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Por Ignacio Bazán
"Me gusta tu página web, está increíble", le dice Rosario a Jorge. Ambos se
acaban de conocer hace diez minutos. Y en ese lapso Rosario jamás se metió a
la red. Jorge está sorprendido, pero acepta gustoso el halago.
Un par de horas antes, Rosario preguntaba por teléfono quién más iba a la
entrevista. "Yo le di un par de nombres". Rosario ingresó el de Jorge y se
encontró con la página web de uno de sus negocios.
Dos extraños en teoría, no eran tan extraños. Ambos pertenecen a la
generación Y, para algunos la generación del milenio o la generación Google,
como bien prueba el rastreo de Rosario a Jorge antes de conocerlo. Es esta la
generación más capacitada de la historia en términos laborales por una simple
razón: los que crecieron con un atari (los mayores) o con un Nintendo (los
menores) fueron gradualmente sumando conocimientos digitales.
Ninguno de ellos pasó por el trauma de cambiar de máquina de escribir a un
PC. Tampoco pasaron por la vergüenza de no saber encender un computador.
El mail, las cámaras digitales, las redes sociales, se fueron integrando gradual
y fácilmente a sus vidas. Y eso, en estos momentos, les da una ventaja sobre
generaciones anteriores como los X o los baby boomers.
Juan Pablo Swett, director general de trabajando.com, los tiene identificados
dentro del mercado laboral: "La principal ventaja de esta generación es que
son gente innovadora, que tienden a la acción, y justamente gracias a que
manejan la tecnología pueden llegar a mejores y más rápidos resultados en los
distintos rubros en los que se desempeñen, e incluso, pueden optar a más
alternativas de empleo".
Este tema no deja de ser relevante. El experto en temas laborales Bruce
Tulgan se hizo famoso hace una década cuando publicó Managing Generation
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X (Tratando a la generación X). El libro les enseñó a los empleadores cómo
tratar con los jóvenes profesionales que hacían sus primeras armas en los 90.
Ahora acaba de poner en las librerías Not everyone gets a trophy (No todos
obtienen un trofeo), metiéndose en el mismo tema, pero con la generación Y.
Aunque algunos expertos remontan los inicios de la generación Y a los nacidos
en 1974, para Tulgan la cosa va entre 1978 y 1990 (los que tienen entre 19 y
31 años). La tesis de Tulgan ya se dijo: "Los miembros de la generación Y
representan la más capacitada fuerza de trabajo en la historia de la
humanidad". Y para respaldarlo, el autor enumera sus características: tienen
un gran dominio de la tecnología; son adictos a la información; poseen una
amplia visión del mundo; son liberales y tolerantes, casi apolíticos; se adaptan
fácilmente al cambio (de hecho, lo necesitan); viven cuestionándolo todo; y
tienen una elevada sensibilidad social y gran conciencia ecológica.
El apellido de Rosario es Grez, el de Jorge es Meyers. Ella tiene 27 y él 32.
Ambos llevan vidas completamente diferentes, pero se topan en más puntos de
los que se podría suponer. Aunque Rosario es periodista (trabaja de locutora
en Radio Horizonte y es columnista de moda, entre otras cosas) y Jorge es un
estudiante nocturno de ingeniería comercial (trabaja de día en una empresa de
tasación inmobiliaria y en sus ratos libres maneja sus negocios relacionados
con el turismo) ambos tienen una cosa clara: no saben qué estarán haciendo en
cinco años, menos en diez.
"La verdad es que no me proyecto, lo único que sé o que espero es que voy a
estar mejor", dice Jorge. "Haciendo las cosas bien, uno solo puede esperar
eso".
Rosario está de acuerdo: "Es muy difícil saber lo que voy a estar haciendo.
Ahora estoy bien, pero uno siempre tiene inquietudes. La gente ya no dura
eternamente en sus trabajos. Tengo amigos que se cambian sin asco después
de seis meses porque todo lo que buscaban era una experiencia. Aprender. Y
luego irse".
Esa es quizás una de las principales debilidades de esta generación. A pesar de
todas sus capacidades, de su fuerza y adaptabilidad, generalmente les cuesta
permanecer en un puesto de trabajo por mucho tiempo. "No son personas
fieles a una sola empresa; por lo tanto, en cualquier momento podrían
abandonar su trabajo", dice Juan Pablo Sweet. "Por este mismo motivo es que
la experiencia que adquieran en cada rubro o área es mucho menor: tienen
tendencia por la innovación, la acción y una gran capacidad de liderazgo. Son
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más libres y no se dejan influenciar por nada ni nadie. Su filosofía es ir
viviendo los días de acuerdo con lo que ellos consideren correcto".
