1. REVISTAKAIROS
38
¿Huir de la realidad o encararla
con compromiso transformador?
Oración polí�ca y escatológica
por C. René Padilla
Sin oración no hay misión cris�ana.
Podrá haber proseli�smo religioso, obras y acciones de beneficencia,
o tareas misioneras, pero no misión cris�ana.
P R I N C I P I O S
2. REVISTAKAIROS
39
L
a misión cristiana es primordialmente
missio Dei (misión de Dios). Nace en el
corazón de Dios, actúa en la historia por el
poder del Espíritu Santo, y está orientada a la
exaltación de Jesucristo como Señor del universo
y de cada área de la vida humana, para la gloria
de Dios. En síntesis, la misión cristiana comienza
y termina en Dios.
Desde esta perspectiva, todo el trabajo
misionero de las iglesias sólo tiene sentido en
la medida en que se inspira en el amor de Dios,
se realiza en su nombre y busca su gloria.
Los cristianos sólo somos «colaboradores de
Dios» en su misión de redención de la creación. Ése
es nuestro inmenso privilegio y nuestra gran
responsabilidad.
Tristemente, mucho de lo que se quiere hacer
pasar por trabajo misionero no es tal. No lo es
ni en lo que atañe a sus motivaciones, ni en lo
que respecta a los medios que ocupa, ni en lo
que tiene que ver con los objetivos que busca.
En resumen, ni comienza ni termina en Dios,
sino en el ser humano.
De ahí se desprende la urgente necesidad
de vincular la misión con la oración, y no sólo
con la oración privada —la que se relaciona con
problemas y necesidades de la vida individual—
, sino también con la oración política —la que
se relaciona con problemas y necesidades de la
vida pública—.
Tenemos que admitir que muy a menudo
nuestras oraciones no superan el nivel de lo
privado. En palabras de Bonhoeffer: «Los
hombres en su angustia llegan a Dios, imploran
ayuda, felicidad, pan; que salve del dolor, de la
culpa y la muerte a los suyos. Así hacen todos,
todos: cristianos y paganos».
Nuestras oraciones apuntan generalmente a
lo inmediato, lo concreto, lo cotidiano. Hasta
nos atrevemos a imaginar a Dios como el Ser
Supremo que, sin el auxilio de un conmutador,
recibe y responde de manera simultánea las
múltiples llamadas telefónicas de sus hijos,
sin dilación. Inadvertidamente, hacemos de
Dios un empleado a nuestra disposición,
con la capacidad de satisfacer todas nuestras
necesidades, incluso aquéllas que imaginamos
tener por vivir en una sociedad marcada por la
ideología del consumo.
La oración genuina es la que nos compromete
con lo que Dios está haciendo en el mundo para
cumplir su propósito. Es oración política y
escatológica. Política porque se ocupa de la vida
y las relaciones humanas en la polis (la ciudad).
Escatológica porque coloca la polis bajo el foco
del propósito de Dios de crear un nuevo cielo y
una tierra nueva.
Muchos contraponen la oración a la acción.
Conciben la oración como una manera de
desentenderse de los problemas concretos —
especialmente los políticos y sociales— para los
cuales no se ve fácil solución: un acto religioso
que sirve al orante para huir de la realidad. De
entrada tenemos que admitir que la oración
puede usarse como un escape. Sin embargo,
la oración genuina, es todo lo contrario: es una
manera de encarar la realidad, asumirla tal cual es
para encomendarla a la acción transformadora
de Dios.
Por otro lado, sólo oramos bien cuando
oramos con la disposición a dejar que Dios nos
utilice para el cumplimiento de su propósito en
relación al motivo de nuestra oración. La oración
no reemplaza la acción; más bien, la engendra
y le da sentido de dirección, la suscita y le evita
convertirse en mero activismo. El activismo es
acción sin oración.
Vista desde este ángulo, la oración es más
importante que la acción. Especialmente en el
mundo evangélico, nos cuesta aceptar que es
así. Condicionados por la cultura del «logro»,
vivimos como quienes piensan que la salvación
del mundo depende enteramente del esfuerzo
humano. Por eso, con demasiada frecuencia
reducimos la oración a un rito que da a nuestro
activismo un colorido religioso. Sabemos muy
poco lo que significa la acción en función de la
oración, la acción como respuesta al llamado de
Nuestras oraciones apuntan generalmente a
lo inmediato, lo concreto, lo cotidiano. Hasta
nos atrevemos a imaginar a Dios como el Ser
Supremo que, sin el auxilio de un conmutador,
recibe y responde de manera simultánea las
múltiples llamadas telefónicas de sus hijos, sin
dilación. Inadvertidamente, hacemos de Dios un
empleado a nuestra disposición, con la capacidad
de satisfacer todas nuestras necesidades, incluso
aquéllas que imaginamos tener por vivir en una
sociedad marcada por la ideología del consumo.
3. REVISTAKAIROS
40
Toda radicalidad adicional, de la conducta,
del estilo de vida y de la acción, sólo puede
desprenderse de la ruptura prioritaria de
la oración. Precisamente porque nuestra
sociedad tecnológica está entregada de
lleno a la acción, la persona que se retira a
su habitación a orar es un verdadero radical.
Todo lo demás dependerá de eso. Este acto
en la sociedad, que es también una acción
sobre esta sociedad, va mucho más allá del
involucramiento concreto, al cual tampoco
renuncia.
Más que rito o doctrina, el cristianismo es
vida en Cristo: vida que asume los problemas
y las necesidades del mundo y los presenta
a Dios en oración para que él, por su gracia,
actúe con su poder transformador; vida que
expresa la misión de Dios para la sanidad de
las naciones.
C. René Padilla es presidente
emérito de la Fundación
Kairós, director de Ediciones
Kairós, teólogo, conferencista
internacional, editor y autor
de ¿Qué es la misión integral?
(Ediciones Kairós, 2009) y
Economía humana y economía
del Reino de Dios (Ediciones
Kairós, 2002) entre otros.
¿Qué es la misión integral? es un manual diseñado
para facilitar la comprensión de la fe y el carácter integral de
la misión de la iglesia a la luz de los desa�os que enfrentan
día a día las iglesias cris�anas. Su propósito es ayudar a en-
carnar los valores del Reino de Dios y tes�ficar del amor y
la jus�cia revelados en Jesucristo, en el poder del Espíritu,
en función de la transformación de la vida humana en todas
sus dimensiones, tanto a nivel personal como a nivel comu-
nitario.
Economía humana y economía del Reino de Dios
es un esfuerzo por lograr que la teología dialogue con las
ciencias humanas, en este caso con la economía. El autor
incursiona en temas de economía porque considera que esta
ciencia tiene una dimensión ética cuya definición no puede
dejarse exclusivamente en
manos de economistas.
Según sus palabras "el
criterio para evaluar un
sistema económico no
son las ganancias de los
inversores sino la calidad de
vida de las personas a quien
ese sistema afecta directa o
indirectamente, tenga o no
inversiones".
Dios a colaborar en la realización de su propósito
para la vida humana en todas sus dimensiones.
Necesitamos internalizar esa radicalidad de
la fe cristiana que hace posible que vivamos
en el mundo sin ser del mundo, involucrados
plenamente en la sociedad, con los valores del reino
de Dios y con los recursos del Espíritu Santo. Como
bien dice Jacques Ellul: