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Sindicalismo con códigos mensajeros : una mirada histórica sobre SIMeCa : 1999-2011.
1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Gabriel Ediciones, 2013.
E-Book.
ISBN 978-987-29892-0-0
1. Sindicalismo. I. Título
CDD 335.82
Fecha de catalogación: 15/08/22013
Índice

Editorial……...………………………………………………… 4
Introducción…………………………………………………… 7

I-

Orígenes de SIMeCa……………………………….… 10

II-

Solidaridad y lucha……………………………………. 25

III-

Gremialismo y acción directa………………………… 39

Agradecimientos……………………………………………… 59

Bibliografía…………………………………………...……..… 60
Editorial:
Por qué cantamos
(…)
cantamos porque llueve sobre el
surco
y somos militantes de la vida
y porque no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza.
Mario Benedetti
Varios años atrás, nos juntamos y empezamos con esta idea de escribir sobre la
historia de SIMeCa. Luego, al cumplir 10 años SIMeCa, nuestra idea mutó en un
escrito oficial del sindicato. Para finalmente regresar al punto de partida tras la
disolución de SIMeCa en el 2011.
Por ello podemos decir que este texto tiene años de discusión, incluso con los
compañeros entrevistados.
Utilizamos como principales fuentes históricas, las entrevistas realizadas a
miembros de SIMeCa -publicadas en diversos medios periodísticos- y también
realizamos entrevistas exclusivas para la presente investigación.
La historia del SIMeCa, es la historia de los que luchan. La historia del gremio
mensajero, que en respuesta a la precariedad extrema a la que son sometidos en
esta etapa del capitalismo, generó una experiencia sindical antagónica a las
burocracias tradicionales y de características muy similares a las primeras
organizaciones obreras de nuestro país.
En esta breve investigación histórica, buscamos entrelazar los hechos que
creemos relevantes en la historia de SIMeCa como organización gremial de los
mensajeros, junto al contexto social, político y económico del país y algunos hechos,
que consideramos vinculados, en el resto del mundo.
Hemos secuenciado el presente trabajo, en tres momentos o niveles de análisis:
orígenes, activismo político y social, y activismo gremial del SIMeCa. Aunque
ninguno de estos tres momentos o niveles dejan de contener las particularidades de
los otros dos, nos pareció oportuno para una mejor lectura y comprensión de este
escrito.
El primer momento o nivel abarca desde los Orígenes de SIMeCa –mediados de
1999- hasta los días preliminares a la crisis de 2001: flexibilización laboral,
surgimiento y situación del gremio, primeras movilizaciones y formas organizativas e
inicios del SIMeCa.
El segundo momento o nivel, Solidaridad y lucha, lo entendemos como
continuación del momento anterior pero se caracteriza por un marcado activismo
político y social, y lo enmarcamos desde la rebelión popular del 20 de diciembre de
2001, hasta la inauguración del primer local propio del SIMeCa en septiembre de
2003. La activa participación en las jornadas del 19, 20 y 21 de diciembre de 2001, la
solidaridad y el acercamiento a otras organizaciones –organismos de DDHH,
trabajadores de fábricas recuperadas, movimientos de trabajadores desocupados y
asambleas barriales- y la búsqueda de una respuesta social desde el sindicato a la
pauperización del salario mensajero, fueron las principales características de esta
etapa que forjaron un crecimiento cualitativo del SIMeCa.
Aquí hay una etapa de transición entre el segundo y el tercer momento,
caracterizado por un perfil social, con la apertura de dos locales sindicales propios,
que buscaron responder a la problemática social del mensajero con el taller y el
comedor a precios populares. También implicó un crecimiento político interno a
través de la discusión CGT o CTA, y una vuelta de tuerca en la consolidación de la
lucha y la experiencia gremial que caracterizó fuertemente al tercer momento.
El tercer momento o nivel, Gremialismo y acción directa, está marcado por el
activismo gremial que, aunque ha sido una característica histórica de SIMeCa, se
vuelve la más importante. Esta tendencia se fortaleció desde mayo de 2005 con la
obtención de la personería jurídica por parte de SIMeCa. Este último momento se
caracterizó por la generalización de la metodología de acción directa para conducir
los conflictos, la disputa por la hegemonía del gremio mensajero con el ASIMM y por
la entrada y participación activa en la CTA.
Para enmarcar a estos tres momentos o niveles de la historia del sindicato, creímos
fundamental que estuviera presente la voz de los protagonistas, buscando acercar al
lector, lo que a nosotros nos ha llamado tanto la atención desde nuestra iniciación en
el gremio, que son ciertos códigos de solidaridad entre los mensajeros plasmados en
sus conductas y actitudes cotidianas.
Como ex mensajeros, y militantes de los primeros tiempos de SIMeCa, podemos
decir que nos hemos llevado una experiencia única e inquebrantable de militancia,
de lucha y de solidaridad de clase. Si se entiende por militante a aquella persona
que comparte ciertos valores con un grupo de gente que aspira a la construcción
desde algún lugar y en algún aspecto motorizador del progreso social o humano,
podemos afirmar sin hipocresía nunca haber abandonado el SIMeCa ya que no
dejamos de creer en los valores que sostuvo,en el proyecto que buscó desarrollar, ni
en los compañeros que lo sustentaron a pura convicción.
Mediante el presente escrito: SINDICALISMO CON CÓDIGOS
MENSAJEROS pretendemos transmitir algo de lo que hemos aprendido como
personas y, lo que nos significa a nosotros cada día, nuestro paso por el sindicato de
los mensajeros.
Estamos profundamente agradecidos a los compañeros, que nos abrieron una vez
más, las puertas de nuestro sindicato.
Esperamos, de alguna manera, poder establecer un dialogo histórico que ayude a
pensar tanto al SIMeCa como a otras experiencias sindicales en el futuro.

Leandro Gorini y Gabriel Calvo
Introducción de los compañeros de SIMeCa:
En el transcurso de la historia los trabajadores hemos sido sujeto de victimización
a pesar de que la verdadera historia, esa que vivimos todos los días, nos hace
merecedores de ser sujetos de la revolución. Es en este camino, que tiene como
destino cambiar los rumbos de la clase trabajadora para hacerla libre, que SIMeCa
comienza a contar su historia.
Rara vez los protagonistas de los procesos sociales, de las organizaciones
populares, en este caso de un sindicato, tienen la posibilidad de reflexionar y escribir
su propia historia. Esta fue una tarea siempre presente pero postergada y pendiente
en nuestro caso.
Esta iniciativa partió junto a un grupo de compañeros fundadores que hoy trabajan
en otras actividades, y ha sido asumido como propio por la militancia actual del
SIMeCa. Porque estos compañeros fundadores son parte de el “nosotros” no solo
por la historia en común, sino sobre todo por seguir sosteniendo los principios y
valores sobre los que fundamos nuestro Sindicato.
Somos concientes que recuperar nuestra historia es también, en parte, rescatar la
experiencia militante de una generación y también de una fracción de la clase
trabajadora argentina.
Al hablar de nuestros inicios, no podemos obviar el contexto político en que se ha
desarrollado nuestro sindicato. Muchos de los compañeros fundadores, por edad,
por afinidad política o por su misma historia personal, hemos vivido en los escraches
de la agrupación HIJOS nuestra primer experiencia militante. HIJOS, sus métodos
de acción directa, la organización asamblearia, fueron una referencia ineludible y la
vinculación con esta agrupación fue tan estrecha que el sindicato funcionó por un
tiempo considerable en el local de los compañeros/as.
Diciembre de 2001 fue nuestra entrada a la historia como gremio y como Sindicato.
Los mensajeros participamos en forma masiva, excediendo ampliamente el número
organizado por entonces en el sindicato. Aquel diciembre nos hicimos visibles para
la sociedad y nos ganamos el reconocimiento popular por la participación en las
primeras líneas de la lucha callejera, y también porque unos de los caídos fue
Gastón Riva, trabajador mensajero y compañero. Fuimos parte de la juventud que
sostuvo las barricadas contra Cavallo, De la Rua y el cuento neoliberal del fin de la
historia.
Los años posteriores, de auge del movimiento de desocupados, nos encontraron
compartiendo mucho más que métodos de lucha, organización y la finalidad del
cambio social. Fuimos de los pocos sindicatos que coordinamos actividades y
movilizaciones con las organizaciones piqueteras.
Una segunda camada militante incorporada en esta etapa y de origen piquetero
fortaleció este perfil.
Al calor de la recomposición económica posterior al 2003 surgieron nuevas
experiencias gremiales antiburocráticas con las que compartimos ámbitos de
discusión y militancia. La participación en el movimiento nacional de las 6 hs.
impulsada por el Cuerpo de Delegados del Subte y posteriormente nuestro paso por
el movimiento intersindical clasista (MIC) son prueba de ello.
Años más tarde ingresamos a la Central de Trabajadores de la Argentina, no es
casual que en esta etapa reforzáramos la lucha por el reconocimiento de nuestro
sindicato y de esa manera empujáramos la lucha de miles de nuevas organizaciones
por la libertad sindical.
EL llamado fallo ATE-PECIFA marca un punto de inflexión para todos aquellos que
luchamos por un sindicalismo libre y democrático.
El SIMeCa es nuevamente interpelado por la realidad, pero en esta última etapa la
relación es inversa. Si bien en otras etapas de nuestra trayectoria la coyuntura social
nos marcaba su impronta, esta vez sentimos que nosotros con nuestra lucha (con
más fuerza a partir del ingreso a la CTA ), somos quienes contra viento y marea
estamos imponiendo la libertad sindical de hecho.
Desde el SIMeCa hemos generado nuevos delegados en los gremios de Farmacia,
Pasteleros y Comercio. Golpeando de esta manera, a las viejas estructuras
burocráticas de la CGT, como lo hacen en cada acción los compañeros del subte a
la UTA.
Actualmente a lo largo de todo el país se suman cada vez más trabajadores del
sector privado que se organizan por fuera de la CGT y se suman a nuestra lucha que
venimos sosteniendo desde hace muchos años; en la calle, organizados y luchando
porque esa es la única garantía que tenemos los trabajadores para garantizar que
cualquier tipo de fallo, ley o convenio se aplique.
Hoy desde SIMeCa-CTA mantenemos la esperanza de construir un sindicalismo
diferente, que nos represente a todos aquellos que producimos las riquezas de este
mundo.
Nosotros luchamos por la libertad sindical, para que en cualquier rincón de la patria
y en cada lugar de trabajo haya un delegado defendiendo los derechos de los
trabajadores. No queremos el camping, ni el hotel, porque aspiramos a una
transformación profunda de esta sociedad.
La experiencia de estos años nos ha enseñado que los trabajadores debemos
aprender las lecciones de las victorias y de los fracasos del movimiento obrero.
Desde los Mártires de Chicago al Octubre del 45, debemos llevar en nuestra
memoria el ejemplo de lucha y dignidad del “Gallego” Soto y del “Gringo” Tosco.
Vislumbrar el faro que significó la experiencia de nuestra CGT de los Argentinos y
tener bien presentes a tantos hombres y mujeres que fueron capaces de dar la vida
para que nuestro movimiento obrero se libere de tanto egoísmo corporativista.
Queremos recordar desde aquí, con perseverancia y con lucha nuestra historia. Es
en ese tránsito hacia la libertad que los trabajadores escribimos nuestra historia, la
verdadera historia.
Luchando por un sindicalismo libre y democrático para poder cumplir con el
mandato de nuestra declaración de principios “contribuir en la lucha por la
abolición de la explotación del hombre por el hombre”.
Ciudad de Buenos Aires, año 2009.
I- ORÍGENES DE SIMeCa
“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores
no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada
lucha debe empezar de nuevo separada de las luchas anteriores: la
experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece
así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras
cosas. Esta vez es posible que se quiebre ese círculo.”
Rodolfo Walsh

