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Carlos Antonio Aguirre Rojas
La escuela
de los Annales
Ayer, Hoy, Mañana
OCTAVA EDICIÓN EN ESPAÑOL
PRIMERA EDICIÓN ARGENTINA
prohi1toria
ediciones
ISBN-1O: 987-1304-08-0
ISBN-13: 978-987-1304-08-0
Rosario, 2006
..
..
CAPÍTUL03
LOS PRIMEROS ANNALES (1929-1941)
UNA REVOLUCIÓN EN LA TEORÍA
DE LA HISTORIA
Si queremos medir correctamente el impacto que han tenido los Annales dentro de los
estudios históricos del siglo XX, así como el rol general que jugaron dentro de la
curva de vida de los mismos, debemos partir del hecho de que su nacimiento como
corriente historiográfica, en enero de 1929, representó el desarrollo de una auténtica
revolución en la teoría de fa historia.
Una ruptura radical e integral de todas las formas hasta entonces dominantes de
ejercer el oficio de historiador, que no tuvo parangón alguno dentro del mismo siglo
XX -un centuria que, no obstante, estuvo llena de importantes transformaciones de
los "modos de hacer" historiográficos-y que sólo puede ser comparada en cuanto a su
magnitud y a sus efectos con la otra enorme revolución en la teoría de la historia que,
en el siglo XIX, representó el desarrollo de la concepción marxista -con la diferencia
esencial de que esta última se había desplegado y afirmado, en sus orígenes y hasta
una fecha más bien tardía.Juera de los espacios académicos y universitarios, y más en
el mundo de los movimientos sociales y políticos contestatarios y antisistémicos de
Europa y de todo el mundo.
Lo cual significa que, si atendemos a las líneas dominantes en cuanto a los mo-
dos de ejercer la práctica historiográfica, dentro de esos espacios académicos y uni-
versitarios en donde·se producen la mayor parte de las obras contemporáneas, es po-
sible discernir claramente un antes y un después divididos por la revolución
historiográfica instaurada con el surgimiento de Annales, que dio como resultado dos
modos radicalmente diferentes de ser historiador.
Transfonnación profunda en la historiografía del siglo XX, no significa que los
Annales lo hubieran inventado todo desde Ja nada, ni que su proyecto fuera absoluta-
mente original, sino que sólo con ellos alcanzó su verdadero punto de condensación
el proceso profundo de cambio y de mutación de la historiografía en el momento de su
paso de su condición decimonónica dominante a su estatuto correspondiente a las
exigencias del siglo XX.
Porque ya hemos visto, con bastante cuidado, el conjunto de antecedentes y
raíces intelectuales sin las cuales habría sido imposible la gestación de esos primeros
Anna/es. Pero, como es claro, se trataba siempre de filiaciones y de precedentes inte-
58 Carlos J111to11io.·1,guirrcRqjas
lectuales que nunca tuvieron un rol dominante dentro de la historiografía, siendo más
bien proyectos marginales, críticos e impugnadores -y por ello,justamente, los porta-
dores de las innovaciones más importantes- de la historiografía establecida, oficial y
dominante.
Proyectos que, por diversos motivos, no llegaron a forjar un modelo nuevo y
alternativo que pudiera efectivamente sustituir al positivista dominante, funcionando
más como elementos que fueron poco a poco disolviendo las bases de la legitimidad
de esa historiografía hegemónica, a la vez que acumulaban, también lentamente, los
pequeños cambios que prepararían la gran mutación futura.
Pues, como hemos señalado, el marxismo se hallaba prácticamente ausente, an-
tes de 1929, de los mundos académicos y universitarios, ejerciendo entonces un im-
pacto sólo indirecto o mediado sobre los modos de ejercer el oficio de historiador más
ampliamente extendidos en toda Europa y en el mundo occidental. Por su parte, los
trabajos de la historiografía crítico-académica germana, aunque fueron fundamenta-
les en la tarea de denunciar las limitaciones de la historiografía positivista, no pudie-
ron superar su condición de línea marginal dentro de la historiografía, disolviéndose
como un universo de trabajos y proyectos de grandes intelectuales y de varias
individualidades fuertes, más que co1no un programa colectivo y unificado capaz de
sustituir a la línea dominante. Finalmente, hemos visto también el rol jugado por los
dos proyectos pioneros de renovación historiográfica en el medio francoparlante, que
no alcanzaron a franquear el paso de la mutación radical historiográfica por su origen
y localización en el espacio belga -el caso de Henri Pirenne y de su escuela- o por el
carácter más bien genérico y abstracto de la propuesta impulsada, como en el esfuerzo
de Ja Revue de Synthese dirigida por Henri Berr.
Entonces, acumulando todos estos impulsos y líneas de ruptura con el modelo
dominante a la vez que dotándolos de una nueva estructura global y coherente, con
bases epistemológicas renovadas y encuadrados dentro de un pr_oyecto colectivo, se
construyó esa verdadera revolución en la teoría de la historia representada por los
Anna/es, que sustituyó a la preeminencia positivista y a la hegemonía historiográfica
del mundo germanoparlante por un nuevo dominio historiográfico ahora francés,
nucleado en torno al esquema annalista y destinado a conquistar, progresivamente, a
los medios historiográficos de Francia, Europa y luego del mundo occidental.
Con lo cual, resulta más clara la delimitación del sentido de esta revolución: fue
una ruptura en la teoría de la historia si la observamos frente al modelo positivista
dominante, en contra del cual se desplegó de manera explícita, siendo a la vez una
mutación radical de la historiografía que se ejercía dentro de los medios académicos y
universitarios europeos y occidentales, razón por la cual, como veremos más adelan-
te, coincidió tan sorprendentemente con varias de las conclusiones y propuestas cen-
trales de ese proyecto igualmente revolucionario y radical que le ha antecedido en
setenta u ochenta años dentro de los espacios no académicos, y que ha sido el fenóme-
no intelectual del marxismo. También fue una revolución historiográfica desplegada
La "EStuela" de ioJ· Annales
inicialmente dentro del mundo francés, y en consecuencia, marca.da por los códigos y
los trazos de la cultura latino-mediterránea europea en donde encontró, no casualmen-
te, su primera difusión amplia y significativa.
Pero al mismo tiempo, y dado el momento específico de su desarrollo, esta revo-
lución antipositivista, académica y de clara impronta francesa representó simultánea-
mente, en el registro de una historia más profunda, tanto el real tránsito de los estudios
históricos desde su figura decimonónica hacia sus perfiles propios del siglo XX, como
el nacimiento de la última hegemonía historiográfica que conocerían los estudios his-
tóricos durante la centuria concluida en 1989.
Entrecruzando en el instante de su nacimiento todas estas líneas de transforma-
ciones múltiples, los Anna/es se opusieron, ténnino a término, al conjunto de los tra-
zos que caracterizaban al modelo positivista aún dominante, que al haber resumido y
cristalizado todos los progresos de la historiografia del siglo XIX, resultaba obsoleto
y completamente anacrónico después de la Primera Guerra Mundial y de la Revolu-
ción rusa que inauguraron el siglo XX histórico.
Así, reencontrando por su propio camino y con sus armas muchos de los descu-
brimientos y rupturas que había anticipado el proyecto pionero y fundador del marxis-
mo original, y recogiendo las herencias diversas de las historiografías académico-
críticas germanas y francoparlantes, los Annales redefinieron desde la base y total-
mente la práctica de los historiadores, desplegando frente a la historia positivista
decimonónica el conjunto de trazos resumidos en nuestro cuadro número dos.
De este modo, la transformación profunda y definitiva que, en el campo de los
estudios históricos, había sido esbozada en sus contornos generales con el nacimiento
y desarrollo de la concepción materialista de la historia desplegada por Carlos Marx,
se concretaría de modo irreversible dentro de los ámbitos académicos y universitarios
de la historiografía europea y occidental sólo ocho décadas después, y justamente a
través de esta revolución en la teoría de la historia -de carácter francés-mediterráneo
y de clara traza antipositivista- que fueron los primeros Annales o Annales d'Histoire
Économiq11e et Socia/e.
Con este giro rotundo, que recogió y potenció los aportes precedentes de las
líneas críticas y marginales germanas y francesas, se establecieron los perfiles defini-
tivos generales que caracterizaron a toda la historiografía del siglo XX. Lo cual expli-
ca el hecho de que, en alguna medida, todos los proyectos innovadores que se afirma-
ron a lo largo y ancho del espacio europeo y del mundo occidental durante toda la
curva de ese breve siglo que corre entre 1914-17 y 1989, fueron deudores directos o,
en otro caso, se definieron centralmente en relación con los Annales, y más especial-
mente respecto de lo que han conquistado en el periodo de 1929 a 1968. Y así, lo
mismo la microhistoria italiana que las distintas vertientes de la historia socialista
británica, igual que la antropología histórica rusa, la nueva historia radical norteame-
ricana o la historia regional latinoamericana, entre muchas otras, establecerían explí-
citamente sus puntos de convergencia y sus espacios de divergencia respecto de estos
Car/o¡ A11to11io AgHirre Rtyas
ESOUEMAN'2
LA REVOLUCIÓN DE ANNALES FRENTE AL MODELO
HISTORIOGRÁFICO POSITIVISTA
MODELO POSITIVISTA MODELO ANNALISTA
1· Objeto de estudio de la Historia: el pasado es- 1- Objeto de estudio de la Historia:presente, pasado
crito, registrado en textos. y"prehistoria" del hombre.
Definición: la ciencia del pasado. Definición: la ciencia de los hombres en el tiempo.
2- Objetivo de la Historia: dar cuenta de los "gran- 2· Objetivo de la Historia: dar cuenta de los grandes
des" hechos históricos. Historia política, militar, procesos sociales y colectivos. Historia social,
diplomática y biográlica. económica. cultural, del poder.
3· Campo de realidades que abarca: Historia de los 3· Campo de realidades que abarca: Historia de las
hechos inmediatos, superficiales, "espectacu- estructuras profundas, de las realidades subya-
lares", de los grandes acontecimientos. centes, de las duraciones largas y colectivas.
4· Noción de tiempo que utiliza: idea moderno·bur- 4· Noción de tiempo que utiliza: descompone los
guesa del tiempo (modelo newtoniano). Se con- múltiples tiempos y crea una noción nueva del
centra en el estudio del tiempo corto, événemen· tiempo y de la duración. Analiza también
tielle. Comparte la idea decimonónica del progre- coyunturas y procesos largos. Critica y supera la
so simple, lineal, acumulativo y ascendente. idea lineal-simplista de progreso.
5. Fuentes que usa: Historia basada sólo en docu- 5· Fuentes que usa: Historia que multiplica, recrea,
mentas escritos. inventa y descubre múltiples fuentes y nuevos
puntos de apoyo.
6· Técnicas de apoyo del historiador: Historia ba- 6· Técnicas de apoyo del historiador: Historia que
sada en la crítica interna y externa del docu- recrea y multiplica sus técnicas como la Foto· .
mento, en la Diplomática, la Numismática y la grafia Aérea, el Carbono 14, la Dendrocrof ~
Paleografia. nología, el estudio de series, la lconogralia, los · ·
programas computarizados, etc.
7. Relación con su materia prima: Historia que pre· 7· Relación con su materia prima: Historia que asu-
tende, falsa o ingenuamente, la neutralidad hacia me concientemente y que explicita sus sesgos,
su objeto, una objetividad absoluta. presupuestos y determinaciones diversas.
B· Dominio que abarca: Historia que ha establecido B· Dominio que abarca: Historia que asume que
ya los temas de su estudio. limitados por la todo lo humano es historiable, de perspectivas
definición de su objeto y cerrados en torno a su glotializantes, que usa el método comparativo,
objetivo. Historia que aisla sus problemas y se que trasciende permanentemente las barreras
encierra en rígidos limites cronológicos, aspa· cronológicas, espaciales y temáticas del proble·
ciales y temáticos. ma abordado.
g. Imagen que proyecta al exterior: Historia espe- 9· Imagen que proyecta al exterior: Historia ab_ierta
cializada, limitada a un objeto parcial y circuns· o en construcción, que se enriquece, redefine y
crito de lo social. renueva en cada generación.
1D·Relación con otras ciencias sociales: Historia 10·Relación con otras ciencias sociales: Historia
separada yautónoma, carente por completo de promotora del diálogo permanente y e.I int~r-
vínculos con otras disciplinas sociales. cambio diverso con todas las restantes c1enc1as
sociales.
11·Estatuto de la Historia: Historia que vacila entre 11-Estatuto de la Historia: Historia que se asume
ser arte o ciencia, tratando de imitar sin critica el como científica o como proyecto cienlílico,
modelo de la ciencia natural. buscando su especificidad ydiferencia respecto
del modelo de la ciencia natural.
12·Resultado del trabajo historiográfico: una Historia 12·Resultado del trabajo historiográfico: Una historia
esencialmente descriptiva y narrativa. que despliega y explora todo el espacio y dimen-
siones de su carácter interpretativo, creando
modelos, hipótesis yexplicaciones globales.
13·Posición hacia los hechos: Historia positiva que 13-Poslción hacia los hechos: Historia crítica, de-
comparte las ilusiones de cada época, testigo o constructora, que disuelve las evidencias y
actor sobre sí mismo y sobre su tiempo yacción. muestra los supuestos ocultos, cuestionando las
visiones comunes y dominantes, y marchando a
contracorriente de ellas.
lA "EJcue!a" de /oJ Annales 61
"primeros" y "segundos" Annales, al mismo tiempo que reproducían y recuperaban,
con sus matices y singularidades propias, al conjunto de trazos de ese "modelo
annalista" originario resumido en el cuadro antes referido.
Revolución en la teoría de la historia cuyo núcleo metodológico y epistemológico
duro estuvo constituido por un conjunto de paradigmas esenciales, que daban estatuto
y soporte a todos los rasgos mencionados del "modelo annalista", a la vez que defi-
nían el nuevo horizonte conceptual general de lo que a partir de ese momento y duran-
te todo el siglo XX sería la práctica del oficio de historiador. Principios que incluían
al método comparativo, a la perspectiva de la historia global, al postulado de una
historia interpretativa o "historia-problema", a la reivindicación de una historia siem-
pre abierta o en construcción y finalmente a la teoría de las temporalidades diferencia-
les y de la larga duración histórica.
