SlideShare una empresa de Scribd logo
1 de 51
Descargar para leer sin conexión
LA FUNCIÓN DEL PADRE Y NEUROSIS OBSESIVA
LINDA VERÓNICA RAMÍREZ BECERRA
UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
ESCUELA DE POSGRADOS
ESPECIALIZACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA
CON ORIENTACIÓN PSICOANALÍTICA
SANTIAGO DE CALI
2010
LA FUNCIÓN DEL PADRE Y NEUROSIS OBSESIVA
LINDA VERONICA RAMIREZ BECERRA
Trabajo presentado para optar al título de Especialista en Psicología Clínica con
Orientación Psicoanalítica
Asesor:
CARMEN EUGENIA COBO MONTENEGRO
Psicóloga
UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
ESCUELA DE POSGRADOS
ESPECIALIZACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA
CON ORIENTACIÓN PSICOANALÍTICA
SANTIAGO DE CALI
2010
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN, 4
LA FUNCIÓN DEL PADRE Y LA NEUROSIS OBSESIVA, 6
El Padre, 6
Complejo de Edipo, 12
Metáfora Paterna, Nombre del Padre, 20
Neurosis Obsesiva, 27
Clínica de la Neurosis Obsesiva y Lacan, 37
El Padre en la Neurosis Obsesiva, 42
DISCUSIÓN, 46
REFERENCIAS, 48
LA FUNCIÓN DEL PADRE Y LA NEUROSIS OBSESIVA
INTRODUCCIÓN
Teniendo en cuenta que en la estructuración del sujeto la función del padre ocupa un lugar
determinante, este escrito pretende presentar algunos aspectos pueden resultar de gran interés
acerca de la elaboración que realiza Lacan (1999b) de la Metáfora Paterna, a partir de la relectura
de Freud y que plasma en su seminario V, especialmente la posición del padre en el Complejo de
Edipo de acuerdo a sus tres tiempos. Así mismo, una vez claro el concepto del padre y la
metáfora paterna, se abordará la neurosis obsesiva, finalizando con la relación entre esta
estructura y la función paterna.
Antes de abordar la cuestión del Complejo de Edipo y sus tres tiempos, es importante
situar de qué forma se toma el concepto de padre en el discurso psicoanalítico, sin olvidar que
este término remite a algo en el discurso común, y es al papá de cualquier sujeto, el de carne y
hueso; mientras que el “padre” en psicoanálisis implica una articulación con otros conceptos de la
teoría, pues solo así adquiere su significado. Surge entonces la pregunta ¿qué es el Padre en
psicoanálisis? El padre tiene significación en el Edipo, Lacan planteó la función paterna, como
significante de la ley, aparece mediante el concepto de Nombre-del-Padre.
Posteriormente, se abordará el concepto de Metáfora Paterna, planteamiento que Lacan
realiza para dar un lugar al Nombre-del-Padre, noción que se ampliará en este texto, mas por el
momento se puede decir que no regula ni causa la metáfora sino que deriva de la operación
metafórica, es decir que el padre es una metáfora, como se va a apreciar más adelante cuando se
entiende que es un significante que sustituye a otro significante. Ahora bien, ¿en dónde se sitúa el
efecto de esta metáfora? ¿Podría ubicarse en un momento determinado o se encuentra a lo largo
de los tres tiempos del Edipo? Se examinan más adelante estos tres tiempos para intentar dar
respuesta.
Hacia el final de este escrito se vincula esta cuestión del padre con la neurosis obsesiva,
una de las tres estructuras que Freud nombra como neurosis, y una que en la consulta diaria
aparece, no solo como estructura sino como rasgos de personalidad de algunos sujetos.
LA FUNCIÓN DEL PADRE Y LA NEUROSIS OBSESIVA
El padre
Intentar dilucidar el concepto de Padre en el discurso psicoanalítico trae ya un
inconveniente, pues debe operar allí donde la palabra, el término, el significante Padre implica su
significado, porque es importante recordar que la práctica clínica es sobre sujetos humanos
hablantes. Por lo tanto, debe ser definido en relación con otros conceptos y recordando que no
tiene que ver con el papá de nadie, ya que esta palabra no funciona así como concepto
psicoanalítico. Así que el problema es que “padre” designa algo en la lengua, cuestión que
complica su conceptualización.
Ser padre no es algo que se pueda deducir de la experiencia sin ayuda del significante,
pues no es suficiente con que un hombre y una mujer copulen, pasen nueve meses, en el mejor de
los casos, durante los cuales crece el vientre de la mujer y que a su término nazca una pequeña
criatura, para que ese sea considerado un padre. Es necesario todo un intercambio a nivel
simbólico que hace que esa madre autorice y confirme que ese es un padre. Así, “la función de
ser padre no es pensable de ningún modo en la experiencia humana sin la categoría del
significante” (Lacan, 1999a, 417).
Un Padre es quien cumple una función, la de producir un sujeto escindido. Es quien
construye y constituye la realidad psíquica (Langer, 2004). Para Freud, el concepto de realidad
psíquica implica una construcción teórica donde ubica los conceptos de consciente, preconsciente
e inconsciente, es decir, la primera tópica del aparto psíquico; años más tarde, Freud formuló una
segunda tópica, donde habla de Ello, Yo y Superyó. En las dos tópicas aparece la escisión del
aparato psíquico, a partir de la cual Freud construye el concepto de realidad psíquica (Paskavan,
2007).
“Toda la interrogación freudiana (…) – toda ella se resume en esto – ¿qué es ser un
padre? (…) Si es cierto que para cada hombre el acceso a la posición paterna es toda una
búsqueda, no es impensable decir que en verdad, al fin y al cabo, nadie lo ha sido nunca por
entero” (Lacan, 1999a, 206). Esto nos plantea de entrada, que ser un padre no coincide simple y
llanamente con la función del genitor, es tal vez algo un poco más complicado e interesante.
Lacan también introduce la distinción entre tres registros de la experiencia: lo Imaginario,
lo Simbólico y lo Real; así, se podría hablar de un padre imaginario, un padre simbólico y un
padre real. El padre imaginario, es el padre del cual habla el analizante todo el tiempo, es la
imagen del padre, en la medida en que a él está referida la dialéctica de la agresividad, de los
celos, de la rivalidad, así como la de la idealización. El padre real, en cambio, es algo que el
sujeto muy difícilmente logra captar, en éste momento de la enseñanza de Lacan, se refiere al
padre tal como es en la realidad, y es lo más difícil de captar justamente porque la relación del
sujeto con la realidad está mediada por la significación que él mismo le atribuye, así que es
virtualmente imposible acceder a las cosas tal como son, pero no por eso podemos decir que el
sujeto sea menos permeable a su incidencia (Lacan, 1999a).
El padre simbólico es “una necesidad de la construcción simbólica, que sólo podemos
situar en un más allá (…) sólo se alcanza mediante una construcción mítica (…) a fin de cuentas,
no está representado en ninguna parte” (Lacan, 1999a, 221).
¿En qué medida es una necesidad de la cadena simbólica? En la medida en que cumple
una función indispensable en ella. ¿De qué función se trata? Lacan lo articula de varias formas
desde el inicio de su enseñanza, una de ellas, recurriendo al juego de par e impar. Tenemos en un
primer momento una serie de signos + y - , que se pueden generar lanzando una moneda, al
trasformar esta primera serie de símbolos, agrupándolos de a tres y dándole un nuevo símbolo a
cada uno de estos tríos, surge un nueva cadena. En esta nueva cadena hay algunas secuencias que
son posibles y hay otras que se vuelven imposibles. Este ejemplo le sirve a Lacan para comprobar
que “el mínimo surgimiento de una grafía, hace surgir al mismo tiempo la ortografía, es decir, el
control posible de una falta” (Lacan, 1999a, 238).
Ahora, lo que es intrínseco a la cadena del significante es la ley. Ella surge al introducir el
significante así sea de la manera más elemental en lo real, y surge con total independencia de
todo elemento real. Lo que se aprecia hasta este punto es que la ley surge con el lenguaje, lo que
es necesario a la construcción simbólica es la existencia de la ley. Cabe preguntarse ¿cómo es que
la ley llega a ligarse con la función del padre? para lo cual es necesario una pregunta más, ¿de
qué ley es de la que se trata aquí? Lacan responde “nosotros llamamos ley a lo que se articula
propiamente en el nivel del significante, a saber, el texto de la ley” (1999b, 150).
La primera parte de la oración, no nos dice nada nuevo, se trata de la ley en su dimensión
simbólica, pues como se ha mencionado no puede tratarse de otra cosa excepto del nivel
simbólico. En cambio, lo que más llama la atención es la resonancia bíblica de esas últimas
palabras el texto de la ley, no parece gratuito que lo enunciase de esa manera, porque justamente
es Dios padre todopoderoso, quien en la religión monoteísta, es el que sanciona la ley. Valga esta
reflexión para señalar dónde se encuentra la relación del padre con la ley, y es en la cultura, al
menos en la occidental de tradición judeocristiana.
Más sin embargo, si en la religión se acepta que es Dios el que promulga la ley y si lo
hace a través de su palabra en el Monte Sinaí a Moisés, hay que ver en los niveles menos divinos
dónde poder situar al que sanciona a ley, y cómo y en qué medida podemos decir que es el padre,
el que lo hace. Al observar dicha cita de Lacan, al padre en tanto relacionado con la ley “sólo [lo]
podemos situar en un más allá (…) sólo se alcanza mediante una construcción mítica (…) a fin de
cuentas, no está representado en ninguna parte” (Lacan, 1999a, 221), se recuerda que la
construcción mítica a la que recurre Freud es Tótem y Tabú. En este mito Freud aborda el origen
de la ley.
Existía un primer hombre para el cual ninguna mujer estaba prohibida, el padre primitivo.
Sus hijos se pusieron de acuerdo para asesinarlo y arrebatarle su posición, pero al matarlo se
produjo un efecto muy interesante: se introdujo la ley. Su muerte quedó como el símbolo de la
prohibición de aquello que se le intentaba arrebatar, es decir, el acceso a todas las mujeres (Freud,
1986) y que ahora él intenta cuidar: la ley simbólica es el padre muerto. Mas no es Freud quien le
da la categoría de mito a Tótem y Tabú, es Lacan y cabría recordar cuál es la función del mito
para Lacan.
El mito “es la categorización de una forma de lo imposible, incluso de lo impensable”
(Lacan, 1999a, 213), en este sentido, es una forma de tratar lo imposible, en la medida en que no
se encuentra en la realidad efectiva, pero también en la medida en que se resiste a la significación
y que por lo tanto sólo se puede circunscribir mediante un rodeo por el significante. Y por ser una
forma de tratamiento de lo imposible, tiene que ver con la verdad, “esa especie de molde dado
por la categoría mítica es un cierto tipo de verdad que, por limitarnos a nuestro campo y a nuestra
experiencia, por fuerza hemos de considerar como una relación del hombre – pero ¿con qué?”
(Lacan, 1999a, 253), bien, con aquellas preguntas fundamentales del ser humano: la muerte y la
sexualidad.
Lacan (1999a) plantea que este mito le sirve a Freud para explicar la introducción de la
ley, por mediación del padre, no porque sea un padre bueno que da ejemplo, sino porque es
asesinado, es el padre muerto el que introduce una ley sobre la sexualidad en la cultura. ¿Qué
quiere decir esto? Por supuesto no quiere decir que haya que matar a la persona del padre para
que haya ley, sino que la estructura de este mito sirve para argumentar, de nuevo, cómo la ley se
instaura con el significante. Para Lacan el significante mata la cosa, sin profundizar en las
connotaciones filosóficas de “la cosa”, esto quiere decir que el significante permite hablar de la
cosa en su ausencia, o sea que no es el elemento concreto sino que se hace uso de la palabra para
hacerlo existir. Al asesinar al padre, lo que queda operando como ley es su símbolo, lo que queda
en su lugar perpetuando la ley es el significante, esto es lo que enseña este mito. Por eso, el padre
simbólico no se encuentra representado en ningún lado, se trata de un significante, que sólo se
puede situar a nivel del discurso.
Se va viendo entonces la forma en que se empieza a configurar el padre como
significante, es decir como el signo de una ausencia, signo de la muerte del padre que por eso
perpetúa la ley, ligado en esta medida a una función que es independiente de la corporeidad de
quien la ejerza. Lacan lo va a decir de la siguiente manera: “En efecto, a lo que autoriza el texto
de la ley le basta con estar, por su parte, en el nivel del significante. Es lo que yo llamo el
Nombre del Padre, es decir, el padre simbólico. Es un término que subsiste en el nivel del
significante, que en el Otro, en cuanto sede de la ley, representa al Otro. Es el significante que
apoya a la ley, que promulga la ley. Es el Otro en el Otro” (Lacan, 1999b, 150).
Ya se vio que la ley es intrínseca al lenguaje, también la forma en que para Lacan el Otro
es el lugar del código, dicho de otra manera, es el tesoro de los significantes; es necesario que de
entre todos los significantes posibles haya uno con una función diferente, que represente la ley,
este es el significante del Nombre del Padre. Si decimos que la ley es intrínseca al lenguaje, la
misma existencia del Otro hace que haya ley, así, el Otro funciona como garante de la ley, y
Lacan supone necesario que haya dentro de los significantes uno que represente al Otro como
lugar de la ley, esto es lo que quiere decir el significante del Nombre del Padre como Otro del
Otro.
Se ha percibido cómo en la cultura, el que transmite la ley es el padre, más exactamente
en su función de significante, es decir en la medida en que es el asesinato del padre mítico el que
hace que la ley se instaure y se conserve. Quien transmite, pues, a pesar de que la ley necesite del
discurso de seres de carne y hueso, es algo que gobierna a todos como humanos, es decir, que no
es algo que provenga del capricho de alguno, ni de la dictadura de otro. La ley como función
simbólica, está por encima de todos, nadie la representa totalmente y el que crea que él es la ley,
está en una impostura que no le permitirá transmitirla, porque sólo quien sabe que él también está
sujeto a la ley puede realizar esta transmisión a otro sujeto.
Lo anterior lleva a preguntarse ¿cómo logra un sujeto, inscribirse dentro de la ley? y esto
conduce a otro mito, el Edipo Freudiano, pues como lo dice Lacan, “el fin del complejo de Edipo
es correlativo de la instauración de la ley, como reprimida en el inconsciente, pero permanente.
Sólo así hay algo que responde en lo simbólico” (1999a, 213).
Complejo de Edipo
Con el fin de dar una lógica e ir exponiendo cada planteamiento de forma clara, se ha
retomado un esquema de Fages (2001) en donde reconstituye y esquematiza el trayecto desde el
Estadio del Espejo hasta el Edipo, teniendo en cuenta que no se va a trabajar el estadio del espejo
sino el recorrido que Lacan realiza del Edipo, en donde la Metáfora Paterna hace presencia y va a
dar acceso al significante del Nombre-del-Padre.
Estadio
del Edipo
Antes de retomar el recorrido del Edipo, es importante puntualizar tres aspectos
importantes sobre el mismo: primero, el papel predominante que tiene la castración materna, es
decir la aceptación por parte del niño de que a la madre algo le falta; segundo, el papel del falo
como aquel objeto en torno al cual se organiza la sexualidad ya que permite una significación; y
tercero, el Edipo como aquello que permite introducir una ley fundamental en el campo de la
1ª Etapa: La madre real de otro; la madre-otro
2ª Etapa: La imagen no es más que imagen; la madre irrealizada
3ª Etapa: Identificación con su propia imagen, identificación con el objeto de deseo
de la madre. Instancia paterna velada1er
tiempo:
2do
tiempo: El Padre que interviene como privador, castración.
3er
tiempo: Acceso al Nombre-del-Padre y orden simbólico. Padre real y potente.
Estadio
del espejo
sexualidad humana. Lo anterior permite visualizar lo necesario que es este momento para el niño
que está en proceso de estructurarse como un sujeto que se va a posicionar en falta.
Ahora bien. El primer tiempo está caracterizado por la relación dual, narcisista e
imaginaria con la madre, mediada por el falo, que como se ha observado en el esquema anterior,
coincide con la tercera etapa del llamado Estadio del Espejo, proceso mediante el cual el niño se
identifica a su imagen especular completa logrando así la unificación de su cuerpo. Esta
identificación primordial es estructurante del yo y constituye la base de las identificaciones
ideales posteriores (Fages, 2001).
En un primer momento, el niño depende del deseo de la madre, de la primera
simbolización de ésta, con la que él logra desprender su dependencia efectiva respecto de ese
deseo y por lo tanto se instituye algo que se subjetiva en un nivel primordial. Lo que dice Lacan
(1999b) es que esa subjetivación consiste en establecer a la madre como aquel ser primordial que
puede estar o no estar, es decir que es significante que aparece y desaparece; esta presencia-
ausencia proporciona un esbozo mínimo del orden significante, a través del cual la relación con la
madre se simboliza.
Entonces, Lacan propone que el niño que ha constituido a su madre como sujeto sobre la
base de esta primera simbolización, se encuentra sometido a una ley, ley de la madre que es
incontrolada porque algo de su deseo es completamente dependiente de Otra cosa que se articula
ya en cuanto tal, que pertenece al orden de una ley que es superior a ella. Es por eso que se
plantea que el niño empieza aquí sin ser aun sujeto y al mismo tiempo siendo súbdito (assujet)
del deseo materno porque se experimenta y se siente sometido al capricho de aquello de lo que
depende.
Aquí es cuando el niño debe comprender que en su madre, como sujeto en falta y
deseante, hay deseo de Otra cosa, por lo que busca algo más allá que el hecho de ser acariciado,
amamantado y cuidado por ella; lo que él busca es poder satisfacer ese deseo, desea ser su todo,
su complemento, desea ocupar el lugar de lo que a su madre le falta, es decir, el falo. Por tal
razón el niño empieza a mostrar el pene a su madre, para saber si es capaz de algo, pues se
identifica en espejo con lo que es el objeto de ella, buscando ser deseo del deseo de ella (Lacan,
1999b). Así, lo fundamental de la relación entre madre-niño es el deseo de la madre, el niño no se
relaciona con su madre como tal sino con su deseo, lo que lleva a Lacan a postular que realmente
esta es una relación triádica, en donde participan la madre, el niño y el falo, triada imaginaria que
es la primera inserción del niño en lo simbólico.
Pero ¿qué es el Falo? Se da respuesta aquí al retomar este concepto de diversos autores
que lo elaboran, pues Lacan lo construye a lo largo de toda su enseñanza, no sólo cuando habla
del Edipo en su seminario V. Laplanche y Pontalis (1999) plantean que “el empleo de este
término hace resaltar la función simbólica cumplida por el pene en la dialéctica intra- e
intersubjetiva, quedando reservado el nombre “pene” para designar el órgano en su realidad
anatómica”, lo que quiere decir que el falo es la representación construida sobre esa parte
anatómica del cuerpo.
Lacan posiciona el falo como el soporte de la construcción subjetiva, como eje del
complejo de castración, ya que aparece la pregunta por el deseo del Otro, es decir que el falo
tiene su lugar en tanto que indica el deseo del Otro, es por eso que el sujeto tiene que encontrar su
lugar de objeto deseado respecto del deseo del Otro. Este concepto también viene a denotar la
falta, pues el deseo queda del lado de la castración, del lado de la falta, así sólo se desea lo que no
se tiene, de lo que se carece, de lo que se extraña.
En este momento de su enseñanza, en 1958, Lacan propone que el falo es el privilegiado
del orden simbólico, en donde la posición del significante del padre en el símbolo es fundadora
de la posición del falo en el plano imaginario, es decir que se habla de un falo imaginario y un
falo simbólico, conceptos que se van a retomar más adelante. También se propone que el falo es
un objeto metonímico pues gracias a la cadena significante, siempre va a circular, de todas las
formas, por todas partes en el significado, lo que quiere decir que todo posee una significación
fálica.
Sin embargo, en esta época se habla de falo imaginario porque el niño en su afán de
hacerse desear y amar por esa madre juega a colmar esa falta y engaña a la madre haciéndole
creer que es posible. Entonces, ¿de qué se trata el falo imaginario? Se plantea que es “la forma
imaginaria del pene, la representación psíquica inconsciente que resulta de tres factores:
anatómico, libidinal y fantasmático” (Nasio, 1996, 46).
A nivel anatómico resulta del carácter físicamente prominente de este apéndice del cuerpo
y confiere al pene una fuerte pregnancia; es la buena forma la que se impone a la percepción del
niño bajo la alternativa de una parte presente o ausente del cuerpo. El segundo factor hace
referencia a la intensa carga libidinal acumulada en esta región y que suscita tocamientos
autoeróticos. El tercer factor, fantasmático, ligado a la angustia provocada por el fantasma de que
dicho órgano podría ser alguna vez mutilado. Entonces el falo imaginario haría referencia a una
entidad creada por la buena forma de un órgano pregnante, el intenso amor narcisista que el niño
le confiere y la inquietud extrema de verlo desaparecer.
Miller (2004) comenta que con el fin de formalizar la construcción de la metáfora paterna,
Lacan en su primera parte del seminario V, hace del falo una significación pues es el resultado de
la metáfora paterna, surge a partir del significante del NP (Nombre-del-Padre) sobre el
significante del DM (Deseo de la Madre). Ahora, surge una de las preguntas guía de este texto:
¿Y dónde está el efecto de la metáfora paterna?
Lo que se ha logrado entender, es que el falo se encuentra constituido de forma más
elaborada en la madre, en la cual, se supone, ha operado la metáfora, por lo que en este primer
momento en el niño de lo único que se trata es de ocupar ese lugar de la falta en la madre y por
ende, no ha aparecido el padre como interdictor de la ley y no se ha dado la significación fálica
necesaria. Esto quiere decir que tal vez la metáfora paterna tenga su efecto en un tiempo
posterior.
Es por esto que durante este tiempo se habla de que la función del padre está velada
porque el primer acercamiento a la realidad es entre madre y niño, en donde este último
experimenta las primeras realidades de su contacto con el medio viviente por medio de la madre,
es decir que aquí para el niño no ha entrado el padre como un símbolo, como una “verdad de
experiencia”, sino que es el agente de la procreación; el padre aparece como un elemento del
discurso materno, un significante entre otros de ese discurso y con el carácter velado.
Como se ha mencionado anteriormente, el deseo de la madre es el deseo del Otro, y como
postula Lacan, tiene su más allá y para alcanzar ese más allá se necesita una mediación que la da
la posición del padre en el orden simbólico, lo que permite introducir ahora el segundo tiempo.
En el segundo tiempo del Edipo la intervención del padre rompe la relación inicial madre-
hijo, lo que Lacan considera como punto nodal. El padre hace una doble prohibición, el niño debe
renunciar a ser el objeto del deseo de la madre y ésta queda privada del falo. El padre representa
la ley y es el portador del falo.
Aquí el padre interviene como privador, ya que prohíbe gracias a que la madre le ha dado
una posición, dándole valor a su palabra, para que éste pueda intervenir como mensaje para la
madre que enuncia una prohibición que apunta a poner en entredicho que el niño sea el falo, tal
como se venía presentando en el tiempo anterior. Es importante tener en cuenta que ya en este
tiempo el padre aparece como provisto de un derecho, no es un padre de hecho ni un personaje
real, es el padre en cuanto simbólico el que interviene en una doble prohibición, pues es agente de
la castración para el niño y para la madre, es decir, un padre terrible cuyos efectos en el
inconsciente se deben a la influencia de la amenaza de castración.
Parece fundamental comprender que el padre no sólo prohíbe al niño satisfacer a su
madre, ser el falo, sino que también prohíbe a la madre satisfacerse totalmente con su hijo,
privándola de su objeto de deseo, del objeto fálico, castrándola de algo que ella no tiene. Es decir
que la función del padre en este momento es evitar que el círculo se cierre sobre el sujeto, evitar
que se convierta en el objeto de deseo del Otro.
Entonces este segundo tiempo consiste en que “el padre se afirma en su presencia
privadora, en tanto que es quien soporta la ley, y esto ya no se produce de forma velada sino de
una forma mediada por la madre, que es quien lo establece como quien le dicta la ley” (Lacan,
1999b, 200). Lo esencial es que la madre fundamenta al padre como mediador de lo que está más
allá de su ley, de su capricho, a saber la ley propiamente dicha, pues antes, en el primer tiempo,
se había visto que el niño estaba como súbdito al capricho de la madre. Aquí la madre, al dar paso
al padre, demuestra su castración, la cual implica la castración o falta en el niño cuando es
separado de esa relación con la madre, dándose cuenta de que él no la completa, poniendo en
duda si él es el falo.
Según se va aclarando, en este segundo tiempo ya el padre tiene un lugar, brindando
ciertas respuestas a uno de los objetivos de este texto que comprender la función del padre;
parece que es ya en el tercer tiempo donde se comprueba si la metáfora paterna tiene su efecto,
así que tal vez ya se va llegando al punto crucial de todo este recorrido.
Del tercer tiempo depende la salida del complejo de Edipo. Ya en el segundo tiempo en el
niño se ha instaurado la pregunta acerca de qué es lo que verdaderamente desea la madre,
poniendo en duda, gracias al padre, si él es realmente el falo. En el tercer tiempo, “el padre
interviene como el que tiene el falo no como el que lo es, y por eso puede producirse el giro que
reinstaura la instancia del falo como objeto deseado por la madre, no ya solamente como objeto
del que el padre puede privar” (Lacan, 1999b, 199).
El padre ha demostrado que puede dar el falo porque es portador de la ley, entonces sólo
de él depende la posesión por parte de la madre de dicho falo; es por esto que se habla de que es
un padre potente porque puede darle a la madre lo que ella desea porque lo tiene, por eso, dice
Lacan, la relación de la madre con el padre vuelve al plano real.
Se plantea que del padre imaginario es posible pasar al padre simbólico, representante de
la ley del significante. Lacan propone que la salida de esta trama edípica consiste en que el padre
se hace preferir a la madre y se produce la instauración del Ideal del Yo, que es la identificación
simbólica con el padre que demostró, no ser, sino tener lo que la madre desea. Aquí existe una
diferencia entre el niño y la niña, pues el niño deberá identificarse con el padre como quien es
poseedor y la niña ha de reconocer al hombre como quien lo posee (Lacan, 1999b).
Este tiempo es fundamental porque se identifican los resultados de la castración, de la
imposición de la ley que establece una línea que marca lo permitido y lo no permitido; se
encuentra aquí el deseo por el objeto perdido, que implicará su constante búsqueda, así como el
establecimiento del Ideal del Yo, que se inscribe en el triangulo simbólico en el polo donde está
el niño, mientras que en el polo materno empieza a constituirse todo lo que luego será realidad, y
del lado del padre es donde empieza a constituirse el superyó como conteniendo la deuda del
padre, el sentimiento de culpabilidad como necesidad de castigo.
Es aquí cuando tiene lugar el efecto de la metáfora paterna que coincide con el momento
de la salida del complejo de Edipo y se puede representar así:
Lacan (1999b) plantea que lo que ocurre es que se tacha el Deseo de la Madre y el padre
entra por vía metafórica en posesión del objeto de deseo del Otro materno, que se presenta
