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Rutas comerciales coloniales americanas
1. RUTAS COMERCIALES COLONIALES
AMERICANAS. Lima, Potosí.
26 julio, 2017 Sin categoría
Las principales rutas, o más bien sendas, trazadas por los conquistadores persistieron
conservadas por el uso durante el período colonial. A lo largo del siglo XVII se organizaron
postas en las rutas principales que iban a Perú y a Chile. El sistema de postas se extendió
desde Buenos Aires a Caracas totalizando una distancia de 2000 leguas; alrededor de
1000 debían cubrirse de Lima a Buenos Aires; se repartían de la siguiente forma:
q LIMA a POTOSÍ: 410 leguas
q POTOSÍ a SALTA: 125
q SALTA a TUCUMÁN: 92
TUCUMÁN a CÓRDOBA: 160
CÓRDOBA a BUENOS AIRES: 192
BUENOS AIRES a SANTA FE: 90
a CORRIENTES: 232
y a ASUNCIÓN: 403
Esta ruta era muy frecuentada dada la dependencia política, jurídica y económica que los
territorios del Plata guardaban respecto del virreinato del Perú y de la Audiencia de
Charcas.
Existían varias rutas que unían Potosí con el Atlántico Sur. Una era la que partía de la
costa brasileña, en línea recta atravesaba el Paraguay, tocando Asunción y desde allí
continuaba hacia el oeste, siguiendo el curso de los ríos hasta que, ya en la zona
montañosa, seguía rumbo a Potosí. Esta ruta clandestina fue utilizada por los
contrabandistas para trasladar la plata potosina, introducir negros, etc.
Otra ruta era la que desde el Río de la Plata se desplazaba hacia el Norte, remontando el
litoral argentino se prolongaba en Asunción del Paraguay y allí viraba a la izquierda como
la descrita anteriormente arribando a la escala final: Potosí.
La tercera unía Potosí con Buenos Aires pasando por las principales ciudades coloniales:
Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Córdoba. En realidad esta última ruta fue la
de mayor significación histórica, y su relativo vigor alentó la vida de los centros urbanos
mencionados.
Existió aún otra vía que comunicaba el Atlántico con el pacífico: saliendo de Buenos Aires,
cruzaba la cordillera e ingresaba a Chile, y desde aquí conducía al Perú. La ruta a Chile
fue una prolongación de la que se dirigía a Cuyo. Además de utilizarse con irregular
frecuencia para el tránsito de productos y viajeros, no alcanzó la importancia de la que iba
al Perú a través de la cadena de ciudades del interior norteño. No obstante, fue un
conducto que llegó a afectar oportunamente los intereses limeños.
En los siglos XVII y XVIII fueron usados los mismos medios de transporte del siglo XVI.
Durante muchísimo tiempo fueron las arrias de mulas y las carretas de bueyes, las
utilizadas para uso del comerciante, como lo fue el caballo para el viajero aislado. También
se hacía empleo de las carretas para transportar pasajeros restando una tercera parte de
la carga por cada personaron su correspondiente equipaje.
Puede decirse que a fines del siglo XVI se inicia la circulación de estos vehículos en el Río
de la Plata. Las necesidades administrativas de las autoridades llevaban a despachar un
2. viajero con la finalidad específica de conducir la correspondencia. Era más frecuente que
la correspondencia en general se entregara a la buena voluntad de los viajeros. En los
territorios que hacia 1776 integraban el Virreinato del Río de la Plata no existieron correos
organizados hasta 1747-48.
La región ubicada entre el Río Uruguay y el Paraná se dedicaba casi exclusivamente a la
explotación ganadera, usaba las vías fluviales para su comunicación. En cambio el sistema
de caravanas era utilizado en la conexión del Plata con Chile y Perú.
LIMA
Lima era, para el Virreinato del Perú, además de su capital, el eslabón legal que lo unía al
resto del sistema imperial español. Dicha conexión favoreció enormemente las
posibilidades de la burguesía mercantil limeña que convirtió a la capital del virreinato en un
gran centro distribuidor de mercaderías importadas, a la vez que exportador del más
codiciable de los productos peruanos: la plata.
El Alto Perú se comunicaba con el Pacífico mediante la ruta que terminaba en Lima;
asimismo tenia su principal vinculación con el Atlántico a través de Buenos Aires, si bien
este puerto, estuvo vedado durante casi toda la época colonial.
Las disposiciones españolas en lo referente a las vías de acceso a los lugares del interior
favorecían a Lima y no a Buenos Aires. La gran puerta del virreinato era Lima; Buenos
aires debía limitarse a proveer, en muy escasa medida, al núcleo colonial del Plata, puesto
que sólo lo podía hacer -legalmente- mediante mezquinos, ocasionales y muy estrictos
permisos de comercio.
La burguesía limeña, dirigía sus actividades económicas a la par que sus influencias, su
accionar era homogéneo. Adquiría en Portobelo las mercaderías europeas arribadas en
los navíos españoles. Los artículos importados, pagados en metálico, eran llevados en
Lima y vendidos posteriormente a comerciantes del interior, quienes abonaban, también,
en metal precioso.
Los comerciantes limeños, si bien ya favorecidos por el régimen monopolista, no dejaban
por ello de realizar operaciones vinculadas con el contrabando, conectándose también por
ese otro medio con el comercio internacional.
El Alto Perú representaba un enorme mercado de consumo donde se podía colocar todo
tipo de mercaderías; era también una generosa fuente proveedora del codiciado metal
blanco. Los comerciantes limeños permanecieron alertas en defensa de sus intereses,
custodiándolos celosamente durante mucho tiempo; actuaron decididamente,
interponiendo recursos económicos e influencias cuando se sintieron afectados por alguna
amenaza.