Para los primeros Annales, no hay Historia verdaderamente científica que no sea
al mismo tiempo compara/isla. Pues, retomando en este punto tanto el célebre discur-
so de Henri Pirenne pronunciado en Bruselas en 1923 -"De la méthode comparative
en Histoire"- como las experiencias de otras ciencias sociales -la Sociología, la Etno-
logía, la Lingüística o la literatura que en esta época "aclimataban" y refuncionalizaban
dentro de sus distintos espacios a este procedimiento-, esos primeros Anna/es en ge-
neral, y muy en particular Marc Bloch, profundizaron y recuperaron creativamente
este paradigma metodológico de su proyecto intelectual. Entonces, Bloch daría la más
clara y hasta hoy no superada definición de lo que es comparar históricamente, en su
célebre artículo de 1928 titulado "Pour une histoire comparée des sociétés
européennes", donde dice:
"¿qué es, para comenzar, comparar dentro de nuestro dominio de
historiadores?: comparar es incontestablemente lo siguiente: elegir,
dentro de uno o varios medios sociales diferentes, dos o más fenó-
menos que aparenten a primera vista, mostrar entre ellos ciertas ana-·
logias, describir luego las curvas de su evolución, comprobar sus
similitudes y sus diferencias y, en la medida de lo posible, explicar
tanto las unas como las otras".
Es decir que, comparar implica eludir tanto la "falsa comparación", en donde se
intenta confrontar fenómenos que no poseen entre sí ninguna analogía o similitud
evidente -lo cual denota que no todo es comparable con todo-, como también el
simple "razonamiento por analogía'', en donde las similitudes brotan de la pertenencia
de los dos o más fenómenos comparados al mismo medio social -y en donde la com-
paración es estéril, pues las similitudes obedecen al simple hecho de ser fenómenos
que expresan una misma y única realidad.
Entonces, si comparar es establecer ese inventario fundamental tanto de las si-
militudes como de las diferencias entre distintos fenómenos históricos, a la vez que
buscar su explicación, es claro que el resultado más global de esta aplicación sistemá-
62 Carlos Antonio Aguirre "Rojas
tica del método comparativo es el de delimitar nítidamente los elementos generales,
comunes o universales de los hechos, fenómenos y procesos históricos, distinguién-
dolos de sus aspectos más particulares, singulares o individuales. Una distinción que,
como sabemos, resulta crucial para cualquier historiador. Por ejemplo, de ella depen-
de la construcción de modelos y explicaciones generales dentro de la Historia. Y si
tanto Henri Berr como Henri Pirenne han repetido que "no hay ciencia más que de lo
general", es claro que hacer de la historia una empresa científica sólo sería posible
con el concurso y apoyo de ese método comparativo. Porque, ¿cómo podría Marc
Bloch haber construido su modelo global de explicación de la sociedad feudal euro-
pea sino a partir del juego comparativo permanente entre las curvas de los desarrollos
medievales de los distintos reinos y regiones de Francia, Italia, España, Alemania e
Inglaterra, entre otros?
Por otro lado, del fino trabajo de delimitación de esa dialéctica entre lo particu-
lar y lo general parte la solución de las grandes cuestiones, como la causalidad dentro
de la historia, la búsqueda de regularidades y de recurrencias, así como el gran debate
sobre los diversos determinismos históricos. Pues solamente a partir de la repetición
de procesos eficaces y comprobables de causalidad o de determinación histórica es
posible detectar tendencias y postular posibles leyes del acontecer histórico, acotando
al mismo tiempo la vigencia de su curva evolutiva general. Temas que Marc Bloch
abordó en su inconclusa Apologiepour l'Histoíre y Lucien Febvre en sus compilaciones
de Combats pour l 'Histoire y Pour une histoire apart entíere, que se conectan direc-
tamente con esta puesta en acción def comparatismo histórico.
Comparar en Historia es, entonces, proyectar siempre una nueva luz sobre la
realidad estudiada, que en muchas ocasiones permite detectar como esenciales fenó-
menos que antes sólo parecían anecdóticos o insignificantes, develando trazos que
aparecían originales y únicos como rasgos comunes y más ampliamente difundidos o
transfigurando situaciones y hechos que aparentaban ser raros y exóticos en cosas
perfectamente explicables y lógicas. Efectos importantes sobre el trabajo histórico
que se ejemplifican muy bien, por mencionar sólo este caso, en Los reyes taumaturgos
de Marc Bloch.
Así, de comparación en comparación pueden fijarse las áreas o ,regiones de vi-
gencia de un fenómeno, igual que sus curvas temporales de existencia. Con lo cual, y
desde estos limites tanto espaciales como temporales, resulta mucho más fácil conec-
tar el hecho analizado con los procesos más globales que le corresponden.
Precisamente, el segundo paradigma de estos Annales de los años 1929-1941 es
el horizonte de la historia concebida como global o total. Historia globalizante o
totalizante, que ha sido muchas veces mal interpretada, como si fuese equivalente a la
simple historia general o en otra vertiente a la propia historia universa/. Y ello porque
este carácter global o total alude en verdad a dos posibles especificaciones, íntima-
mente conectadas, pero al mismo tiempo claramente difere.nciadas.
La historia de estos primeros Annales es global, en primer lugar, por las dimen-
siones del objeto de estudio que abarca. Es decir, por incluir dentro de su territorio de
análisis al inmenso conjunto de todo aquello que ha sido transformado, resignificado,
producido o concebido por los hombres, desde la más lejana y originaria "prehistoria"
hasta el más inmediato y actual presente. "Ciencia de los hombres en el tiempo" como
la ha definido Bloch, y por ende atenta a toda huella o traza humana existente en
cualquier plano posible de lo social. Y al mismo tiempo, abarcante de toda temporali-
dad vinculada con ese espacio de lo humano que recorre las etapas y las eras más
diversas, desde la transformación del mono en hombre hasta estos primeros años del
tercer milenio que vivimos.
Historia global que nos dice que todo lo humano y todo lo que a eso humano se
conecta es objeto pertinentey posible del análisis histórico, y ello en cualquier época
en que hubiera acontecido. Lo cual, sin embargo, no significa que todo eso humano
sea igualmente relevante ni igualmente explicativo de los grandes procesos evolutivos
de las sociedades y de los hombres. Porque la historia global no es idéntica a la histo-
ria universal -ese término descriptivo que engloba normalmente al conjunto de las
historias de todos los pueblos, razas, imperios, naciones y grupos humanos que han
existido hasta hoy-, ni tampoco a la historia general -ese otro término, también sólo
connotativo, que se refiere genéricamente a todo el conjunto de sucesos, hechos y
realidades de una época dada, o en otro caso de un actor, fenómeno o realidad histó-
rica cualquiera. La historia global es más bien un concepto complejo y muy elaborado
que se refiere a esa totalidad articulada, jerarquizada y dotada de sentido que consti-
tuye justamente esa "obra de los hombres en el tiempo". Y, por lo tanto, la apertura de
un territorio donde existen cosas fundamentales y otras menos importantes, donde hay
elementos determinantes y otros determinados, donde hay totalidades menores
autosuficientes y otras realidades que no contienen dentro de sí mismas los propios
principios de su autointeligibilidad.
Esto nos lleva a la segunda significación específica de esta historia global, es
decir, a su derivación epistemológica como exigencia de situar, permanentemente, al
problema o tema estudiado dentro de las sucesivas totalidades que lo enmarcan. Pues
si hacer historia global no es hacer historia universal, recorriendo los múltiples desa-
rrollos de todo grupo humano en el tiempo, ni tampoco hacer historia general, agotan-
do hasta el cansancio de manera sólo acumulativa y fatigosa todos los hechos o fenó-
menos presentes dentro de una sociedad, un nivel o una época dada, es en cambio ser
capaz de -como ha dicho Fernand Braudel- "sobrepasar sistemáticamente los lími-
tes" específicos del problema abordado, explicitando sus vínculos y puentes con las
totalidades diversas que le corresponden.
Partiendo entonces de un cierto acotamiento -siempre obligado- espacial, tem-
poral y temático del problema a investigar, lo que hace la historia global es retomar~o
desde el punto de vista de la totalidad (como había dicho en su tiempo el propio Marx)
reconstruyendo las líneas de conexión del mismo, primero con las totalidades parcia•
les determinadas que le corresponden - la totalidad espacial o influencia más general
que lo envuelve o sobredetermina, la totalidad temporal que ubica las fronteras en las
cuales cesa todo rastro de sus orígenes o de sus consecuencias y efectos últimos, y la
totalidad temática de todo el universo de otras dimensiones o hechos que se
interconectan de modo esencial con él-y Juego con la totalidad más global y siempre
última que es esa multimencionada obra de los hombres en el tiempo.
Una perspectiva globalizante que implica, entonces, que Ja ciencia social no
debe estar conformada por campos o espacios disciplinares -la ciencia de lo económi-
co, de lo político, de lo histórico o de lo psicólógico, etc.- sino que debe ser una
ciencia de problemas multidimensionales y polifacéticos y, en consecuencia, tan
''unidisciplinares" y "globalizantes" como esa misma ciencia de lo social. Porque como
lo dijo enfáticamente Fernand Braudel, la realidad social es sólo una,_"un sólo p~isa­
je" al que las distintas disciplinas y ciencias de lo social se aproximan, parcial Y
·fragmentariamente, desde sus distintos "observatorios" o emplazamientos.
Por ello, el tercer paradigma reivindicado por esos primeros Anna/es es el de la
historia interpretativa, y más radicalmente el de una "historia-problema". Una historia
que al mismo tiempo que recogía la tesis de Henri Pirenne cu.a~do ~firm.aba que el
"núcleo" del trabajo del historiador no se encontraba en la erud1c1ón s1110,JUStamenle
en la interpretación -tesis que también Henri Berr había planteado al concebir a esa
misma dimensión interpretativa como el elemento que hacía posible transitar de la
simple "síntesis erudita" a Ja verdadera "síntesis científica" o histórica-, sería
radicalizada hasta elfinal para postular que esa interpretación no era sólo el núcleo o
la parte más importante de la práctica histórica o la condición del paso de la erud~ción
a la ciencia, sino más bien la esencia general misma y el momento global determinan-
te de toda la actividad del oficio de historiador.
Porque si las posturas historiográficas anteriores veían a la interpretación co"'.o
un momento siempre ulterior al proceso o trabajo de erudició~, y en consecuencia
como un corolario, remate o incluso como un momento culminante del ejercicio
historiográfico, los Annales invirtieron de raíz esta tesis proponiendo que la interpre-
tación fuera el punto de partida de la invastigación histórica, haciéndose presente,
además, a lo largo del trabajo y actividad del historiador. . . .
y de ahí la denominación de "historia-problema", pues esta tesis 1mpltca que la
historia "parte siempre de problemas" que intenta resolver para llegar final~ente a
nuevas problemáticas. Y, entonces, es claro que "la realidad sólo habla segun .s~ le
interroga", y que sólo "se encuentra lo que se está buscando", por lo ~ual la erud1c16n
misma depende, directa y esencialmente, de esa inte_rpretación ~r~~1a que se ~las~a
en las hipótesis, preguntas, interrogaciones y herramientas de anahs1s que el h1_stona-
dor tiene dentro de su cabeza en el momento inicial en que acomete el tratamiento Y
examen de sus fuentes y de sus distintos materiales históricos.
Por eso, toda investigación histórica comienza con la definición de una "e~cues­
ta", de un "cuestionario" determinado que implica una posición frente al tema a mves-
LP "Esct1ela" de los Annales 65
tigar, que delimita -si bien a modo de conjeturas provisorias pero actuantes- las pre-
guntas sobre lo que es o no significativo, el cuerpo de las hipótesis a fundamentar o a
eliminar, así como la agenda de los puntos y elementos cuya explicación y considera-
ción se intenta encontrar. ·
Cuestionario o encuesta que define justamente el "problema" que es objeto de
esa indagación historiográfica. Un problema que, para los Anna/es iniciales, decidiría
el curso mismo del trabajo erudito y más adelante los propios resultados de la práctica
del historiador. Y que, en consecuencia, se constituye en la primera tarea de esa mis-
ma aplicación práctica de las reglas del oficio de los cultores de la musa Clío.
Si el problema inicial sobredetermina de manera tan fundamental el momento
erudito de la actividad, es necesario expresarlo, con el máximo rigor y detalle, en el
comienzo mismo del trabajo historiográfico. Entonces, al explicitarlo, se revelará cla-
ramente tanto la solidez y riqueza de la formación específica de cada historiador como
también, y sobre todo, los inevitables "sesgos" particulares que dicho historiador in-
troduce en el tratamiento de su propio material. Porque en contra de la visión ingenua-
mente positivista, que pedía una neutralidad absoluta del historiador frente a su tema
de estudio y que soñaba con la objetividad de sus resultados, el paradigma de la histo-
ria-problema afirma, por el contrario, que es el propio historiador "el que da a luz los
hechos históricos", construyendo junto a sus procedimientos y técnicas de análisis
también los "objetos" y "problemas" que investiga, para obtener al final un conjunto
de hipótesis, modelos y explicaciones globales elaborado por él mismo y por lo tanto
igualmente "sesgado" por su actividad o intervención.
Entonces, y puesto que no existe una relación pura, aséptica e incontaminada
entre el historiador y su "materia prima'', el trabajo histórico lleva siempre y necesa-
riamente la marca de sus constructores. Condicionamientos que comienzan con la
propia determinación "epoca!" del historiador-lo que Bloch recordaba con el célebre
proverbio de que los hombres son tan hijos de su propio tiempo como lo son de sus
mismos padres-, que le dictan parte de los criterios de la elección de sus problemas y
que alcanzan hasta las singularidades mismas de su biografía o itinerario personal,
llevando a unos a interesarse en la cultura o en la política y a otros en la economía o en
el conflicto social, pasando sin duda por los derivados del origen y de la posición de
clase social del historiador, pero también de los efectos producidos por las coyunturas
sociales o culturales, por las situaciones generales o por las experiencias colectivas e
individuales igualmente vividas.
