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JOSÉ A LÓPEZ CEREZO
     JOSÉ M. SÁNCHEZ RON (Eds.)




 CIENCIA, TECNOLOGÍA,
 SOCIEDAD Y CULTURA
EN EL CAMBIO DE SIGLO




           BIBLIOTECA NUEVA
 ORGANIZACIÓN DE ESTADOS IBEROAMERICANOS
Cubierta: A. Imbert




© Los autores, 2001
© Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2001
  Almagro, 38
  28010 Madrid

ISBN: 84-7030-912-9
Depósito Legal: M-8.437-2001

Impreso en Rógar, S. A.
Impreso en España - Printed in Spain

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Dos VISIOnes de             la civilización tecnológica*
                              LANGDON WINNER




RESUMEN

              En este trabajo se examinan las concepciones del cambio tecnoló-
         gico de carácter determinista, destacando las consecuencias personales
         y sociales de su difusión y aceptación social. Frente a esas concepcio-
         nes se examinan también los enfoques del llamado «constructivismo
         social», donde se enfatiza el carácter contingente de ese cambio. Se con-
         cluye con una reflexión acerca de la necesidad de suscitar un debate
         público acerca del sentido político de la tecnología y su relación con
         el orden social, dentro del así llamado movimiento de la tecnología
         profunda. En este movimiento deberían plantearse dos tipos de pre-
         gunta respecto al desarrollo tecnológico: la pregunta por los fines del
         desarrollo actual y por los fines más acordes con una clase de mundo
         globalmente deseable.


     Se nos dice que «eso» aparece ante nosotros como una fuerza irresis-
tible, un dinamismo alterador del mundo que transformará nuestros tra-
bajos, revolucionará nuestras familias y educará a nuestros hijos. Tam-
bién cambiará la agricultura y la medicina de métodos tradicionales y
modificará los genes de organismos vivos, quizá incluso el organismo hu-
mano. Enfrentados con «eso)quot; no hay ninguna alternativa, no queda sino
aceptar lo inevitable y celebrar su venida. De ahora en adelante «eso» de-
cidirá nuestro futuro.
     El «eso» de estas frases es, por supuesto, la tecnología. Mientras el
nuevo milenio nos hace señas, un deslumbrante conjunto de libros, re-
latos periodísticos, anuncios y especiales de televisión proclaman audaz-
mente: la tecnología tiene la clave del futuro humano. Cuando la tec-
nología cambia, el mundo también lo hace. Un número del New York
Times Magazine sobre el tema «Lo que la tecnología nos está haciendo»,
proporcionaba un buen ejemplo de esto. Su portada muestra a un des-
concertado Kramer, del show televisivo Seinfild, rodeado por un océano
de ordenadores y aparatos electrónicos, agarrando desesperadamente un
mando a distancia de televisión. En el interior, una docena de conoci-


   * Traducción de Marra Domíngucz Folgueras.

                                     [55]
dos escritores explican con entusiasmo de qué manera la tecnología ace-
lera el pulso de la actividad, domina nuestras costumbres personales,
vuelve a dar forma al orden social y fomenta sueños exóticos de tras-
cendencia. El mensaje está perfectamente claro: la tecnología está cam-
biando el mundo tan rápido que hace que la cabeza te dé vueltas.
     En esa misma revista, por ejemplo, el artículo «Life As We'll Know
Ir», de Elizabeth Royte, pinta el futuro de la familia como una colección
de artilugios que ahora se están desarrollando en el laboratorio de me-
dios de comunicación del MIT. Aquí están sus predicciones. Nuestras
paredes estarán llenas de agentes de software capaces de decirnos dónde
encontrar aquellas llaves perdidas. Ordenadores vestibles y etiquetas di-
gitales regularán las interacciones con aparatos y personas, señalando
nuestras identidades, humores y deseos. Enormes pantallas punteras de
video transformarán cada sala de estar en un centro comercial global. Ju-
guetes inteligentes «reconocerán a los niños, saludándoles con una can-
ción o un baile personalizados». ¡Ah, qué maravillosos serán estos hoga-
res y familias! (Royte, 1997).
     Lo más sobresaliente en este tipo de proyecciones es cuán arduamente
trabajan sus autores para convencernos de que todas las posibilidades de
elección han sido canceladas de antemano. El verdadero fin y la diná-
mica del cambio tecnológico presente y futuro parecen presentarnos un
mundo en el cual otras formas de pensar sobre la condición humana se
han vuelto impotentes. En los medios populares, así como en proclamas
de líderes de los negocios y de la política, encontramos una aceptación
entusiasta de la idea de que un universo conducido por la tecnología es
algo muy importante, y que cualquier esperanza de una razonable inter-
vención humana simplemente no tiene nada que ver con ello.
     Lo que quiero hacer aquí es examinar las concepciones del cambio
tecnológico que sugieren que la gente asuma la necesidad histórica y por
lo tanto renuncie a su derecho a participar en la toma de decisiones im-
portantes.
     Si prestáramos atención a lo que se decía unos cuarenta años atrás,
tras la Segunda Guerra Mundial, descubriríamos que el debate sobre tec-
nología y sociedad estaba centrado en una dinámica tecnológica de un
tipo parecido. Entre los científicos sociales y los historiadores existía la
opinión de que el cambio tecnológico seguía un camino bastante lineal
y único, que el cambio tecnológico era un tipo de fuerza determinante
y unívoca, con un momento y unos resultados altamente predecibles. En-
tre los científicos sociales había un grupo influyente que adoptó lo que
se llamó teoría de la modernización, la creencia de que todas las socie-
dades pasan por etapas de crecimiento, o etapas de desarrollo, ligadas a
una sofisticación tecnológica y una integración social tales que al final
alcanzarían lo que se llamó «punto de despegue», y conseguirían el tipo
de prosperidad material y el modo de vida descubiertos en Europa y
América de finales del siglo xx -todo para bien (Rostow, 1961).
     También había voces filosóficas que cuestionaban los beneficios de

                                   [56]
estas tendencias, llamando la atención sobre los costes del moderno des-
arrollo tecnológico para la libertad humana, el trastorno social y la destruc-
ción del medio ambiente, por ejemplo, las visiones presentadas en The Téch-
 nological Society (1964), de Jacques ElIul, y Myth o/ the Machine: The
Pentagon o/ Power (1970) de Lewis Mumford. Este, por ejemplo, descri-
bió la larga evolución de lo que él llamó la «megamáquina»: un gigante
centrado en la tecnología, autojustificador y altamente destructivo, el cual,
al absorber la energía humana hacia proyectos militaristas, producción
reglada, consumismo hueco y propaganda de masas, ha minado la capa-
cidad de la gente para llevar vidas satisfactorias y sanas (ElIul, 1964; Mum-
ford, 1970).
     Tanto en las variantes optimistas como en las pesimistas había más
o menos un acuerdo en que la tecnología -sea como sea el modo en
que se definiera- tenía ciertas cualidades esenciales entre las que se po-
drían enumerar un tipo particular de racionalidad -racionalidad ins-
trumental, la búsqueda de la eficiencia- y un tipo de ímpetu histórico
y de cualidades no negociables que hacían bastante menos potentes otros
tipos de influencias sociales y culturales sobre la vida social.
     Durante los últimos veinticinco años ha habido un esfuerzo por mos-
trar que es errónea la idea de que la tecnología es una fuerza lineal y
unívoca. Esto lo han llevado a cabo científicos sociales, historiadores y fi-
lósofos, europeos y americanos. Una de las metas de ese trabajo es ofre-
cer formas de describir y explicar el cambio tecnológico que sean más
detalladas, matizadas y precisas que aquellas que describen el desarrollo
tecnológico como mera ciencia aplicada o como la marcha del progreso.
Este esfuerzo ha sido extremadamente fructífero, arrojando nueva luz so-
bre nuestra comprensión del cambio tecnológico, incluyendo el papel de
género, la clase, la etnicidad y numerosas dimensiones culturales.
     Otra meta de este trabajo es la de rescatar a la posibilidad de elec-
ción humana de las fauces de la necesidad, de redimir la posibilidad de
la tecnología del optimismo fácil del pensamiento ilustrado y liberal, y
del pesimismo de los críticos culturales. En los estudios de construcción
social se descubre voluntarismo en el cambio tecnológico en contraste
con ideas de inevitabilidad.
     Una de las ramas más destacadas de este tipo de pensamiento se llama
construcción social de la tecnología. Desde este punto de vista, la histo-
ria de desarrollos sociotécnicos imporqmtes no revela el tipo de unifor-
midad y homogeneidad que nos harían esperar las ideas de inevitabili-
dad tecnológica. En su libro Networks o/ Power, el historiador Thomas
Hughes explica que el desarrollo de las redes de producción y distribu-
ción de electricidad en Inglaterra, Alemania y EEUU, procedió según ca-
minos muy distintos. Si no se puede encontrar uniformidad en sistemas
como éstos, entonces la conclusión de que el mundo se dirige hacia una
megamáquina homogénea es falsa (Hughes, 1983).
     Tras una inspección detallada de especificidades históricas, no se ve
el despliegue de un desarrollo tecnológico lineal y único, sino desarro-

