1. La Guerra de la Independencia Española asoló la Península Ibérica entre 1808 y 1814, con una masiva participación popular contra la invasión napoleónica. Una de las batallas más importantes fue la Batalla de los Arapiles en 1812, donde Wellington derrotó al ejército francés de Marmont.
2. La ciudad de Valladolid albergó tropas francesas debido a su ubicación estratégica. Esto generó descontento entre los ciudadanos y algunos motines. La victoria españ
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La Guerra de la Independencia en Castilla y León.
El 18 de marzo de 1808 la población española se rebela contra la soterrada invasión
francesa de su patria y tiene lugar el Motín de Aranjuez y la abdicación de Carlos IV a favor
de su hijo Fernando.
Poco después las capitulaciones de Bayona van a dar como resultado la entronización de
José Bonaparte como rey de España, iniciándose la Guerra de la Independencia, que va a asolar la
Península Ibérica desde 1808 a 1814. El territorio español será escenario de una crueldad extrema
por ambos bandos, enfrentamiento que se caracteriza por una masiva participación popular en
todo su desarrollo. El número de combates importantes se computa en 470 y las pérdidas humanas
serán muy elevadas. Las provincia de Salamanca y por extensión la región castellanoleonesa, por
su situación geográfica, van a sufrir el constante trasiego de los ejércitos aliado y francés en las
sucesivas campañas de invasión de Portugal a España y de España a Portugal.
A lo largo de su desarrollo la Guerra de la Independencia pasa por varias fases. Los
alzamientos se inician en Madrid, y en junio de 1808 se habían extienden a todas las ciudades
españolas. Las tropas francesas se desplegaron en todas las direcciones, culminando esta ocupación
con la inesperada victoria de Bailén (19 de julio de 1808) en la que el general Castaños derrota al
francés Dupont. Como consecuencia de esta batalla, José I abandona Madrid y los Imperiales se
repliegan a la línea del Ebro. A finales de 1808 Napoleón en persona toma las riendas del ejército
francés en la Península y una tras otra, todas las ciudades españolas importantes (menos Cádiz) son
tomadas por el ejércitovfrancés.
Pero el ejército francés sólo domina las ciudades, con lo que la obstinación del pueblo
puente en la península de Lisboa, harán que el mismo Napoleón denomine a la Guerra deEspaña
como la "úlcera española".
1.-LA BATALLA DE ARAPILES.
Por la noche cayó una gran tormenta con abundante aparato eléctrico que pasaría a formar
parte de la leyenda de la batalla, tal como el «sol de Austerlitz» -que presidió el avance de Soult
sobre las colinas de Pratzen- ilustra los relatos de esa batalla. Tres años después, la noche antes
de Waterloo, una tormenta similar sería recibida como un signo de la Providencia por la soldadesca
inglesa.Pero la de Los Arapiles no fue la única batalla que ocurrió en nuestra Comunidad Castellano-
Leonesa; de 1808 a 1813 nuestro patrimonio y nuestras gentes sufrieron las consecuencias de la
invasión napoleónica.
Al amanecer Wellington fue informado que ya sólo quedaba una división francesa al otro lado
del Tormes y que Marmont se estaba desplegando hacia el oeste a toda velocidad. Inmediatamente
hizo avanzar las unidades que estaban en Carbajosa para cubrir el lado norte de una ligera depresión
longitudinal que corría de este a oeste formando ángulo recto con los cerros que dominaban el
Pelagarcía. El núcleo del ejército se dispuso formando una doble línea con las divisiones de Leith
y Cole asomándose a la ladera de la depresión y las de Clinton y Hope inmediatamente detrás.
También ordenó que la división de Edward Pakenham y la caballería de la reserva, que aún estaban
al otro lado del Tormes, cruzaran y se dirigieran a Aldeatejada, donde podían proteger una eventual
retirada. Las brigadas de caballería de G. Anson y Le Marchant se situaron en Las Torres, a medio
camino entre la fuerza principal y la reserva.
