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ACERCA DE LA CLINICA DE LAS PSICOSIS
Texto ¡edactado por Gérard Miller
con la colaboración de Roland
Broca, Claude Duprat, Marie-Hé-
léne Krivine, Dominique Miller,
Antonio Quinet de Andrade y
Héléne Séré de Riviéres.
No intentamos aquf componer un conjunto unificado, utr
capítulo de manual, sino preservar, por el contrario, la agilidad
de los debates que agitan actualmente a nuestra "comunidad".
No se trata entonces de una confrontación con las tesis anglosajo-
nas, sino más bien una evocación de lo que pueden ser nuestros
puntos de referencia y nuestras exigencias: indicaciones acerca del
modo en que los alumnos de Lacan enfocan las psicosis en su prác-
tica, acerca de la esquizofrenia y de la paranoia, acerca del sín-
toma, del objeto a, de la transferencia, etc.
Además de las numerosas referencias a las obras de Freud y de
Lacai, conviene leer estas páginas desde la perspectiva del trabajo
que se desarrolló durante varios años, y que aún continúa, en la
Sección Clínica (Conferencias del miércoles sobre " ¿Psicóticos en
análisis?" o bien el Coloquio de Prémontré), en las reuniones de la
Escuela de Ia Causa Freudiana (cf. por ejemplo, sus recientes jor-
nadas en Montpellier), los encuentros de la Fundación del Campo
Freudiano y el curso de Jacques-Alain Miller.
QUE NO ES LA CLINICA PSICOANALITICA DE LA PSICOSIS
La referencia esencial de la clínica psicoanalítica de las psicosis
siguen siendo las memorias cie Daniel Paul Schreber. Recordando
el énfasis que Freud dio alaparanoia,Lacan insistió de entrada en
el carácter central de la alucinación verbal en dicha psicosis, y
mostró que el delirio tenía su estructura, es decir, que se articulaba
en torno a significantes. El delirio del paranoico no es más que un
modo particular de la relación que el sujeto mantiene con el con-
junto del lenguaje. La psicosis no debe ser referida tan sólo a signi-
ficaciones: el drama de la locura se sitúa en la relación del sujeto
con el significante.
207
Tesis central: hay en la psicosis una falta esencial, la de un signi-
ficante primordial. Si el neurótico cuestiona al padre en tanto sim-
bólico y en tanto que imaginario, en el núcleo del delirio psicótico
hay una interrogación acerca de la función real del padre de la ge-
neración. A Schreber le falta ese significante esencial: ser padre.
Dado que el significante nunca es, por definición, solitario, que
siempre está en relación con una red de otros significantes, la falta
de ese significante privilegiado cuestiona ni más ni rnenos que al
conjunto de la cadena significante. Retomando el término freudia-
no de verwérfung (que se opone al de verdrcingung, al de represión)
y que se puede traducir como supresión, rechazo, o mejor aún co-
mo forclusión, Lacan define entonces la causa estructural de la psi-
cosis como la imposibilidad de que el significante padre advenga a
nivel simbólico. La forclusión del Nombre-del-Padre, ese significan-
te fundamental cuya función de punto de almohadillado aiegura la
estabilidad del pequeño mundo de todos, expone al sujeto en la
psicosis al nivel mismo de su estructura.
La clínica psicoanalítica de la psicosis excluye debido a este he-
cho una clínica del individuo biológico. Aun cuando el sujeto se
sostiene en lo viviente, sólo es sujeto por efecto del significante.
En la determinación de la psicosis hay una única organicidad
"la que motiva la estructura del sujeto". Esta clínica excluye tam-
bién una clínica de lo imaginario. Si Freud insistió en el papel del
padre en el delirio de schreber fue porque siempre mantuvo la
referencia al Edipo, a la estructura; referencia que el post-freudis-
mo a menudo dejó de lado para, por el contrario, priner en primer
plano los mecanismos del yo: splitting of the ego, identificación
proyectiva, rivalidad, hostilidad. .. La enseñanza de Lacan no niega
los fenómenos imaginarios en la psicosis, pero muestra cómo son
efectos de inducción del significante sobre lo imaginario del sujeto.
No podría enfatizarse la proyección -que Freud ya señaló era
insuficiente para dar cuenta de la psicosis- en las fórmulas freudia-
nas de la paranoia. La proyección que aparece en los tres tipos de
negación de la proposición "yo lo amo", no solo cobra importan-
cia a partir de Io imaginario, los determinanles son allí los proble-
mas lógicos, formalmente implicados.
I¿ hipótesis de Freud de que el delirio constituye una defensa
frente a impulsos homosexuales se demuestra insuficiente una yez
que en la psicosis se enunció lo siguiente: "lo que fue abolido en
el interior retorna en el exterior". Fórmula que Iacan ha resituado
así:" lo forcluido de lo simbólico retorna en lo real". I¿ cuestión
208
homosexual detectada por Freud se vuelve no ya la causa determi-
nante de la psicosis paranoica, sino "un sÍntoma articulado en su
proceso".
La clínica psicoanalítica de la psicosis no se funda en el eje nar-
cisístico del sujeto, pues "ninguna formación imaginaria es especí-
fica, ninguna es determinante ni en la estructura ni en la dinámica
de un proceso". Ningún fantasma -ni siquiera el de procreación o
cambio de sexo-, ningún mecanismo de defensa del yo, puede
caracterizar a la psicosis: la articulación simbólica sigue siendo ne-
cesaria.
Tampoco se trata de una clínica del desarrollo, desde el punto de
vista genético. Lacan muestra que para el psicoanálisis los estadios
pregenitales se ordenan en la retroacción del Edipo. SÓ1o adquie-
ren significación en relación a la articulación significante. Si Freud
enfatizí la regresión narcisista en las psicosis no lo hizo empero
para excluir la función paterna
La regresión temporal (en el desarrollo) al narcisismo es retoma-
da por l¿can en tanto regresiÓn tópica (en la estructura) al estadio
del espejo, lo que pernite subrayar, por un lado, el carácter de in-
vestición de la imagen y, Por otro, el desdoblamiento de esa ima-
gen. Esto es lo que determina el carácter propio de los fenómenos
imaginarios. La regresión en el sentido de Lacan no corresponde a
un retorno hacia atrás, en el desarrollo, a algún punto de fijación
o al origen de los fenómenos psicÓticos. La regresiÓn tÓpica al esta-
dio del espejo ap¿Lrece como consecuencia del defecto de lo simbó-
lico, de la forclusión del Nombre-del-Padre.
I,oS TRES ESQUEMAS DE LACAN
Mediante el esquema L, Lacan sitúa el sujeto en la estructura e
indica cómo su condición depende de lo que se despliega en el lu-
gar del Otro con mayúscula, Otro del significante, de lo que allí se
desarrolla, se articula como discurso.
Mediante el esquema R, da cuenta luego de la construcciÓn del
campo de la realidad en el sujeto normal o neurÓtico, construcción
que exige que éste tenga a su disposición el significante del Nom-
bre-del-Padie. Este significante tiene funciÓn de metáfora. la
metáfora del Nombre-del-Padre sustituye ese nombre en el lugar
primeramente simbolizado por la operaciÓn de la ausencia de la
209
madre. Lacan da el matema de esta metáfora paterna que escribe
así:
Nombre-del-Padre Deseo de la Madre _+ Nomb¡e-del-Pad¡e
fA )
reseo de Ia Madre Simific¿do al suieto Falo /
Deseo de la Madre Sigrrificado al sujeto
La intervención del significante del Nombre-del-Padre tacha el
significante primero del deseo de la Madre, para hacer surgir la
significación fálica. Esta está ligada ala castración. Lacan recuerda
que Freud describió esa función imaginaria del falo como el pi-
vote que culmina, tanto para el hombre como para la mujer, el
cuestionamiento del sexo por el complejo de castración.
La forclusión del significante del Nombre-del-Padre provoca el
fracaso de la metáfora paterna y le brinda al sujeto su estructura
psicótica. Esta forclusión resulta de la ausencia de una Bejahung
primordial que afecta a ese significante, y Lacan sitúa precisamen-
te en el fracaso de la metáfora paterna "el defecto que da su condi-
ción esencial a la psicosis, con la estructura que la separa de la
neurosis".
En el momento de desencadenamiento de una psicosis, en el
punto que se espera el Nombre-del-Padre, responde en el Otro un
puro y simple agujero. La carencia del efecto metafórico instaura,
allí donde normalmente ocupa su lugar la significación fálica,la
hiancia de un segundo agujero.
El tercer esquema, el esquema I, muestra entonces la organiza-
ción del mundo de Schreber al término de su proceso psicótico.
