3. Toda acción es, por principio, conducta motivada. Expresa un conjunto de fuerzas subjetivas y
objetivas que definen el para y el porqué de la acción. En última instancia, su sentido. Aquello
por lo que se hace la acción. Incluso determinan no solo el para y el porqué, sino que operan
como auténticas fuerzas cargadas de valores. En la práctica, el trabajador social está de
continuo confrontado éticamente.
4. El trabajador social, que defiende los valores colectivos de la ciudadanía, del territorio, de la
comunidad, de la persona, por encima de valores meramente instrumentales. La ética, como la
experimenta el trabajador social, se sitúa en esa relación de fuerzas. Nada indica que sea una
camisa de fuerza o un sistema de opresión. Ni tampoco un tribunal que declare a favor o en
contra de la acción.
5. Si el Trabajo Social debiera elegir entre las dos, optaría por una ética de la convicción - y de
hecho los códigos éticos muestran ese deber ser- pero hay que examinar el contexto de la
sociedad, para darse cuenta de los problemas que le asaltan al trabajador social, sobre todo
donde la vida se ha instrumentalizado y se ha perdido el concepto de integralidad en el ser
humano.