Con lo cual, otra de las funciones esenciales de ese cuestionario, encuesta o
problema inicialmente delimitado, es hacer explícitas y conscientemente asumidas a
esas sobredeterminaciones específicas del historiador. Limitaciones que, por lo de-
más, no conducen a un relativismo absoluto de los resultados historiográficos, tan
caro a las recientes posturas posmodemas en la historiografia, sino más bien al reco-
nocimiento elemental de que toda verdad histórica -como toda verdad en general- es
relativa y que, por tanto, el progreso del conocimiento histórico -como, por lo demás,
1
r,
66 . Carlos Antonio Aguirre Rojas
todo progreso real- no es simple, lineal, acumulativo e irreversible, sino más bien
complejo, lleno de saltos y de retrocesos, de múltiples líneas y ensayos, y sólo ascen-
dente desde la perspectiva más global de su curva última y más general.
Un cuarto paradigma de esta historia promovida por los Annales en su etapa de
1929 a 1941 , es el de la historia abierta o en construcción. Porque si el nuevo modo de
historiar que se reivindicaba era comparatista, global y problemático, es claro que el
proyecto se remontaba a la segunda mitad del siglo XIX, a la fecha de nacimiento y
desarrollo del marxismo original, y a mucho menos tiempo si sólo se consideran los
ámbitos académicos y universitarios de afirmación de la historiografía. Por lo tanto,
esta historia defendida por esos primeros Anna/es no podía ser más que una historia
joven, en vías de construcción, que se encontraba aún a la búsqueda de la definición
de sus perfiles más definitivos y fundamentales.
En consecuencia, una historia que se dedica permanentemente a descubrir, y
luego a explorar y colonizar progresivamente, los múltiples nuevos territorios que
cada generación sucesiva de historiadores le aporta. Una tarea que, como lo ilustra la
propia trayectoria de la corriente annalista pero también la historia de la historiografía
del siglo XX, se ha cumplido a lo largo de los últimos ochenta afios, renovando los
temas y campos de la investigación con cada nueva coyuntura general.
De la misma manera que se incorporaron nuevos territorios, también las técni-
cas, los procedimientos, los paradigmas metodológicos y los modelos, conceptos Y
teorlas que utiliza, aplica, construye e incorpora esa misma ciencia de la historia se
renovaron. Pues desde la técnica del carbono 14 hasta la dendrocronología, desde el
método comparativo hasta el moderno "paradigma indiciario" de los microhistoriadores
italianos, y desde los modelos del mundo feudal de Pirenne o de Bloch hasta los más
recientes sobre el capitalismo de Braudel ode Wallerstein o los esquemas de historia
cultural de Cario Ginzburg y de Roger Chartier, la disciplina no ha cesado ni un sólo
momento de ensancharse, de redefinirse, de profundizarse y de transformarse incluso
radicalmente, para dar cabida y espacio de desarrollo a todo ese conjunto vasto y
enorme de innovaciones técnicas, mefodológicas y epistemológicas diversas.
De este modo, y a través de este paradigma de una historia en construcción, los
Annales de la primera época asumieron radicalmente el carácter inicial y necesaria-
mente inacabado del proyecto de una ciencia histórica, atributo que no sólo explica
esa permanente mutación y renovación que la historiografia contemporánea ha cono-
cido en la última centuria, sino que también permite pronosticar acerca del futuro
inmediato de la misma: está todavía lejos, como dijo alguna vez con un poco de ironía
Femand Braudel, el momento en que habremos encontrado "la buena ciencia" de la
historia, su "forma definitiva", el espacio por fin abarcado de su inmenso territorio,
las "buenas técnicas" y los "buenos métodos" finalmente establecidos de sus investi-
gaciones.
Por el contrario, si la Historia posee el espesor mismo de lo humano, a lo largo
del tiempo su progreso sigue y seguirá avanzando con los cambios y desarrollos de
todas las ciencias sociales, transformaciones y avances cuyo final no se distinguen
aún dentro del horizonte. Por eso, como Marc Bloch reclamaba, la Historia "en tanto
empresa razonada de análisis" es todavía una ciencia que vive su periodo de infancia,
reproduciendo constantemente nuevos descubrimientos y nuevos hallazgos para su
compleja edificación.
Tal vez por eso no logra cerrar del todo y definitivamente su combate contra las
formas de historia que le han precedido, y con las cuales ha roto de manera radical.
Pues al no alcanzar a consolidar totalmente, ·dada la magnitud de la empresa, ese
carácter científico y crítico que la distingue de las historias positivistas, empiristas,
legendarias, metafísicas y decimonónicas que la preceden, sigue dejando entonces un
espacio historiográfico sin ocupar, en el cual todavía prosperan y sobreviven esas
historias positivistas, monográficas y puramente narrativas, ya anacrónicas y vacías
de contenido, pero todavía actuantes y activas en vastos dominios de las historiografías
nacionales del mundo entero.
Finalmente, un quinto paradigma que caracterizó esa revolución en la teoría de
la historia fue el de los diferentes tiempos históricos y de la larga duración. Un postu-
lado que, aunque se haya esbozado en algunos de sus puntos esenciales en la obra de
Marc Bloch, sólo fue tematizado e incorporado a la perspectiva annalista a través de
la obra y los ensayos de Femand Braudel, durante la segunda etapa de vida de la
corriente, que analizaremos en el capitulo siguiente.
Estos cinco paradigmas conformaron el núcleo duro epistemológico de esta re-
volución en la teoría de la historia desplegada por los primeros Annales y consumada
por los Annales braudelianos, que constituyó el principal aporte general de esta co-
rriente a la historiografía del siglo XX, a la vez que el soporte sobre el cual se apoya-
ron tanto el nuevo tipo de historia económica y social por ellos promovida como
algunas de sus incursiones igualmente originales y renovadoras en el campo de la
historia cultural-abusivamente rebautizada después como historia de las "mentalida-
des"-, pero también todo el rol de profunda transformación que jugaron esos Annales,
sucesivamente, dentro de la historiografia francesa, luego mediterráneo-europea y la-
tinoamericana y finalmente europea y del mundo occidental en general.
Una revolución que fue el fruto directo de la compleja y rica colabqración entre
Marc Bloch y Lucien Febvre, pero también del equipo de primeros miembros del
comité de redacción y de colaboradores cercanos del proyecto, tales como el sociólo-
go durkheimiano Maurice Halbawchs -de clara filiación socialista-, Henri Hauser -
primer titular de la cátedra de Historia Económica de la Sorbonne y buen conocedor
de Marx- o Georges Lefebvre y Emest Labrousse, ambos estudiosos de la Revolución
francesa e impactados fuertemente por el pensamiento marxista, etc.
Proyecto colectivo profundamente innovador y revolucionario, que comenzó a
gestarse inmediatamente después del fin de la Primera Guerra Mundial y germinaría
lentamente para concretarse sólo en 1929, cerrándose luego en 1941 con la difícil
ruptura entre Marc Bloch y Lucien Febvre en la primavera de ese año.
.. '_._.~_,.·
. ..
.
/
.,....
68
/ Carlos Antonio Aguirre R.ojas
La difícil disputa entre Marc Bloch y Lucien Febvre en torno a la decisión de conti-
nuar o no la publicación de los Annales ha sido retomada varias veces por distintos
estudiosos, y con mucha mayor intensidad en la última década. Luego de que el pro-
pio Lucien Febvre la abordara en 1945, y de que la misma resurgiese hace casi 20
años en las interpretaciones deAlain Guerrau y de Josep Fontana, con los trabajos de
los últimos 1Oaños dedicados a la historia de los Annales esta disputa o ruptura se ha
vuelto el motivo de una viva controversia, en la que se reflejan las muy·distintas
interpretaciones sobre esa encrucijada esencial de los destinos de Annales pero tam-
bién, de modo general, las muy diversas evaluaciones globales de ese mismo itinera-
rio annalista.
Se trata, sin duda alguna, de un momento decisivo dentro de la historia general
de la corriente. Pues la resolución no era menor o sin consecuencias: luego de la toma
de París por los nazis, y de la ocupación de la mitad del territorio de Francia, el
decreto del 3 de octubre de 1940 sobre el estatuto de los judíos les prohibía participar
en la redacción, y obviamente en la dirección, de cualquier publicación de carácter
periódico. Marc Bloch era codirector, con Lucien Febvre, de los entonces llamados
Annales d'Histoire Socia/e, lo cual los colocaba frente al riesgo de ser calificados
como una empresa judía, y suspendidos por este motivo.
La disyuntiva, entonces, era clara: suspender temporalmente su publicación, como
lo hizo por ejemplo la Revue de Synthese dirigida por Henri Berr, o continuar publi-
cando los Anna/es al precio de suprimir el nombre de Marc Bloch de la cubierta de la
revista y de someter a esta última a las condiciones impuestas por la nueva situación
determinada por los nazis. Es sabido que Marc Bloch se inclinó por la primera salida,
considerando a la segunda como una "abdicación" y como una posible "deserción, en
· alguna medida". En cambio, Lucien Febvre veía las cosas de un modo diametralmente
opuesto, y consideraba a la posición de Bloch como "una de esas actitudes negativas
que siempre he odiado, amparadas en uno de esos 'mitos de pur~za' cuyas ruinas no se
registran en la historia", defendiendo entonces la postura de continuar la publicación
aún bajo las condiciones ya señaladas. Así, mientras Febvre afirmaba que los Annales
debían proseguir, pues no eran sólo una revista sino "un poco de ese espíritu eterno
que debe ser salvado", y enfatizaba que la muerte de los Annales sería "una nueva
mue1te para mi país", Bloch consideraba, en cambio, que la supervivencia de la revis-
ta en las circunstancias descritas sería "una concesión, que moralmente es más que
cruel", que "la experiencia, creo, la condena".
Finalmente, prevaleció el punto de vista de Lucien Febvre y los Anna/es siguie-
ron editándose, con grandes dificultades y enormes irregularidades pero sin interrup-
ción, durante toda la Segunda Guerra Mundial. Entonces, con esta radical confronta-
ción de posiciones en torno al rol social y al destino mismo de la revista, en las cir-
cunstancias límite de esa primavera de 1941 en la Francia ocupada, se cerró definiti-
vamente el proyecto colectivo de los primeros Annales, cesando el intercambio y
La "Escuela" de /oJ Annales 69
colaboración intensas y orgánicas entre Bloch y Febvre que animó a esa propuesta
entre 1929 y 1941 , e iniciándose una larga transición que sólo concluiría en 1956.
¿Qué es lo que explica esta profunda divergencia entre los dos directores de los
Annales, que llegó a la clausura del proyecto iniciado más de doce años atrás y hasta
la transfonnación radical de los Annales de un proyecto vivo, colectivo, revoluciona-
rio en la teoría de la historia y constantemente innovador, en una revista redactada
considerablemente sólo por Lucien Febvre, y en donde la colaboración de Marc Bloch
ya no era más que completamente marginal y episódica? ¿Y cómo se vincula esta
ruptura del tándem "Bloch-Febvre" con la historia previa de los propios Anna/es, y
más allá, con los itinerarios intelectuales globales tanto de Marc Bloch como de Lucien
Febvre?
Las investigaciones más recientes que hemos evocado nos han mostrado clara-
mente que esta discrepancia radical de 1941 no había sido, ni mucho menos, la prime-
ra entre las dos principales cabezas de los Anna/es fundadores, divergencia que puso
en crisis un proyecto de colaboración armónico y permanente entre ambos. Por el
contrario, esa disputa de 1941 no era más que el último eslabón -aunque también el
más profundo y significativo- de una larga cadena de constantes tensiones, crisis y
oposiciones, más o menos abiertas, más o menos veladas que caracterizó a la historia
entera de esta primera generación.
Porque si bien es claro que Bloch y Febvre estaban de acuerdo en lo esencial -en
cuanto al combate contra la historia positivista, en tomo a la necesidad de revalorizar
y relanzar en Francia y en ciertas partes de Europa a la historia económica y social, y
respecto a la urgencia de ayudar a promover y construir una urgente renovación radi-
cal de los estudios históricos de su época-, también es cierto que estas tareas concebi-
das en común eran vistas, por ambos historiadores, desde percepciones historiográficas
que e.n el fondo eran bastante distintas. Posturas encontradas que explican, entonces,
la mutua oposición respecto de sus proyectos intelectuales individuales, de sus distin-
tas iniciativas culturales e incluso en relación con sus resultados de investigación
principales.
Así, es sabido que Febvre se autorreprochó, al final del primer año de vida de los
Anna/es, su "semiabstención" y limitada participación dentro de la empresa, recono-
ciendo a la vez el rol más protagónico de Bloch en este arranque inicial del proyecto
y criticando muy abiertamente las consecuencias de este papel sobre los perfiles de la
revista. También ha sido señalado el hecho de que mientras Bloch se comprometió de
lleno y casi exclusivamente con el emprendimiento, Febvre, en cambio, soñaba con
fundar otra revista paralela de "historia de las ideas", a la vez que continuaba con una
colaboración importante dentro de la Revue de Synthese de Henri Berr y de la Revue
d 'Histoire Moderne.
También es sabido que con el desplazamiento de Febvre a París en 1933 -movi-
miento que incluyó al secretario de la revista-, se produjo no sólo una separación y
distanciamientofisicos sino también intelectuales de los directores de Annales. Igual-
70 Carlos Antonio Ag11irre Rojas
mente, y en esta misma vía, es conocida la suspicacia de Marc Bloch frente al proyec-
to febvriano de la Encyclopedie Fram;aise, y luego frente a los colaboradores cerca-
nos de Febvre como Lucie Varga o Fernand Braudel, recelo que en el otro extremo se
reproducía también, por ejemplo, en la abierta oposición de Febvre a la candidatura
de Bloch para la sucesión de la dirección de la École Norma/e Supérieure en 1938.
