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FERNANDO ARELLANO S.J.
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HISTORIA DE
LA LINGÜISTICA
Tomo I
DESDE SUS ORIGENES
HASTA EL SIGLO XIX
INCLUSIVE
Panini / Platón / Dionisio de
Tracia / Isidoro de Sevilla /
Nebrija / El Brócense /
Port-Royal / Hervás y Panduro /
W. von Humboldt / F. Bopp
J. Grimm / F. Diez / Andrés
Bello / A. Schleicher / H. Paúl
Universidad Católica Andrés Bello
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FERNANDO ¿RELLANO, S.J
HISTORIA DE LA LINGÜISTICA
Tomo I
Desde sus orígenes hasta el siglo XIX inclusive
UNIVERSIDAD CATOLICA “ANDRES BELLO”
INSTITUTOS HUMANISTICOS DE INVESTIGACION
CARACAS /1979
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Capítulo I
INTRODUCCION
EL ORIGEN DEL LENGUAJE
¿Qué es la Lingüística?
Al pretender dar un breve resumen de “Historia de la Lingüística”,
la primera cuestión que nos sale al paso es la referente al objeto mismo
de nuestro estudio, es decir, al significado y alcance de la palabra
“Lingüística”. En su acepción más amplia y general, se puede decir
que la Lingüística es lo que llaman los alemanes Spraclnvisscnschafl o
Ciencia del Lenguaje y abarca por lo tanto todos los estudios que ten­
gan por objeto el lenguaje o algunos de los aspectos del lenguaje.
Comencemos por decir que no existe una definición del Lenguaje
admitida unánimemente por los especialistas que desde la más remota
antigüedad hasta nuestros días se han ocupado de los múltiples proble­
mas planteados por esta importantísima actividad humana. Las diversas
concepciones del Lenguaje son ya una parte importante de la Historia
de la Lingüística y por lo tanto no pueden ser expuestas en una Intro­
ducción.
Dentro del campo de la Historia de la Lingüística entran: la Gramá­
tica, la Filología, la Lingüística comparada de carácter histórico o
diacrónico, la Lingüística descriptiva o sincrónica, la Lingüística gene­
ral, la Teoría del Lenguaje, la Filosofía de) Lenguaje, etc., etc. Sobre
la significación de estos conceptos nos remitimos a nuestros “Apuntes
de Lingüística”.
Obras sobre la Historia de la Lingüística
No abundan las Historias de la Lingüística y menos las que ofrezcan
un panorama completo de la materia. La primera Historia de la Lin­
güística es la escrita por el gran lingüista danés Vilhelm Thomsen
(1842-1927), que se ha convertido ya en una obra clásica. Antoine
Meillet, escribiendo en la Revue des Deux Mondes (febrero, 1922),
dice que “Thomsen es hoy el más grande nombre de la lingüística”,
añadiendo que “toda la lingüística actual lleva la marca de las ideas
7
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de Thomsen”. La Historia de la Lingüística del eminente sabio danés,
aparecida en 1902, presenta en forma clara y suscinta la historia de
la ciencia del lenguaje desde la Gramática sánscrita de Panini hasta
los Neogramáticos de fines del siglo XIX.
En nuestro siglo se han publicado algunas Historias de la Lingüís­
tica derivada en una forma o en otra del “Curso de Lingüística Gene­
ral” de Ferdinand de Saussure, punto de arranque de las modernas
escuelas estructuralistas. La Historia más completa se debe a Bertil
Malmberg  traducida a las lenguas principales del mundo con el
título de “Nuevas tendencias de la Lingüística”.
Georges Mounin publicó en 1967 una “Histoire de la Linguistique
des origines au XX Siécle”, escrita desde el punto de vista de la Lin­
güística general, lo cual quiere decir que incurre en la limitación que
achaca a los demás historiadores de la ciencia del lenguaje, es decir,
en el punto de vista unilateral. Mounin pertenece a la escuela fono­
lógica francesa encabezada por el profesor de la Sorbona André Mar-
tinet, y utiliza la terminología de su escuela para calibrar la lingüís­
tica de los tiempos más remotos (como la “segunda articulación” de
Martinet).
El profesor de la Universidad de Granada, Antonio Llórente Maído-
nado, en su obra Teoría de la lengua e historia de la Lingüística (Ma­
drid, 1967), dedica parte de su libro, como lo indica su título, a la
exposición de las tendencias de la lingüística contemporánea.
Merece especial mención la obra de Hans Arens, Sprachwissenschaft,
que muestra el desarrollo de la ciencia del lenguaje desde la antigüedad
hasta el presente. Son de gran utilidad las numerosas citas textuales
de los principales filólogos, que facilitan el conocimiento auténtico de
sus ideas 1
2.
1. Nya vagar inom Sprakforskningen, en orientering i modern lingristik,
Stockolm, 1962.
2. Hans Arens, Sprachwissenschaft, Der Gang ihrer Entwicklung von der Antike
bis zar Gegenuart, segunda edición, Verlag Karl Albert, Freiburg/Mün-
chen, 1969.
Desarrollo actual de la Historia de la Lingüística. Llama la atención
el creciente interés que ha despertado la Historia de la Lingüística en
los últimos quince años. A partir de 1960, aproximadamente, ha
comenzado a introducirse esta disciplina en las Universidades y en Jos
Institutos lingüísticos. El hecho más significativo es que una de las
sesiones plenarias del XII Congreso Internacional de lingüistas, cele­
brado en Viena en 1977, estuvo dedicada a los fines y métodos de la
Historia de la Lingüística. Varias causas han contribuido a incrementar
el interés por esta materia, como la mayor madurez de la Lingüística
considerada como un todo, la mayor confianza despertada en los pro­
pios especialistas y el reconocimiento de las diversas tendencias teóricas
contemporáneas que ha llevado a una actitud más tolerante frente a
los múltiples puntos de vista de los antiguos.
8
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El origen del lenguaje
La discusión acerca del origen del lenguaje ha sido en nuestra
época un verdadero tabú. La “Societé de Lin^uistique” de París esta­
blecía en sus primeros estatutos que no admitiría ninguna comunicación
concerniente al origen del lenguaje (1866). La prohibición se basaba
en el deseo de ponerse en guardia contra discusiones apasionadas,
incompatibles con la objetividad de la lengua, según palabras de
J. Vendryés. La razón no parece ni muy convincente ni muy cientí­
fica. La dificultad del tema no debe impedir que se intente al menos
su planteamiento. La mayor dificultad que encuentra el lingüista estriba
en el hecho de que nuestros conocimientos del lenguaje se remontan
sólo a unos pocos milenios, más allá de los cuales no ha sido posible
penetrar. Vendryés y Antonio Tovar creen que el problema del origen
del lenguaje cae dentro de la competencia del psicólogo, del sociólogo
y del filósofo. Esta es una manera fácil de esquivar el problema, porque
resulta que el lingüista tiene que echar mano continuamente de la
ayuda de la Sociología, de la Psicología y de la Filosofía, aun en proble­
mas estrictamente lingüísticos. El estudio de las condiciones socio­
lógicas y psicológicas en las que el lenguaje humano pudo nacer y
desarrollarse no se sale del ámbito general de la Lingüística.
En todo caso, aun en la hipótesis de que el origen del lenguaje no
sea un problema estrictamente lingüístico, no se puede negar que la
historia de las especulaciones e investigaciones acerca de dicho origen
debe tener cabida en una Historia de la Lingüística.
£1 relato bíblico
En el capítulo P del Génesis aparece Dios poniendo nombres a las co­
sas que va creando en los ciclos y en la tierra: “a la luz llamó día (yom)
v a las tinieblas noche (láyil)” (v. 5) “llamó Dios al firmamento cielo
(shamáyim)” (v. 8); “a la parte seca, tierra (eres)” (v. 10); “y a la
reunión de las aguas, mares (yammim)” (v. 10).
En el capítulo 2?, leemos: “Y Yahvé Elohim trajo ante Adán todos
cuanto animales del campo y cuantas aves del cielo formó de la tierra,
para que viese cómo los llamaría, y fuese el nombre de todos los vivientes
el que él les diera. Y dio Adán nombre a todos los ganados, y a todas
las aves del cielo, y a todas las bestias del campo” (cap. 29, vv. 19-20).
En el capítulo P, Dios mismo da nombre hebreo a los grandes elemen­
tos de la naturaleza; en el capítulo 2?, es el hombre, Adán, quién deno­
mina a los seres animados; dos concepciones diversas, que como dice
Thomsen, tendrán su eco y su correspondencia en las discusiones de los
filósofos griegos y, dos milenios más tarde, en las controversias de los
modernos filósofos (Historia de la Lingüística, pág. 12). Sobre el ca­
rácter y el valor del relato bíblico hablaremos a continuación después
de tratar de la confusión de las lenguas.
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Babel y la confusión de las lenguas
Según el capítulo 11, “era la tierra toda de una sola lengua y de una
misma palabra. . . Y dijeron (los hombres): “Vamos a edificarnos una
ciudad y una torre cuya cúspide toque a los cielos y nos haga famosos,
por si tenemos que dividirnos por la haz de la tierra”. Bajó Yahvé a ver
la ciudad y la torre que estaban haciendo los hijos de los hombres, y se
dijo: “He aquí un pueblo uno; tienen todos una lengua sola. Se han
propuesto esto, y nada les impedirá llevarlo a cabo. Bajemos, pues, y
confundamos su lengua, de modo que no se entiendan unos a otros”. Y
los dispersó de allí Yahvé por toda la haz de la tierra, y así cesaron de
edificar la ciudad. Por eso se llamé) Babel, porque allí confundió Yahvé
las lenguas de la tierra toda y de allí las dispersó por la haz de toda la
tierra” (vv. 1-9).
Valor y carácter del relato bíblico
Ante todo conviene hacer constar que el Génesis no es una Cosmo­
gonía científica, ni un tratado de Astronomía, ni siquiera una Historia
en el sentido moderno de la palabra, sino un libro religioso que al refe­
rirse a materias profanas se limita a recoger las opiniones, tradiciones
y mitos del Oriente antiguo. La concepción y el sentido de la Historia
ha variado muchísimo incluso en unos pocos siglos y por lo tanto sería
un anacronismo absurdo creer que el autor del Génesis quiso escribir
una historia con todo el rigor científico de un moderno historiador.
El sentido real de los relatos del Génesis ha recibido nueva luz en
nuestros días gracias a la investigación de los géneros literarios y par­
ticularmente de las formas históricas de la antigüedad (Formgeschi-
tliche Methode). “Los antiguos orientales, para expresar lo que tenían
en el espíritu, no empleaban siempre las mismas formas y las mismas
maneras de decir que nosotros, hoy, sino más bien aquellas que estaban
recibidas en el uso corriente de los hombres de sus tiempos y países”
(Pío XII). Nosotros, cuando pronunciamos la palabra historia, pensa­
mos en nuestros libros modernos, que se esfuerzan por reconstruir el
pasado con la mayor exactitud posible utilizando todas las fuentes his­
tóricas. Sería totalmente anacrónico presuponer la misma preocupación
en los antiguos, por ejemplo, entre los asirios y los egipcios, pese a ele­
vada cultura que lograron alcanzar. Las formas literarias del Génesis,
en sus once primeros capítulos, “no responden a ninguna de nuestras
categorías clásicas y no se pueden juzgar a la luz de los géneros literarios
grecolatinos o modernos. No se puede, pues, negar, ni afirmar en bloque
la historicidad de todos aquellos capítulos, aplicándoles irrazonablemente
las normas de un género literario en el cual no pueden ser clasificados”.
Estas palabras son del secretario de la Pontificia Comisión Bíblica y ex­
presan fielmente la mentalidad actual de la Iglesia. I.a principal preo­
cupación del autor del Génesis consistía en hacer comprender la acción
y el ser invisible de Dios a contemporáneos muy materialistas que sólo
eran capaces de entender un relato antropomórfico.
10
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Así debe entenderse el relato de la confusión de las lenguas. Es una
narración antropomórfica y folklórica que no se propone ni remotamen­
te resolver el problema del origen del lenguaje y de la división de las
lenguas. Sin embargo es interesante por las discusiones a que ha dado
lugar a lo largo de los siglos. Es natural que el fenómeno de la diferen­
ciación de las lenguas haya suscitado la curiosidad de los pensadores
de todos los tiempos. La tradición hebrea dio a la leyenda de la torre de
Babel un alcance religioso y espiritual, viendo en la dispersión de los
pueblos y en la confusión de las lenguas el castigo divino del orgullo
humano. Cualquier otra deducción de carácter lingüístico está fuera
de lugar.
El hebraísmo primitivo
Intimamente relacionada con el relato del Génesis está la teoría de
que todas las lenguas se derivan de una sola, y concretamente del
hebreo. La doctrina del hebraísmo primitivo es muy antigua, pues se
halla ya expresada en los escritos de los antiguos Padres de la Iglesia.
El concepto que de la autoridad de la Biblia tuvieron los reformadores
protestantes, no hizo sino reforzar la antigua idea patrística. Los más
destacados filólogos de los siglos XVI y XVII, tanto católicos como pro­
testantes, comulgaron con la misma idea. Muchos de aquellos hombres
eran a Ja vez teólogos y expertos conocedores del hebreo y caldeo y de
otras lenguas orientales. Así fue como la teoría del hebraísmo primitivo
llegó a convertirse en una doctrina comúnmente aceptada y por lo tanto
no puede ser ignorada por el historiador de la Lingüística. Uno de los
primeros sabios que rechazó la hipótesis del hebraísmo primitivo fue
G. G. Lcibniz (1646-1716). Sin embargo aunque rechazó la teoría
de que todos los idiomas procedían de una fuente históricamente docu­
mentada, no tuvo dificultad en admitir su procedencia de una proto­
lengua desconocida.
A título de curiosidad diremos que algunos lingüistas, incluso mo­
dernos, partiendo del supuesto de que todas las lenguas tienen un origen
común, se pusieron a hacer cébalas acerca de la madre de todas las
lenguas, inclinándose por una o por otra de acuerdo con su orgullo na­
cional. “En pleno siglo XVII un filólogo sueco afirmaba, con gran serie­
dad, que en el paraíso terrenal Dios hablaba en sueco, Adán en danés y
la serpiente en francés. En un congreso lingüístico turco, celebrado en
1934, se llegó, con la misma seriedad, a la conclusión de que el turco
es la raíz de todos los idiomas, y que todas las palabras derivan del vo­
cablo “günes”, que en turco significa “sol”, es decir, el primer objeto
que llamó la atención de los hombres, por lo cual precisaba un nom­
bre” 3. Otros han pensado en el chino o en el vasco como lengua del
paraíso terrenal.
3. Mario A. Pei, La maravillosa historia del lenguaje, pág. 11.
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lizados en lingüística, como biólogos, antropólogos o filósofos, son los
que han tenido menos reparo en aventurarse a lanzar teorías acerca del
origen del lenguaje.
Teorías acerca del origen del lenguaje
Puede verse un recuento de las viejas teorías acerca del origen del
lenguaje, desde la antigüedad hasta fines del siglo XIX, en la obra de
G. Révesz 6 La teoría otológica suponía que el lenguaje había nacido
lentamente gracias a la evolución de los movimientos y de los sonidos
que expresaban espontáneamente las emociones humanas; o también
que había sido el producto de la imitación de los gritos o ruidos
naturales.
6. Origen y prehistoria del lenguaje, edición original en alemán, Berna, 1945.
13
Las teorías antropológicas revisten diversas formas. El origen del len­
guaje se atribuyó sea a las correlaciones simbólicas entre el valor impre-
sivo de una producción sonora y su sentido; sea a las emisones sonoras
que acompañan al esfuerzo muscular; sea el desarrollo del primer bal­
buceo infantil; sea al desarrollo del canto o de los gestos expresivos.
Los filósofos han sostenido también las más diversas opiniones: para
unos es algo innato a la naturaleza humana; para otros es un medio de
comunicación que se adquirió lentamente; otros creen que el lenguaje
se inventó casual e incidcntalmcnte, voluntaria o involuntariamente.
Además hay que mencionar la teoría del lenguaje como un don de los
cielos o teoría teológica, que gozó del favor de muchos sabios y filósofos
de tiempos antiguos, tantos cristianos como paganos. Según esta teoría
el lenguaje sería algo innato a la naturaleza humana creada por Dios.
Los autores modernos que piensan que el lenguaje y el hombre aparecie­
ron al mismo tiempo, vuelven en cierto sentido a la teoría teológica,
pero despojándola de su sentido religioso, de su carácter sagrado, para
convertirla en una teoría laica y secularizada. El hombre sería simple­
mente un animal que habla. Lo cual es una afirmación que no resuelve
nada.
Según la teoría del evolucionismo positivista, los sonidos orales del
hombre primitivo, semejantes a las voces de los seres irracionales, fueron
evolucionando hasta producir sonidos articulados o palabras. Las pala­
bras así formadas habrían creado las ideas, porque para los evolucionis­
tas el lenguaje es anterior a la idea, mientras que para la mayoría de los
filósofos y lingüistas la idea es anterior a la voz.
Otros lingüistas, como Meillet, creen que, en vista del enorme vacío
de tantos milenios de prehistoria, lo más prudente es dejar en suspenso
la cuestión de la unidad de origen del lenguaje que hoy por hoy parece
insoluble por falta de datos positivos.
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Capítulo II
LA CIENCIA DEL LENGUAJE EN LA INDIA
Los primeros lingüistas del mundo
El estudio de la lingüística entre los egipcios, sumerios, acadios y
chinos podrá ser interesante, pero carece de utilidad práctica para el
lingüista semítico o indoeuropeo. Por otra parte el estudio científico
del lenguaje no comienza con ellos sino con los gramáticos de la India,
que alcanzaron un nivel que sólo ha sido sobrepasado por la lingüística
moderna, nacida a principios del siglo pasado gracias precisamente al
conocimiento del sánscrito, la lengua sagrada de la India.
Los gramáticos indios fueron los primeros en hacer un análisis cien­
tífico y una descripción completa de su propia lengua. La gramática de
Panini es con razón la admiración de los filólogos modernos, pues llegó
hace veinticuatro siglos a una perfección analítica que no alcanzaron
las gramáticas de las lenguas europeas hasta el siglo XIX. Por eso la
Historia de la Lingüística comienza propiamente en la India.
El sánscrito (Samskrta)
La lengua de la antigua India se conoce con el nombre de sánscrito,
que significa lengua culta, perfecta, correcta (sometida a las reglas gra­
maticales), a diferencia del prákrito (Prakrta) o lengua vulgar o común,
propia de las clases ineducadas. El sánscrito de los gramáticos indios
es esencialmente un desarrollo del lenguaje védico, es decir, de la
lengua en que fueron compuestos los Vedas o libros sagrados de la
India. El sánscrito representa el lenguaje Je la civilización brahmánica,
el lenguaje del culto, de la astronomía, de la medicina de la música,
de la arquitectura, de las artes mágicas, de la ciencia gramatical y de
las clases educadas. El hecho de que el sánscrito fuese la lengua ver­
nácula de la gente culta, no quiere decir que fuese muy diferente de
la lengua del pueblo. Un carretero (suta) podía discutir en sánscrito
con un gramático. La diferencia entre el lenguaje de la clase educada
y el de las clases bajas no impedía que se entendiesen unos con otros
y no era tan marcada como la que existía en la Edad Media entre el
latín y los nacientes romances. Naturalmente en el decurso del tiempo
la diferencia entre el sánscrito y los prákritos o lenguas vulgares se
15
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fue ahondando más, y llegó un momento en que la lengua culta vino
a ocupar un lugar parecido al del latín medieval. Esta situación ha
perdurado hasta nuestros días, porque el sánscrito ha tenido siempre
en la India una extraordinaria vitalidad. Se siguen publicando libros y
revistas en la antigua lengua; su estudio es obligatorio en los centros
de segunda enseñanza, y en las Universidades de la India se otorgan
grados en lengua, literatura y filosofía sánscrita.
El sánscrito y el indoeuropeo
Se da comúnmente el nombre de indoeuropeo o ario primitivo a la
lengua primitva de los arios. Esta lengua no se conoce directamente,
porque probablemente se había fragmentado ya en varios dialectos an­
tes de la dispersión de las tribus arias, y por supuesto, antes del des­
cubrimiento de la escritura por aquellos pueblos. Esos antiguos dia­
lectos serían los verdaderos padres de las diversas lenguas de la gran
familia indoeuropea, la más importante de todas Jas familias lingüís­
ticas puesto que comprende casi todas las lenguas europeas, las lenguas
del antiguo Irán y las del norte y centro de la India. El indoeuropeo
primitivo sólo puede reconstruirse hipotéticamente comparando entre
si las características comunes a todas o casi todas las lenguas en sus
formas más antiguas. La reconstrucción fue hecha efectivamente por
Augusto Schleicher (1821-1868), que escribió un diccionario y hasta
una historia completa en dicha lengua.
La importancia del sánscrito estriba en que puede ser considerado
como la hermana mayor de la familia lingüística indoeuropea y la que
mejor refleja las características del primitivo lenguaje de los arios. La
lengua de los Vedas es, de todas las lenguas indoeuropeas, la primera
que hace su aparición en el campo literario con documentos importan­
tes es el sánscrito. Los textos más antiguos de esta lengua son los
Himnos Védicos. Aunque no conocemos exactamente la fecha en que
fueron compuestos, es probable que el libro más antiguo, el Rigveda,
date por lo menos del año mil antes de Cristo, antes de que los arios
descubrieran el arte de la escritura.
La doble importancia lingüística del sánscrito
En la historia de la lingüística, la importancia del sánscrito es
doble: por una parte es la primera lengua que fue sometida a un
estudio analítico verdaderamente científico que dio por resultado una
descripción rigurosamente lingüística de la misma, llegándose en tal
estudio a una perfección que sólo será alcanzada por los sabios eu­
ropeos sino al cabo de más de dos mil años; por otra parte, la impor­
tancia del sánscrito para la lingüística histórica, comparativa y evolu­
tiva es tal, que la moderna lingüística comparada, obra de los sabios
alemanes del siglo pasado, no nació hasta que aquellos lingüistas co­
ló
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nocieron el sánscrito, que les proporcionó la clave principal para los
estudios comparativos. Ambos aspectos son de capital importancia en
la historia de la lingüística.
Descripción del sánscrito: sus monumentos literarios
la India, daremos una breve idea de los monumentos literarios com­
puestos en esta lengua. Como veremos, la excepcional importancia de
sus primeros monumentos, los Vedas y los antiguos textos relacionados
con ellos, fue causa de que naciera entre los indios la ciencia del
lenguaje.
El sánscrito no es una lengua originaria de la India; es una lengua
importada, traída por las tribus arias que invadieron el subcontinente
por el noroeste en una fecha no determinada pero que podría remon­
tarse al segundo milenio antes de Cristo. Hoy en día casi ningún pue­
blo vive en su país de origen, ni habla una lengua autóctona.
Los indo-arios, nombre que se da a las tribus arias que invadieron
la India, no fueron los primeros en crear una alta cultura en el país.