Aunque había ido descargando la línea que cubría el Pelagarcía, quedaron allí la división de infantería
ligera de Alten junto con algunas brigadas de otras divisiones. La división de dragones de Bock se
situó en la misma alineación mucho más al norte para vigilar y controlar un intento francés de rodear
los cerros por ese lado. Wellington, así preparado, decidió esperar acontecimientos para decidir
el curso de acción definitivo. Gracias a ladisposición de sus tropas podía tanto defenderse como
retirarse ordenadamente.
Una de las brigadas de la división de Cole, la de Anson, ocupó una colina aislada que se encuentra
en el extremo sur de la línea de cerros, justo en el ángulo que ahora formaba el dispositivo inglés,
expulsando a algunos franceses que estaban a punto de llegar a la cima.
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Esta colina se llama Arapil Grande por oposición al Arapil Chico, que se alza al otro lado de
la ancha y poco profunda depresión longitudinal que Wellington quería usar como línea de frente. El
plan inglés había sido apoderarse de ambos, pero casi habían llegado tarde a uno y el otro ya estaba
sólidamente defendido cuando intentaron tomarlo con una brigada de cazadores portugueses, que fue
rechazada.
La lucha se trasladó un poco hacia el oeste, al pueblo de Los Arapiles, donde las brigadas
ligeras de las divisiones de Keith y Cole chocaron con voltigeurs franceses que trataron de
desalojarlos. El pueblo se hallaba en el centro de la depresión que al sur estaba limitada por el
escarpe de una meseta que hacia el oeste se iba convirtiendo en una loma. A medida que avanzaba
la mañana, los franceses fueron apareciendo sobre el escarpe, instalando baterías que empezaron a
hostigar a las cuatro divisiones inglesas que tenían enfrente.
Hacia el mediodía, los franceses se hicieron visibles avanzando por la cima de la loma hacia
el oeste a toda velocidad. Se trataba de Thomières y Maucune, que una vez sobre la loma habían
decidido ocupar toda su extensión. Maucune se estacionó frente a Leith y empezó a desplegar sus
baterías, mientras Thomières se desplazaba en solitario aún más al oeste. El ejército francés se
había desorganizado un poco a causa de lo intrincado del terreno, cubierto de bosques de encinas,
que se extendía al oeste y detrás de la loma en el camino desde el Tormes. Marmont había perdido
ligeramente el control, más preocupado por acelerar la marcha que por guardar la formación,
creyendo que Wellington estaba en plena retirada hacia Ciudad Rodrigo y confundiendo el polvo
que levantaba la reserva de caballería en Aldeatejada con la retaguardia de este. Así que ordenó a
tres divisiones que ocuparan la cima del escarpe y la loma subsiguiente, sin advertirles que debían
mantenerse cerca unas de otras. Bonnet se situó junto al Arapil Grande, con lo que un gran hueco le
separaba de Maucune, mientras otro no tan grande separaba a éste de Thomières.
Una vez Wellington estuvo razonablemente seguro de que ninguna división más estaba a
punto de llegar, basándose en su intuición y en los informes de los guerrilleros españoles que le
habían indicado las horas de cruce del Tormes, hacia las dos de la tarde subió a su caballo y cabalgó
hasta Aldeatejada para dar órdenes inmediatas a Pakenham. Al llegar saltó del caballo y le ordenó
dirigirse al sur en columna, convertirla en fila girando las compañías 90 grados al llegar a la altura de
la loma y atacar a Thomières «hasta barrerlo».
Los húsares de Arentschild cubrirían su flanco derecho para evitar que la caballería
francesa interviniera.
A continuación galopó hasta el estacionamiento de la caballería pesada de Le Marchant y le
ordenó que en cuanto Leith hubiera entablado combate, cargaran sobre Maucune. Después siguió su
camino hasta Leith, que estaba sobre su caballo esquivando balas de cañón que venían rebotando
desde las baterías de Maucune para que sus hombres no tuvieran miedo a pesar de estar bajo un
fuego lejano pero intenso. Wellington le comunicó a Leith que en cuanto viera que Packenham había
derrotado a Thomières, cargara contra Maucune en la meseta, cosa que éste estaba deseando
porque veía que la moral de sus soldados decaía.
