El documental Visa al paraíso cuenta la historia del diplomático mexicano Gilberto Bosques, quien salvó las vidas de entre 30,000 y 40,000 personas al rescatarlas de los campos de exterminio nazis en Francia durante la Segunda Guerra Mundial mediante la emisión de visas mexicanas. Bosques estableció campamentos de refugiados y trabajó sin miedo para proteger a judíos, republicanos españoles y otros perseguidos a pesar de la hostilidad del gobierno de Vichy y la ocup
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La aventura humanitaria de Gilberto Bosques, el diplomático que salvó a miles durante el Holocausto
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Notas Completas. Lunes 14 de marzo de 2011, entrega 1
HISTORIA
La aventura humanitaria de Gilberto Bosques
Jenaro Villamil
Un documental en torno al diplomático Gilberto Bosques, quien fue enviado a Francia por el general Lázaro Cárdenas y
salvó las vidas de miles de personas al rescatarlas de los campos de exterminio nazis, será exhibido a partir del viernes 18
en la Cineteca Nacional. El filme, titulado Visa al paraíso y realizado por la cineasta Lillian Liberman, no pudo ser estrenado
en la cartelera comercial de México, a pesar de que ha obtenido múltiples reconocimientos internacionales.
“Los que tenían la firma de Gilberto Bosques tenían fe para la vida”, recuerda Concepción Ruiz Funes, una de las
refugiadas españolas que llegaron a México a comienzos de los años cuarenta. Como ella, entre 30 mil y 40 mil personas
fueron salvadas de una muerte casi segura gracias a la intervención de Bosques, entonces cónsul mexicano ante el
gobierno francés de la resistencia, en Vichy.
Prácticamente olvidado como ejemplo para las actuales generaciones, Bosques revive en el documental Visa al paraíso,
dirigido y realizado por Lillian Liberman. Tras varios intentos infructuosos por ser estrenado en la cartelera comercial, a
pesar de los múltiples reconocimientos internacionales, el filme se proyectará a partir del viernes 18 en la Cineteca Nacional
durante dos semanas.
En entrevista con Proceso, Liberman advierte que el proyecto lo tuvo “guardado” durante 15 años y en año y medio editó y
compiló los últimos testimonios y documentos fílmicos que se presentan en su obra.
No oculta la fascinación por el personaje que vivió hasta los 100 años, que nunca se afilió al PRI, que recibió múltiples
honores en países como Austria –donde una calle en Viena lleva su nombre–, pero fue condenado al ostracismo por los
gobiernos posteriores al de Gustavo Díaz Ordaz, por su desacuerdo con el rumbo que tomaron los gobiernos priistas.
Fue amigo hasta la muerte del general Lázaro Cárdenas, quien lo envió a Francia con la consigna de rescatar “al mayor
número de personas”.
“Tuve el privilegio de grabarlo durante ocho sesiones a sus 100 años. Conservaba una lucidez y una memoria
extraordinarias. Vivía modestamente, en una casa en Camino Real de Tetelpan, y gracias a su hija mayor, Laura, de 84
años, se ha conservado buena parte de la memoria de Bosques”, comenta la cineasta.
El documental, de 1 hora 47 minutos de duración, presenta los testimonios, entre otros, del historiador Friedrich Katz, cuya
familia llegó a México gracias a la intervención de Bosques; del escritor Luis Prieto, quien conoció y documentó buena parte
de la trayectoria del diplomático; de Claudia Bodek, hija de un médico berlinés que emigró a México; de Roberto Civeira,
hijo de un republicano español, fundador del Partido Sindicalista, que cuando era niño conoció a Bosques en los campos de
refugiados en Francia; de Cecilia Elio, española e hija de un juez de Pamplona; del académico Leo Zuckermann, cuyo
abuelo, judío-alemán y militante comunista, también fue salvado por Bosques; del abogado Fernando Serrano Migallón, hijo
de refugiados.
Todos los testimonios coinciden en un punto fundamental: entre 1939 y 1944, la valentía de este diplomático engrandeció a
México en el escenario de la Segunda Guerra Mundial.
