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NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Titulo original: No somos islas
Autores:
Agustín Cadena, Mª Magdalena Barreto González, Mayling Daza Arévalo, Julio Gutiérrez,
Slavi Avik Harutyunyan, Isidro Benigno, Fernando Santiago Hernández, Melly Peraza,
Carlos Alberto Díaz López, J.R. Spinoza, Beda Laura Domínguez Soto, David Sarabia,
Rocío Prieto Valdivia, Yonshesko Blandela, Maru Enciso, Luna Bretón, Carolina Vega,
Adriana Quiroz Romero, Addis Arce, Salufa N'goma-Kadorho, Luis Antonio Martínez
Peña, Bernabé Alatorre Ríos, Víctor Escarramán Hernández, Samuel Parra Sánchez.
Patricia Martel Azar.
Editorial: Independiente
123 Páginas
Primera Edición: Abril 2020
Idea, dirección de arte, diseño y edición: Samuel Parra
Fotografía de portada: Sichem Rizo Álvarez
samuel82parra@gmail.com
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
El que corta, pega,
edita y sale de su casa a
comprar los refrescos
Samuel Parra es oriundo de Mazatlán, Sinaloa. Es
escritor, periodista, ensayista y promotor cultural.
Tiene 21 años de experiencia en medios de
comunicación destacando en prensa escrita nacional e
internacional.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la
Universidad Autónoma de Sinaloa, Master de
Literatura Mexicana Contemporáneo por la Universidad Autónoma Metropolitana.
Fue becado por la Fundación Prensa y Democracia para estadía en la Universidad
Iberoamericana Campus Santa Fe en el 2009.
La Universidad Brigham Young University, en Idaho, Estados Unidos, lo reconoció como
Promotor de la Lectura y Escritor Versatil 2015.
Es autor de los libros Cuando Escribir Duele, La Puerta del Dolor, y Velo Negro. Ganador
del Premio Memoria en el Alma que entrega la Academia de Artes y Letras de India por
su novela En la Piel de un Adicto durante la selección 38 de novelas internacionales en el
2017.
Su libro de cuentos La Princesa de los Elefantes ganó el Premio Literario de Cuento Infantil
que le otorgó la Fundación Niños de Barranquilla.
Encabeza el proyecto Sensibilidad Latente que busca construir bibliotecas en escuelas
públicas de zonas marginales. Tiene 37 años de edad, es asesor de marketing cultural y
empresario del gremio gastronómico.
Actualmente promueve su nuevo libro Manzana Podrida, del cual se desprende el
monólogo Cartas a Fedro que la Compañía Teatral Casas, de Chiclayo Perú, seleccionó
para llevarlo a escena en el Octavo Foro Dramático Chiarella a favor de la Comunidad
LGBTTTIQ Peruana en Junio del 2020.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
PRÓLOGO
¿Era necesario esto? La gente no se puede abrazar, darse la mano o besarse, descubrimos
que no es verdad la idea que regía el mundo, ese individualismo que asegura que los
hombres y mujeres somos islas separadas. Al contrario, tenemos necesidad del otro. Si me
daño yo, daño a la comunidad entera.
La humanidad es un continente; como decía el poeta John Donne, “ningún hombre es una
isla”. El gesto irresponsable de una sola persona tiene enormes consecuencias abismales.
No es urgente decir cuántos decesos se contabilizan o si la esperanza se mide en una
estadística; vale la pena pensar qué estás haciendo tu para que esto sea diferente, más
placentero a favor de una Cuarentena donde el encierro sea físico más no emocional. El
interés de un servidor fue invitar a escritores, autoras, periodistas, talleristas narrativos y
bloggeros a que escribieran su sentir sobre el Covid-19 en una crónica, un cuento, dedicarle
poemas incluso jugar con el destino de sus personajes con finales felices, trágicos y
desprovistos de alma porque así, así es la vida.
Las letras de esta antología proceden de autores originarios de Rusia, Nagorno-Karabaj,
Tenerife, Madrid, Cartagena de Indias, Medellín, Frontino, Ciudad de México,
Tamaulipas, Monterrey, Aguascalientes, Zapopan, Mazatlán, Morelia y Tuxpan, Veracruz.
Buen lector, permítase conocer a las plumas que dedicaron su tiempo a esta antología que
es un regalo gratuito para ustedes. Nuestra remuneración es que la libertad de pensamiento
nos abrace. La distancia y el encierro no son motivos para enclaustrar la imaginación
porque la literatura es arquitecta de puentes y nuestros ojos son los ingenieros del alma.
Termino mi intervención para dejar espacio a un poema que inspira el título de esta
antología.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida,
como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta,
porque me encuentro unido a toda la humanidad;
por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
LA LLUVIA
Agustín Cadena (MÉXICO)
Desde mi ventana se veía la bandera toda escurrida, húmeda por la lluvia, en el patio de la
primaria de la unidad habitacional. El verde, supongo, representaba la carne echada a
perder de los miles de muertos; el rojo, los bubones inflamados. ¿Y el blanco? ¿Qué decían
los maestros que representaba el blanco? Tal vez ese cielo lechoso de septiembre. Porque
no había parado de llover desde hacía un mes. Todo se veía húmedo a lo lejos; en las
azoteas, los tendederos cayéndose de ropa que no se secaría nunca. El paisaje me trajo el
recuerdo de aquella última tarde que pasé en mi pueblo antes de la pandemia, cuando saqué
al Káiser a dar una vuelta por la plaza. Éramos los dos únicos seres vivientes que andaban
por ahí mojándose. No es que fuera un aguacero aquella vez; la verdad sólo era chipi-chipi,
pero la gente ya había empezado a encerrarse. Ya había empezado el miedo.
Desde las ventanas del departamento, en el octavo piso de la unidad, la ciudad no se
veía tan desierta como estaban diciendo en la televisión. Encendí la laptop para ver qué
comentaban mis contactos del Face. Los hospitales estaban saturados, y los alarmistas ya
estaban posteando fotos de enfermos agonizantes y médicos en traje de guerra biológica.
¿Por qué les gustaba crear miedo? Iba a hacer un comentario al respecto cuando sonó mi
celular. Era mi madre:
—Hola, má. ¿Cómo tás? ¿Está lloviendo en el rancho?
—¿No has visto las noticias? ¡Está horrible, hijo! Qué bueno que no vas a venir al
pueblo. No salgas si puedes evitarlo, por favor.
—¿Quién te dijo que no voy a ir?
—¿A qué vienes? Nada más a emborracharte con tus amigos. Pues ya ni eso vas a
poder hacer.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
—Todavía no prohíben las reuniones en casa. ¡Además yo quiero ir! Es el cumple de
Minerva y le van a hacer fiesta.
—¿Es tu novia?
—No, es mi amiga, pero...
—Celebras su próximo cumpleaños. No le ha de faltar compañía... así como tiene de
fama...
Mi madre no se imaginaba por qué tenía yo tantas ganas de ir al rancho. La verdad es
que ya no me quedaba nada de dinero. Me lo había gastado ordenando comida por internet
ahora que había tanta oferta. Al final de la discusión telefónica, mi mamá se quedó con la
idea de que yo iba a hacerle caso, y yo con la decisión de ir al rancho. Cuando colgué, me
di cuenta de que la batería del celular ya estaba en amarillo, pero no quise entretenerme en
cargarla. Junté mi ropa sucia y la zambutí en mi mochila, junto con la laptop. ¿Qué podía
pasar? ¡Nada! Yo nunca me enfermaba. A veces, en la escuela, todo el mundo andaba
moqueando y tosiendo, contagiándose unos a otros, y a mí no me pasaba nada. Ni un
estornudo.
Estaba lloviendo leve cuando salí del edificio. El impermeable no servía de mucho
porque había viento y la lluvia pagaba de lado, fría, cortando la cara y las manos. Así llegué
a la parada del micro. Un letrero avisaba que el servicio se había interrumpido hasta nuevo
aviso: tendría que caminar. La estación de autobuses estaba lejos: cuatro kilómetros de
acuerdo con Google maps, pero por lo menos ya estaba parando de llover. Recorrí esa
distancia entre calles vacías, silenciosas. Parecía que nunca hubiera vivido nadie ahí. Ni
siquiera salía ningún ruido de las ventanas cerradas a piedra y lodo. A cierta distancia vi
humo, no el humo bucólico que sale de la chimenea de alguna cabaña anidada entre flores;
no, yo sabía demasiado bien lo que era: estaban quemando a los muertos junto con todas
sus pertenencias. En todo el trayecto vi sólo seis personas: las conté. Eran jóvenes todas.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
No traían cubre bocas ni ninguna protección. Los habitantes de la ciudad nos dividíamos
en dos grupos: los que creíamos que todo eso era una falsa alarma creada por los medios y
en realidad no ocurría nada, y los que ya no creían en la eficacia de nada. En cualquiera de
los dos casos, las máscaras sobraban.
Así llegué a la terminal. En el andén que me tocaba había como diez personas nada
más y eso que las corridas de autobuses se habían reducido a una por día. Cuatro iban
juntos, supongo que eran una familia; en todo caso lo parecían porque todos estaban
gordos. La menos gorda era una niña como de once años; otra, más chica, era una verdadera
lechoncita: hasta la voz tenía de cochinito. La madre estaba callada, seguramente llena de
miedo. En cambio, el padre se veía contento: un puerco grandote, prieto, de bigotes como
de escobetilla, pero negros, con una chamarra de cuero. Entre los otros pasajeros había tres
o cuatro señoras y dos chicas, una de ellas lindísima y buenísima. Me puse a pensar en
cómo podía hacerle la plática, pero luego decidí mejor no molestarla. Hacer caso de las
recomendaciones oficiales de no acercarse a nadie. Justificación para mi inseguridad, lo
reconozco. Mientras pensaba en eso, la gente pasaba hacia otros andenes, y más pasajeros
vinieron a formarse en nuestra fila. El autobús no llegaba y ya eran las once y media de la
mañana; se suponía que salía a las once.
Dejé de pensar. Mi mochila estaba pesada con toda la ropa sucia que me llevaba al
rancho para que mi mamá me la lavara. Pero ni modo de ponerla en el piso lodoso del
andén. Recomendaban no hacer eso: el suelo era otro hervidero de virus.
El gordo bigotón empezó a despotricar porque no llegaba el camión. “Cálmate, papá,
por favor”, le suplicó la niña relativamente delgada. “Aquí amontonados corremos más
peligro de infectarnos”, respondió él. Ni modo, iba yo a tener que aguantar la piara todo el
camino. Ya quería llegar a casa. Tenía hambre y no tenía dinero ni para una torta; con
trabajos había completado lo del pasaje.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Finalmente llegó el autobús. Yo estaba a la mitad de la cola y de repente todos
empezaron a empujarse para subir, a pesar de las advertencias sanitarias. Nunca he podido
entender eso: si los boletos están numerados, ¿para qué se avientan? ¿No que tenían mucho
cuidado de guardar Susana Distancia? Ah, claro, los que tenían ese cuidado se quedaban
en casa y no viajaban a ninguna parte.
—La mochila va abajo —me dijo el chofer con tono autoritario. Él sí traía su cubre
boca azul de dentista. No sé por qué pensé en un dentista, uno de esos que a uno le da asco
que le metan en la boca sus dedos regordetes y peludos.
—Siempre me dejan subirla.
—No cabe en el portabultos. Además, puede estar contaminada.
—Me la llevo en las piernas.
—Molesta al pasajero de al lado.
—Pero si ni se van a ocupar todos los asientos —insistí.
El chofer dejó de mirarme y meneó la cabeza, aferrado a su actitud.
—Va abajo.
—¿Por qué?
—Es el reglamento y ya, hijo. Te subes o te quedas.
Comprendí que no iba a lograr nada:
—Está bien. Ábrame la cajuela.
—Jálale nomás.
Hasta eso tuve que hacer. Con la lata de que iba a tener que ponerme a las vivas en
cada parada, no fueran a robarse mi mochila. Nada más saqué la laptop.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Me fui viendo el paisaje: la ciudad empapada tras la cortina gris de la lluvia, que
había vuelto. Lentamente, parando cada tanto, pasamos los últimos barrios de la ciudad, la
zona industrial, la caseta de cobro... el chofer iba hablando por su radio de banda civil,
probablemente con sus colegas que iban por otros rumbos. No alcancé a oír lo que decían
ni me interesó.
Saliendo de la ciudad vimos el primer accidente: dos autos destruidos, un carro de
bomberos, un hombre empapado haciendo señales con una franela roja... la turba llena de
miedo le había prendido fuego a una casa. Luego ya todo fue más rápido. El chofer dejó su
juguetito y puso música o lo que él entendía como tal. Para cuando terminamos de remontar
la sierra, ya habíamos contado otros cuatro desastres y linchamientos de enfermos. Entendí
que ni mi madre ni mis contactos del Face habían exagerado: la situación estaba grave. En
mi teléfono, la señal de batería baja no dejaba de flashear. “Creo que mejor me hubiera
quedado”, me dije. “Pero bueno, gracias a Dios no ha pasado nada hasta ahorita”.
Nos detuvimos en Los Limones, donde bajaron dos pasajeros. Quedamos como ocho,
yo creo. El chofer se tardó un poco platicando en la oficina de la línea y luego volvió con
un café en un vaso de unicel y reanudamos la marcha. Atrás de mí iba la familia de gordos.
Adelante, junto a la puerta, la muchacha bonita. Luego dos señoras que iban secreteándose.
Cerca de mí, del otro lado del pasillo, un señor ya viejo que se me hizo conocido y un
muchacho como de mi edad. Pensé que viajaban juntos porque iban platicando muy
animados, como si les valiera un cacahuate lo que pasaba allá afuera con la pandemia. Se
reían.
Bajando hacia los valles no llovía, pero el lodo y los montones de hojas verdes
arrancadas de los árboles indicaban que eso era sólo una tregua. De cualquier manera, dejé
de estar preocupado: era ya la mitad del camino a mi pueblo. Saber esto me llenó de
tranquilidad. Cerré los ojos y poco a poco, arrullado por el rumor de las conversaciones y
la música tropical del chofer, empecé a cabecear. Como entre sueños, sentí que el autobús
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
dejaba de moverse hacia adelante y en cambio descendía en una lenta y suave caída. Quién
sabe qué me hizo despertar. Yo creo que los gritos de las niñas gordas. El hecho es que abrí
los ojos sólo para darme cuenta de que estábamos atascados en una cuneta. Las señoras
chismosas exclamaron algo y las niñas gordas se soltaron a llorar. El chofer se puso de pie
y dijo:
—Todos están bien, ¿verdá? Tranquilos. Tuvimos una falla mecánica y yo no puedo
arreglarla. En cuanto pase otra unidad de la línea, le digo que los lleve.
—¿Y a qué horas va a ser eso? —preguntó desde atrás el gordo de la chamarra de
cuero.
—Eso sí no sé decírselo, señor. Puede ser una hora, puede ser más.
La más chica de las niñas gorditas empezó gritar:
—¡Mami, tengo miedo!
Y la madre se puso a acariciarle los cabellos tratando de consolarla. Ha de haber sido
una de esas señoras aguerridas, porque sin duda todos estábamos nerviosos y sin embargo
ella se aguantaba para no asustar más a sus hijas. Pensé en mi mamá y en lo que ella habría
hecho en este caso, y me cayó el veinte de que esto era precisamente de lo que había querido
salvarme. Me sentí triste, no alarmado como los otros pasajeros. Intenté llamar a mi casa,
pero el teléfono ya no respondió. A nadie le importó, por supuesto. Ni siquiera se dieron
cuenta. Cada quien estaba en su onda, reaccionando a su manera. Unos le echaban la culpa
al chofer, otros hacían lo posible por mantener la calma, las señoras chismosas se pusieron
a rezar. Nadie me miraba, nadie miraba a nadie más. La única que volteó hacia mí fue la
muchacha bonita. Era mi última oportunidad para acercármele. Y otra vez me quedé
paralizado, pensando.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
El chofer se quitó su cubre bocas de dentista y se bajó a fumar. Siguieron su ejemplo
el viejo que se me hacía conocido y el muchacho que iba con él, y luego la bonita. Se
pararon del lado de la cuneta, donde quedaban protegidos del viento húmedo, y ahí
encendieron sus cigarros. Yo sabía fumar, como todos los de mi banda de la prepa, pero no
me gustaba. Sin embargo, me di cuenta de que ahí sí era mi última oportunidad. Me bajé
corriendo con mi laptop en la mano, como estúpido nerd:
—¿Tendrás un cigarro que me regales? —le pregunté a la bonita. La voz me salió
entre tartamudeos, como si nunca en la vida le hubiera hablado a una chica. Ella se me
quedó viendo y sonrió. Iba a responder algo, pero en eso el viejo se metió en nuestra
conversación:
—No te pases de gandul. ¿Cómo le pides cigarros a una señorita? Eso no es de
caballeros. Yo te doy los que quieras. Toma —y me extendió su cajetilla.
Me le quedé viendo con una mezcla de odio y vergüenza. La bonita se dio cuenta y
acudió en mi ayuda.
—Yo se lo doy, señor. No se preocupe —dijo, y siguió sonriendo. Era el momento
de demostrar mi caballerosidad:
—No la voy a despreciar, ¿verdad, amigo?
—Como quieran —gruñó el viejo con una voz ronca de fumador—. Para mí, mejor.
Me dura más la cajetilla.
Fue así como, fumando, comenzamos a platicar los tres. Yo hubiera querido que nada
más fuéramos dos, pero ni modo de hacer una grosería; para empezar, me hubiera visto
muy lanzado. Definitivamente se me hacía conocido el viejo. ¿De dónde?
—¿Cómo se llama, señorita? —hizo la pregunta que yo quería hacer.
—Diana. ¿Y usted?
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
—Isaías Galindo, para servirle.
En ese momento se hizo la luz en mi memoria. Claro: ese viejo disminuido,
encorvado, con aspecto de enfermo, era “El Pezuña” Galindo, el orgullo de mi pueblo hacía
como veinte años. Yo todavía no nacía cuando él dejó de pelear, pero mi padre y mis tíos
siempre que se ponían a chupar acababan hablando de ese gran boxeador que fue El Pezuña
Galindo, campeón de peso gallo. Se contaban mil anécdotas, a cuál más exagerada, y una
de las cantinas del pueblo tenía las paredes cubiertas de recortes de periódico donde él
aparecía, fotos y carteles anunciando sus peleas y, sobre la barra, unos guantes
autografiados. Vivía en Los Ángeles, hasta donde yo estaba enterado. ¿iba al pueblo? ¿De
visita? Me dieron muchas ganas de preguntarle, pero lo que nos sobraba era tiempo. Ya lo
haría después, con más confianza.
—¿Y tú cómo te llamas? —me preguntó Diana.
—Juan José.
Se unió a nosotros el muchacho que iba sentado junto a El Pezuña, y así el grupo
llegó a cuatro. Mejor: así me sería más fácil concentrarme en Diana. Y así lo hice: cuando
terminamos de fumar y regresamos al autobús, me senté junto a ella.
—Eres estudiante, ¿verdad? —me preguntó.
—Sí, de la prepa uno. ¿Y tú?
—De la tres.
Y así se nos fue el tiempo: platicando. Al parecer, los otros pasajeros también se
hicieron amigos. Confiábamos en que nadie estaba infectado y así debía ser: esa
enfermedad era rápida para hacer su trabajo: el que la contraía iba a dar a la morgue dos
días después. El gordo se puso de buenas y empezó a contar chistes que los demás le
celebraban. Mientras tanto, el chofer seguía comunicándose con alguien por el radio.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
—No nos queda más que esperar —dijo finalmente a través de su máscara de
dentista—. Las unidades no están saliendo por el mal tiempo.
—¿Qué vamos a hacer? —el gordo volvió a ponerse de mal humor. Se le había
acabado la risa.
—Ustedes no se preocupen, señores. El Ejército ya está apoyando: viene en camino
un vehículo militar.
—Pues a ver si de veras.
—Véanlo por el lado positivo: aquí no hay quien nos contagie.
Seguimos esperando, ya todos con hambre. Las señoras chismosas llevaban galletas
y las repartieron.
Luego de un rato oímos que un camión grande se detenía al lado del autobús. Eran
soldados y venían con sus trajes blancos de guerra biológica. El chofer y el gordo se bajaron
a hablar con ellos. Yo iba a ir también, por si había algún problema, pero pensé que me
sería más caballeroso mantenerme al lado de Diana y protegerla.
—¿Cuántos civiles hay en el vehículo? —alcancé a oír que preguntaba uno de los
militares, a través de la visera del traje.
—Nueve en total, mi jefe —le respondió el chofer.
—Tenemos capacidad para seis. Los llevamos a Los Limones. Ahí han instalado un
refugio en la escuela. Les darán alimentos y atención médica si es necesario.
El chofer y el gordo volvieron al autobús y nos repitieron lo que ya habíamos oído
—Mis hijas no han comido nada y están muy asustadas —argumentó la mamá
gorda—. Denles prioridad. Entre ellas y yo somos tres. Y mi marido...
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
—¡Nosotras somos del grupo más vulnerable, por nuestra edad! —gritó desde atrás
una de las señoras— Y tampoco hemos comido. Los niños aguantan; nosotras ya no.
—Niños y mujeres siempre van primero —dijo el chavo de mi edad, con un tono
definitivo que no le había oído antes.
—Yo tengo que inyectarme mi insulina —dijo El Pezuña sin mucha convicción, más
bien como con tristeza.
—Tengan lástima de los que ya estamos viejos —insistió otra de las señoras
chismosas—. Ya no nos queda mucho de vida. En cambio, para los niños, esto es una
aventura.
—¿No tiene usted nietos? —le reclamó Diana— ¿Qué les diría si estuvieran aquí:
que disfrutaran su aventura?
—Estaría orgullosa de verlos cederles el lugar a unos pobres ancianos.
La niña más chiquita empezó a chillar:
—¿No nos van a llevar, mami?
—Claro que sí, nena. ¡No faltaba más!
—Pero esta pinche vieja...
—Sshhhh —la madre le tapó la boca.
El sargento, capitán o lo que fuera paró la discusión:
—Nos llevamos a las niñas con su mamá, a las abuelitas y a la señorita. Los demás
esperan a la próxima unidad de auxilio.
—¿Y mi esposo? ¿Qué va a pasar con él?
—Las alcanza en el siguiente vehículo que podamos mandar, señora.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Nadie dijo ya nada. Nada más se oyó el ruido de las bolsas y cosas que bajaban los
pasajeros.
—Nos vemos al rato en el refugio —me sonrió Diana, echándose su mochila a la
espalda.
Ya sin ella, sentí que se había agotado mi paciencia. Hubiera querido volver a ser
niño y soltarme a llorar como las gorditas. Y no podía ni siquiera usar mi puto teléfono.
Me dieron ganas de aventarlo al suelo y pisotearlo. Pero me levantó el ánimo lo que me
dijo Diana: “Nos vemos al rato”. Era una promesa y supongo que también expresaba un
deseo de su parte. Y bueno, tal vez tenía razón la viejita y todo esto sería una aventura. Tal
vez pasaríamos la noche en el refugio... corriendo aún más peligro de infectarnos. Miré a
los otros pasajeros que se habían quedado conmigo. El gordo parecía muy inconforme con
la decisión de los militares de separarlo de su familia. Se puso a sermonearnos a los demás
sobre cómo había que portarse en situaciones de crisis. El Pezuña ni lo oía; se veía mal.
Entonces me di cuenta: bajo el cuello y los puños de la camisa se le veían los bordes de
unos bultos enrojecidos: los bubones. ¿Era posible que nadie más que yo lo hubiera visto?
Sentí terror. Creía que porque había películas y había tenido miedo de que me mordiera un
perro conocía el terror. Pero no, aquello no lo era. Esto sí. Y ni siquiera podía decir nada:
la gente se pondría histérica y querrían prenderle fuego al enfermo. Él se veía tan jodido...
si además tenía diabetes, no iba a durar. Apenas y podía articular las palabras cuando dijo:
—Cuando lleguemos al albergue, me voy a inyectar mi insulina.
—¿Por qué no lo hizo antes? —le preguntó el chofer.
—Llevo muchas horas viajando. No creí que tendría que esperar tanto.
Yo me sentía mareado de miedo. ¿Me había tocado? ¿Tenía ya el virus yo también?
¿Estaríamos infectados ya todos los pasajeros? Me toqué los brazos, el cuello... no tenía
molestias, pero... él sí se veía mal. Muy mal. ¿De verdad era ése el hombre que había
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
noqueado quién sabe a cuántos, que se movía en el ring como un tiburón buscando su
presa? ¿No se habían dado cuenta los demás pasajeros? ¿Era que el miedo les impedía ver
lo que no soportarían ver?
—¿Dijeron los soldados a qué hora vendrán por nosotros? —le pregunté al chofer.
—Como en una hora, hijo. En lo que van a Los Limones y regresan.