                                    [57]
llos en los que hay distintos conjuntos de actores sociales, muchos ca-
 minos ramificados en lo técnico, muchos tipos de mecanismos propues-
tos, soluciones de problemas. Sólo después del hecho se hace posible de-
cir: esto es todo sobre la tecnología X, así es como, por ejemplo, se creó
la televisión, como se creó nuestro sistema de autopistas y como las co-
sas recibieron un conjunto particular de características sociotécnicas. Lo
que revela la historia es un proceso de construcción social en marcha,
que implica conflicto humano, negociación, juegos de poder, compro-
misos -lejos de la imagen de una racionalidad que se despliega inelu-
diblemente y que imprime un sello particular sobre el mundo.
     En escritos históricos y sociológicos de la nueva escuela, lo que se
acentúa es lo difícil que es conseguir lo que las visiones más tempranas
de la tecnología y la práctica social casi dieron por hecho: la capacidad
de asegurar la forma final que tendrá un sistema material útil, y el con-
junto de pautas de aprovechamiento social asociadas con él (Bijker y cols.,
1987). El resultado general de esta investigación y especulación ha sido
una fuerte afirmación de la contingencia en nuestra forma de entender
el cambio tecnológico. Lo que se ve no es un monstruo ordenado de an-
temano para lograr una forma particular y para tener consecuencias par-
ticulares, sino más bien un conjunto de opciones abiertas a elección y
una variedad de contextos sociales vivos sobre los cuales se harán las elec-
ciones. La cuestión clave, en cualquier período en que aparezca, es ¿quién
está incluido en el proceso de decisiones, cuán amplias son las circuns-
cripciones, y los intereses de quién ganarán al final? Cuando se hacen
preguntas así se empieza a ver cómo la política y el desarrollo tecnoló-
gico están siempre entrelazadas.
     Pero las reconstrucciones históricas del proceso de construcción de la
tecnología pueden no ser muy buenas a la hora de ayudar a alguien a
controlar lo que está ocurriendo hoy. Antes de que descorchemos la bo-
tella de champán y celebremos la libertad de que disponemos a la hora
de tomar cualquier decisión social sobre nuevas tecnologías, necesitamos
echar una mirada de nuevo a algunas de las experiencias que están tras
los pertinaces relatos actuales sobre la inevitabilidad y la necesidad tec-
nológica. Porque resulta que la idea de una tecnología autónoma -la
idea de que la tecnología sigue su propio curso y establece las condicio-
nes esenciales para la vida humana- es quizá más fuerte ahora de lo que
ha sido nunca (Winner, 1993). Por ejemplo, en la literatura de una am-
plia variedad de campos técnicos, especialmente aquellos que se están ex-
perimentando, como la teoría de la información digital, el lenguaje del
ímpetu, la trayectoria, los imperativos técnicos y los resultados predeter-
minados, es la moneda corriente.
     La percepción de que uno está siendo arrastrado por un proceso de
cambio tecnológico dirigido por una leyes una percepción muy común
entre aquellos que trabajan en los campos de ordenadores y telecomuni-
caciones. Uno de los fundadores de Intel, Cardan Moore, formuló la ley
de Moore, que afirma que el poder de computación disponible en un

                                   [58J
microchip se duplica aproximadamente cada dieciocho meses (Gil-
der, 1989). Los que escriben sobre informática y sociedad se han aferrado
a esto como base de la percepción común de que el cambio social en
 nuestra época lo dirigen las necesidades que surgen del desarrollo de la
nueva tecnología electrónica, y de ningún otro sitio. Como comentó re-
cientemente el periodista Stewart Brand, da tecnología está acelerando
rápidamente Y hay que seguir a su paso» (Brand, 1995).
     En una línea similar, la literatura sobre tecnología global y economía
global está llena ~e visiones de tecnolo~í~s que van ~an rápido q~e lo
mejor que cualqUIera puede hacer es antiCIpar sus pOSIbles trayectonas y
llegar a tiempo para apoderarse de la ventaja. En el libro de Lester Thu-
toW, The Future o/ Capitalism, descubrimos que el cambio tecnológico es
una de las fuerzas tectónicas que dan forma a nuestros tiempos. No po-
demos influir en el empuje del cambio tecnológico más de lo que pode-
mos alterar el movimiento de las placas tectónicas de la Tierra. Hoy nos
enfrentamos a «placas económicas cuyas fuerzas son tan irresistibles como
las de la geología» (Thurow, 1996: 7).
     Respondiendo a este dinamismo, la literatura contemporánea sobre
tecnología y negocios advierte sobre lo que se llama re-ingeniería, la rees-
tructuración radical, no tanto en respuesta a cambios tecnológicos ac-
tuales sobre nosotros, sino la reestructuración que anticipa cambios tec-
nológicos en el lejano horizonte. En esa línea, el libro del consultor Ja-
mes Burrus Technotrends, advierte que sea cual sea hoy el negocio de uno,
hay que liquidarlo y empezar a reinstrumentarlo de manera que se in-
corporen formas nuevas y exóticas de conseguir los mismos objetivos.
«Mata a tu vaca lechera antes de que alguien lo haga por tí.» Por ejem-
plo, los profesores tienen que salir del aula y mudarse al software educa-
tivo (Burrus, 1993).
     En la literatura sobre ordenadores, redes, economía global e institu-
ciones sociales, hay una fuerte tendencia a concluir que los cambios rá-
pidos en la tecnología y los desarrollos asociados en la práctica social,
sólo pueden ser descritos por una teoría de la evolución reformulada, una
teoría de la evolución biotécnica. Ideas de este tipo son el centro de es-
peculaciones sobre las propiedades emergentes de sistemas complejos, bio-
lógicos y artificiales, en el Instituto de Santa Fe. Resumiendo las impli-
caciones de esta forma de pensar, y aplicándola al desarrollo contempo-
ráneo en la difusión de la computación en red, Kevin Kelly, editor de
 Wired Magazine, concluye: «no debería sorprendernos que la vida, ha-
biendo subyugado el grueso de la materia inerte sobre la Tierra, conti-
núe subyugando la tecnología, sumiéndola bajo su reino de evolución
constante, de novedad perfecta y bajo una agenda fuera de nuestro con-
trol. Incluso sin el control tenemos que rendirnos, una tecnología neo-
biológica es mucho más gratifican te que un mundo de relojes, herra-
mientas y simplicidad predecible» (Kelly, 1994: 472). En opinión de
Kelly, y de aquellos de orientación similar, la elección ni es posible ni
deseable. De hecho, el intento de imponer criterios externos de elección