Un conjunto de reiteradas y no poco importantes divergencias y oposiciones
intelectuales, que se reproducía también en la mutua evaluación crítica y hasta un
poco negativa de Febvre respecto a La sociedadfeudal de Bloch, y de este respecto
del libro febvriano la religión de Rabelais. El problema de la incredulidadreligiosa
en el siglo XVI. Una relación compleja y multifacética, desplegada en los años l930s.
bajo la forma de esta permanente dialéctica de profundos acuerdos y de no menos
hondos desacuerdos, que al mismo tiempo que explica la excepcional riqueza y
multidimensionalidadde ese proyecto de los primeros Annales, configura también un
primer escenario necesario para la radical ruptura de 1941.
Porque esos Annales de 1929-1941 a los que Fernand Braudel calificó como
"los Annales más brillantes, los más inteligentes, los mejor conducidos y los más
innovadores de toda su larga serie" fueron, entonces, el fruto de un delicado equili-
brio establecido durante casi veinte afios entre dos personalidades intelectuales fuer-
tes, que si bien compartían en profundidad una serie de objetivos y de intenciones
comunes, también diferían estructuralmente en torno al sentido global que le asigna-
ban al proyecto historiográfico, así como respecto al rol social que consideraban de-
bía jugar la revista en general.
Del mismo modo que la irrupción de la Segunda Guerra Mundial había repre-
sentado la ruptura de la tensa situación de fuerzas existente entre las distintas poten-
cias y naciones europeas, había roto ese complejo equilibrio, por demás fructífero y
excepcionalmente productivo, que se había establecido entre estos dos "hermanos
enemigos" --como los calificaron algunos de sus adversarios-que fueron Marc Bloch
y Lucien Febvre.
Armonía generadora de múltiples resultados intelectuales importantes y mutua-
mente enriquecedora, que si bien había sido la plataforma de construcción del tándem
Bloch-Febvre de los años 1930s., fue posible sólo en el verdadero punto de cruce de
dos itinerarios intelectuales que marchaban por senderos diametralmente opuestos,
actualizando filiaciones y tradiciones intelectuales netamente diferenciadas y orien-
tándose en lógicas de sentidos igualmente contrapuestos.
Porque si la ruptura de 1941 se explica en primer lugar por las circunstancias
inmediatas que ya hemos aludido, y en segundo término por esa tensión y conflicto
permanentes que recorren la historia entera de estos primeros Annales del periodo
1929-1941, su causalidad más profunda nos remite, en cambio, a las dos curvas globales
de las diversas trayectorias biográfico-intelectuales de Marc Bloch y de Lucien Febvre.
Dos recorridos que, en su evidente contraposición, nos dan también la clave de expli-
- - - - - - - - - - - - - - -- - - ~
La 'fa.,/a" Jdu Annal" 71 ., 1
cación de las dos respuestas existenciales e intelectuales que se opusieron en el debate
de 1941 en tomo a la continuación o no de la publicación de la revista.
Así, mientras Lucien Febvre había nacido en Nancy en 1878, como hijo de un
modesto profesor de Liceo, Man: Bloch era en cambio ocho afios más joven, habien-
do nacidoen 1886 y teniendo como padre a Gustave Bloch, que terminó siendo un
reconocido profesor en la Universidad de la Sorbonne. Al mismo tiempo, y junto a
estas pequefias diferencias de edad generacional, de origen social y de status inicial
dentro del mundo académico, se agrega el hecho de que se trataba de temperamentos
o personalidades también diferentes: Lucien Febvre es recordado como un hombre
más bien sociable, expansivo y capazde fuertes arranques emotivos que, abierto siempre
al diálogo con los otros, habría funcionado un poco como el "banquero de ideas" de
su generación. Un hombre de una curiosidad intelectual despierta casi frente a cual-
quier incitación exterior, que era capaz de escribir hasta veinte o treinta páginas de un
texto por día, desarrollando su razonamiento en múltiples direcciones con una liber-
tad y audacia intelectual considerables. En el otro extremo, en cambio, Marc Bloch ha
sido caracterizado como una personalidad más reservada y austera en la expresión de
sus emociones, y de acceso más difícil para entablar con él una relación de tutoría o de
colaboración intelectual. Un investigador que concentraba su atención en ciertos cam-
pos bien definidos de estudio, que reescribía y corregía hasta tres y cuatro veces sus
manuscritos, desarrollando una argumentación más rigurosa y sistemática de los te-
mas que abordaba.
Dos temperamentos nítidamente opuestos que no sólo se proyectaban en estas
distintas actitudes intelectuales y en esos también diversos estilos de trabajo, sino que
se acompañaban además, y esto es tal vez el elemento fundamental de nuestra argu-
mentación, de dos itinerarios intelectuales generales que marcharon igualmente por
senderos completamente contrapuestos.
Pues, cuando observamos globalmente el itinerario intelectual completo de Lucien
Febvre, resulta claro que ha transitado desde una posición de compromiso y hasta de
activa participación en los medios semi-proudhonistas y semi-jauresianos del socia-
lismo francés de principios del siglo -que se ha plasmado tanto en los más de treinta
artículos periodísticos publicados en el diario le Socialiste Comtois, como en su tesis
de doctorado sobre Philippe 11 et la Franche Comté-, hacia otra postura que se aleja-
ba cada vez más de las influencias del socialismo y del marxismo, y que oponiéndose
o diferenciándose claramente de ellos llevaba a Febvre a insertarse en un proceso de
progresiva consagración académica y de una actitud cada vez menos comprometida
con las circunstancias políticas inmediatamente vividas. Proceso cuyas estaciones prin-
cipales fueron su entrada en el College de France, su vinculo con Anatole de Monzie
y el proyecto de la Enciclopedia Francesa y finalmente su postura respecto a los
Annales en 1941.
En el otro lado, el itinerario intelectual de Marc Bloch aparece como
simétricamente opuesto. Partiendo de una posición solamente liberal y progresista,
Carlos A11to11io Ag¡¡irre Rqjas
que Bloch mantuvo durante la Primera Guerra Mundial y que se reflejaba claramente
en sus Écrils de guerre 1914-1918 recientemente publicados, se fue acercando pro-
aresivamente a Marx y al marxismo -lo cual se expresa en su trabajo en el campo de
ia historia económica y social- paralelamente a una creciente radicalización de sus
posturas políticas, cada vez más a la izquierda y a una también más aguda conciencia
de la necesidad de comprometerse con su presente y con su circunstancia específica.
Un itinerario jalonado por los sucesivos fracasos en las tentativas de ing~eso al Col/ege
de France y por el fallido intento de acceder a la dirección de la Eco/e Norma/e
Supérieure que, originados en parte en el racismo y antisemitismo rein~ntes, se extre-
maron profundamente luego del estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Marchando así, Febvre desde una posición socialista y de izquierda hacia una
posición más de centro, y Bloch desde una postura de centro izquierda hacia otra más
radical y de izquierda, se ha producido ese punto intermedio de encuentro que fue el
proyecto colectivo de los primeros Annales entre 1929 y 1941. Pe~o. con la_ guerra
vino la ruptura de la normalidad anterior y la agudización de las pos_1c10nes diversas,
y entonces Bloch y Febvre se opusieron radicalmente ~n sus evaluac1o~es de cóm~ se
debía reaccionar frente a esa guerra y sus efectos, denvando de esos diferentes diag-
nósticos también distintas soluciones al problema de la publicación o no de los Anna/es.
Pues una vez estallado el conflicto, volvió a manifestarse esa divergencia es-
tructural de las dos líneas de evolución profunda seguidas por nuestros dos historia-
dores. Bloch se enroló voluntariamente en el Ejército y se esforzó por ser "útil" a su
patria en el propio frente, asumiendo que la situación había cambiad~ radicalmente Y
concluyendo que el único modo de resistir al enemigo era combatJrlo -<le manera
teórica y Juego práctica- trabajando allí, luego pasando a 1~ zon~ no oc~pada Yfinal-
mente enrolándose en Jos Movimientos Unidos de la Resistencia; Luc1en Febvre se
acogió, en cambio, a su derecho de no ser llamado a las filas ~c~ivas del fre~te, d~ci­
diendo permanecer en París aún bajo la ocupación nazi y conc1~1endo la contmuac16n
tenaz y mantenida del conjunto de sus actividades "non:nal~s" -sus cursos en el Cole-
oio de Francia la escritura de sus libros y también la pubhcac16n regular de los Anna/es-
~omo el únic~ modo eficaz de resistir al enemigo, frente al cual el codirector más
viejo se negaba a aceptar o a asumir del t~do las nuevas condici~nes d~ op~esión.
Enfrentando de maneras completamente discordantes una misma s1tuac1ón, Marc
Bloch y Lucien Febvre daban curso a la clara diferenda q~e dividiría a muchos de sus
compatriotas franceses durante la Segunda Guerra Mun~1~l, que co~ocaba a unos en
posición de negarse a aceptar la situación directamente v1v1da, rebelandose contra los
cambios que implicaba la ocupación alemana e intentando mantener a ~oda ~?sta su
anterior "normalidad" -en el convencimiento de que se trataba de una s1tuac1on sólo
temporal y no definiÚva-, mientras los otros reconocían que después ~e esta ocupa-
ción y de esta guerra nada permanecería igual que antes, y que la Francia Yla ~uropa
que saldrían de esta experiencia radical y traumática debía~ comenza; ~ ~ons~i:uJrse ~e
inmediato, a través de la oposición práctica y activa y mediante el anahs1s cnuco Ysm
La "E¡cue/a" de /o¡ Annales 73
concesiones de las lecciones y de las implicaciones que dicha vivencia conllevaba.
Dos posturas diversas que nos proporcionan, de un lado, una concepción mucho más
anclada en la tradición y en la historia previa de Francia y de Europa, que miraba a la
guerra sólo como un trágico paréntesis efímero de una situación de normalidad y de
esencial continuidad, que sería mantenida por Lucien Febvre; mientras, del otro lado,
nos coloca frente a una visión diferente, mucho más volcada hacia el futuro incierto
de esa misma Europa y del hexágono francés, que se interrogaba respecto a la revolu-
ción profunda creada por el conflicto bélico y al mejor modo de hacerle frente de
inmediato, para ir preparando a la "nueva Francia" y a la Europa del mafiana, visión
mantenida claramente por Marc Bloch.
Esto nos aporta nuevos elementos de comprensión de las razones profundas que
explican esa discrepancia difícil, y no resuelta sin graves consecuencias, que fue la
ruptura de la primavera de 194i entre Marc Bloch y Lucien Febvre.
Pero también, y en un plano más referido a la evolución interna de la corriente
de los Annales, lo que esa confrontación de 1941 revela es la coexistencia, dentro del
proyecto colectivo de los afios 1929-1941, de dos claras líneas de filiación intelec-
tual, encamadas una vez más por ambos directores de Annales.Por un lado, una tradi-
ción intelectual que desde Marc Bloch se conectaba directamente con la obra de Henri
Pirenne y un poco más atrás con los trabajos de Karl Lamprecht, tradición volcada al
estudio de Ja rama de la historia económica y social, que reivindicaba como central al
método comparativo y a las dimensiones interpretativas del oficio de historiador y
que mantenía una perspectiva más cosmopolita dentro de la investigación. Del otro
lado, la tradición encamada por Lucien Febvre, cuyo antecedente directo era Henri
Berr, mucho más concentrada en los temas de la historia cultural, de la historia de las
ideas, de la historia religiosa o de la historia de la ciencia, preocupada por el diálogo
de la disciplina histórica con las otras ciencias sociales y por privilegiar también el
paradigma de la "historia-problema", centralizando más sus perspectivas dentro del
hexágono francés y en las visiones más "francesas" de los distintos problemas.
Dos filiaciones o tradiciones otra vez diferentes, que explican también la exis-
tencia de dos modelos de historia cultural -o como se le intentó llamar después,
extrapolando abusivamente un término que Lucien Febvre había utilizado en ocasio-
nes, aunque no exclusivamente, y al que Bloch criticaba duramente, como el de "his-
toria de las mentalidades"- completamente distintos, desplegados uno por Marc Bloch
en Los reyes taumaturgos, y el segundo por Lucien Febvre sobre todo en La religión
de Rabelais. El problema de la incredulidadreligiosa en el siglo XVI. Dos esquemas
de historia cultural, mal llamada "de las mentalidades" que fueron, en el caso de Bloch,
un estudio más sociológico y globalizante de todos los estratos presentes que compo-
nían, en un palimpsesto de elementos de muy diversa duración temporal y de muy
distintos orígenes, a las creencias populares y a los sentimientos colectivos que se
condensaban en ciertos ritos de las monarquías inglesa y francesa de los siglos Xl-
XVIII, y en el de Febvre, sobre todo una radiografía crítica de los elementos que
74 Carlor Antonio Ag11irre Rojar
conformaban al "utillaje mental" de los hombres de la Francia del siglo XVI. Dos
acercamientos a la historia cultural que, en contra de las opiniones más ampliamente
difundidas, no fueron recogidos, ni prolongados, ni recuperados por la tercera genera-
ción de los Annales, encontrando más bien a sus verdaderos continuadores o herede-
ros en ciertos trabajos de Michel Foucault, el de Febvre, y el de Bloch en las obras de
Cario Ginzburg.
Tradiciones historiográficas divergentes, que se revelan también en los muy di-
versos circuitos de relaciones académicas y en los muy diferentes espacios de difu-
sión de las obras de Marc Bloch y de Lucien Febvre. El primero, vinculado a la red de
sociabilidad intelectual de los historiadores económicos europeos de aquellos tiem-
pos, lo cual le daba a Bloch corresponsales permanentes en Inglaterra, Noruega, Ale-
mania, Estados Unidos, Espafia e Italia, y que explica también la significativa difu-
sión internacional de sus trabajos y su reputación en escala europea y un poco más
allá, como un gran medievalista e historiador económico francés de primer nivel. El
segundo, en cambio, más vinculado a una red de sociabilidad parisina y francesa, que
le permitió a Lucien Febvre participar de manera protagónica en una cierta cantidad
importante de empresas culturales francesas -como la dirección de la Enciclopedia,
la participación en el directorio del CNRS, la creación de la VI Sección de la École
Pratique des Hautes Études o la representación de Francia en la UNESCO, entre
otras- a partir de una circulación menos internacional de sus trabajos y de una reputa-
ción mucho más difundida dentro de Francia como uno de los más importantes histo-
riadores de la primera mitad del siglo XX.
