1. Los generales malditos de Franco
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201201041755.html
Tras participar convencidos en el golpe de Estado contra la República, se
enfrentaron al Generalísimo para evitar que se perpetuara en el poder... sin
ningún éxito. Acabaron desterrados, detenidos, degradados o desquiciados
ARCHIVO ABC
Militares, políticos y diplomáticos se enfrentaron a Franco para tratar de
restaurar la Monarquía
Israel Viana, Madrid 5 de enero de 2012
«Podías sentir el vértigo en él por todo aquello. Como los escaladores
que han subido más de lo que pueden, se sentía mareado por haber
alcanzado aquella altura con unas habilidades limitadas», escribió en
sus memorias el general Alfredo Kindelan (1879-1962) sobre Franco. Un
sentimiento de rechazo, e incluso odio, que compartieron algunos de
sus generales, absolutamente convencidos de que el Caudillo no debía
perpetuarse el poder.
ABC.- El coronel Ansaldo, en 1927
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2. Tella, Aranda, Varela, Galarza, Solchaga, Ponte… todos comenzaron a
presionar y trabajar para desplazar al dictador una vez terminada la
Guerra Civil, poniendo en cuestión su opción del mando único y, en la
mayoría de ellos, tratando de restablecer la monarquía, ese «modo de
gobierno genuinamente español, que hizo la grandeza de nuestra
patria», tal y como escribieron a Franco algunos de estos militares a
través de una carta.
El envío de esta como medio de presión al jefe del Estado, en
septiembre de 1943, no fue más que una de las acciones
«conspiratorias» que estos militares llevaron a cabo, y por las que Franco
actuó con la dureza y la urgencia necesarias como para dilapidar
rápidamente sus intenciones. A cada reunión secreta, un destino
forzoso, una degradación, un destierro, un encarcelamiento o un envío
a la reserva, sin importar las hazañas que hubieran acumulado estos
generales durante la guerra.
Objetivo: invasión de Hitler
Las primeras maniobras comenzaron en 1942. Al principio con
conversaciones solapadas que no desembocaban en ninguna acción
concreta y, después, a través de un comité encabezado por el letrado
del Consejo de Estado Eugenio Vegas Latapié (1907-1985), el
encargado de tantear a estos generales, a los que consideraban
necesarios en sus planes para ponerle las cosas difíciles al dictador.
ABC.- El general Aranda, en la década de los 40
Una de los primeras opciones fue que los alemanes ocupasen la
península para permitir la creación de un Gobierno monárquico en el
exilio, presidido por el general Aranda (1888-1979), uno de los mayores
defensores de la restauración monárquica, y a quien el historiador Paul
Preston, descalificaba como «el más enérgico y vocinglero de los
conspiradores».
En cuanto Franco tuvo conocimiento de la primera reunión, ordenó el
arresto de Latapié y del político Pedro Sainz Rodríguez, quienes
consiguieron huir en el último instante. El general Aranda, sin embargo,
fue arrestado y liberado poco después por su condición de héroe de
guerra. Pero esto no evitó que fuera paulatinamente retirado de los
escalafones de poder: de la Capitanía general de Valencia, a la
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3. dirección de la Escuela Superior del Ejército y, en 1949, directamente a
la reserva.
El caso del general Tella
En este ambiente de anhelo monárquico, hubo generales que
destacaron por su apoyo a la causa, a los que el Caudillo persiguió con
dureza. El peor parado fue el general laureado Helí Rolando de Tella y
Campos, un monárquico convencido –y durante un tiempo ayudante
personal del Infante Don Carlos de Borbón–, que conservaba su
enemistad con Franco desde sus tiempos mozos en la Academia de
Toledo.
ABC.- Retrato del general Tella
En cuando terminó la guerra, Tella fue destituido como gobernador
militar de Burgos y quedó en situación de disponible, acusado de
participar en la conspiración monárquica. Con más carácter que
Aranda, se atrevió a decirle a Franco que él no había hecho la guerra
para que se perpetuara en el sillón, sino para restaurar la Monarquía.
Poco después fue enviado a la reserva y, más tarde, acusado de
«irregularidades administrativas».
Tella, completamente apartado del Ejército, perdió el juicio con el paso
de los años, obsesionado por la «injusticia» de la que decía había sido
objeto, hasta que murió en 1967.
Kindelan y su enemistad con Franco
Alfredo Kindelan, pionero y creador de la fuerza aérea española, tuvo
siempre claro que el poder civil y militar acumulado por Franco durante
la guerra, en parte con su ayuda, debía acabar nada más terminada
esta. El objetivo era, una vez más, dar paso a Don Juan de Borbón. Al
resistirse Franco, ambos chocaron de tal manera que el Caudillo terminó
por arrestarle y humillarle publicamente al ofrecerle el Ministerio del
Ejército del Aire a Yagüe, en contra de lo que todo el mundo pensaba
que era lo justo.
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4. ABC.- Kindelan, en 1940
Desde ese momento, la estrella de Kindelan comenzó a palidecer,
siendo nombrado capitán general de Baleares con el único fin de
quitárselo de encima. Tras la destitución de Aranda, el otro conspirador,
Kindelan fue nombrado director de la Escuela Superior del Ejército,
donde permaneció hasta su retiro.
Así fue ocurriendo con el resto de generales, militares, políticos y
diplomáticos que apoyaron la Monarquía, de manera más o menos
solapada o haciendo uso de toda la fuerza que fuera necesaria.
No había otra solución para Franco. Desde la primeras reuniones
conspiratorias del coronel Ansaldo, al que le impuso seis meses de
arresto en Cádiz (aunque consiguió evitarlos huyendo a Portugal), hasta
las cartas de presión enviadas por un grupo de sus tenientes generales
(encabezados por el general Varela) o el famoso «Manifiesto de los
Diecisiete», firmado por los generales Ponte y Galarza, junto a otros 15
procuradores, con la intención de restaurar a Don Juan de Borbón, y
que acabaron siendo destituidos.
Este Franco de «habilidades limitadas» al que hacía referencia Kindelan
se salio con la suya... para desgracia de Tella, Aranda, Galarza o Ponte
y los demás compiches.
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