—Hace rato no se veía usted tan amolado —le espetó el gordo a El Pezuña—. ¿Qué
le pasa?
—Los nervios me ponen así. No es bueno para la diabetes.
—¿Por qué no se inyecta ahorita?
—No traigo jeringa. Allá en el albergue han de tener. El capitán dijo...
—Pues no se angustie, don Isaías —le dijo el muchacho de mi edad—. ¿Por qué se
angustia? No estamos en peligro ni nada aquí.
—Nervioso había de estar yo, que no sé dónde estarán mi mujer y mis hijas. Quién
me dice que no se las llevaron a otro lado los milicos. Capaz que ni siquiera existe el tal
refugio. Ya ven lo que hicieron en Ayotzinapa.
—Cómo cree, señor —trató de calmarnos el chofer, sin mucha convicción.
—Hay que tranquilizarnos —dije en voz baja, creo que más para mí que para ellos.
Nos bajamos a fumar. Pasó una hora. Hora y media. Me había invadido una angustia
muy fea: sentí que mis neuronas empezaban a explotar como palomitas de maíz dentro de
mi cabeza. No pude más.
—Los Limones no está tan lejos —dije—. Yo me voy caminando. Cualquier cosa es
preferible a estar aquí, en esta espera.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
—Estás loco —me regañó el chofer—. Espérate aquí; ya no han de tardar los
militares. Ahorita vuelvo a llamar, a ver qué pasa.
—Pues si vienen, a fuerzas me tienen que ver en el camino. Para ellos es igual
levantarme de la carretera que llevarme de aquí.
Todos se me quedaron viendo como si realmente estuviera yo loco. El gordo hasta
me sonreía.
—¿Quién se va conmigo? —pregunté.
Quien menos hubiera esperado, El Pezuña, levantó la mano.
—Yo tampoco quiero seguir aquí sin hacer nada. Esto no es de hombres.
—No, señor —lo detuvo el chofer—. Usted tiene diabetes. Ni siquiera debería haber
salido de su casa. Regrese a su asiento y espere a que venga el auxilio y vengan a multarlo
por irresponsable.
—Escúcheme, joven —me dijo El Pezuña, sin molestarse en contestarle al chofer—,
yo sé lo que necesito: necesito respirar aire fresco, estirar las piernas. Nadie de ustedes sabe
quién soy o quién fui alguna vez, pero no soy de los que se quedan sentados.
—Está muy lejos para usted —le dije, tratando de convencerlo de que no me siguiera.
Me daba miedo. Y lástima. Respiraba como con esfuerzo, como si acabara de correr, y las
manos le temblaban. Pero estaba decidido.
—No me importa. Vámonos de aquí.
Los demás se dieron cuenta de que no iban a detenernos y ya no dijeron nada. Abrí
la cajuela y saqué mi mochila y el veliz de El Pezuña. ¿Qué llevaría ahí? Pesaba. Pero no
me dejó ayudarle.
—Yo puedo —dijo.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Empezó a lloviznar, con viento. Un viento que cortaba, que chicoteaba entre los
árboles del camino cargado de agua. Traté de ir despacio, por consideración al viejo. Ya
para qué me cuidaba de él: si iba a haber daño, ya estaba hecho. Él comentó algo, pero no
lo oí bien y no le contesté. No se podía hablar con ese clima. Como tampoco oía sus pasos,
de rato en rato volteaba hacia atrás para ver si aún me seguía: estaba empapado, más que
yo porque él no traía ropa para la lluvia: un saco de pana y un sombrero viejo que ya ni
forma tenía. Zapatos de ciudad. Me paré en seco y le grité para que me oyera:
—Señor, regrese al autobús. Mire cómo está de mojado. Ya respiró aire fresco y ya
estiró las piernas.
—De ninguna manera. Vamos a llegar a Los Limones.
—Pues sígale usted solo. Yo aquí me quedo parado hasta que lo vea que va usted de
regreso al camión.
—Nos quedamos aquí parados los dos.
Y así lo hicimos unos minutos. Yo tenía ganas de decirle que ya sabía quién era, pero
pensé que entonces menos me dejaría en paz. Me contenté con mirarlo a los ojos, tratando
de dominarlo, pero finalmente cedí:
—¿Por qué no dijo nada? ¿Por qué subió al autobús si ya tiene los bubones?
—No sabía. Me empezaron a salir hace rato.
—¿No sabe que puede habernos contagiado a todos? ¿No se siente mal por eso?
El Pezuña asintió con la cabeza, inmensamente triste. Reanudamos la marcha.
—Vamos a llegar a Los Limones a que me curen —dijo—. Es mi última pelea y tengo
que ganarla.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
—Usted sabe que a su edad ya no se cura. Y con diabetes, menos. Y ya nos amoló a
todos. Nocaut. ¿Está satisfecho?
No habíamos recorrido más de un kilómetro cuando se cayó. Fui a verlo. Dejé a un
lado mi mochila y con todo y mi miedo y mi enojo me hinqué junto a él para ayudarle. El
viejo estaba sudando frío y los bubones le habían crecido. Le ayudé a levantarse y le dije
que se apoyara en mis hombros. Así seguimos andando un poco más.
—Nada más tengo hambre —dijo—. En cuanto coma algo me voy a sentir mejor.
Yo no sabía qué hacer. Íbamos muy despacio y empezamos a hacer pausas para
descansar. La lluvia arreció.
—Déjame sentarme tantito —se separó de mí y se arrimó al tronco de un pino, a unos
tres metros de la orilla de la carretera.
—Usted es El Pezuña Galindo: el campeón —le solté de golpe, para ver si sabiéndose
reconocido sacaba fuerzas. Él me miró a los ojos como sonriendo.
En ese instante oí un motor que se acercaba. Era un jeep.
—¡Los soldados! —exclamé, y corrí a detenerlos.
Eran sólo dos, pero llevaban el carro lleno de víveres. No había lugar para pasajeros.
Les expliqué lo que había pasado y que venía conmigo un hombre enfermo que necesitaba
insulina urgentemente.
Los militares se miraron uno al otro.
—Si tiene diabetes, no debía haber salido de su casa —dijo el que manejaba.
Que se vaya encima de esos bultos —dijo el otro—. Pero nada más cabe él.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Esta vez sentí otra clase de angustia. ¿Y si por mi culpa, por querer salvar a un hombre
que de todos modos ya estaba acabado, provocaba el contagio de otros? Pero ellos eran
jóvenes y se veían fuertes: podían curarse...
—Está bien —acepté—. Ayúdenme a subirlo. Apenas y puede caminar.
Cuando llegamos por él, ya estaba muerto. Los soldados lo comprobaron. Y vieron
cuál había sido la causa. Uno de ellos fue al vehículo por gasolina.
—Tenemos que quemarlo.
—Pero... no es cualquier muerto. ¡Era Isaías El Pezuña Galindo! Boxeador famoso.
¿No sabe quién fue?
—Y usted está detenido porque estuvo en contacto con él.
—¿Adónde me van a llevar?
—Al refugio, por lo pronto.
—¿Al de Los Limones? ¿Es un refugio de emergencia sanitaria?
—No hay de otra cosa.
—Pensé que era por la lluvia.
Se rieron. Se rieron tanto que la visera de su traje blanco se empañó por dentro. Por
fuera reflejaba las llamas de la incineración.
Cuando llegamos allá, los otros refugiados ya estaban enterados. No sé qué versión
les dieron, pero sentí sobre mí las miradas incriminatorias de todos: la familia de gordos,
el chofer del autobús, el muchacho de mi edad, las ancianas, Diana... incluso Diana me
miraba como si hubiera sido yo un asesino. El asesino de todos ellos.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
AGUSTÍN CADENA
Nació en Ixmiquilpan, Hidalgo, en 1963. Estudió la licenciatura en letras y la maestría en
literatura comparada en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Además de
novelista, cuentista, ensayista, poeta y traductor, ha sido profesor de la FFYL de la UNAM,
de la Universidad Iberoamericana, del Austin College de Texas y de la Universidad de
Debrecen, en Hungría. Ha escrito más de veinte obras que han merecido diferentes
premios, como el Nacional Universidad Veracruzana 1992, el Nacional de Cuento Infantil
Juan de la Cabada 1998, el Nacional de Cuento San Luis de Potosí 2004 y el de Poesía
Efrén Rebolledo 2011. Algunas de sus publicaciones son Tan oscura (joaquín Moritz,
1998), Los pobres de espíritu (Patria/Nueva imagen, 2005), alas de gigante (Ediciones B,
2011) y Operación Snake (Ediciones B, 2013).
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
VIVIR NO ERA LO QUE PENSABA (Covid-19)
Mª Magdalena Barreto González (Tenerife, España)
Regreso a este lugar donde tantas veces he encontrado la calma, en un momento que,
imagino, todos hemos calificado como poco de "surrealista". Nos levantamos cada mañana
deseando conocer la evolución de esta crisis sanitaria que nos ha cambiado la forma de ser
y de sentir. Una emergencia sanitaria que nos ha puesto la vida patas arriba y que se ha
metido dentro de cada uno de nosotros en forma de nudo; de esos que aprietan fuerte y
cortan la respiración. Aunque hablo metafóricamente, esta pandemia protagonizada por un
único enemigo llamado COVID-19 o Coronavirus, ya ha dejado sin respiración a miles de
personas en todo el mundo. Ellas no tendrán la oportunidad de contarle a las futuras
generaciones cómo un bicho invisible nos cambió la vida, nos arrebató la libertad durante
un puñado de días y arrasó con la sonrisa de tanta gente. Ellos no podrán recordar esta
pandemia como un mal sueño porque ya duermen eternamente. Mientras la mayoría de la
población intentamos resguardarnos del enemigo, miles de personas siguen trabajando,
luchando y exponiéndose cada día al contagio para tratar de frenar y controlar este
monstruo sin piedad que nos vapulea desde su privilegiada posición de invisibilidad.
Estamos viviendo una crisis sanitaria mundial que hace estragos no sólo en cada uno de
nosotros a nivel personal y particular, sino que no deja títere con cabeza en todo lo que nos
rodea. Nosotros, que nos creíamos dueños del universo y más listos que el planeta, nos
hemos dado de bruces con una triste y dolorosa realidad que nos golpea el alma cada vez
que actualizamos la información de lo que sucede "ahí fuera". Una jodida realidad que, a
la mayoría, nos mantiene "escondidos" en nuestras casas con la esperanza de que el virus
no nos encuentre y por lo tanto, pase de largo. Pero esa misma jodida realidad es a la que
se enfrentan los héroes de carne y hueso que cada día se arriesgan por salvar la vida de las
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
personas afectadas o por intentar preservar el bienestar, la seguridad y el sustento de la
población. Esos mismos héroes que sienten el dolor ajeno como propio porque reconocen
en cada uno de nosotros a quien podría ser su padre, su hijo, su amigo o hermano.
Ojalá cuando pase todo esto, no olvidemos el valor que tienen todas y cada una de las
profesiones, pero especialmente aquellas que se juegan su vida por la nuestra, aún sin los
recursos adecuados para salvaguardar su propia seguridad.
Qué pena que una situación tan extrema como esta pandemia, sea la razón por la que hoy
vemos el mundo distinto. Es muy triste que tengamos que pasar por una situación así para
comprender que la vida no es eso que nos han contado, vendido o enseñado. Pero al final,
de cada momento adverso, de cada época de crisis, sale algo positivo y en este caso, son
las muchas muestras de solidaridad que se suceden a diario. Espero que también sea el
despertar de muchas conciencias que hasta ahora no veían más allá de intereses propios
La vida no es conseguir objetivos, acumular trofeos, alcanzar metas, escalar posiciones,
ganar más dinero, adquirir comodidades o ahorrar para el futuro; aunque todo ello sea a
costa de invertir nuestro tiempo y olvidarnos de vivir. Hoy más que nunca debemos pensar
que el futuro es ahora, porque más allá del ahora, todo es incierto.
No escribo estas líneas para recapitular datos sobre esta situación de emergencia sanitaria,
ni de la evolución de las medidas adoptadas en un estado de alarma que nos ha cambiado
la perspectiva y cuyo decreto se amplía justamente hoy por otros quince días. No voy a
plasmar en números las cifras de afectados que nos ponen la piel de gallina. Ni siquiera
voy a dar una pincelada sobre la gestión política que cada país está llevando a cabo y que
tantos debates acapara. No pienso escribir sobre la depuración de posibles
responsabilidades públicas ni pronunciarme sobre si las decisiones tomadas son acertadas
o desacertadas, si han llegado a tiempo o a destiempo. Ahora sólo nos queda tener fe y
esperanza para que esta terrible situación acabe cuanto antes y que dentro de todo lo malo,
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
salgamos reforzados como una sociedad más humana y unida. Ojalá aprendamos colectiva
e individualmente a priorizar y a darle a cada cosa la importancia que realmente tiene.
Yo sólo escribo como alguien que, al igual que otros miles de personas, tiene que estar
recluida en su casa. Alguien que ha perdido temporalmente su puesto de trabajo, que no
sabe durante cuánto tiempo tendrá que ponerse guantes y usar mascarilla como medida de
protección. Alguien que tiene miedo de lo que pasa fuera de su "zona de confort" y que
teme que este maldito virus le haga daño a alguna de las personas que quiere. Soy una gran
privilegiada porque afortunadamente no tengo que asumir ninguna pérdida personal, ni
llorar a solas sin poder despedirme de un ser querido; ese es el verdadero drama que están
viviendo millones de personas.
Escribo porque no se me ocurre una manera mejor de liberar la angustia, el dolor y la
tristeza que me provoca lo que está pasando. Para dejar escapar el miedo que me acorrala
las entrañas al pensar en las consecuencias que tendrá todo esto a nivel sanitario,
económico y social. Escribo para salir de esta trinchera que en otras circunstancias es mi
hogar.
Si algo estamos aprendiendo en estos momentos tan difíciles es "lo poquito que somos",
por mucho que tengamos. De nada sirven las cosas materiales cuando no tienes la
posibilidad de disfrutar de lo único que de verdad importa; la libertad, porque si hay algo
contrario y antepuesto a la libertad, es el miedo.
Libertad para estar donde queramos, cuando queramos y con quien queramos. Ser libres de
abrazar, de tocar, de besar y de acariciar a quienes nos importan.
Todo esto que está pasando y que nunca debió pasar, debe enseñarnos que la vida es lo que
sucede cada día desde que nos levantamos y no aquello que planificamos o que aplazamos
para mañana. La vida es ahora, en este momento.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
La vida es tomarnos con los amigos ese café que tantas veces quedó pendiente, ponernos
la ropa que guardamos "para salir", gastar ese perfume que nos encanta y que sólo nos
ponemos en alguna ocasión especial. Ir a casa de nuestros padres sin programar la visita,
cocinar lo que se nos antoja, caminar por donde nos apetece bajo la luz del sol o de la lluvia.
La vida es abrazar a quienes queremos y sentir que no hay un lugar más seguro que esos
brazos. Besar a los amigos y a la familia, cogernos de la mano y sentir que todo va a salir
bien.
La vida es emocionarnos con un gesto, apagar las velas de cumpleaños bajo la atenta mirada
de los nuestros, sonreír en el trabajo por muy duro que sea porque, al final, sólo es trabajo.
Llegar a casa y disfrutar de nuestro espacio sabiendo que podemos abrir y cerrar la puerta
tantas veces como queramos, sin ningún tipo de restricción.
Eso es la vida, en eso consiste vivir, en hacer grande todo aquello que hasta ahora nos
parecía tan pequeño.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Mª Magdalena Barreto González
Nace en Santa Cruz de Tenerife en el verano de 1977. Paradojas de la vida, comencé una
carrera de letras que se quedó en un intento y en cambio, terminé un grado en
Administración que me hizo descubrir que los números tampoco están mal pero que
ninguna fórmula matemática le podrá hacer sombra a un puñado de palabras.
Fue en uno de los momentos más duros de mi vida cuando sentí que necesitaba escribir
porque haciéndolo me sentía más libre. Así que empecé a tejer letras, a hilvanar palabras,
a coser frases y con ellas nació mi blog; www.mividaenretales.blogspot.com
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
CUANDO TODO PASE
Mayling Daza Arévalo (Cartagena de Indias, Colombia)
Cuando todo lo que estamos viviendo mundialmente pase, veremos todo distinto, diferente,
apreciaremos y valoraremos más las cosas por muy insignificantes que parezcan,
tendremos la certeza de nuestros mejores amigos, como también aquellos que en estas
circunstancias nos demostraron su verdadera naturaleza...
Cuando todo esto pase, al salir... respiraremos sin tener nada en nuestro rostro que nos
impida inhalar el aire libremente, valoraremos cada detalle de la naturaleza que también
habrá cambiado, porque mientras los seres humanos estábamos en cuarentena, la naturaleza
en ese tiempo, había descansado y se había regenerado...
¡Cuando todo esto pase, nos abrazaremos tan, pero tan fuerte! Que en ese abrazo no habrá
necesidad de palabras porque el significado de esos abrazos serán los mismos en el mundo
entero, no importa el idioma: Aquellos que solo cumplían con la cuarentena impartida por
los gobiernos, dirán: "Cuánto me alegro de volver a verte" Y aquellos que vivieron la
experiencia cercana con el virus y lo vencieron, dirán: ¡Dios mío! Pensé que nunca volvería
a verte.
Los que perdieron a seres queridos por esto, el llanto correrá libremente y buscarán
consuelo en ese abrazo...
También se exclamará la misma expresión: " ¡Gracias a Dios ya todo pasó!" Porque estoy
segura, que es lo que se dirá en todos los idiomas: ¡MUNDIALMENTE! ¡Porque
sencillamente, si este período nos sirvió de reflexión, cuando todo esto pase...el mundo
será DIFERENTE!
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Mayling Daza Arévalo
Nace un 14 de agosto de 1967 en Cartagena de Indias- Colombia, donde reside
actualmente. Enfermera egresada de la universidad Metropolitana (Barranquilla)
especialista en gestión de la calidad y auditoría en los servicios de la salud de la
Universidad de Cartagena.
A su vida llega un amor virtual que conquistaría su corazón y desencadenaría una historia
de amor donde se mezcla la distancia, lo imposible y lo real. Es este amor la fuente de
inspiración de un compendio de poemas que piensa titular: SIN UN ROCE EN LA PIEL.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
¿CÓMO TE SIENTES CON TODO
ESTO DEL CORONAVIRUS?
Julio Gutiérrez (México)
“Ya pasé del miedo a los cuidados. Me gana el sentido periodístico por saber y comunicar.
Evito la información pendeja con música, con lectura y escritura en casa…”.
“Y me acuerdo mucho de cuando estuve una semana encerrado cuidando a mi hermana
porque le entró una bacteria en el IMSS de Hermosillo antes de morir...”, ésas fueron mis
respuestas casi inmediatas cuando alguien me preguntó en whatsap: “¿Cómo te sientes con
todo esto del Coronavirus?”.
El caso es que me he dado tiempo suficiente para pasar todo tipo de pensamientos y
emociones creo.
...No pude evitar las lágrimas antes de responder estas preguntas. Recuerdo cada segundo
de los cuidados que tuvo mi hermana Beatriz hace unos años, durante los 2 meses que
estuvo hospitalizada.
Vi cómo se desvivían enfermeros y enfermeras, doctores y doctoras por sus cuidados; sus
caras de alegría cuando había mejoría en su estado y sus caras de preocupación cuando su
salud empeoraba.
Ellas y ellos son seres extraordinarios. No hay otra manera de decirlo ni de describirles.
Con esta pandemia del Coronavirus Covid-19 tengo tan presente a mi hermana y sus
últimos meses de hospitalizada antes de morir en la Clínica 14 del IMSS en Hermosillo,
Sonora, México.
Fue terrible recibir la noticia de que una bacteria hospitalaria había atacado a su sistema
inmunológico por tanto tiempo de hospitalización y entonces vino algo peor.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Tuvo que ser aislada en un cuarto para ella sola y quienes la cuidáramos y así evitar que
ella contagiara a otros pacientes o empeorara su propia situación de salud.
No es fácil estar horas y horas en el encierro con un cubre bocas, guantes y bata esterilizada
y evitar salir lo más posible.
Lo único que nos “salvaba” a ella, a mi hermano Alejandro y a mi sobrina Marisol era una
ventana por la que podíamos ver los fones de semana, familias en partidos de futbol de sus
hijos.
Y pensar que ellos y ellas, doctores y doctoras, enfermeros y enfermeras, pasan aún más
tiempo ahí, conviviendo con personas enfermas y de todo tipo y en diversos estados de
salud, desde el leve hasta el grave.
Por eso, con esto de la pandemia, pensemos un poco más en ellas y en ellos...en todo lo
que viven y sacrifican al desarrollar su vocación médica, al cuidado de enfermos y
enfermas. Dios les bendiga siempre a todos ellos.
“No soy inmune al dolor…pero tu amor me dejó la medicina para vivir”, es el inicio de
una de mis composiciones…dedicada desde hoy, a mi hermana Beatriz.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Julio Gutiérrez
Estudió las licenciaturas en Derecho, Ciencias de la Comunicación y Psicología Educativa.
Su trayectoria en los medios de comunicación (radio, prensa e internet y Gobierno del
Estado de Sonora) suma 29 años.
En el 2012 fue ganador de entre 400 participantes, del Concurso “Cartas al Cartero”,
realizado por Correos de México y la escritora sonorense Gloria del Yaqui.
Fue becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sonora (FECAS), a través del
Instituto Sonorense de Cultura, para la realización de su primer libro “Historias de Autobús.
Pasajes de Vida”, del cual ha realizado 36 presentaciones en ciudades de Sonora y Baja
California Sur, y por el que ha recibido cerca de 10 premios y reconocimientos de parte de
instituciones educativas y festivales.
Imparte las conferencias sobre Periodismo, Literatura y Superación Personal, en escuelas
de nivel medio y superior y distintos públicos: “Experiencias Periodísticas”, “Proceso para
la Edición y Publicación de tu Propio Libro”, “Amanecí Desempleado. ¿Voluntarios para
patearme el trasero?” y “Multiplataforma CoolTourArte”.
Actualmente escribe su libro “Experiencias Periodísticas. 30 Años en este Oficio”, un
anecdotario con el que busca celebrar sus 3 décadas en los medios de comunicación,
mismas que celebrará en diciembre de este 2020.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
POEMARIO
Slavi Avik Harutyunyan
(Nagorno-Karabaj, Rusia)
EL CIELO Y LA TIERRA
Estoy caminando
caminando
caminando
para atrapar el instante
donde se van a unir el cielo y la tierra
el camino nunca se cansa
por caminar tanto.
LA GUERRA DE LAS ESTRELLAS
Sé todo de lo que hablan
cuando se ponen a hablar en voz alta
también sé de lo que se callan
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
LA SALVACIÓN
Dios nos salvará en el cielo
¿por qué lloran en la tierra?
nadie ha vuelto del cielo.
EL TIEMPO
No consigo
llegar a vivir aquí
el tiempo es demasiado largo
ABANDONADO
Convivimos solos
con mil millones
de personas iguales
que nosotros
moviéndonos a tientas
como el planeta Tierra
en este universo infinito
que aún se gira
abandonado por Dios
para siempre
EL OCASO
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
El ocaso se alejaba
hacia el horizonte,
dejando atrás las hojas
quemadas del sol
en ese día de otoño
arriba brillaba fuerte
la lámina colorida de cielo
EN SIBERIA
En las heladas
bajo los pies
cruje la nieve
con conspiración
para que tus pies
no se deslicen
tienes que mantener
tus hombros erguidos
LOS CABALLOS
En el horizonte
los caballos rojos que se alejan
parecen ser unas gotas de sangre
los caballos son mis amigos heridos
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
PARA AMAR
Para amar
hay que tener alguna razón
EL PÁJARO SOLITARIO
Soy un pájaro solitario
colgado de los huecos del cielo
de los desfiladeros y abismos
¿me rindo al viento para que me lleve?
hacia el abismo
o hacia ese celeste...
SOBRE MÍ
Los árboles van a hablar un poco de mí
luego las hojas se quedarán mudas en el suelo
mis amigos van a testificar un poco contra mí
pero la oscuridad
poco a poco
va a poner bien su espalda torcida
en el amanecer
una mujer va a susurrar
que todo esto es una mentira
la gente se va a cansar de la ropa cotidiana
el mediodía va a empezar a bajar sobre las
aceras
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
y solo de mí van a hablar los árboles
habrá una mujer que se haya alejado
Slavi Avik Harutyunyan
Nació en 1965 en Nagorno-Karabaj. Publicó durante los primeros 15 años en el periódico
"Pioneer Kanch". De 1983 a 1985 sirvió en el ejército soviético en Siberia. En 1988 se
graduó en la Facultad de Filología de la Universidad Estatal de Stepanakert. En el cuarto
año de graduación fue admitido en la Unión de Escritores de la URSS (actualmente
miembro de la Unión de Escritores de Armenia). En 1997 se graduó en la Facultad de
Dramaturgia Cinematográfica del Instituto Estatal de Cinematografía del Estado de Moscú,
y en 2000 terminó su doctorado en la Universidad Estatal de Cultura y Arte de Moscú. Sus
poemas han sido traducidos al ruso, inglés, español, alemán, francés, italiano.Las
presentaciones de sus libros tuvieron lugar en muchas ciudades europeas, En particular en
Madrid, Barcelona y Valencia. Sus libros "El cielo y la tierra" (en armenio), "Telegramas
tardíos" (en español), "El cielo sin pájaros" (en español, inglés, francés), "L’uccello
Solitario" (en italiano), "Las fronteras semióticas del arte" (en ruso, armenio); Dias de paz-
Խաղաղ օրեր (en español,armenio).
