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Los modelos humanos en el pensamiento liberal
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ELNÚCLEO:LOSHUMANOSYLASLEYES
FélixOvejero.Lalibertadinhóspita.
EL NÚCLEO: LOS HUMANOS Y LAS LEYES1
(Félix Ovejero. La libertad inhóspita. Editorial Paidos.
Barcelona. 2002. Capítulo I. Pág. 39-93)
Jorge Gian Pierre Almeyda Candioti
Bachiller en Ciencias Económicas – UNMSM
“Las reglas y los derechos se hacen necesarios en un mundo donde el bienestar
de unos no tiene nada que ver con el de los otros, por más que, en ese mundo,
al final, las reglas y los derechos resultan estériles, porque no comprometen a
nadie, porque todos las siguen “porque les conviene” y mientras les conviene.
En un mundo así las leyes sólo pueden aspirar a ser reglamentos, neutrales,
que minimicen las intromisiones, pero también por lo mismo, no atan a nadie.”
Félix Ovejero
La ontología: una imagen de la sociedad
“El conocimiento necesita de imágenes. (…) La tradición liberal tiene la suya.
(…) Se trata de un conjunto de ideas acerca de cómo son los humanos, de
cómo deben organizarse las instituciones y de qué tipo de relación hay entre
unos y otras; ideas que actúan como postulados de fondo, como presunciones,
de diversas argumentaciones y teorías.” (p. 39)
“(…) me referiré a ese conjunto de ideas como el “paradigma de individuos
antisociales en sociedad” (PIAS en lo sucesivo). (…) Con más detalle: Los
humanos son egoístas y racionales. En estado de naturaleza serían
máximamente libre, al no verse interferidos por nadie. (…) su propia naturaleza
les conduce a enfrentarse unos contra otros. En esas condiciones aparecen (o
se establecen) unas reglas de juego, unas instituciones y unas normas, que
hacen posible la vida social con un mínimo de pérdida de libertad. (…) Una
sociedad libre es aquella que deja a los individuos interactuar libremente
(establecer contratos, intercambios) con el mínimo de intromisiones públicas.
Las instituciones han de responder a las voluntades de las gentes (…) sin
atentar contra los derechos (…). Los derechos a garantizar son (…) aquellos que
aseguran que los individuos no se ven interferidos en sus elecciones y en sus
acuerdos. En ningún caso están justificados (…) los derechos sociales asociados
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Resumen elaborado por M. Martín Morillo Blas como parte del material de exposición para el curso de Economía y
ética (FCE-UNMSM), aula 201-N, 2012-II. Las palabras entre corchetes fueron introducidas con el fin de conectar
fragmentos de la lectura para una mayor fluidez. Los puntos suspensivos hacen referencia a partes del texto original
que tienen un grado de importancia menor para efectos del presente resumen. Para una lectura más fiel del tema se
recomienda revisar el Capítulo 1 del libro “La libertad inhóspita” del Prof. Félix Ovejero, Editorial Paidos, Barcelona,
2002.
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al bienestar que, inflexiblemente, reclaman (…) intromisiones en la vida de las
gentes.” (p. 40-1)
“El PIAS constituye el núcleo de referencia de buena parte del liberalismo.
