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24Cultura|sLaVanguardiaMiércoles,22mayo2013PANTALLAS
Pantallas©ROMÁNYÑÁN
CARLOS LOSILLA
1. Escribo estas líneas desde el
resentimiento. Desde el rencor,
incluso. Y es más, desde el resenti-
miento y el rencor hacia mis
propios colegas, lo cual es todavía
peor. Pero no hacia todos, sino
hacia los que ahora mismo están
en el festival de Cannes. No puedo
con ellos, lo confieso. No puedo
con sus conversaciones pre-Can-
nes, con sus tuits en Cannes, con
sus recuerdos post-Cannes. Y es
que yo no estoy en Cannes, nunca
he ido a Cannes, nunca he pisado
ese festival. Por una razón u otra,
por vagancia o comodidad, por
incompatibilidad laboral o razones
familiares, siempre me ha tocado
quedarmeen Barcelona, en la inso-
portable Barcelona primaveral,
mientras ellos ven lo último de lo
último, se alimentan de cine para
todo el año. Luego vienen mis
ataques de celos: que si no hay pa-
ra tanto, que si Cannes en el fondo
es mainstream, que si veo yo más
obrasmaestrasquenunca enmi ca-
sa mientras ellos se tragan el últi-
mo prêt-à-porter cinematográfico
de la temporada… Excusas. Basura
para engañarme a mí mismo,
porque no formo parte de eso. Se
acabó. ¿Se acabó?
2. Me sobrepongo, lo cual nunca
me resulta fácil, y me pregunto
qué hacer. Si no estoy allí y no
puedo escribir una crónica, me
quedaré en casa y escribiré una
contracrónica. Hablar de Cannes
sinestar en Cannes. Pero hablar de
Cannes también sin hablar de
Cannes, indirectamente, mediante
un discurso delirante que hable de
otras cosas que afecten a Cannes.
Después de mucho pensarlo, doy
con lo que busco: si en Cannes hay
amigos y amigas, críticos y progra-
madores, curiosos y diletantes, que
están viendo el cine del presente,
interaccionando con gente intere-
sante, en un entorno enriquece-
dor, yo les hablaré de lo que pasa
en uno de los lugares del mundo
ahora mismo sumidos con mayor
saña en el desánimo, la roña, el
caos, la miseria a la que ya se le ven
las orejas. Un lugar que se dirige
en caída libre a los abismos de la
pobreza, el desprecio por todo lo
que huela a intelectual y el replie-
gue más escandaloso sobre su
propia mugre. Alguien tiene que
quedarse de guardia aquí para
decir qué está pasando. Es muy
fácil emigrar, aunque sea diez días
a Cannes, y olvidarse de todo, pues
allá estará lo que hay que ver, pero
aquí está lo que no hay que ver. Y
en el cine ¿qué es más importante,
el campo o el fuera de campo? En
cualquier caso, uno no es posible
sin el otro y a alguien tiene que
corresponderle el trabajo sucio.
Que siempre sea yo empieza a
inquietarme,pero por ahora afron-
taré mi destino con una cierta
dignidad.
3. Hace unos días, el propietario y
presidente de uno de los trusts
cinematográficos más influyentes
del Estado español anunciaba los
gravesproblemas que sufría y sem-
braba la inquietud al profetizar
que muchas de sus salas no iban a
sobrevivir. Echaba la culpa al
Gobierno español, a su nefasta
legislación cinematográfica, a la
piratería. No le quito la razón, yo
también diría lo mismo incluso
añadiendo algún que otro nombre,
así como alguna que otra pregunta
perpleja. Por ejemplo ¿alguien se
hamolestado en comparar la carte-
lera de Barcelona o Madrid y la de
París? Ya sé, ya sé: otra cultura, la
Nouvelle Vague, Henri Langlois,
Mc Mahon, etc. Pero, aun así, no
creo que sea casualidad que en
estos últimos fines de semana se
estén produciendo las recaudacio-
nes más bajas en años.
También se están proyectando
las peores películas en años. Algo
sucede cuando la mejor oferta de
la cartelera es Rebelde, o cuando el
Elcríticocentrípeto Sepuedehablar de Canneso a propósitode Cannes.
