1. Mr. Jones y su viaje por Buenos Aires
A partir de la década de 1820, se respira en Buenos Aires cierta tranquilidad, producto
de la finalización de las guerras de independencia que permiten el desarrollo de
actividades productivas y comerciales. Es así que muchos ingleses se radicaron en esta
ciudad. Algunos para dedicarse a las actividades comerciales, otros compraron estancias
para criar ganado. También importantes casas comerciales inglesas instalaron aquí
sucursales de sus empresas. Mr. Jones viajó desde Londres para supervisar el
funcionamiento de una de las sucursales de la empresa para la que trabajaba. Fue un
observador muy atento. No quería perderse detalle del lugar, su economía, de cómo era
la gente y sus costumbres. Muchas cosas le llamaron la atención durante su estadía y, de
regreso a su país, en una reunión de amigos relató sus impresiones sobre la visita a
Buenos Aires.
La llegada (Texto 1)
“Partimos de Montevideo y arribamos a Buenos Aires al día siguiente. Como las aguas
del río son poco profundas, los barcos se detienen lejos de las costas y tanto los
pasajeros como las mercancías son trasladados en pequeñas embarcaciones. Al
aproximarnos podemos ver la ciudad. Las edificaciones son todas de la misma altura y
sólo sobresalen las torres de las iglesias. No hay montañas ni bosques, en el fondo
puede apreciarse una vasta y prolongada llanura
Imagen 1. Pintura de Vidal – Museo de Luján
”De las barcazas pasamos a toscas carretas que nos llevarían a tierra, porque no hay
suficiente agua para que los botes puedan arrimarse a la orilla. No imaginan ¡qué
desagradable! Al llegar a unos treinta o cuarenta metros de la orilla, los pasajeros nos
encontrábamos rodeados de esas carretillas que también eran utilizadas para transportar
las mercaderías que entran y salen del país.
”Las carretillas tenían dos grandes ruedas apoyadas sobre un eje y encima de éste había
una gran plataforma hecha con tablas separadas unas de otras de manera que el agua
pasa entre ellas. Unos cueros estirados hacían de paredes laterales y, a través de una
corta y gruesa lanza se las ataba a un caballo. Los carretilleros andaban medio desnudos,
gritando y empujándose unos a otros y azotando a los caballos en el agua, con salvaje y
grotesca apariencia.
”Me contaron que tiempo atrás había un muelle que entraba en el río y evitaba estos
inconvenientes pero fue desmoronado por la fuerza del agua. Desde entonces el
2. gobierno no ha querido o no ha podido construir uno nuevo. Creo que debiera ser una de
las primeras obras que cualquier gobierno debe realizar, para comodidad de los
pasajeros y porque traería mayores beneficios para el comercio de Buenos Aires.”
(Texto adaptado de Parish, Woodbine, Buenos Aires y las provincias del Río de la Plata
desde su descubrimiento y conquista por los españoles, Buenos Aires, Hachette, 1958,
pág. 161 a 164)
Una vista de la ciudad Las calles y las casas (Texto 2)
“Una vez en tierra, me dediqué a buscar una casa donde poder hospedarme. Recorrí
parte de la ciudad. Sus calles están dispuestas en damero 1 y las principales habían sido
empedradas hacía poco tiempo, creo que en 1823. Las calles se veían limpias. En cierta
ocasión, conversando con la gente del lugar, me enteré que las piedras que utilizaban
para colocar en las calles las traían de algunas islas que están frente a Buenos Aires,
especialmente la de Martín García. Pero no todas las calles se encontraban
pavimentadas, algunas eran de tierra, lo que ocasionaba que en tiempos de sequía uno
fuera ahogado por el polvo de los caminos y en tiempos de lluvia se volvieran
intransitables, razón por la cual, los vecinos permanecían en sus casas como si
estuvieran prisioneros. Las veredas se elevaban tan sólo un poco más que las calles de
tierra y eran del mismo material. Los cruces de una vereda a otra, estaban hechos de
piedra o de madera y cuando llovía quedaban cubiertos de barro y resultaba muy
peligroso atravesarlos.