[Además, este paradigma presenta dos] argumentaciones.” (p. 42)
“(…) una interpretación constructivista según la cual los individuos asociales se
ven en la necesidad de establecer acuerdos y de diseñar instituciones para
asegurar sus derechos. [Sólo así] los individuos serían libres para actuar, para
establecer sin interferencias, acuerdos entre ellos (…) sobre los que nadie podrá
decidir nada. (…) la moral y las reglas, los cimientos del orden social, parecen
resultado de “un acuerdo”.” (p. 42-3)
“En otros casos (interpretación emergentista) se adoptará una visión “evolutiva”
del PIAS, (…) que pondrá el acento en la aparición de un orden espontáneo
resultado de múltiples acciones (aisladas, atómicas) de individuos que procuran
sus intereses. (…) los individuos egoístas son el combustible de la evolución
social. (…) Las consecuencias no pretendidas de las acciones individuales
desencadenarán un proceso complejo, un orden emergente, que escapa a las
posibilidades de cálculo (y de diseño) de cualquier mente “social”. El proceso es
el resultado de las acciones de todos, pero está más allá de las posibilidades de
nadie planificarlo o regularlo. (…) al igual que sucede con los procesos
evolutivos en la naturaleza, los procesos sociales son ciegos, ajenos a la
voluntad de nadie; no están dirigidos por ningún agente racional, por más que
aparecen ordenados a la mirada del analista.” (p. 42-3)
“La tarea de [armonizar ambas interpretaciones] no es imposible, pero tampoco
sencilla. [Por otro lado,] el PIAS aparece sesgado hacia la interpretación
constructiva.” (p. 43)
Los modelos humanos
“[Los modelos humanos tienden a ser] ideas más sofisticadas acerca de la
naturaleza humana, de cómo es y de sus posibilidades. (…) las ideas han sido
diversas, pero se pueden insertar en unas cuantas dimensiones que vale la
pena sistematizar.” (p. 45)
“a) Según el grado (y calidad) de la disposición social: Optimistas: [El ser
humano es esencialmente social; su bienestar es relacional, es decir, depende
de los otros. Ej.: Bondadosos, perversos], o Pesimistas: [“El hombre es un lobo
para el hombre” (Plauto); Su bienestar no depende de los otros, los demás le
traen sin cuidado. Ej.: Egoístas (autista social)]. (…) el egoísta no debe
confundirse con el envidioso o el malicioso. Éstos están mejor cuando los otros
están peor, el egoísta sólo tiene en cuenta su beneficio privado.” (p. 45)
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“b) Según la fuente de las motivaciones: Naturalistas: [La conducta humana
viene determinada por disposiciones biológicas, por sus instintos, sus genes], o
Culturalistas: [Los humanos somos una página en blanco a la espera de que la
historia o las propias decisiones urdan los caracteres y la trama].” (p. 45)
“c) Según el grado de corregibilidad: Maleable: [Los individuos siempre pueden
reorientarse, corregirse; no hay un sustrato estable, inaccesible a la
modificación (mediante condicionamiento, carácter o educación)], o
Inmodificable: [Los individuos, una vez constituidos, están fuertemente
determinados a sus pautas de comportamiento].” (p. 45-6)
“d) Según el grado de centralización de la gestión motivacional:
Multidimensional: [Para el individuo coexisten distintas disposiciones
relativamente compartimentadas que operan según contextos, historias
biológicas o ventajas adaptativas], o Unidimensional: [Para el individuo opera
una disposición (motivación) básica que actúa a través de diferentes dominios
del comportamiento].” (p. 46)
“e) Según la estratificación motivacional: Plana: [Si A hace x, es porque desea
x. Si parece que también quiere y, es que de alguna manera, y es un medio
para x o para otro objetivo más básico z, para el cual también x es un medio], o
Geológica: [A puede desear x y sin embargo escoger y porque tiene razones
poderosas para procurar gobernar sus propios deseos, para no ser víctima de
ellos. Esto puede deberse a la existencia de metapreferencias].” (p. 46)
Del homo animalis hasta el homo oeconomicus
“Dos modelos han resultado particularmente relevantes [en el trasfondo de
nuestra historia, intelectual y material]: el homo animalis, del cristianismo,
dominado por pasiones perversas e irracionales, y el homo oeconomicus, el
individuo egoísta que sólo persigue la maximización del beneficio.” (p. 47-8)
“El homo animalis [se esfuerza] por doblegar sus apetitos. Está orientado
naturalmente hacia el mal, hacia el pecado. (…) La tarea del cristiano es
combatir sus perversas tendencias naturales a golpes de voluntad, imponer la
razón y la moral a sus instintos. (…) Lo que importa es el buen
comportamiento. (…) Importa que uno actúe correctamente, no que sienta
correctamente. (…) Para dominar sus pulsiones, (…) tiene que interiorizar las
normas, que asentar algún tipo de “conciencia moral”, (…) que embride sus
“instintos”. La iglesia había sido la institución tradicionalmente encargada de
(…) velar para que los buenos valores permearan la psiquis lo suficiente como
para asegurar la reproducción de la sociedad, de impedir que las pulsiones, (…)
se desaten. [Además,] la cultura, la socialización o la ley moral pueden cumplir
funciones parecidas a las de la religión.” (p. 48-9)
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“[El] homo oeconomicus, un individuo racional y calculador, (…) constituirá el
núcleo de buena parte del pensamiento contemporáneo. (…) es un egoísta, en
el sentido estricto. (…) no disfruta con el mal de los demás, (…) ni tampoco con
su bien (…). Los demás no le preocupan. Sólo le interesa su propio beneficio.
