los que revistan
mis propios oídos, solo conocerán la pura verdad
descarnada.
Por ejemplo qué soy, qué fui y qué habré de ser, por
los siglos de los siglos, aquel adorado torero digital.
17. Manuel Arduino Pavón, nació en Montevideo
en 1955. Actualmente reside en Buenos Aires.
EstudióLiteraturaenlaUniversidaddelaRepública
de su país.
Desde 1979 ha publicado más de cincuenta
obras en Uruguay, en Argentina, España, México,
Costa Rica, Holanda, Canadá y los EE.UU.
Con excepción de la dramaturgia, lo intenta
todo: ensayo (esotérico), aforística, narrativa, obras
misceláneas y poesía.
Su principal cualidad es la versatilidad, que le
permitedeambularporterritoriostanantagónicosy
sentirse a sus anchas en todos ellos. Una inclinación
natural a la experimentación literaria lo acompaña
desde sus primeros años en el oficio, pero los años
de vida le permiten atenuar o pronunciar esos
rasgos estentóreos según sean las circunstancias.
La casi totalidad de su obra ha sido publicada
fuera de su país.
Una marcada inclinación cosmopolita y
universal colorea sus trabajos, de forma que nunca
se considerará exactamente como un representante
típico de la literatura iberoamericana o uruguaya.
En la actualidad atiende una pequeña librería
esotérica en Buenos Aires.