Luego cabalgó de nuevo hasta Cole y le dijo que cuando Leith hubiera derrotado a Maucune,
cargara a su vez contra Bonnet. Finalmente se dirigió a una pequeña colina al oeste de Leith para
observar la batalla.
Cuando llegó, vio cómo Pakenham cargaba y derrotaba efectivamente a Thomières mientras
los húsares de Areschild derrotaban algunas unidades de caballería que surgían del otro lado de
la loma. Leith a su vez cruzó lentamente la depresión con su división organizada en una doble fila
para cargar pendiente arriba contra Maucune. Aunque resistió algo más que Thomières, al llegar los
desbandados de la división de este perseguidos por Packenham, la división de Maucune se desbandó
justo cuando Le Marchand cargaba con la caballería pesada. El efecto de todo esto fue que las dos
divisiones francesas dejaron de existir mientras los supervivientes procuraban salvarse como podían.
Marmont había sido herido poco antes junto con su segundo, con lo que Claussel había
tomado el mando y aún trataba de organizar la defensa cuando la división de Cole se puso en
movimiento hacia el Arapil Grande y la parte adyacente de la meseta, donde le esperaba Bonnet.
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Este ataque fracasó completamente y Cole se retiró en desbandada. Los historiadores han criticado
mucho a Wellington y este alegó en sus memorias que Cole se había precipitado. En cualquier
caso, aunque Claussel intentó lanzar en persecución de Cole a las tres divisiones que le quedaban,
Wellington contraatacó con las divisiones de Hope y Clinton que había reservado. Además, en ese
momento llegaban cargando por el flanco la división de Packenham, la de Leith y la caballería pesada
de Le Marchant, con lo que después de una lucha sangrienta pero breve, todo el ejército francés se
desbandó. Si no fueron completamente exterminados, se debe a que la división de Ferey, que hasta
entonces no había entablado combate, tomó posiciones en un cerro más al sur llamado el Sierro y
protegió la retirada hasta que la noche marcó el fin de la batalla. Los franceses cruzaron de nuevo
el Tormes al amparo de la oscuridad y Wellington entró al día siguiente en Salamanca en un desfile
triunfal. Había derrotado al tercer ejército francés completo desde su llegada a la Península.
Después de esta victoria, Wellington avanzó por el valle del Duero y tomó Madrid, donde fue
aclamado como libertador por la población. Sin embargo, cuando se dirigió al norte en otoño vio su
avance interrumpido por la guarnición francesa de Burgos, que resistió un asedio y varios asaltos.
Amenazado por los refuerzos que llegaban de Francia, Wellington abandonó el asedio y se replegó
en una retirada durísima hacia sus bases de partida en la frontera de Portugal. Aunque la campaña
no fue decisiva, marcó un punto de inflexión en la guerra peninsular y, sumada a la catastrófica
derrota francesa en Rusia, extendió por Europa la idea de que los días de gloria de Napoleón podían
estar acercándose a su fin.
2.- La Guerra de Independencia en Valladolid.
Valladolid fue la ciudad elegida para albergar las tropas francesas en su expansión por el resto
de la Península, debido principalmente a su situación en el eje París-Madrid-Lisboa.
El Ejército de Junot permanecerá una veintena de días en Valladolid y el de Dupont unos tres
meses, (aunque el grueso salga de la ciudad en marzo, aparca a un tercio de los suyos guardando el
paso del Duero y cubriendo el área noroeste. Sin embargo, Valladolid estaba desprovista de grandes
cuarteles para albergar a los soldados franceses, y la ciudad tuvo que realizar un extraordinario
esfuerzo para adecuar conventos (San Pablo, San Gregorio, San Benito...) y otras dependencias, así
como licenciar al propio ejército español de algunos cuarteles.
Aunque bien es cierto que esta situación era aprovechada por no pocos lugareños para
aprovisionar el mercado negro, hundiéndose de esta forma la actividad económica de la
ciudad. Así, el descontento creció en la ciudad y se produjeron innumerables altercados y algún
conato de motín.
