Heinsohn Privacidad y Ciberseguridad para el sector educativo
II- Solidaridad y lucha
1. Sindicalismo con códigos mensajeros : una mirada histórica sobre SIMeCa : 1999-2011.
1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Gabriel Ediciones, 2013.
E-Book.
ISBN 978-987-29892-0-0
1. Sindicalismo. I. Título
CDD 335.82
Fecha de catalogación: 15/08/22013
2. II- SOLIDARIDAD Y LUCHA
"El sindicato es la herramienta que tenemos los trabajadores para
pelear contra la patronal, para pelear contra las injusticias y también
para cambiar la sociedad, digamos para una revolución. Los
trabajadores debemos estar organizados para pelear por una
sociedad mejor, mucho más allá de las reivindicaciones
gremiales”. (Javi)
Crisis del neoliberalismo en Latinoamérica
“Dicen los manuales del ejército norteamericano
que los ingenios militares deben cumplir con su
función destructora de acuerdo al terreno en el que se
emplean, y se precian de haber encontrado una
bomba adecuada para terrenos irregulares con
colinas onduladas que permiten la existencia de
puntos ciegos. Es decir aquellos que no son
alcanzados por el efecto destructivo de las bombas
ordinarias. La bomba en cuestión no se conforma con
explotar al tocar tierra; o en el aire a determinada
altura, y destruir un área específica. Esta bomba cae,
explota, destruye y arroja otras bombas que a su vez
caen, destruyen, y arrojan otras bombas; y así
sucesivamente hasta que la carga se agota.
El efecto es descrito como el de una bomba que
rebota. Su efecto destructor es realmente terrible y es
más extenso e intenso que el de las bombas
normales. En los manuales de política económica
neoliberal y en las catástrofes que producen en la
realidad de estos países se puede encontrar el
equivalente de la bomba que rebota. La bomba
financiera.
El hombre y la mujer comunes y ordinarios (…) son
las victimas mas asiduas de estas bombas
financieras, gracias a la globalización económica los
problemas financieros en Rusia, o en el sudeste
asiático, rebotan en cuestión de segundos y
destruyen economías en Europa o America Latina.
Por obra y gracia de la modernidad si la bolsa de
Tokio tiene dolor de muela en el Brasil agoniza y en la
economía mexicana hay que operar de urgencia.”
Subcomandante Marcos[1]
3. Usando eufemismos como “efecto tequila”, “efecto vodka”, “efecto
caipirinha”, “efecto dragón” se explicaban, a la vez que se minimizaban, las
repercusiones de las crisis económicas que la vorágine del flujo de capitales
especulativos producía en distintas partes del globo durante la década del 90.
Devastando las economías de los países de donde se retiraban, persiguiendo
mercados más atractivos a la especulación. Estos “efectos” repercutieron con
diferente intensidad en la Argentina. El efecto tequila, por ejemplo, impactó de
forma negativa en toda Latinoamérica debido a que proyectó una imagen
desalentadora (según Paul Krugman) para los inversores, quienes la perciben
de modo homogéneo. Y según el economista Mario Rapoport, por ser “el
programa económico mexicano el referente citado repetidamente por Cavallo
para su política de estabilización, al producirse el derrumbe del peso azteca, el
cimbronazo impactó de inmediato en la Argentina con un rápido retiro de
depósitos del sistema bancario, una caída en las cotizaciones bursátiles y una
disminución de las reservas.”
A fines del siglo XX, con el Gobierno de Fernando De la Rua, se empezaron
a hacer visibles las consecuencias del modelo neoliberal impuesto a partir de la
dictadura genocida del ´76.
Había transcurrido una década dominada por la profundización de políticas
económicas que fomentaron el ingreso del capital financiero. Con la ley de
convertibilidad, la desprotección laboral, la industria nacional desmantelada y
las empresas públicas rematadas; los sectores populares fueron condenados a
índices de desocupación y miseria nunca antes vistos en la Argentina.
En diciembre de 2001, Argentina, el “buen” alumno del FMI y el Banco
Mundial, fue el primer país latinoamericano en ingresar en una crisis social
irreversible.