Lineas de filiación historiográfica separadas y heterogéneas que han logrado,
sin embargo, coincidir en los afios 1930s. y cuya síntesis compleja ha construido esa
riqueza excepcional y ese brillo particular que caracteriza a esos primeros Annales de
1929-1941. Slntesis que no sobrevivió a la ruptura de este último año, lo cual no
invalida el hecho de que esas dos tradiciones habrfan todavía de jugar un cierto rol
importante, tanto en la etapa de los Annales febvrianos de transición como en el perio-
do de los segundos Annales braudelianos.

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  • 1. Carlos Antonio Aguirre Rojas La escuela de los Annales Ayer, Hoy, Mañana OCTAVA EDICIÓN EN ESPAÑOL PRIMERA EDICIÓN ARGENTINA prohi1toria ediciones ISBN-1O: 987-1304-08-0 ISBN-13: 978-987-1304-08-0 Rosario, 2006 .. .. CAPÍTUL03 LOS PRIMEROS ANNALES (1929-1941) UNA REVOLUCIÓN EN LA TEORÍA DE LA HISTORIA Si queremos medir correctamente el impacto que han tenido los Annales dentro de los estudios históricos del siglo XX, así como el rol general que jugaron dentro de la curva de vida de los mismos, debemos partir del hecho de que su nacimiento como corriente historiográfica, en enero de 1929, representó el desarrollo de una auténtica revolución en la teoría de fa historia. Una ruptura radical e integral de todas las formas hasta entonces dominantes de ejercer el oficio de historiador, que no tuvo parangón alguno dentro del mismo siglo XX -un centuria que, no obstante, estuvo llena de importantes transformaciones de los "modos de hacer" historiográficos-y que sólo puede ser comparada en cuanto a su magnitud y a sus efectos con la otra enorme revolución en la teoría de la historia que, en el siglo XIX, representó el desarrollo de la concepción marxista -con la diferencia esencial de que esta última se había desplegado y afirmado, en sus orígenes y hasta una fecha más bien tardía.Juera de los espacios académicos y universitarios, y más en el mundo de los movimientos sociales y políticos contestatarios y antisistémicos de Europa y de todo el mundo. Lo cual significa que, si atendemos a las líneas dominantes en cuanto a los mo- dos de ejercer la práctica historiográfica, dentro de esos espacios académicos y uni- versitarios en donde·se producen la mayor parte de las obras contemporáneas, es po- sible discernir claramente un antes y un después divididos por la revolución historiográfica instaurada con el surgimiento de Annales, que dio como resultado dos modos radicalmente diferentes de ser historiador. Transfonnación profunda en la historiografía del siglo XX, no significa que los Annales lo hubieran inventado todo desde Ja nada, ni que su proyecto fuera absoluta- mente original, sino que sólo con ellos alcanzó su verdadero punto de condensación el proceso profundo de cambio y de mutación de la historiografía en el momento de su paso de su condición decimonónica dominante a su estatuto correspondiente a las exigencias del siglo XX. Porque ya hemos visto, con bastante cuidado, el conjunto de antecedentes y raíces intelectuales sin las cuales habría sido imposible la gestación de esos primeros Anna/es. Pero, como es claro, se trataba siempre de filiaciones y de precedentes inte-
  • 2. 58 Carlos J111to11io.·1,guirrcRqjas lectuales que nunca tuvieron un rol dominante dentro de la historiografía, siendo más bien proyectos marginales, críticos e impugnadores -y por ello,justamente, los porta- dores de las innovaciones más importantes- de la historiografía establecida, oficial y dominante. Proyectos que, por diversos motivos, no llegaron a forjar un modelo nuevo y alternativo que pudiera efectivamente sustituir al positivista dominante, funcionando más como elementos que fueron poco a poco disolviendo las bases de la legitimidad de esa historiografía hegemónica, a la vez que acumulaban, también lentamente, los pequeños cambios que prepararían la gran mutación futura. Pues, como hemos señalado, el marxismo se hallaba prácticamente ausente, an- tes de 1929, de los mundos académicos y universitarios, ejerciendo entonces un im- pacto sólo indirecto o mediado sobre los modos de ejercer el oficio de historiador más ampliamente extendidos en toda Europa y en el mundo occidental. Por su parte, los trabajos de la historiografía crítico-académica germana, aunque fueron fundamenta- les en la tarea de denunciar las limitaciones de la historiografía positivista, no pudie- ron superar su condición de línea marginal dentro de la historiografía, disolviéndose como un universo de trabajos y proyectos de grandes intelectuales y de varias individualidades fuertes, más que co1no un programa colectivo y unificado capaz de sustituir a la línea dominante. Finalmente, hemos visto también el rol jugado por los dos proyectos pioneros de renovación historiográfica en el medio francoparlante, que no alcanzaron a franquear el paso de la mutación radical historiográfica por su origen y localización en el espacio belga -el caso de Henri Pirenne y de su escuela- o por el carácter más bien genérico y abstracto de la propuesta impulsada, como en el esfuerzo de Ja Revue de Synthese dirigida por Henri Berr. Entonces, acumulando todos estos impulsos y líneas de ruptura con el modelo dominante a la vez que dotándolos de una nueva estructura global y coherente, con bases epistemológicas renovadas y encuadrados dentro de un pr_oyecto colectivo, se construyó esa verdadera revolución en la teoría de la historia representada por los Anna/es, que sustituyó a la preeminencia positivista y a la hegemonía historiográfica del mundo germanoparlante por un nuevo dominio historiográfico ahora francés, nucleado en torno al esquema annalista y destinado a conquistar, progresivamente, a los medios historiográficos de Francia, Europa y luego del mundo occidental. Con lo cual, resulta más clara la delimitación del sentido de esta revolución: fue una ruptura en la teoría de la historia si la observamos frente al modelo positivista dominante, en contra del cual se desplegó de manera explícita, siendo a la vez una mutación radical de la historiografía que se ejercía dentro de los medios académicos y universitarios europeos y occidentales, razón por la cual, como veremos más adelan- te, coincidió tan sorprendentemente con varias de las conclusiones y propuestas cen- trales de ese proyecto igualmente revolucionario y radical que le ha antecedido en setenta u ochenta años dentro de los espacios no académicos, y que ha sido el fenóme- no intelectual del marxismo. También fue una revolución historiográfica desplegada La "EStuela" de ioJ· Annales inicialmente dentro del mundo francés, y en consecuencia, marca.da por los códigos y los trazos de la cultura latino-mediterránea europea en donde encontró, no casualmen- te, su primera difusión amplia y significativa. Pero al mismo tiempo, y dado el momento específico de su desarrollo, esta revo- lución antipositivista, académica y de clara impronta francesa representó simultánea- mente, en el registro de una historia más profunda, tanto el real tránsito de los estudios históricos desde su figura decimonónica hacia sus perfiles propios del siglo XX, como el nacimiento de la última hegemonía historiográfica que conocerían los estudios his- tóricos durante la centuria concluida en 1989. Entrecruzando en el instante de su nacimiento todas estas líneas de transforma- ciones múltiples, los Anna/es se opusieron, ténnino a término, al conjunto de los tra- zos que caracterizaban al modelo positivista aún dominante, que al haber resumido y cristalizado todos los progresos de la historiografia del siglo XIX, resultaba obsoleto y completamente anacrónico después de la Primera Guerra Mundial y de la Revolu- ción rusa que inauguraron el siglo XX histórico. Así, reencontrando por su propio camino y con sus armas muchos de los descu- brimientos y rupturas que había anticipado el proyecto pionero y fundador del marxis- mo original, y recogiendo las herencias diversas de las historiografías académico- críticas germanas y francoparlantes, los Annales redefinieron desde la base y total- mente la práctica de los historiadores, desplegando frente a la historia positivista decimonónica el conjunto de trazos resumidos en nuestro cuadro número dos. De este modo, la transformación profunda y definitiva que, en el campo de los estudios históricos, había sido esbozada en sus contornos generales con el nacimiento y desarrollo de la concepción materialista de la historia desplegada por Carlos Marx, se concretaría de modo irreversible dentro de los ámbitos académicos y universitarios de la historiografía europea y occidental sólo ocho décadas después, y justamente a través de esta revolución en la teoría de la historia -de carácter francés-mediterráneo y de clara traza antipositivista- que fueron los primeros Annales o Annales d'Histoire Économiq11e et Socia/e. Con este giro rotundo, que recogió y potenció los aportes precedentes de las líneas críticas y marginales germanas y francesas, se establecieron los perfiles defini- tivos generales que caracterizaron a toda la historiografía del siglo XX. Lo cual expli- ca el hecho de que, en alguna medida, todos los proyectos innovadores que se afirma- ron a lo largo y ancho del espacio europeo y del mundo occidental durante toda la curva de ese breve siglo que corre entre 1914-17 y 1989, fueron deudores directos o, en otro caso, se definieron centralmente en relación con los Annales, y más especial- mente respecto de lo que han conquistado en el periodo de 1929 a 1968. Y así, lo mismo la microhistoria italiana que las distintas vertientes de la historia socialista británica, igual que la antropología histórica rusa, la nueva historia radical norteame- ricana o la historia regional latinoamericana, entre muchas otras, establecerían explí- citamente sus puntos de convergencia y sus espacios de divergencia respecto de estos
  • 3. Car/o¡ A11to11io AgHirre Rtyas ESOUEMAN'2 LA REVOLUCIÓN DE ANNALES FRENTE AL MODELO HISTORIOGRÁFICO POSITIVISTA MODELO POSITIVISTA MODELO ANNALISTA 1· Objeto de estudio de la Historia: el pasado es- 1- Objeto de estudio de la Historia:presente, pasado crito, registrado en textos. y"prehistoria" del hombre. Definición: la ciencia del pasado. Definición: la ciencia de los hombres en el tiempo. 2- Objetivo de la Historia: dar cuenta de los "gran- 2· Objetivo de la Historia: dar cuenta de los grandes des" hechos históricos. Historia política, militar, procesos sociales y colectivos. Historia social, diplomática y biográlica. económica. cultural, del poder. 3· Campo de realidades que abarca: Historia de los 3· Campo de realidades que abarca: Historia de las hechos inmediatos, superficiales, "espectacu- estructuras profundas, de las realidades subya- lares", de los grandes acontecimientos. centes, de las duraciones largas y colectivas. 4· Noción de tiempo que utiliza: idea moderno·bur- 4· Noción de tiempo que utiliza: descompone los guesa del tiempo (modelo newtoniano). Se con- múltiples tiempos y crea una noción nueva del centra en el estudio del tiempo corto, événemen· tiempo y de la duración. Analiza también tielle. Comparte la idea decimonónica del progre- coyunturas y procesos largos. Critica y supera la so simple, lineal, acumulativo y ascendente. idea lineal-simplista de progreso. 5. Fuentes que usa: Historia basada sólo en docu- 5· Fuentes que usa: Historia que multiplica, recrea, mentas escritos. inventa y descubre múltiples fuentes y nuevos puntos de apoyo. 6· Técnicas de apoyo del historiador: Historia ba- 6· Técnicas de apoyo del historiador: Historia que sada en la crítica interna y externa del docu- recrea y multiplica sus técnicas como la Foto· . mento, en la Diplomática, la Numismática y la grafia Aérea, el Carbono 14, la Dendrocrof ~ Paleografia. nología, el estudio de series, la lconogralia, los · · programas computarizados, etc. 7. Relación con su materia prima: Historia que pre· 7· Relación con su materia prima: Historia que asu- tende, falsa o ingenuamente, la neutralidad hacia me concientemente y que explicita sus sesgos, su objeto, una objetividad absoluta. presupuestos y determinaciones diversas. B· Dominio que abarca: Historia que ha establecido B· Dominio que abarca: Historia que asume que ya los temas de su estudio. limitados por la todo lo humano es historiable, de perspectivas definición de su objeto y cerrados en torno a su glotializantes, que usa el método comparativo, objetivo. Historia que aisla sus problemas y se que trasciende permanentemente las barreras encierra en rígidos limites cronológicos, aspa· cronológicas, espaciales y temáticas del proble· ciales y temáticos. ma abordado. g. Imagen que proyecta al exterior: Historia espe- 9· Imagen que proyecta al exterior: Historia ab_ierta cializada, limitada a un objeto parcial y circuns· o en construcción, que se enriquece, redefine y crito de lo social. renueva en cada generación. 1D·Relación con otras ciencias sociales: Historia 10·Relación con otras ciencias sociales: Historia separada yautónoma, carente por completo de promotora del diálogo permanente y e.I int~r- vínculos con otras disciplinas sociales. cambio diverso con todas las restantes c1enc1as sociales. 11·Estatuto de la Historia: Historia que vacila entre 11-Estatuto de la Historia: Historia que se asume ser arte o ciencia, tratando de imitar sin critica el como científica o como proyecto cienlílico, modelo de la ciencia natural. buscando su especificidad ydiferencia respecto del modelo de la ciencia natural. 12·Resultado del trabajo historiográfico: una Historia 12·Resultado del trabajo historiográfico: Una historia esencialmente descriptiva y narrativa. que despliega y explora todo el espacio y dimen- siones de su carácter interpretativo, creando modelos, hipótesis yexplicaciones globales. 