Este documento presenta el primer cuadro de la obra teatral "Los Títeres de Cachiporra" de Federico García Lorca. Introduce a los personajes de Rosita y su padre, donde él ha concertado su boda con Don Cristobita a pesar de los deseos de Rosita de casarse con su novio Cocoliche. Rosita llora desconsolada por verse obligada a casarse contra su voluntad.
1. Federico García Lorca
LOS TÍTERES DE
CACHIPORRA
Tragicomedia de don Cristóbal y la
señá Rosita
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Los títeres de Cachiporra. Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita
Farsa guiñolesca en seis cuadros y una advertencia
Personajes (Por orden de aparición en escena)
EL MOSQUITO
ROSITA
EL PADRE
COCOLICHE
EL COCHERO
DON CRISTOBITA
CRIADO
UNA HORA
MOZOS
CONTRABANDISTAS
ESPANTANUBLOS, tabernero
CURRITO, el del Puerto
CANSA-ALMAS, zapatero
FÍGARO, barbero
UN GRANUJA
UNA JOVENCITA DE AMARILLO
UN MENDIGO CIEGO
MOZAS
UNA MAJA CON LUNARES
UN MONAGO
INVITADOS CON ANTORCHAS
CURAS DEL ENTIERRO
CORTEJO
Advertencia
Sonarán dos clarines y un tambor. Por donde se quiera, saldrá Mosquito. El
Mosquito es un personaje
misterioso, mitad duende, mitad martinico, mitad insecto. Representa la alegría del
vivir libre, y la
gracia y la poesía del pueblo andaluz. Lleva una trompetilla de feria.
MOSQUITO¡Hombres y mujeres! Atención. Niño, cierra esa boquita, y tú,
muchacha, siéntate con cien
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mil de a caballo.
Callad, para que el silencio se quede más clarito, como si estuviese en su misma
fuente.
Callad para que se asiente el barrillo de las últimas conversaciones. (Tambor.)
Yo y mi compañía venimos del teatro de los burgueses, del teatro de los condeses
y de los marqueses, un
teatro de oro y cristales, donde los hombres van a dormirse y las señoras... a
dormirse también.
Yo y mi compañía estábamos encerrados. No os podéis imaginar qué pena
teníamos. Pero un día vi por el
agujerito de la puerta una estrella que temblaba como una fresca violeta de luz.
Abrí mi ojo todo lo que
pude (me lo quería cerrar el dedo del viento) y bajo la estrella, un ancho río
sonreía surcado por lentas
barcas.
Entonces yo avisé a mis amigos, y huimos por esos campos en busca de la gente
sencilla, para mostrarles
las cosas, las cosillas y las cositillas del mundo; bajo la luna verde de las
montañas, bajo la luna rosa de
las playas. Ahora que sale la luna y las luciérnagas huyen lentamente a sus
cuevecitas, va a dar comienzo
la gran función titulada Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita...
Preparaos a sufrir el genio del puñeterillo Cristóbal y a llorar las ternezas de la
señá Rosita que, a más de
mujer, es una avefría sobre la charca, una delicada pajarita de las nieves.
¡A empezar! (Hace mutis, pero vuelve corriendo.) Y ahora... ¡viento!: abanica tanto
rostro asombrado,
llévate los suspiros por encima de aquella sierra y limpia las lágrimas nuevas en
los ojos de las niñas sin
novio.
(Música)
Cuatro hojillas tenía
mi arbolillo
y el aire las movía.
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Cuadro primero
Sala baja en casa de doña Rosita. Al fondo, una gran reja y puerta. Por la reja se
ve un bosquecillo de
naranjos. Rosita está vestida de rosa y lleva un traje de polisón, lleno de bandas y
puntillas. Al levantar
el telón está sentada bordando en un gran bastidor.
ESCENA PRIMERA
ROSITA. (Contando las puntadas.) Una, dos, tres, cuatro... (Se pincha.) ¡Ay!
(Llevándose el dedo a la
boca.) Cuatro veces me he pinchado ya en esta "e" última del A mi adorado padre.
En verdad que el
cañamazo es una labor difícil. Uno, dos.. (Suelta la aguja.) ¡Ay, qué ganitas tengo
de casarme! Me
pondré una flor amarilla sobre el cucuné, y un velo que arrastrará por toda la calle.
(Se levanta.) Y
cuando la niña del barbero se asome a su ventana, yo le diré: Voy a casarme,
pero antes que tú, mucho
antes que tú, y con pulseras y todo (Silbido fuera.) Ajajay, mi niño! (Corre a la
reja.)
EL PADRE. (Fuera.) ¡Rositaaaaaaa!
ROSITA (Asustándose.)¡Quéeeeeee! (Silbido más fuerte. Corre y se sienta ante el
bastidor y tira besos
a la reja.)
PADRE (Entrando.) Quería saber si bordabas... ¡Borda, hijita mía, borda, que con
eso comemos! ¡Ay,
qué mal estamos de dinero! ¡De los cinco talegos que heredamos de tu tío el
Arcipreste, no queda ni tanto
así!
ROSITA ¡Ay, qué barbas tenía mi tío el Arcipreste! ¡Qué precioso era! (Silbido
fuera.) ¡Y qué bien
silbaba! ¡Qué bien!
PADRE Pero, hija, ¿qué estás diciendo? ¿Te has vuelto loca?
ROSITA (Nerviosa.) No, no... Me he equivocado...
PADRE ¡Ay, Rosita, qué entrampados estamos! ¡Qué va a ser de nosotros! (Saca
el pañuelo y llora.)
ROSITA (Llorando.) Pues... sí... tú... yo...
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PADRE Si al menos quisieras casarte, otro gallo nos cantaría; pero me parece a
mí que por ahora..
ROSITA Si yo lo estoy deseando.
PADRE ¿Sí?
ROSITA ¿Pero no te habías dado cuenta? ¡Qué poco perspicaces sois los
hombres!
PADRE ¡Pues me viene de perilla, de perilla!
ROSITA Si yo por peinarme a la arremangué y darme arrebol en la cara...
PADRE De manera, ¿que estás conforme?
ROSITA (Con guasa un poco monjil.) Sí, padre.
PADRE Y, ¿no te arrepentirás?
ROSITA No, padre.
PADRE ¿Y me harás caso siempre?
ROSITA Sí, padre.
PADRE Pues esto era lo que yo quería saber. (Haciendo mutis.) Me he salvado de
la ruina. ¡Me he
salvado! (Se va.)
ESCENA II
ROSITA ¿Qué significará esto de "Me he salvado de la ruina. Me he salvado"?...
Porque mi novio
Cocoliche tiene menos dinero que nosotros. ¡Mucho menos! Heredó de su abuela
tres duros y una caja de
membrillo, ¡y... nada más! ¡Ay! Pero lo quiero, lo quiero, lo quiero y lo
requetequiero. (Esto dicho con
gran rapidez.) El dinerillo, para las gentes del mundo; yo me quedo con el amor.
(Corre y agita un largo
pañuelo rosa por la reja.)
ESCENA III
LA VOZ DE COCOLICHE (Cantando, acompañado de la guitarra.)
Por el aire van
los suspiros de mi amante
por el aire van,
van por el aire.
ROSITA (Cantando.)
Por el aire van
los suspiros de mi amante,
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por el aire van,
van por el aire.
COCOLICHE (Asomándose a la reja.) ¿Quién vive?
ROSITA. (Tapándose la cara con un abanico pericón y fingiendo la voz.) Gente de
paz.
COCOLICHE¿No vive en esta casa por casualidad una tal Rosita?
ROSITA. Está tomando los baños.
COCOLICHE. (Haciendo ademán de retirarse.) Pues que le sienten bien.
ROSITA. (Descubriéndose.) ¿Y hubieras sido capaz de retirarte?
COCOLICHE. No hubiese podido. (Meloso.) A tu lado los pies se vuelven de
plomo.
ROSITA¿Sabes una cosa?
COCOLICHE¿Qué?
ROSITA¡Ay, no me atrevo!
COCOLICHE¡Atrévete!
ROSITA (Muy seria.) Mira, yo no quiero ser una mujer impúdica.
COCOLICHE. Y a mí me parece muy bien.
ROSITA. Mira, es el caso...
COCOLICHE¡Acaba ya!
ROSITA. Me taparé con el abanico.
COCOLICHE. (Desesperado.) ¡Hija mía!
