Erasmo y Lutero impulsaron la educación en el siglo XVI colocándola en el primer plano de las preocupaciones. Erasmo publicó varios tratados sobre educación como De ratione studii en 1511, donde propuso un método para enseñar latín y griego de forma rápida y entretenida a través de la literatura. Defendió que la educación debía cultivar la razón y alejarse de las pasiones, considerando al latín clásico como la mejor herramienta para lograrlo. Sus ideas tuvieron una gran influencia en el desar
2. Pero en el siglo XVI la teoría y práctica
educativas tomarán un impulso sin
precedentes gracias a la acción de
Desiderio Erasmo y Martín Lutero.
3. Contribuyeron más que nadie a situar la
educación, tanto a nivel ideológico como
práctico, en el primer plano de las
preocupaciones de los gobernantes y
ciudadanos con influencia. Los dos
actuaron fundamentalmente por
motivaciones religiosas y vieron en la
educación, en particular el programa
humanístico, un instrumento útil para
promover, reforzar y mantener la fe.
(Bowen, (1992): 449).
4. Su primer tratado importante sobre la
educación fue, De ratione studii, (Del
correcto método de enseñar) impreso en
París en 1511.
Es una exposición sistemática de las
propias doctrinas educacionales del autor,
obra única en su género en aquel tiempo.
Nadie desde Quintiliano, había logrado
elaborar al respecto una teoría tan
completa y perfectamente estructurada.
5. El fin expreso del tratado, es “llevar a los
jóvenes de inteligencia meramente
mediana a un grado honroso de
conocimiento, y también de
conversación, en latín y griego, a una
edad en que, estudiando con el común
de los maestros de hoy día, los mismos
jóvenes apenas estarían todavía
balbuceando la cartilla”. (Bowen, (1992):
460).
6. El propio Erasmo pensaba que la lengua
vulgar debía evitarse, ya que en su
opinión los dos idiomas clásicos eran el
único medio adecuado de transmisión
cultural. Ya en el primer párrafo de De
ratione studii Erasmo deja sentada su
tesis pedagógica fundamental, el
concepto básico de todo su
pensamiento tanto religioso como
educativo:
7. “Todo conocimiento entra dentro de una
de las dos divisiones siguientes: el
conocimiento de ‘verdades’ y el
conocimiento de ‘palabras’; y si aquél
es primero en importancia, éste se
adquiere antes en el orden temporal”.
(Bowen, (1992): 461).
8. El quehacer educativo, reconocía –y
ello puede aplicarse a todos los
tiempos- , es trascender el ámbito de las
palabras, en cuanto tales, para llegar
hasta la verdad que contienen.
9. Crear en la casa y en el aula
condiciones propicias para el estudio.
Deberá empezarse por la gramática
latina y griega, pero la base de una
auténtica habilidad lingüística viene de
leer mucho buena prosa, y no de
memorizar reglas como las que
proporcionaba la gramática de Donato.
10. Ciertamente esta preocupación por
hacer rápidos progresos y pasar de la
aridez de la gramática propiamente
dicha a una inmersión, por decirlo así,
en la literatura latina y griega es una de
las actitudes pedagógicas más
características de Erasmo. (Bowen,
(1992): 461).
11. Al leer un clásico con fines críticos,
Erasmo recomienda que el maestro
comience por esbozar una biografía del
autor y lo sitúe en el espacio y en el
tiempo, pasando luego a comentar
directamente la obra en cuestión y
estrechando poco a poco el objetivo
hasta llegar al estudio de la dicción
misma,
12. “tomando nota de toda locución
particularmente elegante, o de
peculiaridades tales como arcaísmos,
nuevas acepciones, grecismos, etc.;
explicando lo que haya de intrincado u
oscuro en las frases o sentencias;
señalando, donde hubiere lugar, las
derivaciones, ortografía, metáforas y
demás procedimientos retóricos”.
