1. KILIMA 96 Marzo 2013
Queridos amigos:
Hacía tiempo que la gente de los pueblos de Panda y de Shituru, que entre los
dos pueden contar con una población de unos 40.000 habitantes, buscaba una forma de
acceder a sus campos sin poner en peligro sus vidas. Para ese fin, tenían que utilizar un
puentecillo fabricado por ellos mismos, pero el río Panda, sin ser un gran río tiene una
profundidad de al menos dos metros en la época seca pero durante la estación lluviosa,
debido a la crecida, llega a alcanzar hasta los seis metros, con una corriente muy fuerte,
triplicando la anchura de su cauce y obstaculizando el acceso a la otra orilla.
Estaba sostenido por cables, que sujetaban un suelo de cañas. Difícilmente
resistían el peso de una persona adulta cargada con un saco de maíz sobre sus hombros.
Tenían que atravesarlo uno a uno. Esperaban el paso del primero antes de que el
segundo iniciara la travesía para evitar que con el peso de los dos, se rompieran los
cables o se partieran las cañas que componían su base. Los cables eran los que retiraba
la empresa minera porque tenían que reemplazarlos por motivos de seguridad para
descender a la mina y se encontraban roñados y en no muy buenas condiciones.
Oscilaban mucho al menor soplo de viento, razón por la cual, había que atravesar el
puente bien sujetos a los cables superiores para no perder el equilibrio y caer al río. Los
niños tenían prohibido el aventurarse por ese paso y las mujeres lo hacían con mucho
miedo porque no se sentían seguras y se esperaban unas a otras para ayudarse en el
intento.
Los primeros planos para este proyecto datan de hace unos 30 años. Cada vez
que las autoridades se querían granjear la simpatía de la población, sobretodo con
motivo de las elecciones, uno de los puntos que tocaban en sus campañas para obtener
sus votos era la construcción de este puente con el fin de facilitar los cultivos, para que
la gente pudiera trabajar las tierras y mejorar sus condiciones de vida. Sin embargo,
pasaba el tiempo de las elecciones y los pretendientes a diputados, ya fuera porque no
salían elegidos o porque se les olvidaban las promesas que habían ofrecido a la
población durante su campaña, el resultado es que durante todo ese tiempo no pudieron
disfrutar de un puente seguro que les permitiera dedicarse a lo que ellos más necesitan
porque constituye la única solución a sus necesidades cotidianas: la agricultura.
No podían tensar los cables para evitar su rotura y el puente, que estaba sujeto
por unos raíles metidos en tierra por un lado y a un árbol por el otro, dibujaba una curva
que le acercaba peligrosamente al cauce del río y las crecidas ocasionadas por la lluvia
hacía que el agua pasara por encima del puente, lo diera vuelta y les impidiera alcanzar
la otra orilla, con lo cual ponían en peligro el éxito de sus cosechas.
El lugar en el que se situaba el puente era un punto equidistante entre los dos
pueblos. Había que recorrer unos tres kilómetros a pie, por una senda estrecha por la
que se accedía al río. La mayor parte de los agricultores eran personas mayores, ya que
los jóvenes preferían dedicarse a la explotación minera artesanal, cavando agujeros y
galerías aún con riesgo para sus vidas puesto que se adentraban tierra adentro sin ningún
tipo de protección que pudiera sostener las galerías que iban horadando.
2. Viendo el sacrificio que suponía para estas personas mayores, que después de
haber trabajado duramente durante mas de treinta años en la empresa minera, se veían
obligados a buscarse la vida por su cuenta, puesto que la Seguridad Social es
prácticamente inexistente, me parecía que estaba obligado a buscar los medios para
procurarles un acceso que les permitiera alcanzar los campos sin que el temor a
atravesar el río les impidiera dedicarse a la agricultura, para encontrar en la tierra un
medio de subsistencia que no podían encontrar en ninguna otra parte.
