2. La historia del militarismo japonés es siquiera tan interesante como la del nazismo
alemán, la diferencia entre uno y otro, a pesar de haber sido aliados durante la Segunda
Guerra Mundial, es descomunal y tienen muy pocos elementos en común fuera de haber
compartido enemigos durante esta contienda. La Guerra en Europa fue la guerra de Hitler, la
voluntad de un loco por poner en marcha su plan político. La Guerra en Asia fue parte de otro
proceso que tiene algo de racismo por parte de los aliados (EE.UU., Imperio Británico,
Francia y otros) y algo parecido a un ataque de locura colectiva en Japón, además de su
propio toque personal de racismo.
Debido a que sucedió al otro lado del mundo, y a lo brutal de los crímenes nazis, la
Guerra del Pacífico Sur, como la llaman los japoneses, ha quedado bastante relegada a los ojos
occidentales—al menos, lo fue a estos mis ojos occidentales—creo que un vistazo a una feria
del libro cualquiera de las que hay en el país podría demostrarlo, recientemente yo compré
varios libros sobre la II Guerra Mundial, y estos relataban sólo aspectos del combate por el
lado europeo, o sea alemán, y había muchos libros más sobre el tema: GESTAPO, libros de
mapas, etc. También debo añadir que los crímenes de guerra japoneses se cometieron
principalmente en contra de ciudadanos no blancos que jamás llegarían a tener el poder
económico que los judíos acumularon en occidente (ojo, esto no es una conspiración, es una
realidad. Casual y caótica como toda). Basta mencionar los nombre de los líderes nazis para
que alguien los recuerde: Hitler, Goering, Himmler, en cambio no a muchos les diría algo el
nombre de Jideki Tojo.
Los libros que tocan la II Guerra Mundial como tema, hablan de los eventos que
precedieron a la misma en ambos lados, y después viene el relato sobre los acontecimientos. O
sea, automáticamente están conectando ambos eventos, que sí tienen una conexión, pero esta
asociación impide observar mejor las grandes diferencias en ambos países. La II Guerra
Mundial, vista en conjunto pareciera ser una malvada unión entre los crueles regímenes
totalitarios de Japón, Alemania e Italia, que buscaba conquistar el mundo. Siquiera un libro
2
3. de ciencia ficción, ‘El hombre en el Castillo Elevado’, de Philip K.
Dick, comienza en un mundo donde Japón y Alemania se han
repartido el planeta entero. Esta simplificación es un error. El
echarle un vistazo a los eventos en el oriente del planeta me
demuestra una vez más lo necesario que es el diálogo entre las
partes, sea cual sea el conflicto. Es interesante ver cómo la gente,
historiadores y demás, creen que la historia tiene sentido. O sea,
que tenemos a unos japoneses con sus planes, y alguien se opone a
ellos, y los planes se ven truncados. No es así, y nunca será así, la
historia es una serie de eventos sin mucho orden que provocan
reacciones. El gobierno del Japón sí era militarista, sí cometió un
gran crimen—sobretodo en contra de su propio pueblo, pero no
era un plan. Nunca hubo un plan. En Europa, la guerra estalla
porque Hitler quería más territorio para el pueblo alemán y
deseaba ocupar las tierras de aquellos que su ideología
consideraba inferiores, los eslavos al este de Alemania, ¿qué hacía
peleando en contra de Francia e Inglaterra, cuando su mayor deseo era arremeter contra la
Rusia soviética? ¿Ven? Acciones, reacciones. Hay planes, hubo planes, habrá planes, pero no
sólo existen tus planes, están los planes de tooooodos los demás, de todos y cada uno de los
poderes políticos del planeta.
Bueno, como siempre, el tema es amplio, al respecto, una vez más, se podría hacer un
buen libro, debe haber una docena—siquiera—por lo que sólo me concentraré en un aspecto y
tocaré el otro de pasadita. Básicamente: problemas de Japón, razones para su agresión, y los
defectos sociales que acarrearon esa mala decisión. A ver, rápido, vayamos a principios del
Siglo XX, el mundo está repartido en imperios, el más grande es el Británico, el Ruso, y hasta
Francia tiene un buen pedazo y en el centro de Europa se van a pelear por ver quién se queda
con qué pedacito del imperio Austro-Húngaro y del Otomano, que estaban en decadencia y
eran atacados por los nacionalismos y el paneslavismo. Los Otomanos eran denominados ‘el
hombre enfermo de Europa’, y sigue igual, desde el siglo XV hasta nuestros días.
Así, mientras peleaban en Europa, británicos, franceses y japoneses se repartirían los
territorios alemanes fuera del continente, después vendrían las avivadas franco-británicas
para apoderarse del territorio Otomano. Japón sólo estaba imitando a los poderes occidentales
desde la intromisión del Comodoro Perry en 1854, que abrió al país a la injerencia extranjera.
