Si aceptamos el Big Bang, ¿qué pasó antes? A esta pregunta contestan los científicos que no lo sabemos, que es inimaginable e indeducible y que ellos son físicos, pero no metafísicos. ¿Y después?
1.
La creación del Universo
¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?
En el principio creó Dios los cielos y la tierra (Gen 1). Sobre el
origen del Universo, en lo científico la pregunta más interesante es
cómo se ha creado. En lo religioso, en cambio, lo que más interesa es
Quién y para qué. Hasta hace poco los astrofísicos no podían resolver
el problema, aunque ya desde hacía varios siglos el heliocentrismo se
había ido imponiendo gradualmente al geocentrismo. Por ello se
aceptaba comúnmente la narración de los siete días del Génesis, pero
desde comienzos del siglo XX técnicas y teorías habían progresado
extraordinariamente y se apoyaban mutuamente. Pudo así empezar a
estudiarse científicamente.
Todo parece haberse formado como consecuencia de una gran
explosión llamada Big Bang, habiendo sido formulada esta teoría de un
modo metódico y científico por el astrofísico y sacerdote belga Georges
Lemaître en 1927, que él la llamó la Gran Implosión. La proporción
existente de ciertos elementos en todo el Universo, particularmente
hidrógeno, deuterio y helio, proporcionan argumentos convincentes
sobre la teoría del Big Bang, y hoy los físicos están generalmente de
acuerdo en que el Universo empezó como un punto de energía
infinitamente denso. Toda la materia y energía estaba
superconcentrada en un pequeño espacio. Según esta teoría, si el
Universo se expande como la metralla de una bomba que ha
explotado, es de suponer que era como una especie de “huevo
cósmico”.
El Big Bang indica que la naturaleza tuvo un inicio definido, pues
no se concibe cómo la naturaleza inexistente puede crearse a sí
misma. Sólo una fuerza sobrenatural fuera del espacio y del tiempo, es
decir Dios, puede haberlo hecho. El Big Bang ofrece un argumento
interesante a favor de la existencia de un Creador. Pero aunque la
teoría del Big Bang propuesta por Lemaitre es la más aceptada, para
muchos investigadores el origen continúa siendo un enigma. Para
Christof Wetterich, físico de la Universidad de Heidelberg (Alemania), el
2. universo es el resultado de un largo y gélido periodo de transformación
y no de un fuerte estallido como afirma la teoría del Big Bang.
Si aceptamos el Big Bang, ¿qué pasó antes? A esta pregunta
contestan los científicos que no lo sabemos, que es inimaginable e
indeducible y que ellos son físicos, pero no metafísicos. ¿Y después?
Durante el primer millón de años después del Big Bang, la temperatura
cayó y se empezaron a formar núcleos y átomos. La materia se
empezó a agrupar en galaxias por la fuerza de la gravedad, debido a
un movimiento rotativo que les dio forma de espiral. En cuanto al Sol,
es una estrella que se formó hará unos cinco mil millones de años. En
lo referente a la Tierra, inicialmente demasiado caliente, se enfrió poco
a poco, generó una atmósfera y se hizo potencialmente habitable hará
unos cuatro mil millones de años. Apenas ciento cincuenta millones de
años más tarde ya bullía de vida, hasta que finalmente aparece,
ciertamente no hace mucho tiempo, el hombre.
Antes del amanecer
¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿De dónde vienen todas
las cosas y a dónde van? Todo individuo se plantea estas cuestiones
en algún momento de su vida. En realidad, el hombre ha buscado su
origen desde que tuvo conciencia de sí. De este modo, su capacidad
para formular tales preguntas ha hecho de él un ser singular en el
Universo conocido, ya que, por lo que sabemos, es la única criatura
dotada de semejante nivel de conciencia. Las respuestas han sido
múltiples: intuitivas, ingeniosas, fantásticas. Pero ahora, en la era
científica, disponemos de una ingente cantidad de nueva información.
Las viejas explicaciones han caducado, pero, puesto que gran parte de
la nueva información ha sido objeto de interpretaciones conflictivas,
ninguna “historia genética” omnímoda las ha reemplazado. Esto se
debe, en parte, a que la ciencia ha progresado desfasadamente: por
ejemplo, poseemos grandes conocimientos sobre física y química, pero
sabemos muy poco de biología, acerca del tiempo o, por citar un tema
mucho más próximo a nosotros, sobre nuestro cerebro. En algunos
campos hemos rebasado el siglo xx. En otros, permanecemos aún en
el oscurantismo. Por ello, no ha sido sencillo alcanzar una imagen
coherente de nuestros orígenes. Por otra parte, en los últimos años,
algunas teorías claves han ganado amplia aceptación: las que atañen
3. al origen del Universo, por ejemplo, y las que nos aclaran determinados
aspectos del origen de la vida. Algunos descubrimientos sorprendentes
han confirmado teorías que ya sustentábamos. Entre éstas fue notable
el descubrimiento del ADN: la clave de la estructura de toda materia
viviente. Todavía permanecemos en la incertidumbre acerca de
nuestros orígenes, y es probable que nunca conozcamos los detalles
exactos. Pero aplicando las actuales teorías de la ciencia, podemos
intentar desplegar una exposición totalizadora.
Tal exposición revela que el hombre es producto de un
reordenamiento increíblemente complejo de la materia original del
Universo. Se trata de un ser singular ―podemos afirmarlo―, capaz de
exigir una explicación de su existencia, y capaz asimismo de postular,
ahora, una respuesta lógica y coherente.
La exposición remonta la materia que nos conforma a través del
tiempo, del comienzo de la vida, de la formación de nuestro planeta y
del nacimiento de las estrellas, hasta el momento mismo en que
comenzó el Universo. También detalla el modo en que esa materia,
dispuesta en una forma viviente, puede ser concebida, nacer y madurar
hasta convertirse en un ser humano dotado de conciencia.
Antes de que todo comenzara ya existía Aquel que es la Palabra
Dios creó todo de la nada. Antes de que comenzara todo era ,
la nada, que no podemos conocer ni nombrar. Pero como somos
humanos nos proponemos representarlo: , la nada, no era cualquier
cosa ni era una nocosa; era la nada. De nada no puede salir nada, a
menos que Dios cree. La nada carecía de centro y de límite, de interior
y de exterior. Ninguna altura se cernía sobre ninguna profundidad,
ninguna luz se correspondía con ninguna oscuridad, ningún calor
respondía a ningún frío. Una parte era exactamente igual a todas las
partes. Y por ello no podía tener parte, números, grados ni diferencias
de ningún tipo. De ahí que no podamos darle nombre, aunque la
llamemos nada. Pero luego, súbitamente, se produjo una diferencia.
Para los que acostumbramos a nombrar las cosas hubo, a la vez, más
que nada y menos que nada: positivo y negativo, aquí y allá, interior y
exterior, centro y límite, principio y fin, materia y… Y en ese momento
hubo espacio. Pero ese espacio instantáneo no podía retener aquellos
incalculables opuestos que se separaron con un poderoso Bang. En
4. ese instante hubo dimensión y también tiempo. De toda la materia
arrojada por aquel gigantesco Bang, sólo una parte infinitesimal
permaneció unida para formar el Sol, la Tierra, la vida y a nosotros.
Bang. Nada se ha agregado, nada se extrajo. Los materiales de
todo cuanto hayas visto o tocado estaban allí. Ahí estaban los
materiales para ti, y también para mí. Todo forma parte de un proceso
indefinido que marcha adelante, de una prolongada secuencia de
reordenamiento.
Una fuerza insuperable une todos esos fragmentos arrojados
integrándolos en un sistema, un Universo: la gravedad. Desde el
momento de aquel poderoso Bang hasta hoy, y desde ahora hasta el
fin del Universo, la gravedad ha influido y seguirá influyendo en su
lucha por trastocar la expansión del Universo. Si triunfa la gravedad y
la materia y la energía retornan, el tiempo se detendrá y el espacio sólo
será un punto. Luego, con un poderoso Antibang, quizá todo quede
aniquilado y vuelva a ser (que todavía no podemos conocer ni
nombrar).
Tal vez existe un superuniverso en el que esta excursión de
ochenta billones de años de Bang a Antibang no sea más que la
rompiente de una ola única sobre una roca de un mar desconocido en
un planeta muerto del sistema menos considerado, perdido en el más
allá, entre las galaxias más insignificantes. Si es así, no puede
importarnos. Más allá de los límites del tiempo y el espacio, sólo hay
silencio.