Lacan localiza allí varios elementos estructurales, y, de entrada, la
regresión tópica al estadio del espejo.
De este modo, la identidad de Schreber se reduce a ciertos mo-
mentos de confrontación con su doble psíquico en una relación
dual mortífera.
Otro punto crucial: la delimitación del goce narcisista en Schre-
ber. Lacan introduce el término de goce, concepto fundamental,
en particular en la clínica de las psicosis. Acentúa este goce de
Schreber yestido de mujer y contemplándose en el espejo. Este go-
ce imaginario, cercano al del transexual, es una primera aproxi-
mación a la importancia decisiva de lo que Lacan llamará más tar-
de el efecto empuje-a-la-mujer y la prevalencia del goce del Otro.
Habrá que esperar hasta el Seminario VII, sobre la Etica del
psicoanálisis para que Lacan comience a enfatizar el goce y el obje-
to bajo la forma de das Ding.
2ta
En los cuatro seminarios siguientes, forja entonces el concepto
de objeto 4, que señalará a menudo como su propio invento.-
-
E; 13¡64, Ln el Seminario XI, Los cuatro conceptos fundttm.e'x'
tales del psicoandlisis, y en su artículo de los Escritos: "Posición
del Inconsciente", define la dialéctica del sujeto por las dos opera-
,iorr.r lógicas de áHenación y de separación. T,a alienación es la ins-
qipción áel sujeto en el lugar del Otro y el sin-sentido que ésta
siempre entraña. A través ae ta separación, el sujeto se separa de la
cadena significante, en disyunciÓr, att otro como discurso. En este
último tiempo lógióo se desprende el objeto a,y el sujeto€ncuen-
tra el deseo del óro. El Otio del deseo está marcado por la barra,
principatmente a la que está ligada al falo como significante del
deseo y del goce'
En este punto, el sujeto confronta la falta en el otro y asimismo
la falta de iignificante en el Otro, S (4), cuando constata que a su
nivel no hay ."t¡.iiuución posible del sexo. En el inconsciente' el
,iglifirulte de iá mujer faita, está forcluido. Freud ya había for-
mulado este hecho de estructur a, Lacat 1o explicita; "No hay rela-
ción sexual".
-ir.go
de haber elaborado una lógica del significante, -Lacan
afinará, ano tras año, una lógica del objeto a, acentuando lo real
del objeto Y el loce. I
En ia pri.ori., el fracaso de la metáfora paterna vuelve imposi-
ble esa separación del sujeto y la extracción del objeto a' El sujeto
psicótico no puede inscribirse en la función fálica, lo que p-roduce
los consiguientes estragos: al no acceder a la significaciÓn fálica el
psicótico no puede simbolizar y localizar el,goce gracias a la.media-
i,io, del significante fálico; arriesga entonces el ser invadido por
un goce no localizado, no anclarlo, no simbolizable.
En la psicosis, el oLjeto a no incluye el -p de la castración ima-
ginaria: funciona como puro real. En el tiempo lógico de la sepa-
ración no encuentra su garante en el deseo del otro. El obieto ¿ en
el psicótico no puede engancharse al deseo del otro, porque, para
el btro, no fue .er qut áb¡tto de goce. En la psicosis, el objeto a
tiene un estatutá Ae puro desecho, de puro real sin articulación
con la castracián y el d6to del otro. En el psicótico, el objeto a
no puede llegar a funcionar, como en el neurótico, como causa de
deseo.
Si el psicótico tiene fantasmas éstos se distinguen de l.o que ocu-
rre en el neurótico en tanto el objeto a no incluye en él la castra-
ción, a eso se debe la ausencia de limite y de interdicciÓn' Más aún'
2ll
en la neurosis, el fantasma está imaginarizado, mientras que en la
psicosis está realizado. Así en esos pa.sajes al acto de automutila-
ción, el psicótico tiende a realizar la castración, castración que no
puede ni imaginarizar ni simbolizar. En la psicosis, la forclusión
hace imposible la represión inaugural en la neurosis e impide al
sujeto construir un fantasma fundamental.
Para el psicótico, como para todo ser hablante, hay un ser de
lenguaje, Otro que preexiste al sujeto. La psicosis está fuera de dis-
curso pero no fuera del lenguaje. El psicótico en su dificultad para
hacer vínculo social y para plantear la relación sexual como im-
posilile está fuera de discurso. El psicótico tiene que vérselas con el
Otro del goce, con un Otro no tachado, no agujereado, no descont-
pletado, cuyo objeto condensador de goce él es.
SOBRE E L DESENCADENAMIENTO Y I,O S FENOMENO S E LEMENTA LES
"Para que la psicosis se desencadene es necesario que el Nombre-
del-Padre que nunca llegó en el lugar del Otro, sea llamado en él en
oposición simbólica al sujeto. Es el defecto del Nombre-del-Padre
en ese lugar el que, por el agujero que abre en el significado, es-
boza la cascada de reordenamientos del significante de donde pro-
cede el desorden creciente de lo imaginario, hasta alcanzar el nivel
en que significante y significado se estabilizan en la metáfora
delirante." (J. Lacan, Escritos II, pá9.262)
Para que el Nombre-del-Padre sea llamado de este modo por el
sujeto, basta un encuentro, de Un-padre que se sitúe como ter'
cero en la relación fundada sobre la pareja imaginaria constituida
por el sujeto psicótico y su otro especular, involucrado en su cam-
po de agresión erotizada. El sujeto vacila entonces de ese estado
poco estable que Lacan ilustra con la metáfora del taburete y, al
no haber podido cncontrar hasta ese momento "su distancia ade-
cuada con lo que se llama la realidad exterior", se ve confrontado
con el vacío simbólico, precipitado en una catástrofe irnaginaria,
"crepúsculo del mundo".
Por eso se ve obligado a resPonder mediante nuevos significantes,
a volver a estabilizar el mundo mediante el trabajo del delirio, a
suplir como puede la carencia del Nombre-del-Padre. Son importan-
tes, por esta razón, antes de que estalle la psicosis, lo que siguc
designándose como los fenómenos elementales: "Los fenómcnos
elementales no son más elementales que lo que subyace al conjunto
de la constucción de los delirios", escribe I¿can. "Son elementa-
212
les como lo es la hoja en la que se verá el rñodo en que se imbrican
e insertan las nervaduras respecto a una planta. Pero siempre está
actuando la misma fuetza estructurante en el delirio, aunque se
la considere en una cle sus partes o en su totalidad."
Ejemplo de neologismo, en el que la significaciÓn no remite
ninjunu otra significáción, donde lá significaciÓn es irreductible'
ia ñalaura en simisma tiene peso, huella de 1o inefable.
iu.un distinguía dos tipos de fenómenos: la intuición y la fór-
mula: ..la intuiliO, dehránte, fenÓmeno pleno que tiene para el
sujeto un carácter inundante" y "la roryyll que se ma.chaca con
una insistencia estereotipada, ei estribillo"' Esto da posibilidad de
marcar dos polos: los néologism os, demasiados llenos de significa-
ción (|a lengua fundamental de Schreber); los neologismos l'4-
ciadoi de significación, reteniendo sólo las cualidades formales
del significante.
según Lacan, entre estos dos polos se situaría principalmente el
registio en el que se juega la entrada en la psicosis.
ACERCA DE LA CURA DEL PSICOTICO
se plantea el problema de saber si la aceptación de una demanda
de análisis en un psicótico no declarado puede ser [a oportunidad
de su desencadenimiento. Si no puede evitarse ese desencadena-
miento, ¿se trata acaso de sustituir a un desencadenamiento
crítico, iricluso cataclísmico, un desencadenamiento controlado
por el dispositivo analítico, vale decir una psicosis baio trans-
ferencia? r . ._L_
Cualquiera sea la respuesta, vernos ya de entrada la importancla
de las entrevistas. Esto Supone en todos los casos que el encuentro
con el analista no se sitúa en una relación dual, lo que implica su
pasaje por el lugar del Otro.
^
¿É.io, u p*iir de qué debe operar en primer término el analista?
¿A partir del Nombre-del-Padre? Nada es menos seguro, porque
ir..itu*ente el encuentro de Un-padre interviene clásicamente en
ios desencadenamientos de la psicosis'
El Nombre-del-Padre es el significante que nombra al Otro como
lugar de la tey; que debe distinguirse del otrg como lugar del sig-
nificante, eue Lxiste para el psicético debido al hecho de que habla'
El Otro dei psicótico es un vínculo sin ley. El desligamiento sig-
nificante de [a metáfora delirante e incluso la emancipación aluci-
Ratoria lo muestran.