Les había precedido por lo menos en un milenio la civilización del
Valle del Indio, de la que se han descubierto impresionantes restos en
Mohenjo-daro (en el Sind, hoy Pakistán) y en Harappa (Punjab oc­
cidental). Las 375 millas que separan a una ciudad de la otra parecen
indicar que tienen que existir entre las dos zonas otras muchas ciuda­
des enterradas pertenecientes a la misma civilización. Como dice John
Marshall, director de las excavaciones, “la civilización que hasta ahora
se nos ha revelado en estos dos lugares (Mohenjo-daro y Harappa) no
en el suelo, con muchos milenios de esfuerzo humano tras ella. De
este modo ha de reconocerse que la India, en unión de Persia, Meso-
potamia y Egipto, es una de las más importantes zonas donde los pro­
cesos civilizadores se iniciaron y desarrollaron”. La civilización del
Valle del Indo fue ante todo una civilización urbana con ciudades
perfectamente planificadas, con cómodas casas, drenajes, baños pú­
blicos y privados, tiendas y una clase mercantil que tenía contactos
con los sumerios, acadios y otros pueblos de Mesopotamia. La civiliza­
ción del Valle del Indo debió desaparecr casi de repente como la mi-
cénica o la de los sumerios, por efecto de algún cataclismo (inunda­
ciones, cambios climáticos, guerras desvastadoras, etc.).
Los indo-arios penetraron por el noroeste en el país que ha conser­
vado hasta nuestros días el nombre del río Indo (Sindhu, Hindhu,
Hindi, Hind, India, Indostán; o también Aryadesha o “noble tierra”;
o Bharat, nombre antiguo muy usado hoy). Aunque se discute mucho
acerca de la patria original de los arios (Sur de Rusia), parece que
muchas de las tribus arias se concentraron en lo que es hoy Turques-
tán ruso, y que allí se separaron las tribus de los Iranios e Indo-arios
17
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para penetrar separadamente en el Irán v en la India. Estas migracio­
nes comenzaron probablemente en la primera mitad del segundo mi­
lenio antes de Cristo. Las invasiones de los indo-arios pudieron tener
lugar entre los años 1700-1400 antes de nuestra era, y se realizaron
probablemente en oleadas sucesivas. Con el tiempo se extendieron por
todo el norte y centro del inmenso país.
Los Vedas
La historia de la lengua indo-aria comienza con la introducción del
idioma ario en la India. Pero entre este suceso histórico y la compo­
sición de los Himnos del Rigveda (Rgveda), el primero de los cuatro
Vedas, tuvo que haber pasado un considerable espacio de tiempo que
no es fácil determinar. Esta suposición se desprende del mismo análisis
del texto del Rigveda donde no se encuentra ninguna alusión al hecho
de la migración aunque no faltan otras indicaciones de tipo histórico.
Otra razón, de carácter lingüístico, es que la lengua del Rigveda revela
algunos cambios fonéticos desde la época en que los iranios y los indios
hablaban prácticamente la misma lengua, es decir, el indo-iranio. Los
cambios debieron tener lugar después de la invasión de la India por
los arios, lo cual requiere tiempo, dada la lentitud con que suelen pro­
ducirse los cambios fonéticos.
Los Vedas son cuatro: Rigveda, Yayurveda, Samaveda y Atharvave-
da. El término "veda” significa conocimiento o ciencia (de la raíz
"vid”, saber) y se aplica a la ciencia sagrada contenida en los cuatro
libros, la cual se supone revelada por Dios (jxjr eso se la llama “sruti”
o audición, es decir, lo oído por revelación divina). Estos libros son,
pues, el fundamento de la religión de los indios, conocida hoy con el
nombre de hinduísmo. Cada uno de los cuatro Vedas forma una colec­
ción (samhita) de textos sagrados llamados "mantras”. Las tres prime­
ras colecciones se conocen también con el nombre de "travi vidva” o
✓ j
triple sabiduría, compuesta de himno (rig), canto (saman) y oración
(yajus).
El Rigveda
Como es natural, no se conoce exactamente la fecha de composición
del primer libro de los Vedas. I os críticos calculan que pudo haber
sido compuesto entre el 1200 y el 1000 antes de Cristo, al menos en
su forma actual; pero algunos suponen que muchos de sus himnos son
de fecha anterior, que puede remontarse hasta los comienzos del se­
gundo milenio antes de nuestra era. Es pues, sin duda, el libro más
antiguo de las lenguas indoeuropeas. Max Miiller lo llamó "la primera
palabra hablada por el hombre ario". Consta de 1.028 himnos, com­
puestos en gran variedad de metros, dando un total de unos 10.600
versos. Cada uno de los libros del Rigveda (ocho Ashtakas, o diez
mandolas) comienza con himnos dirigidos a Agni, dios del fuego, a
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Indra, dios de las tormentas y de las batallas, o a otros dioses menores.
En el Rigveda, dice Neliru, “podemos encontrar las primeras efusiones
del espíritu humano, el esplendor de la poesía, el entusiasmo ante la
belleza y el misterio de la naturaleza” 7.
7. El descubrimiento de la India, trad. española, pág. 104.
19
Desde el tiempo de la composición del Rigveda, la tradición litera­
ria en la India es continua e ininterrumpida, y así el gradual desarrollo
de la lengua indo-aria en todos sus períodos, basta llegar a las lenguas
modernas, se puede seguir con todo detalle. / lo largo de tantos siglos
(más de tres milenios) se operaron grandes cambios en la India, pero
estos cambios apenas afectaron al lenguaje védico, convertido en len­
guaje literario y científico, en una lengua perfecta (samskrta). Entre
la lengua de los Vedas y el sánscrito clásico corre un largo período de
tiempo, durante el cual la lengua no pudo menos de evolucionar. Pero
esta evolución fue muy restringida, porque las alteraciones que apun­
taban fueron frenadas por el continuo uso litúrgico de la lengua sa­
grada, por Ja vigilancia de los brahmanes y por los estudios de que
fue objeto que tendían a mantenerla intacta.
Otros textos del antiguo sánscrito
Cada uno de los cuatro libros de los Vedas fue objeto de comenta­
rios teológicos en prosa, que forman parte de la colección de libros
sagrados. Son los Brahmanas. Intimamente relacionados con estos co­
mentarios están otros tratados llamados Aranyakas y Upanishads. Estos
últimos pueden considerarse como el primer intento de disquisición
filosófica de que se tiene noticia.
Los Vedangas
Desde el punto de vista lingüístico, tienen especial importancia los
Vedangas (“miembros del Veda”) por ser tratados que tienen por ob­
jeto el estudio de los libros sagrados en su aspecto gramatical, fonético,
métrico, etimológico, etc. En su forma actual estas obras representan
un desarrollo de la ciencia del lenguaje muy superior al alcanzado por
los sabios europeos antes del siglo XIX. La mayoría de los Vedangas
pertenecen al género literario llamado “Sutra”, que consiste en una
secuencia o serie de reglas en forma de aforismos breves que ayudaban
a su memorización.
Los Sutras
Los Sutras vienen a ser como un eslabón que une la literatura védi-
ca con la clásica y tienen el interés de ser quizás las primeras obras
que se pusieron por escrito. La forma de aforismo mnemotécnico se
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Carácter de la Gramática de Panini
El plan de Panini difiere totalmente del adoptado comúnmente en
las gramáticas modernas, que suelen acomodarse a las partes de la
oración. Como la obra está escrita en forma de aforismos que debían
aprenderse de memoria, la mayor preocupación del autor consiste en
reducir al mínimum el trabajo memorístico. Para lograr su objeto
agrupa conjuntamente todos los casos que presentan las mismas carac­
terísticas fonéticas o morfológicas, pertenezcan o no a la misma parte
de la oración. Lo que más llama la atención del modelo lingüista es la
maestría con que analizan los elementos constitutivos del lenguaje.
Cada palabra se resuelve en sus elementos componentes, que son desi-
nenci, tema con sus diferentes derivados y raíz. La raíz es lo más im­
portante. A raíces (dhatu, fundamento) con significación esencial­
mente verbal, se reducen en lo posible todas las palabras. Raíz es el
elemento irreductible y común a todas las palabras de una misma fa­
milia semántica. El tema está constituido por la raíz más uno o más
elementos determinativos o morfemas que permiten la inmediata in­
serción de los elementos flexionales. Estos conceptos abstractos em­
pleados para el análisis lingüístico por Jos gramáticos indios eran des­
conocidos por la filología europea y fueron incorporados a la misma
por Franz Bopp.
El alfabeto del Sánscrito
El arte de escribir apareció algo tardíamente en la India aria. Había
existido antes de la invasión aria en la civilización del Valle del Indo,
pero pereció juntamente con la vida de sus antiguas ciudades, como
Mohenjo-daro y Harappa. Las inscripciones que se han encontrado no
han podido ser descifradas hasta la fecha. No se sabe con certeza
cuándo fue introducido el alfabeto. l os monumentos escritos que han
llegado hasta nosotros sólo nos llevan hasta el siglo III antes de Cristo,
cuando dos alfabetos, el Kharosthi y el Brahmi aparecen plenamente
desarrollados en las famosas inscripciones de Asoka. El alfabeto Kha­
rosthi, que se escribe de derecha a izquierda, se confina al extremo
noroeste de la India y es una adaptación del alfabeto semítico Arameo.
Se empleó hasta el siglo IV antes de Cristo y posteriormente no hay
constancia de su uso.
El alfabeto Brahmi, que se escribe de izquierda a derecha, es la
fuente de todos los alfabetos indios posteriores así como de los alfabe­
tos empleados en los países que forman parte de la expansión cultural
india (Birmania, Siam, Java. etc.). Se deriva también de alguna forma
del alfabeto semítico, pero no se sabe exactamente cuándo se introdujo
en la India y en qué alfabeto semítico se basó. Se cree que provino de
la región meridional del área semítica a través de las rutas comerciales
que conducían a Jos puertos de la India occidental. Como fecha pro­
bable de su introducción se señala el año 500 antes de Cristo.
22
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El trabajo de adaptación a las necesidades fonéticas del sánscrito
tuvo que ser considerable, puesto que incluía la adición de signos vocá­
licos y los cambios necesarios para expresar adecuadamente el sistema
consonantico indio. La adaptación fue perfecta gracias al trabajo de
los antiguos maestros indios de la fonética, cuyos logros son hoy toda­
vía la admiración de los especialistas.
El alfabeto Brahmi primitivo era relativamente uniforme y sirvió
para toda la India, fuera de la pequeña zona del Kharosthi. En el
Norte de la India el alfabeto Brahmi fue evolucionando gradualmente
hasta convertirse en el alfabeto conocido hoy con el nombre de Deva-
nagari (de la ciudad de los dioses), que es el que siguen empleando el
sánscrito y, con algunas modificaciones, algunas de las lenguas ver­
náculas de la India, como el hindi, que es la lengua oficial. El alfa­
beto común de la lengua gujerati (hablada por unos treinta millones)
difiere poco del Dcvanagari, el cual también se emplea a veces. Co­
menzaremos por presentar un cuadro de las consonantes del sánscrito.
Es de notar que el orden en que aparecen las consonantes en las gra­
máticas y en los diccionarios es rigurosamente fonético y supone ya un
análisis perfecto:
-
Oclusivas Fricativas
sorda
no asp.
sorda
asp.
sonora
no asp.
sonora
asp. nasal
semi-
voc.
o
sibilantes
Guturales ka kha g* gha na ha :h
•
Palatales ca cha ja jha ña va sa
Cerebrales ta
• tha
a da
• dha
• na
• ra
/
sa
Dentales ta tha da dha na la sa
•
Labiales pa pha ba bha ma va :h
é
Las consonantes se llaman vyañjana. Las oclusivas (sparca) inclu­
yen también a las nasales. Según las modalidades de la oclusión
(ahaprayatna) se subdividen en sordas (prathama), sordas aspiradas
(dvtiya). sonoras (trliya) y sonoras aspiradas (caturtha). Según el
punió de articulación se distinguen en guturales, cerebrales, dentales
y labiales. En cada serie (varga), las aspiradas (sosman) añaden un
sonido aspirada netamente marcado.
Las guturales (kanthya), k, kh, g, gh, son propiamente velares.
Las dentales (danty, dantamula), t, th, d. dh, son postdentales.
Las cerebrales (murddhanva), t, íh, d, dh. son una particularidad
del indo-ario que no se encuentra en otras lenguas indo-europeas. El
nombre sánscrito (mal interpretado) proviene de la época más antigua
de la filología indo-aria. Fonéticamente son unas dentales especiales
que se distinguen de las comunes en que la punta de la lengua retro-
23
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vertida toca al paladar medio. Se trata de un sonido indio característico
que fue asimilado por el indo-ario después de la invasión de la India.
Los sonidos cerebrales son antiguos y frecuentes en las lenguas DravL
dicas del Sur del país, de las que los tomaron sin duda los indo-arios.
Las palatales (talavya), c, ch, j, ih, resultan de la combinación de
una dental y de una prepalatal chicheante, parecida a la africadas es­
pañolas o a las ch y j francesas. Es de advertir que en la transcripción
internacional del sánscrito (que es la que estamos empleando), la c
se pronuncia casi como la ch española (tch) y la che lo mismo pero
añadiendo una aspiración.
Las sibilantes (usman, soplo) o fricativas (nombre que incluye
también la h, y a veces la h y m) son tres: la dental s, la cerebral s
y la palatal s, esta última se transcribe también como c.
La avanzada fonética de la India
De la clasificación que precede se desprende lo avanzado que estuvo
en la India el estudio de la Fonética (Siksha), el importante campo
de la ciencia lingüística que ha tenido tanto desarrollo en la moderna
ciencia del lenguaje, pero sólo desde principios del siglo XIX; porque
antes era una ciencia desconocida en Europa. Los gramáticos indios
analizaron sutilmente todos los sonidos del sánscrito, los clasificaron
rigurosamente y crearon una terminología que ha servido de pauta para
la Fonética moderna.
Las vocales del sánscrito
Los vocales (svra, aksara o varna) del sánscrito son trece: cinco
breves, a, i. u, r, I y seis largas; a, i, u, r, e, o; dos diptongos: ai, au, y
teóricamente la 1 larga. Nótese que la escritura sánscrita tiene cierto
carácter silábico por el predominio de los caracteres consonanticos. Ilay
cuatro caracteres vocálicos para las vocales iniciales a, i, o, u. Las
consonantes llevan consigo el sonido acompañante de a, a no ser que
se note expresamente otra vocal. Hay signos especiales para las dos i
(larga y breve), para la e, y para la u larga y breve.
Una nota característica del indo-ario (y en general del indo-iranio)
es la posesión de una vocal a, que corresponde a las vocales a, e, o de
las obras lenguas indo-europeas. La confusión de a y o se encuentra
también fuera del indo-iranio en el Germánico, en el Eslavónico y
en el Hittita.
¿Sonidos y fonemas?
En la descripción del punto y del modo de articulación de los soni­
dos cabe mayor perfección que la lograda por los gramáticos indios.
24
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Desgraciadamente este notabilísimo análisis fonético quedó ignorado
para el mundo occidental hasta que lo descubrieron los sabios alema­
nes al estudiar la gramática sánscrita. Llegaron a conocer la distinción
entre sonido y fonema? El gramático Patañjali, comentador de Panini,
expone en su famosa obra “Maha-bhasya” la teoría del “sphota”, que
parece plantear a su modo el problema de la distinción entre el fonema
y las realizaciones fonéticas individuales del mismo. “Sphota” signifi­
ca propiamente estallido, tumo, o gruñido, según el contexto, pero los
gramáticos y filósofos dieron a la palabra el sentido de parte eterna e
inmutable de la palabra como causa y vehículo del sentido. El sphota,
según Patañjali, sería el substracto fónico de la palabra (el signifi­
cante, en la terminología fonológica), pero distinto de todas las reali­
zaciones fónicas individuales de esa palabra: sería pues el significante
de la palabra como serie o haz de unidades fonológicas. “El sphota,
dice Patañjali (el substractum invariable) es la palabra; el sonido es
puramente un atributo de la palabra”.
La morfología del sánscrito
En el análisis de las formas gramaticales, los indios alcanzaron la
misma perfección que en el campo de la fonética. Naturalmente, lo
que más llama la atención del lingüista moderno son los análisis foné­
ticos, por no tener par, ni en el mundo clásico, ni en la Edad Media,
ni en el Renacimiento, ni en tiempos posteriores hasta llegar al si­
glo XIX; y aún entonces la moderna fonética nace gracias al conoci­
miento del sánscrito por los sabios europeos. En cambio la morfología
estuvo bastante desarrollada entre los griegos y los romanos.
Una de las conquistas más notables de los indios fue el haber lle­
gado a la noción de raíz y tema, y en consecuencia a las nociones
claras de afijos, desinencias y flexiones. Los gramáticos indios distin­
guen dos clases de raíces, ambas monosilábicas: raíces verbales, de las
que se originan los verbos y los nombres, como, por ejemplo: vid-saber,
bhar-llevar, dad-dar; y raíces pronominales, como ta y ma, que dan
lugar a los pronombres y a las partículas. Las desinencias flexivas,
como se echa de ver en la declinación y en la flexión verbal, son tam­
bién originariamente raíces pronominales, al menos en la mayoría de
los casos. Las desinencias verbales son: —mi, —si, -ti, -mas, -ta, —nti.
La flexión del nombre tiene siete casos: nominativo, acusativo, instru­
mental, dativo, ablativo, genitivo, locativo.
La morfología del sánscrito es perfecta y está a la altura de las me­
jores gramáticas modernas. Todos los aspectos morfológicos del len­
guaje están tratados con notable lucidez. Bien es verdad que el sáns­
crito se prestaba para ello. Pedersen habla con razón de la gran clari­
dad morfológica del indo-ario y de su transparencia estructural. Los
gramáticos indios analizan a la perfección los siguientes temas: la
composición nominal; los indeclinables (infinitivo, preposiciones, pre­
fijos, etc.); la derivación nominal; el nombre (género, empleo de los
2;
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casos, flexión, temas en consonante y en vocal); el pronombre, los
numerales; el verbo (voces, tiempos, raíces, desinencias); y la frase.
La filosofía del lenguaje entre los indios
La filosofía del lenguaje comienza en la India con el Gran Comen­
tario (Maha-bhasva) de Patañjali, el siglo II o I antes de Cristo. Sólo
muchos más tarde florece la época clásica de la filosofía del lenguaje
en la India, que gira casi exclusivamente en torno a la gramática. Su
principal representante es Bhartrhari (siglo V o VI después de Cristo).
El Mahabhasya de Patañjali es interesante porque nos da una viva
pintura acerca del modo de llevar adelante una discusión en aquellos
tiempos. Se propone una cuestión y un discípulo aventajado trata de
resolverla sin que logre dar una respuesta satisfactoria; entonces inter­
viene el acharya o maestro y resuelve la cuestión.
Bhartrhari interpretó algunos pasajes difíciles del Mahabhasya y
además escribió el Vakyapadiya, en tres libros y en verso, que trata
principalmente de problemas de la filosofía del lenguaje. La obra, de
difícil lectura, demuestra un conocimiento profundo de las cuestiones
discutidas por la filosofía contemporánea. La filosofía india del lengua­
je se plantea problemas y da soluciones que tienen muchos puntos de
contacto con los puntos tratados por los filósofos del lenguaje de la
antigüedad en Europa, por ejemplo, las relaciones entre lenguaje v
conocimiento. Algunos querían ver una conexión necesaria y natural
entre la palabra y su significación; otros, en cambio, pensaban que el
vínculo entre la palabra y su significado era convencional. Bhartrhari,
en su Vakyapadiya, expresa una concepción que parece saussuriana
acerca de ¡a función significante de la palabra: “En la unidad de
sonido los componentes no tienen existencia independiente; ni las pa-
del significante consiste en excluir todo lo que no es él.
También interesó a los indios el problema del origen del lenguaje.
Algunos creían que el origen de la palabra era divino; un dios (Indra
u otra divinidad) es el que había dado sus nombres a las cosas. Entre
los gramáticos había discusiones entre los partidarios de las palabras
“eternas”, de origen divino, y los que intentaban explicar la producción
de los sonidos del lenguaje en términos físicos y fisiológicos.
La lingüística del Prakrito
El interés de los gramáticos indios no se limitó a la lengua perfecta
y refinada de los Vedas y de la literatura post-védica, el sánscrito, sino
que se extendió también al estudio de la lengua popular o prakrito.
Parece claro que las gramáticas prakritas que han llegado hasta noso­
tros fueron escritas bajo la directa influencia de los gramáticos sáns-
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El Ramayana
Esta hermosa epopeya se atribuye al poeta Valmiki. En su forma
actual contiene unas 24.000 estrofas y está dividido en siete libros.
Se calcula que fue compuesto en el sigío II antes de nuestra era, pero
el núcleo principal del poema, o sea el tema de los libros II-VI, se
debió componer varios siglos antes. La versión del poema hecha por
Tulsidas ha ejercido una enorme influencia sobre la vida religiosa de
los hidus. En los mismos días de Valmiki (siglos IV-II antes de Cristo)
estaba muy extendida la creencia de que Rama era un avatar o encar­
nación de Vishnú. En la época de Tulsides era ya uno de los dioses
más populares de la India y se le habían levantado templos en todas
partes. El poema refiere la historia de Rama y de su esposa Sita. Esta
es raptada por Ravana, rey de los demonios de Ceilán, y el héroe la
rescata con la ayuda de Hanuman, dios de los monos. Aún hoy en día,
los padres indios al entregar a sus hijas en matrimonio recitan aquella
estrofa del poema: “Aquí está mi hija Sita, que seguirá siempre con­
tigo la senda del deber. Toma sus manos en las tuyas. Feliz y rendida,
andará siempre contigo como tu propia sombra”.
La literatura clásica del sánscrito
Frecuentemente, las personas de mediana cultura no tienen idea
de la antigüedad, de la riqueza y de la vitalidad de la literatura clásica,
que de hecho fue totalmente desconocida para los europeos hasta fines
del siglo XVIII. La literatura sánscrita suele dividirse en tres grandes
períodos: el védico, el épico y el clásico propiamente dicho. El perío­
do clásico comprende la literatura llamada Kavya, que significa poema
o poesía en general o la obra de un porte individual (kavi). Este gé­
nero de poesía comienza al principio de la era cristiana y llega a su
apogeo hacia el siglo V con las obras de Kalidasa. La literatura Kavya
incluye algunas de las obras poéticas más finas del mundo.
El drama más conocido de Kalidasa es el Sakuntala, en siete actos.
Fue una de las primeras obras sánscritas conocidas en Europa. G.
Foster la tradujo al alemán en 1971, y Goethe la acogió con gran
entusiasmo ponderando las cualidades de delicadeza, frescura y ma­
durez del poeta indio. Estas cualidades que señala el gran poeta alemán
son precisamente las características generales de casi todos los dramas
sánscritos.
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Capítulo III
F.L ESTUDIO DEL LENGUAJE ENTRE LOS GRIEGOS
El pueblo griego y su lengua
El panorama etnográfico y lingüístico de la Grecia arcaica es bas­
tante complejo. Las invasiones de tribus norteñas se suceden unas a
otras a lo largo de muchos siglos y cada uno de aquellos pueblos trae
su propio dialecto. Los primeros pueblos que, hasta donde alcanzan
nuestros conocimientos, ocuparon el país helénico, son designados por
los antiguos escritores con el nombre de pelasgos; algunos autores mo­
dernos prefieren llamarlos egcos por haber habitado las tierras bañadas
por el Mar Egeo. Parece ser que eran hombres de raza mediterránea,
como los cretenses.
