LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO: CLAVES PARA LA REFLEXIÓN.pptx
Pena Muerte Fracaso
1.
2. El fracaso de la pena capital.
La justicia no puede ser servida con
más violencia.
Lo que la Iglesia enseña y por que.
El camino que queda.
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5. A simple vista, el argumento a favor de la pena capital luce
persuasivo. La mayoría de la gente vive honestamente, se
comporta decentemente y desea comunidades gobernadas con
justicia tanto para los inocentes como para los culpables. La
gente decente teme a la violencia en la sociedad, lo cual es
comprensible. Necesitan defenderse y defender a sus hijos. La
pena de muerte tiene una cualidad bíblica de equilibrio: castigo
grave para crimen grave. Mucha gente buena la ve como un
disuasivo para males graves; e incluso cuando el disuasivo falla,
razonan ellos, al menos puede llevar justicia y conclusión
emocional para los familiares de las victimas de asesinato.
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7. La pena capital muestra claramente que ésta no funciona como disuasivo.
• La evidencia sugiere • Nuestro sistema • Los acusados, en
de manera sólida legal discrimina muchos estados,
que personas contra las minorías y obtienen un consejo
inocentes son a los pobres. legal desastroso.
veces condenadas y
ejecutadas.
8. Asumamos que un acusado es genuinamente culpable de un asesinato
brutal y premeditado; que él o ella obtienen una excelente ayuda legal y el
debido proceso; y que un jurado justo halla convicto a nuestro acusado
después de cuidadosa e inteligente deliberación.
Matar al culpable sigue siendo la opción incorrecta para una nación
civilizada. ¿Por qué? No logra nada. No trae de vuelta ni honra al muerto.
No ennoblece la vida. Y aunque puede aplacar la cólera de la sociedad por
un tiempo, no puede ni siquiera liberar de su sufrimiento a los dolientes de
la victima. Es algo que sólo el perdón puede lograr.
Lo que la pena de muerte logra es cerrar un caso ejerciendo derramamiento
de sangre y violencia contra violencia. La pena capital no puede nunca, por
su propia naturaleza, arrancar las raíces del crimen. Esto es algo que sólo el
amor puede lograr.
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10. Pero, como mostró Jesús una y otra vez
mediante Sus palabras y obras, el único
verdadero camino a la justicia pasa por la
misericordia. La Justicia no puede ser servida
por más violencia.
En el mundo del año 2005 la pena capital se ha
convertido en otro narcótico que nosotros, los
estadounidenses, usamos para aplacar otras,
mucho más profundas, ansiedades que nos
causa el camino hacia donde nos lleva nuestra
cultura.
Las ejecuciones pueden hacer desaparecer
algunos de los síntomas por cierto tiempo pero
la enfermedad subyacente el desprecio actual
por la vida humana sigue ahí y empeora cada
día.
11. Reconocer la condición
humana de un criminal es
amargamente difícil cuando
nuestros corazones están
En Génesis 4:10-16, el primer nublados por el dolor.
asesino –Caín, quien trajo el
derramamiento de sangre al Pero, la misma aguja que
mundo– recibió clemencia del Dios inyecta el veneno al asesino
de justicia. Deberíamos recordar en cada ejecución también
que los caminos de Dios no son los nos envenena a nosotros
nuestros; son mejores y más sabios. como cultura. Pagar crueldad
El corazón de Dios, a diferencia del con crueldad no equivale a
nuestro, es impulsado por el amor, justicia.
no la ira. En última instancia, una
cultura define su carácter moral por
el valor que otorga a la vida
humana, particularmente a aquellas
vidas que parecen más agobiantes,
poco importantes o indignas.
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13. La enseñanza católica sobre la pena de muerte se comprende mejor al
observarla a través de dos lentes: lo que es, y lo que no es.
La crítica de la Iglesia a la pena capital no es una evasión de la justicia.
Las victimas y quienes les sobreviven tienen derecho a reparación, y el
Estado tiene derecho a hacer cumplir esa reparación e imponer “castigos
graves por crímenes graves”.