Enesta ‘contracrónica’,nos olvidamosincluso dela programacióndel festival
ynos fijamosen el fuera decampo: ¿hay vidamás alládela Costa Azul?
Nuncahe ido a
Cannes
25Cultura|sLaVanguardiaMiércoles,22mayo2013PANTALLAS
evento es Objetivo: la Casa Blanca.
Algo pasa cuando se estrena Un ve-
rano ardiente, de Philippe Garrel, y
es un completo fracaso porque na-
diesemolestaen explicarqué quie-
redecir que, porprimeravez enes-
tos lares, pueda verse en cines co-
merciales una película de Garrel.
Algo va mal en el tejido cultural de
una ciudad y un país cuando se ig-
nora un acontecimiento de este ca-
libre.Eso es el equivalente cinema-
tográfico a la gente que solo puede
comerlosdíasenqueunosvolunta-
rios reparten sopa en la calle. To-
dostenemos hambre,de una mane-
ra u otra, y pasar de largo por Un
verano ardiente es como rechazar
esa sopa y ponerse a mirar a otro
lado. A Alfredo Landa, por ejem-
plo, que ha muerto hace poco des-
atando un alud de elogios y muy
pocas reflexiones sobre lo que sig-
nificó su figura decisiva más allá
de la boina de Los santos inocentes.
A mí, por ejemplo, me trae a la ca-
beza automáticamente No desea-
rásalvecinodel5.ºy Vente aAlema-
nia, Pepe. Y, tal como están las co-
sas,me veo más dentrode esta últi-
ma que de la película de Mario
Camus. No tengo ningún pájaro al
que llamar “milana bonita” y, sin
embargo, puedo acabar en el país
de Angela Merkel en cualquier
momento.
4. En el Festival de Cinema d’Au-
tor de Barcelona, veo por primera
vez The Juan Bushwick Diaries, de
David Fernández Camps, La Lapi-
dation de St. Étienne, de Pere Vila,
y La plaga, de Neus Ballús, que
uno mentalmente alos últimos tra-
bajos de Javier Rebollo, Jonás
Trueba, Eloy Enciso, Carla Subira-
na, León Siminiani, Xurxo Chirro,
Los Hijos, Andrés Duque y tantos
otros que ahora olvido imperdona-
blemente. Después, Dime quién fue
Sanchicorrota, deJorge Tur, eInvi-
sible, de Víctor Iriarte, me confir-
man algunas de mis impresiones,
al tiempo que María Ruido, con Sé
villana. La Sevilla del diablo, me da
muchaspistas sobreelsustrato teó-
rico-canalla del movimiento. Me
entero igualmente de que Albert
Serra, con Història de la meva
mort, y Pablo Llorca, con Un ramo
de cactus, estuvieron a punto de
viajar a Cannes y no lo hicieron
por distintas razones. El festival,
finalmente, no ha escogido ni una
sola película española para ningu-
nadesus secciones. ¿Cómo es posi-
ble, con la ebullición de que les ha-
blo? Algo pasa: ¿desidia de los
cineastas o de los programadores?
Preocupado por estos pensamien-
tos paranoides, leo un excelente
artículo de Nando Cruz recomen-
dado por la compañera Eulàlia
Iglesias en las redes sociales. Se
titula ¡Mira, mira! ¡He escrito bien
sobre ti! y es una aguda reflexión
sobre la crítica y su dificultad para
alejarse de los sentimientos perso-
nales al establecer valoraciones.
¿Estaré cegado por todo lo que
está sucediendo aquí, por esa ebu-
llición cinematográfica, y de ahí
que sospeche de los criterios de
Monsieur Gilles Jacob, y que me
sienta aludido cuando se habla de
críticos que anteponen las perso-
nas a las obras, sus contactos en el
mundillo a lo que se ve en panta-
lla? Yo diría que no, pero veamos.