Tras el fracaso de Machinea y López Murphy como ministros de economía,
el establishment impuso el regreso de Domingo Cavallo a la cartera económica,
quien aplicó las recetas neoliberales hasta sus últimas consecuencias. Por un
lado recortó el “gasto” público de manera progresiva, hasta quitar un 13 % de
los salarios de empleados del Estado, jubilaciones y pensiones. Por otro lado
continuó endeudando al país, con el “blindaje” y el “megacanje”, repitiendo la
lógica aplicada en 1981 cuando estatizó la deuda privada como funcionario de
la última dictadura cívico/militar.
A pesar de tener el beneplácito de los organismos internacionales de crédito,
en cuanto a las políticas económicas que debía seguir un país sujeto a la
explotación financiera, dichos organismos no dieron margen para que los
capitales financieros permanecieran en un campo de explotación ya agotado.
Para los últimos días de noviembre ya se estaban retirando, por lo que el 2 de
diciembre el ministro decreta[2] (superpoderes mediante) el congelamiento de
los ahorros de los pequeños ahorristas nacionales, hecho conocido como
“corralito”, posicionándolos como últimos acreedores de una quiebra de la que
no eran responsables.
Este congelamiento de los ahorros tuvo un efecto mayor del que hizo sentir
la clase media con sus cacerolas. A partir de la parálisis que la falta de
4. circulante provocó en el mercado interno y que tuvo como principales
perjudicados a los millones de personas que se encontraban en situación de
pobreza, gran parte de ellos encontraron en el saqueo de supermercados el
único recurso de subsistencia.
“Yo trabajaba en un lugar como La Matanza que siempre tuvo
muchas carencias, allá a nadie le pegó el corralito ni los bancos,
sino que la gente se moría de hambre, no había cloacas, había
cada vez menos trabajo.“ (Martín Galli)[3]
El levantamiento popular del 19 y 20 de diciembre de 2001
“¿Por qué nos movilizamos?
Porque los mensajeros laburamos en una relación de dependencia
encubierta, en la cual nuestra supuesta “autonomía” exime de cargas sociales
a los empleadores; estamos en riesgo constante mientras trabajamos, sin
ningún tipo de seguro, ni cobertura por enfermedad o accidente, ni vacaciones,
ni aguinaldo, etc.
Porque la política económica nos lleva a movilizarnos como venimos
haciéndolo desde hace año y medio, y las últimas medidas han generado
situaciones tan extremas para nosotros como para el resto de los trabajadores.
Porque el pueblo salió a la calle a reclamar lo que es suyo, porque saqueo
es el que nos hacen todos los días los gobernantes de turno, ocupándose mas
de los empresarios y los banqueros que del hambre del pueblo.
Porque la gran movilización popular nos encontró en la calle, nuestro ámbito
natural de trabajo y nos sumamos a los miles (…) demostrando que el pueblo
en la calle escribe su propia historia.”
Comunicado del SIMeCa, diciembre de 2001.
La noche del 19
El 19 de diciembre por la noche, Fernando De la Rua anunció el Estado de
Sitio en cadena nacional, intentando frenar la debacle institucional. Como acto
reflejo, amplios sectores de la sociedad salieron a la calle a decir basta.
El SIMeCa fue una de las pocas organizaciones que aquella noche llegaron
a la Plaza de Mayo.
“Con todo lo crítico que era H.I.J.O.S. a la Central, uno de los
reflejos fue ir a la CTA. Fuimos un par hasta el edificio de
Independencia a ver qué hacían. En la CTA había también una
mesa grande y ahí es donde Víctor de Gennaro dice: -no hacemos
nada, nos quedamos acá porque, si no lo conducimos, no lo
5. convocamos. (O al menos, eso entendí yo en ese momento).