En lo tocante a la transferencia, tan a. menudo discutida, todo
213
da fe de que existe en la psicosis. Pero en lugar y reempl azando a
la neurosis de transferencia se desarrolla una psicosis pasional. Se
la puede denominar con toda razón una erotomanía de transferen-
cia. La erotomanía es la modalidad del amor de transferencia en la
psicosis.
En este tipo de transferencia, el psicoanalista entra, en un pri-
mer tiempo, en el síntoma en forma de $. El psicótico en 4 se di-
rige al analista colocado .n-[ . En segundo tiempo, este riiu. riru
sr
hacia unobjeto que desencadena el enamoramiento de transferencia.
lo cual da a la psicosis un cierto tipo de vínculo social. El psicoana-
lista ocupapara el psicótico, como para Schreber con el nombre de
Flechsig, el lugar del objeto a, objeto de la erotom anía. obviamen-
te es necesario actuar de modo tal como para que esto no se trans-
forme en una psicosis pasional clínica, cuya única salida serÍa en-
tonces el acto.
En un primer tiempo pues, el psicoanalista consiente ser ese
lugar del destinatario en $, sabiendo que en un segundo tiempo,
un momento de viraje se producirá en que el psicótico se sitúa en
S y se dirige a él en a . El analista vira hacia la posición de
ciamiento del goce en ese organismo; cuyo ef-ecto será precisamen-
te hacer de é1 un cuerpo en tanto que superficie de inscripciÓn
en el lugar del Otro. "El primer cuerpo (de lo simbÓlico) hace el
segundo al incorporarse éste a é1" (Radiofonía).
iQue ocurre entonces con la cuestión de la interpretaciÓn?
La interpretacién psicoanalítica clásica apunta al sujeto del signi
ficante, habiendo la función fálica normalizado el efecto de signifi-
cación del significante: es la metáfora paterna. La interpretaciÓn es
allí efecto de significación.
En la psicosis se ve claramente que no se trata de modo alguno
de interpretación, incluso hacia el delirio de a dos. Se tratará más
bien de una maniobra de la transferencia que apunte a[ goce.
La obtención de un diseño de la metáfora delirante, reducida al
estado de simple convicción delirante parece, en sí misma, un fac-
tor de estabilización. Esta estabilización, algunos psicóticos la han
obtenido, al menos por un tiempo, fuera del análisis (por ejemplo
Schreber o Cantor). Tenemos que decir nosotros, analistas, en qué
el análisis le permite al psicótico una mejor relaciÓn con esta esta-
bilización espontánea...
SOBRE EL SINTOMA DEL PSICOTICO
El síntoma es la respuesta que el sujeto da a la cuestiÓn de saber
qué es él para el Otro. Es un compromiso que suple al enigma del
deseo de ese Otro. I-as preguntas a las que responde se reducen a
las preguntas fundamentales que fundan las estructuras: ¿estoy
muerto o vivo? óQué es una mujer? ¿Qué es un padre? Otras tan-
tas preguntas que se ordenan en el neurótico en torno a un saber
supuesto sobre la falta: falta en ser del sujeto y falta en el Otro.
La parte de la falta que le toca al sujeto se incribe en el síntoma
bajo la forma de una significación, de una metáfora: soy tal por-
que el Otro lo quiere. A cada tipo de respuesta le corresponde una
categoría clínica: neurosis histérica, obsesiva o fÓbica, perversiones
y psicosis.
La respuesta que el síntoma aporta en las psicosis no se organaa
en torno a la falta que supone una simbolización, sino en torno a
la forclusión. La significación ocupa el primer puesto en el sín-
toma psicótico, para encubrir la ausencia de ordenamiento de la
cadena significante. Se sustituye al sin-sentido, a lo insensato.
Sin embargo, hay que distinguir entre la paranoia y la esquizo-
frenia. Mientras que la paranoia se presenta efectivamente como
s1 s2
objeto a de la erotom anía. Lo importante es que consienta dejarse
colocar en esa posición en el sembhnte. Esto se hace apelando a la
verbahzación, especialmente en los momentos en que se manifiesta
cierta proximidad del pasaje al acto. En efecto, el goce está prohi-
bido a quien habla como tal. Se constituyó así, poco a poco, una
inter-dicción que hace barrera al goce y que ocupa entonces el
lugar de la barrera del rombo que no existe entre $y a, debido a la
forclusión. Se atempera así el goce.
A partir del instante en que el psicótico se compromete en la
alienación de la metonimia significante, y según la definición que
T-acan da de la metonimia en Radiofonía (1967); se efectúa un
giro al inconsciente que el sujeto psicótico saca de sus fondos de
goce.
En otros términos,la parte de goce que allí se presta se simboli-
za. Hay un desplazamiento de lo real del goce a lo simbólico.
En efecto, aquí reside todo el problema de saber cómo actuar
con lo simbólico de la palabra sobre lo real del goce. Por este pro-
ceso en que el significante se hinca en el organismo se opera un va-
214
215
una respuesta a lo que quiere el Otro, la esquizofrenia se define
por no articularse en el campo del significante, sino más bien en el
del cuerpo. Mientras que los significantes se desencadenan y la
significación se despliega desmesuradamente en la paranoia, el
estribillo y el mutismo representan, al contrario, todo la articula-
ción significante del esquizofrénico y del autista. El Otro no es
enigma para ellos, se da allí en toda su inmediatez. Cuando falta
el delirio, el escrito, ¿puede aún hablarse de intento de respuesta al
Otro?
I¿ función del síntoma es establecer uRa distancia entre el sujeto
y la pregunta acerca de ese goce del Otro. Respuesta a esa pregunta,
es una significación que llama a otra significación, llamado a un
sujeto supuesto al saber. Tales son las funciones de poner distancia
del escrito, del delirio, o incluso de la alucinación. Constituye una
pantalla ante la Cosa, el núcleo real del goce del Otro. Desvían ha-
cia la vertiente de la significación ese enigma enceguecedor «lel go-
ce del Otro. Más vale entonces pafa el sujeto una palabra, que es la
cosa misma como en la alucinación, que el abismo del silencio: si
esta dinámica es activa efectivamente en la paranoia, Schreber nos
la demuestra ¿está activa también en la esquizofrenia? De hecho,
¿hay acaso un síntoma en el sentido analítico en la esquizofrenia?
El síntoma es pues, esencialmente, un modo de disponer en un
sujeto la economía del goce. Este se ordena de manera diferente en
la paranoia y en la esquizofrenia. Jacques-Alain Miller (Quarto,
no l0) define esta diferencia en función de las dos vertientes: la
del significante en la paranoia; la del objeto, del cuerpo, en la es-
qu2ofrenia. Estas dos formas de goce son el efecto de "la herida
de la representación del sujeto en la psicosis". Antes de que éste
encuentre una representación en el campo de lo simbólico, está di-
vidido. Jacques-Alain Miller habla de la o'esquizia" primitiva "que
define un modo de goce para todo sujeto, al inicio, sujeto destina-
do al "goce como tal del objeto a, sin anclale". La forclusión del
significante del Nombre-del-Padre deja al sujeto esquizofrénico en
las garras de ese goce, originariamente goce del Otro, no coordina-
do con el significante fálico. Mientras que el sujeto no puede "ha-
cer cuerpo con lo simbólico", mientras la función fálica no asuma
sobre sí el hacer funcionar los órganos y unificpr su significación,
"se maquiniza, supliendo así ese defecto simbólico". El esquizo-
frénico es así un sujeto en esquizia con órganos sin función. Se
debe significantizarlo s.
Nos encontramos enfrentados en la esquizofrenia a un "enjam-
216
brel de significantes", sin anclaje en el significado' en la significa-
ción fálica. significantes dispersos al igual que sus órganos' en las
á;; ; abismañ los fenómenos esquizofrénicos'
por el .ontruiio, el paranoico en su deseo, y por excelencia. en la
metáfora ¿rrirurt., rrur. un intento de anclar ese enjambre signifi-
cante en una ,igíiiü.i0". se construye ul saber externo a la
metafori zaci¡n ofrecida por el Nombté-d.1-Pud", formando un
Otroconmayúsculadereemplazo,enelquepuedeconcentrarse
su pregunta, esencialmente una pregunta sobre su goce' Mientras
que esa concentraciÓn se opera ., tu tttrrosis alrededor del signifi-
cante fálico, ."-iltri.osis se lleva a cabo reemplazando en torno al
.ü"iii.urte fundamental: La mujer. La _mujer
aparece como res-
lirrt. al enigma: ¿qué es un padre? El efecto empuje-a{a-mujer es
entonces una respuesta sintomática'
No logrando armonizarse en la vertiente del falo, el goce se im-
pone,porotraparte,alsujetobajolaformadeunimperativosu.
peryoico, un Superyó real que llega hasta manifestarse en la aluci.
nación. El psicótico responde entonces por su delirio a un
o'tú eres"
superyoico.
schreber revela a través de su escritura el esfuerzo mismo del
psicótico para mantenerse en el campo del significante'.Mientras
ár.
