2. Alumnos de 2º C,
Colegio Macnab Bernal
“El premetro de Lucy Moran”
UNA JOVEN MUERE EN LA INAUGURACIÓN
“La extraña muerte de Lucy.M soltera,
sin hijos y con solo 24 años de edad
conmocionó ayer a todo Lugano después
de caer sin razón alguna a las vías del
premetro en su inauguración, se dice que
se desmayó pero todavía no se pudo
comprobar”.
Esta noticia fue publicada hace veintitrés años el 28 de agosto de 1987.
Muchas personas que viajan en este premetro dijeron haber visto una
mujer joven, siempre con una triste cara que al llegar a la última estación
“General Sabio” desaparecía. Algunos pasajeros que dicen haber hablado con
ella cuentan que solo dio a conocer su apellido: Morán.
Uno de los transeúntes, un tal Daniel.G dio su opinión al respecto: “Todo
esto es una farsa, la gente lo dice porque ya no sabe qué inventar, si ves los
datos que dan no coinciden con las fechas”.
3. Pero me quedo con un testimonio en especial que me aportó más
información y pude comprobar que lo que decía tenía sentido por lo menos
para mí. Jorge.P, el conductor de esta grandiosa máquina, aseguró: “Yo
conozco lo que pasa acá mejor que nadie, y sí, es verdad. Vi, pero un par de
veces nada más a la chica; parece ser joven, de no más de treinta años,
aunque su rostro demuestra una gran tristeza. Escuché los rumores de que
cuando llegamos a la última parada desaparece y pude ser. Tengo entendido
que hace mucho tiempo murió una joven en las vías, pero lamentablemente no
sé más”.
En realidad yo buscaba a una persona en particular y la encontré. Luis.O
me dijo algo realmente sorprendente: “Yo la vi y eso no es todo. Hablé con
ella como con una persona común; me contó que estaba muy triste y
realmente se le notaba en el rostro. Me explicó que estaba embarazada,
pero no se le notaba la panza. En uno de esos momentos me dio a entender
que se quería suicidar. Me quedé helado ante su declaración y, mientras la
miraba atónito, se tiró del premetro. La quise agarrar, pero era demasiado
tarde. Le dije al chofer que parara. Bajé sin saber lo que me esperaba, sin
embargo no había nada, ni rastro. Subí y desde ese día creen que estoy
medio loco, pero lo que vi era muy real como para soñarlo”
Después de haber escuchado las opiniones de casi todos los pasajeros,
me senté en un banco de una de las plazas que da justo frente de las vías del
premetro. Cansada, observaba caer la tarde, y una señora se sentó junto a
mí, quien, después de unos minuto, me dijo:
– ¿Sabés?, todas las tardes vengo a este mismo lugar. Todos se deben
preguntar qué hago todos los días acá. Tengo cuarenta y siete años y desde
que nací vivo en Lugano y me encanta vivir en esta zona, a pesar de todo es
bastante tranquila.
Cuando terminó de decir esas palabras me pareció que conocía muy bien
su barrio y se me ocurrió preguntarle sobre la chica del premetro. Mis
palabras fueron directas y breves. Le dije: - señora usted debe conocer muy
bien Lugano ya que está aquí hace tantos años. ¿Me puede aclarar la leyenda
de la joven del premetro?
Mientras le preguntaba, vi su rostro que cambió repentinamente a un
color pálido, apretó sus puños y, como pudo, me dijo con ojos llorosos:
-“Se llamaba Lucy Morán. Falleció al caer en las vías, estaba
embarazada, pero no era feliz ya que el padre de su hijo, al enterarse de la
noticia, la dejó. Yo iba a ser abuela”.
Soffía Rodriguez
4. La muerte bajo el asfalto
Como todos sabemos, las noches oscuras y frías no son aconsejables para
andar solo. Sin embargo, algunos pocos perecen no temerle a la inseguridad
de las calles.
Para Daniel Aguirre era el primer día en el barrio de Lomas; estaba de
visita en la casa de unos tíos que hacía tiempo no veía, y aprovechó la
estadía para comentarles su mayor logro: terminar la secundaria, y, por
supuesto, recibirse. Estaba listo para comenzar una nueva etapa en la
facultad; como siempre decidido, con la mirada al frente y todos sus sueños
por delante. Hasta que un día todo se apagó.
En la madrugada del sábado 3, se levantó de la cama y se fue a caminar,
como hacía todos los días en su barrio. Lo que él no sabía era que en este
lugar las cosas no eran tan tranquilas como parecían.
Caminó unas cuantas cuadras y empezó a temblar, el frío helado le
penetraba el saco de lana y los pantalones de jean gastados.
Hasta ese entonces no se oía un alma, aunque, de pronto, a lo lejos se
comenzaron a escuchar disparos y gritos desesperados.
El joven dio la vuelta rápidamente y caminó ligero para llegar cuanto
antes a la casa, pero lamentablemente las zapatillas de tela y la calle de
tierra no hacen buena combinación en una situación de apuros.
Los disparos se escuchaban cada vez más cerca y Daniel cada vez más
asustado, apresuraba su paso hasta correr.