No le importa si eso perjudica a los demás, ni tampoco si como subproducto les
reporta ventajas. (…) es particularmente asocial. Todo lo humano le es ajeno.
Acepta las reglas de juego social no porque crea en el castigo eterno, (…) sino
porque le convienen, porque le resultan ventajosas. (…) No hay ningún Dios
que vele por el cumplimiento de un plan, que recabe la información, realice
complicados cálculos y organice las tareas. (…) La moralidad, el buen
comportamiento, es una simple cuestión de conveniencia, un acuerdo de
intereses, una negociación entre individuos que establecen reglas que les
permiten coexistir.” (p. 49-50)
“[El homo animalis] vivía en perpetua tensión entre lo que quería hacer, sus
perversos impulsos naturales, y lo que debía hacer, la ley moral. El homo
oeconomicus carece de esas dudas.” (p. 50)
“En los términos de las anteriores escalas, los dos modelos humanos comparten
una visión pesimista, naturalista, no modificable, y unidimensional de la
naturaleza humana.” (p. 51)
“La diferencia fundamental se refiere [al criterio de estratificación
motivacional]: el cristiano es un hombre dividido, que (…) trata de
sobreponerse a sus instintos. (…) El homo oeconomicus es plano, sólo responde
al interés.” (p. 51)
El mundo cristiano: la sociedad de los insociables
“El hombre cristiano resulta particularmente sombrío. Su pesimismo
antropológico deriva en pesimismo social. (…) el único modo de asegurar el
orden social es a través de intervenciones externas, “ideológicas”,
sancionadoras. (…) La tesis de la transición entre el pesimismo individual y el
social se nutre de diversas ideas sobre la naturaleza humana y sobre sus
relaciones con el funcionamiento de las sociedades.” (p. 52-3)
“1. Del mal individuo no se sigue el mal social: (…) En la vida nos encontramos
con no pocas ocasiones (…) en las que, cuando uno gana, no pierde el otro o,
incluso, sale también beneficiado, donde se dan equilibrios que interesan a
todos. (…) Los caminantes que atraviesan un bosque comparten el interés en
pasar por la misma senda, para ir desbrozando el camino. Con ello caminan
mejor y de paso despejan el camino de los que vendrán después. (…) Aunque
benefician a los demás, no lo hacen por los demás, sino por ellos mismos. (…)
En suma, el vínculo entre (buena o mala) naturaleza humana y (buena o mala)
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sociedad no es tan sencillo como parecen suponer los pesimistas antropológicos
cristianos.” (p. 53-4)
“2. La agresividad no es contraria a la sociabilidad: (…) Antes al contrario, con
frecuencia “el conflicto es un elemento integrador en las relaciones
cooperativas, de tal modo que la dicotomía entre la agresividad y
comportamiento social positivo se muestra de limitado valor”. (…) la
reciprocidad depende de la existencia de sanciones contra los individuos que se
resisten a compartir, sanciones que (…) no son casi violentas. (…) la agresión,
en contra de la opinión común, disminuye la distancia entre individuos. Es lo
que se llama la hipótesis de la reconciliación. (…) En todos esos casos, la
“agresividad” aparecía antes como un requisito de la sociabilidad que como una
