Este artículo es una "contracrónica" del Festival de Cine de Cannes desde la perspectiva de alguien que nunca ha asistido. El autor critica a sus colegas en Cannes y expresa celos por perderse el evento. Luego se centra en el estado de la industria cinematográfica en España, señalando la ignorancia del estreno de una película de Garrel y la ausencia de películas españolas en Cannes a pesar del auge del cine independiente en el país. Finalmente, argumenta que España necesita crear
2. 25Cultura|sLaVanguardiaMiércoles,22mayo2013PANTALLAS
evento es Objetivo: la Casa Blanca.
Algo pasa cuando se estrena Un ve-
rano ardiente, de Philippe Garrel, y
es un completo fracaso porque na-
diesemolestaen explicarqué quie-
redecir que, porprimeravez enes-
tos lares, pueda verse en cines co-
merciales una película de Garrel.
Algo va mal en el tejido cultural de
una ciudad y un país cuando se ig-
nora un acontecimiento de este ca-
libre.Eso es el equivalente cinema-
tográfico a la gente que solo puede
comerlosdíasenqueunosvolunta-
rios reparten sopa en la calle. To-
dostenemos hambre,de una mane-
ra u otra, y pasar de largo por Un
verano ardiente es como rechazar
esa sopa y ponerse a mirar a otro
lado. A Alfredo Landa, por ejem-
plo, que ha muerto hace poco des-
atando un alud de elogios y muy
pocas reflexiones sobre lo que sig-
nificó su figura decisiva más allá
de la boina de Los santos inocentes.
A mí, por ejemplo, me trae a la ca-
beza automáticamente No desea-
rásalvecinodel5.ºy Vente aAlema-
nia, Pepe. Y, tal como están las co-
sas,me veo más dentrode esta últi-
ma que de la película de Mario
Camus. No tengo ningún pájaro al
que llamar “milana bonita” y, sin
embargo, puedo acabar en el país
de Angela Merkel en cualquier
momento.
4. En el Festival de Cinema d’Au-
tor de Barcelona, veo por primera
vez The Juan Bushwick Diaries, de
David Fernández Camps, La Lapi-
dation de St. Étienne, de Pere Vila,
y La plaga, de Neus Ballús, que
uno mentalmente alos últimos tra-
bajos de Javier Rebollo, Jonás
Trueba, Eloy Enciso, Carla Subira-
na, León Siminiani, Xurxo Chirro,
Los Hijos, Andrés Duque y tantos
otros que ahora olvido imperdona-
blemente. Después, Dime quién fue
Sanchicorrota, deJorge Tur, eInvi-
sible, de Víctor Iriarte, me confir-
man algunas de mis impresiones,
al tiempo que María Ruido, con Sé
villana. La Sevilla del diablo, me da
muchaspistas sobreelsustrato teó-
rico-canalla del movimiento. Me
entero igualmente de que Albert
Serra, con Història de la meva
mort, y Pablo Llorca, con Un ramo
de cactus, estuvieron a punto de
viajar a Cannes y no lo hicieron
por distintas razones. El festival,
finalmente, no ha escogido ni una
sola película española para ningu-
nadesus secciones. ¿Cómo es posi-
ble, con la ebullición de que les ha-
blo? Algo pasa: ¿desidia de los
cineastas o de los programadores?
Preocupado por estos pensamien-
tos paranoides, leo un excelente
artículo de Nando Cruz recomen-
dado por la compañera Eulàlia
Iglesias en las redes sociales. Se
titula ¡Mira, mira! ¡He escrito bien
sobre ti! y es una aguda reflexión
sobre la crítica y su dificultad para
alejarse de los sentimientos perso-
nales al establecer valoraciones.
¿Estaré cegado por todo lo que
está sucediendo aquí, por esa ebu-
llición cinematográfica, y de ahí
que sospeche de los criterios de
Monsieur Gilles Jacob, y que me
sienta aludido cuando se habla de
críticos que anteponen las perso-
nas a las obras, sus contactos en el
mundillo a lo que se ve en panta-
lla? Yo diría que no, pero veamos.
5. Últimamente tiendo a pensar
quelaspelículas nosóloson pelícu-
las sino más cosas. Por ejemplo, mi
capacidad de creer en ellas, lo que
me ofrecen a cambio, lo que gene-
ran desde un punto de vista teóri-
co o social… Hablábamos antes de
estepaísdetodoslos demonios, co-
mo lo llamó Gil de Biedma, y tam-
bién de los vecinos franceses. Aquí
nunca ha existido nada parecido a
la Nouvelle Vague. El Nuevo Cine
Español y la Escuela de Barcelona,
allá en los 60, fueron espejismos
del establishment o sueños trunca-
dos (táchese lo que no proceda).
La transición, aun siendo el mejor
periodo del cine del país, fue como
el lamento de unos cuantos super-
vivientes. Quizá necesitemos, en
consecuencia, inventar algo que
nos implique como comunidad.
Primero fue el movimiento del do-
cumental catalán, que nos produjo
la impresión de estar ante un gru-
po de gente que quería llevar ade-
lanteunproyectocomún.Ahorato-
do eso se ha ampliado y expandido
por todo el Estado, también por la
nueva ficción, por el underground,
porla vanguardia, porel relatopos-
moderno... Y en esa invasión silen-
ciosa participan los cineastas que
hacen las películas, los críticos que
lasveny el públicoal quevan desti-
nadas. Pues bien, necesitamos dar
formaa esainvención.Y esono sig-
nifica tergiversar lo que miramos
para que se ajuste a un determina-
do ideal sino ver en ello una mez-
cla de nuestros deseos y lo que
otros consiguen a partir de ellos.
Un momento… ¿No es eso Cannes,
también, para muchos?. ¿No lo es
para mí, y de ahí mi enfado, y todo
este embrollo?. Por lo menos no
haber salido de casa me habrá ser-
vido para convencerme de algo:
solo creando un mito de estas
características podremos salir de
este agujero. ¡Eh, los de Cannes,
volved, que tenemos trabajo! |
Algo va mal en el
tejido cultural de un
país cuando se ignora
el estreno de una
película de Garrel
Arriba, de izquier-
da a derecha,
imágenes de los
filmes: ‘Història de
la meva Mort’ de
Albert Serra; ‘Un
ramo de cactus’ de
Pablo Llorca y ‘The
Juan Bushwick
Diaries’, de David
Fernández Camps.
Abajo, imagen de
‘Dime quién fue
Sanchicorrota’, de
Jorge Tur y de ‘La
plaga’ de la realiza-
dora Neus Ballús.
El festival no ha
escogido ni una sola
película española.
¿Cómo es posible, con
la ebullición que hay?