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Pentateuco razones
Escribió Moisés la Torah? Si algo nos muestran la Historia y la arqueología es
que la Torah pudo ser perfectamente obra de Moisés –que, previsiblemente,
utilizó fuentes anteriores- pero que muy difícilmente podría pertenecer a un
período posterior. LA VOZ AUTOR César Vidal 29 DE ENERO DE 2015 20:00 h
La Torah, tal y como nos ha llegado, constituyeun conjunto de cinco libros -
Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio - atribuidos en bloque a
Moisés. A efectos de su análisis como escrito que cambió la Historia
semejante circunstancia es suficiente en la medida en que ésa es la forma
final en que la conocemos. No obstante, no resulta del todo ocioso dedicar
unas líneas a la denominada hipótesis documentaria siquiera porquees
común encontrar a tan trasnochada teoría en la práctica totalidad de las
ediciones católicas de la Biblia y en algunas protestantes. La creencia en que
los cinco libros de la Torah se debieron a la redacción de Moisés semantuvo
inalterable hasta finales del s. XIX. Las razones fundamentales para sustentar
este punto de vista eran que así lo indica el propio texto, que así se había
transmitido por generaciones y que ninguno de los manuscritos de la Torah
con que se contaba indicaba ni siquiera de manera indirecta que en su
redacción hubieran participado más autores o que el texto final fuera un
ensamblado de distintas obras. Obviamente, algunos versículos como los
últimos de Deuteronomio dondese hace referencia a la muerte de Moisés se
atribuían a un redactor posterior, pero en conjunto la Torah seguía
considerándosemosaica. Como además tanto Jesús, como los apóstoles o los
rabinos del Talmud sostuvieron sin sombra de duda esa misma idea tanto
cristianos como judíos no vieron razones para discutirla. LA HIPÓTESIS
DOCUMENTARIA Estepunto de vista comenzó a verseseriamente
cuestionado cuando en la última década del s. XIX Julius Wellhausen sostuvo
que, en realidad, la Torah había experimentado una redacción muy dilatada
en el tiempo y que sedebía a varios autores que, por supuesto, no se podían
identificar con Moisés. De acuerdo con la teoría de Wellhausen, el texto de la
Torah no era sino la fusión de varias tradiciones cuya existencia
independiente quedaba demostrada fundamentalmente por tres razones. La
primera era que la escritura no existía en la época de Moisés y, por lo tanto,
él no podía haber redactado el texto de la Torah; la segunda que el texto
contenía repeticiones o dobletes de episodios que hacían pensar en textos
procedentes de tradiciones distintas, pero reunidas en la redacción última de
la Torah y la tercera, que Dios era llamado con diversos nombres en el texto
lo que indicaría diferentes obras. Partiendo de esta última base Wellhausen
estableció la existencia de una serie de documentos a los que denominó J, E,
D y P según que el nombre utilizado fuera Yahveh (J), Elohim (E),
perteneciendo las iniciales D y P a unos supuestos documentos
deuteronomista y sacerdotal. Por lo que se refiere a la datación, los
documentos se extenderían desde el año 1000 a. de C., en la época de David
al s. V a. de C., ya al regreso del Exilio en Babilonia. La hipótesis documentaria
encajaba a la perfección con una visión de la Historia de las religiones que
partía de una concepción evolutiva en virtud de la cual el ser humano habría
ido pasando por diversos estadios de su desarrollo espiritual y, por lo tanto,
resultaba inaceptable una formulación tan primitiva de la fe monoteísta.
Asimismo resultaba atrayente por su insistencia en determinar la datación de
una obra partiendo no de criterios históricos y arqueológicos sino filológicos.
Ambos aspectos pesaron mucho en su aceptación inicial y posterior.
DIFÍCILMENTEACEPTABLEDebedecirse, sin embargo, que actualmente,
desde el punto de vista de la investigación histórica, la hipótesis
documentaria es muy difícilmente aceptable precisamente por sus prejuicios
metodológicos y su carencia de basehistoriográfica. Para empezar, ni
siquiera los partidarios de la hipótesis coinciden a la hora de delimitar el
contenido de cada uno de los supuestos documentos delos que no tenemos
la menor prueba textual. Aunque existe un acuerdo sobrela existencia de los
supuestos documentos, lo cierto es que su contenido concreto es objeto de
una controversia no pocas veces encarnizada. C. A. Simpson, por ejemplo,
habla de J1 y J2 en lugar de sólo J ; R. H. Pfeiffer añade a los documentos de
Wellhausen otro al que denomina S y atribuye relación con Edom ; O.
Eissfeldt incluye una fuente L o laíca, etc. Sin embargo, lo más importante no
es la inconsistencia de la propia exposición de la hipótesis documentaria sino
las sólidas evidencias en su contra. Así, para empezar, la evidencia
arqueológicae históricaes rotundamente contraria a las conclusiones de
Wellhausen y sus seguidores expresadas en una época en que la arqueología
estaba en mantillas. Los ejemplos al respecto son numerosos. Elinterés por
el monoteísmo en el Oriente próximo en una época cercana a la fecha
tradicional de redacción de la Torah, la estructura de pacto contenida en
Deuteronomio o la evidencia arqueológica del período -que, por ejemplo,
desmiente rotundamente la afirmación de Wellhausen de la inexistencia de
escritura en la época de Moisés aportando testimonios como los de Ugarit,
las inscripciones del monte Sinaí o el calendario de Gezer- apuntan
claramente a un contexto histórico y cronológico mosaico, pero resultarían
absurdos en una época situada casi un milenio después como pretende la
hipótesis documentaria. Por otra parte, incluso las características de los
relatos previos al período de Moisés como son los asignados a la época de los
patriarcas aparecen muy bien atestiguados en fuentes como las tablillas de
Mari (c. 1700 a. de C.) o las leyes de Nuzi (c. 1500 a. de C.). Si algo nos
muestran por lo tanto la Historia y la arqueología es que la Torah pudo ser
perfectamente obra de Moisés –que, previsiblemente, utilizó fuentes
anteriores- pero que muy difícilmente podría pertenecer a un período
posterior. En segundo lugar, los supuestos dobletes de la Torah no pasan, por
regla general, de ser episodios distintos referidos a personajes diferentes y
no repeticiones del mismo relato. A nadie en su sano juicio se le ocurriría
pensar que si un españolque viviera en 1936 dijera que su padre y su abuelo
habían vivido una guerra civil se trataba de un doblete. Lamentablemente, así
habría sido en relación con las guerras carlistas. Tampoco nadie podría decir
que si ahora un español afirma haber vivido una crisis económica es sólo un
doblete de la que pudo vivir su padreen los años cuarenta-cincuenta. Ambas
crisis –por no hablar de las intermedias– son reales y no dobletes. De la
misma manera, el empleo de los diversos nombres divinos en la Torah se
debe no a una pluralidad de autores sino a un contenido específico de cada
uno de esos nombres es algo que aparece expresamente contemplado en los
comentarios judíos. De hecho, ya en el s. XII Yehudáh ha-Levíescribió un libro
titulado Cosrien el que explicaba la etimología de los distintos nombres
divinos. En el s. XX, ha sido Umberto Cassuto el que ha vuelto a retomar
magistralmente esta cuestión dejando de manifiesto que la pluralidad de
nombres divinos puede indicar muchas cosas pero no, desde luego, una
diversidad de autores. En ese sentido, no deja de ser significativo que, por
ejemplo, en los últimos años se hayan multiplicado los libros de historiadores
que sostienen la imposibilidad de la hipótesis documentaria especialmente
en relación con el primer libro de la Torah, el Génesis. Rolf Rendtorff, por
ejemplo, ha indicado que la asignación de palabras y expresiones hebreas a
documentos concretos se colapsa cuando se realiza una investigación seria y,
a la vez, señala que la noción de teología específica de estos documentos es
“ilusoria”. Thomas L. Thompson, por su parte, ha repudiado igualmente la
hipótesis documentaria señalando que la redacción de la Torah es
prácticamente contemporánea con los episodios que relata. Incluso John Van
Seters –a pesar de que mantiene la creencia en algunos documentos- ha
afirmado que la hipótesis documentaria deber ser “contemplada
ampliamente como obsoleta”. Finalmente, Duane Garrett en uno de los
estudios más inteligentes sobrela redacción del Génesis escritos en la última
década del s. XX niega la hipótesis documentaria y sitúa la redacción del libro
en los días de Moisés. Fue Cassuto el que señaló que la hipótesis
documentaria no se apoyaba en pilares caracterizados por la debilidad por la
sencilla razón de que ni siquiera tenía esos pilares. En buena medida, puede
afirmarseque la defensa actual de la hipótesis documentaria descansa
fundamentalmente en la pereza que caracteriza a ciertos segmentos del
mundo académico para actualizar lo que aprendieron décadas antes. Cyrus
Gordon, al final de un artículo dedicado al estudio de la hipótesis
documentaria, ha relatado una anécdota bien iluminadora al respecto: “Un
profesor dela Biblia en una universidad de vanguardia me pidió en cierta
ocasión que le diera los hechos reales acerca de JEPD. Esencialmente le dije
lo mismo que he escrito aquí. Me contestó entonces: lo que me ha dicho me
ha convencido, pero seguiré enseñando el antiguo sistema. Cuando le
pregunté el por qué me respondió: porquelo que usted me ha contado
implica que tendría que desaprender y además volver a estudiar y
reflexionar. Me resulta más fácil continuar con el sistema aceptado de la Alta
Crítica para el que contamos con libros de texto”. Lamentablemente, el caso
del interlocutor de Gordon es bastante más común en los claustros
universitarios y en los seminarios de lo que sería deseable.