Neoliberalismo, menemismo y otra década infame
En 1991 asistimos a la caída del comunismo en la URSS y al final del mundo
bipolar del siglo XX. El fin de la guerra fría habilitó al politólogo estadounidense
Francis Fukuyama a escribir sobre “el fin de la historia”. Parecía ser el fin de las
ideologías; la experiencia socialista había fracasado. A partir de ese momento
todo sería del capital.
En Latinoamérica, la globalización tuvo consecuencias nefastas. A través
del llamado “consenso de Washington”, los países de la región –exceptuando
a Cuba- se comprometieron a reducir el Estado y liberar sus economías al
máximo.
Era la Argentina de Carlos Menem, su mandato comenzó indultando a los
militares genocidas precursores del neoliberalismo económico en Argentina.
Era la época del uno a uno, del pacto de Olivos con Alfonsín para lograr la
reelección del riojano. Durante su gestión se privatizaron todas las empresas
públicas, se permitió la entrada irrestricta de productos importados, provocando
la quiebra de la ya diezmada industria nacional. El sector que más creció
durante la década del 90 fue el de los servicios y, dentro del mismo, el de las
mensajerías fue la alternativa para la gran mayoría de la juventud sin acceso a
la formación profesional, ni perspectivas de desarrollo en el sector fabril o
empresarial.

“Empecé con esto en el 98, pero manejo desde los siete años. Mi
viejo corría carreras. Y cuando era chica le puse en marcha una
Gilera. Parece que salí como él.” (La Negra)[1]
“Yo terminé el secundario, hice unos meses del CBC y deje todo
colgado para empezar a fletear. Empecé en bici, que es mucho mas
desgastante. A los pocos meses me compré la moto, enseguida me
di cuenta que ser mensajero no es para cualquiera.” (Franco)
“Hasta el 98 trabajé en una fábrica y, cuando se venció el
contrato, me echaron. Con la plata de la indemnización, me compré
una moto.” (Javi)
“Trabajé en más de quince agencias. Al principio estuve en
rotación constante, como todos los chicos del gremio, un tiempo en
una mensajería, luego me cansaba por alguna injusticia y buscaba
otra. Salías a buscar trabajo porque veías un aviso en el diario y
empezabas a fletear en el momento, no te pedían ni el registro de
conductor.” (Lulo)
Flexibilización y resistencia
Como prueba de la continuidad del sistema al que representaban, tanto
Menem como De la Rua impusieron –coimas mediante- las leyes de
“flexibilización” laboral. Ante el grave problema de desempleo que enfrentaba la
Argentina, se enmascaraba la pretensión de facilitar la inversión, “flexibilizando”
los derechos de los trabajadores. Derechos conquistados a fuerza de lucha en
el pasado siglo por la clase trabajadora.
Instrumentaron el despido sin causas luego de 3 meses de prueba que, junto
a los altísimos índices de desocupación, actuaron como disciplinador social de
la clase obrera. Habiendo quebrantado la industria con su consecuente
destrucción y rematado el Estado mediante escandalosas privatizaciones, sólo
quedaba vulnerar a la clase trabajadora, como última fuente de extracción de
riquezas, a partir de una extrema explotación. Esto constituyó una tercera fase
en la entrega sistemática de la soberanía nacional.
A fines de esta nueva década infame en la Argentina, comenzaron a
aparecer vientos de cambio a nivel mundial. Manifestaciones, cada vez más
activas, contra la globalización, en cada oportunidad que se reunía el G-8: la
batalla de Seattle, en 1999; Génova 2001; etc. A mitad de 2001, en Argentina,
se reunieron los cancilleres del continente, con el objetivo de avanzar con la
propuesta del Área de Libre Comercio de las Américas. La manifestación
contra el ALCA fue multitudinaria y finalizó con graves enfrentamientos con la
policía. Sería una de las primeras manifestaciones extra gremial en la que
participaría el SIMeCa.
En septiembre de 2001, en el corazón del capitalismo, dos aviones
atravezaron las torres gemelas, como sugiriendo al mundo que la globalización
no era tal, y que “el fin de la historia” era un sinsentido, no sólo por definición.
Mensajeros ¿Trabajar o servir?
Una de las características que distinguen a los mensajeros de otros oficios o
actividades laborales que puedan resultar similares, es la vital función que
cumplen en la operatoria urbana. Pese a los inmensos avances en las
telecomunicaciones que trajo el siglo XX, aún subsiste en la era digital la
necesidad de contacto vivo, incluso a nivel profesional. Ejemplos claros en
base a estas necesidades de conexión y prontitud pueden encontrarse en
casos análogos a lo largo de la historia. Y tal vez sea ahí donde se visualice
mejor la característica distintiva de los mensajeros. Podemos ver, por ejemplo,
a los chasquis del imperio Inca, que recorrían el altiplano a pie, de ciudad en
ciudad, en pos de establecer canales de comunicación entre distantes puntos
del imperio; como los así también llamados chasquis de la colonia, que
tomaron el nombre de sus predecesores quechuas ya que cumplían más o
menos la misma función (aunque a caballo) entre las postas del virreinato. Si
bien no es el caso de los mensajeros modernos la necesidad de recorrer
grandes distancias (al menos, no principalmente), sí comparten con sus
análogos históricos la función de enlace urgente que motivó el surgimiento de
cada uno de ellos. Está función, ya sea por agilizar las comunicaciones en pos
del control imperial, la administración colonial, o el comercio y la producción
capitalista, es el denominador común que los distingue como herramienta
especifica en tan variadas realidades.
Socios en las pérdidas
Pensar quiénes son los mensajeros implica analizar el contexto social,
político y económico en que se masifica la mensajería en moto como “salida
laboral”.
Las llamadas leyes de “flexibilización laboral” libraron, en buena parte, del
pago de cargas sociales al sector empresarial, permitiendo la precarización del
trabajo. En el caso de las mensajerías, la tercerización de los servicios
consolidó el denominado sub empleo y permitió la relación de dependencia
encubierta. Se profundizó así la crisis de empleo.
Los jóvenes expulsados por el mercado laboral tradicional eran “admitidos”
de manera flexibilizada como mensajeros, pero no se los reconocía como
trabajadores en relación de dependencia sino que se los encuadraba en la
categoría de monotributo.[2]

“Hay pibes que están en blanco, pero los patrones se siguen re
zarpando; les pagan el mínimo y los esclavizan todo el día. A
muchos pibes los engañan con la inscripción en el monotributo; hay
compañeros que creen que así están blanqueados.” (Javi)
También se volvió a viejas prácticas de explotación, como el trabajo a
destajo, donde el trabajador mensajero obtenía un sueldo acorde a la cantidad
de viajes efectuados durante el mes o la quincena. Esto significa, autoexigirse
al máximo para obtener un sueldo que cubra las necesidades básicas.

“En la calle vos estás pensando un montón de cosas. Trámites,
cobranzas, que no te cierre una empresa o un banco; al mismo
tiempo, estar atento, que no te pise un colectivo, que no te abra la
puerta un pasajero de taxi.” (Lulo)
“Cada vez hay más mensajerías, mucha competencia, y
entonces, ¿qué hacen?: bajan los precios de los viajes y el que
caga es el fletero.” (Javi)
Al mismo tiempo, la patronal agenciera no corría con ningún riesgo, ni
siquiera con los gastos de infraestructura que requiere tener una pequeña
empresa. Aún hoy en día, la mayoría de los agencieros comparten con sus
empleados mensajeros los gastos de radiofonía, seguro de vida y, en muchos
casos, los uniformes de la misma empresa. O sea que, mientras los
mensajeros pagan el mantenimiento de las herramientas de trabajo (nafta,
repuestos, responsabilidad civil, taller mecánico, etc.), los agencieros ni
siquiera pagan las cargas sociales.
El neoliberalismo muestra así la cara más perversa del capitalismo,
asociando en las perdidas a los trabajadores y a sus explotadores.
Todo esto facilitó la coincidencia de sentido en torno a una problemática tan
clara como avasallante e inmediata. El enemigo era uno; sus agresiones, claras
y la necesidad de acción, urgente.
La bronca en la calle
En este contexto, en Sarandí, suceden dos hechos de resonancia pública,
de los que el diario Clarín destaca los disturbios y enfrentamientos con la
policía y no la causa del conflicto en sí mismo.
El 7 de agosto de 1999, en la Av. Mitre, un mensajero tuvo un confuso
accidente fatal, en el cual el camionero que lo atropelló hizo abandono de
persona.
En menos de 15 días, sus amigos y compañeros convocaron a dos
manifestaciones en reclamo por el esclarecimiento de la muerte de Diego Stierli
y buscando testigos del hecho. Durante el corte del Puente Pueyrredón, un
colectivo de la línea 10 terminó con sus vidrios destrozados, luego de intentar
pasar por encima de los manifestantes. En la siguiente manifestación, en Mitre
al 2000 (lugar donde murió Diego) un auto particular, de un oficial de la
Comisaría 4ª de Avellaneda, terminó incendiado, luego de que éste intentara
amedrentar a los motociclistas con disparos al aire. [3]
Ambas manifestaciones finalizaron con incidentes. Fueron convocadas de
boca en boca, espontáneamente, y tuvieron una respuesta masiva del gremio
mensajero. Un año más tarde, durante el cual se había conformado el
sindicato, a pedido de los familiares y amigos, las manifestaciones fueron
acompañadas por el SIMeCa.