dificultad.” (p. 54-5)
“3. Lo “natural” es lo “bueno”: El pesimismo social parece asumir que si
admitimos que “x es un rasgo natural” estamos obligados a concluir que “x
debe inspirar las sociedades humanas”. (…) ¿Es que si en todas las sociedades
se encuentran asesinatos, quedará el asesinato justificado? ¿Es que si no somos
iguales, hay que abandonar la defensa de la igualdad? (…) Pero que algo sea
natural no implica que sea bueno (por eso hemos acabado con la viruela) ni,
tampoco, que algo sea de cierto modo, no implica que deba seguir siéndolo (por
eso hemos acabado con la esclavitud).” (p. 55-6)
“4. Lo natural no es lo inevitable: (…) incluso si fuera verdad que sólo tenemos
disposiciones egoístas o agresivas, el reconocimiento de esa circunstancia no
nos impide juzgar nuestras conductas o sus consecuencias y, ni mucho menos,
torna insensato el intento de escapar a esas disposiciones. (…) La naturaleza no
está “más allá” de nuestras decisiones. Por razones morales cabe “actuar sobre
la naturaleza”. (…) Aunque llegásemos a descubrir que somos “naturalmente”
agresivos, a nadie se le ocurriría abolir el código penal. (…) evitamos “lo
natural” por razones que tienen que ver con nuestro bienestar.” (p. 56-9)
“(…) hay razones para dudar de la tesis de que “el pesimismo antropológico
conduce inexorablemente al pesimismo social”.” (p. 59)
El mundo liberal: la sociedad de los egoístas
“Ya se vio más arriba cómo es el homo oeconomicus: monocorde, (…) es un
egoísta estricto, calculador y unidimensional. (…) Pero ahora es el momento de
mostrar los problemas del homo oeconomicus.” (p. 60)
“1. Los humanos no somos unidimensionales: Los humanos no somos egoístas
“por naturaleza”. No porque no seamos “naturalmente” nada, sino porque
somos muchas más cosas. (…) Se trata de un conjunto de talentos que forman
parte de nuestra naturaleza y que se han desarrollado porque cumplen
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importantes funciones adaptativas, por que han ayudado a sobrevivir a los
miembros de la especie y han acabado por fijarse en nuestro “cableado
mental”. (…) Pero no sólo es que en un mismo individuo coexistan distintos
repertorios emocionales y normativos, que se activan en distintos escenarios,
sino que también en un mismo escenario pueden coexistir individuos
motivacionalmente bien diferentes.” (p. 60-2)
“2. Los humanos no somos egoístas puros: La presunción de que los humanos
son puramente egoístas resulta sencillamente falsa, tan falsa (…) como la de
que son puramente altruistas. (…) mostrar que la gente no es egoísta no
equivale a mostrar que sea altruista. Ni, tampoco, mostrar que, en
determinadas condiciones, el altruismo es una estrategia evolutiva con ventajas
adaptativas, equivale a mostrar que “el altruismo es la mejor estrategia” (Nota
38). (…) la resistencia a actuar como calculadores egoístas se detecta en
muchos ámbitos de la vida social. (…) Qué diríamos si los órganos para
trasplantes, las notas académicas o los emparejamientos se decidieran en
subasta pública: el que más paga, se lo lleva. No aceptamos que esos “bienes”
se los lleve el más fuerte, el más poderoso o el más rico, lo que no impide que,
en otros casos, nos parezca correcto que el que más pague consiga el recurso
escaso. (…) Pero también [se] sabe que las gentes más allá de estrechos
cálculos, actúan por principios y emociones, sin importar si con ello pierden
dinero, y, como [el egoísta] lo sabe, se abstiene; por eso, mal que bien, la
sociedad funciona. (…) Si yo sé que tú aprecias tu dignidad, me cuidaré de
estafarte, porque, aunque te resulte costoso, no dejarás que actúe con
impunidad.” (p. 62-5)
“3. Los humanos no somos “oeconomici”: El homo oeconomicus sólo tiene en
cuenta los costes y los beneficios, explora las distintas acciones abiertas ante sí,
examina sus consecuencias y, atendiendo a su posibilidad y a su provecho,
escoge aquella que le beneficia. (…) Lo más parecido a su psiquis es la de
individuos que tienen ininterrumpidas las conexiones entre la amígdala y el
resto del cerebro. (…) Desde el punto de vista de la economía convencional
tales individuos son absolutamente racionales. (…) Sin embargo, su lesión les
produce (…) “ceguera emocional”. (…) la carencia emocional se acompaña de
carencias normativas, de incapacidad para la evaluación ética. Los “ciegos
afectivos” experimentan las normas morales como normas de educación, las
reconocen y son capaces de seguirlas, pero no de sentirlas. (…) Su vínculo con
las normas es puramente convencional. Siguen las normas porque les resulta
más conveniente. (…) [Pero,] si se respetan por los “beneficios”, dejan de ser
benéficas. Resultan “beneficiosas” sólo si se sienten, si no se actúa por las
ventajas que reportan. (…) Los beneficios de las normas sólo pueden aparecer
si no existen individuos que sólo tengan en cuenta sus beneficios.” (p. 67-9)
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La concepción liberal de la libertad y los derechos
“En el PIAS, junto a las tesis antropológicas, hay otras de naturaleza más
estrictamente conceptual. Tienen que ver con ciertas ideas acerca de la libertad
y, al final, de las instituciones, en particular de la democracia.” (p. 69)
“El punto de partida es cierta idea de libertad entendida como “ausencia de
interferencias”. Para el PIAS, el individuo máximamente libre es Robinson
Crusoe, el individuo menos interferido por los demás, que sólo depende de su
voluntad. La máxima libertad es la libertad anterior al escenario social. Al
relacionarse con los otros, el individuo pierde parte de su libertad.” (p. 69)
“(…) la libertad social supone deseconomías de escalas: la libertad social final
será menor que la libertad “sumada” de cada uno de nosotros antes de “entrar
en sociedad”. (…) Para minimizar los enfrentamientos, la democracia, en tanto
recoge los intereses de la mayoría, resulta útil. Pero también tiene sus peligros,
pues propicia la intervención de unos (mayoría) en la vida de otros (minoría), la
violación de su libertad. Los derechos fijan el límite a las intromisiones de los
demás y del propio Estado. (…) la propia ley, en tanto establece prohibiciones,
socava la libertad de los individuos. (…) las interferencias públicas han de ser
aquellas que protejan frente a las interferencias, no a las que las aumenten.”