                                   [59]
sobre los procesos internos de evolución biotécnica sólo puede ser des-
tructivo. Hay que entregarse a un proceso inevitable en el mundo que
al final combinará lo artificial y lo biológico.
     Mi argumento aquí es que la esperanza de los científicos sociales y
los filósofos, de que los estudios sobre la construcción social y la con-
tingencia en el desarrollo tecnológico asegurarán el dominio de la deli-
beración abierta y la elección, se contradice en gran parte con un género
de experiencias, percepciones, teorías y lecciones morales vigorosamente
defendidas por aquellos directamente implicados en, y entusiasmados con,
el cambio tecnológico en nuestros tiempos.
     En principio no hay ninguna razón por la cual no debería haber un
extenso debate sobre qué caminos del cambio tecnológico y social son
deseables. Pero cuando nos enfrentamos a las décadas venideras de lo que
es probable que sean extraordinarias transformaciones de nuestros modos
de vida, basadas en nuevas y poderosas tecnologías, nuestros líderes em-
presariales, nuestros políticos e intelectuales parecen poco inclinados a
aceptar este desafío. Lejos de asumir la promesa de una toma de deci-
siones deliberada, consciente, voluntaria y democrática sobre la tecnolo-
gía, muchos observadores -por razones que ellos encuentran forzosas y
completamente congruentes con su experiencia vivida- han proyectado
su destino sobre procesos y resultados que eluden una toma de decisio-
nes de ese tipo.
     Una adopción voluntariosa de la tecnología desbocada es hoy expre-
sada una destacada ideología política, que podría llamarse ciberliberalismo
(Dyson y cols., 1994). Adopta una visión de la sociedad firmemente in-
dividualista, desafiantemente liberal y entusiasmada con los últimos avan-
ces tecnológicos, especialmente los de computación en redes. En esta vi-
sión, la sociedad y el gobierno no deberían obligar o pedir nada a los
innovadores ingeniosos. Las fuerzas de mercado, y sólo ellas, deberían de-
cidir qué opciones triunfan al final. Las almas virtuosas más directamente
responsables de crear los nuevos mecanismos, sistemas, productos y servi-
cios son, por supuesto, las que deberían recibir el beneficio económico
de estos logros. Frente a la medrante ingenuidad de la alta tecnología, la
mejor política social es simplemente apartarse del camino y dejar que el
cuerno de la abundancia posmoderno siga dando resultados. La menta-
lidad de la autoabsorción liberal de la alta tecnología no deja lugar a la
reflexión sobre el bien común. Uno no se preocupa por los servicios pú-
blicos o las responsabilidades compartidas que se desprenden del hecho
de que vivimos en compañía de una población de seis mil millones de
personas. En Silicon Valley, y en otros centros de vitalidad emprendedora,
la única filosofía pública discernible es la celebración de la nueva Fiebre
del Oro.
     Si no es entre las comunidades de la alta tecnología, entonces, ¿dónde
se puede encontrar una atención hacia las preocupaciones humanas más
amplias y una visión del mundo como un todo? Un buen sitio para bus-
car es la serie de informes anuales acerca del desarrollo humano que pu-

                                   [60]
blican las Naciones Unidas. Estos documentos, y su metodología subya-
cente, provienen de la investigación, reflexión y debate de la Comisión
Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, que produjo e! informe
Nuestro Futuro Común, publicado en 1987; una investigación que al fi-
nal condujo a la cumbre de Río de 1992. El volumen para 1999 es es-
pecialmente interesante porque examina directamente la globalización y
cómo «está dando forma a una nueva área de interacción entre naciones,
economías y personas». El informe señala que la globalización tiene mu-
chas características positivas y dinámicas. «Está aumentando los contac-
toS de la gente por encima de las fronteras nacionales -en economía,
en tecnología, en cultura y en gobierno.» Pero e! informe observa tam-
bién que la tendencia a la globalización tiene numerosos «aspectos ne-
gativos, perjudiciales y marginadores» (N. U., 1999: 25).
     En particular, el informe observa que hoy las principales tendencias
en el desarrollo tecnológico, tal y como son medidas por los indicadores
básicos de calidad de vida, tienen una relación claramente desfavorable
con e! bienestar de buena parte de la población mundial. Por eso e! li-
bro llama la atención sobre una creciente concentración de poder en ma-
nos de un porcentaje relativamente pequeño de la población mundial,
junto con una brecha creciente de desigualdad, que puede observarse en
la mayoría de las naciones y pueblos de! mundo. En 1960, e! 20 por
100 de la población mundial en los países más ricos tenía treinta veces
más ingresos que el 20 por 100 más pobre; en 1997, setenta y cuatro
veces más (N. U., 1999: 36). La riqueza neta de las doscientas personas
más ricas de! mundo aumentó de 440 mil millones de dólares a más de
un billón en sólo cuatro años, de 1994 a 1998, y es igual al ingreso to-
tal de! 41 por 100 de la población mundial. El capital de las tres per-
sonas más ricas era más que e! PIE de los cuarenta y ocho países menos
desarrollados (N. U., 1999: 37). La brecha de riqueza y renta se está en-
sanchando tanto entre los países como dentro de ellos.
    Por supuesto, hay una gran variedad de circunstancias políticas y eco-
nómicas que contribuyen al rápido ensanchamiento de la grieta entre ri-
cos y pobres. Pero e! informe deja claro que e! filo de la desigualdad se
sitúa ahora en e! cambio tecnológico de tipo avanzado. Internet, por
ejemplo, presentada por sus proponentes como la promesa de democra-
cia para e! futuro, hasta e! momento ha desequilibrado en extremo la
igualdad. El 20 por 100 más rico de la población de la Tierra dispone
de! 93 por 100 de! uso total de Internet. «Aquellos con ingresos, edu-
cación y contactos [en sentido literal], tienen un acceso barato e instan-
táneo a la información. El resto se quedan con un acceso incierto, lento
y costoso.» A partir de estos hechos básicos, los autores realizan una se-
vera advertencia: «Cuando la gente vive y compite en estos dos mundos
uno junto a otro, la ventaja de estar conectados dominará a los margi-
nales y empobrecidos, acallando sus voces y sus preocupaciones en la con-
versación globah) (N. U., 1999: 6).
    Se pueden encontrar desigualdades similares respecto a la riqueza y

                                  [61 ]
el control social en el campo emergente de la biotecnología, aplicada a
agricultura y medicina. El informe comenta que «1a liberalización, la pri-
vatización y los derechos de propiedad intelectual restringidos están mol-
deando el camino a las nuevas tecnologías, determinando cómo se usan ...
Al definir agendas de investigación, en las discusiones sobre el dinero,
los productos cosméticos innecesarios y los tomates de maduración lenta,
van más arriba en la lista que los cultivos resistentes a la sequía o una
vacuna contra la malaria» (N.U., 1999: 6).
     Otra industria de la cultura altamente tecnológica- los medios de
comunicación global- propaga ahora una vasta monocultura de noticias
globales y de dominación del ocio,del intelecto y el espíritu, excluyendo
formas de comunicación cultural indígenas. «El mercado global para los
productos culturales se está concentrando, expulsando industrias peque-
ñas y locales. En el núcleo de la industria del entretenimiento -pelícu-
las, música y televisión- hay un dominio creciente de productos de
EEUD, y muchos países están viendo marchitarse a sus industrias loca-
les» (N. D., 1999: 33). Otras tendencias enfatizadas con fuerza en el in-
forme son los episodios más destacados de daños al medio ambiente, pro-
ducidos a lo largo del camino hacia la globalización, por ejemplo, una
pronunciada caída en los caladeros mundiales.
     El informe apunta una y otra vez cómo las variedades dinámicas del
cambio tecnológico son profundamente no representativas: no represen-
tativas en la forma en que son creadas, no representativas en sus efectos
diferenciales. Las ideas y necesidades de buena parte de la población mun-
dial simplemente no son incluidas en los planes de innovación, y la puesta
en marcha de nuevos sistemas tecnológicos a menudo les excluye de cual-
quier beneficio directo. En ese sentido, eJ estudio continúa sugiriendo un
número de líneas maestras para el desarrollo económico y técnico que
parecen chocantes sólo porque nos recuerdan lo que faltaba. Pide a la
comunidad mundial que:

              Intensifique la acclOn pública orientada a desarrollar tecnologías
         para el desarrollo humano y la erradicación de la pobreza.
              Construya una arquitectura más coherente y más democrática para
         el gobierno global en el siglo XXI.
             Tome medidas globales más fuertes para abordar las amenazas glo-
         bales a la seguridad humana (N. U., 1999: 1-12).