Las autoridades españolas, encabezadas por el Capitán General-Presidente Francisco de
Horcaditas, la Real Chancillería de Valladolid y el propio ayuntamiento, piden en numerosos bandos y
proclamas un esfuerzo de convivencia. Pero los vallisoletanos identificaban el "aliado" francés con el
antifernandinismo con claridad creciente.
Aunque el motín se produjo el 17 de marzo, los diarios no le dieron una gran difusión y la
noticia llegó por medio de gacetas y cartas particulares. Así el 24 de marzo se produjeron vivas al
monarca debutante en la Plaza Mayor, la defenestración y quema del retrato de Godoy presente en el
edificio municipal; auto de fe con los emblemas del almirantazgo, extracción y vía crucis del carro en
que fuera paseado el retrato en 1807, del Palacio Real a la plaza en que le prenden fuego, hundiendo
los restos en las aguas del Pisuerga.
La celebración duró varios días con disparos de mosquetes al aire incluidos. Como
consecuencia el partido fernandino controla Ayuntamiento, con el marqués de Revilla asentado en la
regiduría.
Desde mediados de abril a mediados de mayo, el contingente francés destacado en la ciudad
disminuirá hasta quedar en una presencia simbólica, lo que se tradujo en la desaparición de los
numerosos altercados y problemas de convivencia que se venían produciendo.
El 2 de mayo vallisoletano.
Desde el 5 de mayo, García de la Cuesta sustituye a Horcaditas como capitán general
presidente. Los ecos del dos de mayo de Madrid resucitaron los reflejos subversivos del partido
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fernandino (quién desde los días del motín de Aranjuez controla el Ayuntamiento, con el marqués de
Revilla asentado en la regiduría), desafiando el propósito contemporizante de García de la Cuesta.
Por otro lado, en el resto de España desde el 22 de mayo, en Cartagena (Murcia),y hasta el
31 del mismo mes en Valladolid y Zamora, un rosario de sublevaciones contra los franceses surge
por España: Oviedo, La Coruña, Badajoz, Sevilla, Murcia, Valencia, Zaragoza. Este alzamiento, que
marcó el comienzo de la Guerra de Independencia, sólo se llevó a cabo en los territorios no ocupados
por los franceses puesto que lógicamente en un centro urbano dominado militarmente era imposible
cualquier tipo de insurrección, como ya se había demostrado con creces el 2 de mayo en Madrid.
Así, el 31 de mayo, en la capital vallisoletana una muchedumbre de paisanos salpicada de
soldados, se agolpa en las calles y plazas con los gritos de ¡Viva Fernando VII! y exigiendo,
frente a las casas consistoriales, el alistamiento general, la entrega de armas, la designación
de un jefe, y la proclamación de Fernando VII. El Cabildo condescendió en ello, y los
manifestantes pasaron a la Chancillería.
El 1 de junio, García de la Cuesta accede al alistamiento forzoso, sin distinción, de los varones de
17 a 40 años, y a proporcionar cuadros militares, pasando al Ayuntamiento para publicitarlo. Cuesta
sabe que debe de organizarlo todo con la mayor rapidez posible pues el cuartel general francés se
sitúa en Burgos. Incluso los prelados ofertaron sus propiedades y el alistamiento de los novicios.
Además, crea la Junta de Armamento y Defensa de Valladolid, bajo su presidencia, a la que fueron
llamados dos representantes de cada corporación: Chancillería, Universidad, Ayuntamiento, Cabildo
eclesiástico y gremios.
Cuesta, que la controla sin problema, la eleva a la categoría de Junta General o Superior de
las otras organizadas en las intendencias castellanas que han de entenderse con ella (sin estar
representados en su seno). Se encuentra con un gran problema para organizar la defensa, pues
Castilla posee una deficiente infraestructura militar y no dispone de ningún ejército regular.
