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2009-2010
Antología de un abril vacilante




                  Rodrigo Federico Eugui Ferrari
En lugares inhóspitos brotan las más bellas flores
                                                                          A veces veía la vida en rosa y otras en gris; a veces sonreía y otras
                                                                          lloraba, ardía de pasión y angustia, o contemplaba el mar y la
                                                                          lluvia…Sin brújula, vagué por los senderos lóbregos y los
                                                                          iluminados, buscándote o tratando de olvidarte. Confieso que
     Derechos de Autor Uruguay 2010                                       fueron momentos únicos, que condensaron en mi ser la esencia de
                                                                          la vida, y llenaron de sentimiento y meditación la tinta de mi
                                                                          péndola. Poemas volubles, una despedida a un amigo platónico, y
                                                                          varios relatos que, en ocasiones, pareciesen rozar con lo absurdo de
La reproducción de esta obra a través de medios ópticos, electrónicos,
                                                                          la hipocresía humana, y otras destilar una especie de “ideas
 químicos, fotográficos o de fotocopias está permitida; al igual que la
          traducción de la misma respetando su contenido.
                                                                          emocionadas”: ésta fue la cosecha de ese abril, tan vacilante como
                                                                          la llama de una vela encendida sobre el escritorio. Por ello, fiel
                                                                          lector, compañero de penas y alegrías, te advierto que las páginas
                                                                          de esta obra son como las olas del mar: las hay suaves y apacibles,
                                                                          así como también salvajes y coléricas. Si eres un navegante audaz
                                                                          y decidido, aférrate bien al timón de tu bajel y lánzate a lo
                                                                          desconocido…
Antología de un abril vacilante


A nuestro Marito                                                              mientras un joven lea algún poema tuyo, seguirá encendida la antorcha
                                                                              del recuerdo.
Físicamente, nunca tuve la grata oportunidad de conocerte, y aún así, te
considero un amigo, un muy buen amigo del alma. Aconsejaste, por medio        En nombre de todos los jóvenes, soñadores, utopistas y enamorados, te
de tu singular y emotiva literatura, a más de un desdichado, dentro de los    saludo desde el corazón.
cuales me incluyo. Eres grande; pero tu magnanimidad no se reduce a
esas palabras consoladoras. Fuiste siempre un espíritu sincero, y esa         (Publicada en el diario capitalino La República, el 20 de mayo de 2009)
cualidad no la perciben nuestros ojos, la experimentamos, no sé cómo,
pero la experimentamos. Dejaste tu ánima al desnudo únicamente para
abrigar a otras, más tristes, más alegres…más solas. Y nunca, repito,
nunca inhalaste el humo de la grandeza, teniendo en todo momento los
pulmones puros de humildad. Recuerdo un relato tuyo, “La juguetería”, y
pienso en el niño que, hasta el último minuto, fuiste, compañero. Recuerdo
también la moraleja implícita, y trato de reflexionar (verbo que,
actualmente, parece pertenecer a las reliquias del pasado) sobre mis
acciones. Sabes, ahora comprendo tu mensaje, y resulta hermoso dialogar
con el lenguaje del corazón. Gracias por escucharnos, simplemente
gracias. Es maravilloso saber que los seres humanos podemos aspirar la
eternidad, y tú eres ejemplo de ello. Tu obra, grávida de sentimiento, será
el oído de generaciones presentes y futuras; ése, mi amigo, es el logro más
sublime, y que a un escritor llena de regocijo. Pero no es necesario que te
lo explique: ya conoces ese efecto. Cierta vez, escuché a un ex-prisionero
de las FARC comentar que tus poemas habían salvado su vida. Eres
grande Mario, y siempre lo serás. Por eso hoy, 18 de mayo de 2009, todos
los uruguayos, con profunda tristeza, despedimos tu cuerpo, tu nombre…
pero jamás, escucha, jamás sepultaremos las memorias de tu alma. Y

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Antología de un abril vacilante


            Soliloquio I              “Seré inexperto, lo confieso,

       Has engañado a la niña           pero no huyo del temor

    que su inocencia te entregó;      y si alguien me niega un beso

        has escalado la cima           primero actuará la razón.”

       y destruido su corazón.

                                      A eso que llamas buen juicio

     “No me culpes por el canto         nunca antes se presentó

        que a su oído cautivó;          y es la lápida del suplicio

    castiga a los hombres raucos      del ángel que murió de amor.

    por despreciar tan bella flor.”

                                             Soliloquio II

       Tú no eres el jardinero             ¿Por qué la beldad

     que mucho sabes de amor,            no busca al intelecto?

       sólo un pobre mancebo            ¿Y qué sientes al mojar?

       que no conoce el dolor.           con el rocío tu pecho?




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Antología de un abril vacilante


       “Veo esa sombra taciturna            dejen al mar por el cielo,

          trémula en el espejo             si no hay olas en las playas

         y al infante de la cuna             admirarán el silencio.

         llorar por su reflejo.”

                                                 Soliloquio III
        No culpes a tus luceros         ¿Merece la mariposa su capullo

       que sólo dirigen la mirada,      cuando el olvido se lo ha robado?

       pregúntale al Sol sincero         Ese aroma es como el susurro

    por qué se encuentra tan callada.    que esconde el bosque arcano.



    “¿Y si no entiende mis palabras        “Inexplicable es el destino,

         y rompe con un beso?              explicable es el murmullo

         ¿Sabré yo sin un mapa             y si se cruzan los caminos

        …sabrá ella con deseo?”             veré su pecho desnudo.”



       No esperes que las gavias           Si ignífero es su nombre,


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Antología de un abril vacilante


        lapídeo será el rasguño:         que deja caer sus hojas,

       daña la piel del hombre             ante este frío tierno

      el gélido y feroz tumulto.          no sobrevivirá la rosa.



      “Sé que el indómito corcel        “Aunque la flor ya no lata

      se alimenta de esos frutos,       sí lo hará el sentimiento,

        mas el jardín sin clavel         aunque pierda su manta

       no persuadiría al gusto.”      el calor permanecerá adentro.”



       No evoques las palabras             ¿Alimentas a tu vid

    cuyos significados sean brunos;      sólo con el fúlgido beso?

          de la rigente rama                No escapará de ti

         no caerá ese capullo.            ese infausto recuerdo.



            Soliloquio IV                   “Mi viña no pide

      Como el árbol en invierno            un ubérrimo suelo,


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Antología de un abril vacilante


        quiere un canto triste         Los viejos limpian sus lentes

      que le sirva de consuelo.”      y los niños humedecen sus pies.



    Si abandonases el pensamiento         El cielo arroja colérico

       calmarías la tempestad,              sus lágrimas netas,

    pero sabiendo que no lo harás    como el infausto que lanza sueños

     vívelo tal si fuera un sueño.      tal si fueran dóciles saetas.



             Por dos días              Sé que en el fondo del jardín

         Por dos días llovió,            está una tímida doncella

      llovió en el parque florido;    percibiendo lo suave del jazmín

          en dos días mojó,             y esperando en mi glorieta.

        purificó al árbol vacío.

                                          ¿Qué aguarda sentada?

      Corre el efímero torrente        ¿Qué calor le dará el mármol?

     arrastrando barcos de papel.         Miró hacia la ventana


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Antología de un abril vacilante


    y contempló mi rostro pálido.

                                                Deseo
     Y aunque el viento azotaba            Surgió su figura

     ella permaneció en silencio      en la más lívida penumbra

     observando la gris fontana,       con un velo en la cintura

    observando un nido muerto.       y un silencio de ultratumba.



    En un instante de lobreguez      “¿Quién eres, dulce doncella?

     perdí a la princesa de hielo:       ¿Has perdido la rosa

     dejó un guante en mi dintel     o te ha cegado una estrella?”

     y escarcha en mis cabellos.        Sin contestar y celosa



      Si quizás volviese a verla      contempló la noche oscura,

        acariciaría su mano,              sin palabra en boca

      si quizás volviese a verla       consumió su amargura.

     … la esperaría en el banco.       Perdida, la ventana toca


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Antología de un abril vacilante




       y se abre un postigo             Engañó al corazón

      …y la calma la sofoca.         que le entregó convencido

    Antes que dijese “contigo”          las llaves del alma

    cayó al aire como una roca          y un ramo de olivo.



      abandonando al amor              Ya no quiero excusas

    que a su espíritu provoca.        que traigan esperanzas:

    Moraleja: no siente el calor   devuélveme mis pensamientos

      la mano que no lo toca.          y guárdate tus cartas.



            No lloraré               ¿Cómo olvidaré tus ojos,

            Claro está:              tu nombre y tu promesa

      no lloraré en el papel;          cuando respiro el aire

     que mis lágrimas vuelen          que te trae a mi cabeza?

     y se posen en su dintel.


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Antología de un abril vacilante


         Tu olvido me condenó

          a aguardar en silencio        ¡Ah! Que iluso resulté;

         el recuerdo de tu amor             sin querer serlo,

       al que ahora no pertenezco.     con flores y buen acento,

                                        me convertí en víctima

               Claro está:              de su despiadado juego.

        no lloraré en la ventana;

        que mis lágrimas vuelen           ¡Ay! Que tonto fui

          y no mojen mi cama.           al entregarle mis libros,

                                         sin ojos de mendigo,

               Sus saetas               al más avaro de la orbe

              Fue la saetera            que se vestía de pobre.

        más ingenua que conocí:

        una vez en mano la presa,          Disfracé su vicio

     limpia los dardo ensangrentados    con hermosas virtudes:

        y deja en el piso su botín.    cuando miró otra estrella,


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Antología de un abril vacilante


         más clara y más bella,         que sin lugar en mi cama

       golpeó con furia mi pecho          regalóme su estrella.



          y me regaló un espejo          ¡Ay!, luceros sin brillo

     para que mi rostro contemplara.      por ustedes lamento

            Sí, fue la saetera            no ver al ángel divo

        más ingenua que conocí.          que sufría en silencio.



               Desahogo                En su balcón contemplaba

            Serás mi testigo,            a quien no la merecía,

          guardarás el secreto         mas en el fondo de su alma

        y si por amar iré a juicio       sólo a él le pertenecía.

         le escribirás un soneto.

                                       Y cuando lo vio sonriendo

          A la otra, a la dama,            a una mujer ignota,

             escríbele a ella          con lágrimas bajó corriendo


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Antología de un abril vacilante


        en busca de una soga.

                                                 Lazo
       Por última vez el céfiro      El moño que ata tu cintura

     acarició sus áureos cabellos:     una vez apretó la mía,

          callaron las aves,           ¿cómo sería la espuma

      cayeron plumas del cielo.        si no existiese la orilla?



         Sintió él su puñal,            Si argéntea es la tela,

         el de la eterna culpa         áureos serán los flecos

       al recibir tarde la señal       ¿pero puede la princesa

      que lo amaba con locura.           bailar con ese peso?



          Sabes la historia,               Quítate el lazo,

       no la susurres al viento;          deja que te ayude

       guárdala en la memoria          y no apartes mi mano

        y escríbele ese soneto.      hasta que el viento susurre.


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Antología de un abril vacilante




        Libre quiero que seas,      ¡Dame, ninfa que acechas,

          libre anhelo verte         dame ese dulce nepente!

       así tenga tus ojos verdes      Olvidaré las promesas

         o me lleve la marea.         que avivan mi mente.



         Tristeza nemorosa            Dale también al árbol,

      No hay ruido en el bosque          al río y al pájaro

     ni tampoco música nemorosa.     que sin su canto arpado

       Hoy, el silencio es doble:   no habría reflejo en el lago.

          callan aves y hojas.

                                        Y que calle el cielo

      Adormecido, somnoliento,        y que callen las nubes;

          se encuentra el río.          guardaré el secreto

       ¿Acaso perdió su aliento      donde no haya abedules.

          o perdí yo el mío?


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Antología de un abril vacilante


         Amor ilusorio             Y olvidaré esos luceros

       Refugié mi anhelo             que deseé con celo,

      en fantasías volátiles,       y tiraré las epístolas

         luego en versos           que escribiste sin tinta.

     y finalmente en pesares.

                                       Pero no borraré

        ¿Por qué lamento            de mi alma tu figura:

     lo que perdí en sueños?        cuando te vea sabré

        ¿Acaso el viento        que fuiste avidez con plumas.

      abrazaría mi cuerpo?

                                         Desánimo

      No, no más lágrimas              En el éter gris

      por amores ilusorios.           dibujé tu mirada;

       Desvaneceré el odio           extraño tu sonrisa

     que cazaste sin trampas.     y las plumas de tus alas.




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Antología de un abril vacilante


      Dos nubes que vagaban       si verdaderamente lo amas,

        ocultaron la llovizna     agárrame con fuerza el brazo

        y en el frío callejero        y partiremos al alba.

        percibí una caricia.

                                     Romance quimérico
      ¡Oh! ¿Qué mano novicia        Quiero decir tu nombre

         en el arte de amar          sin colgar las palabras;

      toca el pelo desconocido        quiero ver al pájaro

      de quien está por llorar?         libre de su jaula.



         ¿Será nuestra piel           No me des sombra

      panacea de sueños rotos?       cuando pido un faro,

         No bajaré del bajel          no me des compañía

     para ahogarme en el ponto.     cuando necesito amparo.



        Si amas mi corazón,            Sólo déjame sentir


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Antología de un abril vacilante


        tu calor en mi pecho.         el Sol oculta su fulgor,

     Aunque imagine tus labios      las palomas vuelan cansadas

       advertiré nuestro beso.       y tú no estás en el balcón.



       Aunque mires luceros           ¡Oh, calma traicionera!

     más fulgentes que los míos,   ¿Qué inquietas en mi interior?

         reina serás siempre         ¿Será la beldad lastimera

       de este corazón ígneo.         de aquel astro que cayó?



        Serenata vespertina            ¡Oh, rosa intangible!

       Habla el cielo nubífero:      ¿Por qué me causas dolor?

     hoy es día para descansar.        ¿Acaso te fui visible?

     El mar abandona su ímpetu        ¿Acaso degusté tu olor?

     y las olas paran de danzar.

                                        Apaciguaré la fiera

         Aquí en la terraza           que alimentas sin cesar.


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Antología de un abril vacilante


      Habla la brisa sincera:     aunque despierte sin dedos

     hoy es día para descansar.     o esté bajo escombros.



            Un amigo              Quien te llama sin avisar

        ¿Qué es un amigo?         porque presiente el dolor,

        Aquel que te dice:            quien daría por ti

     “Vamos al bar a platicar       su sangre y su sudor.

      que hoy te veo triste.”

                                     Un amigo es único

      Esa persona que conoce         y no engaña al oído,

     mis sueños más comunes       pero sobre todas las cosas

        y guarda en secreto        siempre estará contigo.

     aquello que me confunde.

                                     Lujuria de palabras

       Esa persona que tiene          Abrazo la lujuria,

     una mano en mi hombro           lujuria de palabras.


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Antología de un abril vacilante


         ¿Qué sería sin su embrujo            esos poemas de amor.

     que adormece mi mente alterada?

                                                    Por la paz
         ¿Qué sería sin su perfume          Estrechémonos las manos

       que consuela al ojo lagrimoso?       y bajemos nuestras armas.

         ¡Amo las letras clementes         Si siempre fuimos hermanos,

     porque su compasión es letificante!    ¿qué es lo que nos separa?



              Pero sé discernir                Por poder, religión,

       al melancólico del indiferente:           orgullo y codicia

            esas palabras vacías              reprimimos al corazón

      provienen de plumas invidentes.         y silenciamos las risas.



       Aunque acaricien mis cabellos          ¿Cómo veré tus ojos,

          o apuñalen mi corazón,               cómo verás los míos

             yo seguiré leyendo                 sin arrojar el odio


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Antología de un abril vacilante


     que nos vuelve enemigos?

                                     Primo inconcluso
        Rompe las cadenas,         Quiero decirte al oído

         déjame ayudarte,        lo que te susurro en sueños;

      y unamos las banderas       sigo somnoliento el hielo

     marchando hacia delante.     que me guía a tu pañuelo.



      Y que vengan los pobres       Ver esa piel desnuda

       y que vengan los ricos      sin medallas ni anillos

     abandonando sus nombres,      y contemplar la aurora

      cantando con los niños.      con los cuerpos unidos.



      Todos juntos abrazados       Fantasías escurridizas,

      encenderemos una vela         suspiros sin aliento,

      y cuando arribe el ocaso        frescura sin brisa,

      iluminaremos la Tierra.       …llanto sin lamento.


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Antología de un abril vacilante


                                                  tú te habías ido.

          Ya no vendo promesas,               Sólo me dejaste un barco

         ya no compras esperanza.             y una brújula sin Norte.



                     LI                                 LII

          Por el sendero invernal             Ya no están las palomas

         llueven pétalos de pluma,         que se acobijaban en mi pecho;

           y yo sigo ese sendero              ya no están los gavilanes

         leyendo el mapa anónimo.          que me arrebataban el corazón.



       Por praderas y valles floridos,         Sólo tengo sus nidos,

     montañas y acantilados mortíferos,    sus tiernos, pero lívidos nidos

            caminé sin descanso           que siempre acaricio con ternura,

         hasta encontrar tu castillo;     con una promesa sin esperanza.



             pero cuando llegué           ¿Qué sería el fuego sin su calor?