Bang, Antibang y Big Bang son las denominaciones usuales en la
física contemporánea para referirse al modelo del Universo Lemaitre,
fueron incorporadas por el astrofísico rusoamericano George Gamow.
Otros especialistas sugieren la designación de teoría de “Universo en
explosión” para este modelo. Todas estas expresiones que aluden a
Estallido, Antiestallido y Gran Estallido se utilizan corrientemente en las
obras en castellano sobre el tema.
El origen del Universo es el instante en que...
En el instante en que comenzó el Universo, hace
aproximadamente quince billones de años, éste era una masa hirviente
de energía productora de ampollas y efímeras partículas de materia,
densamente apiñadas a altísima temperatura. Este glóbulo, muy
5. comprimido, se expandió de pronto y fue arrojado a una velocidad
semejante a la de la luz. A medida que iba expandiéndose, su energía
debía desplegarse de modo más tenue a través de volúmenes de
espacio cada vez mayores.
Una hora después del Bang, la temperatura había disminuido lo
suficiente como para que se formaran partículas estables: protones,
neutrones y electrones. Pero habrían de pasar diez millones de años
antes de que el glóbulo en expansión se hubiera enfriado lo suficiente
como para que dichas partículas formaran asociaciones o átomos
estables. Las primeras asociaciones fueron hidrógeno (un protón y un
electrón) y helio (dos protones, dos neutrones y dos electrones). Poco
después, todo el Universo estaba compuesto por estos dos elementos,
que se desplazaban desde el centro hacia afuera.
Pero la formación de gas en el Universo no fue paralela al
proceso descrito. Hubo billones de sitios en los que su densidad se
modificó ligeramente. Las partes más densas ejercían una atracción
gravitatoria más poderosa que las demás y, naturalmente, se
convirtieron en los centros hacia los cuales se sentían Impulsadas las
partes menos densas.
El Universo, todavía en expansión, se convirtió en una serie de
agrupaciones masivas de gas arremolinado, y las galaxias eran mucho
más amplias de cuanto podamos imaginar. Las había de todas las
formas.
En la actualidad, el Universo es prácticamente inconmensurable.
Para tratar de comprender su tamaño, debemos emplear un año luz, la
distancia que recorre la luz a 300.000 kilómetros por segundo en un
año, es decir nueve trillones de kilómetros. Esto casi excede nuestra
capacidad imaginativa, pero, para tener una idea de la escala a que
nos referimos, diremos que la luz del Sol tarda ocho minutos en llegar
hasta nosotros, que la de la estrella más cercana invierte más de
cuatro años y que la luz de la galaxia más lejana precisa cinco billones
de años. La luz de los objetos más distantes y misteriosos del
Universo, denominados quasars, que se alejan de nosotros casi a la
velocidad de la luz, ha tardado en llegar hasta nosotros doce billones
de años. Por eso podemos decir que ahora vemos esos objetos como
solían ser hace doce billones de años.
6. Fundiciones gigantescas
Toma ocho protones y ocho neutrones, haz que ocho electrones
pasen aceleradamente a su alrededor y tendrás oxígeno. Con
veintiséis protones, treinta neutrones y veintiséis electrones tendrás
hierro. El oro lo componen 79 protones, 118 neutrones y 79 electrones.
En la naturaleza existen 92 elementos distintos compuestos de este
modo, con excepción de hidrógeno y el helio todos han sido creados
desde la formación de nuestra galaxia.
En una galaxia existe la tendencia a que toda la masa comience
a girar. También existe la tendencia a que se forme un disco que,
gradualmente, se vuelve más esférico. En el interior de tales discos hay
remolinos secundarios, donde los centros locales de gravedad
comienzan a contener masas de gas y polvo. Éstas terminan por
formar un centenar de billones de remolinos, cada uno de los cuales
constituye la simiente de una estrella.
A medida que el hidrógeno y el helio se concentran, a medida
que una cantidad cada vez mayor de gas es atraída por la gravedad de
la estrella creciente, y a medida que el apiñamiento y los forcejeos de
los átomos se hacen más tensos, la temperatura supera el límite de
toda medición significativa. Hasta los átomos de hidrógeno y helio se
separan, retornando a sus protones, neutrones y electrones
constitutivos. En algunos sitios se concentran tan densamente que
Incluso unos protones se fusionan con otros.
Esta fusión sólo se produce si la temperatura alcanza millones de
grados; cuando esto ocurre, libera una inmensa cantidad de energía.
¿De qué manera lo hace? Resulta extraño que dos protones
fusionados pesen menos que dos separados. Y cuatro protones
fusionados pesan menos que dos pares. El peso que se pierde sale en
forma de energía radiante: calor, luz, rayos X y así sucesivamente.
Este proceso de fusión generador de energía es el corazón de la
bomba de hidrógeno. De modo que esas estrellas son, en realidad,
bombas de hidrógeno naturales. La fuerza de la energía que podría
hacer estallar la estrella es contrarrestada por la enorme atracción de
la gravedad.
Nuestro Sol en la galaxia Nuestro Sol es sólo uno de los cien
billones de astros de nuestra galaxia. Está situado aproximadamente a
7. tres quintos hacia el exterior de la galaxia, que gira muy lentamente y
completa una revolución cada doscientos millones de años.
Pero el efecto de la bomba de hidrógeno no durará eternamente,
y todas las estrellas que han nacido tienen una “vida” y finalmente
mueren. Las estrellas de tamaño común, como nuestro Sol, durarán
alrededor de diez billones de años, pero cuando el “combustible” de
hidrógeno del centro esté casi agotado la estrella se volverá mucho
más brillante, una “gigante roja” de un tamaño cientos de veces mayor.
Cuando esto le ocurra a nuestro Sol, aproximadamente dentro de unos
cinco billones de años a partir de ahora, los planetas interiores, incluida
la Tierra, estarán quemados. Esta etapa de “gigante roja” no dura
mucho tiempo. El resto de energía nuclear se agota rápidamente y la
estrella cae por su propia fuerza de gravedad. La caída continúa hasta
que toda la masa alcanza un volumen menor al del tamaño de la
Tierra. Dichas estrellas se llaman enanas blancas. Son tan densas que
un cubo de su materia pesaría cientos de toneladas. Irradian
lentamente al espacio los restos de su calor y desaparecen en la
oscuridad.
Pero un destino distinto aguarda a una estrella grande, muchas
veces mayor que nuestro Sol. La presión de la gravedad hacia el
interior es tan poderosa que el centro de la estrella se quema con
rapidez y ésta muere muy pronto. Cuando prácticamente todo el
hidrógeno ha sido separado, la estrella cae hasta que su temperatura
alcanza los cientos de millones de grados. A esta temperatura se
combinan los protones, los neutrones y los electrones para formar los
92 elementos. Todos los elementos surgen de esta forma, apiñados en
el ígneo corazón de esas estrellas.
La extraordinaria caída crea una energía tan vasta en el centro,
que esta gigantesca fundición estalla en lo que se denomina la
explosión de una supernova, esparciendo en el espacio sus 92
elementos, donde se mezclan con el gas de hidrógeno y helio
existentes. Durante la explosión de una supernova la estrella puede ser
billones de veces más brillante que el Sol, probablemente, tan brillante
como todas las estrellas de la galaxia juntas. Detrás queda una estrella
“neutrón” de increíble densidad, millones de veces más densa que la
enana blanca.
8. En las tremendas explosiones de estrellas en caída, la fuerza de
la gravedad es tanto más fuerte cuanto que la caída continúa hasta que
se crea un agujero negro, del que ni siquiera la luz puede escapar. En
cuanto existe un agujero negro, la estrella que cae se vuelve invisible.
Toda materia o incluso una estrella entera que cayera en un agujero
negro desaparecería para siempre, víctima de la terrorífica gravedad
de aquél.
En nuestro Sol y sus planetas, el sistema solar está compuesto
por un cuerpo central de elevada masa ―el Sol― y por cuerpos más
pequeños y ligeros ―los planetas― que giran a su alrededor. De los
nueve planetas, Júpiter es el mayor, y Mercurio el más pequeño. El Sol
pesa setecientas veces más que la suma del peso de todos los
planetas.
Desde que se formó nuestra galaxia, hace alrededor de diez
billones de años, las explosiones de supernovas se han producido a un
promedio de una por siglo. Dados los millones de estas explosiones,
los nuevos elementos se han distribuido gradualmente por toda la
galaxia; su composición también ha cambiado de forma paulatina. Sin
embargo, la galaxia sigue estando compuesta por su 93% de
hidrógeno y menos del 7% de helio originales. Algo menos del 1% ha
formado carbono, hierro, aluminio, nitrógeno, oxígeno... y los noventa
tipos de átomos restantes. La capacidad de estos átomos para
combinarse entre sí explica todo lo que ha sucedido desde entonces.