13·Posición hacia los hechos: Historia positiva que 13-Poslción hacia los hechos: Historia crítica, de- comparte las ilusiones de cada época, testigo o constructora, que disuelve las evidencias y actor sobre sí mismo y sobre su tiempo yacción. muestra los supuestos ocultos, cuestionando las visiones comunes y dominantes, y marchando a contracorriente de ellas. lA "EJcue!a" de /oJ Annales 61 "primeros" y "segundos" Annales, al mismo tiempo que reproducían y recuperaban, con sus matices y singularidades propias, al conjunto de trazos de ese "modelo annalista" originario resumido en el cuadro antes referido. Revolución en la teoría de la historia cuyo núcleo metodológico y epistemológico duro estuvo constituido por un conjunto de paradigmas esenciales, que daban estatuto y soporte a todos los rasgos mencionados del "modelo annalista", a la vez que defi- nían el nuevo horizonte conceptual general de lo que a partir de ese momento y duran- te todo el siglo XX sería la práctica del oficio de historiador. Principios que incluían al método comparativo, a la perspectiva de la historia global, al postulado de una historia interpretativa o "historia-problema", a la reivindicación de una historia siem- pre abierta o en construcción y finalmente a la teoría de las temporalidades diferencia- les y de la larga duración histórica. Para los primeros Annales, no hay Historia verdaderamente científica que no sea al mismo tiempo compara/isla. Pues, retomando en este punto tanto el célebre discur- so de Henri Pirenne pronunciado en Bruselas en 1923 -"De la méthode comparative en Histoire"- como las experiencias de otras ciencias sociales -la Sociología, la Etno- logía, la Lingüística o la literatura que en esta época "aclimataban" y refuncionalizaban dentro de sus distintos espacios a este procedimiento-, esos primeros Anna/es en ge- neral, y muy en particular Marc Bloch, profundizaron y recuperaron creativamente este paradigma metodológico de su proyecto intelectual. Entonces, Bloch daría la más clara y hasta hoy no superada definición de lo que es comparar históricamente, en su célebre artículo de 1928 titulado "Pour une histoire comparée des sociétés européennes", donde dice: "¿qué es, para comenzar, comparar dentro de nuestro dominio de historiadores?: comparar es incontestablemente lo siguiente: elegir, dentro de uno o varios medios sociales diferentes, dos o más fenó- menos que aparenten a primera vista, mostrar entre ellos ciertas ana-· logias, describir luego las curvas de su evolución, comprobar sus similitudes y sus diferencias y, en la medida de lo posible, explicar tanto las unas como las otras". Es decir que, comparar implica eludir tanto la "falsa comparación", en donde se intenta confrontar fenómenos que no poseen entre sí ninguna analogía o similitud evidente -lo cual denota que no todo es comparable con todo-, como también el simple "razonamiento por analogía'', en donde las similitudes brotan de la pertenencia de los dos o más fenómenos comparados al mismo medio social -y en donde la com- paración es estéril, pues las similitudes obedecen al simple hecho de ser fenómenos que expresan una misma y única realidad. Entonces, si comparar es establecer ese inventario fundamental tanto de las si- militudes como de las diferencias entre distintos fenómenos históricos, a la vez que buscar su explicación, es claro que el resultado más global de esta aplicación sistemá-
  • 4. 62 Carlos Antonio Aguirre "Rojas tica del método comparativo es el de delimitar nítidamente los elementos generales, comunes o universales de los hechos, fenómenos y procesos históricos, distinguién- dolos de sus aspectos más particulares, singulares o individuales. Una distinción que, como sabemos, resulta crucial para cualquier historiador. Por ejemplo, de ella depen- de la construcción de modelos y explicaciones generales dentro de la Historia. Y si tanto Henri Berr como Henri Pirenne han repetido que "no hay ciencia más que de lo general", es claro que hacer de la historia una empresa científica sólo sería posible con el concurso y apoyo de ese método comparativo. Porque, ¿cómo podría Marc Bloch haber construido su modelo global de explicación de la sociedad feudal euro- pea sino a partir del juego comparativo permanente entre las curvas de los desarrollos medievales de los distintos reinos y regiones de Francia, Italia, España, Alemania e Inglaterra, entre otros? Por otro lado, del fino trabajo de delimitación de esa dialéctica entre lo particu- lar y lo general parte la solución de las grandes cuestiones, como la causalidad dentro de la historia, la búsqueda de regularidades y de recurrencias, así como el gran debate sobre los diversos determinismos históricos. Pues solamente a partir de la repetición de procesos eficaces y comprobables de causalidad o de determinación histórica es posible detectar tendencias y postular posibles leyes del acontecer histórico, acotando al mismo tiempo la vigencia de su curva evolutiva general. Temas que Marc Bloch abordó en su inconclusa Apologiepour l'Histoíre y Lucien Febvre en sus compilaciones de Combats pour l 'Histoire y Pour une histoire apart entíere, que se conectan direc- tamente con esta puesta en acción def comparatismo histórico. Comparar en Historia es, entonces, proyectar siempre una nueva luz sobre la realidad estudiada, que en muchas ocasiones permite detectar como esenciales fenó- menos que antes sólo parecían anecdóticos o insignificantes, develando trazos que aparecían originales y únicos como rasgos comunes y más ampliamente difundidos o transfigurando situaciones y hechos que aparentaban ser raros y exóticos en cosas perfectamente explicables y lógicas. Efectos importantes sobre el trabajo histórico que se ejemplifican muy bien, por mencionar sólo este caso, en Los reyes taumaturgos de Marc Bloch. Así, de comparación en comparación pueden fijarse las áreas o ,regiones de vi- gencia de un fenómeno, igual que sus curvas temporales de existencia. Con lo cual, y desde estos limites tanto espaciales como temporales, resulta mucho más fácil conec- tar el hecho analizado con los procesos más globales que le corresponden. Precisamente, el segundo paradigma de estos Annales de los años 1929-1941 es el horizonte de la historia concebida como global o total. Historia globalizante o totalizante, que ha sido muchas veces mal interpretada, como si fuese equivalente a la simple historia general o en otra vertiente a la propia historia universa/. Y ello porque este carácter global o total alude en verdad a dos posibles especificaciones, íntima- mente conectadas, pero al mismo tiempo claramente difere.nciadas. La historia de estos primeros Annales es global, en primer lugar, por las dimen- siones del objeto de estudio que abarca. Es decir, por incluir dentro de su territorio de análisis al inmenso conjunto de todo aquello que ha sido transformado, resignificado, producido o concebido por los hombres, desde la más lejana y originaria "prehistoria" hasta el más inmediato y actual presente. "Ciencia de los hombres en el tiempo" como la ha definido Bloch, y por ende atenta a toda huella o traza humana existente en cualquier plano posible de lo social. Y al mismo tiempo, abarcante de toda temporali- dad vinculada con ese espacio de lo humano que recorre las etapas y las eras más diversas, desde la transformación del mono en hombre hasta estos primeros años del tercer milenio que vivimos. Historia global que nos dice que todo lo humano y todo lo que a eso humano se conecta es objeto pertinentey posible del análisis histórico, y ello en cualquier época en que hubiera acontecido. Lo cual, sin embargo, no significa que todo eso humano sea igualmente relevante ni igualmente explicativo de los grandes procesos evolutivos de las sociedades y de los hombres. Porque la historia global no es idéntica a la histo- ria universal -ese término descriptivo que engloba normalmente al conjunto de las historias de todos los pueblos, razas, imperios, naciones y grupos humanos que han existido hasta hoy-, ni tampoco a la historia general -ese otro término, también sólo connotativo, que se refiere genéricamente a todo el conjunto de sucesos, hechos y realidades de una época dada, o en otro caso de un actor, fenómeno o realidad histó- rica cualquiera. La historia global es más bien un concepto complejo y muy elaborado que se refiere a esa totalidad articulada, jerarquizada y dotada de sentido que consti- tuye justamente esa "obra de los hombres en el tiempo". Y, por lo tanto, la apertura de un territorio donde existen cosas fundamentales y otras menos importantes, donde hay elementos determinantes y otros determinados, donde hay totalidades menores autosuficientes y otras realidades que no contienen dentro de sí mismas los propios principios de su autointeligibilidad. Esto nos lleva a la segunda significación específica de esta historia global, es decir, a su derivación epistemológica como exigencia de situar, permanentemente, al problema o tema estudiado dentro de las sucesivas totalidades que lo enmarcan. Pues si hacer historia global no es hacer historia universal, recorriendo los múltiples desa- rrollos de todo grupo humano en el tiempo, ni tampoco hacer historia general, agotan- do hasta el cansancio de manera sólo acumulativa y fatigosa todos los hechos o fenó- menos presentes dentro de una sociedad, un nivel o una época dada, es en cambio ser capaz de -como ha dicho Fernand Braudel- "sobrepasar sistemáticamente los lími- tes" específicos del problema abordado, explicitando sus vínculos y puentes con las totalidades diversas que le corresponden. Partiendo entonces de un cierto acotamiento -siempre obligado- espacial, tem- poral y temático del problema a investigar, lo que hace la historia global es retomar~o desde el punto de vista de la totalidad (como había dicho en su tiempo el propio Marx) reconstruyendo las líneas de conexión del mismo, primero con las totalidades parcia•
  • 5. les determinadas que le corresponden - la totalidad espacial o influencia más general que lo envuelve o sobredetermina, la totalidad temporal que ubica las fronteras en las cuales cesa todo rastro de sus orígenes o de sus consecuencias y efectos últimos, y la totalidad temática de todo el universo de otras dimensiones o hechos que se interconectan de modo esencial con él-y Juego con la totalidad más global y siempre última que es esa multimencionada obra de los hombres en el tiempo. Una perspectiva globalizante que implica, entonces, que Ja ciencia social no debe estar conformada por campos o espacios disciplinares -la ciencia de lo económi- co, de lo político, de lo histórico o de lo psicólógico, etc.- sino que debe ser una ciencia de problemas multidimensionales y polifacéticos y, en consecuencia, tan ''unidisciplinares" y "globalizantes" como esa misma ciencia de lo social. Porque como lo dijo enfáticamente Fernand Braudel, la realidad social es sólo una,_"un sólo p~isa­ je" al que las distintas disciplinas y ciencias de lo social se aproximan, parcial Y ·fragmentariamente, desde sus distintos "observatorios" o emplazamientos. Por ello, el tercer paradigma reivindicado por esos primeros Anna/es es el de la historia interpretativa, y más radicalmente el de una "historia-problema". Una historia que al mismo tiempo que recogía la tesis de Henri Pirenne cu.a~do ~firm.aba que el "núcleo" del trabajo del historiador no se encontraba en la erud1c1ón s1110,JUStamenle en la interpretación -tesis que también Henri Berr había planteado al concebir a esa misma dimensión interpretativa como el elemento que hacía posible transitar de la simple "síntesis erudita" a Ja verdadera "síntesis científica" o histórica-, sería radicalizada hasta elfinal para postular que esa interpretación no era sólo el núcleo o la parte más importante de la práctica histórica o la condición del paso de la erud~ción a la ciencia, sino más bien la esencia general misma y el momento global determinan- te de toda la actividad del oficio de historiador. Porque si las posturas historiográficas anteriores veían a la interpretación co"'.o un momento siempre ulterior al proceso o trabajo de erudició~, y en consecuencia como un corolario, remate o incluso como un momento culminante del ejercicio historiográfico, los Annales invirtieron de raíz esta tesis proponiendo que la interpre- tación fuera el punto de partida de la invastigación histórica, haciéndose presente, además, a lo largo del trabajo y actividad del historiador. . . . y de ahí la denominación de "historia-problema", pues esta tesis 1mpltca que la historia "parte siempre de problemas" que intenta resolver para llegar final~ente a nuevas problemáticas. Y, entonces, es claro que "la realidad sólo habla segun .s~ le interroga", y que sólo "se encuentra lo que se está buscando", por lo ~ual la erud1c16n misma depende, directa y esencialmente, de esa inte_rpretación ~r~~1a que se ~las~a en las hipótesis, preguntas, interrogaciones y herramientas de anahs1s que el h1_stona- dor tiene dentro de su cabeza en el momento inicial en que acomete el tratamiento Y examen de sus fuentes y de sus distintos materiales históricos. Por eso, toda investigación histórica comienza con la definición de una "e~cues­ ta", de un "cuestionario" determinado que implica una posición frente al tema a mves- LP "Esct1ela" de los Annales 65 tigar, que delimita -si bien a modo de conjeturas provisorias pero actuantes- las pre- guntas sobre lo que es o no significativo, el cuerpo de las hipótesis a fundamentar o a eliminar, así como la agenda de los puntos y elementos cuya explicación y considera- ción se intenta encontrar. · Cuestionario o encuesta que define justamente el "problema" que es objeto de esa indagación historiográfica. Un problema que, para los Anna/es iniciales, decidiría el curso mismo del trabajo erudito y más adelante los propios resultados de la práctica del historiador. Y que, en consecuencia, se constituye en la primera tarea de esa mis- ma aplicación práctica de las reglas del oficio de los cultores de la musa Clío. Si el problema inicial sobredetermina de manera tan fundamental el momento erudito de la actividad, es necesario expresarlo, con el máximo rigor y detalle, en el comienzo mismo del trabajo historiográfico. Entonces, al explicitarlo, se revelará cla- ramente tanto la solidez y riqueza de la formación específica de cada historiador como también, y sobre todo, los inevitables "sesgos" particulares que dicho historiador in- troduce en el tratamiento de su propio material. Porque en contra de la visión ingenua- mente positivista, que pedía una neutralidad absoluta del historiador frente a su tema de estudio y que soñaba con la objetividad de sus resultados, el paradigma de la histo- ria-problema afirma, por el contrario, que es el propio historiador "el que da a luz los hechos históricos", construyendo junto a sus procedimientos y técnicas de análisis también los "objetos" y "problemas" que investiga, para obtener al final un conjunto de hipótesis, modelos y explicaciones globales elaborado por él mismo y por lo tanto igualmente "sesgado" por su actividad o intervención. Entonces, y puesto que no existe una relación pura, aséptica e incontaminada entre el historiador y su "materia prima'', el trabajo histórico lleva siempre y necesa- riamente la marca de sus constructores. Condicionamientos que comienzan con la propia determinación "epoca!" del historiador-lo que Bloch recordaba con el célebre proverbio de que los hombres son tan hijos de su propio tiempo como lo son de sus mismos padres-, que le dictan parte de los criterios de la elección de sus problemas y que alcanzan hasta las singularidades mismas de su biografía o itinerario personal, llevando a unos a interesarse en la cultura o en la política y a otros en la economía o en el conflicto social, pasando sin duda por los derivados del origen y de la posición de clase social del historiador, pero también de los efectos producidos por las coyunturas sociales o culturales, por las situaciones generales o por las experiencias colectivas e individuales igualmente vividas. Con lo cual, otra de las funciones esenciales de ese cuestionario, encuesta o problema inicialmente delimitado, es hacer explícitas y conscientemente asumidas a esas sobredeterminaciones específicas del historiador. Limitaciones que, por lo de- más, no conducen a un relativismo absoluto de los resultados historiográficos, tan caro a las recientes posturas posmodemas en la historiografia, sino más bien al reco- nocimiento elemental de que toda verdad histórica -como toda verdad en general- es relativa y que, por tanto, el progreso del conocimiento histórico -como, por lo demás,
