Reportaje realizado por Antimio Adrián Cruz Bustamante, publicados en Revista Emeequis
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Mención Honorífica 2014 - "Calakmul. la selva sustentable de los mayas"
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Enclavada en la profundidad de Campeche, la zona de Calakmul alberga
a la mayor selva de México y a los restos arqueológicos de la que fue
sede de la dinastía maya Cabeza de Serpiente.
Por ANTIMIO CRUZ • @Antimio
Fotografías: Francisco Ramírez
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Diez veces más grande que el DF, habitada y activa durante mil 500
años continuos, Calakmul es un portento también de la naturaleza,
pues es una selva sin ríos, ni cascadas ni pozos, cuya sobrevivencia
se explica en buena medida porque los mayas aprovecharon al
máximo el agua captada en épocas de lluvia e intervinieron
estructuralmente a la selva para hacerla sustentable.
Siglos después, Calakmul ha sido declarada Patrimonio
Mixto de la Humanidad, natural y cultural, por la UNESCO.
poblada. Teotihuacán estuvo habitado entre 800 y mil
400 años, según dos teorías diferentes. Monte Albán y
Tula, mil 300 años; Tajín, mil; Palenque, 900; y Chichén
Itzá 700. Sólo por mencionar un puñado de metrópolis
de alta cultura precolombina.
Durante mil 500 años los mayas de Calakmul apro-vecharon
el agua captada en las épocas de lluvia. La
aguada o cuerpo de agua más cercano al área con más
restos arqueológicos mide aproximadamente lo que un
campo de futbol. Pero por toda la selva existen ollas de
agua naturales próximas a los restos arqueológicos de lo
que fueron las zonas habitacionales.
De las dimensiones de Calakmul se puede llegar a
tener una idea con este dato: en un millón 400 mil hec-táreas
se han contado más de 6 mil estructuras mayas,
desde pequeños altares hasta la monumental Estructu-ra
II: una pirámide de piedra blanca, con 45 metros de
altura y 100 peldaños en su escalinata principal.
Existen otras pirámides que permitieron a los arqueó-logos
documentar la presencia humana en la zona desde
el año 531 antes de Cristo hasta cerca del año 910 des-pués
de Cristo.
El sistema hídrico se ubica cerca de los caminos y de
las zonas que estuvieron habitadas. En su momento de
más ocupación, en el lugar vivían 50 mil mayas. Actual-mente
no llegan a 100 las personas que duermen cada
noche en esa selva porque es una Reserva de la Biósfera.
Sus habitantes son científicos, biólogos y arqueólogos,
aparte de los custodios.
Quienes no están registrados y los turistas bienveni-dos
durante el día, deben hospedarse a la orilla de la
reserva. Para ello hay que manejar 60 kilómetros desde
el lugar de la pirámide más alta hasta el entronque de la
carretera Campeche-Chetumal. Ahí se encuentra un
hotel boutique y, luego, poblados pequeños con hoteles
que ya reciben señales de internet, televisión y telefonía
celular.
Afuera, en la zona de amortiguamiento, viven 28 mil
habitantes de ejidos como Valentín Gómez Farías, o po-blados
como Xpujil, donde se desarrollan actividades
de silvicultura, colecta y exportación de miel orgánica y
C
Campeche.- El sonido de la lluvia sobre la maleza cerra-da
combina el golpeteo de las gotas con la precipitación
de pequeños hilos de agua que se acumulan en las gran-des
hojas de la selva y que, al llenarse éstas, se derraman
sobre el suelo y vuelven a guardar silencio hasta llenar-se
y vaciarse una vez más. Es la voz de la noche en el
macizo de selva más grande de México: Calakmul, al-guna
vez sede de la dinastía maya Cabeza de Serpiente.
Diez veces más grande que el Distrito Federal, hogar
de cinco especies de felinos, tres de monos, otras tres de
víboras venenosas, así como de aves, anfibios, venados
y tapires, Calakmul es el territorio que se mantuvo acti-vo
y ocupado bajo dominio maya durante mil 500 años.
El volumen del sonido de la lluvia que cae sobre las
hojas disminuye a ratos y es rebasado por los murmullos
y susurros de cientos de miles, quizá millones de insectos
de frenética actividad nocturna: se alimentan, se corte-jan,
se aparean. Es época de lluvias y de abundancia.