Por ejemplo, el hidrógeno se combina con el oxígeno para formar el
agua. El oxígeno se combina con el hierro, el aluminio y el silicio para
formar un millar de tipos distintos de roca.
¿De qué modo se combinan? Compartiendo sus electrones. En el
agua, por ejemplo, los electrones que giran alrededor de dos núcleos
de hidrógeno también trazan órbitas en torno al núcleo de oxígeno,
configurando una especie de paquete atado con un trozo confuso de
cuerda electrónica. Así es la molécula de agua: dos hidrógenos, un
oxígeno.
Hablamos de átomos y moléculas, pues básicamente la materia
sólida está compuesta por átomos. El equivalente a 25,4 mm³ de una
sustancia sólida común contiene tantos átomos como granos de arena
todos los océanos de la Tierra. Los átomos se unen para formar
moléculas. Por ejemplo, el hidrógeno se une con el oxígeno para
9. constituir una molécula de agua; el hidrógeno, el oxígeno, el carbono y
el nitrógeno se combinan para formar una molécula de glicina, que
todos los organismos vivientes contienen.
Los aminoácidos se unen para formar proteínas. El hidrógeno. el
más simple de los átomos. La molécula de glicina, el más simple de los
aminoácidos.
La cuna de un centenar de soles
Hace aproximadamente cinco billones de años, un número
suficiente de estrellas grandes de nuestra galaxia fue separado
mediante explosiones de supernova para enriquecer la mezcla original
de hidrógeno y helio con una pequeña fracción de los demás
elementos.
Imagina parte de ese gas enriquecido girando hacia el interior
hasta formar una nube gigantesca: la cuna de un centenar de estrellas
nuevas. A medida que las nubes se vuelven más apretadas, se forman
muchos remolinos separados; uno de ellos es el embrión de Sol. A
medida que el gas y el polvo se unen bajo el influjo de la gravedad, la
parte interior del remolino se junta para formar el Sol, que comienza a
girar a velocidad cada vez mayor. Esta rápida rotación es causa de que
la parte exterior se achate hasta formar un extenso disco de más de un
billón y medio de kilómetros de ancho; ahí se formarán la Tierra y los
planetas.
A medida que el calor aumenta en el centro de Sol, éste
comienza a brillar débilmente y, más tarde, cuando se producen las
reacciones nucleares, la temperatura se eleva con rapidez hasta
alcanzar los vertiginosos catorce millones de grados. Ahora nuestro Sol
está en llamas y maduro; muy poco cambiará en los próximos diez
billones de años. Una vez formadas todas las estrellas de esa nube
gigantesca, comienzan lentamente a apartarse hasta alcanzar sus
distancias actuales. Debieron de nacen muchas estrellas como nuestro
Sol; muchas estrellas que serían lo bastante estables como para
albergar vida en sus planetas cercanos. El Sol es una estrella de tipo
muy común en nuestra galaxia, aunque nos parezca un cuerpo
sorprendente. Tiene un diámetro de 1,4 millones de kilómetros y nunca
deja de irradiar 370.000 billones de billones de kilovatios de energía en
el espacio. La Tierra sólo absorbe las dos billonésimas partes de esa
10. energía. Lo cual equivale a dos millones de veces las exigencias
energéticas actuales de la humanidad.
Granos de polvo, guijarros en planetas
Piensa nuevamente en aquel enorme disco que se extiende más
de un billón y medio de kilómetros alrededor del Sol primitivo. Allí se
han formado pequeños remolinos, y los elementos más pesados se
han convertido en materia sólida; el polvo se ha vuelto granos; los
granos, guijarros y éstos se han transformado en cantos rodados.
Fueron masas compuestas por terrones con algunos del tamaño
de montañas las que finalmente convergieron en puntos situados a
distancias variables del Sol. A medida que esos guijarros y cantos
rodados monstruosos caían unos sobre otros bajo la acción de la
gravedad, formaban cuerpos aún mayores: los planetas.
Mientras los planetas se formaban, el Sol primigenio comenzó a
frenar hasta alcanzar su velocidad actual, y literalmente soltó los
elementos más ligeros del disco, que eran hidrógeno y helio. Pero el
Sol posee una masa suficiente como para contener todos sus
elementos constitutivos, y si tomamos en consideración el escaso
hidrógeno que desde entonces se ha convertido en helio el proceso
que libera la inmensa cantidad de energía solar, resultará que la
composición del Sol era muy parecida a la del gas y el polvo
enriquecidos de la galaxia: 93% de hidrógeno, menos del 70% de helio,
menos del 10% de todo lo demás. Los planetas exteriores ―Júpiter,
Saturno, Urano y Neptuno― son gigantes, en consecuencia, su masa
supera la de los menores. Una masa mayor ejerce más atracción
gravitatoria, y esto les ha permitido retener prácticamente todo el
hidrógeno y el helio. En realidad, Júpiter casi puede considerarse una
estrella aunque es el mayor, la fuerza de su gravedad hacia el interior
no basta para crear el efecto de la “bomba de hidrógeno”.
Los planetas interiores ―Mercurio, Venus, Tierra y Marte― son
más pequeños, y la atracción de la gravedad resulta más débil. Por ello
pierden gran parte de los dos gases más ligeros. Pero, en contraste,
suelen retener los elementos más pesados: carbono, hierro, nitrógeno,
aluminio, etcétera.
Existen dos tipos más de planetas. Los asteroides, el gran anillo
de cantos rodados entre Marte y Júpiter, podrían ser un planeta que se
11. desmembró, y Plutón, el más lejano de todos, podría ser un satélite
que se apartó de Neptuno. De tamaño semejante al de Mercurio, gira
alrededor del Sol trazando una órbita muy alargada.
Un planeta debe encontrarse a cierta distancia de Sol para
albergar vida. Si está muy cerca, la atmósfera hierve en el espacio, y si
está demasiado lejos, se congela, en especial el vapor de agua,
esencial para nuestro tipo de vida. Sólo la Tierra está situada a una
distancia adecuada del Sol.
La Tierra casi se derrite
La Tierra, en el momento de su formación, era más fría y sólida
de lo que desde entonces ha sido. Ni terremotos ni volcanes ni
océanos. Sencillamente, polvo frío, guijarros fríos, cantos rodados fríos.
Pero a medida que chocaban entre sí y se convertían en masas
cada vez más grandes, su volumen total y la fricción comenzaron a
producir calor. Además, en el volumen creciente permanecían
encerrados átomos de uranio, torio y radio; enormes átomos inestables
que pueden dividirse espontáneamente y dado que son millones,
liberar ingentes cantidades de energía nuclear. Esa misma energía,
oculta ahora en las entrañas de la Tierra en constante crecimiento,
comenzó a calentarla, y produjo tanto calor que casi se derritió.
Sin duda alguna, derritió nuevamente las rocas. Cuando esto
sucedió, los diversos elementos constitutivos encerrados en aquéllas
tuvieron libertad de movimiento. Los dos principales eran el hierro, que
es pesado, y el silicio, ligero. El pesado hierro se hundió hasta el
centro, arrastrando elementos como níquel, platino y oro. El silicio, en
cambio, flotó hasta la superficie, arrastrando elementos pesados pero
afines químicamente a él, como el plomo y el uranio.
Luego la parte exterior del centro ―el manto― se enfrió y
solidificó, comenzando por una masa de minerales de hierro, silicio y
oxígeno. Estos se hundieron en forma de cristales gigantescos hasta
una profundidad aproximada de 330 kilómetros, donde se posaron,
flotando sobre la superficie del centro, constituido por minerales de
níquelhierro, más pesado (y todavía derretido), a lo largo de 5400
kilómetros. Podrías decir que, como el hielo de un glaciar, esta capa es
sólida, pero, bajo tanto calor y presión, puede fluir realmente de un
modo plástico.
12. Más tarde, los minerales basálticos se endurecieron: óxidos de
hierro y compuestos de aluminio y silicio conformaron una delgada
corteza de ocho kilómetros de profundidad alrededor del globo. Lo
único que quedaba era granito, la roca más ligera de la Tierra primitiva.
No había suficiente cantidad como para cubrir del todo la corteza. En
realidad, el granito sólo cubrió alrededor de un tercio de globo, quizás
en una sola extensión, tal vez en varias más pequeñas.