ROSITA. (Con la cara tapada.) Que me caso contigo.
COCOLICHE¿Qué estás diciendo?
ROSITA¡Lo que oyes!
COCOLICHE¡Ay, Rosita!
ROSITA. En seguida ...
COCOLICHE. En seguida voy a escribir una carta a París pidiendo un niño...
ROSITA. Oye, a París de ninguna manera, porque no quiero que se parezca a los
franceses con el chau,
chau, chau.
COCOLICHE. Entonces...
ROSITA. Lo pediremos a Madrid.
COCOLICHE. Pero, ¿lo sabe tu padre?
ROSITA ¡Y me lo permite! (Se quita el abanico.)
COCOLICHE¡Ay, Rosita mía! ¡Ven! ¡Ven! ¡Acércate!
ROSITA. Pero no te pongas nervioso.
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COCOLICHE. Me parece que me están haciendo cosquillas en la planta de los
pies. Acércate.
ROSITA. No, no; desde lejos te daré los besitos. (Se besan desde lejos. Ruido de
campanillas.) Siempre
pasa lo mismo Ahora viene la gente. ¡Hasta la noche!
(Se sienten campanillas, y por la gran reja del fondo cruza una carroza tirada por
caballitos de cartón
con penachos de plumas, y se detiene.)
CRISTOBITA. (Desde la carroza.) Efectivamente es la niña más guapa del pueblo.
ROSITA. (Haciendo una reverencia con las faldas.) Muchas gracias.
CRISTOBITA. Me quedo con ella definitivamente. Medirá un metro de alzada. La
mujer no debe medir
ni más ni menos Pero, ¡qué talle y qué garbo! Casi, casi, me ha engatusado. ¡Arre,
cochero!
ROSITA. (Haciendo burla.) ¡Ya está! Me quedo con ella. ¡Qué caballero más feo y
más mal educado!...
Será un chiflado de esos que vienen del extranjero. (Por la reja cae un collar de
perlas.) ¡Ay! ¿Qué es
esto? ¡Dios mío, qué collar de perlas tan precioso! (Se lo cuelga y se mira en un
espejito de mano.)
Genoveva de Brabante tendría uno así cuando se ponía en la torre de su castillo a
esperar a su esposo. ¡Y
qué bien me sienta!... Pero, ¿de quién será?
PADRE. (Entrando) ¡Hija mía, felicidad completa! ¡Acabo de concertar tu boda!
ROSITA. ¡Cuánto te lo agradezco, y Cocoliche cuánto te lo agradecerá! Ahora
mismo...
PADRE.¡ Qué Cocoliche ni qué niño muerto! ¿Qué estás diciendo? Yo he dado tu
mano a don Cristobita
el de la porra, que acaba de pasar en su carroza por ahí.
ROSITA. Pues no quiero, no quiero, ¡ea! Y lo que es mi mano, de ninguna manera
me la quitas. Yo
tenía mi novio... ¡Y tiró el collar!
PADRE. Pues no hay más remedio. Ese hombre tiene mucho oro y a mí me
conviene, porque si no,
mañana tendríamos que pedir limosna.
ROSITA. Pues pedimos.
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PADRE. Aquí mando yo, que soy el padre. Lo dicho, dicho, y cartuchera en el
cañón. No hay que hablar
más.
ROSITA. Es que yo...
PADRE ¡Silencio !
ROSITA. Pues a mí...
PADRE. ¡Chitón! (Se va.)
ROSITA. ¡Ay, ay! ¡Digo!, dispone de mí y de mi mano, y no tengo más remedio
que aguantarme porque
lo manda la ley. (Llora.) También la ley podía haberse estado en su casa. Si al
menos pudiera vender mi
alma al diablo! (Gritando.) ¡Diablo, sal, diablo, sal! Que yo no quiero casarme con
Cristobita.
PADRE. (Entrando.) Qué voces son ésas? ¡A bordar y a callar! ¡Qué tiempos
estos! ¿Van a mandar los
hijos en los padres? Tú harás caso de todo, como hice yo caso de mi papá cuando
me casó con tu mamá,
que, dicho sea entre paréntesis, tenía una cara de luna, que ya, ya...
ROSITA. Está bien. ¡Me callaré!
PADRE. (Haciendo mutis.) ¡Habráse visto!
ROSITA. Está bien. Entre el cura y el padre estamos las muchachas
completamente fastidiadas. (Se
sienta a bordar.) Todas las tardes, tres, cuatro, nos dice el párroco: ¡que vais a ir
al infierno!, ¡que vais a
morir achicharradas!, ¡peor que los perros!...; ¡pero yo digo que los perros se
casan con quien quieren y
lo pasan muy bien! ¡Cómo me gustaría ser perro! Porque si le hago caso a mi
padre, cuatro, cinco, entro
en un infierno, y si no, por no hacerle caso, luego voy al otro, al de arriba...
También los curas podrían
callarse y no hablar tanto..., porque... (Se limpia las lágrimas.) Si yo no me caso
con Cocoliche, va a
tener la culpa el cura. sí, el señor cura... al que, después de todo, no le importa
nada esto. ¡Ay, ay, ay,
ay...!
CRISTOBITA. (Con su criado en la ventana.) Es una buen cosa. ¿Te gusta?
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CRIADO (Temblando.) Sí, señor.
CRISTOBITA. La boca un poquitín grande, pero vaya canela en rama de cuerpo...
Aún no he cerrado el
trato... Me gustaría hablar con ella, pero no quiero que tome demasiada confianza.
La confianza es la
madre de todos los vicios. ¡No me digas que no!
CRIADO. (Temblando.) Pero, ¡señor!
CRISTOBITA. ¡No hay más que dos caminos a seguir con lo hombres: o no
conocerlos..., o quitarlos de
en medio!
CRIADO. ¡Ay, Dios mío!
CRISTOBITA. ¡Oye, que te gusta!
CRIADO. Todavía la merece mejor su merced.
CRISTOBITA. Es una hembrita suculenta. ¡Y para mí solo! ¡Para mí solo! (Se va.)
ROSITA. Esto es lo que me faltaba que ver. Yo me desespero. Yo me enveneno
ahora mismo con
mixtos o con sublimado corrosivo.
(El reloj de pared se abre y aparece una Hora, vestida de amarillo con polisón.)
HORA. (Con campana y con la boca.) ¡Tan! Rosita: ten paciencia, ¿qué vas a
hacer? ¿Qué sabes tú el
giro que van a tomar las cosas? Mientras que aquí hace sol, en otras partes
llueve. ¿Qué sabes tú los
vientos que van a venir mañana para hacer bailar la veleta de tu tejadillo? Yo,
como vengo todos los días,
te recordaré esto cuando sea vieja y hayas olvidado este momento. Deja que el
agua corra y la estrella
salga. ¡Rosita, ten paciencia! ¡Tan! La una (Se cierra.)
ROSlTA. La una... ¡Pero maldita la gana que tengo de comer!
VOZ (fuera)
Por el aire van
los suspiros de mi amante.
ROSITA. Ya los veo entrar... los suspiros de mi amante.
(El reloj se abre otra vez y aparece la Hora dormida. La campana suena sola.)
ROSITA. (Llorosa.) Los suspiros de mi amante...
Telón
Cuadro segundo
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El teatrillo representa una plaza de un pueblo andaluz. A la derecha, la casa de la
señá Rosita. Debe
haber una enorme palmera y un banco. Aparece por la izquierda Cocoliche,
rondando, con una guitarra
entre las manos y envuelto en una capita verde oscura con agremanes negros. Va
vestido con el traje
popular de principios de siglo XIX, y tiene puesto con garbo el sombrerillo calañés.
ESCENA PRIMERA
COCOLICHE. Rosita no sale. Tiene miedo a la luna. La luna es terrible para un
enamorado de ocultis.
(Silba.) El silbido ha tocado como una piedrecita de música en el cristal de su
balcón. Ayer se puso un
lazo en el pelo. Ella me dijo: Una cinta negra sobre mis cabellos es como una
botana sobre la fruta. Ponte
triste si me ves; lo negro bajará luego hasta los pies. Algo le pasa.
(El balconcillo lleno de tiestos se ilumina con una dulce luz.)
ROSITA (dentro)
Con el vito, vito, vito,
con el vito que me muero.
COCOLICHE. (Acercándose.) ¿Por qué no salías?
