El documento habla sobre la importancia de la mirada de María en las Bodas de Caná y cómo ella fue capaz de ver la necesidad de más vino y convocar a Jesús a participar. Alienta a desarrollar una "mirada integral y positiva" como María para ver las necesidades reales de los jóvenes y comunidades. Finalmente, pide que nuestra mirada, como la de María, esté al servicio de los demás.
Santa Luisa de Marillac nos muestra: Los escollos a evitar
La mirada de María en las Bodas de Caná
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Roma, 14 de febrero de 2021
Queridas hermanas: Un saludo de esperanza y
alegría, acompañado de una profunda comunión en la
oración por vuestras intenciones y misión.
Hoy tengo la alegría de compartir con vosotras
una buena noticia: nuestras Neo-misioneras presentes
en Roma, en la Casa Generalicia, han tenido la gracia
de recibir la Cruz del envío misionero. Esta vez la
Celebración no ha sido en Turín, debido al Covid-19, sino
en la capilla de la Sede Central SDB, cerca de la Basílica
del Sacro Cuore. El Rector Mayor presidió la Eucaristía y
estuvieron presentes la Madre, algunas hermanas y SDB:
un grupo reducido; pero fue extraordinario en la sencillez,
vivido intensamente como profunda experiencia de vida.
Damos gracias al Señor por estas hermanas que, ante una
llamada tan especial, tuvieron el valor de dar una respuesta libre y generosa.
En el mensaje del mes pasado contemplamos el corazón de María, la Madre siempre
presente que, en las Bodas de Caná, anticipa la hora de Jesús y le ayuda a realizar el milagro de la
vida y de la vida en abundancia. Ella, la mujer en salida nos hace sentir con fuerza una vez más:
“Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5), porque sólo haciendo lo que Jesús nos dice, podemos ser
comunidades generativas de vida en el corazón de la contemporaneidad.
El segundo capítulo del Evangelio de Juan comienza con la historia que conocemos: «Tres
días después, hubo una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue
invitado a la boda con sus discípulos». Este fue el texto que iluminó nuestra reflexión en enero.
Luego, Juan continúa: «Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le
respondió: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”» (Jn 2, 3-4).
Este rápido diálogo entre María y Jesús puede despertar una cierta perplejidad en nosotras,
especialmente cuando nuestra atención se centra en la respuesta: “Mujer, ¿qué tenemos que ver
nosotros?”. Me gustaría invitaros a releer estos dos versículos desde otra perspectiva: ¡la de la
mirada de María!
Después de contemplar el corazón de María, la Madre que participa en la vida de su hijo,
Jesús -como en la vida de todos nosotros, sus hijos- y que, precisamente porque es ‘Madre’,
generadora de vida, está presente en la fiesta de la vida, me parece importante volver a proponer
lo que todos sabemos ya: la presencia de María en las Bodas de Caná no era una presencia pasiva,
indiferente, una presencia solamente de “invitada”, sino una presencia activa, con una visión de
conjunto, que se percata y se da cuenta de lo que estaba sucediendo.
“No tienen vino”. María es capaz de dirigir estas palabras a Jesús porque ha tenido la mirada
de una madre, la mirada que siempre acompaña la vida de un hijo. María, con su mirada delicada,
discreta y activa, intuye las dificultades e invita, mejor, ‘convoca’ a la participación: “No tienen
vino”.
En la Carta de Convocatoria al Capítulo General XXIV, leemos: “María nos enseña a
tener una mirada educativa, abierta a la realidad, para intuir las necesidades de los jóvenes de
hoy y considerarlos interlocutores, junto con los laicos, en la misión, valorando sus potencialidades.
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Ella nos educa a la escucha obedientemente de Jesús que, con Su Espíritu, regenera nuestras
comunidades obrando el milagro del vino nuevo para la alegría de todos” (Circular 985).
El tema de la mirada es fascinante. Pensemos en las miradas de Jesús contadas por los
cuatro evangelistas. ¿Cómo miraba Jesús? ¿A quién miraba? ¿En qué dirección? Y quién sabe con
qué profundidad, intensidad... a veces con tristeza, ¡o con compasión...! Jesús seguramente habrá
aprendido de María no sólo a ‘mirar’, sino a actuar después de cada mirada. ¡Una mirada, muchas
veces, vale más que mil palabras! Todas, seguramente, lo hemos experimentado.
La mirada de María en las Bodas de Caná capta el bochorno de los recién casados debido a
la falta de vino. Esa misma mirada se la dirige al Hijo, y comparte con él la dificultad del momento:
“No tienen vino”.
También podemos pensar en la mirada de Don Bosco, Madre Mazzarello, nuestros padres,
los que han colaborado en nuestro crecimiento, ¡todas las personas queridas e importantes que nos
han enseñado a mirar la vida, las personas, los acontecimientos con ojos de fe, confianza,
esperanza!
Pensemos en las miradas de nuestra vida cotidiana, en nuestra misión educativo-
evangelizadora. La Circular 985 dice que “las comunidades de hoy reconocen que muchas veces
falta el vino de la conversión pastoral; sigue siendo débil la mirada que sabe aprovechar las
oportunidades para discernir el ‘sabor’ del vino nuevo en los sueños de sus miembros y en los
acontecimientos”.
Queridas hermanas:
Qué agradable sería hacer un ejercicio constante y vigilante para evaluar la calidad de
nuestra mirada para que podamos cultivar una “mirada integral y positiva”, una “mirada profética”,
una “mirada ampliada”, muy misionera, que sea capaz de abrazar el dolor escondido y el
sufrimiento silencioso de nuestros jóvenes, de nuestras realidades, dentro de nuestras comunidades
religiosas y educativas, una mirada de cercanía y proximidad, a pesar de la pandemia que nos
impulsa a mantener el distanciamiento social e interpersonal.
Quisiera concluir esta reflexión recordando las palabras del Papa Francisco hace un año:
“Los que mantienen la mirada en Jesús aprenden a vivir para servir. No esperan a que
comiencen los demás [...]. Hoy se necesitan miradas que busquen al prójimo, que acerquen al que
está lejos. Los religiosos y las religiosas, hombres y mujeres que viven para imitar a Jesús están
llamados a introducir en el mundo su misma mirada, la mirada de la compasión, la mirada que va
en busca de los alejados; que no condena, sino que anima, libera, consuela. [...] La mirada de las
personas consagradas sólo puede ser una mirada de esperanza. [...] Este es el secreto: no apartarse
del Señor, fuente de la esperanza. Nos volvemos ciegos si no miramos al Señor todos los días. [...]
Pidamos una mirada nueva, que sabe ver la gracia, que sabe buscar al prójimo, que sabe esperar”.
(1 de febrero de 2020).
La mirada de María, en las bodas de Caná, era una mirada hecha servicio. Esperamos que
nuestra mirada se deje arrastrar por la mirada materna de María, que intuye las dificultades y
convoca a la participación: “No tienen vino”.
A cada una de vosotras, queridas hermanas, mi abrazo fraterno y la certeza de la intensa
comunión en la oración, con la mirada dirigida a Jesús.
Sor Alaíde Deretti
Consejera para las Misiones