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Sobre la teor´ de la relatividad
             ıa

                        Albert Einstein
                Escaneado por C. Alado
Pr´logo
  o




    El presente librito pretende dar una idea lo m´s exacta posible de la
                                                       a
teor´ de la relatividad, pensando en aquellos que, sin dominar el aparato
     ıa
matem´tico de la f´
        a            ısica te´rica, tienen inter´s en la teor´ desde el punto
                              o                  e             ıa
de vista cient´ ıfico o filos´fico general. La lectura exige una formaci´n de
                            o                                               o
bachillerato aproximadamente y —pese a la brevedad del librito— no poca
paciencia y voluntad por parte del lector. El autor ha puesto todo su empe˜o   n
en resaltar con la m´xima claridad y sencillez las ideas principales, respetando
                     a
por lo general el orden y el contexto en que realmente surgieron. En aras de
la claridad me pareci´ inevitable repetirme a menudo, sin reparar lo m´s
                        o                                                      a
m´ınimo en la elegancia expositiva; me atuve obstinadamente al precepto del
genial te´rico L. Boltzmann, de dejar la elegancia para los sastres y zapateros.
          o
Las dificultades que radican en la teor´ propiamente dicha creo no hab´rselas
                                        ıa                                 e
ocultado al lector, mientras que las bases f´ısicas emp´ıricas de la teor´ las he
                                                                         ıa
tratado deliberadamente con cierta negligencia, para que al lector alejado de
la f´
    ısica no le ocurra lo que al caminante, a quien los ´rboles no le dejan ver
                                                         a
el bosque. Espero que el librito depare a m´s de uno algunas horas de alegre
                                              a
entretenimiento.

   Diciembre de 1916.                                            A. EINSTEIN




                                       1
Sobre la teor´ de la relatividad especial
             ıa


1. El contenido f´
                 ısico de los teoremas geom´tricos
                                           e
    Seguro que tambi´n t´, querido lector, entablaste de ni˜o conocimiento
                        e u                                   n
con el soberbio edificio de la Geometr´ de Euclides y recuerdas, quiz´ con
                                        ıa                                 a
m´s respeto que amor, la imponente construcci´n por cuyas altas escalinatas
  a                                              o
te pasearon durante horas sin cuento los meticulosos profesores de la asigna-
tura. Y seguro que, en virtud de ese tu pasado, castigar´ con el desprecio
                                                          ıas
a cualquiera que declarase falso incluso el m´s rec´ndito teoremita de esta
                                               a     o
ciencia. Pero es muy posible que este sentimiento de orgullosa seguridad te
abandonara de inmediato si alguien te preguntara: “¿Qu´ entiendes t´ al
                                                             e               u
afirmar que estos teoremas son verdaderos?”. Deteng´monos un rato en esta
                                                       a
cuesti´n.
      o
    La Geometr´ parte de ciertos conceptos b´sicos, como el de plano, pun-
                   ıa                           a
to, recta, a los que estamos en condiciones de asociar representaciones m´s oa
menos claras, as´ como de ciertas proposiciones simples (axiomas) que, sobre
                    ı
la base de aquellas representaciones, nos inclinamos a dar por “verdaderas”.
Todos los dem´s teoremas son entonces referidos a aquellos axiomas (es decir,
                 a
son demostrados) sobre la base de un m´todo l´gico cuya justificaci´n nos
                                           e       o                     o
sentimos obligados a reconocer. Un teorema es correcto, o “verdadero”, cuan-
do se deriva de los axiomas a trav´s de ese m´todo reconocido. La cuesti´n
                                      e         e                              o
de la “verdad” de los distintos teoremas geom´tricos remite, pues, a la de la
                                                e
“verdad” de los axiomas. Sin embargo, se sabe desde hace mucho que esta
ultima cuesti´n no s´lo no es resoluble con los m´todos de la Geometr´ sino
´              o      o                            e                    ıa,
que ni siquiera tiene sentido en s´ No se puede preguntar si es verdad o no
                                   ı.
                                           ´
que por dos puntos s´lo pasa una recta. Unicamente cabe decir que la Geo-
                       o
metr´ eucl´
     ıa     ıdea trata de figuras a las que llama “rectas” y a las cuales asigna
la propiedad de quedar un´   ıvocamente determinadas por dos de sus puntos.
El concepto de “verdadero” no se aplica a las proposiciones de la Geometr´      ıa
pura, porque con la palabra “verdadero” solemos designar siempre, en ultima
                                                                         ´
instancia, la coincidencia con un objeto “real”; la Geometr´ sin embargo,
                                                               ıa,
no se ocupa de la relaci´n de sus conceptos con los objetos de la experiencia,
                         o
sino s´lo de la relaci´n l´gica que guardan estos conceptos entre s´
      o               o o                                           ı.


                                        2
3


    El que, a pesar de todo, nos sintamos inclinados a calificar de “verdaderos”
los teoremas de la Geometr´ tiene f´cil explicaci´n. Los conceptos geom´tri-
                              ıa        a             o                         e
cos se corresponden m´s o menos exactamente con objetos en la naturaleza,
                        a
que son, sin ning´n g´nero de dudas, la unica causa de su formaci´n. Aunque
                   u e                       ´                         o
la Geometr´ se distancie de esto para dar a su edificio el m´ximo rigor l´gi-
             ıa                                                    a             o
co, lo cierto es que la costumbre, por ejemplo, de ver un segmento como dos
lugares marcados en un cuerpo pr´cticamente r´
                                       a               ıgido est´ muy afincada en
                                                                a
nuestros h´bitos de pensamiento. Y tambi´n estamos acostumbrados a per-
            a                                   e
cibir tres lugares como situados sobre una recta cuando, mediante adecuada
elecci´n del punto de observaci´n, podemos hacer coincidir sus im´genes al
       o                           o                                      a
mirar con un solo ojo.
    Si, dej´ndonos llevar por los h´bitos de pensamiento, a˜adimos ahora a
           a                          a                            n
los teoremas de la Geometr´ eucl´
                              ıa     ıdea un unico teorema m´s, el de que a dos
                                               ´                 a
puntos de un cuerpo pr´cticamente r´
                          a               ıgido les corresponde siempre la misma
distancia (segmento), independientemente de las variaciones de posici´n a      o
que sometamos el cuerpo, entonces los teoremas de la Geometr´ eucl´  ıa      ıdea se
convierten en teoremas referentes a las posibles posiciones relativas de cuer-
pos pr´cticamente r´
        a            ıgidos1 . La Geometr´ as´ ampliada hay que contemplarla
                                             ıa ı
como una rama de la f´  ısica. Ahora s´ cabe preguntarse por la “verdad” de los
                                        ı
teoremas geom´tricos as´ interpretados, porque es posible preguntar si son
                 e          ı
v´lidos o no para aquellos objetos reales que hemos asignado a los conceptos
 a
geom´tricos. Aunque con cierta imprecisi´n, podemos decir, pues, que por
       e                                       o
“verdad” de un teorema geom´trico entendemos en este sentido su validez en
                                 e
una construcci´n con regla y comp´s.
                o                      a
    Naturalmente, la convicci´n de que los teoremas geom´tricos son “ver-
                                 o                                 e
daderos” en este sentido descansa exclusivamente en experiencias harto in-
completas. De entrada daremos por supuesta esa verdad de los teoremas
geom´tricos, para luego, en la ultima parte de la exposici´n (la teor´ de la
       e                           ´                             o          ıa
relatividad general), ver que esa verdad tiene sus l´      ımites y precisar cu´les
                                                                                a
son ´stos.
     e

2. El sistema de coordenadas
    Bas´ndonos en la interpretaci´n f´
       a                         o ısica de la distancia que acabamos de
se˜alar estamos tambi´n en condiciones de determinar la distancia entre dos
  n                  e
puntos de un cuerpo r´
                     ıgido por medio de mediciones. Para ello necesitamos
   1
     De esta manera se le asigna tambi´n a la l´
                                       e        ınea recta un objeto de la naturaleza. Tres
puntos de un cuerpo r´ıgido A, B, C se hallan situados sobre una l´
                                                                  ınea recta cuando, dados
los puntos A y C, el punto B est´ elegido de tal manera que la suma de las distancia AB
                                 a
y BC es lo m´s peque˜a posible. Esta definici´n, defectuosa desde luego, puede bastar en
              a       n                        o
este contexto.
4


un segmento (regla S) que podamos utilizar de una vez para siempre y que
sirva de escala unidad. Si A y B son dos puntos de un cuerpo r´   ıgido, su recta
de uni´n es entonces construible seg´n las leyes de la Geometr´ sobre esta
       o                              u                            ıa;
recta de uni´n, y a partir de A, llevamos el segmento S tantas veces como sea
             o
necesario para llegar a B. El n´mero de repeticiones de esta operaci´n es la
                                 u                                       o
medida del segmento AB. Sobre esto descansa toda medici´n de longitudes2 .
                                                             o
    Cualquier descripci´n espacial del lugar de un suceso o de un objeto
                         o
consiste en especificar el punto de un cuerpo r´ ıgido (cuerpo de referencia) con
el cual coincide el suceso, y esto vale no s´lo para la descripci´n cient´
                                             o                      o       ıfica,
sino tambi´n para la vida cotidiana. Si analizo la especificaci´n de lugar
            e                                                        o
“en Berl´ en la Plaza de Potsdam”, veo que significa lo siguiente. El suelo
         ın,
terrestre es el cuerpo r´
                        ıgido al que se refiere la especificaci´n de lugar; sobre
                                                             o
´l, “Plaza de Potsdam en Berl´ es un punto marcado, provisto de nombre,
e                               ın”
con el cual coincide espacialmente el suceso 3 .
    Este primitivo modo de localizaci´n s´lo atiende a lugares situados en la
                                       o o
superficie de cuerpos r´ ıgidos y depende de la existencia de puntos distingui-
bles sobre aqu´lla. Veamos c´mo el ingenio humano se libera de estas dos
                e              o
limitaciones sin que la esencia del m´todo de localizaci´n sufra modificaci´n
                                      e                   o                    o
alguna. Si sobre la Plaza de Potsdam flota por ejemplo una nube, su posici´n,  o
referida a la superficie terrestre, cabr´ fijarla sin m´s que erigir en la plaza
                                        a              a
un m´stil vertical que llegue hasta la nube. La longitud del m´stil medida
      a                                                             a
con la regla unidad, junto con la especificaci´n del lugar que ocupa el pie
                                                 o
del m´stil, constituyen entonces una localizaci´n completa. El ejemplo nos
      a                                            o
muestra de qu´ manera se fue refinando el concepto de lugar:
                e

       a) Se prolonga el cuerpo r´
                                 ıgido al que se refiere la localizaci´n, de modo
                                                                     o
          que el cuerpo r´
                         ıgido ampliado llegue hasta el objeto a localizar.

    b) Para la caracterizaci´n del lugar se utilizan n´meros, y no la nomen-
                            o                         u
       clatura de puntos notables (en el caso anterior, la longitud del m´stil
                                                                         a
       medida con la regla).

       c) Se sigue hablando de la altura de la nube aun cuando no se erija un
          m´stil que llegue hasta ella. En nuestro caso, se determina —mediante
            a
          fotograf´ de la nube desde diversos puntos del suelo y teniendo en
                  ıas
   2
     Se ha supuesto, sin embargo, que la medici´n es exacta, es decir, que da un n´mero en-
                                               o                                  u
tero. De esta dificultad se deshace uno empleando escalas subdivididas, cuya introducci´n o
no exige ning´n m´todo fundamentalmente nuevo.
              u    e
   3
     No es preciso entrar aqu´ con m´s detenimiento en el significado de “coincidencia
                              ı        a
espacial”, pues este concepto es claro en la medida en que, en un caso real, apenas habr´ ıa
divisi´n de opiniones en torno a su validez
      o
5


       cuenta las propiedades de propagaci´n de la luz— qu´ longitud habr´
                                            o             e              ıa
       que dar al m´stil para llegar a la nube.
                    a

    De estas consideraciones se echa de ver que para la descripci´n de lugares
                                                                      o
es ventajoso independizarse de la existencia de puntos notables, provistos de
nombres y situados sobre el cuerpo r´     ıgido al que se refiere la localizaci´n, y
                                                                               o
utilizar en lugar de ello n´meros. La f´
                            u              ısica experimental cubre este objetivo
empleando el sistema de coordenadas cartesianas.
    Este sistema consta de tres paredes r´   ıgidas, planas, perpendiculares entre
s´ y ligadas a un cuerpo r´
 ı                             ıgido. El lugar de cualquier suceso, referido al
sistema de coordenadas, viene descrito (en esencia) por la especificaci´n de   o
la longitud de las tres verticales o coordenadas (x, y, z)(cf. Fig. 2, p. ) que
pueden trazarse desde el suceso hasta esas tres paredes. Las longitudes de
estas tres perpendiculares pueden determinarse mediante una sucesi´n de       o
manipulaciones con reglas r´   ıgidas, manipulaciones que vienen prescritas por
las leyes y m´todos de la Geometr´ euclidiana.
              e                        ıa
    En las aplicaciones no suelen construirse realmente esas paredes r´       ıgidas
que forman el sistema de coordenadas; y las coordenadas tampoco se deter-
minan realmente por medio de construcciones con reglas r´      ıgidas, sino indirec-
tamente. Pero el sentido f´ ısico de las localizaciones debe buscarse siempre en
concordancia con las consideraciones anteriores, so pena de que los resultados
       ısica y la astronom´ se diluyan en la falta de claridad4 .
de la f´                    ıa
    La conclusi´n es, por tanto, la siguiente: toda descripci´n espacial de
                 o                                                  o
sucesos se sirve de un cuerpo r´   ıgido al que hay que referirlos espacialmente.
Esa referencia presupone que los “segmentos” se rigen por las leyes de la
Geometr´ eucl´
          ıa     ıdea, viniendo representados f´  ısicamente por dos marcas sobre
un cuerpo r´ ıgido.

3. Espacio y tiempo en la Mec´nica cl´sica
                             a       a
    Si formulo el objetivo de la Mec´nica diciendo que “la Mec´nica debe
                                     a                             a
describir c´mo var´ con el tiempo la posici´n de los cuerpos en el espacio”,
           o       ıa                        o
sin a˜adir grandes reservas y prolijas explicaciones, cargar´ sobre mi con-
     n                                                        ıa
ciencia algunos pecados capitales contra el sagrado esp´ ıritu de la claridad.
Indiquemos antes que nada estos pecados.
    No est´ claro qu´ debe entenderse aqu´ por “posici´n” y “espacio”. Su-
           a          e                    ı            o
pongamos que estoy asomado a la ventanilla de un vag´n de ferrocarril que
                                                        o
lleva una marcha uniforme, y dejo caer una piedra a la v´ sin darle ning´n
                                                          ıa,              u
impulso. Entonces veo (prescindiendo de la influencia de la resistencia del
   4
     No es sino en la teor´ de la relatividad general, estudiada en la segunda parte del
                          ıa
libro, donde se hace necesario afinar y modificar esta concepci´n.
                                                              o
6


aire) que la piedra cae en l´ ınea recta. Un peat´n que asista a la fechor´ des-
                                                    o                         ıa
de el terrapl´n observa que la piedra cae a tierra seg´n un arco de par´bola.
              e                                             u                  a
Yo pregunto ahora: las “posiciones” que recorre la piedra ¿est´n “realmente”
                                                                    a
sobre una recta o sobre una par´bola? Por otro lado, ¿qu´ significa aqu´ mo-
                                    a                          e                ı
vimiento en el “espacio”? La respuesta es evidente despu´s de lo dicho en
                                                                 e
§2. Dejemos de momento a un lado la oscura palabra “espacio”, que, pa-
ra ser sinceros, no nos dice absolutamente nada; en lugar de ella ponemos
“movimiento respecto a un cuerpo de referencia pr´cticamente r´
                                                           a            ıgido”. Las
posiciones con relaci´n al cuerpo de referencia (vag´n del tren o v´
                       o                                    o              ıas) han
sido ya definidas expl´  ıcitamente en el ep´ıgrafe anterior. Introduciendo en lu-
gar de “cuerpo de referencia” el concepto de “sistema de coordenadas”, que
es util para la descripci´n matem´tica, podemos decir: la piedra describe,
   ´                        o          a
con relaci´n a un sistema de coordenadas r´
           o                                      ıgidamente unido al vag´n, una
                                                                            o
recta; con relaci´n a un sistema de coordenadas r´
                  o                                    ıgidamente ligado a las v´ ıas,
una par´bola. En este ejemplo se ve claramente que en rigor no existe una
         a
trayectoria5 , sino s´lo una trayectoria con relaci´n a un cuerpo de referencia
                     o                                o
determinado.
    Ahora bien, la descripci´n completa del movimiento no se obtiene sino
                                o
al especificar c´mo var´ la posici´n del cuerpo con el tiempo, o lo que es lo
                 o        ıa          o
mismo, para cada punto de la trayectoria hay que indicar en qu´ momento se
                                                                      e
encuentra all´ el cuerpo. Estos datos hay que completarlos con una definici´n
               ı                                                                   o
del tiempo en virtud de la cual podamos considerar estos valores tempora-
les como magnitudes esencialmente observables (resultados de mediciones).
Nosotros, sobre el suelo de la Mec´nica cl´sica, satisfacemos esta condici´n
                                       a      a                                    o
—con relaci´n al ejemplo anterior— de la siguiente manera. Imaginemos dos
             o
relojes exactamente iguales; uno de ellos lo tiene el hombre en la ventanilla
del vag´n de tren; el otro, el hombre que est´ de pie en el terrapl´n. Cada uno
        o                                      a                      e
de ellos verifica en qu´ lugar del correspondiente cuerpo de referencia se en-
                        e
cuentra la piedra en cada instante marcado por el reloj que tiene en la mano.
Nos abstenemos de entrar aqu´ en la imprecisi´n introducida por el car´cter
                                  ı                 o                           a
finito de la velocidad de propagaci´n de la luz. Sobre este extremo, y sobre
                                        o
una segunda dificultad que se presenta aqu´ hablaremos detenidamente m´s
                                               ı,                                   a
adelante.