”A mitad del frente de la ciudad, casi sobre el río, está el Fuerte. Dentro del Fuerte se
encuentran los departamentos del presidente y los ministros. Frente al Fuerte se
encuentra la Plaza Mayor, en el lado Norte de la plaza se levanta la Catedral, hacia el
Este la Recova (una galería en la que se pueden encontrar pequeños comercios), al Sur
una hilera de pequeñas tiendas, hacia el Oeste el Cabildo, donde tienen su sede los
concejales de la ciudad.
”Las casas eran bajas, pero había algunas construcciones nuevas en las que se habían
introducido pisos altos, en los que la planta baja estaba ocupada por comercios o
almacenes de depósito, mientras que en la planta alta residían las familias. Las ventanas
que daban a la calle eran muy bajas y llegaban en su parte inferior casi a tocar el suelo.
Las porteñas se sentaban en los alféizares para observar a los transeúntes y recibir los
saludos de los amigos de los cuales las separaban fuertes barrotes de hierro que
aseguraban las ventanas. En el tiempo que residí en la ciudad, se prohibieron las
tradicionales rejas voladas 2 porque ocasionaron más de un accidente a los
desprevenidos transeúntes. Las rejas no son una costumbre inglesa, para nosotros sería
como vivir en una prisión. Pero cuando se ve colgar de ellas guirnaldas de hermosas
plantas, comienzan a parecer decorativas. También las azoteas eran un lugar de reunión,
sobre todo para aquellos que no deseaban oír el bullicio de la calle y en tiempos de las
invasiones inglesas, desde allí los porteños arrojaron aceite y agua hirviendo a nuestro
ejército, ocasionando muchísimas bajas.
”Llegué a la casa que me habían recomendado alquilar. Sus dueños me invitaron a
recorrerla, pude constatar que los porteños […] carecían […] en sus casas particulares
de las comodidades europeas. […] se limitaban a un piso bajo, con todos los aposentos
seguidos, abriéndose unos en otros sin pasadizos ni corredores intermedios, con toda su
distribución casi tan primitiva y molesta como puede imaginarse. Las habitaciones
daban a un patio, generalmente cuadrado que tiene como centro un aljibe. La cocina y
3. las piezas de servicio estaban separadas del edificio principal y al fondo de la casa.
Mucho más al fondo aún, se encontraban los retretes 3.
”Los pisos eran de ladrillo, los tirantes de los techos casi nunca se cubrían con un cielo
raso y las paredes tan frías y monótonas como podía hacerlas el blanqueo […], los
muebles eran rústicos y toscos.
”En invierno calentaban sus frías y húmedas habitaciones por medio de braseros, a
riesgo de sofocar a los que estuviesen dentro con el tufo y el humo del carbón; y se creía
que las chimeneas eran conductoras de la humedad y del frío 4, por eso no las
utilizaban. Sin embargo, durante mi estadía pude notar un cambio en las costumbres
debido a la influencia de los extranjeros residentes en la ciudad y a las fluidas relaciones
comerciales con Europa. Las estufas inglesas comenzaron a utilizarse, también las
paredes empezaron a lucir coloridos papeles de las fábricas de París y las habitaciones,
hermosos muebles europeos.
”Aunque sabía que la ciudad contaba con dos hoteles ingleses y aunque el precio del
alquiler era elevado, preferí la privacidad y acepté hospedarme en aquella casa.
Imagen 2. Esquina de la Plaza del 25 de Mayo (actualmente Bolívar y Rivadavia)
Según L. Matthis
Las actividades cotidianas (Texto 3)
4. Imagen 3. Calle Reconquista e Iglesia de San Francisco.
Dibujo aparecido en el libro de Woodbine Parish
“Los días que siguieron me dediqué al trabajo y a contemplar la vida que se llevaba en
esta ciudad, tan lejana y distinta a nuestra Londres.
”Al amanecer sólo pueden advertirse en las calles algunas ratas en busca de comida,
porque los nativos no son muy madrugadores. Un poco más tarde, las calles comienzan
a poblarse de vendedores ambulantes. Las primeras en aparecer son las carretas de los
pescadores que regresan de la playa, cargadas de pescado fresco que llevan al mercado.