(p. 70)
“(…) para el PIAS, los derechos se poseen con anterioridad a la política. El
estado no hace más que reconocerlos. (…) inevitablemente, toda ley limita la
libertad. No es la ley la que crea los derechos, sino que la ley es la frontera
exterior de unos derechos anteriores a ella. (…) La sociedad es un simple
escenario de negociación donde cada uno persigue sus intereses privados y en
la que se hacen necesarias ciertas reglas para minimizar los inevitables
rozamientos. Se trata, en todo caso, de asegurar que el reglamento sea
neutral.” (p. 70)
“(…) la democracia se opone a los derechos y a la libertad: hay que evitar que
la voluntad de todos se entrometa en la vida de cada cual. También, se opone
en otro sentido: no se puede exigir (…) la participación en las tareas públicas, a
riesgo de entrometerse en la libertad. La sociedad no debe decidir nada acerca
de qué tipo de vida es más valiosa, acerca de cómo yo debo vivir. (…) La
libertad nada tiene que ver con la vida pública. La máxima libertad es la que es
mínimamente política, y el mejor Estado es el más inactivo. (…) La libertad no
es una actividad, es pasiva, es libertad “frente a” los demás y se asegura
mediante el reconocimiento de los derechos.” (p. 71)
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La libertad como falta de interferencia: la libertad negativa
“Los derechos que hay que reconocer y proteger son aquellos que están
asociados a libertades. (…) Asegurar esas libertades es asegurar que los
individuos no se ven interferidos, asegurar que no existen coerciones o
prohibiciones. (…) Yo soy libre cuando ningún otro me coarta. (…) “Yo me
puedo calificar como libre en la medida en que ninguna persona o institución
interfiere en mi actividad. La libertad política (…) es simplemente el área en la
cual una persona puede actuar sin ser obstaculizada por otras”.” (p. 72)
“Coerción supone la deliberada interferencia de los demás en un área en la cual
yo podría actuar si ellos no hubieran intervenido. Tú careces de libertad
únicamente si te ves impedido para obtener tus metas por otros seres
humanos.” (p. 73)
“La libertad de, la libertad como simple falta de prohibiciones, como libertad a
no ser molestado, es simple “libertad negativa”. (…) la genuina libertad sería la
“libertad positiva”, la libertad para hacer, para realizar los propios objetivos.
(…) [Pero, además,] la libertad positiva parecería reclamar una intromisión
paternalista en la vida de las gentes acerca de cuáles son los “valores” que
deben regir los proyectos de cada cual. (…) Así las cosas, dirá el liberal, la única
libertad genuina es la libertad “negativa”, la libertad entendida como “ausencia
de coerción”; (…) esta libertad no apuesta por ciertas opciones de vida antes
que por otras, por una idea determinada acerca de lo que constituye una
“buena” vida.” (p. 73-5)
“(…) la libertad tiene que ver, exclusivamente, con la existencia de opciones y
con la falta de interferencias de los demás. Al pobre nadie le impide escoger lo
que quiera y ninguna persona le obliga a nada, ni le dice qué debe hacer con su
vida. Ni unas ni otras, ni las opciones ni las interferencias, tienen que ver con
los recursos. Hasta aquí la idea liberal. Sin embargo, las dos cosas son falsas:
los recursos tienen que ver con las interferencias y, no menos, con las
opciones.” (p. 75)
“(…) aunque la libertad tiene que ver exclusivamente con la falta de
interferencias, la distribución de la renta tiene que ver con la libertad. Carecer
de dinero es estar sometido a interferencias (…). La prohibición desaparece con
el dinero. “El dinero proporciona libertad porque elimina las interferencias para
acceder a bienes y servicios. Actúa como un billete de entrada”.” (p. 76)
“Los medios no sólo son importantes porque hacen posible la realización de los
objetivos, sino también porque los hacen concebibles. Quienes carecen de
recursos ni siquiera (re)conocen las opciones. (…) Sucede que los medios son
necesarios, también, para que la opción se contemple. No es infrecuente que en
las encuestas sobre calidad de vida, aun en las sociedades en las peores
condiciones, las gentes se reconozcan satisfechas. La psicología social (…) [lo]
llama “preferencias adaptativas”. (…) [Por otro lado,] los recursos, al actuar
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sobre la estructura de propiedad, al eliminar las interferencias, intervienen en
las propias preferencias de los individuos.” (p. 76-7)
La libertad anterior a la sociedad
“Para el PIAS, el individuo es máximamente libre cuando es mínimamente
social. El individuo aislado no se ve interferido por los demás al perseguir los
objetivos. No se ve afectado por contingencias que no dependen de su propia
voluntad. (…) La libertad de uno se opone a la libertad de los demás. Cada uno
procura lo suyo y trata de conseguir sus objetivos. Si puede, impone sus
deseos. Si no, pacta. Como en sociedad los encuentros son permanentes, lo
mejor es institucionalizar el pacto, establecer reglas de juego para minimizar un
conflicto que se juzga inevitable. La tarea del Estado, antes que asegurar un
orden justo cimentado en el convencimiento colectivo, consiste en equilibrar los
conflictos, buscar la negociación entre interés opuestos. Pero, ¿es siempre así?
