Canelo era el perro de un hombre que vivía solo en Cádiz, España. Cuando el hombre falleció mientras se sometía a tratamientos de diálisis en el hospital, Canelo permaneció esperándolo en la puerta durante 12 años, a pesar de los intentos de otros por alejarlo. Canelo se convirtió en el perro de la ciudad hasta que murió atropellado frente al hospital.
2. Canelo era el perro de un hombre que a fines de la década de los 80
vivía en la trimilenaria ciudad de Cádiz, España.
Una mascota que seguía a su dueño para todas partes y en todo momento.
3. Este hombre anónimo vivía solo, por lo
que el buen perro era su más leal amigo y
único compañero. La compañía y el cariño
mutuo los hacía cómplices en las miradas
y hasta en los gestos.
Cada mañana se les podía ver caminando
juntos por las tranquilas calles de la
ciudad cuando el buen hombre sacaba a
pasear a su amigo.
Una vez a la semana uno de esos paseos eran hacía el Hospital Puerta del
Mar, ya que debido a complicaciones renales, el hombre se sometía a
continuos tratamientos de diálisis.
4. Obviamente, como en un hospital no pueden entrar animales, él siempre dejaba a
Canelo esperándolo en la puerta del mismo. “Espérame aquí, compañero”, y
Canelo, como siempre, esperaba pacientemente a su amigo. El hombre salía de su
diálisis, y juntos se dirigían a casa. Esa era una rutina que habían cumplido durante
mucho tiempo.
Cierto día el hombre sufrió una complicación en medio de su tratamiento, los
médicos no pudieron superarla, debó ser internado, y a los pocos días falleció.
Mientras tanto Canelo como siempre, siguió esperando la salida de su dueño
tumbado junto a la puerta del centro de salud. Pero su dueño nunca salió.
El perro permaneció allí sentado, esperando. Ni el
hambre ni la sed lo apartaron de la puerta. Día tras día,
con frío, lluvia, viento o calor seguía acostado en la
puerta del hospital esperando a su amigo para ir a casa.
5. El personal del hospital le explicaba al perro que debía irse a casa, que su
dueño habia fallecido, pero el perro no tenía intenciones de separarse de allí.
Los días se transformaron en meses y los meses en años.
Los vecinos de la zona se percataron de la situación y sintieron la necesidad de
cuidar al animal. Se turnaban para llevarle agua y comida, incluso lograron la
devolución e indulto de Canelo una ocasión en que alguien hizo una denuncia y
la perrera municipal se lo llevó para sacrificarlo.
Nunca se aburrió. Nunca se fue
en busca de alimento. Nunca
buscó una nueva familia. Sabía
que si su único amigo había
entrado por esa puerta, por allí
debía volver a salir como
siempre, y él lo esperaría para
volver juntos a casa.
6. La asociación Agadén lo adoptó y se encargó
de cuidar de él. Quisieron darlo en adopción,
pero el perro siempre huía para regresar una
y otra vez a la puerta del hospital a esperar a
su querido y único amigo. La gente de Cádiz
lo cuidaba y Canelo se convirtió en el perro
del pueblo, en el perro de todos.
DOCE AÑOS fue el tiempo que el noble animal
pasó fuera del hospital esperando la salida de
su amo con amorosa, estoica e inquebrantable paciencia.
La espera llegó a su fin el 9 de diciembre de 2002, cuando tristemente Canelo
murió atropellado por un auto a las afueras del hospital, cuyo conductor huyó.
La vida de Canelo se escurrió por la estela dibujada con su lealtad, pero nos dejó
lo único que nos podía dejar: un inolvidable mensaje de amor. Canelo sólo vivía
para encontrarse con su dueño, y ahora en la muerte, por fin regresaba con él.
7. La historia de Canelo fue muy conocida en toda la ciudad
de Cádiz. El pueblo gaditano, en reconocimiento al
cariño, dedicación y lealtad de Canelo, puso su nombre al
callejón y anexo al hospital en el que solía merodear y un
relieve en la pared recuerda a este excepcional animal.
8. A Canelo
Que durante 12 años esperó a las
puertas del hospital a su amo
fallecido.
El pueblo de Cádiz como homenaje
a su fidelidad.
Mayo de 2002