2. Barquisimeto- Edo Lara
Vida y Juventud
Tomás de Aquino nació en 1225 en el castillo de Roccasecca, cerca de Aquino,
en el seno de una numerosa y noble familia de sangre germana. Su padre,
Landolfo, descendiente a su vez de los condes de Aquino, estaba emparentado
con el emperador Federico II. Su madre, Teodora, era hija de los condes de Taete
y Chieti.
Recibió Tomás su primera educación cumplidos los cinco años, en la abadía de
Montecasino, de la que era abad su tío. Ya por estas fechas sus biógrafos más
reputados (Guillermo de Tocco, Bernardo Guido o Pedro Calo) destacan una
singular devoción, señalando que, desde bebé, se aferraba fuertemente a un
papiro que tenía escrito el Ave María. Le enseñaron primariamente gramática,
moral, música y religión hasta 1239, cuando el emperador Federico II decretó la
expulsión de los monjes. A finales del mismo año el joven Tomás entró en un
centro más avanzado, acorde a sus facultades: la Universidad de Nápoles, que,
mediante las artes liberales, le introdujo en la lógica aristotélica. En 1244,
sintiéndose intensamente llamado a la vida austera e intelectual de los frailes
dominicos que había conocido en un convento de Nápoles, ingresó
excepcionalmente rápido en su Orden, gracias a la amistad que había trabado con
el Maestro General Juan de Wildeshausen. La decisión contrarió sobremanera a
su familia, que tenía planificado que Tomás sucediera a su tío al frente de la
abadía de Montecasino. Enterados de que Tomás se iba a dirigir a Roma para
iniciarse en los estudios del noviciado sus hermanos lo raptaron y retuvieron
durante más de un año en el castillo de Roccasecca con la intención de disuadirlo
de su ingreso definitivo en la orden. Tras haber sido tentado varias veces, logró
huir del castillo, y, para alejarse de su familia tuvo que ser trasladado a París. El
Aquinate sorprendió a los frailes cuando estos vieron que se había dedicado a leer
y memorizar la Biblia y las Sentencias de Pedro Lombardo, incluso había
comentado un apartado de las Refutaciones sofísticas de Aristóteles que eran las
referencias para los estudios de la época.
Formación universitaria
La Universidad de París era ideal para las aspiraciones del joven Tomás, por
su marcada predisposición al Trivium (ya tradicional en París) y por sus escuelas
de teología. Tuvo por maestros más destacados a Alejandro de Hales y a Alberto
Magno, ambos acogedores de la doctrina aristotélica (especialmente el segundo).
3. Entre sus compañeros estaba Buenaventura de Fidanza con quien mantuvo una
singular relación de amistad, aunque también de cierta polémica intelectual. Antes
de que Tomás acabara los estudios, Alberto Magno, sorprendido por el
entendimiento de su alumno napolitano, le encarga un Acto escolástico, y a sus
fortísimos argumentos el alumno responde con perfecta distinción.
Alberto Magno, seguro del potencial del novicio, se llevó a éste consigo, a
Colonia, a enseñarle y estudiar profundamente las obras de Aristóteles, que
ambos habrían de defender posteriormente. En esa época Tomás fue ordenado
sacerdote. Tomás volvería a París en 1252 para continuar sus estudios, pero
encontraría una fuerte oposición a las Órdenes mendicantes, liderada por los
profesores seculares, que perseguían el abandono de la Universidad, en señal de
protesta contra el encarcelamiento de alumnos delincuentes. Pero el objeto último
de su ira eran los maestros mendicantes: su singular pobreza, constancia y hábito
de estudio llenaba sus clases de alumnos (Véase el caso de Alberto Magno) y
ponía en evidencia a los seculares.