La población pregriega no debió ser del todo homogénea, ya que
los antiguos historiadores hablan de dos grupos diferentes; por una
parte los pelasgos y tirrenos, y por otra los lélegcs y varios. Los pelasgos
eran los primitivos habitantes de la fértil llanura tesalia de Carisa; de
ahí su nombre de pelasgos o “habitantes de la llanura". Hesíodo, He-
cateo y Heródoto los consideran como los primeros pobladores de
Grecia. El “padre de la historia" no los consideraba helenos, porque
hablaban una lengua que no era la griega.
El nombre de los pelasgos está íntimamente ligado en los historia­
dores griegos con el de los tÍrsenos, llamados tirrenos en el dialecto
ático. Heródoto incluye entre los tirrenos a los etruscos de Italia, que
en su opinión proceden de Lidia (costa occidental de Asia Menor).
Otras veces se considera a los pelasgos como idénticos a los tirsenos o
tirrenos o se habla de éstos como de una subdivisión de aquellos. Por
lo tanto hay buenas razones para creer en el parentesco étnico de pe­
lasgos, tirrenos y etruscos y en la relación lingüística de todo este es­
trato pregriego.
Los lélegcs y varios constituían la segunda población bárbara de la
época pregriega. Es difícil determinar la posición lingüística y étnica
de estos pueblos. El nombre de los lélegcs desaparece en la época his­
tórica. De los carios se han conservado inscripciones, glosas v nombres
propios. No sabemos si la lengua de estos restos es caria o lelégiea, o
si resulta de una fusión de ambas. Los hallazgos arqueológicos demues­
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tran que la población prehelénica no constituía un todo homogéneo,
sino que pueden distinguirse en ella no menos de tres capas 8.
8. Cf. P. Kretschmer, Introducción a la Lingüística griega y latina, pág. 135 y ss.
9. Kretschmer, o.c., pág. 155.
La historia de la lengua griega debe tener en cuenta la fusión de
la población primitiva indígena con los invasores indo-europeos, jonios
y eolios o aqueos. Su civilización más antigua resultó de la unión de la
prehelénica y la indoeuropea. Tratándose de pueblos de lenguas dis­
tintas tuvo que haber un período largo de bilingüismo y, aunque al fin
prevaleciera el griego, éste tuvo que sufrir la influencia del sustrato
lingüístico prehelénico. “El curioso fenómeno de que tantas palabras
griegas carezcan de paralelo en los restantes idomas indoeuropeos tiene
evidentemente su explicación en esta fuente prehelénica” 9.
Las invasiones indoeuropeas
Sobre las primitivas poblaciones de pclasgos, tirrenos y carios (que
se pueden designar con el nombre genérico de egeos) se realizaron las
primeras invasiones de pueblos arios, como los jonios y los aqueos. De
la primera invasión jónica, tal vez a comienzos de la edad de bronce,
se sabe poco. De mayor trascendencia fue la invasión de los aqueos
o eolios, rudos guerreros de raza aria que descendieron del norte hacia
las soleadas riberas del mar Egeo e invadieron la Grecia peninsular
hacia el año 2000 antes de Cristo. Se establecieron sobre todo en el
Peloponeso y tuvieron su principal centro político y cultural en Mi-
cenas, donde se encuentran los testimonios más interesantes de la cul­
tura aquea, que por eso se llama micénica. Desde el Peloponeso los
aqueos pasaron a Creta, hacia el año 1400 donde entraron en contacto
con la civilización cretense o minóica. La tercera época minóica
(1600-1250) es coetánea de la micénica y representan la misma cul­
tura. Esta cultura es la que aparece reflejada en los poemas homéricos.
El grupo dialectal jónico
El dialecto de los jonios estuvo en relación de proximidad con el
de los aqueos (el cólico), así como el aqueo se relacionó con el griego
occidental (de dorios, tesalios, beocios, etc.). El jónico y el aqueo
tienen caracteres comunes que faltan en los dialectos occidentales,
como la asibilación de —ti en -si, incluso en fin de palabra: dídosi,
phéronsi, phérousi, frente al dórico dídoti, phéronti. Los estratos lin­
güísticos jónico y aqueo están atestiguados por tradición directa en
Acaya (al norte del Peloponeso), y una tercera capa dórica super­
puesta aparece en las inscripciones de este país. Después de su difusión
por las islas Cicladas (al sur del Mar Egeo) y las costas de Lidia y
Caria en Asia Menor, los jonios desarrollaron nuevas características
dialectales, como la transformación de a en e (eta), y la desaparición
de la digamma (sonido de wau semivocálico).
32
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El grupo dialectal aqueo
La lengua de los aqueos, conocida por inscripciones y glosas, tuvo
una gran extensión comprendiendo la mayor parte del Peloponeso,
Creta v otras localidades. No es fácil resolver el problema de la proce­
dencia de este pueblo y el lugar en que se desarrolló sus particularida­
des dialectales. No podemos identificar claramente a los aqueos hasta
los tiempos en que constituyeron el pueblo directivo del continente
griego tal como los describen los poemas homéricos. De la dirección
que siguieron las demás inmigraciones griegas podemos sacar la con­
clusión de que iniciaron su invasión desde Tesalia, en los confines con
Maccdonia. Parece evidente que habían arraigado en Tesalia en fecha
muy remota. Antes de extenderse hasta el Peloponeso, los aqueos de
Grecia septentrional y central pasaron al Este a través del mar Egeo
estableciéndose en la Tróade, donde tendría lugar la guerra de Troya.
Mientras el dialecto aqueo se conservó bastante puro en el norte
de Grecia (en Tesalia), en la Grecia propiamente dicha, es decir, en
las regiones centrales, el aqueo desapareció con la invasión de los grie­
gos occidentales (dorios, sobre todo). Beocia (al norte del Atica, con
ciudades como Tebas y Platea) es el país central que conservó en
mayor número elementos aqueos (cólicos). La presencia de los aqueos
en la isla de Creta está atestiguada por los poemas de Homero.
Los dialectos de los griegos occidentales
La brillante civilización micénica de la Grecia de los aqueos decayó
profundamente hasta extinguirse casi por completo como consecuencia
de la invasión de los dorios en los siglos XII y XI antes de Cristo. En
realidad no fue una sola invasión sino una cadena de invasiones que
comienzan hacia fines del siglo XII y duran todo el siglo siguiente. Los
invasores pertenecían a varios pueblos emparentados entre sí, a los que
se les designa con el nombre de griegos occidentales; entre ellos estaban
los dorios, procedentes del norte, y los tesalios, beocios y tribus afines,
que partieron de la región noroeste.
Los dorios intentaron forzar el istmo de Corinto hacia el año 1100,
pero al principio fueron rechazados. En una segunda campaña, cono­
cida en la Historia griega con el nombre de retorno de los Heráclidas,
conquistaron los dorios el Peloponeso, que había de ser la tierra doria
por excelencia. Según la tradición, los invasores destruyeron a sangre
y fuego los principales centros micénicos, a excepción de Atenas, que
se hizo fuerte en su Acrópolis, y sometieron a sus habitantes. Muchos
aqueos huyeron a Jonia, en las costas de Asia Menor, donde estable­
cieron importantes poblaciones, como Mileto, Colofón y Esmirna, que
más tarde se convertirían en focos de la renacida cultura griega.
Las consecuencias de la invasión doria fueron funestas para la civi­
lización desarrollada por los aqueos. La decadencia de la cultura en
la Europa occidental como consecuencia de las invasiones germánicas
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simple ojeada al alfabeto sánscrito nos revela la perfección a que lle­
garon los indios en el análisis fonético, en el sentido más moderno de
la palabra, al distinguir con tanta precisión el punto y modo de articu­
lación. Los indios no inventaron el alfabeto, pero lo perfeccionaron y
lo clasificaron con todo rigor científico. Merece recordarse la frase
de Antoine Meillet: “Los hombres que inventaron y perfeccionaron la
escritura fueron grandes lingüistas y ellos son los que crearon la lin­
güística”. Y en otra parte dice: “La estructura de la lengua es la que
ha condicionado cada invención decisiva en el desarrollo de la es­
critura” ll.
11. Citas en Mounin, o.c.t pág. 36.
36
Tampoco los griegos inventaron el alfabeto, pero lo perfeccionaron,
aunque no llegaran a un análisis de los sonidos comparable con el de
los indios. Tanto éstos como los griegos son deudores del alfabeto semí­
tico. Los griegos lo heredaron de los fenicios, pueblos semitas de las
costas siro-palestinas. La tradición griega y latina han atribuido siempre
a los fenicios la invención del alfabeto, y sólo por eso merecen un puesto
importante en la historia de la lingüística.
La escritura llamada fenicia se conoce por documentos encontrados
en Byblos, Ougarit y Ras Shamra. Estos documentos pertenecen proba­
blemente a la segunda mitad del segundo milenio antes de Cristo, entre
1500 y 1300. Esta escritura, que no es todavía fenicia en el sentido
estricto de la palabra, se suele designar hoy con el nombre de siro-
palestina o cananea, y contiene de 22 a 25 caracteres consonánticos;
no hay signos para las vocales. Este conjunto de caracteres, transmitido
en todas las direcciones, es lo que se convirtió en “Alfabeto”.
Los griegos perfeccionaron el alfabeto fenicio en el sentido de que,
por primera vez y desde el principio, escribieron no solamente las con­
sonantes. sino las vocales. Estas no son absolutamente necesarias en las
lenguas semíticas, aunque tanto el hebreo como el árabe hayan desa­
rrollado un sistema de notación vocálica. El caso del griego era distinto,
como advierte Meillet: “En griego, las vocales no se dejan adivinar;
sin indicación de las vocales, la palabra apenas es inteligible”. El
triliteralismo y el conocimiento de su precisa y clara morfología, hace
innecesario en las lenguas semíticas el uso de las vocales, cosa que no
ocurre en griego. Esto llevó a los griegos a modificar el sistema de
escritura de los fenicios, que fue transformado por ellos en un tipo
de escritura ya silábica sino alfabética.
El análisis de las articulaciones, es decir, de las consonantes y
vocales, de las unidades distintivas -significantes, de lo que hoy llama­
ríamos fonemas, tiene entre los griegos un carácter empírico y no
llega a la finura de los indios. Desde el tiempo de Eurípides (480-
406) se conocía la distinción fonética entre vocales y consonantes,
una distinción que hoy nos parece tan elemental pero que hasta enton­
ces no se conocía en Occidente. En el siglo siguiente, Platón, en el
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diálogo “Cratilo” (hacia el 383 a.c.) hace así el análisis acústico de
los sonidos:
"'Nosotros, pues, hemos de comenzar también por distinguir las
vocales; luego, en lo demás, clasificar por especies los elementos que
no connotan ni sonido ni ruido (las mudas) —así es como dicen los
conocedores de estas materias; luego habremos de pasar a los elementos
que, sin ser vocales, sin embargo, tampoco son mudas, y en las mismas
vocales habremos de distinguir las distintas especies, ¿no es así?”. En
el diálogo "Filebo” Platón distingue: 1) las vocales; 2) lo que participa
no del sonido, sino del ruido, las semivocálicas; 3) los elementos que
carecen de sonido y de ruido, las mudas. Se daba el nombre de mudas
a las consonantes que debían sonar juntamente con una vocal, esto es,
a las oclusivas. En las gramáticas sánscritas es frecuente este término
para designar a las oclusivas, mientras que a las fricativas se les llama
sibilantes.
Aristóteles, en su “Poética”, habla así del análisis fonético: “La letra
es un sonido indivisible, pero no cualquiera sino aquel que por su
naturaleza entra en la formación de un sonido compuesto. . . La letra
comprende la vocal, la semivocal y la muda. Es vocal la letra que tiene
un sonido audible sin que haya acercamiento de la lengua o de los
labios; es semivocal la letra que tiene un sonido audible con este acer­
camiento, por ejemplo la s y la r; es muda la letra que exige este acer­
camiento sin tener por sí misma un sonido, sino que se convierte en
audible al ser acompañadas por letras que tienen un sonido, por
ejemplo la g y la d. Estas letras difieren según las formas que adopta
la boca y según el punto donde se producen”.
Como se ve, este análisis fonético de los griegos casi exclusivamente
acústico y además imperfecto, mientras que el análisis de Panini es
articulatorio. Sin embargo en Aristóteles apunta una distinción (toda­
vía vaga c imprecisa) entre el modo y el punto de la articulación.
La filosofía del lenguaje en Grecia
Los griegos se interesaron más por la filosofía del lenguaje que por
los problemas gramaticales. Tienen especial importancia las disquisi­
ciones de Heráclito y Platón por el influjo que ejercieron en la filo­
sofía del lenguaje del mundo occidental. La primera reflexión filosófica
acerca del lenguaje se debe a Heráclito de Efeso.
Heráclito
Entre los filósofos presocráticos se destaca por su importancia, junto
con Empédocles, la figura de Heráclito, hijo de Bloson de Efeso. Era
de estirpe real (o sacerdotal) y estaba llamado a ocupar el más alto
rango en el gobierno de la ciudad, pero se mantuvo alejado de la
política, y según la tradición, renunció a sus derechos en favor de su
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hermano. La misma tradición lo presenta como un hombre solitario,
melancólico y desdeñoso de la plebe. Algunos le dieron el sobrenombre
de “oscuro” (skoteinós), aunque cuando quiere se expresa con claridad.
A veces adopta intencionalmente un estilo sibilino, a imitación de los
oráculos de Delfos, “que no ocultan ni dicen la verdad, sino que la
insinúan”. Su libro es conocido con el nombre (dado probablemente
por los gramáticos) de Peri physios (De la Naturaleza) y se dice que
su autor lo depositó en el famoso templo de Artemisa (Diana) de
Efcso, tan importante en la historia del arte. El libro sólo ha llegado
hasta nosotros en forma fragmentaria. Se citan hasta 148 fragmentos
(en la edición de Diels y Kranz), pero otros sólo admiten 127 como
auténticos, y aún rebajan su número a 111, como M. Marcovich,
profesor de la Universidad de Mérida en Venezuela 12. Heráclito vivió
aproximadamente entre los años 536 y 470 antes de Cristo y escribió
su obra hacia los años 504-1, es decir en la LXIX olimpíada.
12. Heraclitus, Geck Text wüh a Short Commentary, ed. de la Univ. de Mé­
rida, 1967.
38
Pensamiento general de Heráclito
/
El filósofo efesino concibe el Universo como un conflicto de oposi­
ciones (coincidcntia oppositorum) gobernadas por la eterna Justicia.
En este conflicto percibe el filósofo la aparente relatividad de la natu­
raleza y su oculta unidad. El orden descubierto en el mundo por el
alma no se distingue del discurso o pensamiento del alma acerca de
él. Tanto el orden como el discurso son "Logos”, el cual es el mismo
para todos los hombres y al mismo tiempo eterno en medio del con­
flicto y del fluyente cambio de la creación. La Naturaleza fluye en
un continuo retorno de todas las cosas; en cambio el Logos tiene una
esencia inmutable.
Heráclito invita a la humanidad a aprender la ciencia del conoci­
miento del Logos o discurso de la naturaleza, es decir, a conocer el
recto uso del lenguaje o discurso (Logos) en su calidad de tal. La
sabiduría no consiste tanto en aprender muchas cosas cuanto en des­
pertar toda su alma del sueño de sus ansias y opiniones privadas para
poder tener conciencia del orden del universo que es “uno y el mismo
para aquellos que están despiertos”. Así todo conocimiento es conoci­
miento de sí mismo; un conocimiento que coincide con la moralidad.
El otro aspecto importante de la filosofía de Heráclito, su física y su
teoría del fuego, no son de este lugar.
El “Logos” de Heráclito
La palabra “logos” puede tener en griego diversas acepciones que
fundamentalmente coinciden en lo mismo, como verbo o palabra, expre­
sión oral, lenguaje, habla, discurso, sentencia, etc. En labios de un
filólogo, de un filósofo o de un teólogo, puede tener un significado
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específico que hay que estudiar en cada caso. Aquí nos interesa la
teoría de Heráclito acerca del Logos. El texto más importante de Herá­
clito para el conocimiento de su doctrina acerca del Logos es la
siguiente:
“Los hombres no entienden este ‘logos’, aunque es eterno, ni antes
de percibirlo, ni tampoco después de haberlo percibido (oído, experi­
mentado). Pues, aunque todo sucede conforme con este logos, aparecen
(con respecto al logos) como no experimentados (como si no lo hubie­
ran percibido), y esto (ocurre) mientras (en el mismo momento) ellos
tales palabras y tales cosas (hechos) experimentan, como las que dis­
cuten, mientras yo analizo cada cosa según su naturaleza y declaro
cómo es. A los demás hombres se les escapa lo que hacen mientras
están despiertos, de igual manera que olvidan lo que hacen mientras
duermen”.
El párrafo no es de fácil lectura ni de fácil comprensión. En primer
lugar no está claro si el “logos” se refiere a la propia doctrina del filó­
sofo o al logos como ley del universo. Hoffman y Coseriu creen que
no hay lugar para la alternativa porque ambos conceptos coinciden. En
el fragmento citado, el Logos es eterno, audible y se puede experimentar
antes y después de haberlo oído. Los hombres tienen experiencia del
Logos en la forma de palabras y de hechos.
¿Qué significa el Logos de Heráclito? Hoffman y Pagliaro creen
que hay que interpretarlo como un proceso mental, como un pensa­
miento expresado y hablado. En este sentido el logos es el momento
subjetivo de la misma realidad; es la realidad tal como se piensa y se
expresa por el hombre.
M. Marcovich cree que el Logos de Heráclito es ante todo la verdad
universal de la “coincidentia oppositorum”. Para llegar a esa conclusión
distingue el profesor mcrideño varias acepciones de la palabra logos
en Heráclito. En primer lugar debe tener el significado común y
corriente de sentencia oral o doctrina, puesto que los hombres pueden
oír el logos del filósofo. Por otra parte dice que los hombres pueden
percibir y comprender el logos por sí mismos reflexionando sobre el
mundo de experiencias que los rodean, lo cual quiere decir que la pala­
bra logos implica y presupone también una “Ley objetiva” que se puede
captar antes de haber oído hablar de ella. Finalmente, como este Logos
tiene el atributo de ser real o verdadero, podemos concebirlo como una
Verdad que existe por una parte objetivamente, en sí misma, y por
otra en la expresión de Heráclito 13.
13. Cf. M. Marcovich, VII Congreso Intcramericano de Filosofía, 1967, Separata
de las Actas del Congreso, pág. 302, Québec, Canadá.
39
Entre los fragmentos preservados de Heráclito no hay una definición
formal del Logos. Sin embargo, parece que implica las siguientes notas:
a) la unidad o coincidencia de cada par de oposiciones dentro de
cada cosa; b) la subyacente unidad o coherencia de todas las cosas de
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este orden universal como un todo. Esto es lo que se expresa cuando
se dice que el Logo es la “coincidentia oppositorum”.
Según Heráclito, el Logos puede ser comprendido por medio de la
experiencia, pero no es algo evidente por sí mismo. De ahí la necesidad
de multiplicar los datos de la experiencia como primera condición
para captarlo. Por eso dice que el hombre tiene que adquirir el cono­
cimiento de muchas cosas, sobre todo cosas que entran por la vista,
por el oído y por la percepción de la mente. El Logos no se encuentra
en la superficie de las cosas, sino que suele ocultarse dentro de la cosa
y por eso es necesaria una perspicacia o facilidad para penetrar en el
sentido íntimo de las cosas a fin de interpretar correctamente los
signos emitidos por el Logos desde dentro de las cosas, porque el Logos,
lo mismo que el Apolo deifico “ni habla ni oculta, sino que da un
signo”, una indicación o insinuación. El filósofo efesino subraya el
esfuerzo intelectual y el empeño personal en captar la subyacente
unidad metafísica, o el Logos 14.
14. Marcovich, le., pág. 303.
40
El divino Platón
Divino lo llamaron sus fervorosos secuaces, sobre todo de la época
renacentista. El culto que se ha rendido a su filosofía no ha cesado
jamás y sigue vivo en nuestros días, porque Platón ha sido considerado
siempre como una de las figuras más excelsas de la humanidad. Fue
hijo de Aristón y Perictione, ambos atenienses y de esclarecido lina­
je. Sus ambiciones juveniles de llegar a ser un gran estadista se
apagaron pronto y decidió convertirse en filósofo, aunque por otra
parte llegó a la conclusión de que no había esperanza para los estados
hasta que los filósofos se hicieran gobernantes y los gobernantes se
hicieran filósofos. Sus escritos muestran la enorme influencia que Só­
crates ejerció sobre él tanto con su vida y doctrina como con su muerte.
Después de la ejecución de Sócrates en 399 se retiró por algún tiempo
a Megara con otros socráticos. Durante los doce años siguientes viajó
por varios países incluyendo a Egipto. En 387 visitó Italia y Sicilia,
donde conoció a Dionisio I e inició sus amistades, que habían de durar
toda la vida, con Dion de Siracusa, pariente y ministro del tirano, y
con el pitagórico Arquitas de Tarento. A su vuelta al /Ática, se esta­
bleció en el bosquecillo y gimnasio dedicado a Academus en las afueras
de Atenas, donde hacia el 385 fundó una escuela filosófica conocida
con el nombre de Academia, que tuvo vida hasta que fue disuclta
por Justiniano en 529. Platón dedicó a la Academia los cuarenta años
que le quedaban de vida. Murió en 347. Conocemos muchos detalles
de su vida por su Carta VII dirigida a los parientes y amigos de Dion
de Siracusa.
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Veamos algunas expresiones de Sócrates. En primer lugar refuta la
tesis de Protágoras, que "afirmaba que el hombre es ‘la medida de todas
las cosas’, queriendo sin duda decir con ello que tales cuales me pare­
cen Jas cosas, así son para mí, y que para ti son tales cuales te parecen
a ti”. Poco después añade: "Es evidente que las cosas tienen por sí
mismas un cierto ser permanente, que ni es relativo a vosotros, ni
depende de nosotros. Ellas no se dejan llevar de acá para allá, según
el capricho de nuestra imaginación, sino que ellas existen por sí mis­
mas, según su propio ser y en conformidad a su naturaleza”. Hermó-
genes lo admite y Sócrates continúa: "Tendrían las cosas mismas esta
naturaleza, sin que ocurra lo mismo con los actos que se refieren a
ellas? Ahora bien, si el hablar es un acto, y sin el nombrar o denominar
las cosas es parte de la función de hablar, será necesario, dice Sócrates,
nombrar las cosas ateniéndose a la manera y al medio que ellas natu­
ralmente tienen de nombrar y ser nombradas, y no de la forma que
a nosotros nos agrade”.
Luego afirma que "el nombre es un instrumento que sirve para
instruir y para diferenciar y distinguir la realidad, de la misma manera
que la lanzadera hace el tejido”. I.a lanzadera es un instrumento del
arte de tejer, y por consiguiente, "un tejedor se servirá de la lanzadera
de forma adecuada, y de forma adecuada quiere decir de forma conve­
niente al tejido o arte de tejer; un buen instructor se servirá de manera
adecuada del nombre, y de manera adecuada significa de forma conve­
niente o propia para instruir”.
"El establecer los nombres, sigue diciendo, no corresponde al primero
que venga, sino a un hacedor de nombres, y ese, por lo que parece,
es el Legislador; es decir, el artesano que más raramente se encuentra
entre los seres humanos”. Sócrates se refiere de esta forma vaga e impre­
cisa al "Legislador”. ¿Quién es el legislador, hacedor de palabras? Es
un punto muy discutido por los comentaristas: unos han visto en él al
pueblo; otros, un personaje mítico o un hombre dotado de un instinto
divino; otros, finalmente, lo han entendido como los primeros hom­
bres 16.