ROSITA. (En el balcón muy cursi y muy poética.) ¡Ay chiquillo mío! El viento
morisco hace girar ahora
todas las veletas de Andalucía. Dentro de cien años girarán lo mismo.
COCOLICHE. ¿Qué quiere decir?
ROSITA. Que mires a la izquierda y a la derecha del tiempo, que tu corazón
aprenda a estar tranquilo.
COCOLICHE. No te entiendo.
ROSITA. Lo que voy a decirte lleva el aguijón duro. Por eso te preparo. (Pausa, en
la que Rosita llora
cómicamente, casi ahogada.) ¡No me puedo casar contigo!
COCOLICHE.¡¡¡ Rosita!!!
ROSITA. ¡Tú eres el acerico de mis ojos! ¡Pero no me puedo casar contigo!
(Llora.)
COCOLICHE. ¿Te metes a monja reparadora? ¿Te he hecho yo algo malo? ¡Ay,
ay, ay! (Llora de una
manera entre infantil y cómica.)
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ROSITA. Ya te enterarás. Ahora, adiós.
COCOLICHE. (Gritando y pateando en el suelo.) Pero no, pero no, pero no.
ROSITA. Adiós, mi padre me llama.
(El balcón se cierra)
ESCENA I I
COCOLICHE. (Solo.) Me suenan los oídos como si estuviera en lo alto de una
sierra. Estoy como si
fuera de papel y me hubiera quemado con la llamita de mi corazón. Pero esto no
puede ser; no, no, y no.
(Pateando en el suelo.) ¿Que no se quiere casar conmigo? Cuando le traje el
guardapelo de la feria de
Mairena, me pasó la mano por la cara. Cuando le regalé el chal de las rosas, me
miró de una manera... y
cuando le traje el abanico de nácar en el cual Pedro Romero abre su capote, me
dio tantos besos como
varillas tenía. Sí, señor, ¡tantos besos!... Mejor era que me hubiese partido un rayo
por la mitad. ¡Ay!,
¡ay!, ¡ay! (Llora con excelente compás.)
ESCENA III
Por la izquierda entran varios jóvenes vestidos con trajes populares: uno de ellos
trae guitarra y el otro
pandero. Cantan.
Mi amante siempre se baña
en el río Guadalquivir,
mi amante borda pañuelos
con la seda carmesí.
MOZO I . Es Cocoliche.
MOZO 2 ¿Por qué lloras? Levántate y que se te importe poco que un pájaro en la
arboleda se pase de un
árbol a otro.
COCOLICHE. ¡Dejadme!
MOZO 3. Es imposible. Vente, que la pena se te pasará cuando te dé el viento del
campo.
MOZO I Vamos, vamos. (Se lo llevan. Voces y música.)
(Queda la escena sola. La luna ilumina la ancha plaza. Se abre la puerta de la
casa de doña Rosita y
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aparece el Padre de ésta vestido de gris, con una peluca color rosa y la cara del
mismo color. Don
Cristobita viene vestido de verde con un vientre enorme y una poca joroba. Lleva
un collar, una pulsera
de cascabeles y una porra, que le sirve de bastón.)
CRISTOBITA. Conque cerramos el trato. ¿No es esto?
PADRE Sí, señor... pero...
CRISTOBITA. ¿Qué pero ni qué niño muerto? Cerramos trato. Yo le doy a usted
los cien duros para
desentrampase, y usted me da a su hija Rosita... y debe usted estar contento
porque ella es... algo
madurita.
PADRE. Tiene dieciséis años.
CRISTOBITA. He dicho que está madurita y lo está.
PADRE. Sí... señor, lo está.
CRISTOBITA Pero, sin embargo, es una linda muchacha. ¡Que diantre! Un
boccato di cardinali!
PADRE (Muy serio) ¿Habla vuestra merced el italiano?
CRISTOBITA. No; de niño estuve en Italia y en Francia, sirviendo a un tal don
Pantalón... Pero, ¡a
usted no le importa nada de esto!
PADRE. No..., no, señor... No me importa nada.
CRISTOBITA. De manera que mañana a la tarde quiero tener echadas las
bendiciones.
PADRE. (Aterrado.) Eso no puede ser, don Cristobita.
CRISTOBITA. ¿Quién me dijo a mí que no? No sé cómo no le envío al
barranquillo donde eché a
tantos. Esta porra que ve aquí ha matado muchos hombres franceses, italianos,
húngaros... Tengo la lista
en mi casa. ¡Obedézcame!, no vaya a danzar con todos ellos. Hace tiempo que la
porra no funciona y se
me escapa de las manos. ¡Tenga cuidado !
PADRE. Sí... señor.
CRISTOBITA. Diga usted: "Tendré cuidado".
PADRE. Tendré cuidado.
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CRISTOBITA. Ahora, tome el dinero. Muy cara me cuesta la niña. ¡Muy cara!
Pero, en fin, lo hecho,
hecho está. Yo soy hombre que no se retracta jamás de lo que hace.
PADRE. (Dios mío, ¡a quién le entrego yo mi hija!)
CRISTOBITA. ¿Qué hablas?... Vamos a avisar al cura.
PADRE. (Temblando.) Vamos.
ROSITA . (Dentro)
Con el vito, vito, vito,
con el vito, que me muero;
cada hora, niño mío,
estoy más metida en fuego.
CRISTOBITA. ¿Qué es eso?
PADRE. Mi niña que canta... ¡Es una canción preciosa!
CRISTOBITA. ¡Bah! Ya la enseñaré a que ponga la voz bronca, más natural!, y
cante aquello de:
La rana hace cuac, cuac,
cuac, cuac, cuarac.
Telón
Cuadro tercero
Una taberna de pueblo. Al fondo, barriles y jarras azules en las blancas paredes.
Un viejo cartel de
toros y tres candiles. Noche. El tabernero está detrás del mostrador. Es un hombre
en mangas de
camisa, con el pelo tieso y la nariz chata. Se llama Espantanublos. A la derecha,
un grupo de
Contrabandistas clásicos, vestidos de terciopelo, (con barbas y trabucos, juegan y
cantan.
ESCENA PRIMERA
CONTRABANDISTA 1
De Cádiz a Gibraltar
¡qué buen caminito!
El mar conoce mi paso
por los suspiros.
Ay muchacha, muchacha,
¡cuánto barco en el puerto de Málaga!
De Cádiz a Sevilla
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¡cuántos limoncitos!
El limonar me conoce
por los suspiros.
Ay muchacha, muchacha,
¡cuánto barco en el puerto de Málaga!
CONTRABANDISTA 2 ¡Eh, tú! ¡Espantanublos! La dichosa cancioncilla me abre
las ganas de beber.
¡Trae vino de Málaga!
ESPANTANUBLOS. (Con pereza.) Ahora mismo.
(Por la puerta central un Joven envuelto en una amplia capa azul. Lleva
sombrerito plano. Expectación.
Sigue y se sienta en una mesa de la izquierda sin descubrirse.)
ESPANTANUBLOS. ¿Quiere su merced tomar algo?
JOVEN. ¡Ay! No.
ESPANTANUBLOS. ¿Hace tiempo que llegó?
JOVEN. ¡Ay! No.
ESPANTANUBLOS. Parece que suspira.
JOVEN. ¡Ay! ¡Ay!
CONTRABANDISTA I. ¿Quién es?
ESPANTANUBLOS. No he podido adivinarlo.
CONTRABANDISTA 2 ¿Si será... ?
CONTRABANDISTA I. Mejor será que nos vayamos.
CONTRABANDISTA 2. Está la noche clarísima.
CONTRABANDISTA I. Y las estrellas se caen sobre las casas.
CONTRABANDISTA 2 Al amanecer daremos vista al mar. (Salen.)
ESCENA II
Queda el Joven solo. Apenas se le verá la cabecita. Toda la escena está
iluminada por una penetrante
luz azul.
JOVEN. Encuentro el pueblo más blanco, mucho más blanco. Cuando lo vi desde
la Sierra, me entró la
luz por los ojos y me llegó hasta los pies. Los andaluces vamos a pintarnos con
cal hasta las carnes. Pero
tengo un temblorcillo dentro. ¡Dios mío! No he debido venir.
ESPANTANUBLOS. Está que ni don Tancredo, pero yo... (En la calle se sienten
guitarras y voces
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alegres. Saliendo.) ¿Que pasa?
(Entra el grupo de Muchachos con Cocoliche a la cabeza.)