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
EL CORONAVIRUS COMO VENTANA DE OPORTUNIDAD
Isidro Benigno
(Guinea Ecuatorial, África)
Se habla siempre de normalidad con connotaciones negativas, pero cuando todo se
tambalea un poco deseamos volver rápidamente a los madrugones, a las comidas pre-
cocinadas y a los pequeños dramas del día a día. Es como si la realidad nos engullera hasta
dejar de existir (Victor Cervantes, Marcadorint. 2019).
Hoy se siente en todos los rincones aquello que escribió Rulfo en El llano en llamas cuando
uno de sus personajes escuchó el silencio y preguntó:
-¿Qué es? ¿Qué es ese ruido?
Ese ruido sordo es el COVID-19 o Coronavirus. Una pandemia mundial que está
sacudiendo los cimientos del mundo sin miramientos a raza, sexo o clase.
El oxímoron. Un problema matemático sin algoritmo.
Y es que hace unos cuantos días, la vida transcurría plácidamente en ese remanso valle de
paz e ilusión llamado tu hogar. Te levantaste para ir a ese trabajo que a veces amas y otras
veces odias, a ese colegio que te encanta o simplemente apagaste el despertador para dormir
un ratito más.
De repente por la mañana escuchaste en las noticias que algo raro había pasado en China.
Por la tarde que era un virus y por la noche que había contagiado a mucha gente en una
ciudad remota llamada Wuhan (China), donde el día también transcurría plácidamente.
Todo parecía una broma…
El virus es real.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
-¿Corona qué? - Preguntó la abuela.
-Coronavirus abuela ¡CO-RO-NA-VI-RUS!- Respondió el nieto.
De repente, como una silenciosa y desagradable brisa, se expande por cada rincón de la
Tierra. Empezando por China, pasando por Taiwán, Japón, Turquía… hasta llegar a tu
puerta.
El resto es historia conocida, muchos muertos, miles de contagiados, fronteras cerradas,
etc.
El panorama es desolador, todo ha empezado, el final… incierto.
Y es que el Coronavirus es una amenaza nueva. No sabemos a qué nos estamos
enfrentando, no hay vacunas ni sabemos cuándo acabará. De momento.
Sólo sabemos que hoy nuestra casa es el lugar más seguro del mundo, y lavarse las manos
la medida más eficaz para evitar el contagio.
Hemos entrado en pánico, lo sé.
La prudencia de la que hablaban al principio ahora es, él no me hables tan cerca o no me
toques si no te has lavado las manos. Entendible.
Somos todos víctimas y verdugos. También lo sabes. Ellos por inducirte al pánico y tú por
olvidar la prudencia. Yo también.
Como dijo aquel, cuanto menos sabemos de algo, más espacio hay para la imaginación y,
por lo tanto, mejor es.
¿Lo malo? lo sabemos ya, pero… ¿y lo bueno? ¿Podemos sacar algo bueno de esta
situación? Creo que SÍ.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Estamos ante una ventana de oportunidad para replantearnos el rumbo de nuestras vidas,
de nuestro planeta y del futuro que está por venir. Un período de tiempo durante el cual
una acción, pensamiento o decisión puede cambiar el rumbo del viento. Una vez este
período termine o la ventana haya sido cerrada, el resultado previsto no será posible.
En esta oportunidad desde la ventana Daniel Innerarity se pregunta en Una teoría de la
democracia compleja: Gobernar en el siglo XXI: ¿Puede sobrevivir este sistema mundial a
la complejidad del cambio climático, de la inteligencia artificial, los algoritmos, las
desigualdades socio-económicas y los productos financieros?
Yo también me lo pregunto.
El mundo ha cambiado de forma acelerada, y como el universo, se expande
aceleradamente. Aquel calculado por Newton o Laplace era el mismo cuyo gobierno
formularon Rousseau o Adam Smith. Era la época de la visión mecánica del mundo, de las
luces, de la ciencia moderna y sus categorías epistemológicas. Hoy, vivimos en el mundo
de la globalización e hiper-velocidad, de las experiencias trascendentales y del Internet de
las cosas inservibles.
Somos producto de nuestro tiempo, le decía el Dalai Lama a Howard C. Cutler en El Arte
de la Felicidad (The art of happines, Cutler & Gyatso, 1998). La ventana está abierta, las
decisiones que tomemos hoy afectarán inevitablemente al futuro que está por venir.
Priorizar la salud mundial sobre la economía es menester.
Antonio Agredano lo definió brillantemente en un tweet. “Un reto colectivo en plena era
del individualismo”. Lamentablemente, no es muy optimista, pues entiende que, si la
sociedad fuera un equipo de fútbol, cada uno pediría que se la pasaran siempre, se enfadaría
por el cambio y reclamaría una subida de sueldo a final de cada temporada.
Rauschenberg y Antonio, tienen más en común de lo que imaginaba. Rauschenberg pintor
inusual, pidió que pintaran un cuadro para que él lo pudiera borrar. Estuvo dos meses
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
borrando la obra hasta que terminó un precioso e impoluto trozo de papel blanco, por el
que es recordado. Un cuadro que, simplemente, elimina todo lo anterior.
Tabula rasa.
Deberíamos aprender de él. Reivindicó la lentitud frente a la aceleración en la vida, la
lentitud en la conversación, la bebida y la sexualidad.
Se cumple la premisa de Cortázar que reza: de todos nuestros sentimientos el único que no
es verdaderamente nuestro es la esperanza. Le pertenece a la vida, es la vida misma. Y solo
nos queda eso: la esperanza… y el FUTURO.
El escritor argentino escribió en sus diarios: “Cuando quiero tranquilizarme me refugio en
el futuro: dentro de diez años me voy a reír de todo esto”. El futuro es como queramos que
sea hoy. Ya veremos cuando llegue.
En la misma línea, Piglia que debería servirnos para saber que: igual hoy no somos felices,
pero mañana seguramente sí.
Recuperar el enfoque en las cosas importantes de la vida. Tarea ineludible. El monje
budista Thích Nhất Hạnh nos pone sobre la pista en su obra Sin Barro, no hay flor: El arte
de transformar el sufrimiento (No Mud, No Lotus: The Art of Transforming Suffering,
2014). Para Hạnh vivir desenfocado es una elección, igual que la felicidad o el amor. De
cada uno depende tomar las decisiones adecuadas para minimizar el sufrimiento y
maximizar la felicidad.
-¿Y cuál es el mejor sistema?- concluye Hạnh, sin respuesta.
Le falta el sistema. A mí también.
Para mí el mejor sistema universal es aquel que maximiza la satisfacción física, mental,
espiritual y social, de cualquier ser existente. En suma, aquel que maximiza la felicidad.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
El nombre aún no lo sé… Su estructura tampoco, aún….
En época de tenerlo todo a nuestro alcance, lo que escasea es el tiempo para disfrutarlo.
Así que no os robo más tiempo, con la esperanza de que disfrutéis con vuestros seres
queridos con la mirada puesta en el futuro.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Isidro Benigno
Mi nombre es Isidro Beningo y nací en un remoto país llamado Guinea Ecuatorial en
África.
Por razones familiares cambiamos nuestra residencia de Guinea Ecuatorial a España hace
más de 20 años y hoy resido en el Reino Unido. Desde los cuatro años la lectura y la
escritura fueron inoculados en mí para no irse nunca. He participado en diferentes
concursos literarios tan variados como los estilos participantes, a saber, novela corta, relato,
poesía, textos infantiles, etc.
A base de esfuerzo y disciplina me gradué en Ciencias Políticas y Gestión pública y más
tarde Master en Democracia, Gobierno y Análisis de políticas públicas, también en España.
He vivido en varios países como Italia o Portugal entre otros y mi vocación como
politólogo me hace explorar diferentes estilos literarios combinados con mi especial
preocupación por temas tan variados como el medio ambiente, Smart cities, redes sociales,
deporte, ciencia, música o mindfulness entre otros.
Hoy sigo leyendo y escribiendo en mi blog https://inquietud3s.wordpress.com con la
esperanza de que la humanidad en su conjunto supere el COVID-19.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
LA DAMA DE ROJO
Fernando Santiago Hernández (México)
Esto de estar en mi casa sin poder salir a causa de ese famoso Covid-19 me aburre lo único
interesante que ha pasado fue que ayer vi a una mujer de pelo negro y un vestido blanco
con manchas de sangre; sentada en la sala, me preguntó si será por lo antigua que es la
casa. Tal vez la chica siempre se sentaba ahí, pero por las prisas del trabajo jamás la vi.
Pero eso no es todo también e oído ruidos en el techo; por lo pronto le preguntaré su
nombre, tal vez tengamos una charla interesante y me cuente cómo es que mancho su
vestido.
—¡Hola!, quieres platicar un rato conmigo —dijo el hombre acercándose al sofá.
Fernando Santiago Hernández
Soy estudiante de secundaria, tengo 14 años de edad, asisto al taller de lectura "Alquimia
de palabras”, de J. R. Espinoza. Nací el 18 de octubre de 2005 soy de Matamoros
Tamaulipas.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
AMIGOS INVISIBLES
Melly Peraza (México)
Miro en mi entorno y sólo encuentro rostros con miedo e incertidumbre. Las noches son
de silencios intransitables, aunados al miedo y la reflexión.
Pareciera, viendo mi entorno, que se nos ha agotado la cuerda del entusiasmo y la
esperanza, y la vida se nos fuera marchitando poco a poco.
En estos días aciagos, se siente como si todos lanzáramos un grito inacabable que nos
provoca una especie de condena.
Nuestro hogar, ahora, es aparte de un refugio, una escuela para practicar el entendimiento
y una forma de amarnos en toda circunstancia.
Sabemos, que la locura y la cordura penden de un hilo demasiado delgado que pudiera
romperse con un grito de desesperación y soledad.
Por las noches, hay un silencio tan agobiante, que podemos escuchar los gemidos del viento
entre las ramas, la respiración de los que duermen, en nuestro derredor, y hasta un concierto
de grillos en la lejanía.
Alguien dijo, que la tristeza y el miedo, son como dos fieras elegantes que pasean
triunfantes y burlescas por el mundo...
¡¡QUÉDATE EN CASA!!
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Melly Peraza
La escritora mazatleca Melly Peraza tiene una misión firme con la promoción de la lectura
en Mazatlán. Por este motivo, imparte un taller literario en el Museo de Arte llamado La
nave de los sueños.
Además, comparte que volverá a ofrecer un taller en el Centro Penitenciario El Castillo. A
esto se suma el más reciente taller de narrativa, llamado Escribiendo con Élmer Mendoza,
el cual se inició esta semana en una secundaria de Mazatlán.
Originaria del cercano poblado sureño de Agua Caliente de Gárate, es autora de cuatro
obras publicadas: tres novelas y un libro de cuentos.
Melly, como le llaman sus amigos y talleristas, trabajó como promotora de lectura para el
Instituto Sinaloense de Cultura durante seis años y desde 2008 a la fecha ha seguido por su
cuenta con la misma ardua tarea con el respaldo del Museo de Arte de Mazatlán, en donde
los días jueves también coordina un taller vespertino de literatura desde hace algunos años.
Es autora de las novelas La rama seca, Cazador de Sombras, Se hizo tarde el tiempo y
Amor por los gatos.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
DIARIO DE UNA CUARENTENA
Carlos Alberto Díaz López (Colombia)
CUARENTENA. DIA 6
Según las noticias, cada día son más los infectados por el covid-19. Yo sigo acá aislado del
mundo, protegiendo mi vida y la de otros. En los supermercados los precios de algunos
alimentos han subido, no debería ser así, pero es entendible que, en esta época de caos, los
usureros hagan su agosto. Aun no se ve una luz de esperanza en que esta pandemia termine
ligero. Son muchos los que están perdiendo dinero sin poder trabajar, pero también son
otros los que están llenando sus bolsillos a costa de lo que hoy está pasando. La santa
eucaristía se está haciendo a puerta cerrada, con pocos feligreses, da pesar que hasta la fe
está perdiendo la batalla. Ojalá las oraciones hechas el creador sean escuchadas. Por ahora
solo el televisor, las hojas de dos agendas viejas, lapiceros y mecato, me acompañan en
esta cuarentena.
CUARENTENA. DIA 7
Estoy notando que me está creciendo la barriga. Esto de comer, ver TV, dormir todos los
días y no tener la fortuna de caminar, hará que aumente de peso. ¿Que tortura estarán
pasando las que se mantienen a diario en el gimnasio y no pueden ir por esta cuarentena?
El toque de queda sigue en marcha, todo el pueblo parece un fantasma sin movimiento.
Nunca pensé que viviríamos algo así por un virus, pero toca estar enclaustrado, peor sería
tener que pagar casi un millón de pesos por estar de rebelde en la calle. Mientras sigue
gente infectándose, yo seguiré acá de esclavo de la tecnología y deseando que todo sea
como antes lo era.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
CUARENTENA. DIA 8
Ya son cinco series que me he visto completas. Solo el tv y la internet son mis amigos más
fieles, los otros son virtuales y solo los veo conectados en su chat. ¿Qué sería de nosotros
sin las redes sociales en esta época de cuarentena? Confieso que no me gusta estar
encerrado, es como si te hubiesen cortado las alas y te controlaran tu tiempo como si fueras
una marioneta. Estoy seguro que si el coronavirus fuera una persona ya le hubiera pateado
el trasero mil veces, por todos los proyectos que me ha arruinado. Sigo escribiendo, leyendo
comiendo y armando ideas en mi mente para hacer realidad cuando acabe esta hp pandemia
CUARENTENA. DIA 9
Algunos siguen en las calles andando con mucha tranquilidad, como si fueran inmunes a
este virus, no sé qué tendrán en la cabeza estás personas para actuar de esa manera. Sigo
viendo documentales y comiendo todo lo que pueda comer, hasta waffles con helado.
Espero no engordarme. Ya han muertos tres contagiados en nuestro país por esta pandemia,
espero no sean muchos los que pasen a la historia por morir de esa forma. Por ahora seguiré
viendo películas, imaginando cosas y soportando como un esclavo, un encierro que no tenía
en mis sueños, ni en mi agenda, y todo por culpa del covid 19
CUARENTENA. DIA 10
Muchos imbéciles se ven aún en las calles, en las terminales, en los supermercados, etc.
Definitivamente falta más compromiso e inteligencia de algunos colombianos. ¿Habrán
pensado en purgarse a ver si tienen razones para gastarse todo ese papel higiénico que creo
compraron? El virus sigue atacando y creciendo el número de infectados, va ganando la
batalla. Ya ni el televisor me entretiene, pues ese mundo es en el que quisiera estar, y no
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
encerrado entre cuatro paredes. Mientras escribo esto, he visto a través de la ventana, pasar
a seis motociclistas y quince personas a pies. ¿A qué horas harán ellos cuarentena?.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
CARLOS ALBERTO DIAZ LOPEZ
(Poeta, investigador, letrista, gestor cultural, cuentista, novelista y diseñador gráfico digital
colombiano)
Ha publicado los libros: Donde acaba el silencio, En el otro lado del espejo, De amor, La
voz del Helicón, Pinceladas sobre la cultura frontineña, Una mentira llamada amor y
Frontineando: perfiles de personajes de Frontino. Poemas suyos han sido incluidos en
antologías poéticas a nivel nacional e internacional. Ha sido columnista de varios
periódicos y fundador de algunos periódicos. Algunas de sus canciones escritas han sido
grabadas en distintos géneros musicales. Autor de varios prólogos de libros publicados.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
SAORI
J.R. Spinoza (México)
Arrojé mi mochila contra la ventana de aquella casa justo antes de que los soldados me
aprehendieran. Mientras me derribaban, pude ver como el vidrio se rompía y mi mochila
atravesaba con éxito hasta el otro lado. Entonces sonreí, satisfecho. Lo había logrado.
Nunca había vivido una cuarentena. Viví la crisis sanitaria de la influenza porcina, H1N1,
en aquel lejano 2009. En aquella ocasión, no fue necesaria una cuarentena total —por lo
menos no en mi ciudad—, no hubo toque de queda, ni tampoco se requirió de la vigilancia
del ejército en las calles, so pena de arrestar a quien se le ocurriera salir de su casa.
Con el COVID-19 era diferente. La gente estaba cada vez más histérica, corrían rumores
de toda índole acerca de su origen. Desde una extravagante sopa de murciélago, un virus
de laboratorio —en algunas versiones creado por China, en otra por Estados Unidos—
diseñado para controlar la economía —en alguna versiones la población— mundial; una
mutación natural del virus, como producto de la selección natural, incluso el sujeto de
cabellos extraños de History Channel dio una conferencia de como el virus era culpa de los
aliens.
El día treinta y cinco de cuarentena, el presidente emitió un decreto para extenderla por
veinte días más, junto con la utilización de las fuerzas armadas para vigilar las calles y
hacer cumplir el toque de queda.
Por supuesto, era imposible que vigilaran todo el día, así que la vigilancia consistía en
rondines a ciertas horas en determinadas zonas. Por eso no era tan extraño ver personas en
la calle, a través de la ventana, aunque con cada día que pasaba, eran menos.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Para mí, no era tan difícil permanecer dentro de casa. Me despertaba a las almorzaba un
par de huevos mientras veía Bo Jack Horseman, después veía un rato pornhub (para
desahogarme, claro). Al terminar, jugaba Injustice o echaba una partida de League of
Legends. Por la noche descongelaba una pizza y veía una película. Más o menos así era a
diario… hasta el día treinta y ocho.
Eran las dos de la tarde de ese día cuando la vi. Se ocultaba detrás de mi vehículo, un viejo
Chevrolet color verde del año 97. Su cabello era liso, tenía la piel morena, los labios
gruesos y los ojos grandes. Cuando se puso en cuclillas noté lo enorme de su trasero,
aprisionado por un short de mezclilla azul. Quizá fue eso lo que me animo abrir la puerta.
Ella lo notó de inmediato y corrió hasta el interior de mi casa.
—Muchas gracias —dijo abrazándome. Luego se retiró, pude ver que tenía algo de miedo
en los ojos, así que retrocedí unos pasos, ella se relajó un poco y depositó las bolsas de
plástico que traía en las manos.
—¿Qué hacías afuera? …¡A un lado! —la jalé lejos de la puerta. Un camión militar pasó
frente a la casa.
—¡Gra…gracias! —me abrazó, ahora con mayor seguridad.
Entonces vi el interior de
las bolsas. Eran traslúcidas, pero no había reparado en su contenido. Leche en polvo,
fórmula para bebé.
—Son para mi hija —dijo como si me leyera el pensamiento.
«¿Tienes una hija?, ¿estás casada?».
—¿C…cómo se llama? —fue lo que me animé a decir.
—Saori, me respondió. Tiene seis meses, yo…yo no le puedo dar más leche.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Miré por instinto a sus senos, que me parecieron normales, después reparé en su
incomodidad. Para congraciarme con ella fui por mi mochila, la vacié y metí las latas de
leche dentro.
—Habrá que esperar una hora, en lo que los soldados acaban su rondín de la zona.
—Tú…
—Iré contigo, tenemos que salvar a Saori.
Tenía mucho que una mujer no me sonreía de esa manera. Nos conocimos un poco en la
espera, se llamaba Karina, era operadora en una fábrica que hacía volantes, tenía veintiséis
y le gustaba Linkin Park igual que a mí. Descubrí que la leche la compró en una tienda
clandestina a dos cuadras de mi casa. Quise preguntarle si era casada, pero me acobardé.
No tenía anillo en el dedo, aunque eso no era determinante.
Transcurrida la hora tomé la mochila y nos escabullimos fuera de la casa. Era importante
hacerlo con el mayor de los sigilos, pues había visto en internet, vídeos sobre personas que
denunciaban por gusto o por un mal encausado sentido del deber a quiénes andaban en el
exterior. En todos los casos la milicia llegaba a los pocos minutos y aprehendían al fugitivo.
Por esa misma razón no utilizamos el auto. Estando afuera comencé a sentir miedo, como
no lo había sentido desde niño, una parte de mí pensaba en regresar a casa corriendo, pero
me dominé. Quería hacer esto por ella, por ambas.
—Ya casi llegamos —dijo después de veinte minutos de avanzar, ocultándonos tras
vehículos —esa es —anunció triunfante señalando una casa pintada de amarillo.
Sacó un celular del bolsillo de su short, escribió en él y lo guardó nuevamente. Estaba por
preguntar a quién le escribía, cuando la puerta de aquella casa se abrió y un hombre de
barba y cabello negro se asomó. Le hizo una seña a Karina y la animo a correr. Yo me
quedé paralizado. Ella llegó con el hombre, este la tomó de las manos y…
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
—USTED ESTÁ VIOLANDO LA LEY MARCIAL, ENTRÉGUESE DE INMEDIATO
—el camión estaba a menos de treinta metros. No tenía salvación, pero Saori sí.
—¿Me está diciendo que, en ese momento, pensó primero en la niña? ¿En lugar de tratar
de huir?
—Le estoy diciendo que no pensé. No sé por qué hice lo que hice, sólo ahora, mirando
hacia atrás me doy cuenta de que fue algo bueno, quizá lo más valioso que haya hecho en
mi vida. Ahora, haga lo que quiera conmigo.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
J.R Spinoza
Matamoros, Tamaulipas, México. Becario del PECDA (emisión 23), en la categoría de
Jóvenes Creadores por novela. Asiste al Taller de Apreciación y Creación Literaria del
Instituto Regional de Bellas Artes de Matamoros. Libros Publicados: El regreso de los
dioses, la batalla de Folkvangr (Caligrama, 2019). Pacto Maldito (Pathbooks, 2019). El
demiurgo y otros cuentos fantásticos (Kaus, 2020).
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
COCO- COVID
Beda L. Domínguez (México)
La vida se ha trastornado un poco,
todo parece estar al revés,
los abuelos se esconden del “coco”
¿quieres que te lo diga otra vez?.
Las calles están vacías .
También algunos monederos.
Se termina la economía,
Y se establece la moda
del bolsillo con “agujeros”
La mirada se vuelve larga.
Nublada por la añoranza y
Buscando alguna esperanza.
A los niños que disfrutan su holganza
Ya no hay con qué, llenarles la panza.
Tenemos miedo, ¡mucho miedo!
Y también muchas preguntas.
¿Será cierto, será verdad?
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
¿Que si no hacemos caso
el “coco” llega y nos matará?
Higiene, constancia y limpieza,
Higiene constancia, ¡limpieza!
Nos gritan invasivos los medios.
Ya que de nada funcionan,
Las medicinas ni los remedios.
Cuídate, ¡escóndete!
¡No salgas de casa!
Es el grito Gubernamental.
Y van cercenando los sueños
de quienes viven en libertad.
Los ancianos concilian al cielo,
Nada los puede asustar.
Preocupan los ojos nuevos,
de los que están aprendiendo a volar.
Velemos ahora por ellos,
para que puedan el día de mañana,
en un mundo mejor habitar.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Beda Laura Domínguez Soto
Oriunda de Sinaloa. Residente de San Luis Rio Colorado Sonora.
Escritora, Productor Literario Independiente
Ha tomado Talleres literarios, de cine internacional, teatro y cuentos en CUT y Talleres de
cuentos dirigidos a grupos específicos e Inteligencia Emocional -2007 en ISC..Taller “El
teatro como herramienta de expresión” (2008) por Centro Cultural Héctor Chávez Fontés
de San Luis Rio Colorado Sonora.
Libros; Bosquejo en Tránsito, Tonzo, Herradura de los deseos, las brujas y lengua de gato,
Dimensión 7, Balito, Amarillo, El niño de la Madero, Vox Populi y otros más.
Instructora y promotora cultural adscrita al PNSL. imparte talleres de lectura y cuentos
infantiles en la Ciudad de San Luis Rio Colorado Sonora con apoyo del Gobierno Local y
Red de Bibliotecas Públicas.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
ANTES DEL FIN DEL MUNDO
DAVID SARABIA (México)
Soy el quien soy, ¿O era? ¿O ya no estoy? El tiempo camina hacia adelante, a veces se
pausa para dar un giro brusco para atrás. En ocasiones, éste se mantiene suspendido en un
limbo donde solamente escucho el sonido de la máquina que inhala y exhala. En medio de
ese traqueteo se entremezclan voces; agitadas, alteradas, por momentos llenas de miedo y
también de esperanza. Sonidos de pasos que van y vienen, a veces corren con la premura
de quien tiene en sus manos la solución a una pesadilla.