El punto álgido de aquel enfrentamiento, que llegó a amenazar la vida de los
mendicantes, llegó cuando el doctor Guillermo de Saint Amour publicó sus
tratados: Libro del anticristo y sus ministros y Contra los peligros de los novísimos
tiempos. Tomás escribió en octubre de 1256, unos meses más tarde del segundo
panfleto de San Amour, Contra los que impugnan el culto divino y, el Papa
Alejandro IV, ese mismo mes, excomulgaría a San Amour, prohibiéndole la
enseñanza y los sacramentos. El joven napolitano contaría, a raíz de su respuesta
a Saint Amour, con la confianza papal en cuestiones teológicas, y se le asignó la
revisión del Libro introductorio al Evangelio eterno, de influencias joaquinistas.
Enseñanza universitaria
Tras aquella destacada actuación se le concedió el doctorado con la
excepcional edad de 31 años, por lo cual, en 1256 ejerce como maestro de
Teología en la Universidad de París. Allí escribe varios opúsculos de gran
profundidad metafísica, como De ente et essentia y su primera Summa o
compendio de saber: el Scriptum super Sententias. Además, goza del puesto de
consejero personal del Rey Luis IX de Francia.
En junio de 1259, Tomás es llamado a Valenciennes, junto con Alberto Magno
y Pedro de Tarentaise (futuro papa Inocencio V), para organizar los estudios de la
Orden, aprovechando que tenía que trasladarse a su Italia natal. Estuvo durante
un periodo de diez años enseñando en Nápoles, Orvieto, Roma y Viterbo. En esta
era de su vida Tomás termina la Summa contra gentiles, que sería la guía de
apología de la Orden en España, encarga la traducción de numerosas obras de
Aristóteles a su amigo erudito Guillermo de Moerbeke, para evitar ciertos errores
4. de interpretación cometidos por los árabes, y comienza la redacción de la Summa
Theologiae. Es menester señalar que el Papa Urbano IV lo nombró consejero
personal, y que le encargó la Catena aurea (Comentario a los cuatro Evangelios),
el Oficio y misa propia del Corpus Christi y la revisión del libro Sobre la fe en la
Santísima Trinidad, atribuido al obispo Nicolás de Durazzo.
El Aquinate fue enviado de vuelta a París, debido a la gran oposición que se
había alzado en contra de su figura y doctrina. Ésta época, por ser la última, es la
más madura y fecunda del Aquinate, el cuál se enfrentó a tres brazos del
pensamiento: los idealistas agustinistas, encabezados por Juan Peckham, los
seculares antimendicantes, dirigidos por Gerardo de Abbeville y, por último los
averroístas, cuya figura visible era Sigerio de Brabante. Tomás ya había asumido
públicamente, numerosas ideas aristotélicas y completó las Exposiciones de las
más destacadas obras de Aristóteles, del Evangelio de Juan y de las Cartas de
Pablo el apóstol. Por otro lado, escribe sus famosas cuestiones disputadas de
ética y algunos opúsculos en respuesta a Juan Peckham y Nicolás de Lisieux, al
tiempo que terminaba la segunda parte de la Summa Theologiae.
Pero su gran lucha vino contra los averroístas: Sigerio de Brabante, máxima
figura de la Facultad de Artes, había manifestado en sus clases (no en sus obras,
de lógica y física, como el Sophisma y su comentario a la Física de Aristóteles)
que el hombre no tenía naturaleza espiritual por lo que la razón podía contradecir
la fe sin dejar ambas de ser verdaderas. Tomás, líder indiscutible de la Facultad
de Teología, respondería ese mismo año con su De unitate intellectus contra
averroistas terminando dicho opúsculo en una declaración sin par:
Regreso y muerte
Terminada su labor en Francia, se le encargó la fundación de un nuevo capítulo
provincial en su Nápoles natal. Antes de ello Tomás visitó su familia, así como sus
amigos el cardenal Anibaldo degli Anibaldi y el abad de Montecassino Bernard
Ayglier. En Nápoles debe destacarse que fue recibido como un rey, así como la
numerosa correspondencia que mantuvo, respondiendo dudas al mismo Bernard
Ayglier entre muchos otros. Sin embargo, tan pronto comenzó la tercera parte de
la Summa Theologiae tuvo una singular experiencia mística (ya las había tenido
antes, está bien documentado) tras la cual se le haría imposible escribir:
Al menos accedió a la invitación del Papa Gregorio X para asistir al Concilio de
Lyon II. Sin embargo, desde el arrebato místico estaba muy débil, y hubieron de
acogerle en la Abadía de Fossanova. Tras varias profecías y milagros
documentados y con numerosos testimonios, Tomás murió haciendo una enérgica
profesión de fe el 7 de marzo de 1274, cerca de Terracina. Posteriormente, el 28
de enero de 1369, los restos mortales del filósofo y teólogo fueron trasladados a
5. Tolosa de Languedoc, motivo por el cual la Iglesia católica celebra su memoria en
esta fecha.