El país del Sol naciente había tenido un descomunal éxito en imitar y progresar siguiendo el
modelo occidental. El problema es que llegaba demasiado tarde para acciones imperialistas, ya
todo el territorio estaba repartido. Se peleó con los rusos por un puertito en China, y ganó
(1905). ¿Qué más podía hacer? Korea y China eran países independientes sólo en nombre, en
el fondo eran un campo de juego libre de los poderes imperiales. Los EE.UU. eran un país
enorme en sí mismo, debido a una expansión de población europea no planificada, ni
controlada, pero constante. ¿Cómo podía competir Japón con las potencias imperiales del
momento?
La revolución japonesa de una sociedad atrasada a una moderna (Era Meiji), se
produjo en el país de arriba hacia abajo. Los japoneses, en su historia, lo habían hecho
muchas veces. Nunca antes tuvieron que remontar una corriente en contra más fuerte, o subir
una pendiente más empinada. Lo lograron, bajo la guía de los de arriba, llevados adelante por
las grandes familias, los líderes políticos y el emperador. Si bien los samurai habían
desaparecido como clase, Japón emergía al mundo moderno de una sociedad militarizada;
aunque se vestía de traje y lucía su carácter de occidental, seguía siendo un país con una
verticalidad cultural disciplinada en muchos niveles. Japón veía con preocupación y envidia la
3
4. fortaleza y dimensión de los poderes occidentales. Las expansiones japonesas en Manchuria
(1931) y Korea (1910), las varias guerras con China, y la prolongada lucha contra este país que
comenzó en 1937, fueron respuestas japonesas a las jugadas británico-ruso-occidentales (Es
interesante ver cómo para occidente, la agresión de Japón comienza sólo con el ataque a
Puerto Perla). Japón, geo-estratégicamente parecía no darse cuenta de que el imperialismo, el
gran juego europeo, había tenido un aleccionador fin con la 1ª Guerra Mundial. El
nacionalismo exacerbado que se veía en los líderes militaristas del Japón era propio de
tiempos pretéritos, fuera del país del sol naciente. Sus guerras eran su manera de jugar el
juego imperialista, sólo un poco más en un mundo donde ésta seguía siendo la conducta
natural de los poderes mundiales, exceptuando los EE.UU. que sólo tropezaban con territorios.
Japón llegaba demasiado tarde a la competencia que los poderes occidentales venían
practicando desde hace mucho. Aquí, los Estados Unidos, como el único país no imperialista
(sí, caracho, no eran imperialistas, no lo fueron nunca, los EE.UU. tuvieron una historia más
compleja, se encontraron heredando territorios y defendiendo lo que llamaron suyo. Y eso
tampoco es toda la historia) del mundo occidental, leyeron mal a los japoneses, y se puede
afirmar que su desconfianza de sus actos se daban por razones—también—racistas. Cabe
recordar que como un gran poder industrial e insular, el Imperio Británico era un ejemplo
más claro para los japoneses que la enorme territorialidad rusa o estadounidense. A esto
debemos añadir el factor de que Japón se sabía un poder no occidental occidentalizado y fuera
de Europa, eso quería decir que si se debilitaba, los ejemplos de lo que podría suceder con
Japón, la postrada China, la colonizada India, el África repartida, estaban por doquier.
4
5. Recordemos, Japón no había sufrido mucho durante la 1ª Guerra Mundial, no sentía que ese
tipo de juegos ya habían terminado y por buenas razones.
Los EE.UU. tampoco podían ver la situación que los japoneses sentían que les
amenazaba porque desde su punto de vista se puede comprar todo lo necesario, y no veían la
debilidad que los japoneses encontraban en su economía. Los británicos tenían a su
disposición los recursos de la India, África, Australia, etc. Igual Francia, igual Rusia con su
enorme territorio, igual los EE.UU. que convenientemente parecía olvidar la violencia no
sistemática que había plagado su historia. Japón se veía como un gran poder de Asia, uno
frágil, deseaba competir con los poderes occidentales, y lo hacía por reflejo, todos lo hacían, no
había otra forma de ver las cosas en ese tiempo, acuérdense de la 1ª Gran Guerra. Cuando
estalló la crisis de 1929, con la caída de la bolsa en Nueva York, donde desapareció un 17% de
la economía de los EE.UU. (no recuerdo de dónde me llegó este dato, sugiero verificar), los
japoneses se vieron envueltos en problemas económicos, para asegurar fuentes de riqueza
ocuparon la rica provincia de Manchuria. Todo esto es cierto, y debe ser tomado en cuenta.
Por lo mencionado, los EE.UU. y los poderes aliados no tenían derecho de pedirle a Japón una
rendición incondicional, ése fue uno de los muchos crímenes de los otros en contra de Japón,
otro de los principales es que la hostilidad occidental (sobretodo estadounidense) al
imperialismo japonés, terminó por provocar su confrontación con los poderes occidentales.
