Este documento presenta una biografía del humanista español Pedro de Valencia (1555-1620). Nació en Zafra y estudió en Córdoba y Salamanca, destacando en teología y humanidades clásicas. Fue discípulo de El Brocense y Arias Montano, con quien mantuvo una estrecha amistad. Se casó en 1587 y tuvo al menos 7 hijos. Felipe III lo nombró cronista real. Sus escritos, dados sus amplios conocimientos, abarcaron una variedad de temas pero la mayor
PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO: CLAVES PARA LA REFLEXIÓN.pdf
Pedrodevalencia
1. PEDRO DE VALENCIA
(1555-1620)
Biografía:
Pedro de Valencia nació en Zafra en 1555. En Zafra se crió y
estudió las primeras letras y los primeros rudimentos de latín.
Prosiguió sus estudios en Córdoba, con los jesuitas, donde empezó a
estudiar también teología. Pero sus padres lo enviaron a Salamanca
a cursar leyes. Allí destacó enseguida, aparte de las leyes, por su
preparación en teología y en humanidades clásicas.
Fue discípulo de El Brocense y de
Arias Montano. Su amistad con Arias
Montano fue tal que era considerado
por él como un hijo.
En 1587 a los 32 años contrajo
matrimonio con su prima hermana Inés
de Ballesteros con dispensa de Roma
que les consiguió directamente Arias
Montano. Tuvieron al menos, 7 hijos.
Felipe III lo nombró Cronista regio, cargo que supondrá un
desahogo económico para su maltrecha hacienda, pero que le
cargará con graves obligaciones: censuras de libros, elaboración de
una historia de Felipe III, Relaciones de Indias... y se trasladó de
Zafra a Madrid, a la Corte. Murió en Madrid en 1620.
2. OBRA
Como su maestro Montano, Pedro de Valencia fue un hombre de
saberes enciclopédicos. No sólo conocía los escritores grecolatinos
importantes, sino todos, desde los más arcaicos a los más tardíos.
Esta inmensa erudición era razón suficiente para que, primero su
casa en Zafra, y luego, con mucha mayor intensidad, su domicilio
madrileño se convirtieran en lugar de peregrinaje, personal o
epistolar, para solicitar un dictamen de experto, una opinión
autorizada, un consejo razonado y certero sobre algún problema
arduo de tipo legal, filológico, filosófico, literario, bíblico, social,
político o económico.
Sus escritos, dada su vasta erudición, abarcan una amplio
campo de temas y contenidos, pero han corrido una suerte muy
desdichada: sus obras (excepto sus
Academica) no fueron publicadas ni en vida
del autor ni en los siglos posteriores. Ha
habido que esperar hasta el siglo XX para
que algunos de sus escritos vean la luz. Uno
de los motivos principales de esta falta de
publicación de sus obras puede estar en la
innata modestia de Pedro de Valencia: estaba
convencido de que sus escritos carecían de
valor, tal vez abrumado por su admiración
hacia Arias Montano.
Sus escritos más destacados pueden clasificarse en cuatro
apartados:
1.- Escritos bíblicos y religiosos: en los que Valencia sigue
las huellas de Montano, utilizando sus mismos métodos. Fue,
además, un valiente defensor de su maestro, cuya obra se hallaba
tras su muerte metida en un largo proceso por la censura
inquisitorial
- Exposición del primer capítulo del Génesis.
-Comentarios al versículo de San Lucas I, 66.
-Comentario sobre el Padre Nuestro.
-De los autores de los Libros Sagrados y del tiempo en que se
escribieron.
-De la tristeza según Dios y según el mundo.
2. - Escritos filosóficos.
En este apartado figura su obra más famosa, y la única
publicada en vida del autor, Academica sive de iudicio erga verum ex
3. ipsis primis fontibus (Amberes, 1596).
Es una muy buena síntesis del pensamiento filosófico acerca del
criterio de la verdad desde Sócrates a Cicerón. Tras unas
consideraciones sobre el origen y las partes de la filosofía, divide a
los filósofos en dogmáticos y escépticos, y pasa revista a la historia y
evolución de la doctrina académica.
Las Academica es un texto de historia de la filosofía en el
sentido moderno del término.
3. - Escritos de crítica literaria.
En este apartado sobresale su famosísima Carta a D. Luis de
Góngora en censura de sus poesías.
4. - Escritos sociales y económicos.
Estos escritos suelen llevar el rótulo de Discursos, esto es,
ensayos o tratados. Son los que constituyen, sin duda alguna, la
faceta de Pedro de Valencia más interesante y atractiva para el
hombre de hoy. Con ellos se desvía un tanto de las preocupaciones
generalmente filológicas de los humanistas más estrictos y se coloca
en el grupo de los denunciadores sociales más modernos y
avanzados, con su casi obsesiva preocupación por los problemas
sociales de su entorno.
Algunos de los más importantes son:
– Tratado acerca de los moriscos de España.