La noticia de la insurrección vallisoletana fue recibida en el cuartel general del Cuerpo de
Observación de los Pirineos Orientales, en Burgos, la noche del 4 de junio. El mariscal
Bessières, visto el evidente riesgo de ruptura de la ruta militar y de postas de Francia a
Madrid, dio prioridad a despejar la vía sobre la que se cernía la amenaza de las
desconocidas (por ello temidas) fuerzas de Cuesta. En consecuencia, las operaciones de los
generales Merle y Lasalle en La Montaña fueron desviadas en favor del teatro meseteño,
uniendo sus filas en Dueñas el 11 de junio, listos para encarar al enemigo, del cual, tras el
combate de Torquemada y la entrada en Palencia, tienen una idea cabal.
Al corriente del avance de los franceses, Cuesta sacó a la tropa de la ciudad los días 9/10 de
junio.
Batalla de Cabezón (12 de junio).
García de la Cuesta logra reunir finalmente una fuerza de unos 4 700 milicianos, 300
unidades de caballería regular y 4 piezas de artillería, que sería llamada de forma grandilocuente
Ejército de Castilla. Entre estos voluntarios, se encontraba Juan Martín el Empecinado, que sería
uno de los más mordaces guerrilleros durante la guerra. Por su parte, el ejército francés preparó un
destacamento al mando del General Lasalle perteneciente al Cuerpo del ejército francés dirigido
por el Mariscal Bessières, que tenía órdenes de normalizar la situación en la ciudad de Valladolid,
compuesto de unos 9 000 hombres.
En un principio, las tropas de Cuesta se despliegan en Cabezón del Pisuerga entre el puente
y el camino a Burgos, frente a las tropas francesas que acechan. Sin embargo, llevado por el
entusiasmo de sus hombres, Cuesta decide cruzar el puente y atacar a las fuerzas francesas, que
les doblan en número. El resultado es previsible, pues la veterana caballería de Lasalle aplasta a
los novatos reclutas y puede marchar hacia Valladolid, tras saquear los pueblos de Cabezón y su
comarca: Santovenia, La Overuela y Cigales.
La batalla de Cabezón no sería inteligible, o lo sería muy difícilmente, desligándola de la
del Moclín (Medina de Rioseco). Tras la victoria del 12 de junio, una porción de los galos entró en
Valladolid, evacuado tres días más tarde. Bessières poco sobrado de efectivos, amontonando en
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su mesa decenas de informes relativos a alistamientos, concentración y movimientos de tropas
españolas, desembarco de las inglesas, etc., desguarneció Valladolid, lo cual incita a García de la
Cuesta a tratar de recuperar posiciones en la llanura castellana.
Vencido en Cabezón, García de la Cuesta condujo a su hueste hacia el norte de la provincia,
a Benavente, donde se le unen los reclutas locales, los leoneses y un regimiento expedido, a
regañadientes, por la Junta asturiana. Unos 10.000 soldados de infantería de nuevo cuño, mal
reglados, en quienes por su cantidad y calidad no podía fiar las esperanzas de una maniobra
ofensiva. La salvación radicaba en el Ejército de Galicia, relativamente importante, dirigido por
Joaquín Blake, dependiente de la Junta del Reino de Galicia, para la cual Cuesta despacha a
Zayas Chacón. Lo políticos gallegos transigieron en enviar a su gente a Castilla, aunque en privado
desconfían del capitán general-presidente, razón de que condicionasen la ayuda a la autonomía de
mando.
A principios de julio los dos ejércitos se dan la mano en el valle del Bierzo. Cuesta y Blake concertan
un plan de ataque: lanzarse sobre Valladolid para ascender en dirección a Palencia y separar
a Lasalle del resto de unidades del Cuerpo de Observación. Bessières, que tiene al corriente al
emperador de la agrupación de contingentes españoles, no aparta los ojos del prioritario tramo
Burgos-Valladolid, y recibe refuerzos.