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Antología de un abril vacilante


           Sombras sin objetos,             escribe el epitafio de una lápida.

          recuerdos sin memoria,          Cuando los ruiseñores se hayan ido,

           …deseos con tristeza.                 tú extrañarás su canto.



                    LIII                                  LIV

       Por la calle vacía de mi vida           Tengo hambre de abrazos

          el caballo volátil pasea,          y sed de lágrimas arrepentidas.

      por el jardín florido de tu vida      Si leyésemos debajo de la pluvia,

        el jinete solitario lo busca.            el agua nos purificaría;



         En mi paraíso quimérico               sabrías que el frío no hiere

      peces con alas surcan los cielos,    a corazones que arden de esperanza.

     dragones contemplan el atardecer           Te quiero como no eres:

       y nos besamos en tu castillo.            humilde, sincera…y libre.



           El frío de tu silencio         Hasta que me permitas coger tu mano


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Antología de un abril vacilante


     sin recibir un rasguño traicionero,   ebria de tanto sentimiento ficticio,

     hasta que te aceptes como no eres       perdió la sobriedad del corazón

        seguiré soñando con hadas.           y acabó siendo esclava del vicio.



                    LV                                     LVI

       Con paso gélido y silencioso,            Vi tu sombra en el bosque

         mirada tenue y solitaria,           y seguí ese célico aroma a rosas.

         una joven recorría la casa        El Sol despertaba al Edén durmiente

     buscando los poemas anhelados.          y abrazaba mi espalda desnuda.



         La oscuridad de la noche           Una mariposa voló delante de mí;

         abrazaba el infame deseo:            sentí tu presencia desde lejos.

           creer que el vero amor           Corrí, corrí hasta el vetusto roble,

         se escribe sólo en versos.          donde estabas, con mirada pía.



         Así fue como la doncella,           Sabes que nunca te lastimaría,


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Antología de un abril vacilante


           ¿por qué te marchaste,               te posas vigilante, gélida,

        quitándome aquel perfume?            esperando salvar a algún infeliz.

      Mi corazón te esperará…siempre.         Dime: ¿quién te salvará a ti?



                    LVII                                  LVIII

        Amo ángeles, por eso te amo.                ¿Por qué te amo?

         Veo en tus alas un refugio,               ¿Será por tu mirada,

        un abrigo para la esperanza.                por esa paz innata

     Sin ti, el cielo no estaría completo.      o porque besaste mi alma?



         En medio de la tempestad                Te confieso, sin galera,

         vuelas por entre las nubes.         que deseo con locura tus labios.

       Desde mi ventana te observo,              Quiero verte en la playa

     mientras corren las gotas pluviales.       con las manos desnudas.



         Y en lo alto de un edificio            Quiero que sientas el mar


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Antología de un abril vacilante


         y que la brisa te despeine.              y besarte, sólo besarte.

         La duda es nuestra cárcel,               Quiero verte a los ojos

     ¿hasta cuándo serás su prisionera?         y arrojar juntos las cartas.



                    LIX                                     LX

          Aquí estoy, escuchando             La luz de la Luna ilumina el lago

        esa suave música de piano.           y los cisnes danzan en sus aguas.

         Recuerdo cuando sonreías           La brisa mece las hojas y los nidos

          y mostrabas tu aureola.         mientras el tímido silencio se presenta.



       Fuiste mi panacea espiritual,            Debajo de un vetusto pino

        un refugio siempre abierto.             dos tórtolas se encuentran:

          Lloré, y tu imagen secó             con sus picos sostienen un lazo

        las lágrimas. Eres mi ángel.          que pasa por un par de anillos.



          Quiero sentir tu pecho               El tiempo me ha prometido


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Antología de un abril vacilante


        concedernos un instante eterno.            mientras la pluvia paseaba

      Una lechuza está cruzando las nubes       por las calles cenicientas y solas,

 para entregarte el corazón que me usurpó.      por la única habitación iluminada.



                      LXI                                     LXII

     Contemplando la oscuridad nocturna,           La paloma cruzó los cielos,

     descubrí la única habitación iluminada:      desafió al frío de la montaña

     el viento castigaba su ventana lignaria;        y superó la cruel fatiga

       quería arrancar sus níveas cortinas.          para darte este mensaje:



          De aquella pieza incendiada            “Cuando las campanas suenen,

           surgió una silueta humana:               el río calmará su bravura;

             ¿puede la luz poderosa                 donde las hojas duermen

        subyugar a las sombras siempre?           la ráfaga ha dejado una seña.”



         Y escuché un violín nostálgico              Mi fiel emisario esperó


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Antología de un abril vacilante


     hasta que los campos blanquearon,   que lastima a mis sesos con sus espinas

           y la carta que llevaba        y complace a mi astro con su perfume!

         se la ha robado el tiempo.         Espero que regreses a buscarla…



                  LXIII                                  LXIV

          Te has ido, y me dejaste            El cielo se encuentra sereno,

           una rosa en el pecho.              la plaza extraña a sus niños,

          Meditando en mi lecho                  y en un banco solitario

           mientras Él se asoma                 un joven silba sus penas.



       fantaseo un plácido recuerdo.                Extraño tus ojos

          “¿Por qué huye el coraje              que nunca me han visto;

        cuando el amor lo desafía?”               y aún así los extraño

         Esa pregunta me inquieta.            porque hechizaron los míos.



        ¡Cuánto sufro con esta rosa            Cuando no vea tu pureza


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Antología de un abril vacilante


              sabré que te has ido;           esperaba a su amado en la costa;

         cuando escuche tus lágrimas,         hasta que el oro se hizo blanco

            sabrás que he regresado.              y la playa estuvo sola…



                      LXV                                 LXVI

           Bajo un árbol de promesas             La ráfaga de la montaña

        dos enamorados se encuentran;            acaricia las flores suaves:

        él, contemplando a su princesa,            ellas no temen su ira

       ruega a los ángeles que la protejan.    porque no juzgan al silencio.



     El tiempo, cual verdugo sin clemencia,        Las viejas rocas saben

         separa con crueldad la pareja:        que las nubes nunca regresan,

            en un barco descolorido                 y son los gavilanes

         el joven viaja hacia la guerra.       quienes les dejan sus marcas.



        Ella, con la esperanza ardiente,         Nadie conoce la soledad


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Antología de un abril vacilante


        que habita en la montaña,          porque desconocemos la oscuridad;

     nadie ha escuchado el lamento          hasta que nuestros ojos se cierren

     que susurra tímida por la noche.   seguiremos temiendo al bosque nocturno.



                 LXVII                                  LXVIII

        Veo a los cisnes alejarse,         Soñé que estábamos en la montaña;

        aunque no quiera verlos.              solos, nos miramos a los ojos.

         La niebla oprime al lago          Vi tu alma desnuda, libre de rosas,

      que al Sol intenta contemplar.       de perfumes, y con alas sin plumas.



         ¿Dónde está el silencio              El céfiro te robó una lágrima,

        que escuchaban las hojas?        y el mar colérico susurraba tu nombre.

        Lejos del arroyo naciente       “Cuando la ira arribe, tendremos un faro”

        los hombres van a pescar.             te dije con los labios gélidos.



      Tememos al bosque nocturno            Mis brazos acogieron tu espíritu,


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Antología de un abril vacilante


     y mis manos acogieron tus cabellos.      que abrazó la fantasía

       Si la ráfaga intenta derribarte,       y que congeló mi piel.

      tendrá que pasar por mí primero.     Sí, lo contemplé sin laureles.



                   LXIX

           En aquel camino áureo,

     custodiado por gigantes inmóviles,

        nuestras miradas se cruzaron

          …y no detuviste el paso.



            El frío del momento

            me congeló el pecho;

           caí arrodillado al suelo

      y sentí el escape del sentimiento.



           Contemplé al fantasma


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Antología de un abril vacilante


                            La puerta                                   lleva a experimentar un placer inefable. Sócrates replicó (¡vaya
                                                                        sorpresa!) que el comprender, muchas veces, no genera poder.
Era simple, morena, vetusta y rústica. Se encontraba al final del       "Considera el artista que finaliza una obra: ¿crees que percibirá el
pasillo, y en su dintel había una lechuza disecada, de la que sólo se   poder en su creación, o más bien placer?" Tenía razón. Pero yo,
percibían sus plumas pardas y sus dos alas extendidas. Nosotros         igualmente, argüí lo siguiente: "¿Acaso, estimado amigo, el poder
conjeturamos que, quizás, sus grandes ojos incomodaban a las            que engendra el conocimiento no se manifiesta al vencer la
visitas, quienes se sentían observadas por un guardián inanimado        ignorancia? ¿Acaso el placer no es fruto de ese poder que, la
(¿raro, no?), y que por eso el dueño optó por quitárselos; o tal vez    mayoría de las veces, se confunde con el mismo acto de conocer?"
sucedía que nosotros veíamos la parte trasera de la figura. De          Platón salió en mi defensa, respetando, sin embargo, ciertos
todos modos, no nos sentíamos vigilados por su presencia.               aspectos argumentativos de su maestro. Sócrates se marchó;
Lo extraño de esa puerta era que carecía de picaporte. Había una        también lo hizo su discípulo. Estaba solo, en ese santuario
cerradura broncínea (herrumbrada, como de costumbre) en la cual         bibliográfico. "Conocer-Comprender-Poder-Placer", circulaba en
se leían las iniciales "C.P." Yo, apasionado por los acertijos,         constante vaivén por mi mente. Los términos parecían
supuse que, puesto que el owner (le decían así, ya que tenía acento     concatenados entre sí, pero su significado definitivo distaba
inglés) era un verdadero bibliómano (había colocado en todas sus        mucho de revelarse. ¿Por qué, si la secuencia era correcta, había
paredes estantes, que se hallaban repletos de obras), esas siglas       dos iniciales únicamente en vez de cuatro? ¿Podría suceder que, tal
querían significar "Conocimiento-Poder". Mi amigo Gorgias me            vez, las otras dos se encontrasen en la cerradura del otro lado de la
persuadió de que, si realmente hubiera querido decir esto, ¿por qué     puerta? "¿Y qué si las iniciales de la otra cerradura no fuesen
la inscripción no la escribió en el marco de aquel escritorio           C.P.?", me había advertido Sócrates.
polvoriento, con montañas de libros y papeles? Coincidí con él:         No podía más con la incógnita, necesitaba respuestas. Tomé un
conociendo la inteligencia de quien (suponíamos) la escribió, el        libro y lo abrí: "Propiedad de C.P." No eran, definitivamente, las
escritorio sería el lugar ideal. Descartamos mi hipótesis, y Gorgias    letras del nombre del dueño. ¿Quién rayos era "C.P."? Agarré otra
se retiró, cediéndole el puesto a Sócrates. Formulé una nueva           obra, y aconteció lo mismo; luego una, otra, y otra...hasta que me
conjetura: "Comprender-Placer". A mi entender, por más que              crucé con un cuaderno en blanco, y no había rastro alguno de estas
poseamos el conocimiento, sino lo comprendemos, resulta inútil.         señales. ¿Por qué no hay marcas en las hojas en blanco? ¿Acaso
Y, cuando lo hacemos, nos volvemos poderosos, y ese poder nos           esto corroboraba mi hipótesis? Pero el planteamiento socrático no


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Antología de un abril vacilante


por ello dejaba de ser inválido: ¿Qué tal si, detrás de la puerta,      que, teniendo como culpable al funesto destino, pasó a ser una
existe lo mismo que aquí, con la excepción de que los libros, en        daga que, constantemente, le rasgaba el corazón de su alma.
vez de tener inscriptos las iniciales "C.P.", sean otras? Intenté, en   La vetusta y gris casa en la cual moraban, era ahora el cálido y
un momento, forzar la cerradura, abrir la misteriosa puerta y así       acogedor hogar de una familia (podría decirse) alegre y jovial. Con
pasar para el otro lado. Algo me lo impidió. La imagen de la            el dinero de la venta, depositó la mitad en el banco, y con la otra
lechuza (increíblemente) me daba escalofríos. Además, una               compró un apartamento en las cercanías de la zona industrial.
sensación de inseguridad corría por mi cuerpo; sé que suena             Ya no escuchaba las noticias matinales, ni cantaba al ducharse e
estúpido, pero temía que, si cruzaba para el otro lado, no              incluso dejó de afeitarse. Huraño, resentido con la enredadera
encontrase nada y la enigmática puerta se cerrase, quedando así         indómita, contemplaba a través de esa ventana sucia el paisaje
aprisionado en ese sitio desconocido. No, no me arriesgué.              urbano, a la que meditaciones infaustas robábanle la escasa
Contemplé la madera morena, las iniciales y la cerradura. Borré de      dignidad que le quedaba. Sin embargo, el apartamento siempre se
mi pensamiento la posibilidad de encontrar la llave                     mostró pulcro: las muñecas rusas estaban ordenadas en fila arriba
correspondiente. Una ventana abierta me raptó con un cielo              del televisor, no había platos de la cena de anoche en el fregadero,
cerúleo y una brisa fresca. El polvo de esa vieja habitación quería     y el tacho de residuos contaba con bolsa nueva.
que me retirara. Obedecí obedientemente, sin antes mirar por            Te diré que, a mi juicio, asumió “bastante bien” la muerte de
última vez el escritorio. Tal vez la lechuza no tenga ojos, o tal       Matilde, considerando que eran los dos únicos hermanos,
vez...                                                                  inseparables, y que no tenían algún otro familiar o amigo. Los días
                                                                        lluviosos, por ejemplo, jugaban a las cartas largo tiempo, mientras
                          Vida tomada                                   bebían café y compartían risas, risas que retrotraían a tiempos en
                                                                        que sus cabellos no eran níveos.
Desde que falleció Matilde, ya no era el mismo; gustaba merodear        Ahora, su vida consistía en una rutina tediosa: levantarse a las
las plazoletas en horas nocturnas, sentarse en algún banco sombrío      seis, preparar el desayuno para una persona, llevarlo a la cama,
y apuñalar su memoria con una botella de vino. Los vecinos              correr las cortinas, sentarse en la mecedora de su madre y beber
rumoreaban que frecuentaba lugares de mala muerte, sórdidos             ese té insípido, a la vez que mendigar un tímido rayo de luz. Sí
prostíbulos que borrarían esa límpida imagen de amor fraternal          amigo, la verdad es que existen vidas peores a las nuestras. Pero la
                                                                        suya, pese a esto, no era del todo deprimente: a la tarde, miraba


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Antología de un abril vacilante


alguna que otra película de su época y, si no la había, leía las viejas    la canilla que goteaba; en la mancha de humedad, estaba parada la
historietas que tanto le entretenían de niño. Me atrevo a afirmar          infante de su hermana, vestida de blanco y con la piel diáfana…y
que su “escape” al dolor, radicaba en ese vicio que lo corrompía a         con los orificios oculares vacíos. Dio un paso, luego otro, y se
la noche.                                                                  ubicaba así frente suyo. ¿Cómo mirar a una niña sin ojos? Intentó
Cierto día, la tempestad impidióle realizar sus salidas nocturnas          no hacerlo, pero lo hizo. Ella extendió su pequeña mano, y él la
habituales. Como el frío había optado por acogerse en su morada,           suya, y cuando iban a tocarse, un apagón repentino se produjo. Al
juntó unos leños y encendió la diminuta estufa que se encontraba           regresar la luz, ella se había marchado. Se recompuso, y dirijióse a
en aquel rincón. Las lágrimas angelicales golpeaban los vidrios de         la cama. Nada de lo anterior fue real, todo lo generó una mente
las ventanas, y una de ellas (que estaba abierta) mojó la maqueta          cansada y entristecida. Una vez en su lecho, recordó que no había
bordó terciopelada. Al percatarse de ello, cerró la ventana e intentó      apagado el fuego; se levantó y fue a extinguirlo. Estando en el
vanamente quitar la mancha de humedad.                                     baño, tuvo ganas de refrescarse en la tina. El agua caliente alivióle
Se sentó en el sillón, con las piernas extendidas y los brazos             el cuerpo, y el vapor distrájole el espíritu. Se encontraba
cruzados. Podía percibirse la ira de la lluvia al vibrar los vidrios. El   completamente sosegado, mas del vaho espeso surgió una sombra
silencio no tardó en presentarse; todo ruido exterior parecía              que se abalanzó como una fiera sobre él; luchaba por librarse de
esfumarse. Sólo se escuchaban las manecillas del reloj y la canilla        este ser maldito, y la sangre de sus dedos quedó impregnada en los
del fregadero gotear. A pesar de ello, no se molestó en pararse e ir       pálidos azulejos. Luego de un momento de tensión, la calma
a cerrarla. Se encontraba meditabundo viendo el fuego. Los leños           ubicua se apoderó nuevamente del ambiente. Pasaron dos días
arder, parecía disfrutarlo. Y en eso escuchó a la mecedora                 hasta que los forenses retiraron ese cuerpo gélido y violáceo. En la
moverse: fue el viento, nada más. Una mosca que volaba capturó             plazoleta de enfrente, también hallaron otro cadáver, esta vez de
su atención; con los ojos centrados en el insecto, pensaba en              un vagabundo que murió de hipotermia.
atraparlo, para luego aprisionarlo en sus dedos y observar así como        Según cuenta la historia local, después de la tragedia, los
padecía, como, en fin, sufría lentamente hasta morir. Pero algo lo         residentes de aquel edificio oyen, en las noches de lluvia, las risas
distrajo, algo volvióle el semblante lívido, ¡algo hizo que cayera         de dos niños que juegan. Quizás, decidan visitarnos en nuestros
del sillón y se arrastrase cobardemente hacia el rincón umbrío!            sueños, o tal vez en la obscuridad taciturna…
¡¿Qué, por Dios, qué era ese suceso que le perturbó su ánimo con
celeridad?! Y ya no hubo sonido alguno, ni de las manecillas, ni de