En cuanto al problema de los moriscos, Valencia, a diferencia de
ciertos personajes, incluso eclesiásticos, no es partidario ni de los
crueles castigos, ni de la muerte ni de la expulsión, sino de admitirlos,
dispersarlos por toda España y no obligarles a aprender la doctrina
cristiana.
Desgraciadamente no se hizo caso a las propuestas de Valencia.
- Discurso acerca de los cuentos de las brujas y cosas tocantes a
magia.
Afirma que las brujerías y los aquelarres pueden explicarse de
varias maneras, pero todas ellas naturales. Critica los métodos de la
Inquisición, que carecen a menudo de garantías jurídicas, y rechaza
como nulas las declaraciones arrancadas bajo presión o tortura.
– Discurso sobre el pergamino y láminas de Granada. Habla
sobre la falsedad de unos documentos encontrados en esta
ciudad.
4. -Discurso contra la ociosidad. Divide la sociedad en tres
estamentos: los gobernantes civiles y eclesiásticos, los soldados y el
pueblo llano (labradores y artesanos). Pasa revista a cada estamento
y arremete contra el crecido número de clérigos y frailes, contra los
estudiantes superiores que no estudian, contra los rentistas ociosos;
todos ellos constituyen un claro parasitismo social. Aboga por el
trabajo femenino.
Es uno de los escritos más sugestivos de Pedro de Valencia, en
muchos puntos de una modernidad palpitante; y de los más
ambiciosos socialmente, ya que lo que en él se propone es una
reforma de la sociedad entera.
-Discurso sobre el acrecentamiento de la labor de la tierra .
Expone la necesidad de una profunda reforma agraria para corregir
las desigualdades económicas.
-Discurso sobre el precio del trigo y Respuesta a algunas
réplicas a este discurso. Se trata de los dos escritos más
violentamente críticos del autor. Llega a llamar a los ricos
explotadores antropófagos y homicidas. Su tesis es que no debe
dejarse el precio del trigo a la ley salvaje de la oferta y la demanda,
pues con precios prohibitivos los ricos explotarían a los pobres en
una alimento tan esencial como el pan. Hace falta un claro
intervencionismo del Estado para que "los trabajadores no se
mueran de hambre".
5. TEXTOS
1. Los amigos de los poderosos.
Entre los males y trabajos que dicen se les siguen a los príncipes y a todos los poderosos,
tengo por de los mayores que o no tienen amigos verdaderos, o que entre la muchedumbre de
los fingidos, y que representan quererlos bien, no pueden, o apenas, distinguir y conocer si
algunos hay que los amen de corazón. ("Carta a Fray Gaspar de Córdoba", op.cit. 18)
2. Igualdad de grandes y pequeños.
Mas, para que lo moderado baste, es necesaria la economía y buen gobierno de los príncipes y
gobernadores, como de fieles y prudentes mayordomos y dispenseros de los dones del Señor,
que deben procurar que el pan que cada año nos envía alcance y sea para todos, grandes y
pequeños, pues que todos son de una república y de una casa y familia igualmente llamados y
convidados de Dios. ("Discurso o memorial sobre el precio del pan", op. cit. 31)
3. El abuso de los poderosos es un crimen.
Claro está que los que quitan al hombre el mantenimiento necesario que son homicidas, y,
quitándoselo, todos los que no se lo quieren dar a precio moderado y que él pueda alcanzar con
su trabajo; hermanos son, esto es, semejantes y de un trato, el que sale al camino a matar con
hierro al que no le quiere dar la bolsa y el que mata de hambre en poblado al que no le da por el
pan todo su caudal y aun más. ("Discurso o memorial sobre el precio del pan", op. cit. 35)
4. La oferta, la demanda, la necesidad y el precio justo.
En otras cosas, por útiles que sean a la vida, se entiende que el precio vulgarmente corriente
entre los compradores y vendedores de una mercaduría es el justo, y, de ordinario, lo suele ser
cuando no hay fraude, ignorancia ni monipodio, y, por eso, en ellas no es necesario que la
República ponga tasa, ni use ponerla, porque la necesidad no aprieta a los compradores más
que a los vendedores. Pero, si pareciese haber desorden o demasía en las ocasiones,
particularmente en cosas de mantenimiento, la República debe estar a la mira y reprimir la
avaricia, limitando y reduciendo el precio a la pública utilidad. Pero en el pan, en no siendo el
año muy fértil, como hemos dicho, es grande la fuerza que tienen los vendedores y ninguna la
resistencia de los que lo han menester para comer, que no les queda libertad para comprar o
no, sino que lo han de tomar al precio que lo hallaren, por excesivo que sea. ("Discurso o
memorial sobre el precio del pan", op. cit. 46)