5. Últimamente tiendo a pensar
quelaspelículas nosóloson pelícu-
las sino más cosas. Por ejemplo, mi
capacidad de creer en ellas, lo que
me ofrecen a cambio, lo que gene-
ran desde un punto de vista teóri-
co o social… Hablábamos antes de
estepaísdetodoslos demonios, co-
mo lo llamó Gil de Biedma, y tam-
bién de los vecinos franceses. Aquí
nunca ha existido nada parecido a
la Nouvelle Vague. El Nuevo Cine
Español y la Escuela de Barcelona,
allá en los 60, fueron espejismos
del establishment o sueños trunca-
dos (táchese lo que no proceda).
La transición, aun siendo el mejor
periodo del cine del país, fue como
el lamento de unos cuantos super-
vivientes. Quizá necesitemos, en
consecuencia, inventar algo que
nos implique como comunidad.
Primero fue el movimiento del do-
cumental catalán, que nos produjo
la impresión de estar ante un gru-
po de gente que quería llevar ade-
lanteunproyectocomún.Ahorato-
do eso se ha ampliado y expandido
por todo el Estado, también por la
nueva ficción, por el underground,
porla vanguardia, porel relatopos-
moderno... Y en esa invasión silen-
ciosa participan los cineastas que
hacen las películas, los críticos que
lasveny el públicoal quevan desti-
nadas. Pues bien, necesitamos dar
formaa esainvención.Y esono sig-
nifica tergiversar lo que miramos
para que se ajuste a un determina-
do ideal sino ver en ello una mez-
cla de nuestros deseos y lo que
otros consiguen a partir de ellos.
Un momento… ¿No es eso Cannes,
también, para muchos?. ¿No lo es
para mí, y de ahí mi enfado, y todo
este embrollo?. Por lo menos no
haber salido de casa me habrá ser-
vido para convencerme de algo:
solo creando un mito de estas
características podremos salir de
este agujero. ¡Eh, los de Cannes,
volved, que tenemos trabajo! |
Algo va mal en el
tejido cultural de un
país cuando se ignora
el estreno de una
película de Garrel
Arriba, de izquier-
da a derecha,
imágenes de los
filmes: ‘Història de
la meva Mort’ de
Albert Serra; ‘Un
ramo de cactus’ de
Pablo Llorca y ‘The
Juan Bushwick
Diaries’, de David
Fernández Camps.
Abajo, imagen de
‘Dime quién fue
Sanchicorrota’, de
Jorge Tur y de ‘La
plaga’ de la realiza-
dora Neus Ballús.
El festival no ha
escogido ni una sola
película española.
¿Cómo es posible, con
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  • 1. 24Cultura|sLaVanguardiaMiércoles,22mayo2013PANTALLAS Pantallas©ROMÁNYÑÁN CARLOS LOSILLA 1. Escribo estas líneas desde el resentimiento. Desde el rencor, incluso. Y es más, desde el resenti- miento y el rencor hacia mis propios colegas, lo cual es todavía peor. Pero no hacia todos, sino hacia los que ahora mismo están en el festival de Cannes. No puedo con ellos, lo confieso. No puedo con sus conversaciones pre-Can- nes, con sus tuits en Cannes, con sus recuerdos post-Cannes. Y es que yo no estoy en Cannes, nunca he ido a Cannes, nunca he pisado ese festival. Por una razón u otra, por vagancia o comodidad, por incompatibilidad laboral o razones familiares, siempre me ha tocado quedarmeen Barcelona, en la inso- portable Barcelona primaveral, mientras ellos ven lo último de lo último, se alimentan de cine para todo el año. Luego vienen mis ataques de celos: que si no hay pa- ra tanto, que si Cannes en el fondo es mainstream, que si veo yo más obrasmaestrasquenunca enmi ca- sa mientras ellos se tragan el últi- mo prêt-à-porter cinematográfico de la temporada… Excusas. Basura para engañarme a mí mismo, porque no formo parte de eso. Se acabó. ¿Se acabó? 