-."
,.u fase ..prepsicó tica,,, como_ dice Lacan, schreber se
cree
.,al bord. á.f Lgu;rro", iiaáado al lugar mismo del defecto
estructural del significante, construye un delirio, un campo de sig-
nificacion.r, qr.".J;¿; .; el iugar-del significante forcluido' Esta
significación que abunda en_ lal primerás fases de su delirio es
,.in llamado de socorro correlativo a su abandono".
Este llamado se transforma poco a poco eu el delirio mismo en
una tentativa de "restitución';, de "compensaciÓn"' de ese caos
abierto por el llamado de un-padre. Esta primera fase da lugar a
una proliferación de lo imaginário, a 1a necesidad dc rccurrir a las
..muletas i*ugi*rias", a una multitrd d. otros con minúscula' las
ahnas y los "iombres hechos, lu lig..r"' .: el estallido del ego' El
clelirioestáentoncesenunafaseconfusional.
Luego, en una etapa intermedia de la contrucción del mundo de
schreber, las significaciones se disuelven, para dejar lugar a la
puesta en juego del aparato significantc cn tanto tal' Poco a poco
' N.7., En francés essoim (cnjambre) es homófono con S1'
217
los significantes se vacían del significado y el delirio aparece como
un compromiso puramente verbal. Lacan llamó a este compromiso
metáfora delirante, haciendo eco así con el defecto de la metáfora
paterna. A la confusión del comienzo se sustituye una estabiliza-
ción en el proceso del delirio.
Si el delirio se abrió con la confrontación de Schreber con la
fórmula: "sería bello ser una mujer sufriendo el acoplamiento",
se cierra con su identificación a la mujer de Dios. El delirio, dice
Lacan, instaura "un orden del sujeto" para Schreber. Resuelve la
pregunta abierta para é1 de la procreación.
La metáfora delirante es ese 52 que le falta el esquizofrénico,
ese Sz que determina el enjambre (S, ) de significantes en una sig-
nificación fundamental. Ser la mujer de Dios es la solución encon-
trada en aprés-coup al enigma abierto por el defecto del signifi-
cante del Nombre-del-Padre.
De ese modo, el síntoma en la psicosis sólo se entiende como un
suplemento a la conmoción provocada por la forclusión.
Joyce nos da otro ejemplo, diferente dado _que el desencadena-
miento no se produjo. Su arte 1o preservó de é1. Tal es al menos la
demostración de Lacan en su Seminario sobre el Sinthoma.
El arte es para Joyce el modo de goce que suple el defecto fálico,
es para Joyce lo que el falo es en la neurosis, la "conjunción del
cuerpo y de la palabra". Así como el sujeto paranoico se mantiene
en el lenguaje a través de su delirio, Joyce se mantiene en la pala-
bra. Le es necesario para no encontrar la forclusión del Nombre-
del-Padre sostener a su padre hasta hacerlo ilustre, haciendo de su
nombre un nombre reconocido. Ese nombre sólo adquiere un
valor tal por intermedio de su escritura que destina como enigma a
los universitarios durante dos o tres siglos.
Allí donde en la neurosis el padre ocupa el lugar del cuarto nu-
do, del sinthoma, eue sostiene a los redondeles R.S.I., es el ego el
que ocupa su lugar para Joyce, el ego sobre elque Lacan dice que
se sostiene en el "artificio de escritura para restaurar la relación
faltante". El ego adquiere este valor del sinthoma en este papel de
sostén. Permite incluir lo imaginario que sin él se deslizaría, dejan-
do libres los dos redondeles de lo real y de lo simbólico. Al mismo
tiempo, el ego se repara "añadidura mal hecha en la estructura".
Añadidura que es quizás, se pregunta Lacan, la raz6n de la impor-
tancia del enigma en la obra joyciana.
En efecto, las epifanías que cultivan el enigma inyectan en esta
2t8
obra el valor propio del sin-sentido, la claridad enceguecedora del
goce que no pudo anclarse en el falo.
SOBRE LA PSICOSIS DEL NIÑO
No especificidad del psicoanálisis del niño en relación al psicoaná-
lisis del adulto, y esto en el enfoque mismo de las psicosis: tal es
una de las tesis centrales de la enseñanza del seminario de Rosine y
Robert Lefort. Interrogando la estructura (goce, ¿ mintlscula, A
mayúscula) encontramos lo que hace la unidad del psicoanálisis, en
todo caso lo que especifica el discurso analÍtico.
Se trata de interrogar la estructura del significante del Otro. De
no imaginarizar las cosas, sino más bien de topologizarlas paru
prescindir de todo deslizamiento psicogenético o familiarista.
Subrayemos algunos puntos que surgen de la comparación entre
la psicosis del niño y la del adulto.
La cuestión del Otro y del a minirscula, primero. Para el psi-
cótico, ya sea éste niño o adulto, el Otro es absoluto, no tachado'
No es portador de significantes, tampoco es portador del a minús-
cula, salvo la voz como envoltura de las palabras- El psicÓtico se
refiere al Otro del lado del mandamiento: "El Otro no aparece en
su intimaciÓn como con una falta, Pof el contrario, apare0e como
estrictamente portador de un significante imperativo al cual el
sujeto se somete."
El Otro está tan presente en la psicosis que el psicótico, Pof
transitivismo, busca ocupar su lugar (de allí que, dado el caso,
ocupe una posición megalomaníaca).
Para Roberto, niño paranoico, el goce del Otro domina. No es el
goce de su cuerpo lo que está en cuestiÓn, sino más bien el goce
del Otro' ,, "ortagfa
a é1. El psicÓtico necesita terriblemente al
otro, por eso no se trata de su asesinato en la psicosis.
El-psicótico se coloca en ese lugar del a minúscula del Otro'
También, en la cura del psicÓtico, será necesario en cierto sentido,
invertir el a minúscula. El analista deberá volverse ¿ minúscula para
que el psicótico advenga como sujeto-
En lá psicosis, dicen Rosine y Robert Lefort, ($, O a) es reempla-
zada por (A * a): "El a minúscula funciona en la psicosis, pero de
,nurr.i. totalmente dif'erente, y no a nivel del fantasma'"
En Schreber, al igual que en Roberto, hay exterioridad del signi-
ficante. En ambot, él tr.tpo está vaciado de sus contenidos, lo que
hace que los objetos se transfofrnen en exteriores. Este vaciamien-
219
to o este agujero del cuerpo que Schreber describe así: "Durante
largo tiempo viví sin estómago, sin esófago..."
El psicótico sólo conoce la metáfora delirante. En Roberto, es
"el lobo"; en Schreber es esa mujer de Dios en la que se transfor-
mará.
Schreber entra en la psicosis a través de una pregunta sobre su
sexo. Esta indecisión de ser hombre o mujer, es lo que plantea de
entrada Roberto. Y, subrayan Rosine y Robert Lefort, "no hace la
pregunta, .la vive en lo real de su cuerpo. No es una pregunta de
deseo, una alternativa, es una pregunta de existencia."
Tanto en el niño psicótico como en el adulto no se trata de goce
fálico, ni de pulsión, ni de imagen especular. Sólo se puede hablar
de lo escópico.
Finalmente, acerca de lo oral: 'oEs la única clave de la psicosis".
Nunca hubo a nivel oral un objeto del Otro a simbolizar y a tomar.
Ahora bien, allí donde no hay simbolización del alimento en rela-
ción a la madre y constitución de un objeto oral, se plantea la pre-
gunta misma acerca del desencadenamiento de la psicosis. ¿Cómo
se plantea la pregunta acerca de la cura del niño psicótico? La en-
señanza de Lacan dedicó poca atención a las figuras parentales,
debido a que tanto en las curas de niños psicóticos como en las
del adulto, se trata del Nombre-del-Padre, de la estructura, de la
topología del Otro con mayúscula, del estatuto de ese Otro y de su
transformación, de escuchar en la cura el real en causa: el del corte.
Contrariamente a la posición de M. Klein el psicoanalista debe
überarse del sentido y de lo imaginario. Debe prestarse a la evolu-
ción del niño, a la búsqueda de su identidad topológica, a la búts-
queda de un conjunto vacío que le permitiría contarse y descontar
al Otro.
En lo que hace al asunto de los padres, Rosine y Robert Lefort
subrayan cómo hablar de su responsabilidad es un modo de negar
que el niño psicótico sea también plenamente un sujeto: "Siempre
tiene que volver a encontrar en la cura su propia historicidad"
(que en modo alguno es la que los padres relatan). En los delirios,
decía Freud, siempre hay una parte de verdad histórica: esa es la
parte que el niño debe hallar por su propia cuenta.