     Hace unos treinta años, en respuesta a una conciencia creciente de
los efectos dañinos de la civilización industrial sobre la biosfera, la gente
se unió alrededor del mundo para organizar el Día de la Tierra, y a par-
tir de ahí un nuevo movimiento -el movimiento del Medio Ambiente.
Según ha ido madurando el movimiento, uno de sus puntos de énfasis
ha sido la necesidad de preservar los hábitats de especies que habitan este
planeta con nosotros. En otras palabras, no basta con limpiar la conta-
minación, el aire y el agua, y con garantizar una provisión de alimentos

                                     [62J
limpia Y saludable para nosotros. Además, debemos proteger la biodi-
versidad, lo que significa proteger hábitats que de otra forma se verían
como meros recursos económicos.
     Al acabar este siglo, creo que existe la necesidad de un nuevo tipo
de movimiento social, uno preocupado directa y activamente por las dis-
tintas formas de compromiso humano, no ya con las cosas naturales, sino
con los sistemas tecnológicos. Un movimiento de este tipo prestaría aten-
ción a la calidad de los hábitats en los que vivimos, en este caso de los
hábitats artificiales que alojan a la actividad humana alrededor del globo.
     Se podría preguntar, por ejemplo:

     'Qué tipo de escenarios basados en la tecnología son compatibles con
un ~rabajo satisfactorio y con sentido?
     ¿Qué características de los sistemas tecnológicos contribuyen a la
construcción de formas satisfactorias de familia y de vida comunitaria?
     ¿Qué características tecnológicas son compatibles con un orden so-
cial en que la gente se sienta segura y confiada?
     ¿Qué modelos tecnológicos buscan estrechar en vez de expandir las
desigualdades sociales que afligen a la sociedad propia y al orden social
global?
     ¿Qué medios se pueden encontrar para incluir a la gente que ahora
está normalmente excluida de la toma decisiones sobre nuevas tecnolo-
gías y de sus beneficios?

     Éstas son preguntas positivas sobre las que se puede abordar una va-
riedad de proyectos esperanzadores. Una movilización de gente deseosa de
plantear esas preguntas de una forma intelectual y práctica podría llamarse
el movimiento de la tecnología profunda. De la misma forma que la pos-
tura filosófica anticipada por el escritor noruego Ame Naess pide un au-
mento de la preocupación por las relaciones humanas con el reino natu-
ral, un movimiento de tecnología profunda expresaría la preocupación por
la calidad de las implicaciones humanas con las cosas artificiales.
     En su núcleo, la tecnología profunda suscita dos cuestiones íntima-
mente relacionadas. Una es examinar críticamente los proyectos de inno-
vación tecnológica existentes, que se están desarrollando en la propia
época, preguntándose por los fines fundamentales que persiguen. ¿Cuáles
son los propósitos básicos implicados en importantes variedades de in-
vestigación y desarrollo? ¿Qué ataduras institucionales presuponen? Bus-
cando respuestas, la tecnología profunda miraría más allá de las afirma-
ciones superficiales sobre usos y posibles beneficios para representarse el
mundo creado a través de caminos particulares de cambio técnico. ¿Cómo
aparece el mundo como un todo cuando tienen efecto estas innovaciones?
¿De dónde viene, por ejemplo, el apoyo financiero para la innovación pro-
puesta, y dónde acabarán los costes económicos y los beneficios, hablando
de forma realista? ¿Cómo cambian las prácticas humanas, las institucio-
nes y las infraestructuras materiales para acomodar las nuevas técnicas?

                                   [63]
El segundo centro de investigación en la tecnología profunda es in-
quirir qué fines debería haber para proyectos y políticas tecnológicas de
diversos tipos. ¿Qué fines y propósitos son los que deberíamos intentar
conseguir razonablemente los seres humanos de nuestra época? ¿Qué tec-
nologías son apropiadas para una sociedad buena? ¿Cuáles tienen un
ajuste aceptable con la esperanza de crear una civilización justa, demo-
crática y ecológicamente sostenible para las décadas venideras?
     No es todo esto ninguna novedad. Pedir que consigamos mayor cla-
ridad sobre ambos fines del desarrollo tecnológico, el actual y el deseable,
parece una petición completamente obvia. Pero ¡ay! de todos los asuntos
que deberían suscitarse en las discusiones sobre cambios tecnológicos pen-
dientes, las preguntas sobre fines y propósitos son normalmente las últi-
mas en aparecer, si lo hacen siquiera. Muy a menudo, los propósitos ori-
ginales son enterrados por capas de presuposiciones previas, compromisos
y subplanes, y son de todo menos fáciles de descubrir. Las agendas pura-
mente instrumentales (<<esta herramienta es mejor que esa herramienta,
este método es mejor que ése») se ponen en el lugar de la comprensión
más básica sobre lo que debemos tratar en primer lugar. Esto se ve en la
proliferación de tecnologías educativas, por ejemplo, en las cuales cual-
quier investigación básica sobre los fines de la educación es apartada al
celebrar los ponentes la llegada de las últimas máquinas de información.
Ahora bien, ¿de qué se supone que trata la educación? No importa, ¿cómo
puedo conseguir un módem más rápido para esta aula?
     Según mi experiencia, proponer las cuestiones de la tecnología pro-
funda de una forma abierta, pública y debatible, puede tener efectos po-
derosos. El papel que pueden jugar los movimientos sociales a la hora
de suscitar temas de política tecnológica como centro de sus actividades
es especialmente prometedor. Esto está ocurriendo ahora, por ejemplo,
en algunas áreas en las que los caminos de investigación y desarrollo en
biotecnología han sido obstaculizados por grupos y coaliciones que han
estudiado los posibles efectos de los nuevos productos y las formas en
que son comercializados. Por ejemplo, la fuerte protesta pública contra
la introducción de semillas estériles genéticamente modificadas, semillas
que llevan el así llamado gen terminator, parece haber tenido un efecto
positivo. Recientemente, la corporación Monsanto anunció que había re-
nunciado a los planes de introducir semillas de este tipo en los merca-
dos mundiales (Lyddon, 1999). Esto puede ser tenido en cuenta como
una victoria para grupos como Greenpeace, que arguyeron que las semi-
llas podrían ser destructivas para las comunidades granjeras locales y po-
siblemente podrían ser peligrosas cuando se introdujeran en los ecosiste-
mas mundiales. Aquellos que investigaron con profundidad sobre la tec-
nología se dieron cuenta del verdadero propósito de las semillas tratadas:
un cambio en el control de las condiciones de producción agrícola. Es-
perando llegar al fondo de las cosas, uno siempre puede preguntar sim-
plemente: «¿Cuál es el propósito de esto?» En nuestros tiempos esta ino-
cente pregunta resulta ser embarazosa y a veces profundamente subver-

                                   [64]
siva. Puesto que nuestra civilización global y tecnológica carece tan com-
pletamente de un sentido estructurador de los fines básicos, humanos y
de la humanidad, puesto que tantos proyectos ambiciosos y abundante-
mente financiados parecen ridículos cuando se los compara con las ne-
cesidades claras Y presentes de la humanidad, uno tiene que buscar oca-
siones para preguntar: ¿Por qué?


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

BIJKER, Wiebe y cols. (eds.) (1987), The Social Construction of Technological Sys-
    tems: New Directions in the Sociology and History of Technology, Cambridge,
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WINNER, Langdon (1993), «Social Constructivism: Opening the Black Box and
    Finding Ir Empty», Science as Culture, vol. 3, núm. 16 (oraño).