Ellos me habían invitado a que presenciara “el paso” de la gente sobre lo que
llamaban “puente” y un día les acompañé, sin pensar que lo que iba a presenciar fuera
tan grave. Había que ir a pie porque no había una carretera que me permitiera llegar en
coche. Estaba cerca, calculo que la distancia no sería superior a 3 Km. por los senderos
de la selva. Llegué al lugar. Había un grupo de personas en cada orilla del río,
esperando que el que en ese momento lo atravesaba alcanzara la otra orilla para que el
siguiente pudiera comenzar la misma operación.
Intentaba sacar la cosecha de sus campos. El que lo hacía en ese momento
trataba de pasar con un saco de maíz. No se atrevía a llevarlo sobre el hombro porque de
esta forma no podría disponer de las dos manos para agarrarse al cable superior en caso
de necesidad. Lo llevaba por el suelo. Se agarraba al cable y movía un poco el saco,
adelantándose de esta manera poco a poco hasta llegar hasta la otra orilla. Tenía que
repetir esa operación 15 ó 20 veces para sacar toda su cosecha de los campos y llevarla
a casa. Y luego le esperaban los tres kilómetros con el saco al hombro. Para mí fue un
espectáculo impactante. Pensaba en el abandono en el que vive esta gente que cuenta
con una administración totalmente inoperante y que se dedica a sus propios beneficios a
través de multas e impuestos, olvidándose totalmente de la población a la que deberían
proteger. Me creí en el deber de hacer algo ya que nadie se molestaba por ellos
La primera labor, por tanto, fue la de abrir un paso carrozable para poder
transportar los materiales para la construcción. Había algunos lugares difíciles de
trabajar porque el suelo era rocoso y la pronunciada ladera de la colina por la que había
que pasar no ofrecía muchas posibilidades que facilitaran nuestra tarea.
Era muy difícil llevar a cabo ese trabajo debido a la dureza del suelo. Imposible
de realizarla a mano. Conseguimos la ayuda de una vieja pala Caterpillar que fue
abriéndose paso lentamente, con no pocas peripecias porque cada vez que atacaba la
zona rocosa le salía la cadena y volverla a colocar nos llevaba casi el día entero. Pero al
fin, llegamos hasta el río, donde pudieron acercarse los camiones cargados de hierros,
cemento, piedra, arena, etc.
Quisimos que la gente contribuyera, aunque fuera de una forma simbólica, para
asociarles a los trabajos que pensábamos emprender. Al principio, la gente creía que una
vez más serían engañados, pero al ver la nueva carretera en construcción y que los
materiales accedían a la orilla del río, creyeron a los iban pasando por las casas pidiendo
una contribución para que los trabajos pudieran llevarse a cabo, y muy pocos opusieron
resistencia. Esta vez el asunto iba en serio. El cura no les iba a engañar como lo habían
hecho sus diputados.
Se creó un grupo que se encargó principalmente de la manutención de la mano
de obra que iba a trabajar en el proyecto. De esta forma, los obreros de la construcción
3. fueron alimentados por los agricultores durante todo el tiempo que duraron las obras de
esta pasarela peatonal, que hoy es el orgullo de todos, porque han visto que lo que ellos
aspiraban desde hacía muchos años sin que nadie se sintiera preocupado por su suerte,
disponían ahora de un medio que les permitía alcanzar la otra orilla, transportar sacos de
maíz o mandioca, utilizar la bicicleta como medio de transporte, enviar a los niños, etc.
porque contaban con un medio seguro que les había hecho olvidar los apuros que
sufrían desde siempre.
Era frecuente ver a los campesinos, que cuando volvían de sus campos, se
paraban en el lugar del trabajo para ofrecer a los obreros de la construcción del puente,
unos trozos de mandioca, unas mazorcas de maíz o un puñado de cacahuetes. Tal vez no
fuera mucho, pero mostraban de esta forma su agradecimiento porque alguien se había
acordado de ellos.