13. Un mismo tema puede desarrollarse en
latín y en griego, y luego se compararán
ambas versiones con el fin de apreciar
el “genio particular de cada lengua”;
Erasmo modifica ligeramente este
método de Bruni, que databa ya de un
siglo, proponiendo también que, a
modo de ejercicio previo, se redacten
primero los temas en lengua vulgar.
14. “dadas esas cualidades (es decir, la
experiencia pedagógica y la propia
erudición del maestro), no dudo que la
clase asimilará rápidamente el tipo de
conocimientos que he indicado”.
(Bowen, (1992): 462).
15. De copia verborum fue proyectado en
1499; al año siguiente comenzó Erasmo
a escribirlo, trabajando en él
intermitentemente durante toda una
década. Después de algunas vicisitudes
pudo al fin publicar la versión definitiva
en 1515; la dedicó y ofreció a Colet
como recompensa de su patrocinio y
como “pequeño regalo literario que
contribuya a equipar tu escuela”.
16. En el Institutio principis
christiani (Educación del príncipe
cristiano) (1516) dedicada a Carlos V
Aparece esta frase: “(que) cada vez
que el príncipe tome un libro, lo haga no
con la idea de derivar placer de su
lectura, sino de mejorarse con ella”.
(Bowen, (1992): 466).
17. En 1529 publica De pueris instituendis
(De la educación de los niños).
Denuncia la precariedad de la
enseñanza, especialmente la llevada
adelante por monjes, Erasmo aconseja a
los padres llevar a sus hijos a escuelas
“públicas”, es decir una de las que
funcionaban fuera de los monasterios,
generalmente en una parroquia, o, de
otro modo, a tenerlos en casa.
18. Las escuelas tienen necesidad urgente
de buenos maestros. Es deber público,
tanto de la Iglesia como del Estado
proporcionar estas personas, pues los
escolares no sólo son hijos de
ciudadanos, sino que son ellos mismos
futuros ciudadanos. (Bowen, (1992): 472).
19. La adecuada educación de los niños
exige maestros con discernimiento,
pues, como observa Erasmo con gran
agudeza –y en marcado contraste con
las torpes concepciones de su tiempo-,
20. tales niños son individuos con
personalidad propia, que difieren
notablemente entre sí por sus aptitudes
e intereses y evolucionan tanto mental
como físicamente de acuerdo con
ciertas pautas sutiles de desarrollo que
aún no se conocen sino de modo
imperfecto. (Bowen, (1992): 472).
21. Objeción: “Quién aceptaría pasar su vida
en (esa) escuela entre muchachos, si
pudiera vivir de cualquier otro modo en
otra parte?”.
Réplica: “Siempre pensé que es una
profesión sumamente honorable educar a
los jóvenes en la virtud y el saber; y que
Cristo no despreció esa edad, sobre la que
más derramó su afecto y de la que podía
esperarse la más rica cosecha, … no había
tarea en que mejor pudiera servirse a Dios
que la de llevar niños a Cristo”.
22. Objeción: si uno quisiera realmente servir a
Dios haría mejor ingresar en un convento o
monasterio.
Réplica de Erasmo afirmando el carácter
comunicativo de la piedad cristiana:
“San Pablo pone toda la esencia de la
religión en obras de caridad, y la caridad
consiste en hacer a nuestro prójimo todo el
bien que podamos”. (Bowen, (1992): 473).
23. La cualidad distintiva del hombre es su
razón y en su cultivo reside el progreso
terrenal del hombre. (presupuesto
teológico).
El hombre posee una capacidad innata
de educación.
Debe mantener a raya las pasiones
naturales, de otro modo la humanidad
no puede realizarse a sí misma.
24. La existencia de la razón lleva
implícitamente consigo sus propias
directrices educacionales: la razón impele
al hombre a cultivarse intelectualmente.