Este nuevo ordenamiento pudo ser estable durante algún tiempo,
pero no podía durar mucho. Aquellos átomos en división aún
calentaban las entrañas de la Tierra, convirtiéndola en un inmenso
caldero químico y creando tensiones que, poco después, abrirían
grandes grietas en la corteza y agujerearían la capa de granito. En el
fondo del caldero se cocinaban nuevos gases: metano, compuesto por
carbono e hidrógeno; amoníaco, compuesto por nitrógeno e hidrógeno;
anhídrido carbónico, compuesto por carbono y oxígeno; y vapor de
agua muy caliente.
Olvídate de los gases, pero presta atención a su composición:
carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno, elementos vitales del
posterior reordenamiento fundamental de la materia, el más estupendo
para nosotros. El comienzo de la misma vida. Y ahora están aquí,
escupidos por un centenar de miles de volcanes, apresurándose a
formar una atmósfera. Ya no permanecen encerrados en las rocas y en
los cristales, sino que forman gases donde cada molécula tiene la
libertad de correr de un punto a otro y de reaccionar con otras... en
cuanto la Tierra se ha enfriado lo suficiente como para que el vapor se
condense en nubes y éstas en gotas de agua. Antes de que la vida
pueda comenzar llueve incesantemente durante miles de años, y esta
lluvia crea lagos, mares y océanos.
Un cosmos sin vida se encuentra lejos de estar muerto
Se trata de un lento torbellino, cuya superficie es constantemente
agitada, golpeada, arrugada, carcomida, elevada, plegada, enterrada...
a causa de un inmenso e incesante movimiento de materia y energía.
Un cosmos vivo incluso antes de convertirse en un cosmos viviente.
Están los volcanes, arrojando la primera atmósfera terrestre de
metano, amoníaco, anhídrido carbónico y vapor..., y sacando también a
la luz un rico botín de minerales que, de lo contrario, reposarían
13. eternamente encerrados en las profundidades de las rocas. Forman
montañas y capas nuevas sobre las capas de granito y la corteza de
basalto del planeta. Cuando el vapor se enfría y cae en forma de lluvia,
disuelve una fracción de todo lo que toca.
Los vientos de la nueva atmósfera también ponen su parte de
destrucción. Limpian como arena y pulen la roca desnuda
escamándola, socavándola, derrumbándola. Las escamas y los
cascajos se disuelven en el agua. En escasos millones de años, los
lagos, los ríos y los mares poco profundos que se acumulan en la
Tierra configuran un “caldo” incipiente: una muestra líquida de todo lo
que hay sobre la superficie y en el aire.
Pero es el agua la que modifica profundamente el carácter de la
Tierra. Por ejemplo, en el cálido ecuador el agua se convierte en vapor.
Desde allí sólo puede dirigirse hacia el Norte o el Sur, hasta regiones
más frías. En ellas se condensa y cae en forma de lluvia; al hacerlo,
despide el calor que absorbió cuando se convirtió en vapor. En
síntesis, el agua transporta calor del ecuador a las regiones más frías.
Estabiliza la temperatura de la Tierra y reduce sus máximas.
Además, las complejas corrientes de aire del interior de las nubes
crean enormes cargas eléctricas que las gotitas de agua pueden
transportar hasta que éstas se vuelven demasiado pesadas. En ese
momento, toda la electricidad se descarga en un poderoso rayo, cuya
energía puede obligar a combinarse a las sustancias químicas, que en
caso contrario seguirían separadas hasta el final de los tiempos.
Algo más: el agua tarda más tiempo en calentarse y enfriarse que
la mayoría de los líquidos. Por este motivo, todo lo que contiene está
protegido de los cambios súbitos y violentos de la temperatura.
Si el agua no poseyera estas facultades excepcionales, la vida en
ningún caso habría podido comenzar en la Tierra.
La Tierra es un enorme laboratorio químico
Las tormentas azotan, el rayo descarga, el Sol levanta ampollas.
Toda esta energía castiga el planeta primitivo. Los crecientes océanos
de agua tibia se evaporan formando nubes que inundan la Tierra con
las lluvias. Los ríos fluyen, acarreando minerales que enriquecen los
mares salobres. La atmósfera enrarecida y perniciosa, compuesta por
vapor de agua, metano, amoníaco y anhídrido carbónico, es
14. bombardeada por el rayo y la radiación. Las moléculas simples se ven
obligadas a combinarse en moléculas cada vez mayores que la lluvia
transporta hasta el mar.
Estas moléculas nuevas se acumulan bajo la superficie, donde
quedan parcialmente protegidas de las fuerzas destructoras de arriba.
Entre ellas se encuentran los aminoácidos, los lípidos y las sales
minerales como el fosfato de los ríos. Los fosfatos se combinan con los
azúcares para formar azúcarfosfato. Estas pocas moléculas ―había
muchísimas más en el “caldo”― son los principales personajes del
reordenamiento que conduce a la vida; un proceso increíblemente lento
y azaroso que tardará, al menos, un billón de años en cumplirse. Pero
los materiales ya estaban allí. Los átomos de aquellas moléculas son
iguales a los átomos que están en ti: todos los átomos de tu cuerpo
están en algún punto de aquel mar y aquella roca primitiva.
Si algún ser hubiese estado allí, habría denominado “alimento” a
esas moléculas, ya que la energía gracias a la cual estaban unidas
podía extraerse rompiendo las uniones. Pero como tal ser no existía,
las moléculas se acumularon bajo la superficie, apiñándose cada vez
más, haciendo el “caldo” cada vez más sustancioso.
Un tráfico incesante en ambas direcciones, construyendo y
destruyendo…
En la atmósfera primitiva la vida no podía comenzar porque las
moléculas nunca se acercaban lo suficiente. En las rocas tampoco, a
causa de que las moléculas estaban excesivamente apiñadas como
para moverse. Sólo en el agua del planeta primitivo nuestros
principales personajes podían errar de un lado a otro, uniéndose,
formando diversas asociaciones.
Los encuentros casuales y extraños suelen ocurrir. Aquellos
aminoácidos activados por la energía de la atmósfera se comportan
como imanes, por lo que se juntan siempre que están lo
suficientemente cerca y forman largas líneas llamadas proteínas.
Y los azúcarfosfatos se juntan con cualquiera de las cuatro
bases; de este modo tenemos nucleótidos. Algunos son activados por
la energía y, errando al azar, se unen para formar cadenas llamadas
ácidos nucleicos.
En la superficie del caldo se congregan los lípidos con la cola
hacia arriba. El extremo ama el agua y el extremo la odia. Cuando se
15. apiñan, algunos pueden dar la vuelta y formar una capa doble capaz de
hundirse en el caldo.
Algún día esas capas dobles formarán una envoltura protectora
alrededor de las líneas y las cadenas de aminoácidos y ácidos
nucleicos. Pero no todavía. La situación química en su totalidad es aún
demasiado inestable, debido a que la energía que azota el caldo y
obliga a las moléculas a combinarse también afecta a las
combinaciones y las divide nuevamente.
Existe un tráfico incesante en ambas direcciones: construyendo,
destruyendo. Sin embargo, con extrema lentitud la construcción triunfa
sobre la destrucción.
El tiempo transcurre: centenares de millones de años. La novida
avanza. El “alimento” se acumula y las asociaciones se forman..., se
rompen.., vuelven a formarse..., ganando gradualmente estabilidad y
fuerza.
Cuando una cadena de ácidos nucleicos formó una cadena doble
se dio un gran paso. Una cadena sola está expuesta y es débil. Pero
cuando cada nucleótido puede “enchufarse” en su complementario, la
cadena doble resultante, sin machos ni hembras expuestos, es más
fuerte y estable. Se la denomina ADN (abreviatura de ácido
desoxirribonucleico). Posee la útil capacidad de desprenderse y formar
automáticamente copias idénticas de sí misma a partir de los
nucleótidos que la rodean.
Otro gran paso se dio cuando una larga línea de aminoácidos se
unió con otra y se enroscó hasta formar una línea doble o racimo. De
este modo obtuvieron una especie de protección y, en consecuencia,
fueron más estables ―no mucho―, aunque sólo es necesario un poco
más de estabilidad para lograr el éxito.
El gran momento se presentó cuando una de las líneas de
aminoácidos se unió con otra de distinto, formando un racimo que
siente más voracidad por más aminoácidos. Así crecieron con mayor
rapidez. Cooperar y ayudarse mutuamente para crecer en tamaño y
variedad es una gran ventaja. Este proceso se acelera a sí mismo
debido a que una variedad mayor crea más posibilidades de semejante
ayuda mutua.
