Este documento relata una historia extraña e irrealista contada por un narrador poco confiable. La historia involucra a un tiburón, un capitán de barco llamado Champan y marineras en un yate. También menciona acetatos, cervezas alemanas, invitaciones a fiestas, un cuadro pintado y una nevera. El narrador parece delirar y la historia carece de lógica y coherencia.
2. Pero no solamente se han dedicado a controlarnos, sino que en determinados
momentos históricos decisivos para la marcha de la humanidad, han
intervenido directamente para encauzarla en uno u otro sentido.
Andreas Faber Kaiser
Batalla mítica contra un animal
Erangel Rivas Parra
Se ríen de mí las enfermeras. No pensarán más en lo mismo cuando tenga éxito mi
libreto. Lo veo claro: arrastraré a más gente al cine que la película “Miguel”. Veinte
millones desperdiciados… veinte… Y para aquel tiempo eran una buena fortuna. No
sabían que tenían de frente a un Homero del modernismo, un Reverón del
hiperrealismo, un Michael Douglas del drama, de la pirotecnia de la comedia. Ese era
yo. Ignoran que estoy en planes. Hasta me apodaron “Tiburón” los ignorantes de
Cachemira, no saben todavía que me deben la primera publicación de una revista
informativa, turística, comercial y a color hecha en Cachemira. Es natural… Estratega
del rotulado, músico folklórico estilizado, no sé si conservo una copia del L.P de mis
éxitos. Cuando en mis días de fama me presentaba en el programa del difunto Amador.
Soy Pedro.-Le dije- Muchos me conocen como “Cachimiro”. Y más nada, me contrató.
No por que venga de Cachemira, en Paquistán, donde ahora me llaman Tiburón los
doctores incrédulos.
En Sala de espera de Rehabilitación recordé una idea, la fórmula para hacer mucho
dinero. Todo lo maquinaba desde hace tiempo. Cuando empecé a escribir un cuento
basado en un hecho real. -A nadie se lo he dicho- Próximamente lo enviaría al concurso
de cuentos del correo oficiosrentables@fraudes.com y te premian con 8000 Euros en
papel de monopolio, un diploma, un kilo de paja polaca y un salchichón español.
Ahí estaba yo, en la Sala de Rehabilitación del hospital. A pesar de mis esfuerzos nadie
alcanzó a creerlo, les parecía mucha mentira para ser verdad, pero si lo suficiente para
hacerse mítico. El cuento, lo viví yo mismo, mejor dicho… un amigo. ¿Creen que es
mentira?… ¿Lo creen?.. ¿No lo creen?... Yo les voy a mostrar lo contrario:
Veían cosas… Si. Las veían…. Esas mismas que no se pueden decir. ¿Qué?... ¿Yo?... No
se otro… En esa fiesta de platillos de plástico y cristal en el yate, un 7 de julio del año
1999 solamente hallaron un cubo de aluminio de aproximadamente 10 gramos (En puro
aluminio) En su camarote el capitán Champan veía a través de la ventana de cristal de la
3. puerta de una nevera la etiqueta verde de esa carísima cerveza alemana marca
(W.W.W.) Willdfridd Wild Wallakhim.
Yo tenía la piel de papel. Sin color. Dentro del agua, congelado del pánico. El otro que
estaba atrás se subía al yate y nervioso decía:
-¡Sangre! ¡Tráigame el arpón!
Yo le vi las aletas y fui a verle los dientes. No sabía de quien era la sangre y por eso fui
a preguntar:
-Hola, disculpe. ¿Sabrá de quien es la sangre en el mar?
Me dijo con una sonrisa amistosa
-¿Sangre? De eso no sé nada. Cepillaba mis dientes. Te invitó a una fiesta. ¡Algo
bestial!
Sabía que el novio de la anfitriona de la fiesta estaba armado hasta los dientes y me hice
el loco. El tiburón no paraba de hablar de sus acetatos de Sandro, Nelson Ned y Rafael.
Empezó a llorar cuando recordó los cincuenta clásicos, ¡Cincuenta! los que su hermano
le dio a su amiga, o más que amiga, quizás para venderlos…
Secándose los ojos con un trozo de algas el tiburón:
-Como extraño mis clásicos. No compartió ni un centavo de la venta de los clásicos.
¡Mis reliquias! Inmediatamente me compré nuevos acetatos. Todos los diciembres
suenan los clásicos en mis cornetas ultramodernas… El reproductor de L.P lo compré
en 5 millones, hace más de 10 años. Y a crédito.
Mientras tanto en la superficie:
¡Capitán Champan, lánceme “el cuchillo número 6”!
Me lo lanzó desde el yate. El Capitán Champan Kampànité pintaba un cuadro y les dijo
a las marineras que ya iban rumbo al Consorcio Mouse London por más cervezas de
bombonita.
Regresé y se lo clavé bajo las mandíbulas. Lo rajé. Lo rebané todo. En filetico. Todo era
sangre. Expresionismo. Desorden. Una historia real… Se reían las marineras no de mí
sino del cuadro que pintaba el Capitán. Y eso es todo… Un buen libreto. De las
historias que pasan y nadie las cree. ¿Verdad?... ¿Me cree? ¿Todavía no? ¿Quién me la
compra? Yo soy testigo del caso.
El capitán revisó los mensajes de texto. Eran invitaciones del Mouse London,
invitaciones a rumbas. Era viernes y había trabajado como hormiga. Le esperaban ellas.
Tras el cristal las hallaba frías entre la escarcha de la bodega.
-De bombonita-Decía el sediento-
4. Listas estaban para ser servidas de una vez.
¡Algo bestial! -Gritó al destapar la primera con los dientes-
Abría la otra nevera… una botellita de sidra sin escorchar bien helada…
Siente un porrazo certero en la cabeza.
¡No señor! ¡Eso no! Esa es pa’ mamá-Dijo apuntándole con su bazzoca-
Despertó del sueño y la autoridad le obligó a bajar del autobús. A Pedro después de
cosidos los 150 puntos en la pierna murió días después, por un uñero.