LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO: CLAVES PARA LA REFLEXIÓN.pptx
14 marzo 2021 spa
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Roma, 14 de marzo de 2021
«Tres días después, hubo una boda en
Caná de Galilea y la madre de Jesús
estaba allí. Jesús también fue invitado a la
boda con sus discípulos. Se les acabó el vino,
y entonces la madre de Jesús le dijo: “No tienen
vino”. Y Jesús respondió: “¿Qué tenemos que
ver nosotros? Todavía no ha llegado mi hora.”»
(Jn 2, 1-4)
Queridas hermanas,
Un saludo afectuoso junto con un GRAN
DESEO de serenidad y salud: ¡para cada una de
vosotras, para vuestras comunidades educativas,
para vuestras familias!
En los mensajes precedentes nos dejamos
interpelar por los primeros versículos de las
Bodas de Caná, contemplando el corazón de
María, Madre siempre presente, y su mirada
atenta, discreta y delicada. Reflejándonos en su corazón y poniendo nuestra mirada en la suya,
seguramente hemos fortalecido y hecho crecer en nosotras el deseo de ser comunidades generativas
de la vida en el corazón de la contemporaneidad.
En este mes de marzo quisiera invitaros a leer, meditar y contemplar el fragmento de Juan
2,5-8: “La madre dice a los siervos: 'Haced lo que él os diga'. Había seis tinajas de piedra allí
para la purificación de los judíos, de unos ochenta o cien litros cada una. Y Jesús les dijo: ‘Llenad
las tinajas de agua’; y las llenaron hasta el borde. Una vez llenas, Jesús les dijo: ‘sacad ahora un
poco y llevádselo al maestresala’. Ellos cumplieron sus órdenes”.
Considero estos versículos el corazón de la historia de las Bodas de Caná. Hay muchos
aspectos sobre los que podemos reflexionar: la presencia activa de María; la figura de los siervos
que escuchan y acogen la indicación de la Madre de Jesús; las tinajas que están allí, pero están
vacías; Jesús, el hijo que escucha a su madre y les dice a los siervos cómo proceder; las jarras que
se dejaron llenar...; el milagro del agua que se convierte en vino; los siervos que rápidamente
llevan el misterioso regalo al maestresala...
Me gustaría añadir y proponeros otro aspecto. María está presente en las Bodas no sólo con
el corazón y la mirada, sino que también está presente con la palabra. Una palabra que despierta
confianza, que invita a abrir la mente a lo imposible, que calienta y reaviva la esperanza, que
devuelve la alegría de la fiesta incluso cuando la fiesta de la vida está amenazada y parece que ya
no tiene sentido.
“Haced lo que él os diga”. Son las palabras de María dirigidas a los siervos inmediatamente
después del diálogo con Jesús, en el que ella le advirtió: “No tienen vino”. María, en los cuatro
Evangelios, es una mujer de pocas palabras, sin embargo, las suyas son palabras eficaces, generan
el milagro, llegan al corazón, descienden como la lluvia y la nieve... no retornan sin efecto, sin
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haber hecho lo que el Padre desea y sin haber cumplido lo que está en el plan de Dios (cf. Isaías 55,
10-11).
“Haced lo que él os diga”. La palabra de María es la palabra de una madre que involucra
discretamente a su hijo Jesús y anticipa discretamente el milagro para sus otros “hijos”, los esposos.
La palabra de María es palabra que anima a la obediencia porque ella fue la primera en obedecer:
“Aquí está la esclava del Señor, que me suceda según dices”. (Lc 1, 38)
Queridas hermanas, ¡las pocas palabras de María que han transmitido las Escrituras nos
ayudan a comprender la intensidad con la que las vivió! Sus palabras en el momento de la
Anunciación se pueden resumir, en una palabra: “Fiat”. Su cántico de alabanza, cuando visita a su
prima Isabel, se resume en una palabra potente: “Magnificat”. Pensemos en sus palabras cuando,
con José, encuentra a Jesús entre los doctores: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo, te
buscábamos angustiados”. Una palabra que conduce al silencio y se deja habitar por la Palabra: “Su
madre guardaba todas estas cosas en su corazón”.
Imaginemos también las palabras que María no dijo... las palabras que no conocemos. En
el momento del nacimiento de Jesús en Belén; en la presentación del niño en el Templo, en el
encuentro con Simeón y Anna; durante la fuga a Egipto; cuando Jesús, en medio de la multitud,
predica, sana, hace milagros... “Aquí está tu madre, tus hermanos y hermanas están fuera y te
buscan”; cuando, al pie de la cruz, recibe de Jesús el mandato de la maternidad universal: “¡Mujer,
he ahí a tu hijo!”.
Con este mensaje deseo que nos dejemos convocar y provocar por las palabras de María:
“Haced lo que él os diga”. Que sus palabras sean guía segura a nuestras pobres palabras. Somos
muy conscientes de que, para un/a misionero/a, la palabra es un instrumento especial de
evangelización, pero el instrumento por excelencia es la Palabra, con la P mayúscula. El Papa
Francisco en una entrevista a Gianni Valente dijo: “La misión es dejarse guiar por el Espíritu
Santo: que sea Él quien os empuje a anunciar a Cristo. Con el testimonio, con el martirio de cada
día. Y si es necesario, también con las palabras”.
En un mundo “lleno” de palabras, repleto de ruidos, la invitación de María sea para cada una
de nosotras la oportunidad para permanecer en su escuela, para aprender a escuchar al Hijo y a dar
voz, espacio y vida a la Palabra: “Y la Palabra se hizo carne...”.
En este particular “Año de San José”, deseo que viváis y celebréis con esperanza tanto la
solemnidad del Patrono de la Iglesia universal y de nuestro Instituto, como la de la Anunciación del
Señor. Os pido una oración especial por las 9 neo-misioneras que, del 15 al 25 de marzo, harán el
discernimiento en vistas de su destino. Os encomiendo esta intención con mucha alegría y gratitud.
Unidas en la oración, un fuerte abrazo.
Sor Alaide Deretti
Consejera para las Misiones