La experiencia de trabajo con la palabra oral y escrita, en forma de relatos, cuentos y poemas de diferentes fuentes, y las indagaciones teóricas sobre narrativas e identidad, nos han llevado a experimentar que las historias que contamos y escuchamos configuran nuestras experiencias y moldean nuestra posibilidad de vincularnos con otros, con el mundo que nos rodea y con los mundos reales, imaginarios, lejanos y cercanos que somos capaces de habitar.
LA ECUACIÓN DEL NÚMERO PI EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE PARÍS. Por JAVIER SOLIS ...
Sobre el poder de las historias compartidas y la palabra poética
1. Sobre el poder de las historias compartidas y la palabra poética
Sobre el poder de las historias compartidas y la palabra poética
La experiencia de trabajo con la palabra oral y escrita, en forma de relatos, cuentos y poemas
de diferentes fuentes, y las indagaciones teóricas sobre narrativas e identidad, nos han llevado
a experimentar que las historias que contamos y escuchamos configuran nuestras experiencias
y moldean nuestra posibilidad de vincularnos con otros, con el mundo que nos rodea y con los
mundos reales, imaginarios, lejanos y cercanos que somos capaces de habitar.
Por esta razón y anticipando la experiencia del taller que desarrollaremos juntos, queremos
compartir a continuación:
1. Un texto de María Teresa Andruetto sobre las razones de contar, leer y escribir
2. Un cuento de Ítalo Calvino sobre las palabras y los intercambios
3. Una crónica del último día de un taller de narrativas desarrollado en un Hospital de la
Provincia de Buenos Aires, en el año 2014
Esperamos que lo disfrute!
Elizabeth Gothelf, Diana Tarnofky, Ignacio Usandivaras
Fragmentos de “Pasajero en tránsito” , del libro Hacia una literatura sin adjetivos.
María Teresa Andruetto . Editorial Comunicarte. 2009
“…Entre los africanos, cuando un narrador llega al final de un cuento, pone su palma en el
suelo y dice: aquí dejo mi historia para que otro la lleve. Cada final es un comienzo, una
historia que nace otra vez, un nuevo libro. Así se abrazan quien habla y quien escucha, en un
juego que siempre recomienza y que tiene como principio conductor, el deseo de
encontrarnos alguna vez completos en las palabras que leemos o escribimos, encontrar eso
que somos y que con palabras se construye. Para escribir una y otra vez lo que nos falta, la
escritura nos conduce a través del lenguaje, como si el lenguaje fuera —lo es— un camino que
nos llevara a nosotros mismos…”
“…¿Para qué escribir, para qué leer, para qué contar, para qué elegir un buen libro en medio
del hambre y las calamidades? Escribir para que lo escrito sea abrigo, espera, escucha del otro.
Porque la literatura es todavía esa metáfora de la vida que sigue reuniendo a quien dice y
quien escucha en un espacio común, para participar de un misterio, para hacer que nazca una
historia que al menos por un momento nos cure de palabra, recoja nuestros pedazos, acople
nuestras partes dispersas, traspase nuestras zonas más inhóspitas, para decirnos que en lo
oscuro también está la luz, para mostrarnos que todo en el mundo, hasta lo más miserable,
tiene su destello.
Como aquel pintor de la antigua Corea, de quien se dice que pintaba árboles que los pájaros
confundían con verdaderos…”
2. Sobre el poder de las historias compartidas y la palabra poética
Eufemia
"No solo a vender y a comprar se viene a Eufemia, sino también porque a la noche, junto a las
hogueras que rodean el mercado, sentados sobre costales o barriles, o tendidos sobre pilas de
alfombras, a cada palabra que dice uno - como "lobo", "hermana", "tesoro escondido",
"batallas", "sarna", "amantes" - los otros cuentan cada uno su historia de lobos, hermanas,
tesoros escondidos, batallas, sarnas, amantes. Y tu sabes que en el largo viaje que te espera,
cuando para permanecer despierto en el balanceo del caballo o del junco, se empiezan a
evocar de uno en uno los propios recuerdos, tu lobo se habrá convertido en otro lobo, tu
hermana en una hermana diferente, tu batalla en otra batalla, al regresar de Eufemia, la
ciudad donde en cada solsticio y cada equinoccio, intercambiamos nuestros recuerdos"
Extractado de “Las ciudades invisibles” de Italo Calvino
CRÓNICA DE FINAL DE TALLER DE NARRATIVAS Y SALUD
20141
En la intimidad de un círculo de confianza producto del tejido que comenzó en abril y fue
generando una trama compuesta con lanas gordas de lágrimas inesperadas, cintas coloridas de
risas y juegos, hilos anudados de anécdotas y recuerdos y hebras resbalosas de enojos y
reflexiones, me siento a escuchar.