Los ejércitos de Galicia y Castilla marchan sobre Valladolid. Los franceses hacen lo propio
mirando a Benavente. Cuesta, tan desorientado como Blake, pasa a una veintena de kilómetros de
las columnas francesas. Al tiempo que dubita, llama en auxilio a los gallegos, y permanece inmóvil,
augurando un inverosímil ataque imperial desde Valladolid, planteamiento secundado por el Ejército
de Galicia que se situó en la meseta de Valdecuevas, en tanto que el de Castilla quedó en el llano
frente a Rioseco, sancionando el desatino:
(...) la situación de uno y otro Ejército no podía ser más absurda. Uno arriba y avanzado, y el otro
abajo y retrasado. Cualquier acción coordinada hubiera sido un auténtico milagro (...) la brecha que
dejaban entre sí ambas formaciones era más que una invitación a los franceses para que penetrasen
por ella, partiendo en dos a los ejércitos españoles y batiéndolos separadamente.
Batalla de Medina de Rioseco (14 de julio).
Enterado del movimiento de las tropas españolas, Bessières organizó un ejército de campaña
de unos 14 000 hombres que marchó rápidamente a detener a los españoles. El choque se produjo
en Medina de Rioseco, con las tropas españolas divididas en dos partes muy distantes, situadas
sin protección en los flancos y con una línea de retirada muy reducida. Bessières decidió atacar por
el medio, envolver y aplastar a los gallegos primero y después a los castellano de Cuesta que, al
comienzo de la batalla, habían sido contenidos.
La operación fue un éxito francés: Blake perdió cerca de 3 000 hombres y toda su artillería,
mientras que los franceses sufrieron menos de 500 bajas y aseguraron el camino a madrid para José
I que se había detenido en Burgos. Para el emperador esta batalla suponía la solución definitiva
de los asuntos de España, y para el pueblo español, conocer los horrores de la guerra, pues los
prisioneros fueron ejecutados y el pueblo de Medina de Rioseco saqueado.
Tras las abdicaciones de Bayona el 5 de mayo de 1808 la Corona Española cayó sobre la
cabeza del emperador. Aunque Napoleón publicó el 4 de junio el nombramiento de su hermano mayor
como Rey de España, el reinado de José I, premier et dernier como le llamó en sus Mémoires el
general Thiébault, comenzó oficialmente el 8 de julio de 1808 después de jurar la nueva Constitución
y de recibir, acto seguido, el juramento de fidelidad de los componentes de la junta española de
Bayona.
El 12 de junio de 1808, el vociferio de los alistados que, escapados de Cabezón, corren a
Valladolid, pregonando por las calles el saqueo perpetrado por las tropas francesas desata
la huida importante de sus habitantes con la frailada a la cabeza, temerosos de las
represalias de los franceses, que origina escenas de pánico colectivo. Los franceses
entraron finalmente a la tarde en la ciudad. Una diputación (Chancillería, Cabildo
eclesiástico y Ayuntamiento) esperaba en la puerta del Carmen Descalzo, frente a la que
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apareció, el general Merle.
Las órdenes de Bessières explicitaban que Valladolid debía ser respetado, aunque
desarmado, remitiendo a Burgos una representación de sus personalidades y corporaciones
donde se entrevistarían con él. No obstante, aquello no lo sabían los amedrentados vallisoletanos,
librados del saqueo general. Aunque hubo algunos episodios de profanación de algunos conventos
abandonados, en general el alojo de los imperiales no incurrió en mayores excesos, alojándose parte
en los cuarteles y parte en el exterior de la ciudad. El 16 la población estaba evacuada. El mercadeo
proporcionó ocasiones para confraternizar. Durante su estancia los franceses vendieron, lámparas,
cálices, vinajeras, relicarios, dijes de niños, colchas y otros menajes de lo saqueado en los pueblos.
Preliminar
de unos intereses creados que iban a dar mucho juego en los próximos años: Ellos no tanto robar
si los españoles no tanto comprar.[9] Lo prioritario, según Bessières, era pacificar la ciudad, que
volviese a la áurea monotonía. Empresa a la que Merle liga a las autoridades, remitiendo un decreto
al marqués de Revilla.
Al salir, los franceses arrastraron consigo a los prisioneros hechos en Cabezón, al lado de los
curas de las parroquias y de los prelados de las comunidades religiosas.
Desalojada la ciudad, el gobierno de sus asuntos en materia de seguridad se fió al
Ayuntamiento. En aquel entonces, se fueron restituyendo a sus domicilios los vecinos emigrados el 12
de junio, habitualmente a municipios del contorno.