La necesidad que el hombre tiene de
hacer valer su razón latente y de cultivarla
sirviéndose de su capacidad de progreso
es, de hecho, un deber hacia Dios y hacia
el Estado.
El cultivo de la razón requiere tiempo y una
adecuada sucesión de actividades.
25. El método educativo más ventajoso se sitúa
en un término medio entre las dos posturas
extremas: ha de empezarse pronto, pero
respetando la inmadurez del niño, es decir,
acomodándose a su naturaleza infantil.
La base de toda instrucción es verbal, el
lenguaje es el centro del quehacer escolar
y el instrumento realmente válido para que
el hombre pueda desarrollar al máximo sus
cualidades latentes.
26. Por eso debe crearse en el aula un
ambiente estimulante en tal sentido.
Fábulas de Esopo, relatos cómicos, etc.
Tales relatos enseñan de modo agradable
y festivo muchas verdades profundas de la
vida.
La educación es un proceso positivo:
cultiva la razón, afirma las cualidades
humanas, lleva a Dios; por tanto sus
métodos, si tienden a estos fines, han de ser
consecuentes con ellos.
27. Durante el año, exceptuando las fiestas
religiosas, los alumnos deberán asistir a
clase “tanto en invierno como en
verano” desde las siete hasta las once
de la mañana y de una a cinco de la
tarde, con tres sesiones diarias de
oración.
28. Se prohibía a los estudiantes traer a la
escuela o consumir en ella cualquier clase
de comida o bebida alcohólica, como era
práctica común en las instituciones
docentes. Pero tampoco se les permitía
darse a cierto tipo de diversiones en boga,
como peleas de gallos, cabalgar o disputar
entre sí, sino que más bien habían de
comportarse en todo momento
‘sobriamente y no vocear’.
29. No nos extrañemos de ver a una misma
sociedad atravesada, en el mismo
instante, por dos corrientes divergentes e
incluso contradictorias. ¿No ocurre
siempre que el individuo está dividido
contra sí mismo, que una parte de él se
dirige en un sentido mientras que el resto
va en otra dirección? (Durkheim, 1992:
246).
30. Trata de formar en el niño la facultad de
discurrir, entiéndase discurrir bien
oralmente, bien por escrito.
Una novedad tanto en Erasmo como en
Vives es la concepción en que ambos
tenían de la naturaleza del latín como
lengua,
31. El latín no era simplemente una lengua
internacional cómoda. Veían en ella un
instrumento incomparable de
educación. (Durkheim, 1992: 250).
32. El latín de la época clásica:
Era el único que podía rendir los servicios
que se esperaban de él. De este modo,
lejos de permitirle mezclarse en la vida y
evolucionar con ella, había que, por el
contrario, retirarle de ésta, sustraerle a los
cambios, liberarle de todas las
alteraciones y corrupciones que se
habían introducido en él, y mantenerle
en el estado de pureza y perfección que
tenía en la época de Augusto;
33. en adelante había que enseñarlo bajo
esa forma inmutable. En realidad, se
trataba, pues, de un latín muy distinto
del de la Edad Media; es el latín como
lengua muerta lo que entra por primera
vez en la enseñanza. Y sin embargo, con
esta lengua muerta se iba a hacer el
modelo según el cual debía formarse el
pensamiento de los vivos. (Durkheim,
1992: 250).
34. Estamos muy lejos de la escolástica y de
Rabelais. En efecto, para la Edad Media,
igual que para Rabelais, la ciencia era
el instrumento por excelencia de la
cultura. Ciertamente, una y otro tenían
de la ciencia una idea muy distinta. Para
la Edad Media, era un torneo, un
esfuerzo del pensamiento; para
Rabelais, era un vasto y abundante
banquete donde se podían satisfacer los
más sólidos apetitos.
35. Pero, tanto para uno como para el otro,
lo que había que ejercitar y desarrollar
era, ante todo, el entendimiento, era la
facultad, bien de comprender, bien de
conocer, de razonar o de saber. Para
Erasmo, es el arte de la expresión, la
facultad literaria. (Durkheim, 1992: 252-
253).