Después de su muerte, algunas tesis de Tomás de Aquino, confundidas entre
las averroístas, fueron condenadas por el obispo de París, Étienne Tempier, quien
en 1277 lanzó una gran condena de 219 tesis respecto a la Universidad de París.
A pesar de que era una condena importante, pero local, Tomás de Aquino fue
canonizado rápidamente, el 18 de enero de 1323. Las condenas de 1277 fueron
inmediatamente levantadas en lo que respecta a Tomás de Aquino el 14 de
febrero de 1325.
Tomás de Aquino es, junto con Aristóteles, Agustín, Leibniz, Kant y Hegel, uno de
los intelectuales más profundos, sistemáticos y fecundos de la Historia.
Obra
La obra escrita de Tomás de Aquino es inmensa y, cuando se tiene en cuenta
que murió a los cuarenta y nueve años y había recorrido casi 10.000 kilómetros en
viajes a pie se considera una hazaña inigualable.
Sus obras más extensas, y generalmente consideradas más importantes y
sistemáticas, son sus Sumas: la Summa Theologiae, la Summa contra Gentiles y
su Scriptum súper Sentencias. Aunque el interés y la temática principal siempre es
teológico, cuenta también con varios comentarios a obras filosóficas,
destacándose, como se ha dicho antes, en Aristóteles con obras filosóficas,
polémicas o litúrgicas. A lo largo de la historia se le han atribuido obras espurias,
que con el paso del tiempo han dejado de ser consideradas de su autoría. Así, sus
obras se encuentran divididas en:
Tres síntesis teológicas, o summas
Nueve tratados en la forma de disputas académicas
Doce disputas quodlibetales
Nueve exégesis sobre las Sagradas Escrituras
Una colección de glosas de los Padres de la Iglesia sobre los Evangelios
Once exposiciones sobre los trabajos de Aristóteles
Dos exposiciones de trabajos de Boecio
Dos exposiciones de trabajos de Proclo
Cinco trabajos polémicos
6. Cinco opiniones expertas, o responsa
Quince letras sobre teología, filosofía o temas políticos
Un texto litúrgico
Dos oraciones famosas
Aproximadamente 85 sermones
Ocho tratados sobre teología
Pensamiento, Fe y Razón
El pensamiento de Tomás de Aquino partía de la superioridad de las verdades
de la teología respecto a las racionales, por la sublimidad de su fuente y de su
objeto de estudio: Dios. Aunque señaló que la razón era muy limitada para
conocer a Dios, ello no le impidió mostrar que la filosofía era un modo de hallar
conocimientos verdaderos:
En primer lugar porque no contradice a la teología, así lo dice:
Lo naturalmente innato en la razón es tan verdadero que no hay posibilidad de
pensar en su falsedad. Y menos aún es lícito creer falso lo que poseemos por la
fe, ya que ha sido confirmado por Dios. Luego como solamente lo falso es
contrario a lo verdadero, como claramente prueban sus mismas definiciones, no
hay posibilidad de que los principios racionales sean contrarios a la verdad de la fe
En segundo lugar, porque es la herramienta natural del hombre para conocer el
mundo y el Aquinate, como se ha visto, considera imposible pensar en la falsedad
de la razón por lo connatural que no es. No obstante, Tomás señalaba que si se
llegaba a una contradicción real y no aparente entre una conclusión de fe y otra
racional, la errónea sería la de razón ya que Dios es infalible. Un ejemplo de
contradicción aparente sería la cuestión de la Trinidad:
Tomás, por razón, señala que "Dios es simple", y, por fe, que es "trino", pero
para ser trino (que no triple) hace falta ser uno, es decir simple, por lo que fe y
razón no se contradicen, sino que la gracia de la fe supone (acepta) y eleva
(perfecciona) la naturaleza, racional en este caso.