Pero no es así todo el año, ni todos los años. Este 2014,
de hecho, es uno de los más secos; las lluvias deberían
haber empezado en mayo, pero tardaron ocho semanas
más en llegar. Sin embargo, el panorama no es tan malo
como el del año anterior, cuando las manos del ser hu-mano
tuvieron que intervenir para que muchos animales
silvestres no murieran: llenaron con pipas de agua algu-nas
de las “aguadas” o estanques dispersos por la selva
en donde abrevan los animales.
Con los humedales de la selva secos, ni seres humanos
ni animales silvestres sobrevivirían. ¿Por qué? Porque,
sorprendentemente, la selva más grande de México no
tiene ríos ni cascadas ni pozos tipo cenote.
La intervención del año pasado es una más de las que
los seres humanos han hecho en esa selva desde el año
551 antes de Cristo.
* * *
No es poco decir que una ciudad mesoamericana
se mantuvo habitada y activa durante mil 500
años continuos. La actual Ciudad de México
apenas en 2025 va a cumplir 700 años de haber sido
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de chicle orgánico, extraídos de selvas propiedad de
los ejidatarios y que manejan con nuevas ideas de
sustentabilidad.
* * *
En el centro de la zona está la reserva federal,
que alberga a más animales silvestres y restos
arqueológicos. Ese terreno, propiedad de la
nación, mide cerca de 700 mil hectáreas. Luego está
abrigado por dos reservas estatales de selva intoca-ble,
propiedad del estado de Campeche; en un tercer
anillo se localizan las tierras de selva aprovechada
por los actuales habitantes del municipio de Calak-mul,
algunos de ellos sobrevivientes de los antiguos
campamentos chicleros que en el siglo XX “importaron”
trabajadores de 24 estados de la República. En esos po-blados
duermen los turistas porque la ciudad más cer-cana
es Chetumal, a una hora y media por carretera.
“Existen otras selvas en el mundo con mucho valor,
pero ésta es única debido a que ha sido intervenida por
el hombre desde la llegada de los mayas”, cuenta el bió-logo
José Adalberto Zúñiga, director de la reserva, de-pendiente
de la Comisión Nacional de Áreas Naturales
Protegidas (Conanp), durante una caminata por los hu-medales.
En un millón 400 mil hectáreas se han contado
más de 6 mil estructuras mayas, desde pequeños
altares hasta la monumental Estructura II: una
pirámide de piedra blanca, con 45 metros de
altura y 100 peldaños en su escalinata principal.
Zúñiga habla de Calakmul como si fuera la palma de
su mano: “Entre las consideraciones de la UNESCO para
emitir la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad
estuvo un expediente enviado con más de 150 investi-gaciones
científicas publicadas en revistas internacio-nales
indexadas. Se ha observado que los mayas hicieron
obras para apuntalar las orillas de los cuerpos de agua y
que existe un cuerpo de agua cada ocho kilómetros cua-drados.
En ellos se abastecían los humanos y la fauna”,
dice el biólogo.
Uno de esos estudios fue el realizado entre 2001 y
2002 por geógrafos, biólogos y agrónomos de la UNAM,
Ecosur, la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco y
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El Colegio de Posgraduados de Chapingo, quienes ha-llaron
que “la selva baja fue sometida a un proceso de
alteración espacial y estructural”.
“Hay quienes han calculado que si este pueblo se hu-biera
alimentado sólo de desmontar la selva y sembrar
maíz, el suelo transformado y el agua no habrían sido
suficientes para alimentar a la población, por eso pudie-ron
haber aprovechado otras especies nativas de la zona,
pero de manera ordenada”, reflexiona el arqueólogo
Ramón Carrasco, director del sitio arqueológico de Ca-lakmul,
dependiente del Instituto Nacional de Antropo-logía
e Historia (INAH).
En esta selva abundan las leguminosas y un árbol
llamado coloquialmente ramón u ojoche (Brosimum
alicastrum) que produce una semilla comestible pa-recida
a la avellana. En la actualidad, comunidades
guatemaltecas la secan, tuestan y muelen hasta ob-tener
una harina que utilizan en la preparación de
varios alimentos, desde “galletas hasta bebidas re-frescantes
y pasteles”, cuenta el alcalde de Calakmul,
Baltazar Gonzáles Zapata.
