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El quinto poder: redes sociales de información, refrendabilidad
democrática y redes cívicas de conocimiento
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junio 1st, 2012 | Published in Columnas (http://w w w .som oselm edio.org/?cat=9) | 2 Comments (#com m ents)
Por Omar Manríquez
Decadencia y vitalidad democrática
Los recientes acontecimientos en México en el contexto del escenario electoral de 2012 han colocado el acento
en la coyuntura socio política que disparó la movilización social en torno a las demandas de los sectores
populares ––que hoy protagonizan en mayor medida los estudiantes––, el rechazo a las escenografías políticas
mediatizadas, y el mayor flujo de información en las redes sociales. Este cisma en el sistema político nos invita
a reflexionar sobre el destino de la democracia en México, y que hoy naufraga entre la crisis de representación,
la disolución de la soberanía popular, la insuficiencia del Estado y el creciente poder de los medios de
comunicación, en conjunto llamados: el cuarto poder.
Sin embargo, en la lógica de esta reflexión la narrativa popular, y no pocos analistas, apelan al concepto del
quinto poder de las redes sociales para así referir este fenómeno coyuntural. En este sentido es necesario
escudriñar la naturaleza del llamado quinto poder de las redes sociales, el cual se caracteriza por el mayor flujo
de información que estructura nuevos paradigmas de conocimiento de la realidad, pero que indudablemente se
sustenta en el poder que conlleva la memoria colectiva y la narrativa histórica del sueño democrático.
Las redes sociales de información y la refrendabilidad democrática
Hablar de la democracia en México es hablar más de una expresión simbólica que de una realidad sustentada en
la soberanía popular y la justicia social. En este sentido, la democracia como utopía ha sido un horizonte hacia el
cual históricamente se vienen encaminando los esfuerzos de las luchas sociales en la búsqueda de equidad,
justicia, derechos y bienestar general.
La democracia, en cambio, entendida como el punto de referencia que convocó a los protagonistas de la gesta
revolucionaria que luego dio origen al actual estado nacional, habría sido un constructo de instituciones que se
articularon en torno a un eje de poder predominante ––el ejecutivo–– relativamente acotado por los propios
contrapesos establecidos por la autonomía de los poderes legislativo y judicial, y por la sangre del pueblo
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derramada en aquella gesta; la cual sellaba el contrato social y político manifiesto en el texto supremo
La esencia contractual del pacto era el guardar con responsabilidad la memoria de aquella conflagración armada
a través de un ejercicio del poder gubernamental que brindase condiciones mínimas de bienestar general que no
invocasen una nueva insurrección fratricida desde el seno del tejido social. La energía social depositada en las
crecientes masas de obreros, y un campesinado tradicional, fueron la base de la acción de gobierno. Los
liderazgos políticos se construían en torno a las demandas de estos sectores: la supremacía del artículo 27
constitucional, la reforma agraria, la expropiación petrolera, el estado de bienestar y el corporativismo fueron sus
manifestaciones más tangibles. La movilización social y las luchas sectoriales en la incipiente democracia
mexicana respondían a un fuerte entramado social, a la narrativa histórica y su memoria colectiva fundada en los
íntimos vínculos de la familia y de la posesión de la tierra.
Fue en tal contexto histórico en que la revolución mexicana diera a luz a una épica Constitución de 1917, la cual
depositaba en la soberanía popular la enorme facultad de conformar la lógica del gobierno. Fue así, en esta rara
combinación de soberanía popular, representación política y presidencialismo, que se fueron construyendo el
nacionalismo, el paternalismo, el patrimonialismo, el corporativismo, y el clientelismo. Al amparo de este aparato
de estado, el partido único ––que rigió durante setenta años del siglo pasado–– devino luego en la actual
partidocracia; convirtiendo, al paso del tiempo, a la utopía democrática en un sordo recuerdo apagado por el
estruendo de la ruptura social, la corrupción sistémica, el estado mínimo y la globalización económica.