Cada uno despliega la historia, la canción, el texto encontrado o construido y yo anoto para
que no me asalte ese impulso hablador que a veces me lleva a interrumpir cuando no debo.
Comienza Pablo (Médico de Tocoginecología) con la historia de Romina, la adolescente que
quiere ser modelo y se enamora de un “muchachote” de 20 años... un espanto para su mamá
que busca la complicidad del médico, que por suerte tiene 2 oídos y puede prestar uno a cada
una de las mujeres que están sentadas frente a él ... escucho con placer sin darme cuenta al
principio si quien lee es el autor del relato. Me hace trampa, me dice algo que me impulsa a
transgredir la regla que yo misma había dado al grupo como consigna... lee sus dos textos al
hilo, el del amor y la locura... (o me hago trampa yo y permito que lea para romper el hielo y
por ser uno de los habilitadores del espacio).
Sigue Silvina (Trabajadora Socila) con la historia del “Milagro en la sala 6”, habla de los
pacientes llamados “los sociales” y del renacimiento de aquel hombre que sus vecinos daban
por muerto. Escucho la voz emocionada pero firme de Silvina y veo asomar las primeras
lágrimas en la ronda en la que el paquete de pañuelos de papel comienza girar como si fuera
un mate compartido.
Ely (Psicóloga) lee el mismo texto que antes había posteado en el grupo de Facebook. Parece
disculparse por su elección. El texto dice cosas sobre la vida, aconseja vivir intensamente, pero
algo refiere a la muerte. No recuerdo hoy si ese era el motivo de la disculpa. Pregunto por el
autor. Es anónimo
1
Para resguardar la identidad de los participantes no se consignan los datos precisos de la institución.
3. Sobre el poder de las historias compartidas y la palabra poética
Alejandra (Obstetra) nos trae “El parto” de Eduardo Galeano. Llora y le cuesta concluir la
lectura. Quizá piense en su propio texto, ese que no se animó a terminar de escribir para ese
día y luego me envió por e mail.
Sigue Gisela (Responsable de Comunicaciones Internas del Hospital). Recién entonces me doy
cuenta que en la consigna de escritura no pensé en su trabajo en el hospital... me lo reprocho
internamente y me disculpo. Gisela lee el poema de Benedetti “Defensa de la alegría”. Escucho
a Serrat cantando en mi cabeza y pienso “Alegría”, qué alivio.
Zulma está en una situación parecida a la Gisela, en el otro hospital. Informalmente, antes de
la ronda me contó una situación que debió enfrentar esa semana con una paciente y
conversamos sobre eso. Pienso que podría haber sido el eje de su relato. Comparte con
nosotros “Crepúsculo” de Cortázar
Cecilia (Residente de Ginecología) aclara que no podía con el propio relato porque iba a llorar y
nos lee “Algo grave va a suceder en este pueblo” de García Márquez. Mientras escucho me
pregunto por qué lo habrá elegido. Pienso en preguntárselo luego... no lo hice.
Patricia (Médica Clínica) elige un ensayo de Sábato. Registro las palabras “vértigo”, “miedo”,
“¿se puede florecer a esa velocidad?”. El texto es del libro “La Resistencia”.
Lucía (Obstétrica) comparte un cuento oriental, “Perlas de Sabiduría”. El mensaje es muy
directo.
Soledad (Residente) nos lee “Desde los afectos” de Mario Benedetti. “Nadie establece normas
/ solo la vida” son versos que retengo.