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  • 2. Cubierta: A. Imbert © Los autores, 2001 © Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2001 Almagro, 38 28010 Madrid ISBN: 84-7030-912-9 Depósito Legal: M-8.437-2001 Impreso en Rógar, S. A. Impreso en España - Printed in Spain Ninguna parte de esta publicación, incluido diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna, ni por ningún me- dio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grahación o de fotoco- pia, sin permiso previo del editor.
  • 3. Dos VISIOnes de la civilización tecnológica* LANGDON WINNER RESUMEN En este trabajo se examinan las concepciones del cambio tecnoló- gico de carácter determinista, destacando las consecuencias personales y sociales de su difusión y aceptación social. Frente a esas concepcio- nes se examinan también los enfoques del llamado «constructivismo social», donde se enfatiza el carácter contingente de ese cambio. Se con- cluye con una reflexión acerca de la necesidad de suscitar un debate público acerca del sentido político de la tecnología y su relación con el orden social, dentro del así llamado movimiento de la tecnología profunda. En este movimiento deberían plantearse dos tipos de pre- gunta respecto al desarrollo tecnológico: la pregunta por los fines del desarrollo actual y por los fines más acordes con una clase de mundo globalmente deseable. Se nos dice que «eso» aparece ante nosotros como una fuerza irresis- tible, un dinamismo alterador del mundo que transformará nuestros tra- bajos, revolucionará nuestras familias y educará a nuestros hijos. Tam- bién cambiará la agricultura y la medicina de métodos tradicionales y modificará los genes de organismos vivos, quizá incluso el organismo hu- mano. Enfrentados con «eso)quot; no hay ninguna alternativa, no queda sino aceptar lo inevitable y celebrar su venida. De ahora en adelante «eso» de- cidirá nuestro futuro. El «eso» de estas frases es, por supuesto, la tecnología. Mientras el nuevo milenio nos hace señas, un deslumbrante conjunto de libros, re- latos periodísticos, anuncios y especiales de televisión proclaman audaz- mente: la tecnología tiene la clave del futuro humano. Cuando la tec- nología cambia, el mundo también lo hace. Un número del New York Times Magazine sobre el tema «Lo que la tecnología nos está haciendo», proporcionaba un buen ejemplo de esto. Su portada muestra a un des- concertado Kramer, del show televisivo Seinfild, rodeado por un océano de ordenadores y aparatos electrónicos, agarrando desesperadamente un mando a distancia de televisión. En el interior, una docena de conoci- * Traducción de Marra Domíngucz Folgueras. [55]
  • 4. dos escritores explican con entusiasmo de qué manera la tecnología ace- lera el pulso de la actividad, domina nuestras costumbres personales, vuelve a dar forma al orden social y fomenta sueños exóticos de tras- cendencia. El mensaje está perfectamente claro: la tecnología está cam- biando el mundo tan rápido que hace que la cabeza te dé vueltas. En esa misma revista, por ejemplo, el artículo «Life As We'll Know Ir», de Elizabeth Royte, pinta el futuro de la familia como una colección de artilugios que ahora se están desarrollando en el laboratorio de me- dios de comunicación del MIT. Aquí están sus predicciones. Nuestras paredes estarán llenas de agentes de software capaces de decirnos dónde encontrar aquellas llaves perdidas. Ordenadores vestibles y etiquetas di- gitales regularán las interacciones con aparatos y personas, señalando nuestras identidades, humores y deseos. Enormes pantallas punteras de video transformarán cada sala de estar en un centro comercial global. Ju- guetes inteligentes «reconocerán a los niños, saludándoles con una can- ción o un baile personalizados». ¡Ah, qué maravillosos serán estos hoga- res y familias! (Royte, 1997). Lo más sobresaliente en este tipo de proyecciones es cuán arduamente trabajan sus autores para convencernos de que todas las posibilidades de elección han sido canceladas de antemano. El verdadero fin y la diná- mica del cambio tecnológico presente y futuro parecen presentarnos un mundo en el cual otras formas de pensar sobre la condición humana se han vuelto impotentes. En los medios populares, así como en proclamas de líderes de los negocios y de la política, encontramos una aceptación entusiasta de la idea de que un universo conducido por la tecnología es algo muy importante, y que cualquier esperanza de una razonable inter- vención humana simplemente no tiene nada que ver con ello. Lo que quiero hacer aquí es examinar las concepciones del cambio tecnológico que sugieren que la gente asuma la necesidad histórica y por lo tanto renuncie a su derecho a participar en la toma de decisiones im- portantes. Si prestáramos atención a lo que se decía unos cuarenta años atrás, tras la Segunda Guerra Mundial, descubriríamos que el debate sobre tec- nología y sociedad estaba centrado en una dinámica tecnológica de un tipo parecido. Entre los científicos sociales y los historiadores existía la opinión de que el cambio tecnológico seguía un camino bastante lineal y único, que el cambio tecnológico era un tipo de fuerza determinante y unívoca, con un momento y unos resultados altamente predecibles. En- tre los científicos sociales había un grupo influyente que adoptó lo que se llamó teoría de la modernización, la creencia de que todas las socie- dades pasan por etapas de crecimiento, o etapas de desarrollo, ligadas a una sofisticación tecnológica y una integración social tales que al final alcanzarían lo que se llamó «punto de despegue», y conseguirían el tipo de prosperidad material y el modo de vida descubiertos en Europa y América de finales del siglo xx -todo para bien (Rostow, 1961). También había voces filosóficas que cuestionaban los beneficios de [56]
  • 5. estas tendencias, llamando la atención sobre los costes del moderno des- arrollo tecnológico para la libertad humana, el trastorno social y la destruc- ción del medio ambiente, por ejemplo, las visiones presentadas en The Téch- nological Society (1964), de Jacques ElIul, y Myth o/ the Machine: The Pentagon o/ Power (1970) de Lewis Mumford. Este, por ejemplo, descri- bió la larga evolución de lo que él llamó la «megamáquina»: un gigante centrado en la tecnología, autojustificador y altamente destructivo, el cual, al absorber la energía humana hacia proyectos militaristas, producción reglada, consumismo hueco y propaganda de masas, ha minado la capa- cidad de la gente para llevar vidas satisfactorias y sanas (ElIul, 1964; Mum- ford, 1970). Tanto en las variantes optimistas como en las pesimistas había más o menos un acuerdo en que la tecnología -sea como sea el modo en que se definiera- tenía ciertas cualidades esenciales entre las que se po- drían enumerar un tipo particular de racionalidad -racionalidad ins- trumental, la búsqueda de la eficiencia- y un tipo de ímpetu histórico y de cualidades no negociables que hacían bastante menos potentes otros tipos de influencias sociales y culturales sobre la vida social. Durante los últimos veinticinco años ha habido un esfuerzo por mos- trar que es errónea la idea de que la tecnología es una fuerza lineal y unívoca. Esto lo han llevado a cabo científicos sociales, historiadores y fi- lósofos, europeos y americanos. Una de las metas de ese trabajo es ofre- cer formas de describir y explicar el cambio tecnológico que sean más detalladas, matizadas y precisas que aquellas que describen el desarrollo tecnológico como mera ciencia aplicada o como la marcha del progreso. Este esfuerzo ha sido extremadamente fructífero, arrojando nueva luz so- bre nuestra comprensión del cambio tecnológico, incluyendo el papel de género, la clase, la etnicidad y numerosas dimensiones culturales. Otra meta de este trabajo es la de rescatar a la posibilidad de elec- ción humana de las fauces de la necesidad, de redimir la posibilidad de la tecnología del optimismo fácil del pensamiento ilustrado y liberal, y del pesimismo de los críticos culturales. En los estudios de construcción social se descubre voluntarismo en el cambio tecnológico en contraste con ideas de inevitabilidad. Una de las ramas más destacadas de este tipo de pensamiento se llama construcción social de la tecnología. Desde este punto de vista, la histo- ria de desarrollos sociotécnicos imporqmtes no revela el tipo de unifor- midad y homogeneidad que nos harían esperar las ideas de inevitabili- dad tecnológica. En su libro Networks o/ Power, el historiador Thomas Hughes explica que el desarrollo de las redes de producción y distribu- ción de electricidad en Inglaterra, Alemania y EEUU, procedió según ca- minos muy distintos. Si no se puede encontrar uniformidad en sistemas como éstos, entonces la conclusión de que el mundo se dirige hacia una megamáquina homogénea es falsa (Hughes, 1983). Tras una inspección detallada de especificidades históricas, no se ve el despliegue de un desarrollo tecnológico lineal y único, sino desarro- [57]