  • 6. 1 r, 66 . Carlos Antonio Aguirre Rojas todo progreso real- no es simple, lineal, acumulativo e irreversible, sino más bien complejo, lleno de saltos y de retrocesos, de múltiples líneas y ensayos, y sólo ascen- dente desde la perspectiva más global de su curva última y más general. Un cuarto paradigma de esta historia promovida por los Annales en su etapa de 1929 a 1941 , es el de la historia abierta o en construcción. Porque si el nuevo modo de historiar que se reivindicaba era comparatista, global y problemático, es claro que el proyecto se remontaba a la segunda mitad del siglo XIX, a la fecha de nacimiento y desarrollo del marxismo original, y a mucho menos tiempo si sólo se consideran los ámbitos académicos y universitarios de afirmación de la historiografía. Por lo tanto, esta historia defendida por esos primeros Anna/es no podía ser más que una historia joven, en vías de construcción, que se encontraba aún a la búsqueda de la definición de sus perfiles más definitivos y fundamentales. En consecuencia, una historia que se dedica permanentemente a descubrir, y luego a explorar y colonizar progresivamente, los múltiples nuevos territorios que cada generación sucesiva de historiadores le aporta. Una tarea que, como lo ilustra la propia trayectoria de la corriente annalista pero también la historia de la historiografía del siglo XX, se ha cumplido a lo largo de los últimos ochenta afios, renovando los temas y campos de la investigación con cada nueva coyuntura general. De la misma manera que se incorporaron nuevos territorios, también las técni- cas, los procedimientos, los paradigmas metodológicos y los modelos, conceptos Y teorlas que utiliza, aplica, construye e incorpora esa misma ciencia de la historia se renovaron. Pues desde la técnica del carbono 14 hasta la dendrocronología, desde el método comparativo hasta el moderno "paradigma indiciario" de los microhistoriadores italianos, y desde los modelos del mundo feudal de Pirenne o de Bloch hasta los más recientes sobre el capitalismo de Braudel ode Wallerstein o los esquemas de historia cultural de Cario Ginzburg y de Roger Chartier, la disciplina no ha cesado ni un sólo momento de ensancharse, de redefinirse, de profundizarse y de transformarse incluso radicalmente, para dar cabida y espacio de desarrollo a todo ese conjunto vasto y enorme de innovaciones técnicas, mefodológicas y epistemológicas diversas. De este modo, y a través de este paradigma de una historia en construcción, los Annales de la primera época asumieron radicalmente el carácter inicial y necesaria- mente inacabado del proyecto de una ciencia histórica, atributo que no sólo explica esa permanente mutación y renovación que la historiografia contemporánea ha cono- cido en la última centuria, sino que también permite pronosticar acerca del futuro inmediato de la misma: está todavía lejos, como dijo alguna vez con un poco de ironía Femand Braudel, el momento en que habremos encontrado "la buena ciencia" de la historia, su "forma definitiva", el espacio por fin abarcado de su inmenso territorio, las "buenas técnicas" y los "buenos métodos" finalmente establecidos de sus investi- gaciones. Por el contrario, si la Historia posee el espesor mismo de lo humano, a lo largo del tiempo su progreso sigue y seguirá avanzando con los cambios y desarrollos de todas las ciencias sociales, transformaciones y avances cuyo final no se distinguen aún dentro del horizonte. Por eso, como Marc Bloch reclamaba, la Historia "en tanto empresa razonada de análisis" es todavía una ciencia que vive su periodo de infancia, reproduciendo constantemente nuevos descubrimientos y nuevos hallazgos para su compleja edificación. Tal vez por eso no logra cerrar del todo y definitivamente su combate contra las formas de historia que le han precedido, y con las cuales ha roto de manera radical. Pues al no alcanzar a consolidar totalmente, ·dada la magnitud de la empresa, ese carácter científico y crítico que la distingue de las historias positivistas, empiristas, legendarias, metafísicas y decimonónicas que la preceden, sigue dejando entonces un espacio historiográfico sin ocupar, en el cual todavía prosperan y sobreviven esas historias positivistas, monográficas y puramente narrativas, ya anacrónicas y vacías de contenido, pero todavía actuantes y activas en vastos dominios de las historiografías nacionales del mundo entero. Finalmente, un quinto paradigma que caracterizó esa revolución en la teoría de la historia fue el de los diferentes tiempos históricos y de la larga duración. Un postu- lado que, aunque se haya esbozado en algunos de sus puntos esenciales en la obra de Marc Bloch, sólo fue tematizado e incorporado a la perspectiva annalista a través de la obra y los ensayos de Femand Braudel, durante la segunda etapa de vida de la corriente, que analizaremos en el capitulo siguiente. Estos cinco paradigmas conformaron el núcleo duro epistemológico de esta re- volución en la teoría de la historia desplegada por los primeros Annales y consumada por los Annales braudelianos, que constituyó el principal aporte general de esta co- rriente a la historiografía del siglo XX, a la vez que el soporte sobre el cual se apoya- ron tanto el nuevo tipo de historia económica y social por ellos promovida como algunas de sus incursiones igualmente originales y renovadoras en el campo de la historia cultural-abusivamente rebautizada después como historia de las "mentalida- des"-, pero también todo el rol de profunda transformación que jugaron esos Annales, sucesivamente, dentro de la historiografia francesa, luego mediterráneo-europea y la- tinoamericana y finalmente europea y del mundo occidental en general. Una revolución que fue el fruto directo de la compleja y rica colabqración entre Marc Bloch y Lucien Febvre, pero también del equipo de primeros miembros del comité de redacción y de colaboradores cercanos del proyecto, tales como el sociólo- go durkheimiano Maurice Halbawchs -de clara filiación socialista-, Henri Hauser - primer titular de la cátedra de Historia Económica de la Sorbonne y buen conocedor de Marx- o Georges Lefebvre y Emest Labrousse, ambos estudiosos de la Revolución francesa e impactados fuertemente por el pensamiento marxista, etc. Proyecto colectivo profundamente innovador y revolucionario, que comenzó a gestarse inmediatamente después del fin de la Primera Guerra Mundial y germinaría lentamente para concretarse sólo en 1929, cerrándose luego en 1941 con la difícil ruptura entre Marc Bloch y Lucien Febvre en la primavera de ese año.
  • 7. .. '_._.~_,.· . .. . / .,.... 68 / Carlos Antonio Aguirre R.ojas La difícil disputa entre Marc Bloch y Lucien Febvre en torno a la decisión de conti- nuar o no la publicación de los Annales ha sido retomada varias veces por distintos estudiosos, y con mucha mayor intensidad en la última década. Luego de que el pro- pio Lucien Febvre la abordara en 1945, y de que la misma resurgiese hace casi 20 años en las interpretaciones deAlain Guerrau y de Josep Fontana, con los trabajos de los últimos 1Oaños dedicados a la historia de los Annales esta disputa o ruptura se ha vuelto el motivo de una viva controversia, en la que se reflejan las muy·distintas interpretaciones sobre esa encrucijada esencial de los destinos de Annales pero tam- bién, de modo general, las muy diversas evaluaciones globales de ese mismo itinera- rio annalista. Se trata, sin duda alguna, de un momento decisivo dentro de la historia general de la corriente. Pues la resolución no era menor o sin consecuencias: luego de la toma de París por los nazis, y de la ocupación de la mitad del territorio de Francia, el decreto del 3 de octubre de 1940 sobre el estatuto de los judíos les prohibía participar en la redacción, y obviamente en la dirección, de cualquier publicación de carácter periódico. Marc Bloch era codirector, con Lucien Febvre, de los entonces llamados Annales d'Histoire Socia/e, lo cual los colocaba frente al riesgo de ser calificados como una empresa judía, y suspendidos por este motivo. La disyuntiva, entonces, era clara: suspender temporalmente su publicación, como lo hizo por ejemplo la Revue de Synthese dirigida por Henri Berr, o continuar publi- cando los Anna/es al precio de suprimir el nombre de Marc Bloch de la cubierta de la revista y de someter a esta última a las condiciones impuestas por la nueva situación determinada por los nazis. Es sabido que Marc Bloch se inclinó por la primera salida, considerando a la segunda como una "abdicación" y como una posible "deserción, en · alguna medida". En cambio, Lucien Febvre veía las cosas de un modo diametralmente opuesto, y consideraba a la posición de Bloch como "una de esas actitudes negativas que siempre he odiado, amparadas en uno de esos 'mitos de pur~za' cuyas ruinas no se registran en la historia", defendiendo entonces la postura de continuar la publicación aún bajo las condiciones ya señaladas. Así, mientras Febvre afirmaba que los Annales debían proseguir, pues no eran sólo una revista sino "un poco de ese espíritu eterno que debe ser salvado", y enfatizaba que la muerte de los Annales sería "una nueva mue1te para mi país", Bloch consideraba, en cambio, que la supervivencia de la revis- ta en las circunstancias descritas sería "una concesión, que moralmente es más que cruel", que "la experiencia, creo, la condena". Finalmente, prevaleció el punto de vista de Lucien Febvre y los Anna/es siguie- ron editándose, con grandes dificultades y enormes irregularidades pero sin interrup- ción, durante toda la Segunda Guerra Mundial. Entonces, con esta radical confronta- ción de posiciones en torno al rol social y al destino mismo de la revista, en las cir- cunstancias límite de esa primavera de 1941 en la Francia ocupada, se cerró definiti- vamente el proyecto colectivo de los primeros Annales, cesando el intercambio y La "Escuela" de /oJ Annales 69 colaboración intensas y orgánicas entre Bloch y Febvre que animó a esa propuesta entre 1929 y 1941 , e iniciándose una larga transición que sólo concluiría en 1956. ¿Qué es lo que explica esta profunda divergencia entre los dos directores de los Annales, que llegó a la clausura del proyecto iniciado más de doce años atrás y hasta la transfonnación radical de los Annales de un proyecto vivo, colectivo, revoluciona- rio en la teoría de la historia y constantemente innovador, en una revista redactada considerablemente sólo por Lucien Febvre, y en donde la colaboración de Marc Bloch ya no era más que completamente marginal y episódica? ¿Y cómo se vincula esta ruptura del tándem "Bloch-Febvre" con la historia previa de los propios Anna/es, y más allá, con los itinerarios intelectuales globales tanto de Marc Bloch como de Lucien Febvre? Las investigaciones más recientes que hemos evocado nos han mostrado clara- mente que esta discrepancia radical de 1941 no había sido, ni mucho menos, la prime- ra entre las dos principales cabezas de los Anna/es fundadores, divergencia que puso en crisis un proyecto de colaboración armónico y permanente entre ambos. Por el contrario, esa disputa de 1941 no era más que el último eslabón -aunque también el más profundo y significativo- de una larga cadena de constantes tensiones, crisis y oposiciones, más o menos abiertas, más o menos veladas que caracterizó a la historia entera de esta primera generación. Porque si bien es claro que Bloch y Febvre estaban de acuerdo en lo esencial -en cuanto al combate contra la historia positivista, en tomo a la necesidad de revalorizar y relanzar en Francia y en ciertas partes de Europa a la historia económica y social, y respecto a la urgencia de ayudar a promover y construir una urgente renovación radi- cal de los estudios históricos de su época-, también es cierto que estas tareas concebi- das en común eran vistas, por ambos historiadores, desde percepciones historiográficas que e.n el fondo eran bastante distintas. Posturas encontradas que explican, entonces, la mutua oposición respecto de sus proyectos intelectuales individuales, de sus distin- tas iniciativas culturales e incluso en relación con sus resultados de investigación principales. Así, es sabido que Febvre se autorreprochó, al final del primer año de vida de los Anna/es, su "semiabstención" y limitada participación dentro de la empresa, recono- ciendo a la vez el rol más protagónico de Bloch en este arranque inicial del proyecto y criticando muy abiertamente las consecuencias de este papel sobre los perfiles de la revista. También ha sido señalado el hecho de que mientras Bloch se comprometió de lleno y casi exclusivamente con el emprendimiento, Febvre, en cambio, soñaba con fundar otra revista paralela de "historia de las ideas", a la vez que continuaba con una colaboración importante dentro de la Revue de Synthese de Henri Berr y de la Revue d 'Histoire Moderne. También es sabido que con el desplazamiento de Febvre a París en 1933 -movi- miento que incluyó al secretario de la revista-, se produjo no sólo una separación y distanciamientofisicos sino también intelectuales de los directores de Annales. Igual-