El gran problema de esta historia es que los japoneses ya estaban comenzando a
cometer un gran crimen en contra de su propio pueblo. El militarismo japonés que surge en
1 Una bella imagen del período Edo, tiempos de paz.
los años 30 con fuerza, pero cuya semilla había sido plantada mucho antes, es un
horrible fenómeno dentro de un hermoso país y pueblo. Desde el Siglo XVI que Japón era
gobernado por el Shogun, Comandante en contra de los bárbaros—término que tiene su
origen en las invasiones mongolas del siglo XIII, un líder militar, con el Emperador sólo como
cabeza simbólica del gobierno. Así mismo, todas las provincias del país estaban gobernadas
por condestables militares, al igual que las regiones más pequeñas. Ahí, los campesinos,
mercaderes y artistas, carecían de poder político, y la única fuerza estaba en manos de
aquellos que tenían derecho a portar espadas, la clase samurai. (Ah, como anécdota, en Japón,
el símbolo para los militares es todavía ‘aquellos del arco y la flecha’, ya que como arma, el
arco y la flecha precede a la espada por miles de años) El shogunato Tokugawa controlaba con
mano de hierro a las familias militares del país, no había guerras internas desde su
5
6. instauración, pero los militares seguían rigiendo el territorio y estando presentes en todas
partes. ¿Qué hacían esos militares omnipresentes si no había guerras ni combates ni amenazas
militares?, ¿qué hacían? Bueno, esos vagos con espada, entrenaban y escribían mala poesía—
dado que una de las actividades de estos militares era cultivar el espíritu y escribir poesía,
Jaikus y demás, era una de las actividades para cultivar el espíritu, había poesía por doquier y
la gran mayoría debió ser muy mala, ya que no sobrevive ni un solo samurai con renombre de
poeta. Ni uno. De esta clase militar ociosa, sin amenazas militares, sin presiones bélicas, surge
la tradición del Bushido, el camino del guerrero.
Como fueron generaciones y generaciones de guerreros sin combate, absolutamente
ignorantes de la guerra; aunque de
ninguna
manera
de
las
herramientas
y
habilidades
necesarias para la misma, eran
verdaderamente maestros con el
arco, la espada y otras muchas
armas y maneras de lucha. Estos
hombres de armas sin guerra
idealizaron el combate, el coraje
de aquel que enfrenta la muerte.
Nació una visión romántica de los
guerreros que les precedieron, de
los individuos de gran habilidad
con la espada. Además, en la
sociedad, el samurai era una
imagen de poder, aquel que
detentaba el dominio político en
todo el país. Los guerreros eran
dueños de todo en el Japón, y no
estaban luchando ni sufriendo
para obtenerlo, sólo practicaban
con sus armas, vestían bien,
cultivaban su comportamiento,
hacían gala de su buen gusto, y escribían mala poesía. Así, la pregunta en el siglo XIX era ¿qué
es un guerrero (samurai—la palabra en japonés viene de sirviente, pero la asociación
sirviente-militar es directa)? La respuesta sería: “Un buen tipo, capo con la espada, con linda
ropa, y todas las chicas se mueren por él”. ¿Quién no querría ser un samurai? ¿Porqué no
habría todo un país de aspirar a ser eso?
Un país políticamente controlado por los militares debió enfrentar cambios traumáticos
para un razonable cambio para un gobierno civil. Los conflictos militares, breves guerras no
civiles—ya que eran samurai los que combatían—de finales del XIX allanaron el camino para
un gobierno liderado por el emperador, y gobernado por civiles, con primer ministro y todo.
Sin embargo el país estaba imbuido de Bushido, la ética militar de ociosos militares que no
arriesgan nada por practicarla, verticalismo y militarismo. A medida que la anacrónica
expansión imperialista del Japón chocaba con el orden internacional de oriente, y la elite
gobernante veía en el imperio la única posibilidad para no ser avasallados por los poderes
occidentales, la guerra con los Estados Unidos se veía como algo inminente. Problemas y
confusiones entre uno y otro gobierno estallaron con el ataque japonés a Puerto Perla en las
islas Hawai (1941). Japón era un poder marítimo, y tenía una considerable capacidad
industrial, sin embargo se debe hacer hincapié que el país del Sol Naciente de 1941, no era el
6
7. poder industrial de hoy en día. Hoy, Japón es la segunda economía del globo, en ese entonces
habría sido una de las diez economías industriales del mundo, pero por debajo de Inglaterra,
Alemania, Francia y los Estados Unidos, y estos chicos amarillos querían agarrarse a sopapos
con la primera industria del planeta. Bueno, uno de los más lúcidos comandantes del país,
Isoroku Yamamoto, declaró sus dudas de poder ganarle a los EE.UU. desde el principio. Ni
modo, los japoneses, con sus problemas dependientes de recursos de sus colonias, y con los
estadounidenses hostiles a sus agresiones, más los problemas de incomunicación entre ambos
gobiernos, habían desembocado en una guerra total y una alianza de conveniencia con nada
menos que el más grande loco que había visto Europa desde Atila, Adolfo Hitler, Canciller
Alemán, o sea, jefe de gobierno de ese estado.