COCOLICHE. (Borracho.) Espantanublos, danos vino hasta que se nos salga por
los ojos. Serán muy
bonitas nuestras lágrimas; lágrimas de topacio, de rubí... ¡Ay, muchachos,
muchachos!
MOZO I ¡Tan jovencillo! ¡Lo que nosotros no podemos permitir es que estés triste!
TODOS. Eso es.
COCOLICHE. ¡Ella me decía cosas tan delicadas!... Me decía: tienes los labios
como dos fresas sin
madurar, y...
MOZO I (Interrumpiéndole.) Esa mujer es muy romántica. Por lo mismo, no tendría
yo ninguna pena.
Don Cristobita es un viejo gordo, borracho, dormilón, que muy en breve...
TODOS. ¡Bravo!
MOZO 2 Que muy en breve... (Risas.)
ESPANTANUBLOS. Muchachos, muchachos.
MOZO 2 Y ahora, a brindar.
MOZO I Brindo por lo que brindo, porque tengo que brindar. Cocoliche: a las doce
de la noche tendrás
la puerta abierta, y todo lo demás.
TODOS ¡Ole! (Tocan las guitarras.)
MOZO 2 Yo brindo por doña Rosita.
JOVEN. (Levantándose.) ¡Por doña Rosita!
MOZO 2 ¡Y porque su futuro marido estalle como un fantoche! (Risas.)
JOVEN. (Acercándose, pero embozado.) ¡Alto, señores! Yo soy forastero y
quisiera enterarme de quién
es esa Rosita por la que brindan con tanta alegría.
COCOLICHE. ¿Tanto le interesa a usted, siendo forastero?
JOVEN. Puede que sí.
COCOLlCHE. Espantanublos, cierra la puerta, que a pesar de estar cerca el mes
de mayo, este señor
parece que tiene mucho frío.
MOZO 2 Sobre todo en la cara.
JOVEN. Yo me acerqué a preguntaros una cosa, y me respondéis por los cerros
de Úbeda. Me parece
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que las bromas están sobrando.
COCOLICHE. Y a usted, ¿qué le importa quién es esa mujer?
JOVEN. Más de lo que usted cree.
COCOLICHE. Pues bien: esa mujer es doña Rosita, la de la plaza, la mejor
cantaora de Andalucía, mi...
¡sí!, ¡mi novia!
MOZO 2 (Adelantándose.) Que se casa ahora con don Cristobita, y éste, pues...
¡Ya se lo puede figurar!
TODOS. ¡Ole! ¡Ole! (Risas.)
JOVEN. (Muy triste.) Perdonad. Me había interesado en la conversación porque
yo tuve una novia que
se llamaba también Rosita...
MOZO 1 ¿Y ya no es novia vuestra?
JOVEN. No. Ahora les gustan a las mujeres los chiquilicuatros. Buenas noches.
(Inicia el mutis.)
MOZO 2 Caballero, antes de marcharos yo quisiera que tomarais con nosotros un
vaso de vino. (Se lo
alarga.)
JOVEN. (En la puerta, nervioso.) Muchas gracias, pero yo no bebo. Buenas
noches, señores. (Aparte y
marchándose.) No sé cómo me he podido contener.
ESPANTANUBLOS. ¿Pero quién demonios es ese hombre y a qué ha venido
aquí?
MOZO 2 Eso mismo te digo yo a ti. ¿Quién es este embozado, esta máscara?
MOZO I Eres un mal tabernero.
COCOLICHE. Estoy preocupado, preocupado... ¡Este hombre!
(Todos están inquietos; hablan en voz baja.)
MOZO 2 (Desde la puerta.) Señores: don Cristobita viene a la taberna.
COCOLICHE. Buena ocasión para partirle la cara.
ESPANTANUBLOS. Yo no quiero grescas en mi casa. Así es que, ya mismo, os
estáis largando.
MOZO I Déjate de cuestiones, ¡Cocoliche! ¡Déjate de cuestiones!
(Dos Mozos se llevan a Cocoliche y los otros dos se esconden detrás de los
toneles. La escena queda en
silencio.)
CRI STOBITA. (En la puerta.) ¡Brrrrruuuuuum!
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ESPANTANUBLOS. (Aterrado.) Buenas noches.
CRISTOBITA. Tendrás mucho vino, ¿verdad?
ESPANTANUBLOS. De todos los que usted quiera.
CRISTOBITA. ¡Pues todos los quiero, todos!
MOZO I (Desde un rincón.) ¡Cristobita! (Con voz aflautada.)
CRISTOBITA. ¿Eh? ¿Quién habla?
ESPANTANUBLOS. Será algún perrillo de esas huertas.
CRISTOBITA. (Agarra la porra y canta.)
Que esconda el rabo la zorra,
porque le doy con la porra.
ESPANTANUBLOS. (Turbado.) Hay vino dulce... vino blanco... vino... agrio, vino
que vino...
CRISTOBITA. ¿Y a bajo precio, eh? ¡Sois todos unos ladrones! Dilo tú: unos
ladrones.
ESPANTANUBLOS. (Temblando.) Unos ladrones.
CRISTOBITA. Mañana me caso con la señá Rosita, y quiero que haya mucho vino
para... bebérmelo
yo.
MOZO I (Desde un tonel.) Cristobita que bebe y duerme
MOZO 2 (Desde otro tonel.) Que bebe y duerme!
CRISTOBITA. ¡Brrrrrrr, br, br, br! ¿Es que tus toneles hablan, o es que me estás
tomando el pelo?
ESPANTANUBLOS. ¿Yo?, ¿yo?...
CRISTOBITA. ¡Huele la porra! ¿A qué huele?
ESPANTANUBLOS. Huele... pues...
CRlSTOBITA ¡Dilo!
ESPANTANUBLOS. ¡A sesos!
CRISTOBITA. ¿Qué te habías creído? Y en cuanto a eso de que bebe y duerme,
ya veremos quién bebe
o duerme. (Furiosamente.)
ESPANTANUBLOS. Pero don Cristóbal, pero don Cristóbal.
MOZO 2 (Desde un tonel.)
¡Cristobita,
barriguita !
MOZO I ¡Barriguita!
CRISTOBITA. (Con la porra.) Te llegó tu hora. ¡Pillo, granula!
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ESPANTANUBLOS. ¡Ay don Cristobita de mis entrañitas!
MOZO 2 ¡Barriguita!
CRISTOBITA. ¿Pero a mí con esas? ¿Cuándo se vio? ¡Toma barriguita, toma
barriguita, toma
barriguita!
(Salen los dos. Don Cristobita le da con la porra, y Espantanublos chilla como una
rata. Los Mozos se
ríen a carcajadas desde los toneles. Música.)
Telón
Cuadro cuarto
La plaza de antes, pero mucho menos iluminada por la luna. La palmera amarilla
se destaca sobre un
cielo azul sin estrellas. Por la izquierda entran los Mozos embriagados, que traen
a Cocoliche borracho.
ESCENA PRIMERA
MOZO I Malas pulgas tiene el tal don Cristobita.
MOZO 2 Y qué porrazos le ha dado al pobre tabernero.
MOZO I Oye, tú: ¿qué hacemos con éste?
MOZO 2 Le dejaremos aquí; y descuida, que ya se despertará cuando le dé en la
cara el sereno de la
noche. (Se van.)
ESCENA II
Se oye una flauta que se va acercando rápidamente y aparece el Mosquito. La luz
crece. Viendo a
Cocoliche dormido, se acerca a él y le toca la trompetilla en el oido. Cocoliche le
da un manotazo y el
Mosquito se retira.
MOSQUITO. ¡Él no sabe lo que pasa, claro!, es una criatura... Pero lo cierto es
que el corazón de la señá
Rosita, un corazoncillo así de pequeñito, se le escapa. (Rie.) ¡El alma de doña
Rosita es como uno de
esos barquitos de nácar que venden en las ferias, barquitos de Valencia que
llevan unas tijerillas y un
dedal. Ahora, éste pondrá sobre la dura vela: "RECUERDO", y seguirá
marchando, marchando... (Se va
tocando la trompetilla, y la escena queda otra vez oscurecida.)
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ESCENA III
Entran el Joven embozado y un Mozo del pueblo.
JOVEN. Ahora me alegro de haber venido, pero tengo una rabia, que las palabras
no me salen de la
boca. ¿Dices que se casa?
MOZO. Mañana mismo, con un tal don Cristobita, rico, dormilón, tan bruto, que
hace pedazos su
sombra... Pero y creo que ella te ha olvidado.
