Messaggio della Consigliera per le Missioni_14 gennaio 2020 esp
1. Roma, 14 de enero de 2020
Queridas hermanas,
¡Nuevamente un renovado augurio de paz y de
bendición para este año 2020! ¡Y tantos augurios a nuestra
Madre YVONNE REUNGOAT en este día de fiesta, fiesta
de su preciosa vida!
En este primer 14 del “Nuevo
Año” reemprendo nuestro itinerario
misionero, esta vez aprovechando la
oportunidad para encontrarnos con
Santa María Doménica Mazzarello,
nuestra Co-fundadora. Como ya había
anunciado anteriormente, dedicaremos
este año 2020 a las Cartas de Madre
Mazzarello a las Misioneras.
Regresaremos al tiempo, a los
años1878-1881, para redescubrir un
gran TESORO, que nos ayudará a
llenar las vasijas de esperanza,
positividad hacia la vida, de
‘consagración’ con estilo salesiano,
vivido con alegría y pasión misionera;
y también ¡para agradecer a Dios por
la santidad de Madre Mazzarello y aquella vivida por tantas FMA hoy en los diferentes continentes!
De las 68 cartas escritas por Madre Mazzarello y conservadas como patrimonio del Instituto,
25 son dedicadas a las Misioneras ad gentes. También ella, Maín, ha deseado ir a América, ¡la tierra
soñada por Don Bosco! También ella ha cultivado en sí y en las primeras hermanas el espíritu
misionero. Interpretando los sentimientos y las palabras de Madre Mazzarello podemos decir que
Mornés era el “nido” y el “semillero” del ansia misionera.
Para introducir este itinerario, partimos de las cartas de Madre Mazzarello a don Juan Cagliero.
Las cartas de la Madre escritas a este misionero de la primera hora, son el testimonio vivo de un
corazón de FMA apasionadamente misionero. Madre Mazzarello, no obstante de haber permanecido
siempre en el Piamonte, con el alma y el pensamiento ha acompañado personalmente los primeros
pasos y acontecimientos misioneros, sea de los Salesianos que llamaba tiernamente “nuestros
pequeños hermanos misioneros” (Ct. 4), como de las FMA de las tres Expediciones Misioneras (1877
– 1879 – 1881).
Madre Mazzarello muchas veces le expresa a Don Cagliero su deseo de ir a las misiones y
también aquel de las hermanas y de las chicas. E insiste: “[...] Preparen una casa muy grande para
nosotras, ya que las educandas también quieren hacerse misioneras” (Ct. 4). “Prepare pronto un
puestecito para nosotras y después venga a buscarnos, porque nosotras no sabremos ir” (Ct. 5). “Si
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2. Dios quisiera que alguna de nosotras fuera […] en esa lejana región que se llama América, iríamos
todas con mucho gusto” (Ct. 4).
Con tanta sencillez, la Madre se hace disponible en primera persona, no solo para cruzar el
océano sino también para ser útil en la misión: “Ahora escuche lo que le voy a decir: guárdeme, pero
de veras ¿eh? un sitio en América. Es verdad que no sirvo para nada, pero la polenta la sé hacer y
estaré atenta en la colada para no gastar mucho jabón; y, si quiere, aprenderé también a cocinar... en
fin, haré todo lo posible para que estén contentos, con tal de que me deje ir” (Ct. 6).
En la carta 9, Madre Mazzarello expresa la conciencia que la misión ad gentes es una gracia
y que podemos responderle solo con la ayuda de Dios: “Es cierto que no valemos para nada, pero con
la ayuda del Señor y la buena voluntad, creo que podremos hacer algo de provecho. Así es que
llámenos pronto. […] ¡Qué alegría si el Señor nos concediera la gracia de llamarnos a América!
Aunque no pudiéramos hacer otra cosa que salvar un alma nos daríamos por satisfechas de todos los
sacrificios” (Ct. 9).
En las cartas 5 y 7, Madre Mazzarello cita el nombre de las hermanas que desean hacerse
misioneras, quienes no bromean para nada con esta llamada. Cada vocación misionera tiene un
nombre, una llamada y una respuesta: “Ahora […] le pongo los nombres de las que quieren ir pronto
a América: yo ya quisiera estar ahí, la Madre Vicaria, la Madre Ecónoma, sor Mina, sor María Belletti,
sor Josefina, sor Juana, sor Emilia... muy de veras, sor... no acabaría nunca si tuviese que decir los
nombres de todas las que desean ir”. “Hay muchas hermanas que le piden les reserve un sitio en uno
de los dos nidos preparados. Entre otras están sor Magdalena Martini, sor Celestina, sor Turco, sor
David, sor Cagliero, etc.”.
Y está lleno de significado el hecho que Madre Mazzarello no solo indica las hermanas que
desean ser misioneras, sino que piensa también en la preparación del personal: “[…] ¡si viese cómo
ha aumentado el número de las hijas de M. A.! Son 30 postulantes, 10 novicias, 36 profesas y 30
educandas. Puede venir a escoger un buen grupo para llevárselas a América, pues casi todas desean
ir; venga pronto, que le esperamos con todo el corazón.” (Ct. 6). En la lista de Madre Mazzarello hay
incluso una postulante cuyo nombre no se indica, en tanto… “una postulante, maestra elemental. Hace
pocos días que está aquí, pero parece de buena voluntad, es joven y robusta; a esta la preparamos para
América” (Ct. 7).
Qué hermoso es constatar cómo Madre Mazzarello, que había aprendido a escribir adulta,
intuía la necesidad de estudiar la lengua para ir a las misiones. Es una preciosa indicación para todas
aquellas que también hoy parten…: “Tenga la bondad de mandarnos pronto los libros de español para
poder estudiar y estar preparadas a la primera llamada” (Ct. 4).
Para Madre Mazzarello una cosa es tener el deseo de partir y otra es “cómo” partir. Para la
Madre la partida se puede efectuar en la medida en la cual la FMA está preparada: “Entre nosotras
hay muchas que quieren ir, siete ya están preparadas, que son sor Magdalena Martini, sor Emilia
Borgna, sor Adela David, sor Celestina Riva, sor Carmen de Ovada , sor Clotilde Turco, sor María
Mazzarello, es decir, yo” (Ct. 9).
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3. Es interesante ver cómo el tiempo, en seguida, confirmará que entre las hermanas indicadas
por Madre Mazzarello, algunas verdaderamente partirán para la misión ad gentes y vivirán una vida
misionera heroica, apasionada y plena del Da mihi animas cetera tolle: “Me olvidaba decirle que sor
Magdalena Martini da clases en la escuela del pueblo; que es también muy buena y da gracias al
Señor de haberla llamado a este estado; también ella desea ir a América” (Ct. 5).
Queridas hermanas, este encuentro con Madre Mazzarello me inspira a augurar a cada una de
vosotras cultivar un corazón grande y abierto ¡un corazón misionero! Un corazón que sea capaz de
escuchar la voz del Señor que todavía hoy llama a la vocación misionera ad gentes. Un corazón que
jamás duda y en toda circunstancia de la vida está pronto al ¡Heme aquí! Por tanto, un corazón que
sepa decir como Madre Mazzarello: “[…] tenga la bondad de llamarnos pronto” (Ct. 9).
En preparación al CGXXIV, oremos juntas: María, mujer del sí incondicional, llena nuestras
vasijas con el vino de la disponibilidad y del deseo de responder a las llamadas del Señor, con el
corazón y con la vida.
Un fuerte abrazo con cariño. Os aseguro mi oración para vosotras y para vuestras realidades
misioneras.
Consejera para las Misiones
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