Leer más:
http://protestantedigital.com/blogs/35139/Escribio_Moises_la_Torah
Las instituciones judías y Jesús El contexto religioso de los Evangelios (X)
Acostumbrado a las definiciones dogmáticas que caracterizan a las religiones
que conoce, más o menos superficialmente, el hombre de nuestro tiempo
difícilmente puede hacerseuna idea de la enorme flexibilidad doctrinal que
caracterizaba al judaísmo que antecedió la época de Jesús y que existió, al
menos, hasta la destrucción del Templo en el año 70 d. de C. Salvo la creencia
en un Dios único que se había r LA VOZ AUTORCésar Vidal Manzanares 03 DE
FEBRERO DE 2006 Hemos tratado ya las diferentes escuelas religiosas (o
sectas) judías para examinar lo que tenían de distintivo y en qué medida se
podían relacionar con el movimiento originado en Jesús de Nazaret. Así, tras
haber comenzado por los escribas, fariseos y saduceos (queaparecen en las
páginas del Nuevo Testamento) vimos a los esenios y la secta de Qumrán,
para pasar luego a los zelotes. Cuando uno concluyeel examen de las sectas
judías en la época de Jesús, no debería caer en el error de pensar que las
mismas representaban a la mayoría de la población. De hecho, y si hemos de
creer en el testimonio de las fuentes, las mismas no pasaban de ser minorías
bien constituidas, cuyos miembros rara vez superaban algunos millares. Igual
que constituye un error de bulto identificar a los profesantes de una religión
determinada con las opiniones de la escuela teológica de moda, no lo es
menos el pensar que todos los judíos de la época de Jesús se hallaban
encuadrados en algunos de los grupos someramentedescritos en este
capítulo. Si hemos de ser sinceros, tenemos que confesar que la inmensa
mayoría quedaba fuera de los mismos. De mayor importancia incluso que las
diferentes sectas que encontraban cabida en el seno del judaísmo del
Segundo Templo fueron, sin duda, las instituciones religiosas. LAS GRANDES
INSTITUCIONES JUDÍAS Sin duda las principales fueron el Templo de
Jerusalén, el Sanhedrín y la sinagoga. Y (aunqueno sea en sí una institución)
trataremos por su valor e influencia en el pueblo judío el concepto de
esperanza mesiánica. Mientras que no todos los judíos pertenecían, como ya
vimos, a una secta (posiblemente, lo contrario sería lo cierto), estas
instituciones síafectaban la vida de, prácticamente, todo Israelentendiendo
como tal no sólo el que vivía en tierra palestina sino los más de dos tercios de
sus hijos cuyo hogar material seencontraba fuera de la misma, en lo que,
convencionalmente, recibía el nombregriego de "Diáspora" y los hebreos de
"gola" y "galut". Estas tres instituciones correrían una suertediversa. El
Templo, de importancia esencial en la época de Jesús, sería arrasado, como
ya vimos, por las tropas romanas de Tito creando con ello un dilema
espiritual a Israel. Desdeel año 70 d. de C., y salvo un intento fallido del
emperador Juliano el apóstata, no se ha pretendido ni realizado su
reconstrucción. El Sanhedrín, tal y como lo conoció Jesús, desaparecería
momentáneamente tras la catástrofedel año 70 d. de C. Sólo la sinagoga
permanecería para convertirseen foco no sólo de la vida religiosa sino
también socialde los judíos en los siglos siguientes. Hemos incluido al final de
este capítulo también un pequeño excursus sobrela esperanza mesiánica. La
misma, obviamente, no era una institución pero casi tenía valor de tal entre
los judíos. Con la excepción de los saduceos, puededecirse que todos creían
en ella, aunque su creencia no era, ni lejanamente uniforme. A esta variedad,
siquiera someramente, nos referiremos porquenos permitirá entender la
visión concreta que del mesías tuvieron Jesús y sus primeros discípulos. EL
TEMPLO Para los judíos de la época de Jesús, el Templo constituía el único
lugar dondeDios podía ser adorado de una manera correcta y verdadera. Por
supuesto, las casas y las sinagogas eran lugares de oración, pero la adoración
estricta, conformea la Ley, tenía como sede el Templo. El que conocieron
Jesús y sus discípulos era uno de los edificios mayores detodo el Imperio -
quizá el mayor fuera de la Roma imperial -y había sido iniciado por Herodes
el Grandeel año 20 a. de C., en un intento de congraciarsecon los judíos. La
obra de construcción duró décadas. Jesús no llegó a verlo terminado porque,
de hecho, los trabajos - que daban empleo a multitud de personas - sólo
concluyeron el año 64 d. de C., poco más de un lustro antes de ser destruido
por los romanos. Deárea rectangular, más ancho por el norte que por el sur,
se hallaba situado sobreel monte Moria, una colina enclavada en el lado
inferior u oriental de Jerusalén, en el lugar donde, según la tradición,
Abrahamhabía llevado a su hijo Isaac para ser sacrificado. El Templo se
hallaba rodeado de murallas con almenas pero desconocemos con precisión
donde estaban situadas las puertas que, al menos, fueron cinco. Entrando
por la puerta sur, en poniente, uno seencontraba, en primer lugar, con el
patio de los gentiles, denominado así porqueen el mismo podían estar los
no-judíos. A una altura de algo más de un metro de este patio se hallaba el
santuario. En el mismo no podía entrar los no-judíos como muestran las
fuentes antiguas. Con todo, sí tenían la posibilidad de ofrecer, mediante los
sacerdotes judíos, sus ofrendas a Dios. A este patio se accedía a través de
nueve puertas. Desplazándonos deoriente a poniente, se encontraba el patio
de las mujeres (al que podían pasar las mujeres judías pero sin traspasarlo),
el patio de Israel(dondepodía penetrar todo varón israelita con la edad
adecuada y tras purificarsedebidamente) y, separado por una balaustrada
baja, el patio de los sacerdotes. Esta última división tenía al frente el altar de
los holocaustos donde, diariamente, realizaban sus sacrificios los sacerdotes.
El Templo, en un sentido estricto, se dividía en el lugar santo (donde estaba
el altar del incienso, una mesa para el pan de las proposiciones y el
candelabro de oro con siete brazos) y el santísimo, que estaba separado del
anterior mediante una cortina ricamente bordada. En el interior no había
muebles ni, por supuesto, imágenes por cuanto el Decálogo prohíbe la
realización de las mismas y el rendirles culto (Exodo 20, 4-5) (el romano
Pompeyo cuando entró en su interior se sorprendió precisamentede lo vacío
del lugar), sólo existía una piedra grande sobrela cual el Sumo sacerdote
colocaba el incensario de oro una vez al año, el Día de la Expiación. Sólo en
ese día y sólo al Sumo sacerdote le estaba permitido entrar en el lugar. El
servicio del Templo se hallaba bajo el control único de los sacerdotes y se
realizaba diariamente. Cada mañana y cada tarde, seofrecía un holocausto
en favor del pueblo consistenteen un cordero macho de un año, sin mancha
ni defecto, acompañado por una ofrenda de comida y otra de bebida, quema
de incienso, músicay oraciones. El acceso al sacerdocio sólo estaba permitido
a los descendientes de Aarón, el hermano de Moisés, y sus genealogías se
custodiaban con esmero precisamente para evitar las intrusiones indeseadas.