No necesariamente.” (P. 78-9)
“La libertad de cada uno es la condición para la libertad de todos. Forma parte
de mi libertad que tú puedas ejercer tu libertad. (…) Pero ese otro que asegura
mi libertad frente a las contingencias no puede ser alguien en particular, (…)
[pues] me resultará difícil formar mis juicios con autonomía, valorar sin
chantajes las opiniones de los demás. (…) Desde luego, la libertad (negativa) no
parece estar cercenada, no está prohibido pensar, pero resulta difícil decir que
ésa es una sociedad libre. Para que eso se produzca los individuos se han de
reconocer libres y eso sólo se dará si no se ven sometidos a chantajes, si sus
condiciones básicas de vida no dependen de las opiniones que expresan.” (p.
79-82)
Los derechos anteriores a la política: los derechos negativos
“Para el PIAS los derechos son previos al escenario político. El Estado, a lo
sumo, los (re)conoce y procura no interferirlos. Hay aquí cierta paradoja: la ley,
opuesta a la libertad, ha de garantizar esos derechos anteriores a la ley misma;
la ley, que interfiere, ha de proteger frente a las interferencias. La modesta
(pseudo)solución es que la interferencia debe ser mínima. De ahí el énfasis en
que los únicos derechos justificados son los derechos “negativos”, que tienen
que ver con la protección frente a las intervenciones de la sociedad, de lo
público. En ningún caso están justificados los derechos “sociales” que, a través
de redistribuciones, esto es, de intromisiones, quieren asegurar “el bienestar”.”
(p. 82)
“La distinción entre derechos tiene una consecuencia de particular importancia.
Sirve para despolitizar a los derechos, para subrayar su anterioridad al
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reconocimiento público: los derechos negativos, los que hay que proteger de las
interferencias, son previos a la vida pública; los positivos, que interfieren, no
están justificados. En ese sentido se puede decir que los derechos negativos (…)
son prepolíticos.” (p. 83)
“(…) cuando se miran de cerca, ninguno de los criterios sugeridos para realizar
el trazo [de distinción] se muestra satisfactorio: [por lo tanto, se concluye que]
a) Todos los derechos son redistributivos; b) Todos los derechos son
“insaciables”; c) Todos los derechos son políticos.” (p. 83-6)
La ley frente a la libertad
“Los derechos nacen de la ley que asegura colectivamente la libertad de cada
ciudadano. (…) La ley civil es la que crea derecho. (…) Un ciudadano sólo tiene
la seguridad de que puede elegir su propia vida si los otros no pueden interferir
en sus proyectos, en efecto, pero, además, si la garantía frente a la intromisión
es considerada legítima. Legitimidad que sólo puede proceder de la aceptación
como razonable de la ley que asegura el derecho, aceptación que, de un modo
u otro, requiere de la pública justificación, de su calidad democrática.” (p. 86-7)
“Para el PIAS el individuo tiene derechos en el perímetro exterior de la ley.