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Antología de un abril vacilante


                            Prisionero                                  -Mucho más que el aire que respiro. Si pudiera tenerlo en mis
                                                                        brazos, yo, yo…nada, olvídalo.
En tres días, la melancolía le consumió todos sus pensamientos.         -¿Tú que harías?
Extrañaba esos luceros de esperanza, que pasaron frente suyo            -No lo soltaría más; eso es lo que más me duele: quererlo con toda
como un cometa en la noche. Nunca había experimentado cosa              mi alma y saber que nunca lo tendré.
semejante con otro chico, y menos aún con una sola mirada.              -Cálmate. Quizá, deberías hablar con él, tal vez ambos sintiesen lo
¿Estaba enamorado? ¿Acaso era un simple deseo que luego se              mismo.
extinguiría, pero que en ese momento abrasaba su espíritu como          -No, déjalo, así está bien.
una llama indómita? Y el silencio, el gritar sin voz, sin oído que lo   -¿Y por qué no?
escuchase, cerraba la puerta de su agonía, aislándolo en la cárcel      -¿Y si no comprendiera lo que siento por él? ¿Y si en vez de amor
que nosotros mismos le hemos construido. ¿Pero valía la pena que        me arrojase odio?
sufriera tanto por un desconocido? ¿Acaso el joven de los ojos          -Sabes, en mi opinión, tú serías mucho más valiente y auténtico
verdes sentía lo mismo por él? ¡Ah, compañero! Si fuese tan fácil       que él y que cualquier otro si lo intentases, independientemente
identificar los sentimientos humanos, el amor ya no sería amor, y       del resultado, puesto que el atreverse a decir “soy como soy y no
la tristeza ya no sería tristeza. Y tal vez, una pequeña dosis de       aparento ser otro” en una sociedad donde el “deber ser” se ha
aflicción sea necesaria para comprar nuestro enamoramiento, para        arraigado vigorosamente, es un verdadero desafío. Y aunque él te
probarnos que el individualismo no es más que un fetiche                insultara, sus palabras nunca quebrantarían tu espíritu, porque lo
misántropo, cuyas únicas virtudes son el rencor y la soledad. Pero      que es débil jamás vencerá a lo que es fuerte. Y recuerda: no
dejemos de lado las reflexiones filosóficas; desarmemos nuestras        regales tu amor a quien no lo merece; tú eres joven y puro, y el
cabezas de ese arsenal de prejuicios y veamos en este joven a un        destino recompensa a los pacientes. Pronto encontrarás a quien te
amigo, a un hermano, o a un hijo. Platiquemos con él, escuchemos        corresponda.
su voz oprimida:                                                        -No sé, déjame pensarlo. Sabes, necesitaba hablar con alguien.
                                                                        Ahora estoy más aliviado. Bueno, gracias por la compañía. Tengo
-¿Por qué te encuentras tan apenado?                                    que irme, pero antes ¿cómo te llamas?
-Ya lo sabes…No me obligues a repetírtelo.                              -¿Importan nuestros nombres?
-¿Cuánto lo deseas?                                                     -No, claro que no. Gracias otra vez. Nos vemos.


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Antología de un abril vacilante


                                                                      acercó. Cuando ella se fue y me encontraba en completa soledad,
¿Qué sucedió después de nuestro encuentro? ¿Le habrá expresado        una a una empezaron a arribar. Se me acercaron, pero no con tanta
sus sentimientos, o lo habrá sepultado en el olvido? Eso, ni yo       confianza como en la mañana. ¿Qué significaba esto? ¿Acaso
mismo lo sé, ni necesito saberlo. Lo único que te diré es que todos   existía entre nosotros una especie de “relación amistosa”, o
los seres humanos, además de boca y oídos, tenemos un corazón, y      venían por un puro interés? Yo las alimenté, y en ese momento,
al igual que sus latidos, el amor parece recordarnos                  en la tarde, estaba solitario, ¿me querrían “devolver el favor”
constantemente “tú no eliges de quien te enamoras”. Tal vez,          haciéndome compañía? La situación era extraña, y si bien no soy
deberíamos escuchar más y hablar menos, puesto que por algo           de los que tienden a humanizar a los animales, había algo dentro
tenemos dos oídos…                                                    de mí que me impulsaba a hacerlo. Si las bestias poseyesen
                                                                      sentimientos, ¿tendrían también un espíritu? ¿Y por qué no creer
                          Las palomas                                 entonces que su espíritu fuese más límpido que el nuestro, en el
                                                                      sentido de que al estar en el cuerpo de un ser que no puede hablar
Siempre esperan en el techo de la casa de la esquina, o sino vuelan   “gana” la facultad de conocer sus vidas pasadas? ¿No será, por el
y se posan en un balcón del edificio contiguo. Esta mañana,           contrario, que tener esa facultad (si es que existiese) no es señal de
inexplicablemente la compasión emergió de mi ser, y subí a la         un “buen alma”, sino de su opuesto, y que el estar en el cuerpo de
terraza con un poco del pan de ayer. Convirtiéndolo en migajas, lo    una bestia sería una suerte de castigo por los males cometidos en
lanzaba al piso, y aquellas aves –tan poco estimadas por los          otra vida? Pero si esto es así, ¿por qué el número de criminales, en
vecinos- comenzaron a venir de a poco: primero una, después dos,      vez de descender, aumenta, a la inversa que el de personas
tres, cuatro… ¡doce! Me sorprendió la confianza que me tenían,        virtuosas, que disminuye? Todas estas interrogantes surgieron a
dado que cuando se me caía el pan, cerca de los pies, las más         partir de la observación de estos “ratones emplumados”. Pero lo
osadas entre ellas se acercaban y se lo llevaban. ¿Cómo un animal     más curioso (y raro) es que… ¡extraño su presencia! ¿Por qué
adquiere tanta confianza frente a un desconocido? ¿Acaso no           habría de afligirme por la partida de esos pájaros? ¿Cuál es el
temían que, por ejemplo, las lastimase? Te confieso que ese           motivo real de mi tristeza? ¿Qué me asegura, si es que ellas tienen
episodio sembró en mí un asombro inimaginable, generando dudas        algún sentimiento hacia mí, que ese afecto perdurará a través del
y desconciertos. Pero lo más sorprendente no fue sólo aquello: a la   tiempo? ¿O es que, quizá, en vez de demostrar afecto alguno
tarde, una amiga y yo subimos a la terraza, y ningún ave se nos       intentan transmitir una enseñanza? ¿O es que yo debería


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Antología de un abril vacilante


reflexionar sobre su comportamiento, y las aves no serían más que       fuese invisible, en un mundo al que no pertenecía. Los animales
un objeto causal? Ahora, en el ocaso, ya no hay rastros de ellas,       mostraban más cariño hacia mí que los propios hombres. Recuerdo
pero en la mañana regresarán. Los enigmas que nos involucran no         que cuando era pequeño, mis pájaros parecían prestarme más
son meras coincidencias; y aunque no tenga sentido recorrer un          atención que mis “amigos”. ¿Será que al no poder hablar aprenden
laberinto sin salida, no hacerlo –cuando ya estamos en él- es un a      a escuchar? Siempre me enamoraba de las aves…y de sus alas, y
negación a la esperanza.                                                ese sentimiento que latía por ellas me incitaba a recogerlas cuando
                                                                        las encontraba debilitadas. Pero no te mentiré: no lograban,
                                                                        digámoslo así, “recuperarse” y regresar a los cielos, sino que
                           Crepúsculo                                   perecían ante mis cuidados. ¿Por qué morían si mi intención era
                                                                        sanarlas? Esa es una paradoja de la vida: que el efecto del actuar
Me hallaba abstraído leyendo ese libro, en aquel banco de granito       sea contrario a nuestros más nobles motivos. El padre sobre-
frente al mar. Era un día magnífico: el sol radiante, la frescura del   protector, el filántropo que ayuda a todos y por nadie es ayudado,
aire perfumada con flores silvestres, los niños corriendo en la         y la lista continúa.
arena. Una paloma se acercaba de vez en cuando, esperando
paciente que le arrojara al piso las migas de los bizcochos de anís.    En esa situación me encontraba. Cuando algunos luceros se
Esa tarde, había optado entre quedarme en el altillo con una            fijaban en mí, pronto se apagaban. Tenía varios allegados, pero en
montaña de obras como compañía, o, como quien dice, “salir a            el momento en que los necesitaba nunca aparecían. Al sonar el
despistarme” por ahí. Pero, ¿a dónde iría? El cine era una              teléfono, escuché la voz de mamá. Mordiéndome el dedo y
alternativa muy tentadora, si tuviese dinero en ese momento. ¿La        conteniendo las ganas de llorar, le dije “no te preocupes, estoy
plaza? No, me entristecía demasiado. Así que yo y mi espíritu           fantástico, ¿y ustedes?”, pues no soy de los que gustan compartir
escogimos la rambla. Como sería muy aburrido ir sólo, llamé a mi        sus penas. A una madre se le da amor, y yo sigo esta máxima al
buen amigo Novalis, quien aceptó gustoso la invitación. Y allí          pie de la letra. Terminó la conversación y me hallaba más sólo que
estaba, contemplando maravillado sus palabras.                          antes. Volví a la lectura, tratando de que Novalis me consolara…
Al finalizar un párrafo, apartaba la vista del libro y la dirigía al    pero no lo hizo. Corría por mi piel una especie de nostalgia
paisaje y sus alrededores. Observaba la bravura del piélago, el         desconocida, erizándome los pensamientos de la mente. Un nudo
volar de las gaviotas y el afecto entre personas. Me sentía como si     en la garganta y el libro cerrado, nada más. Y utilicé el último
                                                                        recurso: la fantasía. Ya no había ni aves, ni autos, ni sujetos. Me

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Antología de un abril vacilante


hallaba únicamente yo en ese lugar, en una paz inefable. Opté por      -Pero a vos te gustó, ¿no?
paralizar el ocaso…opté por ser águila. ¡Que puras eran las nubes!
                                                                       -En realidad, no mucho. No quiero pasar por un “come-trabas”
El viento sujetaba mis alas mientras yo me perdía en el
crepúsculo. Una sirena, ¡una maldita sirena desvaneció mi sueño!       -¿Nunca lo hiciste con un travesti?
Ahí estaba de nuevo, en un mundo en el que no escogí nacer. ¡Y
encima arrojé a Novalis al mar! Por si todo eso fuera poco, divisé a   -Hasta el momento no, ¿y vos?
lo lejos a un allegado, quien por no saludarme cambió el rumbo de
                                                                       -Casi, pero cuando estaba por levantarlo pasaron unos conocidos,
su caminata. ¿Qué me quedaba por hacer? Se aproximaba el ocaso
                                                                       y ya sabes…arrugué.
y el banco contiguo estaba vacío. Mi espíritu y yo lo
contemplamos juntos. Siendo de noche, me levanté y emprendí la         -Sí, es jodido que te vean in fraganti, y más a vos, que tenés novia.
marcha de regreso, pero esta vez acompañado por mi sombra.
                                                                       -Tenía; nos dejamos anoche.

                    Título en construcción                             -¡Que mal! Andá despidiéndote del sexo gratis. ¿Y por qué
                                                                       cortaron?
Hace dos horas que están así, y el tema más trascendental hablado      -Me tenía los huevos por el piso: a cada momento me llamaba, era
hasta el momento versaba sobre el tamaño de sus genitales. Por         re pesada y, por lo que me contaron, una trola. ¿Qué iban a decir
eso, si esperas una discusión filosófica o un goce literario, te       mis padres? Además, aunque no te parezca, soy un hombre con
aconsejo que leas un cuento de Borges o un poema de Martí, pues        principios… ¿Qué te reís, tarado? Por lo menos, soy más decente
empiezo a pensar que esta monotonía no merece siquiera ser             que vos.
escrita. Ahí están, míralos, con las piernas extendidas y los brazos
cruzados, sacándole chispa a una conversación de arena. Para           -Pará hermano, ¿acaso uno no se puede reír? Che, tomalo con
asegurarte que no miento, he aquí la plática áurea:                    soda, que si nos vamos a complicar por cada cosa…
-¿Y qué se siente hacerlo por el culo?
                                                                       -Tenés razón, y cuando la tenés lo reconozco, para que no creas
-No sé, la mina parecía satisfecha.                                    que soy orgulloso. Andá a la heladera y sacá unas birras, que las
                                                                       puse hoy de mañana para que se enfriaran.

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Antología de un abril vacilante


-Y sí, ¿para qué las vas a poner en la heladera, genio?               -O tal vez busca otra cosa. Vos ya sabés cómo son éstos: muy
                                                                      cultos, muy finos, pero les gustan que se…
-Callate y andá, que tengo la garganta seca.
                                                                      ¡Basta! No soporto sus injurias. Si anhelan insultarme, háganlo,
¿Todavía crees que esta charla entre dos primates merece ser          pero no delante del lector, que no merece ser testigo de tantas
registrada? ¿Por qué rayos no obedeciste mi consejo? ¿Acaso eres      vulgaridades.
una especie de “masoquista intelectual”? Y encima esos dos
imbéciles aguardan impacientes a su taquígrafo particular. Pero       -¡Mirá, no vengas a darnos órdenes! Si queremos relajarte, lo
sabes qué, ¡me harté! Ya no pienso ser cómplice de vuestra idiotez.   haremos, y no nos lo vas a impedir, marica.

-¡Bajá un cambio, loco! El lector no tiene la culpa que seas un       Intenté persuadirlos “por las buenas” -como ustedes dicen-, pero
tarado de cuarta.                                                     ahora comprendo que es inútil dialogar con un par de mulas
                                                                      tercas, así que participaré en su juego autodestructivo. ¿Con quién
-Sí che, tan culto que sos pero parece que no aprendiste buenos       empiezo? ¿Con el bastardo o con el despechado?
modales en la escuela.
                                                                      -¡Callate, que nosotros no nos metimos en tu vida privada!
Si yo, estimados, no aprendí “buenos modales” en la escuela,
ustedes no aprendieron absolutamente nada. Es más, me atrevería       -¡Tené principios, si realmente sos hombre!
a afirmar que ni asistieron a ella. Son unos fracasados, y juntos
                                                                      ¡Ah! Parece que descubrí su punto débil. ¿Y por qué no podría
valen menos que dos centésimos. ¿Por qué no se van, y
                                                                      entrometerme en su vida privada, si ustedes lo hicieron en la mía,
terminamos con esta historia de una vez por todas?
                                                                      acusándome de sodomita? ¿De qué principios me hablan si ustedes
-¿Y por qué, si eres tan superior como dices, terminaste aquí,        no los conocen? Y ya que se proclaman “muy machos”, enseñaré
contando la historia de dos tipos que “valen menos que dos            al lector su impávida hombría.
centésimos”?
                                                                      -Che, no te enojes, que no es para tanto. Fue un simple comentario
-Para mí que es un chanta, que viene a hacerse el muy fino acá, y     pelotudo. Olvidá todo esto y prometemos que nos vamos, así no te
en realidad es “de la misma madera” que nosotros.                     jodemos más. ¿Qué decís?


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Antología de un abril vacilante


¿Y dejar al lector con esa intriga, tan punzante a la especulación y   cuánta sangre! Y ahora…ambos cogieron un cuchillo. No, ya no
a la fantasía? ¡De ninguna manera! Antes bien prefiero irme yo.        seguiré esta locura. Lo siento, pero renuncio.

-Pero a nuestro amigo no le interesa escuchar una sarta de             Tú no renunciarás. Debido a tu magnífica labor como narrador,
boludeces, como dijiste vos al principio ¿lo recordás? Vamos a         yo, el autor, he optado por ascenderte: serás participante directo de
terminarla acá, y te invitamos una birra, ¿dale?                       esta historia.