Japón perdería la guerra, era una visión que ya habían anunciado muchos, al igual que
habían cantado las no tan sorpresivas victorias del inicio de la contienda, o sea, muchos
militares habían hecho predicciones con dos puntos:
primero victorias, después la derrota. El problema es
cómo luchó Japón, y los japoneses, esta guerra. Si bien
los EE.UU. cometieron muchos errores en contra de este
pueblo, el Japón que se enfrentaba a los poderes
occidentales era una herida para el propio país. Se
educaba a la población en un fanatismo nacionalista y
militarista exacerbado. La dura educación machista
familiar de siglos de tradición militar en la sociedad, se
reflejaba en un proceso de entrenamiento a reclutas
brutal y humillante. Esos soldados japoneses
brutalizados cometerían atrocidades sistemáticas en
contra de chinos, filipinos, indonesios, vietnamitas,
malayos y todo occidental que caía en sus manos. Una
parte de Japón deseaba verse como los liberadores de
Asia del yugo blanco, “Asia para los asiáticos”, sólo
eran un amo más, y uno enfermo de violencia. Ha sido
la regla del mundo el despreciar y no tener piedad con
el enemigo, sea quien sea éste, pero todavía me enferma
cuando no tienen piedad con su propia gente. Los japoneses militaristas no tenían piedad con
su propio pueblo. Los Kempeitai, la policía política del pensamiento, fue una realidad,
controlaban lo que debía pensar, cómo se debía pensar, y arrestaban a cualquiera que tuviera
una opinión antijaponesa, lo que simplemente quería decir arrasar con la oposición.
Los militaristas habían matado a muchos políticos que se opusieron a la corriente
belicista que se impuso en el país en los años treinta. Muchos moderados habían muerto,
asesinados por los radicales nacionalistas. Siendo Jamaguchi, un primer ministro, la figura
más importante eliminada de esta manera (1931). Con la guerra iniciada en contra de los
Estados Unidos, ahora los japoneses tendrían que vivir lo que significaba ese código Bushido
de guerreros sin guerra, sólo que con guerra, ahora verían la sangre que absurdamente
reclamaban. Si los locos alemanes ganaron su guerra desde 1939 a noviembre de 1942, los
locos japoneses sólo tendrían victorias en contra de los occidentales desde diciembre de 1941,
hasta julio de 1942. En Alemania, los nazis estaban locos. ¿En Japón? Los militaristas. Muy
distintos a sus equivalentes de Alemania, los militaristas de Japón, y sus hombres, pelearon
con todo en contra con un fanatismo absoluto. La vergüenza del Japón radica en que la idea
central de su lucha fanática se basaba en una ética torcida. El Sepukku, suicidio ritual, fue
inicialmente sólo abrirse la panza (jara kiri), cuenta que el primero que lo hizo fue un bandido
llamado Jakamadare Yasusuke, quien tenía fama de ser muy valiente, al verse rodeado por
7
8. sus enemigos, sabiendo que le esperaba la humillación y la muerte, decidió quitarse la vida,
dejando en claro que no temía a sus enemigos, sino que sólo quería conservar el honor. De
seguro que su acto impactó a sus captores, de ahí el asunto se fue refinando hasta el Seppuku,
el suicidio ritual de la época Edo (1600 – 1868), tiempos de paz donde el suicidio ritual sólo era
contemplado para aquellos que cometían terribles faltas contra el estado.
El incidente de los 47 Ronin (samurai sin patrono) llevó esta idea hasta el paroxismo.
Un grupo de 47 samurai deben asistir al suicidio de su amo por maquinaciones políticas y
engaños de Kira Yoshinaka, por lo que juran vengarse, después de años de planificar su
ataque, logran asesinar a Kira, ahora deben cometer seppuku por haber cometido un crimen;
aunque estaban vengando a su amo y señor injustamente sepukeado. Todos aplaudieron el
acto de valor y honor, ya que todos los 47 samurai obedecieron la orden del emperador de
cometer seppuku. Esto ya debería abrirnos un poco los ojos, qué horror que un grupo de
2 Un samurai en armadura. Durante el período Edo
aparte de entrenar y lucir sus atuendos, los samurai
tenían poco que hacer.