¿Será ésta una?
Lo es, para millones, una verdadera pesadilla, los miedos de una sociedad
materializados en la realidad.
¿Podré despertar?
Estas despierto, no te agites, tranquilo, todo bien. No tengas miedo.
¿Miedo? Sí, y mucho, pero no por mí, sino por mi familia, mi hijo quien viene al mundo
en medio de este desastre. Hasta creo que es una película, pero no, si lo fuera no sintiera
esta angustia en carne propia, en primera persona y no estuviera escuchando esa voz que
me contesta, me atemoriza, y también me conforta.
Soy quien vela por ti, soy el guardián de tu vida, en mis manos está.
Esa voz de buen hombre, parece que viene desde algún punto etéreo, siento que es mi
padre, pero no lo es, más que un guardián siento que es un ángel. Es una sensación
desconocida, un farol dentro de este túnel oscuro, que con su luz aleja momentáneamente
los nubarrones provocados por esta pandemia de proporciones apocalípticas.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Qué curioso, yo, quien siempre fui aficionado a ese tipo de temas en las películas del
fin del mundo, las cuales disfrutaba con un bote de palomitas en el cine o en la comodidad
de mi casa. Ahora, la irónica carta fatalista me tiene aquí, como protagonista de tal. No
soy un actor, sino un ser humano, que sufre y por momentos siente correr a una incontenible
lágrima amarga. Me siento indefenso y asustado por la incertidumbre.
En medio de todo esto, mis pensamientos son para mi niño, mi bebé…quien no ha
nacido y a quien amo mucho desde el día que su mami me llevó la prueba positiva de su
existencia.
Algo se desfasa, es mi mente, viajo.
El tiempo se mueve, estoy en un pasado remoto: veinticinco años atrás, parece muy
lejano, pero no, es sólo como caminar hacia una calle y dar vuelta a la esquina, allí está,
aquí estoy, joven, rodeado de amigos y amigas bailando dentro de un antro, sumergidos en
una niebla artificial y bañados por los láseres. Una música retumba, que mueve nuestros
cuerpos con la inercia de una felicidad infinita, inagotable, eterna, de una juventud
extendida por los placeres de la misma junto con sus divinos tesoros, los cuales, sus joyas
pertenecen a quienes somos osados.
Eso pensaba, eso creía, pero ya no; bebía y me divertía como si no hubiera un mañana,
comiéndome al mundo con el apetito de quien quiere probarlo todo. Tuve la fortuna de que
éste no me devolvió la dentellada, como a otros amigos quieres fueron consumidos por sus
propios placeres.
Era egoísta, si, lo acepto.
Ahora lo entiendo. Una nueva vida viene en camino, mi hijo, a quien quisiera recibirlo,
darle un beso, abrazarlo contra mi pecho y decirle lo mucho que lo amo; decirle también
que es bienvenido a este mundo desprovisto de peligros. Quisiera decirle eso, pero sería
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
mentirle. ¿Qué he hecho o qué hemos hecho? Creo que todo mal. Pero yo, lo he
comprendido y he cambiado, ahora quiero enderezar el rumbo.
No te recrimines, lo pasado quedó en ese lugar, ahora en el presente eres un mejor
hombre. Has crecido, y eres fuerte de espíritu. Corta aquello que te atormenta y dirígele
bonitos pensamientos a él, quien donde se encuentra, te siente, te escucha, y patea con
fuerza para regresarte el mensaje.
¡Oh Dios! No puedo evitar pensar en mi egoísmo, si hubiera madurado veinte años atrás;
ahora mi niño fuera un hombrecito. ¡Cuántas cosas hubiéramos pasado juntos, buenas y
malas! Lo hubiera conocido. Estuviera a fuera, esperando junto a su madre, y quizá con
sus hermanos. Pero no, eso todavía no existe, yo no me di la oportunidad. Con mi egoísmo
se fueron hermosos veranos, cumple años, convivios maravillosos, regaños y consejos,
discusiones de adolescente, frustraciones y orgullo, toda una índole de la dicha de ser padre.
No pienses así, todo tiene un propósito…
¿Cuál? ¿Estar así, aquí, postrado? respirando con dificultad, con dolor…. Como me
duele, la maquina mete el aire y lo saca mediante un tubo que me tiene recto como un
muerto en vida, con incomodidad, en medio de un suplicio lento, eterno… ya no sé si estoy
soñando o despierto, me confundo, todo me da vueltas, mi cabeza está fragmentada, mi ser,
mi ensoñaciones de un futuro que se desvanecen entre mis dedos que se aferran a este
timón, al de mi barco, mi cuerpo, mi templo, mi Yo que se niega sucumbir.
Angustia.
Siento mi frente perlada de sudor. Mi rostro arde, el interior de mi cráneo es un
pandemónium de imágenes; pasado, presente, y un futuro de visiones imaginadas… ¿Por
qué me dejé llevar por el amor al dinero?... primero fue la fiesta desenfrenada, de amores
que evité, de corazones rotos que dejé en el camino, de lágrimas a las cuales no lloré, de
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
mujeres que me amaron, pero yo sólo las cosifiqué para mi propio deleite superficial.
Siempre creí que la vida era eterna, y ahora, siento que se me va en cualquier momento.
Una fuerte arcada me ataca.
Toso.
¡El maldito dinero y el ego profesional! Años de trabajo y éxito, de haber terminado con
honores la Universidad, de haber ostentando los puestos importantes en una carrera
meteórica, de tener ahora mucha gente a mi cargo, de decidir con una sola palabra el destino
de una empresa, de que mi firma valga millones; ahora no son nada. Nada de eso tiene
importancia; el título y mi puesto son un espejismo que se evapora ante un enemigo
invisible que me tiene invadido.
¿Qué pasó, por qué enfermé? ¿Qué hice mal?
¿En qué me convertí, en estadística o en mala suerte? ¿Acaso Dios me pone a prueba?
Si es lo último, por favor, quítame todo, déjame sin nada, desnudo como vine al mundo,
para recibir a mi niño.
Otra arcada me provoca un dolor lacerante en la espalda, mi pecho se hincha queriendo
partir en dos mi tórax y dentro se escucha un chiflido extraño.
Vuelvo a toser, me ahogo… oigo voces. Una mujer y hombre, dialogan. Dicen algo que
me desconcierta: Esta entubado, no es posible, si está sedado. Pero parece que un tercero,
la voz que me habla, les dice que se retiren y que canalicen sus esfuerzos con otro paciente,
¿y yo? Al fondo, el sonido de la máquina se intensifica, el ir y venir del sonido del
respirador como melodía cacofónica me desespera, tengo miedo.
No tengas miedo, tranquilo, serénate. Sé que es difícil lo que te pido, y estas luchando
como un verdadero guerrero, pero recuerda, en la oscura noche, al final sale el sol de un
nuevo amanecer.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Mi niño, mi sol, mi todo. Con nueve meses, está por nacer, y yo aquí, lejos.
No está lejos, está aquí contigo. Dile algo.
Te amo mi niño.
Unos diminutos labios me besan en la mejilla: Yo también papi.
El tiempo se mueve, recuerdo, como empezó mi calvario, primero fue una tos, después
ésta se intensificó. No le di importancia, para qué, de seguro era algo leve, no podía dejar
mi oficina, el trabajo, los contratos, a una empresa a la cual le debo todo. Melissa me
insistió asustada que me revisara, mientras se tocaba el vientre hinchado, me dijo: hazlo
por él. Y apenas así fui a realizarme la prueba. Aunque mirara en los medios lo que sucedía
en un mundo que se desmoronaba, a mis 45 años me sentía fuerte y revitalizado, el saber
desde el momento que iba a ser padre, mi visión personal dio un giro radical.
Pero la prueba, al darme positivo, lo radical cambio a golpe brutal. También era
hipertenso y no lo sabía. Me aislé en un departamento, solo, no quería poner en riesgo a mi
familia, y durante el confinamiento, la empresa cerró. Las economías cayeron, la gente
comenzó a morir. Días transcurrieron, todos parecían el mismo, un sólo tiempo, era ver
salir el sol y meterse para dar paso la noche. Era un círculo interminable, de horror. Una
mañana, sentí escalofríos, me dolía la cabeza, no podía respirar, me ahogaba. A como pude,
llamé al hospital para que fueran por mí.
Aparezco aquí.
Otro ataque de tos me fustiga. Muevo mi cara de un lado a otro, intentó abrir los ojos.
Deseo con todo mí ser, que cuando despierte, este tormento haya acabado. Quiero curarme,
volver con mi familia, empezar de nuevo, ser un nuevo hombre.
El respirador nuevamente emite ese sonido que me perturba. Me siento peor, me ahogo,
toso, me ahogo, toso, tiemblo, tengo escalofríos, sigo sudando.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
¿Quieres conocer a tu hijo?
Sí, lo deseo, por favor.
Yo, mi cuerpo, mi mente, siento que se desfasan, separándose. Algo viaja, soy energía,
me materializo.
Soy el quien soy, o era, o ya no estoy. Estoy.
Melissa esta acostada y yo cargando a nuestro bebé, es hermoso, se parece mucho a ella,
sobre todos tiene sus ojos claros. Mi niño los abre, hacemos contacto visual y me sonríe.
Decidimos ponerle mi nombre.
Él tiene cinco años, lo llevo al kínder, es su primer día y llora asustado, cree que lo estoy
abandonando.
Ahora tiene 18 años, se está graduando de la preparatoria. Pestañeo. Trae puesto un traje,
corbata, tiene 23, se gradúa de abogado. Se casa, tiene un hijo, mi nieto. Es un hombre
exitoso, como yo. ¡Cuánto orgullo, que felicidad!
Estoy postrado de nuevo, aquí. Estoy viejo cansando, tengo el respirador, apenas veo, y
veo a un hombre maduro, es como verme a mí mismo, tomándome de la mano. Al lado de
él se encuentra mi nuera, y al fondo, sentado, veo a mi nieto, quien en su inocencia esta
ajeno a la situación, quien me mira y sonríe.
No veo a mi esposa, ya no está, se me adelantó. Pronto la veré.
Dolor.
Toso con una fuerza que desgarra mis pulmones.
Intenso dolor.
El sonido del respirador.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
El mundo se acaba. Mi Mundo.
¿Listo para irte en paz?
Mi mano es apretada por otra, enfundada en látex, que me trasmite una calidez que me
reconforta. No tengo miedo.
Afirmo con mi cabeza.
Me relajo, me suelto, comienzo a salirme de mi cuerpo, me elevo, me desvanezco en
paz, pero antes, veo una luz y escucho el llanto de un bebe, mi llanto.
Junto con los sollozos de alegría de mi esposa.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
David Sarabia
03 de febrero de 1976, nació en Culiacán Sin. Radicado en Sonora desde 1983. Es
Administrador de Empresas y docente en el Centro Universitario de Sonora (CUT San
Luis) sus cuentos han sido publicados en las revistas digitales: Letras y Demonios, The
Wax, Incomunidade, Moulin Noir y el en el blog Buenos Relatos. En Papel en las
antologías ALGO LLAMADO HORROR (escritores de B.C.) y NOCTURNALIA
(Amazon) y una propia NOCT֤ÁMBULOS de mini libros de Sonora. Actualmente está
terminando una Novela.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
CANTO PARA KAREN
Rocío Prieto Valdibia (México)
Mi canto es para ti pequeña gota de agua.
Cruzar el muro fue fácil con fotografía en mano.
Las hordas de hombres desfilando en hileras.
Tuve que renunciar a ti,
y amarrar las vísceras a mi espalda
la noche es una escala de agonías.
Una plegaria nocturna se alza en el norte.
Mi estrella, mi gotita de agua clara, mi pequeña,
se mimetiza en las grandes a avenidas.
Good mornig, "buenos días que va querer"
retumban en mi alma compungida
se alargan las heridas, la sangre no circula.
El ventrículo izquierdo supura de pena.
La migración es una herida abierta.
Una ciudad desnuda hija mía,
mis ojos se han cegado
ante la tragedia que nos aniquila.
El viento es un rumor que duele pequeña.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
No logro imaginar tu cara llena de temor
estos brazos ya no me sirven, no te acunan mas.
El muro es un lugar inhóspito para las madres,
la migración es dolor que no tiene curación alguna.
La ciudad queda vacía a las 6 de la tarde.
Y tu vocecita es la voluntad
para exaltar una plegaria.
El papel verde no compra la angustia,
mi corazón se desbarata en silentes cantos.
Y de estos ojos míos no deslumbran
más allá del paraje migratorio
donde tus pasos rápidos
huyen de la pandemia,
acá en este pedazo
de tierra solo atinó
a cantar por las noches.
Y en el nuevo amanecer
mi plegaria cesará
al ver a través de una pantalla
-Buenos días, mamá.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Rocío Prieto Valdivia
Desde 2002 imparte talleres en escuelas públicas y privadas. Trabajando de manera
altruista en escuelas de zonas marginadas o en condición de diversidad.
Coordinadora del Festival internacional de grito de Mujer sede Ensenada. Directora de Arte
Letras Migrantes proyecto cultural independiente. Cofundadora del taller y proyecto
Letras y Voces de Ensenada grupo literario independiente de promoción cultural y
editorial. Editora, creadora del proyecto literario de la REVISTA LA GATA ROJA.
Creadora y editora del proyecto poético literario “las voces del silencio” Y creadora de las
jornadas literarias itinerantes por la paz mundial.
Ha publicado en revistas electrónicas, y físicas Monolito, La Piraña, Histeria, La Huella
del Coyote entre otras. Es autora de los libros “Soñar entre Mariposas, Sueños Lúcidos y
Veinte Poemas Perdedores y un instructivo que no sirve para nada”. Entre otros, es
integrante del taller literario “La Catarsis Literaria” del escritor Adán Echeverría García.
Radica actualmente en Ensenada Baja California.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
CUANDO TODO ACABE
Yonshesko Blandela (México)
Lloraré...
Cuando la vida se extinga
Por el descuido del hombre que todo destruye
Sin pensar en la naturaleza,
En la belleza, en la vida misma…
Lloraré a grito abierto
Porque sabré que es el fin
Y no hice nada para salvarme,
No hice nada por contagiar a todos de positivismo
Mis lágrimas serán amargas,
Saladas, una tras otra
Desde el fondo de mi ser
Por los recuerdos del ayer que poco a poco desaparecerán
Sufriré por lo que ya no podré gozar:
Árboles verdes y días lluviosos,
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Aves al volar, sentir en la cara la brisa del mar,
Parques llenos de sonrisas,
Jóvenes viviendo siempre a prisa,
El ocaso, la noche estrellada,
Tu compañía, los abrazos de madrugada…
Y muero de rabia e impotencia
Por todo lo que pude hacer y ya no hice
Por olvidar perseguir mis sueños
Por tirarme en la pereza y el desvelo
Lloraré un mar de tristeza…
El arrepentimiento se apoderará de mí
El frío recorrerá mi cuerpo
La soledad y el silencio me atormentarán
No habrá nada que rescatar
No habrá algo por qué llorar
No habrá tiempo de pensar
Será el último día de mi existencia…
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Yonshesko Blandela
Artista polifacético nacido en 1980 en Mazatlán, Sinaloa. Actor, escritor, dibujante y
diseñador gráfico, ha trabajado en periódicos, revistas y televisión local. Realiza cómic
desde 1991 y cómo escritor debuta en 2015 publicando siete novelas cortas de manera
continua en un periódico local distribuido por centro y sur de Sinaloa. Ha participado en
grupos de baile, canto y actuación. Actualmente se desenvuelve en las artes teatrales
como actor, dramaturgo, profesor de teatro infantil y de dibujo, así como también en su
canal de Youtube Yonsheskeando.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
REDES SOCIALES: ARMAS PUNZO CORTANTES O TALISMANES
MARU ENCISO (MÉXICO)
Las redes sociales han cobrado una importancia enorme en el desarrollo de esta pandemia,
lamentablemente no siempre para bien. Primero han sido un medio para crear pánico
general con publicaciones bastante alarmistas, sembrando textos no reales; para bien,
también ha habido información de las instituciones oficiales donde nos mantienen
informados del desarrollo y de las medidas que se deben tomar para evitar más que se
propague y que siga cobrando vidas, sin embargo, no todos hacen caso a estas
recomendaciones y se siguen llevando por las publicaciones falsas, creando un caos total.
Hay que reconocer que han hecho la función de mantenernos comunicados con nuestras
familias y amigos lo cual ha sido de gran paliativo dentro de éste encierro. Y viene
cobrando importancia para la creatividad con publicaciones de actividades deportivas,
culinarias, educativas, etc. mismas que nos ayudan a sobrellevar los días.
El ingenio del mexicano no se ha hecho esperar con publicaciones chuscas al por mayor,
burlándose de la crisis que estamos viviendo. También ha habido publicaciones religiosas,
de todas las religiones, que han logrado que la gente se aferre a ellas para salir adelante. Se
ha generado una incertidumbre enorme con respecto a la economía del país y del mundo.
Se habla de que estamos en medio de la tercera guerra mundial, en fin, las redes han
cobrado una gran importancia, para bien o para mal.
Lo más importante es que nos hemos encontrado con nuestro yo interior, nos ha hecho ser
empáticos con nuestro planeta, a tomar conciencia de lo depredadores que somos los
humanos, y esto me hace pensar que al final, seremos mejores seres.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Por mi parte extraño la libertad de tocar la arena, meterme al mar, disfrutar de un atardecer,
ver salir el sol cada mañana, y apreciar la luna en todas sus fases, convivir con los amigos,
y todas las actividades que se tienen con el día a día y no se valoran, porque se convierten
en rutina. Me he enfrentado a muchos demonios y también a muchos ángeles. La soledad
en casa me hace añorar el abrazo y el beso de mis hijos, y me refuerza el amor que nos
tenemos al recibir cada día su llamada para ver como estoy, como amanecí o como fue mi
día. También me he ocupado de mí al hacer comidas sanas, ejercicio, caminatas y porque
no, mascarillas y tratamientos para la piel, cosas que, atrapada en la rutina, no hacía.
Que finalmente habrá cambios económicos, políticos, de costumbres, es cierto. Cambios
que son necesarios para retomar nuestras vidas con sabiduría, agradecidos por ésta lección
enorme que él de allá arriba, llámese como se llame, nos está dando, no olvidemos que
además de miedo, muerte e incertidumbre han llegado nuevas vidas a iluminarnos y
tendremos una mente más humilde, más amorosa, más empática, que es lo que realmente
vale.
Ahora la pregunta es ¿realmente la humanidad tomará conciencia?, porque esto puede
desatar más demonios entre la gente que tiene la mente enferma ya sea por necesidad, por
coraje o impotencia de no tener manera de abastecer las necesidades básicas de su hogar o
de sus vicios. ¿Se creará más el deseo de poder económico?, ¿Nacerá la claridad de lo que
es realmente importante?
Sin darnos cuenta hemos librado, a través de nuestras vidas, luchas contra la injusticia, el
maltrato, la pobreza, las enfermedades, en fin. Esta es una lucha más, solo que ahora la
enfrentamos desde la intimidad de nuestras casas y es bastante más difícil ya que tenemos
todo el tiempo del mundo para analizar la situación, tenemos tiempo de aprender a
identificar la información real de la falsa.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
El ser humano es fuerte, y a pesar de la adversidad siempre ha salido adelante. ¿Que se han
perdido vidas?, es cierto. Así es nuestro ciclo. Sólo que ahora entramos en pánico porque
se están contabilizando, lo que no nos dicen es cuantas de esas muertes son por causas
naturales, o por asesinatos, o, porque no, por suicidios. Y esta es una de las partes que nos
crean más miedo, no saber la realidad, ya que en estos momentos todas y cada una de las
pérdidas se las adjudicamos a la pandemia.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Maru Enciso
Oriunda del Distritot Federal, radicada en Mazatlán desde hace 33 años, promotora cultural
y directora del Premio Binacional Valladolid a las Letras.
Es autora de la novela Renacer, que recientemente fue presentada en la Feria Internacional
del Libro de Guadalajara.
Su conexión con los escritores José Luis Franco y Juan José Rodríguez le fue abriendo un
panorama fértil, con nuevos enlaces con el mundo de la literatura y la posibilidad de
proyectar la editorial con un Premio Estatal de Literatura de novela y cuento que en pocos
años se convirtió en nacional.
El Premio Valladolid a las Letras ahora es internacional, su convocatoria se extiende hasta
Guatemala, ha cumplido con el objetivo de que escritores desconocidos que tienen obra de
calidad tengan la oportunidad de ser publicados.
Dentro de esa misión educativa también se creó el Centro Cultural Multiversidad, con
presentaciones de libros, exposiciones y biblioteca.
Así, el Centro Cultural Valladolid tiene un foro que permite ofrecer artes escénicas, y el de
Multiversidad es un espacio para desarrollar el interés literario.
En ambos proyectos, Maru Enciso es piedra angular y motor de evolución. A nivel micro
y macro, hacia el interior y el exterior, su labor continúa dentro del Sistema Educativo
Valladolid.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
PANDEMIA COVID-19:
EL GRITO DESESPERADO DE LA MADRE TIERRA
Luna Bretón (México)
Va llegando la penumbra de la oscuridad
disfrazada de enfermedad,
vestida de luto negro
y con olor a muerte y soledad.
Hoy recibimos a Covid-19
la pandemia mortal humana,
al bendito grito desesperado de auxilio
de la madre tierra venerada.
Al día siguiente que la putrefacción infectó el planeta,
la plaga humana comenzó a caer,
se desplomaron los sueños de los sistemas
y la tierra empezó a emerger.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Comenzaron a salir las aves,
florecieron los secos bosques,
la naturaleza respiro de nuevo
ante la caída de su enemigo malevo.
Ríos y lagos sumergen de nuevo,
cambian los océanos al color azul vida,
especies marinas salen y suspiran
en sus mágicos vuelos sin heridas.
Vuela y corre veloz el reino animal,
respira y se mimetiza con la bendita tierra
que sana y entierra al virus mortal
en tiempos apocalípticos de guerra.
Perfecto lienzo nocturno
que el universo regaló de luna rosa llena.
Explosiva y encandesiente noche que grita
con volcanes de lava renaciente a la vida entera.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
El virus letal llegó en mal momento a esta era,
que hoy entierra entre soledad cuerpos sin fortuna en espera.
Se asoman almas milenarias
para desaparecer al depredador de la tierra.
Toco y huelo la peste que me ahoga
en un confinamiento con sentimiento sepulcral
y con anticipadas prohibiciones de volar,
hacía la exploración sensitiva del umbral.
La falta de libertad que corta alas y asfixia continentes.
Pandemia mortal que revives paraísos ya no existentes.
Florece a la belleza planetaria la magia de la madre naturaleza.
Mientras lucha la humanidad ante el llamado a la fortaleza.
Hoy el hombre se ahoga entre sus desperdicios orgánicos,
virus que corroe su sistema putrefacto.
Pero el renacer de la madre tierra a la vida
hoy se mira ante el universo con prismáticos.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
El hombre virus mortal lentamente agoniza y muere,
y el planeta tierra despierta victorioso
en la espera de una nueva era naciente
en pos de su rescate majestuoso.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
Luna Bretón
Fabiola Rodríguez Bretón nacida en la CDMX hace 4 décadas, pero mazatleca de corazón
desde hace 30 años. Es LCC egresada de la Universidad Autónoma de Sinaloa como la
primera generación como Facultad de Ciencias Sociales. Empieza a ejercer en los medios
de comunicación impresos en periódico El Debate de Mazatlán en el 2002. Su ejercicio
periodístico a lo largo de 18 años está impreso en medios digitales y su participación en
radio, es en programas y noticieros de radio. El trabajo de nota informativa para fuentes de
gobierno Estatal y Municipal, funcionarios, gestión y denuncia social. Para fuentes de
cultura, espectáculos ha desarrollado varios géneros periodísticos. Ha laborado en Portal
Reporte Naranja, Noticiero 7 Noticias de Grupo 7 Radio, programa de radio Duro y
Macizo, Portal Punto y Coma Noticias, Portal Táctica y en el área institucional de
Comunicación Social del Gobierno Municipal de Mazatlán; además de otras
participaciones con escritos en otros portales que no son de la localidad. Actualmente
labora para 7 Noticias de Grupo 7 Radio y Portal Táctica.
NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
EL EFECTO AGONIZANTE
Carolina Vega (México)
Has perdido la capacidad de soñar, por eso tienes miedo. Ahora que todo ha cambiado, la
falta de libertad nos parte en pedazos como una galleta y la ansiedad nos come despacio
entre las sombras. Si saliéramos al sol notaríamos la diferencia entre el afuera y el adentro.