4. El sistema de coordenadas de Galileo
   Como es sabido, la ley fundamental de la Mec´nica de Galileo y Newton,
                                                    a
conocida por la ley de inercia, dice: un cuerpo suficientemente alejado de otros
cuerpos persiste en su estado de reposo o de movimiento rectil´ ıneo uniforme.
  5
      Es decir, una curva a lo largo de la cual se mueve el cuerpo.
7


Este principio se pronuncia no s´lo sobre el movimiento de los cuerpos, sino
                                    o
tambi´n sobre qu´ cuerpos de referencia o sistemas de coordenadas son per-
       e           e
misibles en la Mec´nica y pueden utilizarse en las descripciones mec´nicas.
                     a                                                     a
Algunos de los cuerpos a los que sin duda cabe aplicar con gran aproximaci´n   o
la ley de inercia son las estrellas fijas. Ahora bien, si utilizamos un sistema de
coordenadas solidario con la Tierra, cada estrella fija describe, con relaci´n a
                                                                             o
´l y a lo largo de un d´ (astron´mico), una circunferencia de radio enorme,
e                        ıa         o
en contradicci´n con el enunciado de la ley de inercia. As´ pues, si uno se
                o                                                ı
atiene a esta ley, entonces los movimientos s´lo cabe referirlos a sistemas
                                                  o
de coordenadas con relaci´n a los cuales las estrellas fijas no ejecutan mo-
                             o
vimientos circulares. Un sistema de coordenadas cuyo estado de movimiento
es tal que con relaci´n a ´l es v´lida la ley de inercia lo llamamos “sistema
                       o    e       a
de coordenadas de Galileo”. Las leyes de la Mec´nica de Galileo-Newton s´lo
                                                   a                           o
tienen validez para sistemas de coordenadas de Galileo.

5. El principio de la relatividad (en sentido restringido)
    Para conseguir la mayor claridad posible, volvamos al ejemplo del vag´n   o
de tren que lleva una marcha uniforme. Su movimiento decimos que es una
traslaci´n uniforme (“uniforme”, porque es de velocidad y direcci´n constan-
        o                                                           o
tes; “traslaci´n”, porque aunque la posici´n del vag´n var´ con respecto a la
              o                            o          o     ıa
v´ no ejecuta ning´n giro). Supongamos que por los aires vuela un cuervo
 ıa,                    u
en l´ınea recta y uniformemente (respecto a la v´ No hay duda de que el
                                                   ıa).
movimiento del cuervo es —respecto al vag´n en marcha— un movimiento
                                               o
de distinta velocidad y diferente direcci´n, pero sigue siendo rectil´
                                         o                           ıneo y uni-
forme. Expresado de modo abstracto: si una masa m se mueve en l´      ınea recta
y uniformemente respecto a un sistema de coordenadas K, entonces tambi´n      e
se mueve en l´  ınea recta y uniformemente respecto a un segundo sistema de
coordenadas K , siempre que ´ste ejecute respecto a K un movimiento de
                                 e
traslaci´n uniforme. Teniendo en cuenta lo dicho en el p´rrafo anterior, se
        o                                                    a
desprende de aqu´ lo siguiente:
                    ı
    Si K es un sistema de coordenadas de Galileo, entonces tambi´n lo ese
cualquier otro sistema de coordenadas K que respecto a K se halle en un
estado de traslaci´n uniforme. Las leyes de la Mec´nica de Galileo-Newton
                    o                                 a
valen tanto respecto a K como respecto a K.
    Demos un paso m´s en la generalizaci´n y enunciemos el siguiente prin-
                          a                 o
cipio: Si K es un sistema de coordenadas que se mueve uniformemente y
sin rotaci´n respecto a K, entonces los fen´menos naturales transcurren con
           o                                 o
respecto a K seg´n id´nticas leyes generales que con respecto a K. Esta
                      u     e
proposici´n es lo que llamaremos el “principio de relatividad” (en sentido
          o
restringido).
8


    Mientras se mantuvo la creencia de que todos los fen´menos naturales se
                                                            o
pod´ representar con ayuda de la Mec´nica cl´sica, no se pod´ dudar de la
     ıan                                  a       a                 ıa
validez de este principio de relatividad. Sin embargo, los recientes adelantos
                  a               ´
de la Electrodin´mica y de la Optica hicieron ver cada vez m´s claramente
                                                                    a
que la Mec´nica cl´sica, como base de toda descripci´n f´
             a      a                                     o ısica de la natura-
leza, no era suficiente. La cuesti´n de la validez del principio de relatividad
                                    o
se torn´ as´ perfectamente discutible, sin excluir la posibilidad de que la so-
         o ı
luci´n fuese en sentido negativo. Existen, con todo, dos hechos generales que
     o
de entrada hablan muy a favor de la validez del principio de relatividad. En
efecto, aunque la Mec´nica cl´sica no proporciona una base suficientemente
                        a       a
ancha para representar te´ricamente todos los fen´menos f´
                            o                          o        ısicos, tiene que
poseer un contenido de verdad muy importante, pues da con admirable preci-
si´n los movimientos reales de los cuerpos celestes. De ah´ que en el campo de
  o                                                         ı
la Mec´nica tenga que ser v´lido con gran exactitud el principio de relativi-
        a                     a
dad. Y que un principio de generalidad tan grande y que es v´lido, con tanta
                                                                 a
exactitud, en un determinado campo de fen´menos fracase en otro campo es,
                                              o
a priori, poco probable.
    El segundo argumento, sobre el que volveremos m´s adelante, es el si-
                                                           a
guiente. Si el principio de relatividad (en sentido restringido) no es v´lido,
                                                                            a
entonces los sistemas de coordenadas de Galileo K, K , K , etc., que se mue-
ven uniformemente unos respecto a los otros, no ser´n equivalentes para la
                                                         a
descripci´n de los fen´menos naturales. En ese caso no tendr´
           o            o                                          ıamos m´s re-
                                                                            a
medio que pensar que las leyes de la naturaleza s´lo pueden formularse con
                                                     o
especial sencillez y naturalidad si de entre todos los sistemas de coordena-
das de Galileo eligi´semos como cuerpo de referencia uno (K0 ) que tuviera
                     e
un estado de movimiento determinado. A ´ste lo calificar´
                                             e                ıamos, y con raz´n o
(por sus ventajas para la descripci´n de la naturaleza), de “absolutamente
                                      o
en reposo”, mientras que de los dem´s sistemas galileanos K dir´
                                        a                              ıamos que
son “m´viles”. Si la v´ fuese el sistema K0 , pongamos por caso, entonces
         o               ıa
nuestro vag´n de ferrocarril ser´ un sistema K respecto al cual regir´ le-
             o                     ıa                                      ıan
yes menos sencillas que respecto a K0 . Esta menor simplicidad habr´ que   ıa
atribuirla a que el vag´n K se mueve respecto a K0 (es decir, “realmente”).
                        o
En estas leyes generales de la naturaleza formuladas respecto a K tendr´        ıan
que desempe˜ar un papel el m´dulo y la direcci´n de la velocidad del vag´n.
               n                 o                 o                            o
Ser´ de esperar, por ejemplo, que el tono de un tubo de ´rgano fuese distinto
    ıa                                                     o
cuando su eje fuese paralelo a la direcci´n de marcha que cuando estuviese
                                           o
perpendicular. Ahora bien, la Tierra, debido a su movimiento orbital alrede-
dor del Sol, es equiparable a un vag´n que viajara a unos 30 km por segundo.
                                      o
Por consiguiente, caso de no ser v´lido el principio de relatividad, ser´ de
                                      a                                      ıa
esperar que la direcci´n instant´nea del movimiento terrestre interviniera en
                       o          a
las leyes de la naturaleza y que, por lo tanto, el comportamiento de los siste-
9


mas f´ısicos dependiera de su orientaci´n espacial respecto a la Tierra; porque,
                                       o
como la velocidad del movimiento de rotaci´n terrestre var´ de direcci´n en
                                              o                ıa          o
el transcurso del a˜o, la Tierra no puede estar todo el a˜o en reposo res-
                    n                                          n
pecto al hipot´tico sistema K0 . Pese al esmero que se ha puesto en detectar
               e
una tal anisotrop´ del espacio f´
                  ıa              ısico terrestre, es decir, una no equivalencia
de las distintas direcciones, jam´s ha podido ser observada. Lo cual es un
                                   a
argumento de peso a favor del principio de la relatividad.

6. El teorema de adici´n de velocidades seg´ n la Mec´nica cl´sica
                      o                    u         a       a
    Supongamos que nuestro tan tra´ y llevado vag´n de ferrocarril viaja
                                       ıdo             o
con velocidad constante v por la l´
                                  ınea, e imaginemos que por su interior cami-
na un hombre en la direcci´n de marcha con velocidad w. ¿Con qu´ velocidad
                          o                                        e
W avanza el hombre respecto a la v´ al caminar? La unica respuesta posible
                                     ıa               ´
parece desprenderse de la siguiente consideraci´n:
                                                o
    Si el hombre se quedara parado durante un segundo, avanzar´ respecto
                                                                  ıa,
a la v´ un trecho v igual a la velocidad del vag´n. Pero en ese segundo
       ıa,                                          o
recorre adem´s, respecto al vag´n, y por tanto tambi´n respecto a la v´
             a                    o                      e                 ıa,
un trecho w igual a la velocidad con que camina. Por consiguiente, en ese
segundo avanza en total el trecho

                                  W =v+w

respecto a la v´ M´s adelante veremos que este razonamiento, que expresa el
               ıa. a
teorema de adici´n de velocidades seg´n la Mec´nica cl´sica, es insostenible
                  o                  u         a      a
y que la ley que acabamos de escribir no es v´lida en realidad. Pero entre
                                              a
tanto edificaremos sobre su validez.

7. La aparente incompatibilidad de la ley de propagaci´n de la luz
                                                      o
con el principio de la relatividad
    Apenas hay en la f´ ısica una ley m´s sencilla que la de propagaci´n de
                                         a                                o
la luz en el espacio vac´ Cualquier escolar sabe (o cree saber) que esta
                          ıo.
propagaci´n se produce en l´
          o                    ınea recta con una velocidad de c = 300,000
km/s. En cualquier caso, sabemos con gran exactitud que esta velocidad es
la misma para todos los colores, porque si no fuera as´ el m´
                                                        ı,     ınimo de emisi´n
                                                                             o
en el eclipse de una estrella fija por su compa˜era oscura no se observar´
                                                  n                           ıa
simult´neamente para los diversos colores. A trav´s de un razonamiento si-
      a                                             e
milar, relativo a observaciones de las estrellas dobles, el astr´nomo holand´s
                                                                o            e
De Sitter consigui´ tambi´n demostrar que la velocidad de propagaci´n de la
                   o       e                                            o
luz no puede depender de la velocidad del movimiento del cuerpo emisor. La
10


hip´tesis de que esta velocidad de propagaci´n depende de la direcci´n “en
    o                                            o                          o
el espacio” es de suyo improbable.
    Supongamos, en resumen, que el escolar cree justificadamente en la sen-
cilla ley de la constancia de la velocidad de la luz c (en el vac´ ¿Qui´n dir´
                                                                  ıo).     e      ıa
que esta ley tan simple ha sumido a los f´  ısicos m´s concienzudos en grand´
                                                      a                         ısi-
mas dificultades conceptuales? Los problemas surgen del modo siguiente.
    Como es natural, el proceso de la propagaci´n de la luz, como cualquier
                                                     o
otro, hay que referirlo a un cuerpo de referencia r´    ıgido (sistema de coorde-
nadas). Volvemos a elegir como tal las v´ del tren e imaginamos que el aire
                                           ıas
que hab´ por encima de ellas lo hemos eliminado por bombeo. Supongamos
          ıa
que a lo largo del terrapl´n se emite un rayo de luz cuyo v´rtice, seg´n lo
                            e                                      e          u
anterior, se propaga con la velocidad c respecto a aqu´l. Nuestro vag´n de
                                                             e               o
ferrocarril sigue viajando con la velocidad v, en la misma direcci´n en que se
                                                                       o
propaga el rayo de luz, pero naturalmente mucho m´s despacio. Lo que nos
                                                          a
interesa averiguar es la velocidad de propagaci´n del rayo de luz respecto al
                                                    o
vag´n. Es f´cil ver que el razonamiento del ep´
    o        a                                     ıgrafe anterior tiene aqu´ apli-
                                                                             ı
caci´n, pues el hombre que corre con respecto al vag´n desempe˜a el papel
     o                                                     o            n
del rayo de luz. En lugar de su velocidad W respecto al terrapl´n aparecee
aqu´ la velocidad de la luz respecto a ´ste; la velocidad w que buscamos, la
     ı                                   e
de la luz respecto al vag´n, es por tanto igual a:
                          o

                                    w =c−v

    As´ pues, la velocidad de propagaci´n del rayo de luz respecto al vag´n
        ı                                  o                                  o
resulta ser menor que c.
    Ahora bien, este resultado atenta contra el principio de la relatividad
expuesto en §5, porque, seg´n este principio, la ley de propagaci´n de la
                               u                                       o
luz en el vac´ como cualquier otra ley general de la naturaleza, deber´ ser
               ıo,                                                         ıa
la misma si tomamos el vag´n como cuerpo de referencia que si elegimos
                                o
las v´ lo cual parece imposible seg´n nuestro razonamiento. Si cualquier
      ıas,                              u
rayo de luz se propaga respecto al terrapl´n con la velocidad c, la ley de
                                                e
propagaci´n respecto al vag´n parece que tiene que ser, por eso mismo, otra
            o                 o
distinta. . . en contradicci´n con el principio de relatividad.
                            o
    A la vista del dilema parece ineludible abandonar, o bien el principio de
relatividad, o bien la sencilla ley de la propagaci´n de la luz en el vac´
                                                       o                      ıo.
El lector que haya seguido atentamente las consideraciones anteriores espe-
rar´ seguramente que sea el principio de relatividad —que por su naturalidad
   a
y sencillez se impone a la mente como algo casi ineludible— el que se man-
tenga en pie, sustituyendo en cambio la ley de la propagaci´n de la luz en el
                                                               o
vac´ por una ley m´s complicada y compatible con el principio de relativi-
    ıo                a
dad. Sin embargo, la evoluci´n de la f´
                               o         ısica te´rica demostr´ que este camino
                                                  o           o
11


era impracticable. Las innovadoras investigaciones te´ricas de H. A. Lorentz
                                                           o
sobre los procesos electrodin´micos y ´pticos en cuerpos m´viles demostra-
                               a          o                     o
ron que las experiencias en estos campos conducen con necesidad imperiosa
a una teor´ de los procesos electromagn´ticos que tiene como consecuencia
            ıa                              e
irrefutable la ley de la constancia de la luz en el vac´ Por eso, los te´ricos de
                                                        ıo.              o
vanguardia se inclinaron m´s bien por prescindir del principio de relatividad,
                             a
pese a no poder hallar ni un solo hecho experimental que lo contradijera.
    Aqu´ es donde entr´ la teor´ de la relatividad. Mediante un an´lisis de
         ı                o       ıa                                      a
los conceptos de espacio y tiempo se vio que en realidad no exist´ ninguna
                                                                      ıa
incompatibilidad entre el principio de la relatividad y la ley de propagaci´n de
                                                                            o
la luz, sino que, ateni´ndose uno sistem´ticamente a estas dos leyes, se llegaba
                       e                 a
a una teor´ l´gicamente impecable. Esta teor´ que para diferenciarla de
             ıa o                                   ıa,
su ampliaci´n (comentada m´s adelante) llamamos “teor´ de la relatividad
              o                a                             ıa
especial”, es la que expondremos a continuaci´n en sus ideas fundamentales.
                                                 o

8. Sobre el concepto de tiempo en la F´
                                      ısica
    Un rayo ha ca´ en dos lugares muy distantes A y B de la v´ Yo a˜ado la
                   ıdo                                               ıa.   n
afirmaci´n de que ambos impactos han ocurrido simult´neamente. Si ahora te
         o                                                  a
pregunto, querido lector, si esta afirmaci´n tiene o no sentido, me contestar´s
                                             o                                    a
con un “s´ contundente. Pero si luego te importuno con el ruego de que me
           ı”
expliques con m´s precisi´n ese sentido, advertir´s tras cierta reflexi´n que
                  a          o                        a                     o
la respuesta no es tan sencilla como parece a primera vista.
    Al cabo de alg´n tiempo quiz´ te acuda a la mente la siguiente respuesta:
                    u                 a
“El significado de la afirmaci´n es claro de por s´ y no necesita de ninguna
                                 o                     ı
aclaraci´n; sin embargo, tendr´ que reflexionar un poco si se me exige de-
         o                         ıa
terminar, mediante observaciones, si en un caso concreto los dos sucesos son
o no simult´neos”. Pero con esta respuesta no puedo darme por satisfecho,
              a
por la siguiente raz´n. Suponiendo que un experto meteor´logo hubiese ha-
                      o                                          o
llado, mediante agud´   ısimos razonamientos, que el rayo tiene que caer siempre
simult´neamente en los lugares A y B, se plantear´ el problema de compro-
       a                                                 ıa
bar si ese resultado te´rico se corresponde o no con la realidad. Algo an´logo
                         o                                                    a
ocurre en todas las proposiciones f´    ısicas en las que interviene el concepto
de “simult´neo”. Para el f´
            a                 ısico no existe el concepto mientras no se brinde
la posibilidad de averiguar en un caso concreto si es verdadero o no. Hace
falta, por tanto, una definici´n de simultaneidad que proporcione el m´todo
                                o                                             e
para decidir experimentalmente en el caso presente si los dos rayos han ca´      ıdo
simult´neamente o no. Mientras no se cumpla este requisito, me estar´ en-
       a                                                                       e
tregando como f´  ısico (¡y tambi´n como no f´
                                    e            ısico!) a la ilusi´n de creer que
                                                                   o
puedo dar sentido a esa afirmaci´n de la simultaneidad. (No sigas leyendo,
                                      o
querido lector, hasta concederme esto plenamente convencido.)
12