Esto implicaba asimismo la existencia de unas reglas muy estrictas para
contraer matrimonio. Como ayudantes, los sacerdotes contaban con la ayuda
de los levitas que se dedicaban a tareas accesorias relacionadas con el
servicio del Templo. Como institución, el Templo se mantenía mediante un
sistema de contribuciones muy bien elaborado que iba desdelos diezmos a
tributación especial y ofrendas relacionadas con el rescate de los
primogénitos varones, etc. En tiempos de Jesús constituía un auténtico
emporio comercial. En el próximo artículo trataremos “Jesús, el Templo y las
fiestas judías”
Leer más:
http://protestantedigital.com/blogs/1552/Las_instituciones_judias_y_Jesus
70 Caras para la Tora
Si hay algo que determina la lectura e interpretación de la Biblia por los judíos es
el amor y la dedicación al estudio de la misma. La intensidad histórica con la que
los judíos hemos estudiado esta obra nunca ha disminuido. Hasta el día de hoy -y
especialmente con el estudio académico por parte de los judíos mismos- la Biblia
ha recuperado su rol central en la modernidad.
La tradición de la interpretación bíblica, es decir el intento por comprender qué
quiere decir el texto, ha sido fuente de una constante conversación (a veces en la
forma de fuertes polémicas y controversias) entre participantes que atraviesan
miles de años. En ningún momento la interpretación judía fue monolítica o
unánime. Si hay una cosa que claramente demuestra la interpretación judía de la
Biblia es la diversidad de aproximaciones y la multiplicidad de sentidos que la
Biblia misma produce en lectores distribuidos por todo el mundo viviendo en
condiciones sociales muy diferentes. La tradición misma declara que hay “70 caras
para la Tora” (Bamidbar Rabba 13:15). Esto quiere decir que el texto está abierto a
70 interpretaciones diferentes siendo 70 un número que simboliza mucha
cantidad además de integridad numérica.
En consecuencia no hay una interpretación judía oficial de la Biblia.
Características del Estudio Académico
Esta Biblia -que recomiendo comprar- se destaca por el hecho que todos los que
han contribuido con sus comentarios no intentan armonizar sus opiniones con
el fin que todo tenga una sola coherencia y manera unívoca de entender lo
que el texto sugiere. Esta diferenciación es el sello fundamental del estudio
académico que si bien no esta libre de subjetividad (¿qué cosa creada por
humanos lo está?) es lo que lo diferencia justamente de la aproximación
tradicional que posee lecturas “permitidas” y “prohibidas”. Esta última visión
“tradicional” con lecturas “válidas versus inválidas” es más tendenciosa y sucede
con otras ediciones de la Biblia como las de Artscroll. Artscroll posee ediciones
hermosas pero debemos ser siempre conscientes que es una editorial creada
justamente con el objetivo de satisfacer el mercado del judaísmo Ortodoxo con
obras que poseen comentarios sesgados que son un compendio de
interpretaciones tradicionales las cuales evitan el estudio académico aún cuando
sus editores hacen un esfuerzo enorme por cautivar al lector moderno con
comentarios que parecen pseudo académicos pero están infundados y claramente
no poseen elementos serios. Esto no quita que ciertas publicaciones
de Artscroll son bellísimas: yo rezo en casa con el Sidur de esta editorial y tengo
varios libros puesto que si bien muchas veces “salteo” los comentarios al pie de
página, la compaginación y presentación de sus libros me gusta y mucho.
Pero los editores de mi Biblia favorita no declaran poseer la única versión correcta
sino ofrecer una posibilidad más para relacionarnos con el texto. Todos estos
editores son judíos y al igual que sus antepasados están seriamente
comprometidos con el TaNaJ (la forma tradicional como llamamos a la Biblia).
Este compromiso es una continuación natural de un proceso que todos los judíos
han tenido, incluso desde el momento anterior a que los textos que hoy forman
parte de un solo libro que llamamos “Biblia” (literalmente “colección de libros”)
fueran agrupados. Estas interpretaciones sobre todos estos textos han quedado
preservadas en varias formas diferentes: traducciones tempranas al griego y
arameo, los Rollos del Mar Muerto, la literatura rabínica y los comentarios
medievales y modernos.
Los editores de esta Biblia continúan entonces con ese espíritu de interpretación
respetando dos ideas centrales
1. Ofrecer el mejor academicismo moderno de la Biblia reflejando el modo en el cual
la misma es estudiada en las Universidades. Este deseo surge desde una
profunda convicción que la aproximación académica no solo que no quebranta al
judaísmo del modo que las generaciones previas argumentaron, sino que por el
contrario lo potencia. De hecho, la Biblia misma es
tan grande, verdadera y profunda que puede tolerar y superar cualquier
aproximación. Creer que no podría hacerlo es disminuir su valor como verdad.
2. Preservar todo el abanico de interpretaciones posibles que reflejan el compromiso
judío con la Biblia por los últimos 2000 años. Esto significa que para todos estos
editores el comentario de los rabinos medievales no es considerado obsoleto o
“fuera de moda” sino incorporado y estudiando con la misma seriedad con la cual
se utilizan las herramientas modernas: contemplando en qué período histórico fue
escrito cada comentario (es decir en qué año vivió quien escribió el comentario y
cuál era el contexto social, político y religioso que lo llevó a interpretar de una
manera y no otra).
image: http://www.judiosyjudaismo.com/wp-content/uploads/2015/02/Counting-Up-The-
Oddities.png
La postura judía ante la Biblia
La esencia de la interpretación judía de esta obra está presente en el hecho que
todos los académicos que han contribuido son judíos y comparten ciertas ideas en
común:
 Ven el Tanaj como una obra completa y no como una parte de algo más o el
preludio del Nuevo Testamento. Para ellos la Biblia es el Tanaj, ni más ni menos.
 Evitan palabras como “Bibla Hebrea” ya que es una redundancia desde la
perspectiva judía: ¡los judíos no tenemos otra Biblia que la que está escrita en
hebreo! Algunos cristianos la llaman “Biblia Hebrea” como sustituto de “Antiguo
Testamento” para distinguir a la Biblia de las traducciones griegas o del “Nuevo
Testamento”.
 Se toman muy en serio el texto tradicional masorético.
 Utilizan solo los comentarios rabínicos como parte de la interpretación
posicionándose así en el continuo más amplio de la exégesis judía
 Explican cuando un pasaje bíblico ha influenciado una práctica judía y cómo cierta
interpretación ha construido el sentido con el cual educamos en la comunidad
judía
Cómo leer la Biblia
Así como no hay una sola interpretación autorizada, tampoco hay una sola
traducción posible de la Biblia. De hecho, las traducciones han sido siempre
menos importantes para los judíos que los cristianos porque las lecturas litúrgicas
judías de la Biblia (incluso hasta el día de hoy) han sido siempre en el Hebreo
original, un lenguaje que hasta hace unos siglos la mayoría de los judíos si bien no
eran expertos en su gramática, al menos comprendían. Para los judíos la Biblia
oficial es la versión del texto masorético; nunca ha sido reemplazado por alguna
otra traducción oficial (como sucede por ejemplo con la Vulgata, la traducción
oficial de la Iglesia Católica). De todos modos, como desde el período postbíblico
muchos judíos ya no entendían el hebreo antiguo de la Biblia (para muchos ya en
su propio contexto el hebreo era un idioma que no se utilizaba cotidianamente ni
se entendía), comenzaron a surgir las primeras traducciones hechas por judíos
para judíos.
Finalmente, uno de los desafíos más grandes al leer la Biblia de principio a fin es
que, a pesar que parecería contener una historia que se desarrolla en forma
cronológica, no hay una sola manera de leer esta obra en su totalidad. La
Biblia es una colección de libros muy diferentes que fueron puestos todos juntos
en uno solo por un grupo de editores quienes decidieron qué entraba y que no
entraría. Esto se refleja ya en los diferentes órdenes que han sobrevivido en los
manuscritos judíos y en los textos rabínicos. Hasta el día de hoy muchos prefieren
leer material acerca de la Biblia antes de lidiar con el texto en si mismo. Para
muchos judíos de ayer y hoy es más simple que alguien les lea y les interprete la
Biblia en lugar de sentarse ellos mismos a intentar descifrar el significado por
cuenta propia. En ese sentido mi Biblia favorita es maravillosa: posee ensayos
sobre la historia de la interpretación judía, las traducciones judías, midrashim, el
lugar de la Biblia en el pensamiento filosófico judío, el místico y en las tradiciones
litúrgicas (cómo se utiliza la Biblia en el rezo y dentro del Sidur).