  • 8. 70 Carlos Antonio Ag11irre Rojas mente, y en esta misma vía, es conocida la suspicacia de Marc Bloch frente al proyec- to febvriano de la Encyclopedie Fram;aise, y luego frente a los colaboradores cerca- nos de Febvre como Lucie Varga o Fernand Braudel, recelo que en el otro extremo se reproducía también, por ejemplo, en la abierta oposición de Febvre a la candidatura de Bloch para la sucesión de la dirección de la École Norma/e Supérieure en 1938. Un conjunto de reiteradas y no poco importantes divergencias y oposiciones intelectuales, que se reproducía también en la mutua evaluación crítica y hasta un poco negativa de Febvre respecto a La sociedadfeudal de Bloch, y de este respecto del libro febvriano la religión de Rabelais. El problema de la incredulidadreligiosa en el siglo XVI. Una relación compleja y multifacética, desplegada en los años l930s. bajo la forma de esta permanente dialéctica de profundos acuerdos y de no menos hondos desacuerdos, que al mismo tiempo que explica la excepcional riqueza y multidimensionalidadde ese proyecto de los primeros Annales, configura también un primer escenario necesario para la radical ruptura de 1941. Porque esos Annales de 1929-1941 a los que Fernand Braudel calificó como "los Annales más brillantes, los más inteligentes, los mejor conducidos y los más innovadores de toda su larga serie" fueron, entonces, el fruto de un delicado equili- brio establecido durante casi veinte afios entre dos personalidades intelectuales fuer- tes, que si bien compartían en profundidad una serie de objetivos y de intenciones comunes, también diferían estructuralmente en torno al sentido global que le asigna- ban al proyecto historiográfico, así como respecto al rol social que consideraban de- bía jugar la revista en general. Del mismo modo que la irrupción de la Segunda Guerra Mundial había repre- sentado la ruptura de la tensa situación de fuerzas existente entre las distintas poten- cias y naciones europeas, había roto ese complejo equilibrio, por demás fructífero y excepcionalmente productivo, que se había establecido entre estos dos "hermanos enemigos" --como los calificaron algunos de sus adversarios-que fueron Marc Bloch y Lucien Febvre. Armonía generadora de múltiples resultados intelectuales importantes y mutua- mente enriquecedora, que si bien había sido la plataforma de construcción del tándem Bloch-Febvre de los años 1930s., fue posible sólo en el verdadero punto de cruce de dos itinerarios intelectuales que marchaban por senderos diametralmente opuestos, actualizando filiaciones y tradiciones intelectuales netamente diferenciadas y orien- tándose en lógicas de sentidos igualmente contrapuestos. Porque si la ruptura de 1941 se explica en primer lugar por las circunstancias inmediatas que ya hemos aludido, y en segundo término por esa tensión y conflicto permanentes que recorren la historia entera de estos primeros Annales del periodo 1929-1941, su causalidad más profunda nos remite, en cambio, a las dos curvas globales de las diversas trayectorias biográfico-intelectuales de Marc Bloch y de Lucien Febvre. Dos recorridos que, en su evidente contraposición, nos dan también la clave de expli- - - - - - - - - - - - - - - -- - - ~ La 'fa.,/a" Jdu Annal" 71 ., 1 cación de las dos respuestas existenciales e intelectuales que se opusieron en el debate de 1941 en tomo a la continuación o no de la publicación de la revista. Así, mientras Lucien Febvre había nacido en Nancy en 1878, como hijo de un modesto profesor de Liceo, Man: Bloch era en cambio ocho afios más joven, habien- do nacidoen 1886 y teniendo como padre a Gustave Bloch, que terminó siendo un reconocido profesor en la Universidad de la Sorbonne. Al mismo tiempo, y junto a estas pequefias diferencias de edad generacional, de origen social y de status inicial dentro del mundo académico, se agrega el hecho de que se trataba de temperamentos o personalidades también diferentes: Lucien Febvre es recordado como un hombre más bien sociable, expansivo y capazde fuertes arranques emotivos que, abierto siempre al diálogo con los otros, habría funcionado un poco como el "banquero de ideas" de su generación. Un hombre de una curiosidad intelectual despierta casi frente a cual- quier incitación exterior, que era capaz de escribir hasta veinte o treinta páginas de un texto por día, desarrollando su razonamiento en múltiples direcciones con una liber- tad y audacia intelectual considerables. En el otro extremo, en cambio, Marc Bloch ha sido caracterizado como una personalidad más reservada y austera en la expresión de sus emociones, y de acceso más difícil para entablar con él una relación de tutoría o de colaboración intelectual. Un investigador que concentraba su atención en ciertos cam- pos bien definidos de estudio, que reescribía y corregía hasta tres y cuatro veces sus manuscritos, desarrollando una argumentación más rigurosa y sistemática de los te- mas que abordaba. Dos temperamentos nítidamente opuestos que no sólo se proyectaban en estas distintas actitudes intelectuales y en esos también diversos estilos de trabajo, sino que se acompañaban además, y esto es tal vez el elemento fundamental de nuestra argu- mentación, de dos itinerarios intelectuales generales que marcharon igualmente por senderos completamente contrapuestos. Pues, cuando observamos globalmente el itinerario intelectual completo de Lucien Febvre, resulta claro que ha transitado desde una posición de compromiso y hasta de activa participación en los medios semi-proudhonistas y semi-jauresianos del socia- lismo francés de principios del siglo -que se ha plasmado tanto en los más de treinta artículos periodísticos publicados en el diario le Socialiste Comtois, como en su tesis de doctorado sobre Philippe 11 et la Franche Comté-, hacia otra postura que se aleja- ba cada vez más de las influencias del socialismo y del marxismo, y que oponiéndose o diferenciándose claramente de ellos llevaba a Febvre a insertarse en un proceso de progresiva consagración académica y de una actitud cada vez menos comprometida con las circunstancias políticas inmediatamente vividas. Proceso cuyas estaciones prin- cipales fueron su entrada en el College de France, su vinculo con Anatole de Monzie y el proyecto de la Enciclopedia Francesa y finalmente su postura respecto a los Annales en 1941. En el otro lado, el itinerario intelectual de Marc Bloch aparece como simétricamente opuesto. Partiendo de una posición solamente liberal y progresista,
  • 9. Carlos A11to11io Ag¡¡irre Rqjas que Bloch mantuvo durante la Primera Guerra Mundial y que se reflejaba claramente en sus Écrils de guerre 1914-1918 recientemente publicados, se fue acercando pro- aresivamente a Marx y al marxismo -lo cual se expresa en su trabajo en el campo de ia historia económica y social- paralelamente a una creciente radicalización de sus posturas políticas, cada vez más a la izquierda y a una también más aguda conciencia de la necesidad de comprometerse con su presente y con su circunstancia específica. Un itinerario jalonado por los sucesivos fracasos en las tentativas de ing~eso al Col/ege de France y por el fallido intento de acceder a la dirección de la Eco/e Norma/e Supérieure que, originados en parte en el racismo y antisemitismo rein~ntes, se extre- maron profundamente luego del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Marchando así, Febvre desde una posición socialista y de izquierda hacia una posición más de centro, y Bloch desde una postura de centro izquierda hacia otra más radical y de izquierda, se ha producido ese punto intermedio de encuentro que fue el proyecto colectivo de los primeros Annales entre 1929 y 1941. Pe~o. con la_ guerra vino la ruptura de la normalidad anterior y la agudización de las pos_1c10nes diversas, y entonces Bloch y Febvre se opusieron radicalmente ~n sus evaluac1o~es de cóm~ se debía reaccionar frente a esa guerra y sus efectos, denvando de esos diferentes diag- nósticos también distintas soluciones al problema de la publicación o no de los Anna/es. Pues una vez estallado el conflicto, volvió a manifestarse esa divergencia es- tructural de las dos líneas de evolución profunda seguidas por nuestros dos historia- dores. Bloch se enroló voluntariamente en el Ejército y se esforzó por ser "útil" a su patria en el propio frente, asumiendo que la situación había cambiad~ radicalmente Y concluyendo que el único modo de resistir al enemigo era combatJrlo -<le manera teórica y Juego práctica- trabajando allí, luego pasando a 1~ zon~ no oc~pada Yfinal- mente enrolándose en Jos Movimientos Unidos de la Resistencia; Luc1en Febvre se acogió, en cambio, a su derecho de no ser llamado a las filas ~c~ivas del fre~te, d~ci­ diendo permanecer en París aún bajo la ocupación nazi y conc1~1endo la contmuac16n tenaz y mantenida del conjunto de sus actividades "non:nal~s" -sus cursos en el Cole- oio de Francia la escritura de sus libros y también la pubhcac16n regular de los Anna/es- ~omo el únic~ modo eficaz de resistir al enemigo, frente al cual el codirector más viejo se negaba a aceptar o a asumir del t~do las nuevas condici~nes d~ op~esión. Enfrentando de maneras completamente discordantes una misma s1tuac1ón, Marc Bloch y Lucien Febvre daban curso a la clara diferenda q~e dividiría a muchos de sus compatriotas franceses durante la Segunda Guerra Mun~1~l, que co~ocaba a unos en posición de negarse a aceptar la situación directamente v1v1da, rebelandose contra los cambios que implicaba la ocupación alemana e intentando mantener a ~oda ~?sta su anterior "normalidad" -en el convencimiento de que se trataba de una s1tuac1on sólo temporal y no definiÚva-, mientras los otros reconocían que después ~e esta ocupa- ción y de esta guerra nada permanecería igual que antes, y que la Francia Yla ~uropa que saldrían de esta experiencia radical y traumática debía~ comenza; ~ ~ons~i:uJrse ~e inmediato, a través de la oposición práctica y activa y mediante el anahs1s cnuco Ysm La "E¡cue/a" de /o¡ Annales 73 concesiones de las lecciones y de las implicaciones que dicha vivencia conllevaba. Dos posturas diversas que nos proporcionan, de un lado, una concepción mucho más anclada en la tradición y en la historia previa de Francia y de Europa, que miraba a la guerra sólo como un trágico paréntesis efímero de una situación de normalidad y de esencial continuidad, que sería mantenida por Lucien Febvre; mientras, del otro lado, nos coloca frente a una visión diferente, mucho más volcada hacia el futuro incierto de esa misma Europa y del hexágono francés, que se interrogaba respecto a la revolu- ción profunda creada por el conflicto bélico y al mejor modo de hacerle frente de inmediato, para ir preparando a la "nueva Francia" y a la Europa del mafiana, visión mantenida claramente por Marc Bloch. Esto nos aporta nuevos elementos de comprensión de las razones profundas que explican esa discrepancia difícil, y no resuelta sin graves consecuencias, que fue la ruptura de la primavera de 194i entre Marc Bloch y Lucien Febvre. Pero también, y en un plano más referido a la evolución interna de la corriente de los Annales, lo que esa confrontación de 1941 revela es la coexistencia, dentro del proyecto colectivo de los afios 1929-1941, de dos claras líneas de filiación intelec- tual, encamadas una vez más por ambos directores de Annales.Por un lado, una tradi- ción intelectual que desde Marc Bloch se conectaba directamente con la obra de Henri Pirenne y un poco más atrás con los trabajos de Karl Lamprecht, tradición volcada al estudio de Ja rama de la historia económica y social, que reivindicaba como central al método comparativo y a las dimensiones interpretativas del oficio de historiador y que mantenía una perspectiva más cosmopolita dentro de la investigación. Del otro lado, la tradición encamada por Lucien Febvre, cuyo antecedente directo era Henri Berr, mucho más concentrada en los temas de la historia cultural, de la historia de las ideas, de la historia religiosa o de la historia de la ciencia, preocupada por el diálogo de la disciplina histórica con las otras ciencias sociales y por privilegiar también el paradigma de la "historia-problema", centralizando más sus perspectivas dentro del hexágono francés y en las visiones más "francesas" de los distintos problemas. Dos filiaciones o tradiciones otra vez diferentes, que explican también la exis- tencia de dos modelos de historia cultural -o como se le intentó llamar después, extrapolando abusivamente un término que Lucien Febvre había utilizado en ocasio- nes, aunque no exclusivamente, y al que Bloch criticaba duramente, como el de "his- toria de las mentalidades"- completamente distintos, desplegados uno por Marc Bloch en Los reyes taumaturgos, y el segundo por Lucien Febvre sobre todo en La religión de Rabelais. El problema de la incredulidadreligiosa en el siglo XVI. Dos esquemas de historia cultural, mal llamada "de las mentalidades" que fueron, en el caso de Bloch, un estudio más sociológico y globalizante de todos los estratos presentes que compo- nían, en un palimpsesto de elementos de muy diversa duración temporal y de muy distintos orígenes, a las creencias populares y a los sentimientos colectivos que se condensaban en ciertos ritos de las monarquías inglesa y francesa de los siglos Xl- XVIII, y en el de Febvre, sobre todo una radiografía crítica de los elementos que
  • 10. 74 Carlor Antonio Ag11irre Rojar conformaban al "utillaje mental" de los hombres de la Francia del siglo XVI. Dos acercamientos a la historia cultural que, en contra de las opiniones más ampliamente difundidas, no fueron recogidos, ni prolongados, ni recuperados por la tercera genera- ción de los Annales, encontrando más bien a sus verdaderos continuadores o herede- ros en ciertos trabajos de Michel Foucault, el de Febvre, y el de Bloch en las obras de Cario Ginzburg. Tradiciones historiográficas divergentes, que se revelan también en los muy di- versos circuitos de relaciones académicas y en los muy diferentes espacios de difu- sión de las obras de Marc Bloch y de Lucien Febvre. El primero, vinculado a la red de sociabilidad intelectual de los historiadores económicos europeos de aquellos tiem- pos, lo cual le daba a Bloch corresponsales permanentes en Inglaterra, Noruega, Ale- mania, Estados Unidos, Espafia e Italia, y que explica también la significativa difu- sión internacional de sus trabajos y su reputación en escala europea y un poco más allá, como un gran medievalista e historiador económico francés de primer nivel. El segundo, en cambio, más vinculado a una red de sociabilidad parisina y francesa, que le permitió a Lucien Febvre participar de manera protagónica en una cierta cantidad importante de empresas culturales francesas -como la dirección de la Enciclopedia, la participación en el directorio del CNRS, la creación de la VI Sección de la École Pratique des Hautes Études o la representación de Francia en la UNESCO, entre otras- a partir de una circulación menos internacional de sus trabajos y de una reputa- ción mucho más difundida dentro de Francia como uno de los más importantes histo- riadores de la primera mitad del siglo XX. Lineas de filiación historiográfica separadas y heterogéneas que han logrado, sin embargo, coincidir en los afios 1930s. y cuya síntesis compleja ha construido esa riqueza excepcional y ese brillo particular que caracteriza a esos primeros Annales de 1929-1941. Slntesis que no sobrevivió a la ruptura de este último año, lo cual no invalida el hecho de que esas dos tradiciones habrfan todavía de jugar un cierto rol importante, tanto en la etapa de los Annales febvrianos de transición como en el perio- do de los segundos Annales braudelianos.