hombres valientes deban morir por
un ajusticiamiento justificado. Al menos la
historia cuenta que Kira hizo trampa, Kira
cometió el gran crimen. Ese error debió ser
expuesto, se debería haber protestado, en
vez de eso tenemos la historia de los 47
samurai. Vengar la muerte, y ¿después? Los
47 samurai son típicos samurai de la época
Edo, fieles a su amo, fieles al emperador,
preparados para morir, sin temor a la
muerte. Más que típicos son el arquetipo de
aquello a lo que aspiraba el Bushido de
tiempos de paz. Preparados para la muerte,
en una época en que rara vez se debía morir
por ser fiel a tu amo. Preparados para la
muerte en tiempos de paz. Fidelidad al amo
cuando esa es tu más segura fuente de
ingresos y ascensión social. (Antes de la
época Edo, hay una guerra fratricida en
Japón, por más de un siglo. En esta guerra
la fidelidad al amo era una verdadera farsa,
todos se traicionaban cuando hacerlo podía
otorgarte mayor poder. Oda Nobunaga, uno de los grandes líderes de la unificación japonesa,
se rebeló contra su amo, un condestable de mayor poder, y fue asesinado él mismo por un
subordinado arribista.)
Jakamadare se abrió la panza para demostrar su valor y evitar la humillación de la
captura, cuenta la leyenda. Su ejemplo fue adoptado por los guerreros idealizadores de la
época Edo, tiempos de paz, como un deber del guerrero, el de luchar hasta la muerte y evitar
el deshonor. Los militaristas, confundidos, concebían al Bushido, la ética del guerrero-que-noguerrea, como el ideal del Japón, el alma del Japón. Ahora estaban en guerra. ¿No podía
Japón perder?, ¿debía toda una nación cometer Seppuku antes que ser humillada por el
enemigo? La respuesta es sí. De acuerdo a los militaristas japoneses, los enloquecidos
militaristas japoneses, el país debía morir antes que rendirse, ya tenían un estribillo para la
futura gloriosa tragedia: “100 millones murieron juntos”. La desesperación y patetismo de los
8
9. esfuerzos militares japoneses van subiendo de tono a medida que las fuerzas aliadas,
principalmente británicos y estadounidenses, avanzan por el Pacífico. El primer símbolo del
malestar psicológico que afecta al alto mando japonés se muestra al mundo el 25 de octubre de
1944. Se hacían llamar Fuerza Especial de Ataque Viento de los Espíritus, los kamikaze.
Cuando los mongoles invadieron el país, en el siglo XIII, dos afortunadas tormentas en sendas
ocasiones hundieron gran parte de la flota mongola de invasión. Este afortunado incidente, en
una sociedad animista, fue achacado al viento de los espíritus, kamikaze. Un avión con una
bomba no es necesariamente una bomba más efectiva. Lo que los japoneses estaban pensando
hacer es como si yo le pidiese a un guerrero que no utilice sus armas, su espada, su arco y sus
flechas, que deje su lanza en el piso, que se quite la armadura, le pongo una púa metálica en su
boca y le pido que corra contra el enemigo lo más rápido que pueda. Eso es un Kamikaze.
Le quité la armadura para que pueda correr por más tiempo, sin cansarse, y le quité
todo lo demás porque mi doctrina militar está bordeando la locura y hace ya buen tiempo que
entró en terrenos de la estupidez. Pilotos entrenados de naves cazadoras y bombarderos, se
vieron obligados por la sociedad y sus mandos superiores, a atacar al enemigo con sus propias
vidas, sin derecho y posibilidad de agredir o defenderse, sin que eso signifique su muerte, no
llevaban más municiones que las que estallarían con ellos al chocarse contra el enemigo. Un
guerrero es alguien que puede pelear contra el enemigo, sea quien sea, si sobrevive volverá a
casa para seguir entrenando. La idea es proteger. La idea de los kamikaze humilla al guerrero,
lo convierte en un vacío acto de Seppuku, que no beneficia a nadie, no le permite hacer lo que
le define, pelear. Tengan en cuenta que el primer Jara Kiri es de un hombre derrotado, que
sabe que no podrá derrotar a todos los enemigos que le rodean.
Un buen piloto de cazas será un gran guerrero, un kamikaze es sólo irse y matar, para
ello no se necesita talento, sólo necesitas saber volar. Morir es fácil, demasiado. Un kamikaze
es alguien que va a morir para matar. Ésa es una idea vacía. Vean la diferencia, los 300
espartanos que morirían
en las Termópilas, lo
hacían para que los
griegos de más allá, en el
sentido geográfico, se
preparen, se ordenen,
compraban tiempo con sus
vidas para que los demás
organicen
la
futura
victoria
griega.
Los
japoneses
estaban
peleando con soldados
suicidas porque la derrota
era una humillación que
no podrían soportar. Sus
ideales militares, por los
que habían brutalizado a
su sociedad, asesinado a
opositores,
les
había
enloquecido
finalmente.