Entonces, nos fuimos puteando junto con SIMECA, que en esa
época funcionaba en el local –y había armado una cooperativa de
trabajo super precaria, donde yo atendía el teléfono-.” (Pepa) [4]
“El 19 de diciembre, cuando se declara el Estado de Sitio,
participamos en una asamblea general con H.I.J.O.S. Varios fueron
a la CTA para ver qué hacían. Mientras estábamos en la asamblea,
empezamos a escuchar ruido en la calle. Salimos y la gente ya
empezaba a cortar la calle; de allí nos fuimos para Plaza de Mayo,
luego empezaron los disturbios.” (Rasta)
En la calle pese a la gran diversidad que convergió en cuestión de minutos,
los cantos que se coreaban se hicieron eco rápidamente pues estaban
preconfigurados en el “inconsciente” colectivo y fueron principalmente estos
dos:
“Qué boludo
qué boludo
el Estado de sitio
se lo meten en el culo”
“Qué se vayan todos
qué no quede ni uno solo”
Si bien la presión venía liberándose en los barrios más golpeados, a través
de los saqueos, desde semanas atrás, el 19 a la noche, luego del discurso de
De la Rua, amplios sectores de la sociedad se volcaron masivamente a la calle.
La represión no se hizo esperar; hubo cientos de heridos y detenidos, pero,
a diferencia de otras ocasiones, los manifestantes se retiraban resistiendo.
Como un preludio de lo que sucedería al día siguiente. En las escalinatas del
Congreso de la Nación, cayó herido de bala (disparada por la policía que
custodiaba la entrada) Jorge Cárdenas, que falleció meses después por las
secuelas.
El sol del 20
El 20 de diciembre de 2001 fue una bisagra en la historia Argentina; se
empezó a cerrar la puerta neoliberal abierta de par en par por la dictadura
genocida y la década menemista.
Fue un día muy caluroso, y no solamente por el radiante sol de verano. El
calor popular invadió las calles del microcentro. Desde muy temprano,
6. comenzaron los reclamos por la liberación de los detenidos de la noche
anterior.
Los mensajeros ya se notaban en cantidad entre los primeros manifestantes.
Todo hacía suponer que algo importante iba a pasar y el escenario sería la
calle, su lugar de trabajo.
“Yo iba hacia Dock Sud –a hacer un viaje-. En la 9 de Julio vi un
montón de pibes tirándole piedras a la policía. Ahí, llamé a la
empresa y avisé que no se podía seguir trabajando. Me dijeron:
“andá para tu casa”, y yo me quedé. Me quedé y combatí durante
toda la tarde en Av. de Mayo y 9 de Julio.” (Javi)
Un comisario, megáfono en mano, instaba a desalojar la Plaza en el “tiempo
perentorio de 15 minutos” tras los cuales, por supuesto, reprimirían. Eran las
once menos cuarto y la plaza la rondaban pequeñas cantidades de gente
dispersa, de todo tipo: militantes sueltos, trabajadores, estudiantes, etc., todos
esquivaban a los pocos agentes que intentaban amedrentarlos para que se
retiraran, recorriéndola en círculos, evocando aquellas esquivadas que, durante
la dictadura, dieron como respuesta “las Madres” a los mismos intentos. Ellas
también estaban ese día y, ante la arremetida de la montada, se sentaron y, sin
ningún escrúpulo, como es su costumbre, uno de ellos buscó moverlas a
empellones de caballo. La indignación fue tal que un manifestante logró
noquear a un caballo de una trompada.
“El 20 de diciembre fue la primera vez que vine a una marcha,
por mas que nunca tuve esa participación política, sabía que el
lugar era la Plaza de Mayo, el lugar donde había que estar. De
hecho lo que a mí me termina decidiendo es ver a la Policía
Montada reprimiendo a las Madres en el centro de la Plaza.” (Martín
Galli)[5]
“(…) la furia se expandía por toda la ciudad.” (Lulo) [6]
La Plaza de Mayo fue desalojada y ocupada, una y otra vez. Había
comenzado la “batalla por la Plaza de Mayo”, una batalla muy desigual, por
cierto.
Cuando los manifestantes ya estaban ganando la Plaza, los sicarios del
Estado actuaron como lo hacen desde siempre y dispararon fríamente sobre un
pueblo que no se entregaba. Sobre un pueblo ya maduro para despertar del
largo letargo de los años 90.