La teoría del conocimiento de Tomás de Aquino es un rescate de la defendida
por Aristóteles. Para ambos el entendimiento toma la forma genérica y substancial
de los objetos del exterior (percibida a través de los individuos, plenamente
reconocidos por la intencionalidad del esciente) y la abstrae, dando lugar a la
especie o universal en acto. En ello radica la diferencia cognoscitiva entre hombre
7. y animal, ya que el universal es un elemento indispensable para toda ciencia, que
sólo puede alcanzar el hombre.
La novedad de Tomás en este tema reside en su respuesta al problema de los
universales. Dicho problema, mencionado primeramente por Porfirio en su
Isagoge, analiza el modo de ser del universal. Ya que ésta cuestión es de capital
importancia antropológica (Está visto arriba), directa o indirectamente las grandes
figuras intelectuales de la Edad Media como Agustín de Hipona, Escoto Eriúgena,
Anselmo de Canterbury, Pedro Abelardo o Sigerio de Brabante tomaron postura
en la polémica.
Existencia de Dios
La demostración de la existencia de Dios, ofrecida en una formulación sintética
a través de las así llamadas "Cinco Vías" es un punto breve en la magna obra de
Tomás. No obstante, su exposición es tan completa y sistemática que ha hecho
sombra a Platón, Aristóteles, Agustín de Hipona o Anselmo de Canterbury y se ha
convertido en el modelo de la filosofía clásica respecto a éste punto.10
La Primera Vía se deduce del movimiento de los objetos. Tomás explica
mediante la distinción de acto y potencia, que un mismo ente no puede mover y
ser movido al momento, luego todo aquello que se mueve lo hace en virtud de
otro. Se inicia, pues, una serie de motores, y esta serie no puede llevarse al
infinito, porque no habría un primer motor, ni segundo (es decir, no habría
comunicación de movimiento) por lo tanto debe haber un Primer Motor Inmóvil que
se identifica con Dios, principio de todo.
La Segunda Vía se deduce de la causa eficiente (pues todo objeto sensible
está limitado por la forma, de ahí que no sea eterno y sí causado). Se inicia, por lo
tanto, una serie de causas análoga a los motores que termina en una Causa
Incausada, identificada con Dios, creador de todo.
La Tercera Vía se deduce a partir de lo posible. Encontramos que las cosas
pueden existir o no, que pueden pensarse como no existentes y por lo tanto son
contingentes. Es imposible que las cosas sometidas a la posibilidad de no existir
lleven existiendo eternamente pues en algún momento habrían de no existir. Por lo
tanto debe haber un Ser Necesario que se identifica con Dios, donde esencia y
existencia son una realidad.
La Cuarta Vía se deduce de la jerarquía de valores de las cosas. Encontramos
que las cosas son más o menos bondadosas, nobles o veraces. Y este "más o
menos" se dice en cuanto que se aproxima a lo máximo y (ya que los grados
inferiores tienen su causa en algo genéricamente más perfecto) lo máximo ha de
8. ser causa de todo lo que pertenece a tal género. La causa de la bondad y la
veracidad se identifica con Dios, el Ser máximamente bueno.
La Quinta Vía se deduce a partir del ordenamiento de las cosas. Tomás
recuerda como los cuerpos naturales, siempre o a menudo, obran
intencionadamente con el fín de lo mejor, muchos incluso sin conocimiento. Llegó
a decir, fiel a Aristóteles, que cada ente, como causado, debe tener un orden
dado, tanto por razón de su forma (esencia) como de su existencia y,
remontándonos en la serie de causas finales, esto sólo es posible si hay un Ser
supremamente inteligente, que es Dios.
El alma y el cuerpo
La enseñanza filosófica del Aquinate sobre la entidad y relación del alma y
cuerpo viene recogida, en gran medida, en la respuesta que da al averroísmo y a
su Teoría de la unidad del intelecto o entendimiento:
Fruto de la exégesis neoplatónica de Alejandro de Afrodisias de los textos
aristotélicos, así como del extremismo teocentrista arábigo, el filósofo árabe
Averroes, evolucionando la opinión del verdadero precursor, Avicena, defendió
que el intelecto agente, el actualizador del universal, era Alá, y que tal universal el
género humano lo asimilaba y hacía ciencia con él en el intelecto posible (que era
único para todos) por lo que ninguna alma tenía, como individuo, nada incorpóreo;
así pues, ninguna era inmortal. Averroes indicaba que la relación entre
entendimiento y alma humana se daba mediante la fantasía, entendida como
facultad de conocimiento sensitivo, propia del animal. A esto dicho filósofo añadía,
como nos ha dejado constancia Tomás, que ésta era la opinión de Aristóteles,
pues él decía que el entendimiento era impasible, inmixto y separado.
Ley natural
El fin último del hombre es el bien de su especie, su plenitud-perfección,
alcanzar la felicidad. Para obtenerla debe responderse a su naturaleza, a su forma
humana, y que el ser humano entiende a Dios, Sumo Bien, por el dictamen de su
intelecto es como llega al bien (del cual da Dios razón) de las cosas 16 Ya que
todo ente tiene una forma, con sus límites y medidas, según esas leyes de
naturaleza, el hombre alcanza su bien, su virtud. A ello se le llamaría ley natural.
En consecuencia, la ley positiva, si es contraria a la ley natural, es injusta pues
atenta contra el bien del hombre. De este modo, la ley natural expresa la libertad
del hombre y exige una ordenación racional de su conducta. Esto explica que,
para Tomás de Aquino, la peor forma de gobierno es la tiranía. Tomás de Aquino
recoge las virtudes aristotélicas cuya realización está en el justo medio. Esto se ve
9. corroborado, profundizado y trascendido por la revelación cristiana. Según ésta, el
compendio de la ética es el amor al prójimo, que es querer el bien de todo hombre.
Influencias y repercusiones
Tomás, aun siendo teólogo, destacó por haber leído y estudiado
exhaustivamente a todos los intelectuales referenciales del momento, filosóficos
incluidos, de ahí que pudiera alcanzar una síntesis tan extensa y consistente. Los
materiales para su pensamiento son de muy diverso origen:
En primer lugar de Platón. A él se le debe cierta doctrina de la participación (aún
no plenamente metafísica), para explicar la relación entre Dios y las criaturas, así
como la cuestión de los grados de perfección. Tomás también conocía a los
estoicos como antecedentes de la idea tomista de ley natural.
De Aristóteles coge sus teorías principales, aunque con la perspectiva cristiana
del ser, como se ha visto antes. Los conceptos de forma y materia, acto y
potencia, substancia y accidentes y Dios como fundamento último de los
movimientos de la realidad (primera y quinta Vía). Asume toda su teoría del
conocimiento y las bases de su antropología: la concepción formal del alma, su
división tripartita etc.. En Ética y Política recoge el concepto y la clasificación
aristotélica de la virtud y completa sus aportaciones sobre la ley natural (base del
derecho natural, que, aún defendido por John Locke e Inmanuel Kant, es
metafísico), y completa estos esquemas con la referencia a la ley eterna y las
virtudes teologales (ajenas a la misma cultura griega). Por otra parte, la Lógica la
acepta íntegramente desde su juventud.