entonces en forma de falo. Se trata de una metáfora porque un término, que en este caso es el
significante del Nombre-del- Padre, sustituye a otro, el significante de Deseo de la Madre y se da
una nueva significación, que es fálica.
Por un lado, la madre interviene como el significante Deseo de la Madre (DM), que es una
permanente incógnita, la cual inicialmente representa una aparente completitud con el niño, que
va a asignar al niño un determinado lugar frente a ese deseo, que por ser precisamente un deseo,
expresa ya en su misma definición la falta de algo que por lo tanto es deseado.
Por otro lado, el significante que va a poner en acción la función paterna es el Nombre-
del-Padre (NP), lo que justamente viene a revelar la verdadera inconsistencia de la aparente
completitud entre madre e hijo, separándolos a través de la necesaria imposición de una ley,
dando así al niño un estatuto propio, como un sujeto independiente del voraz deseo materno y
capaz de tener su propio deseo y seguirlo.
Lacan plantea que en el interior del sistema significante, el Nombre-del-Padre tiene la
función de significar el conjunto del sistema significante, de autorizarlo a existir, de dictar su ley;
el falo entra en juego en el sistema significante a partir del momento en que el sujeto tiene que
simbolizar, en oposición al significante, en significado en cuanto tal, es decir la significación.
Se sabe que el niño para salir de todo lo que entraña el Edipo, necesita poder significar
algo, pasar de ser el falo para entrar en la dinámica de tenerlo. Entonces es cuando se da cuenta
que no completa a la madre, pues está desea más allá de él y aquí viene el significante del
Nombre-del-Padre (NP) a sustituir al significante del Deseo de la Madre (DM), brindando así a
este sujeto una versión del falo, una significación, gracias a la cual el niño tiene la posibilidad de
que haya disposición a algunos significantes para el deseo materno, para el deseo del Otro.
También es importante mencionar que el paréntesis representa la represión en el sujeto neurótico
que hace que nada se quiera saber de la castración en el Otro, aunque siga funcionando en el
inconsciente.
Una vez detallado el complejo de Edipo, este recorrido continua con la profundización de
la metáfora paterna y su forma de acción para culminar con la relación con la neurosis obsesiva.
Metáfora Paterna, Nombre del Padre
Todo el psicoanálisis se funda en una realidad de la experiencia humana: que la
sexualidad y la reproducción no coinciden. Lo dice Freud en la conferencia 21 de introducción al
psicoanálisis (1917), apoyado en su estudio de las perversiones sexuales y también de la
sexualidad infantil. Los seres humanos, por el hecho de ser hablantes, no tienen nada asegurado
con respecto a su sexualidad en el terreno de lo natural, por lo cual necesitan construir una
respuesta sobre este saber que no está inscrito de antemano en sus códigos genéticos. Existe una
disarmonía fundamental en la relación del hombre con la mujer: no son como el hilo y la aguja,
no son dos medias naranjas, antes bien, lo que sucede es que no saben muy bien como
relacionarse uno con otra, tampoco saben muy bien como situarse con respecto a su propia
posición sexuada, eso no está escrito en ningún lado y por eso se hace necesario que haya algo en
el plano simbólico que venga a brindar una respuesta posible a la pregunta por la sexualidad y a
introducir algo de la ley.
La función del padre aparece en la teorización de Freud con relación al Complejo de
Edipo. Este mito, retomado por Freud de la tragedia griega del rey Edipo de Sófocles, permite
explicar cómo se introduce la ley en el campo de la sexualidad en los seres humanos. Así, el
Edipo es sólo una manera que encontró Freud de explicar lo que sucedía con los neuróticos,
cuando al hablar se topaban con la sexualidad. En esta medida la función del padre, en el
complejo de Edipo, es introducir una ley en el inconsciente, que es diferente de las normas que
sirven para la regulación social, se trata de una ley primordial, que Levi-Strauss en antropología
ha denominado la prohibición del incesto, la cual funda un orden que separa el mundo humano
del mundo animal. Es un orden que permite la sucesión, es decir, plantea las posibilidades para
que una generación se diferencie de otra, y a su vez le da al sujeto un lugar dentro de esta
sucesión (Solano Suarez, 2003).
Todo el trabajo que realiza Lacan a través del Seminario IV, La relación de objeto (1999a)
y del Seminario V, Las Formaciones del Inconsciente (1999b), lo conducen a descomponer lo
que él llama el mito del Edipo y plantearlo desde un punto de vista estructural. Aísla la estructura
del mito, y lo que se pone de manifiesto es “algo que en sí no significa nada, pero sin duda es
portador de todo el orden de las significaciones” (1999a, 256), es decir los significantes
fundamentales y sus relaciones recíprocas. Además introduce su noción de los tres registros de la
experiencia para aclarar la función del falo, que en Freud presenta una ambigüedad con relación
al pene, como parte del cuerpo.
Estas dimensiones introducidas por Lacan permitirán darle su importancia al Edipo, ya no
simplemente como una etapa del desarrollo, sino como ley de producción de un sujeto, ley
universal que permite explicar incluso los casos en que dicha ley falla, es decir, las psicosis. Así,
el Edipo va a mostrar cómo el viviente en una particular relación con los significantes del Otro se
convierte en sujeto, neurótico si opera el significante del nombre del padre, psicótico si no llega a
operar este significante.
Esta ley va a mostrar su utilidad a condición de poder darle valores singulares, es decir, a
condición de verificar que permite formalizar los casos singulares, sin reducir la particularidad
del sujeto hablante (Brousse, 2000). El nombre que le da Lacan a la reducción del Edipo a una
ley, que se representa en una estructura significante, es Metáfora Paterna.
Ya se vio cómo Lacan redujo la función del padre con relación a la ley a un significante,
el del Nombre del Padre. Ahora se abordará la forma como llega a precisar más su función en el
complejo de Edipo al relacionarlo con la metáfora. Así va a decir que “la función del padre en el
complejo de Edipo es la de ser un significante que sustituye el primer significante introducido en
la simbolización, el significante materno” (Lacan, 1999b, 179). El primer significante introducido
en la simbolización es el del Deseo de la Madre, no parece una idea muy nueva en el
psicoanálisis esto de que el niño entra en contacto en primer lugar con la madre, pero si hay algo
novedoso, es considerar que no se trata simple y llanamente de la madre, sino del deseo de la
madre y que esto sea representado por un significante. Entonces adviene la metáfora paterna.
¿Por qué una metáfora? Porque un término, el significante del Nombre del Padre sustituye
a otro, el Significante del Deseo de la Madre. Esta sustitución ocurre en tres tiempos lógicos:
primero, el descubrimiento Otro materno como deseante de otra cosa, pero ¿de qué?, es realmente
una forma de acceder a una pregunta sobre el ser del sujeto, ¿Qué soy yo para mi madre?, ¿Qué
quiere ella de mí?, en este momento el deseo de la madre aparece como misterioso, y cuando
encuentra respuesta, lo hace a través de un objeto más misterioso aún, el falo, misterioso porque
el falo se define como el objeto de deseo de la madre, eso que ella desea y es algo que no le da
una respuesta al sujeto, y el sujeto trata de abordar la cuestión jugando a ser el falo, jugando a ser
lo que ella desea; en el segundo momento, el padre interviene de manera mediada poniendo en
entredicho que el niño sea el falo de la madre, es decir, pone en entredicho que el niño sea el
objeto que satisface plenamente a la madre, porque como se ha visto esto implicaría la anulación
del sujeto reduciéndolo a una dimensión de objeto, esto no soluciona del todo la pregunta por el
ser, pero si le indica al sujeto que él es algo más que eso que la madre desea y que en el deseo de
la madre hay un resto que él no puede colmar; y en el tercer momento el padre interviene en el
acto del don, articulando el deseo a la ley, no sólo el deseo materno que ahora queda en
entredicho, sino el deseo del propio sujeto, que de ahora en adelante se instaura como el símbolo
de esa falta que no se puede colmar y por la cual el sujeto también está afectado.
Bien, todo este recorrido era necesario para señalar que estos son momentos lógicos, que
realmente se superponen en una noción estructural: la castración de la madre. Esto es lo
fundamental que se juega en todos los momentos, se trata aquí de cómo el objeto de deseo de la
madre pasa de ser algo imaginario, en la medida en que se puede jugar a engañarla, a ser un
objeto simbólico, es decir a operar en su dimensión de falta como algo que no se puede colmar
nunca y el sujeto nunca lo podrá colmar. Se ve, entonces, como lo central del Edipo es la
articulación de la ley del padre con respecto a la castración, castración materna que será lo que le
permitirá al sujeto acceder a una relación con la castración, lo que le permitirá tener una respuesta
posible como ser sexuado.
Esta es la vía del neurótico. Hay que recordar que el neurótico tiene acceso a la castración
y que esta sigue funcionando en lo inconsciente, pero de eso el sujeto no quiere saber, esa es la
represión, el mecanismo de la neurosis. Por eso se pone entre paréntesis el símbolo que
representa la castración en el Otro:
Ahora bien, ¿qué se puede decir acerca de la ubicación de la metáfora paterna? Se podría
poner en cada uno de los tiempos lógicos de esta forma: primer momento, descubrimiento del
Otro materno como deseante de otra cosa, del falo, en donde se instala la pregunta “¿qué es lo
que quiere esa?”, y para responderse el sujeto juega a ser deseo del deseo de su madre. En este
momento es una incógnita, una x, no hay significación alguna, que es lo que se va a producir en
un tiempo posterior; segundo momento, intervención del padre de manera mediada poniendo en
entredicho que el niño sea el falo de la madre, llevando al sujeto a posicionarse como él que no
puede colmar el deseo de su madre, que hay un resto, es decir que el significante NP viene a
tachar el DM; y en el tercer momento el padre se sitúa como el que tiene, articulando el deseo a la
ley, el de la madre y el del propio sujeto, que por el resto de la vida se va a instaurar como esa
falta que no se puede colmar. Aquí se produce el efecto de la metáfora cuando el padre aparece
como significante (NP) que ayuda a dar la significación fálica.
En todo este recorrido se descubre que el objeto de deseo de la madre, que en un principio
era el falo imaginario, pasa a ser un objeto simbólico, y ¿Qué quiere decir esto? Nasio (1996)
recapitula y dice que el falo simbólico puede entenderse desde distintas acepciones. La primera
de ellas sería el falo como objeto intercambiable con otros objetos, es decir que no se trata de un
falo imaginario que sea amenazado, que este presente o ausente, sino de que ocupe uno de los
lugares en una serie de términos equivalentes, como por ejemplo la denominada “ecuación
simbólica” de Freud muy presente en el neurótico obsesivo (pene = heces = regalo = hijo),
objetos que tienen la función de mantener el deseo sexual del niño apartando la peligrosa
eventualidad de gozar de la madre, o del padre. Por otro lado, el falo simbólico se toma como el
significante de deseo, lo que quiere decir que todo deseo es sexual y es insatisfecho. Una tercera
acepción de falo simbólico seria como significante de la ley y separadora del vinculo madre-niño,
ahí donde se produce el efecto de la metáfora paterna y se da el declive del Edipo.
Se podría concluir que la metáfora paterna se trata de una formalización del complejo de
Edipo basada a un proceso metafórico. Lo que Lacan propone es la intervención del padre y de la
madre como significantes. Y ¿cuál es el producto de esta operación metafórica? Se ha
mencionado anteriormente, pero es, que el Nombre-del-Padre se inscribe, de forma que la madre
queda interdicta, mientras que el falo le es dado como significado al sujeto. Es decir, que el niño
ya puede desprenderse del capricho materno, ya no se ve sometido a las significaciones varias
inducidas por el deseo de la madre, y será capaz de inscribirse en el lenguaje porque podrá
orientarse respecto a la significación fálica (Maleval, 2002).
Y, ¿de qué se trataría ser padre? Ya se podría responder que no es algo que se pueda
deducir de la experiencia en cuanto tal, no se trata simplemente del acto de la reproducción, de
que esté ausente o no físicamente, sino que se trata de un intercambio a nivel simbólico que esta
dado por la madre, pues es ella quien lo autoriza, es decir que esta función solo se le puede dar
cabida en la medida en que se inserte en la categoría del significante. Para Lacan el significante
mata la cosa ya que permite nombrar algo en su ausencia haciéndolo existir a través de la palabra,
entonces el padre como significante me permite entender la referencia que se hace a que el padre
es un padre muerto, pues al asesinarlo (mito de la horda primitiva) lo que queda operando por
siempre como ley es su símbolo, el Nombre-del-Padre. Es decir, es un engaño pensar que al
asesinarlo se puede acabar con su ley, pues es una ley que ya se encuentra, en el sujeto neurótico,
inscrita en el inconsciente.
La función paterna se caracteriza por no introducir la interdicción del incesto. Ésa es una
forma etnológica y antropológica de pensarlo, esto es, que la función paterna radica
fundamentalmente en distinguir la Madre del Otro. Pero, para poder hacer esta distinción, hace
falta sostener que el Otro existe, porque el Otro no coincide con nadie. No se le puede decir al
niño “mamá no es el Otro, porque el Otro es la tía”... Mamá no es el Otro porque el Otro existe.
Con lo cual, mamá no puede ser más que un representante del Otro. Y en la psicosis eso no está.
Los problemas del todo, de la infinitización, de la totalización, advienen en la psicosis justamente
porque no ha funcionado la metáfora paterna, cuya función no es la de introducir la interdicción
del incesto, sino la de distinguir la madre de carne y hueso, que representa una función, del Otro.
Pero eso solamente se logra si se da la posibilidad de la existencia, y, para verificar que hay
existencia, tiene que haber creencia porque el vínculo entre el sujeto y las existencias es la
creencia (Eidelsztein, 2001).
En la neurosis obsesiva esta metáfora paterna es de suma importancia ya que, como se ha
mencionado anteriormente, hace parte de la estructuración del sujeto y gracias a la forma como
opera el nombre del padre aparece su sintomatología.
Neurosis Obsesiva
El término “neurosis” fue introducido por un médico escocés llamado William Cullen,
durante la segunda mitad del siglo XVIII, con el ánimo de disponer de un vocablo para poder
hacer referencia a toda una serie de afecciones nerviosas, que alteraban el funcionamiento de
alguna parte del cuerpo o de alguno de sus órganos “«sin inflamación ni lesión estructural» del
órgano interesado” (Laplanche y Pontalis, 1999, 236). La necesidad de su introducción “surgió de
la época en que la anatomía patológica, encargada de explicar las enfermedades por las
alteraciones de los órganos, se encontró frente a cierto número de estados morbosos cuya causa
se le escapaba” (Axelfeld, 1883, citado por Laplanche y Pontalis, 1999, 239).
Así, bajo el término “neurosis”, se solía reunir a las enfermedades relacionadas con
alguna alteración nerviosa, como inervaciones, anestesias o parálisis, en mayor o menor grado, de
algún miembro u órgano. El paciente neurótico estaba imposibilitado para usar con normalidad la
extremidad o el músculo afectado, o también podía padecer un mal funcionamiento de alguno de
sus órganos; estos fenómenos resultaban inexplicables por el médico especialista quien
examinaba en busca de enfermedades mentales observando lo orgánico del paciente y también
presencia de delirios o alucinaciones. Así, en esta las neurosis incluían la dispepsia, la
hipocondría, las palpitaciones cardíacas y el cólico (Laplanche y Pontalis, 1999). Era ésta la
sintomatología que caracterizaba a una neurosis en la época en que Freud se interesó en ella, en la
década de 1880, cuando fue a estudiar con Jean-Martin Charcot , un médico y neurólogo francés,
quien dejaría una profunda impresión en Freud, pues produjo el “punto de viraje en su carrera”
(Strachey en Freud, 1999c, 4).
James Strachey , editor en jefe de la conocida Standar Edition of the Complete
Psychological Works of Sigmund Freud (Edición Canónica de las Obras Psicológicas Completas
de Sigmund Freud, de Amorrortu Editores), describe de la siguiente manera el giro dado por
Freud a raíz de su viaje a París: “al arribar a París, su «tema escogido» era la anatomía del
sistema nervioso; al abandonar esa ciudad, su espíritu estaba imbuido de los problemas de la
histeria y el hipnotismo. Dando la espalda a la neurología, se encaminaba hacia la
psicopatología” (Freud, 1999c, 4).
Desde entonces, Freud se interesó en develar el mecanismo de estas afecciones nerviosas
o “neurosis”, del cual se sabía muy poco pese al intenso estudio que comenzaba a dedicársele en
aquella época, autores como Charcot, Pierre Janet, George Beard en norteamérica, quien
acuñaría el término neurastenia para designar un cuadro clínico que giraba “en torno a una fatiga
física de origen «nervioso» y que comprende síntomas de los más diversos registros” (Laplanche
y Pontalis, 1999, 236). Por su parte, Janet propondría el término psicastenia para designar un
cuadro clínico similar al de la neurosis obsesiva descrito por Freud con posterioridad (Freud,
1999d). Se empezaba a hacer evidente la necesidad de explicaciones que recurrieran a campos
diferentes al de la anatomía patológica para descubrir los misterios de estas enfermedades, siendo
el ámbito de lo psicológico el campo hacia el cual la mayoría se volcaría.
En el marco de las investigaciones freudianas, las neurosis serán conceptualizadas
alrededor de tres nosologías, y a partir de los tres operadores fundamentales en psicoanálisis:
Edipo y castración, narcisismo y síntoma (Albano, 2005).
De acuerdo con Albano (2005), la primera nosología freudiana en cuyo marco epistémico
se inscribe la investigación de las neurosis, se caracteriza por una superación progresiva de las
hipótesis neurológicas, y por una consideración del síntoma histérico en los términos de una
significación que toma el cuerpo como lugar de expresión „desviada‟. El cuerpo de la histérica
cuestiona el basamento biológico anatómico. Se trata pues de una anatomía imaginaria gobernada
por la legalidad del significante.
Este autor afirma que la segunda nosología puede ser considerada como específicamente
psicoanalítica. En ella incluye a la hipocondría dentro del grupo de las llamadas neurosis
actuales. Freud conserva el término psiconeurosis e incluye en esta categoría a dos grupos:
psiconeurosis de transferencia y psiconeurosis narcisistas, denominadas luego como neurosis de
transferencia y neurosis narcisistas. Las neurosis de transferencia se caracterizan por la presencia
de un núcleo irreductible, no simbolizable ni analizable. Esta neurosis reproduce la neurosis
infantil edípica.
En el tránsito de la primera a la segunda nosología se produce el pasaje de la reducción
real (trauma como acontecimiento ocurrido en el plano de los hechos) a la fantasía o realidad
psíquica; y del inconsciente meramente descriptivo a un inconsciente dinámico. En los inicios,
Freud consideraba que en la infancia el sujeto había sufrido una seducción real efectuada por un
adulto, en este caso, el padre. Sin embargo, posteriormente la escena de seducción real es
sustituida por la fantasía, sin que ello implique menor valor del acontecimiento, produciendo así
una redefinición del trauma y presentándolo como una formación psíquica cuya función consiste
en el encubrimiento de la propia sexualidad infantil (masturbación). Entre el recuerdo y el
síntoma se interponen fantasías, que son producciones de recuerdos. Finalmente, Freud vincula el
hecho de la seducción al complejo de Edipo. En este contexto, será la madre quien ejerce la
seducción sobre el niño, suscitando la sexualidad y con ello, creando las condiciones estructurales
para la consolidación del complejo de castración.
En la tercera nosología, alrededor de 1924 la categoría articuladora es el desarrollo de sus
conceptos de represión, narcisismo y castración (Albano, 2005).
Ahora, si bien el término “neurosis obsesiva” fue acuñado por Freud en 1896, él no fue el
primero en estudiar las obsesiones como tales. En una nota al pie de un texto de 1907 (Freud,
1999b), Strachey dice que, según el psiquiatra Leopold Löwenfeld, fue otro psiquiatra, Richard
Von Krafft-Ebing, quien en 1867 introdujo el término “representación obsesiva”, el cual es
utilizado por Freud antes de acuñar el de “neurosis obsesiva”, y aún después de haberlo hecho.
Freud situó junto a la histeria a la neurosis de obsesiones (Zwangsneurose) como afección
autónoma e independiente, aunque en la época otros autores la confundieran con la neurastenia o
la clasificaran entre los síndromes constitutivos de la degeneración mental (Freud, 1999d). Es
decir, mientras la concepción más difundida acerca de la obsesión era la de ser uno más de los
síntomas que se presentaban en diferentes enfermedades nerviosas, compartiendo de esta manera
el mismo origen de todos ellos según la enfermedad, Freud se percató de que en una obsesión se
puede encontrar el mismo intento defensivo que se encuentra en la histeria, es decir, el de un yo
que no quiere lidiar con una representación inconciliable que, en su origen, es de carácter sexual,
y que la razón para no querer hacerlo es el afecto unido a ella. A pesar de gran similitud entre
ellas, también notó que no todo era igual entre histeria y obsesión, y que esta última merecía por
ello un estudio en sí misma. A continuación se revisan entonces las particularidades propias de la
neurosis obsesiva que llamaron la atención de Freud, que él destacó y con las cuales comenzó el
estudio de esta organización psíquica.
La neurosis obsesiva es una estructura psíquica y clínica de suma importancia, por lo que
es necesario empezar haciendo una distinción entre la neurosis obsesiva freudiana y el trastorno
del DSM, así, se encuentran diferencias fundamentales, empezando por la forma de nombrarla:
neurosis y trastorno.
La neurosis obsesiva incluye un conjunto de variables que articula su etiólogía no se
limita a la demarcación de síntomas, como ocurre en el DSM, ésta destaca los amplios márgenes
de las variedades clínicas obsesivas, además, lleva una secuencia temporal donde los conjuntos
de síntomas caracterizan distintas etapas de la enfermedad. Para el transtorno obsesivo-
compulsivo el DSM contruye categorías a partir de la presencia o ausencia de un conjunto de
síntomas y prescinde del concepto de neurosis para atenerse a una metodología descriptiva de
síntomas, mientras que en la neurosis obsesiva se mantiene el concepto mismo de neurosis como
estructura clínica.
La clasificación del DSM se aleja de la concepción psicoanalítica de la neurosis obsesiva
pues tiene un carácter descriptivo y la definición de las obsesiones y compulsiones puede
implicar que se incluyan en el trastorno entidades clínicas distintas; por el contrario la concepción
de neurosis obsesiva desde el psicoanálisis va más allá de la sintomatología y se interesa mucho
más en la etiología, lo que ayuda a realizar más fácilmente un diagnóstico diferencial (Mazzuca,
2002).
Freud tiene distintas etapas de elaboración de la neurosis obsesiva. La primera de ellas se
refiere a la psicopatología prepsicoanalitica; posteriormente se da el desarrollo de la primera
teoría del aparato psíquico y de la sexualidad infantil, siendo ésta una etapa intermedia; y luego la
etapa final de la elaboración que va de la mano con la construcción de una segunda teoría del
aparato psíquico e incluye la angustia.
De la neurosis obsesiva, al igual que de las otras organizaciones psíquicas, se podría hacer
una gran descripción sin llegar a puntualizar nada de su esencia, perdiéndose en la variedad de los
síntomas que puede llegar a exhibir. Por ello, la necesidad de examinar en profundidad los
aspectos más sustantivos de cada estructura se impone en cada oportunidad, con el fin de lograr
un verdadero conocimiento de su funcionamiento. Pero, ¿cómo saber cuáles son esos aspectos?
En la obra de Freud, en donde constantemente cuenta con relatos detallados, extensos o cortos, su
manera de proceder, se ve que la manera en que elige esos aspectos sustantivos para analizar es
siempre dejándose llevar por su curiosidad. Una verdadero deseo de saber lo condujo en la
búsqueda de las causas de los síntomas en cada caso, deseo que, según parece, nunca admitió
autoengaños, atajos o soluciones a medias, aspecto este de la personalidad de Freud que da cuenta
de su posición ética.
En el caso de la neurosis obsesiva, puede decirse que su curiosidad lo condujo, por la
puerta de la idea obsesiva (clásicamente su principal síntoma), a formular dos como sus nociones
típicas de esta organización: el desplazamiento como su mecanismo defensivo particular, y la
noción de defensa secundaria, efecto precisamente de tal desplazamiento defensivo.
Es evidente que este tipo de neurosis debe su nombre a la presencia de una idea obsesiva,
convirtiéndose inicialmente en el síntoma más importante que aqueja al sujeto. Pese a lo obvio
que parece, Freud (1999h) aclara que en toda obsesión hay dos cosas: “una idea que se impone al
enfermo” y “un estado emotivo asociado (…), en las verdaderas obsesiones puede ser, con igual
derecho que la ansiedad, otro estado emotivo, como la duda, el remordimiento, la cólera” (Freud,
1999h, 75).
¿Qué puede decirse de la neurosis obsesiva a partir de esta definición? En primer lugar, es
de remarcar su similitud con la estructura misma del aparato psíquico. Se ha visto que los dos
componentes esenciales de este son las huellas mnémicas de representaciones, las cuales están
organizadas más a manera de red y no tanto en forma lineal; y los afectos, que se desplazan por
esta red. En la neurosis obsesiva se reencuentran estos mismos elementos como constituyentes de
la patología misma: una idea y un afecto a ella asociado. Este hecho refuerza la idea de Freud de
que, en esta organización, “la alteración íntegra ha permanecido en el ámbito psíquico” (Freud,
1999f, 56), lo cual no deja de tener una dimensión paradójica, pues precisamente es desde el
ámbito de lo psíquico donde se quiere descargar el exceso de excitación que ese afecto penoso
significa para el aparato psíquico, ahuyentando además a la representación que le corresponde.
¿Por qué la idea obsesiva le permite al sujeto, de alguna manera, estar más consciente de
su estado patológico? Porque, como el mismo Freud indica, las obsesiones tienen un “carácter
absurdo” (Freud, 1999h, p. 76), es decir, “lo penoso de las representaciones obsesivas (…)
constituye un problema para el médico y el enfermo”, y estos últimos “cuando se quejan de ellas,
las más de las veces expresan su asombro por sucumbir al afecto en cuestión, por angustiarse,
tener determinados impulsos, etc.” (Freud, 1999h, 55). La obsesión resulta ser una sorpresa para
el enfermo mismo, quien puede llegar a preguntarse conscientemente por qué piensa y siente
como lo hace aunque no siempre ocurra esto, como lo advierte el autor. Más adelante se verá la
importancia que tiene esta conciencia del sujeto de la idea obsesiva para la formación de la
defensa secundaria.
Siguiendo con la caracterización freudiana de la idea obsesiva, conviene mencionar una
distinción sobre la que él mismo advierte: de un lado ubica a las “obsesiones traumáticas”,