Morir porque les daba
vergüenza
vivir
9
10. derrotados. Mandar a matar porque se les venía una humillación. Humillación ideada por
guerreros que nunca habían tenido que sufrir una guerra. Por guerreros que nunca tuvieron
que contemplar la derrota de su facción, porque no había ninguna facción en guerra.
Los japoneses imaginaron todo tipo de armas con suicidas a bordo. En primer lugar
estaba el Kaiten, el torpedo suicida. Mucho más impresionante eran los misiles guiados por
hombre, los Ojka (no sé cómo se pronuncia esta palabra, en inglés la transcriben ohka). Sin
olvidar los arreglos a los aviones para que sean armas de más larga distancia y más veloces, los
más utilizados y populares, los kamikazes comunes y corrientes. Más allá de un arma
psicológica en contra del enemigo, los kamikazes probaron ser un arma inefectiva, muchos
aviones chocaron con buques de guerra sólo para hacer mucho ruido y destruir los aviones y el
piloto que lo conducía. Lo que no ganaron bélicamente, lo alcanzaron con publicidad, en todo
el mundo se repitió la
palabra kamikaze, al
punto de que en
occidente ése es el
único significado de la
palabra y se lo utiliza
así en todos los
idiomas,
la
de
agresivo suicida. Si
bien hubo ataques
kamikazes
con
resultados
terroríficos, la mayor
parte
de
estos
hombres destinados a
morir simplemente murieron. Los ojka pudieron entrar en acción pocas veces, los
bombarderos que los llevaban eran muy vulnerables a los cazas enemigos. Al otro lado del
mundo, los alemanes, en su desesperación ante la derrota, sacaron de sus mangas una serie de
armas fantásticas y muy creativas. El único legado positivo de la locura nazi, fue el inicio de la
cohetería que ha puesto al hombre en la luna, ha permitido explorar el espacio y también
colocar satélites con muchos usos benéficos. Los locos alemanes hicieron: cohetes, misiles,
super-tanques, armas de sonido, aviones a reacción, mientras los japoneses, por su enferma
doctrina militar, se abrían la panza.
Hombres jóvenes, futuros padres, hermanos, hijos, fueron enviados a su muerte
sabiendo que la victoria no era posible. Los números habían estado en su contra desde el
principio de la contienda, lo sabía Yamamoto, que predijo la derrota japonesa si no lograban
destruir a la flota en Puerto Perla, y no lo lograron. Posiblemente fue el único japonés que no
festejó el resultado del ataque, que él mismo había planificado.
Un piloto siquiera puede apuntar su avión con la esperanza de hacer daño al enemigo.
Siquiera eso. Ya es una humillación enviarle sin municiones para defenderse, con órdenes de
matarse. Un piloto le preguntó a su oficial, “¿si logró soltar la bomba?, ¿puedo regresar?”.
“No”, le respondió su superior, “usted debe morir”. Eso ya es ser malvado. La culpa no es del
todo del oficial, este incidente, que justo acabo de ver en un documental de Discovery,
demuestra lo enferma que estaba la cultura japonesa del momento. Volvamos al principio, un
piloto siquiera puede dirigir su avión hacía el enemigo.
El Yamato es hasta el día de hoy el buque más grande de la historia, medía 250 metros
de largo, tenía un desplazamiento de 64 mil toneladas, un ancho de 39 metros, una tripulación
de 2500. Fue un buque más grande que el famoso Bismarck de los nazis. Llegaba como buque
10
11. insignia en una era en que los portaviones tomaban la batuta del poderío marítimo. Participó
en varias batallas, en ninguna fue muy efectivo. Ahora, con el Japón siendo derrotado, el Alto
Mando envío al Yamato, sin cobertura aérea, a defender Okinawa, en pocas palabras, a
suicidarse. Con su flotilla de escolta completa, los japoneses partieron hacía las islas sin
ninguna esperanza. Los barcos fueron divisados por sus enemigos estadounidenses, quienes
cayeron sobre los buques japoneses como furiosas abejas. La batalla duró más de dos horas,
12 aviones estadounidenses fueron derribados, murieron más de cuatro mil marinos del país
del Sol Naciente. Fue un acto sin sentido, el Alto Mando japonés estaba suicidando al navío,
pero quienes morían eran los jóvenes marinos. Y ellos ni siquiera podían apuntar su barco
hacía el enemigo. Qué burla de su propia gente.