“En Hipólito Yrigoyen y 9 de julio, hay una parada de motos muy
concurrida. Un día cayó un remisero y, señalando a un lujoso auto,
empezó a gritar que había pisado a un mensajero. Entonces, ahí
van todos los chicos, rodean el coche y lo comienzan a sacudir para
todos lados. Luego se armaron algunas escaramuzas con la policía,
que se lo querían llevar andando en el coche. Los pibes, a los
gritos, exigían que le pongan las esposas y se lo lleven detenido.
Fuimos a la comisaría como cuarenta pibes detrás del patrullero,
puteando al chabón y cantando canciones contra la policía. Un
mensajero en problemas y cuarenta personas cambian su rumbo
para hacerle la segunda.” (Lulo)
El movimiento mensajero viajó de moto en moto
La dureza y el rigor que padecen todos los mensajeros -ya sea por la
exposición a las inclemencias del clima, el alto riesgo de accidentes, la
contaminación sonora a la que son sometidos de manera constante, o las
exigencias de la actividad en su calidad de urgente- imponen un ritmo de
trabajo que fuerza al límite sus capacidades físico-mentales, como la última
tuerca a ajustar en pos de la optimización, siendo esto un denominador común
en todos, más allá de las diferentes labores que realicen o condiciones en que
se hallen.

“Aguantar la lluvia, el frío o el calor durante el día, te une mucho
con los compañeros. Llegar un viernes a la tarde, luego de una
semana de lluvia, en invierno, y tomarse unos mates con los pibes
que sufrieron como vos, te da lazos muy fuertes, muy humanos.
Luego, en la calle, eso se transforma en solidaridad.” (Lulo)
“La primera vez que me sentí parte de un gremio fue cuando se
me quedó la moto. No recuerdo si me quedé sin nafta o se me cortó
la cadena. Apareció un chabón y me empujó. Yo le dije: –Che,
gracias- y me respondió: –Gracias, no. Vos tenés que hacer lo
mismo-. A partir de ese momento, me sentí parte de la movida.
Cabecear en los semáforos para saludar a los pibes, eso me remarcó.” (Franco)
Y es en estos factores inherentes al oficio donde, creemos, se originan, en
gran medida, ciertos códigos de solidaridad que distinguen al gremio y lo
elevan, muchas veces, por encima de los valores sostenidos actualmente por la
sociedad, en cuanto al sentido de comunidad o de nación. Vale aclarar, en este
punto, que nos referimos a la solidaridad empática, originada en experimentar
los mismos padecimientos y problemas de esta actividad laboral, que se
plasman en una serie de códigos y conductas.

“Cuando te empujan porque se te rompió la moto, o te ayudan a
armar un paquete que se te está cayendo. Te quiere pelear un
taxista y paran tres motos y le dicen “rajá porque te cagamos a
palos”. Son cosas que no pasan en todos los gremios. Nuestro
laburo es muy individual, estás solo en la calle, te apreta el patrón,
los coches te pisan, la cana te pide plata y el único que te puede
ayudar es otro fletero que le ocurre lo mismo que a vos.” (Lulo)
“Un día me quedé tirado por una boludez, muy común: no
haberme fijado si la última vez que cargué nafta le saqué la reserva.
Bueno, el tema es que me di cuenta que no había sacado la
reserva volviendo de Pacheco y un detalle no menos importante
que este, era que no tenía un peso para cagarle.
Ya resignado a tener que volver a Capital caminando y
autoputeándome, siento frenar una moto y el fletero me hizo la
pregunta salvadora: “¿qué pasó vieja?”, me dio vergüenza explicar
lo que había pasado, pensé que se iba a reir, pero me dijo: “subí
que te tiro”.
Me llevó a la primera estación de servicio y me dio cinco pesos
para la nafta. Sumamente agradecido, le pregunté donde podía
ubicarlo para devolverle la plata, con lo cual cerró su actitud
majestuosamente: “si querés devolverme el favor, cuando veas a
algún fletero tirado no dudes en ayudarlo y por la plata algún día
que nos crucemos me invitas una birra”, y se fue tocando bocina y
bajando levemente la cabeza en forma de saludo.” (Murga) [4]
La tarea laboral del mensajero conlleva, en sí misma, cierto grado de
atomización, provocando que, al mismo tiempo, la calle se convierta en el lugar
donde, de moto en moto, los trabajadores se reconocen e identifican como
compañeros. Fue así como, a fines de los noventa, un grupo de trabajadores
empezó a ver como posible, además de urgente la necesidad de organizar su
sindicato.
“Desde hace más de medio siglo, los trabajadores hemos venido siendo
testigos pasivos de la burocratización de los sindicatos, que son, por
naturaleza, nuestra herramienta de lucha como clase trabajadora, contra las
injusticias a que nos somete diariamente la clase patronal…” [5]
Declaración de Principios de SIMeCa.
“La parada”como punto de partida
En el año 1999, tuvieron lugar las primeras reuniones. En el Club
Paraguayo, no más de seis fleteros, entre ellos, algunos trabajadores de
fábricas que los años 90 empujaron a montar una moto. También se sumaron
“nuevos trabajadores” devenidos de la desmoronada clase media, con
experiencia militante en espacios donde el horizontalismo era una cuestión
corriente.

“Yo paraba en Perón y Pellegrini, ahí conocí a muchos fleteros.
Hablábamos de los viajes, de esto, lo otro, íbamos a jugar a la
pelota. De manera que, un día, decidimos hablar estas cosas de
otra manera, ya no en una parada. Convocamos a una reunión en
el club Paraguayo, con la idea de formar un grupo de fleteros y
conversar sobre el gremio, luego de jugar al fútbol.” (Javi)
“Las primeras reuniones en el Club Paraguayo no venía nadie.
Siempre éramos los mismos. Iban como 3 meses y dijimos: -nace o
muere. Planteamos la primera movilización y ahí salimos a pegar
carteles por todos lados, a repartir volantes en todas las paradas.
En esa época hacíamos los volantes en nuestros clientes. No
sabíamos que expectativas tener hasta que llegamos los cinco que
éramos, a las 7 de la tarde al obelisco y de repente había como 500
motos. Yo recuerdo que lloraba de alegría. Íbamos por las veredas,
cortábamos todo el tráfico, fuimos a Plaza de Mayo y allí hicimos
como una pequeña reunión. Ahí yo creo que nació SIMeCa, ese es
un punto donde dejamos de ser un grupo y a la siguiente reunión ya
éramos como 30 compañeros.” (Rasta)
Así surgieron los primeros debates sobre el tipo de sindicato que los
mensajeros necesitaban.

“Hace diez años empezamos a construir este sindicato, casi sin
experiencia sindical. Yo soy de los primeros, y todavía sigo
acumulando experiencia.
En el grupo inicial había varios compañeros anarquistas y
plantearon la idea de un sindicato horizontal. Entonces, le fuimos
dando forma de sindicato horizontal, independiente y clasista, de
base. Ahí salió el nombre de Sindicato Independiente de
Mensajeros y Cadetes.” (Javi)
El resultado fue la construcción de un sindicato clasista, compuesto
íntegramente por trabajadores mensajeros, con el propósito de evitar la
burocratización que distanció a los trabajadores de su herramienta de lucha,
donde las decisiones fueran tomadas por la asamblea general de los delegados
por agencia o, en su defecto, por todos los mensajeros que asistieran al
sindicato, a fin de romper con el verticalismo de las organizaciones
tradicionales.

“A mí me atrajo mucho el tema de la horizontalidad, de la
asamblea y de la acción directa.” (Juan)
Vale destacar que estas inquietudes respecto del modo de organización
fueron producto de dos factores que marcaron este período: por un lado, el
descrédito en las formas institucionales de hacer política (convenientemente
fomentado por los medios masivos de comunicación, mediante la
estigmatización de la política como sinónimo de corrupción, durante los
noventa) y, por otro, la irrefrenable necesidad de ejercela de un modo directo y
participativo, a raíz de la extrema precariedad en que las políticas neoliberales
habían sumido a la clase trabajadora. Por esto, no es casual que se tomara,
incluso desde el ámbito universitario, el ejemplo de los movimientos de
trabajadores desocupados, conocidos como “piqueteros”, por su forma de
lucha, a partir de las barricadas y tomas de ciudades, como los casos CutralCó, Tartagal, Gral. Mosconi y Jujuy. Luego, en el Movimiento de
Autoconvocados de Corrientes, en algunas organizaciones de trabajadores
desocupados y, simultáneamente, en el movimiento de fábricas recuperadas,
se consolidan las formas organizativas horizontales y democráticas que más
tarde reaparecen en las asambleas barriales post-diciembre de 2001. [6]
En este marco, nació el SIMeCa y, con él la primera experiencia sindical de
los trabajadores mensajeros.
“(…) los trabajadores mensajeros (a pie, en bici, en moto y/o delivery)
hemos decidido formar un sindicato de clase, distinto a los tradicionales, sin
cargos rentados, un sindicato independiente del Estado, de los poderes
políticos y/o religiosos.
Un sindicato organizado horizontalmente, donde las decisiones pasen
constantemente por los trabajadores mensajeros afiliados, por medio de su
respectivo delegado que solo es un portavoz de los compañeros (y no un mero
representante) y con una asamblea general de todos los afiliados como único
órgano resolutivo.”[7]
Declaración de Principios de SIMeCa.
El SIMeCa a la calle
Durante la primavera del año 2000 se realizaron las primeras convocatorias
del SIMeCa, en el marco de un plan de lucha por mejoras en las condiciones
laborales, que tuvieron una respuesta masiva del gremio mensajero. Las
movilizaciones impactaron debido al novedoso efecto que producía una gran
marcha de manifestantes motorizados.