Aunque no trabajo para la editorial Jewish Publication Society que realizó esta
espectacular versión de la Biblia, solo quiero nuevamente recomendar que
adquieran una copia (¡si es que leen inglés!) porque voy a ir compartiendo mucho
de lo que allí se encuentra. Es en este sentido que esta publicación persigue una
doble finalidad: explicarles qué significa y distingue la aproximación académica de
otras lecturas; y poder simplemente enlazar de ahora en adelante a esta misma
publicación cada vez que siga utilizando mi Biblia favorita.
Me gustaría saber, ¿qué Biblia utilizan ustedes?9
Las fiestas judías El contexto religioso de los Evangelios (XI) Acostumbrado a las
definiciones dogmáticas que caracterizan a las religiones que conoce, más o
menos superficialmente, el hombre de nuestro tiempo difícilmente puede hacerse
una idea de la enorme flexibilidad doctrinal que caracterizaba al judaísmo que
antecedió la época de Jesús y que existió, al menos, hasta la destrucción del
Templo en el año 70 d. de C. Salvo la creencia en un Dios único que se había LA
VOZ AUTOR César Vidal Manzanares 10 DE FEBRERO DE 2006 Hemos tratado
ya las diferentes escuelas religiosas (o sectas) judías para examinar lo que tenían
de distintivo y en qué medida se podían relacionar con el movimiento originado en
Jesús de Nazaret. Así, tras haber comenzado por los escribas, fariseos y
saduceos (que aparecen en las páginas del Nuevo Testamento) vimos a los
esenios y la secta de Qumrán, para pasar luego a los zelotes. Cuando uno
concluye el examen de las sectas judías en la época de Jesús, no debería caer en
el error de pensar que las mismas representaban a la mayoría de la población. De
hecho, y si hemos de creer en el testimonio de las fuentes, las mismas no
pasaban de ser minorías bien constituidas, cuyos miembros rara vez superaban
algunos millares. Igual que constituye un error de bulto identificar a los profesantes
de una religión determinada con las opiniones de la escuela teológica de moda, no
lo es menos el pensar que todos los judíos de la época de Jesús se hallaban
encuadrados en algunos de los grupos someramente descritos en este capítulo. Si
hemos de ser sinceros, tenemos que confesar que la inmensa mayoría quedaba
fuera de los mismos. De mayor importancia incluso que las diferentes sectas que
encontraban cabida en el seno del judaísmo del Segundo Templo fueron, sin
duda, las instituciones religiosas. LAS GRANDES INSTITUCIONES JUDÍAS Sin
duda las principales fueron el Templo de Jerusalén, el Sanhedrín y la sinagoga. Y
(aunque no sea en sí una institución) trataremos por su valor e influencia en el
pueblo judío el concepto de esperanza mesiánica. Mientras que no todos los
judíos pertenecían, como ya vimos, a una secta (posiblemente, lo contrario sería lo
cierto), estas instituciones sí afectaban la vida de, prácticamente, todo Israel
entendiendo como tal no sólo el que vivía en tierra palestina sino los más de dos
tercios de sus hijos cuyo hogar material se encontraba fuera de la misma, en lo
que, convencionalmente, recibía el nombre griego de "Diáspora" y los hebreos de
"gola" y "galut". Estas tres instituciones correrían una suerte diversa. El Templo,
de importancia esencial en la época de Jesús, sería arrasado, como ya vimos, por
las tropas romanas de Tito creando con ello un dilema espiritual a Israel. Desde el
año 70 d. de C., y salvo un intento fallido del emperador Juliano el apóstata, no se
ha pretendido ni realizado su reconstrucción. El Sanhedrín, tal y como lo conoció
Jesús, desaparecería momentáneamente tras la catástrofe del año 70 d. de C.
Sólo la sinagoga permanecería para convertirse en foco no sólo de la vida
religiosa sino también social de los judíos en los siglos siguientes. Hemos incluido
al final de este capítulo también un pequeño excursus sobre la esperanza
mesiánica. La misma, obviamente, no era una institución pero casi tenía valor de
tal entre los judíos. Con la excepción de los saduceos, puede decirse que todos
creían en ella, aunque su creencia no era, ni lejanamente uniforme. A esta
variedad, siquiera someramente, nos referiremos porque nos permitirá entender la
visión concreta que del Mesías tuvieron Jesús y sus primeros discípulos. EL
TEMPLO Y LAS FIESTAS JUDÍAS Seis eran las fiestas que los judíos celebraban
de manera especial en la época de Jesús. La primera del año era la de Purim
(suertes) celebrada en torno a nuestro primero de marzo en conmemoración de la
liberación de los judíos de manos de Hamán, según narra el libro bíblico de
Esther. La segunda era la Pascua celebrada el 14 de Nisán (cerca de nuestro
inicio de abril) en memoria de la liberación de los israelitas de la esclavitud de
Egipto. Su importancia era tal que los romanos solían liberar un preso en esa
fecha, de acuerdo a la voluntad del pueblo. A continuación de la Pascua, y en
asociación con ella, tenía lugar la Fiesta de los Panes sin levadura durante siete
días. En tercer lugar, los judíos celebraban la festividad de Pentecostés que tenía
lugar cincuenta días después de Pascua, cerca del final de mayo. Se
conmemoraba en ella la entrega de la Ley a Moisés, así como la siega del grano
del que se ofrecían en el Templo dos de los llamados "panes de agua". A
continuación nos encontramos con el Día de la Expiación que, en realidad,
consistía más en un ayuno que en una fiesta. Era el único día, como ya vimos, en
que el Sumo sacerdote podía entrar en el Santísimo para ofrecer incienso y rociar
la sangre de los sacrificios. Tras realizar estos actos, se soltaba un macho cabrío
al desierto que llevaba, simbólicamente, la culpa de la nación, y se sacaban fuera
de la ciudad los restos de los animales sacrificados en holocaustos. Durante el día
se ayunaba y oraba de manera especialmente solemne. Cinco días después tenía
lugar la fiesta de los Tabernáculos o Cabañas, cercana a nuestro primero de
octubre. Se conmemoraba con ella la protección de Dios sobre Israel mientras
vagó por el desierto a la salida de Egipto y servía asimismo para dar gracias a
Dios por las bendiciones recibidas durante el año. Durante esta festividad, era
costumbre que la gente viviera en cabañas improvisadas, y situadas a no más de
una jornada de sábado de Jerusalén, en recuerdo de la experiencia pasada de
Israel. Los dos actos religiosos principales eran el derramamiento de una libación
de agua, realizada por un sacerdote usando una jarra de oro con agua del
Estanque de Siloé, y la iluminación del Templo mediante cuatro enormes lámparas
que se situaban en el patio de las mujeres. Finalmente, nos encontramos con la
Fiesta de la Dedicación (a mediados de nuestro diciembre, aproximadamente) que
conmemoraba la restauración y rededicación del Templo realizada por Judas
Macabeo. Durante esta fiesta era común leer los libros I y II de los Macabeos. Sólo
comprendiendo la importancia del Templo podemos entender algunos de los datos
que nos han llegado en el Nuevo Testamento y en otras fuentes. El primero es la
aversión existente entre los judíos y los samaritanos. Estos, a los que no nos
referiremos en esta obra por tener una importancia muy tangencial, pretendían ser
seguidores de Moisés y consideraban el Pentateuco como revelación divina, con
algunas variantes textuales. Esperaban a una especie de mesías conocido como
"taheb", pero adoraban a Dios en otro santuario situado sobre el monte Gerizim.
Aquel estado de cosas era más que suficiente para indisponer entre si a ambos
pueblos. Los judíos ni siquiera osaban pasar por Samaria en sus viajes a
Jerusalén y los samaritanos no perdían ocasión, como pudimos ver en parte al
estudiar el contexto histórico, para hostigarlos. JESÚS Y EL TEMPLO Mayor
trascendencia aún tiene la actitud de Jesús y de sus discípulos hacia el Templo.
Aunque tanto el uno como los otros participaron en sus actos principales, no
dejaron de anunciar que los días del mismo estaban contados. Tanto en Q como
en los Cuatro Evangelios, Jesús anuncia que el Templo sería arrasado y es sabido
que, una vez que tal hecho se produjo, los cristianos lo aprovecharon como
argumento apologético contra los judíos. No sólo eso. Si aceptamos como
históricas las tradiciones contenidas en el Evangelio de Juan sobre las visitas de
Jesús a Jerusalén podemos ver que éste tendió a presentarse como una
alternativa sustitutoria de las festividades judías. No es de extrañar que en su
proceso una de las acusaciones fuera la de amenazar con destruir el Templo, que
constituía una tergiversación de sus enemigos, sin duda, pero con un poso
referencial, y tampoco debería sorprendernos que el primer mártir cristiano,
Esteban, fuera linchado bajo la misma acusación (Hechos 7). Cuando se produjo
la destrucción del Templo, si para el judaísmo significó una tremenda desolación
además de un conjunto de problemas teológicos (vg: ¿cómo expiar los pecados si
ya no existía donde?), para los primeros cristianos no fue sino una confirmación de
su fe.