Aunque no se trata de descuidar el abordaje del matema, Ro-
sine y Robert Lefort subrayan empero la prevalencia de la topolo-
gía tórica para entender todo lo tocante al cuerpo del psicótico:
"El psicótico, niño o adulto, tiene un cuerpo con el que no sabe
220
qué hacer, Pero ese cuerpo
funcionar Porque es tórica,
ninguna inversión."
tiene una estructura que sÓlo puede
porque no ha sufrido ningún corte Y
22t

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  • 1. ACERCA DE LA CLINICA DE LAS PSICOSIS Texto ¡edactado por Gérard Miller con la colaboración de Roland Broca, Claude Duprat, Marie-Hé- léne Krivine, Dominique Miller, Antonio Quinet de Andrade y Héléne Séré de Riviéres. No intentamos aquf componer un conjunto unificado, utr capítulo de manual, sino preservar, por el contrario, la agilidad de los debates que agitan actualmente a nuestra "comunidad". No se trata entonces de una confrontación con las tesis anglosajo- nas, sino más bien una evocación de lo que pueden ser nuestros puntos de referencia y nuestras exigencias: indicaciones acerca del modo en que los alumnos de Lacan enfocan las psicosis en su prác- tica, acerca de la esquizofrenia y de la paranoia, acerca del sín- toma, del objeto a, de la transferencia, etc. Además de las numerosas referencias a las obras de Freud y de Lacai, conviene leer estas páginas desde la perspectiva del trabajo que se desarrolló durante varios años, y que aún continúa, en la Sección Clínica (Conferencias del miércoles sobre " ¿Psicóticos en análisis?" o bien el Coloquio de Prémontré), en las reuniones de la Escuela de Ia Causa Freudiana (cf. por ejemplo, sus recientes jor- nadas en Montpellier), los encuentros de la Fundación del Campo Freudiano y el curso de Jacques-Alain Miller. QUE NO ES LA CLINICA PSICOANALITICA DE LA PSICOSIS La referencia esencial de la clínica psicoanalítica de las psicosis siguen siendo las memorias cie Daniel Paul Schreber. Recordando el énfasis que Freud dio alaparanoia,Lacan insistió de entrada en el carácter central de la alucinación verbal en dicha psicosis, y mostró que el delirio tenía su estructura, es decir, que se articulaba en torno a significantes. El delirio del paranoico no es más que un modo particular de la relación que el sujeto mantiene con el con- junto del lenguaje. La psicosis no debe ser referida tan sólo a signi- ficaciones: el drama de la locura se sitúa en la relación del sujeto con el significante. 207
  • 2. Tesis central: hay en la psicosis una falta esencial, la de un signi- ficante primordial. Si el neurótico cuestiona al padre en tanto sim- bólico y en tanto que imaginario, en el núcleo del delirio psicótico hay una interrogación acerca de la función real del padre de la ge- neración. A Schreber le falta ese significante esencial: ser padre. Dado que el significante nunca es, por definición, solitario, que siempre está en relación con una red de otros significantes, la falta de ese significante privilegiado cuestiona ni más ni rnenos que al conjunto de la cadena significante. Retomando el término freudia- no de verwérfung (que se opone al de verdrcingung, al de represión) y que se puede traducir como supresión, rechazo, o mejor aún co- mo forclusión, Lacan define entonces la causa estructural de la psi- cosis como la imposibilidad de que el significante padre advenga a nivel simbólico. La forclusión del Nombre-del-Padre, ese significan- te fundamental cuya función de punto de almohadillado aiegura la estabilidad del pequeño mundo de todos, expone al sujeto en la psicosis al nivel mismo de su estructura. La clínica psicoanalítica de la psicosis excluye debido a este he- cho una clínica del individuo biológico. Aun cuando el sujeto se sostiene en lo viviente, sólo es sujeto por efecto del significante. En la determinación de la psicosis hay una única organicidad "la que motiva la estructura del sujeto". Esta clínica excluye tam- bién una clínica de lo imaginario. Si Freud insistió en el papel del padre en el delirio de schreber fue porque siempre mantuvo la referencia al Edipo, a la estructura; referencia que el post-freudis- mo a menudo dejó de lado para, por el contrario, priner en primer plano los mecanismos del yo: splitting of the ego, identificación proyectiva, rivalidad, hostilidad. .. La enseñanza de Lacan no niega los fenómenos imaginarios en la psicosis, pero muestra cómo son efectos de inducción del significante sobre lo imaginario del sujeto. No podría enfatizarse la proyección -que Freud ya señaló era insuficiente para dar cuenta de la psicosis- en las fórmulas freudia- nas de la paranoia. La proyección que aparece en los tres tipos de negación de la proposición "yo lo amo", no solo cobra importan- cia a partir de Io imaginario, los determinanles son allí los proble- mas lógicos, formalmente implicados. I¿ hipótesis de Freud de que el delirio constituye una defensa frente a impulsos homosexuales se demuestra insuficiente una yez que en la psicosis se enunció lo siguiente: "lo que fue abolido en el interior retorna en el exterior". Fórmula que Iacan ha resituado así:" lo forcluido de lo simbólico retorna en lo real". I¿ cuestión 208 homosexual detectada por Freud se vuelve no ya la causa determi- nante de la psicosis paranoica, sino "un sÍntoma articulado en su proceso". La clínica psicoanalítica de la psicosis no se funda en el eje nar- cisístico del sujeto, pues "ninguna formación imaginaria es especí- fica, ninguna es determinante ni en la estructura ni en la dinámica de un proceso". Ningún fantasma -ni siquiera el de procreación o cambio de sexo-, ningún mecanismo de defensa del yo, puede caracterizar a la psicosis: la articulación simbólica sigue siendo ne- cesaria. Tampoco se trata de una clínica del desarrollo, desde el punto de vista genético. Lacan muestra que para el psicoanálisis los estadios pregenitales se ordenan en la retroacción del Edipo. SÓ1o adquie- ren significación en relación a la articulación significante. Si Freud enfatizí la regresión narcisista en las psicosis no lo hizo empero para excluir la función paterna La regresión temporal (en el desarrollo) al narcisismo es retoma- da por l¿can en tanto regresiÓn tópica (en la estructura) al estadio del espejo, lo que pernite subrayar, por un lado, el carácter de in- vestición de la imagen y, Por otro, el desdoblamiento de esa ima- gen. Esto es lo que determina el carácter propio de los fenómenos imaginarios. La regresión en el sentido de Lacan no corresponde a un retorno hacia atrás, en el desarrollo, a algún punto de fijación o al origen de los fenómenos psicÓticos. La regresiÓn tÓpica al esta- dio del espejo ap¿Lrece como consecuencia del defecto de lo simbó- lico, de la forclusión del Nombre-del-Padre. I,oS TRES ESQUEMAS DE LACAN Mediante el esquema L, Lacan sitúa el sujeto en la estructura e indica cómo su condición depende de lo que se despliega en el lu- gar del Otro con mayúscula, Otro del significante, de lo que allí se desarrolla, se articula como discurso. Mediante el esquema R, da cuenta luego de la construcciÓn del campo de la realidad en el sujeto normal o neurÓtico, construcción que exige que éste tenga a su disposición el significante del Nom- bre-del-Padie. Este significante tiene funciÓn de metáfora. la metáfora del Nombre-del-Padre sustituye ese nombre en el lugar primeramente simbolizado por la operaciÓn de la ausencia de la 209