    Tras alg´n tiempo de reflexi´n haces la siguiente propuesta para constatar
             u                       o
la simultaneidad. Se mide el segmento de uni´n AB a lo largo de la v´ y se
                                                   o                         ıa
coloca en su punto medio M a un observador provisto de un dispositivo (dos
espejos formando 900 entre s´ por ejemplo) que le permite la visualizaci´n
                                  ı,                                            o
o
´ptica simult´nea de ambos lugares A y B. Si el observador percibe los dos
               a
rayos simult´neamente, entonces es que son simult´neos.
              a                                          a
    Aunque la propuesta me satisface mucho, sigo pensando que la cuesti´n       o
no queda aclarada del todo, pues me siento empujado a hacer la siguiente
objeci´n: “Tu definici´n ser´ necesariamente correcta si yo supiese ya que la
       o                 o     ıa
luz que la percepci´n de los rayos transmite al observador en M se propaga
                      o
con la misma velocidad en el segmento A → M que en el segmento B → M
    Sin embargo, la comprobaci´n de este supuesto s´lo ser´ posible si se
                                      o                     o      ıa
dispusiera ya de los medios para la medici´n de tiempos. Parece, pues, que
                                                o
nos movemos en un c´     ırculo l´gico”.
                                 o
    Despu´s de reflexionar otra vez, me lanzas con toda raz´n una mirada al-
           e                                                    o
go despectiva y me dices: “A pesar de todo, mantengo mi definici´n anterior,
                                                                        o
porque en realidad no presupone nada sobre la luz. A la definici´n de simul-
                                                                       o
taneidad solamente hay que imponerle una condici´n, y es que en cualquier
                                                         o
caso real permita tomar una decisi´n emp´o     ırica acerca de la pertinencia o no
pertinencia del concepto a definir. Que mi definici´n cubre este objetivo es
                                                         o
innegable. Que la luz tarda el mismo tiempo en recorrer el camino A → M
que el B → M no es en realidad ning´n supuesto previo ni hip´tesis sobre la
                                           u                        o
naturaleza f´ısica de la luz, sino una estipulaci´n que puedo hacer a discreci´n
                                                  o                              o
para llegar a una definici´n de simultaneidad”.
                             o
    Est´ claro que esta definici´n se puede utilizar para dar sentido exacto al
        a                          o
enunciado de simultaneidad, no s´lo de dos sucesos, sino de un n´mero arbi-
                                       o                                u
trario de ellos, sea cual fuere su posici´n con respecto al cuerpo de referencia6 .
                                           o
Con ello se llega tambi´n a una definici´n del “tiempo” en la F´
                          e                  o                      ısica. Imagine-
mos, en efecto, que en los puntos A, B, C de la v´ (sistema de coordenadas)
                                                      ıa
existen relojes de id´ntica constituci´n y dispuestos de tal manera que las
                        e                  o
posiciones de las manillas sean simult´neamente (en el sentido anterior) las
                                             a
mismas. Se entiende entonces por “tiempo” de un suceso la hora (posici´n        o
de las manillas) marcada por aquel de esos relojes que est´ inmediatamente
                                                                a
contiguo (espacialmente) al suceso. De este modo se le asigna a cada suceso
un valor temporal que es esencialmente observable.
   6
     Suponemos adem´s que cuando ocurren tres fen´menos A, B, C en lugares distintos y
                      a                              o
A es simult´neo a B y B simult´neo a C (en el sentido de la definici´n anterior), entonces
            a                    a                                   o
se cumple tambi´n el criterio de simultaneidad para la pareja de sucesos A − C. Este
                  e
supuesto es una hip´tesis f´
                    o      ısica sobre la ley de propagaci´n de la luz; tiene que cumplirse
                                                          o
necesariamente para poder mantener en pie la ley de la constancia de la velocidad de la
luz en el vac´ıo.
13


   Esta definici´n entra˜a otra hip´tesis f´
                 o        n           o     ısica de cuya validez, en ausencia
de razones emp´ ıricas en contra, no se podr´ dudar. En efecto, se supone que
                                            a
todos los relojes marchan “igual de r´pido” si tienen la misma constituci´n.
                                        a                                  o
Formul´ndolo exactamente: si dos relojes colocados en reposo en distintos
        a
lugares del cuerpo de referencia son puestos en hora de tal manera que la
posici´n de las manillas del uno sea simult´nea (en el sentido anterior) a la
      o                                     a
misma posici´n de las manillas del otro, entonces posiciones iguales de las
              o
manillas son en general simult´neas (en el sentido de la definici´n anterior).
                                a                                 o

9. La relatividad de la simultaneidad
    Hasta ahora hemos referido nuestros razonamientos a un determinado
cuerpo de referencia que hemos llamado “terrapl´n” o “v´
                                                  e       ıas”. Supongamos
que por los carriles viaja un tren muy largo, con velocidad constante v y
en la direcci´n se˜alada en la Fig. 1. Las personas que viajan en este tren
             o    n
hallar´n ventajoso utilizar el tren como cuerpo de referencia r´
      a                                                        ıgido (sistema
de coordenadas) y referir´n todos los sucesos al tren. Todo suceso que se
                           a
produce a lo largo de la v´ se produce tambi´n en un punto determinado
                            ıa,                e
del tren. Incluso la definici´n de simultaneidad se puede dar exactamente
                              o
igual con respecto al tren que respecto a las v´ Sin embargo, se plantea
                                                ıas.
ahora la siguiente cuesti´n:
                         o




    Dos sucesos (p. ej., los dos rayos A y B) que son simult´neos respecto al
                                                            a
terrapl´n, ¿son tambi´n simult´neos respecto al tren? En seguida demostra-
       e               e         a
remos que la respuesta tiene que ser negativa.
    Cuando decimos que los rayos A y B son simult´neos respecto a las v´
                                                    a                      ıas,
queremos decir: los rayos de luz que salen de los lugares A y B se re´nen en
                                                                      u
el punto medio M del tramo de v´ A − B. Ahora bien, los sucesos A y B se
                                   ıa
corresponden tambi´n con lugares A y B en el tren. Sea M el punto medio
                     e
del segmento A − B del tren en marcha. Este punto M es cierto que en el
instante de la ca´ de los rayos7 coincide con el punto M , pero, como se
                  ıda
indica en la figura, se mueve hacia la derecha con la velocidad v del tren. Un
observador que estuviera sentado en el tren en M , pero que no poseyera esta
  7
      ¡Desde el punto de vista del terrapl´n!
                                          e
14


velocidad, permanecer´ constantemente en M , y los rayos de luz que parten
                          ıa
de las chispas A y B lo alcanzar´ simult´neamente, es decir, estos dos
                                         ıan      a
rayos de luz se reunir´ precisamente en ´l. La realidad es, sin embargo, que
                        ıan                    e
(juzgando la situaci´n desde el terrapl´n) este observador va al encuentro
                       o                     e
del rayo de luz que viene de B, huyendo en cambio del que avanza desde
A. Por consiguiente, ver´ antes la luz que sale de B que la que sale de A.
                             a
En resumidas cuentas, los observadores que utilizan el tren como cuerpo de
referencia tienen que llegar a la conclusi´n de que la chispa el´ctrica B ha
                                               o                     e
ca´ antes que la A. Llegamos as´ a un resultado importante:
   ıdo                                  ı
    Sucesos que son simult´neos respecto al terrapl´n no lo son respecto al
                               a                         e
tren, y viceversa (relatividad de la simultaneidad). Cada cuerpo de referencia
(sistema de coordenadas) tiene su tiempo especial; una localizaci´n temporal
                                                                      o
tiene s´lo sentido cuando se indica el cuerpo de referencia al que remite.
       o
    Antes de la teor´ de la relatividad, la F´
                      ıa                         ısica supon´ siempre impl´
                                                            ıa                 ıcita-
mente que el significado de los datos temporales era absoluto, es decir, inde-
pendiente del estado de movimiento del cuerpo de referencia. Pero acabamos
de ver que este supuesto es incompatible con la definici´n natural de simul-
                                                            o
taneidad; si prescindimos de ´l, desaparece el conflicto, expuesto en §7, entre
                                  e
la ley de la propagaci´n de la luz y el principio de la relatividad.
                         o
    En efecto, el conflicto proviene del razonamiento del ep´   ıgrafe 6, que ahora
resulta insostenible. Inferimos all´ que el hombre que camina por el vag´n y
                                      ı                                         o
recorre el trecho w en un segundo, recorre ese mismo trecho tambi´n en        e
un segundo respecto a las v´ Ahora bien, toda vez que, en virtud de las
                                 ıas.
reflexiones anteriores, el tiempo que necesita un proceso con respecto al vag´n    o
no cabe igualarlo a la duraci´n del mismo proceso juzgada desde el cuerpo de
                                 o
referencia del terrapl´n, tampoco se puede afirmar que el hombre, al caminar
                       e
respecto a las v´ recorra el trecho w en un tiempo que —juzgado desde el
                 ıas,
terrapl´n— es igual a un segundo. Digamos de paso que el razonamiento de
       e
§6 descansa adem´s en un segundo supuesto que, a la luz de una reflexi´n
                    a                                                             o
rigurosa, se revela arbitrario, lo cual no quita para que, antes de establecerse
la teor´ de la relatividad, fuese aceptado siempre (de modo impl´
       ıa                                                               ıcito).

10. Sobre la relatividad del concepto de distancia espacial
    Observamos dos lugares concretos del tren8 que viaja con velocidad v por
la l´
    ınea y nos preguntamos qu´ distancia hay entre ellos. Sabemos ya que
                                e
para medir una distancia se necesita un cuerpo de referencia respecto al cual
hacerlo. Lo m´s sencillo es utilizar el propio tren como cuerpo de referencia
              a
(sistema de coordenadas). Un observador que viaja en el tren mide la distan-
  8
      El centro de los vagones primero y cent´simo, por ejemplo.
                                             e
15


cia, transportando en l´ınea recta una regla sobre el suelo de los vagones, por
ejemplo, hasta llegar desde uno de los puntos marcados al otro. El n´merou
que indica cu´ntas veces transport´ la regla es entonces la distancia buscada.
              a                     o
    Otra cosa es si se quiere medir la distancia desde la v´ Aqu´ se ofrece
                                                              ıa.      ı
el m´todo siguiente. Sean A y B los dos puntos del tren de cuya distancia
     e
se trata; estos dos puntos se mueven con velocidad v a lo largo de la v´     ıa.
Pregunt´monos primero por los puntos A y B de la v´ por donde pasan
         e                                                 ıa
A y B en un momento determinado t (juzgado desde la v´ En virtud  ıa).
de la definici´n de tiempo dada en §8, estos puntos A y B de la v´ son
              o                                                          ıa
determinables. A continuaci´n se mide la distancia entre A y B transportando
                             o
repetidamente el metro a lo largo de la v´ ıa.
    A priori no est´ dicho que esta segunda medici´n tenga que proporcionar
                   a                                o
el mismo resultado que la primera. La longitud del tren, medida desde la
v´ puede ser distinta que medida desde el propio tren. Esta circunstancia se
 ıa,
traduce en una segunda objeci´n que oponer al razonamiento, aparentemente
                               o
tan meridiano, de §6. Pues si el hombre en el vag´n recorre en una unidad
                                                     o
de tiempo el trecho w medido desde el tren, este trecho, medido desde la v´  ıa,
no tiene por qu´ ser igual a w.
                e

11. La transformaci´n de Lorentz
                   o
   Las consideraciones hechas en los tres ultimos ep´
                                             ´          ıgrafes nos muestran
que la aparente incompatibilidad de la ley de propagaci´n de la luz con el
                                                          o
principio de relatividad en §7 est´ deducida a trav´s de un razonamiento que
                                  a                e
tomaba a pr´stamo de la Mec´nica cl´sica dos hip´tesis injustificadas; estas
             e                 a       a            o
hip´tesis son:
   o

   1. El intervalo temporal entre dos sucesos es independiente del estado
      de movimiento del cuerpo de referencia.

   2. El intervalo espacial entre dos puntos de un cuerpo r´
                                                           ıgido es indepen-
      diente del estado de movimiento del cuerpo de referencia.

    Si eliminamos estas dos hip´tesis, desaparece el dilema de §7, porque el
                               o
teorema de adici´n de velocidades deducido en §6 pierde su validez. Ante
                 o
nosotros surge la posibilidad de que la ley de la propagaci´n de la luz en
                                                             o
el vac´ sea compatible con el principio de relatividad. Llegamos as´ a la
       ıo                                                              ı
pregunta: ¿c´mo hay que modificar el razonamiento de §6 para eliminar la
             o
aparente contradicci´n entre estos dos resultados fundamentales de la expe-
                     o
riencia? Esta cuesti´n conduce a otra de ´
                    o                     ındole general. En el razonamiento
de §6 aparecen lugares y tiempos con relaci´n al tren y con relaci´n a las
                                             o                       o
v´ ¿C´mo se hallan el lugar y el tiempo de un suceso con relaci´n al tren
 ıas.     o                                                        o
16


cuando se conocen el lugar y el tiempo del suceso con respecto a las v´      ıas?
¿Esta pregunta tiene alguna respuesta de acuerdo con la cual la ley de la pro-
pagaci´n en el vac´ no contradiga al principio de relatividad? O expresado
       o            ıo
de otro modo: ¿cabe hallar alguna relaci´n entre las posiciones y tiempos de
                                             o
los distintos sucesos con relaci´n a ambos cuerpos de referencia, de manera
                                 o
que todo rayo de luz tenga la velocidad de propagaci´n c respecto a las v´
                                                          o                    ıas
y respecto al tren? Esta pregunta conduce a una respuesta muy determinada
y afirmativa, a una ley de transformaci´n muy precisa para las magnitudes
                                           o
espacio-temporales de un suceso al pasar de un cuerpo de referencia a otro.
     Antes de entrar en ello, intercalemos la siguiente consideraci´n. Hasta
                                                                      o
ahora solamente hemos hablado de sucesos que se produc´ a lo largo de la
                                                               ıan
v´ la cual desempe˜aba la funci´n matem´tica de una recta. Pero, siguien-
  ıa,                 n             o          a
do lo indicado en el ep´ ıgrafe 2, cabe imaginar que este cuerpo de referencia
se prolonga hacia los lados y hacia arriba por medio de un andamiaje de
varillas, de manera que cualquier suceso, ocurra donde ocurra, puede loca-
lizarse respecto a ese andamiaje. An´logamente, es posible imaginar que el
                                        a
tren que viaja con velocidad v se prolonga por todo el espacio, de manera
que cualquier suceso, por lejano que est´, tambi´n pueda localizarse respecto
                                           e       e
al segundo andamio. Sin incurrir en defecto te´rico, podemos prescindir del
                                                  o
hecho de que en realidad esos andamios se destrozar´ uno contra el otro
                                                           ıan
debido a la impenetrabilidad de los cuerpos s´lidos. En cada uno de estos
                                                  o
andamios imaginamos que se erigen tres paredes mutuamente perpendicula-
res que denominamos “planos coordenados” (“sistema de coordenadas”). Al
terrapl´n le corresponde entonces un sistema de coordenadas K, y al tren
        e
otro K . Cualquier suceso, dondequiera que ocurra, viene fijado espacialmen-
te respecto a K por las tres perpendiculares x, y, z a los planos coordenados,
y temporalmente por un valor t. Ese mismo suceso viene fijado espacio-
temporalmente respecto a K por valores correspondientes x , y , z , t , que,
como es natural, no coinciden con x, y, z, t. Ya explicamos antes con detalle
c´mo interpretar estas magnitudes como resultados de mediciones f´
  o                                                                     ısicas.
     Es evidente que el problema que tenemos planteado se puede formular
exactamente de la manera siguiente: Dadas las cantidades x, y, z, t de un
suceso respecto a K, ¿cu´les son los valores x , y , z , t del mismo suceso
                             a
respectoa K ? Las relaciones hay que elegirlas de tal modo que satisfagan la
ley de propagaci´n de la luz en el vac´ para uno y el mismo rayo de luz (y
                  o                      ıo
adem´s para cualquier rayo de luz) respecto a K y K . Para la orientaci´n
      a                                                                         o
espacial relativa indicada en el dibujo de la figura , el problema queda resuelto
17


por las ecuaciones:
                                                  x − vt
                                    x       =
                                                        v2
                                                   1−   c2

                                    y       = y
                                    z       = z
                                                       vx
                                                  t−   c2
                                    t       =
                                                        v2
                                                   1−   c2

   Este sistema de ecuaciones se designa con el nombre de “transformaci´n
                                                                       o
           9
de Lorentz ”.