Además, a partir del año pasado han podido comprobar el resultado de esta
pasarela de dos metros de ancho por 63 m. de largo, porque ha llovido más que otras
veces y han podido ir de un lado para otro sin temor a que el agua les llevara el puente o
tener que atravesarlo con el agua hasta la cintura o dar un rodeo de más de seis
kilómetros para poder alcanzar sus campos de cultivo, como les ocurría con
anterioridad.
Queremos agradecer al Ayuntamiento de Erandio, que ha financiado este
proyecto, porque a pesar de tener otras necesidades en su municipio, ha querido
contribuir de esta manera a mitigar el sufrimiento de otras personas, que luchan
diariamente contra el hambre, la enfermedad y la injusticia, y se ven solos a la hora de
llevar a cabo esta tarea. Todos tenemos derecho a la vida, al trabajo, pero hay quienes
desde el día de su nacimiento están abocados al sufrimiento y algunos tratan de escapar
de él embarcándose en pateras, introduciéndose en las bodegas de los barcos como
polizones, abandonando a sus amigos y a sus familias para poder sacar la vida adelante
y procurar una vida digna para sus hijos.
La carretera que habíamos abierto atraviesa una zona en la que en su tiempo, la
empresa minera arrojaba los desperdicios de las fundiciones y hoy han descubierto que
lo que entonces se consideraba “desperdicio” porque trabajaban con unos minerales de
un porcentaje muy elevado de cobre o de cobalto, hoy pueden encontrar en esos
deshechos minerales con un porcentaje del 2 ó 3 por ciento y los jóvenes que no tienen
ningún trabajo se dedican a su explotación, limpieza y venta a empresas chinas que se
encargan de su fundición y la exportación hacia su país.
Pero los chinos se han dado cuenta que eso lo pueden hacer ellos mismos y han
comprado toda esa área a la empresa minera y con sus palas mecánicas y sus camiones,
se están llevando toda la tierra a su fundición y los jóvenes se han visto desprovistos de
su trabajo y de sus medios de subsistencia.
En la medida en la que se les iban terminando las reservas alimenticias que
guardaban en sus casas el malestar iba en aumento, hasta que pasaron la voz de que
tenían que enfrentarse a los chinos y una mañana se decidieron a atacar para defender
lo que ellos consideraban como “sus tierras”.
4. A las siete de la mañana comenzaron a llegar los camiones y se puso en marcha
la pala que los cargaba. Los jóvenes se iban acercando sin llamar demasiado la atención
hasta que al grito de uno de ellos, arremetieron con palos y piedras contra los que ellos
creían les estaban robando su forma de vida. Los camiones, al verse acorralados y
soportando la lluvia de piedras que les caían por todas partes, optaron por dar la media
vuelta y escaparse de aquel lugar que parecía un infierno y en el que podrían brotar el
fuego real en cualquier momento ya que los jóvenes estaban dispuestos a quemarlos sin
preocuparse por la suerte de los chóferes.
Los chinos habían aprovechado un par de contenedores para instalar su pequeña
oficina y controlar todo el movimiento de carga y los viajes de los camiones. No habían
invertido miles de dólares en el equipamiento de los contenedores pero tenían algunas
mesas, unas cuantas sillas, un par de ordenadores, una instalación eléctrica y poco más.
Se asomaron a las ventanas, vieron aquella muchedumbre de jóvenes encolerizados que
se acercaban de sus oficinas y pensaron acertadamente que lo mejor que podían hacer es
poner tierra por medio, y sin meter ruido, ni enfrentarse a los que llegaban, prefirieron
concentrar toda su energía en sus piernas y salieron disparados por los caminos de la
selva antes de que las primeras piedras cayeran sobre sus cabezas. No es de extrañar que
después de estos entrenamientos, porque aquí ya les ha pasado en otras ocasiones, estén
preparados para presentarse en las competiciones olímpicas y ganar unas cuantas
medallas, porque corren al límite, conscientes de que está en juego su pellejo.