Déjenme pensarlo: no. Se acabaron los rodeos, y desearán nunca         ¡¿Qué?! ¡No puedes hacerlo! Si lo hicieses, tendrías que empezar
haberse metido conmigo. Comenzaré con el despechado: ¿acaso            todo desde el principio, y dudo que a nuestro lector le agrade esta
sabías que tu amigo consolaba a tu chica cuando estabas                idea. Además, ¿quién sería entonces el narrador?
trabajando? Sí, ambos pasaban de maravilla arriba de tu cama, y el
                                                                       He considerado previamente lo que planteaste, y estoy dispuesto a
olor a lavanda que percibías cautivaba en tu mente la idealización
                                                                       correr tales riesgos. Por ello, discúlpame lector si acaso te ofendo,
de tu novia, esa “mujer perfecta” para ti. ¡Pero espera, que aún
                                                                       pero me es imposible mantenerme ecuánime frente a semejante
falta la mejor parte! Ella está embarazada, y junto con él planean
                                                                       disturbio. Si quieres abandonar esta historia, hazlo, que no lo
convencerte de que el bebé es tuyo. Pero vamos, un nacimiento es
                                                                       tomaré como insulto de ninguna clase. Ahora, si me permites,
como una bendición. Por eso: ¡felicidades, vas a ser papá!
                                                                       trataré de asumir las riendas de esta biga descuidada.
-Oye, no le creerás a este imbécil, ¿no?
                                                                       Hace dos horas que están ahí, aguardando bajo la leve lluvia el 185.
-Soltame, y no me hablés.                                              De las calles nocturnas emergen aquellos seres sombríos, aquellos
                                                                       seres humanos opacados por nuestros prejuicios: prostitutas,
-Vamos, vos sos un tipo inteligente…                                   travestis, delincuentes. Blancos y negros, adultos y niños. Y es en
-¡¡Te dije que me soltaras!!                                           la noche, en la lóbrega noche, cuando los “hombres de bien” sufren
                                                                       de licantropía; y al despertar, nada más beben el nepente, besan a
¡Ay! Eso debió dolerle. Pero espera…se dirige hacia él de nuevo.       sus esposas y llevan a la escuela a sus hijos. ¿Prisioneros de una
¿Qué hace? ¡No! ¡Golpeó su cabeza contra el microondas! Pero el        ficción? ¿Libres sin libertad? No lo sé. Pero lo que sí sé es que en
otro se levantó y agarró un no sé qué. ¡Se lo arrojó! ¡Dios mío,       esta noche las estrellas se alinearán, y la luna recibirá la luz de dos
                                                                       corazones encendidos.

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Antología de un abril vacilante


-Sabes, estuve pensando, y tal vez debiera acompañar a mi madre.         -Bueno che, no te enojes, que es muy gracioso lo tuyo. Creo que ya
La verdad es que ella me cuidó toda la vida, y una estúpida disputa      viene nuestro bondi. Sí, es aquel. Arriba, me cuentas cómo haces
hace tres años atrás no es excusa para abandonarla cuando más me         para librarte de la bruja de tu suegra, ¡ja, ja, ja!
necesita. ¿Tú qué opinas?
                                                                         Con un pie en la subida del ómnibus, vieron el reflejo, en una
-Yo con mi vieja me llevo de maravilla: la madre de uno es la            ventanilla, de un hombre ya mayor, abandonado en una esquina y
madre de uno, y ese afecto que nos une es más fuerte que cualquier       contemplando una hamburguesa. Su ropa harapienta y sus ojos
enojo que tengamos. ¿Entiendes lo que digo?                              lacrimosos eran indicios de su vida callejera. ¿Víctima del destino,
                                                                         o quizá del desprecio humano? Tal vez, pero en ese momento sólo
-Más o menos. Mañana pasaré por su apartamento, y le llevaré             le importaba una cosa: comer. Estaba demasiado débil para ir a
algunos libros para que se entretenga. Tal vez la invite a pasear,       buscar en los tachos algunas sobras de alimentos, pero no lo
así despeja un poco su mente. Carmen me comentó que la quimio            suficiente para comprar una hamburguesa. Al verlo, los dos
la afectó anímicamente, y que en estos días empezó a entrarle una        muchachos se estremecieron; percibían en él a sus padres e incluso
especie de depresión. Y encima mi esposa, el enterarse que soy           a ellos mismos. ¿Qué deben hacer: o subir al coche, pagar el boleto
estéril, está con ganas de iniciar el divorcio. Yo ya no sé qué hacer;   y simular que nunca percibieron a ese anciano, o entregarle el
cada paso que doy parece quebrarme un dedo del pie.                      dinero a un desconocido y así llegar a sus casas más tarde y más
-Tranquilízate y no fuerces las cosas, y preocúpate más por dirigir      cansados? ¿Tiene sentido realizar una acción moral si se desconoce
lo mejor posible tu barco que por la tormenta.                           a la otra persona? ¿Acaso ese viejo, si la situación fuese inversa, se
                                                                         compadecería igualmente de ellos? Y nosotros, aparte de juzgar,
-Veo que te volviste a la New Age. Y dime: ¿también perfumas tu          ¿qué haríamos en tales circunstancias?...
casa con inciensos y todo eso? Si quieres, te presto una tanga de
mi mujer, que creo es de tu talla.                                       -Vamos, que es una bonita noche para caminar.

-Intento levantarte el ánimo, y terminas riéndote en mi cara. La
próxima vez no te comento más nada.




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Antología de un abril vacilante


                             La ópera                                  rozarse intencionalmente. Deseaba oírlo hablar, más que por sus
                                                                       discursos, por la gesticulación de sus labios pletóricos.
Percibíamos las prodigiosas manos de Mozart agitarse en un             Entrábamos a la edad de veinte años, y él –ya con el título
vaivén frenético, y la música orquestal fertilizaba nuestros           nobiliario- y su esposa aguardaban un futuro heredero. Al mirar su
espíritus con la paz anhelada. Debajo de nuestras camisas de seda,     cara jubilosa mi corazón palpitaba céleremente, mas cuando
la piel se nos erizaba por igual cuando nuestros ojos se cruzaban.     besaba a su mujer la angustia azotábame el alma. Una falsa sonrisa
Una mirada indiscreta, simulada, alimentaba la imaginación y el        debía enseñar, mientras mi dama abrazábame enamorada el brazo
deseo de una noche ardiente bajo las estrellas. Y es que el Barón      y yo le respondía con un obligado “te amo”. Y cuando las mujeres
Sweitzer y yo, ascendido hace unas pocas semanas a Médico de           se reunían a platicar sobre el advenimiento de la criatura,
Corte, nos conocíamos desde la infancia. Su padre, hombre firme        aprovechaba ese momento para acercármele y conversar. Estaba
y prudente, había empleado al mío, un pobre doctor pueblerino,         informado de que, según comentaban los académicos, era uno de
como médico personal; y pasamos a vivir en su morada, en un            los estudiantes más destacados de medicina, y que posiblemente
cuarto poco amueblado y con “olor a viejo”. Gracias a la               me graduaría antes de lo estimado; así que llevó la noticia al
generosidad del Barón (y a la excelente praxis de mi padre)            palacio real, a la vez que me propuso ser padrino de su venidero
estudié en los mejores colegios, junto a su hijo. De niños siempre     hijo, cosa que acepté con muchísimo gusto.
fuimos muy compañeros: nos contábamos secretos, compartíamos
                                                                       Todo parecía marchar a la perfección: formaríamos familias,
risas y lágrimas. Cuando lo veía solitario, taciturno, iba, me
                                                                       ocuparíamos posiciones destacadas dentro de la sociedad,
sentaba a su lado y lo escuchaba; pronto fregaba sus ojos celestes y
                                                                       tendríamos una vida digna y placentera. Pero cuando el eje de la
me enseñaba una pequeña sonrisa, a modo de agradecimiento. Por
                                                                       biga se quiebra, el auriga pierde el control del carro. La muchacha
mi parte, sentía un regocijo inefable cuando estábamos solos, y
                                                                       era muy joven para alumbrar, y el parto podía acarrearle la
mis manos no respondían a mi voluntad: querían acariciarlo.
                                                                       muerte. Además, en su psiquis de niña no concebía el rol de
¿Acaso existían en mí ser dos voluntades distintas? ¿Qué me
                                                                       madre, pese al adoctrinamiento ejercido por su familia. Con
cautivó de él? A los quince ya teníamos pareja. Nos
                                                                       lucidez recuerdo aquel trágico momento: las contracciones
encontrábamos comprometidos con doncellas que aún se divertían
                                                                       comenzaron a la mañana, y luego de cinco horas de intensos
jugando en los matorrales. Cuando ellas se entretenían, salíamos a
                                                                       alaridos su sangre dejó de fluir y cesaron los latidos…El ser que
pasear por los alrededores, y nuestros dedos habían comenzado a
                                                                       trajo al mundo era un cadáver. Los presentes no sabíamos qué

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Antología de un abril vacilante


hacer, cómo decírselo a un hombre que ansiaba profundamente ser       quedábamos en casa, y si yo estaba desanimado, no me presionaba
padre. Llenándome de valor, opté por comunicárselo; salí, lo          a tener relaciones. A decir verdad, sus amigas estaban bastante
persuadí de sentarnos en un banco al fondo del pasillo, y cuando      celosas de nuestro connubio, dado que sus maridos siempre
estaba en absoluta paz le expresé lo acontecido. Recuerdo que, al     imponían su voluntad: los varones nacen para mandar y las
terminar de hablarle, dos manantiales de lágrimas corrieron por       mujeres para obedecer, ésa era la máxima. Pero una mañana me
sus mejillas y se aferró a mi pecho al igual que un infante lo hace   levanté y su lugar estaba vacío. En la cama había una pequeña
con su madre. Compartimos el dolor, como en nuestra niñez las         notita, en la cual escribía (a mano forzada, por la rudeza de las
risas.                                                                letras) su agradecimiento por mi “inmensa generosidad”, pero que
                                                                      observaba que seguíamos caminos diferentes y que nunca
Poco tiempo después, sobrevino otra desgracia: mi matrimonio se       lograrían cruzarse, así que eligió continuar con el suyo…Después
quebró tal si fuese una copa de cristal; al igual que ellas, la       de esa vez, jamás la volví a ver. Decían que se había casado con un
transparencia reinaba en nuestras vidas, pero un golpe externo        conde francés, y su padre falleció a las dos semanas de la boda. No
(más bien paterno) se encargó de destruir el bello recipiente de      suelo prestarle atención a comentarios anónimos; más allá de la
nuestra leticia. Se rumoreaban ciertas calumnias en mi contra que     angustia causada, lo único que anhelo es que sea feliz, que consiga
arribaron a los oídos de mis suegros. Hacía tiempo que su padre       a un hombre que la ame aún más que yo, y que la trate como
desconfiaba de mi persona: me miraba de reojo, incidía en la          merece una verdadera princesa.
continuación de la progenie –que hasta el momento, podría
afirmarse, “no estaba en nuestros planes”- y reprobaba con dureza     Estaba sólo y con la reputación restituida, gracias a ese ángel que,
mis buenos modales, puesto que le parecían “demasiado                 antes de partir, se encargó de disolver el caos denigrante que me
femeninos”. Por otra parte, su madre también manifestaba,             atormentaba. Ya nadie podía sostener injuria alguna, y el más
indirectamente, desprecio a algunas actitudes mías, y cuando le       grande agravio que escuchaba era el de ser despechado por una
agradecía por haberme servido el vino ni siquiera respondía, pese a   mujer, cosa que no me inquietaba en absoluto. No existían
la educación recibida. Sin embargo, mi esposa se mostraba muy         ataduras y mi espíritu ansiaba elevarse hacia lo prohibido, cuyo
conforme con la vida que llevábamos: noche por medio íbamos al        límite no transgredía porque la moral lo sujetaba. Una tarde
teatro, cenábamos en finos restaurantes, teníamos relaciones          mientras descansaba en el diván, recibí la alegre invitación al
frecuentemente, pero quizá lo que más le agradaba fuera el respeto    banquete que se celebraba, según la costumbre, en “casa de sangre
que enseñaba hacia sus decisiones. Sin ella, no quería salir, nos     azul”. Ese año, el favorecido fue el Barón Sweitzer, que con

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Antología de un abril vacilante


apenas un cuarto de siglo vivido se convertía en el maestro de       casa. Estaba completamente abstraído en sus pensamientos,
ceremonias más joven hasta el presente.                              desaliñado y con el semblante pálido. Sabía que él necesitaba un
                                                                     oído, como un marinero que anhela pisar tierra firme luego de
La noche estaba serena. Percibía una muy sutil brisa de jazmín que   estar varios meses en el mar.
paseaba por los alrededores, mientras los faroles del carro
iluminábanme el rostro. Bajé con total elegancia (lo admito,         Fui acercándome sigilosamente, y cuando cesó el sonido y su vaso
aunque se me acuse de ególatra), vistiendo mi mejor atuendo, y       estaba sobre la mesa, ya me encontraba frente de él. Toqué la
me dirigí al majestuoso castillo del joven aristócrata. La           manga de su traje y, al sentir la caricia, subió con celeridad la
suntuosidad que vislumbraron mis ojos era tan esplendorosa, que      mirada. Al reconocerme, exhibió una reducida sonrisa y estrechó
la de la corte italiana tenía motivos para envidiarle. Varios        con fuerza mi mano. Como intuía, estaba necesitado de otro ser
guardias custodiaban la entrada. Presenté la invitación a un         humano que lo escuchase, dado que nuestra plática se extendió
anciano que usaba un hábito púrpura, y al ingresar al palacio        hasta la culminación de la velada. Cuando hablábamos, parecía
parecía que la frialdad nocturna de afuera se difumaba al son de     que todo ese murmullo quedaba silenciado, que nuestras palabras
arpas y violines. Todo el salón se encontraba iluminado, y la        eran lo único que se oía en la sala. El Barón se encontraba cómodo,
vanidad y el lujo iban acrecentándose con nuevas miradas. El         disfrutaba de mi presencia y yo de la suya, y pronto su rostro
bullicio de la multitud avasallaba esa música armoniosa, así que     ruborizóse y sus ojos recobraron el brillo perdido. Ninguno de los
me acerqué más a la orquesta, tratando de que mi espíritu gozase     dos percibió que la fiesta ya había finalizado, y que los invitados
de la melodía. Y en un descuido de mis luceros, vi al Barón          se habían ido. Quedamos solos. Miré el reloj y, por un instante,
solitario, en un rincón umbrío y con un vaso de alcohol en la        contemplé la suntuosidad de la habitación vacía, suntuosidad que
mano. Después de la tragedia, empezaron a escucharse ciertos         lo único que inspiraba era melancolía. Él deseaba continuar
rumores de él y de su vida, rumores que se transformaron en          conversando conmigo, así que me invitó a pasear por sus jardines.
veneno para su alma. Ya no tenía casi amigos y no asistía a          Ordené al cochero retirarse, y a la luz de la luna caminamos juntos
eventos típicos de la nobleza. Se decía que su autoestima estaba     por el sendero florido. Nos acercamos a un banco frente al lago
tan baja, que algunos allegados habían interferido en el sorteo en   artificial, y lo persuadí de sentarnos allí. Observamos las hojas de
su favor, con la intención de que “recuperase” su prestigio y de     cerezo caer en el agua y ser arrastradas hasta la orilla por el céfiro.
que no cometiese una vergüenza para la familia. Sea verdadero o      También observamos una bandada de cisnes volar por entre las
no, el joven se mostraba despreocupado de lo que sucedía en su       nubes nocturnas. Y en un soplo de sosiego, nuestros luceros se

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Antología de un abril vacilante


encontraron, y nuestros labios se unieron al unísono, dejando           que arribó a los oídos del Emperador quien, dolorido hacía tiempo
desnudos nuestros espíritus. Esa noche, el fuego que llevábamos         por una molestia que, a esas alturas, ya había vencido la erudición
dentro consumió todas las angustias, todos los tormentos que            de casi todos los especialistas reputados, ordenó llamarme. Asistí
sufríamos. Ambos gozamos del amor prohibido, cometimos juntos           de inmediato a la casa real, luciendo ropa y postura típicas de un
el pecado nefando. ¿Pero es amar un pecado? ¿Necesitábamos sentir       caballero galano. En la puerta del palacio aguardaba impaciente el
vergüenza por algo que nosotros mismos no podíamos evitar?...           mayordomo, quien enseguida me condujo a la habitación de Su
¿Por qué Dios permite nuestro amor y la sociedad lo condena? Sea        Majestad, que descansaba plácidamente en su lecho. Después de
como fuese, los dos sentimos que nuestras almas rompían las             algunos análisis, le recomendé un tratamiento –bastante
cadenas de la desdicha, que vitoreaban unánimemente el triunfo          heterodoxo, admito- y le receté dosis diaria de un conocido
de la esperanza.                                                        medicamento. Al cabo de unas semanas, su salud mejoró de modo
                                                                        notable, hecho que catapultó mi nombramiento como Médico de
En el transcurso de los días, el vínculo que nos unía comenzaba a       Corte. De ahí en más, empecé a disfrutar del trato distinguido que
fortalecerse: el aristócrata caía enfermo y venía a visitarme, o sino   recibía, de las miradas de admiración y respeto hacia mi persona,
mandábame a llamar con uno de sus sirvientes; todas sus dolencias       del bienestar y la ostentación. Todo parecía encajar perfectamente,
no eran más que excusas para vernos, para que acariciase su piel        formando la áurica pirámide que todo hombre ansía conquistar,
suave con mis manos. La frecuencia de mis visitas a su morada, o        pero aún existían grietas pasadas que ni siquiera la nueva fortuna
de las de él a la mía, intrigaron la mente de sus familiares quienes,   podía tapar; un vacío que abatía a mi espíritu por las noches, el
en un último intento por acallar los rumores, presentaron al joven      cual deseaba con locura escapar de mi cuerpo para ir y posarse en
noble una doncella de alta alcurnia, cuyos padres desesperaban por      sus melíferos labios.
verla casada con un hombre destacado, como lo era el Barón, y fue
así que en menos de un mes se celebró la boda. Las resistencias         Cierta mañana, recibí una inesperada epístola del Barón, y en la
que opuso el muchacho cedieron ante la amenaza de sus parientes:        cual expresaba su ardiente deseo por volver a vernos. Propuso
si renunciaba al casorio, perdería tanto su honra como sus bienes…      como lugar de encuentro un teatro cercano a su palacio, donde el
y hasta su libertad. Marchó entonces hacia el altar, donde lo           prodigioso Mozart estrenaría una de sus óperas. Dentro del sobre
esperaba una mujer completamente extraña con quien se uniría de         descubrí una entrada, y a la noche marché con la presuntuosidad
por vida. Después del enlace nos alejamos uno del otro por un           de un recién ascendido Médico de Corte hacia el coliseo. Me
largo tiempo. Mi pericia como doctor empezó a cobrar fama, fama         ubiqué en un asiento próximo al escenario. Con la mirada,