   Ahora bien, si en lugar de la ley de propagaci´n de la luz hubi´semos
                                                   o                 e
tomado como base los supuestos impl´ıcitos en la vieja mec´nica, relativos al
                                                          a
car´cter absoluto de los tiempos y las longitudes, en vez de las anteriores
   a
ecuaciones de transformaci´n habr´
                           o     ıamos obtenido estas otras:
                                        x   =     x − vt
                                        y   =     y
                                        z   =     z
                                        t   =     t
sistema que a menudo se denomina “transformaci´n de Galileo”. La transfor-
                                                 o
maci´n de Galileo se obtiene de la de Lorentz igualando en ´sta la velocidad
     o                                                     e
de la luz c a un valor infinitamente grande.
  9
      En el Ap´ndice se da una derivaci´n sencilla de la transformaci´n de Lorentz
              e                        o                             o
18


    El siguiente ejemplo muestra claramente que, seg´n la transformaci´n de
                                                       u                  o
Lorentz, la ley de propagaci´n de la luz en el vac´ se cumple tanto respecto al
                            o                     ıo
cuerpo de referencia K como respecto al cuerpo de referencia K . Supongamos
que se env´ una se˜al luminosa a lo largo del eje x positivo, propag´ndose
           ıa        n                                                  a
la excitaci´n luminosa seg´n la ecuaci´n
           o               u            o

                                     x = ct

es decir, con velocidad c. De acuerdo con las ecuaciones de la transformaci´n
                                                                           o
de Lorentz, esta sencilla relaci´n entre x y t determina una relaci´n entre x
                                o                                  o
y t . En efecto, sustituyendo x por el valor ct en las ecuaciones primera y
cuarta de la transformaci´n de Lorentz obtenemos:
                           o
                                        (c − v)t
                               x   =
                                                  v2
                                          1−      c2
                                              v
                                         1−   c
                                                   t
                               t   =
                                                  v2
                                          1−      c2

de donde, por divisi´n, resulta inmediatamente
                    o

                                    x = ct

    La propagaci´n de la luz, referida al sistema K , se produce seg´n esta
                  o                                                   u
ecuaci´n. Se comprueba, por tanto, que la velocidad de propagaci´n es tam-
       o                                                           o
bi´n igual a c respecto al cuerpo de referencia K ; y an´logamente para rayos
  e                                                     a
de luz que se propaguen en cualquier otra direcci´n. Lo cual, naturalmente,
                                                    o
no es de extra˜ar, porque las ecuaciones de la transformaci´n de Lorentz
                n                                              o
est´n derivadas con este criterio.
   a

12. El comportamiento de reglas y relojes m´viles
                                           o
    Coloco una regla de un metro sobre el eje x de K , de manera que un
extremo coincida con el punto x = 0 y el otro con el punto x = 1. ¿Cu´l   a
es la longitud de la regla respecto al sistema K? Para averiguarlo podemos
determinar las posiciones de ambos extremos respecto a K en un momento
determinado t . De la primera ecuaci´n de la transformaci´n de Lorentz, para
                                     o                   o
t = 0, se obtiene para estos dos puntos:

                                                         v2
                       xorigen de la escala = 0 ·      1−
                                                         c2
                                                         v2
                      xextremo de la escala = 1 ·      1− 2
                                                         c
19


estos dos puntos distan entre s´ 1 − v 2 /c2 . Ahora bien, el metro se mueve
                                   ı
respecto a K con la velocidad v, de donde se deduce que la longitud de
una regla r´    ıgida de un metro que se mueve con velocidad v en el sentido
de su longitud es de 1 − v 2 /c2 metros. La regla r´       ıgida en movimiento es
m´s corta que la misma regla cuando est´ en estado de reposo, y es tanto
  a                                            a
m´s corta cuando m´s r´pidamente se mueva. Para la velocidad v = c ser´
  a                      a a                                                      ıa
   1−v    2 /c2 = 0 para velocidades a´ n mayores la ra´ se har´ imaginaria.
                                         u                  ız       ıa
De aqu´ inferimos que en la teor´ de la relatividad la velocidad c desempe˜a
         ı                           ıa                                          n
el papel de una velocidad l´  ımite que no puede alcanzar ni sobrepasar ning´n   u
cuerpo real.
    A˜adamos que este papel de la velocidad c como velocidad l´
       n                                                                ımite se si-
gue de las propias ecuaciones de la transformaci´n de Lorentz, porque ´stas
                                                      o                        e
pierden todo sentido cuando v se elige mayor que c.
    Si hubi´semos procedido a la inversa, considerando un metro que se halla
              e
en reposo respecto a K sobre el eje x, habr´   ıamos comprobado que en relaci´n  o
a K tiene la longitud de 1 − v 2 /c2 , lo cual est´ totalmente de acuerdo con el
                                                    a
principio de la relatividad, en el cual hemos basado nuestras consideraciones.
    A priori es evidente que las ecuaciones de transformaci´n tienen algo que
                                                                 o
decir sobre el comportamiento f´   ısico de reglas y relojes, porque las cantidades
x, y, z, t no son otra cosa que resultados de medidas obtenidas con relojes y
reglas. Si hubi´semos tomado como base la transformaci´n de Galileo, no
                    e                                            o
habr´ ıamos obtenido un acortamiento de longitudes como consecuencia del
movimiento.
    Imaginemos ahora un reloj con segundero que reposa constantemente en
el origen (x = 0) de K . Sean t = 0 y t = 1 dos se˜ales sucesivas de este
                                                            n
reloj. Para estos dos tics, las ecuaciones primera y cuarta de la transformaci´n o
de Lorentz dar´n:   a

                                 t = 0
                                            1
                                 t =
                                                v2
                                           1−   c2


    Juzgado desde K, el reloj se mueve con la velocidad v; respecto a este
cuerpo de referencia, entre dos de sus se˜ales transcurre, no un segundo, sino
                                         n
1/ 1 − v 2 /c2 segundos, o sea un tiempo algo mayor.
    Como consecuencia de su movimiento, el reloj marcha algo m´s despacio
                                                                   a
que en estado de reposo. La velocidad de la luz c desempe˜a, tambi´n aqu´
                                                             n        e      ı,
el papel de una velocidad l´ımite inalcanzable.
20


13. Teorema de adici´n de velocidades. Experimento de Fizeau
                    o
    Dado que las velocidades con que en la pr´ctica podemos mover relojes y
                                              a
reglas son peque˜as frente a la velocidad de la luz c, es dif´ que podamos
                n                                            ıcil
comparar los resultados del ep´ıgrafe anterior con la realidad. Y puesto que,
por otro lado, esos resultados le parecer´n al lector harto singulares, voy
                                          a
a extraer de la teor´ otra consecuencia que es muy f´cil de deducir de lo
                    ıa                                  a
anteriormente expuesto y que los experimentos confirman brillantemente.
    En el §6 hemos deducido el teorema de adici´n para velocidades de la
                                                   o
misma direcci´n, tal y como resulta de las hip´tesis de la Mec´nica cl´sica.
              o                                 o                 a     a
Lo mismo se puede deducir f´cilmente de la transformaci´n de Galileo (§11).
                            a                             o
En lugar del hombre que camina por el vag´n introducimos un punto que se
                                            o
mueve respecto al sistema de coordenadas K seg´n la ecuaci´n
                                                  u             o

                                  x = wt

    Mediante las ecuaciones primera y cuarta de la transformaci´n de Galileo
                                                               o
se pueden expresar x y t en funci´n de x y t obteniendo
                                  o

                                x = (v + w)t

    Esta ecuaci´n no expresa otra cosa que la ley de movimiento del pun-
               o
to respecto al sistema K (del hombre respecto al terrapl´n), velocidad que
                                                        e
designamos por W , con lo cual se obtiene, como en §6:

                                 W =v+w                                   (1)

    Pero este razonamiento lo podemos efectuar igual de bien bas´ndonos en
                                                                a
la teor´ de la relatividad. Lo que hay que hacer entonces es expresar x y t
       ıa
en la ecuaci´n
            o
                                   x = wt
en funci´n de x y t, utilizando las ecuaciones primera y cuarta de la trans-
        o
formaci´n de Lorentz. En lugar de la ecuaci´n (1) se obtiene entonces esta
       o                                      o
otra:
                                       v+w
                                W =                                      (2)
                                      1 + vw
                                           c2
que corresponde al teorema de adici´n de velocidades de igual direcci´n seg´n
                                    o                                o      u
la teor´ de la relatividad. La cuesti´n es cu´l de estos dos teoremas resiste
       ıa                             o       a
el cotejo con la experiencia. Sobre el particular nos instruye un experimento
extremadamente importante, realizado hace m´s de medio siglo por el genial
                                                a
f´
 ısico Fizeau y desde entonces repetido por algunos de los mejores f´   ısicos
experimentales, por lo cual el resultado es irrebatible. El experimento versa
21




sobre la siguiente cuesti´n. Supongamos que la luz se propaga en un cierto
                            o
l´
 ıquido en reposo con una determinada velocidad w. ¿Con qu´ velocidad se
                                                                    e
propaga en el tubo R de la figura
en la direcci´n de la flecha, cuando dentro de ese tubo fluye el l´
               o                                                       ıquido con
velocidad v?
      En cualquier caso, fieles al principio de relatividad, tendremos que sentar
el supuesto de que, respecto al l´   ıquido, la propagaci´n de la luz se produce
                                                          o
siempre con la misma velocidad w, mu´vase o no el l´
                                            e              ıquido respecto a otros
cuerpos. Son conocidas, por tanto, la velocidad de la luz respecto al l´    ıquido
y la velocidad de ´ste respecto al tubo, y se busca la velocidad de la luz
                     e
respecto al tubo.
      Est´ claro que el problema vuelve a ser el mismo que el de §6. El tubo
          a
desempe˜a el papel de las v´ o del sistema de coordenadas K; el l´
            n                    ıas                                       ıquido,
el papel del vag´n o del sistema de coordenadas K ; la luz, el del hombre
                   o
que camina por el vag´n o el del punto m´vil mencionado en este apartado.
                         o                     o
As´ pues, si llamamos W a la velocidad de la luz respecto al tubo, ´sta
    ı                                                                          e
vendr´ dada por la ecuaci´n (1) o por la (2), seg´n que sea la transformaci´n
        a                     o                     u                            o
de Galileo o la de Lorentz la que se corresponde con la realidad.
      El experimento10 falla a favor de la ecuaci´n (2) deducida de la teor´ de
                                                  o                           ıa
la relatividad, y adem´s con gran exactitud. Seg´n las ultimas y excelentes
                         a                            u       ´
mediciones de Zeeman, la influencia de la velocidad de la corriente v sobre la
propagaci´n de la luz viene representada por la f´rmula (2) con una exactitud
             o                                      o
superior al 1 por 100.
      Hay que destacar, sin embargo, que H. A. Lorentz, mucho antes de esta-
blecerse la teor´ de la relatividad, dio ya una teor´ de este fen´meno por
                  ıa                                     ıa            o
v´ puramente electrodin´mica y utilizando determinadas hip´tesis sobre la
  ıa                         a                                      o
estructura electromagn´tica de la materia. Pero esta circunstancia no merma
                          e
para nada el poder probatorio del experimento, en tanto que experimentum
crucis a favor de la teor´ de la relatividad. Pues la Electrodin´mica de
                              ıa                                         a
  10
    Fizeau hall´ W = w +v(1−1/n2 ), donde n = c/w es el ´
               o                                        ındice de refracci´n del l´
                                                                          o       ıquido.
Por otro lado, debido a que vw/c2 es muy peque˜o frente a 1, se puede sustituir (2) por
                                              n
W = (w + v)(1 − vw/2), o bien, con la misma aproximaci´n, w + v(1 − 1/n2 ), lo cual
                                                          o
concuerda con el resultado de Fizeau.
22


Maxwell-Lorentz, sobre la cual descansaba la teor´ original, no est´ para
                                                   ıa               a
nada en contradicci´n con la teor´ de la relatividad. Esta ultima ha ema-
                    o              ıa                       ´
nado m´s bien de la Electrodin´mica como resumen y generalizaci´n asom-
        a                       a                                 o
brosamente sencillos de las hip´tesis, antes mutuamente independientes, que
                               o
serv´ de fundamento a la Electrodin´mica.
    ıan                                 a

14. El valor heur´
                 ıstico de la teor´ de la relatividad
                                  ıa
    La cadena de ideas que hemos expuesto hasta aqu´ se puede resumir
                                                            ı
brevemente como sigue. La experiencia ha llevado a la convicci´n de que, por
                                                                  o
un lado, el principio de la relatividad (en sentido restringido) es v´lido, y
                                                                        a
por otro, que la velocidad de propagaci´n de la luz en el vac´ es igual a una
                                         o                     ıo
constante c. Uniendo estos dos postulados result´ la ley de transformaci´n
                                                     o                        o
para las coordenadas rectangulares x, y, z y el tiempo t de los sucesos que
componen los fen´menos naturales, obteni´ndose, no la transformaci´n de
                    o                         e                            o
Galileo, sino (en discrepancia con la Mec´nica cl´sica) la transformaci´n de
                                            a        a                     o
Lorentz.
    En este razonamiento desempe˜´ un papel importante la ley de propa-
                                     no
gaci´n de la luz, cuya aceptaci´n viene justificada por nuestro conocimiento
    o                           o
actual. Ahora bien, una vez en posesi´n de la transformaci´n de Lorentz,
                                          o                      o
podemos unir ´sta con el principio de relatividad y resumir la teor´ en el
                e                                                       ıa
enunciado siguiente:
    Toda ley general de la naturaleza tiene que estar constituida de tal modo
que se transforme en otra ley de id´ntica estructura al introducir, en lugar de
                                    e
las variables espacio-temporales x, y, z, t del sistema de coordenadas original
K, nuevas variables espacio-temporales x , y , z , t de otro sistema de coor-
denadas K , donde la relaci´n matem´tica entre las cantidades con prima
                              o          a
y sin prima viene dada por la transformaci´n de Lorentz. Formulado bre-
                                                o
vemente: las leyes generales de la naturaleza son covariantes respecto a la
transformaci´n de Lorentz.
              o
    Esta es una condici´n matem´tica muy determinada que la teor´ de la
                         o         a                                    ıa
relatividad prescribe a las leyes naturales, con lo cual se convierte en valioso
auxiliar heur´ıstico en la b´squeda de leyes generales de la naturaleza. Si se
                            u
encontrara una ley general de la naturaleza que no cumpliera esa condici´n,  o
quedar´ refutado por lo menos uno de los dos supuestos fundamentales de la
        ıa
teor´ Veamos ahora lo que esta ultima ha mostrado en cuanto a resultados
    ıa.                            ´
generales.
23


15. Resultados generales de la teor´
                                   ıa
     De las consideraciones anteriores se echa de ver que la teor´ de la rela-
                                                                  ıa
tividad (especial) ha nacido de la Electrodin´mica y de la ´ptica. En estos
                                               a                o
campos no ha modificado mucho los enunciados de la teor´ pero ha simpli-
                                                             ıa,
ficado notablemente el edificio te´rico, es decir, la derivaci´n de las leyes, y,
                                   o                          o
lo que es incomparablemente m´s importante, ha reducido mucho el n´mero
                                 a                                       u
de hip´tesis independientes sobre las que descansa la teor´ A la teor´ de
        o                                                     ıa.          ıa
Maxwell-Lorentz le ha conferido un grado tal de evidencia, que aqu´lla se ha-
                                                                     e
br´ impuesto con car´cter general entre los f´
   ıa                  a                        ısicos aunque los experimentos
hubiesen hablado menos convincentemente a su favor.
     La Mec´nica cl´sica precisaba de una modificaci´n antes de poder armo-
             a      a                                  o
nizar con el requisito de la teor´ de la relatividad especial. Pero esta modi-
                                 ıa
ficaci´n afecta unicamente, en esencia, a las leyes para movimientos r´pidos
      o          ´                                                      a
en los que las velocidades v de la materia no sean demasiado peque˜as frente
                                                                      n
a la de la luz. Movimientos tan r´pidos s´lo nos los muestra la experiencia en
                                  a       o
electrones e iones; en otros movimientos las discrepancias respecto a las leyes
de la Mec´nica cl´sica son demasiado peque˜as para ser detectables en la
            a      a                            n
pr´ctica. Del movimiento de los astros no hablaremos hasta llegar a la teor´
   a                                                                           ıa
de la relatividad general. Seg´n la teor´ de la relatividad, la energ´ cin´tica
                              u         ıa                           ıa    e
de un punto material de masa m no viene dado ya por la conocida expresi´n     o

                                          v2
                                      m
                                          2
sino por la expresi´n
                   o
                                      mc2
                                               v2
                                      1−       c2

    Esta expresi´n se hace infinita cuando la velocidad v se aproxima a la
                 o
velocidad de la luz c. As´ pues, por grande que sea la energ´ invertida en
                           ı                                    ıa
la aceleraci´n, la velocidad tiene que permanecer siempre inferior a c. Si se
            o
desarrolla en serie la expresi´n de la energ´ cin´tica, se obtiene:
                              o             ıa   e

                                    v2 3 v2
                          mc2 + m     + m 2 + ···
                                    2  8 c
    El tercer t´rmino es siempre peque˜o frente al segundo (el unico conside-
               e                      n                         ´
rado en la Mec´nica cl´sica) cuando v 2 /c2 es peque˜o comparado con 1.
                 a     a                             n
    El primer t´rmino mc2 no depende de la velocidad, por lo cual no entra
                 e
en consideraci´n al tratar el problema de c´mo la energ´ de un punto mate-
               o                            o           ıa
rial depende de la velocidad. Sobre su importancia te´rica hablaremos m´s
                                                       o                   a
adelante. El resultado m´s importante de ´
                          a                ındole general al que ha conducido
24


la teor´ de la relatividad especial concierne al concepto de masa. La f´
        ıa                                                                ısica
prerrelativista conoce dos principios de conservaci´n de importancia funda-
                                                     o
mental, el de la conservaci´n de la energ´ y el de la conservaci´n de la masa;
                            o              ıa                    o
estos dos principios fundamentales aparecen completamente independientes
uno de otro. La teor´ de la relatividad los funde en uno solo. A continuaci´n
                     ıa                                                      o
explicaremos brevemente c´mo se lleg´ hasta ah´ y c´mo hay que interpretar
                             o          o          ı   o
esta fusi´n.
          o
    El principio de relatividad exige que el postulado de conservaci´n de la
                                                                       o
energ´ se cumpla, no s´lo respecto a un sistema de coordenadas K, sino res-
      ıa                o
pecto a cualquier sistema de coordenadas K que se encuentre con relaci´n ao
K en movimiento de traslaci´n uniforme (dicho brevemente, respecto a cual-
                               o
quier sistema de coordenadas “de Galileo”). En contraposici´n a la Mec´nica
                                                              o          a
cl´sica, el paso entre dos de esos sistemas viene regido por la transformaci´n
  a                                                                          o
de Lorentz.
    A partir de estas premisas, y en conjunci´n con las ecuaciones funda-
                                                 o
mentales de la electrodin´mica maxwelliana, se puede inferir rigurosamente,
                           a
mediante consideraciones relativamente sencillas, que: un cuerpo que se mue-
ve con velocidad v y que absorbe la energ´ E0 en forma de radiaci´n11 sin
                                              ıa                       o
variar por eso su velocidad, experimenta un aumento de energ´ en la canti-
                                                                 ıa
dad:
                                        E0
                                                v2
                                        1−      c2