  • 6. llos en los que hay distintos conjuntos de actores sociales, muchos ca- minos ramificados en lo técnico, muchos tipos de mecanismos propues- tos, soluciones de problemas. Sólo después del hecho se hace posible de- cir: esto es todo sobre la tecnología X, así es como, por ejemplo, se creó la televisión, como se creó nuestro sistema de autopistas y como las co- sas recibieron un conjunto particular de características sociotécnicas. Lo que revela la historia es un proceso de construcción social en marcha, que implica conflicto humano, negociación, juegos de poder, compro- misos -lejos de la imagen de una racionalidad que se despliega inelu- diblemente y que imprime un sello particular sobre el mundo. En escritos históricos y sociológicos de la nueva escuela, lo que se acentúa es lo difícil que es conseguir lo que las visiones más tempranas de la tecnología y la práctica social casi dieron por hecho: la capacidad de asegurar la forma final que tendrá un sistema material útil, y el con- junto de pautas de aprovechamiento social asociadas con él (Bijker y cols., 1987). El resultado general de esta investigación y especulación ha sido una fuerte afirmación de la contingencia en nuestra forma de entender el cambio tecnológico. Lo que se ve no es un monstruo ordenado de an- temano para lograr una forma particular y para tener consecuencias par- ticulares, sino más bien un conjunto de opciones abiertas a elección y una variedad de contextos sociales vivos sobre los cuales se harán las elec- ciones. La cuestión clave, en cualquier período en que aparezca, es ¿quién está incluido en el proceso de decisiones, cuán amplias son las circuns- cripciones, y los intereses de quién ganarán al final? Cuando se hacen preguntas así se empieza a ver cómo la política y el desarrollo tecnoló- gico están siempre entrelazadas. Pero las reconstrucciones históricas del proceso de construcción de la tecnología pueden no ser muy buenas a la hora de ayudar a alguien a controlar lo que está ocurriendo hoy. Antes de que descorchemos la bo- tella de champán y celebremos la libertad de que disponemos a la hora de tomar cualquier decisión social sobre nuevas tecnologías, necesitamos echar una mirada de nuevo a algunas de las experiencias que están tras los pertinaces relatos actuales sobre la inevitabilidad y la necesidad tec- nológica. Porque resulta que la idea de una tecnología autónoma -la idea de que la tecnología sigue su propio curso y establece las condicio- nes esenciales para la vida humana- es quizá más fuerte ahora de lo que ha sido nunca (Winner, 1993). Por ejemplo, en la literatura de una am- plia variedad de campos técnicos, especialmente aquellos que se están ex- perimentando, como la teoría de la información digital, el lenguaje del ímpetu, la trayectoria, los imperativos técnicos y los resultados predeter- minados, es la moneda corriente. La percepción de que uno está siendo arrastrado por un proceso de cambio tecnológico dirigido por una leyes una percepción muy común entre aquellos que trabajan en los campos de ordenadores y telecomuni- caciones. Uno de los fundadores de Intel, Cardan Moore, formuló la ley de Moore, que afirma que el poder de computación disponible en un [58J
  • 7. microchip se duplica aproximadamente cada dieciocho meses (Gil- der, 1989). Los que escriben sobre informática y sociedad se han aferrado a esto como base de la percepción común de que el cambio social en nuestra época lo dirigen las necesidades que surgen del desarrollo de la nueva tecnología electrónica, y de ningún otro sitio. Como comentó re- cientemente el periodista Stewart Brand, da tecnología está acelerando rápidamente Y hay que seguir a su paso» (Brand, 1995). En una línea similar, la literatura sobre tecnología global y economía global está llena ~e visiones de tecnolo~í~s que van ~an rápido q~e lo mejor que cualqUIera puede hacer es antiCIpar sus pOSIbles trayectonas y llegar a tiempo para apoderarse de la ventaja. En el libro de Lester Thu- toW, The Future o/ Capitalism, descubrimos que el cambio tecnológico es una de las fuerzas tectónicas que dan forma a nuestros tiempos. No po- demos influir en el empuje del cambio tecnológico más de lo que pode- mos alterar el movimiento de las placas tectónicas de la Tierra. Hoy nos enfrentamos a «placas económicas cuyas fuerzas son tan irresistibles como las de la geología» (Thurow, 1996: 7). Respondiendo a este dinamismo, la literatura contemporánea sobre tecnología y negocios advierte sobre lo que se llama re-ingeniería, la rees- tructuración radical, no tanto en respuesta a cambios tecnológicos ac- tuales sobre nosotros, sino la reestructuración que anticipa cambios tec- nológicos en el lejano horizonte. En esa línea, el libro del consultor Ja- mes Burrus Technotrends, advierte que sea cual sea hoy el negocio de uno, hay que liquidarlo y empezar a reinstrumentarlo de manera que se in- corporen formas nuevas y exóticas de conseguir los mismos objetivos. «Mata a tu vaca lechera antes de que alguien lo haga por tí.» Por ejem- plo, los profesores tienen que salir del aula y mudarse al software educa- tivo (Burrus, 1993). En la literatura sobre ordenadores, redes, economía global e institu- ciones sociales, hay una fuerte tendencia a concluir que los cambios rá- pidos en la tecnología y los desarrollos asociados en la práctica social, sólo pueden ser descritos por una teoría de la evolución reformulada, una teoría de la evolución biotécnica. Ideas de este tipo son el centro de es- peculaciones sobre las propiedades emergentes de sistemas complejos, bio- lógicos y artificiales, en el Instituto de Santa Fe. Resumiendo las impli- caciones de esta forma de pensar, y aplicándola al desarrollo contempo- ráneo en la difusión de la computación en red, Kevin Kelly, editor de Wired Magazine, concluye: «no debería sorprendernos que la vida, ha- biendo subyugado el grueso de la materia inerte sobre la Tierra, conti- núe subyugando la tecnología, sumiéndola bajo su reino de evolución constante, de novedad perfecta y bajo una agenda fuera de nuestro con- trol. Incluso sin el control tenemos que rendirnos, una tecnología neo- biológica es mucho más gratifican te que un mundo de relojes, herra- mientas y simplicidad predecible» (Kelly, 1994: 472). En opinión de Kelly, y de aquellos de orientación similar, la elección ni es posible ni deseable. De hecho, el intento de imponer criterios externos de elección [59]