  • 3. madre. Lacan da el matema de esta metáfora paterna que escribe así: Nombre-del-Padre Deseo de la Madre _+ Nomb¡e-del-Pad¡e fA ) reseo de Ia Madre Simific¿do al suieto Falo / Deseo de la Madre Sigrrificado al sujeto La intervención del significante del Nombre-del-Padre tacha el significante primero del deseo de la Madre, para hacer surgir la significación fálica. Esta está ligada ala castración. Lacan recuerda que Freud describió esa función imaginaria del falo como el pi- vote que culmina, tanto para el hombre como para la mujer, el cuestionamiento del sexo por el complejo de castración. La forclusión del significante del Nombre-del-Padre provoca el fracaso de la metáfora paterna y le brinda al sujeto su estructura psicótica. Esta forclusión resulta de la ausencia de una Bejahung primordial que afecta a ese significante, y Lacan sitúa precisamen- te en el fracaso de la metáfora paterna "el defecto que da su condi- ción esencial a la psicosis, con la estructura que la separa de la neurosis". En el momento de desencadenamiento de una psicosis, en el punto que se espera el Nombre-del-Padre, responde en el Otro un puro y simple agujero. La carencia del efecto metafórico instaura, allí donde normalmente ocupa su lugar la significación fálica,la hiancia de un segundo agujero. El tercer esquema, el esquema I, muestra entonces la organiza- ción del mundo de Schreber al término de su proceso psicótico. Lacan localiza allí varios elementos estructurales, y, de entrada, la regresión tópica al estadio del espejo. De este modo, la identidad de Schreber se reduce a ciertos mo- mentos de confrontación con su doble psíquico en una relación dual mortífera. Otro punto crucial: la delimitación del goce narcisista en Schre- ber. Lacan introduce el término de goce, concepto fundamental, en particular en la clínica de las psicosis. Acentúa este goce de Schreber yestido de mujer y contemplándose en el espejo. Este go- ce imaginario, cercano al del transexual, es una primera aproxi- mación a la importancia decisiva de lo que Lacan llamará más tar- de el efecto empuje-a-la-mujer y la prevalencia del goce del Otro. Habrá que esperar hasta el Seminario VII, sobre la Etica del psicoanálisis para que Lacan comience a enfatizar el goce y el obje- to bajo la forma de das Ding. 2ta En los cuatro seminarios siguientes, forja entonces el concepto de objeto 4, que señalará a menudo como su propio invento.- - E; 13¡64, Ln el Seminario XI, Los cuatro conceptos fundttm.e'x' tales del psicoandlisis, y en su artículo de los Escritos: "Posición del Inconsciente", define la dialéctica del sujeto por las dos opera- ,iorr.r lógicas de áHenación y de separación. T,a alienación es la ins- qipción áel sujeto en el lugar del Otro y el sin-sentido que ésta siempre entraña. A través ae ta separación, el sujeto se separa de la cadena significante, en disyunciÓr, att otro como discurso. En este último tiempo lógióo se desprende el objeto a,y el sujeto€ncuen- tra el deseo del óro. El Otio del deseo está marcado por la barra, principatmente a la que está ligada al falo como significante del deseo y del goce' En este punto, el sujeto confronta la falta en el otro y asimismo la falta de iignificante en el Otro, S (4), cuando constata que a su nivel no hay ."t¡.iiuución posible del sexo. En el inconsciente' el ,iglifirulte de iá mujer faita, está forcluido. Freud ya había for- mulado este hecho de estructur a, Lacat 1o explicita; "No hay rela- ción sexual". -ir.go de haber elaborado una lógica del significante, -Lacan afinará, ano tras año, una lógica del objeto a, acentuando lo real del objeto Y el loce. I En ia pri.ori., el fracaso de la metáfora paterna vuelve imposi- ble esa separación del sujeto y la extracción del objeto a' El sujeto psicótico no puede inscribirse en la función fálica, lo que p-roduce los consiguientes estragos: al no acceder a la significaciÓn fálica el psicótico no puede simbolizar y localizar el,goce gracias a la.media- i,io, del significante fálico; arriesga entonces el ser invadido por un goce no localizado, no anclarlo, no simbolizable. En la psicosis, el oLjeto a no incluye el -p de la castración ima- ginaria: funciona como puro real. En el tiempo lógico de la sepa- ración no encuentra su garante en el deseo del otro. El obieto ¿ en el psicótico no puede engancharse al deseo del otro, porque, para el btro, no fue .er qut áb¡tto de goce. En la psicosis, el objeto a tiene un estatutá Ae puro desecho, de puro real sin articulación con la castracián y el d6to del otro. En el psicótico, el objeto a no puede llegar a funcionar, como en el neurótico, como causa de deseo. Si el psicótico tiene fantasmas éstos se distinguen de l.o que ocu- rre en el neurótico en tanto el objeto a no incluye en él la castra- ción, a eso se debe la ausencia de limite y de interdicciÓn' Más aún' 2ll
  • 4. en la neurosis, el fantasma está imaginarizado, mientras que en la psicosis está realizado. Así en esos pa.sajes al acto de automutila- ción, el psicótico tiende a realizar la castración, castración que no puede ni imaginarizar ni simbolizar. En la psicosis, la forclusión hace imposible la represión inaugural en la neurosis e impide al sujeto construir un fantasma fundamental. Para el psicótico, como para todo ser hablante, hay un ser de lenguaje, Otro que preexiste al sujeto. La psicosis está fuera de dis- curso pero no fuera del lenguaje. El psicótico en su dificultad para hacer vínculo social y para plantear la relación sexual como im- posilile está fuera de discurso. El psicótico tiene que vérselas con el Otro del goce, con un Otro no tachado, no agujereado, no descont- pletado, cuyo objeto condensador de goce él es. SOBRE E L DESENCADENAMIENTO Y I,O S FENOMENO S E LEMENTA LES "Para que la psicosis se desencadene es necesario que el Nombre- del-Padre que nunca llegó en el lugar del Otro, sea llamado en él en oposición simbólica al sujeto. Es el defecto del Nombre-del-Padre en ese lugar el que, por el agujero que abre en el significado, es- boza la cascada de reordenamientos del significante de donde pro- cede el desorden creciente de lo imaginario, hasta alcanzar el nivel en que significante y significado se estabilizan en la metáfora delirante." (J. Lacan, Escritos II, pá9.262) Para que el Nombre-del-Padre sea llamado de este modo por el sujeto, basta un encuentro, de Un-padre que se sitúe como ter' cero en la relación fundada sobre la pareja imaginaria constituida por el sujeto psicótico y su otro especular, involucrado en su cam- po de agresión erotizada. El sujeto vacila entonces de ese estado poco estable que Lacan ilustra con la metáfora del taburete y, al no haber podido cncontrar hasta ese momento "su distancia ade- cuada con lo que se llama la realidad exterior", se ve confrontado con el vacío simbólico, precipitado en una catástrofe irnaginaria, "crepúsculo del mundo". Por eso se ve obligado a resPonder mediante nuevos significantes, a volver a estabilizar el mundo mediante el trabajo del delirio, a suplir como puede la carencia del Nombre-del-Padre. Son importan- tes, por esta razón, antes de que estalle la psicosis, lo que siguc designándose como los fenómenos elementales: "Los fenómcnos elementales no son más elementales que lo que subyace al conjunto de la constucción de los delirios", escribe I¿can. "Son elementa- 212 les como lo es la hoja en la que se verá el rñodo en que se imbrican e insertan las nervaduras respecto a una planta. Pero siempre está actuando la misma fuetza estructurante en el delirio, aunque se la considere en una cle sus partes o en su totalidad." Ejemplo de neologismo, en el que la significaciÓn no remite ninjunu otra significáción, donde lá significaciÓn es irreductible' ia ñalaura en simisma tiene peso, huella de 1o inefable. iu.un distinguía dos tipos de fenómenos: la intuición y la fór- mula: ..la intuiliO, dehránte, fenÓmeno pleno que tiene para el sujeto un carácter inundante" y "la roryyll que se ma.chaca con una insistencia estereotipada, ei estribillo"' Esto da posibilidad de marcar dos polos: los néologism os, demasiados llenos de significa- ción (|a lengua fundamental de Schreber); los neologismos l'4- ciadoi de significación, reteniendo sólo las cualidades formales del significante. según Lacan, entre estos dos polos se situaría principalmente el registio en el que se juega la entrada en la psicosis. ACERCA DE LA CURA DEL PSICOTICO se plantea el problema de saber si la aceptación de una demanda de análisis en un psicótico no declarado puede ser [a oportunidad de su desencadenimiento. Si no puede evitarse ese desencadena- miento, ¿se trata acaso de sustituir a un desencadenamiento crítico, iricluso cataclísmico, un desencadenamiento controlado por el dispositivo analítico, vale decir una psicosis baio trans- ferencia? r . ._L_ Cualquiera sea la respuesta, vernos ya de entrada la importancla de las entrevistas. Esto Supone en todos los casos que el encuentro con el analista no se sitúa en una relación dual, lo que implica su pasaje por el lugar del Otro. ^ ¿É.io, u p*iir de qué debe operar en primer término el analista? ¿A partir del Nombre-del-Padre? Nada es menos seguro, porque ir..itu*ente el encuentro de Un-padre interviene clásicamente en ios desencadenamientos de la psicosis' El Nombre-del-Padre es el significante que nombra al Otro como lugar de la tey; que debe distinguirse del otrg como lugar del sig- nificante, eue Lxiste para el psicético debido al hecho de que habla' El Otro dei psicótico es un vínculo sin ley. El desligamiento sig- nificante de [a metáfora delirante e incluso la emancipación aluci- Ratoria lo muestran. En lo tocante a la transferencia, tan a. menudo discutida, todo 213