    Teniendo en cuenta la expresi´n que dimos antes para la energ´ cin´tica,
                                 o                               ıa   e
la energ´ del cuerpo vendr´ dada por:
        ıa                 a
                                           E0
                                     m+    c2
                                                     c2
                                                v2
                                        1−      c2


    El cuerpo tiene entonces la misma energ´ que otro de velocidad v y masa
                                              ıa
m + E0 /2. Cabe por tanto decir: si un cuerpo absorbe la energ´ E0 , su masa
                                                                ıa
inercial crece en E0 /c2 ; la masa inercial de un cuerpo no es una constante,
sino variable seg´n la modificaci´n de su energ´ La masa inercial de un
                  u                 o              ıa.
sistema de cuerpos cabe contemplarla precisamente como una medida de su
energ´ El postulado de la conservaci´n de la masa de un sistema coincide
      ıa.                                o
con el de la conservaci´n de la energ´ y s´lo es v´lido en la medida en que el
                       o              ıa o         a
sistema no absorbe ni emite energ´ Si escribimos la expresi´n de la energ´
                                    ıa.                       o             ıa
  11
    E0 es la energ´ absorbida respecto a un sistema de coordenadas que se mueve con el
                  ıa
cuerpo.
25


en la forma
                                        mc2 + E0
                                                v2
                                           1−   c2

se ve que el t´rmino mc2 , que ya nos llam´ la atenci´n con anterioridad,
                 e                             o             o
                                                        12
no es otra cosa que la energ´ que pose´ el cuerpo antes de absorber la
                               ıa           ıa
energ´ E0 .
       ıa
    El cotejo directo de este postulado con la experiencia queda por ahora
excluido, porque las variaciones de energ´ E0 que podemos comunicar a un
                                            ıa
sistema no son suficientemente grandes para hacerse notar en forma de una
alteraci´n de la masa inercial del sistema. E0 /c2 es demasiado peque˜o en
          o                                                              n
comparaci´n con la masa m que exist´ antes de la variaci´n de energ´ A
              o                          ıa                       o       ıa.
esta circunstancia se debe el que se pudiera establecer con ´xito un principio
                                                                 e
de conservaci´n de la masa de validez independiente.
                o
    Una ultima observaci´n de naturaleza te´rica. El ´xito de la interpreta-
            ´              o                   o          e
ci´n de Faraday-Maxwell de la acci´n electrodin´mica a distancia a trav´s
  o                                    o             a                        e
de procesos intermedios con velocidad de propagaci´n finita hizo que entre
                                                        o
los f´
     ısicos arraigara la convicci´n de que no exist´ acciones a distancia ins-
                                 o                  ıan
tant´neas e inmediatas del tipo de la ley de gravitaci´n de Newton. Seg´n
     a                                                     o                  u
la teor´ de la relatividad, en lugar de la acci´n instant´nea a distancia, o
         ıa                                       o            a
acci´n a distancia con velocidad de propagaci´n infinita, aparece siempre la
     o                                           o
acci´n a distancia con la velocidad de la luz, lo cual tiene que ver con el pa-
     o
pel te´rico que desempe˜a la velocidad c en esta teor´ En la segunda parte
       o                  n                              ıa.
se mostrar´ c´mo se modifica este resultado en la teor´ de la relatividad
              a o                                             ıa
general.

16. La teor´ de la relatividad especial y la experiencia
           ıa
    La pregunta de hasta qu´ punto se ve apoyada la teor´ de la relatividad
                               e                           ıa
especial por la experiencia no es f´cil de responder, por un motivo que ya
                                     a
mencionamos al hablar del experimento fundamental de Fizeau. La teor´ de ıa
la relatividad especial cristaliz´ a partir de la teor´ de Maxwell-Lorentz de
                                 o                    ıa
los fen´menos electromagn´ticos, por lo cual todos los hechos experimentales
       o                     e
que apoyan esa teor´ electromagn´tica apoyan tambi´n la teor´ de la rela-
                      ıa             e                   e      ıa
tividad. Mencionar´ aqu´ por ser de especial importancia, que la teor´ de la
                    e     ı,                                          ıa
relatividad permite derivar, de manera extremadamente simple y en conso-
nancia con la experiencia, aquellas influencias que experimenta la luz de las
estrellas fijas debido al movimiento relativo de la Tierra respecto a ellas. Se
trata del desplazamiento anual de la posici´n aparente de las estrellas fijas
                                              o
como consecuencia del movimiento terrestre alrededor del Sol (aberraci´n)  o
 12
      Respecto a un sistema de coordenadas solidario con el cuerpo.
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Teoría de la relatividad de Einstein