“En un principio, a fines del 99, solo eran reuniones para discutir
la situación del gremio y ver cómo nos podíamos organizar. Una
agrupación, una cooperativa, una mutual, o a través de un
sindicato.
Desde el club Paraguayo, empezamos a largar volantes para
plantear todas estas cuestiones que nosotros veíamos: el
descuento del handy, la lluvia, el bulto. Había que sumar
compañeros al debate sobre qué hacer con nuestro gremio. Más
tarde, nos reuníamos en el Comedor “El Corazón”, de la calle Salta,
y la volanteada la hacíamos en Perón y Pellegrini, junto a los
compañeros que venían a las reuniones y empezaban a parar en la
esquina del sindicato.
También nos preguntamos: ¿A quién iba a abarcar el sindicato? Y
decidimos incluir a todos los mensajeros, los deliverys, y a los
cadetes caminando.” (Javi)
En la 1º convocatoria, a fines de octubre, el punto de encuentro fue el
Obelisco. De allí se partió hacia Plaza de Mayo. Era jueves y el saludo a las
Madres fue como una forma de plantear de qué lado estaban los mensajeros. A
mediados de noviembre, durante la 2º movilización, un mar de motos cubrió la
av. 9 de julio y se dirigió por la Autopista 25 de mayo a levantar las barreras de
los peajes. Los medios de comunicación ya no pudieron silenciarlos y titularon
“Motoqueros en pie de guerra.”[8]

“Logramos la rebaja de los peajes, el pase por los pilotes y el
libre estacionamiento en el microcentro. Fueron conquistas que
conseguimos muy pronto.” (Javi)
La patronal recogió el guante, se organizó en la Cemmara (Cámara de
Empresas de Mensajerías por Motos y Afines de la Republica Argentina), y
conspiró para frenar la concurrencia a la segunda movilización del 2000,
repartiendo volantes que anunciaban, hasta nuevo aviso, la suspensión de la
marcha. Los “firmaba” el SIMeCa “adherido a la CTA”. Cabe destacar que
fueron unos verdaderos visionarios, ya que el SIMeca entraría a la CTA más de
cinco años después (en el 2005). Simultáneamente, los militantes más activos
recibieron amenazas de la patronal y comenzaron a circular listas negras de
quienes impulsaban el SIMeCa. Desde entonces, las posiciones con el
Cemmara fueron irreconciliables.

“A un compañero lo atropellaron cuando, dos minutos antes, de la
misma camioneta que lo atropelló, un tipo le dijo: –Aprendé a
manejar, porque te puede pasar algo-. A otro lo agarraron entre
ocho de la cámara y a mí me amenazaron diciéndome que me iban
a matar y a robar la moto y, finalmente, a la moto me la robaron.
Por eso, la mano se viene muy dura y nosotros no vamos a
aflojar.” (Rasta)[9]
Buscando el rumbo
Desde sus inicios, el SIMeCa se pensó como una organización solidaria con
las otras luchas, que no sólo integrara políticamente a los mensajeros, sino
que, a la vez, se insertase coherentemente dentro del campo popular en lucha.
Así se comenzaron a organizar fiestas y festivales de rock que, además de
servir para juntar unos pesos para volantes, pintadas y banderas, eran una
alternativa cultural a la “boludez fashion” desideologizada de aquel momento.

“A nosotros nunca nadie nos bancó nada para los volantes,
pegatinas, etc. Hacíamos festivales para juntar plata y sumar
compañeros. Recuerdo los recitales en el Parque Lezama,
hacíamos choripaneadas y tocaban bandas punks, y encima, ese
día, se largaba a llover.” (Javi)
Uno de los rasgos que marca esta identificación del SIMeCa con otros
movimientos en lucha es que también participó activamente en los escraches a
los genocidas de la última dictadura militar, convocados por H.I.J.O.S. En ese
rumbo, se identificó con organizaciones piqueteras, emergentes de un mismo
cuadro social.
Desde un principio, primó la idea de que la asamblea era el órgano
resolutivo. Allí, todos los miércoles, luego de largas discusiones, se
consensuaba la línea y las acciones que se llevarían adelante. Organizar una
movilización o un escrache a algún agenciero; formar las regionales (Norte, Sur
y Oeste), sacar la publicación “Mensajeros en lucha”, o la planificación de un
recital o fiesta para recaudar fondos.
Internamente, convivía cierta diversidad ideológica (anarquistas, peronistas
de izquierda, trotskistas, comunistas e independientes), aunque, en términos
políticos, esta diversidad que en la izquierda tradicional (los partidos), siempre
representó un escollo insalvable, en el SIMeCa no era tal. Y más aún, ante la
ambiciosa pretensión de que la política del sindicato se delinee en forma
asamblearia, incluso en las cuestiones más cotidianas, se bregaba por el
consenso. Y creemos que, en esto, colaboró la situación política a la que nos
enfrentábamos.

“SIMeCa, en sus inicios, reunía las condiciones de la militancia
“de la resistencia”. Se organiza de manera anárquica, funcionando
en asambleas, sin ninguna relación con las centrales sindicales (ni
CGT ni CTA), ni qué hablar de los partidos políticos.” (Pelado
Mariano)[10]
Las cuestiones estratégicas fueron más complicadas. Además de todo lo
antes dicho, el agotamiento ayudó, muchas veces, a dirimir las diputas.
Agotamiento en dos sentidos: por un lado, al no admitir el voto en la
asamblea, la discusión se extendía hasta agotar todo los argumentos posibles
(por lo menos los expuestos). Y, por otro, el agotamiento físico y mental de los
participantes, ya que las asambleas (que, en un principio, se daban todas las
semanas) principalmente, se realizaban en días laborables y se sobreentiende
que, luego de 9 horas arriba de la moto, la obligada cerveza en la parada o en
la esquina del local y una asamblea que se extiende hasta altas horas de la
noche, el agotamiento actúa como disciplinador de los vicios comunes de la
política (por embrionaria que sea), como ser el personalismo, la testadurez, el
dogmatismo, etc. Sin idealizar la situación, no siempre se tomaba la mejor
decisión ni se iban todos conformes. Pero siempre había acuerdo.

“El objetivo principal del sindicato, siempre fue ayudar a los
compañeros. Una de las premisas del SIMeCa es la solidaridad y la
lucha. Un montón de veces estábamos en medio de una reunión del
sindicato, discutiendo algo importante a nivel organizativo, y caía
uno que no venía nunca y decía –che, pasa esto, -y nosotros
dedicábamos dos horas de la asamblea, o salíamos volando sin
una discusión previa, sin plantearnos una estrategia de cómo
encarar el problema. Tuvimos muchos errores de juventud, pero
digamos que fue un momento bien nuestro, que se armó un lindo
grupo, muy unido.” (Javi)
En aquellos primeros años primó un espíritu fraternal y de convencimiento
en que el único camino posible era de unión y de lucha contra el capitalismo en
su versión neoliberal.
Nuevas y antiguas formas de organización sindical
En esta mezcla de precariedad y urgencia, el SIMeCa se organizó desde la
calle; la parada de Perón y 9 de Julio fue el lugar de referencia durante mucho
tiempo. Por allí pasaban los mensajeros para hacer alguna consulta gremial o
legal y, desde allí, se sumaban a las reuniones orgánicas que se dieron,
primero, en el Club Paraguayo, luego, en un comedor de la calle Salta, para
asentarse, más tarde, en el emblemático local de H.I.J.O.S.

“En ese entonces, ni lugar teníamos, funcionábamos en el local
de H.I.J.O.S., en las intersecciones de Venezuela y Piedras.”
(Seba)[11]
“H.I.J.O.S. estuvo siempre presente, varios compañeros eran de
la agrupación. En la primera época nos habilitaron un lugar para
juntarnos en su local, nos dieron mucho apoyo. También
empezamos a participar en los escraches, aportábamos seguridad
en las manifestaciones, hacíamos los cordones o cortábamos las
calles.” (Rasta)
El menemismo dejó una sensación de apatía generalizada entre los jóvenes.
Ante esta situación del “sálvese quien pueda”, predominante en la sociedad,
hizo su aparición el SIMeCa. Como alternativa antagónica a la hegemonía
neoliberal, buscó sus fuentes en la FORA [12] anarquista, de principios del siglo
XX, y en la CGT de los Argentinos[13], de los 60.
“La Federación Obrera Regional Argentina (F.O.R.A.), enemiga de la política
parlamentaria, tiene por objetivo no sólo la lucha directa por la conquista de
mejoras económicas y morales para el proletariado, sino que pretende destruir
el régimen económico y político vigente.”
Diego Abad de Santillán, F.O.R.A. fundada en 1901.
“(…) La historia del movimiento obrero, nuestra situación concreta como
clase y la situación del país nos llevan a cuestionar el fundamento mismo de
esta sociedad: la compraventa del trabajo y la propiedad privada de los medios
de producción.
Afirmamos que el hombre vale por sí mismo, independientemente de su
rendimiento. No se puede ser un capital que rinde un interés, como ocurre en
una sociedad regida por los monopolios dentro de la filosofía librempresista. El
trabajo constituye una prolongación de la persona humana, que no debe
comprarse ni venderse. Toda compra o venta del trabajo es una forma de
esclavitud.
La estructura capitalista del país, fundada en la absoluta propiedad privada
de los medios de producción, no satisface sino que frustra las necesidades
colectivas, no promueve sino que traba el desarrollo individual. De ella no
puede nacer una sociedad justa.”
Programa del 1º de mayo, CGT de los Argentinos,
1968.
“Reconocemos como influencia las experiencias de la FORA y la CGT de los
Argentinos”,[14] le dicen a página/12 Gastón, Leonardo y Karina.
El SIMeCa no se planteó la lucha por el blanqueo de los mensajeros como
única meta, ni como única vía para mejorar las condiciones de vida. Sus
integrantes tampoco se sentaron a esperar que el Ministerio de Trabajo les
otorgara la personería gremial –que, con una década de existencia, el sindicato
tampoco obtuvo-. Desde sus inicios, buscó convertirse en una alternativa
sindical a las burocracias tradicionales, donde los mensajeros pudieran
acumular experiencia de lucha que los condujera a ganar los conflictos contra
la patronal. Asimismo, que los mensajeros contaran con un sindicato con
proyección política, donde poder acercarse a discutir el tipo de país que sueñan
y quieren.
Notas
[1] Entrevista a Silvia “La Negra”, en Agencia CTA, Jueves 1ro de octubre de 2009, por María Mendez.
[2] El monotributo es un impuesto concebido, originalmente, para profesionales y cuentapropistas.
[3] Diario Clarín, 13 y 20 de agosto de 1999.
[4] Mensajero s en lucha. Nº 6. Marzo abril de 2003.
[5] Declaración de Principios de SIMeCa. Mensajeros en Lucha. Marzo de 2001.
[6] Cotarelo Celia. Pimsa 2004, Nº 50 “Crisis política en argentina (2002)”.
176p.
[7] Declaración de Principios de SIMeCa. Mensajeros en Lucha. Marzo de 2001.
[8] Diario Crónica, 26 de octubre de 2000.
[9] Resistencia Nº 2. Organo de Org. Rev. Anarquista. Febrero de 2001.
[10] Noticias Urbanas, Año 3 – Nº 139 junio de 2008.
[11] Escrito de Sebastián Gianetti. 20/12/2012.
[12] La FORA (Federación Obrera Regional Argentina) fundada en 1901, mantuvo una influencia muy
importante sobre el movimiento obrero argentino durante las primeras décadas del Siglo XX. De marcada
tendencia anarquista, la acción directa y su autonomía política fueron sus principales características.
[13] La CGT de los Argentinos surgió en 1968, en respuesta al sindicalismo colaboracionista del “Lobo”
Vandor que buscaba pactar con la Dictadura Militar de Onganía. Fue una experiencia sindical clasista y
combativa, llevada adelante por dirigentes como Raimundo Ongaro y Agustín Tosco, que tuvieron un rol
muy importante en el Cordobazo.
[14] Diario Página/12. “Los combativos”, 3 de noviembre de 2002.