16. Cf. Samaranch, o.c., pág. 512.
Hermógenes pide a Sócrates que le aclare lo que entiende por natu­
ral correspondencia de una denominación, y el filósofo se esfuerza en
demostrárselo con una larga serie de etimologías de nombres de dioses,
astros, fenómenos naturales, nociones morales, etc. Platón pudo tener
personalmente gusto por las etimologías, pero en este diálogo el tono
jocoso es evidente y el mismo autor no quiere que se le tome en serio.
Sus etimologías son muchas veces simples juegos de palabras y en otros
casos él mismo subraya el tono de broma.
Sin embargo, de su larga serie de etimologías se pueden entresacar
algunas ideas interesantes desde el punto de vista lingüístico. Platón
supo ver que la forma de las palabras se modifica con el tiempo, cosa
que él atribuye erróneamente al deseo de embellecer los nombres, en
43
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lugar de asignarlo al proceso de la evolución fonética. /Xcierta al decir
que en su forma primitiva, los nombres permiten ver con mayor claridad
su etimología. Su ignorancia de las lenguas extranjeras, consecuencia
de su desprecio por ¡as lenguas de los pueblos bárbaros, común a todos
los griegos, le impidió adivinar lo mucho que el estudio de las etimo­
logías podía sacar de la comparación del griego con otras lenguas de la
misma familia. Claro que entonces no sospechaba nadie la existencia
de tales familias lingüísticas. A veces el filósofo recurre a otros dialectos
griegos afines para explicar palabras de su propio dialecto ático, y esto
es lo más que podía esperarse de un sabio de aquella época.
La conversación entre Cratilo y Sócrates constituye la segunda parte
del diálogo. En la primera parte, Sócrates, discutiendo con Hermógcnes,
ha dado la razón en lo esencial a Cratilo, pero ahora analiza la opinión
de este último y pone en evidencia sus puntos flacos. Cratilo sostiene
que la finalidad de los nombres es la de instruir y enseñar. Sócrates le
advierte que es peligroso fiarse totalmente de los nombres, porque uno
puede engañarse. El que los estableció por vez primera se rigió por
su idea de las cosas, pero, ¿quién nos garantiza la exactitud de esta
idea? Si el que los estableció obró con conocimiento de causa, habremos
de preguntarnos ¿en qué se fundó para ello? No pudo fundarse en
otros nombres, que no existían aún. Tampoco sobre las mismas cosas,
porque se había partido del supuesto de que éstas sólo podían conocerse
por medio de los nombres. Esto deja acorralado a Cratilo.
Cratilo había sostenido la opinión de que todos los nombres son
exactos, si verdaderamente son nombres. Sócrates le demuestra que es
posible hablar falsamente. Aquí es donde le propone la comparación
entre la palabra y la pintura. Los nombres, igual que los cuadros de un
pintor, pueden ser una imagen inexacta del objeto:
“Si comparamos los nombres primitivos a las pinturas, ocurre en ellos
como con los cuadros, en los que se pueden dar todos los colores y
formas adecuadas, y por el contrario, pueden no haberse dado todos,
antes haber olvidado algunos, o haber añadido otros rasgos. . . Si se
dan todos los colores y formas apropiadas, se producen bellas pinturas
y bellas imágenes; pero cuando se añade o se quita algo, sin duda se
ejecutan también pinturas e imágenes, pero son malas, ¿no es así?
Cratilo tiene que admitirlo.
Sócrates aplica ahora la misma doctrina a las palabras. “¿Qué dire­
mos respecto de aquel que se sirve de las sílabas y de las letras para
reproducir la esencia de las cosas?’’ ¿No será verdad según el mismo
principio, que si atribuye a los objetos todo lo que les conviene y aco­
moda, la imagen será bella (es decir, el nombre), mientras que si olvida
pequeños detalles o añade otros habrá ciertamente una imagen, pero
¿no será bella? Brevemente: no resultarán unos nombres bien hechos
y otros mal hechos. . . ? Según esto, continúa Sócrates, posiblemente el
artífice de los nombres será unas veces bueno y otras veces malo”.
44
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La conclusión a que llega el filósofo es que en la creación de los
nombres no sólo interviene su natural exactitud, sino también el uso
v la convencionalidad.
*
Otra importante conclusión es que el lenguaje, la palabra, no es el
medio necesario del conocimiento de las cosas. Puesto que los nombres
son guías peligrosos y dado que es posible pedir a las mismas cosas el
conocimiento de ellas, es a ellas mismas adonde hay que acudir en
busca del conocimiento. Es más seguro partir del estudio de la realidad,
y no de los nombres, que no son más que imágenes de ella.
El “Cratilo” resulta, antes que nada, un esbozo de una teoría del
conocimiento, y el estudio lingüístico que conlleva no es más que una
vestidura y un pretexto. Para Sócrates, y para Platón, no es la lin­
güística, sino la dialéctica, la filosofía, la que ha de conducirnos a la
verdad 17.
17. Cf. Samaraoch, o.c., pág. 505.
45
Aristóteles (384-322) y el lenguaje
El Estagirita (llamado así por el lugar de su nacimiento, Stagira)
fue hijo de Nicómaco, médico y amigo del rey Amintas II de Mace-
donia. A la edad de 17 años entró en la escuela de Platón, permane­
ciendo en ella hasta la muerte del maestro en 348-347. Abandonó la
Academia porque no estaba conforme con la tendencia de Espeusippo,
sucesor de Platón, a convertir la filosofía en matemáticas. En 343-342,
Filipo de Macedonia lo invitó a hacerse cargo de la educación de su
hijo Alejandro. Hacia el 340 se estableció en Estagira. Tres años más
tarde marchó a Atenas donde se consagró a la composición de sus
numerosas obras y a la enseñanza en la escuela fundada por él en las
afueras de la ciudad, en su sitio consagrado a “Apollo Lyceius” y a
las Musas. De ahí viene el nombre de Liceo. Los edificios de la escuela
incluían un patio cubierto (perípatos) de donde a la escuela de Aris­
tóteles le vino el nombre de peripatética.
Aunque Aristóteles era un espíritu independiente, habituado a razo­
nar por sí mismo, no pudo menos de dejarse fascinar durante algún
tiempo por la filosofía de su maestro Platón, aunque más tarde profi­
riese aquella sentencia: “amicus Plato, sed magis amica ventas”. La
oposición doctrinal a la Academia vino más tarde. La producción de
Aristóteles fue enorme, pero no todas sus obras han llegado hasta noso­
tros y otras no son de autenticidad segura. El influjo de sus doctrinas,
sobre todo a través de Santo Tomás de Aquino, ha llegado hasta nues­
tros días.
Aristóteles se interesó por la filosofía del lenguaje e impulsó el
conocimiento de las categorías gramaticales, aunque sólo en cuanto
éstas se relacionan con la lógica, ya que no es un gramático sino un
filósofo.
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En el campo de la teoría del lenguaje suele afirmarse que Aristóteles
representa el logicismo lingüístico y gramatical y que en la famosa
discusión acerca de la exactitud de las palabras, tema del diálogo plató­
nico “Cratilo”, el estagirita es partidario de la tesis del convenciona­
lismo, frente a la relación nautral entre palabra y concepto defendida
por otros.
Es de advertir que no siempre resulta fácil determinar cuál es el
auténtico pensamiento aristotélico, a causa, en parte, de no pocas dudas
de crítica textual que presentan sus escritos.
Coseriu opina que Aristóteles no defiende ni el logicismo ni la
teoría del convencionalismo. Según esta opinión, para Aristóteles el
lenguaje como tal es indeterminado en el aspecto lógico, porque el len­
guaje no precede necesariamente al pensamiento racional y lógico. La
alternativa entre “naturaleza” y “convención”, no tendría sentido en la
filosofía de Aristóteles, porque para él el lenguaje no es “causal”, sino
‘finalístico”, es decir, algo que tiene su explicación en el fin para que
se emplea. Coseriu fundamenta su opinión en textos tomados de Peri
hermeneias, Analytica Posteriora y Priora, y la Poética, capítulo IV.
En ninguno de estos textos se propone Aristóteles exponer una teoría
del lenguaje. En el tratado Peri Hermeneias (De Interpretatione) trata
de determinar la naturaleza del “logos” o de la sentencia. El mismo
propósito persigue en sus investigaciones lógicas y en la poética, pero
sólo trata indirectamente de los hechos del lenguaje. Con todo, Coseriu
cree que es posible deducir de estos textos la filosofía aristotélica del
lenguaje.
Aristóteles reanuda la problemática del lenguaje precisamente en el
punto en que la deja Platón. Este se contentó con el planteamiento del
problema lingüístico, mientras que Aristóteles propone soluciones acerca
de la misma problemática. Las soluciones aristotélicas son importantes
objetiva y sistemáticamente y algunas tienen vigencia incluso en nues­
tros días. Los puntos oscuros de su filosofía del lenguaje no han reci­
bido mucha luz en los siglos posteriores. Esto ocurre, por ejemplo con
la exacta definición de la esencia histórico-social del lenguaje ,s.
Según Platón, la exactitud o rectitud del lenguaje no depende entera­
mente ni de su naturaleza (physei), ni de la convención (nomo) entre
los hombres, y por lo tanto es preciso otro planteamiento del problema.
Las palabras corresponden al ser, es decir, a lo que las cosas son. Y
sin embargo es posible decir con palabras lo falso o el no-ser de las
cosas. Platón pudo demostrar que lo verdadero y lo falso son propie­
dades del “logos”. Pero el problema de la exactitud de las palabras y
de la función de las mismas, queda finalmente sin solución en el
“Cratilo”.
Aristóteles traslada la problemática del lenguaje del plano causal
(del dominio de los hechos condicionados por las causas), al plano
18. Cf. Coseriu, Die Geschichte der Sprachphilüsophie, pág. 63.
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final y propiamente humano, al campo de los hechos condicionados
por la finalidad. Comienza por distinguir tres diferentes relaciones en
el binomio palabra-cosa, o lenguaje-cosas:
1) una relación puramente lingüística: sonido, significante o for­
ma de la palabra y contenido de la palabra (significado).
2) una relación ontológica: nombre, objeto o palabra y realidad,
es decir, la relación que resulta de la designación de los obje­
tos (de la realidad extralingüística, de la “pragmata”) por
medio de los nombres.
3) una relación lógica: la relación entre sujeto y predicado, y
también la relación entre una cosa, representada por un nom­
bre, y lo que se expresa acerca de este nombre.
De este planteamiento del problema del lenguaje se desprende que
Aristóteles no se propone siquiera la cuestión acerca de la exactitud del
lenguaje y por lo tanto no toma posiciones en la discusión del “Cratilo".
Aristóteles no se pregunta por qué existen los nombres (plano causal),
sitio para qué existen (plano final: cuál es la función del lenguaje
en el plano humano).
No basta que un sonido exprese algo, no basta que sea algo capaz
de ser interpretado, para que pueda ser considerado como nombre. Es
necesario que este sonido sea un signo intencional, un símbolo, como
lo expresa en un texto de “Peri hermeneias” (De Interprctatione):
“El nombre es sonido con significación (phoné scmantiké) según
convenio (kata syntheken), y precisamente por convenio porque ningún
nombre lo es por naturaleza (physei), sino sólo cuando se ha conver­
tido en un símbolo (symbolon). Porque también los sonidos inarticu­
lados, como los de los animales, expresan algo, pero ninguno de ellos
es un nombre”.
Los gritos de los animales pueden ser interpretados, es decir, expre­
san algo, pero no son nombres porque no son símbolos y porque no
nombran algo intencionalmente. La introducción del concepto de “sím­
bolo” en la lingüística es de capital importancia. La interpretación de
las palabras “physei” (por naturaleza) y “kata syntheken” (por con­
venio) han dado lugar a discusiones entre los filólogos. Parece que
/Xristótcles no habla de la “physis” o naturaleza de las cosas, sino de la
naturaleza de los sonidos: ningún sonido es nombre por su propia
naturaleza.
Respecto de la expresión “kata synteken” se han dado varias inter­
pretaciones. Tradicionalmente se ha interpretado como afirmación de la
convencionalidad del lenguaje y correspondería a los conceptos de
“thesei” y “nomo” del "Kratilo”. Según A. Pagliaro significa “arbitra­
rio”, en el mismo sentido en que se emplea en la teoría de los signos
lingüísticos (Saussure, etc.), o “secundum placitum”, como se inter-
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tos. Hoy conocemos mejor que los antiguos la fonética del griego y no
vemos tales anomalías.
De los filósofos estoicos pasó la polémica a los gramáticos propia­
mente dichos, los cuales frente a la Anomalía alzaron la bandera de la
Analogía, es decir, de la tendencia niveladora de la lengua. Los defen­
sores de la Analogía fueron sobre todo los gramáticos de la Escuela de
Alejandría, cuyo principal representante fue Aristarco de Samotracia
(215-145 aproximadamente, antes de Cristo). La escuela que fundó
en Alejandría duró hasta la época del imperio romano y dio figuras muy
prominentes, como Apolodoro y Dionisio de Tracia. Fue un verdadero
filólogo en el sentido más estricto de la palabra y se puede decir que
con él comenzó el estudio científico del lenguaje. Én sus obras se ocupó
de la gramática, de la etimología, de la ortografía, de la literatura clási­
ca v de la crítica textual.
Los gramáticos griegos: Dionisio de Tracia
Dionysius Thrax, hijo de Teres de Alejandría, fue discípulo de Aris­
tarco y más tarde maestro de gramática y literatura en Rhodas. Su obra
más importante es la “Téchne grammatiké”, un epítome de pura gramá­
tica tal como había sido desarrollada por los estoicos y los alejandrinos.
Las gramáticas latinas se inspiraron en la de Dionisio, que puede
llamarse con toda razón padre de casi todas las modernas gramáticas
de Europa.
Dionisio de Tracia define la gramática como “conocimiento (empei-
ría) del uso general (del lenguaje) de poetas y escritores en prosa”. El
significado de “empeiría” ha dado lugar a discusiones sobre todo en su
relación con el antiguo término que era “techné”. Steinthal (Gcschichte
der Sprachwissenschaft bei den Griechen un Romer) opina que “tech­
né” significó originalmente una actividad práctica y que luego pasó a
significar teoría y método de tal actividad, que en nuestro caso es el
estudio del lenguaje. También habría evolucionado el significado de
“empeiría”, que habría tenido el sentido de conocimiento de los detalles
de una experiencia como resultado de la acción, para significar luego la
comparación de los detalles. La concepción de la gramática como “em­
peiría” o como “tcchné” vendría a ser un doble punto de vista parecido
al que existe hoy entre los que restringen el término de gramática al
estudio puramente estructural del lenguaje, y los que incluyen también
en ella las consideraciones acerca del significado 20.
20. Cf. Ian Michacl, Engliih Gramatical Categories, Cambridge, 1970, pág. 25.
50
Crates de Malos
Contemporáneo de Aristarco y representante de la teoría de la “Ano­
malía”, distingue entre “grammatikós”, que estudia las palabras, la in­
flexión y la acentuación, y “kritikós”, que trata de la verdad de las
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ideas, del tratamiento lógico de las categorías lingüísticas, y de la retó­
rica y poesía. Para Crates, el gramático era simplemente un peón al
servicio del crítico.
Un comentarista de Dionisio de Tracia, al proponer las divisiones
de cualquier arte (techné) y por lo tanto de la gramática, hace una
observación de la mayor importancia. Lo que hace necesaria la gramá­
tica, dice, es la “asapheia” o falta de inteligibilidad de un escritor u
orador incluso usando la propia lengua de uno, sobre todo cuando
hablan en sentido figurado. El fin de la gramática es, por lo tanto,
promover la claridad (saphaneia). El material lingüístico, tanto de la
gramática como de la retórica o dialéctica, es el lenguaje ordinario
(genikon), pero mientras que el fin de la dialéctica es la verdad y el
de la retórica la persuación, el fin de la gramática es el conocimiento
o la comprensión (katalepsis tou lógou). Uno de los defectos del sistema
tradicional es que ha oscurecido esta íntima conexión entre gramática y
lenguaje ordinario 21.
21. Cf. Michacl, o.c., pág. 25.
5/
Divisiones de la Gramática de Dionisio
Dionisio de Tracia describe lo que es su gramática bajo seis epígrafes:
1) leer correctamente en voz alta; 2) explicación del lenguaje figu­
rado usado por los poetas; 3) explicación de las palabras difíciles,
particularmente las usadas en los escritos históricos; 4) la “etymologías
euresis”, es decir, la investigación del significado original de las pala­
bras; 5) la demostración de las analogías gramaticales, o sea, la clasi­
ficación de las palabras de forma semejante; 6) la crítica literaria. Las
divisiones que aparecen constantemente en los gramáticos posteriores
son lectura, explicación y crítica. Sexto Empírico fue uno de los prime­
ros en poner de manifiesto las relaciones que unen entre sí a las
divisiones.
La división de las partes de la Gramática según un punto de vista
puramente lingüístico es muy posterior. Pedro Helias (hacia 1150)
presentó (él cree que por vez primera) las cuatro divisiones clásicas:
“Prima pars scientia de litteris, secunda de sillabis, tertia de dictio-
nibus, quarta de orationes”. Mas frecuentemente es la división en Ortho-
graphia, Etymología, Oratio, (o Syntaxis) y Prosodia.
Las partes del discurso (logos, sententia)
Dionisio de Tracia da una definición formal del “logos”, pero no
consta claramente si entiende por “logos” sólo lo que nosotros enten­
demos hoy por sentencia u oración. Su “logos” incluye ciertamente la
sentencia, pero parece significar también “una pequeña unidad del
discurso”. Dionisio lo define así: “una combinación de palabras que
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expresa un pensamiento completo”. La palabra “autotele” (completo)
es algo ambigua y se ha prestado a discusiones. Prisciano la traduce
por “perfectum”; Alan Gardiner preferiría traducirla por “autosufi-
ciente”. La definición de Prisciano es: “ordinatio dictionum congrua,
sententiam perfectam demonstrans”.
Clasificación de las partes de la oración
(logos, sententia, discurso)
Dionisio nos da la primera clasificación sistemática, muy semejante a
la que todavía está hoy en uso: nombre, verbo, participio, artículo,
pronombre, preposición, adverbio y conjunción. Hoy nos podrá parecer
esto el huevo de Colón, pero no conviene olvidar que el primero que
puso en pie esta clasificación fue Dionisio de Tracia. Las definiciones
que dio de estos conceptos han servido de pauta para todos los gramá­
ticos posteriores. Haremos algunas observaciones sobre el artículo y el
pronombre.
El artículo
Esta categoría gramatical aparece por vez primera en los estoicos.
Crisipo definió el artículo como “una parte inflexionada (declinable)
del lenguaje que sirve para distinguir los géneros y números de los
nombres”. Parece que esta definición abarca también el pronombre
relativo, lo cual aparece claramente en la definición de Dionisio de
Tracia, que dice así: “una parte declinable del discurso colocada antes
(artículo) o después (pronombre relativo) de la inflexión de los nom­
bres”. Esta misma categoría (arthron) es la misma que los estoicos
llamaron “arthra aoristóde” o “indefinido”, que incluía también a los
pronombres indefinidos e interrogativos.
El pronombre (antonymía)
Esta categoría aparece por primera vez en Dionisio de Tracia como
“antonymia”, es decir, como sustituto del nombre, y viene a ser equiva­
lente a la definición estoica del artículo por cuanto excluye al pronom­
bre relativo, que Dionisio continúa considerando como un artículo
indefinido. Dionisio define así al pronombre, “una palabra (lexis)
usada en lugar del nombre para indicar una persona definida”. La
gradual separación de los conceptos de artículo y pronombre es un tema
tratado sutilmente por Apolonio Díscolo (Apollonius Dyscolus) en su
obra “De Pronomine”.
52
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Apolonio Díscolo
Alejandrino del siglo II de nuestra era, se distinguió entre los gramá­
ticos por la oscuridad de su estilo; pero su método es genuinamente
crítico, y su celo por corregir errores gramaticales no perdona ni a sus
propios escritos. Sus obras son la mejor fuente de información para
trazar la historia de la Gramática desde Dionisio de Tracia hasta sus
días. Escribió muchas obras (unas veintinueve), particularmente sobre
Sintaxis, pero sólo han sobrevivido cuatro, que tratan del Pronombre,
de la Conjunción, del Adverbio y de la Sintaxis. Su definición del
pronombre viene a coincidir con la de Dionisio aunque varía un poco
en su formulación.
La clasificación de los verbos
La clasificación de los verbos en Dionisio de Tracia está hecha sobre
una base formal o morfológica, y desconoce algunas categorías como la
de los verbos transitivos. Para él la voz (activa o pasiva) es un acci­
dente del verbo. Su terminología es singularmente eufónica: la voz
por Michacl, pág. 93) la confusión de categorías verbales fue acrecen­
tada por los gramáticos posteriores que a la clasificación morfológica
de Dionisio añadieron la categoría estoica de “neutro” que había sido
introducida como parte de una clasificación lógica. Hay verbos (como
dso, forma contracta de dsao, vivir) que son neutros sobre una base
lógica, pero activos en cuanto a la forma. La adición de la categoría
de verbo neutro hizo más difícil la distinción entre un verbo morfo­
lógicamente activo y un verbo lógicamente transitivo.
La Sintaxis de Apolonio Díscolo
Prisciano, el gran gramático latino de principios del siglo VI, llama
a Apollonius Dyscolus “maximus auctor artis gramaticae”. Dionisio de
Tracia no menciona a la sintaxis como una parte separada de su gramá­
tica ni presta mucha atención a las relaciones sintácticas entre las pala­
bras. Se dice que Crisipo (Chrysippus) había escrito una sintaxis (peri
tes syntáxeos ton logómenon), pero no ha quedado nada de ella. Se
puede, pues, considerar a Apolonio como el autor de la primera sintaxis
conocida: una sintaxis voluminosa, sutil y oscura. Es un examen des­
criptivo de ciertos aspectos del uso de la lengua griega y por lo tanto,
fuera del método, no es de gran utilidad para otras lenguas.
La Sintaxis de Apolonio trata principalmente del recto uso del Ar­
tículo, Pronombre, Verbo, Preposición y /Adverbio. Para su estudio se
coloca en el punto de vista de las partes del discurso (no de la senten­
cia) y trata de establecer el “correcto” orden de las mismas, partiendo
del supuesto de que tiene que existir tal orden, como existe un orden,
53
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en su opinión, para el alfabeto. Sin embargo, aunque da reglas exactas
para muchos detalles (partiendo de la función, no de la forma), no
logra establecer un sistema sintáctico orgánico.
Los griegos y las lenguas “bárbaras”
Los gramáticos griegos sólo se interesan por el estudio de su propia
lengua, cosa que se explica por su orgullo nacional, que dividía a la
humanidad en griegos y bárbaros. El mismo Herodoto, que tuvo una
curiosidad tan despierta para tantas cosas, no debió sentir gran curio­
sidad por la lengua de los egipcios, aunque viajó por Egipto y vio
extraños jeroglíficos por todas partes.