Luego aparecen los aguateros. ¡No me van a creer lo que digo!, pero en Buenos Aires el
agua se vende, y bien cara por cierto, porque el agua de los pozos es salobre y no se
puede consumir. Los que pueden disponer de algún dinero, realizan en sus patios
profundas excavaciones para construir los aljibes, donde por medio de cañerías colectan
el agua de lluvia. Pero los más pobres se ven obligados a comprársela a los aguateros. A
pesar que cargan las cisternas en las orillas del río, el agua no es cristalina y necesita
estar en reposo por veinticuatro horas para poder ser bebida. Para purificar más rápido
el agua yo ponía un pedazo de carbón en las tinajas.
”Era increíble, los vendedores continuaban desfilando por las calles montados en sus
caballos ofreciendo sus productos, frutas, panes, aves. Los lecheros, generalmente niños
o jóvenes hijos de los chacareros de los alrededores traían colgando a cada lado del
animal, tarros cargados de leche. También recorrían las calles los trabajadores que se
dirigían a sus talleres y las lavanderas negras o mulatas que iban hacia la playa llevando
la ropa, el jabón y la tabla para refregar en enormes fuentones sobre sus cabezas y en
una de sus manos la pava para calentar el agua para el mate, porque tanto ellas como los
otros trabajadores del país, nada hacen sin sorber su bebida favorita.
”El mercado, ubicado en la Recoleta, sorprende a cualquier extranjero. Ocupa un
espacio cuadrangular con pequeños locales alineados uno al lado del otro, en donde se
establecían los vendedores de frutas, carnes y verduras. Allí, se podía encontrar pescado
de buena calidad y a bajos precios, legumbres, batatas, calabazas, perdices y todo tipo
de frutas, melones, duraznos, uvas, higos. La carne vacuna era traída desde los
mataderos, que se encuentran en las cercanías de la ciudad, diariamente por los
carniceros para ser vendida en trozos.
5. ”Aunque la producción local no podía competir con los productos europeos, porque la
gente de Buenos Aires compraba casi todo a Inglaterra, algunas manufacturas tuvieron
cierto desarrollo, como la fabricación de fideos, carrozas, peines, baúles, colchones y
catres, de velas, de jabón. También se habían desarrollado los saladeros, pero requieren
la inversión de grandes capitales, los extranjeros se han dedicado a esta actividad tan
ventajosa y mantienen un vivo comercio con Brasil, Cuba y las islas de Cabo Verde,
donde sirven de alimento para los esclavos.
”Por las calles, también se confundían en el aire distintos idiomas, son los apurados
hombres de negocio, de todas las nacionalidades a los que los lugareños llamaban
gringos o carcamanes.
”Pasado el mediodía, al dar el reloj las dos, se retiraban los vendedores y carreteros,
cerraban todos los negocios. Las calles quedaban desiertas, todos volvían a sus casas…
era la hora de la siesta. Por la tarde, los negocios, comercios y toda la actividad se
desarrollaba desde las cinco hasta el atardecer. A medida que se iban encendiendo los
faroles, las señoras comenzaban a salir de sus casas para recorrer las tiendas. Abuelas
hijas nietas tías, iban todas acompañadas de sus criadas. Entraban en una tienda, hacían
desplegar, telas, peinetas, abanicos y luego se retiraban sin haber comprado nada para
repetir la operación en otra tienda. Continuaban su paseo, se detenían a conversar con
otras familias y muchas veces, se dirigían a pequeñas tertulias de animada conversación,
donde eran cortejadas por muchos galanes. A veces, alguna señora se sentaba frente al
piano para ejecutar alguna pieza y cantar. También a veces, se bailaban minuetos y
contradanza 5 española. Alrededor de las diez de la noche regresaban a sus casas y las
calles volvían a estar quietas y solitarias.
”A esa hora, los caballeros continuaban en los cafés, donde se reunían para jugar a las
cartas o al billar. Apostaban enormes sumas de dinero y permanecían allí durante
muchas horas ‘Lo que contribuye a la falta -muy lamentable- de hábitos hogareños entre
la población masculina’ 6.
Adaptado de:
Andrews, Joseph, Viaje de Buenos Aires a Potosí y Arica en los años 1825 y 1826,
Buenos Aires, Librería Carlos Aldao, 1920, págs. 22 a 27.