  • 5. da fe de que existe en la psicosis. Pero en lugar y reempl azando a la neurosis de transferencia se desarrolla una psicosis pasional. Se la puede denominar con toda razón una erotomanía de transferen- cia. La erotomanía es la modalidad del amor de transferencia en la psicosis. En este tipo de transferencia, el psicoanalista entra, en un pri- mer tiempo, en el síntoma en forma de $. El psicótico en 4 se di- rige al analista colocado .n-[ . En segundo tiempo, este riiu. riru sr hacia unobjeto que desencadena el enamoramiento de transferencia. lo cual da a la psicosis un cierto tipo de vínculo social. El psicoana- lista ocupapara el psicótico, como para Schreber con el nombre de Flechsig, el lugar del objeto a, objeto de la erotom anía. obviamen- te es necesario actuar de modo tal como para que esto no se trans- forme en una psicosis pasional clínica, cuya única salida serÍa en- tonces el acto. En un primer tiempo pues, el psicoanalista consiente ser ese lugar del destinatario en $, sabiendo que en un segundo tiempo, un momento de viraje se producirá en que el psicótico se sitúa en S y se dirige a él en a . El analista vira hacia la posición de ciamiento del goce en ese organismo; cuyo ef-ecto será precisamen- te hacer de é1 un cuerpo en tanto que superficie de inscripciÓn en el lugar del Otro. "El primer cuerpo (de lo simbÓlico) hace el segundo al incorporarse éste a é1" (Radiofonía). iQue ocurre entonces con la cuestión de la interpretaciÓn? La interpretacién psicoanalítica clásica apunta al sujeto del signi ficante, habiendo la función fálica normalizado el efecto de signifi- cación del significante: es la metáfora paterna. La interpretaciÓn es allí efecto de significación. En la psicosis se ve claramente que no se trata de modo alguno de interpretación, incluso hacia el delirio de a dos. Se tratará más bien de una maniobra de la transferencia que apunte a[ goce. La obtención de un diseño de la metáfora delirante, reducida al estado de simple convicción delirante parece, en sí misma, un fac- tor de estabilización. Esta estabilización, algunos psicóticos la han obtenido, al menos por un tiempo, fuera del análisis (por ejemplo Schreber o Cantor). Tenemos que decir nosotros, analistas, en qué el análisis le permite al psicótico una mejor relaciÓn con esta esta- bilización espontánea... SOBRE EL SINTOMA DEL PSICOTICO El síntoma es la respuesta que el sujeto da a la cuestiÓn de saber qué es él para el Otro. Es un compromiso que suple al enigma del deseo de ese Otro. I-as preguntas a las que responde se reducen a las preguntas fundamentales que fundan las estructuras: ¿estoy muerto o vivo? óQué es una mujer? ¿Qué es un padre? Otras tan- tas preguntas que se ordenan en el neurótico en torno a un saber supuesto sobre la falta: falta en ser del sujeto y falta en el Otro. La parte de la falta que le toca al sujeto se incribe en el síntoma bajo la forma de una significación, de una metáfora: soy tal por- que el Otro lo quiere. A cada tipo de respuesta le corresponde una categoría clínica: neurosis histérica, obsesiva o fÓbica, perversiones y psicosis. La respuesta que el síntoma aporta en las psicosis no se organaa en torno a la falta que supone una simbolización, sino en torno a la forclusión. La significación ocupa el primer puesto en el sín- toma psicótico, para encubrir la ausencia de ordenamiento de la cadena significante. Se sustituye al sin-sentido, a lo insensato. Sin embargo, hay que distinguir entre la paranoia y la esquizo- frenia. Mientras que la paranoia se presenta efectivamente como s1 s2 objeto a de la erotom anía. Lo importante es que consienta dejarse colocar en esa posición en el sembhnte. Esto se hace apelando a la verbahzación, especialmente en los momentos en que se manifiesta cierta proximidad del pasaje al acto. En efecto, el goce está prohi- bido a quien habla como tal. Se constituyó así, poco a poco, una inter-dicción que hace barrera al goce y que ocupa entonces el lugar de la barrera del rombo que no existe entre $y a, debido a la forclusión. Se atempera así el goce. A partir del instante en que el psicótico se compromete en la alienación de la metonimia significante, y según la definición que T-acan da de la metonimia en Radiofonía (1967); se efectúa un giro al inconsciente que el sujeto psicótico saca de sus fondos de goce. En otros términos,la parte de goce que allí se presta se simboli- za. Hay un desplazamiento de lo real del goce a lo simbólico. En efecto, aquí reside todo el problema de saber cómo actuar con lo simbólico de la palabra sobre lo real del goce. Por este pro- ceso en que el significante se hinca en el organismo se opera un va- 214 215
  • 6. una respuesta a lo que quiere el Otro, la esquizofrenia se define por no articularse en el campo del significante, sino más bien en el del cuerpo. Mientras que los significantes se desencadenan y la significación se despliega desmesuradamente en la paranoia, el estribillo y el mutismo representan, al contrario, todo la articula- ción significante del esquizofrénico y del autista. El Otro no es enigma para ellos, se da allí en toda su inmediatez. Cuando falta el delirio, el escrito, ¿puede aún hablarse de intento de respuesta al Otro? I¿ función del síntoma es establecer uRa distancia entre el sujeto y la pregunta acerca de ese goce del Otro. Respuesta a esa pregunta, es una significación que llama a otra significación, llamado a un sujeto supuesto al saber. Tales son las funciones de poner distancia del escrito, del delirio, o incluso de la alucinación. Constituye una pantalla ante la Cosa, el núcleo real del goce del Otro. Desvían ha- cia la vertiente de la significación ese enigma enceguecedor «lel go- ce del Otro. Más vale entonces pafa el sujeto una palabra, que es la cosa misma como en la alucinación, que el abismo del silencio: si esta dinámica es activa efectivamente en la paranoia, Schreber nos la demuestra ¿está activa también en la esquizofrenia? De hecho, ¿hay acaso un síntoma en el sentido analítico en la esquizofrenia? El síntoma es pues, esencialmente, un modo de disponer en un sujeto la economía del goce. Este se ordena de manera diferente en la paranoia y en la esquizofrenia. Jacques-Alain Miller (Quarto, no l0) define esta diferencia en función de las dos vertientes: la del significante en la paranoia; la del objeto, del cuerpo, en la es- qu2ofrenia. Estas dos formas de goce son el efecto de "la herida de la representación del sujeto en la psicosis". Antes de que éste encuentre una representación en el campo de lo simbólico, está di- vidido. Jacques-Alain Miller habla de la o'esquizia" primitiva "que define un modo de goce para todo sujeto, al inicio, sujeto destina- do al "goce como tal del objeto a, sin anclale". La forclusión del significante del Nombre-del-Padre deja al sujeto esquizofrénico en las garras de ese goce, originariamente goce del Otro, no coordina- do con el significante fálico. Mientras que el sujeto no puede "ha- cer cuerpo con lo simbólico", mientras la función fálica no asuma sobre sí el hacer funcionar los órganos y unificpr su significación, "se maquiniza, supliendo así ese defecto simbólico". El esquizo- frénico es así un sujeto en esquizia con órganos sin función. Se debe significantizarlo s. Nos encontramos enfrentados en la esquizofrenia a un "enjam- 216 brel de significantes", sin anclaje en el significado' en la significa- ción fálica. significantes dispersos al igual que sus órganos' en las á;; ; abismañ los fenómenos esquizofrénicos' por el .ontruiio, el paranoico en su deseo, y por excelencia. en la metáfora ¿rrirurt., rrur. un intento de anclar ese enjambre signifi- cante en una ,igíiiü.i0". se construye ul saber externo a la metafori zaci¡n ofrecida por el Nombté-d.1-Pud", formando un Otroconmayúsculadereemplazo,enelquepuedeconcentrarse su pregunta, esencialmente una pregunta sobre su goce' Mientras que esa concentraciÓn se opera ., tu tttrrosis alrededor del signifi- cante fálico, ."-iltri.osis se lleva a cabo reemplazando en torno al .ü"iii.urte fundamental: La mujer. La _mujer aparece como res- lirrt. al enigma: ¿qué es un padre? El efecto empuje-a{a-mujer es entonces una respuesta sintomática' No logrando armonizarse en la vertiente del falo, el goce se im- pone,porotraparte,alsujetobajolaformadeunimperativosu. peryoico, un Superyó real que llega hasta manifestarse en la aluci. nación. El psicótico responde entonces por su delirio a un o'tú eres" superyoico. schreber revela a través de su escritura el esfuerzo mismo del psicótico para mantenerse en el campo del significante'.Mientras ár. -." ,.u fase ..prepsicó tica,,, como_ dice Lacan, schreber se cree .,al bord. á.f Lgu;rro", iiaáado al lugar mismo del defecto estructural del significante, construye un delirio, un campo de sig- nificacion.r, qr.".J;¿; .; el iugar-del significante forcluido' Esta significación que abunda en_ lal primerás fases de su delirio es ,.in llamado de socorro correlativo a su abandono". Este llamado se transforma poco a poco eu el delirio mismo en una tentativa de "restitución';, de "compensaciÓn"' de ese caos abierto por el llamado de un-padre. Esta primera fase da lugar a una proliferación de lo imaginário, a 1a necesidad dc rccurrir a las ..muletas i*ugi*rias", a una multitrd d. otros con minúscula' las ahnas y los "iombres hechos, lu lig..r"' .: el estallido del ego' El clelirioestáentoncesenunafaseconfusional. Luego, en una etapa intermedia de la contrucción del mundo de schreber, las significaciones se disuelven, para dejar lugar a la puesta en juego del aparato significantc cn tanto tal' Poco a poco ' N.7., En francés essoim (cnjambre) es homófono con S1' 217
