1. CAMINANDO BAJO LA INFLUENCIA
Me puse mi cachucha esa fresca mañana de un abril no cualquiera, tomé mi mochila y salí a
recorrer esos rumbos coloniales de la joven Salvatierra de los Cuetes, tenía varios días son salir, sin
escuchar la radio ni ver televisión, había tomado un descanso sabático y estoico.
El aire del valle olía a lo mismo, el mormullo del río contaba lo mismo, el cantar de las aves era
mesmamente el mismo y la gente era… no, no era la misma, había algo en su mirada, entre las
pláticas se escapaban palabras que mandaban un mensaje subliminal; llegué al lugar
acostumbrado para tomarme un jugo de naranja, el cual sabía a lo mismo, pero quien lo preparó
no tenía la misma serenidad; ¿qué habría pasado en mi ausencia del acontecer cotidiano?. Seguí
mi rumbo hacia el centro, había más personas leyendo el periódico que otros días, faltaban 2
minutos para las 8:00 am y los periódicos se cerraron, le subieron el volumen a la radio y a la
televisión. 10 minutos después estalló la rebelión de las opiniones, cada quien era sabio en su
idea, cada quien se paraba en un extremo y nadie quería ser mediador, al fin y al cabo, ni alcancé a
oír nada, ni había fumado de lo que habían fumado Don Pedro y la Doña Pancracia, quienes decían
que en un kínder había habido uno, ¿un qué?
Llegué a la explanada del Carmen para regalarle migajas a las palomas, unas cuantas personas
traían cubierto el rostro, otras leían un papel que un joven andaba repartiendo, y casi cuando me
tocaba recibir el panfleto, se le terminaron… que al fin ni quería. Lo que quería era una torta
planchada con un poco de manteca, de milanesa con asadero; así que me dirigí al puesto de
abastecimiento, los metros que recorrí cruzando la cuadricula pétrea fueron confusos, ecos de
rumores se entrelazaban sin enviar una idea clara de que estaba pasando. Pedí mi torta y esperé
turno, el viento barrió un tramó de la calle Zaragoza arrojándome un pedazo de papel al pantalón
de mezclilla, tomé el papel, era una impresión de un e-mail, leí con calma, razoné un momento el
contenido, miré a mi alrededor buscando algún hombre de negro que pudiese estar vigilándome,
volví a leer el papel, algo le faltaba, entre la basura que no hay en las calles de “Salvatierra de las
Fiestas” encontré la segunda parte de la revelación, un gran complot mundial y yo comiendo
tortas.
Eran las 10:00 am, ya habiendo almorzado, y habiendo comprado el periódico iba armando el
rompecabezas, era en verdad un complot, qué gobierno tan malvado, ¿cómo se atrevieron a una
cosa así?, suspender clases cuando los maestros se disponían en las primarias para hacer su agosto
con la coperacha para el día del niño, suspender las marchas del día del trabajo, poner en duda la
celebración de los albañiles el 3 de mayo y despreciar tantas cervezas que ya se enfriaban,
suspender labores en presidencia municipal y no permitir armar el inicio de campaña política con
la entrega de apoyos, es un complot. Pero faltaba una pieza… en el Carmen había una tienda de
campaña, jóvenes de blanco informaban acerca de esa nueva enfermedad, la “Influencia
Puerquina”, como le decía Juanito a su amiguito Paquito:
- Pos que no vamos a comer tacos de carnitas porque tienen influencia puerquina.
- No seas tarugo Juanito, nomás dile al señor que no te le ponga influencia, yo cuando no
quiero que le pongan algo picoso nomas le digo y ya.
En el Jardín Grande Doña Angelina decía que ni iba a comprar cubre-bocas porque todo era una
gran mentira para hacer rico al de la farmacia, Don Jorge platicaba que iban a cerrar los cines y los
teatros, pero como aquí ni hay, no nos afecta, y sin embargo estábamos bajo la influencia de las
decisiones del gobierno. En un par de farmacias ya estaban unos letreros de “No hay
2. cubrebocas”, pero a Don Teófilo no le importa porque trae siempre su paliacate rojo, Doña Tere
siempre se cubre con su rebozo anti influenza; por puro morbo me fui a asomar al banco y los
cajeros no traían cubrebocas, se libraron de la influencia; fui a la caja popular, ahí si traían la
máscara azul pero los jefes no desaprovechaban de darle su beso a las secres, o sea, estaban libres
de la influencia. Dos comadres en la banqueta de la calle Juárez intercambiaban datos de donde
estaba más barato el mandado porque a sus maridos los habían descansado en la Mabe; seguí al
mercado, por ahí andaba “Quique” libre de la influencia, mientras en el radio se anunciaba que no
había que saludar de beso ni de mano, ummm, y yo que en misa siempre me pongo cerca de las
chamaconas nada más para darles la paz, pero también anunciaron que no habría misa, ah bueno.
En una mueblería tenían las noticias en Televisión normal y en alta definición, se informaba en
que países había casos de Influenza, saqué el papel del complot y no checaron los países, alguien
andaba mal. La verdad es que Salvatierra siempre Mágico estaba libre de esa epidemia
pandémica, y tal vez nunca llegaríamos a conocer si los muertos en las estadísticas son reales o un
mito urbano contemporáneo, una enfermedad recurrente o un complot internacional; lo cierto
fue que esos días los niños perdieron días de clases, muchos se quedaron sin trabajar, otros se
dedicaron a quemar la pata de trigo y cebada sin importarles las enfermedades respiratorias, lo
cierto fue que si hubo misa y si le di la paz a Juanita Claudia, a Ninel y a otras chamaconas, lo cierto
es que el 3 de mayo temprano rompieron la calma los cuetes de los albañiles quienes llevaron
mañanitas y cohetes al templo de La Crucita. Lo cierto es que las Antonelas que se reúnen frente
al Cine Rex se siguieron saludando de beso y los amigos siguieron saludándose de mano cuando se
encontraron en la calle, lo cierto es que me comí 5 tacos de carnitas y aquí sigo vivo… ¿o tal vez
no?