Beaumont, J., Viajes por Buenos Aires, Entre Ríos y la Banda Oriental (1826-1827),
Buenos Aires, Solar-Hachette, 1957, págs. 101, 105 a 107 y 113 a 115.
D’ Orbigny, Alcides, Viajes a la América Meridional, Buenos Aires, Futuro, 1945, T.
II, pág. 475 a 478.
Parish, Woodbine, Buenos Aires y las provincias del Río de la Plata desde su
descubrimiento y conquista por los españoles, Buenos Aires, Hachette, 1958, págs. 165
a 169 y 185 a 188
La vida social y los entretenimientos (Texto 4)
Durante mi estadía conocí algunas distinguidas familias que a menudo me invitaban a
cenar, ya que ‘muchos de nuestros compatriotas han contraído matrimonio con las
hermosas porteñas, lo que sin duda ha contribuido bastante al benévolo cariño con que
los hijos del país miran a los ingleses’ 7. Nuestros compatriotas tuvieron que aceptar las
ceremonias católicas en sus casamientos, pero el amor bien vale ese sacrificio. Es
costumbre que los recién casados habiten junto al resto de la familia en la misma casa.
Para los ingleses esto era extraño, no estaban dispuestos a aceptar esta situación y
6. lograban imponer su voluntad. Pero el alejamiento de la hija de su hogar paterno
ocasionaba un profundo dolor que sólo recibía consuelo al ser entregada en los brazos
del hombre amado.
Las porteñas son sencillas, muy bellas y atractivas y ‘Si no estudian historia y geografía,
cultivan al menos las otras (cualidades) más (agradables) de su sexo. Tienen pasión por
el baile y (la música) […]. Entre los hombres, la misma inclinación parece desarrollada
a más alto grado por su talento poético. […] Pero en cuanto concierne a la educación,
los hombres llevan muchas ventajas al bello sexo. En sus escuelas y universidades son
bien instruidos en la mayor parte de los ramos principales de las ciencias en general, y
muchos jóvenes de la nueva generación perteneciente a las familias más decentes y
acomodadas han sido enviados a Europa para completar aquí sus estudios’ 8.
¿Cómo pasaba el resto del tiempo? Los entretenimientos y diversiones en Buenos Aires
son muy escasos. El teatro suele ser la principal diversión tanto para nativos como para
extranjeros. Está situado en un punto céntrico, a tres cuadras de la plaza. Es un edificio
sencillo y ‘su interior es naturalmente muy distinto al de los teatros londinenses, porque
tiene aspecto muy humilde y sucio. […] El decorado y los trajes son bastante malos
[…]’ 9. El teatro es uno de los lugares donde se podía disfrutar viendo los hermosos
ojos negros de las porteñas bajo las mantillas que cubrían la cabeza y parte de su rostro.
Hacían hablar a sus abanicos a través de movimientos hechiceros, logrando acercar o
distanciar a los galanes.
Un entretenimiento que atraía al público eran las corridas de toros que se llevaban a
cabo en la llamada Plaza de Toros, pero fue demolida en 1822 al prohibirse las corridas.
Desde entonces, las carreras de caballos pasaron a ser la diversión favorita de las clases
bajas, por supuesto que nada tiene que ver con el noble deporte que con el mismo
nombre se conoce en Inglaterra. Pero, igual que en nuestro país, juegan por dinero. Los
caballos son tan flacos como quienes los montan. No utilizan montura, ni rebenque ni
espuelas, sólo los gritos y los talonazos del corredor animan al caballo a recorrer esos
cuatrocientos metros de distancia.
El calor del verano es insoportable, por eso el baño se convierte en otra de las
actividades preferidas de los naturales. Por las tardes, muchísimas personas se dirigen al
río para refrescarse. El río es tan poco profundo que aunque uno se interne a muchos
metros de la costa el agua sólo le llega a las rodillas, entonces la gente opta por echarse
agua y algunos por revolcarse en ella. ‘Las mujeres de la mejor clase se bañan con
vestidos sueltos bajo los cuales -antes de entrar al agua- se despojan de sus trajes de
calle, que dejan a cargo de una esclava; pero las gentes pobres no siempre se cubren en
estos baños, y tanto las personas de esta clase, como los jóvenes de ambos sexos, en
general se bañan (sin ropas) y chapotean en el agua […]’ 10.