En el momento justo en que iba a cruzar la calle, fue interceptado por
cuatro hombres armados, todos encapuchados, era imposible ver sus rostros.
5. Sí, así es, estaba en medio de un tiroteo y no tenía la menor idea de qué
hacer. Todo fue tan repentino que se chocaron las cinco personas, se
mezclaron, y Daniel fue confundido con uno de los encapuchados y recibió
dos balazos.
Los cuatro individuos se dieron cuanta del error que habían cometido y
echaron a correr, dejando al joven agonizando. Sentía cómo el calor de cada
bala recorría su cuerpo, paralizándolo poco a poco, suspirando un aliento
frío y viendo borrosamente las hojas de los árboles caer con el viento. Hasta
que sólo quedó la oscuridad.
El cuerpo estuvo allí por días, inclusive semanas, ya que esa calle era la
más desierta de todo el barrio y la gente rara vez pasaba por ahí.
Con el pasar de los días, se fue descomponiendo, y fue siendo tapado por
la tierra de la misma calle que el viento y las hojas removían.
Los tíos avisaron a los padres de su extraña desaparición, hicieron todo
lo que pudieron para encontrarlo pero fue en vano. Nadie supo nada de
Daniel.
Meses después la Municipalidad de Lomas de Zamora atendió en reclamo
de los vecinos y finalizó las obras de asfalto en el barrio.
Sin saber qué se escondía bajo la tierra, los obreros comenzaron a arreglar
la calle sobre el cuerpo del joven asesinado, que no sólo fue despojado de
su vida repentinamente, sino que ahora sus últimos suspiros de vida
quedaron sepultados bajo el concreto.
En los principales titulares de las noticias: “Hallan un cuerpo con la
cabeza enterrada bajo la tierra. La policía afirma que se trata de un
delincuente prófugo de la ley.”
Algunos vecinos dicen que en las noches de frío, su espíritu asciende del
asfalto asesinando delincuentes que les quitan la vida a jóvenes como se la
quitaron a él.
Ana
Laura
Vera
6. El boulevard de los enamorados.
El barrio de Villa Celina data de muchísimos años atrás; en sus
principios estaba lleno de quintas y con un hermoso Boulevard, rodeado de
pinos que están desde la época de Rosas.
Se dice que por ese Boulevard se entraba a la casona que Ramos
Mejía le prestaba a Rosas para que fuera a pasar los fines de semana con su
hija Manuelita.
Cuenta la leyenda que como la niña era muy romántica, cada vez que
pasaba con su carruaje por el Boulevard le pedía a Dios que le pusiera en su
camino un hombre de bien y que la amara con todo su corazón, para pasar
el resto de su vida junto a él.
En uno de sus tantos viajes a la quinta, se le rompió una rueda a la
carreta que la transportaba; pasaron algunas horas hasta que apareció un
joven apuesto en su caballo y le ofreció su ayuda.
Solo bastó una mirada entre ellos para darse cuenta de que era amor
a primera vista.
Él no sólo le arregló esa rueda, sino también la acompañó hasta la
casona y le contó a Manuelita que él vivía con su madre muy cerca de ese
lugar.
Sus encuentros fueron cada vez más frecuentes y sus paseos
favoritos eran ir a cabalgar por ese precioso Boulevard.
Fue justo en ese lugar donde un veintidós de noviembre se juraron
amor eterno.
7. Cuando ellos
estaban sellando su amor
con un beso, un grupo de
bandidos los rodeó y no
sólo les robó sus
pertenencias sino
también le pegaron un
tiro al novio de Manuelita
por querer defenderla.
Ella, por su
tristeza, comenzó a
volverse loca y cuentan
siempre se paseaba en
caballo vestida de novia
por ese lugar.
Es por eso que los enamorados cada vez que pasan por el Boulevard
de Villa Celina, escuchan el andar de los caballos y una dulce melodía como
bendiciendo el amor de la pareja.
Esta historia fue transmitida de boca en boca por los vecinos del lugar
y ellos han dejado testimonios de que cada vez que llega el veintidós de
noviembre por la noche, se aparece la figura de Manuelita vestida igual que
su última vez con su novio en su hermoso caballo.
Carolina Agostinelli
Entre almas desconsoladas y cartones
CADÁVER EN LAS VÍAS DEL TREN:
Fue encontrado a primeras horas de la mańana,
en las vías del tren ubicadas en la Av. Riestra,
un hombre no identificado en cuanto a su
identidad pero reconocido por los vecinos como
una muy buena persona y trabajadora. Se lo halló
muerto y con graves heridas en todo el cuerpo.
Los policías encargados de la investigación se basan en que el hombre estaba
buscando alimento para sus hijos, además de recolectar cartones y basura para
recaudar dinero. Se presume que pudo haber sido envestido por un automóvil en
el puente que cruza las vías del tren, por lo tanto, mareado por el golpe tal vez
cayó en las vías y así concluyó con su vida.
La noticia fue publicada hace unas semanas en la revista barrial semanal
de Villa Lugano y tuvo, durante días, conmocionados a todos los vecinos
aledaños al lugar del accidente.