Como consecuencia, el estado de salud de eso que entendemos por democracia ––sea el sueño o las
instituciones de la Constitución de 1917–– agoniza entre la crisis de representación, la disolución de la soberanía
popular, la puntilla del llamado cuarto poder y el breve alivio de la vitalidad de las redes sociales.
La disolución de la soberanía popular infligida por los procesos de corrupción sistémica, crisis de representación
institucional, adelgazamiento del Estado y la fragmentación social como estigma de la globalización económica,
convirtieron la fragilidad de la referida “democracia mexicana” en el insumo principal de un poder oculto que se
disputa el poder público establecido. Este poder no se articula con base en la legitimidad emanada de la voluntad
general de aquella soberanía, por el contrario, se sustenta en la capacidad económica que acumula a partir del
disfrute de históricas prebendas transadas con el régimen político: exenciones fiscales, monopolios, subsidios,
rescates financieros, etc.
Esta hidra oligarca tiene una cabeza cuya voz proviene de los medios de comunicación, su poder radica en su
enorme capacidad de construir escenografías ad hoc a su status quo, y que después son masificados en sus
medios de difusión. El cuarto poder alcanza los mismos espacios legislativos: la telebancada integrada por
miembros de los medios ahora tiene la capacidad de legislar. La telecracia es real, la Ley Televisa uno de sus
fallidos paradigmas. Se controla entonces la agenda institucional desde el manejo mediático de escenografías
políticas y desde las curules.
La hidra achaca la crisis de representación a la ineficiencia legislativa ––que equipara a la ausencia de profundas
reformas estructurales del dogma neoliberal de los años ochenta––, la soberanía popular es reducida al ejercicio
electoral, la transparencia y la rendición de cuentas se traducen en protocolos administrativos. La
irresponsabilidad del contrato democrático se torna cotidiana y graciosa; mientras que las acciones informales
que los ciudadanos emprenden para la responsabilización del ejercicio gubernamental son estigmatizadas como
acciones violentas, ruptura del orden social, ataque a las instituciones y al estado de derecho.
El conocimiento de la realidad política y de la agenda pública se intercambia por el manejo patético de la
repetición de la imagen y las proclamas del status quo. La información es tratada para diseminar una opinión
pública capaz de legitimar los intereses de la clase oligarca. La información se mutila y se disocia de la reflexión,
así el ciudadano desde sus preferencias a sus necesidades es teledirigido.
Sin embargo, este cuarto poder no escapa del todo a la dinámica del refrendo de los ciudadanos, audiencias y
consumidores al fin. La legislación de la reforma petrolera en 2008 demostró que la energía social que se articula
en torno a la información es capaz de vencer la inercia mediática a pesar de los excesivos recursos dramáticos y
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monetarios destinados para operar la opinión pública.[2]
(file:///C:/Users/Mariomarlo/Contacts/Downloads/quinto%20poder%20revisado%20.doc#_ftn2)
El verdadero poder de las redes sociales de información
Ahora bien, el verdadero poder de las redes sociales de información va más allá de la capacidad de estructurar
relaciones, memoria[3] (file:///C:/Users/Mariomarlo/Contacts/Downloads/quinto%20poder%20revisado%20.doc#_ftn3)
y acción; su mayor poder estriba en su capacidad transformadora. La decadencia de la democracia ahora
encuentra en las redes sociales de información el suero vital que puede fortalecer el sistema de la refrendabilidad
democrática, su sistema inmunológico. La refrendabilidad democrática sustenta el contrato democrático, es
aquel sistema en el que los ciudadanos y los entes gubernamentales conforman mecanismos de información,
memoria, vigilancia, evaluación, sanción y mejora de las cláusulas de dicho contrato, ya que sujetan las acciones
de la comunidad política al mismo.