Los mensajeros no fueron los únicos trabajadores que participaron
activamente, pero su sindicato fue una de las pocas organizaciones que
7. actuaron decididamente. Esto se vio en la calle y no sólo porque iban arriba de
sus motos.
“El 20 fue una jornada muy dura, nosotros, los mensajeros,
aguantamos la parada. Defendimos nuestros puestos de trabajo en
el microcentro, con nuestras herramientas de trabajo (…) Como
trabajadores que somos, peleamos junto al pueblo, ayudamos a la
gente a salir de los gases, repartimos comida de los saqueos a los
chicos de la calle, fue una jornada muy solidaria. Muy al estilo
SIMeCa, colaborando con el resto de la gente”. (Lulo)
“Cerca de Constitución capturamos un bondi, hicimos bajar a la
gente y lo llevamos a Av. de Mayo y 9 de Julio. Entonces, todos nos
pusimos detrás del colectivo, y avanzamos una cuadra hasta Av. de
Mayo y Tacuarí.
En Belgrano y 9 de Julio, venían dos policías en una moto y lo
entramos a cascotear, uno le tiro con un palo y se cayeron. Se
levantaron como pudieron y salieron corriendo, y ahí le prendimos
fuego la moto.” (Javi)
“El rugir de las motos hacía retroceder a los caballos, no se la
esperaban. A partir de ahí nos llamaron “la caballería del pueblo”.
(Rasta)
Malabaristas del tránsito en el trabajo cotidiano, los mensajeros descubrieron
ese día (como así lo haría el resto de la sociedad) las potencialidades
estratégicas de su medio de trabajo. La agilidad y velocidad de las motos hizo
que no solo sean una imagen memorable en el imaginario colectivo de aquella
jornada, sino que además les proporcionó cierta superioridad ante la Policía
Montada, cuyos caballos incluso salieron espantados en más de un encuentro,
ante el rugir de los motores y la velocidad, que superaba a la de las bestias y
sus equinos.
También salió a relucir otra característica de su idiosincrasia laboral,
reflejando la solidaridad intrínseca de los “códigos” del gremio, practicada en la
calle cotidianamente, pero, esta vez, al servicio de sus compañeros de lucha: el
pueblo, al que asistían repartiendo agua y limones para paliar los efectos de los
gases lacrimógenos; o para avistar las emboscadas de la policía, trasladar
heridos o gente que quedaba atrapada en medio de la represión.
A media tarde la represión se endureció. Apareció una tanqueta de la Policía
Federal que arrasó con las barricadas que se habían levantado por los
alrededores de la plaza.
8. “Un momento shockeante fue cuando apareció una tanqueta. La
tanqueta nos quería parar, de la tanqueta en adelante, nos venían a
matar.
…ahí está todo mezclado, hay montón de compañeros
asesinados en ese momento, pero no lo sabíamos. Nosotros no
sabíamos que nos estaban matando, nos dábamos cuenta en la
actitud. Pero también era un momento que era parte del “juego”,
nosotros estábamos en una vorágine que nos llevaba a eso,
estábamos en eso.” (Pelado Gastón)[7]
“Como SIMeCa, no participamos en forma orgánica, pero los
pibes del sindicato estaban todos, en distintos lugares, pero
estábamos todos, estábamos por convicción.
El 20 de diciembre era el momento que todos los militantes
habíamos imaginado y, de alguna manera, estábamos esperando.”
(Javi)
“Me acuerdo de mi confrontación con la Policía, tirando piedras, y
de que uno de ellos me apuntaba con una nueve milímetros.
Amagaba y no nos tiraba.” (Lulo)[8]
El pueblo puso todas las víctimas, 38 fatales en todo el país, como sucede
desde los confines de la historia. Los mensajeros tuvieron la suya, uno de los
mejores, seguramente: Gastón Marcelo Riva.
“(…) un joven robusto, atlético, de cara redonda y franca, que a las tres y
media de la tarde conduce su Honda CG 125 por Avenida de Mayo, entre
Tacuarí y Bernardo Irigoyen.