mientras que del otro ubica a las “verdaderas obsesiones”. ¿Cuál puede ser la distinción entre
estos dos tipos de obsesiones? Puede decirse que la diferencia está en el comportamiento clínico
que cada uno de estos tipos exhibe, lo cual está condicionado por la organización psíquica de la
cual provenga. Las obsesiones traumáticas “no son otra cosa que recuerdos, imágenes
acontecimientos importantes (…) pertenecen a los síntomas de la histeria” (Freud, 1999h, 75).
Esto quiere decir que Freud distinguía bien entre una obsesión como síntoma y una obsesión
como organización psíquica, distinción de la cual, a su vez, puede formularse una regla: no
siempre que exista una idea obsesiva puede decirse que la organización psíquica inconsciente es
la de una neurosis obsesiva; y viceversa, pues una neurosis obsesiva puede darse sin la necesidad
de que exista una idea obsesiva manifiesta. La importancia clínica de esta regla se hace valer al
momento del diagnóstico, ya que la dirección de la cura depende de él. Además, su valor se
extiende también al tratamiento de las otras patologías, por ejemplo, no siempre que hay un
síntoma corporal puede hablarse de histeria, ni siempre que hay un delirio puede hablarse de
psicosis. La segunda parte de la regla también es válida para estas dos estructuras, es decir: puede
haber una histeria sin síntoma corporal, y una psicosis sin delirio.
Ahora bien, cuando Freud habla de que el afecto es lo principal que persiste inalterado,
mientras que la idea puede o no variar, dando entonces a entender que es esta última la que se
desplaza, está hablando en términos conscientes. En efecto, si las representaciones cobran
relevancia para el sujeto y logran irrumpir en la conciencia debido al exceso de carga que el
afecto liberado les aporta desde lo inconsciente, se comprende entonces que en el sujeto
verdaderamente obsesivo irrumpan conscientemente distintas representaciones, que no se
sostengan necesariamente a la manera en que lo hace la idea obsesiva clásica, es decir, aquella
que se fija en la conciencia.
Conviene aclarar ahora las características que hasta 1895 Freud había logrado aislar con
relación a la representación en la neurosis obsesiva: primero, se le impone al sujeto; segundo,
puede o no estar fijada en la conciencia, de lo cual se concluye que, tercero, “la idea asociada ya
no es la idea justa, la idea original, en relación con la etiología de la obsesión, ella es un
remplazante, un sustituto” (Freud, 1999h, p. 76). Esto último aclara algo de la primera
característica y resuelve la aparente contradicción entre ella y la segunda, la idea que en todos los
casos se impone al sujeto es la idea original que se ha desalojado de la conciencia, y que ha sido
enviada a lo inconsciente, desde donde ejerce su influencia.
La representación es el primer elemento ligado a la idea obsesiva, el segundo elemento es
el estado emotivo que acompaña a la idea. Ya vimos que en “Obsesiones y fobias”, Freud dice
que ese estado puede ser la angustia, la duda, el remordimiento o la cólera; apenas un año
después, en 1896, tanto en “La herencia y la etiología de las neurosis” como en las “Nuevas
puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa”, Freud expresó que el afecto original al que
está anudado la representación obsesiva es el del reproche, uno que el sujeto se hace a sí mismo,
y en adelante, al menos hasta el historial clínico del “Hombre de las Ratas”, sostuvo que es ese el
afecto propio de la neurosis obsesiva. En las “Nuevas Puntualizaciones sobre las neuropsicosis de
defensa” se expresa así: “La naturaleza de la neurosis obsesiva admite ser expresada en una
fórmula simple: las representaciones obsesivas son siempre reproches mudados, que retornan de
la represión {desalojo} y están referidos siempre a una acción de la infancia, una acción sexual
realizada con placer” (Freud, 1999g, 169). En estas líneas se encuentra un detalle llamativo
acerca del origen sexual de las obsesiones. Freud dice que en la base de la neurosis obsesiva se
encuentra una acción sexual infantil realizada con placer, el cual luego se trasformará en un
reproche. Esta trasformación del placer en reproche es otro de los rasgos típicos de este tipo de
neurosis. Esto no quiere decir que en otras organizaciones no ocurra esta transformación, sólo
que en la neurosis obsesiva adquiere una especial importancia debido a que se encuentra en la
base misma de la estructura: inconscientemente, el obsesivo constantemente se está reprochando.
Al realizar una analogía con la histeria, Freud (1999e) encuentra una causa específica de
la neurosis de obsesiones (Zwangsneurose). También en ella existe un acontecimiento sexual
ocurrido en la niñez, cuyo recuerdo puede devenir durante la pubertad o después, mas la vital
diferencia es el tipo de experiencia vivida, pues mientras en la histeria se trata de un
acontecimiento sexual pasivo, experiencia sufrida con indiferencia o con algo de amargura o
espanto, en la neurosis de obsesiones se trata de un acontecimiento que ha causado placer. Las
ideas obsesivas consisten en unos reproches que el sujeto se dirige a sí mismo a causa del placer
sexual experimentado, mas sin embargo, son reproches desfigurados por un trabajo psíquico
inconsciente de trasformación y de sustitución.
Clínica de la Neurosis Obsesiva y Lacan
Lacan recupera lo que él llama "estructuras" freudianas y, dentro de las neurosis, la
histeria y la neurosis obsesiva. Pero su planteamiento es en términos de estructura y subjetividad.
Las diversas estructuras clínicas se conciben como diferentes modos de constitución subjetiva e
implican diferentes posiciones del sujeto respecto de los diversos componentes de la estructura
(cadena significante, demanda, deseo, pulsión, goce, defensa...). Así pues, diagnosticar estructura
obsesiva no equivale a neurosis obsesiva, pero la estructura subjetiva no sustituye a neurosis ni a
carácter.
El neurótico obsesivo todo el tiempo se desgasta en evitar que aparezca en escena su
deseo, por tal siempre hace de las demandas del Otro, mandatos, haciendo de la prohibición el
objeto de su deseo, y esperando la muerte del amo para llegar así a cumplir su deseo. Sin
embargo esto es el engaño en que el obsesivo vive, no se da cuenta de que el deseo siempre se va
a esfumar y para evitar el deseo del Otro, lo reduce a una demanda o lo devalúa para que este
Otro deje de desear. Así que no sirve de nada vivir en la ilusión de que cuando el amo muera
(parricidio) realmente va a ser libre.
El obsesivo evita constantemente el deseo del Otro, por tal el deseo propio se sostiene en
un objeto y en el fantasma, por lo cual permite investigar la función del objeto a como causa del
deseo.
En la neurosis obsesiva se encuentra un sujeto que se posiciona como esclavo y que tiene
un amo al que cumplir-le, un amo completo y al que se supone no existe la castración. Es esa
posición muy distinta a la de la histérica que denuncia esa falta del Padre.
En la obsesión el componente que permanece reprimido es la hostilidad hacia el padre.
Conscientemente esto se expresa como temor, pero realmente esto deriva del deseo de muerte
hacia el padre que en algún momento en la infancia se sintió, pues el padre era perturbador del
goce. Por ello se afirma que en la neurosis obsesiva hay un rencor contra el padre por su papel
como perturbador del goce sexual, y en consecuencia se encuentra que una característica del
obsesivo es la ambivalencia entre el amor y el odio hacia el padre, que termina como el síntoma
de la duda compulsiva y la irresolución.
Se encuentra también en el obsesivo un gran sentimiento de deuda que está vinculado al
padre y a su ley. Freud, desde el mito de la horda primitiva, liga la aparición del significante
Padre con la muerte, incluso con el asesinato del padre, dejando entrever que ese asesinato es el
momento fecundo de la deuda con la que el sujeto obsesivo se liga para toda la vida con la ley.
Esto quiere decir que el padre simbólico en cuanto que significa la ley, es el padre muerto. Este
aspecto se relaciona con el deseo que el sujeto obsesivo nunca muestra pues él siempre está
esperando la muerte del padre –ese padre perturbador del goce- para poder gozar y empezar a
„vivir‟. Sin embargo de lo que el obsesivo no se da cuenta es que toda la vida anda esperando
solo para evadir la muerte y que realmente así el padre muera, su ley seguirá vigente
impidiéndole un goce absoluto.
En el caso del Hombre de las Ratas se puede ver estos aspectos, por ejemplo el padre es
igualmente fallido, que ha perdido el prestigio familia y que ha sido salvado del suicidio gracias a
su misterioso amigo. Un padre que ha entregado a su hijo a una mujer a quien no ama
anteponiendo el dinero. Por otro lado vemos el aspecto de la muerte del padre y de la deuda, en
donde el sujeto enfermo –sin importar que su padre hubiese muerto- seguía produciendo rituales
para él. En últimas, ese padre muerto representaba ese Otro garante de la ley. Es así que el
Hombre de las Ratas llega hasta el delirio de metaforizar el pago de una deuda que al mismo
tiempo no debe ser pagada, o el dilema que él mismo se plantea entre la mujer rica y la mujer
pobre. Todos estos esfuerzos para darle al padre el estatuto que le corresponde, para restituir su
dignidad.
En la neurosis obsesiva el síntoma permanece en lo psíquico y se asocia a otras
representaciones mediante un falso enlace. Es sabido que el síntoma, y todas las formaciones del
inconsciente, tiene dos objetivos distintos: satisfacer aquello que esta reprimido y suprimir dicha
satisfacción conscientemente. Mientras esto logre una síntesis, se presentaran síntomas que
satisfagan todas las instancias. Sin embargo, en la neurosis obsesiva sucede que no hay una
síntesis total y aparece un mismo síntoma que deja entrever claramente estos dos tiempos: el
primer tiempo satisface el deseo reprimido y el segundo lo borra.
También se encuentra en el obsesivo la anulación y el aislamiento como características
propias. Estas son técnicas que usa el sujeto obsesivo para hacer caso omiso de la represión y
haciendo posible que las representaciones permanezcan en la conciencia, desligadas del afecto.
La anulación implica el borrar ciertas palabras, pensamientos y gestos, utilizando recursos
dotados de una significación opuesta (síntoma en dos tiempos). El aislamiento es el mecanismo
que permite alejar los pensamientos de la conciencia, logrando así que se rompan todas las
conexiones. Estos mecanismos permiten realizar un diagnostico diferencial.
Ahora, la demanda en la obsesión habla de una relación del sujeto con el otro en su doble
vertiente: imaginaria (con el otro, el semejante) y simbólica (con el Otro, el lugar de la palabra).
Aquí se introduce la dialéctica de la necesidad, la demanda y el deseo. El registro simbólico
impone al sujeto, para satisfacer sus necesidades, dirigirse al otro con un pedido que no puede
formular sino con significantes. En esto consiste la demanda, que no puede formularse sino con
los significantes que existen previamente en el Otro. De allí que el sujeto dependa del Otro tanto
para satisfacer la necesidad misma, como para disponer de los significantes de la demanda. La
respuesta del Otro, aun en el caso de aceptación, se produce siempre sobre el fondo de la
posibilidad de su rechazo. Como los significantes de la demanda nunca coinciden con la
singularidad de una necesidad, la frustración de la necesidad se impone por estructura, aunque el
sujeto interprete que proviene de la respuesta del Otro. Surge así el deseo, que representa el
intento de recuperar la singularidad perdida de la necesidad en su pasaje a través del significante
de la demanda. El deseo no coincide con el significante, se ubica entre sus intervalos y, sobre
todo, el que hay entre los dos niveles de la demanda. El deseo está más allá de cada demanda
particular, pero más acá de la demanda de amor.
Es importante entonces puntualizar que “la demanda al Otro es siempre en un doble nivel:
el de la satisfacción de la necesidad y el de la buena disposición, demanda de amor, ya que
siempre es posible que el Otro la rechace. Además, la frustración se impone por estructura, dado
que los significantes nunca coinciden con la necesidad, aunque el sujeto interprete que es la
respuesta del Otro lo que la frustra. El deseo, que representa el intento de recuperar la
singularidad de la necesidad, tampoco coincide con los significantes, se ubica en los intervalos de
éstos y en el que hay entre los dos niveles de la demanda” (Mazzuca, 2006).
Para Lacan, la ambivalencia obsesiva en la demanda se encuentra entre una demanda de
muerte del Otro y una demanda de amor que va en el sentido opuesto, pues el amor tiene el efecto
de hacer existir al Otro. Colovini (2008) afirma que esto es lo que Lacan llamará en el Seminario
5 el callejón sin salida de la estructura obsesiva: es irresoluble; en la medida en que se trata de
dos términos contradictorios se impone la lógica de la imposibilidad, la satisfacción de uno
impide el cumplimiento del otro. Esta imposibilidad en el registro de la demanda se reencuentra
también en el deseo que, estructuralmente, destruye al Otro, pero requiere del lugar del Otro para
sostenerse. Y se expresa en el modo de pedir del obsesivo, que resulta insoportable para el otro.
Otra manera de evitar el deseo del Otro, es reducirlo a la demanda. En cualquiera de sus
formas: pedido, orden, exhortación, autorización, prohibición, etc. De aquí que el obsesivo viva
pidiendo permiso y haciéndose autorizar por el Otro. O bien se hace pedir por el otro y se ocupa
en satisfacer la demanda del Otro. Al obsesivo le encanta que le pidan, dice Lacan. Son distintas
maneras de hacer existir o sostener al Otro. Hacerse prohibir es otra manera de reducir el deseo a
la demanda y de sostener otro consistente. El obsesivo hace de la prohibición misma el objeto de
su deseo. De este modo, resulta un deseo cuyo cumplimiento es imposible, pero no extinguido.
Es su modalidad de sostener el deseo: un deseo a distancia para que ese deseo subsista (Lacan,
1999b).
La demanda de muerte, que está en el horizonte de toda demanda del obsesivo, constituye
para el sujeto, un callejón sin salida, porque su realización implicaría la destrucción del Otro que,
como es el lugar necesario para articular cualquier demanda, resulta imperioso mantener. Esto da
origen al movimiento de oscilación entre un extremo y el otro.
El obsesivo se pone toda clase de tareas duras, agotadoras, que habitualmente consigue
llevar a cabo con éxito. Pero lo que está en juego no es la satisfacción en su realización misma,
sino en el premio, en el permiso, en el reconocimiento del Otro. Por eso, en el análisis de la
estructura de la hazaña no conviene dejarse encandilar por la existencia del rival imaginario que,
en definitiva no es el que cuenta, sino que hay que localizar al Otro, el tercero para quien el sujeto
actúa y al que, como espectador invisible, le ha sido adjudicado el papel de contar, de registrar el
récord.
Estas hazañas parecieran convocar en alto grado la libido del sujeto, sin embargo, nunca
implican verdaderos riesgos. Por el contrario, se ejercen siempre en las áreas alejadas de lo que
pondría en juego el deseo del sujeto y, de ese modo, constituyen otra forma de evitarlo.
En este punto de la lectura, ya habiendo examinado la noción de función del padre, la
posición del padre en el complejo de Edipo, así como la neurosis obsesiva, se continuará a modo
de cierre con una relación entre la neurosis obsesiva y el padre, tratando de puntualizar dónde se
sitúa la metáfora paterna en esta estructura.
El Padre en la Neurosis Obsesiva
En la neurosis obsesiva todo gira en torno a la muerte, y es justamente la muerte del padre
la que está en juego todo el tiempo, como aquel que es garante de la ley, que es perturbador del
goce. Evidentemente lo que el obsesivo debe entender para salir de su trampa, es que si sigue
posicionándose como el esclavo que espera a que su amo-padre muera para poder gozar y desear,
siempre vivirá en una espera, hasta darse cuenta que el padre era ya un padre muerto por el hecho
de que su ley sigue vigente e instaurada.
Es importante entonces afirmar que el componente que en esta estructura permanece
reprimido es la hostilidad hacia el padre. Lo que se presenta conscientemente como temor, su
muerte, se deriva del deseo, ahora inconsciente, que alguna vez efectivamente tuvo en la infancia,
originado en el carácter perturbador de la figura paterna en relación con la sexualidad. Freud
formula una construcción sobre la escena infantil de la reprimenda violenta con que el padre
castigó una falta sexual del niño, probablemente relacionada con la masturbación, suceso que
dejó un inextinguible rencor contra el padre y fijó para siempre su papel como perturbador del
goce sexual.
Los principales aspectos de la neurosis obsesiva para Freud son que el conflicto
fundamental resulta ubicado entre la apetencia pulsional sexual y el padre, la función paterna es
aquí identificada como perturbadora del goce sexual, y que la consecuente hostilidad que surge
en el sujeto hacia el padre corre paralela al amor que siente por él, sin fundirse, es decir, sin que
el amor aminore o modifique la hostilidad.
La subsistencia simultánea de amor y odio, es denominada por Freud ambivalencia y en el
capítulo de consideraciones teóricas con que concluye el historial del Hombre de las ratas es
postulada como uno de los caracteres más importantes de la neurosis obsesiva: "El amor no ha
podido extinguir el odio, sino tan sólo rechazarlo a lo inconsciente, instancia psíquica en la cual
se encuentra a salvo de la acción de la conciencia y puede subsistir sin mengua alguna e incluso
crecer. En tales circunstancias, el amor consciente suele alcanzar, a su vez, por reacción, especial
intensidad para poder llevar a cabo constantemente y sin descanso la tarea de mantener en la
represión a su contrario. Esta singular constelación de la vida amorosa parece tener su condición
en una disociación muy temprana, acaecida en el período prehistórico infantil, de los dos
elementos antitéticos, con represión de uno de ellos, generalmente el odio".
El conflicto de ambivalencia entre el amor y el odio hacia el padre en la neurosis
obsesiva, que termina por ser ubicado en la base de la duda compulsiva y de la irresolución
característica de la posición del obsesivo y considerado en última instancia como su fuente: "es
muy satisfactorio ver cuán comprensibles se hacen los enigmáticos procesos de las neurosis
obsesivas en cuanto los referimos a semejante factor. Si contra un amor intenso se alza un odio
casi tan intenso como él, la consecuencia inmediata tiene que ser una parálisis parcial de la
voluntad, una incapacidad de adoptar resolución alguna en cuanto a todos aquellos actos cuyo
móvil haya de ser el amor".
En la teoría de la horda primitiva se encuentra de nuevo la ambivalencia del complejo
paterno reconocida como característica del obsesivo: por una parte, el parricidio con que los hijos
ponen fin a la exclusión de que eran objeto por parte del padre originario, violento y odiado, que
los aparta del acceso a las mujeres pero, por otra parte, también admirado y amado, por lo cual,
tras eliminarlo e identificarse con él, se abrieron paso las mociones tiernas y el arrepentimiento
que hicieron que el amor hacia el padre muerto se volviera más fuerte que mientras vivía y que
funcionan como fuente del sentimiento de culpabilidad y de la deuda. Es decir que el conflicto de
ambivalencia entre el amor y el odio hacia el padre, que se deriva del complejo paterno y está en
la base de la duda compulsiva y de la irresolución característica del obsesivo.
Respecto a Lacan, a partir del Seminario 7 y, sobre todo, a medida que analiza cada vez
con más detenimiento la teoría freudiana del parricidio original, el cual Lacan considera un mito
moderno, inventado por Freud como se mencionó inicialmente, se concluye que en el obsesivo se
compaginan muy solidariamente el deseo de muerte y el amor hacia el padre, ya que éste
funciona muy bien, en esa estructura subjetiva, como padre muerto.
La muerte del padre, según el mito freudiano, no implica su destrucción sino su triunfo
póstumo, la instauración de su ley, su eternización. De allí que Lacan termine por considerar este
mito, a cuya lectura y análisis vuelve una y otra vez, como característico de la estructura
obsesiva. También se ve conducido a distinguir mejor el significante del nombre del padre (es
decir, el padre muerto), del padre real que sostiene la función paterna, del viviente que ejerce
como padre.
Como conclusión se plantea entonces que para el sujeto obsesivo, según la visión de
Lacan, existe una gran dificultad con el deseo y que está en estrecha relación con el padre pues a
medida que se acerca al objeto de deseo, este deseo se esfuma y para evitar el deseo del Otro (del
padre) el obsesivo busca volverlo demanda para cumplir con ella y de esa forma lograr que el
Otro deje de desear. “El deseo resulta en el obsesivo un deseo cuyo cumplimiento es imposible
pero que no se extingue”.
DISCUSIÓN
En este recorrido de la concepción del padre en psicoanálisis, la neurosis obsesiva y su
relación con el padre, se hacen notorias las relaciones entre la histeria y la neurosis obsesiva. A lo
largo de los dos primeros capítulos, quedó expuesta la relación íntima entre estos dos tipos de
neurosis, al punto que puede afirmarse que, si se desea alcanzar un conocimiento profundo de una
de ellas, es necesario estudiar a la otra no en poca medida. Ello explica las constantes alusiones a
la histeria.
Se comprende ahora el síntoma obsesivo como un ejemplo bastante claro de la cuestión
del empuje de la pulsión, la cual no cesa nunca en su búsqueda de satisfacción. El mismo
desplazamiento defensivo en el que despunta la neurosis obsesiva es muestra de ello. Si esta
patología genera nuevas defensas ritualistas, ello se debe a que la irrupción de lo obsesivo
inconsciente siempre logra abrirse paso a través de la defensa hasta la conciencia, tratando de
decirle al sujeto cómo debe satisfacerla.
Otro aspecto importante a resaltar es que lo propio del síntoma obsesivo es la compulsión,
lo cual se entiende muy bien al recordar que en esta neurosis la emergencia de la sexualidad
reporta al sujeto un exceso de placer que resulta insoportable, en lo cual se discierne otro de los
caracteres distintivos con la histeria, ya que en ella la sexualidad infantil es sentida de manera
negativa. Así, todas las formaciones sintomáticas de la neurosis obsesiva, todos los
desplazamientos que en ella ocurren, así como el empleo de los mecanismos del aislamiento y de
la anulación, se reconducen a esta irrupción compulsiva de un exceso de placer mortífero para el
sujeto. Es tal irrupción la que motiva en primera instancia la defensa yoíca, y la instalación de la
compulsión logra entenderse cuando se reconoce que ese exceso de placer no sólo reporta
sufrimiento al sujeto, sino también una enorme satisfacción. Por ello, la compulsión obsesiva se
resiste a su desanudamiento, porque en ella participan tanto el placer de la satisfacción como el
displacer del exceso de excitación.
A partir de lo planteado por Lacan, es posible afirmar entonces la gran importancia que
tiene la instancia El Otro para esta neurosis, pues es aquel en que se borra constantemente gracias
a la gran dificultad de obsesivo de vérselas con el deseo, que se encuentran en estrecha relación
con el padre, ya que a medida que se acerca al objeto de deseo, es muy importante para el sujeto
que el deseo se esfume y así evitar la angustia provocada por la aparición del deseo del Otro, al
cual es necesario volverlo demanda para lograr, al menos imaginariamente, que el Otro deje de
desear.
A nivel clínico, este trabajo aporta bases para la intervención con sujetos neuróticos
obsesivos que aunque puede resultar difícil, es muy interesante para el analista. El psicoanálisis
muestra que es posible luchar en contra de los nudos inconscientes que se atan tan firmemente en
esta estructura, y que detrás de los complicados defensivos que en ella se levantan (los cuales
pueden hacer aparecer muros al obsesivo como alguien frío y calculador, en ocasiones agresivo e
indolente, pero también como alguien de pasiones intensas), se encuentra un su jeto que lucha sin
descanso contra una angustia siempre a punto de presentarse, lucha esta que lo desgasta y que lo
hace sufrir. Queda así, para un posterior trabajo, no sólo varias cuestiones teóricas, sino también
la pregunta por la clínica, por el quehacer del psicoanalista frente a esta estructura que enmascara
a un sujeto que sufre, como todo neurótico. Al fin y al cabo, es al servicio de eso, de la clínica
destinada a aliviar el sufrimiento del sujeto, que la teoría del psicoanálisis se ha encontrado
siempre.
REFERENCIAS
Albano, S. (2005). Michael Foucault, glosario de aplicaciones. Buenos Aires: Quadrata.
Brousse, M. H. (2000). Los 4 discursos y el Otro de la modernidad. Calis: Letra
Colovini, M. (2008). La elaboración lacaniana. Recuperado de
http://psicopatologiapsicoanalitica.blogspot.com/2008/08/la-elaboracin-lacaniana.html
Eidelsztein, A. (2001). El padre en psicoanálisis. Buenos Aires: Edupsi
Fages, J. (2001). Para comprender a Lacan. Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1986). Tótem y tabú. En Obras Completas XIII. Buenos Aires: Amorrortu.
(Versión Original 1913).
Freud, S. (1999a). 21ª Conferencia: Desarrollo libidinal y organizaciones sexuales. En Obras
Completas XIV (4a Reimpresión). Argentina: Amorrortu. (Versión Original 1917).
Freud, S. (1999b). Acciones obsesivas y prácticas religiosas. En Obras Completas IX (4a
Reimpresión). Buenos Aires: Amorrortu Editores. (Versión Original 1907).
Freud, S. (1999c). Informe sobre mis estudios en París y Berlín. En Obras Completas I (4a
Reimpresión). Argentina: Amorrortu. (Versión Original 1886).
Freud, S. (1999d). La etiología de la histeria. En Obras Completas III (4a Reimpresión).
Buenos Aires: Amorrortu Editores. (Versión Original 1896).
Freud, S. (1999e). La herencia y la etiología de las neurosis. En Obras completas III (4a
Reimpresión). Buenos Aires: Amorrortu Editores. (Versión Original 1896).
Freud, S. (1999f). Las neuropsicosis de defensa (Ensayo de una teoría psicológica de la
histeria adquirida, de muchas fobias y representaciones obsesivas, y de ciertas psicosis
alucinatorias). En Obras completas III (4a Reimpresión). Buenos Aires: Amorrortu
Editores. (Versión Original 1894).
Freud, S. (1999g). Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa. En Obras
completas III (4a Reimpresión). Buenos Aires: Amorrortu Editores. (Versión Original
1896).
Freud, S. (1999h). Obsesiones y fobias, su mecanismo psíquico y su etiología. En Obras
Completas III (4a Reimpresión). Buenos Aires: Amorrortu Editores. (Versión Original
1895).
Lacan, J. (1999a). El seminario de Jacques Lacan: La relación de objeto (Libro IV). Buenos
Aires: Paidós. (Versión Original 1956).
Lacan, J. (1999b). El Seminario de Jacques Lacan: Las formaciones del inconsciente (Libro
V). Buenos Aires: Paidós. (Versión Original 1957).
Lacan, J. (1999c). Seminario 3, Las Psicosis. Buenos Aires: Paidós. (Versión Original 1958).
Langer, A. (2004). ¿Qué es un Padre? Recuperado de
http://www.elsigma.com/site/detalle.asp?IdContenido=5896
Laplanche, J. & Pontalis, J. (1999). Diccionario de psicoanálisis. Barcelona: Paidós.
Maleval, J.C. (2002). La forclusión del Nombre del Padre. Buenos Aires: Paidós
Mazzuca, R. (2002) Psicoanálisis y Psiquiatría: encuentros y desencuentros. Buenos Aires:
Eudeba.
Miller, J.A. (2004). Lectura del Seminario 5 de Jacques Lacan. Buenos Aires: Paidós.
Nasio, J. (1996). Enseñanza de 7 conceptos cruciales del psicoanálisis. Barcelona: Gedisa
Editorial.
Paskvan, E. (2007). El sujeto del inconsciente I. Documento interno de la universidad de
León. España.
Solano Suárez, E. (2003). Clínica Lacaniana. Argentina: Tres Haches.