Sin miedo
2. La lista de artistas, intelectuales, empresarios, profesionistas y jóvenes que Bosques salvó gracias al apoyo del consulado
mexicano es enorme. La pintora Remedios Varo y su esposo salieron de Europa gracias al diplomático mexicano. La
escultora y pintora surrealista Leonora Carrington también llegó a nuestro país con la “visa Bosques”.
Bosques tenía el desafío de salvar a la gente de la Gestapo, de la policía de Francisco Franco y hasta de la policía del
gobierno de Vichy.
“Soy el embajador de México. No me pueden tocar”, le dijo Bosques a un oficial de la SS que lo quiso amenazar antes de
llevarse a un refugiado de los campos de concentración del sur de Francia.
–¿Y no tuvo miedo? –le pregunta Liberman a Bosques en el documental.
–No había tiempo para el miedo o el temor. Era tiempo de la acción.
“Bosques lleva el concepto de la Revolución Mexicana al principio diplomático”, afirma Luis Prieto en el filme. En éste se
observan tomas de los campamentos de refugiados que Bosques habilitó en dos castillos que rentó en la alcaldía de
Marsella. Las escenas originales de estos centros, de los talleres de modelado, los bailes de flamenco y las huertas que
sembraron para alimentar a los refugiados constituyen uno de los hallazgos más importantes del documental.
En Bayona, Francia, Bosques estableció el consulado mexicano. El gobierno de Petain fue hostil a los republicanos
españoles. “Ustedes pueden llevárselos a México. Son ratas”, rememora Bosques que le dijo el gobernante francés.
No todo fue fácil en esa aventura humanitaria. La hostilidad del gobierno de Petain y el colaboracionismo con la ocupación
hitleriana provocó que en 1943 Bosques estuviera preso del ejército nazi durante 13 meses en Bad Godesberg, una
comarca cercana a Colonia.
Gracias a la intervención de la comunidad judía de Wall Street que se enteró de la aprehensión de Bosques, la Casa Blanca
presionó para que fuera liberado, a cambio de 11 prisioneros alemanes. El intercambio se hizo en Lisboa. Suecia actuó
como intermediario.
La carrera diplomática de Bosques no terminó ahí. En 1945, el gobierno de Manuel Ávila Camacho lo envió a Portugal como
embajador plenipotenciario a salvar la mayor cantidad de españoles, perseguidos por el régimen de Francisco Franco.
Estuvo cinco años en Portugal y, según los testimonios de Visa al paraíso, salvó a más de 3 mil personas.
En 1953 Bosques fue destinado a La Habana en donde permaneció hasta 1960. Le tocó protagonizar el fin de la dictadura
de Fulgencio Batista y apoyó a los revolucionarios, encabezados por Fidel Castro y Ernesto Che Guevara. “A ver qué hace
usted con ese tiranuelo”, le dijo Adolfo Ruiz Cortines a Bosques, antes de que partiera a Cuba.
“Fidel Castro accede con Gilberto Bosques para pedirle asilo para su hermano. Y Bosques lo convence de que sea él quien
llegue a México”, recuerda Liberman, al rememorar los testimonios del diplomático.
La amistad más fuerte que Bosques cultivó en Cuba fue con El Che. Platicaban hasta altas horas de la noche en La
Habana, mientras el diplomático le aconsejaba, a partir de sus experiencias en la Segunda Guerra y en la propia Revolución
Mexicana.
Bosques renunció al servicio diplomático a los 72 años. Meses antes de que Gustavo Díaz Ordaz llegara a la Presidencia
de la República. Poblano, como el autor de la masacre de 1968, Bosques nunca estuvo de acuerdo con la llegada de Díaz
Ordaz a Los Pinos en 1964. Dos veces le ofrecieron la medalla Belisario Domínguez y la rechazó.
“Yo soy un anacronismo para la gente que me la quiere dar”, le confió Bosques a Liberman. “Nos dominan los pigmeos”, se
quejaba, a mediados de los noventa, poco antes de fallecer.