Escribió sobre las costumbres de los egipcios; pero su lengua no
despertó el menor interés en el culto hijo de Halicarnaso. Alguien ha
notado que ni siquiera los Oráculos de Grecia eran versados en lenguas
extranjeras porque siempre respondían en griego aunque el consultante
fuera bárbaro. El interés por las lenguas de los demás no comenzó
hasta que Jesucristo mandó a sus discípulos predicar el Evangelio a
todas las gentes, lo cual llevó al estudio de las lenguas de todos los
pueblos. La Iglesia ha sido siempre, desde su fundación hasta nuestros
días la gran traductora.
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Arellano f historia de la linguistica tomo 1

  • 1. FERNANDO ARELLANO S.J. r —7 ”””” □ — —r- — — ■“■■ 7 L— r z r ■ — —— —— z 7 / I ZZZ777 / / 7/Z /// 777 ////7 — 7 77777Z77 zz/ 7/////// / zZ/Z77Z7 ■ ■■ 7 7 zzz/ 7 7 //////7/ / —— — 7 7 77/7///7 7 / z *■ 777 7 / 7 7 7 /Z7 z - [777 /7 / / 77 7/TVÍ7 1 Z7/71/7 / / ¿ 7/7 7 ZZ7 7 7 zz— L 77 Z2////////// 2 //////// / 777777777 V /////// ////////// //////// - - — r i HISTORIA DE LA LINGÜISTICA Tomo I DESDE SUS ORIGENES HASTA EL SIGLO XIX INCLUSIVE Panini / Platón / Dionisio de Tracia / Isidoro de Sevilla / Nebrija / El Brócense / Port-Royal / Hervás y Panduro / W. von Humboldt / F. Bopp J. Grimm / F. Diez / Andrés Bello / A. Schleicher / H. Paúl Universidad Católica Andrés Bello □atería! t
  • 2. FERNANDO ¿RELLANO, S.J HISTORIA DE LA LINGÜISTICA Tomo I Desde sus orígenes hasta el siglo XIX inclusive UNIVERSIDAD CATOLICA “ANDRES BELLO” INSTITUTOS HUMANISTICOS DE INVESTIGACION CARACAS /1979 Copyrighted material
  • 3. Capítulo I INTRODUCCION EL ORIGEN DEL LENGUAJE ¿Qué es la Lingüística? Al pretender dar un breve resumen de “Historia de la Lingüística”, la primera cuestión que nos sale al paso es la referente al objeto mismo de nuestro estudio, es decir, al significado y alcance de la palabra “Lingüística”. En su acepción más amplia y general, se puede decir que la Lingüística es lo que llaman los alemanes Spraclnvisscnschafl o Ciencia del Lenguaje y abarca por lo tanto todos los estudios que ten­ gan por objeto el lenguaje o algunos de los aspectos del lenguaje. Comencemos por decir que no existe una definición del Lenguaje admitida unánimemente por los especialistas que desde la más remota antigüedad hasta nuestros días se han ocupado de los múltiples proble­ mas planteados por esta importantísima actividad humana. Las diversas concepciones del Lenguaje son ya una parte importante de la Historia de la Lingüística y por lo tanto no pueden ser expuestas en una Intro­ ducción. Dentro del campo de la Historia de la Lingüística entran: la Gramá­ tica, la Filología, la Lingüística comparada de carácter histórico o diacrónico, la Lingüística descriptiva o sincrónica, la Lingüística gene­ ral, la Teoría del Lenguaje, la Filosofía de) Lenguaje, etc., etc. Sobre la significación de estos conceptos nos remitimos a nuestros “Apuntes de Lingüística”. Obras sobre la Historia de la Lingüística No abundan las Historias de la Lingüística y menos las que ofrezcan un panorama completo de la materia. La primera Historia de la Lin­ güística es la escrita por el gran lingüista danés Vilhelm Thomsen (1842-1927), que se ha convertido ya en una obra clásica. Antoine Meillet, escribiendo en la Revue des Deux Mondes (febrero, 1922), dice que “Thomsen es hoy el más grande nombre de la lingüística”, añadiendo que “toda la lingüística actual lleva la marca de las ideas 7 Copyrighted material
  • 4. de Thomsen”. La Historia de la Lingüística del eminente sabio danés, aparecida en 1902, presenta en forma clara y suscinta la historia de la ciencia del lenguaje desde la Gramática sánscrita de Panini hasta los Neogramáticos de fines del siglo XIX. En nuestro siglo se han publicado algunas Historias de la Lingüís­ tica derivada en una forma o en otra del “Curso de Lingüística Gene­ ral” de Ferdinand de Saussure, punto de arranque de las modernas escuelas estructuralistas. La Historia más completa se debe a Bertil Malmberg traducida a las lenguas principales del mundo con el título de “Nuevas tendencias de la Lingüística”. Georges Mounin publicó en 1967 una “Histoire de la Linguistique des origines au XX Siécle”, escrita desde el punto de vista de la Lin­ güística general, lo cual quiere decir que incurre en la limitación que achaca a los demás historiadores de la ciencia del lenguaje, es decir, en el punto de vista unilateral. Mounin pertenece a la escuela fono­ lógica francesa encabezada por el profesor de la Sorbona André Mar- tinet, y utiliza la terminología de su escuela para calibrar la lingüís­ tica de los tiempos más remotos (como la “segunda articulación” de Martinet). El profesor de la Universidad de Granada, Antonio Llórente Maído- nado, en su obra Teoría de la lengua e historia de la Lingüística (Ma­ drid, 1967), dedica parte de su libro, como lo indica su título, a la exposición de las tendencias de la lingüística contemporánea. Merece especial mención la obra de Hans Arens, Sprachwissenschaft, que muestra el desarrollo de la ciencia del lenguaje desde la antigüedad hasta el presente. Son de gran utilidad las numerosas citas textuales de los principales filólogos, que facilitan el conocimiento auténtico de sus ideas 1 2. 1. Nya vagar inom Sprakforskningen, en orientering i modern lingristik, Stockolm, 1962. 2. Hans Arens, Sprachwissenschaft, Der Gang ihrer Entwicklung von der Antike bis zar Gegenuart, segunda edición, Verlag Karl Albert, Freiburg/Mün- chen, 1969. Desarrollo actual de la Historia de la Lingüística. Llama la atención el creciente interés que ha despertado la Historia de la Lingüística en los últimos quince años. A partir de 1960, aproximadamente, ha comenzado a introducirse esta disciplina en las Universidades y en Jos Institutos lingüísticos. El hecho más significativo es que una de las sesiones plenarias del XII Congreso Internacional de lingüistas, cele­ brado en Viena en 1977, estuvo dedicada a los fines y métodos de la Historia de la Lingüística. Varias causas han contribuido a incrementar el interés por esta materia, como la mayor madurez de la Lingüística considerada como un todo, la mayor confianza despertada en los pro­ pios especialistas y el reconocimiento de las diversas tendencias teóricas contemporáneas que ha llevado a una actitud más tolerante frente a los múltiples puntos de vista de los antiguos. 8 Copyrighted materia!
  • 5. El origen del lenguaje La discusión acerca del origen del lenguaje ha sido en nuestra época un verdadero tabú. La “Societé de Lin^uistique” de París esta­ blecía en sus primeros estatutos que no admitiría ninguna comunicación concerniente al origen del lenguaje (1866). La prohibición se basaba en el deseo de ponerse en guardia contra discusiones apasionadas, incompatibles con la objetividad de la lengua, según palabras de J. Vendryés. La razón no parece ni muy convincente ni muy cientí­ fica. La dificultad del tema no debe impedir que se intente al menos su planteamiento. La mayor dificultad que encuentra el lingüista estriba en el hecho de que nuestros conocimientos del lenguaje se remontan sólo a unos pocos milenios, más allá de los cuales no ha sido posible penetrar. Vendryés y Antonio Tovar creen que el problema del origen del lenguaje cae dentro de la competencia del psicólogo, del sociólogo y del filósofo. Esta es una manera fácil de esquivar el problema, porque resulta que el lingüista tiene que echar mano continuamente de la ayuda de la Sociología, de la Psicología y de la Filosofía, aun en proble­ mas estrictamente lingüísticos. El estudio de las condiciones socio­ lógicas y psicológicas en las que el lenguaje humano pudo nacer y desarrollarse no se sale del ámbito general de la Lingüística. En todo caso, aun en la hipótesis de que el origen del lenguaje no sea un problema estrictamente lingüístico, no se puede negar que la historia de las especulaciones e investigaciones acerca de dicho origen debe tener cabida en una Historia de la Lingüística. £1 relato bíblico En el capítulo P del Génesis aparece Dios poniendo nombres a las co­ sas que va creando en los ciclos y en la tierra: “a la luz llamó día (yom) v a las tinieblas noche (láyil)” (v. 5) “llamó Dios al firmamento cielo (shamáyim)” (v. 8); “a la parte seca, tierra (eres)” (v. 10); “y a la reunión de las aguas, mares (yammim)” (v. 10). En el capítulo 2?, leemos: “Y Yahvé Elohim trajo ante Adán todos cuanto animales del campo y cuantas aves del cielo formó de la tierra, para que viese cómo los llamaría, y fuese el nombre de todos los vivientes el que él les diera. Y dio Adán nombre a todos los ganados, y a todas las aves del cielo, y a todas las bestias del campo” (cap. 29, vv. 19-20). En el capítulo P, Dios mismo da nombre hebreo a los grandes elemen­ tos de la naturaleza; en el capítulo 2?, es el hombre, Adán, quién deno­ mina a los seres animados; dos concepciones diversas, que como dice Thomsen, tendrán su eco y su correspondencia en las discusiones de los filósofos griegos y, dos milenios más tarde, en las controversias de los modernos filósofos (Historia de la Lingüística, pág. 12). Sobre el ca­ rácter y el valor del relato bíblico hablaremos a continuación después de tratar de la confusión de las lenguas. 9 íyrighted material
  • 6. Babel y la confusión de las lenguas Según el capítulo 11, “era la tierra toda de una sola lengua y de una misma palabra. . . Y dijeron (los hombres): “Vamos a edificarnos una ciudad y una torre cuya cúspide toque a los cielos y nos haga famosos, por si tenemos que dividirnos por la haz de la tierra”. Bajó Yahvé a ver la ciudad y la torre que estaban haciendo los hijos de los hombres, y se dijo: “He aquí un pueblo uno; tienen todos una lengua sola. Se han propuesto esto, y nada les impedirá llevarlo a cabo. Bajemos, pues, y confundamos su lengua, de modo que no se entiendan unos a otros”. Y los dispersó de allí Yahvé por toda la haz de la tierra, y así cesaron de edificar la ciudad. Por eso se llamé) Babel, porque allí confundió Yahvé las lenguas de la tierra toda y de allí las dispersó por la haz de toda la tierra” (vv. 1-9). Valor y carácter del relato bíblico Ante todo conviene hacer constar que el Génesis no es una Cosmo­ gonía científica, ni un tratado de Astronomía, ni siquiera una Historia en el sentido moderno de la palabra, sino un libro religioso que al refe­ rirse a materias profanas se limita a recoger las opiniones, tradiciones y mitos del Oriente antiguo. La concepción y el sentido de la Historia ha variado muchísimo incluso en unos pocos siglos y por lo tanto sería un anacronismo absurdo creer que el autor del Génesis quiso escribir una historia con todo el rigor científico de un moderno historiador. El sentido real de los relatos del Génesis ha recibido nueva luz en nuestros días gracias a la investigación de los géneros literarios y par­ ticularmente de las formas históricas de la antigüedad (Formgeschi- tliche Methode). “Los antiguos orientales, para expresar lo que tenían en el espíritu, no empleaban siempre las mismas formas y las mismas maneras de decir que nosotros, hoy, sino más bien aquellas que estaban recibidas en el uso corriente de los hombres de sus tiempos y países” (Pío XII). Nosotros, cuando pronunciamos la palabra historia, pensa­ mos en nuestros libros modernos, que se esfuerzan por reconstruir el pasado con la mayor exactitud posible utilizando todas las fuentes his­ tóricas. Sería totalmente anacrónico presuponer la misma preocupación en los antiguos, por ejemplo, entre los asirios y los egipcios, pese a ele­ vada cultura que lograron alcanzar. Las formas literarias del Génesis, en sus once primeros capítulos, “no responden a ninguna de nuestras categorías clásicas y no se pueden juzgar a la luz de los géneros literarios grecolatinos o modernos. No se puede, pues, negar, ni afirmar en bloque la historicidad de todos aquellos capítulos, aplicándoles irrazonablemente las normas de un género literario en el cual no pueden ser clasificados”. Estas palabras son del secretario de la Pontificia Comisión Bíblica y ex­ presan fielmente la mentalidad actual de la Iglesia. I.a principal preo­ cupación del autor del Génesis consistía en hacer comprender la acción y el ser invisible de Dios a contemporáneos muy materialistas que sólo eran capaces de entender un relato antropomórfico. 10 Copyrighted materia
  • 7. Así debe entenderse el relato de la confusión de las lenguas. Es una narración antropomórfica y folklórica que no se propone ni remotamen­ te resolver el problema del origen del lenguaje y de la división de las lenguas. Sin embargo es interesante por las discusiones a que ha dado lugar a lo largo de los siglos. Es natural que el fenómeno de la diferen­ ciación de las lenguas haya suscitado la curiosidad de los pensadores de todos los tiempos. La tradición hebrea dio a la leyenda de la torre de Babel un alcance religioso y espiritual, viendo en la dispersión de los pueblos y en la confusión de las lenguas el castigo divino del orgullo humano. Cualquier otra deducción de carácter lingüístico está fuera de lugar. El hebraísmo primitivo Intimamente relacionada con el relato del Génesis está la teoría de que todas las lenguas se derivan de una sola, y concretamente del hebreo. La doctrina del hebraísmo primitivo es muy antigua, pues se halla ya expresada en los escritos de los antiguos Padres de la Iglesia. El concepto que de la autoridad de la Biblia tuvieron los reformadores protestantes, no hizo sino reforzar la antigua idea patrística. Los más destacados filólogos de los siglos XVI y XVII, tanto católicos como pro­ testantes, comulgaron con la misma idea. Muchos de aquellos hombres eran a Ja vez teólogos y expertos conocedores del hebreo y caldeo y de otras lenguas orientales. Así fue como la teoría del hebraísmo primitivo llegó a convertirse en una doctrina comúnmente aceptada y por lo tanto no puede ser ignorada por el historiador de la Lingüística. Uno de los primeros sabios que rechazó la hipótesis del hebraísmo primitivo fue G. G. Lcibniz (1646-1716). Sin embargo aunque rechazó la teoría de que todos los idiomas procedían de una fuente históricamente docu­ mentada, no tuvo dificultad en admitir su procedencia de una proto­ lengua desconocida. A título de curiosidad diremos que algunos lingüistas, incluso mo­ dernos, partiendo del supuesto de que todas las lenguas tienen un origen común, se pusieron a hacer cébalas acerca de la madre de todas las lenguas, inclinándose por una o por otra de acuerdo con su orgullo na­ cional. “En pleno siglo XVII un filólogo sueco afirmaba, con gran serie­ dad, que en el paraíso terrenal Dios hablaba en sueco, Adán en danés y la serpiente en francés. En un congreso lingüístico turco, celebrado en 1934, se llegó, con la misma seriedad, a la conclusión de que el turco es la raíz de todos los idiomas, y que todas las palabras derivan del vo­ cablo “günes”, que en turco significa “sol”, es decir, el primer objeto que llamó la atención de los hombres, por lo cual precisaba un nom­ bre” 3. Otros han pensado en el chino o en el vasco como lengua del paraíso terrenal. 3. Mario A. Pei, La maravillosa historia del lenguaje, pág. 11. Copyrighted maten
  • 8. You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book.
  • 9. lizados en lingüística, como biólogos, antropólogos o filósofos, son los que han tenido menos reparo en aventurarse a lanzar teorías acerca del origen del lenguaje. Teorías acerca del origen del lenguaje Puede verse un recuento de las viejas teorías acerca del origen del lenguaje, desde la antigüedad hasta fines del siglo XIX, en la obra de G. Révesz 6 La teoría otológica suponía que el lenguaje había nacido lentamente gracias a la evolución de los movimientos y de los sonidos que expresaban espontáneamente las emociones humanas; o también que había sido el producto de la imitación de los gritos o ruidos naturales. 6. Origen y prehistoria del lenguaje, edición original en alemán, Berna, 1945. 13 Las teorías antropológicas revisten diversas formas. El origen del len­ guaje se atribuyó sea a las correlaciones simbólicas entre el valor impre- sivo de una producción sonora y su sentido; sea a las emisones sonoras que acompañan al esfuerzo muscular; sea el desarrollo del primer bal­ buceo infantil; sea al desarrollo del canto o de los gestos expresivos. Los filósofos han sostenido también las más diversas opiniones: para unos es algo innato a la naturaleza humana; para otros es un medio de comunicación que se adquirió lentamente; otros creen que el lenguaje se inventó casual e incidcntalmcnte, voluntaria o involuntariamente. Además hay que mencionar la teoría del lenguaje como un don de los cielos o teoría teológica, que gozó del favor de muchos sabios y filósofos de tiempos antiguos, tantos cristianos como paganos. Según esta teoría el lenguaje sería algo innato a la naturaleza humana creada por Dios. Los autores modernos que piensan que el lenguaje y el hombre aparecie­ ron al mismo tiempo, vuelven en cierto sentido a la teoría teológica, pero despojándola de su sentido religioso, de su carácter sagrado, para convertirla en una teoría laica y secularizada. El hombre sería simple­ mente un animal que habla. Lo cual es una afirmación que no resuelve nada. Según la teoría del evolucionismo positivista, los sonidos orales del hombre primitivo, semejantes a las voces de los seres irracionales, fueron evolucionando hasta producir sonidos articulados o palabras. Las pala­ bras así formadas habrían creado las ideas, porque para los evolucionis­ tas el lenguaje es anterior a la idea, mientras que para la mayoría de los filósofos y lingüistas la idea es anterior a la voz. Otros lingüistas, como Meillet, creen que, en vista del enorme vacío de tantos milenios de prehistoria, lo más prudente es dejar en suspenso la cuestión de la unidad de origen del lenguaje que hoy por hoy parece insoluble por falta de datos positivos. Copyrighted material
  • 10. Capítulo II LA CIENCIA DEL LENGUAJE EN LA INDIA Los primeros lingüistas del mundo El estudio de la lingüística entre los egipcios, sumerios, acadios y chinos podrá ser interesante, pero carece de utilidad práctica para el lingüista semítico o indoeuropeo. Por otra parte el estudio científico del lenguaje no comienza con ellos sino con los gramáticos de la India, que alcanzaron un nivel que sólo ha sido sobrepasado por la lingüística moderna, nacida a principios del siglo pasado gracias precisamente al conocimiento del sánscrito, la lengua sagrada de la India. Los gramáticos indios fueron los primeros en hacer un análisis cien­ tífico y una descripción completa de su propia lengua. La gramática de Panini es con razón la admiración de los filólogos modernos, pues llegó hace veinticuatro siglos a una perfección analítica que no alcanzaron las gramáticas de las lenguas europeas hasta el siglo XIX. Por eso la Historia de la Lingüística comienza propiamente en la India. El sánscrito (Samskrta) La lengua de la antigua India se conoce con el nombre de sánscrito, que significa lengua culta, perfecta, correcta (sometida a las reglas gra­ maticales), a diferencia del prákrito (Prakrta) o lengua vulgar o común, propia de las clases ineducadas. El sánscrito de los gramáticos indios es esencialmente un desarrollo del lenguaje védico, es decir, de la lengua en que fueron compuestos los Vedas o libros sagrados de la India. El sánscrito representa el lenguaje Je la civilización brahmánica, el lenguaje del culto, de la astronomía, de la medicina de la música, de la arquitectura, de las artes mágicas, de la ciencia gramatical y de las clases educadas. El hecho de que el sánscrito fuese la lengua ver­ nácula de la gente culta, no quiere decir que fuese muy diferente de la lengua del pueblo. Un carretero (suta) podía discutir en sánscrito con un gramático. La diferencia entre el lenguaje de la clase educada y el de las clases bajas no impedía que se entendiesen unos con otros y no era tan marcada como la que existía en la Edad Media entre el latín y los nacientes romances. Naturalmente en el decurso del tiempo la diferencia entre el sánscrito y los prákritos o lenguas vulgares se 15 Copyrighted material
  • 11. fue ahondando más, y llegó un momento en que la lengua culta vino a ocupar un lugar parecido al del latín medieval. Esta situación ha perdurado hasta nuestros días, porque el sánscrito ha tenido siempre en la India una extraordinaria vitalidad. Se siguen publicando libros y revistas en la antigua lengua; su estudio es obligatorio en los centros de segunda enseñanza, y en las Universidades de la India se otorgan grados en lengua, literatura y filosofía sánscrita. El sánscrito y el indoeuropeo Se da comúnmente el nombre de indoeuropeo o ario primitivo a la lengua primitva de los arios. Esta lengua no se conoce directamente, porque probablemente se había fragmentado ya en varios dialectos an­ tes de la dispersión de las tribus arias, y por supuesto, antes del des­ cubrimiento de la escritura por aquellos pueblos. Esos antiguos dia­ lectos serían los verdaderos padres de las diversas lenguas de la gran familia indoeuropea, la más importante de todas Jas familias lingüís­ ticas puesto que comprende casi todas las lenguas europeas, las lenguas del antiguo Irán y las del norte y centro de la India. El indoeuropeo primitivo sólo puede reconstruirse hipotéticamente comparando entre si las características comunes a todas o casi todas las lenguas en sus formas más antiguas. La reconstrucción fue hecha efectivamente por Augusto Schleicher (1821-1868), que escribió un diccionario y hasta una historia completa en dicha lengua. La importancia del sánscrito estriba en que puede ser considerado como la hermana mayor de la familia lingüística indoeuropea y la que mejor refleja las características del primitivo lenguaje de los arios. La lengua de los Vedas es, de todas las lenguas indoeuropeas, la primera que hace su aparición en el campo literario con documentos importan­ tes es el sánscrito. Los textos más antiguos de esta lengua son los Himnos Védicos. Aunque no conocemos exactamente la fecha en que fueron compuestos, es probable que el libro más antiguo, el Rigveda, date por lo menos del año mil antes de Cristo, antes de que los arios descubrieran el arte de la escritura. La doble importancia lingüística del sánscrito En la historia de la lingüística, la importancia del sánscrito es doble: por una parte es la primera lengua que fue sometida a un estudio analítico verdaderamente científico que dio por resultado una descripción rigurosamente lingüística de la misma, llegándose en tal estudio a una perfección que sólo será alcanzada por los sabios eu­ ropeos sino al cabo de más de dos mil años; por otra parte, la impor­ tancia del sánscrito para la lingüística histórica, comparativa y evolu­ tiva es tal, que la moderna lingüística comparada, obra de los sabios alemanes del siglo pasado, no nació hasta que aquellos lingüistas co­ ló Copyrighted material
