Los héroes no reconocen sus emociones. Sólo si los miembros de los equipos de rescate aprenden a desprenderse de los prejuicios, mostrar sus emociones y pedir ayuda podrán disminuir las probabilidades de sufrir los efectos del impacto emocional que ocasiona asistir a una tragedia.
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Insomnio y falta de concentración son síntomas típicos tras atender una catástrofe
Dibujo de un bombero que asistió a las víctimas
de un accidente de tráfico en Torreblanca en 1992.
(Foto: G.G.)
SECUELAS (II)
Actualizado miércoles 03/09/2008 09:01 (CET)
PATRICIA MATEY
MADRID.- Los héroes no reconocen sus emociones.
Sólo si los miembros de los equipos de rescate
aprenden a desprenderse de los prejuicios,
mostrar sus emociones y pedir ayuda podrán
disminuir las probabilidades de sufrir los efectos
del impacto emocional que ocasiona asistir a una
tragedia.
"Si por razones culturales a los hombres de por sí
les cuesta llorar en público o en privado, menos
aún les está permitido a los colectivos de los que
se espera fuerza, seguridad y capacidad para
resolver situaciones terribles, como son los
bomberos", recuerda Gemma García, terapeuta de
psicología de la Gestalt (corriente de psicología
moderna surgida en Alemania) y operadora de
Comunicaciones del Consorcio Bomberos de
Castellón.
Muy pocos saben y casi nadie se pregunta lo que sienten o padecen a corto y largo plazo los
hombres y mujeres que cada día responden a las llamadas de auxilio. "Los profesionales de
emergencias normalmente trabajan con personas vivas. Lo habitual no es desplazarte hasta un
siniestro en el que hay cientos de personas heridas, mutiladas, quemadas o fallecidas (en
referencia al accidente reciente de Barajas). Estos escenarios son dantescos y lógicamente
dejan mella en los testigos presenciales", recuerda Lola Rolle, psicológica del SAMUR.
Días después del siniestro, el "golpe" de la tragedia puede resurgir en forma de lentitud de
pensamiento y dificultad para la toma de decisiones, desgaste o agotamiento emocional,
ansiedad, tristeza, irritabilidad y enfado o sentimiento de culpa por creer que podían haber
ayudado más de lo que hicieron. También se puede experimentar agotamiento físico,
alteraciones digestivas, insomnio, jaquecas, hiperactividad o abuso de medicamentos o alcohol.
A largo plazo, en cambio, existe riesgo de traumatización secundaria o fatiga de compasión,
ocasionada por el estrés que se padece por ayudar a las personas que sufren. También hay más
posibilidades de sufrir síndrome de estrés postraumático .
Los bomberos, otro grupo afectado
Gemma García está llevando a cabo un estudio con sus compañeros bomberos sobre el impacto
emocional de las emergencias. "Uno de los casos más significativos que recuerdo es el de un
bombero que participó en las tareas de rescate del autobús siniestrado el 19 de agosto de 1992
en Torreblanca en el que murieron 45 personas, muchos de ellos niños. Solicité a los que
trabajaron en el rescate que realizaran dibujos para valorar el impacto emocional de aquél
accidente. En aquellos bocetos se relataba el caos, se veía a los heridos y a los fallecidos dentro
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del autobús. El personal de rescate tuvo que usar una escalera para acceder al interior del
autocar y posteriormente fue colocando a los lesionados a un lado y a los que había muerto al
lado de los ferétros (ver dibujo).", comenta.
Esta terapeuta explica "que al bombero se le quedó grabado el rostro de una compañera
que llevaba a un niño muerto en brazos. Explicó que no podía olvidar su cara. Comprobé que
estaba bastante afectado. Su tono de voz había cambiado y su postura al hablar, en cambio su
cara seguía impasible. Tras dejar que tomara contacto con lo ocurrido le pregunté qué sentía. Me
dijo que seguía viendo a esas personas en el autobús... Entonces le pregunté qué hizo él y me
contestó que terminó su turno y se fue a casa", añade.
Las diferencias individuales hacen "que cada persona reaccione de forma muy distinta ante
un mismo acontecimiento traumático. Pero el hecho de ser un interviniente con uniforme,
por sí mismo, no protege contra las secuelas emocionales de una actuación. Las expectativas del
papel que asumen estos profesionales ante la población llevan a que los individuos se consideren
personas duras y capaces de afrontar las intervenciones sin repercusión emocional propia y que
este tópico se extienda a la visión que tienen los demás de ellos", explica Francisco Javier
Sánchez Eizaguirre, decano ilustre del Colegio Oficial de Psicólogos de Las Palmas (COP).
Estudios controlados
Las "pruebas científicas" de cómo el impacto emocional de las tragedias deja huella a corto y
largo plazo en los grupos de rescate han sido aportadas por varios estudios. Pero el año pasado
se publicaba un trabajo único en este campo ya que ha sido el primero "en investigar las
repercusiones del desastre usando un grupo control y porque se ha contado con información del
personal de emergencias previa al accidente", reconoce Mattijn Morren, del Instituto Holandés
de Investigación de Servicios Sanitarios y autor de la investigación, publicada en el 'Canadian
Medical Association Journal'.
El 13 de Mayo de 2002 dos explosiones en un almacén de fuegos artificiales llevaron la tragedia
hasta la zona residencial holandesa de Enschede. Un total de 18 residentes fallecieron, además
de cuatro bomberos y hubo cerca de 1.000 heridos. Los autores del trabajo realizaron un
seguimiento de cuatro años a un total de 1.403 miembros de los grupos de rescate (policías,
paramédicos, entre otros) y los compararon con otros 1.650 miembros de rescate de una ciudad
similar a donde se produjo el incidente.
"La salud de los trabajadores estudiados se vio claramente afectada por el siniestro. Incluso
pasados dos y tres años, los intervinientes en el accidente tenían más riesgo de padecer
problemas respiratorios, gastrointestinales, muscoesqueléticos y psíquicos, además de
abusar del alcohol en comparación con los grupos de rescate que no vivieron el incidente",
insisten los autores. Además, mientras que la prevalencia de problemas psíquicos en los
trabajadores de Ensechede era de un 2,5% durante los seis meses antes del incendio, esta cifra
se elevó al 4,6% al medio año del incidente y a un 5,4% en el siguiente semestre.
Afortunadamente para los profesionales de emergencias, "a nivel organizativo o institucional ya
se están desarrollando iniciativas para apoyar a estos profesionales. Sin embargo, en algunos
casos se trata dar respuestas puntuales, con poca programación previa. Es importante que todas
las instituciones, los Colegios Oficiales de Médicos (COP), y en concreto los grupos de
Intervención Psicológica en Desastres y Emergencias (GIPDE) cuenten con psicólogos formados
para desarrollar funciones de prevención primaria y secundaria con estos profesionales",
recuerda Maximino Díaz Hernández, coordinador del GIPDE del COP Las Palmas.
Pero ninguna ayuda es útil si cada trabajador que actúa en un siniestro no pone su granito de
arena. "Se recomienda vigilar las pautas diarias de sueño, llevar una alimentación saludable,
hacer ejercicio físico, vida social y de ocio, etc. quizás más que en otros momentos de la vida
profesional", afirma Miguel Bernabé, del equipo de Psicología de Emergencias de la Universidad
Miguel Hernández de Elche (Alicante).
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