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Antología de un abril vacilante


comencé a buscarle afanosamente, mas la impaciencia y el                 nunca más regresar. Gemía y sollozaba desconsoladamente,
desánimo causados por su ausencia terminaron convenciéndome              abrazando el cuerpo de la única persona que he amado en la vida…
que, quizá, él no vendría. Al rato, oscurecióse la sala e iluminóse el
                                                                         Dos días después del incidente, sus familiares observaban, con
tablado. De una esquina, surgió la figura del afamado músico, y
                                                                         rostros que reflejaban apatía, el lento descenso del féretro, en una
junto con él la dulzura de una melodía que deleitaba a quien
                                                                         ceremonia a la que no fui invitado, pero a la que igual concurrí. El
tuviese el privilegio de escucharla. Todos los presentes parecían
                                                                         sacerdote profirió unas pocas palabras en su nombre, luego se secó
gozar del bellísimo espectáculo, excepto yo, puesto que la angustia
                                                                         el sudor de la frente y partió. Repentinamente, todos se levantaron
de una promesa rota me lo impedía. Cuando estaba resignado de
                                                                         de sus asientos, y en menos de diez minutos el sitio comenzó a
que no asistiría, sentí una muy sutil caricia a lo largo de la pierna.
                                                                         quedar desolado. La viuda, que aguardaba solemne en la salida, tal
Me volteé, y se encontraba sentado a mi lado, observando cautivo
                                                                         si fuese una escultura tallada en la más rigente educación, recibía
la función, a las prodigiosas manos de Mozart agitarse en un
                                                                         pesares por doquier, falsas lamentaciones que se hallaban vacuas
vaivén frenético. Lo que sucedió entre nosotros durante la
                                                                         de sentimiento y que, cegadas por la costumbre, rebotaban en la
representación, vosotros ya lo sabéis. Al finalizar, salimos juntos
                                                                         expresión abúlica de la mujer. Quizá por ello no quise saludarla.
del teatro, rumbo a mi morada. En el trayecto, platicamos bastante
                                                                         Creo que ambos, ella y yo, comprendíamos la absurdidad de
sobre nuestras nuevas vidas, y se disculpó por la demora (no le fue
                                                                         practicar determinados ritos sociales que, en sí, resultaban
fácil diseñar una excusa para su esposa, que le permitiese salir sólo
                                                                         superfluos e inoportunos para la ocasión. Pero ello es tan sólo una
y en horas nocturnas). Las calles se mostraban lóbregas y vacías.
                                                                         mera suposición mía que, de modo insolente, la involucra.
En un momento dado, hizo detener al cochero, se bajó del carro y
                                                                         Modestamente, pido disculpas si la he ofendido. Y también pido
se dirigió a comprar tabaco en una taberna. Al regresar, lo increpó
                                                                         disculpas a los miembros de este tribunal por mi falta de
un desconocido que, sacando un puñal oculto, le hiende el pecho
                                                                         consideración hacia vuestro tiempo. Antes de callar, quisiera
con celeridad y luego se da a la fuga. Desesperado, bajé del coche e
                                                                         manifestaros que nunca, nunca me arrepentiré de haber amado al
intenté en vano detener la hemorragia; por su parte, el cochero
                                                                         único hombre que llenó de júbilo mi existencia. Si han de
había partido en búsqueda de ayuda. Entre lágrimas y con las
                                                                         condenarme, hacedlo, que la consciencia ya ha sido purificada y el
manos ensangrentadas, me arrodillé en el piso y rodeé su cabeza
                                                                         corazón ha alzado su veredicto.
con mi brazo. Por última vez nos miramos a los ojos, y el movió
sus labios como diciéndome “te amo”; luego se desvaneció para


          44
Antología de un abril vacilante


-Como autoridad preeminente de este jurado, es mi deber anunciar
el fallo del mismo. Después de haber escuchado los testimonios de
los testigos, y de haber analizado la evidencia disponible, los
miembros del tribunal declaran al acusado, por mayoría absoluta
de votos, culpable del asesinato del Barón Sweitzer, razón por la
cual se lo pena, según establece la ley, a perecer en plaza pública,
dos días posteriores al dictado de la sentencia. ¿Posee el acusado
alguna duda al respecto?

-¿Podría al menos, si se me permitiese, escoger el medio por el
cual habré de morir?

-Lo siento, pero la norma prohíbe otorgar tal clase de permisos,
dado que expresa con total claridad el medio de ejecución más
apropiado para el reo: la horca. Este tribunal ya se ha pronunciado,
cumpliendo con sus obligaciones, por lo que cierra sesión.
Guardias, pueden retirar al condenado.




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AntologíA De Un Abril Vacilante