El jueves pasado, fui a visitar a mi tía cuya casa se ubica a unos pocos
metros del puente siniestro. Me contó que hacía una semana exactamente que
8. no lograba conciliar el sueño con facilidad ya que el miedo que tenía penetraba
en sí misma dejándola intranquila. Sentía que el fantasma del cartonero la
perseguía por las noches, que rondaba cerca cuando bajaba el sol, que lo único
que él deseaba era saciar su sed de venganza, todo porque ha de dejar a toda
una familia sin un motivo de esperanza para seguir adelante. Esto hizo que yo
investigara más sobre el tema, no podía quedarme con la intriga, necesitaba
saber sobre esa muerte tan misteriosa, confusa y desconcertante.
Lo primero que hice fue hablar con Betty, la dueña de la casa ubicada
frente a las vías. No podía creer lo que le pasaba a mi tía ya que a ella le sucedía
lo mismo. Sus palabras fueron muy claras: “Es malo, niña, no querrás saber más
de esto, te lo recomiendo”. Instantáneamente, mi piel se erizó por el miedo que
tenía.
A partir de ese momento, busqué historias parecidas a ésta en Internet,
como la de la novia que se tiró a las vías del Subte A, por un amor a la que fue
obligada. Esta historia tampoco tiene una explicación lógica, sino, que queda en
nosotros creerla o no.
Mi conclusión fue que este fantasma logró su cometido conmigo,
consiguió que creyera en él y que no buscara más explicaciones a esto. Ahora no
logro pasar por el puente con el colectivo sin mirar las vías y divisar
desdibujada su silueta y su carro tenebroso en busca del culpable de su muerte.
M. Rocío Graiño
E
n las noches de
lluvia
Si llueve y es de noche,
te recomiendo
no leer esta leyenda.
9. En mi casa, cada vez que llovía se cortaba la luz.
Mi papá revisó miles de veces todas y cada una de las conexiones
eléctricas de la casa, pero no había resultado. Cada vez que llovía, corríamos a
buscar las velas en el cajón, sabiendo que de un momento a otro nos
quedaríamos a oscuras. Nadie podía encontrar el porqué de este suceso que
cada vez nos desconcertaba más, excepto a mi abuela a la cual no le
preocupaba en absoluto esta extraña situación: cada vez que se cortaba la luz,
murmuraba unas palabras en voz baja y se recostaba cómodamente en su
sillón, mientras nos miraba correr a todos con una extraña sonrisa en su
arrugada cara.
Un día particularmente lluvioso me acerqué despacito a ella y le pregunté
si sabía por qué pasaba esto (ya que me llamaba la atención que no le
preocupara en absoluto, era la única de la familia que reaccionaba así). En
respuesta a mi pregunta me contó esta historia (que cada vez que la recuerdo
se me pone la piel de gallina):
Cuando ella era chica, durante las noches de lluvia, un grupo de
maleantes azotaba las casas de su barrio; entraban a las casas, saqueaban los
objetos de valor y maltrataban a las mujeres de la familia. Solo actuaban
cuando llovía, nunca bajo otro clima. Durante mucho tiempo, tuvieron
aterrorizados a los vecinos de la zona, ya que nadie sabía quiénes eran, cómo
hacían para actuar sin dejar rastros ni cómo frenarlos. Como única medida de
seguridad, las familias solo podían esconderse en su propia casa (con todas las
luces apagadas, bien provistos de armas) y rezar y esperar, rogando que esa
noche no les tocara a ellos.
En la casa de mi abuela hacían lo mismo: cuando llovía, cada uno corría
a buscar un arma (un palo o cualquier
objeto pesado para golpear), apagaban todas
las luces y se acomodaban cerca de las
puertas o ventanas, para así poder agarrar a
los ladrones.
Los atraparon luego de seis
meses de terror. Era un grupo de jóvenes
de otra zona de los suburbios, que fueron
10. enjuiciados y encerrados casi de por vida. Pero quedó como costumbre en la
familia de mi abuela (tal vez, lo que antes hacían por miedo luego lo hicieron
por diversión, o por recordar cómo se sentía tener tanto miedo): cada vez que
llovía, apagaban las luces por un rato y jugaban a que alguien iba a entrar.
Después de un tiempo, abandonaron esa costumbre. Mi abuela se olvidó
de lo que sucedió (como con tantos otros hechos de su vida). No volvió a
acordarse de esos episodios de su infancia hasta luego de un par de veces en
las que se cortó la luz en mi casa; ahí es cuando volvió a su mente lo
relacionado con los maleantes y la lluvia, y todo le cerró: eran sus antepasados,
que al cortar la luz buscaban que no nos olvidemos del miedo que ellos habían
tenido hacía ya muchos años, cuando había que tener un gran cuidado si llovía
de noche.
Terminé por aceptar esta explicación…era lo único que cuadraba en los
hechos que sucedían. A pesar de no habérselo contado a mis padres,
lamentablemente me comentaron que ya era grande para creer en leyendas
urbanas .
José María Bianco