JOVEN. No es posible; me quería tanto hace...
MOZO Cinco años.
JOVEN. Tienes razón.
MOZO. ¿Por qué la dejaste?
JOVEN. No sé. Aquí me cansaba demasiado. Ya voy al Puerto, ya vengo del
Puerto... ¡Si vieras! Yo me
creía que por el mundo estaban siempre repicando las campanas y que en los
caminos había blancos
paradores, con rubias muchachas remangadas hasta los codos. No hay nada de
esto! ¡Es muy aburrido!
MOZO. ¿Y qué piensas hacer?
JOVEN. Quiero verla.
MOZO. Eso es imposible. Tú no conoces a don Cristobita.
JOVEN. Pues quiero verla, cueste lo que cueste.
(Por la derecha entra Cansa-Almas.)
MOZO Ah! Éste nos puede servir; es Cansa-Almas, el zapatero. (En alta voz.)
¡Cansa-Almas!
CANSA-ALMAS. Qué... qué... qué...
MOZO. Mira: tú vas a ser muy útil a este caballero.
CANSA-ALMAS. ¿A quién...? ¿A... quién?
JOVEN. (Descubriéndose.) Mírame.
CANSA-ALMAS. ¡Currito!
JOVEN. Sí, Currito el del Puerto.
CANSA-ALMAS. (Dándole con la mano en el vientre.) ¡Puñeterillo! ¡Qué gordo te
has puesto!
MOZO ¿Es verdad que vas mañana a poner los zapatos de novia a la señá
Rosita?
CANSA-ALMAS. Sí... sí... sí.
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MOZO Pues es menester que te sustituya éste.
CANSA-ALMAS. No, no, yo no quiero líos.
CURRITO. ¡Si vieras cómo te lo pagaría!... Anda, por tus hijos, te pido que me
dejes ir.
MOZO Además te pagará bien. Trae dinero.
CURRITO . Acuérdate, Cansa-Almas... (Haciendo como que llora.) de lo que mi
padre te quería.
CANSA-ALMAS. ¡Calla! Qué le vamos a hacer. ¡Te dejaré ir! Yo me quedaré en
casa... Y era verdad...
(Sacando un gran pañuelo de hierbas.) Tu padre, efectivamente, me quería
muchísimo, muchísimo.
CURRITO. (Abrazándole.) ¡Gracias, muchas gracias!
CANSA-ALMAS. ¿Vas a seguir vendiendo naranjas? ¡Oh! ¡Qué pregón más
precioso echabas!:
Naranjitas, naranjaaaaas... (Se van.) (La luna va invadiendo la escena y una
música de guitarra corre por
el aire.)
COCOLICHE. (Entre sueños.) Cristobita te pegará, ¡amor mío! Cristobita tiene una
panza verde y una
joroba verde. Por las noches no te dejará dormir con sus resoplidos. ¡Y yo que te
hubiera dado tantos
besitos! ¡Qué tristeza cuando te vi con el lazo en el pelo... Lo negro bajará hasta
los pies!
(La melodía del Vito invade la escena. Por la izquierda sale una aparición de lo
que sueña Cocoliche. Es
doña Rosita, vestida de azul oscuro, con una corona de nardos sobre la cabeza y
un puñal de plata en la
mano.)
ESPECTRO DE DOÑA ROSITA. (Cantando.)
Con el vito, vito, vito,
con el vito, vito, claro...
Cada hora, niño mío,
de ti me voy alejando.
(La palmera amarilla se llena de lucecitas de plata, y todo adquiere un teatralisimo
tinte azulado.)
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COCOLlCHE. ¡Virgen del Espino! (Se levanta, pero en ese momento todo
desaparece.) Me he
despertado. No cabe duda que me he despertado. Era ella vestida de luto. Me
parece que la tengo ante
mis ojos..., y esa música...
(Ahora, en el balcón, sale la verdadera voz de Rosita, que canta desvelada.)
ROSITA
Con el vito, vito, vito,
con el Vito, que me muero...
Cada hora, niño mío,
estoy más metida en fuego.
COCOLICHE. ¡Esta es la primera vez que lloro de verdad! Lo aseguro. ¡La
primera vez!
Telón
Cuadro quinto
La escena representa una calle andaluza, con las casas blancas. En la primera
casa hay una zapatería;
en la segunda, una barbería, con el espejo y el sillón al aire libre. Más allá, un gran
portón con este
letrero: PARA TODOS LOS DESENGAÑADOS DEL MUNDO. Sobre la puerta, un
gran corazón de
gran tamaño atravesado por siete espadas. Es la mañana. En su zapatería está
Cansa-Almas sentado en
su banco, cosiendo una bota de montar y, esperando junto al silloncillo, Figaro,
vestido de verde, con
redecilla negra y tufos, afilando una navaja con un largo suavizador.
ESCENA PRIMERA
FÍGARO. Hoy espero la gran visita.
CANSA-ALMAS. ¿Qué vi-? ¿Qué vi-? (Una flauta dentro de la escena termina la
frase.)
FÍGARO Don Cristobita viene; don Cristobita, el de la porra.
CANSA-ALMAS. ¿No te pare-? ¿No te pare-? (El flautín termina la frase)
FIGARO. ¡Sí, sí! ¡Claro! (Rie.)
UN GRANUJA.
Zapatero, tero, tero,
mete la lezna
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por el agujero!
FÍGARO. ¡Ah! ¡Gran picarillo! ¡Picarillo! (Sale corriendo detrás.)
(Por el otro lado entra Currito, el del Puerto. Viene como siempre, embozado; al
llegar al centro de la
escena choca con Figaro, que vuelve muy de prisa del lado opuesto.)
CURRITO. Si me ensartas con la navaja, te saco los ojos.
FÍGARO ¡Perdón, musiú! ¿Se va usted a afeitar? Mi barbería...
(El pito continúa, y Figaro hace elogios de su talento accionando.)
CURRITO. ¡Vete a la porra!
FÍGARO. (Remeda el pregón de Curro.) ¡Naranjitas, naranjaaaaaaas! (Silba.)
CURRITO. (Llega a la zapatería.) Cansa-Almas: dame las botitas y el cajoncillo.
CANSA-ALMAS. Pero... pero... pero... (Tiembla.)
CURRITO . (Furioso.) ¡Dámelo, te he dicho!
CANSA-ALMAS. Toma... toma...
FÍGARO. (Saltando.)
A tira y afloja
perdí mi dedal...
A tira y afloja
lo volví a encontrar.
CURRITO. (Acaricia unas botitas de color de rosa.)
¡Oh, botitas
de doña Rosita!
¡Quién las tuviera
con sus piernecitas!
CANSA-ALMAS. ¡Y dejadme a mí! ¡Ay! ¡Dejadme a mí! (Sigue metiendo la lezna.)
CURRITO. (Entusiasmado con sus botas.) Son como dos vasitos de vino, como
dos acericos de monja,
como dos suspirillos.
FÍGARO. Algo pasa. ¡Indudablemente, algo pasa! El pueblo huele a novedades.
¡Ah, lo nuevo! Pero ya
vendrá a mi barbería.
CURRITO. (Yéndose, con las botas en la mano.) ¿Es posible que no seas mía,
Rosita? (Besa las botas.)
Son como dos lágrimas de la luna de la tarde, como dos torrecillas del país de los
enanitos... como dos...
(Beso fuerte.) como dos... (Se va.)
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ESCENA II
FIGARO. Ya me enteraré de lo que pasa. Las noticias llegan al mundo después de
haber pasado por el
clasificador de la barbería. Las barberías son las encrucijadas de las noticias. Esta
navaja que ven ustedes
rompe el cascarón de los secretos. Los barberos tenemos más olfato que los
perros de presa; tenemos el
olfato de las palabras oscuras y los gestos misteriosos. ¡Claro! Somos los alcaldes
de las cabezas, los
jardineros de las cabezas, y a fuerza de abrir caminitos entre los bosques del
cabello nos enteramos cómo
piensan por dentro. Qué bonitas historias podría contar de los feos durmientes de
las barberías!
CRISTOBITA. (Entrando.) ¡Quiero afeitarme ahora mismo, sí, señor, ahora mismo,
porque me voy a
casar! ¡Brrrr! Y no convido a nadie, porque sois unos ladrones todos.
(Cansa-Almas cierra su puerta y asoma la cabeza por el ventanillo.)
FÍGARO. Son.
CRISTOBITA. (Alargando la porra.) ¡Sois!
FIGARO Son (Muy afirmativo) las diez. (Se guarda el reloj)
CRISTOBITA. Las diez o las once, quiero afeitarme ahora mismo.
CANSA-ALMAS. ¡Qué malillo es!
CRISTOBITA. (Pegando con la porra en la cabeza de Cansa mas.) ¡Tunda que
tunda!
(Cansa-Almas esconde la testa chillando como una rata.)
CRISTOBITA. ¡Vamos! (Se sienta.)
FÍGARO ¡Qué hermosísima cabeza tiene usted! ¡Pero qué magnífica! Un
ejemplar.
CRI STOBITA . ¡Empieza !
FÍGARO. (Trabajando.) ¡Tran, lará, lará!
CRISTOBITA. ¡Como me cortes, te abro en canal. ¡Pero que en canal he dicho, y
es en canal!
FÍGARO. ¡Excelencia, admirable! Yo estoy encantado. ¡Tran, larán, larán!
(La puerta de la posada se abre, y aparece una jovencita vestida de amarillo, con
una rosa carmesí en el
pelo. Un viejo mendigo con una acordeón toma asiento dentro de la posada.)
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JOVENCITA. (Cantando y tocando los palillos.)
Tengo los ojos puestos
en un muchacho,
delgado de cintura,
moreno y alto.
A la flor, a la pitiflor,
a la verde oliva...
A los rayos del sol
se peina la niña.
TODOS
A la flor... etc.
JOVENCITA
En los olivaritos,
niña, te espero,
con un jarro de vino
y un pan casero.
TODOS
A la flor... etc.
FÍGARO. (Mirando a la muchacha.) ¡A la flor, pero que a la flor! ¡Ja, ja, ja! Cansa-
Almas, ¡sal pronto!
(La muchacha queda mirando, extrañadísima, a Cristobita, dormido.)
CRISTOBITA. (Roncando.) Brrrrr, brrrrr...
CANSA-ALMAS. (Con miedo.) No, no quiero salir. (Con la cabeza asomada al
ventanillo.)
FÍGARO. ¡Esto es admirable! Ya me lo figuraba yo. ¡Pero qué cosa más
estupenda! Don Cristobita tiene
la cabeza de madera. ¡De madera de chopo! ¡Ja, ja, ja! (La Niña se acerca más.)
Y mirad, mirad cuánta
pintura... ¡cuánta pintura! Ja, ja, ja!
CANSA-ALMAS. (Que sale.) Se va a despertar.
FÍGARO. En la frente tiene dos nudos. Por aquí, sudará la resina. ¡Ésta era la
novedad! ¡La gran
novedad!
CRISTOBITA. (Removiéndose.) Aligera... brrrrr... aligera...
FÍGARO. ¡Excelencia! Sí, sí...
JOVENCITA.
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Tengo los ojos puestos
en un muchacho,
delgado de cintura,
moreno y alto.
A la flor, a la pitiflor,
a la verde oliva,
a los rayos del sol
se peina la niña.
TODOS. (Alrededor de Cristobita dormido, y pianísimo para éste no lo oiga, pero
llenos de guasa.)
A la flor... etc.
(Por la ventana de la posada asoma una maja con lunares, que abre y cierra un
abanico.)
Telón
Cuadro sexto
Casa de doña Rosita. En los rincones del frente, dos grandes armarios con
celosías claras en la parte
superior. En el techo, un velón. Las paredes tienen un ligerísimo tono de azúcar
rosado. Sobre la puerta,
un retrato de santa Rosa de Lima, bajo un arco de limones. Doña Rosita aparece
vestida de rosa. Gran
traje d novia lleno de volantes y complicadísimas bandas. Sobre el escote, un
collar de azabache.
ESCENA PRIMERA
ROSITA. ¡Todo se ha perdido! Todo! Voy al suplicio como fue Marianita Pineda.
Ella tuvo una
gargantilla de hierro en sus bodas con la muerte, y yo tendré un collar... un collar
de don Cristobita.
(Llora y canta.)
Estando una pájara pinta
sentadita en el verde limón...
(Se atraganta)
con el pico movía la hoja,
con la cola movía la flor.
¡Ay! ¡Ay!
¿Cuándo veré a mi amor?
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(Fuera se oye cantar)
Rosita, por verte
la punta del pie,
si a mí me dejaran
veríamos a ver.
ROSITA. ¡Oh santa Rosa mía! ¿Qué voz es ésta?
CURRlTO. (Embozado, aparece súbitamente en la puerta.) ¿Se puede pasar?
ROSITA. (Asustada.) ¿Quién sois?
CURRITO. Un hombre entre los hombres.
ROSITA. Pero... ¿tenéis cara?
CURRITO. Muy conocida por esos ojitos.
ROS ITA . Esa voz...
CURRITO. (Abriendo su capa.) ¡Mírame!
ROSITA. (Aterrada.) ¡Currito!
CURRITO. Sí. Currito. El que se fue por el mundo y vuelve a casarse contigo.
ROSITA. ¡No, no! ¡Ay Dios mío, vete! Yo estoy comprometida, y además, no te
quiero; tú me has
dejado antes. Ahora quiero a Cristobita. ¡Vete, vete!
CURRITO. ¡No me iré! ¿Para qué he venido?
ROSITA ¡Ay, qué desgraciada soy! Tengo un relojito y tengo un espejo de plata,
¡pero qué desgraciada
soy!
CURRITO. Vente conmigo. Te veo y me vuelvo loquito de celos.
ROSITA ¡Quieres perderme, infame!
CURRITO. (Acercándose para abrazarla.) ¡Rosita mía!
ROSITA ¡Viene gente! ¡Vete, bandido! ¡Tempranillo!
EL PADRE. (Entrando.) ¿Qué pasa?
CURRITO. Venía a probarle los zapatos de boda a la señá Rosita, porque Cansa-
Almas no puede venir.
Son preciosos. Como para las princesas de la Corte.
PADRE. ¡Probádselos!
(Doña Rosita se sienta en una silla. Currito se arrodilla ante sus pies, y el Padre
lee un periódico .)
CURRITO. ¡Oh piernecita de azucena!
ROSITA. (En voz baja.) ¡Canalla!
CURRITO. (Alto.) Súbase un poco las faldas.
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ROSITA. Ya está. (Currito le pone una bota.)
CURRITO . ¿A ver otro poquito... ?
ROSITA. Ya hay bastante, zapaterillo.
CURRITO. ¡Otro poquito!
PADRE. (Desde su silla.) Sé bien mandada, niña: otro poquito.
ROSITA. ¡Ay!
CURRITO. ¡Otro poquito más! (Queda contemplando la pierna de doña Rosita.)
¡Otro poquito más!
PADRE. Me voy. Las botas son muy lindas... Y cerraré de camino esta puerta.
Hace algún fresquillo. (Se
va y llega a la puerta central.) Trabajillo me ha costado. Estaba enmohecida.
CURRITO .
¡Oh, qué lindo pie
tiene su mercé!
¡Oh, qué lindo,
qué lindo pie!
ROSITA. (Levantándose.) ¡Mal hombre, perro judío!...
CURRITO. Rosa. Rosita de mayo.
ROSITA. (Dando pianísimos chillidos.) ¡Ay, ay, ay! (Corre por la escena.) ¡Don
Cristobita viene!
¡Salid corriendo por aquí! (Se encuentran la puerta cerrada.) ¿Pero cómo ha
cerrado mi padre esta
puerta?
CURRITO. (Temblando.) La verdad es que...
ROSITA. ¡Ya siento sus pasos por la escalerilla! Iluminadme, santa Rosa.
(Mientras, Currito prueba a
abrir la puerta.) ¡Ah!... Ven aquí. (Abre el armario de la esquina derecha, y allí lo
encierra.) ¡Ya está!...
Creí que me moría.
CRISTOBITA. (Fuera.) ¡Brrrrrrrrrr!
ROSITA. (Cantando y medio llorando.)
Estando la pájara pinta
sentadita en el verde limón...
Ay, ay, cuándo veré a mi amor!
(Se atraganta)
ESCENA II
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CRISTOBITA . (En la puerta.)
A carne humana
me huele aquí.
Como no me la des,
te como a ti.
ROSITA. ¡Qué cosas tienes, Cristobita!
CRISTOBITA. ¡No quiero que hables con nadie! ¡Con nadie! ¡Ya te lo he dicho!
(¡Ay, qué apetitosa
está! ¡Qué par de jamoncitos tiene!)
ROSITA. Yo, Cristobita...
CRISTOBITA. Vamos a casarnos en seguida... ¡Y, oye!, tú ¿no me has visto matar
a nadie con la porra?
¿No?... Pues ya me verás. Hago ¡pun!, ¡pun!, ¡pun!... y al barranquillo.
ROSITA Sí; es muy bonito.
MONAGUILLO. (Por la ventana.) Que dice el señor cura cuando quieran, que
vayan.
CRISTOBITA. ¡Ya vamos! ¡Ole, ole, ya vamos! (Coge una botella y baila mientras
bebe.)
ROSITA. Entonces... Me pondré el velo...
CRISTOBITA. Yo también me voy a poner un gran sombrero y a colgar cintas a la
porra... Ahora
vengo. (Se va bailando.)
CURRITO. (Asomando por la celosía del armario.) Ábreme.
(Rosita se dirige al armario, cuando entra Cocoliche por la ventana dando un gran
salto.)
ROSITA. ¡Ay! (Sé dirige a él y cae en sus brazos.) ¡A nadie más que a ti quiero en
el mundo!
(Cocoliche la coge en sus brazos)
COCOLICHE ¡Chiquilla!
CURRITO (Desde el armario) ¡Ya me lo figuraba yo! Eres una mala mujer.
COCOLICHE ¿Qué es esto?
ROSITA. ¡Yo me vuelvo loca!
COCOLICHE. ¿Qué haces en tu ratonera? Sal al aire libre donde están los
hombres. (Golpea el
armario.)
ROSITA. ¡Tened piedad de mí!
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COCOLICHE. ¿Tener piedad de ti? Oh miserable mujerzuela
CURRITO. Quisiera estrangularos a los dos.
COCOLICHE. ¡Sal pronto! ¡Rompe las puertas! Cobarde!
ROSITA. ¡Que viene Cristobita! ¡Piedad, que viene Cristobita !
CURRITO. ¡Abreeeeeeee!
COCOLICHE. ¡Que venga! Así verá cómo su novia se entien de con el amante.
ROSITA. Yo te lo explicaré, amor mío. ¡Huye!
CRISTOBITA. (Fuera.) ¡Rosita... chiquitita!...
ROSITA. No hay tiempo. ¡Aquí! (Abre el otro armario y esconde a Cocoliche;
después se echa un velo
rosa en la cabeza.) ¡Me muero! (Hace como que canta.)
CRISTOBITA. (Entrando.) ¿Qué ruido era ése?
ROSITA. Son... los invitados que esperan en la puerta.
CRISTOBITA. ¡No quiero invitados!
ROSITA. ¡Pero... si los hay!
CRISTOBITA. Pues si los hay, que se vayan. ¡Que se vayan! (Aparte.) Y ya me
enteraré del ruido.
(Alto.) Vamos, Rosita. ¿Eh? ¡Oh, qué apetitosa está!
(Se abre la puerta central y aparecen los invitados de la boda; traen unos grandes
arcos con rosas de
papel de colores, por los que pasan don Cristobita y Rosita.)
INVITADO I. ¡Vivan los novios!
TODOS. ¡Vivan! (Música.)
(Queda la escena sola)
ESCENA III
(Por las celosías asoman las cabecitas de Currito y Cocoliche.
CURRITO¡ Yo voy a estallar!
COCOLICHE. ¿Conque tú eres el amante de esa mujer? ¡Ya nos veremos las
caras!
CURRITO. Cuando tú quieras, ¡chisgarabís!
COCOLICHE Si este armario no fuese de hierro...
CURRITO ¡Ja!
COCOLICHE ¡De buena gana te quitaba la nariz de un bocado! (Fuera se oye un:
¡Vivan los novios!
¡Vivan!.) Ya van a casarse... ¡ya me olvida para siempre! (Llora.)
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CURRITO. (Declamatorio.) He venido al pueblo para aprender cómo se puede
olvidar.
COCOLICHE. Ya no me dirá: Carita de fruta... ni yo le diré: Carita de almendra...
CURRITO. Me iré para siempre, ¡para siempre!
COCOLICHE. ¡Ay, ay, ay!
CURRITO ¡Ingrata, ingrata, ingrata!
(Fuera suenan las campanas de la iglesia, cohetes y música.)
COCOLICHE. ¡Yo no podré vivir!
CURRITO ¡Jamás miraré a otra mujer! (Los dos muñecos lloran.)
MOSQUITO. (Entra por la izquierda.) No hay que llorar, amiguitos, no hay que
llorar. La tierra tiene
caminitos blancos, caminitos lisos, caminitos tontos... Pero, muchachos, ¿por qué
ese derroche de perlas?
No sois príncipes. Después de todo..., la luna no está en menguante, ni el aire va,
ni el aire viene... (Toca
la trompetilla y se va.) Ni va, ni viene. Ni viene, ni va... (Cocoliche y Currito dan un
fuerte suspiro y
quedan mirándose.)
(La puerta central se abre de repente y aparece el cortejo de bodas. Don Cristóbal
y la señá Rosita se
despiden en la puerta y cierran. Música y campaneo lejano.)
CRISTOBITA ¡Ay, Rosita de mi corazón! ¡Ay, Rosita!
ROSITA Ahora me matará con la porra.
CRISTOBITA ¿Estás mala? ¡Parece que suspiras! Pero es de lo que te gusto. Ya
soy viejo y entiendo
las cosas. ¡Mira qué traje tengo! ¡Y qué botas! ¡Larán, larán! ¡Ah! Traigan dulces y
vino... Mucho vino!
(Entra un criado con unas botellas. Cristobita coge una y empieza a beber.) ¡Ay,
Rosita bonita!
¡Chiquitita, almendrita! ¿Verdad que soy hermosísimo? ¡Te daré un beso! Toma,
toma... (La besa. En
este momento Cocoliche y Currito se asoman a sus celosías y dan un grito de
rabia.) ¿Qué es eso? ¿Pero
es que esta casa tiene miedo? (Coge la porra.)
ROSITA. ¡No, no, Cristóbal! Son las carcomas, son los niños en la calle...
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32. Los Títeres de Cachiporra www.infotematica.com.ar
CRISTOBITA. (Soltando la porra.) Mucho ruidillo hacen, ¡caramba! ¡Mucho ruidillo
hacen!
ROSITA. (Aterrada y fingiendo.) ¿Cuándo me vas a contar las historias que me
prometiste?
CRISTOBITA. ¡Ja, ja, ja! Son muy bonitas, tan bonitas como esa carilla de
amapola. (Bebe.) Es la
historia de Don Tancredo, montado en su pedestal. ¿Sabes? ¡Joooo! Y la historia
de Don Juan Tenorio,
primo de Don Tancredo y primo mío. Sí, señor. ¡Primo mío! Di tú: ¡Primo mío!
ROSITA. ¡Primo tuyo!
CRISTOBITA ¡Rosa! ¡Rosa! ¡Dime algo!
ROSITA Te quiero, Cristobita.
CRISTOBITA. ¡Ole, ole! (La besa. De los armarios sale otro grito.) ¡Esto se acabó,
se acabó y se
requeteacabó! ¡Brrrrrrrr!
ROSITA. ¡Ay! No, no te pongas así.
CRISTOBITA. (Con la porra.) ¡Que salga quien sea!
ROSITA. Mira: no te pongas así. ¡Un pájaro ha pasado ahora mismo por la
ventana, con unas alas... así
de grandes!
CRISTOBITA. (Remedándola.) ¡Así de grandes! ¡Así de grandes! ¿Pero yo estoy
ciego?
ROSITA. ¡No me quieres!... (Llora.)
CRISTOBITA. (Enternecido.) ¿Te creo... o no te creo? (Suelta la porra.)
ROSITA (Cursi.) ¡Qué noche tan clarita vive sobre los tejados! En esta hora, los
niños cuentan las
estrellas, y los viajeros se duermen sobre sus cabalgaduras.
(Cristobita se sienta, pone los pies sobre la mesa y empieza a beber.)
CRISTOBITA. Me gustaría ser todo de vino y beberme yo mismo. ¡Jooo! Y mi
barriga un pastel, un
gran pastel rosado, con ciruelas y batatas... (Los muñecos se asoman a sus
armarios y suspiran.) ¿Quién
suspira ?
ROSITA Yo... Soy yo, acordándome de cuando era niña.
CRISTOBITA. Cuando yo era niño, me dieron un pastel más grande que la luna y
me lo comí yo solo.
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33. Los Títeres de Cachiporra www.infotematica.com.ar
¡Jooo! Yo solo.
ROSITA. (Romántica.) La sierra de Córdoba tiene sombras bajo sus olivares,
sombras aplastadas,
sombras muertas que nunca se van. ¡Oh, quién estuviera bajo sus raíces! La
sierra de Granada tiene pies
de luz y peinado de nieve. ¡Oh, quién estuviera bajo sus manantiales! Sevilla no
tiene sierras.
CRISTOBITA. No tiene sierras, no...
ROSITA. Largos caminos color naranja. ¡Oh, quién se perdiera por ellos!
(Cristobita, oyéndola, como quien oye a un violinista, se ha quedado dormido, con
una botella en la
mano.)
ESCENA IV
CURRITO. (Muy bajito.) ¡Abre!
COCOLICHE. ¡No me abras! Quiero morir aquí.
ROSITA. Callad, ¡por Dios!
Entra el mosquito y empieza a tocar la trompetilla de Cristóbal. Éste le da
manotazos)
CURRITO Me iré donde no me verás nunca.
ROSITA. Yo jamás te amé. Eres un hombre errante.
COCOLICHE. ¡Qué oigo!
ROSITA. A ti solo, ¡amor mío!
COCOLICHE. ¡Ay, pero ya estás casada!
CRISTOBITA. ¡Brrrrrr... Pícaros mosquitos! ¡Pícaros mosquitos!
ROSITA. Santa Rosa: ¡que no se despierte! (Se dirige a un armario y, con gran
cuidado, lo abre.)
(Toda esta escena será rapidísima y en voz baja.)
CURRITO. (Saliendo del armario.) ¡Adiós para siempre, ingrata! Mi pena es que
jamás te olvidaré.
(En este momento el Mosquito da un fuerte trompetazo en la cabeza a Cristóbal y
éste se despierta.)
CRISTOBITA. ¡Ah! ¡Qué! ¡Qué! ¡Imposible! ¡Brrrrrrrrrrr!
CURRITO. (Sacando un puñal.) ¡Calma, señor mío, calma!
CRISTOBITA. Te mato, te trituro, te machaco los huesos. ¡Ya me las pagarás,
señá ¡Rosita, mala
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mujer! ¡Con cien duros que me has costado! ¡Brrr...! ¡Pin! ¡Pin! ¡Pan! ¡Me ahoga la
rabia! ¡Pun! ¡Pan!
¿Qué hacías aquí?
CURRITO. (Temblando.) Lo... que me da la gana.
CRISTOBITA. ¡Ahrrrrrrrr! ¿Conque lo que te da la gana? ¡Pero hombre! ¡Toma
gana! ¡Toma gana!
Toma gana. (Currito acomete a Cristóbal con su puñal, pero éste queda clavado
en el pecho del
dormilón de una manera rara. Rosita, durante esta escena, ha estado abriendo la
puerta del foro, y en
este momento ha conseguido abrirla, y huye Currito, perseguido por Cristóbal, que
le va diciendo:)
¡Toma gana! ¡Toma gana!
(Rosita da unos chillidos agudísimos o se ríe de una manera histérica. En todo
este momento los
personajes estarán ayudados por varios pitos de una orquestilla.)
ESCENA V
COCOLICHE. ¡Ábreme, que yo le mataré cuando venga!
ROSITA. ¿Te abro? (Va a abrirle.) ¡No te abro! ¡Ay!
COCOLICHE. Rosita: déjame que lo estrangule.
ROSITA. ¿Te abro? (Va a abrirle.) ¡No te abro! Ahora viene, y nos matará.
COCOLICHE. ¡Así moriremos juntos!
ROSITA. ¿Te abro?... ¡Ay, sí!... ¡Te abro! (Le abre.) ¡Corazoncillo mío! ¡Arbolito de
mi jardín!
COCOLICHE (Abrazándola.) ¡Clavel disciplinado! ¡Manojito de canela! (Empieza
un idilio estilo dúo
de ópera.)
ROSITA Vete a tu casa; ahora, yo moriré.
COCOLICHE. Es imposible, Rosita entre las flores. En aquella estrella te haré un
columpio y un balcón
de plata. Desde allí veremos cómo tiembla el mundo vestido por la luna.
ROSITA. (Olvidándolo todo y en plena felicidad.) ¡Qué romántico eres, primor mío!
Creo que soy una
flor, y me deshojo sobre tus manos.
COCOLICHE. Cada día me vas pareciendo más rosada; cada día parece que te
arrancas un velo, y
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surges desnuda.
ROSITA. (Poniendo la cabecita sobre el pecho de su novio.) En tu pecho han
levantado el vuelo miles
de pájaros; amor mío, cuando te miro me parece que estoy ante una fuentecilla.
(Fuera se oye la voz de
Cristobita, y Rosita sale de su éxtasis.) ¡Huye!
CRISTOBITA. (Aparece en la puerta y queda estupefacto.) ¡Ahrrrrrrrr! ¡Tienes los
amantes a pares!
¡Prepararse para el barranquillo! ¡Pin! ¡Pan! ¡Brrr! (Cocoliche y Rosita se besan
desesperadamente,
delante de Cristóbal.) ¡Imposible! ¡Yo, que he matado trescientos ingleses,
trescientos costantinoplos!
¡Os acordaréis de mí! ¡Ay! ¡Ay! (La porra se le cae de la mano, y se siente un gran
estrépito de
muelles.) ¡Ay mi barriguita! ¡Ay mi barriguita! ¡Por vuestra culpa me he roto. me he
muerto! ¡Ay, que
me muero! ¡Ay, que llamen al curita! ¡Ay!
ROSITA. (Chillando agudísimamente y corriendo por la escena, arrastrando su
larga cola.)
¡Papáaaaaa! ¡Papáaaaaaa!
CRISTOBITA. ¡Ahrrrrrrr! Pun! ¡Me acabé! (Queda panza arriba con las manos por
alto y luego cae
sobre las candilejas)
ROSITA. ¡Ha muerto! ¡Ay Dios mío, qué compromiso tan grande!
COCOLICHE. (Acercándose con miedo.) Oye: ¡no tiene sangre!
ROSITA. ¿Que no tiene sangre?
COCOLICHE. ¡Mira! ¡Mira lo que le sale por el ombliguillo!
ROSITA. ¡Qué miedo!
COCOLICHE. ¿Sabes una cosa?
ROSITA. ¿Qué?
COCOLICHE. (Enfático.) ¡Cristobita no era una persona!
ROSITA. ¿Qué?... ¡Que no me lo digas siquiera! ¡Qué sofocación más grande! De
qué manera, ¿que no
era una persona?
PADRE. (Entrando.) ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
(Entran varios muñecos)
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COCOLICHE ¡Mirad!
PADRE ¡Ha estallado!
(La puerta central se abre y aparecen Muñequitos con antorchas; llevan capas
rojas y sombreros
negros. Delante viene el Mosquito con una banderita blanca y tocando la
trompeta. Traen un ataúd
enorme, en el que hay pintados pimientos y rábanos en vez de estrellas. Los
Curas vienen cantando.
Marcha fúnebre de pitos.)
UN CURA
Un momento.
Un hombre muerto.
TODOS
Se acabó, se acabó,
Cristobalón.
UN CURA
Cantemos o no cantemos,
cinco duros ganaremos.
(Al coger a Cristobita, éste suena de una manera graciosa, como un fagot. Todos
se retiran, y doña
Rosita llora. Vuelven otra vez y suena menos, hasta que sus suspiros son de
flautín, y lo echan en la caja.
El cortejo da la vuelta a la escena, entre los lamentos de la música.)
COCOLICHE. Ahora siento mi pecho lleno de cascabeles, lleno de corazoncillos.
Parezco un campo de
flores.
ROSITA. Para ti serán mis lágrimas y mis besitos, ¡que eres un clavel.
MOSQUITO. (Saliendo con la comitiva.)
Vamos a enterrar
al gran ganapán,
Cristobita borracho
que no volverá.
Ran,
rataplán,
rataplán,
rataplán.
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Rataplán!
(Cocoliche y Rosita quedan abrazados. Sinfonía.)
Telón
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