Quizá sea la oscuridad la que nos deprima y no el deprimido el que acude al confort de la
oscuridad. Por eso sé que los enemigos siempre han sido invisibles a nuestros ojos: el
monstruo en el armario, las mentiras bajo el tapete, las ideologías que dividen cada lado de
la casa, el orgullo de quien sostuvo la copa y el pesimismo de quien tiene la espalda rota y
ya no sostiene nada. El hogar se desborda de historias. Algunas más enterradas que otras.
Muchos salían para sacudirse de ellas, pero son tan nuestras que no basta con lavarlas, se
han unido a la piel y nada volverá a ser lo mismo. Voltea a verme, le dije, la casa es
pequeña, pero la creatividad es una burbuja invisible que traspasa cualquier muro. Nada
puede contenerla.
Leamos juntos. Porque si has olvidado tu habilidad de soñar frente a las hojas, el autor del
libro estará encantado de tomarte de la mano y guiarte por el mundo que, con tanto amor y
esfuerzo, ha creado en la oscuridad de su casa. En las mismas tinieblas en las que agonizas.
Lo ha escrito dentro de paredes, en un libro de dimensiones pequeñas. Y él sigue viviendo
en su interior, siempre ha estado ahí, encerrado como nosotros, y no se ha vuelto loco,
todavía.
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  • 1. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA
  • 2. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Titulo original: No somos islas Autores: Agustín Cadena, Mª Magdalena Barreto González, Mayling Daza Arévalo, Julio Gutiérrez, Slavi Avik Harutyunyan, Isidro Benigno, Fernando Santiago Hernández, Melly Peraza, Carlos Alberto Díaz López, J.R. Spinoza, Beda Laura Domínguez Soto, David Sarabia, Rocío Prieto Valdivia, Yonshesko Blandela, Maru Enciso, Luna Bretón, Carolina Vega, Adriana Quiroz Romero, Addis Arce, Salufa N'goma-Kadorho, Luis Antonio Martínez Peña, Bernabé Alatorre Ríos, Víctor Escarramán Hernández, Samuel Parra Sánchez. Patricia Martel Azar. Editorial: Independiente 123 Páginas Primera Edición: Abril 2020 Idea, dirección de arte, diseño y edición: Samuel Parra Fotografía de portada: Sichem Rizo Álvarez samuel82parra@gmail.com
  • 3. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA El que corta, pega, edita y sale de su casa a comprar los refrescos Samuel Parra es oriundo de Mazatlán, Sinaloa. Es escritor, periodista, ensayista y promotor cultural. Tiene 21 años de experiencia en medios de comunicación destacando en prensa escrita nacional e internacional. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Sinaloa, Master de Literatura Mexicana Contemporáneo por la Universidad Autónoma Metropolitana. Fue becado por la Fundación Prensa y Democracia para estadía en la Universidad Iberoamericana Campus Santa Fe en el 2009. La Universidad Brigham Young University, en Idaho, Estados Unidos, lo reconoció como Promotor de la Lectura y Escritor Versatil 2015. Es autor de los libros Cuando Escribir Duele, La Puerta del Dolor, y Velo Negro. Ganador del Premio Memoria en el Alma que entrega la Academia de Artes y Letras de India por su novela En la Piel de un Adicto durante la selección 38 de novelas internacionales en el 2017. Su libro de cuentos La Princesa de los Elefantes ganó el Premio Literario de Cuento Infantil que le otorgó la Fundación Niños de Barranquilla. Encabeza el proyecto Sensibilidad Latente que busca construir bibliotecas en escuelas públicas de zonas marginales. Tiene 37 años de edad, es asesor de marketing cultural y empresario del gremio gastronómico. Actualmente promueve su nuevo libro Manzana Podrida, del cual se desprende el monólogo Cartas a Fedro que la Compañía Teatral Casas, de Chiclayo Perú, seleccionó para llevarlo a escena en el Octavo Foro Dramático Chiarella a favor de la Comunidad LGBTTTIQ Peruana en Junio del 2020.
  • 4. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA PRÓLOGO ¿Era necesario esto? La gente no se puede abrazar, darse la mano o besarse, descubrimos que no es verdad la idea que regía el mundo, ese individualismo que asegura que los hombres y mujeres somos islas separadas. Al contrario, tenemos necesidad del otro. Si me daño yo, daño a la comunidad entera. La humanidad es un continente; como decía el poeta John Donne, “ningún hombre es una isla”. El gesto irresponsable de una sola persona tiene enormes consecuencias abismales. No es urgente decir cuántos decesos se contabilizan o si la esperanza se mide en una estadística; vale la pena pensar qué estás haciendo tu para que esto sea diferente, más placentero a favor de una Cuarentena donde el encierro sea físico más no emocional. El interés de un servidor fue invitar a escritores, autoras, periodistas, talleristas narrativos y bloggeros a que escribieran su sentir sobre el Covid-19 en una crónica, un cuento, dedicarle poemas incluso jugar con el destino de sus personajes con finales felices, trágicos y desprovistos de alma porque así, así es la vida. Las letras de esta antología proceden de autores originarios de Rusia, Nagorno-Karabaj, Tenerife, Madrid, Cartagena de Indias, Medellín, Frontino, Ciudad de México, Tamaulipas, Monterrey, Aguascalientes, Zapopan, Mazatlán, Morelia y Tuxpan, Veracruz. Buen lector, permítase conocer a las plumas que dedicaron su tiempo a esta antología que es un regalo gratuito para ustedes. Nuestra remuneración es que la libertad de pensamiento nos abrace. La distancia y el encierro no son motivos para enclaustrar la imaginación porque la literatura es arquitecta de puentes y nuestros ojos son los ingenieros del alma. Termino mi intervención para dejar espacio a un poema que inspira el título de esta antología.
  • 5. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA ¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece? ¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla? ¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe? ¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo? Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.
  • 6. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA LA LLUVIA Agustín Cadena (MÉXICO) Desde mi ventana se veía la bandera toda escurrida, húmeda por la lluvia, en el patio de la primaria de la unidad habitacional. El verde, supongo, representaba la carne echada a perder de los miles de muertos; el rojo, los bubones inflamados. ¿Y el blanco? ¿Qué decían los maestros que representaba el blanco? Tal vez ese cielo lechoso de septiembre. Porque no había parado de llover desde hacía un mes. Todo se veía húmedo a lo lejos; en las azoteas, los tendederos cayéndose de ropa que no se secaría nunca. El paisaje me trajo el recuerdo de aquella última tarde que pasé en mi pueblo antes de la pandemia, cuando saqué al Káiser a dar una vuelta por la plaza. Éramos los dos únicos seres vivientes que andaban por ahí mojándose. No es que fuera un aguacero aquella vez; la verdad sólo era chipi-chipi, pero la gente ya había empezado a encerrarse. Ya había empezado el miedo. Desde las ventanas del departamento, en el octavo piso de la unidad, la ciudad no se veía tan desierta como estaban diciendo en la televisión. Encendí la laptop para ver qué comentaban mis contactos del Face. Los hospitales estaban saturados, y los alarmistas ya estaban posteando fotos de enfermos agonizantes y médicos en traje de guerra biológica. ¿Por qué les gustaba crear miedo? Iba a hacer un comentario al respecto cuando sonó mi celular. Era mi madre: —Hola, má. ¿Cómo tás? ¿Está lloviendo en el rancho? —¿No has visto las noticias? ¡Está horrible, hijo! Qué bueno que no vas a venir al pueblo. No salgas si puedes evitarlo, por favor. —¿Quién te dijo que no voy a ir? —¿A qué vienes? Nada más a emborracharte con tus amigos. Pues ya ni eso vas a poder hacer.
  • 7. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA —Todavía no prohíben las reuniones en casa. ¡Además yo quiero ir! Es el cumple de Minerva y le van a hacer fiesta. —¿Es tu novia? —No, es mi amiga, pero... —Celebras su próximo cumpleaños. No le ha de faltar compañía... así como tiene de fama... Mi madre no se imaginaba por qué tenía yo tantas ganas de ir al rancho. La verdad es que ya no me quedaba nada de dinero. Me lo había gastado ordenando comida por internet ahora que había tanta oferta. Al final de la discusión telefónica, mi mamá se quedó con la idea de que yo iba a hacerle caso, y yo con la decisión de ir al rancho. Cuando colgué, me di cuenta de que la batería del celular ya estaba en amarillo, pero no quise entretenerme en cargarla. Junté mi ropa sucia y la zambutí en mi mochila, junto con la laptop. ¿Qué podía pasar? ¡Nada! Yo nunca me enfermaba. A veces, en la escuela, todo el mundo andaba moqueando y tosiendo, contagiándose unos a otros, y a mí no me pasaba nada. Ni un estornudo. Estaba lloviendo leve cuando salí del edificio. El impermeable no servía de mucho porque había viento y la lluvia pagaba de lado, fría, cortando la cara y las manos. Así llegué a la parada del micro. Un letrero avisaba que el servicio se había interrumpido hasta nuevo aviso: tendría que caminar. La estación de autobuses estaba lejos: cuatro kilómetros de acuerdo con Google maps, pero por lo menos ya estaba parando de llover. Recorrí esa distancia entre calles vacías, silenciosas. Parecía que nunca hubiera vivido nadie ahí. Ni siquiera salía ningún ruido de las ventanas cerradas a piedra y lodo. A cierta distancia vi humo, no el humo bucólico que sale de la chimenea de alguna cabaña anidada entre flores; no, yo sabía demasiado bien lo que era: estaban quemando a los muertos junto con todas sus pertenencias. En todo el trayecto vi sólo seis personas: las conté. Eran jóvenes todas.
  • 8. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA No traían cubre bocas ni ninguna protección. Los habitantes de la ciudad nos dividíamos en dos grupos: los que creíamos que todo eso era una falsa alarma creada por los medios y en realidad no ocurría nada, y los que ya no creían en la eficacia de nada. En cualquiera de los dos casos, las máscaras sobraban. Así llegué a la terminal. En el andén que me tocaba había como diez personas nada más y eso que las corridas de autobuses se habían reducido a una por día. Cuatro iban juntos, supongo que eran una familia; en todo caso lo parecían porque todos estaban gordos. La menos gorda era una niña como de once años; otra, más chica, era una verdadera lechoncita: hasta la voz tenía de cochinito. La madre estaba callada, seguramente llena de miedo. En cambio, el padre se veía contento: un puerco grandote, prieto, de bigotes como de escobetilla, pero negros, con una chamarra de cuero. Entre los otros pasajeros había tres o cuatro señoras y dos chicas, una de ellas lindísima y buenísima. Me puse a pensar en cómo podía hacerle la plática, pero luego decidí mejor no molestarla. Hacer caso de las recomendaciones oficiales de no acercarse a nadie. Justificación para mi inseguridad, lo reconozco. Mientras pensaba en eso, la gente pasaba hacia otros andenes, y más pasajeros vinieron a formarse en nuestra fila. El autobús no llegaba y ya eran las once y media de la mañana; se suponía que salía a las once. Dejé de pensar. Mi mochila estaba pesada con toda la ropa sucia que me llevaba al rancho para que mi mamá me la lavara. Pero ni modo de ponerla en el piso lodoso del andén. Recomendaban no hacer eso: el suelo era otro hervidero de virus. El gordo bigotón empezó a despotricar porque no llegaba el camión. “Cálmate, papá, por favor”, le suplicó la niña relativamente delgada. “Aquí amontonados corremos más peligro de infectarnos”, respondió él. Ni modo, iba yo a tener que aguantar la piara todo el camino. Ya quería llegar a casa. Tenía hambre y no tenía dinero ni para una torta; con trabajos había completado lo del pasaje.
  • 9. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Finalmente llegó el autobús. Yo estaba a la mitad de la cola y de repente todos empezaron a empujarse para subir, a pesar de las advertencias sanitarias. Nunca he podido entender eso: si los boletos están numerados, ¿para qué se avientan? ¿No que tenían mucho cuidado de guardar Susana Distancia? Ah, claro, los que tenían ese cuidado se quedaban en casa y no viajaban a ninguna parte. —La mochila va abajo —me dijo el chofer con tono autoritario. Él sí traía su cubre boca azul de dentista. No sé por qué pensé en un dentista, uno de esos que a uno le da asco que le metan en la boca sus dedos regordetes y peludos. —Siempre me dejan subirla. —No cabe en el portabultos. Además, puede estar contaminada. —Me la llevo en las piernas. —Molesta al pasajero de al lado. —Pero si ni se van a ocupar todos los asientos —insistí. El chofer dejó de mirarme y meneó la cabeza, aferrado a su actitud. —Va abajo. —¿Por qué? —Es el reglamento y ya, hijo. Te subes o te quedas. Comprendí que no iba a lograr nada: —Está bien. Ábrame la cajuela. —Jálale nomás. Hasta eso tuve que hacer. Con la lata de que iba a tener que ponerme a las vivas en cada parada, no fueran a robarse mi mochila. Nada más saqué la laptop.
  • 10. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Me fui viendo el paisaje: la ciudad empapada tras la cortina gris de la lluvia, que había vuelto. Lentamente, parando cada tanto, pasamos los últimos barrios de la ciudad, la zona industrial, la caseta de cobro... el chofer iba hablando por su radio de banda civil, probablemente con sus colegas que iban por otros rumbos. No alcancé a oír lo que decían ni me interesó. Saliendo de la ciudad vimos el primer accidente: dos autos destruidos, un carro de bomberos, un hombre empapado haciendo señales con una franela roja... la turba llena de miedo le había prendido fuego a una casa. Luego ya todo fue más rápido. El chofer dejó su juguetito y puso música o lo que él entendía como tal. Para cuando terminamos de remontar la sierra, ya habíamos contado otros cuatro desastres y linchamientos de enfermos. Entendí que ni mi madre ni mis contactos del Face habían exagerado: la situación estaba grave. En mi teléfono, la señal de batería baja no dejaba de flashear. “Creo que mejor me hubiera quedado”, me dije. “Pero bueno, gracias a Dios no ha pasado nada hasta ahorita”. Nos detuvimos en Los Limones, donde bajaron dos pasajeros. Quedamos como ocho, yo creo. El chofer se tardó un poco platicando en la oficina de la línea y luego volvió con un café en un vaso de unicel y reanudamos la marcha. Atrás de mí iba la familia de gordos. Adelante, junto a la puerta, la muchacha bonita. Luego dos señoras que iban secreteándose. Cerca de mí, del otro lado del pasillo, un señor ya viejo que se me hizo conocido y un muchacho como de mi edad. Pensé que viajaban juntos porque iban platicando muy animados, como si les valiera un cacahuate lo que pasaba allá afuera con la pandemia. Se reían. Bajando hacia los valles no llovía, pero el lodo y los montones de hojas verdes arrancadas de los árboles indicaban que eso era sólo una tregua. De cualquier manera, dejé de estar preocupado: era ya la mitad del camino a mi pueblo. Saber esto me llenó de tranquilidad. Cerré los ojos y poco a poco, arrullado por el rumor de las conversaciones y la música tropical del chofer, empecé a cabecear. Como entre sueños, sentí que el autobús
  • 11. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA dejaba de moverse hacia adelante y en cambio descendía en una lenta y suave caída. Quién sabe qué me hizo despertar. Yo creo que los gritos de las niñas gordas. El hecho es que abrí los ojos sólo para darme cuenta de que estábamos atascados en una cuneta. Las señoras chismosas exclamaron algo y las niñas gordas se soltaron a llorar. El chofer se puso de pie y dijo: —Todos están bien, ¿verdá? Tranquilos. Tuvimos una falla mecánica y yo no puedo arreglarla. En cuanto pase otra unidad de la línea, le digo que los lleve. —¿Y a qué horas va a ser eso? —preguntó desde atrás el gordo de la chamarra de cuero. —Eso sí no sé decírselo, señor. Puede ser una hora, puede ser más. La más chica de las niñas gorditas empezó gritar: —¡Mami, tengo miedo! Y la madre se puso a acariciarle los cabellos tratando de consolarla. Ha de haber sido una de esas señoras aguerridas, porque sin duda todos estábamos nerviosos y sin embargo ella se aguantaba para no asustar más a sus hijas. Pensé en mi mamá y en lo que ella habría hecho en este caso, y me cayó el veinte de que esto era precisamente de lo que había querido salvarme. Me sentí triste, no alarmado como los otros pasajeros. Intenté llamar a mi casa, pero el teléfono ya no respondió. A nadie le importó, por supuesto. Ni siquiera se dieron cuenta. Cada quien estaba en su onda, reaccionando a su manera. Unos le echaban la culpa al chofer, otros hacían lo posible por mantener la calma, las señoras chismosas se pusieron a rezar. Nadie me miraba, nadie miraba a nadie más. La única que volteó hacia mí fue la muchacha bonita. Era mi última oportunidad para acercármele. Y otra vez me quedé paralizado, pensando.
  • 12. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA El chofer se quitó su cubre bocas de dentista y se bajó a fumar. Siguieron su ejemplo el viejo que se me hacía conocido y el muchacho que iba con él, y luego la bonita. Se pararon del lado de la cuneta, donde quedaban protegidos del viento húmedo, y ahí encendieron sus cigarros. Yo sabía fumar, como todos los de mi banda de la prepa, pero no me gustaba. Sin embargo, me di cuenta de que ahí sí era mi última oportunidad. Me bajé corriendo con mi laptop en la mano, como estúpido nerd: —¿Tendrás un cigarro que me regales? —le pregunté a la bonita. La voz me salió entre tartamudeos, como si nunca en la vida le hubiera hablado a una chica. Ella se me quedó viendo y sonrió. Iba a responder algo, pero en eso el viejo se metió en nuestra conversación: —No te pases de gandul. ¿Cómo le pides cigarros a una señorita? Eso no es de caballeros. Yo te doy los que quieras. Toma —y me extendió su cajetilla. Me le quedé viendo con una mezcla de odio y vergüenza. La bonita se dio cuenta y acudió en mi ayuda. —Yo se lo doy, señor. No se preocupe —dijo, y siguió sonriendo. Era el momento de demostrar mi caballerosidad: —No la voy a despreciar, ¿verdad, amigo? —Como quieran —gruñó el viejo con una voz ronca de fumador—. Para mí, mejor. Me dura más la cajetilla. Fue así como, fumando, comenzamos a platicar los tres. Yo hubiera querido que nada más fuéramos dos, pero ni modo de hacer una grosería; para empezar, me hubiera visto muy lanzado. Definitivamente se me hacía conocido el viejo. ¿De dónde? —¿Cómo se llama, señorita? —hizo la pregunta que yo quería hacer. —Diana. ¿Y usted?
  • 13. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA —Isaías Galindo, para servirle. En ese momento se hizo la luz en mi memoria. Claro: ese viejo disminuido, encorvado, con aspecto de enfermo, era “El Pezuña” Galindo, el orgullo de mi pueblo hacía como veinte años. Yo todavía no nacía cuando él dejó de pelear, pero mi padre y mis tíos siempre que se ponían a chupar acababan hablando de ese gran boxeador que fue El Pezuña Galindo, campeón de peso gallo. Se contaban mil anécdotas, a cuál más exagerada, y una de las cantinas del pueblo tenía las paredes cubiertas de recortes de periódico donde él aparecía, fotos y carteles anunciando sus peleas y, sobre la barra, unos guantes autografiados. Vivía en Los Ángeles, hasta donde yo estaba enterado. ¿iba al pueblo? ¿De visita? Me dieron muchas ganas de preguntarle, pero lo que nos sobraba era tiempo. Ya lo haría después, con más confianza. —¿Y tú cómo te llamas? —me preguntó Diana. —Juan José. Se unió a nosotros el muchacho que iba sentado junto a El Pezuña, y así el grupo llegó a cuatro. Mejor: así me sería más fácil concentrarme en Diana. Y así lo hice: cuando terminamos de fumar y regresamos al autobús, me senté junto a ella. —Eres estudiante, ¿verdad? —me preguntó. —Sí, de la prepa uno. ¿Y tú? —De la tres. Y así se nos fue el tiempo: platicando. Al parecer, los otros pasajeros también se hicieron amigos. Confiábamos en que nadie estaba infectado y así debía ser: esa enfermedad era rápida para hacer su trabajo: el que la contraía iba a dar a la morgue dos días después. El gordo se puso de buenas y empezó a contar chistes que los demás le celebraban. Mientras tanto, el chofer seguía comunicándose con alguien por el radio.
  • 14. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA —No nos queda más que esperar —dijo finalmente a través de su máscara de dentista—. Las unidades no están saliendo por el mal tiempo. —¿Qué vamos a hacer? —el gordo volvió a ponerse de mal humor. Se le había acabado la risa. —Ustedes no se preocupen, señores. El Ejército ya está apoyando: viene en camino un vehículo militar. —Pues a ver si de veras. —Véanlo por el lado positivo: aquí no hay quien nos contagie. Seguimos esperando, ya todos con hambre. Las señoras chismosas llevaban galletas y las repartieron. Luego de un rato oímos que un camión grande se detenía al lado del autobús. Eran soldados y venían con sus trajes blancos de guerra biológica. El chofer y el gordo se bajaron a hablar con ellos. Yo iba a ir también, por si había algún problema, pero pensé que me sería más caballeroso mantenerme al lado de Diana y protegerla. —¿Cuántos civiles hay en el vehículo? —alcancé a oír que preguntaba uno de los militares, a través de la visera del traje. —Nueve en total, mi jefe —le respondió el chofer. —Tenemos capacidad para seis. Los llevamos a Los Limones. Ahí han instalado un refugio en la escuela. Les darán alimentos y atención médica si es necesario. El chofer y el gordo volvieron al autobús y nos repitieron lo que ya habíamos oído —Mis hijas no han comido nada y están muy asustadas —argumentó la mamá gorda—. Denles prioridad. Entre ellas y yo somos tres. Y mi marido...
  • 15. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA —¡Nosotras somos del grupo más vulnerable, por nuestra edad! —gritó desde atrás una de las señoras— Y tampoco hemos comido. Los niños aguantan; nosotras ya no. —Niños y mujeres siempre van primero —dijo el chavo de mi edad, con un tono definitivo que no le había oído antes. —Yo tengo que inyectarme mi insulina —dijo El Pezuña sin mucha convicción, más bien como con tristeza. —Tengan lástima de los que ya estamos viejos —insistió otra de las señoras chismosas—. Ya no nos queda mucho de vida. En cambio, para los niños, esto es una aventura. —¿No tiene usted nietos? —le reclamó Diana— ¿Qué les diría si estuvieran aquí: que disfrutaran su aventura? —Estaría orgullosa de verlos cederles el lugar a unos pobres ancianos. La niña más chiquita empezó a chillar: —¿No nos van a llevar, mami? —Claro que sí, nena. ¡No faltaba más! —Pero esta pinche vieja... —Sshhhh —la madre le tapó la boca. El sargento, capitán o lo que fuera paró la discusión: —Nos llevamos a las niñas con su mamá, a las abuelitas y a la señorita. Los demás esperan a la próxima unidad de auxilio. —¿Y mi esposo? ¿Qué va a pasar con él? —Las alcanza en el siguiente vehículo que podamos mandar, señora.
  • 16. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Nadie dijo ya nada. Nada más se oyó el ruido de las bolsas y cosas que bajaban los pasajeros. —Nos vemos al rato en el refugio —me sonrió Diana, echándose su mochila a la espalda. Ya sin ella, sentí que se había agotado mi paciencia. Hubiera querido volver a ser niño y soltarme a llorar como las gorditas. Y no podía ni siquiera usar mi puto teléfono. Me dieron ganas de aventarlo al suelo y pisotearlo. Pero me levantó el ánimo lo que me dijo Diana: “Nos vemos al rato”. Era una promesa y supongo que también expresaba un deseo de su parte. Y bueno, tal vez tenía razón la viejita y todo esto sería una aventura. Tal vez pasaríamos la noche en el refugio... corriendo aún más peligro de infectarnos. Miré a los otros pasajeros que se habían quedado conmigo. El gordo parecía muy inconforme con la decisión de los militares de separarlo de su familia. Se puso a sermonearnos a los demás sobre cómo había que portarse en situaciones de crisis. El Pezuña ni lo oía; se veía mal. Entonces me di cuenta: bajo el cuello y los puños de la camisa se le veían los bordes de unos bultos enrojecidos: los bubones. ¿Era posible que nadie más que yo lo hubiera visto? Sentí terror. Creía que porque había películas y había tenido miedo de que me mordiera un perro conocía el terror. Pero no, aquello no lo era. Esto sí. Y ni siquiera podía decir nada: la gente se pondría histérica y querrían prenderle fuego al enfermo. Él se veía tan jodido... si además tenía diabetes, no iba a durar. Apenas y podía articular las palabras cuando dijo: —Cuando lleguemos al albergue, me voy a inyectar mi insulina. —¿Por qué no lo hizo antes? —le preguntó el chofer. —Llevo muchas horas viajando. No creí que tendría que esperar tanto. Yo me sentía mareado de miedo. ¿Me había tocado? ¿Tenía ya el virus yo también? ¿Estaríamos infectados ya todos los pasajeros? Me toqué los brazos, el cuello... no tenía molestias, pero... él sí se veía mal. Muy mal. ¿De verdad era ése el hombre que había
  • 17. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA noqueado quién sabe a cuántos, que se movía en el ring como un tiburón buscando su presa? ¿No se habían dado cuenta los demás pasajeros? ¿Era que el miedo les impedía ver lo que no soportarían ver? —¿Dijeron los soldados a qué hora vendrán por nosotros? —le pregunté al chofer. —Como en una hora, hijo. En lo que van a Los Limones y regresan. —Hace rato no se veía usted tan amolado —le espetó el gordo a El Pezuña—. ¿Qué le pasa? —Los nervios me ponen así. No es bueno para la diabetes. —¿Por qué no se inyecta ahorita? —No traigo jeringa. Allá en el albergue han de tener. El capitán dijo... —Pues no se angustie, don Isaías —le dijo el muchacho de mi edad—. ¿Por qué se angustia? No estamos en peligro ni nada aquí. —Nervioso había de estar yo, que no sé dónde estarán mi mujer y mis hijas. Quién me dice que no se las llevaron a otro lado los milicos. Capaz que ni siquiera existe el tal refugio. Ya ven lo que hicieron en Ayotzinapa. —Cómo cree, señor —trató de calmarnos el chofer, sin mucha convicción. —Hay que tranquilizarnos —dije en voz baja, creo que más para mí que para ellos. Nos bajamos a fumar. Pasó una hora. Hora y media. Me había invadido una angustia muy fea: sentí que mis neuronas empezaban a explotar como palomitas de maíz dentro de mi cabeza. No pude más. —Los Limones no está tan lejos —dije—. Yo me voy caminando. Cualquier cosa es preferible a estar aquí, en esta espera.