La diversidad de recursos alimenticios ofrecidos por
la selva, unida a la cacería de abundante fauna, pudie-ron
haber complementado al maíz como base nutri-cional
y evitado que miles de hectáreas de selva se
hubieran deforestado.
* * *
Caminar de día implica escuchar el ruido de hojas
al quebrarse bajo los pies. No hay lluvia duran-te
varias horas, pero las capas de hojas se acu-mulan
y truenan suavemente al pasar sobre ellas. No
se escuchan los insectos, quizá porque sienten la pre-sencia
humana, pero sí se ven algunas aves, desinhi-bidas
y seguras de su propio vuelo: una garza parda,
algunas chachalacas y otras aves que parecen perdices
de patas largas.
Súbitamente, como si se tratara de un poderoso inha-lar
y exhalar, nace un rugido largo y ronco. Está muy
cerca. Dura muchos segundos, más de 20. La parálisis
original de quienes lo escuchan es seguida por un respi-ro
al comprobar que no se trata del rugido de un jaguar,
puma, ocelote, tigrillo ni yaguarundi o leoncillo, todos
presentes en la zona. Es el macho dominante de una
comunidad de monos aulladores. Su voz puede oírse a
cientos de metros a la redonda, y lo repite mientras pa-rece
no sentirse amenazado por la presencia humana.
Él y su familia, incluida una cría, observan desde las
alturas, a por lo menos 25 metros sobre las personas.
De cualquier modo, los felinos no están ausentes del
todo, pero durante el día principalmente reposan, a me-nos
que deban caminar largas distancias en busca de
INmensA.
Calakmul fue
capital de un
estado de 13
mil kilómetros
cuadrados,
20% más
grande que
Querétaro.
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agua y alimento. Los mayores son los jaguares de 1.5
metros de largo, y los menores, los tigrillos o margays,
de entre 40 y 60 centímetros.
* * *
De regreso al camino, al salir de la brecha, se ob-serva
un grupo de siete biólogas británicas que
avanzan a pie por la orilla. Son parte de una co-munidad
de estudiantes de posgrado que acampan a 20
kilómetros de la carretera, junto a una estación de la
Conamp donde hay vigilancia y una pluma de seguridad
para restringir el paso nocturno. Ellas estudian el com-portamiento
de monos, aves y murciélagos. Conocen
también de rastreo y huellas de animales.
Esta es una más de las colaboraciones internaciona-les
que permiten conocer más la selva y la cultura que
Calakmul albergó. En 1931, después de haber estado
bajo las plantas durante casi nueve siglos, la antigua
ciudad maya fue descubierta por un biólogo estaduni-dense
que había viajado a la región para estudiar árbo-les
que produjeran resina para chicle.
Cyrus Longworth Lundell, de la Fundación para la
Investigación de Plantas Tropicales, con sede en Wa-shington,
reportó las estructuras enterradas. Después
la ciudad fue visitada en 1932 por Silvanus Morley,
mayista de la Sociedad Americana de Arqueología y
espía secreto de la Oficina de Inteligencia Naval de Es-tados
Unidos.
El interés renació en 1982 cuando un equipo del Cen-tro
de Investigaciones Históricas de la Universidad Au-tónoma
de Campeche, encabezado por William Folan,
concluyó que en Calakmul había existido un centro de
civilización maya de grandes proporciones que, según
se plantea e investiga recientemente , llegó a ser capital
regional de un estado de 13 mil kilómetros cuadrados,
una superficie 20 por ciento mayor que la extensión del
estado de Querétaro.
Un grupo de alianzas y conquistas permitieron a Ca-lakmul
formar una organización mucho más grande: el
llamado Reino de la Serpiente o Reino de Kaan o Kan.
Los trabajos de estudio, rescate y puesta en valor (es
decir, el acondicionamiento para que el sitio sea visita-do
por turistas) se intensificaron en 1993, año en que
se puso en marcha un proyecto de investigación enca-bezado
por el Instituto Nacional de Antropología e His-toria,
en el que hubo mucho interés del entonces presi-dente
Carlos Salinas de Gortari. Desde entonces han
llegado a la zona, a un claro con un helipuerto, Felipe
Calderón y en los próximos días se espera la presencia
de Enrique Peña Nieto.