  • 1. 2009-2010 Antología de un abril vacilante Rodrigo Federico Eugui Ferrari
  • 2. En lugares inhóspitos brotan las más bellas flores A veces veía la vida en rosa y otras en gris; a veces sonreía y otras lloraba, ardía de pasión y angustia, o contemplaba el mar y la lluvia…Sin brújula, vagué por los senderos lóbregos y los iluminados, buscándote o tratando de olvidarte. Confieso que Derechos de Autor Uruguay 2010 fueron momentos únicos, que condensaron en mi ser la esencia de la vida, y llenaron de sentimiento y meditación la tinta de mi péndola. Poemas volubles, una despedida a un amigo platónico, y varios relatos que, en ocasiones, pareciesen rozar con lo absurdo de La reproducción de esta obra a través de medios ópticos, electrónicos, la hipocresía humana, y otras destilar una especie de “ideas químicos, fotográficos o de fotocopias está permitida; al igual que la traducción de la misma respetando su contenido. emocionadas”: ésta fue la cosecha de ese abril, tan vacilante como la llama de una vela encendida sobre el escritorio. Por ello, fiel lector, compañero de penas y alegrías, te advierto que las páginas de esta obra son como las olas del mar: las hay suaves y apacibles, así como también salvajes y coléricas. Si eres un navegante audaz y decidido, aférrate bien al timón de tu bajel y lánzate a lo desconocido…
  • 3. Antología de un abril vacilante A nuestro Marito mientras un joven lea algún poema tuyo, seguirá encendida la antorcha del recuerdo. Físicamente, nunca tuve la grata oportunidad de conocerte, y aún así, te considero un amigo, un muy buen amigo del alma. Aconsejaste, por medio En nombre de todos los jóvenes, soñadores, utopistas y enamorados, te de tu singular y emotiva literatura, a más de un desdichado, dentro de los saludo desde el corazón. cuales me incluyo. Eres grande; pero tu magnanimidad no se reduce a esas palabras consoladoras. Fuiste siempre un espíritu sincero, y esa (Publicada en el diario capitalino La República, el 20 de mayo de 2009) cualidad no la perciben nuestros ojos, la experimentamos, no sé cómo, pero la experimentamos. Dejaste tu ánima al desnudo únicamente para abrigar a otras, más tristes, más alegres…más solas. Y nunca, repito, nunca inhalaste el humo de la grandeza, teniendo en todo momento los pulmones puros de humildad. Recuerdo un relato tuyo, “La juguetería”, y pienso en el niño que, hasta el último minuto, fuiste, compañero. Recuerdo también la moraleja implícita, y trato de reflexionar (verbo que, actualmente, parece pertenecer a las reliquias del pasado) sobre mis acciones. Sabes, ahora comprendo tu mensaje, y resulta hermoso dialogar con el lenguaje del corazón. Gracias por escucharnos, simplemente gracias. Es maravilloso saber que los seres humanos podemos aspirar la eternidad, y tú eres ejemplo de ello. Tu obra, grávida de sentimiento, será el oído de generaciones presentes y futuras; ése, mi amigo, es el logro más sublime, y que a un escritor llena de regocijo. Pero no es necesario que te lo explique: ya conoces ese efecto. Cierta vez, escuché a un ex-prisionero de las FARC comentar que tus poemas habían salvado su vida. Eres grande Mario, y siempre lo serás. Por eso hoy, 18 de mayo de 2009, todos los uruguayos, con profunda tristeza, despedimos tu cuerpo, tu nombre… pero jamás, escucha, jamás sepultaremos las memorias de tu alma. Y 3
  • 4. Antología de un abril vacilante Soliloquio I “Seré inexperto, lo confieso, Has engañado a la niña pero no huyo del temor que su inocencia te entregó; y si alguien me niega un beso has escalado la cima primero actuará la razón.” y destruido su corazón. A eso que llamas buen juicio “No me culpes por el canto nunca antes se presentó que a su oído cautivó; y es la lápida del suplicio castiga a los hombres raucos del ángel que murió de amor. por despreciar tan bella flor.” Soliloquio II Tú no eres el jardinero ¿Por qué la beldad que mucho sabes de amor, no busca al intelecto? sólo un pobre mancebo ¿Y qué sientes al mojar? que no conoce el dolor. con el rocío tu pecho? 4
  • 5. Antología de un abril vacilante “Veo esa sombra taciturna dejen al mar por el cielo, trémula en el espejo si no hay olas en las playas y al infante de la cuna admirarán el silencio. llorar por su reflejo.” Soliloquio III No culpes a tus luceros ¿Merece la mariposa su capullo que sólo dirigen la mirada, cuando el olvido se lo ha robado? pregúntale al Sol sincero Ese aroma es como el susurro por qué se encuentra tan callada. que esconde el bosque arcano. “¿Y si no entiende mis palabras “Inexplicable es el destino, y rompe con un beso? explicable es el murmullo ¿Sabré yo sin un mapa y si se cruzan los caminos …sabrá ella con deseo?” veré su pecho desnudo.” No esperes que las gavias Si ignífero es su nombre, 5
  • 6. Antología de un abril vacilante lapídeo será el rasguño: que deja caer sus hojas, daña la piel del hombre ante este frío tierno el gélido y feroz tumulto. no sobrevivirá la rosa. “Sé que el indómito corcel “Aunque la flor ya no lata se alimenta de esos frutos, sí lo hará el sentimiento, mas el jardín sin clavel aunque pierda su manta no persuadiría al gusto.” el calor permanecerá adentro.” No evoques las palabras ¿Alimentas a tu vid cuyos significados sean brunos; sólo con el fúlgido beso? de la rigente rama No escapará de ti no caerá ese capullo. ese infausto recuerdo. Soliloquio IV “Mi viña no pide Como el árbol en invierno un ubérrimo suelo, 6
  • 7. Antología de un abril vacilante quiere un canto triste Los viejos limpian sus lentes que le sirva de consuelo.” y los niños humedecen sus pies. Si abandonases el pensamiento El cielo arroja colérico calmarías la tempestad, sus lágrimas netas, pero sabiendo que no lo harás como el infausto que lanza sueños vívelo tal si fuera un sueño. tal si fueran dóciles saetas. Por dos días Sé que en el fondo del jardín Por dos días llovió, está una tímida doncella llovió en el parque florido; percibiendo lo suave del jazmín en dos días mojó, y esperando en mi glorieta. purificó al árbol vacío. ¿Qué aguarda sentada? Corre el efímero torrente ¿Qué calor le dará el mármol? arrastrando barcos de papel. Miró hacia la ventana 7
  • 8. Antología de un abril vacilante y contempló mi rostro pálido. Deseo Y aunque el viento azotaba Surgió su figura ella permaneció en silencio en la más lívida penumbra observando la gris fontana, con un velo en la cintura observando un nido muerto. y un silencio de ultratumba. En un instante de lobreguez “¿Quién eres, dulce doncella? perdí a la princesa de hielo: ¿Has perdido la rosa dejó un guante en mi dintel o te ha cegado una estrella?” y escarcha en mis cabellos. Sin contestar y celosa Si quizás volviese a verla contempló la noche oscura, acariciaría su mano, sin palabra en boca si quizás volviese a verla consumió su amargura. … la esperaría en el banco. Perdida, la ventana toca 8
  • 9. Antología de un abril vacilante y se abre un postigo Engañó al corazón …y la calma la sofoca. que le entregó convencido Antes que dijese “contigo” las llaves del alma cayó al aire como una roca y un ramo de olivo. abandonando al amor Ya no quiero excusas que a su espíritu provoca. que traigan esperanzas: Moraleja: no siente el calor devuélveme mis pensamientos la mano que no lo toca. y guárdate tus cartas. No lloraré ¿Cómo olvidaré tus ojos, Claro está: tu nombre y tu promesa no lloraré en el papel; cuando respiro el aire que mis lágrimas vuelen que te trae a mi cabeza? y se posen en su dintel. 9
  • 10. Antología de un abril vacilante Tu olvido me condenó a aguardar en silencio ¡Ah! Que iluso resulté; el recuerdo de tu amor sin querer serlo, al que ahora no pertenezco. con flores y buen acento, me convertí en víctima Claro está: de su despiadado juego. no lloraré en la ventana; que mis lágrimas vuelen ¡Ay! Que tonto fui y no mojen mi cama. al entregarle mis libros, sin ojos de mendigo, Sus saetas al más avaro de la orbe Fue la saetera que se vestía de pobre. más ingenua que conocí: una vez en mano la presa, Disfracé su vicio limpia los dardo ensangrentados con hermosas virtudes: y deja en el piso su botín. cuando miró otra estrella, 10
  • 11. Antología de un abril vacilante más clara y más bella, que sin lugar en mi cama golpeó con furia mi pecho regalóme su estrella. y me regaló un espejo ¡Ay!, luceros sin brillo para que mi rostro contemplara. por ustedes lamento Sí, fue la saetera no ver al ángel divo más ingenua que conocí. que sufría en silencio. Desahogo En su balcón contemplaba Serás mi testigo, a quien no la merecía, guardarás el secreto mas en el fondo de su alma y si por amar iré a juicio sólo a él le pertenecía. le escribirás un soneto. Y cuando lo vio sonriendo A la otra, a la dama, a una mujer ignota, escríbele a ella con lágrimas bajó corriendo 11
  • 12. Antología de un abril vacilante en busca de una soga. Lazo Por última vez el céfiro El moño que ata tu cintura acarició sus áureos cabellos: una vez apretó la mía, callaron las aves, ¿cómo sería la espuma cayeron plumas del cielo. si no existiese la orilla? Sintió él su puñal, Si argéntea es la tela, el de la eterna culpa áureos serán los flecos al recibir tarde la señal ¿pero puede la princesa que lo amaba con locura. bailar con ese peso? Sabes la historia, Quítate el lazo, no la susurres al viento; deja que te ayude guárdala en la memoria y no apartes mi mano y escríbele ese soneto. hasta que el viento susurre. 12
  • 13. Antología de un abril vacilante Libre quiero que seas, ¡Dame, ninfa que acechas, libre anhelo verte dame ese dulce nepente! así tenga tus ojos verdes Olvidaré las promesas o me lleve la marea. que avivan mi mente. Tristeza nemorosa Dale también al árbol, No hay ruido en el bosque al río y al pájaro ni tampoco música nemorosa. que sin su canto arpado Hoy, el silencio es doble: no habría reflejo en el lago. callan aves y hojas. Y que calle el cielo Adormecido, somnoliento, y que callen las nubes; se encuentra el río. guardaré el secreto ¿Acaso perdió su aliento donde no haya abedules. o perdí yo el mío? 13
  • 14. Antología de un abril vacilante Amor ilusorio Y olvidaré esos luceros Refugié mi anhelo que deseé con celo, en fantasías volátiles, y tiraré las epístolas luego en versos que escribiste sin tinta. y finalmente en pesares. Pero no borraré ¿Por qué lamento de mi alma tu figura: lo que perdí en sueños? cuando te vea sabré ¿Acaso el viento que fuiste avidez con plumas. abrazaría mi cuerpo? Desánimo No, no más lágrimas En el éter gris por amores ilusorios. dibujé tu mirada; Desvaneceré el odio extraño tu sonrisa que cazaste sin trampas. y las plumas de tus alas. 14
  • 15. Antología de un abril vacilante Dos nubes que vagaban si verdaderamente lo amas, ocultaron la llovizna agárrame con fuerza el brazo y en el frío callejero y partiremos al alba. percibí una caricia. Romance quimérico ¡Oh! ¿Qué mano novicia Quiero decir tu nombre en el arte de amar sin colgar las palabras; toca el pelo desconocido quiero ver al pájaro de quien está por llorar? libre de su jaula. ¿Será nuestra piel No me des sombra panacea de sueños rotos? cuando pido un faro, No bajaré del bajel no me des compañía para ahogarme en el ponto. cuando necesito amparo. Si amas mi corazón, Sólo déjame sentir 15
  • 16. Antología de un abril vacilante tu calor en mi pecho. el Sol oculta su fulgor, Aunque imagine tus labios las palomas vuelan cansadas advertiré nuestro beso. y tú no estás en el balcón. Aunque mires luceros ¡Oh, calma traicionera! más fulgentes que los míos, ¿Qué inquietas en mi interior? reina serás siempre ¿Será la beldad lastimera de este corazón ígneo. de aquel astro que cayó? Serenata vespertina ¡Oh, rosa intangible! Habla el cielo nubífero: ¿Por qué me causas dolor? hoy es día para descansar. ¿Acaso te fui visible? El mar abandona su ímpetu ¿Acaso degusté tu olor? y las olas paran de danzar. Apaciguaré la fiera Aquí en la terraza que alimentas sin cesar. 16
  • 17. Antología de un abril vacilante Habla la brisa sincera: aunque despierte sin dedos hoy es día para descansar. o esté bajo escombros. Un amigo Quien te llama sin avisar ¿Qué es un amigo? porque presiente el dolor, Aquel que te dice: quien daría por ti “Vamos al bar a platicar su sangre y su sudor. que hoy te veo triste.” Un amigo es único Esa persona que conoce y no engaña al oído, mis sueños más comunes pero sobre todas las cosas y guarda en secreto siempre estará contigo. aquello que me confunde. Lujuria de palabras Esa persona que tiene Abrazo la lujuria, una mano en mi hombro lujuria de palabras. 17
  • 18. Antología de un abril vacilante ¿Qué sería sin su embrujo esos poemas de amor. que adormece mi mente alterada? Por la paz ¿Qué sería sin su perfume Estrechémonos las manos que consuela al ojo lagrimoso? y bajemos nuestras armas. ¡Amo las letras clementes Si siempre fuimos hermanos, porque su compasión es letificante! ¿qué es lo que nos separa? Pero sé discernir Por poder, religión, al melancólico del indiferente: orgullo y codicia esas palabras vacías reprimimos al corazón provienen de plumas invidentes. y silenciamos las risas. Aunque acaricien mis cabellos ¿Cómo veré tus ojos, o apuñalen mi corazón, cómo verás los míos yo seguiré leyendo sin arrojar el odio 18
  • 19. Antología de un abril vacilante que nos vuelve enemigos? Primo inconcluso Rompe las cadenas, Quiero decirte al oído déjame ayudarte, lo que te susurro en sueños; y unamos las banderas sigo somnoliento el hielo marchando hacia delante. que me guía a tu pañuelo. Y que vengan los pobres Ver esa piel desnuda y que vengan los ricos sin medallas ni anillos abandonando sus nombres, y contemplar la aurora cantando con los niños. con los cuerpos unidos. Todos juntos abrazados Fantasías escurridizas, encenderemos una vela suspiros sin aliento, y cuando arribe el ocaso frescura sin brisa, iluminaremos la Tierra. …llanto sin lamento. 19
  • 20. Antología de un abril vacilante tú te habías ido. Ya no vendo promesas, Sólo me dejaste un barco ya no compras esperanza. y una brújula sin Norte. LI LII Por el sendero invernal Ya no están las palomas llueven pétalos de pluma, que se acobijaban en mi pecho; y yo sigo ese sendero ya no están los gavilanes leyendo el mapa anónimo. que me arrebataban el corazón. Por praderas y valles floridos, Sólo tengo sus nidos, montañas y acantilados mortíferos, sus tiernos, pero lívidos nidos caminé sin descanso que siempre acaricio con ternura, hasta encontrar tu castillo; con una promesa sin esperanza. pero cuando llegué ¿Qué sería el fuego sin su calor? 20
  • 21. Antología de un abril vacilante Sombras sin objetos, escribe el epitafio de una lápida. recuerdos sin memoria, Cuando los ruiseñores se hayan ido, …deseos con tristeza. tú extrañarás su canto. LIII LIV Por la calle vacía de mi vida Tengo hambre de abrazos el caballo volátil pasea, y sed de lágrimas arrepentidas. por el jardín florido de tu vida Si leyésemos debajo de la pluvia, el jinete solitario lo busca. el agua nos purificaría; En mi paraíso quimérico sabrías que el frío no hiere peces con alas surcan los cielos, a corazones que arden de esperanza. dragones contemplan el atardecer Te quiero como no eres: y nos besamos en tu castillo. humilde, sincera…y libre. El frío de tu silencio Hasta que me permitas coger tu mano 21
  • 22. Antología de un abril vacilante sin recibir un rasguño traicionero, ebria de tanto sentimiento ficticio, hasta que te aceptes como no eres perdió la sobriedad del corazón seguiré soñando con hadas. y acabó siendo esclava del vicio. LV LVI Con paso gélido y silencioso, Vi tu sombra en el bosque mirada tenue y solitaria, y seguí ese célico aroma a rosas. una joven recorría la casa El Sol despertaba al Edén durmiente buscando los poemas anhelados. y abrazaba mi espalda desnuda. La oscuridad de la noche Una mariposa voló delante de mí; abrazaba el infame deseo: sentí tu presencia desde lejos. creer que el vero amor Corrí, corrí hasta el vetusto roble, se escribe sólo en versos. donde estabas, con mirada pía. Así fue como la doncella, Sabes que nunca te lastimaría, 22
  • 23. Antología de un abril vacilante ¿por qué te marchaste, te posas vigilante, gélida, quitándome aquel perfume? esperando salvar a algún infeliz. Mi corazón te esperará…siempre. Dime: ¿quién te salvará a ti? LVII LVIII Amo ángeles, por eso te amo. ¿Por qué te amo? Veo en tus alas un refugio, ¿Será por tu mirada, un abrigo para la esperanza. por esa paz innata Sin ti, el cielo no estaría completo. o porque besaste mi alma? En medio de la tempestad Te confieso, sin galera, vuelas por entre las nubes. que deseo con locura tus labios. Desde mi ventana te observo, Quiero verte en la playa mientras corren las gotas pluviales. con las manos desnudas. Y en lo alto de un edificio Quiero que sientas el mar 23
  • 24. Antología de un abril vacilante y que la brisa te despeine. y besarte, sólo besarte. La duda es nuestra cárcel, Quiero verte a los ojos ¿hasta cuándo serás su prisionera? y arrojar juntos las cartas. LIX LX Aquí estoy, escuchando La luz de la Luna ilumina el lago esa suave música de piano. y los cisnes danzan en sus aguas. Recuerdo cuando sonreías La brisa mece las hojas y los nidos y mostrabas tu aureola. mientras el tímido silencio se presenta. Fuiste mi panacea espiritual, Debajo de un vetusto pino un refugio siempre abierto. dos tórtolas se encuentran: Lloré, y tu imagen secó con sus picos sostienen un lazo las lágrimas. Eres mi ángel. que pasa por un par de anillos. Quiero sentir tu pecho El tiempo me ha prometido 24
  • 25. Antología de un abril vacilante concedernos un instante eterno. mientras la pluvia paseaba Una lechuza está cruzando las nubes por las calles cenicientas y solas, para entregarte el corazón que me usurpó. por la única habitación iluminada. LXI LXII Contemplando la oscuridad nocturna, La paloma cruzó los cielos, descubrí la única habitación iluminada: desafió al frío de la montaña el viento castigaba su ventana lignaria; y superó la cruel fatiga quería arrancar sus níveas cortinas. para darte este mensaje: De aquella pieza incendiada “Cuando las campanas suenen, surgió una silueta humana: el río calmará su bravura; ¿puede la luz poderosa donde las hojas duermen subyugar a las sombras siempre? la ráfaga ha dejado una seña.” Y escuché un violín nostálgico Mi fiel emisario esperó 25
  • 26. Antología de un abril vacilante hasta que los campos blanquearon, que lastima a mis sesos con sus espinas y la carta que llevaba y complace a mi astro con su perfume! se la ha robado el tiempo. Espero que regreses a buscarla… LXIII LXIV Te has ido, y me dejaste El cielo se encuentra sereno, una rosa en el pecho. la plaza extraña a sus niños, Meditando en mi lecho y en un banco solitario mientras Él se asoma un joven silba sus penas. fantaseo un plácido recuerdo. Extraño tus ojos “¿Por qué huye el coraje que nunca me han visto; cuando el amor lo desafía?” y aún así los extraño Esa pregunta me inquieta. porque hechizaron los míos. ¡Cuánto sufro con esta rosa Cuando no vea tu pureza 26
  • 27. Antología de un abril vacilante sabré que te has ido; esperaba a su amado en la costa; cuando escuche tus lágrimas, hasta que el oro se hizo blanco sabrás que he regresado. y la playa estuvo sola… LXV LXVI Bajo un árbol de promesas La ráfaga de la montaña dos enamorados se encuentran; acaricia las flores suaves: él, contemplando a su princesa, ellas no temen su ira ruega a los ángeles que la protejan. porque no juzgan al silencio. El tiempo, cual verdugo sin clemencia, Las viejas rocas saben separa con crueldad la pareja: que las nubes nunca regresan, en un barco descolorido y son los gavilanes el joven viaja hacia la guerra. quienes les dejan sus marcas. Ella, con la esperanza ardiente, Nadie conoce la soledad 27
  • 28. Antología de un abril vacilante que habita en la montaña, porque desconocemos la oscuridad; nadie ha escuchado el lamento hasta que nuestros ojos se cierren que susurra tímida por la noche. seguiremos temiendo al bosque nocturno. LXVII LXVIII Veo a los cisnes alejarse, Soñé que estábamos en la montaña; aunque no quiera verlos. solos, nos miramos a los ojos. La niebla oprime al lago Vi tu alma desnuda, libre de rosas, que al Sol intenta contemplar. de perfumes, y con alas sin plumas. ¿Dónde está el silencio El céfiro te robó una lágrima, que escuchaban las hojas? y el mar colérico susurraba tu nombre. Lejos del arroyo naciente “Cuando la ira arribe, tendremos un faro” los hombres van a pescar. te dije con los labios gélidos. Tememos al bosque nocturno Mis brazos acogieron tu espíritu, 28