Leer más: http://protestantedigital.com/blogs/1553/Las_fiestas_judias

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  • 1. Pentateuco razones Escribió Moisés la Torah? Si algo nos muestran la Historia y la arqueología es que la Torah pudo ser perfectamente obra de Moisés –que, previsiblemente, utilizó fuentes anteriores- pero que muy difícilmente podría pertenecer a un período posterior. LA VOZ AUTOR César Vidal 29 DE ENERO DE 2015 20:00 h La Torah, tal y como nos ha llegado, constituyeun conjunto de cinco libros - Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio - atribuidos en bloque a Moisés. A efectos de su análisis como escrito que cambió la Historia semejante circunstancia es suficiente en la medida en que ésa es la forma final en que la conocemos. No obstante, no resulta del todo ocioso dedicar unas líneas a la denominada hipótesis documentaria siquiera porquees común encontrar a tan trasnochada teoría en la práctica totalidad de las ediciones católicas de la Biblia y en algunas protestantes. La creencia en que los cinco libros de la Torah se debieron a la redacción de Moisés semantuvo inalterable hasta finales del s. XIX. Las razones fundamentales para sustentar este punto de vista eran que así lo indica el propio texto, que así se había transmitido por generaciones y que ninguno de los manuscritos de la Torah con que se contaba indicaba ni siquiera de manera indirecta que en su redacción hubieran participado más autores o que el texto final fuera un ensamblado de distintas obras. Obviamente, algunos versículos como los últimos de Deuteronomio dondese hace referencia a la muerte de Moisés se atribuían a un redactor posterior, pero en conjunto la Torah seguía considerándosemosaica. Como además tanto Jesús, como los apóstoles o los rabinos del Talmud sostuvieron sin sombra de duda esa misma idea tanto cristianos como judíos no vieron razones para discutirla. LA HIPÓTESIS DOCUMENTARIA Estepunto de vista comenzó a verseseriamente cuestionado cuando en la última década del s. XIX Julius Wellhausen sostuvo que, en realidad, la Torah había experimentado una redacción muy dilatada en el tiempo y que sedebía a varios autores que, por supuesto, no se podían identificar con Moisés. De acuerdo con la teoría de Wellhausen, el texto de la Torah no era sino la fusión de varias tradiciones cuya existencia independiente quedaba demostrada fundamentalmente por tres razones. La
  • 2. primera era que la escritura no existía en la época de Moisés y, por lo tanto, él no podía haber redactado el texto de la Torah; la segunda que el texto contenía repeticiones o dobletes de episodios que hacían pensar en textos procedentes de tradiciones distintas, pero reunidas en la redacción última de la Torah y la tercera, que Dios era llamado con diversos nombres en el texto lo que indicaría diferentes obras. Partiendo de esta última base Wellhausen estableció la existencia de una serie de documentos a los que denominó J, E, D y P según que el nombre utilizado fuera Yahveh (J), Elohim (E), perteneciendo las iniciales D y P a unos supuestos documentos deuteronomista y sacerdotal. Por lo que se refiere a la datación, los documentos se extenderían desde el año 1000 a. de C., en la época de David al s. V a. de C., ya al regreso del Exilio en Babilonia. La hipótesis documentaria encajaba a la perfección con una visión de la Historia de las religiones que partía de una concepción evolutiva en virtud de la cual el ser humano habría ido pasando por diversos estadios de su desarrollo espiritual y, por lo tanto, resultaba inaceptable una formulación tan primitiva de la fe monoteísta. Asimismo resultaba atrayente por su insistencia en determinar la datación de una obra partiendo no de criterios históricos y arqueológicos sino filológicos. Ambos aspectos pesaron mucho en su aceptación inicial y posterior. DIFÍCILMENTEACEPTABLEDebedecirse, sin embargo, que actualmente, desde el punto de vista de la investigación histórica, la hipótesis documentaria es muy difícilmente aceptable precisamente por sus prejuicios metodológicos y su carencia de basehistoriográfica. Para empezar, ni siquiera los partidarios de la hipótesis coinciden a la hora de delimitar el contenido de cada uno de los supuestos documentos delos que no tenemos la menor prueba textual. Aunque existe un acuerdo sobrela existencia de los supuestos documentos, lo cierto es que su contenido concreto es objeto de una controversia no pocas veces encarnizada. C. A. Simpson, por ejemplo, habla de J1 y J2 en lugar de sólo J ; R. H. Pfeiffer añade a los documentos de Wellhausen otro al que denomina S y atribuye relación con Edom ; O. Eissfeldt incluye una fuente L o laíca, etc. Sin embargo, lo más importante no es la inconsistencia de la propia exposición de la hipótesis documentaria sino las sólidas evidencias en su contra. Así, para empezar, la evidencia
  • 3. arqueológicae históricaes rotundamente contraria a las conclusiones de Wellhausen y sus seguidores expresadas en una época en que la arqueología estaba en mantillas. Los ejemplos al respecto son numerosos. Elinterés por el monoteísmo en el Oriente próximo en una época cercana a la fecha tradicional de redacción de la Torah, la estructura de pacto contenida en Deuteronomio o la evidencia arqueológica del período -que, por ejemplo, desmiente rotundamente la afirmación de Wellhausen de la inexistencia de escritura en la época de Moisés aportando testimonios como los de Ugarit, las inscripciones del monte Sinaí o el calendario de Gezer- apuntan claramente a un contexto histórico y cronológico mosaico, pero resultarían absurdos en una época situada casi un milenio después como pretende la hipótesis documentaria. Por otra parte, incluso las características de los relatos previos al período de Moisés como son los asignados a la época de los patriarcas aparecen muy bien atestiguados en fuentes como las tablillas de Mari (c. 1700 a. de C.) o las leyes de Nuzi (c. 1500 a. de C.). Si algo nos muestran por lo tanto la Historia y la arqueología es que la Torah pudo ser perfectamente obra de Moisés –que, previsiblemente, utilizó fuentes anteriores- pero que muy difícilmente podría pertenecer a un período posterior. En segundo lugar, los supuestos dobletes de la Torah no pasan, por regla general, de ser episodios distintos referidos a personajes diferentes y no repeticiones del mismo relato. A nadie en su sano juicio se le ocurriría pensar que si un españolque viviera en 1936 dijera que su padre y su abuelo habían vivido una guerra civil se trataba de un doblete. Lamentablemente, así habría sido en relación con las guerras carlistas. Tampoco nadie podría decir que si ahora un español afirma haber vivido una crisis económica es sólo un doblete de la que pudo vivir su padreen los años cuarenta-cincuenta. Ambas crisis –por no hablar de las intermedias– son reales y no dobletes. De la misma manera, el empleo de los diversos nombres divinos en la Torah se debe no a una pluralidad de autores sino a un contenido específico de cada uno de esos nombres es algo que aparece expresamente contemplado en los comentarios judíos. De hecho, ya en el s. XII Yehudáh ha-Levíescribió un libro titulado Cosrien el que explicaba la etimología de los distintos nombres divinos. En el s. XX, ha sido Umberto Cassuto el que ha vuelto a retomar