El actual presidente mexicano develará una placa
que informa que el 21 de junio de 2014 la selva de Ca-lakmul,
junto con la antigua ciudad maya que se en-cuentra
en su interior, fueron declarados Patrimonio
Mixto de la Humanidad, natural y cultural, por la Or-ganización
de Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura (UNESCO).
* * *
De día vuelve sorpresivamente la lluvia y en esta
ocasión es anunciada por unos espectaculares
truenos que se pueden apreciar desde la parte
más alta de las tres diferentes pirámides que sobresalen
de la selva. Desde las llamadas Estructura I, II y VII, la
selva plana parece una espectacular alfombra verde. Por
su volumen irregular semeja un pastizal, pero en realidad
es un conjunto de árboles con 15 o 20 metros de altura
Después de los truenos, cae una llovizna ligera. Parece
que en 2014 no será necesario enviar pipas a la reserva,
pero hay que esperar porque cuando el cielo descapota
la temperatura facilita la evaporación de lo que antes se
ha precipitado.
—El agua fue central para que esta ciudad se mantu-viera
habitada mil 500 años, sin ríos ni cascadas. Desa-rrollaron
un sistema de administración del agua muy
diferente a nuestra actual costumbre de abrir la llave y
dejar correr el líquido. Aprovechaban hasta la última gota
—explica el arqueólogo Ramón Carrasco, que ya tiene
21 años estudiando a Calakmul.
La antigua ciudad maya parece haber sido organizada
adaptándose al original sistema que tenía la selva para
captación y uso de agua. No podían perforar pozos por-que
buena parte de su cubierta vegetal descansa sobre
una gran piedra caliza de decenas de kilómetros cuadra-dos.
Al escarbar entre 20 y 40 centímetros uno se topa con
roca blanca, frágil al golpe. Las aguadas naturales son
deformaciones del suelo plano que aparentemente ya
existían antes de la presencia humana. No parecen exca-vaciones.
Se encuentran rodeadas de árboles y en algunas
hay juncos, lirios y flores blancas de nenúfares. Ahí pue-den
observarse aves durante el día: chachalacas, garzas
pardas, pavos moteados, las siluetas de grupos de pericos
que alzan el vuelo.
La superficie de tierra fértil que sostiene a las 65 espe-cies
de árboles no llega a medir dos metros de profundi-dad.
Sin embargo, la vegetación, los chicozapotes, los
ramones, se acostumbraron tanto a arraigarse con poco
suelo que incluso las pirámides más altas tienen árboles
cuya altura rebasa la de un adulto prácticamente sujetos
a la roca y que se nutren de las tierras que poco a poco se
le adhirieron, desde su abandono en 1100 d.C.
Ya en la noche, la lluvia arrecia y también el viento.
Algunos insectos siguen con su canto. Los guías dicen
que si llueve un poco más, en unos días será muy intenso
el coro nocturno de sapos y ranas.
* * *
Alas orillas de la zona virgen de la reserva se
asientan varios poblados. La carretera Chetu-mal-
Campeche es una transitada vía, de largos
tramos rectos, los cuales recuerdan que aunque cruza
Campeche y Quintana Roo, geológicamente es parte de
la Península de Yucatán.
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dad poblada por miembros de una cooperativa de más
de mil chicleros que colectan savia de chicozapote,
“cocinan” tabiques de goma de mascar de 10 kilogra-mos
y luego los endulzan, empacan y exportan con su
marca propia, Chicza, a Argentina, Estados Unidos,
Grecia, Israel y Japón.
Otro proyecto productivo es lo que llaman un “tercer
modelo de aprovechamiento forestal” que aún no es
reconocido por el gobierno federal: el acahual o recu-peración
de tierras deforestadas para sembrar maíz,
que después de 10 años sin ser cultivadas, ahora son
plantaciones forestales de especies maderables.
Los comuneros y ejidatarios retiran las especies de
menor valor comercial y así aceleran el crecimiento de
los árboles de mayor valor maderable. Es una refores-tación
de selva hecha para ser aprovechada y obtener
mejores ingresos que con la siembra de maíz.
En esas comunidades y ejidos, entre la carretera y la
reserva, se levanta otro sitio arqueológico de arquitec-tura
monumental, con un túnel artificial y pirámides
de 35 metros de altura: Becán, un pueblo al que los
guerreros de Calakmul respetaron porque se dedicaban
al cultivo del árbol del cacao, lo que valió para que en
algunos glifos mayas se les identificara como “los hom-bres
que cultivan dinero”.