  • 18. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA —Estás loco —me regañó el chofer—. Espérate aquí; ya no han de tardar los militares. Ahorita vuelvo a llamar, a ver qué pasa. —Pues si vienen, a fuerzas me tienen que ver en el camino. Para ellos es igual levantarme de la carretera que llevarme de aquí. Todos se me quedaron viendo como si realmente estuviera yo loco. El gordo hasta me sonreía. —¿Quién se va conmigo? —pregunté. Quien menos hubiera esperado, El Pezuña, levantó la mano. —Yo tampoco quiero seguir aquí sin hacer nada. Esto no es de hombres. —No, señor —lo detuvo el chofer—. Usted tiene diabetes. Ni siquiera debería haber salido de su casa. Regrese a su asiento y espere a que venga el auxilio y vengan a multarlo por irresponsable. —Escúcheme, joven —me dijo El Pezuña, sin molestarse en contestarle al chofer—, yo sé lo que necesito: necesito respirar aire fresco, estirar las piernas. Nadie de ustedes sabe quién soy o quién fui alguna vez, pero no soy de los que se quedan sentados. —Está muy lejos para usted —le dije, tratando de convencerlo de que no me siguiera. Me daba miedo. Y lástima. Respiraba como con esfuerzo, como si acabara de correr, y las manos le temblaban. Pero estaba decidido. —No me importa. Vámonos de aquí. Los demás se dieron cuenta de que no iban a detenernos y ya no dijeron nada. Abrí la cajuela y saqué mi mochila y el veliz de El Pezuña. ¿Qué llevaría ahí? Pesaba. Pero no me dejó ayudarle. —Yo puedo —dijo.
  • 19. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Empezó a lloviznar, con viento. Un viento que cortaba, que chicoteaba entre los árboles del camino cargado de agua. Traté de ir despacio, por consideración al viejo. Ya para qué me cuidaba de él: si iba a haber daño, ya estaba hecho. Él comentó algo, pero no lo oí bien y no le contesté. No se podía hablar con ese clima. Como tampoco oía sus pasos, de rato en rato volteaba hacia atrás para ver si aún me seguía: estaba empapado, más que yo porque él no traía ropa para la lluvia: un saco de pana y un sombrero viejo que ya ni forma tenía. Zapatos de ciudad. Me paré en seco y le grité para que me oyera: —Señor, regrese al autobús. Mire cómo está de mojado. Ya respiró aire fresco y ya estiró las piernas. —De ninguna manera. Vamos a llegar a Los Limones. —Pues sígale usted solo. Yo aquí me quedo parado hasta que lo vea que va usted de regreso al camión. —Nos quedamos aquí parados los dos. Y así lo hicimos unos minutos. Yo tenía ganas de decirle que ya sabía quién era, pero pensé que entonces menos me dejaría en paz. Me contenté con mirarlo a los ojos, tratando de dominarlo, pero finalmente cedí: —¿Por qué no dijo nada? ¿Por qué subió al autobús si ya tiene los bubones? —No sabía. Me empezaron a salir hace rato. —¿No sabe que puede habernos contagiado a todos? ¿No se siente mal por eso? El Pezuña asintió con la cabeza, inmensamente triste. Reanudamos la marcha. —Vamos a llegar a Los Limones a que me curen —dijo—. Es mi última pelea y tengo que ganarla.
  • 20. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA —Usted sabe que a su edad ya no se cura. Y con diabetes, menos. Y ya nos amoló a todos. Nocaut. ¿Está satisfecho? No habíamos recorrido más de un kilómetro cuando se cayó. Fui a verlo. Dejé a un lado mi mochila y con todo y mi miedo y mi enojo me hinqué junto a él para ayudarle. El viejo estaba sudando frío y los bubones le habían crecido. Le ayudé a levantarse y le dije que se apoyara en mis hombros. Así seguimos andando un poco más. —Nada más tengo hambre —dijo—. En cuanto coma algo me voy a sentir mejor. Yo no sabía qué hacer. Íbamos muy despacio y empezamos a hacer pausas para descansar. La lluvia arreció. —Déjame sentarme tantito —se separó de mí y se arrimó al tronco de un pino, a unos tres metros de la orilla de la carretera. —Usted es El Pezuña Galindo: el campeón —le solté de golpe, para ver si sabiéndose reconocido sacaba fuerzas. Él me miró a los ojos como sonriendo. En ese instante oí un motor que se acercaba. Era un jeep. —¡Los soldados! —exclamé, y corrí a detenerlos. Eran sólo dos, pero llevaban el carro lleno de víveres. No había lugar para pasajeros. Les expliqué lo que había pasado y que venía conmigo un hombre enfermo que necesitaba insulina urgentemente. Los militares se miraron uno al otro. —Si tiene diabetes, no debía haber salido de su casa —dijo el que manejaba. Que se vaya encima de esos bultos —dijo el otro—. Pero nada más cabe él.
  • 21. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Esta vez sentí otra clase de angustia. ¿Y si por mi culpa, por querer salvar a un hombre que de todos modos ya estaba acabado, provocaba el contagio de otros? Pero ellos eran jóvenes y se veían fuertes: podían curarse... —Está bien —acepté—. Ayúdenme a subirlo. Apenas y puede caminar. Cuando llegamos por él, ya estaba muerto. Los soldados lo comprobaron. Y vieron cuál había sido la causa. Uno de ellos fue al vehículo por gasolina. —Tenemos que quemarlo. —Pero... no es cualquier muerto. ¡Era Isaías El Pezuña Galindo! Boxeador famoso. ¿No sabe quién fue? —Y usted está detenido porque estuvo en contacto con él. —¿Adónde me van a llevar? —Al refugio, por lo pronto. —¿Al de Los Limones? ¿Es un refugio de emergencia sanitaria? —No hay de otra cosa. —Pensé que era por la lluvia. Se rieron. Se rieron tanto que la visera de su traje blanco se empañó por dentro. Por fuera reflejaba las llamas de la incineración. Cuando llegamos allá, los otros refugiados ya estaban enterados. No sé qué versión les dieron, pero sentí sobre mí las miradas incriminatorias de todos: la familia de gordos, el chofer del autobús, el muchacho de mi edad, las ancianas, Diana... incluso Diana me miraba como si hubiera sido yo un asesino. El asesino de todos ellos.
  • 22. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA AGUSTÍN CADENA Nació en Ixmiquilpan, Hidalgo, en 1963. Estudió la licenciatura en letras y la maestría en literatura comparada en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Además de novelista, cuentista, ensayista, poeta y traductor, ha sido profesor de la FFYL de la UNAM, de la Universidad Iberoamericana, del Austin College de Texas y de la Universidad de Debrecen, en Hungría. Ha escrito más de veinte obras que han merecido diferentes premios, como el Nacional Universidad Veracruzana 1992, el Nacional de Cuento Infantil Juan de la Cabada 1998, el Nacional de Cuento San Luis de Potosí 2004 y el de Poesía Efrén Rebolledo 2011. Algunas de sus publicaciones son Tan oscura (joaquín Moritz, 1998), Los pobres de espíritu (Patria/Nueva imagen, 2005), alas de gigante (Ediciones B, 2011) y Operación Snake (Ediciones B, 2013).
  • 23. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA VIVIR NO ERA LO QUE PENSABA (Covid-19) Mª Magdalena Barreto González (Tenerife, España) Regreso a este lugar donde tantas veces he encontrado la calma, en un momento que, imagino, todos hemos calificado como poco de "surrealista". Nos levantamos cada mañana deseando conocer la evolución de esta crisis sanitaria que nos ha cambiado la forma de ser y de sentir. Una emergencia sanitaria que nos ha puesto la vida patas arriba y que se ha metido dentro de cada uno de nosotros en forma de nudo; de esos que aprietan fuerte y cortan la respiración. Aunque hablo metafóricamente, esta pandemia protagonizada por un único enemigo llamado COVID-19 o Coronavirus, ya ha dejado sin respiración a miles de personas en todo el mundo. Ellas no tendrán la oportunidad de contarle a las futuras generaciones cómo un bicho invisible nos cambió la vida, nos arrebató la libertad durante un puñado de días y arrasó con la sonrisa de tanta gente. Ellos no podrán recordar esta pandemia como un mal sueño porque ya duermen eternamente. Mientras la mayoría de la población intentamos resguardarnos del enemigo, miles de personas siguen trabajando, luchando y exponiéndose cada día al contagio para tratar de frenar y controlar este monstruo sin piedad que nos vapulea desde su privilegiada posición de invisibilidad. Estamos viviendo una crisis sanitaria mundial que hace estragos no sólo en cada uno de nosotros a nivel personal y particular, sino que no deja títere con cabeza en todo lo que nos rodea. Nosotros, que nos creíamos dueños del universo y más listos que el planeta, nos hemos dado de bruces con una triste y dolorosa realidad que nos golpea el alma cada vez que actualizamos la información de lo que sucede "ahí fuera". Una jodida realidad que, a la mayoría, nos mantiene "escondidos" en nuestras casas con la esperanza de que el virus no nos encuentre y por lo tanto, pase de largo. Pero esa misma jodida realidad es a la que se enfrentan los héroes de carne y hueso que cada día se arriesgan por salvar la vida de las
  • 24. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA personas afectadas o por intentar preservar el bienestar, la seguridad y el sustento de la población. Esos mismos héroes que sienten el dolor ajeno como propio porque reconocen en cada uno de nosotros a quien podría ser su padre, su hijo, su amigo o hermano. Ojalá cuando pase todo esto, no olvidemos el valor que tienen todas y cada una de las profesiones, pero especialmente aquellas que se juegan su vida por la nuestra, aún sin los recursos adecuados para salvaguardar su propia seguridad. Qué pena que una situación tan extrema como esta pandemia, sea la razón por la que hoy vemos el mundo distinto. Es muy triste que tengamos que pasar por una situación así para comprender que la vida no es eso que nos han contado, vendido o enseñado. Pero al final, de cada momento adverso, de cada época de crisis, sale algo positivo y en este caso, son las muchas muestras de solidaridad que se suceden a diario. Espero que también sea el despertar de muchas conciencias que hasta ahora no veían más allá de intereses propios La vida no es conseguir objetivos, acumular trofeos, alcanzar metas, escalar posiciones, ganar más dinero, adquirir comodidades o ahorrar para el futuro; aunque todo ello sea a costa de invertir nuestro tiempo y olvidarnos de vivir. Hoy más que nunca debemos pensar que el futuro es ahora, porque más allá del ahora, todo es incierto. No escribo estas líneas para recapitular datos sobre esta situación de emergencia sanitaria, ni de la evolución de las medidas adoptadas en un estado de alarma que nos ha cambiado la perspectiva y cuyo decreto se amplía justamente hoy por otros quince días. No voy a plasmar en números las cifras de afectados que nos ponen la piel de gallina. Ni siquiera voy a dar una pincelada sobre la gestión política que cada país está llevando a cabo y que tantos debates acapara. No pienso escribir sobre la depuración de posibles responsabilidades públicas ni pronunciarme sobre si las decisiones tomadas son acertadas o desacertadas, si han llegado a tiempo o a destiempo. Ahora sólo nos queda tener fe y esperanza para que esta terrible situación acabe cuanto antes y que dentro de todo lo malo,
  • 25. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA salgamos reforzados como una sociedad más humana y unida. Ojalá aprendamos colectiva e individualmente a priorizar y a darle a cada cosa la importancia que realmente tiene. Yo sólo escribo como alguien que, al igual que otros miles de personas, tiene que estar recluida en su casa. Alguien que ha perdido temporalmente su puesto de trabajo, que no sabe durante cuánto tiempo tendrá que ponerse guantes y usar mascarilla como medida de protección. Alguien que tiene miedo de lo que pasa fuera de su "zona de confort" y que teme que este maldito virus le haga daño a alguna de las personas que quiere. Soy una gran privilegiada porque afortunadamente no tengo que asumir ninguna pérdida personal, ni llorar a solas sin poder despedirme de un ser querido; ese es el verdadero drama que están viviendo millones de personas. Escribo porque no se me ocurre una manera mejor de liberar la angustia, el dolor y la tristeza que me provoca lo que está pasando. Para dejar escapar el miedo que me acorrala las entrañas al pensar en las consecuencias que tendrá todo esto a nivel sanitario, económico y social. Escribo para salir de esta trinchera que en otras circunstancias es mi hogar. Si algo estamos aprendiendo en estos momentos tan difíciles es "lo poquito que somos", por mucho que tengamos. De nada sirven las cosas materiales cuando no tienes la posibilidad de disfrutar de lo único que de verdad importa; la libertad, porque si hay algo contrario y antepuesto a la libertad, es el miedo. Libertad para estar donde queramos, cuando queramos y con quien queramos. Ser libres de abrazar, de tocar, de besar y de acariciar a quienes nos importan. Todo esto que está pasando y que nunca debió pasar, debe enseñarnos que la vida es lo que sucede cada día desde que nos levantamos y no aquello que planificamos o que aplazamos para mañana. La vida es ahora, en este momento.
  • 26. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA La vida es tomarnos con los amigos ese café que tantas veces quedó pendiente, ponernos la ropa que guardamos "para salir", gastar ese perfume que nos encanta y que sólo nos ponemos en alguna ocasión especial. Ir a casa de nuestros padres sin programar la visita, cocinar lo que se nos antoja, caminar por donde nos apetece bajo la luz del sol o de la lluvia. La vida es abrazar a quienes queremos y sentir que no hay un lugar más seguro que esos brazos. Besar a los amigos y a la familia, cogernos de la mano y sentir que todo va a salir bien. La vida es emocionarnos con un gesto, apagar las velas de cumpleaños bajo la atenta mirada de los nuestros, sonreír en el trabajo por muy duro que sea porque, al final, sólo es trabajo. Llegar a casa y disfrutar de nuestro espacio sabiendo que podemos abrir y cerrar la puerta tantas veces como queramos, sin ningún tipo de restricción. Eso es la vida, en eso consiste vivir, en hacer grande todo aquello que hasta ahora nos parecía tan pequeño.
  • 27. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Mª Magdalena Barreto González Nace en Santa Cruz de Tenerife en el verano de 1977. Paradojas de la vida, comencé una carrera de letras que se quedó en un intento y en cambio, terminé un grado en Administración que me hizo descubrir que los números tampoco están mal pero que ninguna fórmula matemática le podrá hacer sombra a un puñado de palabras. Fue en uno de los momentos más duros de mi vida cuando sentí que necesitaba escribir porque haciéndolo me sentía más libre. Así que empecé a tejer letras, a hilvanar palabras, a coser frases y con ellas nació mi blog; www.mividaenretales.blogspot.com
  • 28. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA CUANDO TODO PASE Mayling Daza Arévalo (Cartagena de Indias, Colombia) Cuando todo lo que estamos viviendo mundialmente pase, veremos todo distinto, diferente, apreciaremos y valoraremos más las cosas por muy insignificantes que parezcan, tendremos la certeza de nuestros mejores amigos, como también aquellos que en estas circunstancias nos demostraron su verdadera naturaleza... Cuando todo esto pase, al salir... respiraremos sin tener nada en nuestro rostro que nos impida inhalar el aire libremente, valoraremos cada detalle de la naturaleza que también habrá cambiado, porque mientras los seres humanos estábamos en cuarentena, la naturaleza en ese tiempo, había descansado y se había regenerado... ¡Cuando todo esto pase, nos abrazaremos tan, pero tan fuerte! Que en ese abrazo no habrá necesidad de palabras porque el significado de esos abrazos serán los mismos en el mundo entero, no importa el idioma: Aquellos que solo cumplían con la cuarentena impartida por los gobiernos, dirán: "Cuánto me alegro de volver a verte" Y aquellos que vivieron la experiencia cercana con el virus y lo vencieron, dirán: ¡Dios mío! Pensé que nunca volvería a verte. Los que perdieron a seres queridos por esto, el llanto correrá libremente y buscarán consuelo en ese abrazo... También se exclamará la misma expresión: " ¡Gracias a Dios ya todo pasó!" Porque estoy segura, que es lo que se dirá en todos los idiomas: ¡MUNDIALMENTE! ¡Porque sencillamente, si este período nos sirvió de reflexión, cuando todo esto pase...el mundo será DIFERENTE!
  • 29. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Mayling Daza Arévalo Nace un 14 de agosto de 1967 en Cartagena de Indias- Colombia, donde reside actualmente. Enfermera egresada de la universidad Metropolitana (Barranquilla) especialista en gestión de la calidad y auditoría en los servicios de la salud de la Universidad de Cartagena. A su vida llega un amor virtual que conquistaría su corazón y desencadenaría una historia de amor donde se mezcla la distancia, lo imposible y lo real. Es este amor la fuente de inspiración de un compendio de poemas que piensa titular: SIN UN ROCE EN LA PIEL.
  • 30. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA ¿CÓMO TE SIENTES CON TODO ESTO DEL CORONAVIRUS? Julio Gutiérrez (México) “Ya pasé del miedo a los cuidados. Me gana el sentido periodístico por saber y comunicar. Evito la información pendeja con música, con lectura y escritura en casa…”. “Y me acuerdo mucho de cuando estuve una semana encerrado cuidando a mi hermana porque le entró una bacteria en el IMSS de Hermosillo antes de morir...”, ésas fueron mis respuestas casi inmediatas cuando alguien me preguntó en whatsap: “¿Cómo te sientes con todo esto del Coronavirus?”. El caso es que me he dado tiempo suficiente para pasar todo tipo de pensamientos y emociones creo. ...No pude evitar las lágrimas antes de responder estas preguntas. Recuerdo cada segundo de los cuidados que tuvo mi hermana Beatriz hace unos años, durante los 2 meses que estuvo hospitalizada. Vi cómo se desvivían enfermeros y enfermeras, doctores y doctoras por sus cuidados; sus caras de alegría cuando había mejoría en su estado y sus caras de preocupación cuando su salud empeoraba. Ellas y ellos son seres extraordinarios. No hay otra manera de decirlo ni de describirles. Con esta pandemia del Coronavirus Covid-19 tengo tan presente a mi hermana y sus últimos meses de hospitalizada antes de morir en la Clínica 14 del IMSS en Hermosillo, Sonora, México. Fue terrible recibir la noticia de que una bacteria hospitalaria había atacado a su sistema inmunológico por tanto tiempo de hospitalización y entonces vino algo peor.
  • 31. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Tuvo que ser aislada en un cuarto para ella sola y quienes la cuidáramos y así evitar que ella contagiara a otros pacientes o empeorara su propia situación de salud. No es fácil estar horas y horas en el encierro con un cubre bocas, guantes y bata esterilizada y evitar salir lo más posible. Lo único que nos “salvaba” a ella, a mi hermano Alejandro y a mi sobrina Marisol era una ventana por la que podíamos ver los fones de semana, familias en partidos de futbol de sus hijos. Y pensar que ellos y ellas, doctores y doctoras, enfermeros y enfermeras, pasan aún más tiempo ahí, conviviendo con personas enfermas y de todo tipo y en diversos estados de salud, desde el leve hasta el grave. Por eso, con esto de la pandemia, pensemos un poco más en ellas y en ellos...en todo lo que viven y sacrifican al desarrollar su vocación médica, al cuidado de enfermos y enfermas. Dios les bendiga siempre a todos ellos. “No soy inmune al dolor…pero tu amor me dejó la medicina para vivir”, es el inicio de una de mis composiciones…dedicada desde hoy, a mi hermana Beatriz.
  • 32. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Julio Gutiérrez Estudió las licenciaturas en Derecho, Ciencias de la Comunicación y Psicología Educativa. Su trayectoria en los medios de comunicación (radio, prensa e internet y Gobierno del Estado de Sonora) suma 29 años. En el 2012 fue ganador de entre 400 participantes, del Concurso “Cartas al Cartero”, realizado por Correos de México y la escritora sonorense Gloria del Yaqui. Fue becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sonora (FECAS), a través del Instituto Sonorense de Cultura, para la realización de su primer libro “Historias de Autobús. Pasajes de Vida”, del cual ha realizado 36 presentaciones en ciudades de Sonora y Baja California Sur, y por el que ha recibido cerca de 10 premios y reconocimientos de parte de instituciones educativas y festivales. Imparte las conferencias sobre Periodismo, Literatura y Superación Personal, en escuelas de nivel medio y superior y distintos públicos: “Experiencias Periodísticas”, “Proceso para la Edición y Publicación de tu Propio Libro”, “Amanecí Desempleado. ¿Voluntarios para patearme el trasero?” y “Multiplataforma CoolTourArte”. Actualmente escribe su libro “Experiencias Periodísticas. 30 Años en este Oficio”, un anecdotario con el que busca celebrar sus 3 décadas en los medios de comunicación, mismas que celebrará en diciembre de este 2020.
  • 33. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA POEMARIO Slavi Avik Harutyunyan (Nagorno-Karabaj, Rusia) EL CIELO Y LA TIERRA Estoy caminando caminando caminando para atrapar el instante donde se van a unir el cielo y la tierra el camino nunca se cansa por caminar tanto. LA GUERRA DE LAS ESTRELLAS Sé todo de lo que hablan cuando se ponen a hablar en voz alta también sé de lo que se callan
  • 34. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA LA SALVACIÓN Dios nos salvará en el cielo ¿por qué lloran en la tierra? nadie ha vuelto del cielo. EL TIEMPO No consigo llegar a vivir aquí el tiempo es demasiado largo ABANDONADO Convivimos solos con mil millones de personas iguales que nosotros moviéndonos a tientas como el planeta Tierra en este universo infinito que aún se gira abandonado por Dios para siempre EL OCASO
  • 35. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA El ocaso se alejaba hacia el horizonte, dejando atrás las hojas quemadas del sol en ese día de otoño arriba brillaba fuerte la lámina colorida de cielo EN SIBERIA En las heladas bajo los pies cruje la nieve con conspiración para que tus pies no se deslicen tienes que mantener tus hombros erguidos LOS CABALLOS En el horizonte los caballos rojos que se alejan parecen ser unas gotas de sangre los caballos son mis amigos heridos
  • 36. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA PARA AMAR Para amar hay que tener alguna razón EL PÁJARO SOLITARIO Soy un pájaro solitario colgado de los huecos del cielo de los desfiladeros y abismos ¿me rindo al viento para que me lleve? hacia el abismo o hacia ese celeste... SOBRE MÍ Los árboles van a hablar un poco de mí luego las hojas se quedarán mudas en el suelo mis amigos van a testificar un poco contra mí pero la oscuridad poco a poco va a poner bien su espalda torcida en el amanecer una mujer va a susurrar que todo esto es una mentira la gente se va a cansar de la ropa cotidiana el mediodía va a empezar a bajar sobre las aceras
  • 37. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA y solo de mí van a hablar los árboles habrá una mujer que se haya alejado Slavi Avik Harutyunyan Nació en 1965 en Nagorno-Karabaj. Publicó durante los primeros 15 años en el periódico "Pioneer Kanch". De 1983 a 1985 sirvió en el ejército soviético en Siberia. En 1988 se graduó en la Facultad de Filología de la Universidad Estatal de Stepanakert. En el cuarto año de graduación fue admitido en la Unión de Escritores de la URSS (actualmente miembro de la Unión de Escritores de Armenia). En 1997 se graduó en la Facultad de Dramaturgia Cinematográfica del Instituto Estatal de Cinematografía del Estado de Moscú, y en 2000 terminó su doctorado en la Universidad Estatal de Cultura y Arte de Moscú. Sus poemas han sido traducidos al ruso, inglés, español, alemán, francés, italiano.Las presentaciones de sus libros tuvieron lugar en muchas ciudades europeas, En particular en Madrid, Barcelona y Valencia. Sus libros "El cielo y la tierra" (en armenio), "Telegramas tardíos" (en español), "El cielo sin pájaros" (en español, inglés, francés), "L’uccello Solitario" (en italiano), "Las fronteras semióticas del arte" (en ruso, armenio); Dias de paz- Խաղաղ օրեր (en español,armenio).