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I- Orígenes de SIMeCa

  • 1.
  • 2. Sindicalismo con códigos mensajeros : una mirada histórica sobre SIMeCa : 1999-2011. 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Gabriel Ediciones, 2013. E-Book. ISBN 978-987-29892-0-0 1. Sindicalismo. I. Título CDD 335.82 Fecha de catalogación: 15/08/22013
  • 3. Índice Editorial……...………………………………………………… 4 Introducción…………………………………………………… 7 I- Orígenes de SIMeCa……………………………….… 10 II- Solidaridad y lucha……………………………………. 25 III- Gremialismo y acción directa………………………… 39 Agradecimientos……………………………………………… 59 Bibliografía…………………………………………...……..… 60
  • 4. Editorial: Por qué cantamos (…) cantamos porque llueve sobre el surco y somos militantes de la vida y porque no podemos ni queremos dejar que la canción se haga ceniza. Mario Benedetti Varios años atrás, nos juntamos y empezamos con esta idea de escribir sobre la historia de SIMeCa. Luego, al cumplir 10 años SIMeCa, nuestra idea mutó en un escrito oficial del sindicato. Para finalmente regresar al punto de partida tras la disolución de SIMeCa en el 2011. Por ello podemos decir que este texto tiene años de discusión, incluso con los compañeros entrevistados. Utilizamos como principales fuentes históricas, las entrevistas realizadas a miembros de SIMeCa -publicadas en diversos medios periodísticos- y también realizamos entrevistas exclusivas para la presente investigación. La historia del SIMeCa, es la historia de los que luchan. La historia del gremio mensajero, que en respuesta a la precariedad extrema a la que son sometidos en esta etapa del capitalismo, generó una experiencia sindical antagónica a las burocracias tradicionales y de características muy similares a las primeras organizaciones obreras de nuestro país. En esta breve investigación histórica, buscamos entrelazar los hechos que creemos relevantes en la historia de SIMeCa como organización gremial de los mensajeros, junto al contexto social, político y económico del país y algunos hechos, que consideramos vinculados, en el resto del mundo. Hemos secuenciado el presente trabajo, en tres momentos o niveles de análisis: orígenes, activismo político y social, y activismo gremial del SIMeCa. Aunque ninguno de estos tres momentos o niveles dejan de contener las particularidades de
  • 5. los otros dos, nos pareció oportuno para una mejor lectura y comprensión de este escrito. El primer momento o nivel abarca desde los Orígenes de SIMeCa –mediados de 1999- hasta los días preliminares a la crisis de 2001: flexibilización laboral, surgimiento y situación del gremio, primeras movilizaciones y formas organizativas e inicios del SIMeCa. El segundo momento o nivel, Solidaridad y lucha, lo entendemos como continuación del momento anterior pero se caracteriza por un marcado activismo político y social, y lo enmarcamos desde la rebelión popular del 20 de diciembre de 2001, hasta la inauguración del primer local propio del SIMeCa en septiembre de 2003. La activa participación en las jornadas del 19, 20 y 21 de diciembre de 2001, la solidaridad y el acercamiento a otras organizaciones –organismos de DDHH, trabajadores de fábricas recuperadas, movimientos de trabajadores desocupados y asambleas barriales- y la búsqueda de una respuesta social desde el sindicato a la pauperización del salario mensajero, fueron las principales características de esta etapa que forjaron un crecimiento cualitativo del SIMeCa. Aquí hay una etapa de transición entre el segundo y el tercer momento, caracterizado por un perfil social, con la apertura de dos locales sindicales propios, que buscaron responder a la problemática social del mensajero con el taller y el comedor a precios populares. También implicó un crecimiento político interno a través de la discusión CGT o CTA, y una vuelta de tuerca en la consolidación de la lucha y la experiencia gremial que caracterizó fuertemente al tercer momento. El tercer momento o nivel, Gremialismo y acción directa, está marcado por el activismo gremial que, aunque ha sido una característica histórica de SIMeCa, se vuelve la más importante. Esta tendencia se fortaleció desde mayo de 2005 con la obtención de la personería jurídica por parte de SIMeCa. Este último momento se caracterizó por la generalización de la metodología de acción directa para conducir los conflictos, la disputa por la hegemonía del gremio mensajero con el ASIMM y por la entrada y participación activa en la CTA. Para enmarcar a estos tres momentos o niveles de la historia del sindicato, creímos fundamental que estuviera presente la voz de los protagonistas, buscando acercar al lector, lo que a nosotros nos ha llamado tanto la atención desde nuestra iniciación en el gremio, que son ciertos códigos de solidaridad entre los mensajeros plasmados en sus conductas y actitudes cotidianas. Como ex mensajeros, y militantes de los primeros tiempos de SIMeCa, podemos decir que nos hemos llevado una experiencia única e inquebrantable de militancia, de lucha y de solidaridad de clase. Si se entiende por militante a aquella persona que comparte ciertos valores con un grupo de gente que aspira a la construcción desde algún lugar y en algún aspecto motorizador del progreso social o humano,
  • 6. podemos afirmar sin hipocresía nunca haber abandonado el SIMeCa ya que no dejamos de creer en los valores que sostuvo,en el proyecto que buscó desarrollar, ni en los compañeros que lo sustentaron a pura convicción. Mediante el presente escrito: SINDICALISMO CON CÓDIGOS MENSAJEROS pretendemos transmitir algo de lo que hemos aprendido como personas y, lo que nos significa a nosotros cada día, nuestro paso por el sindicato de los mensajeros. Estamos profundamente agradecidos a los compañeros, que nos abrieron una vez más, las puertas de nuestro sindicato. Esperamos, de alguna manera, poder establecer un dialogo histórico que ayude a pensar tanto al SIMeCa como a otras experiencias sindicales en el futuro. Leandro Gorini y Gabriel Calvo
  • 7. Introducción de los compañeros de SIMeCa: En el transcurso de la historia los trabajadores hemos sido sujeto de victimización a pesar de que la verdadera historia, esa que vivimos todos los días, nos hace merecedores de ser sujetos de la revolución. Es en este camino, que tiene como destino cambiar los rumbos de la clase trabajadora para hacerla libre, que SIMeCa comienza a contar su historia. Rara vez los protagonistas de los procesos sociales, de las organizaciones populares, en este caso de un sindicato, tienen la posibilidad de reflexionar y escribir su propia historia. Esta fue una tarea siempre presente pero postergada y pendiente en nuestro caso. Esta iniciativa partió junto a un grupo de compañeros fundadores que hoy trabajan en otras actividades, y ha sido asumido como propio por la militancia actual del SIMeCa. Porque estos compañeros fundadores son parte de el “nosotros” no solo por la historia en común, sino sobre todo por seguir sosteniendo los principios y valores sobre los que fundamos nuestro Sindicato. Somos concientes que recuperar nuestra historia es también, en parte, rescatar la experiencia militante de una generación y también de una fracción de la clase trabajadora argentina. Al hablar de nuestros inicios, no podemos obviar el contexto político en que se ha desarrollado nuestro sindicato. Muchos de los compañeros fundadores, por edad, por afinidad política o por su misma historia personal, hemos vivido en los escraches de la agrupación HIJOS nuestra primer experiencia militante. HIJOS, sus métodos de acción directa, la organización asamblearia, fueron una referencia ineludible y la vinculación con esta agrupación fue tan estrecha que el sindicato funcionó por un tiempo considerable en el local de los compañeros/as. Diciembre de 2001 fue nuestra entrada a la historia como gremio y como Sindicato. Los mensajeros participamos en forma masiva, excediendo ampliamente el número organizado por entonces en el sindicato. Aquel diciembre nos hicimos visibles para la sociedad y nos ganamos el reconocimiento popular por la participación en las primeras líneas de la lucha callejera, y también porque unos de los caídos fue Gastón Riva, trabajador mensajero y compañero. Fuimos parte de la juventud que sostuvo las barricadas contra Cavallo, De la Rua y el cuento neoliberal del fin de la historia. Los años posteriores, de auge del movimiento de desocupados, nos encontraron compartiendo mucho más que métodos de lucha, organización y la finalidad del cambio social. Fuimos de los pocos sindicatos que coordinamos actividades y movilizaciones con las organizaciones piqueteras. Una segunda camada militante incorporada en esta etapa y de origen piquetero fortaleció este perfil.
  • 8. Al calor de la recomposición económica posterior al 2003 surgieron nuevas experiencias gremiales antiburocráticas con las que compartimos ámbitos de discusión y militancia. La participación en el movimiento nacional de las 6 hs. impulsada por el Cuerpo de Delegados del Subte y posteriormente nuestro paso por el movimiento intersindical clasista (MIC) son prueba de ello. Años más tarde ingresamos a la Central de Trabajadores de la Argentina, no es casual que en esta etapa reforzáramos la lucha por el reconocimiento de nuestro sindicato y de esa manera empujáramos la lucha de miles de nuevas organizaciones por la libertad sindical. EL llamado fallo ATE-PECIFA marca un punto de inflexión para todos aquellos que luchamos por un sindicalismo libre y democrático. El SIMeCa es nuevamente interpelado por la realidad, pero en esta última etapa la relación es inversa. Si bien en otras etapas de nuestra trayectoria la coyuntura social nos marcaba su impronta, esta vez sentimos que nosotros con nuestra lucha (con más fuerza a partir del ingreso a la CTA ), somos quienes contra viento y marea estamos imponiendo la libertad sindical de hecho. Desde el SIMeCa hemos generado nuevos delegados en los gremios de Farmacia, Pasteleros y Comercio. Golpeando de esta manera, a las viejas estructuras burocráticas de la CGT, como lo hacen en cada acción los compañeros del subte a la UTA. Actualmente a lo largo de todo el país se suman cada vez más trabajadores del sector privado que se organizan por fuera de la CGT y se suman a nuestra lucha que venimos sosteniendo desde hace muchos años; en la calle, organizados y luchando porque esa es la única garantía que tenemos los trabajadores para garantizar que cualquier tipo de fallo, ley o convenio se aplique. Hoy desde SIMeCa-CTA mantenemos la esperanza de construir un sindicalismo diferente, que nos represente a todos aquellos que producimos las riquezas de este mundo. Nosotros luchamos por la libertad sindical, para que en cualquier rincón de la patria y en cada lugar de trabajo haya un delegado defendiendo los derechos de los trabajadores. No queremos el camping, ni el hotel, porque aspiramos a una transformación profunda de esta sociedad. La experiencia de estos años nos ha enseñado que los trabajadores debemos aprender las lecciones de las victorias y de los fracasos del movimiento obrero. Desde los Mártires de Chicago al Octubre del 45, debemos llevar en nuestra memoria el ejemplo de lucha y dignidad del “Gallego” Soto y del “Gringo” Tosco. Vislumbrar el faro que significó la experiencia de nuestra CGT de los Argentinos y tener bien presentes a tantos hombres y mujeres que fueron capaces de dar la vida para que nuestro movimiento obrero se libere de tanto egoísmo corporativista. Queremos recordar desde aquí, con perseverancia y con lucha nuestra historia. Es en ese tránsito hacia la libertad que los trabajadores escribimos nuestra historia, la verdadera historia.