(…) Gastón y otros dos motoqueros aceleran sus motores en vacío `para
hacer bardo´, mientras la policía se repliega hacia la plaza de Mayo. Con
alguna excepción, una formación de cuatro policías, `vestidos con las camisas
blancas y las gorras (de visera) que usan ahora´, se forman vuelven a `tomar
posición´.
El motoquero está frente a la policía, con todo lo que carga en la mochila: 31
años, de los cuales, 21 los vivió en lo que históricamente fue `la rica zona
agropecuaria´ de Ramallo; su mujer María, sus hijos: Camila de 8, Agustina de
3 y Matías de 2 (esa gente chiquita y divertida con la que gozan metiéndose,
todos juntos, a chapotear en una pelopincho de cuatro por cuatro). Un escrito
dice por ahí que `Gastón conoció a su mujer hace diez años y con ella se vino
a vivir a Buenos Aires, donde convivieron cuatro años antes de casarse´. En
Ramallo hizo dos años de industrial y es de imaginar porque dejó. Alguna vez
9. quiso poner un negocio en Neuquén, pero la cosa no anduvo, como no suele
andar. Regresó a Buenos Aires y se compró la moto. De día, hasta las cinco de
la tarde, trabajaba en la mensajería. De noche, hace reparto para una pizzería
de Flores, donde vive. Los domingos, cuando puede, se va a la cancha de
Boca. A confirmar su fe de bostero irredento.
Son cerca de las cuatro de la tarde, Fernando de la Rúa está por hablar al
país en cadena nacional. Gastón Marcelo Riva acelera la Honda CG 125 y
avanza 50 metros en dirección ala Plaza de Mayo.”[9]
Bonasso Miguel
“En Sarmiento y 9 de Julio vi como le pegaron un tiro a un pibe
de rastas y cayó al lado mío -días después me enteré que era
Martín Gali- y yo pensé que había muerto. A todo esto, no sabía
nada del asesinato de Gastón Riva.” (Javi)
“En el medio del campo de batalla, porque había cosas prendidas
fuego, vallas por todas partes… Vemos que aparecen del lado de
Constitución, dos autos y una camioneta, y bueno, los tipos frenan
así, como en un abanico, frente a donde estábamos nosotros. Fue
todo un segundo: bajaron apoyaron las armas sobre los techos y
empezaron a disparar balas de plomo. Al lado mío, cae muerto
Alberto Márquez.
Y a mí me pegaron un tiro en la nuca, intenté huir, apenas los veo
corro, giro y empiezo a correr y caigo y, de ahí en más, todo lo que
sé me lo cuentan. Tuve algunas convulsiones, y fue muy
determinante la actuación del Toba, que fue una persona que me
ayudó en el momento, que sabía primeros auxilios. En ese instante
tengo un paro cardíaco y él me reanima, después aparece un taxi
de la nada y me logran llevar al Argerich y ahí ya recibo atención
médica.” (Martín Galli)[10]
“En Av. de Mayo, a dos metros mío, le pegan un tiro en la cabeza
a un flaco (Gustavo Benedetto, 23 años). Eso fue terrible, fue -¡ah,
bueno, están matando gente!-. Estábamos en guerra, recuerdo de ir
a buscar nafta e intentar prender fuego todo.
A mí me cambió la cabeza, pensé que no quedaba otra que
prepararse para lo que se venía, pensé que era un momento clave
para dar un paso más, o varios pasos más.” (Rasta)
10. “El 20 de diciembre fue un momento único, que si bien lo vivimos
con desesperación y con angustia, lo vivimos también con alegría y
con mucha emoción.” (Javi)
Pero ni la represión ni todas las muertes lograron el objetivo y la lucha
continuó hasta que se supo de la renuncia de De la Rua. El pueblo en la calle
festejó, incluso con música y cánticos, su participación había tenido efectos
claros, contundentes: primero renunció el ministro de economía; más tarde, el
presidente. La consigna “que se vayan todos” seguiría vigente y cobrando
fuerza durante todo el año siguiente.