  • 1. Sobre la teor´ de la relatividad ıa Albert Einstein Escaneado por C. Alado
  • 2. Pr´logo o El presente librito pretende dar una idea lo m´s exacta posible de la a teor´ de la relatividad, pensando en aquellos que, sin dominar el aparato ıa matem´tico de la f´ a ısica te´rica, tienen inter´s en la teor´ desde el punto o e ıa de vista cient´ ıfico o filos´fico general. La lectura exige una formaci´n de o o bachillerato aproximadamente y —pese a la brevedad del librito— no poca paciencia y voluntad por parte del lector. El autor ha puesto todo su empe˜o n en resaltar con la m´xima claridad y sencillez las ideas principales, respetando a por lo general el orden y el contexto en que realmente surgieron. En aras de la claridad me pareci´ inevitable repetirme a menudo, sin reparar lo m´s o a m´ınimo en la elegancia expositiva; me atuve obstinadamente al precepto del genial te´rico L. Boltzmann, de dejar la elegancia para los sastres y zapateros. o Las dificultades que radican en la teor´ propiamente dicha creo no hab´rselas ıa e ocultado al lector, mientras que las bases f´ısicas emp´ıricas de la teor´ las he ıa tratado deliberadamente con cierta negligencia, para que al lector alejado de la f´ ısica no le ocurra lo que al caminante, a quien los ´rboles no le dejan ver a el bosque. Espero que el librito depare a m´s de uno algunas horas de alegre a entretenimiento. Diciembre de 1916. A. EINSTEIN 1
  • 3. Sobre la teor´ de la relatividad especial ıa 1. El contenido f´ ısico de los teoremas geom´tricos e Seguro que tambi´n t´, querido lector, entablaste de ni˜o conocimiento e u n con el soberbio edificio de la Geometr´ de Euclides y recuerdas, quiz´ con ıa a m´s respeto que amor, la imponente construcci´n por cuyas altas escalinatas a o te pasearon durante horas sin cuento los meticulosos profesores de la asigna- tura. Y seguro que, en virtud de ese tu pasado, castigar´ con el desprecio ıas a cualquiera que declarase falso incluso el m´s rec´ndito teoremita de esta a o ciencia. Pero es muy posible que este sentimiento de orgullosa seguridad te abandonara de inmediato si alguien te preguntara: “¿Qu´ entiendes t´ al e u afirmar que estos teoremas son verdaderos?”. Deteng´monos un rato en esta a cuesti´n. o La Geometr´ parte de ciertos conceptos b´sicos, como el de plano, pun- ıa a to, recta, a los que estamos en condiciones de asociar representaciones m´s oa menos claras, as´ como de ciertas proposiciones simples (axiomas) que, sobre ı la base de aquellas representaciones, nos inclinamos a dar por “verdaderas”. Todos los dem´s teoremas son entonces referidos a aquellos axiomas (es decir, a son demostrados) sobre la base de un m´todo l´gico cuya justificaci´n nos e o o sentimos obligados a reconocer. Un teorema es correcto, o “verdadero”, cuan- do se deriva de los axiomas a trav´s de ese m´todo reconocido. La cuesti´n e e o de la “verdad” de los distintos teoremas geom´tricos remite, pues, a la de la e “verdad” de los axiomas. Sin embargo, se sabe desde hace mucho que esta ultima cuesti´n no s´lo no es resoluble con los m´todos de la Geometr´ sino ´ o o e ıa, que ni siquiera tiene sentido en s´ No se puede preguntar si es verdad o no ı. ´ que por dos puntos s´lo pasa una recta. Unicamente cabe decir que la Geo- o metr´ eucl´ ıa ıdea trata de figuras a las que llama “rectas” y a las cuales asigna la propiedad de quedar un´ ıvocamente determinadas por dos de sus puntos. El concepto de “verdadero” no se aplica a las proposiciones de la Geometr´ ıa pura, porque con la palabra “verdadero” solemos designar siempre, en ultima ´ instancia, la coincidencia con un objeto “real”; la Geometr´ sin embargo, ıa, no se ocupa de la relaci´n de sus conceptos con los objetos de la experiencia, o sino s´lo de la relaci´n l´gica que guardan estos conceptos entre s´ o o o ı. 2
  • 4. 3 El que, a pesar de todo, nos sintamos inclinados a calificar de “verdaderos” los teoremas de la Geometr´ tiene f´cil explicaci´n. Los conceptos geom´tri- ıa a o e cos se corresponden m´s o menos exactamente con objetos en la naturaleza, a que son, sin ning´n g´nero de dudas, la unica causa de su formaci´n. Aunque u e ´ o la Geometr´ se distancie de esto para dar a su edificio el m´ximo rigor l´gi- ıa a o co, lo cierto es que la costumbre, por ejemplo, de ver un segmento como dos lugares marcados en un cuerpo pr´cticamente r´ a ıgido est´ muy afincada en a nuestros h´bitos de pensamiento. Y tambi´n estamos acostumbrados a per- a e cibir tres lugares como situados sobre una recta cuando, mediante adecuada elecci´n del punto de observaci´n, podemos hacer coincidir sus im´genes al o o a mirar con un solo ojo. Si, dej´ndonos llevar por los h´bitos de pensamiento, a˜adimos ahora a a a n los teoremas de la Geometr´ eucl´ ıa ıdea un unico teorema m´s, el de que a dos ´ a puntos de un cuerpo pr´cticamente r´ a ıgido les corresponde siempre la misma distancia (segmento), independientemente de las variaciones de posici´n a o que sometamos el cuerpo, entonces los teoremas de la Geometr´ eucl´ ıa ıdea se convierten en teoremas referentes a las posibles posiciones relativas de cuer- pos pr´cticamente r´ a ıgidos1 . La Geometr´ as´ ampliada hay que contemplarla ıa ı como una rama de la f´ ısica. Ahora s´ cabe preguntarse por la “verdad” de los ı teoremas geom´tricos as´ interpretados, porque es posible preguntar si son e ı v´lidos o no para aquellos objetos reales que hemos asignado a los conceptos a geom´tricos. Aunque con cierta imprecisi´n, podemos decir, pues, que por e o “verdad” de un teorema geom´trico entendemos en este sentido su validez en e una construcci´n con regla y comp´s. o a Naturalmente, la convicci´n de que los teoremas geom´tricos son “ver- o e daderos” en este sentido descansa exclusivamente en experiencias harto in- completas. De entrada daremos por supuesta esa verdad de los teoremas geom´tricos, para luego, en la ultima parte de la exposici´n (la teor´ de la e ´ o ıa relatividad general), ver que esa verdad tiene sus l´ ımites y precisar cu´les a son ´stos. e 2. El sistema de coordenadas Bas´ndonos en la interpretaci´n f´ a o ısica de la distancia que acabamos de se˜alar estamos tambi´n en condiciones de determinar la distancia entre dos n e puntos de un cuerpo r´ ıgido por medio de mediciones. Para ello necesitamos 1 De esta manera se le asigna tambi´n a la l´ e ınea recta un objeto de la naturaleza. Tres puntos de un cuerpo r´ıgido A, B, C se hallan situados sobre una l´ ınea recta cuando, dados los puntos A y C, el punto B est´ elegido de tal manera que la suma de las distancia AB a y BC es lo m´s peque˜a posible. Esta definici´n, defectuosa desde luego, puede bastar en a n o este contexto.
  • 5. 4 un segmento (regla S) que podamos utilizar de una vez para siempre y que sirva de escala unidad. Si A y B son dos puntos de un cuerpo r´ ıgido, su recta de uni´n es entonces construible seg´n las leyes de la Geometr´ sobre esta o u ıa; recta de uni´n, y a partir de A, llevamos el segmento S tantas veces como sea o necesario para llegar a B. El n´mero de repeticiones de esta operaci´n es la u o medida del segmento AB. Sobre esto descansa toda medici´n de longitudes2 . o Cualquier descripci´n espacial del lugar de un suceso o de un objeto o consiste en especificar el punto de un cuerpo r´ ıgido (cuerpo de referencia) con el cual coincide el suceso, y esto vale no s´lo para la descripci´n cient´ o o ıfica, sino tambi´n para la vida cotidiana. Si analizo la especificaci´n de lugar e o “en Berl´ en la Plaza de Potsdam”, veo que significa lo siguiente. El suelo ın, terrestre es el cuerpo r´ ıgido al que se refiere la especificaci´n de lugar; sobre o ´l, “Plaza de Potsdam en Berl´ es un punto marcado, provisto de nombre, e ın” con el cual coincide espacialmente el suceso 3 . Este primitivo modo de localizaci´n s´lo atiende a lugares situados en la o o superficie de cuerpos r´ ıgidos y depende de la existencia de puntos distingui- bles sobre aqu´lla. Veamos c´mo el ingenio humano se libera de estas dos e o limitaciones sin que la esencia del m´todo de localizaci´n sufra modificaci´n e o o alguna. Si sobre la Plaza de Potsdam flota por ejemplo una nube, su posici´n, o referida a la superficie terrestre, cabr´ fijarla sin m´s que erigir en la plaza a a un m´stil vertical que llegue hasta la nube. La longitud del m´stil medida a a con la regla unidad, junto con la especificaci´n del lugar que ocupa el pie o del m´stil, constituyen entonces una localizaci´n completa. El ejemplo nos a o muestra de qu´ manera se fue refinando el concepto de lugar: e a) Se prolonga el cuerpo r´ ıgido al que se refiere la localizaci´n, de modo o que el cuerpo r´ ıgido ampliado llegue hasta el objeto a localizar. b) Para la caracterizaci´n del lugar se utilizan n´meros, y no la nomen- o u clatura de puntos notables (en el caso anterior, la longitud del m´stil a medida con la regla). c) Se sigue hablando de la altura de la nube aun cuando no se erija un m´stil que llegue hasta ella. En nuestro caso, se determina —mediante a fotograf´ de la nube desde diversos puntos del suelo y teniendo en ıas 2 Se ha supuesto, sin embargo, que la medici´n es exacta, es decir, que da un n´mero en- o u tero. De esta dificultad se deshace uno empleando escalas subdivididas, cuya introducci´n o no exige ning´n m´todo fundamentalmente nuevo. u e 3 No es preciso entrar aqu´ con m´s detenimiento en el significado de “coincidencia ı a espacial”, pues este concepto es claro en la medida en que, en un caso real, apenas habr´ ıa divisi´n de opiniones en torno a su validez o
  • 6. 5 cuenta las propiedades de propagaci´n de la luz— qu´ longitud habr´ o e ıa que dar al m´stil para llegar a la nube. a De estas consideraciones se echa de ver que para la descripci´n de lugares o es ventajoso independizarse de la existencia de puntos notables, provistos de nombres y situados sobre el cuerpo r´ ıgido al que se refiere la localizaci´n, y o utilizar en lugar de ello n´meros. La f´ u ısica experimental cubre este objetivo empleando el sistema de coordenadas cartesianas. Este sistema consta de tres paredes r´ ıgidas, planas, perpendiculares entre s´ y ligadas a un cuerpo r´ ı ıgido. El lugar de cualquier suceso, referido al sistema de coordenadas, viene descrito (en esencia) por la especificaci´n de o la longitud de las tres verticales o coordenadas (x, y, z)(cf. Fig. 2, p. ) que pueden trazarse desde el suceso hasta esas tres paredes. Las longitudes de estas tres perpendiculares pueden determinarse mediante una sucesi´n de o manipulaciones con reglas r´ ıgidas, manipulaciones que vienen prescritas por las leyes y m´todos de la Geometr´ euclidiana. e ıa En las aplicaciones no suelen construirse realmente esas paredes r´ ıgidas que forman el sistema de coordenadas; y las coordenadas tampoco se deter- minan realmente por medio de construcciones con reglas r´ ıgidas, sino indirec- tamente. Pero el sentido f´ ısico de las localizaciones debe buscarse siempre en concordancia con las consideraciones anteriores, so pena de que los resultados ısica y la astronom´ se diluyan en la falta de claridad4 . de la f´ ıa La conclusi´n es, por tanto, la siguiente: toda descripci´n espacial de o o sucesos se sirve de un cuerpo r´ ıgido al que hay que referirlos espacialmente. Esa referencia presupone que los “segmentos” se rigen por las leyes de la Geometr´ eucl´ ıa ıdea, viniendo representados f´ ısicamente por dos marcas sobre un cuerpo r´ ıgido. 3. Espacio y tiempo en la Mec´nica cl´sica a a Si formulo el objetivo de la Mec´nica diciendo que “la Mec´nica debe a a describir c´mo var´ con el tiempo la posici´n de los cuerpos en el espacio”, o ıa o sin a˜adir grandes reservas y prolijas explicaciones, cargar´ sobre mi con- n ıa ciencia algunos pecados capitales contra el sagrado esp´ ıritu de la claridad. Indiquemos antes que nada estos pecados. No est´ claro qu´ debe entenderse aqu´ por “posici´n” y “espacio”. Su- a e ı o pongamos que estoy asomado a la ventanilla de un vag´n de ferrocarril que o lleva una marcha uniforme, y dejo caer una piedra a la v´ sin darle ning´n ıa, u impulso. Entonces veo (prescindiendo de la influencia de la resistencia del 4 No es sino en la teor´ de la relatividad general, estudiada en la segunda parte del ıa libro, donde se hace necesario afinar y modificar esta concepci´n. o
  • 7. 6 aire) que la piedra cae en l´ ınea recta. Un peat´n que asista a la fechor´ des- o ıa de el terrapl´n observa que la piedra cae a tierra seg´n un arco de par´bola. e u a Yo pregunto ahora: las “posiciones” que recorre la piedra ¿est´n “realmente” a sobre una recta o sobre una par´bola? Por otro lado, ¿qu´ significa aqu´ mo- a e ı vimiento en el “espacio”? La respuesta es evidente despu´s de lo dicho en e §2. Dejemos de momento a un lado la oscura palabra “espacio”, que, pa- ra ser sinceros, no nos dice absolutamente nada; en lugar de ella ponemos “movimiento respecto a un cuerpo de referencia pr´cticamente r´ a ıgido”. Las posiciones con relaci´n al cuerpo de referencia (vag´n del tren o v´ o o ıas) han sido ya definidas expl´ ıcitamente en el ep´ıgrafe anterior. Introduciendo en lu- gar de “cuerpo de referencia” el concepto de “sistema de coordenadas”, que es util para la descripci´n matem´tica, podemos decir: la piedra describe, ´ o a con relaci´n a un sistema de coordenadas r´ o ıgidamente unido al vag´n, una o recta; con relaci´n a un sistema de coordenadas r´ o ıgidamente ligado a las v´ ıas, una par´bola. En este ejemplo se ve claramente que en rigor no existe una a trayectoria5 , sino s´lo una trayectoria con relaci´n a un cuerpo de referencia o o determinado. Ahora bien, la descripci´n completa del movimiento no se obtiene sino o al especificar c´mo var´ la posici´n del cuerpo con el tiempo, o lo que es lo o ıa o mismo, para cada punto de la trayectoria hay que indicar en qu´ momento se e encuentra all´ el cuerpo. Estos datos hay que completarlos con una definici´n ı o del tiempo en virtud de la cual podamos considerar estos valores tempora- les como magnitudes esencialmente observables (resultados de mediciones). Nosotros, sobre el suelo de la Mec´nica cl´sica, satisfacemos esta condici´n a a o —con relaci´n al ejemplo anterior— de la siguiente manera. Imaginemos dos o relojes exactamente iguales; uno de ellos lo tiene el hombre en la ventanilla del vag´n de tren; el otro, el hombre que est´ de pie en el terrapl´n. Cada uno o a e de ellos verifica en qu´ lugar del correspondiente cuerpo de referencia se en- e cuentra la piedra en cada instante marcado por el reloj que tiene en la mano. Nos abstenemos de entrar aqu´ en la imprecisi´n introducida por el car´cter ı o a finito de la velocidad de propagaci´n de la luz. Sobre este extremo, y sobre o una segunda dificultad que se presenta aqu´ hablaremos detenidamente m´s ı, a adelante. 4. El sistema de coordenadas de Galileo Como es sabido, la ley fundamental de la Mec´nica de Galileo y Newton, a conocida por la ley de inercia, dice: un cuerpo suficientemente alejado de otros cuerpos persiste en su estado de reposo o de movimiento rectil´ ıneo uniforme. 5 Es decir, una curva a lo largo de la cual se mueve el cuerpo.
  • 8. 7 Este principio se pronuncia no s´lo sobre el movimiento de los cuerpos, sino o tambi´n sobre qu´ cuerpos de referencia o sistemas de coordenadas son per- e e misibles en la Mec´nica y pueden utilizarse en las descripciones mec´nicas. a a Algunos de los cuerpos a los que sin duda cabe aplicar con gran aproximaci´n o la ley de inercia son las estrellas fijas. Ahora bien, si utilizamos un sistema de coordenadas solidario con la Tierra, cada estrella fija describe, con relaci´n a o ´l y a lo largo de un d´ (astron´mico), una circunferencia de radio enorme, e ıa o en contradicci´n con el enunciado de la ley de inercia. As´ pues, si uno se o ı atiene a esta ley, entonces los movimientos s´lo cabe referirlos a sistemas o de coordenadas con relaci´n a los cuales las estrellas fijas no ejecutan mo- o vimientos circulares. Un sistema de coordenadas cuyo estado de movimiento es tal que con relaci´n a ´l es v´lida la ley de inercia lo llamamos “sistema o e a de coordenadas de Galileo”. Las leyes de la Mec´nica de Galileo-Newton s´lo a o tienen validez para sistemas de coordenadas de Galileo. 5. El principio de la relatividad (en sentido restringido) Para conseguir la mayor claridad posible, volvamos al ejemplo del vag´n o de tren que lleva una marcha uniforme. Su movimiento decimos que es una traslaci´n uniforme (“uniforme”, porque es de velocidad y direcci´n constan- o o tes; “traslaci´n”, porque aunque la posici´n del vag´n var´ con respecto a la o o o ıa v´ no ejecuta ning´n giro). Supongamos que por los aires vuela un cuervo ıa, u en l´ınea recta y uniformemente (respecto a la v´ No hay duda de que el ıa). movimiento del cuervo es —respecto al vag´n en marcha— un movimiento o de distinta velocidad y diferente direcci´n, pero sigue siendo rectil´ o ıneo y uni- forme. Expresado de modo abstracto: si una masa m se mueve en l´ ınea recta y uniformemente respecto a un sistema de coordenadas K, entonces tambi´n e se mueve en l´ ınea recta y uniformemente respecto a un segundo sistema de coordenadas K , siempre que ´ste ejecute respecto a K un movimiento de e traslaci´n uniforme. Teniendo en cuenta lo dicho en el p´rrafo anterior, se o a desprende de aqu´ lo siguiente: ı Si K es un sistema de coordenadas de Galileo, entonces tambi´n lo ese cualquier otro sistema de coordenadas K que respecto a K se halle en un estado de traslaci´n uniforme. Las leyes de la Mec´nica de Galileo-Newton o a valen tanto respecto a K como respecto a K. Demos un paso m´s en la generalizaci´n y enunciemos el siguiente prin- a o cipio: Si K es un sistema de coordenadas que se mueve uniformemente y sin rotaci´n respecto a K, entonces los fen´menos naturales transcurren con o o respecto a K seg´n id´nticas leyes generales que con respecto a K. Esta u e proposici´n es lo que llamaremos el “principio de relatividad” (en sentido o restringido).
  • 9. 8 Mientras se mantuvo la creencia de que todos los fen´menos naturales se o pod´ representar con ayuda de la Mec´nica cl´sica, no se pod´ dudar de la ıan a a ıa validez de este principio de relatividad. Sin embargo, los recientes adelantos a ´ de la Electrodin´mica y de la Optica hicieron ver cada vez m´s claramente a que la Mec´nica cl´sica, como base de toda descripci´n f´ a a o ısica de la natura- leza, no era suficiente. La cuesti´n de la validez del principio de relatividad o se torn´ as´ perfectamente discutible, sin excluir la posibilidad de que la so- o ı luci´n fuese en sentido negativo. Existen, con todo, dos hechos generales que o de entrada hablan muy a favor de la validez del principio de relatividad. En efecto, aunque la Mec´nica cl´sica no proporciona una base suficientemente a a ancha para representar te´ricamente todos los fen´menos f´ o o ısicos, tiene que poseer un contenido de verdad muy importante, pues da con admirable preci- si´n los movimientos reales de los cuerpos celestes. De ah´ que en el campo de o ı la Mec´nica tenga que ser v´lido con gran exactitud el principio de relativi- a a dad. Y que un principio de generalidad tan grande y que es v´lido, con tanta a exactitud, en un determinado campo de fen´menos fracase en otro campo es, o a priori, poco probable. El segundo argumento, sobre el que volveremos m´s adelante, es el si- a guiente. Si el principio de relatividad (en sentido restringido) no es v´lido, a entonces los sistemas de coordenadas de Galileo K, K , K , etc., que se mue- ven uniformemente unos respecto a los otros, no ser´n equivalentes para la a descripci´n de los fen´menos naturales. En ese caso no tendr´ o o ıamos m´s re- a medio que pensar que las leyes de la naturaleza s´lo pueden formularse con o especial sencillez y naturalidad si de entre todos los sistemas de coordena- das de Galileo eligi´semos como cuerpo de referencia uno (K0 ) que tuviera e un estado de movimiento determinado. A ´ste lo calificar´ e ıamos, y con raz´n o (por sus ventajas para la descripci´n de la naturaleza), de “absolutamente o en reposo”, mientras que de los dem´s sistemas galileanos K dir´ a ıamos que son “m´viles”. Si la v´ fuese el sistema K0 , pongamos por caso, entonces o ıa nuestro vag´n de ferrocarril ser´ un sistema K respecto al cual regir´ le- o ıa ıan yes menos sencillas que respecto a K0 . Esta menor simplicidad habr´ que ıa atribuirla a que el vag´n K se mueve respecto a K0 (es decir, “realmente”). o En estas leyes generales de la naturaleza formuladas respecto a K tendr´ ıan que desempe˜ar un papel el m´dulo y la direcci´n de la velocidad del vag´n. n o o o Ser´ de esperar, por ejemplo, que el tono de un tubo de ´rgano fuese distinto ıa o cuando su eje fuese paralelo a la direcci´n de marcha que cuando estuviese o perpendicular. Ahora bien, la Tierra, debido a su movimiento orbital alrede- dor del Sol, es equiparable a un vag´n que viajara a unos 30 km por segundo. o Por consiguiente, caso de no ser v´lido el principio de relatividad, ser´ de a ıa esperar que la direcci´n instant´nea del movimiento terrestre interviniera en o a las leyes de la naturaleza y que, por lo tanto, el comportamiento de los siste-
