2. Una crisis de identidad. Isaías 1:1-9.
Una apariencia de piedad. Isaías 1:10-17.
Un ofrecimiento de perdón. Isaías 1:18.
Una oportunidad para decidir. Isaías 1:19-31.
Un punto sin retorno. Isaías 5:1-7.
Isaías, hijo de Amoz y perteneciente al linaje real, fue
llamado al oficio profético siendo joven, hacia fines del
reinado de Uzías (790-739 a. C.), durante la corregencia de
Jotam (aprox. entre 750-739 a. C.) Su ministerio continuó
por lo menos durante 60 años, y abarcó los reinados de
Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías.
El libro de Isaías comienza con una declaración de crisis de
identidad en el pueblo de Dios, un llamado al cambio y un
ofrecimiento de perdón por parte de Dios.
3. “El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor;
Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento” (Isaías 1:3)
2ª de Reyes 15-20 y 2ª de Crónicas 26-
32 contienen el periodo histórico en el
cual se desarrolló el ministerio de Isaías.
A finales del reinado de Uzías, Dios hace
una proclamación, poniendo a los cielos
y a la tierra por testigos (v. 2-4): Israel
había olvidado quién era su Señor,
había perdido su identidad.
Como consecuencia de falta de
comunión con Dios, estaban sufriendo
graves pérdidas (v. 5-8). Pero todavía
quedaba un remanente fiel (v. 9).
4. ¿Qué hacían?
¿Qué les pasaba?
¿Qué hacía Dios?
Dejar a Sion en pie Dejar un remanente
Dejar al Señor
Airar al Santo
Depravaciones
Maldad y pecado
No tener conocimiento
No entender al Señor
Rebelarse contra Dios
Heridas en el
cuerpo
El país destruido
Ciudades en llamas
Saqueados por los
enemigos
“El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor;
Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento” (Isaías 1:3)
5. Mientras ofrecían sacrificios dando una apariencia de
piedad, y oraban levantando sus manos a Dios, esas
manos estaban llenas de sangre (v. 16) por la violencia y la
injusticia contra los débiles (v. 17).
Sus rituales no estaban acompañados de arrepentimiento.
Estaban vacíos, Dios los consideraba pecado.
Este error se repitió otras veces en el pueblo de Dios (Mt.
23:23-28). Examinémonos a nosotros mismos para no caer
en el mismo error que ellos.
¿Cómo podía ser pecado (iniquidad) algo que Dios había ordenado?
6. “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados
fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren
rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18)
Dios ofrece cambiar el rojo de la sangre que
cubría las manos de los israelitas por el blanco
de Su pureza. Quiere perdonar nuestro pecado
y purificar nuestro corazón.
Solo nos pide que vayamos a Él con la intención
de arreglar nuestras cuentas (arrepentimiento).
El perdón viene acompañado por un cambio de
corazón (Jeremías 31:31-34). Cuando
reconocemos nuestra necesidad de perdón,
estamos listos para aceptar todo lo que Dios
tiene para darnos.
7. “Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra” (Isaías 1:19)
Dios propone la solución, la
decisión es nuestra (Dt. 30:19).
v. 19 v. 20
Si no queréis
y os rebeláis
Seréis
consumidos
Si queréis y
obedecéis
Comeréis
del bien
Isaías 1 muestra un ofrecimiento de pacto
similar a otros pactos realizados con
anterioridad y comunes en aquel tiempo:
Relato de lo que Dios ha hecho.
Condiciones del pacto.
Referencia a testigos.
Bendiciones y maldiciones.
Por mucho que hayamos pecado
o por muy lejos que nos hayamos
apartado de Dios, no hay límite
para la gracia divina. Él siempre
está dispuesto a perdonarnos.
8. “¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya
hecho en ella?” (v. 4). Aunque el perdón de Dios no tiene
límite, nosotros podemos limitarlo al rechazarlo hasta
llegar a un punto sin retorno: el pecado contra el Espíritu
Santo (Mt. 12:31-32; Heb. 6:4-6).
Dejar de oír las súplicas del Espíritu es un punto al que
es difícil de llegar. La paciencia divina no se cansa
(2P. 3:9). Su llamado es continuo. Dios hará todo lo
posible para que no traspasemos ese punto.
Solo nuestra terca decisión de no querer escucharlo
puede hacer que nuestra alma “quede desierta” (v. 6).
9. “La confesión no es aceptable para
Dios si no va acompañada por un
arrepentimiento sincero y una
reforma. Debe haber cambios
decididos en la vida; todo lo que
ofenda a Dios debe dejarse. Tal será
el resultado de una verdadera
tristeza por el pecado”
E.G.W. (El camino a Cristo, pg. 39)
“Debemos dar a Dios todo el corazón, o no se realizará el
cambio que se ha de efectuar en nosotros, por el cual hemos
de ser transformados conforme a la semejanza divina”
E.G.W. (El camino a Cristo, pg. 43)