1. c
Hermanas Franciscanas de la
Inmaculada Concepción.
LA VIOLETA DE DIOS EN EL
JARDÍN DE JESÚS.
Oración de la Venerable Madre Humilde
a San Francisco de Asís.
Padre mío San Francisco,
hija tuya soy; hija tuya quiero ser.
La santa profesión de tu Orden amada me da el derecho de realizar mi
deseo ardiente de que, donde tu estas, quiero estar yo, trabajando por la
salvación de las almas
cuésteme lo que me costare.
¡Oh Espíritu de mi Padre San Francisco!
¡Santifícame!
¡Virtud de mi Padre San Francisco!
¡Asísteme!
¡Poder de mi Padre San Francisco!
¡Fortaléceme!
¡En la lucha contra el demonio!
¡dame el triunfo!
¡En la hora de mi muerte!
¡ampárame!
Y llévame contigo a la gloria donde vives y reinas gozando de Dios, de
su Madre Santísima, en compañía de tus hijos, por los siglos de los siglos,
Amén.
Diciembre de 2019
2. Como la violeta que se oculta entre tanto verde, o como el sol que
se esconde detrás de las nubes, así fue la Madre Humildita, de alma
grande y noble, con una mesura y fineza espiritual que la llevó a
ser fiel a las gracias que Dios derramó en ella para cumplir su
delicada misión. Ella supo transformar la injuria en atención y la
calumnia en acciones de amor fraterno, mostrando que la caridad
es paciente, es clemente e indulgente, ella predicó con su ejemplo
que la expresión más sublime de la fraternidad es la oración por
nuestros detractores.
Al igual a las violetas que perfuman un jardín, Madre Humildita
supo perfumar y derramar el buen olor a Cristo en aquello que, si
bien le produjo dolor y sufrimiento, sacaron lo mejor de su ser: su
fe, su fortaleza, su caridad, la capacidad de trascender y fluir con
la mejor de las fragancias: El perdón liberador.
Madre Humildita no solo fue una hermana servicial, infatigable en
la entrega, activa y eficaz sino también un alma orante, supo
enfocar su vida a Jesucristo, siendo la oración parte de su ser, de
su identidad y de su vida. Así como las violetas que atraen por su
aroma, Madre Humildita atrajo por sus virtudes y por su entrega
incansable e incondicional. Con el perfume de sus virtudes orientó
las almas a Dios, siendo ésta su mayor muestra de caridad, el celo
espiritual por el estado de gracia en las hermanas fue un reflejo
intenso de su caridad; imposible de no buscarla y gustar de sus
consejos y compañía. Después de una fecunda misión apostólica se
durmió en el Señor con olor a Santidad, el 17 de junio de 1970.
Lograr realizar un pequeño ramillete de violetas
es tener una hermosa ofrenda para la Eucaristía
de cada día y dar gracias a Dios por esos
regalos que Él nos hace al darnos esos seres
similares a las violetas. Las huellas de Madre
Humildita nos conducen siempre a Jesús.
3. Se caracterizó por ser de un espíritu manso y dócil, siempre abierta
a la enseñanza, al consejo y la corrección, desde joven comprendió
que la escalera al cielo se sube bajando, es así que se esmeró en
cultivar una sólida piedad desde su formación inicial.
Dejó huella a través del desempeño de su misión de Madre General
siendo muy culta y coherente entre lo que pensaba, decía y hacía.
Promovió el espíritu de obediencia para el fiel cumplimiento de la
voluntad de Dios. Se esmeró en buscar el bien de las hermanas
postergándose a ella misma, sin escatimar ningún esfuerzo ni
sacrificio; siempre encontró algún motivo para que se mirara en otra
dirección que no fuese ella, como si lo de ella fuese secundario o sin
importancia.
Su personalidad observante y metódica la llevó a poseer un orden
saludable en horarios y costumbres y, al igual que las violetas, que
nunca pierden sus hojas, Madre Humildita nunca perdió el espíritu
de servicio y flexibilidad, supo adaptarse a diferentes situaciones y
personas, incluso a las difíciles y complicadas, supo devolver bien
por mal, viviendo en comunión con Dios y los demás manteniendo
una constante y firme esperanza en la primacía de la gracia divina
al vivir el ideal de santidad.
Con su porte sereno, cauto y silencioso,
supo afrontar sabiamente la realidad
conflictiva de su tiempo, propiciando al
igual que las violetas un ambiente de paz
y serenidad. Poseía una bondad
espiritual, sensata en el juzgar, en el
obrar, en el hablar y mirar, siempre tuvo
una razón válida para brindar algo más y
mejor.