  • 29. Antología de un abril vacilante y mis manos acogieron tus cabellos. que abrazó la fantasía Si la ráfaga intenta derribarte, y que congeló mi piel. tendrá que pasar por mí primero. Sí, lo contemplé sin laureles. LXIX En aquel camino áureo, custodiado por gigantes inmóviles, nuestras miradas se cruzaron …y no detuviste el paso. El frío del momento me congeló el pecho; caí arrodillado al suelo y sentí el escape del sentimiento. Contemplé al fantasma 29
  • 30. Antología de un abril vacilante La puerta lleva a experimentar un placer inefable. Sócrates replicó (¡vaya sorpresa!) que el comprender, muchas veces, no genera poder. Era simple, morena, vetusta y rústica. Se encontraba al final del "Considera el artista que finaliza una obra: ¿crees que percibirá el pasillo, y en su dintel había una lechuza disecada, de la que sólo se poder en su creación, o más bien placer?" Tenía razón. Pero yo, percibían sus plumas pardas y sus dos alas extendidas. Nosotros igualmente, argüí lo siguiente: "¿Acaso, estimado amigo, el poder conjeturamos que, quizás, sus grandes ojos incomodaban a las que engendra el conocimiento no se manifiesta al vencer la visitas, quienes se sentían observadas por un guardián inanimado ignorancia? ¿Acaso el placer no es fruto de ese poder que, la (¿raro, no?), y que por eso el dueño optó por quitárselos; o tal vez mayoría de las veces, se confunde con el mismo acto de conocer?" sucedía que nosotros veíamos la parte trasera de la figura. De Platón salió en mi defensa, respetando, sin embargo, ciertos todos modos, no nos sentíamos vigilados por su presencia. aspectos argumentativos de su maestro. Sócrates se marchó; Lo extraño de esa puerta era que carecía de picaporte. Había una también lo hizo su discípulo. Estaba solo, en ese santuario cerradura broncínea (herrumbrada, como de costumbre) en la cual bibliográfico. "Conocer-Comprender-Poder-Placer", circulaba en se leían las iniciales "C.P." Yo, apasionado por los acertijos, constante vaivén por mi mente. Los términos parecían supuse que, puesto que el owner (le decían así, ya que tenía acento concatenados entre sí, pero su significado definitivo distaba inglés) era un verdadero bibliómano (había colocado en todas sus mucho de revelarse. ¿Por qué, si la secuencia era correcta, había paredes estantes, que se hallaban repletos de obras), esas siglas dos iniciales únicamente en vez de cuatro? ¿Podría suceder que, tal querían significar "Conocimiento-Poder". Mi amigo Gorgias me vez, las otras dos se encontrasen en la cerradura del otro lado de la persuadió de que, si realmente hubiera querido decir esto, ¿por qué puerta? "¿Y qué si las iniciales de la otra cerradura no fuesen la inscripción no la escribió en el marco de aquel escritorio C.P.?", me había advertido Sócrates. polvoriento, con montañas de libros y papeles? Coincidí con él: No podía más con la incógnita, necesitaba respuestas. Tomé un conociendo la inteligencia de quien (suponíamos) la escribió, el libro y lo abrí: "Propiedad de C.P." No eran, definitivamente, las escritorio sería el lugar ideal. Descartamos mi hipótesis, y Gorgias letras del nombre del dueño. ¿Quién rayos era "C.P."? Agarré otra se retiró, cediéndole el puesto a Sócrates. Formulé una nueva obra, y aconteció lo mismo; luego una, otra, y otra...hasta que me conjetura: "Comprender-Placer". A mi entender, por más que crucé con un cuaderno en blanco, y no había rastro alguno de estas poseamos el conocimiento, sino lo comprendemos, resulta inútil. señales. ¿Por qué no hay marcas en las hojas en blanco? ¿Acaso Y, cuando lo hacemos, nos volvemos poderosos, y ese poder nos esto corroboraba mi hipótesis? Pero el planteamiento socrático no 30
  • 31. Antología de un abril vacilante por ello dejaba de ser inválido: ¿Qué tal si, detrás de la puerta, que, teniendo como culpable al funesto destino, pasó a ser una existe lo mismo que aquí, con la excepción de que los libros, en daga que, constantemente, le rasgaba el corazón de su alma. vez de tener inscriptos las iniciales "C.P.", sean otras? Intenté, en La vetusta y gris casa en la cual moraban, era ahora el cálido y un momento, forzar la cerradura, abrir la misteriosa puerta y así acogedor hogar de una familia (podría decirse) alegre y jovial. Con pasar para el otro lado. Algo me lo impidió. La imagen de la el dinero de la venta, depositó la mitad en el banco, y con la otra lechuza (increíblemente) me daba escalofríos. Además, una compró un apartamento en las cercanías de la zona industrial. sensación de inseguridad corría por mi cuerpo; sé que suena Ya no escuchaba las noticias matinales, ni cantaba al ducharse e estúpido, pero temía que, si cruzaba para el otro lado, no incluso dejó de afeitarse. Huraño, resentido con la enredadera encontrase nada y la enigmática puerta se cerrase, quedando así indómita, contemplaba a través de esa ventana sucia el paisaje aprisionado en ese sitio desconocido. No, no me arriesgué. urbano, a la que meditaciones infaustas robábanle la escasa Contemplé la madera morena, las iniciales y la cerradura. Borré de dignidad que le quedaba. Sin embargo, el apartamento siempre se mi pensamiento la posibilidad de encontrar la llave mostró pulcro: las muñecas rusas estaban ordenadas en fila arriba correspondiente. Una ventana abierta me raptó con un cielo del televisor, no había platos de la cena de anoche en el fregadero, cerúleo y una brisa fresca. El polvo de esa vieja habitación quería y el tacho de residuos contaba con bolsa nueva. que me retirara. Obedecí obedientemente, sin antes mirar por Te diré que, a mi juicio, asumió “bastante bien” la muerte de última vez el escritorio. Tal vez la lechuza no tenga ojos, o tal Matilde, considerando que eran los dos únicos hermanos, vez... inseparables, y que no tenían algún otro familiar o amigo. Los días lluviosos, por ejemplo, jugaban a las cartas largo tiempo, mientras Vida tomada bebían café y compartían risas, risas que retrotraían a tiempos en que sus cabellos no eran níveos. Desde que falleció Matilde, ya no era el mismo; gustaba merodear Ahora, su vida consistía en una rutina tediosa: levantarse a las las plazoletas en horas nocturnas, sentarse en algún banco sombrío seis, preparar el desayuno para una persona, llevarlo a la cama, y apuñalar su memoria con una botella de vino. Los vecinos correr las cortinas, sentarse en la mecedora de su madre y beber rumoreaban que frecuentaba lugares de mala muerte, sórdidos ese té insípido, a la vez que mendigar un tímido rayo de luz. Sí prostíbulos que borrarían esa límpida imagen de amor fraternal amigo, la verdad es que existen vidas peores a las nuestras. Pero la suya, pese a esto, no era del todo deprimente: a la tarde, miraba 31
  • 32. Antología de un abril vacilante alguna que otra película de su época y, si no la había, leía las viejas la canilla que goteaba; en la mancha de humedad, estaba parada la historietas que tanto le entretenían de niño. Me atrevo a afirmar infante de su hermana, vestida de blanco y con la piel diáfana…y que su “escape” al dolor, radicaba en ese vicio que lo corrompía a con los orificios oculares vacíos. Dio un paso, luego otro, y se la noche. ubicaba así frente suyo. ¿Cómo mirar a una niña sin ojos? Intentó Cierto día, la tempestad impidióle realizar sus salidas nocturnas no hacerlo, pero lo hizo. Ella extendió su pequeña mano, y él la habituales. Como el frío había optado por acogerse en su morada, suya, y cuando iban a tocarse, un apagón repentino se produjo. Al juntó unos leños y encendió la diminuta estufa que se encontraba regresar la luz, ella se había marchado. Se recompuso, y dirijióse a en aquel rincón. Las lágrimas angelicales golpeaban los vidrios de la cama. Nada de lo anterior fue real, todo lo generó una mente las ventanas, y una de ellas (que estaba abierta) mojó la maqueta cansada y entristecida. Una vez en su lecho, recordó que no había bordó terciopelada. Al percatarse de ello, cerró la ventana e intentó apagado el fuego; se levantó y fue a extinguirlo. Estando en el vanamente quitar la mancha de humedad. baño, tuvo ganas de refrescarse en la tina. El agua caliente alivióle Se sentó en el sillón, con las piernas extendidas y los brazos el cuerpo, y el vapor distrájole el espíritu. Se encontraba cruzados. Podía percibirse la ira de la lluvia al vibrar los vidrios. El completamente sosegado, mas del vaho espeso surgió una sombra silencio no tardó en presentarse; todo ruido exterior parecía que se abalanzó como una fiera sobre él; luchaba por librarse de esfumarse. Sólo se escuchaban las manecillas del reloj y la canilla este ser maldito, y la sangre de sus dedos quedó impregnada en los del fregadero gotear. A pesar de ello, no se molestó en pararse e ir pálidos azulejos. Luego de un momento de tensión, la calma a cerrarla. Se encontraba meditabundo viendo el fuego. Los leños ubicua se apoderó nuevamente del ambiente. Pasaron dos días arder, parecía disfrutarlo. Y en eso escuchó a la mecedora hasta que los forenses retiraron ese cuerpo gélido y violáceo. En la moverse: fue el viento, nada más. Una mosca que volaba capturó plazoleta de enfrente, también hallaron otro cadáver, esta vez de su atención; con los ojos centrados en el insecto, pensaba en un vagabundo que murió de hipotermia. atraparlo, para luego aprisionarlo en sus dedos y observar así como Según cuenta la historia local, después de la tragedia, los padecía, como, en fin, sufría lentamente hasta morir. Pero algo lo residentes de aquel edificio oyen, en las noches de lluvia, las risas distrajo, algo volvióle el semblante lívido, ¡algo hizo que cayera de dos niños que juegan. Quizás, decidan visitarnos en nuestros del sillón y se arrastrase cobardemente hacia el rincón umbrío! sueños, o tal vez en la obscuridad taciturna… ¡¿Qué, por Dios, qué era ese suceso que le perturbó su ánimo con celeridad?! Y ya no hubo sonido alguno, ni de las manecillas, ni de 32
  • 33. Antología de un abril vacilante Prisionero -Mucho más que el aire que respiro. Si pudiera tenerlo en mis brazos, yo, yo…nada, olvídalo. En tres días, la melancolía le consumió todos sus pensamientos. -¿Tú que harías? Extrañaba esos luceros de esperanza, que pasaron frente suyo -No lo soltaría más; eso es lo que más me duele: quererlo con toda como un cometa en la noche. Nunca había experimentado cosa mi alma y saber que nunca lo tendré. semejante con otro chico, y menos aún con una sola mirada. -Cálmate. Quizá, deberías hablar con él, tal vez ambos sintiesen lo ¿Estaba enamorado? ¿Acaso era un simple deseo que luego se mismo. extinguiría, pero que en ese momento abrasaba su espíritu como -No, déjalo, así está bien. una llama indómita? Y el silencio, el gritar sin voz, sin oído que lo -¿Y por qué no? escuchase, cerraba la puerta de su agonía, aislándolo en la cárcel -¿Y si no comprendiera lo que siento por él? ¿Y si en vez de amor que nosotros mismos le hemos construido. ¿Pero valía la pena que me arrojase odio? sufriera tanto por un desconocido? ¿Acaso el joven de los ojos -Sabes, en mi opinión, tú serías mucho más valiente y auténtico verdes sentía lo mismo por él? ¡Ah, compañero! Si fuese tan fácil que él y que cualquier otro si lo intentases, independientemente identificar los sentimientos humanos, el amor ya no sería amor, y del resultado, puesto que el atreverse a decir “soy como soy y no la tristeza ya no sería tristeza. Y tal vez, una pequeña dosis de aparento ser otro” en una sociedad donde el “deber ser” se ha aflicción sea necesaria para comprar nuestro enamoramiento, para arraigado vigorosamente, es un verdadero desafío. Y aunque él te probarnos que el individualismo no es más que un fetiche insultara, sus palabras nunca quebrantarían tu espíritu, porque lo misántropo, cuyas únicas virtudes son el rencor y la soledad. Pero que es débil jamás vencerá a lo que es fuerte. Y recuerda: no dejemos de lado las reflexiones filosóficas; desarmemos nuestras regales tu amor a quien no lo merece; tú eres joven y puro, y el cabezas de ese arsenal de prejuicios y veamos en este joven a un destino recompensa a los pacientes. Pronto encontrarás a quien te amigo, a un hermano, o a un hijo. Platiquemos con él, escuchemos corresponda. su voz oprimida: -No sé, déjame pensarlo. Sabes, necesitaba hablar con alguien. Ahora estoy más aliviado. Bueno, gracias por la compañía. Tengo -¿Por qué te encuentras tan apenado? que irme, pero antes ¿cómo te llamas? -Ya lo sabes…No me obligues a repetírtelo. -¿Importan nuestros nombres? -¿Cuánto lo deseas? -No, claro que no. Gracias otra vez. Nos vemos. 33
  • 34. Antología de un abril vacilante acercó. Cuando ella se fue y me encontraba en completa soledad, ¿Qué sucedió después de nuestro encuentro? ¿Le habrá expresado una a una empezaron a arribar. Se me acercaron, pero no con tanta sus sentimientos, o lo habrá sepultado en el olvido? Eso, ni yo confianza como en la mañana. ¿Qué significaba esto? ¿Acaso mismo lo sé, ni necesito saberlo. Lo único que te diré es que todos existía entre nosotros una especie de “relación amistosa”, o los seres humanos, además de boca y oídos, tenemos un corazón, y venían por un puro interés? Yo las alimenté, y en ese momento, al igual que sus latidos, el amor parece recordarnos en la tarde, estaba solitario, ¿me querrían “devolver el favor” constantemente “tú no eliges de quien te enamoras”. Tal vez, haciéndome compañía? La situación era extraña, y si bien no soy deberíamos escuchar más y hablar menos, puesto que por algo de los que tienden a humanizar a los animales, había algo dentro tenemos dos oídos… de mí que me impulsaba a hacerlo. Si las bestias poseyesen sentimientos, ¿tendrían también un espíritu? ¿Y por qué no creer Las palomas entonces que su espíritu fuese más límpido que el nuestro, en el sentido de que al estar en el cuerpo de un ser que no puede hablar Siempre esperan en el techo de la casa de la esquina, o sino vuelan “gana” la facultad de conocer sus vidas pasadas? ¿No será, por el y se posan en un balcón del edificio contiguo. Esta mañana, contrario, que tener esa facultad (si es que existiese) no es señal de inexplicablemente la compasión emergió de mi ser, y subí a la un “buen alma”, sino de su opuesto, y que el estar en el cuerpo de terraza con un poco del pan de ayer. Convirtiéndolo en migajas, lo una bestia sería una suerte de castigo por los males cometidos en lanzaba al piso, y aquellas aves –tan poco estimadas por los otra vida? Pero si esto es así, ¿por qué el número de criminales, en vecinos- comenzaron a venir de a poco: primero una, después dos, vez de descender, aumenta, a la inversa que el de personas tres, cuatro… ¡doce! Me sorprendió la confianza que me tenían, virtuosas, que disminuye? Todas estas interrogantes surgieron a dado que cuando se me caía el pan, cerca de los pies, las más partir de la observación de estos “ratones emplumados”. Pero lo osadas entre ellas se acercaban y se lo llevaban. ¿Cómo un animal más curioso (y raro) es que… ¡extraño su presencia! ¿Por qué adquiere tanta confianza frente a un desconocido? ¿Acaso no habría de afligirme por la partida de esos pájaros? ¿Cuál es el temían que, por ejemplo, las lastimase? Te confieso que ese motivo real de mi tristeza? ¿Qué me asegura, si es que ellas tienen episodio sembró en mí un asombro inimaginable, generando dudas algún sentimiento hacia mí, que ese afecto perdurará a través del y desconciertos. Pero lo más sorprendente no fue sólo aquello: a la tiempo? ¿O es que, quizá, en vez de demostrar afecto alguno tarde, una amiga y yo subimos a la terraza, y ningún ave se nos intentan transmitir una enseñanza? ¿O es que yo debería 34
  • 35. Antología de un abril vacilante reflexionar sobre su comportamiento, y las aves no serían más que fuese invisible, en un mundo al que no pertenecía. Los animales un objeto causal? Ahora, en el ocaso, ya no hay rastros de ellas, mostraban más cariño hacia mí que los propios hombres. Recuerdo pero en la mañana regresarán. Los enigmas que nos involucran no que cuando era pequeño, mis pájaros parecían prestarme más son meras coincidencias; y aunque no tenga sentido recorrer un atención que mis “amigos”. ¿Será que al no poder hablar aprenden laberinto sin salida, no hacerlo –cuando ya estamos en él- es un a a escuchar? Siempre me enamoraba de las aves…y de sus alas, y negación a la esperanza. ese sentimiento que latía por ellas me incitaba a recogerlas cuando las encontraba debilitadas. Pero no te mentiré: no lograban, digámoslo así, “recuperarse” y regresar a los cielos, sino que Crepúsculo perecían ante mis cuidados. ¿Por qué morían si mi intención era sanarlas? Esa es una paradoja de la vida: que el efecto del actuar Me hallaba abstraído leyendo ese libro, en aquel banco de granito sea contrario a nuestros más nobles motivos. El padre sobre- frente al mar. Era un día magnífico: el sol radiante, la frescura del protector, el filántropo que ayuda a todos y por nadie es ayudado, aire perfumada con flores silvestres, los niños corriendo en la y la lista continúa. arena. Una paloma se acercaba de vez en cuando, esperando paciente que le arrojara al piso las migas de los bizcochos de anís. En esa situación me encontraba. Cuando algunos luceros se Esa tarde, había optado entre quedarme en el altillo con una fijaban en mí, pronto se apagaban. Tenía varios allegados, pero en montaña de obras como compañía, o, como quien dice, “salir a el momento en que los necesitaba nunca aparecían. Al sonar el despistarme” por ahí. Pero, ¿a dónde iría? El cine era una teléfono, escuché la voz de mamá. Mordiéndome el dedo y alternativa muy tentadora, si tuviese dinero en ese momento. ¿La conteniendo las ganas de llorar, le dije “no te preocupes, estoy plaza? No, me entristecía demasiado. Así que yo y mi espíritu fantástico, ¿y ustedes?”, pues no soy de los que gustan compartir escogimos la rambla. Como sería muy aburrido ir sólo, llamé a mi sus penas. A una madre se le da amor, y yo sigo esta máxima al buen amigo Novalis, quien aceptó gustoso la invitación. Y allí pie de la letra. Terminó la conversación y me hallaba más sólo que estaba, contemplando maravillado sus palabras. antes. Volví a la lectura, tratando de que Novalis me consolara… Al finalizar un párrafo, apartaba la vista del libro y la dirigía al pero no lo hizo. Corría por mi piel una especie de nostalgia paisaje y sus alrededores. Observaba la bravura del piélago, el desconocida, erizándome los pensamientos de la mente. Un nudo volar de las gaviotas y el afecto entre personas. Me sentía como si en la garganta y el libro cerrado, nada más. Y utilicé el último recurso: la fantasía. Ya no había ni aves, ni autos, ni sujetos. Me 35
  • 36. Antología de un abril vacilante hallaba únicamente yo en ese lugar, en una paz inefable. Opté por -Pero a vos te gustó, ¿no? paralizar el ocaso…opté por ser águila. ¡Que puras eran las nubes! -En realidad, no mucho. No quiero pasar por un “come-trabas” El viento sujetaba mis alas mientras yo me perdía en el crepúsculo. Una sirena, ¡una maldita sirena desvaneció mi sueño! -¿Nunca lo hiciste con un travesti? Ahí estaba de nuevo, en un mundo en el que no escogí nacer. ¡Y encima arrojé a Novalis al mar! Por si todo eso fuera poco, divisé a -Hasta el momento no, ¿y vos? lo lejos a un allegado, quien por no saludarme cambió el rumbo de -Casi, pero cuando estaba por levantarlo pasaron unos conocidos, su caminata. ¿Qué me quedaba por hacer? Se aproximaba el ocaso y ya sabes…arrugué. y el banco contiguo estaba vacío. Mi espíritu y yo lo contemplamos juntos. Siendo de noche, me levanté y emprendí la -Sí, es jodido que te vean in fraganti, y más a vos, que tenés novia. marcha de regreso, pero esta vez acompañado por mi sombra. -Tenía; nos dejamos anoche. Título en construcción -¡Que mal! Andá despidiéndote del sexo gratis. ¿Y por qué cortaron? Hace dos horas que están así, y el tema más trascendental hablado -Me tenía los huevos por el piso: a cada momento me llamaba, era hasta el momento versaba sobre el tamaño de sus genitales. Por re pesada y, por lo que me contaron, una trola. ¿Qué iban a decir eso, si esperas una discusión filosófica o un goce literario, te mis padres? Además, aunque no te parezca, soy un hombre con aconsejo que leas un cuento de Borges o un poema de Martí, pues principios… ¿Qué te reís, tarado? Por lo menos, soy más decente empiezo a pensar que esta monotonía no merece siquiera ser que vos. escrita. Ahí están, míralos, con las piernas extendidas y los brazos cruzados, sacándole chispa a una conversación de arena. Para -Pará hermano, ¿acaso uno no se puede reír? Che, tomalo con asegurarte que no miento, he aquí la plática áurea: soda, que si nos vamos a complicar por cada cosa… -¿Y qué se siente hacerlo por el culo? -Tenés razón, y cuando la tenés lo reconozco, para que no creas -No sé, la mina parecía satisfecha. que soy orgulloso. Andá a la heladera y sacá unas birras, que las puse hoy de mañana para que se enfriaran. 36