Pero el proceso sigue siendo lento y muy azaroso. Uno está aquí
y el otro allá. Tardan una eternidad en moverse dentro del caldo.
16. De algún modo, debemos reunirlos y mantenerlos en su sitio.
Ese fue el paso siguiente. Las gotas de lluvia que caían en la
superficie contribuyeron a perturbar la delgada película de lípidos,
haciendo que algunos fragmentos cayeran debajo de la superficie,
formando burbujitas, naturalmente. Muchas veces atraparon aquellas
cadenas dobles de ácidos nucleicos, y los racimos de aminoácidos. Era
la posibilidad que necesitaban: un refugio para protegerse de todo el
caos exterior.
Además, los aminoácidos individuales podían penetrar la
membrana, al igual que las bases y los azúcares.
Las sustancias químicas se acumulan en el caldo Las sustancias
químicas simples se mueven incesantemente en el mar primitivo,
uniéndose y separándose al azar. Después de muchos millones de
años, comienzan a formar moléculas más grandes, que adoptan la
forma de líneas y cadenas. Pequeñas gotas de lluvia contribuyen a que
los lípidos se separen y formen burbujas en el agua. La radiación de la
atmósfera es tan intensa, que nada puede sobrevivir en el riguroso
medio existente por encima del agua.
Caos, orden, estabilidad, vida
Protegidas dentro de las burbujas, las líneas y las cadenas
podían crecer en una paz y serenidad relativas. En ese caos químico
comenzaron a aparecer minúsculos receptáculos de orden. Puesto que
la protección es tan esencial para la vida, la naturaleza ha seguido
empleando membranas o piel, corteza, escamas o cualquier otro tipo
de barrera contra el caos desde entonces.
Amparadas contra el caos, las líneas y las cadenas prosperaron y
se hicieron más estables, hasta el punto de que crecieron más que sus
membranas. Siempre que esto ocurría, la membrana estallaba y volvía
a formarse en burbujas más pequeñas, cada una con una fracción de
los contenidos originales. Se había logrado un tipo primitivo de
reproducción, aunque en ese caldo primitivo era un acontecimiento sin
control y azaroso.
El problema siguiente consistía en cómo volverlo menos azaroso.
La solución estaba estrechamente relacionada a otro problema: la
muerte. Las líneas enroscadas de aminoácidos o proteínas no durarían
siempre. Incluso en su nueva situación, relativamente estable, se
17. perderían. ¿De qué modo reemplazarlas? Debía hallarse el modo de
registrar la secuencia exacta de aminoácido de una proteína dada para
estar en condiciones de copiarla. ¿Qué contenía el caldo que pudiera
contribuir?
¿Qué decir de esas cadenas de ácido nucleico: el ADN? Las
cuatro bases constituyen un código perfecto para registrar qué
aminoácidos se relacionan y en qué orden. El código funciona en
ternas. De este modo, si reúnes las nueve bases en un orden
determinado, encontrarás esos tres aminoácidos y ningún otro
alineados como barcas ancladas en un muelle. Lo sorprendente es que
en cuanto están anclados se unen de proa a popa y se separan de la
cadena de ácidos nucleicos que en ese momento queda libre para
atraer otros tres aminoácidos idénticos... Luego otros... y otros.
Imagina una cadena con cientos de bases y tendrás una pequeña
fábrica perfecta que produce proteína tras proteína. Ya disponemos de
los ingredientes para una célula viva que cuenta con una membrana
protectora exterior, es decir el ADN que puede proveer todas las
proteínas que la célula necesita y reproducirse a sí misma.
Así, la célula puede dividirse en dos células, ambas capaces de
vivir, siempre que las condiciones sean favorables. Probablemente las
primeras versiones del sistema fueron muy burdas e imperfectas y se
hallaban a gran distancia del que utilizan actualmente las cosas
vivientes (donde se incluyen muchas otras moléculas).
Las células que originaron todas las cosas vivientes debieron
cumplir otro progreso sensacional para proteger su ADN del uso y el
desgaste excesivos. El ADN se convirtió en una copia magistral de la
especificación de todas las proteínas de la célula. Para crear una
proteína, la célula se abre y hace una copia de una de sus mitades.
Esa copia (denominada ácido ribonucleico o ARN) emerge y cumple
con la ardua y confusa tarea de reunir los aminoácidos una y otra vez,
otra y otra más. Si la copia sufre algún daño, el ADN puede,
sencillamente, separarse una vez más y producir la salida de otra
porción de ARN para que reemplace a la molécula dañada.
Cuando algunas proteínas comenzaron a actuar como
aceleradores de estos procesos, mientras otras asumían el papel de
frenos, se produjo otro gran adelanto hacia la estabilidad. Ahora la
pequeña célula primitiva podía proseguir su camino si abundaba la
18. energía alimenticia, y continuar con bastante estabilidad cuando
escaseaba la provisión. Ya estaba en condiciones de comenzar a
responder a su medio ambiente. Podía comenzar a vivir.
Las burbujas forman las pieles de las primeras células. Las
burbujas de lípidos comienzan a rodear las sustancias químicas
estables del caldo, las protegen del caos exterior y se convertirán en
las primeras células. Al alcanzar cierto tamaño, las burbujas se
separan en otras más pequeñas: primer tipo de reproducción.
Imaginemos una célula primitiva, seccionada para mostrar su interior.
Aminoácidos individuales penetran por la pared y se suman a las
proteínas del interior. Puede verse el ADN especificando el orden de
los aminoácidos para formar proteínas. Los nucleótidos forman nuevas
cadenas de ADN. Si los comparamos con el funcionamiento de las
células actuales, estos procesos eran poco eficaces y azarosos.
Autosuficiencia. Se rompe la barrera alimentaria
La violenta energía que contribuyó a crear la vida también podía
detenerla, matando las células primitivas que se acercaban demasiado
a la superficie del mar. Quizá también los errores en las copias de ADN
cobraron sus víctimas.
Las células muertas proporcionaron una nueva posibilidad de
vida a toda célula capaz de encontrar el modo de rasgarlas y
despojarlas de sus tesoros químicos. Ese sistema debía consistir en la
producción de nuevos tipos de proteínas: proteínas digestivas que
abrirían la membrana y convertirían las proteínas, los azúcares y las
demás moléculas en porciones menores, susceptibles de ser
absorbidas y dispuestas nuevamente para permitir el crecimiento.
¿Cómo puedes producir un nuevo tipo de proteína? La única
manera consiste en modificar el mensaje del ADN, haciendo que
resulte algo distinto. ¿De qué modo? Sólo la “casualidad” que dirige la
providencia divina puede lograrlo. El daño de la radiación, un error de
copia, una unión accidental en el ADN y el deterioro químico pueden
modificar el ADN, y en cuanto el cambio se opera, se continuarán
realizando copias cambiadas hasta el próximo error. A este cambio lo
llamamos mutación.
Lo maravilloso del sistema consiste en que fomenta
automáticamente mejoras. Si una mutación es perniciosa, la célula
19. muere... y el ADN muere con ella. Pero las mutaciones beneficiosas
contribuyen a que la célula sobreviva y se multiplique.
Prácticamente todas las mutaciones son perniciosas; sólo una de
cada mil probabilidades resulta beneficiosa. Sin embargo, toda la
evolución ha progresado estimulada por este único proceso. Fueron
estas mutaciones, en los comienzos, las que finalmente produjeron las
proteínas digestivas. Las primeras células que desarrollaron dichas
proteínas y pudieron despojar a las células muertas de sus tesoros
químicos eran comedoras de carroña. Hoy las llamamos bacterias.
La primera célula vegetal produce su propio alimento. Las células
primitivas y las comedoras de carroña han limpiado el caldo hasta
dejarlo casi desprovisto de alimento. La nueva célula, es decir, la
primera célula vegetal, contaba con el pigmento: la clorofila. Gracias a
ésta podía asimilar las mismas sustancias empleadas en el primer
experimento químico el que creó los bloques más esenciales para la
vida y convertirlas en alimento. Con el empleo de la clorofila, el vegetal
combinó anhídrido carbónico y agua para formar azúcar. Los azúcares,
ricos en energía, se combinan con el amoníaco para formar
aminoácidos Estos se reúnen en largas líneas de ARN para formar
proteínas. Una proteína ayuda al ADN a reproducirse a sí mismo.
Azúcares y fosfatos contribuyen a la formación de nuevos lípidos, que
pueden utilizarse para el crecimiento y la recuperación.