5. El cuerpo como metáfora del Estado.
Y, para esto, considérese la unidad y conspiración y conformidad que debe tener la
República y sus partes entre sí, a ejemplo y imitación del cuerpo humano, que dicen
bien que se puede llamar el original o ejemplar de la República, porque, conforme el
Apóstol, es ley universal y natural para en todas las comunidades la que naturalmente
guarda entre sí la comunidad de los miembros en el cuerpo, para ser uno siendo ellos
muchos y diversos, y de desigual valor, poder y uso, que ni los ojos, por dignos y de
excelente uso que son, pueden decir que no tienen necesidad de las manos, ni la cabeza
que no ha menester los pies, sino antes ordenó Dios que los miembros que parecen más
6. feos y flacos, y menos dignos, son los más necesarios y sin los que no se puede pasar, y
que es menester hacerles más honra, caricias y regalos. Y con esta obligación y
correspondencia obró Dios que no haya cisma ni división en el cuerpo, sino que todos
los miembros convengan y sean de un sentimiento para el público bien y conservación
del todo, sin que ninguno piense ni se aconseje de medrar o crecer y engordar de por sí
a solas, ni de salvarse y vivir sólo de por sí, sino que todos y cada uno cuidan y están
solícitos del bien de los demás, y si padece un miembro se sienten y compadecen todos,
y del gusto y regalo de un miembro se gozan todos. (“Borrador del tratado o libro sobre
el precio del pan”, op. cit. 79)
6. La ley, en tanto no sea cambiada, hay que cumplirla.
A lo menos, mientras la ley no se quita, conviene al estado de la República que se guarde
inviolablemente y que ninguno ose desacreditarla ni disputar contra ella ni condenarla por
injusta, leyendo ni enseñando ni predicando, ni en juntas ni en corrillos particulares. Sólo ha de
ser lícito hablar contra la ley ante el Rey o su Consejo, proponiendo con el debido respeto y
modestia las razones que le mueven a cada uno para suplicar se mude. Entretanto que no se
muda, todos la han de guardar, ninguno ha de decir que es injusta, ni teólogo ni jurista, ni en
sermón ni en confesión. Otra cosa es sospechosa de error en la fe e inclina a sedición y
rebelión. (“Borrador del tratado o libro sobre el precio del pan”, op. cit. 83)
7. La ley ha de ser para grandes y pequeños.
Las causas de no guardarse esta ley en muchas partes no ha sido el no hallarla útil, ni otras de
las legítimas para no admitir o abrogar con costumbre contraria las leyes, sino, primeramente, el
ser los vendedores y retenedores del pan los más poderosos y de más dinero en la República,
que con miedo o respeto o dádivas o empréstitos tienen rendidos a los jueces ordinarios, y en
no procediendo contra éstos, vendiendo mucho y en público, ¿qué cara han de tener para
proceder contra los menores y que delinquen en menor cantidad? Abren la puerta y sueltan a
todos. Es una grande señal de que esta ley es en favor de los pequeños el no guardarse, que
contra los pequeños todas se guardan; y esto cada vez y siempre ha acontecido y suele
acontecer que los peces grandes rompan la red y por allí también se van los pequeños.
(“Borrador del tratado o libro sobre el precio del pan”, op. cit. 85)
8. Riquezas mal adquiridas.
No son estas opiniones de doctores, sino palabras del mismo Espíritu de Dios, contra quien no
vale argüir ni hacer resistencia, y ya hemos probado que todos los que guardan el trigo y lo
venden pasada la cosecha para los pobres lo encarecen y guardan, y a ellos les arman y
acechan para cogerlos por hambre y acabarlos, que los ricos y los que tienen posibilidad en el
agosto se proveen de trigo para el año, y así, matando de hambre los pobres y habiendo
engordado y héchose ricos con la sustancia y sangre de ellos, tengan por cierto que, aunque
más misas digan y oigan, y por más devociones que hagan, que no les han de aprovechar sin
penitencia y satisfacción, ni han de agradar a Dios tales sacrificios y ofertas, y que no solamente
no les perdonará sus pecados, sino que los castigará acá, quitándoles la vida temprano, y
acabando y hundiendo las casas presto, que se edificaron, y mayorazgos y haciendas que se
fundaron con iniquidad, que es con desigualdad y injusticia, y no puede ser mayor desigualdad
que enriquecer unos sin trabajo, o con poco, haciendo que los que trabajan mucho no alcancen
para el pan. (“Borrador del tratado o libro sobre el precio del pan”, op. cit. 93-94)
9. El trabajo es bueno para la salud.
7. Añádase a los males del ocioso, que daña a la salud, que esto tiene del ser contra la naturaleza,
i dize Galeno que del todo no egercitarse el cuerpo humano, le es veneno i le acarrea
enfermedades incurables i vegez temprana; que uno que trabaja de ordinario llega a setenta i
más años con fuerças i agilidad para arar i correr a cavallo i hazer otras obras que hazía quando
moço, i la gente regalada, de cinquenta años, i aun antes, es inútil para los oficios i egercicios
de trabajo, i aun el caminar a cavallo se les haze pesado. ("Discurso contra la ociosidad", op.
cit. 162)