Más contenido relacionado

Similar a Función padre neurosis_obsesiva

Teorico 08 06 2 do freud y elaboración lacaniana psis-parte1
Teorico 08 06  2 do freud  y elaboración lacaniana psis-parte1Teorico 08 06  2 do freud  y elaboración lacaniana psis-parte1
Teorico 08 06 2 do freud y elaboración lacaniana psis-parte1Maria Domé
 
Adolescentesypadres
AdolescentesypadresAdolescentesypadres
AdolescentesypadresCamila Febes
 
10070-Texto del artículo-18344-1-10-20090702.pdf
10070-Texto del artículo-18344-1-10-20090702.pdf10070-Texto del artículo-18344-1-10-20090702.pdf
10070-Texto del artículo-18344-1-10-20090702.pdfMaraFernandaGutirrez48
 
Evolución del concepto de psicosis enlacan
Evolución del concepto de psicosis enlacanEvolución del concepto de psicosis enlacan
Evolución del concepto de psicosis enlacanEduardo Botero Toro
 
Libro iii ensayo sobre el entendimiento humano
Libro iii ensayo sobre el entendimiento humanoLibro iii ensayo sobre el entendimiento humano
Libro iii ensayo sobre el entendimiento humanosckarlett17
 
Acerca de la clìnica de las psicosis- Miller y otros.pdf
Acerca de la clìnica de las psicosis- Miller y otros.pdfAcerca de la clìnica de las psicosis- Miller y otros.pdf
Acerca de la clìnica de las psicosis- Miller y otros.pdfAlberto458770
 
Hermenéutica analógico
Hermenéutica analógicoHermenéutica analógico
Hermenéutica analógicoSantiago Cruz
 
Ludwig wittgenstein tractatus logico-philosophicus
Ludwig wittgenstein   tractatus logico-philosophicusLudwig wittgenstein   tractatus logico-philosophicus
Ludwig wittgenstein tractatus logico-philosophicusJuan Torrijo
 
Wittgenstein Ludwig Tractatus Logico Philosophicus
Wittgenstein Ludwig   Tractatus Logico PhilosophicusWittgenstein Ludwig   Tractatus Logico Philosophicus
Wittgenstein Ludwig Tractatus Logico PhilosophicusPoChO Montecinos
 
Marcelo Gallo TP Psicoanálisis II. UB 2010
Marcelo Gallo TP Psicoanálisis II. UB 2010Marcelo Gallo TP Psicoanálisis II. UB 2010
Marcelo Gallo TP Psicoanálisis II. UB 2010Marcelo Gallo
 
Las teorías sobre los signos: el pensamiento analítico de Peirce
Las teorías sobre los signos: el pensamiento analítico de PeirceLas teorías sobre los signos: el pensamiento analítico de Peirce
Las teorías sobre los signos: el pensamiento analítico de Peircelaurairi
 
Psicoanálisis Jacques Lacan
Psicoanálisis Jacques LacanPsicoanálisis Jacques Lacan
Psicoanálisis Jacques LacanArturo Bazan
 
Aportes de j. lacan al estudio de las psicosis
Aportes  de j. lacan al estudio de las psicosisAportes  de j. lacan al estudio de las psicosis
Aportes de j. lacan al estudio de las psicosisirenelicia
 
Psicoanlisislacan 121023225826-phpapp01
Psicoanlisislacan 121023225826-phpapp01Psicoanlisislacan 121023225826-phpapp01
Psicoanlisislacan 121023225826-phpapp01Silvia Gracida
 
C complejo de edipo
C complejo de edipoC complejo de edipo
C complejo de edipowrvleiza
 
EL ANALISTA LACANIANO: LÍMITE DE LA ERRANCIA. Cristina Martínez de Bocca.
EL ANALISTA LACANIANO: LÍMITE DE LA ERRANCIA. Cristina Martínez de Bocca.EL ANALISTA LACANIANO: LÍMITE DE LA ERRANCIA. Cristina Martínez de Bocca.
EL ANALISTA LACANIANO: LÍMITE DE LA ERRANCIA. Cristina Martínez de Bocca.Ivonne Bosho
 
06. génesis 1.2 el día UNO en mi vida. (Serie 2015)
06.  génesis 1.2 el día UNO en mi vida. (Serie 2015)06.  génesis 1.2 el día UNO en mi vida. (Serie 2015)
06. génesis 1.2 el día UNO en mi vida. (Serie 2015)Comparte la Biblia
 

Similar a Función padre neurosis_obsesiva (20)

Teorico 08 06 2 do freud y elaboración lacaniana psis-parte1
Teorico 08 06  2 do freud  y elaboración lacaniana psis-parte1Teorico 08 06  2 do freud  y elaboración lacaniana psis-parte1
Teorico 08 06 2 do freud y elaboración lacaniana psis-parte1
 
Lacan la familia,1938
Lacan la familia,1938Lacan la familia,1938
Lacan la familia,1938
 
Adolescentesypadres
AdolescentesypadresAdolescentesypadres
Adolescentesypadres
 
10070-Texto del artículo-18344-1-10-20090702.pdf
10070-Texto del artículo-18344-1-10-20090702.pdf10070-Texto del artículo-18344-1-10-20090702.pdf
10070-Texto del artículo-18344-1-10-20090702.pdf
 
Evolución del concepto de psicosis enlacan
Evolución del concepto de psicosis enlacanEvolución del concepto de psicosis enlacan
Evolución del concepto de psicosis enlacan
 
Jacques lacan
Jacques lacanJacques lacan
Jacques lacan
 
Libro iii ensayo sobre el entendimiento humano
Libro iii ensayo sobre el entendimiento humanoLibro iii ensayo sobre el entendimiento humano
Libro iii ensayo sobre el entendimiento humano
 
Acerca de la clìnica de las psicosis- Miller y otros.pdf
Acerca de la clìnica de las psicosis- Miller y otros.pdfAcerca de la clìnica de las psicosis- Miller y otros.pdf
Acerca de la clìnica de las psicosis- Miller y otros.pdf
 
Hermenéutica analógico
Hermenéutica analógicoHermenéutica analógico
Hermenéutica analógico
 
Ludwig wittgenstein tractatus logico-philosophicus
Ludwig wittgenstein   tractatus logico-philosophicusLudwig wittgenstein   tractatus logico-philosophicus
Ludwig wittgenstein tractatus logico-philosophicus
 
Wittgenstein Ludwig Tractatus Logico Philosophicus
Wittgenstein Ludwig   Tractatus Logico PhilosophicusWittgenstein Ludwig   Tractatus Logico Philosophicus
Wittgenstein Ludwig Tractatus Logico Philosophicus
 
Amorcito
AmorcitoAmorcito
Amorcito
 
Marcelo Gallo TP Psicoanálisis II. UB 2010
Marcelo Gallo TP Psicoanálisis II. UB 2010Marcelo Gallo TP Psicoanálisis II. UB 2010
Marcelo Gallo TP Psicoanálisis II. UB 2010
 
Las teorías sobre los signos: el pensamiento analítico de Peirce
Las teorías sobre los signos: el pensamiento analítico de PeirceLas teorías sobre los signos: el pensamiento analítico de Peirce
Las teorías sobre los signos: el pensamiento analítico de Peirce
 
Psicoanálisis Jacques Lacan
Psicoanálisis Jacques LacanPsicoanálisis Jacques Lacan
Psicoanálisis Jacques Lacan
 
Aportes de j. lacan al estudio de las psicosis
Aportes  de j. lacan al estudio de las psicosisAportes  de j. lacan al estudio de las psicosis
Aportes de j. lacan al estudio de las psicosis
 
Psicoanlisislacan 121023225826-phpapp01
Psicoanlisislacan 121023225826-phpapp01Psicoanlisislacan 121023225826-phpapp01
Psicoanlisislacan 121023225826-phpapp01
 
C complejo de edipo
C complejo de edipoC complejo de edipo
C complejo de edipo
 
EL ANALISTA LACANIANO: LÍMITE DE LA ERRANCIA. Cristina Martínez de Bocca.
EL ANALISTA LACANIANO: LÍMITE DE LA ERRANCIA. Cristina Martínez de Bocca.EL ANALISTA LACANIANO: LÍMITE DE LA ERRANCIA. Cristina Martínez de Bocca.
EL ANALISTA LACANIANO: LÍMITE DE LA ERRANCIA. Cristina Martínez de Bocca.
 