Los aliados hace ya tiempo que pidieron la rendición incondicional de Japón. Los
líderes militaristas se negaron. Probablemente decían que eso sería una vergüenza, mejor
morir. Paralela a esta concepción idiota, los japoneses también veían que su importancia como
nación libre y fuerte, sólo sería posible con siquiera una de las colonias, los territorios
ocupados por Japón antes del ataque a Puerto Perla. Los aliados, midiendo a Japón con la
misma vara que midieron a Hitler le pedían la rendición incondicional y sólo eso, no se les
daba otra opción. El cerco se cerraba alrededor del tirano Europeo y el militarismo japonés.
Los Estados Unidos bombardearon la pequeña isla de Io Jima durante 72 días, ¿se imaginan lo
que sufrieron las tropas en la isla? Los infantes de marina estadounidenses pelearían en la isla
de 11,7 km2 por un largo mes. Si la situación era muy difícil para los atacantes, para los
defensores era simplemente inhumana. El comandante de la guarnición escribió: “No hemos
comido ni bebido durante cinco días. Pero el espíritu de combate está intacto. Vamos a pelear
con valor hasta el final”. Así lo hicieron, firmaba Tadamichi Kuribayashi, que fue fiel a su
11
12. palabra. Saludo el valor, pero… ¿y la inteligencia? El alto mando japonés debió utilizar mejor
el tiempo comprado por las tropas de Kuribayashi. Murieron 7 mil marinos, 22 mil japoneses.
Io Jima estaba a un paso de Tokio, la guerra estaba perdida, completamente perdida. A pesar
del daño que los
japoneses podían
infligir
en
los
estadounidenses,
éste era mínimo en
parámetros
militares. El daño a
Japón, la pérdida
de jóvenes en su
mejor
momento
físico,
con
sus
posibilidades
intelectuales
dispuestas,
saludables.
La
muerte de oficiales
leales,
educados.
La combinación de
ambas
pérdidas
sólo podía generar
un vacío en el país.
Un enorme vacío.
Para los militaristas, la matanza de japoneses a manos del mayor poder de fuego de los
EE.UU. no era suficiente. Desde el enfermo punto de vista de algunos oficiales, todavía podían
morir 100 millones más. “100 millones murieron juntos”. Los militaristas estaban aplicando la
ilógica kamikaze a todos los niveles. Los EE.UU. ya había bombardeado Tokio con armas
incendiarias, iniciando terribles fuegos que arrasaban con todo. La economía del país y su
industria, ya no podrían recuperarse.
Otro cúmulo de islas próximo a Japón era el pequeño archipiélago de Okinawa. El 1º
de abril de 1945, los aliados invadieron con una fuerza de más de 170 mil soldados del Décimo
Ejército. Nuevamente la dura resistencia japonesa provocó un elevado número de bajas entre
los soldados de los EE.UU., 12.500 muertos, 37 mil heridos. Una vez más, las cifras de muertos
entre los japoneses era una verdadera locura, 110 mil soldados, y hasta 150 mil civiles
perecieron en la defensa. 260 mil muertos, ¡una ciudad entera muerta! La batalla por
Okinawa tuvo una duración de 82 días. Oficialmente terminó el 21 de junio, el 29 de julio, el
gobierno japonés se negó a aceptar un ultimátum de los aliados. Para los militaristas todavía
había mucha más sangre para derramar. En Okinawa, sus kamikaze habían matado o herido
más de 5000 estadounidenses y británicos, haciendo una mella psicológica, militarmente
fueron ataques irrelevantes. La capital del país fue bombardeada con bombas incendiarias,
siquiera 100 mil morirían en el primer bombardeo de esta naturaleza.
La habían desarrollado bajo la idea de que competían con los alemanes por la misma
arma. Heisenberg, un genial físico, trabajaba para el bando nazi y buscaba un ingenio que por
sí mismo pudiese dar fin a la 2ª Guerra Mundial. Las experimentaciones nazis, con agua
pesada y muchos otros elementos, todos componentes del arma, preocupaban sobremanera a
los aliados, por lo que un gran número de acciones especiales se acometieron para truncar los
objetivos nazis. Terminada la guerra, los estadounidenses descubrieron que los alemanes
12
13. estuvieron muy lejos de construir una bomba atómica. Los EE.UU. habían logrado construir
una, y ya la habían probado exitosamente el día 16 de
julio, en Nuevo México, el arma estaba lista para su uso
en contra del Japón. El gabinete japonés ya consideraba
seriamente una rendición, todavía se oponían a
‘incondicional’. El día 6 de agosto de 1945 estalló en
Jiroshima la primera bomba atómica utilizada con fines
bélicos, para muchos japoneses el dolor de la ciudad les
llegó como una bofetada, para algunos todavía no era
suficiente, el día 9 del mismo mes, los EE.UU.
bombardearon la ciudad de Nagasaki con la misma
arma. Entre 130 mil y 140 mil personas murieron en
Jiroshima, 60 a 70 mil, en Nagasaki. Los efectos de la
radiactividad en muchos más produjeron enfermedades y
cánceres de diverso tipo, el número de afectados, entre
muertos y enfermos, probablemente se acerca al medio
millón. Dos ciudades enteras habían sido aniquiladas, sin
que su valor sirviese de algo, ni su lealtad para con su
patria, la brutal acción de los EE.UU. había permitido
otorgar dos sendas bofetadas al militarismo japonés, que todavía esperaba la invasión del
Japón. Fue el Emperador que se dirigió a su Gabinete para declarar “Debemos soportar lo
insoportable”, aceptar la capitulación incondicional. El 14 de agosto anunciaron la rendición
del país, el único pedido era mantener al Emperador del Japón como símbolo nacional.