  • 9. Luchando por un sindicalismo libre y democrático para poder cumplir con el mandato de nuestra declaración de principios “contribuir en la lucha por la abolición de la explotación del hombre por el hombre”. Ciudad de Buenos Aires, año 2009.
  • 10. I- ORÍGENES DE SIMeCa “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas. Esta vez es posible que se quiebre ese círculo.” Rodolfo Walsh Neoliberalismo, menemismo y otra década infame En 1991 asistimos a la caída del comunismo en la URSS y al final del mundo bipolar del siglo XX. El fin de la guerra fría habilitó al politólogo estadounidense Francis Fukuyama a escribir sobre “el fin de la historia”. Parecía ser el fin de las ideologías; la experiencia socialista había fracasado. A partir de ese momento todo sería del capital. En Latinoamérica, la globalización tuvo consecuencias nefastas. A través del llamado “consenso de Washington”, los países de la región –exceptuando a Cuba- se comprometieron a reducir el Estado y liberar sus economías al máximo. Era la Argentina de Carlos Menem, su mandato comenzó indultando a los militares genocidas precursores del neoliberalismo económico en Argentina. Era la época del uno a uno, del pacto de Olivos con Alfonsín para lograr la reelección del riojano. Durante su gestión se privatizaron todas las empresas públicas, se permitió la entrada irrestricta de productos importados, provocando la quiebra de la ya diezmada industria nacional. El sector que más creció durante la década del 90 fue el de los servicios y, dentro del mismo, el de las mensajerías fue la alternativa para la gran mayoría de la juventud sin acceso a la formación profesional, ni perspectivas de desarrollo en el sector fabril o empresarial. “Empecé con esto en el 98, pero manejo desde los siete años. Mi viejo corría carreras. Y cuando era chica le puse en marcha una Gilera. Parece que salí como él.” (La Negra)[1] “Yo terminé el secundario, hice unos meses del CBC y deje todo
  • 11. colgado para empezar a fletear. Empecé en bici, que es mucho mas desgastante. A los pocos meses me compré la moto, enseguida me di cuenta que ser mensajero no es para cualquiera.” (Franco) “Hasta el 98 trabajé en una fábrica y, cuando se venció el contrato, me echaron. Con la plata de la indemnización, me compré una moto.” (Javi) “Trabajé en más de quince agencias. Al principio estuve en rotación constante, como todos los chicos del gremio, un tiempo en una mensajería, luego me cansaba por alguna injusticia y buscaba otra. Salías a buscar trabajo porque veías un aviso en el diario y empezabas a fletear en el momento, no te pedían ni el registro de conductor.” (Lulo) Flexibilización y resistencia Como prueba de la continuidad del sistema al que representaban, tanto Menem como De la Rua impusieron –coimas mediante- las leyes de “flexibilización” laboral. Ante el grave problema de desempleo que enfrentaba la Argentina, se enmascaraba la pretensión de facilitar la inversión, “flexibilizando” los derechos de los trabajadores. Derechos conquistados a fuerza de lucha en el pasado siglo por la clase trabajadora. Instrumentaron el despido sin causas luego de 3 meses de prueba que, junto a los altísimos índices de desocupación, actuaron como disciplinador social de la clase obrera. Habiendo quebrantado la industria con su consecuente destrucción y rematado el Estado mediante escandalosas privatizaciones, sólo quedaba vulnerar a la clase trabajadora, como última fuente de extracción de riquezas, a partir de una extrema explotación. Esto constituyó una tercera fase en la entrega sistemática de la soberanía nacional. A fines de esta nueva década infame en la Argentina, comenzaron a aparecer vientos de cambio a nivel mundial. Manifestaciones, cada vez más activas, contra la globalización, en cada oportunidad que se reunía el G-8: la batalla de Seattle, en 1999; Génova 2001; etc. A mitad de 2001, en Argentina, se reunieron los cancilleres del continente, con el objetivo de avanzar con la propuesta del Área de Libre Comercio de las Américas. La manifestación contra el ALCA fue multitudinaria y finalizó con graves enfrentamientos con la policía. Sería una de las primeras manifestaciones extra gremial en la que
  • 12. participaría el SIMeCa. En septiembre de 2001, en el corazón del capitalismo, dos aviones atravezaron las torres gemelas, como sugiriendo al mundo que la globalización no era tal, y que “el fin de la historia” era un sinsentido, no sólo por definición. Mensajeros ¿Trabajar o servir? Una de las características que distinguen a los mensajeros de otros oficios o actividades laborales que puedan resultar similares, es la vital función que cumplen en la operatoria urbana. Pese a los inmensos avances en las telecomunicaciones que trajo el siglo XX, aún subsiste en la era digital la necesidad de contacto vivo, incluso a nivel profesional. Ejemplos claros en base a estas necesidades de conexión y prontitud pueden encontrarse en casos análogos a lo largo de la historia. Y tal vez sea ahí donde se visualice mejor la característica distintiva de los mensajeros. Podemos ver, por ejemplo, a los chasquis del imperio Inca, que recorrían el altiplano a pie, de ciudad en ciudad, en pos de establecer canales de comunicación entre distantes puntos del imperio; como los así también llamados chasquis de la colonia, que tomaron el nombre de sus predecesores quechuas ya que cumplían más o menos la misma función (aunque a caballo) entre las postas del virreinato. Si bien no es el caso de los mensajeros modernos la necesidad de recorrer grandes distancias (al menos, no principalmente), sí comparten con sus análogos históricos la función de enlace urgente que motivó el surgimiento de cada uno de ellos. Está función, ya sea por agilizar las comunicaciones en pos del control imperial, la administración colonial, o el comercio y la producción capitalista, es el denominador común que los distingue como herramienta especifica en tan variadas realidades. Socios en las pérdidas Pensar quiénes son los mensajeros implica analizar el contexto social, político y económico en que se masifica la mensajería en moto como “salida laboral”. Las llamadas leyes de “flexibilización laboral” libraron, en buena parte, del pago de cargas sociales al sector empresarial, permitiendo la precarización del trabajo. En el caso de las mensajerías, la tercerización de los servicios consolidó el denominado sub empleo y permitió la relación de dependencia encubierta. Se profundizó así la crisis de empleo. Los jóvenes expulsados por el mercado laboral tradicional eran “admitidos” de manera flexibilizada como mensajeros, pero no se los reconocía como
  • 13. trabajadores en relación de dependencia sino que se los encuadraba en la categoría de monotributo.[2] “Hay pibes que están en blanco, pero los patrones se siguen re zarpando; les pagan el mínimo y los esclavizan todo el día. A muchos pibes los engañan con la inscripción en el monotributo; hay compañeros que creen que así están blanqueados.” (Javi) También se volvió a viejas prácticas de explotación, como el trabajo a destajo, donde el trabajador mensajero obtenía un sueldo acorde a la cantidad de viajes efectuados durante el mes o la quincena. Esto significa, autoexigirse al máximo para obtener un sueldo que cubra las necesidades básicas. “En la calle vos estás pensando un montón de cosas. Trámites, cobranzas, que no te cierre una empresa o un banco; al mismo tiempo, estar atento, que no te pise un colectivo, que no te abra la puerta un pasajero de taxi.” (Lulo) “Cada vez hay más mensajerías, mucha competencia, y entonces, ¿qué hacen?: bajan los precios de los viajes y el que caga es el fletero.” (Javi) Al mismo tiempo, la patronal agenciera no corría con ningún riesgo, ni siquiera con los gastos de infraestructura que requiere tener una pequeña empresa. Aún hoy en día, la mayoría de los agencieros comparten con sus empleados mensajeros los gastos de radiofonía, seguro de vida y, en muchos casos, los uniformes de la misma empresa. O sea que, mientras los mensajeros pagan el mantenimiento de las herramientas de trabajo (nafta, repuestos, responsabilidad civil, taller mecánico, etc.), los agencieros ni siquiera pagan las cargas sociales. El neoliberalismo muestra así la cara más perversa del capitalismo, asociando en las perdidas a los trabajadores y a sus explotadores. Todo esto facilitó la coincidencia de sentido en torno a una problemática tan clara como avasallante e inmediata. El enemigo era uno; sus agresiones, claras y la necesidad de acción, urgente.