  • 10. 9 mas f´ısicos dependiera de su orientaci´n espacial respecto a la Tierra; porque, o como la velocidad del movimiento de rotaci´n terrestre var´ de direcci´n en o ıa o el transcurso del a˜o, la Tierra no puede estar todo el a˜o en reposo res- n n pecto al hipot´tico sistema K0 . Pese al esmero que se ha puesto en detectar e una tal anisotrop´ del espacio f´ ıa ısico terrestre, es decir, una no equivalencia de las distintas direcciones, jam´s ha podido ser observada. Lo cual es un a argumento de peso a favor del principio de la relatividad. 6. El teorema de adici´n de velocidades seg´ n la Mec´nica cl´sica o u a a Supongamos que nuestro tan tra´ y llevado vag´n de ferrocarril viaja ıdo o con velocidad constante v por la l´ ınea, e imaginemos que por su interior cami- na un hombre en la direcci´n de marcha con velocidad w. ¿Con qu´ velocidad o e W avanza el hombre respecto a la v´ al caminar? La unica respuesta posible ıa ´ parece desprenderse de la siguiente consideraci´n: o Si el hombre se quedara parado durante un segundo, avanzar´ respecto ıa, a la v´ un trecho v igual a la velocidad del vag´n. Pero en ese segundo ıa, o recorre adem´s, respecto al vag´n, y por tanto tambi´n respecto a la v´ a o e ıa, un trecho w igual a la velocidad con que camina. Por consiguiente, en ese segundo avanza en total el trecho W =v+w respecto a la v´ M´s adelante veremos que este razonamiento, que expresa el ıa. a teorema de adici´n de velocidades seg´n la Mec´nica cl´sica, es insostenible o u a a y que la ley que acabamos de escribir no es v´lida en realidad. Pero entre a tanto edificaremos sobre su validez. 7. La aparente incompatibilidad de la ley de propagaci´n de la luz o con el principio de la relatividad Apenas hay en la f´ ısica una ley m´s sencilla que la de propagaci´n de a o la luz en el espacio vac´ Cualquier escolar sabe (o cree saber) que esta ıo. propagaci´n se produce en l´ o ınea recta con una velocidad de c = 300,000 km/s. En cualquier caso, sabemos con gran exactitud que esta velocidad es la misma para todos los colores, porque si no fuera as´ el m´ ı, ınimo de emisi´n o en el eclipse de una estrella fija por su compa˜era oscura no se observar´ n ıa simult´neamente para los diversos colores. A trav´s de un razonamiento si- a e milar, relativo a observaciones de las estrellas dobles, el astr´nomo holand´s o e De Sitter consigui´ tambi´n demostrar que la velocidad de propagaci´n de la o e o luz no puede depender de la velocidad del movimiento del cuerpo emisor. La
  • 11. 10 hip´tesis de que esta velocidad de propagaci´n depende de la direcci´n “en o o o el espacio” es de suyo improbable. Supongamos, en resumen, que el escolar cree justificadamente en la sen- cilla ley de la constancia de la velocidad de la luz c (en el vac´ ¿Qui´n dir´ ıo). e ıa que esta ley tan simple ha sumido a los f´ ısicos m´s concienzudos en grand´ a ısi- mas dificultades conceptuales? Los problemas surgen del modo siguiente. Como es natural, el proceso de la propagaci´n de la luz, como cualquier o otro, hay que referirlo a un cuerpo de referencia r´ ıgido (sistema de coorde- nadas). Volvemos a elegir como tal las v´ del tren e imaginamos que el aire ıas que hab´ por encima de ellas lo hemos eliminado por bombeo. Supongamos ıa que a lo largo del terrapl´n se emite un rayo de luz cuyo v´rtice, seg´n lo e e u anterior, se propaga con la velocidad c respecto a aqu´l. Nuestro vag´n de e o ferrocarril sigue viajando con la velocidad v, en la misma direcci´n en que se o propaga el rayo de luz, pero naturalmente mucho m´s despacio. Lo que nos a interesa averiguar es la velocidad de propagaci´n del rayo de luz respecto al o vag´n. Es f´cil ver que el razonamiento del ep´ o a ıgrafe anterior tiene aqu´ apli- ı caci´n, pues el hombre que corre con respecto al vag´n desempe˜a el papel o o n del rayo de luz. En lugar de su velocidad W respecto al terrapl´n aparecee aqu´ la velocidad de la luz respecto a ´ste; la velocidad w que buscamos, la ı e de la luz respecto al vag´n, es por tanto igual a: o w =c−v As´ pues, la velocidad de propagaci´n del rayo de luz respecto al vag´n ı o o resulta ser menor que c. Ahora bien, este resultado atenta contra el principio de la relatividad expuesto en §5, porque, seg´n este principio, la ley de propagaci´n de la u o luz en el vac´ como cualquier otra ley general de la naturaleza, deber´ ser ıo, ıa la misma si tomamos el vag´n como cuerpo de referencia que si elegimos o las v´ lo cual parece imposible seg´n nuestro razonamiento. Si cualquier ıas, u rayo de luz se propaga respecto al terrapl´n con la velocidad c, la ley de e propagaci´n respecto al vag´n parece que tiene que ser, por eso mismo, otra o o distinta. . . en contradicci´n con el principio de relatividad. o A la vista del dilema parece ineludible abandonar, o bien el principio de relatividad, o bien la sencilla ley de la propagaci´n de la luz en el vac´ o ıo. El lector que haya seguido atentamente las consideraciones anteriores espe- rar´ seguramente que sea el principio de relatividad —que por su naturalidad a y sencillez se impone a la mente como algo casi ineludible— el que se man- tenga en pie, sustituyendo en cambio la ley de la propagaci´n de la luz en el o vac´ por una ley m´s complicada y compatible con el principio de relativi- ıo a dad. Sin embargo, la evoluci´n de la f´ o ısica te´rica demostr´ que este camino o o
  • 12. 11 era impracticable. Las innovadoras investigaciones te´ricas de H. A. Lorentz o sobre los procesos electrodin´micos y ´pticos en cuerpos m´viles demostra- a o o ron que las experiencias en estos campos conducen con necesidad imperiosa a una teor´ de los procesos electromagn´ticos que tiene como consecuencia ıa e irrefutable la ley de la constancia de la luz en el vac´ Por eso, los te´ricos de ıo. o vanguardia se inclinaron m´s bien por prescindir del principio de relatividad, a pese a no poder hallar ni un solo hecho experimental que lo contradijera. Aqu´ es donde entr´ la teor´ de la relatividad. Mediante un an´lisis de ı o ıa a los conceptos de espacio y tiempo se vio que en realidad no exist´ ninguna ıa incompatibilidad entre el principio de la relatividad y la ley de propagaci´n de o la luz, sino que, ateni´ndose uno sistem´ticamente a estas dos leyes, se llegaba e a a una teor´ l´gicamente impecable. Esta teor´ que para diferenciarla de ıa o ıa, su ampliaci´n (comentada m´s adelante) llamamos “teor´ de la relatividad o a ıa especial”, es la que expondremos a continuaci´n en sus ideas fundamentales. o 8. Sobre el concepto de tiempo en la F´ ısica Un rayo ha ca´ en dos lugares muy distantes A y B de la v´ Yo a˜ado la ıdo ıa. n afirmaci´n de que ambos impactos han ocurrido simult´neamente. Si ahora te o a pregunto, querido lector, si esta afirmaci´n tiene o no sentido, me contestar´s o a con un “s´ contundente. Pero si luego te importuno con el ruego de que me ı” expliques con m´s precisi´n ese sentido, advertir´s tras cierta reflexi´n que a o a o la respuesta no es tan sencilla como parece a primera vista. Al cabo de alg´n tiempo quiz´ te acuda a la mente la siguiente respuesta: u a “El significado de la afirmaci´n es claro de por s´ y no necesita de ninguna o ı aclaraci´n; sin embargo, tendr´ que reflexionar un poco si se me exige de- o ıa terminar, mediante observaciones, si en un caso concreto los dos sucesos son o no simult´neos”. Pero con esta respuesta no puedo darme por satisfecho, a por la siguiente raz´n. Suponiendo que un experto meteor´logo hubiese ha- o o llado, mediante agud´ ısimos razonamientos, que el rayo tiene que caer siempre simult´neamente en los lugares A y B, se plantear´ el problema de compro- a ıa bar si ese resultado te´rico se corresponde o no con la realidad. Algo an´logo o a ocurre en todas las proposiciones f´ ısicas en las que interviene el concepto de “simult´neo”. Para el f´ a ısico no existe el concepto mientras no se brinde la posibilidad de averiguar en un caso concreto si es verdadero o no. Hace falta, por tanto, una definici´n de simultaneidad que proporcione el m´todo o e para decidir experimentalmente en el caso presente si los dos rayos han ca´ ıdo simult´neamente o no. Mientras no se cumpla este requisito, me estar´ en- a e tregando como f´ ısico (¡y tambi´n como no f´ e ısico!) a la ilusi´n de creer que o puedo dar sentido a esa afirmaci´n de la simultaneidad. (No sigas leyendo, o querido lector, hasta concederme esto plenamente convencido.)
  • 13. 12 Tras alg´n tiempo de reflexi´n haces la siguiente propuesta para constatar u o la simultaneidad. Se mide el segmento de uni´n AB a lo largo de la v´ y se o ıa coloca en su punto medio M a un observador provisto de un dispositivo (dos espejos formando 900 entre s´ por ejemplo) que le permite la visualizaci´n ı, o o ´ptica simult´nea de ambos lugares A y B. Si el observador percibe los dos a rayos simult´neamente, entonces es que son simult´neos. a a Aunque la propuesta me satisface mucho, sigo pensando que la cuesti´n o no queda aclarada del todo, pues me siento empujado a hacer la siguiente objeci´n: “Tu definici´n ser´ necesariamente correcta si yo supiese ya que la o o ıa luz que la percepci´n de los rayos transmite al observador en M se propaga o con la misma velocidad en el segmento A → M que en el segmento B → M Sin embargo, la comprobaci´n de este supuesto s´lo ser´ posible si se o o ıa dispusiera ya de los medios para la medici´n de tiempos. Parece, pues, que o nos movemos en un c´ ırculo l´gico”. o Despu´s de reflexionar otra vez, me lanzas con toda raz´n una mirada al- e o go despectiva y me dices: “A pesar de todo, mantengo mi definici´n anterior, o porque en realidad no presupone nada sobre la luz. A la definici´n de simul- o taneidad solamente hay que imponerle una condici´n, y es que en cualquier o caso real permita tomar una decisi´n emp´o ırica acerca de la pertinencia o no pertinencia del concepto a definir. Que mi definici´n cubre este objetivo es o innegable. Que la luz tarda el mismo tiempo en recorrer el camino A → M que el B → M no es en realidad ning´n supuesto previo ni hip´tesis sobre la u o naturaleza f´ısica de la luz, sino una estipulaci´n que puedo hacer a discreci´n o o para llegar a una definici´n de simultaneidad”. o Est´ claro que esta definici´n se puede utilizar para dar sentido exacto al a o enunciado de simultaneidad, no s´lo de dos sucesos, sino de un n´mero arbi- o u trario de ellos, sea cual fuere su posici´n con respecto al cuerpo de referencia6 . o Con ello se llega tambi´n a una definici´n del “tiempo” en la F´ e o ısica. Imagine- mos, en efecto, que en los puntos A, B, C de la v´ (sistema de coordenadas) ıa existen relojes de id´ntica constituci´n y dispuestos de tal manera que las e o posiciones de las manillas sean simult´neamente (en el sentido anterior) las a mismas. Se entiende entonces por “tiempo” de un suceso la hora (posici´n o de las manillas) marcada por aquel de esos relojes que est´ inmediatamente a contiguo (espacialmente) al suceso. De este modo se le asigna a cada suceso un valor temporal que es esencialmente observable. 6 Suponemos adem´s que cuando ocurren tres fen´menos A, B, C en lugares distintos y a o A es simult´neo a B y B simult´neo a C (en el sentido de la definici´n anterior), entonces a a o se cumple tambi´n el criterio de simultaneidad para la pareja de sucesos A − C. Este e supuesto es una hip´tesis f´ o ısica sobre la ley de propagaci´n de la luz; tiene que cumplirse o necesariamente para poder mantener en pie la ley de la constancia de la velocidad de la luz en el vac´ıo.
  • 14. 13 Esta definici´n entra˜a otra hip´tesis f´ o n o ısica de cuya validez, en ausencia de razones emp´ ıricas en contra, no se podr´ dudar. En efecto, se supone que a todos los relojes marchan “igual de r´pido” si tienen la misma constituci´n. a o Formul´ndolo exactamente: si dos relojes colocados en reposo en distintos a lugares del cuerpo de referencia son puestos en hora de tal manera que la posici´n de las manillas del uno sea simult´nea (en el sentido anterior) a la o a misma posici´n de las manillas del otro, entonces posiciones iguales de las o manillas son en general simult´neas (en el sentido de la definici´n anterior). a o 9. La relatividad de la simultaneidad Hasta ahora hemos referido nuestros razonamientos a un determinado cuerpo de referencia que hemos llamado “terrapl´n” o “v´ e ıas”. Supongamos que por los carriles viaja un tren muy largo, con velocidad constante v y en la direcci´n se˜alada en la Fig. 1. Las personas que viajan en este tren o n hallar´n ventajoso utilizar el tren como cuerpo de referencia r´ a ıgido (sistema de coordenadas) y referir´n todos los sucesos al tren. Todo suceso que se a produce a lo largo de la v´ se produce tambi´n en un punto determinado ıa, e del tren. Incluso la definici´n de simultaneidad se puede dar exactamente o igual con respecto al tren que respecto a las v´ Sin embargo, se plantea ıas. ahora la siguiente cuesti´n: o Dos sucesos (p. ej., los dos rayos A y B) que son simult´neos respecto al a terrapl´n, ¿son tambi´n simult´neos respecto al tren? En seguida demostra- e e a remos que la respuesta tiene que ser negativa. Cuando decimos que los rayos A y B son simult´neos respecto a las v´ a ıas, queremos decir: los rayos de luz que salen de los lugares A y B se re´nen en u el punto medio M del tramo de v´ A − B. Ahora bien, los sucesos A y B se ıa corresponden tambi´n con lugares A y B en el tren. Sea M el punto medio e del segmento A − B del tren en marcha. Este punto M es cierto que en el instante de la ca´ de los rayos7 coincide con el punto M , pero, como se ıda indica en la figura, se mueve hacia la derecha con la velocidad v del tren. Un observador que estuviera sentado en el tren en M , pero que no poseyera esta 7 ¡Desde el punto de vista del terrapl´n! e
  • 15. 14 velocidad, permanecer´ constantemente en M , y los rayos de luz que parten ıa de las chispas A y B lo alcanzar´ simult´neamente, es decir, estos dos ıan a rayos de luz se reunir´ precisamente en ´l. La realidad es, sin embargo, que ıan e (juzgando la situaci´n desde el terrapl´n) este observador va al encuentro o e del rayo de luz que viene de B, huyendo en cambio del que avanza desde A. Por consiguiente, ver´ antes la luz que sale de B que la que sale de A. a En resumidas cuentas, los observadores que utilizan el tren como cuerpo de referencia tienen que llegar a la conclusi´n de que la chispa el´ctrica B ha o e ca´ antes que la A. Llegamos as´ a un resultado importante: ıdo ı Sucesos que son simult´neos respecto al terrapl´n no lo son respecto al a e tren, y viceversa (relatividad de la simultaneidad). Cada cuerpo de referencia (sistema de coordenadas) tiene su tiempo especial; una localizaci´n temporal o tiene s´lo sentido cuando se indica el cuerpo de referencia al que remite. o Antes de la teor´ de la relatividad, la F´ ıa ısica supon´ siempre impl´ ıa ıcita- mente que el significado de los datos temporales era absoluto, es decir, inde- pendiente del estado de movimiento del cuerpo de referencia. Pero acabamos de ver que este supuesto es incompatible con la definici´n natural de simul- o taneidad; si prescindimos de ´l, desaparece el conflicto, expuesto en §7, entre e la ley de la propagaci´n de la luz y el principio de la relatividad. o En efecto, el conflicto proviene del razonamiento del ep´ ıgrafe 6, que ahora resulta insostenible. Inferimos all´ que el hombre que camina por el vag´n y ı o recorre el trecho w en un segundo, recorre ese mismo trecho tambi´n en e un segundo respecto a las v´ Ahora bien, toda vez que, en virtud de las ıas. reflexiones anteriores, el tiempo que necesita un proceso con respecto al vag´n o no cabe igualarlo a la duraci´n del mismo proceso juzgada desde el cuerpo de o referencia del terrapl´n, tampoco se puede afirmar que el hombre, al caminar e respecto a las v´ recorra el trecho w en un tiempo que —juzgado desde el ıas, terrapl´n— es igual a un segundo. Digamos de paso que el razonamiento de e §6 descansa adem´s en un segundo supuesto que, a la luz de una reflexi´n a o rigurosa, se revela arbitrario, lo cual no quita para que, antes de establecerse la teor´ de la relatividad, fuese aceptado siempre (de modo impl´ ıa ıcito). 10. Sobre la relatividad del concepto de distancia espacial Observamos dos lugares concretos del tren8 que viaja con velocidad v por la l´ ınea y nos preguntamos qu´ distancia hay entre ellos. Sabemos ya que e para medir una distancia se necesita un cuerpo de referencia respecto al cual hacerlo. Lo m´s sencillo es utilizar el propio tren como cuerpo de referencia a (sistema de coordenadas). Un observador que viaja en el tren mide la distan- 8 El centro de los vagones primero y cent´simo, por ejemplo. e
  • 16. 15 cia, transportando en l´ınea recta una regla sobre el suelo de los vagones, por ejemplo, hasta llegar desde uno de los puntos marcados al otro. El n´merou que indica cu´ntas veces transport´ la regla es entonces la distancia buscada. a o Otra cosa es si se quiere medir la distancia desde la v´ Aqu´ se ofrece ıa. ı el m´todo siguiente. Sean A y B los dos puntos del tren de cuya distancia e se trata; estos dos puntos se mueven con velocidad v a lo largo de la v´ ıa. Pregunt´monos primero por los puntos A y B de la v´ por donde pasan e ıa A y B en un momento determinado t (juzgado desde la v´ En virtud ıa). de la definici´n de tiempo dada en §8, estos puntos A y B de la v´ son o ıa determinables. A continuaci´n se mide la distancia entre A y B transportando o repetidamente el metro a lo largo de la v´ ıa. A priori no est´ dicho que esta segunda medici´n tenga que proporcionar a o el mismo resultado que la primera. La longitud del tren, medida desde la v´ puede ser distinta que medida desde el propio tren. Esta circunstancia se ıa, traduce en una segunda objeci´n que oponer al razonamiento, aparentemente o tan meridiano, de §6. Pues si el hombre en el vag´n recorre en una unidad o de tiempo el trecho w medido desde el tren, este trecho, medido desde la v´ ıa, no tiene por qu´ ser igual a w. e 11. La transformaci´n de Lorentz o Las consideraciones hechas en los tres ultimos ep´ ´ ıgrafes nos muestran que la aparente incompatibilidad de la ley de propagaci´n de la luz con el o principio de relatividad en §7 est´ deducida a trav´s de un razonamiento que a e tomaba a pr´stamo de la Mec´nica cl´sica dos hip´tesis injustificadas; estas e a a o hip´tesis son: o 1. El intervalo temporal entre dos sucesos es independiente del estado de movimiento del cuerpo de referencia. 2. El intervalo espacial entre dos puntos de un cuerpo r´ ıgido es indepen- diente del estado de movimiento del cuerpo de referencia. Si eliminamos estas dos hip´tesis, desaparece el dilema de §7, porque el o teorema de adici´n de velocidades deducido en §6 pierde su validez. Ante o nosotros surge la posibilidad de que la ley de la propagaci´n de la luz en o el vac´ sea compatible con el principio de relatividad. Llegamos as´ a la ıo ı pregunta: ¿c´mo hay que modificar el razonamiento de §6 para eliminar la o aparente contradicci´n entre estos dos resultados fundamentales de la expe- o riencia? Esta cuesti´n conduce a otra de ´ o ındole general. En el razonamiento de §6 aparecen lugares y tiempos con relaci´n al tren y con relaci´n a las o o v´ ¿C´mo se hallan el lugar y el tiempo de un suceso con relaci´n al tren ıas. o o