  • 4. magistralmente esta cuestión dejando de manifiesto que la pluralidad de nombres divinos puede indicar muchas cosas pero no, desde luego, una diversidad de autores. En ese sentido, no deja de ser significativo que, por ejemplo, en los últimos años se hayan multiplicado los libros de historiadores que sostienen la imposibilidad de la hipótesis documentaria especialmente en relación con el primer libro de la Torah, el Génesis. Rolf Rendtorff, por ejemplo, ha indicado que la asignación de palabras y expresiones hebreas a documentos concretos se colapsa cuando se realiza una investigación seria y, a la vez, señala que la noción de teología específica de estos documentos es “ilusoria”. Thomas L. Thompson, por su parte, ha repudiado igualmente la hipótesis documentaria señalando que la redacción de la Torah es prácticamente contemporánea con los episodios que relata. Incluso John Van Seters –a pesar de que mantiene la creencia en algunos documentos- ha afirmado que la hipótesis documentaria deber ser “contemplada ampliamente como obsoleta”. Finalmente, Duane Garrett en uno de los estudios más inteligentes sobrela redacción del Génesis escritos en la última década del s. XX niega la hipótesis documentaria y sitúa la redacción del libro en los días de Moisés. Fue Cassuto el que señaló que la hipótesis documentaria no se apoyaba en pilares caracterizados por la debilidad por la sencilla razón de que ni siquiera tenía esos pilares. En buena medida, puede afirmarseque la defensa actual de la hipótesis documentaria descansa fundamentalmente en la pereza que caracteriza a ciertos segmentos del mundo académico para actualizar lo que aprendieron décadas antes. Cyrus Gordon, al final de un artículo dedicado al estudio de la hipótesis documentaria, ha relatado una anécdota bien iluminadora al respecto: “Un profesor dela Biblia en una universidad de vanguardia me pidió en cierta ocasión que le diera los hechos reales acerca de JEPD. Esencialmente le dije lo mismo que he escrito aquí. Me contestó entonces: lo que me ha dicho me ha convencido, pero seguiré enseñando el antiguo sistema. Cuando le pregunté el por qué me respondió: porquelo que usted me ha contado implica que tendría que desaprender y además volver a estudiar y reflexionar. Me resulta más fácil continuar con el sistema aceptado de la Alta Crítica para el que contamos con libros de texto”. Lamentablemente, el caso
  • 5. del interlocutor de Gordon es bastante más común en los claustros universitarios y en los seminarios de lo que sería deseable. Leer más: http://protestantedigital.com/blogs/35139/Escribio_Moises_la_Torah Las instituciones judías y Jesús El contexto religioso de los Evangelios (X) Acostumbrado a las definiciones dogmáticas que caracterizan a las religiones que conoce, más o menos superficialmente, el hombre de nuestro tiempo difícilmente puede hacerseuna idea de la enorme flexibilidad doctrinal que caracterizaba al judaísmo que antecedió la época de Jesús y que existió, al menos, hasta la destrucción del Templo en el año 70 d. de C. Salvo la creencia en un Dios único que se había r LA VOZ AUTORCésar Vidal Manzanares 03 DE FEBRERO DE 2006 Hemos tratado ya las diferentes escuelas religiosas (o sectas) judías para examinar lo que tenían de distintivo y en qué medida se podían relacionar con el movimiento originado en Jesús de Nazaret. Así, tras haber comenzado por los escribas, fariseos y saduceos (queaparecen en las páginas del Nuevo Testamento) vimos a los esenios y la secta de Qumrán, para pasar luego a los zelotes. Cuando uno concluyeel examen de las sectas judías en la época de Jesús, no debería caer en el error de pensar que las mismas representaban a la mayoría de la población. De hecho, y si hemos de creer en el testimonio de las fuentes, las mismas no pasaban de ser minorías bien constituidas, cuyos miembros rara vez superaban algunos millares. Igual que constituye un error de bulto identificar a los profesantes de una religión determinada con las opiniones de la escuela teológica de moda, no lo es menos el pensar que todos los judíos de la época de Jesús se hallaban encuadrados en algunos de los grupos someramentedescritos en este capítulo. Si hemos de ser sinceros, tenemos que confesar que la inmensa mayoría quedaba fuera de los mismos. De mayor importancia incluso que las diferentes sectas que encontraban cabida en el seno del judaísmo del Segundo Templo fueron, sin duda, las instituciones religiosas. LAS GRANDES INSTITUCIONES JUDÍAS Sin duda las principales fueron el Templo de Jerusalén, el Sanhedrín y la sinagoga. Y (aunqueno sea en sí una institución) trataremos por su valor e influencia en el pueblo judío el concepto de
  • 6. esperanza mesiánica. Mientras que no todos los judíos pertenecían, como ya vimos, a una secta (posiblemente, lo contrario sería lo cierto), estas instituciones síafectaban la vida de, prácticamente, todo Israelentendiendo como tal no sólo el que vivía en tierra palestina sino los más de dos tercios de sus hijos cuyo hogar material seencontraba fuera de la misma, en lo que, convencionalmente, recibía el nombregriego de "Diáspora" y los hebreos de "gola" y "galut". Estas tres instituciones correrían una suertediversa. El Templo, de importancia esencial en la época de Jesús, sería arrasado, como ya vimos, por las tropas romanas de Tito creando con ello un dilema espiritual a Israel. Desdeel año 70 d. de C., y salvo un intento fallido del emperador Juliano el apóstata, no se ha pretendido ni realizado su reconstrucción. El Sanhedrín, tal y como lo conoció Jesús, desaparecería momentáneamente tras la catástrofedel año 70 d. de C. Sólo la sinagoga permanecería para convertirseen foco no sólo de la vida religiosa sino también socialde los judíos en los siglos siguientes. Hemos incluido al final de este capítulo también un pequeño excursus sobrela esperanza mesiánica. La misma, obviamente, no era una institución pero casi tenía valor de tal entre los judíos. Con la excepción de los saduceos, puededecirse que todos creían en ella, aunque su creencia no era, ni lejanamente uniforme. A esta variedad, siquiera someramente, nos referiremos porquenos permitirá entender la visión concreta que del mesías tuvieron Jesús y sus primeros discípulos. EL TEMPLO Para los judíos de la época de Jesús, el Templo constituía el único lugar dondeDios podía ser adorado de una manera correcta y verdadera. Por supuesto, las casas y las sinagogas eran lugares de oración, pero la adoración estricta, conformea la Ley, tenía como sede el Templo. El que conocieron Jesús y sus discípulos era uno de los edificios mayores detodo el Imperio - quizá el mayor fuera de la Roma imperial -y había sido iniciado por Herodes el Grandeel año 20 a. de C., en un intento de congraciarsecon los judíos. La obra de construcción duró décadas. Jesús no llegó a verlo terminado porque, de hecho, los trabajos - que daban empleo a multitud de personas - sólo concluyeron el año 64 d. de C., poco más de un lustro antes de ser destruido por los romanos. Deárea rectangular, más ancho por el norte que por el sur, se hallaba situado sobreel monte Moria, una colina enclavada en el lado
  • 7. inferior u oriental de Jerusalén, en el lugar donde, según la tradición, Abrahamhabía llevado a su hijo Isaac para ser sacrificado. El Templo se hallaba rodeado de murallas con almenas pero desconocemos con precisión donde estaban situadas las puertas que, al menos, fueron cinco. Entrando por la puerta sur, en poniente, uno seencontraba, en primer lugar, con el patio de los gentiles, denominado así porqueen el mismo podían estar los no-judíos. A una altura de algo más de un metro de este patio se hallaba el santuario. En el mismo no podía entrar los no-judíos como muestran las fuentes antiguas. Con todo, sí tenían la posibilidad de ofrecer, mediante los sacerdotes judíos, sus ofrendas a Dios. A este patio se accedía a través de nueve puertas. Desplazándonos deoriente a poniente, se encontraba el patio de las mujeres (al que podían pasar las mujeres judías pero sin traspasarlo), el patio de Israel(dondepodía penetrar todo varón israelita con la edad adecuada y tras purificarsedebidamente) y, separado por una balaustrada baja, el patio de los sacerdotes. Esta última división tenía al frente el altar de los holocaustos donde, diariamente, realizaban sus sacrificios los sacerdotes. El Templo, en un sentido estricto, se dividía en el lugar santo (donde estaba el altar del incienso, una mesa para el pan de las proposiciones y el candelabro de oro con siete brazos) y el santísimo, que estaba separado del anterior mediante una cortina ricamente bordada. En el interior no había muebles ni, por supuesto, imágenes por cuanto el Decálogo prohíbe la realización de las mismas y el rendirles culto (Exodo 20, 4-5) (el romano Pompeyo cuando entró en su interior se sorprendió precisamentede lo vacío del lugar), sólo existía una piedra grande sobrela cual el Sumo sacerdote colocaba el incensario de oro una vez al año, el Día de la Expiación. Sólo en ese día y sólo al Sumo sacerdote le estaba permitido entrar en el lugar. El servicio del Templo se hallaba bajo el control único de los sacerdotes y se realizaba diariamente. Cada mañana y cada tarde, seofrecía un holocausto en favor del pueblo consistenteen un cordero macho de un año, sin mancha ni defecto, acompañado por una ofrenda de comida y otra de bebida, quema de incienso, músicay oraciones. El acceso al sacerdocio sólo estaba permitido a los descendientes de Aarón, el hermano de Moisés, y sus genealogías se custodiaban con esmero precisamente para evitar las intrusiones indeseadas.