La vida aún debía superar otro gran obstáculo: la barrera
alimenticia. Todas las células primitivas dependían para alimentarse de
la formación azarosa de moléculas mediante el calor, la radiación, el
rayo y otras formas de energía. Este proceso era constante..., pero
sumamente lento.
Poco después, el alimento era arrebatado con tanta rapidez como
se producía. Si las células pudieran producir alimento para ellas
mismas... Para lograrlo necesitaban energía del exterior. Claro que
debía ser una forma moderada de energía, a fin de que no dañara el
ADN y desbaratase la química celular.
Sólo existe una fuente mundial regular de esta energía: el Sol. La
luz natural se filtra aunque el cielo esté cubierto. La célula necesitaba
encontrar un modo de capturar la energía de la luz natural. La solución:
un pigmento. La base de los pigmentos ya se encontraba en el caldo.
20. Probablemente las células primitivas produjeron pigmentos para
protegerse de la dañina radiación ultravioleta del Sol, lo mismo que
actualmente los pigmentos de nuestra piel. Cuando la luz natural afecta
a la mayoría de los pigmentos, se convierte en calor. Pero necesita una
serie distinta de mutaciones para producir clorofila, el pigmento verde
de las plantas.
La clorofila es algo especial. Convierte una pequeña parte de la
luz natural en electricidad, una forma de energía mucho más útil. Con
su ayuda, la célula recoge moléculas de anhídrido carbónico у de agua
para formar moléculas de azúcar ricas en energía. El derivado de este
proceso es el oxígeno, veneno para todo lo que crecía en esa
atmósfera de metano y amoníaco. A pesar de ello, la ventaja de poder
preparar su alimento fue tan grande, que las células aprendieron a
tolerar el venenoso oxígeno en lugar de renunciar y retornar al viejo
sistema. Poco después, los océanos resplandecían de verdores con
una nueva forma de vida: las células vegetales.
Todo lo que contenía aquel caldo primitivo ahora está en ti
Han transcurrido dos billones y medio de años desde la formación
de la Tierra y ya estamos a mitad del camino hacia el presente. Todo
ese tiempo fue necesario para crear la primera planta... Y esa planta
sólo cuenta con una célula.
Pues bien; imagina varios tipos distintos de células de las que
hay en nuestro cuerpo. En este mismo instante hay cincuenta trillones
semejantes a ellas funcionando en tu cuerpo: células sensoriales del
oído interno, células de la sangre, células musculares, nerviosas, de la
piel, del hígado... Y sólo constituyen una fracción de los múltiples tipos
diferentes de células que nos conforman. Lo que las diferencia,
fundamentalmente, son las proteínas: hemoglobina en la sangre, actina
y miosina en los músculos, queratina en las células de la piel..., y así
sucesivamente. La forma y la personalidad química de estas proteínas
es vital para ti.
Lo sensacional reside en que las proteínas de tus trillones de
células están especificadas por el mismo proceso que las proteínas de
aquella primera célula de hace billones de años. El ADN, el código que
entonces transmitió el mensaje, prosigue su tarea. Sólo el mensaje ha
cambiado con el correr del tiempo para especificar vegetales, animales
21. y el hombre. ¿Cuánto ADN es necesario para especificar todas las
proteínas de un ser humano?
Ya conoces el sistema básico. Digamos que una proteína típica
consiste en doscientos aminoácidos reunidos. Cada aminoácido es
especificado en la cadena de ADN por una secuencia de tres unidades.
De modo que para producir una de tus proteínas es necesario algo así
como seiscientas de estas unidades.
En realidad, el ADN humano cuenta aproximadamente con tres
billones y medio de unidades. Puestas en fila medirían alrededor de un
metro ochenta, lo que no está mal si recuerdas que una célula típica
sólo mide la quinta millonésima parte de noventa centímetros de un
lado a otro. Si el ADN de los cincuenta trillones de células de tu cuerpo
se colocara en fila, mediría 93 billones de kilómetros.
Y todas las células cuentan con todo el ADN necesario para
especificar a una persona en su totalidad. De modo que la mayor parte,
en la mayoría de las células, está permanentemente activa y en
silencio, sin especificar nada. Por ejemplo, en una célula formadora de
sangre, las longitudes de ADN que especifican la proteína nerviosa, la
muscular y todas las demás, nunca se utilizan.
Pero no creas que en cuanto una célula está formada lo único
que tiene que hacer es cumplir su función hasta tu muerte. Las células
individuales de los tejidos que cubren tu cuerpo mueren
permanentemente; todas, con excepción de tus células nerviosas,
pueden reparar la pérdida mediante un nuevo crecimiento. Al
rasguñarte la piel matas millones de células, pero éstas son apartadas
y reemplazadas en pocos días. Cada segundo mueren y son
reemplazados entre dos y tres millones de glóbulos rojos. Son
desintegrados por el hígado, que utiliza parte de sus productos para
formar las sales biliares que contribuyen a la digestión. Las células de
las papilas gustativas viven, como promedio, cinco días; en realidad,
todas las células que, de algún modo, entran en contacto físico con el
exterior, están expuestas a una renovación increíblemente rápida.
Las células distintas se regeneran de formas diversas. Por
ejemplo, una célula del hígado muere y se encoge, de modo que su
vecina se divide en dos y ocupa su lugar. Al dividirse su ADN se
duplica, abriéndose completamente, y luego cada mitad regenera a la
compañera que falta. Durante el desarrollo de las dos células nuevas,
22. el ADN que especifica las proteínas permanece provisionalmente
activo hasta que alcanzan su tamaño natural.
Algunas partes del ADN actúan como reguladoras: poniendo en
marcha, deteniendo, acelerando o frenando la actividad de otras partes
del ADN. Por ejemplo, cuando sufres una infección de menor
importancia, tus glóbulos blancos luchan con el mal invasor, y algunos
mueren y se desmembran. Los productos del desmembramiento
estimulan el ADN de otros glóbulos blancos para que produzcan una
estrategia de multiplicación masiva, y poco después millones de
glóbulos blancos repelen al invasor.
Cuando el éxito amenazó la supervivencia
El desarrollo en aquel mar primitivo consistía en una sencilla
comunidad de seres vivientes que dependían entre sí. Innumerables
millones de minúsculas células vegetales flotaban cerca de la
superficie, utilizando la clorofila para convertir la energía solar en el
alimento que necesitaban para crecer y multiplicarse.
Casi con la misma rapidez con que se multiplicaban morían otras
a causa de la radiación y se hundían en el fondo del mar. Allí formaron
una fuente abundante de alimento para las células comedoras de
carroña, que las desmembraban enviando proteínas digestivas y
absorbían los tesoros químicos a través de sus paredes celulares. Pero
todo estaba librado al azar, esperando a que las células muertas
llegaran a ponerse a su alcance. Tarde o temprano habría de
evolucionar un método que resultara más eficaz para obtener y
absorber alimento.
Las primeras células que desarrollaron la capacidad de rodear
una célula muerta y absorber su riqueza sin desperdiciar sus proteínas
digestivas, se convirtieron en las nuevas campeonas. Para lograrlo,
debieron aumentar de tamaño. Otra pequeña mutación les permitió
alcanzar el poder del movimiento simple, lo que suponía que la
abundante fuente alimentaria de la superficie estaba allí para quien
deseara aprovecharla: las células vegetales vivas. Por definición, estas
células recientemente evolucionadas fueron los primeros animales, ya
que un animal es una criatura que vive ingiriendo plantas (o comiendo
otros animales que ingieren plantas). Contaban con la posibilidad de
alimentarse de los vegetales de la superficie, las comedoras de carroña
23. del fondo o las células muertas del medio. Pensarás que debieron de
vaciar la charca.
No fue así. El sistema estaba equilibrado, pues sólo podían existir
tantas células animales comedoras de carroña como eran capaces de
sustentar las células vegetales. Lo mismo se aplica a toda comunidad
viva actualmente conocida.
Los vegetales alimentan a los animales, pero éstos los destruyen.
Se trata de una pauta muy estable. Aunque la perturbes mucho, tiende
a retornar al equilibrio. Imagina que, por algún motivo, existe una
abundancia repentina de alimento vegetal y que los animales se
multiplican, como siempre ocurre en los buenos tiempos. A más
vegetales devorados, menos abundancia. Hay una gran cantidad de
animales hambrientos. Muchos mueren y los supervivientes ya no se
reproducen tanto. Los vegetales, de los que no hay exceso, se
recuperan. Los animales también.