  • 38. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA EL CORONAVIRUS COMO VENTANA DE OPORTUNIDAD Isidro Benigno (Guinea Ecuatorial, África) Se habla siempre de normalidad con connotaciones negativas, pero cuando todo se tambalea un poco deseamos volver rápidamente a los madrugones, a las comidas pre- cocinadas y a los pequeños dramas del día a día. Es como si la realidad nos engullera hasta dejar de existir (Victor Cervantes, Marcadorint. 2019). Hoy se siente en todos los rincones aquello que escribió Rulfo en El llano en llamas cuando uno de sus personajes escuchó el silencio y preguntó: -¿Qué es? ¿Qué es ese ruido? Ese ruido sordo es el COVID-19 o Coronavirus. Una pandemia mundial que está sacudiendo los cimientos del mundo sin miramientos a raza, sexo o clase. El oxímoron. Un problema matemático sin algoritmo. Y es que hace unos cuantos días, la vida transcurría plácidamente en ese remanso valle de paz e ilusión llamado tu hogar. Te levantaste para ir a ese trabajo que a veces amas y otras veces odias, a ese colegio que te encanta o simplemente apagaste el despertador para dormir un ratito más. De repente por la mañana escuchaste en las noticias que algo raro había pasado en China. Por la tarde que era un virus y por la noche que había contagiado a mucha gente en una ciudad remota llamada Wuhan (China), donde el día también transcurría plácidamente. Todo parecía una broma… El virus es real.
  • 39. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA -¿Corona qué? - Preguntó la abuela. -Coronavirus abuela ¡CO-RO-NA-VI-RUS!- Respondió el nieto. De repente, como una silenciosa y desagradable brisa, se expande por cada rincón de la Tierra. Empezando por China, pasando por Taiwán, Japón, Turquía… hasta llegar a tu puerta. El resto es historia conocida, muchos muertos, miles de contagiados, fronteras cerradas, etc. El panorama es desolador, todo ha empezado, el final… incierto. Y es que el Coronavirus es una amenaza nueva. No sabemos a qué nos estamos enfrentando, no hay vacunas ni sabemos cuándo acabará. De momento. Sólo sabemos que hoy nuestra casa es el lugar más seguro del mundo, y lavarse las manos la medida más eficaz para evitar el contagio. Hemos entrado en pánico, lo sé. La prudencia de la que hablaban al principio ahora es, él no me hables tan cerca o no me toques si no te has lavado las manos. Entendible. Somos todos víctimas y verdugos. También lo sabes. Ellos por inducirte al pánico y tú por olvidar la prudencia. Yo también. Como dijo aquel, cuanto menos sabemos de algo, más espacio hay para la imaginación y, por lo tanto, mejor es. ¿Lo malo? lo sabemos ya, pero… ¿y lo bueno? ¿Podemos sacar algo bueno de esta situación? Creo que SÍ.
  • 40. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Estamos ante una ventana de oportunidad para replantearnos el rumbo de nuestras vidas, de nuestro planeta y del futuro que está por venir. Un período de tiempo durante el cual una acción, pensamiento o decisión puede cambiar el rumbo del viento. Una vez este período termine o la ventana haya sido cerrada, el resultado previsto no será posible. En esta oportunidad desde la ventana Daniel Innerarity se pregunta en Una teoría de la democracia compleja: Gobernar en el siglo XXI: ¿Puede sobrevivir este sistema mundial a la complejidad del cambio climático, de la inteligencia artificial, los algoritmos, las desigualdades socio-económicas y los productos financieros? Yo también me lo pregunto. El mundo ha cambiado de forma acelerada, y como el universo, se expande aceleradamente. Aquel calculado por Newton o Laplace era el mismo cuyo gobierno formularon Rousseau o Adam Smith. Era la época de la visión mecánica del mundo, de las luces, de la ciencia moderna y sus categorías epistemológicas. Hoy, vivimos en el mundo de la globalización e hiper-velocidad, de las experiencias trascendentales y del Internet de las cosas inservibles. Somos producto de nuestro tiempo, le decía el Dalai Lama a Howard C. Cutler en El Arte de la Felicidad (The art of happines, Cutler & Gyatso, 1998). La ventana está abierta, las decisiones que tomemos hoy afectarán inevitablemente al futuro que está por venir. Priorizar la salud mundial sobre la economía es menester. Antonio Agredano lo definió brillantemente en un tweet. “Un reto colectivo en plena era del individualismo”. Lamentablemente, no es muy optimista, pues entiende que, si la sociedad fuera un equipo de fútbol, cada uno pediría que se la pasaran siempre, se enfadaría por el cambio y reclamaría una subida de sueldo a final de cada temporada. Rauschenberg y Antonio, tienen más en común de lo que imaginaba. Rauschenberg pintor inusual, pidió que pintaran un cuadro para que él lo pudiera borrar. Estuvo dos meses
  • 41. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA borrando la obra hasta que terminó un precioso e impoluto trozo de papel blanco, por el que es recordado. Un cuadro que, simplemente, elimina todo lo anterior. Tabula rasa. Deberíamos aprender de él. Reivindicó la lentitud frente a la aceleración en la vida, la lentitud en la conversación, la bebida y la sexualidad. Se cumple la premisa de Cortázar que reza: de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. Le pertenece a la vida, es la vida misma. Y solo nos queda eso: la esperanza… y el FUTURO. El escritor argentino escribió en sus diarios: “Cuando quiero tranquilizarme me refugio en el futuro: dentro de diez años me voy a reír de todo esto”. El futuro es como queramos que sea hoy. Ya veremos cuando llegue. En la misma línea, Piglia que debería servirnos para saber que: igual hoy no somos felices, pero mañana seguramente sí. Recuperar el enfoque en las cosas importantes de la vida. Tarea ineludible. El monje budista Thích Nhất Hạnh nos pone sobre la pista en su obra Sin Barro, no hay flor: El arte de transformar el sufrimiento (No Mud, No Lotus: The Art of Transforming Suffering, 2014). Para Hạnh vivir desenfocado es una elección, igual que la felicidad o el amor. De cada uno depende tomar las decisiones adecuadas para minimizar el sufrimiento y maximizar la felicidad. -¿Y cuál es el mejor sistema?- concluye Hạnh, sin respuesta. Le falta el sistema. A mí también. Para mí el mejor sistema universal es aquel que maximiza la satisfacción física, mental, espiritual y social, de cualquier ser existente. En suma, aquel que maximiza la felicidad.
  • 42. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA El nombre aún no lo sé… Su estructura tampoco, aún…. En época de tenerlo todo a nuestro alcance, lo que escasea es el tiempo para disfrutarlo. Así que no os robo más tiempo, con la esperanza de que disfrutéis con vuestros seres queridos con la mirada puesta en el futuro.
  • 43. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Isidro Benigno Mi nombre es Isidro Beningo y nací en un remoto país llamado Guinea Ecuatorial en África. Por razones familiares cambiamos nuestra residencia de Guinea Ecuatorial a España hace más de 20 años y hoy resido en el Reino Unido. Desde los cuatro años la lectura y la escritura fueron inoculados en mí para no irse nunca. He participado en diferentes concursos literarios tan variados como los estilos participantes, a saber, novela corta, relato, poesía, textos infantiles, etc. A base de esfuerzo y disciplina me gradué en Ciencias Políticas y Gestión pública y más tarde Master en Democracia, Gobierno y Análisis de políticas públicas, también en España. He vivido en varios países como Italia o Portugal entre otros y mi vocación como politólogo me hace explorar diferentes estilos literarios combinados con mi especial preocupación por temas tan variados como el medio ambiente, Smart cities, redes sociales, deporte, ciencia, música o mindfulness entre otros. Hoy sigo leyendo y escribiendo en mi blog https://inquietud3s.wordpress.com con la esperanza de que la humanidad en su conjunto supere el COVID-19.
  • 44. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA LA DAMA DE ROJO Fernando Santiago Hernández (México) Esto de estar en mi casa sin poder salir a causa de ese famoso Covid-19 me aburre lo único interesante que ha pasado fue que ayer vi a una mujer de pelo negro y un vestido blanco con manchas de sangre; sentada en la sala, me preguntó si será por lo antigua que es la casa. Tal vez la chica siempre se sentaba ahí, pero por las prisas del trabajo jamás la vi. Pero eso no es todo también e oído ruidos en el techo; por lo pronto le preguntaré su nombre, tal vez tengamos una charla interesante y me cuente cómo es que mancho su vestido. —¡Hola!, quieres platicar un rato conmigo —dijo el hombre acercándose al sofá. Fernando Santiago Hernández Soy estudiante de secundaria, tengo 14 años de edad, asisto al taller de lectura "Alquimia de palabras”, de J. R. Espinoza. Nací el 18 de octubre de 2005 soy de Matamoros Tamaulipas.
  • 45. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA AMIGOS INVISIBLES Melly Peraza (México) Miro en mi entorno y sólo encuentro rostros con miedo e incertidumbre. Las noches son de silencios intransitables, aunados al miedo y la reflexión. Pareciera, viendo mi entorno, que se nos ha agotado la cuerda del entusiasmo y la esperanza, y la vida se nos fuera marchitando poco a poco. En estos días aciagos, se siente como si todos lanzáramos un grito inacabable que nos provoca una especie de condena. Nuestro hogar, ahora, es aparte de un refugio, una escuela para practicar el entendimiento y una forma de amarnos en toda circunstancia. Sabemos, que la locura y la cordura penden de un hilo demasiado delgado que pudiera romperse con un grito de desesperación y soledad. Por las noches, hay un silencio tan agobiante, que podemos escuchar los gemidos del viento entre las ramas, la respiración de los que duermen, en nuestro derredor, y hasta un concierto de grillos en la lejanía. Alguien dijo, que la tristeza y el miedo, son como dos fieras elegantes que pasean triunfantes y burlescas por el mundo... ¡¡QUÉDATE EN CASA!!
  • 46. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Melly Peraza La escritora mazatleca Melly Peraza tiene una misión firme con la promoción de la lectura en Mazatlán. Por este motivo, imparte un taller literario en el Museo de Arte llamado La nave de los sueños. Además, comparte que volverá a ofrecer un taller en el Centro Penitenciario El Castillo. A esto se suma el más reciente taller de narrativa, llamado Escribiendo con Élmer Mendoza, el cual se inició esta semana en una secundaria de Mazatlán. Originaria del cercano poblado sureño de Agua Caliente de Gárate, es autora de cuatro obras publicadas: tres novelas y un libro de cuentos. Melly, como le llaman sus amigos y talleristas, trabajó como promotora de lectura para el Instituto Sinaloense de Cultura durante seis años y desde 2008 a la fecha ha seguido por su cuenta con la misma ardua tarea con el respaldo del Museo de Arte de Mazatlán, en donde los días jueves también coordina un taller vespertino de literatura desde hace algunos años. Es autora de las novelas La rama seca, Cazador de Sombras, Se hizo tarde el tiempo y Amor por los gatos.
  • 47. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA DIARIO DE UNA CUARENTENA Carlos Alberto Díaz López (Colombia) CUARENTENA. DIA 6 Según las noticias, cada día son más los infectados por el covid-19. Yo sigo acá aislado del mundo, protegiendo mi vida y la de otros. En los supermercados los precios de algunos alimentos han subido, no debería ser así, pero es entendible que, en esta época de caos, los usureros hagan su agosto. Aun no se ve una luz de esperanza en que esta pandemia termine ligero. Son muchos los que están perdiendo dinero sin poder trabajar, pero también son otros los que están llenando sus bolsillos a costa de lo que hoy está pasando. La santa eucaristía se está haciendo a puerta cerrada, con pocos feligreses, da pesar que hasta la fe está perdiendo la batalla. Ojalá las oraciones hechas el creador sean escuchadas. Por ahora solo el televisor, las hojas de dos agendas viejas, lapiceros y mecato, me acompañan en esta cuarentena. CUARENTENA. DIA 7 Estoy notando que me está creciendo la barriga. Esto de comer, ver TV, dormir todos los días y no tener la fortuna de caminar, hará que aumente de peso. ¿Que tortura estarán pasando las que se mantienen a diario en el gimnasio y no pueden ir por esta cuarentena? El toque de queda sigue en marcha, todo el pueblo parece un fantasma sin movimiento. Nunca pensé que viviríamos algo así por un virus, pero toca estar enclaustrado, peor sería tener que pagar casi un millón de pesos por estar de rebelde en la calle. Mientras sigue gente infectándose, yo seguiré acá de esclavo de la tecnología y deseando que todo sea como antes lo era.
  • 48. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA CUARENTENA. DIA 8 Ya son cinco series que me he visto completas. Solo el tv y la internet son mis amigos más fieles, los otros son virtuales y solo los veo conectados en su chat. ¿Qué sería de nosotros sin las redes sociales en esta época de cuarentena? Confieso que no me gusta estar encerrado, es como si te hubiesen cortado las alas y te controlaran tu tiempo como si fueras una marioneta. Estoy seguro que si el coronavirus fuera una persona ya le hubiera pateado el trasero mil veces, por todos los proyectos que me ha arruinado. Sigo escribiendo, leyendo comiendo y armando ideas en mi mente para hacer realidad cuando acabe esta hp pandemia CUARENTENA. DIA 9 Algunos siguen en las calles andando con mucha tranquilidad, como si fueran inmunes a este virus, no sé qué tendrán en la cabeza estás personas para actuar de esa manera. Sigo viendo documentales y comiendo todo lo que pueda comer, hasta waffles con helado. Espero no engordarme. Ya han muertos tres contagiados en nuestro país por esta pandemia, espero no sean muchos los que pasen a la historia por morir de esa forma. Por ahora seguiré viendo películas, imaginando cosas y soportando como un esclavo, un encierro que no tenía en mis sueños, ni en mi agenda, y todo por culpa del covid 19 CUARENTENA. DIA 10 Muchos imbéciles se ven aún en las calles, en las terminales, en los supermercados, etc. Definitivamente falta más compromiso e inteligencia de algunos colombianos. ¿Habrán pensado en purgarse a ver si tienen razones para gastarse todo ese papel higiénico que creo compraron? El virus sigue atacando y creciendo el número de infectados, va ganando la batalla. Ya ni el televisor me entretiene, pues ese mundo es en el que quisiera estar, y no
  • 49. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA encerrado entre cuatro paredes. Mientras escribo esto, he visto a través de la ventana, pasar a seis motociclistas y quince personas a pies. ¿A qué horas harán ellos cuarentena?.
  • 50. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA CARLOS ALBERTO DIAZ LOPEZ (Poeta, investigador, letrista, gestor cultural, cuentista, novelista y diseñador gráfico digital colombiano) Ha publicado los libros: Donde acaba el silencio, En el otro lado del espejo, De amor, La voz del Helicón, Pinceladas sobre la cultura frontineña, Una mentira llamada amor y Frontineando: perfiles de personajes de Frontino. Poemas suyos han sido incluidos en antologías poéticas a nivel nacional e internacional. Ha sido columnista de varios periódicos y fundador de algunos periódicos. Algunas de sus canciones escritas han sido grabadas en distintos géneros musicales. Autor de varios prólogos de libros publicados.
  • 51. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA SAORI J.R. Spinoza (México) Arrojé mi mochila contra la ventana de aquella casa justo antes de que los soldados me aprehendieran. Mientras me derribaban, pude ver como el vidrio se rompía y mi mochila atravesaba con éxito hasta el otro lado. Entonces sonreí, satisfecho. Lo había logrado. Nunca había vivido una cuarentena. Viví la crisis sanitaria de la influenza porcina, H1N1, en aquel lejano 2009. En aquella ocasión, no fue necesaria una cuarentena total —por lo menos no en mi ciudad—, no hubo toque de queda, ni tampoco se requirió de la vigilancia del ejército en las calles, so pena de arrestar a quien se le ocurriera salir de su casa. Con el COVID-19 era diferente. La gente estaba cada vez más histérica, corrían rumores de toda índole acerca de su origen. Desde una extravagante sopa de murciélago, un virus de laboratorio —en algunas versiones creado por China, en otra por Estados Unidos— diseñado para controlar la economía —en alguna versiones la población— mundial; una mutación natural del virus, como producto de la selección natural, incluso el sujeto de cabellos extraños de History Channel dio una conferencia de como el virus era culpa de los aliens. El día treinta y cinco de cuarentena, el presidente emitió un decreto para extenderla por veinte días más, junto con la utilización de las fuerzas armadas para vigilar las calles y hacer cumplir el toque de queda. Por supuesto, era imposible que vigilaran todo el día, así que la vigilancia consistía en rondines a ciertas horas en determinadas zonas. Por eso no era tan extraño ver personas en la calle, a través de la ventana, aunque con cada día que pasaba, eran menos.
  • 52. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Para mí, no era tan difícil permanecer dentro de casa. Me despertaba a las almorzaba un par de huevos mientras veía Bo Jack Horseman, después veía un rato pornhub (para desahogarme, claro). Al terminar, jugaba Injustice o echaba una partida de League of Legends. Por la noche descongelaba una pizza y veía una película. Más o menos así era a diario… hasta el día treinta y ocho. Eran las dos de la tarde de ese día cuando la vi. Se ocultaba detrás de mi vehículo, un viejo Chevrolet color verde del año 97. Su cabello era liso, tenía la piel morena, los labios gruesos y los ojos grandes. Cuando se puso en cuclillas noté lo enorme de su trasero, aprisionado por un short de mezclilla azul. Quizá fue eso lo que me animo abrir la puerta. Ella lo notó de inmediato y corrió hasta el interior de mi casa. —Muchas gracias —dijo abrazándome. Luego se retiró, pude ver que tenía algo de miedo en los ojos, así que retrocedí unos pasos, ella se relajó un poco y depositó las bolsas de plástico que traía en las manos. —¿Qué hacías afuera? …¡A un lado! —la jalé lejos de la puerta. Un camión militar pasó frente a la casa. —¡Gra…gracias! —me abrazó, ahora con mayor seguridad. Entonces vi el interior de las bolsas. Eran traslúcidas, pero no había reparado en su contenido. Leche en polvo, fórmula para bebé. —Son para mi hija —dijo como si me leyera el pensamiento. «¿Tienes una hija?, ¿estás casada?». —¿C…cómo se llama? —fue lo que me animé a decir. —Saori, me respondió. Tiene seis meses, yo…yo no le puedo dar más leche.
  • 53. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Miré por instinto a sus senos, que me parecieron normales, después reparé en su incomodidad. Para congraciarme con ella fui por mi mochila, la vacié y metí las latas de leche dentro. —Habrá que esperar una hora, en lo que los soldados acaban su rondín de la zona. —Tú… —Iré contigo, tenemos que salvar a Saori. Tenía mucho que una mujer no me sonreía de esa manera. Nos conocimos un poco en la espera, se llamaba Karina, era operadora en una fábrica que hacía volantes, tenía veintiséis y le gustaba Linkin Park igual que a mí. Descubrí que la leche la compró en una tienda clandestina a dos cuadras de mi casa. Quise preguntarle si era casada, pero me acobardé. No tenía anillo en el dedo, aunque eso no era determinante. Transcurrida la hora tomé la mochila y nos escabullimos fuera de la casa. Era importante hacerlo con el mayor de los sigilos, pues había visto en internet, vídeos sobre personas que denunciaban por gusto o por un mal encausado sentido del deber a quiénes andaban en el exterior. En todos los casos la milicia llegaba a los pocos minutos y aprehendían al fugitivo. Por esa misma razón no utilizamos el auto. Estando afuera comencé a sentir miedo, como no lo había sentido desde niño, una parte de mí pensaba en regresar a casa corriendo, pero me dominé. Quería hacer esto por ella, por ambas. —Ya casi llegamos —dijo después de veinte minutos de avanzar, ocultándonos tras vehículos —esa es —anunció triunfante señalando una casa pintada de amarillo. Sacó un celular del bolsillo de su short, escribió en él y lo guardó nuevamente. Estaba por preguntar a quién le escribía, cuando la puerta de aquella casa se abrió y un hombre de barba y cabello negro se asomó. Le hizo una seña a Karina y la animo a correr. Yo me quedé paralizado. Ella llegó con el hombre, este la tomó de las manos y…
  • 54. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA —USTED ESTÁ VIOLANDO LA LEY MARCIAL, ENTRÉGUESE DE INMEDIATO —el camión estaba a menos de treinta metros. No tenía salvación, pero Saori sí. —¿Me está diciendo que, en ese momento, pensó primero en la niña? ¿En lugar de tratar de huir? —Le estoy diciendo que no pensé. No sé por qué hice lo que hice, sólo ahora, mirando hacia atrás me doy cuenta de que fue algo bueno, quizá lo más valioso que haya hecho en mi vida. Ahora, haga lo que quiera conmigo.
  • 55. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA J.R Spinoza Matamoros, Tamaulipas, México. Becario del PECDA (emisión 23), en la categoría de Jóvenes Creadores por novela. Asiste al Taller de Apreciación y Creación Literaria del Instituto Regional de Bellas Artes de Matamoros. Libros Publicados: El regreso de los dioses, la batalla de Folkvangr (Caligrama, 2019). Pacto Maldito (Pathbooks, 2019). El demiurgo y otros cuentos fantásticos (Kaus, 2020).
  • 56. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA COCO- COVID Beda L. Domínguez (México) La vida se ha trastornado un poco, todo parece estar al revés, los abuelos se esconden del “coco” ¿quieres que te lo diga otra vez?. Las calles están vacías . También algunos monederos. Se termina la economía, Y se establece la moda del bolsillo con “agujeros” La mirada se vuelve larga. Nublada por la añoranza y Buscando alguna esperanza. A los niños que disfrutan su holganza Ya no hay con qué, llenarles la panza. Tenemos miedo, ¡mucho miedo! Y también muchas preguntas. ¿Será cierto, será verdad?
  • 57. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA ¿Que si no hacemos caso el “coco” llega y nos matará? Higiene, constancia y limpieza, Higiene constancia, ¡limpieza! Nos gritan invasivos los medios. Ya que de nada funcionan, Las medicinas ni los remedios. Cuídate, ¡escóndete! ¡No salgas de casa! Es el grito Gubernamental. Y van cercenando los sueños de quienes viven en libertad. Los ancianos concilian al cielo, Nada los puede asustar. Preocupan los ojos nuevos, de los que están aprendiendo a volar. Velemos ahora por ellos, para que puedan el día de mañana, en un mundo mejor habitar.
  • 58. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Beda Laura Domínguez Soto Oriunda de Sinaloa. Residente de San Luis Rio Colorado Sonora. Escritora, Productor Literario Independiente Ha tomado Talleres literarios, de cine internacional, teatro y cuentos en CUT y Talleres de cuentos dirigidos a grupos específicos e Inteligencia Emocional -2007 en ISC..Taller “El teatro como herramienta de expresión” (2008) por Centro Cultural Héctor Chávez Fontés de San Luis Rio Colorado Sonora. Libros; Bosquejo en Tránsito, Tonzo, Herradura de los deseos, las brujas y lengua de gato, Dimensión 7, Balito, Amarillo, El niño de la Madero, Vox Populi y otros más. Instructora y promotora cultural adscrita al PNSL. imparte talleres de lectura y cuentos infantiles en la Ciudad de San Luis Rio Colorado Sonora con apoyo del Gobierno Local y Red de Bibliotecas Públicas.
  • 59. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA ANTES DEL FIN DEL MUNDO DAVID SARABIA (México) Soy el quien soy, ¿O era? ¿O ya no estoy? El tiempo camina hacia adelante, a veces se pausa para dar un giro brusco para atrás. En ocasiones, éste se mantiene suspendido en un limbo donde solamente escucho el sonido de la máquina que inhala y exhala. En medio de ese traqueteo se entremezclan voces; agitadas, alteradas, por momentos llenas de miedo y también de esperanza. Sonidos de pasos que van y vienen, a veces corren con la premura de quien tiene en sus manos la solución a una pesadilla. ¿Será ésta una? Lo es, para millones, una verdadera pesadilla, los miedos de una sociedad materializados en la realidad. ¿Podré despertar? Estas despierto, no te agites, tranquilo, todo bien. No tengas miedo. ¿Miedo? Sí, y mucho, pero no por mí, sino por mi familia, mi hijo quien viene al mundo en medio de este desastre. Hasta creo que es una película, pero no, si lo fuera no sintiera esta angustia en carne propia, en primera persona y no estuviera escuchando esa voz que me contesta, me atemoriza, y también me conforta. Soy quien vela por ti, soy el guardián de tu vida, en mis manos está. Esa voz de buen hombre, parece que viene desde algún punto etéreo, siento que es mi padre, pero no lo es, más que un guardián siento que es un ángel. Es una sensación desconocida, un farol dentro de este túnel oscuro, que con su luz aleja momentáneamente los nubarrones provocados por esta pandemia de proporciones apocalípticas.