Del pensamiento musulmán y judío, además de acoger sus comentarios a
Aristóteles destaca por su atención a Avicena en su distinción (aún inexacta,
debido a su esencialismo) entre esencia y existencia, y en la formulación de la
Tercera Vía. Por otro lado, de Maimónides recoge la defensa de la creación de la
nada y su modo de entender las relaciones entre la fe y la razón. En cuanto a lo
cristiano, es fundamental recordar su adhesión inquebrantable a la Biblia, los
Decretos de los Concilios y los Papas (destaca Gregorio Magno por sus tratados
morales y pastorales). Entre los Padres de la Iglesia destaca, eminentemente,
Agustín de Hipona en la relación de los atributos de Dios, la idea de la creación o
la tesis de la inmaterialidad del alma, la cuestión de la Trinidad entre muchas otras
(afinadas por su aristotelismo)
De otros neoplatónicos como Pseudo Dionisio Areopagita asume los aspectos
neoplatónicos de sus obras, como el concepto de participación y las grados de
perfecciones, en clave teológica. De Boecio, sus aportes a los dogmas trinitarios y
10. cristológicos. Alberto Magno, en último lugar, le introduje en el conocimiento de
Aristóteles y le inició en la cuestión de los trascendentales.
Respecto a su influencia posterior, Tomás jugó un papel capital, nunca antes
visto en la Iglesia católica, como referencia y modelo de pensamiento, tanto en la
Inquisición como en el Concilio de Trento. En el siglo XV sus seguidores son muy
diversos: el canciller Juan Gerson, el inquisidor Tomás de Torquemada y Girolamo
Savonarola. En el siglo XVI defienden su doctrina y figura el Papa Pío V (que lo
nombró Doctor de la Iglesia) y un buen número de distinguidos españoles como el
fundador de la Compañía de Jesús Ignacio de Loyola (cuya lectura él decreta en el
Cap. 14, punto 4° de las Constituciones), el Doctor místico Juan de la Cruz (que
emplea constantemente sus principios para explicar los mecanismos espirituales),
el cardenal Tomás Cayetano, Francisco de Vitoria y Domingo de Soto. Más tarde,
asentando la reforma contra el protestantismo en el siglo XVII, destacan el obispo
Francisco de Sales, Juan de Santo Tomás, Francisco Suárez y Domingo Báñez.
Cabe señalar que Santo Tomás de Aquino, abarcó la mayoría de las áreas del
conocimiento, sus influencias que ejercieron ciertos personajes en la vida en la
formación de Santo Tomás como Aristóteles, San Alberto Magno que fue su
primero Profesor, AN Agustín de Hipona y tantos otros que fueron importantísimos
en la Vida de este sabio.
Su pensamiento se puede comprender a través de diversas obras escritas, por
ejemplo una de las más importantes la Suma Teológica, o teoría sobre la Fe la
Razón tan discutidas durante la Edad Media, el Doctor Angélico encuentra un
fundamento preciso para explicar cuál es la verdadera relación de estos
conceptos.
En la Edad Media, la Iglesia cristiana tuvo un enorme peso en la vida cultural y
filosófica de la Europa occidental. Tanto es así que, antes de que se aceptaran
nuevas teorías y descubrimientos, la Iglesia aplicaba su particular filtro para
determinar si eran compatibles con el dogma cristiano; sólo en ese caso las
nuevas ideas eran aceptadas .Sin embargo apareció la imagen de Santo Tomás
de Aquino, que junto a sus trabajos, tanto sea en las nuevas ideas de la religión,
en sus postulados filosóficos; abrió una gran senda en el camino del pensamiento
de la humanidad. El cual hasta hoy mismo, estando en pleno siglo XXI sigue
vigente.
Por todo lo anterior y por la trascendencia que ha tenido en el pensamiento
occidental, se puede afirmar, sin temor a equivocaciones, que Santo Tomás de
Aquino es una de las mentes más lúcidas, geniales y brillantes, por no decir la
más, de toda la historia de la humanidad. Por eso, no es arriesgado proponer a
este genial santo como el hombre del milenio.