También tuve ocasión de estar presente en lo que llaman las fiestas mayas. Se trata de la
conmemoración del 25 de mayo de 1810 que marca el inicio de la independencia
argentina. En aquel momento los franceses habían invadido España -seguro, alguno de
Uds. lo recordará- tomando como prisionero a su rey. Entonces el pueblo de Buenos
Aires, que había estado relegado de la vida política del país, aprovechó la situación y
depuso al virrey nombrando una junta de gobierno en su reemplazo. Era la primera vez
que los nativos participaban del gobierno. A partir de ese momento se produjeron
muchas guerras porque algunos querían seguir bajo el mando de los españoles y
7. también hubo peleas entre las distintas provincias porque no se ponían de acuerdo y aún
no lo han conseguido, en la forma de organización que le van a dar al naciente país. De
esas guerras nació, para desgracia de ese país, la clase de los militares que tiene mucha
influencia en las decisiones de gobierno. Digo para desgracia porque en un país su
prosperidad debe estar dada por el cultivo y la industria y no por la fuerza de las armas.
‘Allí donde los hombres están armados la espada no descansará mucho tiempo en la
vaina […]’ 11 se producirán guerras con otros países o problemas entre la misma gente
del país. Para suerte de los británicos, el gobierno argentino estableció que no deben
prestar servicio militar.
Fiestas Mayas (C. E. Pellegrini)
Volviendo a las fiestas mayas, el festival a través del cual se conmemoran anualmente
dura tres días. El 24 por la noche, la Plaza Mayor se encontraba iluminada con una
especie de antorchas que rodeaban la pirámide. En la madrugada del 25 los jóvenes se
reunían allí para que el amanecer los encontrara entonando el Himno Nacional.
Los festejos continuaban durante el día, se enterraban varios palos enjabonados que
sostenían en sus puntas, bolsas con dinero, chales y otros artículos. Quien conseguía
trepar hasta la punta se llevaba todos los premios. La Plaza se llenaba de guirnaldas de
flores. También se levantaba una plataforma donde los jóvenes bailaban.
Durante la noche se podía concurrir al teatro, donde se cantaba el Himno Nacional, o a
las galerías del Cabildo, en donde una banda interpretaba música militar mientras en la
Plaza se podía disfrutar de sueltas de globos y coloridos fuegos artificiales.
Adaptado de:
Beaumont, J., Op. cit., págs. 89, 90 y 112 a 117.
Parish, Woodbine, Op. cit., págs. 183 a 188.
Bibliografía
Areces N. y Hosana, E.: «Rivadavia y su tiempo». Historia Testimonial Argentina, Bs. As., CEAL, 1984.
Goldman, Noemí, Revolución, república, confederación (1806-1852), Buenos Aires, Sudamericana, 1998.
Halperin Donghi, Tulio, De la revolución de independencia a la confederación rosista, Buenos Aires, Paidós, 1980.
Romero, Luis Alberto y otros, La feliz experiencia (1820-1824), Buenos Aires, La Bastilla, 1983.
Romero, Luis Alberto y Bertoni, Lilia Ana, Los tiempos de Rivadavia, Buenos Aires, Coquena Grupo Editor, 1989.
Referencias:
1 Armando cuadrados, como si fuera el tablero del juego de damas o ajedrez.
8. 2 Las rejas voladas eran aquellas que sobresalían de la línea de la construcción, ocupando parte de la vereda.
3 Habitación con las instalaciones necesarias para evacuar la orina y los excrementos. Hoy sería parte del baño, porque en esa época
trasladaban a las habitaciones bañeras para poder asearse.
4 Parish, Woodbine, Op. cit., pág. 165.
5 Baile de figuras, de ritmo vivo, que ejecutan muchas parejas a un tiempo.
6 Beaumont, J., Viajes por Buenos Aires, Entre Ríos y la Banda Oriental (1826-1827), Buenos Aires, Solar-Hachette, 1957, pág. 113.
7 Parish, Woodbine, Op. cit., pág. 183.
8 Beaumont, J., Op. cit., pág. 113.
9 Beaumont, J., Op. cit., pág. 113.
10 Beaumont, J., Op. cit., pág 116.
11 Parish, Woodbine, Op. cit., pág. 184.