A aquellos hombres que aprovecharon especies lo-cales
les han seguido los actuales productores de miel
orgánica marca Calakmiel, que exportan casi 90 por
ciento de su producción a Europa, principalmente a
Alemania. No fue fácil. Tuvieron que aprender a traba-jar
con las abejas africanas, que en décadas recientes
desplazaron a las europeas. Pero también colectan miel
de una abeja maya, sin aguijón, que es la melipona.
Un par de kilómetros adelante se ubica una comuni-
Veganos.
Frugívoros e
insectívoros,
3 millones de
murciélagos
devoran dos
toneladas de
mosquitos
cada noche.
8. EMEEQUIS | 28 DE JULIO de 2014
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tizar una estrategia de conservación, aprovecha-miento
y manejo del trópico. La ley sí protege a las
plantas y a la selva, pero no genera los modelos para
su aprovechamiento sustentable”, apunta el biólo-go,
que tiene contacto con 40 comunidades que
utilizan este sistema.
Esos proyectos tienen como idea central usar los
recursos naturales disponibles a la mano de una
manera en que permita que la selva se regenere y
perdure muchos años la asociación entre conserva-ción
y aprovechamiento sustentable de la zona.
* * *
Al ocultarse el sol, entre los terrenos de los
acahuales y el macizo de selva, un espec-táculo
de la naturaleza se repite todas las
noches. La salida de 3 millones de murciélagos de
siete especies distintas desde el interior de una cue-va
es inquietante e hipnotizante.
Frugívoros e insectívoros, cada noche devoran
dos toneladas de mosquitos.
Ahí también se reúnen decenas de visitantes jó-venes
en los minutos que se ha ido el sol y salen los
murciélagos. Son algunos de los 35 mil turistas
mexicanos y extranjeros que cada año visitan la
reserva de la biósfera y el sitio arqueológico de Ca-lakmul.
La gran mayoría tiene entre 25 y 40 años.
El espectáculo termina de verse a contraluz, con
los últimos minutos del cielo gris claro y las siluetas
de los murciélagos que esquivan los árboles con
gran pericia cuando llegan a salirse de la formación
y entran más abajo a la selva.
Los animales navegan en formación casi perfec-ta.
Casi, porque de esta efervescencia de vida tam-bién
están enteradas las aves rapaces, sus depre-dadores
naturales. En lo alto se oye un chillido de
un halcón, que desciende, atrapa un murciélago
en el aire y se retira. Chillidos de cacería similares
se escuchan entre los árboles. Algunos de esos 3 mi-llones
de murciélagos no regresarán a la cueva.
Decenas morirán golpeados por autobuses y automó-viles
que cruzan la autopista, a menos de 500 metros.
Se alejan los murciélagos y se oscurece la zona. Se
oye de nuevo el canto de incontables insectos noc-turnos.
Otra vez suena la llovizna que cae sobre la vegeta-ción
de la selva. Millones de gotas generan un sonido
similar al que producen millones de hojas secas que
truenan cuando reciben una pisada después de muchos
días intactas; suenan como los aleteos de murciélagos
que se elevan desde la cueva.
Suenan parecido, por lo masivo, pero el sonido del
agua tiene otra textura. El oído comienza a dejarse
llevar por esa combinación del golpeteo de las gotas
con la caída de pequeños hilos de agua al suelo desde
las grandes hojas de la selva que, por segundos, sirven
al agua como cuna que se balancea.
La palabra acahuate quiere decir “segunda vegeta-ción”
y con ese significado se quiere que se incluya en
la nueva norma en la que trabaja la Comisión Nacional
Forestal (Conafor). Obtener un aval para esta forma
de aprovechamiento sustentable de la selva les podría
dar más visibilidad, claridad jurídica y apoyos.
“Este modelo no está reconocido como aprovecha-miento,
pero es más productivo que los dos estable-cidos
en la ley. Se facilita comercializar, se usa el
conocimiento tradicional de campesinos y se benefi-ciaría
a 12 estados de la República donde hay aca-huales”,
explica el director de la reserva, José Adal-berto
Zúñiga, quien antes de establecerse aquí fue el
responsable de proteger la selva de Montes Azules,
en Chiapas, uno de los lugares de mayor biodiversi-dad
en América del Norte.
“Si la ley reconoce a los acahuales podríamos garan-