Proteger los derechos es excluirlos de las decisiones políticas. Porque la política
es, en el mejor de los casos, un equilibrio de fuerzas, equilibrio que no depende
de ninguna idea de justicia sino del poder de los contendientes. La justicia es
una simple negociación de intereses contrapuestos y la ley es un reglamento
que asegura que cada uno viva sin interferirse. (…) Tu libertad consiste en que
nadie tiene nada que decir acerca de cómo o dónde tú quieres vivir. La libertad
es un juego de suma cero: (…) si la de uno aumenta es siempre a costa de la
de los otros.” (p. 88)
“Para que sea posible ese derecho tuyo asegurado por todos se necesita que la
ley se reconozca como justa y eso requiere de la aceptación de la legitimidad de
la ley, de la deliberación. Pero para el PIAS, la ley no es la condición y el
resultado de una deliberación que busca garantizar colectivamente la libertad
de cada cual, sino el reflejo de la fuerza de cada cual. Y de ahí su fragilidad: los
derechos carecen de poder vinculante, no comprometen a nadie en su
cumplimiento porque nadie “cree” en ellos, a lo sumo, “los acepta”. Y como no
se cree, para evitar el incumplimiento (…), se necesitan más leyes, leyes que el
ciudadano (homo oeconomicus) contempla como una especie de “retos” a
sortear.” (p. 88-9)
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La democracia como problema
“La democracia convive mal con la ontología social de los intereses en conflicto
y con la visión de las instituciones como un reglamento mínimo. Eso se detecta
en dos ámbitos: en la relación entre derechos y democracia y en la idea de
neutralidad del Estado que sirve de justificación de la democracia.” (p. 89)
“a) Los derechos se oponen a la democracia: Para el PIAS no resulta fácil
conciliar los derechos y la democracia. Cuando la mayoría procura sus intereses
es fácil que acabe por violar los derechos de la minoría. Si decidimos por
votación que unos pocos van a pagarnos las vacaciones a todos los demás, no
resultará difícil conseguir una mayoría; que sea estable es ya otro asunto. (…)
El problema no son los derechos como tales, sino la búsqueda de su garantía
fuera de la polis, “frente a la democracia”. Garantía que resulta obligada en un
escenario homines oeconomici, cuando no cabe esperar que los ciudadanos
sean “agentes racionales, capaces de deliberar moralmente y de trascender sus
intereses particulares o sectoriales”.” (p. 89-90)
“b) La democracia como un régimen de coexistencia: Si se asume, como hace el
PIAS, que la vida política es un simple marco para conciliar intereses opuestos,
parece obligado concluir que el Estado y, en general, las instituciones políticas
deben ser “neutrales”, “independientes de una particular concepción de la vida”,
de ideas morales especificas. La ética es asunto privado, según el particular
gusto y humor, sobre el que nadie puede decir nada porque no hay casi nada
que decir. La política sólo tiene que decir que ver con intereses, con atender a
la mayoría y, a lo sumo, con buscar equilibrios entre intereses en conflicto. (…)
Puesto que no hay valores mejores que otros; si todos los intereses valen
(moralmente) igual, entonces hay que apostar por el mayor número de
intereses. La elección política es un problema de intereses en conflicto y la
democracia recoge a través de la competencia entre partidos el máximo
número de votos, de preferencias que son intereses.” (p. 90-2)
Conclusiones
“(…) parece razonable concluir que la imagen de un conjunto de individuos
egoístas que fijan unas reglas de juego para coexistir es falsa empíricamente y
poco ajustada analíticamente. La vida social, por una parte, se sujeta en
disposiciones humanas bastantes más amplias que el cálculo egoísta, y, por
otra, reclama, para su buen funcionamiento, unos escenarios públicos que son
algo más que simples reglas de coexistencia.” (p. 92)
“Las instituciones y las leyes necesitan ser aceptadas por razonables y han de
comprometer a los individuos. Éstos han de sentir que hay buenas razones para
comprometerse.” (p. 92)
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“Las reglas y los derechos se hacen necesarios en un mundo donde el bienestar
de unos no tiene nada que ver con el de los otros, por más que, en ese mundo,
al final, las reglas y los derechos resultan estériles, porque no comprometen a
nadie, porque todos las siguen “porque les conviene” y mientras les conviene.
En un mundo así las leyes sólo pueden aspirar a ser reglamentos, neutrales,
que minimicen las intromisiones, pero también por lo mismo, no atan a nadie.”
(p. 93)