  • 60. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Qué curioso, yo, quien siempre fui aficionado a ese tipo de temas en las películas del fin del mundo, las cuales disfrutaba con un bote de palomitas en el cine o en la comodidad de mi casa. Ahora, la irónica carta fatalista me tiene aquí, como protagonista de tal. No soy un actor, sino un ser humano, que sufre y por momentos siente correr a una incontenible lágrima amarga. Me siento indefenso y asustado por la incertidumbre. En medio de todo esto, mis pensamientos son para mi niño, mi bebé…quien no ha nacido y a quien amo mucho desde el día que su mami me llevó la prueba positiva de su existencia. Algo se desfasa, es mi mente, viajo. El tiempo se mueve, estoy en un pasado remoto: veinticinco años atrás, parece muy lejano, pero no, es sólo como caminar hacia una calle y dar vuelta a la esquina, allí está, aquí estoy, joven, rodeado de amigos y amigas bailando dentro de un antro, sumergidos en una niebla artificial y bañados por los láseres. Una música retumba, que mueve nuestros cuerpos con la inercia de una felicidad infinita, inagotable, eterna, de una juventud extendida por los placeres de la misma junto con sus divinos tesoros, los cuales, sus joyas pertenecen a quienes somos osados. Eso pensaba, eso creía, pero ya no; bebía y me divertía como si no hubiera un mañana, comiéndome al mundo con el apetito de quien quiere probarlo todo. Tuve la fortuna de que éste no me devolvió la dentellada, como a otros amigos quieres fueron consumidos por sus propios placeres. Era egoísta, si, lo acepto. Ahora lo entiendo. Una nueva vida viene en camino, mi hijo, a quien quisiera recibirlo, darle un beso, abrazarlo contra mi pecho y decirle lo mucho que lo amo; decirle también que es bienvenido a este mundo desprovisto de peligros. Quisiera decirle eso, pero sería
  • 61. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA mentirle. ¿Qué he hecho o qué hemos hecho? Creo que todo mal. Pero yo, lo he comprendido y he cambiado, ahora quiero enderezar el rumbo. No te recrimines, lo pasado quedó en ese lugar, ahora en el presente eres un mejor hombre. Has crecido, y eres fuerte de espíritu. Corta aquello que te atormenta y dirígele bonitos pensamientos a él, quien donde se encuentra, te siente, te escucha, y patea con fuerza para regresarte el mensaje. ¡Oh Dios! No puedo evitar pensar en mi egoísmo, si hubiera madurado veinte años atrás; ahora mi niño fuera un hombrecito. ¡Cuántas cosas hubiéramos pasado juntos, buenas y malas! Lo hubiera conocido. Estuviera a fuera, esperando junto a su madre, y quizá con sus hermanos. Pero no, eso todavía no existe, yo no me di la oportunidad. Con mi egoísmo se fueron hermosos veranos, cumple años, convivios maravillosos, regaños y consejos, discusiones de adolescente, frustraciones y orgullo, toda una índole de la dicha de ser padre. No pienses así, todo tiene un propósito… ¿Cuál? ¿Estar así, aquí, postrado? respirando con dificultad, con dolor…. Como me duele, la maquina mete el aire y lo saca mediante un tubo que me tiene recto como un muerto en vida, con incomodidad, en medio de un suplicio lento, eterno… ya no sé si estoy soñando o despierto, me confundo, todo me da vueltas, mi cabeza está fragmentada, mi ser, mi ensoñaciones de un futuro que se desvanecen entre mis dedos que se aferran a este timón, al de mi barco, mi cuerpo, mi templo, mi Yo que se niega sucumbir. Angustia. Siento mi frente perlada de sudor. Mi rostro arde, el interior de mi cráneo es un pandemónium de imágenes; pasado, presente, y un futuro de visiones imaginadas… ¿Por qué me dejé llevar por el amor al dinero?... primero fue la fiesta desenfrenada, de amores que evité, de corazones rotos que dejé en el camino, de lágrimas a las cuales no lloré, de
  • 62. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA mujeres que me amaron, pero yo sólo las cosifiqué para mi propio deleite superficial. Siempre creí que la vida era eterna, y ahora, siento que se me va en cualquier momento. Una fuerte arcada me ataca. Toso. ¡El maldito dinero y el ego profesional! Años de trabajo y éxito, de haber terminado con honores la Universidad, de haber ostentando los puestos importantes en una carrera meteórica, de tener ahora mucha gente a mi cargo, de decidir con una sola palabra el destino de una empresa, de que mi firma valga millones; ahora no son nada. Nada de eso tiene importancia; el título y mi puesto son un espejismo que se evapora ante un enemigo invisible que me tiene invadido. ¿Qué pasó, por qué enfermé? ¿Qué hice mal? ¿En qué me convertí, en estadística o en mala suerte? ¿Acaso Dios me pone a prueba? Si es lo último, por favor, quítame todo, déjame sin nada, desnudo como vine al mundo, para recibir a mi niño. Otra arcada me provoca un dolor lacerante en la espalda, mi pecho se hincha queriendo partir en dos mi tórax y dentro se escucha un chiflido extraño. Vuelvo a toser, me ahogo… oigo voces. Una mujer y hombre, dialogan. Dicen algo que me desconcierta: Esta entubado, no es posible, si está sedado. Pero parece que un tercero, la voz que me habla, les dice que se retiren y que canalicen sus esfuerzos con otro paciente, ¿y yo? Al fondo, el sonido de la máquina se intensifica, el ir y venir del sonido del respirador como melodía cacofónica me desespera, tengo miedo. No tengas miedo, tranquilo, serénate. Sé que es difícil lo que te pido, y estas luchando como un verdadero guerrero, pero recuerda, en la oscura noche, al final sale el sol de un nuevo amanecer.
  • 63. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Mi niño, mi sol, mi todo. Con nueve meses, está por nacer, y yo aquí, lejos. No está lejos, está aquí contigo. Dile algo. Te amo mi niño. Unos diminutos labios me besan en la mejilla: Yo también papi. El tiempo se mueve, recuerdo, como empezó mi calvario, primero fue una tos, después ésta se intensificó. No le di importancia, para qué, de seguro era algo leve, no podía dejar mi oficina, el trabajo, los contratos, a una empresa a la cual le debo todo. Melissa me insistió asustada que me revisara, mientras se tocaba el vientre hinchado, me dijo: hazlo por él. Y apenas así fui a realizarme la prueba. Aunque mirara en los medios lo que sucedía en un mundo que se desmoronaba, a mis 45 años me sentía fuerte y revitalizado, el saber desde el momento que iba a ser padre, mi visión personal dio un giro radical. Pero la prueba, al darme positivo, lo radical cambio a golpe brutal. También era hipertenso y no lo sabía. Me aislé en un departamento, solo, no quería poner en riesgo a mi familia, y durante el confinamiento, la empresa cerró. Las economías cayeron, la gente comenzó a morir. Días transcurrieron, todos parecían el mismo, un sólo tiempo, era ver salir el sol y meterse para dar paso la noche. Era un círculo interminable, de horror. Una mañana, sentí escalofríos, me dolía la cabeza, no podía respirar, me ahogaba. A como pude, llamé al hospital para que fueran por mí. Aparezco aquí. Otro ataque de tos me fustiga. Muevo mi cara de un lado a otro, intentó abrir los ojos. Deseo con todo mí ser, que cuando despierte, este tormento haya acabado. Quiero curarme, volver con mi familia, empezar de nuevo, ser un nuevo hombre. El respirador nuevamente emite ese sonido que me perturba. Me siento peor, me ahogo, toso, me ahogo, toso, tiemblo, tengo escalofríos, sigo sudando.
  • 64. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA ¿Quieres conocer a tu hijo? Sí, lo deseo, por favor. Yo, mi cuerpo, mi mente, siento que se desfasan, separándose. Algo viaja, soy energía, me materializo. Soy el quien soy, o era, o ya no estoy. Estoy. Melissa esta acostada y yo cargando a nuestro bebé, es hermoso, se parece mucho a ella, sobre todos tiene sus ojos claros. Mi niño los abre, hacemos contacto visual y me sonríe. Decidimos ponerle mi nombre. Él tiene cinco años, lo llevo al kínder, es su primer día y llora asustado, cree que lo estoy abandonando. Ahora tiene 18 años, se está graduando de la preparatoria. Pestañeo. Trae puesto un traje, corbata, tiene 23, se gradúa de abogado. Se casa, tiene un hijo, mi nieto. Es un hombre exitoso, como yo. ¡Cuánto orgullo, que felicidad! Estoy postrado de nuevo, aquí. Estoy viejo cansando, tengo el respirador, apenas veo, y veo a un hombre maduro, es como verme a mí mismo, tomándome de la mano. Al lado de él se encuentra mi nuera, y al fondo, sentado, veo a mi nieto, quien en su inocencia esta ajeno a la situación, quien me mira y sonríe. No veo a mi esposa, ya no está, se me adelantó. Pronto la veré. Dolor. Toso con una fuerza que desgarra mis pulmones. Intenso dolor. El sonido del respirador.
  • 65. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA El mundo se acaba. Mi Mundo. ¿Listo para irte en paz? Mi mano es apretada por otra, enfundada en látex, que me trasmite una calidez que me reconforta. No tengo miedo. Afirmo con mi cabeza. Me relajo, me suelto, comienzo a salirme de mi cuerpo, me elevo, me desvanezco en paz, pero antes, veo una luz y escucho el llanto de un bebe, mi llanto. Junto con los sollozos de alegría de mi esposa.
  • 66. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA David Sarabia 03 de febrero de 1976, nació en Culiacán Sin. Radicado en Sonora desde 1983. Es Administrador de Empresas y docente en el Centro Universitario de Sonora (CUT San Luis) sus cuentos han sido publicados en las revistas digitales: Letras y Demonios, The Wax, Incomunidade, Moulin Noir y el en el blog Buenos Relatos. En Papel en las antologías ALGO LLAMADO HORROR (escritores de B.C.) y NOCTURNALIA (Amazon) y una propia NOCT֤ÁMBULOS de mini libros de Sonora. Actualmente está terminando una Novela.
  • 67. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA CANTO PARA KAREN Rocío Prieto Valdibia (México) Mi canto es para ti pequeña gota de agua. Cruzar el muro fue fácil con fotografía en mano. Las hordas de hombres desfilando en hileras. Tuve que renunciar a ti, y amarrar las vísceras a mi espalda la noche es una escala de agonías. Una plegaria nocturna se alza en el norte. Mi estrella, mi gotita de agua clara, mi pequeña, se mimetiza en las grandes a avenidas. Good mornig, "buenos días que va querer" retumban en mi alma compungida se alargan las heridas, la sangre no circula. El ventrículo izquierdo supura de pena. La migración es una herida abierta. Una ciudad desnuda hija mía, mis ojos se han cegado ante la tragedia que nos aniquila. El viento es un rumor que duele pequeña.
  • 68. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA No logro imaginar tu cara llena de temor estos brazos ya no me sirven, no te acunan mas. El muro es un lugar inhóspito para las madres, la migración es dolor que no tiene curación alguna. La ciudad queda vacía a las 6 de la tarde. Y tu vocecita es la voluntad para exaltar una plegaria. El papel verde no compra la angustia, mi corazón se desbarata en silentes cantos. Y de estos ojos míos no deslumbran más allá del paraje migratorio donde tus pasos rápidos huyen de la pandemia, acá en este pedazo de tierra solo atinó a cantar por las noches. Y en el nuevo amanecer mi plegaria cesará al ver a través de una pantalla -Buenos días, mamá.
  • 69. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Rocío Prieto Valdivia Desde 2002 imparte talleres en escuelas públicas y privadas. Trabajando de manera altruista en escuelas de zonas marginadas o en condición de diversidad. Coordinadora del Festival internacional de grito de Mujer sede Ensenada. Directora de Arte Letras Migrantes proyecto cultural independiente. Cofundadora del taller y proyecto Letras y Voces de Ensenada grupo literario independiente de promoción cultural y editorial. Editora, creadora del proyecto literario de la REVISTA LA GATA ROJA. Creadora y editora del proyecto poético literario “las voces del silencio” Y creadora de las jornadas literarias itinerantes por la paz mundial. Ha publicado en revistas electrónicas, y físicas Monolito, La Piraña, Histeria, La Huella del Coyote entre otras. Es autora de los libros “Soñar entre Mariposas, Sueños Lúcidos y Veinte Poemas Perdedores y un instructivo que no sirve para nada”. Entre otros, es integrante del taller literario “La Catarsis Literaria” del escritor Adán Echeverría García. Radica actualmente en Ensenada Baja California.
  • 70. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA CUANDO TODO ACABE Yonshesko Blandela (México) Lloraré... Cuando la vida se extinga Por el descuido del hombre que todo destruye Sin pensar en la naturaleza, En la belleza, en la vida misma… Lloraré a grito abierto Porque sabré que es el fin Y no hice nada para salvarme, No hice nada por contagiar a todos de positivismo Mis lágrimas serán amargas, Saladas, una tras otra Desde el fondo de mi ser Por los recuerdos del ayer que poco a poco desaparecerán Sufriré por lo que ya no podré gozar: Árboles verdes y días lluviosos,
  • 71. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Aves al volar, sentir en la cara la brisa del mar, Parques llenos de sonrisas, Jóvenes viviendo siempre a prisa, El ocaso, la noche estrellada, Tu compañía, los abrazos de madrugada… Y muero de rabia e impotencia Por todo lo que pude hacer y ya no hice Por olvidar perseguir mis sueños Por tirarme en la pereza y el desvelo Lloraré un mar de tristeza… El arrepentimiento se apoderará de mí El frío recorrerá mi cuerpo La soledad y el silencio me atormentarán No habrá nada que rescatar No habrá algo por qué llorar No habrá tiempo de pensar Será el último día de mi existencia…
  • 72. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Yonshesko Blandela Artista polifacético nacido en 1980 en Mazatlán, Sinaloa. Actor, escritor, dibujante y diseñador gráfico, ha trabajado en periódicos, revistas y televisión local. Realiza cómic desde 1991 y cómo escritor debuta en 2015 publicando siete novelas cortas de manera continua en un periódico local distribuido por centro y sur de Sinaloa. Ha participado en grupos de baile, canto y actuación. Actualmente se desenvuelve en las artes teatrales como actor, dramaturgo, profesor de teatro infantil y de dibujo, así como también en su canal de Youtube Yonsheskeando.
  • 73. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA REDES SOCIALES: ARMAS PUNZO CORTANTES O TALISMANES MARU ENCISO (MÉXICO) Las redes sociales han cobrado una importancia enorme en el desarrollo de esta pandemia, lamentablemente no siempre para bien. Primero han sido un medio para crear pánico general con publicaciones bastante alarmistas, sembrando textos no reales; para bien, también ha habido información de las instituciones oficiales donde nos mantienen informados del desarrollo y de las medidas que se deben tomar para evitar más que se propague y que siga cobrando vidas, sin embargo, no todos hacen caso a estas recomendaciones y se siguen llevando por las publicaciones falsas, creando un caos total. Hay que reconocer que han hecho la función de mantenernos comunicados con nuestras familias y amigos lo cual ha sido de gran paliativo dentro de éste encierro. Y viene cobrando importancia para la creatividad con publicaciones de actividades deportivas, culinarias, educativas, etc. mismas que nos ayudan a sobrellevar los días. El ingenio del mexicano no se ha hecho esperar con publicaciones chuscas al por mayor, burlándose de la crisis que estamos viviendo. También ha habido publicaciones religiosas, de todas las religiones, que han logrado que la gente se aferre a ellas para salir adelante. Se ha generado una incertidumbre enorme con respecto a la economía del país y del mundo. Se habla de que estamos en medio de la tercera guerra mundial, en fin, las redes han cobrado una gran importancia, para bien o para mal. Lo más importante es que nos hemos encontrado con nuestro yo interior, nos ha hecho ser empáticos con nuestro planeta, a tomar conciencia de lo depredadores que somos los humanos, y esto me hace pensar que al final, seremos mejores seres.
  • 74. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Por mi parte extraño la libertad de tocar la arena, meterme al mar, disfrutar de un atardecer, ver salir el sol cada mañana, y apreciar la luna en todas sus fases, convivir con los amigos, y todas las actividades que se tienen con el día a día y no se valoran, porque se convierten en rutina. Me he enfrentado a muchos demonios y también a muchos ángeles. La soledad en casa me hace añorar el abrazo y el beso de mis hijos, y me refuerza el amor que nos tenemos al recibir cada día su llamada para ver como estoy, como amanecí o como fue mi día. También me he ocupado de mí al hacer comidas sanas, ejercicio, caminatas y porque no, mascarillas y tratamientos para la piel, cosas que, atrapada en la rutina, no hacía. Que finalmente habrá cambios económicos, políticos, de costumbres, es cierto. Cambios que son necesarios para retomar nuestras vidas con sabiduría, agradecidos por ésta lección enorme que él de allá arriba, llámese como se llame, nos está dando, no olvidemos que además de miedo, muerte e incertidumbre han llegado nuevas vidas a iluminarnos y tendremos una mente más humilde, más amorosa, más empática, que es lo que realmente vale. Ahora la pregunta es ¿realmente la humanidad tomará conciencia?, porque esto puede desatar más demonios entre la gente que tiene la mente enferma ya sea por necesidad, por coraje o impotencia de no tener manera de abastecer las necesidades básicas de su hogar o de sus vicios. ¿Se creará más el deseo de poder económico?, ¿Nacerá la claridad de lo que es realmente importante? Sin darnos cuenta hemos librado, a través de nuestras vidas, luchas contra la injusticia, el maltrato, la pobreza, las enfermedades, en fin. Esta es una lucha más, solo que ahora la enfrentamos desde la intimidad de nuestras casas y es bastante más difícil ya que tenemos todo el tiempo del mundo para analizar la situación, tenemos tiempo de aprender a identificar la información real de la falsa.
  • 75. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA El ser humano es fuerte, y a pesar de la adversidad siempre ha salido adelante. ¿Que se han perdido vidas?, es cierto. Así es nuestro ciclo. Sólo que ahora entramos en pánico porque se están contabilizando, lo que no nos dicen es cuantas de esas muertes son por causas naturales, o por asesinatos, o, porque no, por suicidios. Y esta es una de las partes que nos crean más miedo, no saber la realidad, ya que en estos momentos todas y cada una de las pérdidas se las adjudicamos a la pandemia.
  • 76. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Maru Enciso Oriunda del Distritot Federal, radicada en Mazatlán desde hace 33 años, promotora cultural y directora del Premio Binacional Valladolid a las Letras. Es autora de la novela Renacer, que recientemente fue presentada en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Su conexión con los escritores José Luis Franco y Juan José Rodríguez le fue abriendo un panorama fértil, con nuevos enlaces con el mundo de la literatura y la posibilidad de proyectar la editorial con un Premio Estatal de Literatura de novela y cuento que en pocos años se convirtió en nacional. El Premio Valladolid a las Letras ahora es internacional, su convocatoria se extiende hasta Guatemala, ha cumplido con el objetivo de que escritores desconocidos que tienen obra de calidad tengan la oportunidad de ser publicados. Dentro de esa misión educativa también se creó el Centro Cultural Multiversidad, con presentaciones de libros, exposiciones y biblioteca. Así, el Centro Cultural Valladolid tiene un foro que permite ofrecer artes escénicas, y el de Multiversidad es un espacio para desarrollar el interés literario. En ambos proyectos, Maru Enciso es piedra angular y motor de evolución. A nivel micro y macro, hacia el interior y el exterior, su labor continúa dentro del Sistema Educativo Valladolid.
  • 77. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA PANDEMIA COVID-19: EL GRITO DESESPERADO DE LA MADRE TIERRA Luna Bretón (México) Va llegando la penumbra de la oscuridad disfrazada de enfermedad, vestida de luto negro y con olor a muerte y soledad. Hoy recibimos a Covid-19 la pandemia mortal humana, al bendito grito desesperado de auxilio de la madre tierra venerada. Al día siguiente que la putrefacción infectó el planeta, la plaga humana comenzó a caer, se desplomaron los sueños de los sistemas y la tierra empezó a emerger.
  • 78. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Comenzaron a salir las aves, florecieron los secos bosques, la naturaleza respiro de nuevo ante la caída de su enemigo malevo. Ríos y lagos sumergen de nuevo, cambian los océanos al color azul vida, especies marinas salen y suspiran en sus mágicos vuelos sin heridas. Vuela y corre veloz el reino animal, respira y se mimetiza con la bendita tierra que sana y entierra al virus mortal en tiempos apocalípticos de guerra. Perfecto lienzo nocturno que el universo regaló de luna rosa llena. Explosiva y encandesiente noche que grita con volcanes de lava renaciente a la vida entera.
  • 79. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA El virus letal llegó en mal momento a esta era, que hoy entierra entre soledad cuerpos sin fortuna en espera. Se asoman almas milenarias para desaparecer al depredador de la tierra. Toco y huelo la peste que me ahoga en un confinamiento con sentimiento sepulcral y con anticipadas prohibiciones de volar, hacía la exploración sensitiva del umbral. La falta de libertad que corta alas y asfixia continentes. Pandemia mortal que revives paraísos ya no existentes. Florece a la belleza planetaria la magia de la madre naturaleza. Mientras lucha la humanidad ante el llamado a la fortaleza. Hoy el hombre se ahoga entre sus desperdicios orgánicos, virus que corroe su sistema putrefacto. Pero el renacer de la madre tierra a la vida hoy se mira ante el universo con prismáticos.
  • 80. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA El hombre virus mortal lentamente agoniza y muere, y el planeta tierra despierta victorioso en la espera de una nueva era naciente en pos de su rescate majestuoso.
  • 81. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA Luna Bretón Fabiola Rodríguez Bretón nacida en la CDMX hace 4 décadas, pero mazatleca de corazón desde hace 30 años. Es LCC egresada de la Universidad Autónoma de Sinaloa como la primera generación como Facultad de Ciencias Sociales. Empieza a ejercer en los medios de comunicación impresos en periódico El Debate de Mazatlán en el 2002. Su ejercicio periodístico a lo largo de 18 años está impreso en medios digitales y su participación en radio, es en programas y noticieros de radio. El trabajo de nota informativa para fuentes de gobierno Estatal y Municipal, funcionarios, gestión y denuncia social. Para fuentes de cultura, espectáculos ha desarrollado varios géneros periodísticos. Ha laborado en Portal Reporte Naranja, Noticiero 7 Noticias de Grupo 7 Radio, programa de radio Duro y Macizo, Portal Punto y Coma Noticias, Portal Táctica y en el área institucional de Comunicación Social del Gobierno Municipal de Mazatlán; además de otras participaciones con escritos en otros portales que no son de la localidad. Actualmente labora para 7 Noticias de Grupo 7 Radio y Portal Táctica.
  • 82. NO SOMOS ISLAS ANTOLOGÍA EL EFECTO AGONIZANTE Carolina Vega (México) Has perdido la capacidad de soñar, por eso tienes miedo. Ahora que todo ha cambiado, la falta de libertad nos parte en pedazos como una galleta y la ansiedad nos come despacio entre las sombras. Si saliéramos al sol notaríamos la diferencia entre el afuera y el adentro. Quizá sea la oscuridad la que nos deprima y no el deprimido el que acude al confort de la oscuridad. Por eso sé que los enemigos siempre han sido invisibles a nuestros ojos: el monstruo en el armario, las mentiras bajo el tapete, las ideologías que dividen cada lado de la casa, el orgullo de quien sostuvo la copa y el pesimismo de quien tiene la espalda rota y ya no sostiene nada. El hogar se desborda de historias. Algunas más enterradas que otras. Muchos salían para sacudirse de ellas, pero son tan nuestras que no basta con lavarlas, se han unido a la piel y nada volverá a ser lo mismo. Voltea a verme, le dije, la casa es pequeña, pero la creatividad es una burbuja invisible que traspasa cualquier muro. Nada puede contenerla. Leamos juntos. Porque si has olvidado tu habilidad de soñar frente a las hojas, el autor del libro estará encantado de tomarte de la mano y guiarte por el mundo que, con tanto amor y esfuerzo, ha creado en la oscuridad de su casa. En las mismas tinieblas en las que agonizas. Lo ha escrito dentro de paredes, en un libro de dimensiones pequeñas. Y él sigue viviendo en su interior, siempre ha estado ahí, encerrado como nosotros, y no se ha vuelto loco, todavía.