  • 14. La bronca en la calle En este contexto, en Sarandí, suceden dos hechos de resonancia pública, de los que el diario Clarín destaca los disturbios y enfrentamientos con la policía y no la causa del conflicto en sí mismo. El 7 de agosto de 1999, en la Av. Mitre, un mensajero tuvo un confuso accidente fatal, en el cual el camionero que lo atropelló hizo abandono de persona. En menos de 15 días, sus amigos y compañeros convocaron a dos manifestaciones en reclamo por el esclarecimiento de la muerte de Diego Stierli y buscando testigos del hecho. Durante el corte del Puente Pueyrredón, un colectivo de la línea 10 terminó con sus vidrios destrozados, luego de intentar pasar por encima de los manifestantes. En la siguiente manifestación, en Mitre al 2000 (lugar donde murió Diego) un auto particular, de un oficial de la Comisaría 4ª de Avellaneda, terminó incendiado, luego de que éste intentara amedrentar a los motociclistas con disparos al aire. [3] Ambas manifestaciones finalizaron con incidentes. Fueron convocadas de boca en boca, espontáneamente, y tuvieron una respuesta masiva del gremio mensajero. Un año más tarde, durante el cual se había conformado el sindicato, a pedido de los familiares y amigos, las manifestaciones fueron acompañadas por el SIMeCa. “En Hipólito Yrigoyen y 9 de julio, hay una parada de motos muy concurrida. Un día cayó un remisero y, señalando a un lujoso auto, empezó a gritar que había pisado a un mensajero. Entonces, ahí van todos los chicos, rodean el coche y lo comienzan a sacudir para todos lados. Luego se armaron algunas escaramuzas con la policía, que se lo querían llevar andando en el coche. Los pibes, a los gritos, exigían que le pongan las esposas y se lo lleven detenido. Fuimos a la comisaría como cuarenta pibes detrás del patrullero, puteando al chabón y cantando canciones contra la policía. Un mensajero en problemas y cuarenta personas cambian su rumbo para hacerle la segunda.” (Lulo) El movimiento mensajero viajó de moto en moto La dureza y el rigor que padecen todos los mensajeros -ya sea por la exposición a las inclemencias del clima, el alto riesgo de accidentes, la
  • 15. contaminación sonora a la que son sometidos de manera constante, o las exigencias de la actividad en su calidad de urgente- imponen un ritmo de trabajo que fuerza al límite sus capacidades físico-mentales, como la última tuerca a ajustar en pos de la optimización, siendo esto un denominador común en todos, más allá de las diferentes labores que realicen o condiciones en que se hallen. “Aguantar la lluvia, el frío o el calor durante el día, te une mucho con los compañeros. Llegar un viernes a la tarde, luego de una semana de lluvia, en invierno, y tomarse unos mates con los pibes que sufrieron como vos, te da lazos muy fuertes, muy humanos. Luego, en la calle, eso se transforma en solidaridad.” (Lulo) “La primera vez que me sentí parte de un gremio fue cuando se me quedó la moto. No recuerdo si me quedé sin nafta o se me cortó la cadena. Apareció un chabón y me empujó. Yo le dije: –Che, gracias- y me respondió: –Gracias, no. Vos tenés que hacer lo mismo-. A partir de ese momento, me sentí parte de la movida. Cabecear en los semáforos para saludar a los pibes, eso me remarcó.” (Franco) Y es en estos factores inherentes al oficio donde, creemos, se originan, en gran medida, ciertos códigos de solidaridad que distinguen al gremio y lo elevan, muchas veces, por encima de los valores sostenidos actualmente por la sociedad, en cuanto al sentido de comunidad o de nación. Vale aclarar, en este punto, que nos referimos a la solidaridad empática, originada en experimentar los mismos padecimientos y problemas de esta actividad laboral, que se plasman en una serie de códigos y conductas. “Cuando te empujan porque se te rompió la moto, o te ayudan a armar un paquete que se te está cayendo. Te quiere pelear un taxista y paran tres motos y le dicen “rajá porque te cagamos a palos”. Son cosas que no pasan en todos los gremios. Nuestro laburo es muy individual, estás solo en la calle, te apreta el patrón, los coches te pisan, la cana te pide plata y el único que te puede ayudar es otro fletero que le ocurre lo mismo que a vos.” (Lulo)
  • 16. “Un día me quedé tirado por una boludez, muy común: no haberme fijado si la última vez que cargué nafta le saqué la reserva. Bueno, el tema es que me di cuenta que no había sacado la reserva volviendo de Pacheco y un detalle no menos importante que este, era que no tenía un peso para cagarle. Ya resignado a tener que volver a Capital caminando y autoputeándome, siento frenar una moto y el fletero me hizo la pregunta salvadora: “¿qué pasó vieja?”, me dio vergüenza explicar lo que había pasado, pensé que se iba a reir, pero me dijo: “subí que te tiro”. Me llevó a la primera estación de servicio y me dio cinco pesos para la nafta. Sumamente agradecido, le pregunté donde podía ubicarlo para devolverle la plata, con lo cual cerró su actitud majestuosamente: “si querés devolverme el favor, cuando veas a algún fletero tirado no dudes en ayudarlo y por la plata algún día que nos crucemos me invitas una birra”, y se fue tocando bocina y bajando levemente la cabeza en forma de saludo.” (Murga) [4] La tarea laboral del mensajero conlleva, en sí misma, cierto grado de atomización, provocando que, al mismo tiempo, la calle se convierta en el lugar donde, de moto en moto, los trabajadores se reconocen e identifican como compañeros. Fue así como, a fines de los noventa, un grupo de trabajadores empezó a ver como posible, además de urgente la necesidad de organizar su sindicato. “Desde hace más de medio siglo, los trabajadores hemos venido siendo testigos pasivos de la burocratización de los sindicatos, que son, por naturaleza, nuestra herramienta de lucha como clase trabajadora, contra las injusticias a que nos somete diariamente la clase patronal…” [5] Declaración de Principios de SIMeCa. “La parada”como punto de partida En el año 1999, tuvieron lugar las primeras reuniones. En el Club Paraguayo, no más de seis fleteros, entre ellos, algunos trabajadores de fábricas que los años 90 empujaron a montar una moto. También se sumaron
  • 17. “nuevos trabajadores” devenidos de la desmoronada clase media, con experiencia militante en espacios donde el horizontalismo era una cuestión corriente. “Yo paraba en Perón y Pellegrini, ahí conocí a muchos fleteros. Hablábamos de los viajes, de esto, lo otro, íbamos a jugar a la pelota. De manera que, un día, decidimos hablar estas cosas de otra manera, ya no en una parada. Convocamos a una reunión en el club Paraguayo, con la idea de formar un grupo de fleteros y conversar sobre el gremio, luego de jugar al fútbol.” (Javi) “Las primeras reuniones en el Club Paraguayo no venía nadie. Siempre éramos los mismos. Iban como 3 meses y dijimos: -nace o muere. Planteamos la primera movilización y ahí salimos a pegar carteles por todos lados, a repartir volantes en todas las paradas. En esa época hacíamos los volantes en nuestros clientes. No sabíamos que expectativas tener hasta que llegamos los cinco que éramos, a las 7 de la tarde al obelisco y de repente había como 500 motos. Yo recuerdo que lloraba de alegría. Íbamos por las veredas, cortábamos todo el tráfico, fuimos a Plaza de Mayo y allí hicimos como una pequeña reunión. Ahí yo creo que nació SIMeCa, ese es un punto donde dejamos de ser un grupo y a la siguiente reunión ya éramos como 30 compañeros.” (Rasta) Así surgieron los primeros debates sobre el tipo de sindicato que los mensajeros necesitaban. “Hace diez años empezamos a construir este sindicato, casi sin experiencia sindical. Yo soy de los primeros, y todavía sigo acumulando experiencia. En el grupo inicial había varios compañeros anarquistas y plantearon la idea de un sindicato horizontal. Entonces, le fuimos dando forma de sindicato horizontal, independiente y clasista, de base. Ahí salió el nombre de Sindicato Independiente de Mensajeros y Cadetes.” (Javi)
  • 18. El resultado fue la construcción de un sindicato clasista, compuesto íntegramente por trabajadores mensajeros, con el propósito de evitar la burocratización que distanció a los trabajadores de su herramienta de lucha, donde las decisiones fueran tomadas por la asamblea general de los delegados por agencia o, en su defecto, por todos los mensajeros que asistieran al sindicato, a fin de romper con el verticalismo de las organizaciones tradicionales. “A mí me atrajo mucho el tema de la horizontalidad, de la asamblea y de la acción directa.” (Juan) Vale destacar que estas inquietudes respecto del modo de organización fueron producto de dos factores que marcaron este período: por un lado, el descrédito en las formas institucionales de hacer política (convenientemente fomentado por los medios masivos de comunicación, mediante la estigmatización de la política como sinónimo de corrupción, durante los noventa) y, por otro, la irrefrenable necesidad de ejercela de un modo directo y participativo, a raíz de la extrema precariedad en que las políticas neoliberales habían sumido a la clase trabajadora. Por esto, no es casual que se tomara, incluso desde el ámbito universitario, el ejemplo de los movimientos de trabajadores desocupados, conocidos como “piqueteros”, por su forma de lucha, a partir de las barricadas y tomas de ciudades, como los casos CutralCó, Tartagal, Gral. Mosconi y Jujuy. Luego, en el Movimiento de Autoconvocados de Corrientes, en algunas organizaciones de trabajadores desocupados y, simultáneamente, en el movimiento de fábricas recuperadas, se consolidan las formas organizativas horizontales y democráticas que más tarde reaparecen en las asambleas barriales post-diciembre de 2001. [6] En este marco, nació el SIMeCa y, con él la primera experiencia sindical de los trabajadores mensajeros. “(…) los trabajadores mensajeros (a pie, en bici, en moto y/o delivery) hemos decidido formar un sindicato de clase, distinto a los tradicionales, sin cargos rentados, un sindicato independiente del Estado, de los poderes políticos y/o religiosos. Un sindicato organizado horizontalmente, donde las decisiones pasen constantemente por los trabajadores mensajeros afiliados, por medio de su respectivo delegado que solo es un portavoz de los compañeros (y no un mero representante) y con una asamblea general de todos los afiliados como único órgano resolutivo.”[7] Declaración de Principios de SIMeCa.
  • 19. El SIMeCa a la calle Durante la primavera del año 2000 se realizaron las primeras convocatorias del SIMeCa, en el marco de un plan de lucha por mejoras en las condiciones laborales, que tuvieron una respuesta masiva del gremio mensajero. Las movilizaciones impactaron debido al novedoso efecto que producía una gran marcha de manifestantes motorizados. “En un principio, a fines del 99, solo eran reuniones para discutir la situación del gremio y ver cómo nos podíamos organizar. Una agrupación, una cooperativa, una mutual, o a través de un sindicato. Desde el club Paraguayo, empezamos a largar volantes para plantear todas estas cuestiones que nosotros veíamos: el descuento del handy, la lluvia, el bulto. Había que sumar compañeros al debate sobre qué hacer con nuestro gremio. Más tarde, nos reuníamos en el Comedor “El Corazón”, de la calle Salta, y la volanteada la hacíamos en Perón y Pellegrini, junto a los compañeros que venían a las reuniones y empezaban a parar en la esquina del sindicato. También nos preguntamos: ¿A quién iba a abarcar el sindicato? Y decidimos incluir a todos los mensajeros, los deliverys, y a los cadetes caminando.” (Javi) En la 1º convocatoria, a fines de octubre, el punto de encuentro fue el Obelisco. De allí se partió hacia Plaza de Mayo. Era jueves y el saludo a las Madres fue como una forma de plantear de qué lado estaban los mensajeros. A mediados de noviembre, durante la 2º movilización, un mar de motos cubrió la av. 9 de julio y se dirigió por la Autopista 25 de mayo a levantar las barreras de los peajes. Los medios de comunicación ya no pudieron silenciarlos y titularon “Motoqueros en pie de guerra.”[8] “Logramos la rebaja de los peajes, el pase por los pilotes y el libre estacionamiento en el microcentro. Fueron conquistas que conseguimos muy pronto.” (Javi)