  • 12. nocieron el sánscrito, que les proporcionó la clave principal para los estudios comparativos. Ambos aspectos son de capital importancia en la historia de la lingüística. Descripción del sánscrito: sus monumentos literarios la India, daremos una breve idea de los monumentos literarios com­ puestos en esta lengua. Como veremos, la excepcional importancia de sus primeros monumentos, los Vedas y los antiguos textos relacionados con ellos, fue causa de que naciera entre los indios la ciencia del lenguaje. El sánscrito no es una lengua originaria de la India; es una lengua importada, traída por las tribus arias que invadieron el subcontinente por el noroeste en una fecha no determinada pero que podría remon­ tarse al segundo milenio antes de Cristo. Hoy en día casi ningún pue­ blo vive en su país de origen, ni habla una lengua autóctona. Los indo-arios, nombre que se da a las tribus arias que invadieron la India, no fueron los primeros en crear una alta cultura en el país. Les había precedido por lo menos en un milenio la civilización del Valle del Indio, de la que se han descubierto impresionantes restos en Mohenjo-daro (en el Sind, hoy Pakistán) y en Harappa (Punjab oc­ cidental). Las 375 millas que separan a una ciudad de la otra parecen indicar que tienen que existir entre las dos zonas otras muchas ciuda­ des enterradas pertenecientes a la misma civilización. Como dice John Marshall, director de las excavaciones, “la civilización que hasta ahora se nos ha revelado en estos dos lugares (Mohenjo-daro y Harappa) no en el suelo, con muchos milenios de esfuerzo humano tras ella. De este modo ha de reconocerse que la India, en unión de Persia, Meso- potamia y Egipto, es una de las más importantes zonas donde los pro­ cesos civilizadores se iniciaron y desarrollaron”. La civilización del Valle del Indo fue ante todo una civilización urbana con ciudades perfectamente planificadas, con cómodas casas, drenajes, baños pú­ blicos y privados, tiendas y una clase mercantil que tenía contactos con los sumerios, acadios y otros pueblos de Mesopotamia. La civiliza­ ción del Valle del Indo debió desaparecr casi de repente como la mi- cénica o la de los sumerios, por efecto de algún cataclismo (inunda­ ciones, cambios climáticos, guerras desvastadoras, etc.). Los indo-arios penetraron por el noroeste en el país que ha conser­ vado hasta nuestros días el nombre del río Indo (Sindhu, Hindhu, Hindi, Hind, India, Indostán; o también Aryadesha o “noble tierra”; o Bharat, nombre antiguo muy usado hoy). Aunque se discute mucho acerca de la patria original de los arios (Sur de Rusia), parece que muchas de las tribus arias se concentraron en lo que es hoy Turques- tán ruso, y que allí se separaron las tribus de los Iranios e Indo-arios 17 Copyrighted material
  • 13. para penetrar separadamente en el Irán v en la India. Estas migracio­ nes comenzaron probablemente en la primera mitad del segundo mi­ lenio antes de Cristo. Las invasiones de los indo-arios pudieron tener lugar entre los años 1700-1400 antes de nuestra era, y se realizaron probablemente en oleadas sucesivas. Con el tiempo se extendieron por todo el norte y centro del inmenso país. Los Vedas La historia de la lengua indo-aria comienza con la introducción del idioma ario en la India. Pero entre este suceso histórico y la compo­ sición de los Himnos del Rigveda (Rgveda), el primero de los cuatro Vedas, tuvo que haber pasado un considerable espacio de tiempo que no es fácil determinar. Esta suposición se desprende del mismo análisis del texto del Rigveda donde no se encuentra ninguna alusión al hecho de la migración aunque no faltan otras indicaciones de tipo histórico. Otra razón, de carácter lingüístico, es que la lengua del Rigveda revela algunos cambios fonéticos desde la época en que los iranios y los indios hablaban prácticamente la misma lengua, es decir, el indo-iranio. Los cambios debieron tener lugar después de la invasión de la India por los arios, lo cual requiere tiempo, dada la lentitud con que suelen pro­ ducirse los cambios fonéticos. Los Vedas son cuatro: Rigveda, Yayurveda, Samaveda y Atharvave- da. El término "veda” significa conocimiento o ciencia (de la raíz "vid”, saber) y se aplica a la ciencia sagrada contenida en los cuatro libros, la cual se supone revelada por Dios (jxjr eso se la llama “sruti” o audición, es decir, lo oído por revelación divina). Estos libros son, pues, el fundamento de la religión de los indios, conocida hoy con el nombre de hinduísmo. Cada uno de los cuatro Vedas forma una colec­ ción (samhita) de textos sagrados llamados "mantras”. Las tres prime­ ras colecciones se conocen también con el nombre de "travi vidva” o ✓ j triple sabiduría, compuesta de himno (rig), canto (saman) y oración (yajus). El Rigveda Como es natural, no se conoce exactamente la fecha de composición del primer libro de los Vedas. I os críticos calculan que pudo haber sido compuesto entre el 1200 y el 1000 antes de Cristo, al menos en su forma actual; pero algunos suponen que muchos de sus himnos son de fecha anterior, que puede remontarse hasta los comienzos del se­ gundo milenio antes de nuestra era. Es pues, sin duda, el libro más antiguo de las lenguas indoeuropeas. Max Miiller lo llamó "la primera palabra hablada por el hombre ario". Consta de 1.028 himnos, com­ puestos en gran variedad de metros, dando un total de unos 10.600 versos. Cada uno de los libros del Rigveda (ocho Ashtakas, o diez mandolas) comienza con himnos dirigidos a Agni, dios del fuego, a /8 Copyrighted material
  • 14. Indra, dios de las tormentas y de las batallas, o a otros dioses menores. En el Rigveda, dice Neliru, “podemos encontrar las primeras efusiones del espíritu humano, el esplendor de la poesía, el entusiasmo ante la belleza y el misterio de la naturaleza” 7. 7. El descubrimiento de la India, trad. española, pág. 104. 19 Desde el tiempo de la composición del Rigveda, la tradición litera­ ria en la India es continua e ininterrumpida, y así el gradual desarrollo de la lengua indo-aria en todos sus períodos, basta llegar a las lenguas modernas, se puede seguir con todo detalle. / lo largo de tantos siglos (más de tres milenios) se operaron grandes cambios en la India, pero estos cambios apenas afectaron al lenguaje védico, convertido en len­ guaje literario y científico, en una lengua perfecta (samskrta). Entre la lengua de los Vedas y el sánscrito clásico corre un largo período de tiempo, durante el cual la lengua no pudo menos de evolucionar. Pero esta evolución fue muy restringida, porque las alteraciones que apun­ taban fueron frenadas por el continuo uso litúrgico de la lengua sa­ grada, por Ja vigilancia de los brahmanes y por los estudios de que fue objeto que tendían a mantenerla intacta. Otros textos del antiguo sánscrito Cada uno de los cuatro libros de los Vedas fue objeto de comenta­ rios teológicos en prosa, que forman parte de la colección de libros sagrados. Son los Brahmanas. Intimamente relacionados con estos co­ mentarios están otros tratados llamados Aranyakas y Upanishads. Estos últimos pueden considerarse como el primer intento de disquisición filosófica de que se tiene noticia. Los Vedangas Desde el punto de vista lingüístico, tienen especial importancia los Vedangas (“miembros del Veda”) por ser tratados que tienen por ob­ jeto el estudio de los libros sagrados en su aspecto gramatical, fonético, métrico, etimológico, etc. En su forma actual estas obras representan un desarrollo de la ciencia del lenguaje muy superior al alcanzado por los sabios europeos antes del siglo XIX. La mayoría de los Vedangas pertenecen al género literario llamado “Sutra”, que consiste en una secuencia o serie de reglas en forma de aforismos breves que ayudaban a su memorización. Los Sutras Los Sutras vienen a ser como un eslabón que une la literatura védi- ca con la clásica y tienen el interés de ser quizás las primeras obras que se pusieron por escrito. La forma de aforismo mnemotécnico se Copyrighted material
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  • 17. Carácter de la Gramática de Panini El plan de Panini difiere totalmente del adoptado comúnmente en las gramáticas modernas, que suelen acomodarse a las partes de la oración. Como la obra está escrita en forma de aforismos que debían aprenderse de memoria, la mayor preocupación del autor consiste en reducir al mínimum el trabajo memorístico. Para lograr su objeto agrupa conjuntamente todos los casos que presentan las mismas carac­ terísticas fonéticas o morfológicas, pertenezcan o no a la misma parte de la oración. Lo que más llama la atención del modelo lingüista es la maestría con que analizan los elementos constitutivos del lenguaje. Cada palabra se resuelve en sus elementos componentes, que son desi- nenci, tema con sus diferentes derivados y raíz. La raíz es lo más im­ portante. A raíces (dhatu, fundamento) con significación esencial­ mente verbal, se reducen en lo posible todas las palabras. Raíz es el elemento irreductible y común a todas las palabras de una misma fa­ milia semántica. El tema está constituido por la raíz más uno o más elementos determinativos o morfemas que permiten la inmediata in­ serción de los elementos flexionales. Estos conceptos abstractos em­ pleados para el análisis lingüístico por Jos gramáticos indios eran des­ conocidos por la filología europea y fueron incorporados a la misma por Franz Bopp. El alfabeto del Sánscrito El arte de escribir apareció algo tardíamente en la India aria. Había existido antes de la invasión aria en la civilización del Valle del Indo, pero pereció juntamente con la vida de sus antiguas ciudades, como Mohenjo-daro y Harappa. Las inscripciones que se han encontrado no han podido ser descifradas hasta la fecha. No se sabe con certeza cuándo fue introducido el alfabeto. l os monumentos escritos que han llegado hasta nosotros sólo nos llevan hasta el siglo III antes de Cristo, cuando dos alfabetos, el Kharosthi y el Brahmi aparecen plenamente desarrollados en las famosas inscripciones de Asoka. El alfabeto Kha­ rosthi, que se escribe de derecha a izquierda, se confina al extremo noroeste de la India y es una adaptación del alfabeto semítico Arameo. Se empleó hasta el siglo IV antes de Cristo y posteriormente no hay constancia de su uso. El alfabeto Brahmi, que se escribe de izquierda a derecha, es la fuente de todos los alfabetos indios posteriores así como de los alfabe­ tos empleados en los países que forman parte de la expansión cultural india (Birmania, Siam, Java. etc.). Se deriva también de alguna forma del alfabeto semítico, pero no se sabe exactamente cuándo se introdujo en la India y en qué alfabeto semítico se basó. Se cree que provino de la región meridional del área semítica a través de las rutas comerciales que conducían a Jos puertos de la India occidental. Como fecha pro­ bable de su introducción se señala el año 500 antes de Cristo. 22 Copyrighted material
  • 18. El trabajo de adaptación a las necesidades fonéticas del sánscrito tuvo que ser considerable, puesto que incluía la adición de signos vocá­ licos y los cambios necesarios para expresar adecuadamente el sistema consonantico indio. La adaptación fue perfecta gracias al trabajo de los antiguos maestros indios de la fonética, cuyos logros son hoy toda­ vía la admiración de los especialistas. El alfabeto Brahmi primitivo era relativamente uniforme y sirvió para toda la India, fuera de la pequeña zona del Kharosthi. En el Norte de la India el alfabeto Brahmi fue evolucionando gradualmente hasta convertirse en el alfabeto conocido hoy con el nombre de Deva- nagari (de la ciudad de los dioses), que es el que siguen empleando el sánscrito y, con algunas modificaciones, algunas de las lenguas ver­ náculas de la India, como el hindi, que es la lengua oficial. El alfa­ beto común de la lengua gujerati (hablada por unos treinta millones) difiere poco del Dcvanagari, el cual también se emplea a veces. Co­ menzaremos por presentar un cuadro de las consonantes del sánscrito. Es de notar que el orden en que aparecen las consonantes en las gra­ máticas y en los diccionarios es rigurosamente fonético y supone ya un análisis perfecto: - Oclusivas Fricativas sorda no asp. sorda asp. sonora no asp. sonora asp. nasal semi- voc. o sibilantes Guturales ka kha g* gha na ha :h • Palatales ca cha ja jha ña va sa Cerebrales ta • tha a da • dha • na • ra / sa Dentales ta tha da dha na la sa • Labiales pa pha ba bha ma va :h é Las consonantes se llaman vyañjana. Las oclusivas (sparca) inclu­ yen también a las nasales. Según las modalidades de la oclusión (ahaprayatna) se subdividen en sordas (prathama), sordas aspiradas (dvtiya). sonoras (trliya) y sonoras aspiradas (caturtha). Según el punió de articulación se distinguen en guturales, cerebrales, dentales y labiales. En cada serie (varga), las aspiradas (sosman) añaden un sonido aspirada netamente marcado. Las guturales (kanthya), k, kh, g, gh, son propiamente velares. Las dentales (danty, dantamula), t, th, d. dh, son postdentales. Las cerebrales (murddhanva), t, íh, d, dh. son una particularidad del indo-ario que no se encuentra en otras lenguas indo-europeas. El nombre sánscrito (mal interpretado) proviene de la época más antigua de la filología indo-aria. Fonéticamente son unas dentales especiales que se distinguen de las comunes en que la punta de la lengua retro- 23 Copyrighted material
  • 19. vertida toca al paladar medio. Se trata de un sonido indio característico que fue asimilado por el indo-ario después de la invasión de la India. Los sonidos cerebrales son antiguos y frecuentes en las lenguas DravL dicas del Sur del país, de las que los tomaron sin duda los indo-arios. Las palatales (talavya), c, ch, j, ih, resultan de la combinación de una dental y de una prepalatal chicheante, parecida a la africadas es­ pañolas o a las ch y j francesas. Es de advertir que en la transcripción internacional del sánscrito (que es la que estamos empleando), la c se pronuncia casi como la ch española (tch) y la che lo mismo pero añadiendo una aspiración. Las sibilantes (usman, soplo) o fricativas (nombre que incluye también la h, y a veces la h y m) son tres: la dental s, la cerebral s y la palatal s, esta última se transcribe también como c. La avanzada fonética de la India De la clasificación que precede se desprende lo avanzado que estuvo en la India el estudio de la Fonética (Siksha), el importante campo de la ciencia lingüística que ha tenido tanto desarrollo en la moderna ciencia del lenguaje, pero sólo desde principios del siglo XIX; porque antes era una ciencia desconocida en Europa. Los gramáticos indios analizaron sutilmente todos los sonidos del sánscrito, los clasificaron rigurosamente y crearon una terminología que ha servido de pauta para la Fonética moderna. Las vocales del sánscrito Los vocales (svra, aksara o varna) del sánscrito son trece: cinco breves, a, i. u, r, I y seis largas; a, i, u, r, e, o; dos diptongos: ai, au, y teóricamente la 1 larga. Nótese que la escritura sánscrita tiene cierto carácter silábico por el predominio de los caracteres consonanticos. Ilay cuatro caracteres vocálicos para las vocales iniciales a, i, o, u. Las consonantes llevan consigo el sonido acompañante de a, a no ser que se note expresamente otra vocal. Hay signos especiales para las dos i (larga y breve), para la e, y para la u larga y breve. Una nota característica del indo-ario (y en general del indo-iranio) es la posesión de una vocal a, que corresponde a las vocales a, e, o de las obras lenguas indo-europeas. La confusión de a y o se encuentra también fuera del indo-iranio en el Germánico, en el Eslavónico y en el Hittita. ¿Sonidos y fonemas? En la descripción del punto y del modo de articulación de los soni­ dos cabe mayor perfección que la lograda por los gramáticos indios. 24 Copyrighted material
  • 20. Desgraciadamente este notabilísimo análisis fonético quedó ignorado para el mundo occidental hasta que lo descubrieron los sabios alema­ nes al estudiar la gramática sánscrita. Llegaron a conocer la distinción entre sonido y fonema? El gramático Patañjali, comentador de Panini, expone en su famosa obra “Maha-bhasya” la teoría del “sphota”, que parece plantear a su modo el problema de la distinción entre el fonema y las realizaciones fonéticas individuales del mismo. “Sphota” signifi­ ca propiamente estallido, tumo, o gruñido, según el contexto, pero los gramáticos y filósofos dieron a la palabra el sentido de parte eterna e inmutable de la palabra como causa y vehículo del sentido. El sphota, según Patañjali, sería el substracto fónico de la palabra (el signifi­ cante, en la terminología fonológica), pero distinto de todas las reali­ zaciones fónicas individuales de esa palabra: sería pues el significante de la palabra como serie o haz de unidades fonológicas. “El sphota, dice Patañjali (el substractum invariable) es la palabra; el sonido es puramente un atributo de la palabra”. La morfología del sánscrito En el análisis de las formas gramaticales, los indios alcanzaron la misma perfección que en el campo de la fonética. Naturalmente, lo que más llama la atención del lingüista moderno son los análisis foné­ ticos, por no tener par, ni en el mundo clásico, ni en la Edad Media, ni en el Renacimiento, ni en tiempos posteriores hasta llegar al si­ glo XIX; y aún entonces la moderna fonética nace gracias al conoci­ miento del sánscrito por los sabios europeos. En cambio la morfología estuvo bastante desarrollada entre los griegos y los romanos. Una de las conquistas más notables de los indios fue el haber lle­ gado a la noción de raíz y tema, y en consecuencia a las nociones claras de afijos, desinencias y flexiones. Los gramáticos indios distin­ guen dos clases de raíces, ambas monosilábicas: raíces verbales, de las que se originan los verbos y los nombres, como, por ejemplo: vid-saber, bhar-llevar, dad-dar; y raíces pronominales, como ta y ma, que dan lugar a los pronombres y a las partículas. Las desinencias flexivas, como se echa de ver en la declinación y en la flexión verbal, son tam­ bién originariamente raíces pronominales, al menos en la mayoría de los casos. Las desinencias verbales son: —mi, —si, -ti, -mas, -ta, —nti. La flexión del nombre tiene siete casos: nominativo, acusativo, instru­ mental, dativo, ablativo, genitivo, locativo. La morfología del sánscrito es perfecta y está a la altura de las me­ jores gramáticas modernas. Todos los aspectos morfológicos del len­ guaje están tratados con notable lucidez. Bien es verdad que el sáns­ crito se prestaba para ello. Pedersen habla con razón de la gran clari­ dad morfológica del indo-ario y de su transparencia estructural. Los gramáticos indios analizan a la perfección los siguientes temas: la composición nominal; los indeclinables (infinitivo, preposiciones, pre­ fijos, etc.); la derivación nominal; el nombre (género, empleo de los 2; Copyrighted material
  • 21. casos, flexión, temas en consonante y en vocal); el pronombre, los numerales; el verbo (voces, tiempos, raíces, desinencias); y la frase. La filosofía del lenguaje entre los indios La filosofía del lenguaje comienza en la India con el Gran Comen­ tario (Maha-bhasva) de Patañjali, el siglo II o I antes de Cristo. Sólo muchos más tarde florece la época clásica de la filosofía del lenguaje en la India, que gira casi exclusivamente en torno a la gramática. Su principal representante es Bhartrhari (siglo V o VI después de Cristo). El Mahabhasya de Patañjali es interesante porque nos da una viva pintura acerca del modo de llevar adelante una discusión en aquellos tiempos. Se propone una cuestión y un discípulo aventajado trata de resolverla sin que logre dar una respuesta satisfactoria; entonces inter­ viene el acharya o maestro y resuelve la cuestión. Bhartrhari interpretó algunos pasajes difíciles del Mahabhasya y además escribió el Vakyapadiya, en tres libros y en verso, que trata principalmente de problemas de la filosofía del lenguaje. La obra, de difícil lectura, demuestra un conocimiento profundo de las cuestiones discutidas por la filosofía contemporánea. La filosofía india del lengua­ je se plantea problemas y da soluciones que tienen muchos puntos de contacto con los puntos tratados por los filósofos del lenguaje de la antigüedad en Europa, por ejemplo, las relaciones entre lenguaje v conocimiento. Algunos querían ver una conexión necesaria y natural entre la palabra y su significación; otros, en cambio, pensaban que el vínculo entre la palabra y su significado era convencional. Bhartrhari, en su Vakyapadiya, expresa una concepción que parece saussuriana acerca de ¡a función significante de la palabra: “En la unidad de sonido los componentes no tienen existencia independiente; ni las pa- del significante consiste en excluir todo lo que no es él. También interesó a los indios el problema del origen del lenguaje. Algunos creían que el origen de la palabra era divino; un dios (Indra u otra divinidad) es el que había dado sus nombres a las cosas. Entre los gramáticos había discusiones entre los partidarios de las palabras “eternas”, de origen divino, y los que intentaban explicar la producción de los sonidos del lenguaje en términos físicos y fisiológicos. La lingüística del Prakrito El interés de los gramáticos indios no se limitó a la lengua perfecta y refinada de los Vedas y de la literatura post-védica, el sánscrito, sino que se extendió también al estudio de la lengua popular o prakrito. Parece claro que las gramáticas prakritas que han llegado hasta noso­ tros fueron escritas bajo la directa influencia de los gramáticos sáns- 26 Copyrighted material
  • 22. You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book.
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  • 24. El Ramayana Esta hermosa epopeya se atribuye al poeta Valmiki. En su forma actual contiene unas 24.000 estrofas y está dividido en siete libros. Se calcula que fue compuesto en el sigío II antes de nuestra era, pero el núcleo principal del poema, o sea el tema de los libros II-VI, se debió componer varios siglos antes. La versión del poema hecha por Tulsidas ha ejercido una enorme influencia sobre la vida religiosa de los hidus. En los mismos días de Valmiki (siglos IV-II antes de Cristo) estaba muy extendida la creencia de que Rama era un avatar o encar­ nación de Vishnú. En la época de Tulsides era ya uno de los dioses más populares de la India y se le habían levantado templos en todas partes. El poema refiere la historia de Rama y de su esposa Sita. Esta es raptada por Ravana, rey de los demonios de Ceilán, y el héroe la rescata con la ayuda de Hanuman, dios de los monos. Aún hoy en día, los padres indios al entregar a sus hijas en matrimonio recitan aquella estrofa del poema: “Aquí está mi hija Sita, que seguirá siempre con­ tigo la senda del deber. Toma sus manos en las tuyas. Feliz y rendida, andará siempre contigo como tu propia sombra”. La literatura clásica del sánscrito Frecuentemente, las personas de mediana cultura no tienen idea de la antigüedad, de la riqueza y de la vitalidad de la literatura clásica, que de hecho fue totalmente desconocida para los europeos hasta fines del siglo XVIII. La literatura sánscrita suele dividirse en tres grandes períodos: el védico, el épico y el clásico propiamente dicho. El perío­ do clásico comprende la literatura llamada Kavya, que significa poema o poesía en general o la obra de un porte individual (kavi). Este gé­ nero de poesía comienza al principio de la era cristiana y llega a su apogeo hacia el siglo V con las obras de Kalidasa. La literatura Kavya incluye algunas de las obras poéticas más finas del mundo. El drama más conocido de Kalidasa es el Sakuntala, en siete actos. Fue una de las primeras obras sánscritas conocidas en Europa. G. Foster la tradujo al alemán en 1971, y Goethe la acogió con gran entusiasmo ponderando las cualidades de delicadeza, frescura y ma­ durez del poeta indio. Estas cualidades que señala el gran poeta alemán son precisamente las características generales de casi todos los dramas sánscritos. 29 Copyrighted materia!