  • 8. Esto implicaba asimismo la existencia de unas reglas muy estrictas para contraer matrimonio. Como ayudantes, los sacerdotes contaban con la ayuda de los levitas que se dedicaban a tareas accesorias relacionadas con el servicio del Templo. Como institución, el Templo se mantenía mediante un sistema de contribuciones muy bien elaborado que iba desdelos diezmos a tributación especial y ofrendas relacionadas con el rescate de los primogénitos varones, etc. En tiempos de Jesús constituía un auténtico emporio comercial. En el próximo artículo trataremos “Jesús, el Templo y las fiestas judías” Leer más: http://protestantedigital.com/blogs/1552/Las_instituciones_judias_y_Jesus 70 Caras para la Tora Si hay algo que determina la lectura e interpretación de la Biblia por los judíos es el amor y la dedicación al estudio de la misma. La intensidad histórica con la que los judíos hemos estudiado esta obra nunca ha disminuido. Hasta el día de hoy -y especialmente con el estudio académico por parte de los judíos mismos- la Biblia ha recuperado su rol central en la modernidad. La tradición de la interpretación bíblica, es decir el intento por comprender qué quiere decir el texto, ha sido fuente de una constante conversación (a veces en la forma de fuertes polémicas y controversias) entre participantes que atraviesan miles de años. En ningún momento la interpretación judía fue monolítica o unánime. Si hay una cosa que claramente demuestra la interpretación judía de la Biblia es la diversidad de aproximaciones y la multiplicidad de sentidos que la Biblia misma produce en lectores distribuidos por todo el mundo viviendo en condiciones sociales muy diferentes. La tradición misma declara que hay “70 caras para la Tora” (Bamidbar Rabba 13:15). Esto quiere decir que el texto está abierto a 70 interpretaciones diferentes siendo 70 un número que simboliza mucha cantidad además de integridad numérica. En consecuencia no hay una interpretación judía oficial de la Biblia. Características del Estudio Académico
  • 9. Esta Biblia -que recomiendo comprar- se destaca por el hecho que todos los que han contribuido con sus comentarios no intentan armonizar sus opiniones con el fin que todo tenga una sola coherencia y manera unívoca de entender lo que el texto sugiere. Esta diferenciación es el sello fundamental del estudio académico que si bien no esta libre de subjetividad (¿qué cosa creada por humanos lo está?) es lo que lo diferencia justamente de la aproximación tradicional que posee lecturas “permitidas” y “prohibidas”. Esta última visión “tradicional” con lecturas “válidas versus inválidas” es más tendenciosa y sucede con otras ediciones de la Biblia como las de Artscroll. Artscroll posee ediciones hermosas pero debemos ser siempre conscientes que es una editorial creada justamente con el objetivo de satisfacer el mercado del judaísmo Ortodoxo con obras que poseen comentarios sesgados que son un compendio de interpretaciones tradicionales las cuales evitan el estudio académico aún cuando sus editores hacen un esfuerzo enorme por cautivar al lector moderno con comentarios que parecen pseudo académicos pero están infundados y claramente no poseen elementos serios. Esto no quita que ciertas publicaciones de Artscroll son bellísimas: yo rezo en casa con el Sidur de esta editorial y tengo varios libros puesto que si bien muchas veces “salteo” los comentarios al pie de página, la compaginación y presentación de sus libros me gusta y mucho. Pero los editores de mi Biblia favorita no declaran poseer la única versión correcta sino ofrecer una posibilidad más para relacionarnos con el texto. Todos estos editores son judíos y al igual que sus antepasados están seriamente comprometidos con el TaNaJ (la forma tradicional como llamamos a la Biblia). Este compromiso es una continuación natural de un proceso que todos los judíos han tenido, incluso desde el momento anterior a que los textos que hoy forman parte de un solo libro que llamamos “Biblia” (literalmente “colección de libros”) fueran agrupados. Estas interpretaciones sobre todos estos textos han quedado preservadas en varias formas diferentes: traducciones tempranas al griego y arameo, los Rollos del Mar Muerto, la literatura rabínica y los comentarios medievales y modernos. Los editores de esta Biblia continúan entonces con ese espíritu de interpretación respetando dos ideas centrales 1. Ofrecer el mejor academicismo moderno de la Biblia reflejando el modo en el cual la misma es estudiada en las Universidades. Este deseo surge desde una profunda convicción que la aproximación académica no solo que no quebranta al judaísmo del modo que las generaciones previas argumentaron, sino que por el contrario lo potencia. De hecho, la Biblia misma es tan grande, verdadera y profunda que puede tolerar y superar cualquier aproximación. Creer que no podría hacerlo es disminuir su valor como verdad. 2. Preservar todo el abanico de interpretaciones posibles que reflejan el compromiso judío con la Biblia por los últimos 2000 años. Esto significa que para todos estos editores el comentario de los rabinos medievales no es considerado obsoleto o “fuera de moda” sino incorporado y estudiando con la misma seriedad con la cual se utilizan las herramientas modernas: contemplando en qué período histórico fue
  • 10. escrito cada comentario (es decir en qué año vivió quien escribió el comentario y cuál era el contexto social, político y religioso que lo llevó a interpretar de una manera y no otra). image: http://www.judiosyjudaismo.com/wp-content/uploads/2015/02/Counting-Up-The- Oddities.png La postura judía ante la Biblia
  • 11. La esencia de la interpretación judía de esta obra está presente en el hecho que todos los académicos que han contribuido son judíos y comparten ciertas ideas en común:  Ven el Tanaj como una obra completa y no como una parte de algo más o el preludio del Nuevo Testamento. Para ellos la Biblia es el Tanaj, ni más ni menos.  Evitan palabras como “Bibla Hebrea” ya que es una redundancia desde la perspectiva judía: ¡los judíos no tenemos otra Biblia que la que está escrita en hebreo! Algunos cristianos la llaman “Biblia Hebrea” como sustituto de “Antiguo Testamento” para distinguir a la Biblia de las traducciones griegas o del “Nuevo Testamento”.  Se toman muy en serio el texto tradicional masorético.  Utilizan solo los comentarios rabínicos como parte de la interpretación posicionándose así en el continuo más amplio de la exégesis judía  Explican cuando un pasaje bíblico ha influenciado una práctica judía y cómo cierta interpretación ha construido el sentido con el cual educamos en la comunidad judía Cómo leer la Biblia Así como no hay una sola interpretación autorizada, tampoco hay una sola traducción posible de la Biblia. De hecho, las traducciones han sido siempre menos importantes para los judíos que los cristianos porque las lecturas litúrgicas judías de la Biblia (incluso hasta el día de hoy) han sido siempre en el Hebreo original, un lenguaje que hasta hace unos siglos la mayoría de los judíos si bien no eran expertos en su gramática, al menos comprendían. Para los judíos la Biblia oficial es la versión del texto masorético; nunca ha sido reemplazado por alguna otra traducción oficial (como sucede por ejemplo con la Vulgata, la traducción oficial de la Iglesia Católica). De todos modos, como desde el período postbíblico muchos judíos ya no entendían el hebreo antiguo de la Biblia (para muchos ya en su propio contexto el hebreo era un idioma que no se utilizaba cotidianamente ni se entendía), comenzaron a surgir las primeras traducciones hechas por judíos para judíos. Finalmente, uno de los desafíos más grandes al leer la Biblia de principio a fin es que, a pesar que parecería contener una historia que se desarrolla en forma cronológica, no hay una sola manera de leer esta obra en su totalidad. La Biblia es una colección de libros muy diferentes que fueron puestos todos juntos en uno solo por un grupo de editores quienes decidieron qué entraba y que no entraría. Esto se refleja ya en los diferentes órdenes que han sobrevivido en los manuscritos judíos y en los textos rabínicos. Hasta el día de hoy muchos prefieren leer material acerca de la Biblia antes de lidiar con el texto en si mismo. Para
