Jesús invita a todos los que están agobiados a acudir a él para encontrar alivio, y a cargar su yugo suave y ligero aprendiendo de su humildad y paciencia. Aunque los sabios no conocen los misterios del Reino, Jesús está dispuesto a revelarlos a los pequeños.

1. “Vengan a mí todos los que están rendidos y agobiados, que yo los aliviaré” Soy paciente y humilde de corazón.

2. DECIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO San Mateo 11,25-30 En cierta ocasión dijo Jesús: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque si ocultaste estas cosas a los sabios y los entendidos, las revelaste a los pequeños. Sí, Padre, porque así tuviste a bien disponerlo. «Todo me lo entregó mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están rendidos y agobiados, que yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es llevadero y mi carga liviana.»

3. PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN ¿Por qué da gracias Jesús al Padre? ¿A quienes no se les han revelado los misterios del Reino? ¿Para qué quiere Jesús hablarle o otros acerca de su Padre? ¿Quiénes son los que podrán conocer la sabiduría que Dios ha dado a su Hijo? ¿Cómo se encuentran los que están escuchando a Jesús? ¿Cuál es la recompensa de los que ponen en práctica la enseñanza de Jesús? ¿Estoy atento a la enseñanza de Dios, la misma que es su palabra, poniéndola en práctica en mi vida? ¿Soy capaz de dejar mis propias ideas, para poder recibir la sabiduría de Dios? ¿El modelo de vida que he escogido para mí, es el modelo de vida de Cristo?