Los miles de muertos de Jiroshima, Io Jima, Nagasaki, Tokio, Okinawa, la pérdida del
Yamato y su flotilla, todas esas muertes no habían sido suficientes, y habían sido poco menos
que inútiles. Un grupo de jóvenes oficiales intentó impedir la emisión de la rendición, una
grabación del mismísimo Emperador que comunicaba a su gente la mala noticia, la buscaron,
asaltaron la instalación donde fue grabada e incluso mataron al general a cargo de dicha
instalación, ese grupo de gente no estaba
dispuesta a rendirse. El intento de golpe de
estado fue suprimido, y la paz llegó finalmente
al país del sol naciente, después de pelear un
poco para decir ‘me rindo’.
Si bien ningún país occidental tenía el
derecho de pedirle a Japón una rendición
incondicional, y muchos de los crímenes de
guerra imputados a varios líderes del país
carecían de fundamento en un mundo donde los
poderes occidentales se repartieron el mundo en
imperios obtenidos por la fuerza de las armas, a
pesar de que el bombardeo haciendo uso de la
bomba atómica podría calificar como crimen de
guerra, al igual que el bombardeo incendiario de
Tokio y otras ciudades, a pesar de todo eso, la
brutalidad de la bomba atómica salvó vidas
japonesas. Fuera del archipiélago nipón,
siquiera había 3 millones de tropas, en China,
Malasia e Indochina. Además cuentan que
todavía había 2500 submarinos suicidas kaiten y
13
14. 5 mil bakas, cohetes suicidas distintos a los ojka.
¿Cuántos millones habrían muerto fuera y dentro
de Japón? Si incluso después de Okinawa, y las
cifras provenientes de ahí, la mayor parte del
gabinete deseaba seguir luchando. Sólo la
brutalidad de la bomba atómica, demostrando lo
inútil de las vidas perdidas sin posibilidad alguna
de defensa, permitieron despertar a los líderes
japoneses de la locura, exceptuando Hiro Hito,
más velador del pueblo que líder belicoso, él había
sido de los primeros en despertar.
Kamikaze
y
seppuku
están
muy
relacionados, morir antes que perder el honor. El
Bushido, desarrollado y propagado dentro del
pacífico período Edo, idealizó el morir por el
honor en una época en la que hacerlo no sería
necesario. Este código militar, en manos de
brutales líderes militaristas, demuestran como una
idea de valor y arrojo puede verse degenerada en
un nihilismo mórbido. La derrota japonesa trajo
consigo una transformación del país, su
recuperación económica y liderazgo industrial, es
una historia de vida y éxito, lejos de belicismos
absurdos. Esa historia es mucho más gloriosa que cualquier valor demostrado en la 2ª Guerra
Mundial, para alcanzar el sitial industrial que los japoneses tienen hoy en día, a pesar de todas
sus debilidades y defectos, debieron explorar y refinar todas sus habilidades, desde el trabajo
preciso hasta el buen gusto. Ése es el mejor Japón, el país que debería ser el ejemplo de
naciones alrededor del globo, no los belicosos militaristas, no los sueños imperialistas del país,
ni su brutal defensa en la derrota, esa reconstrucción de un país devastado a la 2ª Potencia
económica del globo es el verdadero
logro de una gran cultura que hoy por
hoy influencia al
3 El gran logro de Japón no fue pelear la
guerra, ni su defensa final, ni sus victorias
iniciales. Su gran victoria fue su recuperación
económica, que le otorgó uno de los mejores
niveles de vida del planeta.
mundo no sólo por sus productos, sino
por su creatividad, imitada en casi
todos los países del planeta.
El debate respecto al Bushido y
los Kamikaze continúa hasta el día de
hoy, hay muchos que los ensalzan,
rescatando su valor y sacrificio por los
demás como una ética ejemplar. Se
olvidan mencionar lo inútil de ese valor
y sacrificio. Otros parecen irse dando
cuenta de lo absurdo de estos
sacrificios, en el reciente filme japonés “Yamato” (Otoko-tachi no Yamato, 2005) de Junya
Sato, quién también trabajó en el guión junto al autor del libro en que se basa el filme, Jun
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