  • 26. Capítulo III F.L ESTUDIO DEL LENGUAJE ENTRE LOS GRIEGOS El pueblo griego y su lengua El panorama etnográfico y lingüístico de la Grecia arcaica es bas­ tante complejo. Las invasiones de tribus norteñas se suceden unas a otras a lo largo de muchos siglos y cada uno de aquellos pueblos trae su propio dialecto. Los primeros pueblos que, hasta donde alcanzan nuestros conocimientos, ocuparon el país helénico, son designados por los antiguos escritores con el nombre de pelasgos; algunos autores mo­ dernos prefieren llamarlos egcos por haber habitado las tierras bañadas por el Mar Egeo. Parece ser que eran hombres de raza mediterránea, como los cretenses. La población pregriega no debió ser del todo homogénea, ya que los antiguos historiadores hablan de dos grupos diferentes; por una parte los pelasgos y tirrenos, y por otra los lélegcs y varios. Los pelasgos eran los primitivos habitantes de la fértil llanura tesalia de Carisa; de ahí su nombre de pelasgos o “habitantes de la llanura". Hesíodo, He- cateo y Heródoto los consideran como los primeros pobladores de Grecia. El “padre de la historia" no los consideraba helenos, porque hablaban una lengua que no era la griega. El nombre de los pelasgos está íntimamente ligado en los historia­ dores griegos con el de los tÍrsenos, llamados tirrenos en el dialecto ático. Heródoto incluye entre los tirrenos a los etruscos de Italia, que en su opinión proceden de Lidia (costa occidental de Asia Menor). Otras veces se considera a los pelasgos como idénticos a los tirsenos o tirrenos o se habla de éstos como de una subdivisión de aquellos. Por lo tanto hay buenas razones para creer en el parentesco étnico de pe­ lasgos, tirrenos y etruscos y en la relación lingüística de todo este es­ trato pregriego. Los lélegcs y varios constituían la segunda población bárbara de la época pregriega. Es difícil determinar la posición lingüística y étnica de estos pueblos. El nombre de los lélegcs desaparece en la época his­ tórica. De los carios se han conservado inscripciones, glosas v nombres propios. No sabemos si la lengua de estos restos es caria o lelégiea, o si resulta de una fusión de ambas. Los hallazgos arqueológicos demues­ 31 Copyrighted material
  • 27. tran que la población prehelénica no constituía un todo homogéneo, sino que pueden distinguirse en ella no menos de tres capas 8. 8. Cf. P. Kretschmer, Introducción a la Lingüística griega y latina, pág. 135 y ss. 9. Kretschmer, o.c., pág. 155. La historia de la lengua griega debe tener en cuenta la fusión de la población primitiva indígena con los invasores indo-europeos, jonios y eolios o aqueos. Su civilización más antigua resultó de la unión de la prehelénica y la indoeuropea. Tratándose de pueblos de lenguas dis­ tintas tuvo que haber un período largo de bilingüismo y, aunque al fin prevaleciera el griego, éste tuvo que sufrir la influencia del sustrato lingüístico prehelénico. “El curioso fenómeno de que tantas palabras griegas carezcan de paralelo en los restantes idomas indoeuropeos tiene evidentemente su explicación en esta fuente prehelénica” 9. Las invasiones indoeuropeas Sobre las primitivas poblaciones de pclasgos, tirrenos y carios (que se pueden designar con el nombre genérico de egeos) se realizaron las primeras invasiones de pueblos arios, como los jonios y los aqueos. De la primera invasión jónica, tal vez a comienzos de la edad de bronce, se sabe poco. De mayor trascendencia fue la invasión de los aqueos o eolios, rudos guerreros de raza aria que descendieron del norte hacia las soleadas riberas del mar Egeo e invadieron la Grecia peninsular hacia el año 2000 antes de Cristo. Se establecieron sobre todo en el Peloponeso y tuvieron su principal centro político y cultural en Mi- cenas, donde se encuentran los testimonios más interesantes de la cul­ tura aquea, que por eso se llama micénica. Desde el Peloponeso los aqueos pasaron a Creta, hacia el año 1400 donde entraron en contacto con la civilización cretense o minóica. La tercera época minóica (1600-1250) es coetánea de la micénica y representan la misma cul­ tura. Esta cultura es la que aparece reflejada en los poemas homéricos. El grupo dialectal jónico El dialecto de los jonios estuvo en relación de proximidad con el de los aqueos (el cólico), así como el aqueo se relacionó con el griego occidental (de dorios, tesalios, beocios, etc.). El jónico y el aqueo tienen caracteres comunes que faltan en los dialectos occidentales, como la asibilación de —ti en -si, incluso en fin de palabra: dídosi, phéronsi, phérousi, frente al dórico dídoti, phéronti. Los estratos lin­ güísticos jónico y aqueo están atestiguados por tradición directa en Acaya (al norte del Peloponeso), y una tercera capa dórica super­ puesta aparece en las inscripciones de este país. Después de su difusión por las islas Cicladas (al sur del Mar Egeo) y las costas de Lidia y Caria en Asia Menor, los jonios desarrollaron nuevas características dialectales, como la transformación de a en e (eta), y la desaparición de la digamma (sonido de wau semivocálico). 32 Copyrighted material
  • 28. El grupo dialectal aqueo La lengua de los aqueos, conocida por inscripciones y glosas, tuvo una gran extensión comprendiendo la mayor parte del Peloponeso, Creta v otras localidades. No es fácil resolver el problema de la proce­ dencia de este pueblo y el lugar en que se desarrolló sus particularida­ des dialectales. No podemos identificar claramente a los aqueos hasta los tiempos en que constituyeron el pueblo directivo del continente griego tal como los describen los poemas homéricos. De la dirección que siguieron las demás inmigraciones griegas podemos sacar la con­ clusión de que iniciaron su invasión desde Tesalia, en los confines con Maccdonia. Parece evidente que habían arraigado en Tesalia en fecha muy remota. Antes de extenderse hasta el Peloponeso, los aqueos de Grecia septentrional y central pasaron al Este a través del mar Egeo estableciéndose en la Tróade, donde tendría lugar la guerra de Troya. Mientras el dialecto aqueo se conservó bastante puro en el norte de Grecia (en Tesalia), en la Grecia propiamente dicha, es decir, en las regiones centrales, el aqueo desapareció con la invasión de los grie­ gos occidentales (dorios, sobre todo). Beocia (al norte del Atica, con ciudades como Tebas y Platea) es el país central que conservó en mayor número elementos aqueos (cólicos). La presencia de los aqueos en la isla de Creta está atestiguada por los poemas de Homero. Los dialectos de los griegos occidentales La brillante civilización micénica de la Grecia de los aqueos decayó profundamente hasta extinguirse casi por completo como consecuencia de la invasión de los dorios en los siglos XII y XI antes de Cristo. En realidad no fue una sola invasión sino una cadena de invasiones que comienzan hacia fines del siglo XII y duran todo el siglo siguiente. Los invasores pertenecían a varios pueblos emparentados entre sí, a los que se les designa con el nombre de griegos occidentales; entre ellos estaban los dorios, procedentes del norte, y los tesalios, beocios y tribus afines, que partieron de la región noroeste. Los dorios intentaron forzar el istmo de Corinto hacia el año 1100, pero al principio fueron rechazados. En una segunda campaña, cono­ cida en la Historia griega con el nombre de retorno de los Heráclidas, conquistaron los dorios el Peloponeso, que había de ser la tierra doria por excelencia. Según la tradición, los invasores destruyeron a sangre y fuego los principales centros micénicos, a excepción de Atenas, que se hizo fuerte en su Acrópolis, y sometieron a sus habitantes. Muchos aqueos huyeron a Jonia, en las costas de Asia Menor, donde estable­ cieron importantes poblaciones, como Mileto, Colofón y Esmirna, que más tarde se convertirían en focos de la renacida cultura griega. Las consecuencias de la invasión doria fueron funestas para la civi­ lización desarrollada por los aqueos. La decadencia de la cultura en la Europa occidental como consecuencia de las invasiones germánicas 33 jpyrighted material
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  • 31. simple ojeada al alfabeto sánscrito nos revela la perfección a que lle­ garon los indios en el análisis fonético, en el sentido más moderno de la palabra, al distinguir con tanta precisión el punto y modo de articu­ lación. Los indios no inventaron el alfabeto, pero lo perfeccionaron y lo clasificaron con todo rigor científico. Merece recordarse la frase de Antoine Meillet: “Los hombres que inventaron y perfeccionaron la escritura fueron grandes lingüistas y ellos son los que crearon la lin­ güística”. Y en otra parte dice: “La estructura de la lengua es la que ha condicionado cada invención decisiva en el desarrollo de la es­ critura” ll. 11. Citas en Mounin, o.c.t pág. 36. 36 Tampoco los griegos inventaron el alfabeto, pero lo perfeccionaron, aunque no llegaran a un análisis de los sonidos comparable con el de los indios. Tanto éstos como los griegos son deudores del alfabeto semí­ tico. Los griegos lo heredaron de los fenicios, pueblos semitas de las costas siro-palestinas. La tradición griega y latina han atribuido siempre a los fenicios la invención del alfabeto, y sólo por eso merecen un puesto importante en la historia de la lingüística. La escritura llamada fenicia se conoce por documentos encontrados en Byblos, Ougarit y Ras Shamra. Estos documentos pertenecen proba­ blemente a la segunda mitad del segundo milenio antes de Cristo, entre 1500 y 1300. Esta escritura, que no es todavía fenicia en el sentido estricto de la palabra, se suele designar hoy con el nombre de siro- palestina o cananea, y contiene de 22 a 25 caracteres consonánticos; no hay signos para las vocales. Este conjunto de caracteres, transmitido en todas las direcciones, es lo que se convirtió en “Alfabeto”. Los griegos perfeccionaron el alfabeto fenicio en el sentido de que, por primera vez y desde el principio, escribieron no solamente las con­ sonantes. sino las vocales. Estas no son absolutamente necesarias en las lenguas semíticas, aunque tanto el hebreo como el árabe hayan desa­ rrollado un sistema de notación vocálica. El caso del griego era distinto, como advierte Meillet: “En griego, las vocales no se dejan adivinar; sin indicación de las vocales, la palabra apenas es inteligible”. El triliteralismo y el conocimiento de su precisa y clara morfología, hace innecesario en las lenguas semíticas el uso de las vocales, cosa que no ocurre en griego. Esto llevó a los griegos a modificar el sistema de escritura de los fenicios, que fue transformado por ellos en un tipo de escritura ya silábica sino alfabética. El análisis de las articulaciones, es decir, de las consonantes y vocales, de las unidades distintivas -significantes, de lo que hoy llama­ ríamos fonemas, tiene entre los griegos un carácter empírico y no llega a la finura de los indios. Desde el tiempo de Eurípides (480- 406) se conocía la distinción fonética entre vocales y consonantes, una distinción que hoy nos parece tan elemental pero que hasta enton­ ces no se conocía en Occidente. En el siglo siguiente, Platón, en el Copyrighted material
  • 32. diálogo “Cratilo” (hacia el 383 a.c.) hace así el análisis acústico de los sonidos: "'Nosotros, pues, hemos de comenzar también por distinguir las vocales; luego, en lo demás, clasificar por especies los elementos que no connotan ni sonido ni ruido (las mudas) —así es como dicen los conocedores de estas materias; luego habremos de pasar a los elementos que, sin ser vocales, sin embargo, tampoco son mudas, y en las mismas vocales habremos de distinguir las distintas especies, ¿no es así?”. En el diálogo "Filebo” Platón distingue: 1) las vocales; 2) lo que participa no del sonido, sino del ruido, las semivocálicas; 3) los elementos que carecen de sonido y de ruido, las mudas. Se daba el nombre de mudas a las consonantes que debían sonar juntamente con una vocal, esto es, a las oclusivas. En las gramáticas sánscritas es frecuente este término para designar a las oclusivas, mientras que a las fricativas se les llama sibilantes. Aristóteles, en su “Poética”, habla así del análisis fonético: “La letra es un sonido indivisible, pero no cualquiera sino aquel que por su naturaleza entra en la formación de un sonido compuesto. . . La letra comprende la vocal, la semivocal y la muda. Es vocal la letra que tiene un sonido audible sin que haya acercamiento de la lengua o de los labios; es semivocal la letra que tiene un sonido audible con este acer­ camiento, por ejemplo la s y la r; es muda la letra que exige este acer­ camiento sin tener por sí misma un sonido, sino que se convierte en audible al ser acompañadas por letras que tienen un sonido, por ejemplo la g y la d. Estas letras difieren según las formas que adopta la boca y según el punto donde se producen”. Como se ve, este análisis fonético de los griegos casi exclusivamente acústico y además imperfecto, mientras que el análisis de Panini es articulatorio. Sin embargo en Aristóteles apunta una distinción (toda­ vía vaga c imprecisa) entre el modo y el punto de la articulación. La filosofía del lenguaje en Grecia Los griegos se interesaron más por la filosofía del lenguaje que por los problemas gramaticales. Tienen especial importancia las disquisi­ ciones de Heráclito y Platón por el influjo que ejercieron en la filo­ sofía del lenguaje del mundo occidental. La primera reflexión filosófica acerca del lenguaje se debe a Heráclito de Efeso. Heráclito Entre los filósofos presocráticos se destaca por su importancia, junto con Empédocles, la figura de Heráclito, hijo de Bloson de Efeso. Era de estirpe real (o sacerdotal) y estaba llamado a ocupar el más alto rango en el gobierno de la ciudad, pero se mantuvo alejado de la política, y según la tradición, renunció a sus derechos en favor de su 37 Copyrighted material
  • 33. hermano. La misma tradición lo presenta como un hombre solitario, melancólico y desdeñoso de la plebe. Algunos le dieron el sobrenombre de “oscuro” (skoteinós), aunque cuando quiere se expresa con claridad. A veces adopta intencionalmente un estilo sibilino, a imitación de los oráculos de Delfos, “que no ocultan ni dicen la verdad, sino que la insinúan”. Su libro es conocido con el nombre (dado probablemente por los gramáticos) de Peri physios (De la Naturaleza) y se dice que su autor lo depositó en el famoso templo de Artemisa (Diana) de Efcso, tan importante en la historia del arte. El libro sólo ha llegado hasta nosotros en forma fragmentaria. Se citan hasta 148 fragmentos (en la edición de Diels y Kranz), pero otros sólo admiten 127 como auténticos, y aún rebajan su número a 111, como M. Marcovich, profesor de la Universidad de Mérida en Venezuela 12. Heráclito vivió aproximadamente entre los años 536 y 470 antes de Cristo y escribió su obra hacia los años 504-1, es decir en la LXIX olimpíada. 12. Heraclitus, Geck Text wüh a Short Commentary, ed. de la Univ. de Mé­ rida, 1967. 38 Pensamiento general de Heráclito / El filósofo efesino concibe el Universo como un conflicto de oposi­ ciones (coincidcntia oppositorum) gobernadas por la eterna Justicia. En este conflicto percibe el filósofo la aparente relatividad de la natu­ raleza y su oculta unidad. El orden descubierto en el mundo por el alma no se distingue del discurso o pensamiento del alma acerca de él. Tanto el orden como el discurso son "Logos”, el cual es el mismo para todos los hombres y al mismo tiempo eterno en medio del con­ flicto y del fluyente cambio de la creación. La Naturaleza fluye en un continuo retorno de todas las cosas; en cambio el Logos tiene una esencia inmutable. Heráclito invita a la humanidad a aprender la ciencia del conoci­ miento del Logos o discurso de la naturaleza, es decir, a conocer el recto uso del lenguaje o discurso (Logos) en su calidad de tal. La sabiduría no consiste tanto en aprender muchas cosas cuanto en des­ pertar toda su alma del sueño de sus ansias y opiniones privadas para poder tener conciencia del orden del universo que es “uno y el mismo para aquellos que están despiertos”. Así todo conocimiento es conoci­ miento de sí mismo; un conocimiento que coincide con la moralidad. El otro aspecto importante de la filosofía de Heráclito, su física y su teoría del fuego, no son de este lugar. El “Logos” de Heráclito La palabra “logos” puede tener en griego diversas acepciones que fundamentalmente coinciden en lo mismo, como verbo o palabra, expre­ sión oral, lenguaje, habla, discurso, sentencia, etc. En labios de un filólogo, de un filósofo o de un teólogo, puede tener un significado Copyrighted m ateríaI
  • 34. específico que hay que estudiar en cada caso. Aquí nos interesa la teoría de Heráclito acerca del Logos. El texto más importante de Herá­ clito para el conocimiento de su doctrina acerca del Logos es la siguiente: “Los hombres no entienden este ‘logos’, aunque es eterno, ni antes de percibirlo, ni tampoco después de haberlo percibido (oído, experi­ mentado). Pues, aunque todo sucede conforme con este logos, aparecen (con respecto al logos) como no experimentados (como si no lo hubie­ ran percibido), y esto (ocurre) mientras (en el mismo momento) ellos tales palabras y tales cosas (hechos) experimentan, como las que dis­ cuten, mientras yo analizo cada cosa según su naturaleza y declaro cómo es. A los demás hombres se les escapa lo que hacen mientras están despiertos, de igual manera que olvidan lo que hacen mientras duermen”. El párrafo no es de fácil lectura ni de fácil comprensión. En primer lugar no está claro si el “logos” se refiere a la propia doctrina del filó­ sofo o al logos como ley del universo. Hoffman y Coseriu creen que no hay lugar para la alternativa porque ambos conceptos coinciden. En el fragmento citado, el Logos es eterno, audible y se puede experimentar antes y después de haberlo oído. Los hombres tienen experiencia del Logos en la forma de palabras y de hechos. ¿Qué significa el Logos de Heráclito? Hoffman y Pagliaro creen que hay que interpretarlo como un proceso mental, como un pensa­ miento expresado y hablado. En este sentido el logos es el momento subjetivo de la misma realidad; es la realidad tal como se piensa y se expresa por el hombre. M. Marcovich cree que el Logos de Heráclito es ante todo la verdad universal de la “coincidentia oppositorum”. Para llegar a esa conclusión distingue el profesor mcrideño varias acepciones de la palabra logos en Heráclito. En primer lugar debe tener el significado común y corriente de sentencia oral o doctrina, puesto que los hombres pueden oír el logos del filósofo. Por otra parte dice que los hombres pueden percibir y comprender el logos por sí mismos reflexionando sobre el mundo de experiencias que los rodean, lo cual quiere decir que la pala­ bra logos implica y presupone también una “Ley objetiva” que se puede captar antes de haber oído hablar de ella. Finalmente, como este Logos tiene el atributo de ser real o verdadero, podemos concebirlo como una Verdad que existe por una parte objetivamente, en sí misma, y por otra en la expresión de Heráclito 13. 13. Cf. M. Marcovich, VII Congreso Intcramericano de Filosofía, 1967, Separata de las Actas del Congreso, pág. 302, Québec, Canadá. 39 Entre los fragmentos preservados de Heráclito no hay una definición formal del Logos. Sin embargo, parece que implica las siguientes notas: a) la unidad o coincidencia de cada par de oposiciones dentro de cada cosa; b) la subyacente unidad o coherencia de todas las cosas de Copyrighted materia!