“Habíamos puesto nuestro granito de arena para cambiar la
historia, eso a nosotros nos marcó para siempre, sentimos que las
acciones que uno hace cambian las cosas y, hasta ese momento,
no lo habíamos sentido nunca. Hacíamos marchas, hacíamos
protestas, hacíamos huelga y siempre terminábamos en el horno.”
(Pelado Mariano)[11]
“Después del 20 de diciembre, mi vida ya no fue la misma,
porque participé de un hecho histórico para la Argentina y
Latinoamérica. La posibilidad de haber estado ese día junto a la
columna de motoqueros fue importantísima, porque cumplimos un
rol con nuestra ayuda a muchos compañeros.” (Lulo) [12]
Una de las últimas imágenes del 20 de diciembre de 2001 fueron los
mensajeros girando alrededor del obelisco.
El pueblo en la calle escribe su propia historia
Según Nicolás Iñigo Carrera, el 19 y 20 de diciembre de 2001 culmina un
momento ascendente de lucha, que combina cortes de ruta y luchas callejeras
subsumidas a huelgas generales por lo menos desde 1994. Con la
particularidad que el 20 de diciembre de 2001 la huelga general, convocada por
la CTA primero y por la CGT después, pasa prácticamente desapercibida,
quedando subordinada a la forma de lucha insurreccional. [13]
“Sin percatarnos del todo del momento histórico que vivíamos,
vimos al héroe del que nos hablara Oesterheld en “El Eternauta”; y
supimos que nosotros teníamos la obligación de formar parte de la
Rebelión Popular.” (Seba)[14]
11. “Del 19 al 21 fue como si hubiese sido un solo día. Un momento
que a mi generación no le había tocado vivir, ni imaginamos nunca.
Que esté el vecino, el militante, nuestros compañeros, dirigentes de
otros espacios políticos: nos encontramos todos en un espacio en
común.” (Pelado Gastón)[15]
El viernes 21 de diciembre, el SIMeCa convocó a una marcha que partiría
desde el obelisco, para repudiar los asesinatos y la represión del día anterior.
La marcha nunca se hizo, ya que una provocación derivó en un duro
enfrentamiento entre mensajeros y policías. El saldo: varios compañeros
heridos en el Hospital Argerich, dos detenidos, y un patrullero destrozado.
A partir de entonces, se agudizó la persecución policial hacia los mensajeros
en general y hacia el SIMeCa en particular: constantes intentos de secuestrar
motos en las paradas de la 9 de julio; patrulleros deambulando en las
inmediaciones del local de H.I.J.O.S. (donde se reunía el sindicato y funcionaba
una cooperativa de mensajería); policías anotando las patentes de las motos
estacionadas en la puerta del sindicato; y aperturas de causas judiciales a
quienes participaron activamente en aquellas jornadas de lucha.
“Otro mundo es posible”, un sindicato solidario y clasista también
En este contexto de persecución política, las organizaciones del campo
popular -organismos de DDHH, organizaciones piqueteras, partidos de
izquierda, etc.-, encontraron en la unidad la respuesta al intento represivo del
gobierno de Duhalde.
Las organizaciones autogestivas, se consolidaban y amenazaban con
disputar el poder al Estado. Desde los clubes del trueque a las inquietantes
fábricas recuperadas; pasando por los proyectos de producción autogestiva de
los movimientos piqueteros (los más masivos entre las organizaciones en
lucha), así como la proliferación de cooperativas; los comedores populares,
donde también se desarrolló la educación popular; los medios de
comunicación alternativos, grupos de cineastas documentalistas y otras formas
de arte en las que la juventud encontró un camino de retorno a la participación
social y política.
Asimismo, atraídos por el protagonismo de aquellas jornadas de lucha,
muchos compañeros se acercaron por primera vez al SIMeCa.