  • 7. los significantes se vacían del significado y el delirio aparece como un compromiso puramente verbal. Lacan llamó a este compromiso metáfora delirante, haciendo eco así con el defecto de la metáfora paterna. A la confusión del comienzo se sustituye una estabiliza- ción en el proceso del delirio. Si el delirio se abrió con la confrontación de Schreber con la fórmula: "sería bello ser una mujer sufriendo el acoplamiento", se cierra con su identificación a la mujer de Dios. El delirio, dice Lacan, instaura "un orden del sujeto" para Schreber. Resuelve la pregunta abierta para é1 de la procreación. La metáfora delirante es ese 52 que le falta el esquizofrénico, ese Sz que determina el enjambre (S, ) de significantes en una sig- nificación fundamental. Ser la mujer de Dios es la solución encon- trada en aprés-coup al enigma abierto por el defecto del signifi- cante del Nombre-del-Padre. De ese modo, el síntoma en la psicosis sólo se entiende como un suplemento a la conmoción provocada por la forclusión. Joyce nos da otro ejemplo, diferente dado _que el desencadena- miento no se produjo. Su arte 1o preservó de é1. Tal es al menos la demostración de Lacan en su Seminario sobre el Sinthoma. El arte es para Joyce el modo de goce que suple el defecto fálico, es para Joyce lo que el falo es en la neurosis, la "conjunción del cuerpo y de la palabra". Así como el sujeto paranoico se mantiene en el lenguaje a través de su delirio, Joyce se mantiene en la pala- bra. Le es necesario para no encontrar la forclusión del Nombre- del-Padre sostener a su padre hasta hacerlo ilustre, haciendo de su nombre un nombre reconocido. Ese nombre sólo adquiere un valor tal por intermedio de su escritura que destina como enigma a los universitarios durante dos o tres siglos. Allí donde en la neurosis el padre ocupa el lugar del cuarto nu- do, del sinthoma, eue sostiene a los redondeles R.S.I., es el ego el que ocupa su lugar para Joyce, el ego sobre elque Lacan dice que se sostiene en el "artificio de escritura para restaurar la relación faltante". El ego adquiere este valor del sinthoma en este papel de sostén. Permite incluir lo imaginario que sin él se deslizaría, dejan- do libres los dos redondeles de lo real y de lo simbólico. Al mismo tiempo, el ego se repara "añadidura mal hecha en la estructura". Añadidura que es quizás, se pregunta Lacan, la raz6n de la impor- tancia del enigma en la obra joyciana. En efecto, las epifanías que cultivan el enigma inyectan en esta 2t8 obra el valor propio del sin-sentido, la claridad enceguecedora del goce que no pudo anclarse en el falo. SOBRE LA PSICOSIS DEL NIÑO No especificidad del psicoanálisis del niño en relación al psicoaná- lisis del adulto, y esto en el enfoque mismo de las psicosis: tal es una de las tesis centrales de la enseñanza del seminario de Rosine y Robert Lefort. Interrogando la estructura (goce, ¿ mintlscula, A mayúscula) encontramos lo que hace la unidad del psicoanálisis, en todo caso lo que especifica el discurso analÍtico. Se trata de interrogar la estructura del significante del Otro. De no imaginarizar las cosas, sino más bien de topologizarlas paru prescindir de todo deslizamiento psicogenético o familiarista. Subrayemos algunos puntos que surgen de la comparación entre la psicosis del niño y la del adulto. La cuestión del Otro y del a minirscula, primero. Para el psi- cótico, ya sea éste niño o adulto, el Otro es absoluto, no tachado' No es portador de significantes, tampoco es portador del a minús- cula, salvo la voz como envoltura de las palabras- El psicÓtico se refiere al Otro del lado del mandamiento: "El Otro no aparece en su intimaciÓn como con una falta, Pof el contrario, apare0e como estrictamente portador de un significante imperativo al cual el sujeto se somete." El Otro está tan presente en la psicosis que el psicótico, Pof transitivismo, busca ocupar su lugar (de allí que, dado el caso, ocupe una posición megalomaníaca). Para Roberto, niño paranoico, el goce del Otro domina. No es el goce de su cuerpo lo que está en cuestiÓn, sino más bien el goce del Otro' ,, "ortagfa a é1. El psicÓtico necesita terriblemente al otro, por eso no se trata de su asesinato en la psicosis. El-psicótico se coloca en ese lugar del a minúscula del Otro' También, en la cura del psicÓtico, será necesario en cierto sentido, invertir el a minúscula. El analista deberá volverse ¿ minúscula para que el psicótico advenga como sujeto- En lá psicosis, dicen Rosine y Robert Lefort, ($, O a) es reempla- zada por (A * a): "El a minúscula funciona en la psicosis, pero de ,nurr.i. totalmente dif'erente, y no a nivel del fantasma'" En Schreber, al igual que en Roberto, hay exterioridad del signi- ficante. En ambot, él tr.tpo está vaciado de sus contenidos, lo que hace que los objetos se transfofrnen en exteriores. Este vaciamien- 219
  • 8. to o este agujero del cuerpo que Schreber describe así: "Durante largo tiempo viví sin estómago, sin esófago..." El psicótico sólo conoce la metáfora delirante. En Roberto, es "el lobo"; en Schreber es esa mujer de Dios en la que se transfor- mará. Schreber entra en la psicosis a través de una pregunta sobre su sexo. Esta indecisión de ser hombre o mujer, es lo que plantea de entrada Roberto. Y, subrayan Rosine y Robert Lefort, "no hace la pregunta, .la vive en lo real de su cuerpo. No es una pregunta de deseo, una alternativa, es una pregunta de existencia." Tanto en el niño psicótico como en el adulto no se trata de goce fálico, ni de pulsión, ni de imagen especular. Sólo se puede hablar de lo escópico. Finalmente, acerca de lo oral: 'oEs la única clave de la psicosis". Nunca hubo a nivel oral un objeto del Otro a simbolizar y a tomar. Ahora bien, allí donde no hay simbolización del alimento en rela- ción a la madre y constitución de un objeto oral, se plantea la pre- gunta misma acerca del desencadenamiento de la psicosis. ¿Cómo se plantea la pregunta acerca de la cura del niño psicótico? La en- señanza de Lacan dedicó poca atención a las figuras parentales, debido a que tanto en las curas de niños psicóticos como en las del adulto, se trata del Nombre-del-Padre, de la estructura, de la topología del Otro con mayúscula, del estatuto de ese Otro y de su transformación, de escuchar en la cura el real en causa: el del corte. Contrariamente a la posición de M. Klein el psicoanalista debe überarse del sentido y de lo imaginario. Debe prestarse a la evolu- ción del niño, a la búsqueda de su identidad topológica, a la búts- queda de un conjunto vacío que le permitiría contarse y descontar al Otro. En lo que hace al asunto de los padres, Rosine y Robert Lefort subrayan cómo hablar de su responsabilidad es un modo de negar que el niño psicótico sea también plenamente un sujeto: "Siempre tiene que volver a encontrar en la cura su propia historicidad" (que en modo alguno es la que los padres relatan). En los delirios, decía Freud, siempre hay una parte de verdad histórica: esa es la parte que el niño debe hallar por su propia cuenta. Aunque no se trata de descuidar el abordaje del matema, Ro- sine y Robert Lefort subrayan empero la prevalencia de la topolo- gía tórica para entender todo lo tocante al cuerpo del psicótico: "El psicótico, niño o adulto, tiene un cuerpo con el que no sabe 220 qué hacer, Pero ese cuerpo funcionar Porque es tórica, ninguna inversión." tiene una estructura que sÓlo puede porque no ha sufrido ningún corte Y 22t