Este punto es de importancia vital para todas las cosas vivientes
de nuestra era. Es verdad que hoy, alrededor de dos billones de años
después de que vegetales y animales comenzaran a evolucionar, los
modos de vida están tan inextricablemente entrelazados que resultaría
difícil demostrar que las ventajas y desventajas de ambos no
alcanzaron un equilibrio relativo.
Pongamos por ejemplo los pastos. La llanura del este africano es
uno de los últimos y más extensos prados naturales en los que pastan
antílopes, y cebras. Si vieras estas manadas confundidas, pensarías
que todas compiten por el mismo alimento. No es así. Cada una ingiere
un pasto distinto en longitud y textura. Ello contribuye a impedir el
crecimiento del tipo de plantas achaparradas que rápidamente
invadirían el lugar y ocultarían los pastos. Si los pastos altos y toscos
que gustan a la cebra no fueran ingeridos, los más delgados y
suculentos, preferidos por los ñúes, no florecerían. Por este motivo, la
interdependencia es total: pastos y animales.
A medida que animales y vegetales evolucionaron hacia una
variedad de formas cada vez mayor, sus comunidades se hicieron más
complejas y estables. Pero las relaciones continuaron siendo las
mismas. Los vegetales capturan la energía solar y producen alimento,
despidiendo el oxígeno excedente. Los animales ingieren vegetales o
animales que comen vegetales. Los desperdicios animales ―el
24. estiércol, la orina y sus cuerpos cuando mueren― y los vegetales
muertos son alimento de seres como los insectos, las bacterias y los
hongos. Finalmente, todo se desmembra de nuevo en productos
químicos gracias a los cuales florece una nueva generación de
vegetales. Un círculo perfecto, mantenido en movimiento por la energía
solar.
Naturalmente, con el fin de mantener equilibrado este sistema,
los vegetales y animales se ven obligados, en primer lugar, a resolver
los problemas individuales para garantizar la supervivencia. Se habían
topado con otro obstáculo en aquel mar primitivo: el veneno. A medida
que las primeras plantas vegetales prosperaban, producían más
oxígeno. Recuerda que la Tierra jamás ha producido oxígeno libre, es
decir en forma de gas. El oxígeno de la Tierra siempre había estado
combinado con otros átomos de manera no peligrosa: por ejemplo,
CO2, numerosos tipos de cristal y mineral. Pero el oxígeno libre y
gaseoso era corrosivo y letal para todos los tipos de vida que se habían
desarrollado en una atmósfera de metano y amoníaco. Por ello, su
mismo éxito parecía amenazar la supervivencia. En este caso,
convirtieron el problema en una gran solución.
Si eres una célula y te dan una molécula de azúcar, tienes dos
modos de extraer energía de ella. La forma primitiva consiste en
fermentarla hasta convertirla en alcohol. Hasta la aparición del oxígeno,
ése era el único modo.
Pero el oxígeno te permite quemar el azúcar. Aunque no
mediante el fuego, el resultado final es el mismo: el azúcar se
desmembra en anhídrido carbónico y agua, las mismas sustancias a
partir de las cuales la célula vegetal forma el azúcar en primer lugar. Lo
que resulta sorprendente es que el método del oxígeno produce
diecinueve veces más energía que el de la fermentación.
La primera célula que alcanzó la mutación que hacía trabajar el
oxígeno sobre los azúcares (denominando azúcares a los glúcidos, con
el propósito de hacer más didáctica la exposición; En consecuencia,
siempre que digo azúcares me refiero a los compuestos orgánicos
formados por átomos de carbono, hidrógeno, otros elementos.
Asimismo, los glúcidos son conocidos con el nombre de hidratos de
carbono) fue una célula vegetal. Así, obtuvo una extraordinaria ventaja,
25. ya que sólo necesitaba una diecinueveava parte de la ingestión de
alimento que requería una célula dependiente de la fermentación.
Las células animales de la superficie llevaron a cabo
independientemente el mismo avance sensacional, pero llegó muy
poco oxígeno a las comedoras de carroña del lecho oceánico, y ahora
sabemos que sus descendientes las levaduras y algunas bacterias
siguen empleando la forma primitiva de desmembrar los azúcares sin
oxígeno.
Todas las células del resto de las cosas vivientes utilizan la ruta
del oxígeno hacia la energía, excepto cuando escasea, como ocurre en
nuestros cuerpos cuando corremos muy aprisa y necesitamos energía
con más rapidez que la empleada por el oxígeno para llegar a nuestros
músculos. En estas emergencias empleamos el método de
fermentación para desmembrar el azúcar, hasta que podemos
relajarnos y ofrecer al oxígeno la posibilidad de quemar el azúcar hasta
convertirlo en anhídrido carbónico y agua.
La aparición del oxígeno en la atmósfera ejerció otros efectos.
Filtró la mayor parte de la radiación letal del Sol, fenómeno que un día
permitiría que la vida colonizara la Tierra. Si hoy perdiéramos ese
precioso filtro de la atmósfera, quizá toda la vida perecería. Pero esa
misma radiación había suministrado durante cientos de millones de
años aminoácidos al caldo, y dicha provisión había comenzado a
mermar debido a que una cantidad cada vez mayor de células
vegetales los utilizaba. Las células animales y las comedoras de
carroña sólo se vieron indirectamente afectadas a raíz de que obtenían
los aminoácidos ingiriendo células vegetales.
Las células vegetales resolvieron este problema con más
mutaciones de su ADN, que les permitió formar todos los aminoácidos
a partir de su provisión de azúcares. Desde ese momento, todos los
vegetales han sido autosuficientes, siempre que cuenten con sales
minerales en su provisión de agua.
Pero nosotros, los humanos, sólo podemos formar
aproximadamente la mitad de los aminoácidos que necesitamos. El
resto proviene de nuestro alimento.
El método de vida del oxígeno ofreció otra fuente de alimento
para algunas células especiales comedoras de carroña. Con la ayuda
26. del oxígeno, podían asimilar el amoníaco y el metano de la atmósfera,
digerirlo y convertirlo en nitrógeno, agua y anhídrido carbónico.
¿Nitrógeno? ¿Agua? ¿Anhídrido carbónico? Súbitamente, el
planeta se está convirtiendo en un lugar muy conocido.
Estos dos grupos de mutaciones ―el de la clorofila y el de la
combustión de oxígeno― constituyeron la base de un modo de vida
totalmente nuevo.
Gracias a la clorofila, la cantidad de alimento que todo el planeta
había producido podía obtenerse en unos pocos kilómetros cuadrados
de océano. Y el oxígeno permitía utilizar estas sustancias alimentarias
con una eficacia diecinueve veces superior a la del método anterior.
El peso total de la materia viva que la Tierra estaba en
condiciones de sustentar en ese momento debió multiplicarse cientos
de millones de veces. Naturalmente, la cantidad de ADN en el planeta
se multiplicó de manera similar. El laboratorio en que podían ocurrir las
mutaciones era inmenso. La vida ya había recorrido más de la mitad de
su senda evolutiva, y ahora estaba preparada para acometer algunos
progresos en verdad espectaculares..., en cuanto hubiera consolidado
su posición recién conquistada.
La proliferación, comienzo de la especialización
En este punto han transcurrido cuatro billones de años en la
historia de la Tierra. Más precisamente, las cuatro quintas partes del
tiempo transcurrido hasta hoy. El modo de vida unicelular se ha
diseminado en amplia medida en mares, caletas poco profundas,
charcas y marismas. A más ADN, mayores probabilidades de
mutaciones.
La vida unicelular tiene ciertas desventajas. Así, es necesario
vivir en el agua. Al estar obligada a permanecer en el agua, la célula
corre grandes riesgos de ahogarse. Además, no puede moverse con
mucha rapidez ni llegar muy lejos para evitar ser ingerida por otras
células.
Existen dos formas de asegurarse contra estos riesgos. Una
consiste en la política de la proliferación. Los seres unicelulares
pueden agruparse en colonias simples donde cada célula individual
obtiene protección, aunque debe cumplir las funciones de alimentación,
crecimiento y reproducción.
27. La otra forma constituye, para nosotros, un progreso evolutivo
fundamental: la división del trabajo entre las células: un organismo
multicelular. Aunque el ADN es el mismo para todas las células de un
organismo multicelular, ciertas partes dejan de actuar, de modo que las
células cumplen diferentes funciones como la recolección y el
transporte de alimento y la formación del esqueleto.