La refrendabilidad democrática supera el mermado vínculo de la representación política, que ya no sería el único
referente de acción de la soberanía popular. Con la llegada de la globalización y el poder acumulativo de las
oligarquías surge un contrapoder proporcional en el seno de la sociedad. Esa sociedad informacional que refieren
los trabajos de Castells o de la otrora sociedad del conocimiento, que ahora se articula en torno a un nuevo tipo
de relaciones sociales, la conquista del espacio público virtual y el intercambio de información en las redes
sociales. Información que estructura relaciones, recuerdos, saberes y entramados sociales.
Surge entonces entre los ciudadanos interesados en la res publica la capacidad de discernir su realidad política y
su papel protagónico. Frente al cuarto poder de la mediatización de escenografías políticas surge el poder de un
sistema social que se estructura en torno al mayor flujo de información; la cual deviene en memoria, conciencia y
acción colectiva. Este quinto poder del sistema social mostró señales de vida en la legislación de la reforma
petrolera. Hoy día las redes sociales de información nuevamente reorganizan los escenarios mediatizados,
incrementan el flujo de información, estructuran el discurso popular, señalan responsables, exigen representación
y comienzan a generar la memoria del sistema de refrendabilidad.
Los vasos comunicantes de las redes sociales de información organizan la acción cívica con una eficiencia
semejante a las corporaciones políticas, pero bajo otra lógica: el sueño democrático. El cuarto poder de los
medios masivos de comunicación es cuestionado por el poder de las redes sociales de información que
desarticulan el discurso falaz con el flujo informativo, lo cual genera nuevos valores para el conocimiento de la
realidad política. Es la realidad cognoscible mermando la percepción que genera la mediatización de
escenografías.
Quinto poder
En consecuencia cuando hablamos de la naturaleza del quinto poder proyectamos un escenario político en el que
las redes sociales de información con el acervo organizacional de estrategias, recursos, procesos de
información-conocimiento y capital cívico se han consolidado en redes cívicas de conocimiento. Las vías por
las cuales circulan los insumos vitales de la soberanía popular: conciencia cívica, representación política
responsable y refrendabilidad democrática hacen posible sustentar el contrato social en la democracia.
[1] (file:///C:/Users/Mariomarlo/Contacts/Downloads/quinto%20poder%20revisado%20.doc#_ftnref1) Estos conceptos
y palabras clave forman parte de un trabajo del autor, de próxima publicación.
[2] (file:///C:/Users/Mariomarlo/Contacts/Downloads/quinto%20poder%20revisado%20.doc#_ftnref2) Manríquez,
Omar, 2012, Movilización ciudadana frente a los excesos del poder. Responsabilización cívica frente a
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la reforma energética de 2008 en el Distrito Federal. (http://www.somoselmedio.org/?p=450) Disponible en:
http://www.somoselmedio.org/?p=450.
[3] (file:///C:/Users/Mariomarlo/Contacts/Downloads/quinto%20poder%20revisado%20.doc#_ftnref3) Luque, José,
2012, “Resistencia, memoria y repertorio cultural: Coordenadas de la primavera juvenil en México y América
Latina.” Disponible en:http://lademocraciaysusdescontentos.blogspot.mx/2012/05/resistencia-memoria-y-
repertorio.html (http://lademocraciaysusdescontentos.blogspot.mx/2012/05/resistencia-memoria-y-
repertorio.html)
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2 Comments
1. Emiliano Urteaga dice:
3 junio, 2012 a las 10:48 am (http://www.somoselmedio.org/?p=1209#comment-186)
Excelente artículo Omar. Lo estaré re-trasmitiendo.
Solo diría que no es la “Información [la] que estructura relaciones, recuerdos, saberes y
entramados sociales”, sino al revés. Justo por lo que argumentas. Saludos
Responder (/?p=1209&replytocom=186#respond)
Omar Manriquez dice:
4 junio, 2012 a las 1:01 pm (http://www.somoselmedio.org/?p=1209#comment-191)
Muchas gracias profesor, que gusto es contar con buenos amigos como usted. Gracias
por el comentario y por la difusión.
Responder (/?p=1209&replytocom=191#respond)
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