  • 20. La patronal recogió el guante, se organizó en la Cemmara (Cámara de Empresas de Mensajerías por Motos y Afines de la Republica Argentina), y conspiró para frenar la concurrencia a la segunda movilización del 2000, repartiendo volantes que anunciaban, hasta nuevo aviso, la suspensión de la marcha. Los “firmaba” el SIMeCa “adherido a la CTA”. Cabe destacar que fueron unos verdaderos visionarios, ya que el SIMeca entraría a la CTA más de cinco años después (en el 2005). Simultáneamente, los militantes más activos recibieron amenazas de la patronal y comenzaron a circular listas negras de quienes impulsaban el SIMeCa. Desde entonces, las posiciones con el Cemmara fueron irreconciliables. “A un compañero lo atropellaron cuando, dos minutos antes, de la misma camioneta que lo atropelló, un tipo le dijo: –Aprendé a manejar, porque te puede pasar algo-. A otro lo agarraron entre ocho de la cámara y a mí me amenazaron diciéndome que me iban a matar y a robar la moto y, finalmente, a la moto me la robaron. Por eso, la mano se viene muy dura y nosotros no vamos a aflojar.” (Rasta)[9] Buscando el rumbo Desde sus inicios, el SIMeCa se pensó como una organización solidaria con las otras luchas, que no sólo integrara políticamente a los mensajeros, sino que, a la vez, se insertase coherentemente dentro del campo popular en lucha. Así se comenzaron a organizar fiestas y festivales de rock que, además de servir para juntar unos pesos para volantes, pintadas y banderas, eran una alternativa cultural a la “boludez fashion” desideologizada de aquel momento. “A nosotros nunca nadie nos bancó nada para los volantes, pegatinas, etc. Hacíamos festivales para juntar plata y sumar compañeros. Recuerdo los recitales en el Parque Lezama, hacíamos choripaneadas y tocaban bandas punks, y encima, ese día, se largaba a llover.” (Javi) Uno de los rasgos que marca esta identificación del SIMeCa con otros movimientos en lucha es que también participó activamente en los escraches a los genocidas de la última dictadura militar, convocados por H.I.J.O.S. En ese
  • 21. rumbo, se identificó con organizaciones piqueteras, emergentes de un mismo cuadro social. Desde un principio, primó la idea de que la asamblea era el órgano resolutivo. Allí, todos los miércoles, luego de largas discusiones, se consensuaba la línea y las acciones que se llevarían adelante. Organizar una movilización o un escrache a algún agenciero; formar las regionales (Norte, Sur y Oeste), sacar la publicación “Mensajeros en lucha”, o la planificación de un recital o fiesta para recaudar fondos. Internamente, convivía cierta diversidad ideológica (anarquistas, peronistas de izquierda, trotskistas, comunistas e independientes), aunque, en términos políticos, esta diversidad que en la izquierda tradicional (los partidos), siempre representó un escollo insalvable, en el SIMeCa no era tal. Y más aún, ante la ambiciosa pretensión de que la política del sindicato se delinee en forma asamblearia, incluso en las cuestiones más cotidianas, se bregaba por el consenso. Y creemos que, en esto, colaboró la situación política a la que nos enfrentábamos. “SIMeCa, en sus inicios, reunía las condiciones de la militancia “de la resistencia”. Se organiza de manera anárquica, funcionando en asambleas, sin ninguna relación con las centrales sindicales (ni CGT ni CTA), ni qué hablar de los partidos políticos.” (Pelado Mariano)[10] Las cuestiones estratégicas fueron más complicadas. Además de todo lo antes dicho, el agotamiento ayudó, muchas veces, a dirimir las diputas. Agotamiento en dos sentidos: por un lado, al no admitir el voto en la asamblea, la discusión se extendía hasta agotar todo los argumentos posibles (por lo menos los expuestos). Y, por otro, el agotamiento físico y mental de los participantes, ya que las asambleas (que, en un principio, se daban todas las semanas) principalmente, se realizaban en días laborables y se sobreentiende que, luego de 9 horas arriba de la moto, la obligada cerveza en la parada o en la esquina del local y una asamblea que se extiende hasta altas horas de la noche, el agotamiento actúa como disciplinador de los vicios comunes de la política (por embrionaria que sea), como ser el personalismo, la testadurez, el dogmatismo, etc. Sin idealizar la situación, no siempre se tomaba la mejor decisión ni se iban todos conformes. Pero siempre había acuerdo. “El objetivo principal del sindicato, siempre fue ayudar a los compañeros. Una de las premisas del SIMeCa es la solidaridad y la lucha. Un montón de veces estábamos en medio de una reunión del sindicato, discutiendo algo importante a nivel organizativo, y caía
  • 22. uno que no venía nunca y decía –che, pasa esto, -y nosotros dedicábamos dos horas de la asamblea, o salíamos volando sin una discusión previa, sin plantearnos una estrategia de cómo encarar el problema. Tuvimos muchos errores de juventud, pero digamos que fue un momento bien nuestro, que se armó un lindo grupo, muy unido.” (Javi) En aquellos primeros años primó un espíritu fraternal y de convencimiento en que el único camino posible era de unión y de lucha contra el capitalismo en su versión neoliberal. Nuevas y antiguas formas de organización sindical En esta mezcla de precariedad y urgencia, el SIMeCa se organizó desde la calle; la parada de Perón y 9 de Julio fue el lugar de referencia durante mucho tiempo. Por allí pasaban los mensajeros para hacer alguna consulta gremial o legal y, desde allí, se sumaban a las reuniones orgánicas que se dieron, primero, en el Club Paraguayo, luego, en un comedor de la calle Salta, para asentarse, más tarde, en el emblemático local de H.I.J.O.S. “En ese entonces, ni lugar teníamos, funcionábamos en el local de H.I.J.O.S., en las intersecciones de Venezuela y Piedras.” (Seba)[11] “H.I.J.O.S. estuvo siempre presente, varios compañeros eran de la agrupación. En la primera época nos habilitaron un lugar para juntarnos en su local, nos dieron mucho apoyo. También empezamos a participar en los escraches, aportábamos seguridad en las manifestaciones, hacíamos los cordones o cortábamos las calles.” (Rasta) El menemismo dejó una sensación de apatía generalizada entre los jóvenes. Ante esta situación del “sálvese quien pueda”, predominante en la sociedad, hizo su aparición el SIMeCa. Como alternativa antagónica a la hegemonía neoliberal, buscó sus fuentes en la FORA [12] anarquista, de principios del siglo XX, y en la CGT de los Argentinos[13], de los 60.
  • 23. “La Federación Obrera Regional Argentina (F.O.R.A.), enemiga de la política parlamentaria, tiene por objetivo no sólo la lucha directa por la conquista de mejoras económicas y morales para el proletariado, sino que pretende destruir el régimen económico y político vigente.” Diego Abad de Santillán, F.O.R.A. fundada en 1901. “(…) La historia del movimiento obrero, nuestra situación concreta como clase y la situación del país nos llevan a cuestionar el fundamento mismo de esta sociedad: la compraventa del trabajo y la propiedad privada de los medios de producción. Afirmamos que el hombre vale por sí mismo, independientemente de su rendimiento. No se puede ser un capital que rinde un interés, como ocurre en una sociedad regida por los monopolios dentro de la filosofía librempresista. El trabajo constituye una prolongación de la persona humana, que no debe comprarse ni venderse. Toda compra o venta del trabajo es una forma de esclavitud. La estructura capitalista del país, fundada en la absoluta propiedad privada de los medios de producción, no satisface sino que frustra las necesidades colectivas, no promueve sino que traba el desarrollo individual. De ella no puede nacer una sociedad justa.” Programa del 1º de mayo, CGT de los Argentinos, 1968. “Reconocemos como influencia las experiencias de la FORA y la CGT de los Argentinos”,[14] le dicen a página/12 Gastón, Leonardo y Karina. El SIMeCa no se planteó la lucha por el blanqueo de los mensajeros como única meta, ni como única vía para mejorar las condiciones de vida. Sus integrantes tampoco se sentaron a esperar que el Ministerio de Trabajo les otorgara la personería gremial –que, con una década de existencia, el sindicato tampoco obtuvo-. Desde sus inicios, buscó convertirse en una alternativa sindical a las burocracias tradicionales, donde los mensajeros pudieran acumular experiencia de lucha que los condujera a ganar los conflictos contra la patronal. Asimismo, que los mensajeros contaran con un sindicato con proyección política, donde poder acercarse a discutir el tipo de país que sueñan y quieren.
  • 24. Notas [1] Entrevista a Silvia “La Negra”, en Agencia CTA, Jueves 1ro de octubre de 2009, por María Mendez. [2] El monotributo es un impuesto concebido, originalmente, para profesionales y cuentapropistas. [3] Diario Clarín, 13 y 20 de agosto de 1999. [4] Mensajero s en lucha. Nº 6. Marzo abril de 2003. [5] Declaración de Principios de SIMeCa. Mensajeros en Lucha. Marzo de 2001. [6] Cotarelo Celia. Pimsa 2004, Nº 50 “Crisis política en argentina (2002)”. 176p. [7] Declaración de Principios de SIMeCa. Mensajeros en Lucha. Marzo de 2001. [8] Diario Crónica, 26 de octubre de 2000. [9] Resistencia Nº 2. Organo de Org. Rev. Anarquista. Febrero de 2001. [10] Noticias Urbanas, Año 3 – Nº 139 junio de 2008. [11] Escrito de Sebastián Gianetti. 20/12/2012. [12] La FORA (Federación Obrera Regional Argentina) fundada en 1901, mantuvo una influencia muy importante sobre el movimiento obrero argentino durante las primeras décadas del Siglo XX. De marcada tendencia anarquista, la acción directa y su autonomía política fueron sus principales características. [13] La CGT de los Argentinos surgió en 1968, en respuesta al sindicalismo colaboracionista del “Lobo” Vandor que buscaba pactar con la Dictadura Militar de Onganía. Fue una experiencia sindical clasista y combativa, llevada adelante por dirigentes como Raimundo Ongaro y Agustín Tosco, que tuvieron un rol muy importante en el Cordobazo. [14] Diario Página/12. “Los combativos”, 3 de noviembre de 2002.