No es un rechazo absoluto al uso de fuerza letal por el Estado. La pena
de muerte no es intrínsecamente mala. Tanto la Sagrada Escritura como
una larga tradición cristiana reconocen la legitimidad de la pena de
muerte bajo ciertas circunstancias. La Iglesia no puede repudiar eso sin
repudiar su propia identidad.
14. El derecho a la vida que tiene el condenado de asesinato
debe equilibrarse frente al derecho de la sociedad a la
justicia y la seguridad.
Finalmente, no es una falsa ecuación de asuntos
relacionados pero distintos. La enseñanza católica sobre
eutanasia, pena de muerte, guerra, genocidio y aborto, está
fundamentada en la misma preocupación por la santidad de
la persona humana. Pero, estos diferentes asuntos no
tienen todos la misma gravedad o contenido moral. No son
equivalentes.
15. Lo que la enseñanza católica sobre la pena de
muerte implica es esto: un llamado a echar a
un lado la violencia innecesaria, incluyendo la
violencia por parte del Estado, en nombre de
la dignidad humana, y la construcción de una
cultura de vida
El Catecismo de la Iglesia Católica lo explica
con estas palabras: “Si los medios incruentos
bastan para proteger y defender del agresor
[p. ej. el reo condenado] la seguridad de las
personas la autoridad se limitará a esos
medios, porque ellos corresponden mejor a
las condiciones concretas del bien común y
son más conformes con la dignidad de la
persona humana.” (2267)
16. El Papa Juan Pablo II, en El Evangelio
de la Vida, subraya que “la medida y
la calidad de la pena [para crímenes
capitales] deben ser valoradas y
decididas atentamente, sin que se
deba llegar a la medida extrema de la
eliminación del reo salvo en casos de
absoluta necesidad, es decir, cuando
la defensa de la sociedad no sea
posible de otro modo. Hoy, sin
embargo, gracias a la organización
cada vez más adecuada de la
institución penal, estos casos son ya
muy raros, por no decir prácticamente
inexistentes.” (56)
17. En las modernas sociedades
industrializadas, matar a los
convictos de asesinato no añade
nada a la seguridad de nadie. Es un
exceso. No puede ser justificado,
excepto en las más extraordinarias
condiciones. Aún más, para Juan
Pablo II, el castigo de cualquier
crimen debe buscar no sólo
reparar lo mal hecho y proteger la
sociedad. También debe alentar la
posibilidad de arrepentimiento,
restitución y rehabilitación de parte
del criminal. La ejecución elimina
toda esa esperanza.
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19. El gobierno tiene la obligación de personificar los más altos
ideales de un pueblo. Como pueblo libre, los estadounidenses
son mejores, más decentes y humanos que con las innecesarias
ejecuciones que llevamos a cabo cada semana. Somos mejores
que las innecesarias ejecuciones que tenemos planeadas para
los próximos meses.
Para crédito suyo, más y más católicos entienden esto. La
Encuesta de Zogby, muestra una gran disminución en el apoyo
católico a la pena de muerte –menos de 50% la apoya ahora– es
un gran signo de esperanza.
20. Los resultados muestran también, algo muy importante, que el
apoyo católico a la pena de muerte decrece con la asistencia
regular a la iglesia. Mientras más activos en su fe se vuelven los
católicos, más comprometidos se tornan hacia la santidad de la
vida humana en todas sus fases, así como más abiertos hacia la
enseñanza de la Iglesia sobre la pena de muerte. Esto no debe
sorprender a nadie. Mucho de este patrón se evidenció en las
elecciones de 2004, cuando los católicos comprometidos
tendieron a rechazar las evasiones “pro-elección” en el tema
del aborto.
21. Como ciudadanos, nuestras
decisiones y acciones importan,
porque contribuyen a crear el
futuro en que habitarán nuestras
familias y nuestra nación. Lo que
elegimos, lo que hacemos, se
convierte en lo que somos.
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23. El fracaso de la pena capital.
La justicia no puede ser servida con
más violencia.
Lo que la Iglesia enseña y por que.
El camino que queda.