  • 17. 16 cuando se conocen el lugar y el tiempo del suceso con respecto a las v´ ıas? ¿Esta pregunta tiene alguna respuesta de acuerdo con la cual la ley de la pro- pagaci´n en el vac´ no contradiga al principio de relatividad? O expresado o ıo de otro modo: ¿cabe hallar alguna relaci´n entre las posiciones y tiempos de o los distintos sucesos con relaci´n a ambos cuerpos de referencia, de manera o que todo rayo de luz tenga la velocidad de propagaci´n c respecto a las v´ o ıas y respecto al tren? Esta pregunta conduce a una respuesta muy determinada y afirmativa, a una ley de transformaci´n muy precisa para las magnitudes o espacio-temporales de un suceso al pasar de un cuerpo de referencia a otro. Antes de entrar en ello, intercalemos la siguiente consideraci´n. Hasta o ahora solamente hemos hablado de sucesos que se produc´ a lo largo de la ıan v´ la cual desempe˜aba la funci´n matem´tica de una recta. Pero, siguien- ıa, n o a do lo indicado en el ep´ ıgrafe 2, cabe imaginar que este cuerpo de referencia se prolonga hacia los lados y hacia arriba por medio de un andamiaje de varillas, de manera que cualquier suceso, ocurra donde ocurra, puede loca- lizarse respecto a ese andamiaje. An´logamente, es posible imaginar que el a tren que viaja con velocidad v se prolonga por todo el espacio, de manera que cualquier suceso, por lejano que est´, tambi´n pueda localizarse respecto e e al segundo andamio. Sin incurrir en defecto te´rico, podemos prescindir del o hecho de que en realidad esos andamios se destrozar´ uno contra el otro ıan debido a la impenetrabilidad de los cuerpos s´lidos. En cada uno de estos o andamios imaginamos que se erigen tres paredes mutuamente perpendicula- res que denominamos “planos coordenados” (“sistema de coordenadas”). Al terrapl´n le corresponde entonces un sistema de coordenadas K, y al tren e otro K . Cualquier suceso, dondequiera que ocurra, viene fijado espacialmen- te respecto a K por las tres perpendiculares x, y, z a los planos coordenados, y temporalmente por un valor t. Ese mismo suceso viene fijado espacio- temporalmente respecto a K por valores correspondientes x , y , z , t , que, como es natural, no coinciden con x, y, z, t. Ya explicamos antes con detalle c´mo interpretar estas magnitudes como resultados de mediciones f´ o ısicas. Es evidente que el problema que tenemos planteado se puede formular exactamente de la manera siguiente: Dadas las cantidades x, y, z, t de un suceso respecto a K, ¿cu´les son los valores x , y , z , t del mismo suceso a respectoa K ? Las relaciones hay que elegirlas de tal modo que satisfagan la ley de propagaci´n de la luz en el vac´ para uno y el mismo rayo de luz (y o ıo adem´s para cualquier rayo de luz) respecto a K y K . Para la orientaci´n a o espacial relativa indicada en el dibujo de la figura , el problema queda resuelto
  • 18. 17 por las ecuaciones: x − vt x = v2 1− c2 y = y z = z vx t− c2 t = v2 1− c2 Este sistema de ecuaciones se designa con el nombre de “transformaci´n o 9 de Lorentz ”. Ahora bien, si en lugar de la ley de propagaci´n de la luz hubi´semos o e tomado como base los supuestos impl´ıcitos en la vieja mec´nica, relativos al a car´cter absoluto de los tiempos y las longitudes, en vez de las anteriores a ecuaciones de transformaci´n habr´ o ıamos obtenido estas otras: x = x − vt y = y z = z t = t sistema que a menudo se denomina “transformaci´n de Galileo”. La transfor- o maci´n de Galileo se obtiene de la de Lorentz igualando en ´sta la velocidad o e de la luz c a un valor infinitamente grande. 9 En el Ap´ndice se da una derivaci´n sencilla de la transformaci´n de Lorentz e o o
  • 19. 18 El siguiente ejemplo muestra claramente que, seg´n la transformaci´n de u o Lorentz, la ley de propagaci´n de la luz en el vac´ se cumple tanto respecto al o ıo cuerpo de referencia K como respecto al cuerpo de referencia K . Supongamos que se env´ una se˜al luminosa a lo largo del eje x positivo, propag´ndose ıa n a la excitaci´n luminosa seg´n la ecuaci´n o u o x = ct es decir, con velocidad c. De acuerdo con las ecuaciones de la transformaci´n o de Lorentz, esta sencilla relaci´n entre x y t determina una relaci´n entre x o o y t . En efecto, sustituyendo x por el valor ct en las ecuaciones primera y cuarta de la transformaci´n de Lorentz obtenemos: o (c − v)t x = v2 1− c2 v 1− c t t = v2 1− c2 de donde, por divisi´n, resulta inmediatamente o x = ct La propagaci´n de la luz, referida al sistema K , se produce seg´n esta o u ecuaci´n. Se comprueba, por tanto, que la velocidad de propagaci´n es tam- o o bi´n igual a c respecto al cuerpo de referencia K ; y an´logamente para rayos e a de luz que se propaguen en cualquier otra direcci´n. Lo cual, naturalmente, o no es de extra˜ar, porque las ecuaciones de la transformaci´n de Lorentz n o est´n derivadas con este criterio. a 12. El comportamiento de reglas y relojes m´viles o Coloco una regla de un metro sobre el eje x de K , de manera que un extremo coincida con el punto x = 0 y el otro con el punto x = 1. ¿Cu´l a es la longitud de la regla respecto al sistema K? Para averiguarlo podemos determinar las posiciones de ambos extremos respecto a K en un momento determinado t . De la primera ecuaci´n de la transformaci´n de Lorentz, para o o t = 0, se obtiene para estos dos puntos: v2 xorigen de la escala = 0 · 1− c2 v2 xextremo de la escala = 1 · 1− 2 c
  • 20. 19 estos dos puntos distan entre s´ 1 − v 2 /c2 . Ahora bien, el metro se mueve ı respecto a K con la velocidad v, de donde se deduce que la longitud de una regla r´ ıgida de un metro que se mueve con velocidad v en el sentido de su longitud es de 1 − v 2 /c2 metros. La regla r´ ıgida en movimiento es m´s corta que la misma regla cuando est´ en estado de reposo, y es tanto a a m´s corta cuando m´s r´pidamente se mueva. Para la velocidad v = c ser´ a a a ıa 1−v 2 /c2 = 0 para velocidades a´ n mayores la ra´ se har´ imaginaria. u ız ıa De aqu´ inferimos que en la teor´ de la relatividad la velocidad c desempe˜a ı ıa n el papel de una velocidad l´ ımite que no puede alcanzar ni sobrepasar ning´n u cuerpo real. A˜adamos que este papel de la velocidad c como velocidad l´ n ımite se si- gue de las propias ecuaciones de la transformaci´n de Lorentz, porque ´stas o e pierden todo sentido cuando v se elige mayor que c. Si hubi´semos procedido a la inversa, considerando un metro que se halla e en reposo respecto a K sobre el eje x, habr´ ıamos comprobado que en relaci´n o a K tiene la longitud de 1 − v 2 /c2 , lo cual est´ totalmente de acuerdo con el a principio de la relatividad, en el cual hemos basado nuestras consideraciones. A priori es evidente que las ecuaciones de transformaci´n tienen algo que o decir sobre el comportamiento f´ ısico de reglas y relojes, porque las cantidades x, y, z, t no son otra cosa que resultados de medidas obtenidas con relojes y reglas. Si hubi´semos tomado como base la transformaci´n de Galileo, no e o habr´ ıamos obtenido un acortamiento de longitudes como consecuencia del movimiento. Imaginemos ahora un reloj con segundero que reposa constantemente en el origen (x = 0) de K . Sean t = 0 y t = 1 dos se˜ales sucesivas de este n reloj. Para estos dos tics, las ecuaciones primera y cuarta de la transformaci´n o de Lorentz dar´n: a t = 0 1 t = v2 1− c2 Juzgado desde K, el reloj se mueve con la velocidad v; respecto a este cuerpo de referencia, entre dos de sus se˜ales transcurre, no un segundo, sino n 1/ 1 − v 2 /c2 segundos, o sea un tiempo algo mayor. Como consecuencia de su movimiento, el reloj marcha algo m´s despacio a que en estado de reposo. La velocidad de la luz c desempe˜a, tambi´n aqu´ n e ı, el papel de una velocidad l´ımite inalcanzable.
  • 21. 20 13. Teorema de adici´n de velocidades. Experimento de Fizeau o Dado que las velocidades con que en la pr´ctica podemos mover relojes y a reglas son peque˜as frente a la velocidad de la luz c, es dif´ que podamos n ıcil comparar los resultados del ep´ıgrafe anterior con la realidad. Y puesto que, por otro lado, esos resultados le parecer´n al lector harto singulares, voy a a extraer de la teor´ otra consecuencia que es muy f´cil de deducir de lo ıa a anteriormente expuesto y que los experimentos confirman brillantemente. En el §6 hemos deducido el teorema de adici´n para velocidades de la o misma direcci´n, tal y como resulta de las hip´tesis de la Mec´nica cl´sica. o o a a Lo mismo se puede deducir f´cilmente de la transformaci´n de Galileo (§11). a o En lugar del hombre que camina por el vag´n introducimos un punto que se o mueve respecto al sistema de coordenadas K seg´n la ecuaci´n u o x = wt Mediante las ecuaciones primera y cuarta de la transformaci´n de Galileo o se pueden expresar x y t en funci´n de x y t obteniendo o x = (v + w)t Esta ecuaci´n no expresa otra cosa que la ley de movimiento del pun- o to respecto al sistema K (del hombre respecto al terrapl´n), velocidad que e designamos por W , con lo cual se obtiene, como en §6: W =v+w (1) Pero este razonamiento lo podemos efectuar igual de bien bas´ndonos en a la teor´ de la relatividad. Lo que hay que hacer entonces es expresar x y t ıa en la ecuaci´n o x = wt en funci´n de x y t, utilizando las ecuaciones primera y cuarta de la trans- o formaci´n de Lorentz. En lugar de la ecuaci´n (1) se obtiene entonces esta o o otra: v+w W = (2) 1 + vw c2 que corresponde al teorema de adici´n de velocidades de igual direcci´n seg´n o o u la teor´ de la relatividad. La cuesti´n es cu´l de estos dos teoremas resiste ıa o a el cotejo con la experiencia. Sobre el particular nos instruye un experimento extremadamente importante, realizado hace m´s de medio siglo por el genial a f´ ısico Fizeau y desde entonces repetido por algunos de los mejores f´ ısicos experimentales, por lo cual el resultado es irrebatible. El experimento versa
  • 22. 21 sobre la siguiente cuesti´n. Supongamos que la luz se propaga en un cierto o l´ ıquido en reposo con una determinada velocidad w. ¿Con qu´ velocidad se e propaga en el tubo R de la figura en la direcci´n de la flecha, cuando dentro de ese tubo fluye el l´ o ıquido con velocidad v? En cualquier caso, fieles al principio de relatividad, tendremos que sentar el supuesto de que, respecto al l´ ıquido, la propagaci´n de la luz se produce o siempre con la misma velocidad w, mu´vase o no el l´ e ıquido respecto a otros cuerpos. Son conocidas, por tanto, la velocidad de la luz respecto al l´ ıquido y la velocidad de ´ste respecto al tubo, y se busca la velocidad de la luz e respecto al tubo. Est´ claro que el problema vuelve a ser el mismo que el de §6. El tubo a desempe˜a el papel de las v´ o del sistema de coordenadas K; el l´ n ıas ıquido, el papel del vag´n o del sistema de coordenadas K ; la luz, el del hombre o que camina por el vag´n o el del punto m´vil mencionado en este apartado. o o As´ pues, si llamamos W a la velocidad de la luz respecto al tubo, ´sta ı e vendr´ dada por la ecuaci´n (1) o por la (2), seg´n que sea la transformaci´n a o u o de Galileo o la de Lorentz la que se corresponde con la realidad. El experimento10 falla a favor de la ecuaci´n (2) deducida de la teor´ de o ıa la relatividad, y adem´s con gran exactitud. Seg´n las ultimas y excelentes a u ´ mediciones de Zeeman, la influencia de la velocidad de la corriente v sobre la propagaci´n de la luz viene representada por la f´rmula (2) con una exactitud o o superior al 1 por 100. Hay que destacar, sin embargo, que H. A. Lorentz, mucho antes de esta- blecerse la teor´ de la relatividad, dio ya una teor´ de este fen´meno por ıa ıa o v´ puramente electrodin´mica y utilizando determinadas hip´tesis sobre la ıa a o estructura electromagn´tica de la materia. Pero esta circunstancia no merma e para nada el poder probatorio del experimento, en tanto que experimentum crucis a favor de la teor´ de la relatividad. Pues la Electrodin´mica de ıa a 10 Fizeau hall´ W = w +v(1−1/n2 ), donde n = c/w es el ´ o ındice de refracci´n del l´ o ıquido. Por otro lado, debido a que vw/c2 es muy peque˜o frente a 1, se puede sustituir (2) por n W = (w + v)(1 − vw/2), o bien, con la misma aproximaci´n, w + v(1 − 1/n2 ), lo cual o concuerda con el resultado de Fizeau.
  • 23. 22 Maxwell-Lorentz, sobre la cual descansaba la teor´ original, no est´ para ıa a nada en contradicci´n con la teor´ de la relatividad. Esta ultima ha ema- o ıa ´ nado m´s bien de la Electrodin´mica como resumen y generalizaci´n asom- a a o brosamente sencillos de las hip´tesis, antes mutuamente independientes, que o serv´ de fundamento a la Electrodin´mica. ıan a 14. El valor heur´ ıstico de la teor´ de la relatividad ıa La cadena de ideas que hemos expuesto hasta aqu´ se puede resumir ı brevemente como sigue. La experiencia ha llevado a la convicci´n de que, por o un lado, el principio de la relatividad (en sentido restringido) es v´lido, y a por otro, que la velocidad de propagaci´n de la luz en el vac´ es igual a una o ıo constante c. Uniendo estos dos postulados result´ la ley de transformaci´n o o para las coordenadas rectangulares x, y, z y el tiempo t de los sucesos que componen los fen´menos naturales, obteni´ndose, no la transformaci´n de o e o Galileo, sino (en discrepancia con la Mec´nica cl´sica) la transformaci´n de a a o Lorentz. En este razonamiento desempe˜´ un papel importante la ley de propa- no gaci´n de la luz, cuya aceptaci´n viene justificada por nuestro conocimiento o o actual. Ahora bien, una vez en posesi´n de la transformaci´n de Lorentz, o o podemos unir ´sta con el principio de relatividad y resumir la teor´ en el e ıa enunciado siguiente: Toda ley general de la naturaleza tiene que estar constituida de tal modo que se transforme en otra ley de id´ntica estructura al introducir, en lugar de e las variables espacio-temporales x, y, z, t del sistema de coordenadas original K, nuevas variables espacio-temporales x , y , z , t de otro sistema de coor- denadas K , donde la relaci´n matem´tica entre las cantidades con prima o a y sin prima viene dada por la transformaci´n de Lorentz. Formulado bre- o vemente: las leyes generales de la naturaleza son covariantes respecto a la transformaci´n de Lorentz. o Esta es una condici´n matem´tica muy determinada que la teor´ de la o a ıa relatividad prescribe a las leyes naturales, con lo cual se convierte en valioso auxiliar heur´ıstico en la b´squeda de leyes generales de la naturaleza. Si se u encontrara una ley general de la naturaleza que no cumpliera esa condici´n, o quedar´ refutado por lo menos uno de los dos supuestos fundamentales de la ıa teor´ Veamos ahora lo que esta ultima ha mostrado en cuanto a resultados ıa. ´ generales.
  • 24. 23 15. Resultados generales de la teor´ ıa De las consideraciones anteriores se echa de ver que la teor´ de la rela- ıa tividad (especial) ha nacido de la Electrodin´mica y de la ´ptica. En estos a o campos no ha modificado mucho los enunciados de la teor´ pero ha simpli- ıa, ficado notablemente el edificio te´rico, es decir, la derivaci´n de las leyes, y, o o lo que es incomparablemente m´s importante, ha reducido mucho el n´mero a u de hip´tesis independientes sobre las que descansa la teor´ A la teor´ de o ıa. ıa Maxwell-Lorentz le ha conferido un grado tal de evidencia, que aqu´lla se ha- e br´ impuesto con car´cter general entre los f´ ıa a ısicos aunque los experimentos hubiesen hablado menos convincentemente a su favor. La Mec´nica cl´sica precisaba de una modificaci´n antes de poder armo- a a o nizar con el requisito de la teor´ de la relatividad especial. Pero esta modi- ıa ficaci´n afecta unicamente, en esencia, a las leyes para movimientos r´pidos o ´ a en los que las velocidades v de la materia no sean demasiado peque˜as frente n a la de la luz. Movimientos tan r´pidos s´lo nos los muestra la experiencia en a o electrones e iones; en otros movimientos las discrepancias respecto a las leyes de la Mec´nica cl´sica son demasiado peque˜as para ser detectables en la a a n pr´ctica. Del movimiento de los astros no hablaremos hasta llegar a la teor´ a ıa de la relatividad general. Seg´n la teor´ de la relatividad, la energ´ cin´tica u ıa ıa e de un punto material de masa m no viene dado ya por la conocida expresi´n o v2 m 2 sino por la expresi´n o mc2 v2 1− c2 Esta expresi´n se hace infinita cuando la velocidad v se aproxima a la o velocidad de la luz c. As´ pues, por grande que sea la energ´ invertida en ı ıa la aceleraci´n, la velocidad tiene que permanecer siempre inferior a c. Si se o desarrolla en serie la expresi´n de la energ´ cin´tica, se obtiene: o ıa e v2 3 v2 mc2 + m + m 2 + ··· 2 8 c El tercer t´rmino es siempre peque˜o frente al segundo (el unico conside- e n ´ rado en la Mec´nica cl´sica) cuando v 2 /c2 es peque˜o comparado con 1. a a n El primer t´rmino mc2 no depende de la velocidad, por lo cual no entra e en consideraci´n al tratar el problema de c´mo la energ´ de un punto mate- o o ıa rial depende de la velocidad. Sobre su importancia te´rica hablaremos m´s o a adelante. El resultado m´s importante de ´ a ındole general al que ha conducido
  • 25. 24 la teor´ de la relatividad especial concierne al concepto de masa. La f´ ıa ısica prerrelativista conoce dos principios de conservaci´n de importancia funda- o mental, el de la conservaci´n de la energ´ y el de la conservaci´n de la masa; o ıa o estos dos principios fundamentales aparecen completamente independientes uno de otro. La teor´ de la relatividad los funde en uno solo. A continuaci´n ıa o explicaremos brevemente c´mo se lleg´ hasta ah´ y c´mo hay que interpretar o o ı o esta fusi´n. o El principio de relatividad exige que el postulado de conservaci´n de la o energ´ se cumpla, no s´lo respecto a un sistema de coordenadas K, sino res- ıa o pecto a cualquier sistema de coordenadas K que se encuentre con relaci´n ao K en movimiento de traslaci´n uniforme (dicho brevemente, respecto a cual- o quier sistema de coordenadas “de Galileo”). En contraposici´n a la Mec´nica o a cl´sica, el paso entre dos de esos sistemas viene regido por la transformaci´n a o de Lorentz. A partir de estas premisas, y en conjunci´n con las ecuaciones funda- o mentales de la electrodin´mica maxwelliana, se puede inferir rigurosamente, a mediante consideraciones relativamente sencillas, que: un cuerpo que se mue- ve con velocidad v y que absorbe la energ´ E0 en forma de radiaci´n11 sin ıa o variar por eso su velocidad, experimenta un aumento de energ´ en la canti- ıa dad: E0 v2 1− c2 Teniendo en cuenta la expresi´n que dimos antes para la energ´ cin´tica, o ıa e la energ´ del cuerpo vendr´ dada por: ıa a E0 m+ c2 c2 v2 1− c2 El cuerpo tiene entonces la misma energ´ que otro de velocidad v y masa ıa m + E0 /2. Cabe por tanto decir: si un cuerpo absorbe la energ´ E0 , su masa ıa inercial crece en E0 /c2 ; la masa inercial de un cuerpo no es una constante, sino variable seg´n la modificaci´n de su energ´ La masa inercial de un u o ıa. sistema de cuerpos cabe contemplarla precisamente como una medida de su energ´ El postulado de la conservaci´n de la masa de un sistema coincide ıa. o con el de la conservaci´n de la energ´ y s´lo es v´lido en la medida en que el o ıa o a sistema no absorbe ni emite energ´ Si escribimos la expresi´n de la energ´ ıa. o ıa 11 E0 es la energ´ absorbida respecto a un sistema de coordenadas que se mueve con el ıa cuerpo.
  • 26. 25 en la forma mc2 + E0 v2 1− c2 se ve que el t´rmino mc2 , que ya nos llam´ la atenci´n con anterioridad, e o o 12 no es otra cosa que la energ´ que pose´ el cuerpo antes de absorber la ıa ıa energ´ E0 . ıa El cotejo directo de este postulado con la experiencia queda por ahora excluido, porque las variaciones de energ´ E0 que podemos comunicar a un ıa sistema no son suficientemente grandes para hacerse notar en forma de una alteraci´n de la masa inercial del sistema. E0 /c2 es demasiado peque˜o en o n comparaci´n con la masa m que exist´ antes de la variaci´n de energ´ A o ıa o ıa. esta circunstancia se debe el que se pudiera establecer con ´xito un principio e de conservaci´n de la masa de validez independiente. o Una ultima observaci´n de naturaleza te´rica. El ´xito de la interpreta- ´ o o e ci´n de Faraday-Maxwell de la acci´n electrodin´mica a distancia a trav´s o o a e de procesos intermedios con velocidad de propagaci´n finita hizo que entre o los f´ ısicos arraigara la convicci´n de que no exist´ acciones a distancia ins- o ıan tant´neas e inmediatas del tipo de la ley de gravitaci´n de Newton. Seg´n a o u la teor´ de la relatividad, en lugar de la acci´n instant´nea a distancia, o ıa o a acci´n a distancia con velocidad de propagaci´n infinita, aparece siempre la o o acci´n a distancia con la velocidad de la luz, lo cual tiene que ver con el pa- o pel te´rico que desempe˜a la velocidad c en esta teor´ En la segunda parte o n ıa. se mostrar´ c´mo se modifica este resultado en la teor´ de la relatividad a o ıa general. 16. La teor´ de la relatividad especial y la experiencia ıa La pregunta de hasta qu´ punto se ve apoyada la teor´ de la relatividad e ıa especial por la experiencia no es f´cil de responder, por un motivo que ya a mencionamos al hablar del experimento fundamental de Fizeau. La teor´ de ıa la relatividad especial cristaliz´ a partir de la teor´ de Maxwell-Lorentz de o ıa los fen´menos electromagn´ticos, por lo cual todos los hechos experimentales o e que apoyan esa teor´ electromagn´tica apoyan tambi´n la teor´ de la rela- ıa e e ıa tividad. Mencionar´ aqu´ por ser de especial importancia, que la teor´ de la e ı, ıa relatividad permite derivar, de manera extremadamente simple y en conso- nancia con la experiencia, aquellas influencias que experimenta la luz de las estrellas fijas debido al movimiento relativo de la Tierra respecto a ellas. Se trata del desplazamiento anual de la posici´n aparente de las estrellas fijas o como consecuencia del movimiento terrestre alrededor del Sol (aberraci´n) o 12 Respecto a un sistema de coordenadas solidario con el cuerpo.