Ambos, Rosario y Jorge, viven intensamente, desarrollando diferentes tareas
para diversas áreas. Y en eso los ayuda su manejo de la tecnología. "Mi
blackberry me permite estar 100% conectado con mis negocios a pesar de que
esté en el sur viendo asuntos de la empresa donde trabajo", dice Jorge.
Rosario cuenta que una de las cosas que valora en un trabajo es la flexibilidad
laboral. "Para mí es crucial tener una cierta independencia. Trabajo
físicamente en la radio, pero es importante poder saltarse un almuerzo para
hacer otra cosa e ir trabajando tus horarios en relación con tus otros trabajos".
Felipe Carrasco, 27 años, docente de la Facultad de Arquitectura de la
Universidad Mayor y socio del estudio CLAP, concuerda con Jorge y Rosario.
"Definitivamente, la tecnología para mí es la respuesta para abarcar de manera
multidisciplinaria y simultáneamente todas mis inquietudes, vocacionales y
laborales. Para mí, internet es la herramienta de difusión de mis habilidades y
de m trabajo".
Felipe representa esa capacidad de reinvención que se puede ver en Jorge y
Rosario. El próximo año parte a hacer un máster en la Politécnica de Madrid. Y
planea, desde allá, internacionalizar su estudio de arquitectura. "Busco hacer
lo mismo que hago, pero a otro nivel, y este es un paso para eso. Estoy
tratando de crecer con mis contactos y con mis colaboradores, para lograr
utilizar la plataforma internacional", cuenta entusiasmado.
El sueño yuppie se acabó
Si algo caracteriza a los Y es su capacidad de sacrificar el tema monetario en
pos de su felicidad personal. Rosario, Jorge y Felipe tienen en común la
persecución de un sueño propio. Aunque no visualicen dónde estarán en 10
años más, ir cumpliendo sus metas inmediatas es lo que más los motiva. No es
que la plata no les importe. A diferencia de los yuppies, el traje caro, el Rolex y
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el convertible no es lo único. Tiene que haber un balance entre realización
personal y estabilidad económica. El que lo encuentra, está en el paraíso. Es el
nuevo pragmatismo. El pragmatismo soñador.
El factor sueño tiene mucho que ver con la niñez que tuvieron. En Estados
Unidos, los Y no estuvieron marcados por la crisis económica de los 70 y sus
recuerdos de la Guerra Fría son más bien difusos. Los Y más jóvenes ni
siquiera recuerdan la caída del Muro de Berlín. Algo parecido pasa en Chile.
Los Y nacieron en años conflictivos, pero no vivieron ni los toques de queda ni
las protestas en carne propia. Los Y más viejos tienen nociones del plebiscito.
Los Y más jóvenes no. Pero todos los Y vivieron plenamente una década de
bonanza económica (los 90) en que buena parte de sus familias tuvieron acceso
a disfrutar de lujos que antes no se daban.
Jorge, que es un Y de la vieja escuela, recuerda que en su niñez a las zapatillas
se le cambiaban diez veces las suelas. "En mi adolescencia por primera vez vi
que si las zapatillas se te rompían, se compraban unas nuevas".
Este marco de optimismo económico y de más apertura es el que siembra las
bases para sacarse el pragmatismo a la hora de elegir una carrera. Ya no se
trata de ser abogado o doctor. "Un Y va estudiar lo que quiere estudiar", dice
Verónica Aguayo, directora de planificación y nuevos negocios de Lado
Humano, una empresa de asesorías y estudios especializada en tendencias. "La
relación con sus padres fue marcada por la negociación en lugar de pedir
permiso. Fueron educados desde la confianza. De ahí que ellos quieran
aprender cosas distintas y trabajar o estudiar en lo que quieren".
Esto también se ve beneficiado por una amplia red de contactos. La facilidad
para conocer gente a través de la red, de estar al tanto de todo lo que va
pasando, de estar hiperconectado, les da un colchón social que en otras
generaciones eran limitado a su círculo social más inmediato. "La tecnología en
el caso de ellos humaniza", remarca Aguayo.
La gran deuda Y es su falta de confiabilidad para permanecer en el tiempo en
sus lugares de trabajo. Las empresas pierden dinero al cambiar personal muy
seguido, lo que es tomado en cuenta a la hora de contratar. Pero la batalla está
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lejos de haberse perdido.
"Si se les propone interesantes desafíos, podrán establecerse en la
organización y proyectarse para que en el mediano plazo, incluso, puedan
estar liderando la organización", dice Juan Pablo Swett.
Una generación que dejó las trancas atrás sí puede ser persuadida de ponerse
la camiseta. Es una cuestión de motivación. Y los Y necesitan ser motivados
para desplegar su máximo potencial. Está en el gen Y. De otra forma,
preferirán el camino propio y hacer mil cosas a la vez. No es una opción
totalmente mala, ¿no?
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