2. Me sobrepongo, lo cual nunca me resulta fácil, y me pregunto qué hacer. Si no estoy allí y no puedo escribir una crónica, me quedaré en casa y escribiré una contracrónica. Hablar de Cannes sinestar en Cannes. Pero hablar de Cannes también sin hablar de Cannes, indirectamente, mediante un discurso delirante que hable de otras cosas que afecten a Cannes. Después de mucho pensarlo, doy con lo que busco: si en Cannes hay amigos y amigas, críticos y progra- madores, curiosos y diletantes, que están viendo el cine del presente, interaccionando con gente intere- sante, en un entorno enriquece- dor, yo les hablaré de lo que pasa en uno de los lugares del mundo ahora mismo sumidos con mayor saña en el desánimo, la roña, el caos, la miseria a la que ya se le ven las orejas. Un lugar que se dirige en caída libre a los abismos de la pobreza, el desprecio por todo lo que huela a intelectual y el replie- gue más escandaloso sobre su propia mugre. Alguien tiene que quedarse de guardia aquí para decir qué está pasando. Es muy fácil emigrar, aunque sea diez días a Cannes, y olvidarse de todo, pues allá estará lo que hay que ver, pero aquí está lo que no hay que ver. Y en el cine ¿qué es más importante, el campo o el fuera de campo? En cualquier caso, uno no es posible sin el otro y a alguien tiene que corresponderle el trabajo sucio. Que siempre sea yo empieza a inquietarme,pero por ahora afron- taré mi destino con una cierta dignidad. 3. Hace unos días, el propietario y presidente de uno de los trusts cinematográficos más influyentes del Estado español anunciaba los gravesproblemas que sufría y sem- braba la inquietud al profetizar que muchas de sus salas no iban a sobrevivir. Echaba la culpa al Gobierno español, a su nefasta legislación cinematográfica, a la piratería. No le quito la razón, yo también diría lo mismo incluso añadiendo algún que otro nombre, así como alguna que otra pregunta perpleja. Por ejemplo ¿alguien se hamolestado en comparar la carte- lera de Barcelona o Madrid y la de París? Ya sé, ya sé: otra cultura, la Nouvelle Vague, Henri Langlois, Mc Mahon, etc. Pero, aun así, no creo que sea casualidad que en estos últimos fines de semana se estén produciendo las recaudacio- nes más bajas en años. También se están proyectando las peores películas en años. Algo sucede cuando la mejor oferta de la cartelera es Rebelde, o cuando el Elcríticocentrípeto Sepuedehablar de Canneso a propósitode Cannes. Enesta ‘contracrónica’,nos olvidamosincluso dela programacióndel festival ynos fijamosen el fuera decampo: ¿hay vidamás alládela Costa Azul? Nuncahe ido a Cannes
  • 2. 25Cultura|sLaVanguardiaMiércoles,22mayo2013PANTALLAS evento es Objetivo: la Casa Blanca. Algo pasa cuando se estrena Un ve- rano ardiente, de Philippe Garrel, y es un completo fracaso porque na- diesemolestaen explicarqué quie- redecir que, porprimeravez enes- tos lares, pueda verse en cines co- merciales una película de Garrel. Algo va mal en el tejido cultural de una ciudad y un país cuando se ig- nora un acontecimiento de este ca- libre.Eso es el equivalente cinema- tográfico a la gente que solo puede comerlosdíasenqueunosvolunta- rios reparten sopa en la calle. To- dostenemos hambre,de una mane- ra u otra, y pasar de largo por Un verano ardiente es como rechazar esa sopa y ponerse a mirar a otro lado. A Alfredo Landa, por ejem- plo, que ha muerto hace poco des- atando un alud de elogios y muy pocas reflexiones sobre lo que sig- nificó su figura decisiva más allá de la boina de Los santos inocentes. A mí, por ejemplo, me trae a la ca- beza automáticamente No desea- rásalvecinodel5.ºy Vente aAlema- nia, Pepe. Y, tal como están las co- sas,me veo más dentrode esta últi- ma que de la película de Mario Camus. No tengo ningún pájaro al que llamar “milana bonita” y, sin embargo, puedo acabar en el país de Angela Merkel en cualquier momento. 