  • 12. muchos judíos de ayer y hoy es más simple que alguien les lea y les interprete la Biblia en lugar de sentarse ellos mismos a intentar descifrar el significado por cuenta propia. En ese sentido mi Biblia favorita es maravillosa: posee ensayos sobre la historia de la interpretación judía, las traducciones judías, midrashim, el lugar de la Biblia en el pensamiento filosófico judío, el místico y en las tradiciones litúrgicas (cómo se utiliza la Biblia en el rezo y dentro del Sidur). Aunque no trabajo para la editorial Jewish Publication Society que realizó esta espectacular versión de la Biblia, solo quiero nuevamente recomendar que adquieran una copia (¡si es que leen inglés!) porque voy a ir compartiendo mucho de lo que allí se encuentra. Es en este sentido que esta publicación persigue una doble finalidad: explicarles qué significa y distingue la aproximación académica de otras lecturas; y poder simplemente enlazar de ahora en adelante a esta misma publicación cada vez que siga utilizando mi Biblia favorita. Me gustaría saber, ¿qué Biblia utilizan ustedes?9 Las fiestas judías El contexto religioso de los Evangelios (XI) Acostumbrado a las definiciones dogmáticas que caracterizan a las religiones que conoce, más o menos superficialmente, el hombre de nuestro tiempo difícilmente puede hacerse una idea de la enorme flexibilidad doctrinal que caracterizaba al judaísmo que antecedió la época de Jesús y que existió, al menos, hasta la destrucción del Templo en el año 70 d. de C. Salvo la creencia en un Dios único que se había LA VOZ AUTOR César Vidal Manzanares 10 DE FEBRERO DE 2006 Hemos tratado ya las diferentes escuelas religiosas (o sectas) judías para examinar lo que tenían de distintivo y en qué medida se podían relacionar con el movimiento originado en Jesús de Nazaret. Así, tras haber comenzado por los escribas, fariseos y saduceos (que aparecen en las páginas del Nuevo Testamento) vimos a los esenios y la secta de Qumrán, para pasar luego a los zelotes. Cuando uno concluye el examen de las sectas judías en la época de Jesús, no debería caer en el error de pensar que las mismas representaban a la mayoría de la población. De hecho, y si hemos de creer en el testimonio de las fuentes, las mismas no pasaban de ser minorías bien constituidas, cuyos miembros rara vez superaban algunos millares. Igual que constituye un error de bulto identificar a los profesantes de una religión determinada con las opiniones de la escuela teológica de moda, no lo es menos el pensar que todos los judíos de la época de Jesús se hallaban encuadrados en algunos de los grupos someramente descritos en este capítulo. Si hemos de ser sinceros, tenemos que confesar que la inmensa mayoría quedaba fuera de los mismos. De mayor importancia incluso que las diferentes sectas que encontraban cabida en el seno del judaísmo del Segundo Templo fueron, sin duda, las instituciones religiosas. LAS GRANDES INSTITUCIONES JUDÍAS Sin duda las principales fueron el Templo de Jerusalén, el Sanhedrín y la sinagoga. Y (aunque no sea en sí una institución) trataremos por su valor e influencia en el pueblo judío el concepto de esperanza mesiánica. Mientras que no todos los judíos pertenecían, como ya vimos, a una secta (posiblemente, lo contrario sería lo cierto), estas instituciones sí afectaban la vida de, prácticamente, todo Israel entendiendo como tal no sólo el que vivía en tierra palestina sino los más de dos
  • 13. tercios de sus hijos cuyo hogar material se encontraba fuera de la misma, en lo que, convencionalmente, recibía el nombre griego de "Diáspora" y los hebreos de "gola" y "galut". Estas tres instituciones correrían una suerte diversa. El Templo, de importancia esencial en la época de Jesús, sería arrasado, como ya vimos, por las tropas romanas de Tito creando con ello un dilema espiritual a Israel. Desde el año 70 d. de C., y salvo un intento fallido del emperador Juliano el apóstata, no se ha pretendido ni realizado su reconstrucción. El Sanhedrín, tal y como lo conoció Jesús, desaparecería momentáneamente tras la catástrofe del año 70 d. de C. Sólo la sinagoga permanecería para convertirse en foco no sólo de la vida religiosa sino también social de los judíos en los siglos siguientes. Hemos incluido al final de este capítulo también un pequeño excursus sobre la esperanza mesiánica. La misma, obviamente, no era una institución pero casi tenía valor de tal entre los judíos. Con la excepción de los saduceos, puede decirse que todos creían en ella, aunque su creencia no era, ni lejanamente uniforme. A esta variedad, siquiera someramente, nos referiremos porque nos permitirá entender la visión concreta que del Mesías tuvieron Jesús y sus primeros discípulos. EL TEMPLO Y LAS FIESTAS JUDÍAS Seis eran las fiestas que los judíos celebraban de manera especial en la época de Jesús. La primera del año era la de Purim (suertes) celebrada en torno a nuestro primero de marzo en conmemoración de la liberación de los judíos de manos de Hamán, según narra el libro bíblico de Esther. La segunda era la Pascua celebrada el 14 de Nisán (cerca de nuestro inicio de abril) en memoria de la liberación de los israelitas de la esclavitud de Egipto. Su importancia era tal que los romanos solían liberar un preso en esa fecha, de acuerdo a la voluntad del pueblo. A continuación de la Pascua, y en asociación con ella, tenía lugar la Fiesta de los Panes sin levadura durante siete días. En tercer lugar, los judíos celebraban la festividad de Pentecostés que tenía lugar cincuenta días después de Pascua, cerca del final de mayo. Se conmemoraba en ella la entrega de la Ley a Moisés, así como la siega del grano del que se ofrecían en el Templo dos de los llamados "panes de agua". A continuación nos encontramos con el Día de la Expiación que, en realidad, consistía más en un ayuno que en una fiesta. Era el único día, como ya vimos, en que el Sumo sacerdote podía entrar en el Santísimo para ofrecer incienso y rociar la sangre de los sacrificios. Tras realizar estos actos, se soltaba un macho cabrío al desierto que llevaba, simbólicamente, la culpa de la nación, y se sacaban fuera de la ciudad los restos de los animales sacrificados en holocaustos. Durante el día se ayunaba y oraba de manera especialmente solemne. Cinco días después tenía lugar la fiesta de los Tabernáculos o Cabañas, cercana a nuestro primero de octubre. Se conmemoraba con ella la protección de Dios sobre Israel mientras vagó por el desierto a la salida de Egipto y servía asimismo para dar gracias a Dios por las bendiciones recibidas durante el año. Durante esta festividad, era costumbre que la gente viviera en cabañas improvisadas, y situadas a no más de una jornada de sábado de Jerusalén, en recuerdo de la experiencia pasada de Israel. Los dos actos religiosos principales eran el derramamiento de una libación de agua, realizada por un sacerdote usando una jarra de oro con agua del Estanque de Siloé, y la iluminación del Templo mediante cuatro enormes lámparas que se situaban en el patio de las mujeres. Finalmente, nos encontramos con la Fiesta de la Dedicación (a mediados de nuestro diciembre, aproximadamente) que
  • 14. conmemoraba la restauración y rededicación del Templo realizada por Judas Macabeo. Durante esta fiesta era común leer los libros I y II de los Macabeos. Sólo comprendiendo la importancia del Templo podemos entender algunos de los datos que nos han llegado en el Nuevo Testamento y en otras fuentes. El primero es la aversión existente entre los judíos y los samaritanos. Estos, a los que no nos referiremos en esta obra por tener una importancia muy tangencial, pretendían ser seguidores de Moisés y consideraban el Pentateuco como revelación divina, con algunas variantes textuales. Esperaban a una especie de mesías conocido como "taheb", pero adoraban a Dios en otro santuario situado sobre el monte Gerizim. Aquel estado de cosas era más que suficiente para indisponer entre si a ambos pueblos. Los judíos ni siquiera osaban pasar por Samaria en sus viajes a Jerusalén y los samaritanos no perdían ocasión, como pudimos ver en parte al estudiar el contexto histórico, para hostigarlos. JESÚS Y EL TEMPLO Mayor trascendencia aún tiene la actitud de Jesús y de sus discípulos hacia el Templo. Aunque tanto el uno como los otros participaron en sus actos principales, no dejaron de anunciar que los días del mismo estaban contados. Tanto en Q como en los Cuatro Evangelios, Jesús anuncia que el Templo sería arrasado y es sabido que, una vez que tal hecho se produjo, los cristianos lo aprovecharon como argumento apologético contra los judíos. No sólo eso. Si aceptamos como históricas las tradiciones contenidas en el Evangelio de Juan sobre las visitas de Jesús a Jerusalén podemos ver que éste tendió a presentarse como una alternativa sustitutoria de las festividades judías. No es de extrañar que en su proceso una de las acusaciones fuera la de amenazar con destruir el Templo, que constituía una tergiversación de sus enemigos, sin duda, pero con un poso referencial, y tampoco debería sorprendernos que el primer mártir cristiano, Esteban, fuera linchado bajo la misma acusación (Hechos 7). Cuando se produjo la destrucción del Templo, si para el judaísmo significó una tremenda desolación además de un conjunto de problemas teológicos (vg: ¿cómo expiar los pecados si ya no existía donde?), para los primeros cristianos no fue sino una confirmación de su fe. Leer más: http://protestantedigital.com/blogs/1553/Las_fiestas_judias