Buenos Aires, peligroso competidor en potencia, experimentó las consecuencias de la
acción conjunta de los comerciantes limeños y Sevillanos, que se preocuparon por
mantener a dicho puerto aislado del tráfico comercial, en especial con el alto Perú. El
sistema estaba estructurado de modo tal que se adaptara a las conveniencias de España,
y Buenos Aires representaba en él uno de los flancos más débiles. El contrabando no
demoró en aprovecharlo, atraído en gran medida por el mercado de consumo altoperuano
y la plata potosina.
Al puerto de Buenos Aires o a sus inmediaciones arribaron navíos extranjeros
constituyendo una riesgos presencia que llegó a afectar el aparato que permitía a los
comerciantes limeños conducir el comercio con el exterior en forma privativa.
La cuestión legal favoreció a Lima hasta muy entrada ya la segunda mitad del siglo XVIII,
es decir, hasta la creación del virreinato del Río de la Plata. Mientras tanto, la actividad del
Plata siguió un curso de variada intensidad; pero a la postre, los hechos económicos,
apoyados en los geográficos, actuaron en sentido contrario a la capital del Perú.
3. POTOSÍ
La Villa Imperial de Potosí -esa “bullente comunidad” con “un aire de Far-West”- sufrió
entre el primer tercio del siglo XVII y el primer tercio del siglo XVIII, cuatro calamidades
que dada su magnitud no es extraño que historiadores y cronistas las confundieran con las
causas reales de su declinación.
1. Entre 1622 y 1625 se produce la guerra civil entre vicuños y vascongados.
2. En 1626, la inundación producida por la ruptura de la laguna de Caricari destruyó casi
toda la Ribera.
3. “la tercera destrucción” es en opinión de Arzáns, el verdadero origen de la declinación
potosina: la rebaja de la moneda que en 1656 realizó Don Francisco de Nestares Marín,
visitador y presidente de la Audiencia de La Plata, rebaja a la que se unía un rápido y
creciente empobrecimiento de los metales del Cerro, y cuyo alcance afectó a todos los
reinos del Perú.
4. Por último, en 1719-20 sobrevino una peste general que diezmó a la población y
acentuó aun más la declinación económica.
Hasta su empobrecimiento final, la aureola de riqueza atrajo a Potosí una
inmigración enorme y heterogénea que otorgó a la Villa Imperial una fisonomía
particularísima y un tipo de vida ostentoso y rapaz, difícil de comparar con el de cualquier
otro lugar de la América española. Indios de todas partes del Perú y españoles de toda la
península, así también como esclavos negros, confluía hacia el gran centro minero.
Vivían y se mezclaban así en Potosí toda clase de tipos humanos, desde nobles y
conquistadores hasta indios y negros, pasando por marineros y vagabundos procedentes
de los más alejados lugares de la tierra. Los potosinos se divertían onerosamente, todos
querían ganar y gastar dinero y hasta los nobles dejaron de lado tradicionales exigencias
de honra y clase para dedicarse a comerciar y enriquecerse.
La mano de obra para la producción minera estaba constituida por los indios de trabajo
forzoso, es decir, los mitayos, y por los indios de trabajo “voluntario”. El número de
esclavos que se poseía representaba el poder económico y social; constituían, por lo tanto,
un elemento principal de ostentación. La plata extraída del Cerro y beneficiada en la
Ribera se convertía en moneda, barras y objetos en la propia Villa, de donde salía para
España.
Inmediatamente después del descubrimiento del Cerro la forma más común de elaboración
de los minerales era por medio del fuego, en hornos atendidos por indios. Agotados estos
minerales debió recurrirse a nuevas formas de beneficios, y se adoptaron el mercurio y el
azogue. Sin embargo esta serie de operaciones requería grandes cantidades de agua.
Debieron fabricarse entonces, depósitos para almacenar agua de lluvia: las lagunas.
Era pues, La Villa Imperial de Potosí, uno de los principales mercados de consumo de
América y la venta de mercancías dejaba tales márgenes de ganancia que muchos
envanecidos españoles no desdeñaron el comercio a pesar que la actividad de
mercaderes y tratantes era considerada impropia de los arrogantes caballeros.
La feria de Potosí fue famosa desde muy temprano y a ella llegaban productos de todas
partes del mundo.
La época de auge potosina duró hasta comienzos del siglo XVII, luego del estancamiento
desde 1610 hasta 1650, termina por hundirse para no volver a recobrar su antiguo
esplendor. La base de la potencialidad del Potosí residió en la generosa abundancia de
una mano de obra sumamente barata, que hizo posible la existencia de la industria minera
(dependiente de una movilización masiva de mano de obra).
El trabajo forzado, que se constituyó en un factor importantísimo de las caídas de
población indígena, sea por el aniquilamiento mas o menos inmediato del organismo del
4. indio, o bien por agotamiento que disminuían sus posibilidades de supervivencia; provocó
frecuentemente vacíos en la población de los territorios de donde se extraían los
trabajadores.
La disminución enormemente brusca de la población indígena, que tiene lugar a lo largo
del siglo XVII, coincide con la caída de la producción de las minas de Potosí durante ese
mismo siglo.
Lo que no va a hacer Potosí porque no puede, porque no está en condiciones, es sustituir
el trabajo forzado por trabajo libre. Tampoco puede, para solucionar el problema, recurrir a
la aplicación de técnicas más avanzadas, como se hizo en Nueva España.
América colonial, a poco de comenzar el siglo XVIII, observa una recuperación en sus
actividades y ello coincide con un aumento demográfico indígena. Este doble fenómeno
se da casi uniformemente en América; no obstante, al parecer, Potosí no lo acusa