4. En el Festival de Cinema d’Au- tor de Barcelona, veo por primera vez The Juan Bushwick Diaries, de David Fernández Camps, La Lapi- dation de St. Étienne, de Pere Vila, y La plaga, de Neus Ballús, que uno mentalmente alos últimos tra- bajos de Javier Rebollo, Jonás Trueba, Eloy Enciso, Carla Subira- na, León Siminiani, Xurxo Chirro, Los Hijos, Andrés Duque y tantos otros que ahora olvido imperdona- blemente. Después, Dime quién fue Sanchicorrota, deJorge Tur, eInvi- sible, de Víctor Iriarte, me confir- man algunas de mis impresiones, al tiempo que María Ruido, con Sé villana. La Sevilla del diablo, me da muchaspistas sobreelsustrato teó- rico-canalla del movimiento. Me entero igualmente de que Albert Serra, con Història de la meva mort, y Pablo Llorca, con Un ramo de cactus, estuvieron a punto de viajar a Cannes y no lo hicieron por distintas razones. El festival, finalmente, no ha escogido ni una sola película española para ningu- nadesus secciones. ¿Cómo es posi- ble, con la ebullición de que les ha- blo? Algo pasa: ¿desidia de los cineastas o de los programadores? Preocupado por estos pensamien- tos paranoides, leo un excelente artículo de Nando Cruz recomen- dado por la compañera Eulàlia Iglesias en las redes sociales. Se titula ¡Mira, mira! ¡He escrito bien sobre ti! y es una aguda reflexión sobre la crítica y su dificultad para alejarse de los sentimientos perso- nales al establecer valoraciones. ¿Estaré cegado por todo lo que está sucediendo aquí, por esa ebu- llición cinematográfica, y de ahí que sospeche de los criterios de Monsieur Gilles Jacob, y que me sienta aludido cuando se habla de críticos que anteponen las perso- nas a las obras, sus contactos en el mundillo a lo que se ve en panta- lla? Yo diría que no, pero veamos. 5. Últimamente tiendo a pensar quelaspelículas nosóloson pelícu- las sino más cosas. Por ejemplo, mi capacidad de creer en ellas, lo que me ofrecen a cambio, lo que gene- ran desde un punto de vista teóri- co o social… Hablábamos antes de estepaísdetodoslos demonios, co- mo lo llamó Gil de Biedma, y tam- bién de los vecinos franceses. Aquí nunca ha existido nada parecido a la Nouvelle Vague. El Nuevo Cine Español y la Escuela de Barcelona, allá en los 60, fueron espejismos del establishment o sueños trunca- dos (táchese lo que no proceda). La transición, aun siendo el mejor periodo del cine del país, fue como el lamento de unos cuantos super- vivientes. Quizá necesitemos, en consecuencia, inventar algo que nos implique como comunidad. Primero fue el movimiento del do- cumental catalán, que nos produjo la impresión de estar ante un gru- po de gente que quería llevar ade- lanteunproyectocomún.Ahorato- do eso se ha ampliado y expandido por todo el Estado, también por la nueva ficción, por el underground, porla vanguardia, porel relatopos- moderno... Y en esa invasión silen- ciosa participan los cineastas que hacen las películas, los críticos que lasveny el públicoal quevan desti- nadas. Pues bien, necesitamos dar formaa esainvención.Y esono sig- nifica tergiversar lo que miramos para que se ajuste a un determina- do ideal sino ver en ello una mez- cla de nuestros deseos y lo que otros consiguen a partir de ellos. Un momento… ¿No es eso Cannes, también, para muchos?. ¿No lo es para mí, y de ahí mi enfado, y todo este embrollo?. Por lo menos no haber salido de casa me habrá ser- vido para convencerme de algo: solo creando un mito de estas características podremos salir de este agujero. ¡Eh, los de Cannes, volved, que tenemos trabajo! | Algo va mal en el tejido cultural de un país cuando se ignora el estreno de una película de Garrel Arriba, de izquier- da a derecha, imágenes de los filmes: ‘Història de la meva Mort’ de Albert Serra; ‘Un ramo de cactus’ de Pablo Llorca y ‘The Juan Bushwick Diaries’, de David Fernández Camps. Abajo, imagen de ‘Dime quién fue Sanchicorrota’, de Jorge Tur y de ‘La plaga’ de la realiza- dora Neus Ballús. El festival no ha escogido ni una sola película española. ¿Cómo es posible, con la ebullición que hay?