  • 8. sobre los procesos internos de evolución biotécnica sólo puede ser des- tructivo. Hay que entregarse a un proceso inevitable en el mundo que al final combinará lo artificial y lo biológico. Mi argumento aquí es que la esperanza de los científicos sociales y los filósofos, de que los estudios sobre la construcción social y la con- tingencia en el desarrollo tecnológico asegurarán el dominio de la deli- beración abierta y la elección, se contradice en gran parte con un género de experiencias, percepciones, teorías y lecciones morales vigorosamente defendidas por aquellos directamente implicados en, y entusiasmados con, el cambio tecnológico en nuestros tiempos. En principio no hay ninguna razón por la cual no debería haber un extenso debate sobre qué caminos del cambio tecnológico y social son deseables. Pero cuando nos enfrentamos a las décadas venideras de lo que es probable que sean extraordinarias transformaciones de nuestros modos de vida, basadas en nuevas y poderosas tecnologías, nuestros líderes em- presariales, nuestros políticos e intelectuales parecen poco inclinados a aceptar este desafío. Lejos de asumir la promesa de una toma de deci- siones deliberada, consciente, voluntaria y democrática sobre la tecnolo- gía, muchos observadores -por razones que ellos encuentran forzosas y completamente congruentes con su experiencia vivida- han proyectado su destino sobre procesos y resultados que eluden una toma de decisio- nes de ese tipo. Una adopción voluntariosa de la tecnología desbocada es hoy expre- sada una destacada ideología política, que podría llamarse ciberliberalismo (Dyson y cols., 1994). Adopta una visión de la sociedad firmemente in- dividualista, desafiantemente liberal y entusiasmada con los últimos avan- ces tecnológicos, especialmente los de computación en redes. En esta vi- sión, la sociedad y el gobierno no deberían obligar o pedir nada a los innovadores ingeniosos. Las fuerzas de mercado, y sólo ellas, deberían de- cidir qué opciones triunfan al final. Las almas virtuosas más directamente responsables de crear los nuevos mecanismos, sistemas, productos y servi- cios son, por supuesto, las que deberían recibir el beneficio económico de estos logros. Frente a la medrante ingenuidad de la alta tecnología, la mejor política social es simplemente apartarse del camino y dejar que el cuerno de la abundancia posmoderno siga dando resultados. La menta- lidad de la autoabsorción liberal de la alta tecnología no deja lugar a la reflexión sobre el bien común. Uno no se preocupa por los servicios pú- blicos o las responsabilidades compartidas que se desprenden del hecho de que vivimos en compañía de una población de seis mil millones de personas. En Silicon Valley, y en otros centros de vitalidad emprendedora, la única filosofía pública discernible es la celebración de la nueva Fiebre del Oro. Si no es entre las comunidades de la alta tecnología, entonces, ¿dónde se puede encontrar una atención hacia las preocupaciones humanas más amplias y una visión del mundo como un todo? Un buen sitio para bus- car es la serie de informes anuales acerca del desarrollo humano que pu- [60]
  • 9. blican las Naciones Unidas. Estos documentos, y su metodología subya- cente, provienen de la investigación, reflexión y debate de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, que produjo e! informe Nuestro Futuro Común, publicado en 1987; una investigación que al fi- nal condujo a la cumbre de Río de 1992. El volumen para 1999 es es- pecialmente interesante porque examina directamente la globalización y cómo «está dando forma a una nueva área de interacción entre naciones, economías y personas». El informe señala que la globalización tiene mu- chas características positivas y dinámicas. «Está aumentando los contac- toS de la gente por encima de las fronteras nacionales -en economía, en tecnología, en cultura y en gobierno.» Pero e! informe observa tam- bién que la tendencia a la globalización tiene numerosos «aspectos ne- gativos, perjudiciales y marginadores» (N. U., 1999: 25). En particular, el informe observa que hoy las principales tendencias en el desarrollo tecnológico, tal y como son medidas por los indicadores básicos de calidad de vida, tienen una relación claramente desfavorable con e! bienestar de buena parte de la población mundial. Por eso e! li- bro llama la atención sobre una creciente concentración de poder en ma- nos de un porcentaje relativamente pequeño de la población mundial, junto con una brecha creciente de desigualdad, que puede observarse en la mayoría de las naciones y pueblos de! mundo. En 1960, e! 20 por 100 de la población mundial en los países más ricos tenía treinta veces más ingresos que el 20 por 100 más pobre; en 1997, setenta y cuatro veces más (N. U., 1999: 36). La riqueza neta de las doscientas personas más ricas de! mundo aumentó de 440 mil millones de dólares a más de un billón en sólo cuatro años, de 1994 a 1998, y es igual al ingreso to- tal de! 41 por 100 de la población mundial. El capital de las tres per- sonas más ricas era más que e! PIE de los cuarenta y ocho países menos desarrollados (N. U., 1999: 37). La brecha de riqueza y renta se está en- sanchando tanto entre los países como dentro de ellos. Por supuesto, hay una gran variedad de circunstancias políticas y eco- nómicas que contribuyen al rápido ensanchamiento de la grieta entre ri- cos y pobres. Pero e! informe deja claro que e! filo de la desigualdad se sitúa ahora en e! cambio tecnológico de tipo avanzado. Internet, por ejemplo, presentada por sus proponentes como la promesa de democra- cia para e! futuro, hasta e! momento ha desequilibrado en extremo la igualdad. El 20 por 100 más rico de la población de la Tierra dispone de! 93 por 100 de! uso total de Internet. «Aquellos con ingresos, edu- cación y contactos [en sentido literal], tienen un acceso barato e instan- táneo a la información. El resto se quedan con un acceso incierto, lento y costoso.» A partir de estos hechos básicos, los autores realizan una se- vera advertencia: «Cuando la gente vive y compite en estos dos mundos uno junto a otro, la ventaja de estar conectados dominará a los margi- nales y empobrecidos, acallando sus voces y sus preocupaciones en la con- versación globah) (N. U., 1999: 6). Se pueden encontrar desigualdades similares respecto a la riqueza y [61 ]
  • 10. el control social en el campo emergente de la biotecnología, aplicada a agricultura y medicina. El informe comenta que «1a liberalización, la pri- vatización y los derechos de propiedad intelectual restringidos están mol- deando el camino a las nuevas tecnologías, determinando cómo se usan ... Al definir agendas de investigación, en las discusiones sobre el dinero, los productos cosméticos innecesarios y los tomates de maduración lenta, van más arriba en la lista que los cultivos resistentes a la sequía o una vacuna contra la malaria» (N.U., 1999: 6). Otra industria de la cultura altamente tecnológica- los medios de comunicación global- propaga ahora una vasta monocultura de noticias globales y de dominación del ocio,del intelecto y el espíritu, excluyendo formas de comunicación cultural indígenas. «El mercado global para los productos culturales se está concentrando, expulsando industrias peque- ñas y locales. En el núcleo de la industria del entretenimiento -pelícu- las, música y televisión- hay un dominio creciente de productos de EEUD, y muchos países están viendo marchitarse a sus industrias loca- les» (N. D., 1999: 33). Otras tendencias enfatizadas con fuerza en el in- forme son los episodios más destacados de daños al medio ambiente, pro- ducidos a lo largo del camino hacia la globalización, por ejemplo, una pronunciada caída en los caladeros mundiales. El informe apunta una y otra vez cómo las variedades dinámicas del cambio tecnológico son profundamente no representativas: no represen- tativas en la forma en que son creadas, no representativas en sus efectos diferenciales. Las ideas y necesidades de buena parte de la población mun- dial simplemente no son incluidas en los planes de innovación, y la puesta en marcha de nuevos sistemas tecnológicos a menudo les excluye de cual- quier beneficio directo. En ese sentido, eJ estudio continúa sugiriendo un número de líneas maestras para el desarrollo económico y técnico que parecen chocantes sólo porque nos recuerdan lo que faltaba. Pide a la comunidad mundial que: Intensifique la acclOn pública orientada a desarrollar tecnologías para el desarrollo humano y la erradicación de la pobreza. Construya una arquitectura más coherente y más democrática para el gobierno global en el siglo XXI. Tome medidas globales más fuertes para abordar las amenazas glo- bales a la seguridad humana (N. U., 1999: 1-12). Hace unos treinta años, en respuesta a una conciencia creciente de los efectos dañinos de la civilización industrial sobre la biosfera, la gente se unió alrededor del mundo para organizar el Día de la Tierra, y a par- tir de ahí un nuevo movimiento -el movimiento del Medio Ambiente. Según ha ido madurando el movimiento, uno de sus puntos de énfasis ha sido la necesidad de preservar los hábitats de especies que habitan este planeta con nosotros. En otras palabras, no basta con limpiar la conta- minación, el aire y el agua, y con garantizar una provisión de alimentos [62J