Desde Palencia, el 21 de junio de 1808, Lasalle expide una carta para el Obispado, la
Chancillería y el Ayuntamiento, transmitiendo la voluntad de Napoleón respecto a los deberes de
Valladolid. El Sire quiere:
● El reintegro a las arcas públicas de las cantidades extraídas para la causa
fernandina.
● · La impresión de 2500 folletos en los que conste los nombres de los integrantes de la
Asamblea de Bayona y de la Junta de Gobierno en Madrid, la proclama imperial a la nación
española, y la del nombramiento de José Bonaparte como rey de España.
● ·La redacción de un bando, con una tirada de 4000 ejemplares, en que los tres poderes
ciudadanos juren obediencia a José I e inviten a la sumisión.
● Convocatoria de aquellos mismos para el solemne juramento conjunto de fidelidad al rey José,
del que, de igual modo, ha de estamparse 4000 copias.
Los capitulares intentan desentenderse en un principio de las exigencias económicas, con
el alegato de que el tema incumbía al intendente. Respecto a las demandas políticas, el juramento
(omitiendo la proclamación) se llevó a cabo el 27 de junio. La cesión por Napoleón de la Corona de
España al primogénito de su familia, el 6 de junio de 1808, a juicio del mariscal Bessières forzaba a
que Valladolid engrosase la lista del peregrinaje a Bayona a fin de felicitar al nuevo monarca. El 25 de
junio, partió la delegación, compuesta de 9 diputados pertenecientes a la Chancillería, Ayuntamiento,
nobleza, Cabildo Eclesiástico, Universidad (1 miembro). En Bayona, la delegación expresa el
reconocimiento político de la ciudad hacia el nuevo rey de España: José I Bonaparte.
Además, se acuerda la visita del nuevo rey a la ciudad en su viaje a Madrid. La salida de
Bayona se produce el 9 de julio. Sin embargo, se produce un cambio de ruta y José I tomará la ruta
de Aranda de Duero, llegando a Madrid el 20 de julio.
Sin embargo, el 19 de julio se produce la inesperada victoria del Ejército español en Bailén
frente al francés comandado por Dupont, y el 31 de julio José I salía de Madrid para replegarse junto
con su ejército tras la línea del Ebro.
De esta forma, Valladolid quedó libre de tropas francesas; volviendo a depender del capitán
general García de la Cuesta (que aún seguía al frente del Ejército de Castilla). Éste, de marcado
carácter autocrático va a entrar en una lucha de poder con las Juntas. Así, mediado el mes de agosto
los comisionados de Valladolid entregan a García de la Cuesta una instancia en la que recomiendan
la reconstituir la Junta de Armamento. Ésta lo sanciona como sigue:
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● Alistamiento en la provincia de los mozos solteros y viudos de 17 a 40 años, milicias y
licenciados del Ejército hasta la edad de 50 años
● Encuadre e instrucción de los reclutas en compañías/batallones a cargo de oficiales retirados
● Acopio de armas y municiones de que hay grandes cantidades esparcidas en esa provincia
● Vestimenta de los alistados (consulta con la Intendencia)
● Requisa de caballerías
Para financiar la Junta, destinó los ingresos de Propios, pósitos, obras pías y demás arbitrios
que tenga a su disposición y ofrezcan las circunstancias del país, apertura de una suscripción,
excitando el celo de los pudientes y personas privilegiadas, especialmente el Ilmo. obispo y clero, que
aprovecharán con gusto la ocasión de acreditar su beneficencia y patriotismo.
Cuesta nombra personalmente a los constituyentes de la Junta de Armamento de
Valladolid, con un militar como presidente (con lo que Cuesta se asegura la obediencia por la
vía castrense), un oidor de la Chancillería como vicepresidente, y como vocales: un conde (diputado
del común), un religioso (como representante del Cabildo Catedralicio), el procurador síndico, y 2
vecinos.