Con profundo fervor y fidelidad a Dios se
donó con todo su ser a la misión
encomendada. Fue notable en ella su
espíritu de sacrificio, su pureza de
corazón y el don de ciencia infusa.
Todas las flores creadas por Dios son hermosas; el esplendor de la
rosa y la hermosura de las azucenas, el asombro que despiertan
tantas flores bonitas no le quitan a la humilde violeta su belleza ni
su delicado perfume.
Si todas las flores quisieran ser rosas la naturaleza perdería su gala
primaveral; eso mismo sucede en el mundo de las almas, que es
el jardín de Jesús, Él ha querido crear grandes santos y santas que
se pueden comparar con las azucenas y las rosas, pero también ha
creado flores más pequeñas y éstas han de recrear los ojos de Dios
cuando miran sus pies.
LA VIOLETA ODORATA
La violeta odorata o común es una planta que
apenas se levanta del suelo, a pesar de su
pequeño tamaño es muy resistente al frío y
heladas intensas. Es una planta perenne,
siempre verde ya que nunca pierde sus hojas,
vive en bosques frescos, riberas, prados o
domesticada en algún huerto; comúnmente
crece entre hojas y hojarascas, muchas veces
escondida bajo la hierba de modo que casi no la descubrimos, sino
es porque llena de perfume su ambiente.
Si encuentra condiciones idóneas para su desarrollo puede tapizar
el terreno. Nace también en algunas zonas no cultivadas de la
huerta, próximas a las regaderas, así como también en sitios
umbrosos, en muros de cemento y grietas de piedras donde
abunda la humedad.
Se trata de una de las primeras plantas utilizadas por el hombre.
Desde antiguo se le atribuyeron múltiples propiedades medicinales
y terapéuticas, posee además diversas utilidades cosméticas y
aromáticas también posibilidades comestibles, sus flores suelen
utilizarse con fines culinarios y decorativos.
4. Es una planta bien conocida por su fragancia
floral y dulce que aromatiza un jardín
maravillosamente, su flor es pequeña y
modesta en el herbal, anuncia la llegada de
la estación primaveral. Ésta pequeña flor,
modesta y sencilla, no pasa desapercibida,
aunque florezca entre plantas y flores que
despiertan asombro por su hermosura y que
fácilmente ocultan su belleza; y aunque muchas de sus
flores se oculten entre sus mismas hojas, suele transferir una
sensación de paz y serenidad.
Es una flor con un magnífico aroma que deja en la mano de quien la
corta, pero ya solo por su belleza, merece un pequeño rincón en el
jardín.
CAMINO DE SANTIDAD
El camino de santidad de Madre
Humildita está muy vinculado a ésta
planta y las características de su
flor. Es símbolo de las virtudes
humildad y modestia por ser una
sencilla florecita que carece de
ostentación y de muy poca
apariencia; es discreta y no hace
aspaviento de su belleza ni de su
característico aroma; sostenida en
un frágil y pequeño tallo se inclina
ligeramente hacia el suelo como en
profunda reverencia. Todo en ella
es un delicado canto a la humildad y
modestia. Generalmente lo primero
que se descubre es su perfume dulzón y delicado que deja
impregnado en el talón de quien la ha pisado, es entonces, cuando
no se puede evitar pensar en esos seres que son como ellas.
Madre Humildita se distinguió por ser discreta como la violeta, no
destacó por su aspecto exterior, desarrolló sus dones sin hacer
alarde de ellos, siempre fue sencilla y moderada, y a pesar de
asumir cargos de gran responsabilidad no buscó la popularidad ni
ser el centro de atención, ni dudó en brindar con total desinterés
lo mejor de ella misma. Ella tenía algo que le impidió pasar
desapercibida: humildad.
ESPIRITUALIDAD
Madre Humildita nació el 17 de marzo de 1895,
fue la hija mayor de tres hermanos, ingresó a la
Congregación de Hermanas Franciscanas de la
Inmaculada Concepción en 1912 a los 16 años
de edad. Fue electa Superiora General a los 27
años de edad por su notable don de gobierno y
caridad; y a medida que desarrollaba sus
virtudes, aumentaba su capacidad de dominio
propio y sacrificio, no solo en un grado
humanamente razonable, sino en la gracia que el
Espíritu Santo le inspiraba, ella escribió a sus hermanas en 1946
que ofrecía su vida a Dios por la paz:
“! ¡Oh hermanas mías! ¿Que diera yo
por la paz entre mis hermanas? No
soy digna, pero si Dios quisiera
aceptar estoy dispuesta a dar la vida.
Por amor a la paz se debe dar hasta
la vida, cuanto más se debe dar todo
"yo", todo lo material… Pues repito,
por la Paz estoy dispuesta a dar la
vida, siendo servido Dios
aceptármela”.