  • 11. limpia Y saludable para nosotros. Además, debemos proteger la biodi- versidad, lo que significa proteger hábitats que de otra forma se verían como meros recursos económicos. Al acabar este siglo, creo que existe la necesidad de un nuevo tipo de movimiento social, uno preocupado directa y activamente por las dis- tintas formas de compromiso humano, no ya con las cosas naturales, sino con los sistemas tecnológicos. Un movimiento de este tipo prestaría aten- ción a la calidad de los hábitats en los que vivimos, en este caso de los hábitats artificiales que alojan a la actividad humana alrededor del globo. Se podría preguntar, por ejemplo: 'Qué tipo de escenarios basados en la tecnología son compatibles con un ~rabajo satisfactorio y con sentido? ¿Qué características de los sistemas tecnológicos contribuyen a la construcción de formas satisfactorias de familia y de vida comunitaria? ¿Qué características tecnológicas son compatibles con un orden so- cial en que la gente se sienta segura y confiada? ¿Qué modelos tecnológicos buscan estrechar en vez de expandir las desigualdades sociales que afligen a la sociedad propia y al orden social global? ¿Qué medios se pueden encontrar para incluir a la gente que ahora está normalmente excluida de la toma decisiones sobre nuevas tecnolo- gías y de sus beneficios? Éstas son preguntas positivas sobre las que se puede abordar una va- riedad de proyectos esperanzadores. Una movilización de gente deseosa de plantear esas preguntas de una forma intelectual y práctica podría llamarse el movimiento de la tecnología profunda. De la misma forma que la pos- tura filosófica anticipada por el escritor noruego Ame Naess pide un au- mento de la preocupación por las relaciones humanas con el reino natu- ral, un movimiento de tecnología profunda expresaría la preocupación por la calidad de las implicaciones humanas con las cosas artificiales. En su núcleo, la tecnología profunda suscita dos cuestiones íntima- mente relacionadas. Una es examinar críticamente los proyectos de inno- vación tecnológica existentes, que se están desarrollando en la propia época, preguntándose por los fines fundamentales que persiguen. ¿Cuáles son los propósitos básicos implicados en importantes variedades de in- vestigación y desarrollo? ¿Qué ataduras institucionales presuponen? Bus- cando respuestas, la tecnología profunda miraría más allá de las afirma- ciones superficiales sobre usos y posibles beneficios para representarse el mundo creado a través de caminos particulares de cambio técnico. ¿Cómo aparece el mundo como un todo cuando tienen efecto estas innovaciones? ¿De dónde viene, por ejemplo, el apoyo financiero para la innovación pro- puesta, y dónde acabarán los costes económicos y los beneficios, hablando de forma realista? ¿Cómo cambian las prácticas humanas, las institucio- nes y las infraestructuras materiales para acomodar las nuevas técnicas? [63]
  • 12. El segundo centro de investigación en la tecnología profunda es in- quirir qué fines debería haber para proyectos y políticas tecnológicas de diversos tipos. ¿Qué fines y propósitos son los que deberíamos intentar conseguir razonablemente los seres humanos de nuestra época? ¿Qué tec- nologías son apropiadas para una sociedad buena? ¿Cuáles tienen un ajuste aceptable con la esperanza de crear una civilización justa, demo- crática y ecológicamente sostenible para las décadas venideras? No es todo esto ninguna novedad. Pedir que consigamos mayor cla- ridad sobre ambos fines del desarrollo tecnológico, el actual y el deseable, parece una petición completamente obvia. Pero ¡ay! de todos los asuntos que deberían suscitarse en las discusiones sobre cambios tecnológicos pen- dientes, las preguntas sobre fines y propósitos son normalmente las últi- mas en aparecer, si lo hacen siquiera. Muy a menudo, los propósitos ori- ginales son enterrados por capas de presuposiciones previas, compromisos y subplanes, y son de todo menos fáciles de descubrir. Las agendas pura- mente instrumentales (<<esta herramienta es mejor que esa herramienta, este método es mejor que ése») se ponen en el lugar de la comprensión más básica sobre lo que debemos tratar en primer lugar. Esto se ve en la proliferación de tecnologías educativas, por ejemplo, en las cuales cual- quier investigación básica sobre los fines de la educación es apartada al celebrar los ponentes la llegada de las últimas máquinas de información. Ahora bien, ¿de qué se supone que trata la educación? No importa, ¿cómo puedo conseguir un módem más rápido para esta aula? Según mi experiencia, proponer las cuestiones de la tecnología pro- funda de una forma abierta, pública y debatible, puede tener efectos po- derosos. El papel que pueden jugar los movimientos sociales a la hora de suscitar temas de política tecnológica como centro de sus actividades es especialmente prometedor. Esto está ocurriendo ahora, por ejemplo, en algunas áreas en las que los caminos de investigación y desarrollo en biotecnología han sido obstaculizados por grupos y coaliciones que han estudiado los posibles efectos de los nuevos productos y las formas en que son comercializados. Por ejemplo, la fuerte protesta pública contra la introducción de semillas estériles genéticamente modificadas, semillas que llevan el así llamado gen terminator, parece haber tenido un efecto positivo. Recientemente, la corporación Monsanto anunció que había re- nunciado a los planes de introducir semillas de este tipo en los merca- dos mundiales (Lyddon, 1999). Esto puede ser tenido en cuenta como una victoria para grupos como Greenpeace, que arguyeron que las semi- llas podrían ser destructivas para las comunidades granjeras locales y po- siblemente podrían ser peligrosas cuando se introdujeran en los ecosiste- mas mundiales. Aquellos que investigaron con profundidad sobre la tec- nología se dieron cuenta del verdadero propósito de las semillas tratadas: un cambio en el control de las condiciones de producción agrícola. Es- perando llegar al fondo de las cosas, uno siempre puede preguntar sim- plemente: «¿Cuál es el propósito de esto?» En nuestros tiempos esta ino- cente pregunta resulta ser embarazosa y a veces profundamente subver- [64]
  • 13. siva. Puesto que nuestra civilización global y tecnológica carece tan com- pletamente de un sentido estructurador de los fines básicos, humanos y de la humanidad, puesto que tantos proyectos ambiciosos y abundante- mente financiados parecen ridículos cuando se los compara con las ne- cesidades claras Y presentes de la humanidad, uno tiene que buscar oca- siones para preguntar: ¿Por qué? REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS BIJKER, Wiebe y cols. (eds.) (1987), The Social Construction of Technological Sys- tems: New Directions in the Sociology and History of Technology, Cambridge, Mass., MIT Press. BRAND, Stewart (1995), «Two Questions», en «Scenarios: The Future of the Fu- rure», Wired, diciembre. BURRUS, Daniel (1993), Technotrends: How to Use Technology to Co Beyond Your Competition, Nueva York, Harper Business. ELLUL, Jacques (1964), The Téchnological Society, trad. de John Wilkinson, Nueva York, Vintage Books. GILDER, George (1989), Microcosm: The Quantum Revolution in Economics and Technology, Nueva York, Simon and Schuster. HUGHES, Thomas P. (1983), Networks of Power: Electrification in U7estern Society, 1880-1930, Balrimore, Johns Hopkins Universiry Press,. KELLY, Kevin (1994), Out of Control: The New Biology, Social Systems and the Economic World, Mass., Addison-Wesley, Reading. LYDDON, Chrisrapher (1999), «Concern Remains as Monsanto Drops Termina- rar Gene,), Reuters, 5 de octubre. MUMFORD, Lewis (1970), The Myth ofthe Machine: The Pentagon ofPower, Nueva York, Harcounr Brace. NACIONES UNIDAS (1999), Human Development Report 1999, Nueva York, Ox- ford Universiry Press. ROYTE, Elizabeth (1997), «Life as We'll Know Ir», The New York Times Sunday Magazine, 28 de septiembre. ROSTOW, W. W (1960), The Stages of Economic Crowth, a Non-Communist Ma- niftsto, Cambridge, Cambridge Universiry Press. THUROW, Lester C. (1996), The Future of Capitalism, Nueva York, William Mo- rrow and Company. WINNER, Langdon (1993), «Social Constructivism: Opening the Black Box and Finding Ir Empty», Science as Culture, vol. 3, núm. 16 (oraño). [65]