2. Jesús fundó la iglesia.
Jesús oró por la unidad de su iglesia.
Jesús proveyó para la unidad de su iglesia.
Jesús enseñó a mantener la unidad en su iglesia.
Cómo evitar la desunión.
Cómo restaurar la unión.
3. “Y yo también te digo, que tú eres Pedro,
y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y
las puertas del Hades no prevalecerán
contra ella” (Mateo 16:18)
¿Enseñó Jesús aquí que Pedro sería el
fundamento sobre el cual se edificaría la iglesia?
Ver 1ª de Corintios 3:11 y Efesios 2:20.
Haciendo un juego de palabras con el nombre
de Pedro (Petros, en griego), Jesús habla de la
roca (petra, en griego) sobre la que se edificaría
la iglesia.
Tanto en el Antiguo Testamento como en el
Nuevo, se emplea la palabra “roca” para hablar
de Dios y de Cristo.
Evidentemente, Jesús usó el símbolo de la roca
para referirse a la declaración de Pedro: “Tú
eres el Cristo” (Mt. 16:16)
4. “Mas su arco se mantuvo poderoso, y los
brazos de sus manos se fortalecieron por las
manos del Fuerte de Jacob (por el nombre del
Pastor, la Roca de Israel)” (Génesis 49:24)
“El es la Roca, cuya obra es perfecta,
porque todos sus caminos son rectitud;
Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad
en él; es justo y recto” (Deuteronomio 32:4)
“Dijo: Jehová es mi roca y
mi fortaleza, y mi
libertador” (2ª de Samuel 22:2)
“Jehová, roca mía y castillo
mío, y mi libertador; Dios
mío, fortaleza mía, en él
confiaré; mi escudo, y la
fuerza de mi salvación, mi
alto refugio” (Salmos 18:2)
“Porque te olvidaste del Dios de
tu salvación, y no te acordaste de
la roca de tu refugio; por tanto,
sembrarás plantas hermosas, y
plantarás sarmiento extraño”
(Isaías 17:10)
“¿No eres tú desde el
principio, oh Jehová, Dios mío,
Santo mío? No moriremos. Oh
Jehová, para juicio lo pusiste;
y tú, oh Roca, lo fundaste para
castigar” (Habacuc 1:12)
“y todos bebieron la misma
bebida espiritual; porque
bebían de la roca espiritual
que los seguía, y la roca era
Cristo” (1ª de Corintios 10:4)
“Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso;
pero para los que no creen, la piedra que los
edificadores desecharon, Ha venido a ser la cabeza del
ángulo; y: piedra de tropiezo, y roca que hace caer,
porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes;
a lo cual fueron también destinados” (1ª de Pedro 2:7-8)
5. “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean
perfectos en unidad, para que el mundo
conozca que tú me enviaste, y que los
has amado a ellos como también a mí me
has amado” (Juan 17:23)
Así como el Padre y el Hijo, siendo distintos, son
uno en naturaleza y propósito, los creyentes –
con distintos temperamentos, contextos y
habilidades– debemos constituir una iglesia
unida, a través de Jesucristo.
Para que esto ocurra,
debemos aceptar el señorío
de Jesús en nuestra vida. Él
debe moldear nuestro
carácter, y nosotros tenemos
que rendirle nuestra
voluntad a él.
Cuanto más cerca de Jesús estemos cada
uno de nosotros, más unidos estaremos
cada uno con nuestros hermanos.
6. “La armonía y unión existente entre hombres de
diversas tendencias es el testimonio más poderoso que
pueda darse de que Dios envió a su Hijo al mundo para
salvar a los pecadores. A nosotros nos toca dar este
testimonio; pero para hacerlo, debemos colocarnos bajo
las órdenes de Cristo; nuestro carácter debe armonizar
con el suyo, nuestra voluntad debe rendirse a la suya.
Entonces trabajaremos juntos sin contrariarnos”
E.G.W. (Testimonios para la iglesia, t. 8, pg. 253)
7. “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con
otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42)
UNIDAD EN LA VERDAD
• A fin de tener unidad, debemos estar de
acuerdo con el contenido de la verdad, tal
como es presentada en la Palabra de Dios.
Cualquier intento de obtener unidad sin
adherirse a un cuerpo de creencias
bíblicas está destinado a fracasar.
UNIDAD EN EL AMOR
• A fin de poseer amor verdadero,
debemos tener menos del yo y más de
Jesús. Entonces, nos amaremos
verdadera y sinceramente los unos a
los otros, haciendo posible la unidad
perfecta que Jesús pidió.
La creyentes de la iglesia apostólica fueron “perfectos en unidad” (Jn. 17:23) gracias a
dos elementos otorgados por Jesús: la Verdad y el Amor (la doctrina y la comunión).
Debemos recordar que el amor sin la verdad es ciego, y la verdad sin amor
es infructuosa. La mente y el corazón deben trabajar juntos.
8. “No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra
la vida de tu prójimo. Yo Jehová” (Levítico 19:16)
Cuando creamos necesario hablar acerca de otra
persona, hagámonos antes estas tres preguntas:
1. ¿Es verdad lo que estoy por decir (Éxodo 20:16)?
2. ¿Es edificante lo que estoy por decir (Efesios 4:29)?
3. ¿Es posible decirlo con amor (Proverbios 25:11)?
Además de ser una violación del noveno mandamiento,
el chisme contraría la orden de Jesús: “No juzguéis,
para que no seáis juzgados” (Mateo 7:1).
Nadie ha sido llamado a juzgar a otros, ni a hablar mal
de nadie, ni a comparase con los demás, sino
solamente con Cristo.
9. “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas
de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda
delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu
hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23-24)
En Mateo 18:15-18, encontramos el
método que, según Jesús, debemos seguir
cuando ofendemos a una persona, o nos
sentimos ofendidos por ella.
1. Habla a solas con tu hermano/a. Esto
solucionará la mayor parte de las
ofensas.
2. Si no os reconciliáis, habladlo ante dos
o tres testigos neutrales.
3. Si aún así no se soluciona el problema,
presentadlo ante la iglesia.
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que
sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre,
considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1)
10. “Si las dificultades entre hermanos no se
manifestaran a otros, sino que se resolvieran
francamente entre ellos mismos, con espíritu
de amor cristiano, ¡cuánto mal se evitaría!
¡Cuántas raíces de amargura que contaminan
a muchos quedarían destruidas, y con cuánta
fuerza y ternura se unirían los seguidores de
Cristo en su amor!”
E.G.W. (El discurso maestro de Jesucristo, pg. 53)