Los asaltantes me comentaban que intentaron atraparles pero no encontraron su
rastro, afortunadamente. Entonces se ocuparon de demoler la pequeña infraestructura
que habían puesto en marcha. Desaparecieron las sillas, destrozaron los ordenadores,
rompieron las puertas y ventanas, dieron fuego a todos los papeles que encontraron,
arremetieron contra la pala mecánica, rompieron lo que pudieron de ella y hubieran
seguido por más tiempo dando rienda suelta a su rabia, si es que no hubieran llegado en
ese momento unos camiones con militares armados que comenzaron a disparar al aire y
cada cual abandonó su botín para correr más ligeramente y alcanzar el refugio de sus
casas.
Esto ocurrió la víspera de Navidad y la gente escuchaba encantada la narración
de los hechos porque en general, a los chinos no les pueden ver ni en pintura. Se meten
por todas partes, hacer trabajar sin fiestas ni descansos y el jornal no es extraordinario.
Encima, todo lo que hoy día se puede comprar en las tiendas es de fabricación china y la
piratería está a la orden del día. Todos los artículos son de pacotilla: bicicletas,
lámparas, fluorescentes, motores, etc., duran menos que un estornudo y hay que volver
de nuevo a la tienda para desembolsar otra cantidad de dinero porque ya no se encuentra
nada que sea fabricado en Europa.
A nosotros no nos vino mal esta pelea porque poco antes se habían apoderado de
las tierras en las que cultivaban nuestros feligreses e incluso se habían apoderado del
puente, amedrentado a la gente para que no trabajara aquellas tierras que ya habían sido
adquiridas por los chinos y se exponían a sudar en su cultivo sin obtener ningún
beneficio ya que, según ellos, los antiguos amos ya no tenían nada que decir.
Los chinos no dan nunca la cara sino que utilizan personal local, abogados y
agrónomos congoleños a los que les pagan bien para que se encarguen de despachar a
toda la gente dejando los terrenos limpios en los que ellos pudieran trabajar.
5. Entre los agricultores hay gente de todas las tribus, por eso no aciertan a unirse
para constituir un frente común. En lugar de exponerse a la furia de los militares o de
ser detenidos, prefieren venir a mí para contarme sus cuitas y empujarme para que actúe
en su nombre. Yo ya estoy cansado de tantos enfrentamientos y procuro motivarles para
que den la cara, pero me ponen mil disculpas para seguir siempre como antes.
Yo necesitaba dinero para continuar mis trabajos e intenté probar fortuna. Fui a
reclamar el importe de los gastos ocasionados en la construcción del puente porque lo
necesitaba para la construcción de una carpintería que completaría los diferentes
estudios de la escuela. Me dijeron que me contestarían, pero como pasaba el tiempo y
no recibía respuesta, ni los agricultores eran convocados para que se les pagara por la
expropiación de sus tierras, empecé a aconsejar a todos a que volvieran a trabajar, que
sembraran, porque de lo contrario las tierras serían consideradas baldías y no les
otorgarían nada a cambio.
Al principio se mostraban temerosos, pensando que en cualquier momento
vendrían los militares para desalojarlos de las tierras y lo harían bruscamente, como lo
hacen normalmente, pero poco a poco fueron ganando confianza y de nuevo han vuelto
a cultivar sus antiguos campos, indiferentes a lo que pudieran decir los chinos. La vida
ha vuelto a la normalidad, aunque estamos siempre expuestos a que recomiencen la
historia y nos vayamos todos a tomar el sol a otra parte.
Esto es lo que ocurre con las nuevas empresas que se están instalando en
nuestros alrededores. Los congoleños son conscientes de que estas empresas actúan de
manera violenta, de que se implantan donde les apetece sin tener en cuenta que en
aquellos lugares hay pueblos, cementerios, fuentes de agua potable para la población
etc., y les falta coraje para resistirse, defender sus derechos, hacer que su voz sea oída
más lejos, porque las autoridades, ministros, que deberían velar por el bienestar de sus
ciudadanos están más preocupados en observar cómo suben sus cuentas corrientes que
alarmarse por el descenso del bienestar de sus conciudadanos.
Un abrazo.
Xabier