06. génesis 1.2 el día UNO en mi vida. (Serie 2015)
06.  génesis 1.2 el día UNO en mi vida. (Serie 2015)06.  génesis 1.2 el día UNO en mi vida. (Serie 2015)
06. génesis 1.2 el día UNO en mi vida. (Serie 2015)
 

Último

infografía seminario.pdf.................
infografía seminario.pdf.................infografía seminario.pdf.................
infografía seminario.pdf.................ScarletMedina4
 
WE DO TRANSFORMATIONS DAY presentación .pptx
WE DO TRANSFORMATIONS DAY presentación   .pptxWE DO TRANSFORMATIONS DAY presentación   .pptx
WE DO TRANSFORMATIONS DAY presentación .pptxr7dzcbmq2w
 
2.INJERTO Y COLGAJO CUIDADOS DE ENFERMERIA
2.INJERTO Y COLGAJO CUIDADOS DE ENFERMERIA2.INJERTO Y COLGAJO CUIDADOS DE ENFERMERIA
2.INJERTO Y COLGAJO CUIDADOS DE ENFERMERIADiegoOliveiraEspinoz1
 
SISTEMA OBLIGATORIO GARANTIA DE LA CALIDAD EN SALUD SOGCS.pdf
SISTEMA OBLIGATORIO GARANTIA DE LA CALIDAD EN SALUD SOGCS.pdfSISTEMA OBLIGATORIO GARANTIA DE LA CALIDAD EN SALUD SOGCS.pdf
SISTEMA OBLIGATORIO GARANTIA DE LA CALIDAD EN SALUD SOGCS.pdfTruGaCshirley
 
(2024-25-04) Epilepsia, manejo el urgencias (doc).docx
(2024-25-04) Epilepsia, manejo el urgencias (doc).docx(2024-25-04) Epilepsia, manejo el urgencias (doc).docx
(2024-25-04) Epilepsia, manejo el urgencias (doc).docxUDMAFyC SECTOR ZARAGOZA II
 
DETERMINISMO DEL TRABAJO DE PARTO-1.pptx
DETERMINISMO DEL TRABAJO DE PARTO-1.pptxDETERMINISMO DEL TRABAJO DE PARTO-1.pptx
DETERMINISMO DEL TRABAJO DE PARTO-1.pptxfiorellaanayaserrano
 
Patologías de los eritrocitos-Histologia
Patologías de los eritrocitos-HistologiaPatologías de los eritrocitos-Histologia
Patologías de los eritrocitos-Histologia Estefa RM9
 
Historia Clínica y Consentimiento Informado en Odontología
Historia Clínica y Consentimiento Informado en OdontologíaHistoria Clínica y Consentimiento Informado en Odontología
Historia Clínica y Consentimiento Informado en OdontologíaJorge Enrique Manrique-Chávez
 
Enferemedades reproductivas de Yeguas.pdf
Enferemedades reproductivas  de Yeguas.pdfEnferemedades reproductivas  de Yeguas.pdf
Enferemedades reproductivas de Yeguas.pdftaniacgcclassroom
 
TRANSMISION DE LA INFORMACIÓN GENETICA - Clase 1.pptx
TRANSMISION DE LA INFORMACIÓN GENETICA - Clase 1.pptxTRANSMISION DE LA INFORMACIÓN GENETICA - Clase 1.pptx
TRANSMISION DE LA INFORMACIÓN GENETICA - Clase 1.pptxJoshueXavierE
 
Psicología: Revista sobre las bases de la conducta humana.pdf
Psicología: Revista sobre las bases de la conducta humana.pdfPsicología: Revista sobre las bases de la conducta humana.pdf
Psicología: Revista sobre las bases de la conducta humana.pdfdelvallepadrob
 
Cuadro-comparativo-Aparato-Reproductor-Masculino-y-Femenino.pptx
Cuadro-comparativo-Aparato-Reproductor-Masculino-y-Femenino.pptxCuadro-comparativo-Aparato-Reproductor-Masculino-y-Femenino.pptx
Cuadro-comparativo-Aparato-Reproductor-Masculino-y-Femenino.pptxguadalupedejesusrios
 
Plan de Desparasitacion 27.03.2024 minsa.pptx
Plan de Desparasitacion 27.03.2024 minsa.pptxPlan de Desparasitacion 27.03.2024 minsa.pptx
Plan de Desparasitacion 27.03.2024 minsa.pptxOrlandoApazagomez1
 
Celulas del sistema nervioso clase medicina
Celulas del sistema nervioso clase medicinaCelulas del sistema nervioso clase medicina
Celulas del sistema nervioso clase medicinaSalomeLoor1
 
(2024-04-17) PATOLOGIAVASCULARENEXTREMIDADINFERIOR (ppt).pdf
(2024-04-17) PATOLOGIAVASCULARENEXTREMIDADINFERIOR (ppt).pdf(2024-04-17) PATOLOGIAVASCULARENEXTREMIDADINFERIOR (ppt).pdf
(2024-04-17) PATOLOGIAVASCULARENEXTREMIDADINFERIOR (ppt).pdfUDMAFyC SECTOR ZARAGOZA II
 
HEMORROIDES, presentación completa. pptx
HEMORROIDES, presentación completa. pptxHEMORROIDES, presentación completa. pptx
HEMORROIDES, presentación completa. pptxbv3087012023
 
Sistema Nervioso Periférico (1).pdf
Sistema Nervioso Periférico      (1).pdfSistema Nervioso Periférico      (1).pdf
Sistema Nervioso Periférico (1).pdfNjeraMatas
 
equipos e insumos para la administracion de biologicos
equipos e insumos para la administracion de biologicosequipos e insumos para la administracion de biologicos
equipos e insumos para la administracion de biologicosmafaldoachonga
 
PUNTOS CRANEOMÉTRICOS PARA PLANEACIÓN QUIRÚRGICA
PUNTOS CRANEOMÉTRICOS  PARA PLANEACIÓN QUIRÚRGICAPUNTOS CRANEOMÉTRICOS  PARA PLANEACIÓN QUIRÚRGICA
PUNTOS CRANEOMÉTRICOS PARA PLANEACIÓN QUIRÚRGICAVeronica Martínez Zerón
 

Último (20)

infografía seminario.pdf.................
infografía seminario.pdf.................infografía seminario.pdf.................
infografía seminario.pdf.................
 
WE DO TRANSFORMATIONS DAY presentación .pptx
WE DO TRANSFORMATIONS DAY presentación   .pptxWE DO TRANSFORMATIONS DAY presentación   .pptx
WE DO TRANSFORMATIONS DAY presentación .pptx
 
2.INJERTO Y COLGAJO CUIDADOS DE ENFERMERIA
2.INJERTO Y COLGAJO CUIDADOS DE ENFERMERIA2.INJERTO Y COLGAJO CUIDADOS DE ENFERMERIA
2.INJERTO Y COLGAJO CUIDADOS DE ENFERMERIA
 
SISTEMA OBLIGATORIO GARANTIA DE LA CALIDAD EN SALUD SOGCS.pdf
SISTEMA OBLIGATORIO GARANTIA DE LA CALIDAD EN SALUD SOGCS.pdfSISTEMA OBLIGATORIO GARANTIA DE LA CALIDAD EN SALUD SOGCS.pdf
SISTEMA OBLIGATORIO GARANTIA DE LA CALIDAD EN SALUD SOGCS.pdf
 
(2024-25-04) Epilepsia, manejo el urgencias (doc).docx
(2024-25-04) Epilepsia, manejo el urgencias (doc).docx(2024-25-04) Epilepsia, manejo el urgencias (doc).docx
(2024-25-04) Epilepsia, manejo el urgencias (doc).docx
 
DETERMINISMO DEL TRABAJO DE PARTO-1.pptx
DETERMINISMO DEL TRABAJO DE PARTO-1.pptxDETERMINISMO DEL TRABAJO DE PARTO-1.pptx
DETERMINISMO DEL TRABAJO DE PARTO-1.pptx
 
Patologías de los eritrocitos-Histologia
Patologías de los eritrocitos-HistologiaPatologías de los eritrocitos-Histologia
Patologías de los eritrocitos-Histologia
 
Historia Clínica y Consentimiento Informado en Odontología
Historia Clínica y Consentimiento Informado en OdontologíaHistoria Clínica y Consentimiento Informado en Odontología
Historia Clínica y Consentimiento Informado en Odontología
 
Enferemedades reproductivas de Yeguas.pdf
Enferemedades reproductivas  de Yeguas.pdfEnferemedades reproductivas  de Yeguas.pdf
Enferemedades reproductivas de Yeguas.pdf
 
TRANSMISION DE LA INFORMACIÓN GENETICA - Clase 1.pptx
TRANSMISION DE LA INFORMACIÓN GENETICA - Clase 1.pptxTRANSMISION DE LA INFORMACIÓN GENETICA - Clase 1.pptx
TRANSMISION DE LA INFORMACIÓN GENETICA - Clase 1.pptx
 
Psicología: Revista sobre las bases de la conducta humana.pdf
Psicología: Revista sobre las bases de la conducta humana.pdfPsicología: Revista sobre las bases de la conducta humana.pdf
Psicología: Revista sobre las bases de la conducta humana.pdf
 
Cuadro-comparativo-Aparato-Reproductor-Masculino-y-Femenino.pptx
Cuadro-comparativo-Aparato-Reproductor-Masculino-y-Femenino.pptxCuadro-comparativo-Aparato-Reproductor-Masculino-y-Femenino.pptx
Cuadro-comparativo-Aparato-Reproductor-Masculino-y-Femenino.pptx
 
Plan de Desparasitacion 27.03.2024 minsa.pptx
Plan de Desparasitacion 27.03.2024 minsa.pptxPlan de Desparasitacion 27.03.2024 minsa.pptx
Plan de Desparasitacion 27.03.2024 minsa.pptx
 
Celulas del sistema nervioso clase medicina
Celulas del sistema nervioso clase medicinaCelulas del sistema nervioso clase medicina
Celulas del sistema nervioso clase medicina
 
(2024-04-17) PATOLOGIAVASCULARENEXTREMIDADINFERIOR (ppt).pdf
(2024-04-17) PATOLOGIAVASCULARENEXTREMIDADINFERIOR (ppt).pdf(2024-04-17) PATOLOGIAVASCULARENEXTREMIDADINFERIOR (ppt).pdf
(2024-04-17) PATOLOGIAVASCULARENEXTREMIDADINFERIOR (ppt).pdf
 
HEMORROIDES, presentación completa. pptx
HEMORROIDES, presentación completa. pptxHEMORROIDES, presentación completa. pptx
HEMORROIDES, presentación completa. pptx
 
Sistema Nervioso Periférico (1).pdf
Sistema Nervioso Periférico      (1).pdfSistema Nervioso Periférico      (1).pdf
Sistema Nervioso Periférico (1).pdf
 
equipos e insumos para la administracion de biologicos
equipos e insumos para la administracion de biologicosequipos e insumos para la administracion de biologicos
equipos e insumos para la administracion de biologicos
 
Material de apoyo, modulo psicologia de la personalidad
Material de apoyo, modulo psicologia de la personalidadMaterial de apoyo, modulo psicologia de la personalidad
Material de apoyo, modulo psicologia de la personalidad
 
PUNTOS CRANEOMÉTRICOS PARA PLANEACIÓN QUIRÚRGICA
PUNTOS CRANEOMÉTRICOS  PARA PLANEACIÓN QUIRÚRGICAPUNTOS CRANEOMÉTRICOS  PARA PLANEACIÓN QUIRÚRGICA
PUNTOS CRANEOMÉTRICOS PARA PLANEACIÓN QUIRÚRGICA
 

Función padre neurosis_obsesiva

  • 1. LA FUNCIÓN DEL PADRE Y NEUROSIS OBSESIVA LINDA VERÓNICA RAMÍREZ BECERRA UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA FACULTAD DE PSICOLOGÍA ESCUELA DE POSGRADOS ESPECIALIZACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA CON ORIENTACIÓN PSICOANALÍTICA SANTIAGO DE CALI 2010
  • 2. LA FUNCIÓN DEL PADRE Y NEUROSIS OBSESIVA LINDA VERONICA RAMIREZ BECERRA Trabajo presentado para optar al título de Especialista en Psicología Clínica con Orientación Psicoanalítica Asesor: CARMEN EUGENIA COBO MONTENEGRO Psicóloga UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA FACULTAD DE PSICOLOGÍA ESCUELA DE POSGRADOS ESPECIALIZACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA CON ORIENTACIÓN PSICOANALÍTICA SANTIAGO DE CALI 2010
  • 3. CONTENIDO INTRODUCCIÓN, 4 LA FUNCIÓN DEL PADRE Y LA NEUROSIS OBSESIVA, 6 El Padre, 6 Complejo de Edipo, 12 Metáfora Paterna, Nombre del Padre, 20 Neurosis Obsesiva, 27 Clínica de la Neurosis Obsesiva y Lacan, 37 El Padre en la Neurosis Obsesiva, 42 DISCUSIÓN, 46 REFERENCIAS, 48
  • 4. LA FUNCIÓN DEL PADRE Y LA NEUROSIS OBSESIVA INTRODUCCIÓN Teniendo en cuenta que en la estructuración del sujeto la función del padre ocupa un lugar determinante, este escrito pretende presentar algunos aspectos pueden resultar de gran interés acerca de la elaboración que realiza Lacan (1999b) de la Metáfora Paterna, a partir de la relectura de Freud y que plasma en su seminario V, especialmente la posición del padre en el Complejo de Edipo de acuerdo a sus tres tiempos. Así mismo, una vez claro el concepto del padre y la metáfora paterna, se abordará la neurosis obsesiva, finalizando con la relación entre esta estructura y la función paterna. Antes de abordar la cuestión del Complejo de Edipo y sus tres tiempos, es importante situar de qué forma se toma el concepto de padre en el discurso psicoanalítico, sin olvidar que este término remite a algo en el discurso común, y es al papá de cualquier sujeto, el de carne y hueso; mientras que el “padre” en psicoanálisis implica una articulación con otros conceptos de la teoría, pues solo así adquiere su significado. Surge entonces la pregunta ¿qué es el Padre en psicoanálisis? El padre tiene significación en el Edipo, Lacan planteó la función paterna, como significante de la ley, aparece mediante el concepto de Nombre-del-Padre. Posteriormente, se abordará el concepto de Metáfora Paterna, planteamiento que Lacan realiza para dar un lugar al Nombre-del-Padre, noción que se ampliará en este texto, mas por el
  • 5. momento se puede decir que no regula ni causa la metáfora sino que deriva de la operación metafórica, es decir que el padre es una metáfora, como se va a apreciar más adelante cuando se entiende que es un significante que sustituye a otro significante. Ahora bien, ¿en dónde se sitúa el efecto de esta metáfora? ¿Podría ubicarse en un momento determinado o se encuentra a lo largo de los tres tiempos del Edipo? Se examinan más adelante estos tres tiempos para intentar dar respuesta. Hacia el final de este escrito se vincula esta cuestión del padre con la neurosis obsesiva, una de las tres estructuras que Freud nombra como neurosis, y una que en la consulta diaria aparece, no solo como estructura sino como rasgos de personalidad de algunos sujetos.
  • 6. LA FUNCIÓN DEL PADRE Y LA NEUROSIS OBSESIVA El padre Intentar dilucidar el concepto de Padre en el discurso psicoanalítico trae ya un inconveniente, pues debe operar allí donde la palabra, el término, el significante Padre implica su significado, porque es importante recordar que la práctica clínica es sobre sujetos humanos hablantes. Por lo tanto, debe ser definido en relación con otros conceptos y recordando que no tiene que ver con el papá de nadie, ya que esta palabra no funciona así como concepto psicoanalítico. Así que el problema es que “padre” designa algo en la lengua, cuestión que complica su conceptualización. Ser padre no es algo que se pueda deducir de la experiencia sin ayuda del significante, pues no es suficiente con que un hombre y una mujer copulen, pasen nueve meses, en el mejor de los casos, durante los cuales crece el vientre de la mujer y que a su término nazca una pequeña criatura, para que ese sea considerado un padre. Es necesario todo un intercambio a nivel simbólico que hace que esa madre autorice y confirme que ese es un padre. Así, “la función de ser padre no es pensable de ningún modo en la experiencia humana sin la categoría del significante” (Lacan, 1999a, 417). Un Padre es quien cumple una función, la de producir un sujeto escindido. Es quien construye y constituye la realidad psíquica (Langer, 2004). Para Freud, el concepto de realidad psíquica implica una construcción teórica donde ubica los conceptos de consciente, preconsciente e inconsciente, es decir, la primera tópica del aparto psíquico; años más tarde, Freud formuló una
  • 7. segunda tópica, donde habla de Ello, Yo y Superyó. En las dos tópicas aparece la escisión del aparato psíquico, a partir de la cual Freud construye el concepto de realidad psíquica (Paskavan, 2007). “Toda la interrogación freudiana (…) – toda ella se resume en esto – ¿qué es ser un padre? (…) Si es cierto que para cada hombre el acceso a la posición paterna es toda una búsqueda, no es impensable decir que en verdad, al fin y al cabo, nadie lo ha sido nunca por entero” (Lacan, 1999a, 206). Esto nos plantea de entrada, que ser un padre no coincide simple y llanamente con la función del genitor, es tal vez algo un poco más complicado e interesante. Lacan también introduce la distinción entre tres registros de la experiencia: lo Imaginario, lo Simbólico y lo Real; así, se podría hablar de un padre imaginario, un padre simbólico y un padre real. El padre imaginario, es el padre del cual habla el analizante todo el tiempo, es la imagen del padre, en la medida en que a él está referida la dialéctica de la agresividad, de los celos, de la rivalidad, así como la de la idealización. El padre real, en cambio, es algo que el sujeto muy difícilmente logra captar, en éste momento de la enseñanza de Lacan, se refiere al padre tal como es en la realidad, y es lo más difícil de captar justamente porque la relación del sujeto con la realidad está mediada por la significación que él mismo le atribuye, así que es virtualmente imposible acceder a las cosas tal como son, pero no por eso podemos decir que el sujeto sea menos permeable a su incidencia (Lacan, 1999a). El padre simbólico es “una necesidad de la construcción simbólica, que sólo podemos situar en un más allá (…) sólo se alcanza mediante una construcción mítica (…) a fin de cuentas, no está representado en ninguna parte” (Lacan, 1999a, 221).
  • 8. ¿En qué medida es una necesidad de la cadena simbólica? En la medida en que cumple una función indispensable en ella. ¿De qué función se trata? Lacan lo articula de varias formas desde el inicio de su enseñanza, una de ellas, recurriendo al juego de par e impar. Tenemos en un primer momento una serie de signos + y - , que se pueden generar lanzando una moneda, al trasformar esta primera serie de símbolos, agrupándolos de a tres y dándole un nuevo símbolo a cada uno de estos tríos, surge un nueva cadena. En esta nueva cadena hay algunas secuencias que son posibles y hay otras que se vuelven imposibles. Este ejemplo le sirve a Lacan para comprobar que “el mínimo surgimiento de una grafía, hace surgir al mismo tiempo la ortografía, es decir, el control posible de una falta” (Lacan, 1999a, 238). Ahora, lo que es intrínseco a la cadena del significante es la ley. Ella surge al introducir el significante así sea de la manera más elemental en lo real, y surge con total independencia de todo elemento real. Lo que se aprecia hasta este punto es que la ley surge con el lenguaje, lo que es necesario a la construcción simbólica es la existencia de la ley. Cabe preguntarse ¿cómo es que la ley llega a ligarse con la función del padre? para lo cual es necesario una pregunta más, ¿de qué ley es de la que se trata aquí? Lacan responde “nosotros llamamos ley a lo que se articula propiamente en el nivel del significante, a saber, el texto de la ley” (1999b, 150). La primera parte de la oración, no nos dice nada nuevo, se trata de la ley en su dimensión simbólica, pues como se ha mencionado no puede tratarse de otra cosa excepto del nivel simbólico. En cambio, lo que más llama la atención es la resonancia bíblica de esas últimas palabras el texto de la ley, no parece gratuito que lo enunciase de esa manera, porque justamente es Dios padre todopoderoso, quien en la religión monoteísta, es el que sanciona la ley. Valga esta reflexión para señalar dónde se encuentra la relación del padre con la ley, y es en la cultura, al menos en la occidental de tradición judeocristiana.
  • 9. Más sin embargo, si en la religión se acepta que es Dios el que promulga la ley y si lo hace a través de su palabra en el Monte Sinaí a Moisés, hay que ver en los niveles menos divinos dónde poder situar al que sanciona a ley, y cómo y en qué medida podemos decir que es el padre, el que lo hace. Al observar dicha cita de Lacan, al padre en tanto relacionado con la ley “sólo [lo] podemos situar en un más allá (…) sólo se alcanza mediante una construcción mítica (…) a fin de cuentas, no está representado en ninguna parte” (Lacan, 1999a, 221), se recuerda que la construcción mítica a la que recurre Freud es Tótem y Tabú. En este mito Freud aborda el origen de la ley. Existía un primer hombre para el cual ninguna mujer estaba prohibida, el padre primitivo. Sus hijos se pusieron de acuerdo para asesinarlo y arrebatarle su posición, pero al matarlo se produjo un efecto muy interesante: se introdujo la ley. Su muerte quedó como el símbolo de la prohibición de aquello que se le intentaba arrebatar, es decir, el acceso a todas las mujeres (Freud, 1986) y que ahora él intenta cuidar: la ley simbólica es el padre muerto. Mas no es Freud quien le da la categoría de mito a Tótem y Tabú, es Lacan y cabría recordar cuál es la función del mito para Lacan. El mito “es la categorización de una forma de lo imposible, incluso de lo impensable” (Lacan, 1999a, 213), en este sentido, es una forma de tratar lo imposible, en la medida en que no se encuentra en la realidad efectiva, pero también en la medida en que se resiste a la significación y que por lo tanto sólo se puede circunscribir mediante un rodeo por el significante. Y por ser una forma de tratamiento de lo imposible, tiene que ver con la verdad, “esa especie de molde dado por la categoría mítica es un cierto tipo de verdad que, por limitarnos a nuestro campo y a nuestra experiencia, por fuerza hemos de considerar como una relación del hombre – pero ¿con qué?”
  • 10. (Lacan, 1999a, 253), bien, con aquellas preguntas fundamentales del ser humano: la muerte y la sexualidad. Lacan (1999a) plantea que este mito le sirve a Freud para explicar la introducción de la ley, por mediación del padre, no porque sea un padre bueno que da ejemplo, sino porque es asesinado, es el padre muerto el que introduce una ley sobre la sexualidad en la cultura. ¿Qué quiere decir esto? Por supuesto no quiere decir que haya que matar a la persona del padre para que haya ley, sino que la estructura de este mito sirve para argumentar, de nuevo, cómo la ley se instaura con el significante. Para Lacan el significante mata la cosa, sin profundizar en las connotaciones filosóficas de “la cosa”, esto quiere decir que el significante permite hablar de la cosa en su ausencia, o sea que no es el elemento concreto sino que se hace uso de la palabra para hacerlo existir. Al asesinar al padre, lo que queda operando como ley es su símbolo, lo que queda en su lugar perpetuando la ley es el significante, esto es lo que enseña este mito. Por eso, el padre simbólico no se encuentra representado en ningún lado, se trata de un significante, que sólo se puede situar a nivel del discurso. Se va viendo entonces la forma en que se empieza a configurar el padre como significante, es decir como el signo de una ausencia, signo de la muerte del padre que por eso perpetúa la ley, ligado en esta medida a una función que es independiente de la corporeidad de quien la ejerza. Lacan lo va a decir de la siguiente manera: “En efecto, a lo que autoriza el texto de la ley le basta con estar, por su parte, en el nivel del significante. Es lo que yo llamo el Nombre del Padre, es decir, el padre simbólico. Es un término que subsiste en el nivel del significante, que en el Otro, en cuanto sede de la ley, representa al Otro. Es el significante que apoya a la ley, que promulga la ley. Es el Otro en el Otro” (Lacan, 1999b, 150).
  • 11. Ya se vio que la ley es intrínseca al lenguaje, también la forma en que para Lacan el Otro es el lugar del código, dicho de otra manera, es el tesoro de los significantes; es necesario que de entre todos los significantes posibles haya uno con una función diferente, que represente la ley, este es el significante del Nombre del Padre. Si decimos que la ley es intrínseca al lenguaje, la misma existencia del Otro hace que haya ley, así, el Otro funciona como garante de la ley, y Lacan supone necesario que haya dentro de los significantes uno que represente al Otro como lugar de la ley, esto es lo que quiere decir el significante del Nombre del Padre como Otro del Otro. Se ha percibido cómo en la cultura, el que transmite la ley es el padre, más exactamente en su función de significante, es decir en la medida en que es el asesinato del padre mítico el que hace que la ley se instaure y se conserve. Quien transmite, pues, a pesar de que la ley necesite del discurso de seres de carne y hueso, es algo que gobierna a todos como humanos, es decir, que no es algo que provenga del capricho de alguno, ni de la dictadura de otro. La ley como función simbólica, está por encima de todos, nadie la representa totalmente y el que crea que él es la ley, está en una impostura que no le permitirá transmitirla, porque sólo quien sabe que él también está sujeto a la ley puede realizar esta transmisión a otro sujeto. Lo anterior lleva a preguntarse ¿cómo logra un sujeto, inscribirse dentro de la ley? y esto conduce a otro mito, el Edipo Freudiano, pues como lo dice Lacan, “el fin del complejo de Edipo es correlativo de la instauración de la ley, como reprimida en el inconsciente, pero permanente. Sólo así hay algo que responde en lo simbólico” (1999a, 213).
  • 12. Complejo de Edipo Con el fin de dar una lógica e ir exponiendo cada planteamiento de forma clara, se ha retomado un esquema de Fages (2001) en donde reconstituye y esquematiza el trayecto desde el Estadio del Espejo hasta el Edipo, teniendo en cuenta que no se va a trabajar el estadio del espejo sino el recorrido que Lacan realiza del Edipo, en donde la Metáfora Paterna hace presencia y va a dar acceso al significante del Nombre-del-Padre. Estadio del Edipo Antes de retomar el recorrido del Edipo, es importante puntualizar tres aspectos importantes sobre el mismo: primero, el papel predominante que tiene la castración materna, es decir la aceptación por parte del niño de que a la madre algo le falta; segundo, el papel del falo como aquel objeto en torno al cual se organiza la sexualidad ya que permite una significación; y tercero, el Edipo como aquello que permite introducir una ley fundamental en el campo de la 1ª Etapa: La madre real de otro; la madre-otro 2ª Etapa: La imagen no es más que imagen; la madre irrealizada 3ª Etapa: Identificación con su propia imagen, identificación con el objeto de deseo de la madre. Instancia paterna velada1er tiempo: 2do tiempo: El Padre que interviene como privador, castración. 3er tiempo: Acceso al Nombre-del-Padre y orden simbólico. Padre real y potente. Estadio del espejo
  • 13. sexualidad humana. Lo anterior permite visualizar lo necesario que es este momento para el niño que está en proceso de estructurarse como un sujeto que se va a posicionar en falta. Ahora bien. El primer tiempo está caracterizado por la relación dual, narcisista e imaginaria con la madre, mediada por el falo, que como se ha observado en el esquema anterior, coincide con la tercera etapa del llamado Estadio del Espejo, proceso mediante el cual el niño se identifica a su imagen especular completa logrando así la unificación de su cuerpo. Esta identificación primordial es estructurante del yo y constituye la base de las identificaciones ideales posteriores (Fages, 2001). En un primer momento, el niño depende del deseo de la madre, de la primera simbolización de ésta, con la que él logra desprender su dependencia efectiva respecto de ese deseo y por lo tanto se instituye algo que se subjetiva en un nivel primordial. Lo que dice Lacan (1999b) es que esa subjetivación consiste en establecer a la madre como aquel ser primordial que puede estar o no estar, es decir que es significante que aparece y desaparece; esta presencia- ausencia proporciona un esbozo mínimo del orden significante, a través del cual la relación con la madre se simboliza. Entonces, Lacan propone que el niño que ha constituido a su madre como sujeto sobre la base de esta primera simbolización, se encuentra sometido a una ley, ley de la madre que es incontrolada porque algo de su deseo es completamente dependiente de Otra cosa que se articula ya en cuanto tal, que pertenece al orden de una ley que es superior a ella. Es por eso que se plantea que el niño empieza aquí sin ser aun sujeto y al mismo tiempo siendo súbdito (assujet) del deseo materno porque se experimenta y se siente sometido al capricho de aquello de lo que depende.
  • 14. Aquí es cuando el niño debe comprender que en su madre, como sujeto en falta y deseante, hay deseo de Otra cosa, por lo que busca algo más allá que el hecho de ser acariciado, amamantado y cuidado por ella; lo que él busca es poder satisfacer ese deseo, desea ser su todo, su complemento, desea ocupar el lugar de lo que a su madre le falta, es decir, el falo. Por tal razón el niño empieza a mostrar el pene a su madre, para saber si es capaz de algo, pues se identifica en espejo con lo que es el objeto de ella, buscando ser deseo del deseo de ella (Lacan, 1999b). Así, lo fundamental de la relación entre madre-niño es el deseo de la madre, el niño no se relaciona con su madre como tal sino con su deseo, lo que lleva a Lacan a postular que realmente esta es una relación triádica, en donde participan la madre, el niño y el falo, triada imaginaria que es la primera inserción del niño en lo simbólico. Pero ¿qué es el Falo? Se da respuesta aquí al retomar este concepto de diversos autores que lo elaboran, pues Lacan lo construye a lo largo de toda su enseñanza, no sólo cuando habla del Edipo en su seminario V. Laplanche y Pontalis (1999) plantean que “el empleo de este término hace resaltar la función simbólica cumplida por el pene en la dialéctica intra- e intersubjetiva, quedando reservado el nombre “pene” para designar el órgano en su realidad anatómica”, lo que quiere decir que el falo es la representación construida sobre esa parte anatómica del cuerpo. Lacan posiciona el falo como el soporte de la construcción subjetiva, como eje del complejo de castración, ya que aparece la pregunta por el deseo del Otro, es decir que el falo tiene su lugar en tanto que indica el deseo del Otro, es por eso que el sujeto tiene que encontrar su lugar de objeto deseado respecto del deseo del Otro. Este concepto también viene a denotar la falta, pues el deseo queda del lado de la castración, del lado de la falta, así sólo se desea lo que no se tiene, de lo que se carece, de lo que se extraña.
  • 15. En este momento de su enseñanza, en 1958, Lacan propone que el falo es el privilegiado del orden simbólico, en donde la posición del significante del padre en el símbolo es fundadora de la posición del falo en el plano imaginario, es decir que se habla de un falo imaginario y un falo simbólico, conceptos que se van a retomar más adelante. También se propone que el falo es un objeto metonímico pues gracias a la cadena significante, siempre va a circular, de todas las formas, por todas partes en el significado, lo que quiere decir que todo posee una significación fálica. Sin embargo, en esta época se habla de falo imaginario porque el niño en su afán de hacerse desear y amar por esa madre juega a colmar esa falta y engaña a la madre haciéndole creer que es posible. Entonces, ¿de qué se trata el falo imaginario? Se plantea que es “la forma imaginaria del pene, la representación psíquica inconsciente que resulta de tres factores: anatómico, libidinal y fantasmático” (Nasio, 1996, 46). A nivel anatómico resulta del carácter físicamente prominente de este apéndice del cuerpo y confiere al pene una fuerte pregnancia; es la buena forma la que se impone a la percepción del niño bajo la alternativa de una parte presente o ausente del cuerpo. El segundo factor hace referencia a la intensa carga libidinal acumulada en esta región y que suscita tocamientos autoeróticos. El tercer factor, fantasmático, ligado a la angustia provocada por el fantasma de que dicho órgano podría ser alguna vez mutilado. Entonces el falo imaginario haría referencia a una entidad creada por la buena forma de un órgano pregnante, el intenso amor narcisista que el niño le confiere y la inquietud extrema de verlo desaparecer. Miller (2004) comenta que con el fin de formalizar la construcción de la metáfora paterna, Lacan en su primera parte del seminario V, hace del falo una significación pues es el resultado de
  • 16. la metáfora paterna, surge a partir del significante del NP (Nombre-del-Padre) sobre el significante del DM (Deseo de la Madre). Ahora, surge una de las preguntas guía de este texto: ¿Y dónde está el efecto de la metáfora paterna? Lo que se ha logrado entender, es que el falo se encuentra constituido de forma más elaborada en la madre, en la cual, se supone, ha operado la metáfora, por lo que en este primer momento en el niño de lo único que se trata es de ocupar ese lugar de la falta en la madre y por ende, no ha aparecido el padre como interdictor de la ley y no se ha dado la significación fálica necesaria. Esto quiere decir que tal vez la metáfora paterna tenga su efecto en un tiempo posterior. Es por esto que durante este tiempo se habla de que la función del padre está velada porque el primer acercamiento a la realidad es entre madre y niño, en donde este último experimenta las primeras realidades de su contacto con el medio viviente por medio de la madre, es decir que aquí para el niño no ha entrado el padre como un símbolo, como una “verdad de experiencia”, sino que es el agente de la procreación; el padre aparece como un elemento del discurso materno, un significante entre otros de ese discurso y con el carácter velado. Como se ha mencionado anteriormente, el deseo de la madre es el deseo del Otro, y como postula Lacan, tiene su más allá y para alcanzar ese más allá se necesita una mediación que la da la posición del padre en el orden simbólico, lo que permite introducir ahora el segundo tiempo. En el segundo tiempo del Edipo la intervención del padre rompe la relación inicial madre- hijo, lo que Lacan considera como punto nodal. El padre hace una doble prohibición, el niño debe renunciar a ser el objeto del deseo de la madre y ésta queda privada del falo. El padre representa la ley y es el portador del falo.
  • 17. Aquí el padre interviene como privador, ya que prohíbe gracias a que la madre le ha dado una posición, dándole valor a su palabra, para que éste pueda intervenir como mensaje para la madre que enuncia una prohibición que apunta a poner en entredicho que el niño sea el falo, tal como se venía presentando en el tiempo anterior. Es importante tener en cuenta que ya en este tiempo el padre aparece como provisto de un derecho, no es un padre de hecho ni un personaje real, es el padre en cuanto simbólico el que interviene en una doble prohibición, pues es agente de la castración para el niño y para la madre, es decir, un padre terrible cuyos efectos en el inconsciente se deben a la influencia de la amenaza de castración. Parece fundamental comprender que el padre no sólo prohíbe al niño satisfacer a su madre, ser el falo, sino que también prohíbe a la madre satisfacerse totalmente con su hijo, privándola de su objeto de deseo, del objeto fálico, castrándola de algo que ella no tiene. Es decir que la función del padre en este momento es evitar que el círculo se cierre sobre el sujeto, evitar que se convierta en el objeto de deseo del Otro. Entonces este segundo tiempo consiste en que “el padre se afirma en su presencia privadora, en tanto que es quien soporta la ley, y esto ya no se produce de forma velada sino de una forma mediada por la madre, que es quien lo establece como quien le dicta la ley” (Lacan, 1999b, 200). Lo esencial es que la madre fundamenta al padre como mediador de lo que está más allá de su ley, de su capricho, a saber la ley propiamente dicha, pues antes, en el primer tiempo, se había visto que el niño estaba como súbdito al capricho de la madre. Aquí la madre, al dar paso al padre, demuestra su castración, la cual implica la castración o falta en el niño cuando es separado de esa relación con la madre, dándose cuenta de que él no la completa, poniendo en duda si él es el falo.
  • 18. Según se va aclarando, en este segundo tiempo ya el padre tiene un lugar, brindando ciertas respuestas a uno de los objetivos de este texto que comprender la función del padre; parece que es ya en el tercer tiempo donde se comprueba si la metáfora paterna tiene su efecto, así que tal vez ya se va llegando al punto crucial de todo este recorrido. Del tercer tiempo depende la salida del complejo de Edipo. Ya en el segundo tiempo en el niño se ha instaurado la pregunta acerca de qué es lo que verdaderamente desea la madre, poniendo en duda, gracias al padre, si él es realmente el falo. En el tercer tiempo, “el padre interviene como el que tiene el falo no como el que lo es, y por eso puede producirse el giro que reinstaura la instancia del falo como objeto deseado por la madre, no ya solamente como objeto del que el padre puede privar” (Lacan, 1999b, 199). El padre ha demostrado que puede dar el falo porque es portador de la ley, entonces sólo de él depende la posesión por parte de la madre de dicho falo; es por esto que se habla de que es un padre potente porque puede darle a la madre lo que ella desea porque lo tiene, por eso, dice Lacan, la relación de la madre con el padre vuelve al plano real. Se plantea que del padre imaginario es posible pasar al padre simbólico, representante de la ley del significante. Lacan propone que la salida de esta trama edípica consiste en que el padre se hace preferir a la madre y se produce la instauración del Ideal del Yo, que es la identificación simbólica con el padre que demostró, no ser, sino tener lo que la madre desea. Aquí existe una diferencia entre el niño y la niña, pues el niño deberá identificarse con el padre como quien es poseedor y la niña ha de reconocer al hombre como quien lo posee (Lacan, 1999b). Este tiempo es fundamental porque se identifican los resultados de la castración, de la imposición de la ley que establece una línea que marca lo permitido y lo no permitido; se