Los primeros seres multicelulares fueron como la obelia,
conformada como un saco, con tentáculos móviles alrededor de la
boca, a través de la cual puede expulsar los bocados indigeribles y
otros productos de desecho.
El modelo corporal en forma de saco tiene limitaciones. La
alimentación es un proceso de captura en vez del tipo de sistema
digestivo de línea de montaje: entrada por un extremo, salida por el
otro. Todas las células deben encontrarse cerca de la gran charca
formada en el interior del saco, pues, de lo contrario, mueren de
inanición. Esto, además, limita el tamaño y el grado de complejidad.
Contando sólo con dos capas hasta el cuerpo, existen pocas
posibilidades de movimientos musculares, de modo que suelen arraigar
al fondo de la charca o flotar libremente (medusa).
Un ordenamiento más prometedor fue el cuerpo en forma de tubo
con dos aberturas, que permitía la alimentación continua. Todos los
seres formados en torno a un aparato digestivo tubular poseen tres
capas corporales básicas. Una interior, que transforma el alimento; una
exterior, que recoge datos de ese exterior y se protege de él; y una
capa intermedia en la que puede formarse una cavidad para permitir
los movimientos del cuerpo, confiriéndole de este modo independencia.
Este ordenamiento produjo un gran aumento del tamaño corporal
y abrió inmensas posibilidades nuevas; prácticamente todos los seres
multicelulares están organizados según este modelo. En la capa media
evolucionó un sistema sanguíneo para distribuir el oxígeno y digerir el
alimento. Un sistema nervioso central condujo a una coordinación más
rápida de los movimientos, y los músculos unidos al esqueleto podían
mover el cuerpo con mayor eficacia.
El ser unicelular tenía una desventaja que, a través del tiempo, se
convirtió en una ventaja. Los seres unicelulares pueden reproducirse
mediante la división, dando lugar a ingentes cantidades de copias:
cantidad, pero no diversidad. Como los organismos multicelulares
28. contaban con células especializadas, eran tan incapaces de dividirse
como nosotros.
En vez de dividirse, debían reunirse células sexuales especiales
para producir los vástagos. La mezcla de los dos ADN creó organismos
buenos y malos, de los cuales sobrevivieron los más adaptables,
mientras el resto dejó de existir. Así fue la primera reproducción sexual,
y constituyó un gran aliciente para el cambio y la evolución.
Para los vegetales y animales primitivos el agua costera poco
profunda, las lagunas y los estuarios ofrecían una amplia variedad de
ambientes en los que podía evolucionar una rica diversidad de
vegetales animales. Se han hallado fósiles de algas verdiazules que
tienen 2 1/2 billones de años de antigüedad y que conservan su
aspecto original. Otras colonias simples de algas que actualmente
conocemos ―como las espirogiras, los pediastrios y los volvox― flotan
cerca de la superficie del agua, mientras que el musgo marino y la ulva
o lechuga marina multicelular crecen en el fondo del mar. Los animales
unicelulares han habitado el mar y las aguas dulces desde las épocas
más remotas. Los paramecios se mueven rápidamente agitando
minúsculas estructuras semejantes a pelos, y se alimentan de
bacterias y otras células. La vorticela colonial se alimenta de modo
semejante, pero está sujeta al fondo de la charca. Los primeros
animales realmente multicelulares eran parecidos a la obelia, que
posee dos capas corporales y células especializadas en diversas
funciones.
Múltiples laboratorios separados
En la Tierra ocurren fenómenos en los que la vida no ejerce la
menor influencia; seguirían produciéndose aunque todas las cosas
vivientes desaparecieran de la noche a la mañana... Tales fenómenos
ocurrían mucho antes de que la vida hubiese comenzado.
Párate junto a la orilla de cualquier mar y observa el océano.
Piensa en el suelo submarino, descendiendo debajo de las olas hasta
el lecho oceánico y elevándose en otro sitio, a través de otra franja de
olas hasta otra orilla, otro terreno. Podrías pensar que no hay nada
más sólido que eso. Pero los continentes aparentemente sólidos flotan
en la roca de la corteza terrestre, que fluye como el hielo de un glaciar.
29. Hace alrededor de 650 millones de años, momento aproximado
en que la vida animal comenzó a diversificarse, un grupo de placas de
granito, en modo alguno conformadas como nuestros continentes
actuales, comenzaron una prolongada unificación que tardó unos
doscientos millones de años en completarse. El resultado fue un
supercontinente, conocido en la actualidad como Pangea.
En esa época, hace 440 millones de años, en que se formó el
supercontinente, toda la vida animal y casi toda la vegetal estaba
confinada al mar, los lagos y los ríos. Pero cuando Pangea comenzó a
fragmentarse de nuevo, trescientos millones de años después, la vida
se había diseminado por toda la Tierra. La gran época de los
dinosaurios estaba en su apogeo, pero los mamíferos y las aves, las
plantas fanerógamas, los pastos y los árboles todavía no habían
arraigado plenamente.
AntártidaIndia y Australia fueron las primeras placas en
separarse, hace 140 millones de años; Sudamérica se diferenció veinte
millones de años después , en la misma época, la India se separó de la
Antártida y comenzó a emigrar hacia Asia. Norteamérica se apartó de
EuropaAsia hace tan sólo 65 millones de años. Por último, la India se
soldó con Asia hace treinta millones de años, formando las imponentes
cumbres del Himalaya.
Este tipo de separaciones y las barreras formadas por las nuevas
cadenas montañosas y el mar se convirtieron en un nuevo acicate de la
evolución. En realidad, crearon múltiples laboratorios separados en los
que el ADN proporcionaría diversas respuestas a problemas
semejantes. Es sorprendente cuán parecida resultó la mayoría de esas
distintas respuestas.
Por ejemplo, entre los mamíferos existieron dos líneas evolutivas
primordiales: los conocidos placentarios, entre los que nos incluimos, y
los marsupiales, que paren hijos muy inmaduros que completan su
desarrollo al abrigo de la piel o la bolsa de sus madres. Los primeros
mamíferos de Pangea fueron los marsupiales, que sobrevivieron en los
antiguos continentes desprendidos de Sudamérica y Australia. En otros
sitios, los mamíferos placentarios, más eficaces, desplazaron a los
marsupiales.
Sin embargo, en Australia existen versiones marsupiales del lobo
y también de ratas y ratones. Todos han evolucionado en respuesta a
30. los medios ambientes similares a los de su contrapartida placentaria,
aunque tienen un antepasado totalmente distinto. La excepción es el
canguro, cuyo equivalente placentario fue el caballo.
La fragmentación de Pangea no sólo permitió que la evolución
adoptara caminos distintos en el aislamiento, sino que el movimiento
de los nuevos continentes fomentó grandes cambios climáticos. Estos
sucesos debieron de poner fin a un modo de vida que favorecía a
algunos vegetales y animales, pero creó nuevas posibilidades para
otros. De este modo, el ADN experimentaba constantemente, aunque
con lentitud, condiciones nuevas que ofrecían a las diversas
mutaciones una posibilidad de éxito. La consecuencia es la inmensa
diversidad de la vida en la Tierra de hoy.
Los que reptaron hasta tierra firme trajeron consigo el mar
En los tiempos en que el único océano del globo acariciaba las
riberas de una Pangea casi yerma 440 millones de años atrás, los
seres que se formaron a partir del principio del tubo llevaron a cabo un
progreso sorprendente.
Un grupo llegó a alcanzar el estadio del pez, y estaba provisto de
cabeza, ojos y otros órganos de los sentidos, cola muscular, espina
dorsal y aletas direccionales, cuyo control lo ejercía un sistema
nervioso central. Semejante sistema favorecía movimientos más
veloces y mejor coordinados. Los depredadores más rápidos fomentan
presas más veloces: un caso de escalamiento evolutivo que
perfecciona rápidamente una forma corporal determinada.
El pez también poseía un corazón con cámaras de bombeo y una
entraña con compartimientos especializados para los diversos
procesos de la digestión del alimento. Contaba con riñones para filtrar
los desechos de la sangre, con un hígado que se ocupaba de la mayor
parte de los ciclos químicos; y con órganos sexuales masculino y
femenino donde era almacenado el ADN de la generación siguiente.
El acontecimiento más extraordinario reside en que la mayoría de
los desarrollos evolutivos de los vertebrados a partir de aquel momento
han constituido meras variaciones de ese modelo básico del pez.
Todos los órganos de aquella lista tienen su contrafigura exacta en ti y
en mí. Los huesos de la aleta del pez, por ejemplo, pueden rastrearse
a través de numerosas formas hasta los huesos de tus brazos y