36. Ahora bien, en ese momento en que, a
consecuencia de los cambios
sobrevenidos en la distribución de la
fortuna pública, la distancia entre las
distintas clases acomodadas se sentían
más próximas a la nobleza, era natural
que experimentasen el deseo de
reproducir su estilo,
37. de imitar por su cuenta ese modo de
vida refinada que habían admirado,
deseado, desde lejos, durante siglos, sin
pensar siquiera que podría ser suyo
algún día.
No cabe duda de que, de hecho, este
ideal de la caballería obsesionó la
mente de los pedagogos de la época,
de algunos de ellos al menos.
(Durkheim, 1992: 255-256).
38. De este modo, la pedagogía humanista
no es producto de un accidente; se
debe, por el contrario, a un hecho cuya
influencia en la historia moral de nuestro
país es muy difícil de exagerar; me
refiero a la formación de una sociedad
culta. (Durkheim, 1992: 261).
39. En eso mismo reside la característica
esencial, a la vez que el vicio
fundamental, de esta pedagogía. Se
trata de que ésta es esencialmente
aristocrática. (Durkheim, 1992: 261).
40. Ni Erasmo ni Vives perciben que más
allá de ese pequeño mundo, brillante
pero limitado, existen grandes masas de
las que la educación tendría que
preocuparse, cuyo medio intelectual y
moral debería levantar y cuya
condición material debería mejorar.
(Durkheim, 1992: 261).
41. Esta educación, recomendada por
Erasmo, no prepara en modo alguno
para la vida.
Si esta educación es una educación de
lujo, se debe a que sólo cultiva
cualidades literarias, es decir, estéticas.
Ahora bien, una cultura exclusivamente
o esencialmente estética contiene en sí
misma un germen de inmoralidad o, al
menos, de menor moralidad. (…)
42. En una palabra, sólo podemos
experimentar plenamente la impresión
estética, cuando perdemos de vista la
realidad. (Durkheim, 1992: 263).
43. La moral por el contrario, pertenece al
ámbito de la acción, que sólo puede, o
afectar a objetos reales, o perderse en
el vacío. Obrar moralmente, es hacer el
bien a seres de carne y hueso, es
cambiar algo en la realidad.
44. Pero, para experimentar el deseo de
cambiarla, de transformarla, de
mejorarla, no hay que abstraerse de
ella, por el contrario, por el contrario,
hay que mantenerse en ella, hay que
amarla, a pesar de sus fealdades, de sus
pequeñeces, de sus mezquindades.
45. No hay que volverse para poner la
mirada en un mundo imaginario, sino
que, por el contrario, hay que tener los
ojos fijos en ella. Por eso, una cultura
estética intemperante, al desviarnos del
mundo real, reduciría el dinamismo de
la actividad moral. (Durkheim, 1992:
263).
46. Es una verdadera monstruosidad
histórica y pedagógica pretender formar
a un hombre del siglo XVI por medio de
una civilización que había alcanzado su
apogeo quince siglos antes. (Durkheim,
1992: 264).
47. ¿Cuál era el gran resorte de la actividad
para los humanistas? ¿Qué les
impulsaba a leer, a instruirse, a producir?
¿Eran el amor a la patria, o a la
humanidad, o el sentimiento del deber
que tiene el hombre de cultivar su
espíritu? ¿Era algún entusiasmo
generoso? De ningún modo.
48. Se trata de un móvil pagano, de un
móvil que había sido omnipotente en los
corazones de la Antigüedad, pero que
no tiene nada de moral, y cuyo papel,
antaño preponderante, se había
esforzado en reducir el cristianismo, por
esta razón; es el gusto por la fama, el
amor a la gloria. Su objetivo supremo es
tener un nombre que corra en boca de
los hombres. (Durkheim, 1992: 266-267).