  • 19. encuentra aquí el deseo por el objeto perdido, que implicará su constante búsqueda, así como el establecimiento del Ideal del Yo, que se inscribe en el triangulo simbólico en el polo donde está el niño, mientras que en el polo materno empieza a constituirse todo lo que luego será realidad, y del lado del padre es donde empieza a constituirse el superyó como conteniendo la deuda del padre, el sentimiento de culpabilidad como necesidad de castigo. Es aquí cuando tiene lugar el efecto de la metáfora paterna que coincide con el momento de la salida del complejo de Edipo y se puede representar así: Lacan (1999b) plantea que lo que ocurre es que se tacha el Deseo de la Madre y el padre entra por vía metafórica en posesión del objeto de deseo del Otro materno, que se presenta entonces en forma de falo. Se trata de una metáfora porque un término, que en este caso es el significante del Nombre-del- Padre, sustituye a otro, el significante de Deseo de la Madre y se da una nueva significación, que es fálica. Por un lado, la madre interviene como el significante Deseo de la Madre (DM), que es una permanente incógnita, la cual inicialmente representa una aparente completitud con el niño, que va a asignar al niño un determinado lugar frente a ese deseo, que por ser precisamente un deseo, expresa ya en su misma definición la falta de algo que por lo tanto es deseado. Por otro lado, el significante que va a poner en acción la función paterna es el Nombre- del-Padre (NP), lo que justamente viene a revelar la verdadera inconsistencia de la aparente completitud entre madre e hijo, separándolos a través de la necesaria imposición de una ley,
  • 20. dando así al niño un estatuto propio, como un sujeto independiente del voraz deseo materno y capaz de tener su propio deseo y seguirlo. Lacan plantea que en el interior del sistema significante, el Nombre-del-Padre tiene la función de significar el conjunto del sistema significante, de autorizarlo a existir, de dictar su ley; el falo entra en juego en el sistema significante a partir del momento en que el sujeto tiene que simbolizar, en oposición al significante, en significado en cuanto tal, es decir la significación. Se sabe que el niño para salir de todo lo que entraña el Edipo, necesita poder significar algo, pasar de ser el falo para entrar en la dinámica de tenerlo. Entonces es cuando se da cuenta que no completa a la madre, pues está desea más allá de él y aquí viene el significante del Nombre-del-Padre (NP) a sustituir al significante del Deseo de la Madre (DM), brindando así a este sujeto una versión del falo, una significación, gracias a la cual el niño tiene la posibilidad de que haya disposición a algunos significantes para el deseo materno, para el deseo del Otro. También es importante mencionar que el paréntesis representa la represión en el sujeto neurótico que hace que nada se quiera saber de la castración en el Otro, aunque siga funcionando en el inconsciente. Una vez detallado el complejo de Edipo, este recorrido continua con la profundización de la metáfora paterna y su forma de acción para culminar con la relación con la neurosis obsesiva. Metáfora Paterna, Nombre del Padre
  • 21. Todo el psicoanálisis se funda en una realidad de la experiencia humana: que la sexualidad y la reproducción no coinciden. Lo dice Freud en la conferencia 21 de introducción al psicoanálisis (1917), apoyado en su estudio de las perversiones sexuales y también de la sexualidad infantil. Los seres humanos, por el hecho de ser hablantes, no tienen nada asegurado con respecto a su sexualidad en el terreno de lo natural, por lo cual necesitan construir una respuesta sobre este saber que no está inscrito de antemano en sus códigos genéticos. Existe una disarmonía fundamental en la relación del hombre con la mujer: no son como el hilo y la aguja, no son dos medias naranjas, antes bien, lo que sucede es que no saben muy bien como relacionarse uno con otra, tampoco saben muy bien como situarse con respecto a su propia posición sexuada, eso no está escrito en ningún lado y por eso se hace necesario que haya algo en el plano simbólico que venga a brindar una respuesta posible a la pregunta por la sexualidad y a introducir algo de la ley. La función del padre aparece en la teorización de Freud con relación al Complejo de Edipo. Este mito, retomado por Freud de la tragedia griega del rey Edipo de Sófocles, permite explicar cómo se introduce la ley en el campo de la sexualidad en los seres humanos. Así, el Edipo es sólo una manera que encontró Freud de explicar lo que sucedía con los neuróticos, cuando al hablar se topaban con la sexualidad. En esta medida la función del padre, en el complejo de Edipo, es introducir una ley en el inconsciente, que es diferente de las normas que sirven para la regulación social, se trata de una ley primordial, que Levi-Strauss en antropología ha denominado la prohibición del incesto, la cual funda un orden que separa el mundo humano del mundo animal. Es un orden que permite la sucesión, es decir, plantea las posibilidades para que una generación se diferencie de otra, y a su vez le da al sujeto un lugar dentro de esta sucesión (Solano Suarez, 2003).
  • 22. Todo el trabajo que realiza Lacan a través del Seminario IV, La relación de objeto (1999a) y del Seminario V, Las Formaciones del Inconsciente (1999b), lo conducen a descomponer lo que él llama el mito del Edipo y plantearlo desde un punto de vista estructural. Aísla la estructura del mito, y lo que se pone de manifiesto es “algo que en sí no significa nada, pero sin duda es portador de todo el orden de las significaciones” (1999a, 256), es decir los significantes fundamentales y sus relaciones recíprocas. Además introduce su noción de los tres registros de la experiencia para aclarar la función del falo, que en Freud presenta una ambigüedad con relación al pene, como parte del cuerpo. Estas dimensiones introducidas por Lacan permitirán darle su importancia al Edipo, ya no simplemente como una etapa del desarrollo, sino como ley de producción de un sujeto, ley universal que permite explicar incluso los casos en que dicha ley falla, es decir, las psicosis. Así, el Edipo va a mostrar cómo el viviente en una particular relación con los significantes del Otro se convierte en sujeto, neurótico si opera el significante del nombre del padre, psicótico si no llega a operar este significante. Esta ley va a mostrar su utilidad a condición de poder darle valores singulares, es decir, a condición de verificar que permite formalizar los casos singulares, sin reducir la particularidad del sujeto hablante (Brousse, 2000). El nombre que le da Lacan a la reducción del Edipo a una ley, que se representa en una estructura significante, es Metáfora Paterna. Ya se vio cómo Lacan redujo la función del padre con relación a la ley a un significante, el del Nombre del Padre. Ahora se abordará la forma como llega a precisar más su función en el complejo de Edipo al relacionarlo con la metáfora. Así va a decir que “la función del padre en el complejo de Edipo es la de ser un significante que sustituye el primer significante introducido en
  • 23. la simbolización, el significante materno” (Lacan, 1999b, 179). El primer significante introducido en la simbolización es el del Deseo de la Madre, no parece una idea muy nueva en el psicoanálisis esto de que el niño entra en contacto en primer lugar con la madre, pero si hay algo novedoso, es considerar que no se trata simple y llanamente de la madre, sino del deseo de la madre y que esto sea representado por un significante. Entonces adviene la metáfora paterna. ¿Por qué una metáfora? Porque un término, el significante del Nombre del Padre sustituye a otro, el Significante del Deseo de la Madre. Esta sustitución ocurre en tres tiempos lógicos: primero, el descubrimiento Otro materno como deseante de otra cosa, pero ¿de qué?, es realmente una forma de acceder a una pregunta sobre el ser del sujeto, ¿Qué soy yo para mi madre?, ¿Qué quiere ella de mí?, en este momento el deseo de la madre aparece como misterioso, y cuando encuentra respuesta, lo hace a través de un objeto más misterioso aún, el falo, misterioso porque el falo se define como el objeto de deseo de la madre, eso que ella desea y es algo que no le da una respuesta al sujeto, y el sujeto trata de abordar la cuestión jugando a ser el falo, jugando a ser lo que ella desea; en el segundo momento, el padre interviene de manera mediada poniendo en entredicho que el niño sea el falo de la madre, es decir, pone en entredicho que el niño sea el objeto que satisface plenamente a la madre, porque como se ha visto esto implicaría la anulación del sujeto reduciéndolo a una dimensión de objeto, esto no soluciona del todo la pregunta por el ser, pero si le indica al sujeto que él es algo más que eso que la madre desea y que en el deseo de la madre hay un resto que él no puede colmar; y en el tercer momento el padre interviene en el acto del don, articulando el deseo a la ley, no sólo el deseo materno que ahora queda en entredicho, sino el deseo del propio sujeto, que de ahora en adelante se instaura como el símbolo de esa falta que no se puede colmar y por la cual el sujeto también está afectado.
  • 24. Bien, todo este recorrido era necesario para señalar que estos son momentos lógicos, que realmente se superponen en una noción estructural: la castración de la madre. Esto es lo fundamental que se juega en todos los momentos, se trata aquí de cómo el objeto de deseo de la madre pasa de ser algo imaginario, en la medida en que se puede jugar a engañarla, a ser un objeto simbólico, es decir a operar en su dimensión de falta como algo que no se puede colmar nunca y el sujeto nunca lo podrá colmar. Se ve, entonces, como lo central del Edipo es la articulación de la ley del padre con respecto a la castración, castración materna que será lo que le permitirá al sujeto acceder a una relación con la castración, lo que le permitirá tener una respuesta posible como ser sexuado. Esta es la vía del neurótico. Hay que recordar que el neurótico tiene acceso a la castración y que esta sigue funcionando en lo inconsciente, pero de eso el sujeto no quiere saber, esa es la represión, el mecanismo de la neurosis. Por eso se pone entre paréntesis el símbolo que representa la castración en el Otro: Ahora bien, ¿qué se puede decir acerca de la ubicación de la metáfora paterna? Se podría poner en cada uno de los tiempos lógicos de esta forma: primer momento, descubrimiento del Otro materno como deseante de otra cosa, del falo, en donde se instala la pregunta “¿qué es lo que quiere esa?”, y para responderse el sujeto juega a ser deseo del deseo de su madre. En este momento es una incógnita, una x, no hay significación alguna, que es lo que se va a producir en un tiempo posterior; segundo momento, intervención del padre de manera mediada poniendo en entredicho que el niño sea el falo de la madre, llevando al sujeto a posicionarse como él que no
  • 25. puede colmar el deseo de su madre, que hay un resto, es decir que el significante NP viene a tachar el DM; y en el tercer momento el padre se sitúa como el que tiene, articulando el deseo a la ley, el de la madre y el del propio sujeto, que por el resto de la vida se va a instaurar como esa falta que no se puede colmar. Aquí se produce el efecto de la metáfora cuando el padre aparece como significante (NP) que ayuda a dar la significación fálica. En todo este recorrido se descubre que el objeto de deseo de la madre, que en un principio era el falo imaginario, pasa a ser un objeto simbólico, y ¿Qué quiere decir esto? Nasio (1996) recapitula y dice que el falo simbólico puede entenderse desde distintas acepciones. La primera de ellas sería el falo como objeto intercambiable con otros objetos, es decir que no se trata de un falo imaginario que sea amenazado, que este presente o ausente, sino de que ocupe uno de los lugares en una serie de términos equivalentes, como por ejemplo la denominada “ecuación simbólica” de Freud muy presente en el neurótico obsesivo (pene = heces = regalo = hijo), objetos que tienen la función de mantener el deseo sexual del niño apartando la peligrosa eventualidad de gozar de la madre, o del padre. Por otro lado, el falo simbólico se toma como el significante de deseo, lo que quiere decir que todo deseo es sexual y es insatisfecho. Una tercera acepción de falo simbólico seria como significante de la ley y separadora del vinculo madre-niño, ahí donde se produce el efecto de la metáfora paterna y se da el declive del Edipo. Se podría concluir que la metáfora paterna se trata de una formalización del complejo de Edipo basada a un proceso metafórico. Lo que Lacan propone es la intervención del padre y de la madre como significantes. Y ¿cuál es el producto de esta operación metafórica? Se ha mencionado anteriormente, pero es, que el Nombre-del-Padre se inscribe, de forma que la madre queda interdicta, mientras que el falo le es dado como significado al sujeto. Es decir, que el niño ya puede desprenderse del capricho materno, ya no se ve sometido a las significaciones varias
  • 26. inducidas por el deseo de la madre, y será capaz de inscribirse en el lenguaje porque podrá orientarse respecto a la significación fálica (Maleval, 2002). Y, ¿de qué se trataría ser padre? Ya se podría responder que no es algo que se pueda deducir de la experiencia en cuanto tal, no se trata simplemente del acto de la reproducción, de que esté ausente o no físicamente, sino que se trata de un intercambio a nivel simbólico que esta dado por la madre, pues es ella quien lo autoriza, es decir que esta función solo se le puede dar cabida en la medida en que se inserte en la categoría del significante. Para Lacan el significante mata la cosa ya que permite nombrar algo en su ausencia haciéndolo existir a través de la palabra, entonces el padre como significante me permite entender la referencia que se hace a que el padre es un padre muerto, pues al asesinarlo (mito de la horda primitiva) lo que queda operando por siempre como ley es su símbolo, el Nombre-del-Padre. Es decir, es un engaño pensar que al asesinarlo se puede acabar con su ley, pues es una ley que ya se encuentra, en el sujeto neurótico, inscrita en el inconsciente. La función paterna se caracteriza por no introducir la interdicción del incesto. Ésa es una forma etnológica y antropológica de pensarlo, esto es, que la función paterna radica fundamentalmente en distinguir la Madre del Otro. Pero, para poder hacer esta distinción, hace falta sostener que el Otro existe, porque el Otro no coincide con nadie. No se le puede decir al niño “mamá no es el Otro, porque el Otro es la tía”... Mamá no es el Otro porque el Otro existe. Con lo cual, mamá no puede ser más que un representante del Otro. Y en la psicosis eso no está. Los problemas del todo, de la infinitización, de la totalización, advienen en la psicosis justamente porque no ha funcionado la metáfora paterna, cuya función no es la de introducir la interdicción del incesto, sino la de distinguir la madre de carne y hueso, que representa una función, del Otro. Pero eso solamente se logra si se da la posibilidad de la existencia, y, para verificar que hay
  • 27. existencia, tiene que haber creencia porque el vínculo entre el sujeto y las existencias es la creencia (Eidelsztein, 2001). En la neurosis obsesiva esta metáfora paterna es de suma importancia ya que, como se ha mencionado anteriormente, hace parte de la estructuración del sujeto y gracias a la forma como opera el nombre del padre aparece su sintomatología. Neurosis Obsesiva El término “neurosis” fue introducido por un médico escocés llamado William Cullen, durante la segunda mitad del siglo XVIII, con el ánimo de disponer de un vocablo para poder hacer referencia a toda una serie de afecciones nerviosas, que alteraban el funcionamiento de alguna parte del cuerpo o de alguno de sus órganos “«sin inflamación ni lesión estructural» del órgano interesado” (Laplanche y Pontalis, 1999, 236). La necesidad de su introducción “surgió de la época en que la anatomía patológica, encargada de explicar las enfermedades por las alteraciones de los órganos, se encontró frente a cierto número de estados morbosos cuya causa se le escapaba” (Axelfeld, 1883, citado por Laplanche y Pontalis, 1999, 239). Así, bajo el término “neurosis”, se solía reunir a las enfermedades relacionadas con alguna alteración nerviosa, como inervaciones, anestesias o parálisis, en mayor o menor grado, de algún miembro u órgano. El paciente neurótico estaba imposibilitado para usar con normalidad la extremidad o el músculo afectado, o también podía padecer un mal funcionamiento de alguno de sus órganos; estos fenómenos resultaban inexplicables por el médico especialista quien examinaba en busca de enfermedades mentales observando lo orgánico del paciente y también presencia de delirios o alucinaciones. Así, en esta las neurosis incluían la dispepsia, la
  • 28. hipocondría, las palpitaciones cardíacas y el cólico (Laplanche y Pontalis, 1999). Era ésta la sintomatología que caracterizaba a una neurosis en la época en que Freud se interesó en ella, en la década de 1880, cuando fue a estudiar con Jean-Martin Charcot , un médico y neurólogo francés, quien dejaría una profunda impresión en Freud, pues produjo el “punto de viraje en su carrera” (Strachey en Freud, 1999c, 4). James Strachey , editor en jefe de la conocida Standar Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud (Edición Canónica de las Obras Psicológicas Completas de Sigmund Freud, de Amorrortu Editores), describe de la siguiente manera el giro dado por Freud a raíz de su viaje a París: “al arribar a París, su «tema escogido» era la anatomía del sistema nervioso; al abandonar esa ciudad, su espíritu estaba imbuido de los problemas de la histeria y el hipnotismo. Dando la espalda a la neurología, se encaminaba hacia la psicopatología” (Freud, 1999c, 4). Desde entonces, Freud se interesó en develar el mecanismo de estas afecciones nerviosas o “neurosis”, del cual se sabía muy poco pese al intenso estudio que comenzaba a dedicársele en aquella época, autores como Charcot, Pierre Janet, George Beard en norteamérica, quien acuñaría el término neurastenia para designar un cuadro clínico que giraba “en torno a una fatiga física de origen «nervioso» y que comprende síntomas de los más diversos registros” (Laplanche y Pontalis, 1999, 236). Por su parte, Janet propondría el término psicastenia para designar un cuadro clínico similar al de la neurosis obsesiva descrito por Freud con posterioridad (Freud, 1999d). Se empezaba a hacer evidente la necesidad de explicaciones que recurrieran a campos diferentes al de la anatomía patológica para descubrir los misterios de estas enfermedades, siendo el ámbito de lo psicológico el campo hacia el cual la mayoría se volcaría.
  • 29. En el marco de las investigaciones freudianas, las neurosis serán conceptualizadas alrededor de tres nosologías, y a partir de los tres operadores fundamentales en psicoanálisis: Edipo y castración, narcisismo y síntoma (Albano, 2005). De acuerdo con Albano (2005), la primera nosología freudiana en cuyo marco epistémico se inscribe la investigación de las neurosis, se caracteriza por una superación progresiva de las hipótesis neurológicas, y por una consideración del síntoma histérico en los términos de una significación que toma el cuerpo como lugar de expresión „desviada‟. El cuerpo de la histérica cuestiona el basamento biológico anatómico. Se trata pues de una anatomía imaginaria gobernada por la legalidad del significante. Este autor afirma que la segunda nosología puede ser considerada como específicamente psicoanalítica. En ella incluye a la hipocondría dentro del grupo de las llamadas neurosis actuales. Freud conserva el término psiconeurosis e incluye en esta categoría a dos grupos: psiconeurosis de transferencia y psiconeurosis narcisistas, denominadas luego como neurosis de transferencia y neurosis narcisistas. Las neurosis de transferencia se caracterizan por la presencia de un núcleo irreductible, no simbolizable ni analizable. Esta neurosis reproduce la neurosis infantil edípica. En el tránsito de la primera a la segunda nosología se produce el pasaje de la reducción real (trauma como acontecimiento ocurrido en el plano de los hechos) a la fantasía o realidad psíquica; y del inconsciente meramente descriptivo a un inconsciente dinámico. En los inicios, Freud consideraba que en la infancia el sujeto había sufrido una seducción real efectuada por un adulto, en este caso, el padre. Sin embargo, posteriormente la escena de seducción real es sustituida por la fantasía, sin que ello implique menor valor del acontecimiento, produciendo así
  • 30. una redefinición del trauma y presentándolo como una formación psíquica cuya función consiste en el encubrimiento de la propia sexualidad infantil (masturbación). Entre el recuerdo y el síntoma se interponen fantasías, que son producciones de recuerdos. Finalmente, Freud vincula el hecho de la seducción al complejo de Edipo. En este contexto, será la madre quien ejerce la seducción sobre el niño, suscitando la sexualidad y con ello, creando las condiciones estructurales para la consolidación del complejo de castración. En la tercera nosología, alrededor de 1924 la categoría articuladora es el desarrollo de sus conceptos de represión, narcisismo y castración (Albano, 2005). Ahora, si bien el término “neurosis obsesiva” fue acuñado por Freud en 1896, él no fue el primero en estudiar las obsesiones como tales. En una nota al pie de un texto de 1907 (Freud, 1999b), Strachey dice que, según el psiquiatra Leopold Löwenfeld, fue otro psiquiatra, Richard Von Krafft-Ebing, quien en 1867 introdujo el término “representación obsesiva”, el cual es utilizado por Freud antes de acuñar el de “neurosis obsesiva”, y aún después de haberlo hecho. Freud situó junto a la histeria a la neurosis de obsesiones (Zwangsneurose) como afección autónoma e independiente, aunque en la época otros autores la confundieran con la neurastenia o la clasificaran entre los síndromes constitutivos de la degeneración mental (Freud, 1999d). Es decir, mientras la concepción más difundida acerca de la obsesión era la de ser uno más de los síntomas que se presentaban en diferentes enfermedades nerviosas, compartiendo de esta manera el mismo origen de todos ellos según la enfermedad, Freud se percató de que en una obsesión se puede encontrar el mismo intento defensivo que se encuentra en la histeria, es decir, el de un yo que no quiere lidiar con una representación inconciliable que, en su origen, es de carácter sexual,
  • 31. y que la razón para no querer hacerlo es el afecto unido a ella. A pesar de gran similitud entre ellas, también notó que no todo era igual entre histeria y obsesión, y que esta última merecía por ello un estudio en sí misma. A continuación se revisan entonces las particularidades propias de la neurosis obsesiva que llamaron la atención de Freud, que él destacó y con las cuales comenzó el estudio de esta organización psíquica. La neurosis obsesiva es una estructura psíquica y clínica de suma importancia, por lo que es necesario empezar haciendo una distinción entre la neurosis obsesiva freudiana y el trastorno del DSM, así, se encuentran diferencias fundamentales, empezando por la forma de nombrarla: neurosis y trastorno. La neurosis obsesiva incluye un conjunto de variables que articula su etiólogía no se limita a la demarcación de síntomas, como ocurre en el DSM, ésta destaca los amplios márgenes de las variedades clínicas obsesivas, además, lleva una secuencia temporal donde los conjuntos de síntomas caracterizan distintas etapas de la enfermedad. Para el transtorno obsesivo- compulsivo el DSM contruye categorías a partir de la presencia o ausencia de un conjunto de síntomas y prescinde del concepto de neurosis para atenerse a una metodología descriptiva de síntomas, mientras que en la neurosis obsesiva se mantiene el concepto mismo de neurosis como estructura clínica. La clasificación del DSM se aleja de la concepción psicoanalítica de la neurosis obsesiva pues tiene un carácter descriptivo y la definición de las obsesiones y compulsiones puede implicar que se incluyan en el trastorno entidades clínicas distintas; por el contrario la concepción de neurosis obsesiva desde el psicoanálisis va más allá de la sintomatología y se interesa mucho
  • 32. más en la etiología, lo que ayuda a realizar más fácilmente un diagnóstico diferencial (Mazzuca, 2002). Freud tiene distintas etapas de elaboración de la neurosis obsesiva. La primera de ellas se refiere a la psicopatología prepsicoanalitica; posteriormente se da el desarrollo de la primera teoría del aparato psíquico y de la sexualidad infantil, siendo ésta una etapa intermedia; y luego la etapa final de la elaboración que va de la mano con la construcción de una segunda teoría del aparato psíquico e incluye la angustia. De la neurosis obsesiva, al igual que de las otras organizaciones psíquicas, se podría hacer una gran descripción sin llegar a puntualizar nada de su esencia, perdiéndose en la variedad de los síntomas que puede llegar a exhibir. Por ello, la necesidad de examinar en profundidad los aspectos más sustantivos de cada estructura se impone en cada oportunidad, con el fin de lograr un verdadero conocimiento de su funcionamiento. Pero, ¿cómo saber cuáles son esos aspectos? En la obra de Freud, en donde constantemente cuenta con relatos detallados, extensos o cortos, su manera de proceder, se ve que la manera en que elige esos aspectos sustantivos para analizar es siempre dejándose llevar por su curiosidad. Una verdadero deseo de saber lo condujo en la búsqueda de las causas de los síntomas en cada caso, deseo que, según parece, nunca admitió autoengaños, atajos o soluciones a medias, aspecto este de la personalidad de Freud que da cuenta de su posición ética. En el caso de la neurosis obsesiva, puede decirse que su curiosidad lo condujo, por la puerta de la idea obsesiva (clásicamente su principal síntoma), a formular dos como sus nociones típicas de esta organización: el desplazamiento como su mecanismo defensivo particular, y la noción de defensa secundaria, efecto precisamente de tal desplazamiento defensivo.
  • 33. Es evidente que este tipo de neurosis debe su nombre a la presencia de una idea obsesiva, convirtiéndose inicialmente en el síntoma más importante que aqueja al sujeto. Pese a lo obvio que parece, Freud (1999h) aclara que en toda obsesión hay dos cosas: “una idea que se impone al enfermo” y “un estado emotivo asociado (…), en las verdaderas obsesiones puede ser, con igual derecho que la ansiedad, otro estado emotivo, como la duda, el remordimiento, la cólera” (Freud, 1999h, 75). ¿Qué puede decirse de la neurosis obsesiva a partir de esta definición? En primer lugar, es de remarcar su similitud con la estructura misma del aparato psíquico. Se ha visto que los dos componentes esenciales de este son las huellas mnémicas de representaciones, las cuales están organizadas más a manera de red y no tanto en forma lineal; y los afectos, que se desplazan por esta red. En la neurosis obsesiva se reencuentran estos mismos elementos como constituyentes de la patología misma: una idea y un afecto a ella asociado. Este hecho refuerza la idea de Freud de que, en esta organización, “la alteración íntegra ha permanecido en el ámbito psíquico” (Freud, 1999f, 56), lo cual no deja de tener una dimensión paradójica, pues precisamente es desde el ámbito de lo psíquico donde se quiere descargar el exceso de excitación que ese afecto penoso significa para el aparato psíquico, ahuyentando además a la representación que le corresponde. ¿Por qué la idea obsesiva le permite al sujeto, de alguna manera, estar más consciente de su estado patológico? Porque, como el mismo Freud indica, las obsesiones tienen un “carácter absurdo” (Freud, 1999h, p. 76), es decir, “lo penoso de las representaciones obsesivas (…) constituye un problema para el médico y el enfermo”, y estos últimos “cuando se quejan de ellas, las más de las veces expresan su asombro por sucumbir al afecto en cuestión, por angustiarse, tener determinados impulsos, etc.” (Freud, 1999h, 55). La obsesión resulta ser una sorpresa para el enfermo mismo, quien puede llegar a preguntarse conscientemente por qué piensa y siente