No es una Junta Superior a nivel regional, castellano, como lo fue la de junio. Su jurisdicción
se circunscribe al territorio de la Intendencia de Valladolid y para un objeto determinado. Pero ese va
a ser el instrumento que va a tratar de emplear de la Cuesta para hacerse con el poder.
Dos fueron los lugares en los que, a mediados de septiembre, fueron reuniéndose los
diputados tras debatir y acordar los propósitos reflejados en el manifiesto de la Junta de Valencia:
Madrid, la capital del Reino, y Aranjuez. Los representantes de Aragón, Asturias, Cataluña y Valencia
decidieron que la Junta Central tuviera la misma sede que las autoridades monárquicas, mientras
que los diputados de Murcia, Extremadura y los reinos de la actual Andalucía no aceptaban compartir
base con el Consejo de Castilla. Finalmente, tras intermediaciones entre el Príncipe Pío y el conde
de Floridablanca, acabaron trasladándose a Aranjuez, erigiéndose el Real Sitio como el centro de la
Junta.
Sin embargo, simultáneamente, la Junta Superior de León se había instalado en Ponferrada,
con el nombre de Junta Suprema de Castilla y de León, a merced de la influencia de la combativa
Junta gallega, que obtiene la firma del Tratado de unión entre los reinos de Castilla y León y Galicia
(10 de agosto de 1808), introduciendo un componente de soberanía nada grato al capitán general,
pues impugna su autoridad sobre las juntas, al no estar delegado por ellas. La réplica de Cuesta será
formar una nueva Junta Superior de León, negando entidad positiva a la Junta Reunida.
De cara a la representación en el congreso convocado en Aranjuez, en el que se constiruiría
la Junta Central Suprema, la Junta expide poderes para los diputados de Galicia, León y Castilla
(Lugo, 5 de septiembre de 1808). Acto García de la Cuesta u sus seguidores tachan de ilícito, máxime
cuando éste, previamente, la había declarado ilegal y nulas sus resoluciones. Así que, el 25 de
septiembre, entre los delegados de las juntas de diez reinos, dos principados y una provincia, figuran
por Castilla la Vieja 2 diputados, con mandatos cursados en Lugo. Cuesta, tratando de contrarrestar
tal representación decidió que la unta de Armamento de Valladolid remitiese a Aranjuez dos diputados
por Castilla.
Estamos en una de las fases más vehementes del conflicto entre Cuesta y el poder juntero,
personificado en la Junta Reunida. La propuesta política del capitán general-presidente, manifiesta en
el consejo de generales de Madrid (5 de septiembre) y en la entrevista con Charles Stuart, el enviado
británico (15 de septiembre), pasaba por suprimir las juntas, afirmar la potestad de los capitanes
generales, chancillerías y audiencias, y estatuir una Regencia multipersonal, secundada por una
jefatura castrense.
En Aranjuez, los 2 diputados vallisoletanos se dedicaron a buscar su aceptación en las
deliberaciones. Captado que no lo tendrían fácil, todo su afán consistió en deslegitimar a la otra
delegación de Castilla, convirtiéndose en portavoces del capitán general. Ante la
evidencia de que a lo sumo su status no ira más allá de hermano bastardo, la delegación
quemó sus cartuchos emprendiéndola contra el patrón compositivo adoptado en Aranjuez,
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criticando la vulneración de los usos tradicionales al admitir a Asturias o Madrid que son
parte de reinos, denunciando que la representación de las dos Castillas y León es desigual y
reducida en favor de Andalucía, Mallorca, etc.
El Reglamento de las Juntas Superiores Provinciales (1 de enero de 1809) ratifica el triunfo
del criterio centralista en la revolución española, limitando tanto su entidad, capacidad de
decidir y obrar que deviene a menos que aquellas sucursales de reclutamiento tan queridas
por el capitán general-presidente. Indudablemente que como tal, la Junta de Armamento
de Valladolid cumplió a la perfección su cometido.
Finalmente, el 25 de septiembre de 1808, en una ceremonia celebrada en la Capilla del Real
Palacio de Aranjuez, se constituyó oficialmente la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino,
que se encargaría de ejercer los poderes ejecutivo y legislativo españoles durante la ocupación.