  • 35. este orden universal como un todo. Esto es lo que se expresa cuando se dice que el Logo es la “coincidentia oppositorum”. Según Heráclito, el Logos puede ser comprendido por medio de la experiencia, pero no es algo evidente por sí mismo. De ahí la necesidad de multiplicar los datos de la experiencia como primera condición para captarlo. Por eso dice que el hombre tiene que adquirir el cono­ cimiento de muchas cosas, sobre todo cosas que entran por la vista, por el oído y por la percepción de la mente. El Logos no se encuentra en la superficie de las cosas, sino que suele ocultarse dentro de la cosa y por eso es necesaria una perspicacia o facilidad para penetrar en el sentido íntimo de las cosas a fin de interpretar correctamente los signos emitidos por el Logos desde dentro de las cosas, porque el Logos, lo mismo que el Apolo deifico “ni habla ni oculta, sino que da un signo”, una indicación o insinuación. El filósofo efesino subraya el esfuerzo intelectual y el empeño personal en captar la subyacente unidad metafísica, o el Logos 14. 14. Marcovich, le., pág. 303. 40 El divino Platón Divino lo llamaron sus fervorosos secuaces, sobre todo de la época renacentista. El culto que se ha rendido a su filosofía no ha cesado jamás y sigue vivo en nuestros días, porque Platón ha sido considerado siempre como una de las figuras más excelsas de la humanidad. Fue hijo de Aristón y Perictione, ambos atenienses y de esclarecido lina­ je. Sus ambiciones juveniles de llegar a ser un gran estadista se apagaron pronto y decidió convertirse en filósofo, aunque por otra parte llegó a la conclusión de que no había esperanza para los estados hasta que los filósofos se hicieran gobernantes y los gobernantes se hicieran filósofos. Sus escritos muestran la enorme influencia que Só­ crates ejerció sobre él tanto con su vida y doctrina como con su muerte. Después de la ejecución de Sócrates en 399 se retiró por algún tiempo a Megara con otros socráticos. Durante los doce años siguientes viajó por varios países incluyendo a Egipto. En 387 visitó Italia y Sicilia, donde conoció a Dionisio I e inició sus amistades, que habían de durar toda la vida, con Dion de Siracusa, pariente y ministro del tirano, y con el pitagórico Arquitas de Tarento. A su vuelta al /Ática, se esta­ bleció en el bosquecillo y gimnasio dedicado a Academus en las afueras de Atenas, donde hacia el 385 fundó una escuela filosófica conocida con el nombre de Academia, que tuvo vida hasta que fue disuclta por Justiniano en 529. Platón dedicó a la Academia los cuarenta años que le quedaban de vida. Murió en 347. Conocemos muchos detalles de su vida por su Carta VII dirigida a los parientes y amigos de Dion de Siracusa. Copyrighted material
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  • 38. Veamos algunas expresiones de Sócrates. En primer lugar refuta la tesis de Protágoras, que "afirmaba que el hombre es ‘la medida de todas las cosas’, queriendo sin duda decir con ello que tales cuales me pare­ cen Jas cosas, así son para mí, y que para ti son tales cuales te parecen a ti”. Poco después añade: "Es evidente que las cosas tienen por sí mismas un cierto ser permanente, que ni es relativo a vosotros, ni depende de nosotros. Ellas no se dejan llevar de acá para allá, según el capricho de nuestra imaginación, sino que ellas existen por sí mis­ mas, según su propio ser y en conformidad a su naturaleza”. Hermó- genes lo admite y Sócrates continúa: "Tendrían las cosas mismas esta naturaleza, sin que ocurra lo mismo con los actos que se refieren a ellas? Ahora bien, si el hablar es un acto, y sin el nombrar o denominar las cosas es parte de la función de hablar, será necesario, dice Sócrates, nombrar las cosas ateniéndose a la manera y al medio que ellas natu­ ralmente tienen de nombrar y ser nombradas, y no de la forma que a nosotros nos agrade”. Luego afirma que "el nombre es un instrumento que sirve para instruir y para diferenciar y distinguir la realidad, de la misma manera que la lanzadera hace el tejido”. I.a lanzadera es un instrumento del arte de tejer, y por consiguiente, "un tejedor se servirá de la lanzadera de forma adecuada, y de forma adecuada quiere decir de forma conve­ niente al tejido o arte de tejer; un buen instructor se servirá de manera adecuada del nombre, y de manera adecuada significa de forma conve­ niente o propia para instruir”. "El establecer los nombres, sigue diciendo, no corresponde al primero que venga, sino a un hacedor de nombres, y ese, por lo que parece, es el Legislador; es decir, el artesano que más raramente se encuentra entre los seres humanos”. Sócrates se refiere de esta forma vaga e impre­ cisa al "Legislador”. ¿Quién es el legislador, hacedor de palabras? Es un punto muy discutido por los comentaristas: unos han visto en él al pueblo; otros, un personaje mítico o un hombre dotado de un instinto divino; otros, finalmente, lo han entendido como los primeros hom­ bres 16. 16. Cf. Samaranch, o.c., pág. 512. Hermógenes pide a Sócrates que le aclare lo que entiende por natu­ ral correspondencia de una denominación, y el filósofo se esfuerza en demostrárselo con una larga serie de etimologías de nombres de dioses, astros, fenómenos naturales, nociones morales, etc. Platón pudo tener personalmente gusto por las etimologías, pero en este diálogo el tono jocoso es evidente y el mismo autor no quiere que se le tome en serio. Sus etimologías son muchas veces simples juegos de palabras y en otros casos él mismo subraya el tono de broma. Sin embargo, de su larga serie de etimologías se pueden entresacar algunas ideas interesantes desde el punto de vista lingüístico. Platón supo ver que la forma de las palabras se modifica con el tiempo, cosa que él atribuye erróneamente al deseo de embellecer los nombres, en 43 Copyrighted material
  • 39. lugar de asignarlo al proceso de la evolución fonética. /Xcierta al decir que en su forma primitiva, los nombres permiten ver con mayor claridad su etimología. Su ignorancia de las lenguas extranjeras, consecuencia de su desprecio por ¡as lenguas de los pueblos bárbaros, común a todos los griegos, le impidió adivinar lo mucho que el estudio de las etimo­ logías podía sacar de la comparación del griego con otras lenguas de la misma familia. Claro que entonces no sospechaba nadie la existencia de tales familias lingüísticas. A veces el filósofo recurre a otros dialectos griegos afines para explicar palabras de su propio dialecto ático, y esto es lo más que podía esperarse de un sabio de aquella época. La conversación entre Cratilo y Sócrates constituye la segunda parte del diálogo. En la primera parte, Sócrates, discutiendo con Hermógcnes, ha dado la razón en lo esencial a Cratilo, pero ahora analiza la opinión de este último y pone en evidencia sus puntos flacos. Cratilo sostiene que la finalidad de los nombres es la de instruir y enseñar. Sócrates le advierte que es peligroso fiarse totalmente de los nombres, porque uno puede engañarse. El que los estableció por vez primera se rigió por su idea de las cosas, pero, ¿quién nos garantiza la exactitud de esta idea? Si el que los estableció obró con conocimiento de causa, habremos de preguntarnos ¿en qué se fundó para ello? No pudo fundarse en otros nombres, que no existían aún. Tampoco sobre las mismas cosas, porque se había partido del supuesto de que éstas sólo podían conocerse por medio de los nombres. Esto deja acorralado a Cratilo. Cratilo había sostenido la opinión de que todos los nombres son exactos, si verdaderamente son nombres. Sócrates le demuestra que es posible hablar falsamente. Aquí es donde le propone la comparación entre la palabra y la pintura. Los nombres, igual que los cuadros de un pintor, pueden ser una imagen inexacta del objeto: “Si comparamos los nombres primitivos a las pinturas, ocurre en ellos como con los cuadros, en los que se pueden dar todos los colores y formas adecuadas, y por el contrario, pueden no haberse dado todos, antes haber olvidado algunos, o haber añadido otros rasgos. . . Si se dan todos los colores y formas apropiadas, se producen bellas pinturas y bellas imágenes; pero cuando se añade o se quita algo, sin duda se ejecutan también pinturas e imágenes, pero son malas, ¿no es así? Cratilo tiene que admitirlo. Sócrates aplica ahora la misma doctrina a las palabras. “¿Qué dire­ mos respecto de aquel que se sirve de las sílabas y de las letras para reproducir la esencia de las cosas?’’ ¿No será verdad según el mismo principio, que si atribuye a los objetos todo lo que les conviene y aco­ moda, la imagen será bella (es decir, el nombre), mientras que si olvida pequeños detalles o añade otros habrá ciertamente una imagen, pero ¿no será bella? Brevemente: no resultarán unos nombres bien hechos y otros mal hechos. . . ? Según esto, continúa Sócrates, posiblemente el artífice de los nombres será unas veces bueno y otras veces malo”. 44 Copyrighted material i
  • 40. La conclusión a que llega el filósofo es que en la creación de los nombres no sólo interviene su natural exactitud, sino también el uso v la convencionalidad. * Otra importante conclusión es que el lenguaje, la palabra, no es el medio necesario del conocimiento de las cosas. Puesto que los nombres son guías peligrosos y dado que es posible pedir a las mismas cosas el conocimiento de ellas, es a ellas mismas adonde hay que acudir en busca del conocimiento. Es más seguro partir del estudio de la realidad, y no de los nombres, que no son más que imágenes de ella. El “Cratilo” resulta, antes que nada, un esbozo de una teoría del conocimiento, y el estudio lingüístico que conlleva no es más que una vestidura y un pretexto. Para Sócrates, y para Platón, no es la lin­ güística, sino la dialéctica, la filosofía, la que ha de conducirnos a la verdad 17. 17. Cf. Samaraoch, o.c., pág. 505. 45 Aristóteles (384-322) y el lenguaje El Estagirita (llamado así por el lugar de su nacimiento, Stagira) fue hijo de Nicómaco, médico y amigo del rey Amintas II de Mace- donia. A la edad de 17 años entró en la escuela de Platón, permane­ ciendo en ella hasta la muerte del maestro en 348-347. Abandonó la Academia porque no estaba conforme con la tendencia de Espeusippo, sucesor de Platón, a convertir la filosofía en matemáticas. En 343-342, Filipo de Macedonia lo invitó a hacerse cargo de la educación de su hijo Alejandro. Hacia el 340 se estableció en Estagira. Tres años más tarde marchó a Atenas donde se consagró a la composición de sus numerosas obras y a la enseñanza en la escuela fundada por él en las afueras de la ciudad, en su sitio consagrado a “Apollo Lyceius” y a las Musas. De ahí viene el nombre de Liceo. Los edificios de la escuela incluían un patio cubierto (perípatos) de donde a la escuela de Aris­ tóteles le vino el nombre de peripatética. Aunque Aristóteles era un espíritu independiente, habituado a razo­ nar por sí mismo, no pudo menos de dejarse fascinar durante algún tiempo por la filosofía de su maestro Platón, aunque más tarde profi­ riese aquella sentencia: “amicus Plato, sed magis amica ventas”. La oposición doctrinal a la Academia vino más tarde. La producción de Aristóteles fue enorme, pero no todas sus obras han llegado hasta noso­ tros y otras no son de autenticidad segura. El influjo de sus doctrinas, sobre todo a través de Santo Tomás de Aquino, ha llegado hasta nues­ tros días. Aristóteles se interesó por la filosofía del lenguaje e impulsó el conocimiento de las categorías gramaticales, aunque sólo en cuanto éstas se relacionan con la lógica, ya que no es un gramático sino un filósofo. Copyrighted materia!
  • 41. En el campo de la teoría del lenguaje suele afirmarse que Aristóteles representa el logicismo lingüístico y gramatical y que en la famosa discusión acerca de la exactitud de las palabras, tema del diálogo plató­ nico “Cratilo”, el estagirita es partidario de la tesis del convenciona­ lismo, frente a la relación nautral entre palabra y concepto defendida por otros. Es de advertir que no siempre resulta fácil determinar cuál es el auténtico pensamiento aristotélico, a causa, en parte, de no pocas dudas de crítica textual que presentan sus escritos. Coseriu opina que Aristóteles no defiende ni el logicismo ni la teoría del convencionalismo. Según esta opinión, para Aristóteles el lenguaje como tal es indeterminado en el aspecto lógico, porque el len­ guaje no precede necesariamente al pensamiento racional y lógico. La alternativa entre “naturaleza” y “convención”, no tendría sentido en la filosofía de Aristóteles, porque para él el lenguaje no es “causal”, sino ‘finalístico”, es decir, algo que tiene su explicación en el fin para que se emplea. Coseriu fundamenta su opinión en textos tomados de Peri hermeneias, Analytica Posteriora y Priora, y la Poética, capítulo IV. En ninguno de estos textos se propone Aristóteles exponer una teoría del lenguaje. En el tratado Peri Hermeneias (De Interpretatione) trata de determinar la naturaleza del “logos” o de la sentencia. El mismo propósito persigue en sus investigaciones lógicas y en la poética, pero sólo trata indirectamente de los hechos del lenguaje. Con todo, Coseriu cree que es posible deducir de estos textos la filosofía aristotélica del lenguaje. Aristóteles reanuda la problemática del lenguaje precisamente en el punto en que la deja Platón. Este se contentó con el planteamiento del problema lingüístico, mientras que Aristóteles propone soluciones acerca de la misma problemática. Las soluciones aristotélicas son importantes objetiva y sistemáticamente y algunas tienen vigencia incluso en nues­ tros días. Los puntos oscuros de su filosofía del lenguaje no han reci­ bido mucha luz en los siglos posteriores. Esto ocurre, por ejemplo con la exacta definición de la esencia histórico-social del lenguaje ,s. Según Platón, la exactitud o rectitud del lenguaje no depende entera­ mente ni de su naturaleza (physei), ni de la convención (nomo) entre los hombres, y por lo tanto es preciso otro planteamiento del problema. Las palabras corresponden al ser, es decir, a lo que las cosas son. Y sin embargo es posible decir con palabras lo falso o el no-ser de las cosas. Platón pudo demostrar que lo verdadero y lo falso son propie­ dades del “logos”. Pero el problema de la exactitud de las palabras y de la función de las mismas, queda finalmente sin solución en el “Cratilo”. Aristóteles traslada la problemática del lenguaje del plano causal (del dominio de los hechos condicionados por las causas), al plano 18. Cf. Coseriu, Die Geschichte der Sprachphilüsophie, pág. 63. 46 Copyriqhted materia!
  • 42. final y propiamente humano, al campo de los hechos condicionados por la finalidad. Comienza por distinguir tres diferentes relaciones en el binomio palabra-cosa, o lenguaje-cosas: 1) una relación puramente lingüística: sonido, significante o for­ ma de la palabra y contenido de la palabra (significado). 2) una relación ontológica: nombre, objeto o palabra y realidad, es decir, la relación que resulta de la designación de los obje­ tos (de la realidad extralingüística, de la “pragmata”) por medio de los nombres. 3) una relación lógica: la relación entre sujeto y predicado, y también la relación entre una cosa, representada por un nom­ bre, y lo que se expresa acerca de este nombre. De este planteamiento del problema del lenguaje se desprende que Aristóteles no se propone siquiera la cuestión acerca de la exactitud del lenguaje y por lo tanto no toma posiciones en la discusión del “Cratilo". Aristóteles no se pregunta por qué existen los nombres (plano causal), sitio para qué existen (plano final: cuál es la función del lenguaje en el plano humano). No basta que un sonido exprese algo, no basta que sea algo capaz de ser interpretado, para que pueda ser considerado como nombre. Es necesario que este sonido sea un signo intencional, un símbolo, como lo expresa en un texto de “Peri hermeneias” (De Interprctatione): “El nombre es sonido con significación (phoné scmantiké) según convenio (kata syntheken), y precisamente por convenio porque ningún nombre lo es por naturaleza (physei), sino sólo cuando se ha conver­ tido en un símbolo (symbolon). Porque también los sonidos inarticu­ lados, como los de los animales, expresan algo, pero ninguno de ellos es un nombre”. Los gritos de los animales pueden ser interpretados, es decir, expre­ san algo, pero no son nombres porque no son símbolos y porque no nombran algo intencionalmente. La introducción del concepto de “sím­ bolo” en la lingüística es de capital importancia. La interpretación de las palabras “physei” (por naturaleza) y “kata syntheken” (por con­ venio) han dado lugar a discusiones entre los filólogos. Parece que /Xristótcles no habla de la “physis” o naturaleza de las cosas, sino de la naturaleza de los sonidos: ningún sonido es nombre por su propia naturaleza. Respecto de la expresión “kata synteken” se han dado varias inter­ pretaciones. Tradicionalmente se ha interpretado como afirmación de la convencionalidad del lenguaje y correspondería a los conceptos de “thesei” y “nomo” del "Kratilo”. Según A. Pagliaro significa “arbitra­ rio”, en el mismo sentido en que se emplea en la teoría de los signos lingüísticos (Saussure, etc.), o “secundum placitum”, como se inter- 47 Copyrighted material
  • 43. You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book.
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  • 45. tos. Hoy conocemos mejor que los antiguos la fonética del griego y no vemos tales anomalías. De los filósofos estoicos pasó la polémica a los gramáticos propia­ mente dichos, los cuales frente a la Anomalía alzaron la bandera de la Analogía, es decir, de la tendencia niveladora de la lengua. Los defen­ sores de la Analogía fueron sobre todo los gramáticos de la Escuela de Alejandría, cuyo principal representante fue Aristarco de Samotracia (215-145 aproximadamente, antes de Cristo). La escuela que fundó en Alejandría duró hasta la época del imperio romano y dio figuras muy prominentes, como Apolodoro y Dionisio de Tracia. Fue un verdadero filólogo en el sentido más estricto de la palabra y se puede decir que con él comenzó el estudio científico del lenguaje. Én sus obras se ocupó de la gramática, de la etimología, de la ortografía, de la literatura clási­ ca v de la crítica textual. Los gramáticos griegos: Dionisio de Tracia Dionysius Thrax, hijo de Teres de Alejandría, fue discípulo de Aris­ tarco y más tarde maestro de gramática y literatura en Rhodas. Su obra más importante es la “Téchne grammatiké”, un epítome de pura gramá­ tica tal como había sido desarrollada por los estoicos y los alejandrinos. Las gramáticas latinas se inspiraron en la de Dionisio, que puede llamarse con toda razón padre de casi todas las modernas gramáticas de Europa. Dionisio de Tracia define la gramática como “conocimiento (empei- ría) del uso general (del lenguaje) de poetas y escritores en prosa”. El significado de “empeiría” ha dado lugar a discusiones sobre todo en su relación con el antiguo término que era “techné”. Steinthal (Gcschichte der Sprachwissenschaft bei den Griechen un Romer) opina que “tech­ né” significó originalmente una actividad práctica y que luego pasó a significar teoría y método de tal actividad, que en nuestro caso es el estudio del lenguaje. También habría evolucionado el significado de “empeiría”, que habría tenido el sentido de conocimiento de los detalles de una experiencia como resultado de la acción, para significar luego la comparación de los detalles. La concepción de la gramática como “em­ peiría” o como “tcchné” vendría a ser un doble punto de vista parecido al que existe hoy entre los que restringen el término de gramática al estudio puramente estructural del lenguaje, y los que incluyen también en ella las consideraciones acerca del significado 20. 20. Cf. Ian Michacl, Engliih Gramatical Categories, Cambridge, 1970, pág. 25. 50 Crates de Malos Contemporáneo de Aristarco y representante de la teoría de la “Ano­ malía”, distingue entre “grammatikós”, que estudia las palabras, la in­ flexión y la acentuación, y “kritikós”, que trata de la verdad de las Copyrighted materia!
  • 46. ideas, del tratamiento lógico de las categorías lingüísticas, y de la retó­ rica y poesía. Para Crates, el gramático era simplemente un peón al servicio del crítico. Un comentarista de Dionisio de Tracia, al proponer las divisiones de cualquier arte (techné) y por lo tanto de la gramática, hace una observación de la mayor importancia. Lo que hace necesaria la gramá­ tica, dice, es la “asapheia” o falta de inteligibilidad de un escritor u orador incluso usando la propia lengua de uno, sobre todo cuando hablan en sentido figurado. El fin de la gramática es, por lo tanto, promover la claridad (saphaneia). El material lingüístico, tanto de la gramática como de la retórica o dialéctica, es el lenguaje ordinario (genikon), pero mientras que el fin de la dialéctica es la verdad y el de la retórica la persuación, el fin de la gramática es el conocimiento o la comprensión (katalepsis tou lógou). Uno de los defectos del sistema tradicional es que ha oscurecido esta íntima conexión entre gramática y lenguaje ordinario 21. 21. Cf. Michacl, o.c., pág. 25. 5/ Divisiones de la Gramática de Dionisio Dionisio de Tracia describe lo que es su gramática bajo seis epígrafes: 1) leer correctamente en voz alta; 2) explicación del lenguaje figu­ rado usado por los poetas; 3) explicación de las palabras difíciles, particularmente las usadas en los escritos históricos; 4) la “etymologías euresis”, es decir, la investigación del significado original de las pala­ bras; 5) la demostración de las analogías gramaticales, o sea, la clasi­ ficación de las palabras de forma semejante; 6) la crítica literaria. Las divisiones que aparecen constantemente en los gramáticos posteriores son lectura, explicación y crítica. Sexto Empírico fue uno de los prime­ ros en poner de manifiesto las relaciones que unen entre sí a las divisiones. La división de las partes de la Gramática según un punto de vista puramente lingüístico es muy posterior. Pedro Helias (hacia 1150) presentó (él cree que por vez primera) las cuatro divisiones clásicas: “Prima pars scientia de litteris, secunda de sillabis, tertia de dictio- nibus, quarta de orationes”. Mas frecuentemente es la división en Ortho- graphia, Etymología, Oratio, (o Syntaxis) y Prosodia. Las partes del discurso (logos, sententia) Dionisio de Tracia da una definición formal del “logos”, pero no consta claramente si entiende por “logos” sólo lo que nosotros enten­ demos hoy por sentencia u oración. Su “logos” incluye ciertamente la sentencia, pero parece significar también “una pequeña unidad del discurso”. Dionisio lo define así: “una combinación de palabras que Copyrighted material
  • 47. expresa un pensamiento completo”. La palabra “autotele” (completo) es algo ambigua y se ha prestado a discusiones. Prisciano la traduce por “perfectum”; Alan Gardiner preferiría traducirla por “autosufi- ciente”. La definición de Prisciano es: “ordinatio dictionum congrua, sententiam perfectam demonstrans”. Clasificación de las partes de la oración (logos, sententia, discurso) Dionisio nos da la primera clasificación sistemática, muy semejante a la que todavía está hoy en uso: nombre, verbo, participio, artículo, pronombre, preposición, adverbio y conjunción. Hoy nos podrá parecer esto el huevo de Colón, pero no conviene olvidar que el primero que puso en pie esta clasificación fue Dionisio de Tracia. Las definiciones que dio de estos conceptos han servido de pauta para todos los gramá­ ticos posteriores. Haremos algunas observaciones sobre el artículo y el pronombre. El artículo Esta categoría gramatical aparece por vez primera en los estoicos. Crisipo definió el artículo como “una parte inflexionada (declinable) del lenguaje que sirve para distinguir los géneros y números de los nombres”. Parece que esta definición abarca también el pronombre relativo, lo cual aparece claramente en la definición de Dionisio de Tracia, que dice así: “una parte declinable del discurso colocada antes (artículo) o después (pronombre relativo) de la inflexión de los nom­ bres”. Esta misma categoría (arthron) es la misma que los estoicos llamaron “arthra aoristóde” o “indefinido”, que incluía también a los pronombres indefinidos e interrogativos. El pronombre (antonymía) Esta categoría aparece por primera vez en Dionisio de Tracia como “antonymia”, es decir, como sustituto del nombre, y viene a ser equiva­ lente a la definición estoica del artículo por cuanto excluye al pronom­ bre relativo, que Dionisio continúa considerando como un artículo indefinido. Dionisio define así al pronombre, “una palabra (lexis) usada en lugar del nombre para indicar una persona definida”. La gradual separación de los conceptos de artículo y pronombre es un tema tratado sutilmente por Apolonio Díscolo (Apollonius Dyscolus) en su obra “De Pronomine”. 52 Copyrighted material
  • 48. Apolonio Díscolo Alejandrino del siglo II de nuestra era, se distinguió entre los gramá­ ticos por la oscuridad de su estilo; pero su método es genuinamente crítico, y su celo por corregir errores gramaticales no perdona ni a sus propios escritos. Sus obras son la mejor fuente de información para trazar la historia de la Gramática desde Dionisio de Tracia hasta sus días. Escribió muchas obras (unas veintinueve), particularmente sobre Sintaxis, pero sólo han sobrevivido cuatro, que tratan del Pronombre, de la Conjunción, del Adverbio y de la Sintaxis. Su definición del pronombre viene a coincidir con la de Dionisio aunque varía un poco en su formulación. La clasificación de los verbos La clasificación de los verbos en Dionisio de Tracia está hecha sobre una base formal o morfológica, y desconoce algunas categorías como la de los verbos transitivos. Para él la voz (activa o pasiva) es un acci­ dente del verbo. Su terminología es singularmente eufónica: la voz por Michacl, pág. 93) la confusión de categorías verbales fue acrecen­ tada por los gramáticos posteriores que a la clasificación morfológica de Dionisio añadieron la categoría estoica de “neutro” que había sido introducida como parte de una clasificación lógica. Hay verbos (como dso, forma contracta de dsao, vivir) que son neutros sobre una base lógica, pero activos en cuanto a la forma. La adición de la categoría de verbo neutro hizo más difícil la distinción entre un verbo morfo­ lógicamente activo y un verbo lógicamente transitivo. La Sintaxis de Apolonio Díscolo Prisciano, el gran gramático latino de principios del siglo VI, llama a Apollonius Dyscolus “maximus auctor artis gramaticae”. Dionisio de Tracia no menciona a la sintaxis como una parte separada de su gramá­ tica ni presta mucha atención a las relaciones sintácticas entre las pala­ bras. Se dice que Crisipo (Chrysippus) había escrito una sintaxis (peri tes syntáxeos ton logómenon), pero no ha quedado nada de ella. Se puede, pues, considerar a Apolonio como el autor de la primera sintaxis conocida: una sintaxis voluminosa, sutil y oscura. Es un examen des­ criptivo de ciertos aspectos del uso de la lengua griega y por lo tanto, fuera del método, no es de gran utilidad para otras lenguas. La Sintaxis de Apolonio trata principalmente del recto uso del Ar­ tículo, Pronombre, Verbo, Preposición y /Adverbio. Para su estudio se coloca en el punto de vista de las partes del discurso (no de la senten­ cia) y trata de establecer el “correcto” orden de las mismas, partiendo del supuesto de que tiene que existir tal orden, como existe un orden, 53 Copyrighted
  • 49. en su opinión, para el alfabeto. Sin embargo, aunque da reglas exactas para muchos detalles (partiendo de la función, no de la forma), no logra establecer un sistema sintáctico orgánico. Los griegos y las lenguas “bárbaras” Los gramáticos griegos sólo se interesan por el estudio de su propia lengua, cosa que se explica por su orgullo nacional, que dividía a la humanidad en griegos y bárbaros. El mismo Herodoto, que tuvo una curiosidad tan despierta para tantas cosas, no debió sentir gran curio­ sidad por la lengua de los egipcios, aunque viajó por Egipto y vio extraños jeroglíficos por todas partes. Escribió sobre las costumbres de los egipcios; pero su lengua no despertó el menor interés en el culto hijo de Halicarnaso. Alguien ha notado que ni siquiera los Oráculos de Grecia eran versados en lenguas extranjeras porque siempre respondían en griego aunque el consultante fuera bárbaro. El interés por las lenguas de los demás no comenzó hasta que Jesucristo mandó a sus discípulos predicar el Evangelio a todas las gentes, lo cual llevó al estudio de las lenguas de todos los pueblos. La Iglesia ha sido siempre, desde su fundación hasta nuestros días la gran traductora. Copyrighted material
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