Graciela (Psicóloga) vuelve a expresar que con tanto que apareció el tema de la muerte, como
su relato tenía que ver con eso, no lo escribió o intentó pero tiró muchos papeles. Le pregunto
si quiere intentar contarlo. Nos habla de un paciente y de los hilos invisibles que lo ataban a la
vida. “Un día más es un esfuerzo, pero es un día más con su gente” “Murió a las 8 de la noche”
la misma hora en que ella se desocupaba ... aparece la película del perro, el que espera a
Richard Gere en la estación todos los días, aún después de su muerte, y el llanto posible. Le
digo que su relato fue bellísimo y repleto de poesía. Nos lee “Arte poética” de Juan Gelman, el
texto que había elegido para compartir.
Sara (Jefa de la sala de obstetricia) se anima a leer ese texto en manuscrito que tenía
vergüenza de compartir, pero el relato de Graciela le da pie y nos lee lo que escribió, la historia
de la señora Blanca, mamá de Hugo, esposa de Don Saturnino, que ya no quiere tratamientos
para su Cáncer y le pide que la acompañe en lo que le queda de vida. Nos cuenta de sus
encuentros con Blanca, de sus charlas sobre datos reales o ficticios “¿Cuántos bebés nacieron
hoy? ¿Cuántas mujeres? ¿Cuántos varones?”. También nos cuenta del “honor” que fue
responder al pedido de Blanca y lo honrado que su había sentido su marido, cuando unos años
antes acompañó en sus últimos días a Don Saturnino. Sara nos muestra la medalla y la cadena
que Blanca le regaló antes de morir y que ella lleva puesta. El relato es muy bello, le digo que
además, como narración está hermosamente construido.
Leandro (Residente) lee un texto bíblico sobre el amor. El texto interroga sobre la naturaleza
del amor, qué es el amor. Nos dice que luego va a explicar por qué eligió ese texto.
Juan Carlos (Director de docencia e investigación) nos lee su relato “Qué podemos hacer
cuando no hay nada que hacer”. nos habla de un día de octubre, de la estación de tren, de las
4. Sobre el poder de las historias compartidas y la palabra poética
pintadas cambiantes y el humor político que representan, de ese paciente al que entrevista el
grupo interdisciplinario del que formaba parte, ese que dijo “Muchas gracias, creí que tenía
cáncer” y se fue. Del desconcierto, de la pregunta por el error, del final inesperado tiempo
después.
Concluye la primera ronda de relatos. Pienso “¿no será demasiado?”. Me gusta esta
intensidad, pienso que es buena y al mismo tiempo me pregunto “¿hasta dónde?”. Propongo
un juego. Hacemos una ronda de gestos ridículos, nos reímos. Antes de eso comento que
hemos hecho un ejercicio de escucha impresionante, que estuvimos más de una hora y media
escuchándonos con atención.
Volvemos a empezar la ronda. Esta vez es más breve. No todos tienen otro relato.
Intento prestarle mi voz al relato que escribió Patricia, pero la letra me impide leer con fluidez.
Ella se hace cargo de continuar.
Silvina nos lee “Para la libertad” de Miguel Hernández y lo vincula con el “social” y su identidad
recuperada, con el valor de su tarea y la reelección de su profesión.
Ely nos cuenta de otra Romina, una adolescente embarazada.
Sara lee “El teatro de la vida” de Charles Chaplin
Leandro nos explica la elección de su texto. Piensa en los paradigmas, en qué es el amor para
él y qué es el amor para las pacientes que atiende, que en muchos casos tienen su misma edad
y una vida completamente diferente.
Una nariz con memoria, Ángeles Mastreta.
Ya no recuerdo en que momento Lucía comparte una experiencia con su hijo que en la bañera
trata de ser menos “oscuro” para que no le digan “negrito”. Y aparece la reflexión sobre el
diferente y cómo los grupos lo señalan, y qué nos pasa con el distinto.
Estamos cansados, conmovidos y con ganas de festejos. Nos cuesta evaluar y despedirnos. En
un último esfuerzo y con algo humor escribimos los cadáveres exquisitos. Se repiten algunas
ideas:
“Aprendí que a veces es bueno llorar”
“El valor de escuchar”
“Un mimo para el alma”
Y otras frases que prometo sistematizar en el próximo capítulo.
Siento que el camino recién empieza y que el recorrido hasta ahora valió la pena para mí...
espero que sea un sentimiento compartido
Elizabeth Gothelf
31/7/2014