“Yo venía de la militancia social en los barrios, hacía militancia
territorial en el “Teresa Rodriguez”. Ni bien empecé a trabajar con la
moto, me acerqué al SIMeCa.” (Juan)
“(…) Ingresamos compañeros que veníamos de la experiencia
del movimiento territorial o, en ese momento, del movimiento
12. piquetero, con los cuales SIMeCa compartía toda una visión, no
sólo de querer dar cuenta de las necesidades reivindicativas del
gremio, sino también de apostar de alguna manera a un cambio
social. Hay cuestiones organizativas, muy políticas como la acción
directa, de darle mucha bola a buscar formas de democracia
directa, de participación directa. Esas cuestiones también me
parece que hacen a la época, a esta década y a los primeros pasos
del sindicato.” (Javier Altrudi)[16]
En memoria de los compañeros asesinados, los días 20 de cada mes, junto
a “Mari” -la compañera de Gastón Riva- el SIMeCa comenzó a participar en las
marchas organizadas por los familiares de las víctimas y el G.A.C. (Grupo de
Arte Callejero).
“Los años pasan y también se van con ellos las esperanzas
de un país mejor que buscaban los asesinados el 20 de diciembre de 2001.
Pero sólo pensando que su muerte no fue en vano,
vuelve la certidumbre de que nuestros pequeños mundos
que han cambiado tanto puedan tener color a justicia, olor a igualdad,
sabor a tierra nueva. Los caídos viven en nuestra lucha, sin duda.
Y un día van a ser también nuestra victoria.”
María Arena
En libro: GAC pensamientos prácticas acciones
Para homenajear a Gastón Riva, desde diciembre de 2002 se organizaron
varias caravanas en moto a Ramallo, lugar donde él nació y vivió su
adolescencia. Sus familiares y amigos recibieron estas caravanas con los
brazos abiertos. La calle donde nació Gastón Riva pasó a llevar su nombre
desde entonces.
(…) Una mano va a manubrio
y la otra porta un casco
en alto
que quiere homenajear
la sangre de los fallecidos…
Gastón Riva presente. Mensajeros en Lucha.[17]
Luego de tres intentos fallidos (Ramón Puerta, Rodriguez Saa y Eduardo
Camaño) por suplantar al renunciante De la Rua, el establishmen logró imponer
a Eduardo Duhalde en la Casa Rosada. Durante los primeros meses de 2002,
a través de las movilizaciones de cada viernes, se le recordaba que él era parte
del “¡Qué se vayan todos, qué no quede ni uno solo!”.
13. Los militantes del sindicato tuvieron participación activa en varias de las
“asambleas barriales” que proliferaron en cada barrio porteño (y por el resto del
país). En las mismas, la horizontalidad se adoptó como la forma de hacer
política.
“Algo increíble fueron las asambleas populares. Veías a un
vecino, que hacía 20 o 30 años que no salía, hablando en una
Asamblea y ocupándose de los problemas del barrio.” (El Rasta)
La crisis social fue escalando, así como la presión política ejercida por los
movimientos sociales en lucha. A mediados del 2002, el gobierno ilegítimo de
Eduardo Duhalde decidió llevar a extremos fatales la represión, pergeñando el
asesinato de los piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en
Avellaneda. Ante el masivo repudio del campo popular, Duhalde tuvo que
improvisar una rápida salida del gobierno.
En este marco, el desarrollo social y político del SIMeCa, se tradujo, con el
apoyo y la participación activa, en el proceso de lucha abierto post 20 de
diciembre.
Se resistió a los intentos de desalojo junto a las/os trabajadoras/es de la
“Cooperativa 18 de diciembre”, en la fábrica textil recuperada ex Brukman.
Se acompañó las marchas homenaje por los “3 pibes de Floresta”: Cristian
Gómez, Maximiliano Tasca y Adrián Matassa, asesinados el 29 diciembre de
2001 en una estación de servicio.
Fue así como, el 26 de junio de 2002, los asesinatos de Maximiliano Kosteki
y Darío Santillán en Avellaneda encuentran al SIMeCa en un estrecho contacto
con organizaciones piqueteras, como la “Aníbal Verón” [18], con quienes
coincidía en análisis coyunturales, formas organizativas y de lucha.