  • 34. como lo hace aunque no siempre ocurra esto, como lo advierte el autor. Más adelante se verá la importancia que tiene esta conciencia del sujeto de la idea obsesiva para la formación de la defensa secundaria. Siguiendo con la caracterización freudiana de la idea obsesiva, conviene mencionar una distinción sobre la que él mismo advierte: de un lado ubica a las “obsesiones traumáticas”, mientras que del otro ubica a las “verdaderas obsesiones”. ¿Cuál puede ser la distinción entre estos dos tipos de obsesiones? Puede decirse que la diferencia está en el comportamiento clínico que cada uno de estos tipos exhibe, lo cual está condicionado por la organización psíquica de la cual provenga. Las obsesiones traumáticas “no son otra cosa que recuerdos, imágenes acontecimientos importantes (…) pertenecen a los síntomas de la histeria” (Freud, 1999h, 75). Esto quiere decir que Freud distinguía bien entre una obsesión como síntoma y una obsesión como organización psíquica, distinción de la cual, a su vez, puede formularse una regla: no siempre que exista una idea obsesiva puede decirse que la organización psíquica inconsciente es la de una neurosis obsesiva; y viceversa, pues una neurosis obsesiva puede darse sin la necesidad de que exista una idea obsesiva manifiesta. La importancia clínica de esta regla se hace valer al momento del diagnóstico, ya que la dirección de la cura depende de él. Además, su valor se extiende también al tratamiento de las otras patologías, por ejemplo, no siempre que hay un síntoma corporal puede hablarse de histeria, ni siempre que hay un delirio puede hablarse de psicosis. La segunda parte de la regla también es válida para estas dos estructuras, es decir: puede haber una histeria sin síntoma corporal, y una psicosis sin delirio. Ahora bien, cuando Freud habla de que el afecto es lo principal que persiste inalterado, mientras que la idea puede o no variar, dando entonces a entender que es esta última la que se desplaza, está hablando en términos conscientes. En efecto, si las representaciones cobran
  • 35. relevancia para el sujeto y logran irrumpir en la conciencia debido al exceso de carga que el afecto liberado les aporta desde lo inconsciente, se comprende entonces que en el sujeto verdaderamente obsesivo irrumpan conscientemente distintas representaciones, que no se sostengan necesariamente a la manera en que lo hace la idea obsesiva clásica, es decir, aquella que se fija en la conciencia. Conviene aclarar ahora las características que hasta 1895 Freud había logrado aislar con relación a la representación en la neurosis obsesiva: primero, se le impone al sujeto; segundo, puede o no estar fijada en la conciencia, de lo cual se concluye que, tercero, “la idea asociada ya no es la idea justa, la idea original, en relación con la etiología de la obsesión, ella es un remplazante, un sustituto” (Freud, 1999h, p. 76). Esto último aclara algo de la primera característica y resuelve la aparente contradicción entre ella y la segunda, la idea que en todos los casos se impone al sujeto es la idea original que se ha desalojado de la conciencia, y que ha sido enviada a lo inconsciente, desde donde ejerce su influencia. La representación es el primer elemento ligado a la idea obsesiva, el segundo elemento es el estado emotivo que acompaña a la idea. Ya vimos que en “Obsesiones y fobias”, Freud dice que ese estado puede ser la angustia, la duda, el remordimiento o la cólera; apenas un año después, en 1896, tanto en “La herencia y la etiología de las neurosis” como en las “Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa”, Freud expresó que el afecto original al que está anudado la representación obsesiva es el del reproche, uno que el sujeto se hace a sí mismo, y en adelante, al menos hasta el historial clínico del “Hombre de las Ratas”, sostuvo que es ese el afecto propio de la neurosis obsesiva. En las “Nuevas Puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa” se expresa así: “La naturaleza de la neurosis obsesiva admite ser expresada en una fórmula simple: las representaciones obsesivas son siempre reproches mudados, que retornan de
  • 36. la represión {desalojo} y están referidos siempre a una acción de la infancia, una acción sexual realizada con placer” (Freud, 1999g, 169). En estas líneas se encuentra un detalle llamativo acerca del origen sexual de las obsesiones. Freud dice que en la base de la neurosis obsesiva se encuentra una acción sexual infantil realizada con placer, el cual luego se trasformará en un reproche. Esta trasformación del placer en reproche es otro de los rasgos típicos de este tipo de neurosis. Esto no quiere decir que en otras organizaciones no ocurra esta transformación, sólo que en la neurosis obsesiva adquiere una especial importancia debido a que se encuentra en la base misma de la estructura: inconscientemente, el obsesivo constantemente se está reprochando. Al realizar una analogía con la histeria, Freud (1999e) encuentra una causa específica de la neurosis de obsesiones (Zwangsneurose). También en ella existe un acontecimiento sexual ocurrido en la niñez, cuyo recuerdo puede devenir durante la pubertad o después, mas la vital diferencia es el tipo de experiencia vivida, pues mientras en la histeria se trata de un acontecimiento sexual pasivo, experiencia sufrida con indiferencia o con algo de amargura o espanto, en la neurosis de obsesiones se trata de un acontecimiento que ha causado placer. Las ideas obsesivas consisten en unos reproches que el sujeto se dirige a sí mismo a causa del placer sexual experimentado, mas sin embargo, son reproches desfigurados por un trabajo psíquico inconsciente de trasformación y de sustitución.
  • 37. Clínica de la Neurosis Obsesiva y Lacan Lacan recupera lo que él llama "estructuras" freudianas y, dentro de las neurosis, la histeria y la neurosis obsesiva. Pero su planteamiento es en términos de estructura y subjetividad. Las diversas estructuras clínicas se conciben como diferentes modos de constitución subjetiva e implican diferentes posiciones del sujeto respecto de los diversos componentes de la estructura (cadena significante, demanda, deseo, pulsión, goce, defensa...). Así pues, diagnosticar estructura obsesiva no equivale a neurosis obsesiva, pero la estructura subjetiva no sustituye a neurosis ni a carácter. El neurótico obsesivo todo el tiempo se desgasta en evitar que aparezca en escena su deseo, por tal siempre hace de las demandas del Otro, mandatos, haciendo de la prohibición el objeto de su deseo, y esperando la muerte del amo para llegar así a cumplir su deseo. Sin embargo esto es el engaño en que el obsesivo vive, no se da cuenta de que el deseo siempre se va a esfumar y para evitar el deseo del Otro, lo reduce a una demanda o lo devalúa para que este Otro deje de desear. Así que no sirve de nada vivir en la ilusión de que cuando el amo muera (parricidio) realmente va a ser libre. El obsesivo evita constantemente el deseo del Otro, por tal el deseo propio se sostiene en un objeto y en el fantasma, por lo cual permite investigar la función del objeto a como causa del deseo. En la neurosis obsesiva se encuentra un sujeto que se posiciona como esclavo y que tiene un amo al que cumplir-le, un amo completo y al que se supone no existe la castración. Es esa posición muy distinta a la de la histérica que denuncia esa falta del Padre.
  • 38. En la obsesión el componente que permanece reprimido es la hostilidad hacia el padre. Conscientemente esto se expresa como temor, pero realmente esto deriva del deseo de muerte hacia el padre que en algún momento en la infancia se sintió, pues el padre era perturbador del goce. Por ello se afirma que en la neurosis obsesiva hay un rencor contra el padre por su papel como perturbador del goce sexual, y en consecuencia se encuentra que una característica del obsesivo es la ambivalencia entre el amor y el odio hacia el padre, que termina como el síntoma de la duda compulsiva y la irresolución. Se encuentra también en el obsesivo un gran sentimiento de deuda que está vinculado al padre y a su ley. Freud, desde el mito de la horda primitiva, liga la aparición del significante Padre con la muerte, incluso con el asesinato del padre, dejando entrever que ese asesinato es el momento fecundo de la deuda con la que el sujeto obsesivo se liga para toda la vida con la ley. Esto quiere decir que el padre simbólico en cuanto que significa la ley, es el padre muerto. Este aspecto se relaciona con el deseo que el sujeto obsesivo nunca muestra pues él siempre está esperando la muerte del padre –ese padre perturbador del goce- para poder gozar y empezar a „vivir‟. Sin embargo de lo que el obsesivo no se da cuenta es que toda la vida anda esperando solo para evadir la muerte y que realmente así el padre muera, su ley seguirá vigente impidiéndole un goce absoluto. En el caso del Hombre de las Ratas se puede ver estos aspectos, por ejemplo el padre es igualmente fallido, que ha perdido el prestigio familia y que ha sido salvado del suicidio gracias a su misterioso amigo. Un padre que ha entregado a su hijo a una mujer a quien no ama anteponiendo el dinero. Por otro lado vemos el aspecto de la muerte del padre y de la deuda, en donde el sujeto enfermo –sin importar que su padre hubiese muerto- seguía produciendo rituales para él. En últimas, ese padre muerto representaba ese Otro garante de la ley. Es así que el
  • 39. Hombre de las Ratas llega hasta el delirio de metaforizar el pago de una deuda que al mismo tiempo no debe ser pagada, o el dilema que él mismo se plantea entre la mujer rica y la mujer pobre. Todos estos esfuerzos para darle al padre el estatuto que le corresponde, para restituir su dignidad. En la neurosis obsesiva el síntoma permanece en lo psíquico y se asocia a otras representaciones mediante un falso enlace. Es sabido que el síntoma, y todas las formaciones del inconsciente, tiene dos objetivos distintos: satisfacer aquello que esta reprimido y suprimir dicha satisfacción conscientemente. Mientras esto logre una síntesis, se presentaran síntomas que satisfagan todas las instancias. Sin embargo, en la neurosis obsesiva sucede que no hay una síntesis total y aparece un mismo síntoma que deja entrever claramente estos dos tiempos: el primer tiempo satisface el deseo reprimido y el segundo lo borra. También se encuentra en el obsesivo la anulación y el aislamiento como características propias. Estas son técnicas que usa el sujeto obsesivo para hacer caso omiso de la represión y haciendo posible que las representaciones permanezcan en la conciencia, desligadas del afecto. La anulación implica el borrar ciertas palabras, pensamientos y gestos, utilizando recursos dotados de una significación opuesta (síntoma en dos tiempos). El aislamiento es el mecanismo que permite alejar los pensamientos de la conciencia, logrando así que se rompan todas las conexiones. Estos mecanismos permiten realizar un diagnostico diferencial. Ahora, la demanda en la obsesión habla de una relación del sujeto con el otro en su doble vertiente: imaginaria (con el otro, el semejante) y simbólica (con el Otro, el lugar de la palabra). Aquí se introduce la dialéctica de la necesidad, la demanda y el deseo. El registro simbólico impone al sujeto, para satisfacer sus necesidades, dirigirse al otro con un pedido que no puede
  • 40. formular sino con significantes. En esto consiste la demanda, que no puede formularse sino con los significantes que existen previamente en el Otro. De allí que el sujeto dependa del Otro tanto para satisfacer la necesidad misma, como para disponer de los significantes de la demanda. La respuesta del Otro, aun en el caso de aceptación, se produce siempre sobre el fondo de la posibilidad de su rechazo. Como los significantes de la demanda nunca coinciden con la singularidad de una necesidad, la frustración de la necesidad se impone por estructura, aunque el sujeto interprete que proviene de la respuesta del Otro. Surge así el deseo, que representa el intento de recuperar la singularidad perdida de la necesidad en su pasaje a través del significante de la demanda. El deseo no coincide con el significante, se ubica entre sus intervalos y, sobre todo, el que hay entre los dos niveles de la demanda. El deseo está más allá de cada demanda particular, pero más acá de la demanda de amor. Es importante entonces puntualizar que “la demanda al Otro es siempre en un doble nivel: el de la satisfacción de la necesidad y el de la buena disposición, demanda de amor, ya que siempre es posible que el Otro la rechace. Además, la frustración se impone por estructura, dado que los significantes nunca coinciden con la necesidad, aunque el sujeto interprete que es la respuesta del Otro lo que la frustra. El deseo, que representa el intento de recuperar la singularidad de la necesidad, tampoco coincide con los significantes, se ubica en los intervalos de éstos y en el que hay entre los dos niveles de la demanda” (Mazzuca, 2006). Para Lacan, la ambivalencia obsesiva en la demanda se encuentra entre una demanda de muerte del Otro y una demanda de amor que va en el sentido opuesto, pues el amor tiene el efecto de hacer existir al Otro. Colovini (2008) afirma que esto es lo que Lacan llamará en el Seminario 5 el callejón sin salida de la estructura obsesiva: es irresoluble; en la medida en que se trata de dos términos contradictorios se impone la lógica de la imposibilidad, la satisfacción de uno
  • 41. impide el cumplimiento del otro. Esta imposibilidad en el registro de la demanda se reencuentra también en el deseo que, estructuralmente, destruye al Otro, pero requiere del lugar del Otro para sostenerse. Y se expresa en el modo de pedir del obsesivo, que resulta insoportable para el otro. Otra manera de evitar el deseo del Otro, es reducirlo a la demanda. En cualquiera de sus formas: pedido, orden, exhortación, autorización, prohibición, etc. De aquí que el obsesivo viva pidiendo permiso y haciéndose autorizar por el Otro. O bien se hace pedir por el otro y se ocupa en satisfacer la demanda del Otro. Al obsesivo le encanta que le pidan, dice Lacan. Son distintas maneras de hacer existir o sostener al Otro. Hacerse prohibir es otra manera de reducir el deseo a la demanda y de sostener otro consistente. El obsesivo hace de la prohibición misma el objeto de su deseo. De este modo, resulta un deseo cuyo cumplimiento es imposible, pero no extinguido. Es su modalidad de sostener el deseo: un deseo a distancia para que ese deseo subsista (Lacan, 1999b). La demanda de muerte, que está en el horizonte de toda demanda del obsesivo, constituye para el sujeto, un callejón sin salida, porque su realización implicaría la destrucción del Otro que, como es el lugar necesario para articular cualquier demanda, resulta imperioso mantener. Esto da origen al movimiento de oscilación entre un extremo y el otro. El obsesivo se pone toda clase de tareas duras, agotadoras, que habitualmente consigue llevar a cabo con éxito. Pero lo que está en juego no es la satisfacción en su realización misma, sino en el premio, en el permiso, en el reconocimiento del Otro. Por eso, en el análisis de la estructura de la hazaña no conviene dejarse encandilar por la existencia del rival imaginario que, en definitiva no es el que cuenta, sino que hay que localizar al Otro, el tercero para quien el sujeto
  • 42. actúa y al que, como espectador invisible, le ha sido adjudicado el papel de contar, de registrar el récord. Estas hazañas parecieran convocar en alto grado la libido del sujeto, sin embargo, nunca implican verdaderos riesgos. Por el contrario, se ejercen siempre en las áreas alejadas de lo que pondría en juego el deseo del sujeto y, de ese modo, constituyen otra forma de evitarlo. En este punto de la lectura, ya habiendo examinado la noción de función del padre, la posición del padre en el complejo de Edipo, así como la neurosis obsesiva, se continuará a modo de cierre con una relación entre la neurosis obsesiva y el padre, tratando de puntualizar dónde se sitúa la metáfora paterna en esta estructura. El Padre en la Neurosis Obsesiva En la neurosis obsesiva todo gira en torno a la muerte, y es justamente la muerte del padre la que está en juego todo el tiempo, como aquel que es garante de la ley, que es perturbador del goce. Evidentemente lo que el obsesivo debe entender para salir de su trampa, es que si sigue posicionándose como el esclavo que espera a que su amo-padre muera para poder gozar y desear, siempre vivirá en una espera, hasta darse cuenta que el padre era ya un padre muerto por el hecho de que su ley sigue vigente e instaurada.
  • 43. Es importante entonces afirmar que el componente que en esta estructura permanece reprimido es la hostilidad hacia el padre. Lo que se presenta conscientemente como temor, su muerte, se deriva del deseo, ahora inconsciente, que alguna vez efectivamente tuvo en la infancia, originado en el carácter perturbador de la figura paterna en relación con la sexualidad. Freud formula una construcción sobre la escena infantil de la reprimenda violenta con que el padre castigó una falta sexual del niño, probablemente relacionada con la masturbación, suceso que dejó un inextinguible rencor contra el padre y fijó para siempre su papel como perturbador del goce sexual. Los principales aspectos de la neurosis obsesiva para Freud son que el conflicto fundamental resulta ubicado entre la apetencia pulsional sexual y el padre, la función paterna es aquí identificada como perturbadora del goce sexual, y que la consecuente hostilidad que surge en el sujeto hacia el padre corre paralela al amor que siente por él, sin fundirse, es decir, sin que el amor aminore o modifique la hostilidad. La subsistencia simultánea de amor y odio, es denominada por Freud ambivalencia y en el capítulo de consideraciones teóricas con que concluye el historial del Hombre de las ratas es postulada como uno de los caracteres más importantes de la neurosis obsesiva: "El amor no ha podido extinguir el odio, sino tan sólo rechazarlo a lo inconsciente, instancia psíquica en la cual se encuentra a salvo de la acción de la conciencia y puede subsistir sin mengua alguna e incluso crecer. En tales circunstancias, el amor consciente suele alcanzar, a su vez, por reacción, especial intensidad para poder llevar a cabo constantemente y sin descanso la tarea de mantener en la represión a su contrario. Esta singular constelación de la vida amorosa parece tener su condición en una disociación muy temprana, acaecida en el período prehistórico infantil, de los dos elementos antitéticos, con represión de uno de ellos, generalmente el odio".
  • 44. El conflicto de ambivalencia entre el amor y el odio hacia el padre en la neurosis obsesiva, que termina por ser ubicado en la base de la duda compulsiva y de la irresolución característica de la posición del obsesivo y considerado en última instancia como su fuente: "es muy satisfactorio ver cuán comprensibles se hacen los enigmáticos procesos de las neurosis obsesivas en cuanto los referimos a semejante factor. Si contra un amor intenso se alza un odio casi tan intenso como él, la consecuencia inmediata tiene que ser una parálisis parcial de la voluntad, una incapacidad de adoptar resolución alguna en cuanto a todos aquellos actos cuyo móvil haya de ser el amor". En la teoría de la horda primitiva se encuentra de nuevo la ambivalencia del complejo paterno reconocida como característica del obsesivo: por una parte, el parricidio con que los hijos ponen fin a la exclusión de que eran objeto por parte del padre originario, violento y odiado, que los aparta del acceso a las mujeres pero, por otra parte, también admirado y amado, por lo cual, tras eliminarlo e identificarse con él, se abrieron paso las mociones tiernas y el arrepentimiento que hicieron que el amor hacia el padre muerto se volviera más fuerte que mientras vivía y que funcionan como fuente del sentimiento de culpabilidad y de la deuda. Es decir que el conflicto de ambivalencia entre el amor y el odio hacia el padre, que se deriva del complejo paterno y está en la base de la duda compulsiva y de la irresolución característica del obsesivo. Respecto a Lacan, a partir del Seminario 7 y, sobre todo, a medida que analiza cada vez con más detenimiento la teoría freudiana del parricidio original, el cual Lacan considera un mito moderno, inventado por Freud como se mencionó inicialmente, se concluye que en el obsesivo se compaginan muy solidariamente el deseo de muerte y el amor hacia el padre, ya que éste funciona muy bien, en esa estructura subjetiva, como padre muerto.
  • 45. La muerte del padre, según el mito freudiano, no implica su destrucción sino su triunfo póstumo, la instauración de su ley, su eternización. De allí que Lacan termine por considerar este mito, a cuya lectura y análisis vuelve una y otra vez, como característico de la estructura obsesiva. También se ve conducido a distinguir mejor el significante del nombre del padre (es decir, el padre muerto), del padre real que sostiene la función paterna, del viviente que ejerce como padre. Como conclusión se plantea entonces que para el sujeto obsesivo, según la visión de Lacan, existe una gran dificultad con el deseo y que está en estrecha relación con el padre pues a medida que se acerca al objeto de deseo, este deseo se esfuma y para evitar el deseo del Otro (del padre) el obsesivo busca volverlo demanda para cumplir con ella y de esa forma lograr que el Otro deje de desear. “El deseo resulta en el obsesivo un deseo cuyo cumplimiento es imposible pero que no se extingue”.
  • 46. DISCUSIÓN En este recorrido de la concepción del padre en psicoanálisis, la neurosis obsesiva y su relación con el padre, se hacen notorias las relaciones entre la histeria y la neurosis obsesiva. A lo largo de los dos primeros capítulos, quedó expuesta la relación íntima entre estos dos tipos de neurosis, al punto que puede afirmarse que, si se desea alcanzar un conocimiento profundo de una de ellas, es necesario estudiar a la otra no en poca medida. Ello explica las constantes alusiones a la histeria. Se comprende ahora el síntoma obsesivo como un ejemplo bastante claro de la cuestión del empuje de la pulsión, la cual no cesa nunca en su búsqueda de satisfacción. El mismo desplazamiento defensivo en el que despunta la neurosis obsesiva es muestra de ello. Si esta patología genera nuevas defensas ritualistas, ello se debe a que la irrupción de lo obsesivo inconsciente siempre logra abrirse paso a través de la defensa hasta la conciencia, tratando de decirle al sujeto cómo debe satisfacerla. Otro aspecto importante a resaltar es que lo propio del síntoma obsesivo es la compulsión, lo cual se entiende muy bien al recordar que en esta neurosis la emergencia de la sexualidad reporta al sujeto un exceso de placer que resulta insoportable, en lo cual se discierne otro de los caracteres distintivos con la histeria, ya que en ella la sexualidad infantil es sentida de manera negativa. Así, todas las formaciones sintomáticas de la neurosis obsesiva, todos los desplazamientos que en ella ocurren, así como el empleo de los mecanismos del aislamiento y de la anulación, se reconducen a esta irrupción compulsiva de un exceso de placer mortífero para el
  • 47. sujeto. Es tal irrupción la que motiva en primera instancia la defensa yoíca, y la instalación de la compulsión logra entenderse cuando se reconoce que ese exceso de placer no sólo reporta sufrimiento al sujeto, sino también una enorme satisfacción. Por ello, la compulsión obsesiva se resiste a su desanudamiento, porque en ella participan tanto el placer de la satisfacción como el displacer del exceso de excitación. A partir de lo planteado por Lacan, es posible afirmar entonces la gran importancia que tiene la instancia El Otro para esta neurosis, pues es aquel en que se borra constantemente gracias a la gran dificultad de obsesivo de vérselas con el deseo, que se encuentran en estrecha relación con el padre, ya que a medida que se acerca al objeto de deseo, es muy importante para el sujeto que el deseo se esfume y así evitar la angustia provocada por la aparición del deseo del Otro, al cual es necesario volverlo demanda para lograr, al menos imaginariamente, que el Otro deje de desear. A nivel clínico, este trabajo aporta bases para la intervención con sujetos neuróticos obsesivos que aunque puede resultar difícil, es muy interesante para el analista. El psicoanálisis muestra que es posible luchar en contra de los nudos inconscientes que se atan tan firmemente en esta estructura, y que detrás de los complicados defensivos que en ella se levantan (los cuales pueden hacer aparecer muros al obsesivo como alguien frío y calculador, en ocasiones agresivo e indolente, pero también como alguien de pasiones intensas), se encuentra un su jeto que lucha sin descanso contra una angustia siempre a punto de presentarse, lucha esta que lo desgasta y que lo hace sufrir. Queda así, para un posterior trabajo, no sólo varias cuestiones teóricas, sino también la pregunta por la clínica, por el quehacer del psicoanalista frente a esta estructura que enmascara a un sujeto que sufre, como todo neurótico. Al fin y al cabo, es al servicio de eso, de la clínica
  • 48. destinada a aliviar el sufrimiento del sujeto, que la teoría del psicoanálisis se ha encontrado siempre.
  • 49. REFERENCIAS Albano, S. (2005). Michael Foucault, glosario de aplicaciones. Buenos Aires: Quadrata. Brousse, M. H. (2000). Los 4 discursos y el Otro de la modernidad. Calis: Letra Colovini, M. (2008). La elaboración lacaniana. Recuperado de http://psicopatologiapsicoanalitica.blogspot.com/2008/08/la-elaboracin-lacaniana.html Eidelsztein, A. (2001). El padre en psicoanálisis. Buenos Aires: Edupsi Fages, J. (2001). Para comprender a Lacan. Buenos Aires: Amorrortu. Freud, S. (1986). Tótem y tabú. En Obras Completas XIII. Buenos Aires: Amorrortu. (Versión Original 1913). Freud, S. (1999a). 21ª Conferencia: Desarrollo libidinal y organizaciones sexuales. En Obras Completas XIV (4a Reimpresión). Argentina: Amorrortu. (Versión Original 1917). Freud, S. (1999b). Acciones obsesivas y prácticas religiosas. En Obras Completas IX (4a Reimpresión). Buenos Aires: Amorrortu Editores. (Versión Original 1907). Freud, S. (1999c). Informe sobre mis estudios en París y Berlín. En Obras Completas I (4a Reimpresión). Argentina: Amorrortu. (Versión Original 1886). Freud, S. (1999d). La etiología de la histeria. En Obras Completas III (4a Reimpresión). Buenos Aires: Amorrortu Editores. (Versión Original 1896).
  • 50. Freud, S. (1999e). La herencia y la etiología de las neurosis. En Obras completas III (4a Reimpresión). Buenos Aires: Amorrortu Editores. (Versión Original 1896). Freud, S. (1999f). Las neuropsicosis de defensa (Ensayo de una teoría psicológica de la histeria adquirida, de muchas fobias y representaciones obsesivas, y de ciertas psicosis alucinatorias). En Obras completas III (4a Reimpresión). Buenos Aires: Amorrortu Editores. (Versión Original 1894). Freud, S. (1999g). Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa. En Obras completas III (4a Reimpresión). Buenos Aires: Amorrortu Editores. (Versión Original 1896). Freud, S. (1999h). Obsesiones y fobias, su mecanismo psíquico y su etiología. En Obras Completas III (4a Reimpresión). Buenos Aires: Amorrortu Editores. (Versión Original 1895). Lacan, J. (1999a). El seminario de Jacques Lacan: La relación de objeto (Libro IV). Buenos Aires: Paidós. (Versión Original 1956). Lacan, J. (1999b). El Seminario de Jacques Lacan: Las formaciones del inconsciente (Libro V). Buenos Aires: Paidós. (Versión Original 1957). Lacan, J. (1999c). Seminario 3, Las Psicosis. Buenos Aires: Paidós. (Versión Original 1958). Langer, A. (2004). ¿Qué es un Padre? Recuperado de http://www.elsigma.com/site/detalle.asp?IdContenido=5896 Laplanche, J. & Pontalis, J. (1999). Diccionario de psicoanálisis. Barcelona: Paidós.
  • 51. Maleval, J.C. (2002). La forclusión del Nombre del Padre. Buenos Aires: Paidós Mazzuca, R. (2002) Psicoanálisis y Psiquiatría: encuentros y desencuentros. Buenos Aires: Eudeba. Miller, J.A. (2004). Lectura del Seminario 5 de Jacques Lacan. Buenos Aires: Paidós. Nasio, J. (1996). Enseñanza de 7 conceptos cruciales del psicoanálisis. Barcelona: Gedisa Editorial. Paskvan, E. (2007). El sujeto del inconsciente I. Documento interno de la universidad de León. España. Solano Suárez, E. (2003). Clínica Lacaniana. Argentina: Tres Haches.