2. Cuentan que, más allá de los Montes de Hielo, más
allá de la Ciudad de Cristal, habita la emperatriz en un
deslumbrante palacio, tan grande que sus torres más
altas rozan las nubes, y tan delicado que parece
creado con gotas de lluvia.
Página 6. Inés Rodríguez Chas
La emperatriz de los etéreos Laura Gallego
3. Dicen que la Emperatriz es tan bella que
nadie puede mirarla sin perder la razón:
dicen también que es inmortal y que lleva
miles de años viviendo en su palacio en el
Reino Etéreo, un lugar de maravilla y
misterio que aguarda a todos los que son lo
bastante osados como para aventurarse
hasta él.
Páginas 7-8. Inés Rodríguez Chas
La emperatriz de los etéreos Laura Gallego
4. Aen... Todo en él era extraño, desde su nombre hasta
sus ojos, más claros que los de cualquier otra persona
que Bina conociera. A diferencia de ella, y de los otros
niños, Aen era más bien delgaducho, hablaba poco y,
por el contrario se fijaba mucho en todo.
Constantemente estaba desapareciendo y regresando
en los momentos más inesperados. Prestaba atención
a cosas sin importancia.
Página 9. María Florencia del Pópolo
La emperatriz de los etéreos Laura Gallego
5. Las otras chicas estaban en la edad de
coquetear y mirar disimuladamente a
los chicos, y de sonrojarse y reír si
ellos les devolvían la mirada. Estaban
en la edad de soñar despiertas y de
imaginar cómo sería su futuro, de
contemplarse en las heladas aguas del
arroyo y verse, ya más mujeres que
niñas, como mariposas emergiendo de
la crisálida.
Página 18. Irene Macías Tarrio
La emperatriz de los etéreos Laura Gallego
6. Pero sí le llamó la atención un círculo rojo
que pendía sobre las cabezas de las
figuras. Por alguna razón le recordó al
fuego de su hogar, y la reconfortó, aunque
no dejó de preguntarse, esta vez sí, qué
representaría y por qué aparecía
suspendido en el aire.
Página 27. María Florencia del Pópolo
La emperatriz de los etéreos Laura Gallego
7. Había algo en el cielo, una esfera azulada, clara y fría,
que emitía un pálido resplandor. Estaba lejos, muy lejos;
sin embargo, transmitía una sensación sobrecogedora,
como si fuese un ojo de hielo que los contemplaba desde
la lejanía […] Alargó la mano hacia la supuesta estrella.
Sus dedos se bañaron en una luz fantasmal que a Bina le
pareció espantosamente fría e inhumana.
Páginas 47-48-49. María Florencia del Pópolo
La emperatriz de los etéreos Laura Gallego
8. Bipa iba a decir algo, pero él no la dejó. Aún
sonriendo, la besó en la frente y se perdió en
la oscuridad de la noche. La muchacha se
quedó un momento en la puerta sin ser capaz
de reaccionar. Cuando por fin pudo cerrar, se
llevó una mano temblorosa a la frente. Le
había sorprendido el gesto de él, pero más
todavía el sentir que sus labios tenían el tacto
frío de un cadáver.
Página 51. Irene Macías Tarrio
La emperatriz de los etéreos Laura Gallego
9. Nadie regresaba de la muerte. La Diosa no devolvía nunca lo
que reclamaba para sí. Por eso no sabían bien cómo
comportarse con Aer. Lo acogieron con alegría, pero a la vez,
con cierta reserva. Hasta Taba mantenía las distancias.
Era como si la presencia de Aer fuera solamente un
espejismo; como si esperasen que desapareciera de nuevo
en cualquier momento.
Página 107. Inés Rodríguez Chas
La emperatriz de los etéreos Laura Gallego
10. Aquello le sacaba varias cabezas, y era
demasiado compacto y de forma humanoide
lo bastante definida como para no ser
simplemente un cúmulo de nieve caído así
por azar.
Página 145. Inés Rodríguez Chas
La emperatriz de los etéreos Laura Gallego
11. Se aproximó de nuevo y alargó la mano para
tocarla, sólo para comprobar si era tan sólida
como parecía o, por el contrario, se desmoronaría
al primer roce. Apenas sus dedos tocaron la mano
de la estatua de nieve, percibió un súbito destello
en el ópalo que pendía sobre su pecho y una
especie de oleada de calor que se desparramó por
todo su cuerpo...
Páginas 146-147. Inés Rodríguez Chas
La emperatriz de los etéreos Laura Gallego
12. La caverna entera albergaba un
bosque de cristales de cuarzo,
enormes, simétricos, y todos
ellos reverberaban con un
resplandor blanquecino cuando la
luz de la antorcha los alcanzaba.
Página 148-149. María Florencia
del Pópolo
La emperatriz de los etéreos Laura Gallego
13. La emperatriz de los etéreos Laura Gallego
El ópalo es una fuente de vida -dijo
Umen- acariciando el suyo con la
yema del dedo índice.-Es el poder de
la Diosa y concentra la fuerza que un
día, en el pasado, cubrió la superficie
del mundo como un manto lleno de
color.
Página 263. Inés Rodríguez Chas.
14. Cuando miró a Bipa, con el rostro empapado, pareció
que lloraba.
Ella lloró también.
Se arrodilló junto a él y trató de recomponerlo, a pesar
de que sabía que era inútil: lo que quedaba de Nevado
se derretía entre sus dedos.
Página 350. Inés Rodríguez Chas
La emperatriz de los etéreos Laura Gallego
15. Vivir la vida -dijo-, eso no tiene precio. Quien
no haya pasado nunca frío no apreciará el
valor de una hoguera.
Quien nunca haya llorado no disfrutará nunca
de los momentos de risas. Quien no haya
pasado hambre, no valorará un plato de
estofado caliente. Quien no conozca la
muerte no sentirá amor por la vida. Eso es lo
que Maga me enseñó.
Página 392. Inés Rodríguez Chas
La emperatriz de los etéreos Laura Gallego