“(…) Un sindicato solidario con la lucha de los trabajadores de otros
gremios, contribuyendo desde nuestras reivindicaciones gremiales particulares
como trabajadores mensajeros, a la lucha social por la abolición de la
explotación del hombre por el hombre.” [19]
Declaración de Principios de SIMeCa
Este contexto de solidaridad y lucha con otros trabajadores, sumado a las
necesidades que emergían con el aumento de la subocupación y la
desocupación, generó un muy rico debate interno en el sindicato, que llevó a
procurar el dar una respuesta social a las necesidades del gremio.
Fue así que surgió la idea del local propio, con taller mecánico y comedor a
precios populares para los mensajeros. El viernes 7 de setiembre de 2003, se
abrió la puerta del local de la calle Venezuela 1225, un sueño hecho realidad.
Los mensajeros mostraban un SIMeCa clasista e integral, con perspectiva de
lucha y solidaridad con los otros sectores oprimidos, y con una visión social que
trascendía lo gremial.
14. “(…) El diciembre de 2001 no surgió de la nada, se fue gestando
en las miles de luchas y en la experiencia acumulada en la
resistencia que protagonizó nuestra clase durante la década del
noventa: en las puebladas de Cutral–Co, Plaza Huincul, Tartagal y
la aparición de los movimientos de trabajadores desocupados, en la
misma fundación de nuestra Central; en la lucha contra las
privatizaciones y las marchas de los jubilados al Congreso, en la
toma y recuperación de fábricas por citar sólo algunos momentos y
hechos de ese periodo. Sin embargo aquellas jornadas no se
inscribieron en un proyecto político estratégico por el poder en
Argentina, no fueron el desenlace de un plan conciente y
organizado, por el contrario, fueron una manifestación de fuerza
espontánea”.
Javier Altrudi, Secretario de Prensa de SIMeCa [20]
15. Notas
[1] Subcomandante Marcos.Discurso emitido en el encuentro entre la Sociedad Civil y el EZLN en San
Cristóbal de las Casas 1998.
[2] Decreto 1570/2001, 3 de diciembre de 2001. Establecía restricciones para el retiro de dinero y las
transferencias al exterior. Limitando la extracción de dinero en efectivo a: pesos 250 ($ 250) por semana.
[3] TN Programa Código Político. Entrevista a Martín Galli.
[4] Somos nosotros. Revista Pampa. 29/11/2012. Entrevista a Marina “Pepa” Girondo.
[5] TN Programa Código Político. Entrevista a Martín Galli.
[6] 2001 Relatos de la crisis que cambió la Argentina. Motoqueros en las barricadas.
[7] Bajada de línea –programa televisivo-. 17 de diciembre de 2011. Entrevista a Gastón Fernández.
[8] 2001 Relatos de la crisis que cambió la Argentina. Motoqueros en las barricadas.
[9] Bonasso Miguel, el palacio y la calle, Bs. As. 2006, Booket. P.47
[10] TN Programa Código Político. Entrevista a Martín Galli.
[11] La TV Pública. 19/12/2011 Entrevista a Mariano Robles.
[12] 2001 Relatos de la crisis que cambió la Argentina. Motoqueros en las barricadas.
[13] Pinza 2001. Las huelgas generales, 1983-2001: un ejercicio de periodización. 134-136 pp.
[14] Escrito de Sebastián Gianetti. 20/12/2012.
[15] Bajada de línea –programa televisivo-. 17 de diciembre de 2011. Entrevista a Gastón Fernández.
[16] Somos nosotros. Revista Pampa. 31/08/2012. Entrevista a Javier Altrudi.
[17] Mensajeros en Lucha, marzo abril de 2003.
[18] La Anibal Verón se distingue de los partidos políticos y los sindicatos porque en las “formas de
organización se prefiguran la sociedad que quieren construir”. En Cotarelo Celia, Pimsa 2004, 182p.
[19] Declaración de Principios de SIMeCa. Mensajeros en Lucha. Marzo de 2001.
[20] Javier Altrudi en: Revista El Grito de Burzaco, Año 3, Nº 4, Enero de 2010.