  • 37. Antología de un abril vacilante -Y sí, ¿para qué las vas a poner en la heladera, genio? -O tal vez busca otra cosa. Vos ya sabés cómo son éstos: muy cultos, muy finos, pero les gustan que se… -Callate y andá, que tengo la garganta seca. ¡Basta! No soporto sus injurias. Si anhelan insultarme, háganlo, ¿Todavía crees que esta charla entre dos primates merece ser pero no delante del lector, que no merece ser testigo de tantas registrada? ¿Por qué rayos no obedeciste mi consejo? ¿Acaso eres vulgaridades. una especie de “masoquista intelectual”? Y encima esos dos imbéciles aguardan impacientes a su taquígrafo particular. Pero -¡Mirá, no vengas a darnos órdenes! Si queremos relajarte, lo sabes qué, ¡me harté! Ya no pienso ser cómplice de vuestra idiotez. haremos, y no nos lo vas a impedir, marica. -¡Bajá un cambio, loco! El lector no tiene la culpa que seas un Intenté persuadirlos “por las buenas” -como ustedes dicen-, pero tarado de cuarta. ahora comprendo que es inútil dialogar con un par de mulas tercas, así que participaré en su juego autodestructivo. ¿Con quién -Sí che, tan culto que sos pero parece que no aprendiste buenos empiezo? ¿Con el bastardo o con el despechado? modales en la escuela. -¡Callate, que nosotros no nos metimos en tu vida privada! Si yo, estimados, no aprendí “buenos modales” en la escuela, ustedes no aprendieron absolutamente nada. Es más, me atrevería -¡Tené principios, si realmente sos hombre! a afirmar que ni asistieron a ella. Son unos fracasados, y juntos ¡Ah! Parece que descubrí su punto débil. ¿Y por qué no podría valen menos que dos centésimos. ¿Por qué no se van, y entrometerme en su vida privada, si ustedes lo hicieron en la mía, terminamos con esta historia de una vez por todas? acusándome de sodomita? ¿De qué principios me hablan si ustedes -¿Y por qué, si eres tan superior como dices, terminaste aquí, no los conocen? Y ya que se proclaman “muy machos”, enseñaré contando la historia de dos tipos que “valen menos que dos al lector su impávida hombría. centésimos”? -Che, no te enojes, que no es para tanto. Fue un simple comentario -Para mí que es un chanta, que viene a hacerse el muy fino acá, y pelotudo. Olvidá todo esto y prometemos que nos vamos, así no te en realidad es “de la misma madera” que nosotros. jodemos más. ¿Qué decís? 37
  • 38. Antología de un abril vacilante ¿Y dejar al lector con esa intriga, tan punzante a la especulación y cuánta sangre! Y ahora…ambos cogieron un cuchillo. No, ya no a la fantasía? ¡De ninguna manera! Antes bien prefiero irme yo. seguiré esta locura. Lo siento, pero renuncio. -Pero a nuestro amigo no le interesa escuchar una sarta de Tú no renunciarás. Debido a tu magnífica labor como narrador, boludeces, como dijiste vos al principio ¿lo recordás? Vamos a yo, el autor, he optado por ascenderte: serás participante directo de terminarla acá, y te invitamos una birra, ¿dale? esta historia. Déjenme pensarlo: no. Se acabaron los rodeos, y desearán nunca ¡¿Qué?! ¡No puedes hacerlo! Si lo hicieses, tendrías que empezar haberse metido conmigo. Comenzaré con el despechado: ¿acaso todo desde el principio, y dudo que a nuestro lector le agrade esta sabías que tu amigo consolaba a tu chica cuando estabas idea. Además, ¿quién sería entonces el narrador? trabajando? Sí, ambos pasaban de maravilla arriba de tu cama, y el He considerado previamente lo que planteaste, y estoy dispuesto a olor a lavanda que percibías cautivaba en tu mente la idealización correr tales riesgos. Por ello, discúlpame lector si acaso te ofendo, de tu novia, esa “mujer perfecta” para ti. ¡Pero espera, que aún pero me es imposible mantenerme ecuánime frente a semejante falta la mejor parte! Ella está embarazada, y junto con él planean disturbio. Si quieres abandonar esta historia, hazlo, que no lo convencerte de que el bebé es tuyo. Pero vamos, un nacimiento es tomaré como insulto de ninguna clase. Ahora, si me permites, como una bendición. Por eso: ¡felicidades, vas a ser papá! trataré de asumir las riendas de esta biga descuidada. -Oye, no le creerás a este imbécil, ¿no? Hace dos horas que están ahí, aguardando bajo la leve lluvia el 185. -Soltame, y no me hablés. De las calles nocturnas emergen aquellos seres sombríos, aquellos seres humanos opacados por nuestros prejuicios: prostitutas, -Vamos, vos sos un tipo inteligente… travestis, delincuentes. Blancos y negros, adultos y niños. Y es en -¡¡Te dije que me soltaras!! la noche, en la lóbrega noche, cuando los “hombres de bien” sufren de licantropía; y al despertar, nada más beben el nepente, besan a ¡Ay! Eso debió dolerle. Pero espera…se dirige hacia él de nuevo. sus esposas y llevan a la escuela a sus hijos. ¿Prisioneros de una ¿Qué hace? ¡No! ¡Golpeó su cabeza contra el microondas! Pero el ficción? ¿Libres sin libertad? No lo sé. Pero lo que sí sé es que en otro se levantó y agarró un no sé qué. ¡Se lo arrojó! ¡Dios mío, esta noche las estrellas se alinearán, y la luna recibirá la luz de dos corazones encendidos. 38
  • 39. Antología de un abril vacilante -Sabes, estuve pensando, y tal vez debiera acompañar a mi madre. -Bueno che, no te enojes, que es muy gracioso lo tuyo. Creo que ya La verdad es que ella me cuidó toda la vida, y una estúpida disputa viene nuestro bondi. Sí, es aquel. Arriba, me cuentas cómo haces hace tres años atrás no es excusa para abandonarla cuando más me para librarte de la bruja de tu suegra, ¡ja, ja, ja! necesita. ¿Tú qué opinas? Con un pie en la subida del ómnibus, vieron el reflejo, en una -Yo con mi vieja me llevo de maravilla: la madre de uno es la ventanilla, de un hombre ya mayor, abandonado en una esquina y madre de uno, y ese afecto que nos une es más fuerte que cualquier contemplando una hamburguesa. Su ropa harapienta y sus ojos enojo que tengamos. ¿Entiendes lo que digo? lacrimosos eran indicios de su vida callejera. ¿Víctima del destino, o quizá del desprecio humano? Tal vez, pero en ese momento sólo -Más o menos. Mañana pasaré por su apartamento, y le llevaré le importaba una cosa: comer. Estaba demasiado débil para ir a algunos libros para que se entretenga. Tal vez la invite a pasear, buscar en los tachos algunas sobras de alimentos, pero no lo así despeja un poco su mente. Carmen me comentó que la quimio suficiente para comprar una hamburguesa. Al verlo, los dos la afectó anímicamente, y que en estos días empezó a entrarle una muchachos se estremecieron; percibían en él a sus padres e incluso especie de depresión. Y encima mi esposa, el enterarse que soy a ellos mismos. ¿Qué deben hacer: o subir al coche, pagar el boleto estéril, está con ganas de iniciar el divorcio. Yo ya no sé qué hacer; y simular que nunca percibieron a ese anciano, o entregarle el cada paso que doy parece quebrarme un dedo del pie. dinero a un desconocido y así llegar a sus casas más tarde y más -Tranquilízate y no fuerces las cosas, y preocúpate más por dirigir cansados? ¿Tiene sentido realizar una acción moral si se desconoce lo mejor posible tu barco que por la tormenta. a la otra persona? ¿Acaso ese viejo, si la situación fuese inversa, se compadecería igualmente de ellos? Y nosotros, aparte de juzgar, -Veo que te volviste a la New Age. Y dime: ¿también perfumas tu ¿qué haríamos en tales circunstancias?... casa con inciensos y todo eso? Si quieres, te presto una tanga de mi mujer, que creo es de tu talla. -Vamos, que es una bonita noche para caminar. -Intento levantarte el ánimo, y terminas riéndote en mi cara. La próxima vez no te comento más nada. 39
  • 40. Antología de un abril vacilante La ópera rozarse intencionalmente. Deseaba oírlo hablar, más que por sus discursos, por la gesticulación de sus labios pletóricos. Percibíamos las prodigiosas manos de Mozart agitarse en un Entrábamos a la edad de veinte años, y él –ya con el título vaivén frenético, y la música orquestal fertilizaba nuestros nobiliario- y su esposa aguardaban un futuro heredero. Al mirar su espíritus con la paz anhelada. Debajo de nuestras camisas de seda, cara jubilosa mi corazón palpitaba céleremente, mas cuando la piel se nos erizaba por igual cuando nuestros ojos se cruzaban. besaba a su mujer la angustia azotábame el alma. Una falsa sonrisa Una mirada indiscreta, simulada, alimentaba la imaginación y el debía enseñar, mientras mi dama abrazábame enamorada el brazo deseo de una noche ardiente bajo las estrellas. Y es que el Barón y yo le respondía con un obligado “te amo”. Y cuando las mujeres Sweitzer y yo, ascendido hace unas pocas semanas a Médico de se reunían a platicar sobre el advenimiento de la criatura, Corte, nos conocíamos desde la infancia. Su padre, hombre firme aprovechaba ese momento para acercármele y conversar. Estaba y prudente, había empleado al mío, un pobre doctor pueblerino, informado de que, según comentaban los académicos, era uno de como médico personal; y pasamos a vivir en su morada, en un los estudiantes más destacados de medicina, y que posiblemente cuarto poco amueblado y con “olor a viejo”. Gracias a la me graduaría antes de lo estimado; así que llevó la noticia al generosidad del Barón (y a la excelente praxis de mi padre) palacio real, a la vez que me propuso ser padrino de su venidero estudié en los mejores colegios, junto a su hijo. De niños siempre hijo, cosa que acepté con muchísimo gusto. fuimos muy compañeros: nos contábamos secretos, compartíamos Todo parecía marchar a la perfección: formaríamos familias, risas y lágrimas. Cuando lo veía solitario, taciturno, iba, me ocuparíamos posiciones destacadas dentro de la sociedad, sentaba a su lado y lo escuchaba; pronto fregaba sus ojos celestes y tendríamos una vida digna y placentera. Pero cuando el eje de la me enseñaba una pequeña sonrisa, a modo de agradecimiento. Por biga se quiebra, el auriga pierde el control del carro. La muchacha mi parte, sentía un regocijo inefable cuando estábamos solos, y era muy joven para alumbrar, y el parto podía acarrearle la mis manos no respondían a mi voluntad: querían acariciarlo. muerte. Además, en su psiquis de niña no concebía el rol de ¿Acaso existían en mí ser dos voluntades distintas? ¿Qué me madre, pese al adoctrinamiento ejercido por su familia. Con cautivó de él? A los quince ya teníamos pareja. Nos lucidez recuerdo aquel trágico momento: las contracciones encontrábamos comprometidos con doncellas que aún se divertían comenzaron a la mañana, y luego de cinco horas de intensos jugando en los matorrales. Cuando ellas se entretenían, salíamos a alaridos su sangre dejó de fluir y cesaron los latidos…El ser que pasear por los alrededores, y nuestros dedos habían comenzado a trajo al mundo era un cadáver. Los presentes no sabíamos qué 40
  • 41. Antología de un abril vacilante hacer, cómo decírselo a un hombre que ansiaba profundamente ser quedábamos en casa, y si yo estaba desanimado, no me presionaba padre. Llenándome de valor, opté por comunicárselo; salí, lo a tener relaciones. A decir verdad, sus amigas estaban bastante persuadí de sentarnos en un banco al fondo del pasillo, y cuando celosas de nuestro connubio, dado que sus maridos siempre estaba en absoluta paz le expresé lo acontecido. Recuerdo que, al imponían su voluntad: los varones nacen para mandar y las terminar de hablarle, dos manantiales de lágrimas corrieron por mujeres para obedecer, ésa era la máxima. Pero una mañana me sus mejillas y se aferró a mi pecho al igual que un infante lo hace levanté y su lugar estaba vacío. En la cama había una pequeña con su madre. Compartimos el dolor, como en nuestra niñez las notita, en la cual escribía (a mano forzada, por la rudeza de las risas. letras) su agradecimiento por mi “inmensa generosidad”, pero que observaba que seguíamos caminos diferentes y que nunca Poco tiempo después, sobrevino otra desgracia: mi matrimonio se lograrían cruzarse, así que eligió continuar con el suyo…Después quebró tal si fuese una copa de cristal; al igual que ellas, la de esa vez, jamás la volví a ver. Decían que se había casado con un transparencia reinaba en nuestras vidas, pero un golpe externo conde francés, y su padre falleció a las dos semanas de la boda. No (más bien paterno) se encargó de destruir el bello recipiente de suelo prestarle atención a comentarios anónimos; más allá de la nuestra leticia. Se rumoreaban ciertas calumnias en mi contra que angustia causada, lo único que anhelo es que sea feliz, que consiga arribaron a los oídos de mis suegros. Hacía tiempo que su padre a un hombre que la ame aún más que yo, y que la trate como desconfiaba de mi persona: me miraba de reojo, incidía en la merece una verdadera princesa. continuación de la progenie –que hasta el momento, podría afirmarse, “no estaba en nuestros planes”- y reprobaba con dureza Estaba sólo y con la reputación restituida, gracias a ese ángel que, mis buenos modales, puesto que le parecían “demasiado antes de partir, se encargó de disolver el caos denigrante que me femeninos”. Por otra parte, su madre también manifestaba, atormentaba. Ya nadie podía sostener injuria alguna, y el más indirectamente, desprecio a algunas actitudes mías, y cuando le grande agravio que escuchaba era el de ser despechado por una agradecía por haberme servido el vino ni siquiera respondía, pese a mujer, cosa que no me inquietaba en absoluto. No existían la educación recibida. Sin embargo, mi esposa se mostraba muy ataduras y mi espíritu ansiaba elevarse hacia lo prohibido, cuyo conforme con la vida que llevábamos: noche por medio íbamos al límite no transgredía porque la moral lo sujetaba. Una tarde teatro, cenábamos en finos restaurantes, teníamos relaciones mientras descansaba en el diván, recibí la alegre invitación al frecuentemente, pero quizá lo que más le agradaba fuera el respeto banquete que se celebraba, según la costumbre, en “casa de sangre que enseñaba hacia sus decisiones. Sin ella, no quería salir, nos azul”. Ese año, el favorecido fue el Barón Sweitzer, que con 41
  • 42. Antología de un abril vacilante apenas un cuarto de siglo vivido se convertía en el maestro de casa. Estaba completamente abstraído en sus pensamientos, ceremonias más joven hasta el presente. desaliñado y con el semblante pálido. Sabía que él necesitaba un oído, como un marinero que anhela pisar tierra firme luego de La noche estaba serena. Percibía una muy sutil brisa de jazmín que estar varios meses en el mar. paseaba por los alrededores, mientras los faroles del carro iluminábanme el rostro. Bajé con total elegancia (lo admito, Fui acercándome sigilosamente, y cuando cesó el sonido y su vaso aunque se me acuse de ególatra), vistiendo mi mejor atuendo, y estaba sobre la mesa, ya me encontraba frente de él. Toqué la me dirigí al majestuoso castillo del joven aristócrata. La manga de su traje y, al sentir la caricia, subió con celeridad la suntuosidad que vislumbraron mis ojos era tan esplendorosa, que mirada. Al reconocerme, exhibió una reducida sonrisa y estrechó la de la corte italiana tenía motivos para envidiarle. Varios con fuerza mi mano. Como intuía, estaba necesitado de otro ser guardias custodiaban la entrada. Presenté la invitación a un humano que lo escuchase, dado que nuestra plática se extendió anciano que usaba un hábito púrpura, y al ingresar al palacio hasta la culminación de la velada. Cuando hablábamos, parecía parecía que la frialdad nocturna de afuera se difumaba al son de que todo ese murmullo quedaba silenciado, que nuestras palabras arpas y violines. Todo el salón se encontraba iluminado, y la eran lo único que se oía en la sala. El Barón se encontraba cómodo, vanidad y el lujo iban acrecentándose con nuevas miradas. El disfrutaba de mi presencia y yo de la suya, y pronto su rostro bullicio de la multitud avasallaba esa música armoniosa, así que ruborizóse y sus ojos recobraron el brillo perdido. Ninguno de los me acerqué más a la orquesta, tratando de que mi espíritu gozase dos percibió que la fiesta ya había finalizado, y que los invitados de la melodía. Y en un descuido de mis luceros, vi al Barón se habían ido. Quedamos solos. Miré el reloj y, por un instante, solitario, en un rincón umbrío y con un vaso de alcohol en la contemplé la suntuosidad de la habitación vacía, suntuosidad que mano. Después de la tragedia, empezaron a escucharse ciertos lo único que inspiraba era melancolía. Él deseaba continuar rumores de él y de su vida, rumores que se transformaron en conversando conmigo, así que me invitó a pasear por sus jardines. veneno para su alma. Ya no tenía casi amigos y no asistía a Ordené al cochero retirarse, y a la luz de la luna caminamos juntos eventos típicos de la nobleza. Se decía que su autoestima estaba por el sendero florido. Nos acercamos a un banco frente al lago tan baja, que algunos allegados habían interferido en el sorteo en artificial, y lo persuadí de sentarnos allí. Observamos las hojas de su favor, con la intención de que “recuperase” su prestigio y de cerezo caer en el agua y ser arrastradas hasta la orilla por el céfiro. que no cometiese una vergüenza para la familia. Sea verdadero o También observamos una bandada de cisnes volar por entre las no, el joven se mostraba despreocupado de lo que sucedía en su nubes nocturnas. Y en un soplo de sosiego, nuestros luceros se 42
  • 43. Antología de un abril vacilante encontraron, y nuestros labios se unieron al unísono, dejando que arribó a los oídos del Emperador quien, dolorido hacía tiempo desnudos nuestros espíritus. Esa noche, el fuego que llevábamos por una molestia que, a esas alturas, ya había vencido la erudición dentro consumió todas las angustias, todos los tormentos que de casi todos los especialistas reputados, ordenó llamarme. Asistí sufríamos. Ambos gozamos del amor prohibido, cometimos juntos de inmediato a la casa real, luciendo ropa y postura típicas de un el pecado nefando. ¿Pero es amar un pecado? ¿Necesitábamos sentir caballero galano. En la puerta del palacio aguardaba impaciente el vergüenza por algo que nosotros mismos no podíamos evitar?... mayordomo, quien enseguida me condujo a la habitación de Su ¿Por qué Dios permite nuestro amor y la sociedad lo condena? Sea Majestad, que descansaba plácidamente en su lecho. Después de como fuese, los dos sentimos que nuestras almas rompían las algunos análisis, le recomendé un tratamiento –bastante cadenas de la desdicha, que vitoreaban unánimemente el triunfo heterodoxo, admito- y le receté dosis diaria de un conocido de la esperanza. medicamento. Al cabo de unas semanas, su salud mejoró de modo notable, hecho que catapultó mi nombramiento como Médico de En el transcurso de los días, el vínculo que nos unía comenzaba a Corte. De ahí en más, empecé a disfrutar del trato distinguido que fortalecerse: el aristócrata caía enfermo y venía a visitarme, o sino recibía, de las miradas de admiración y respeto hacia mi persona, mandábame a llamar con uno de sus sirvientes; todas sus dolencias del bienestar y la ostentación. Todo parecía encajar perfectamente, no eran más que excusas para vernos, para que acariciase su piel formando la áurica pirámide que todo hombre ansía conquistar, suave con mis manos. La frecuencia de mis visitas a su morada, o pero aún existían grietas pasadas que ni siquiera la nueva fortuna de las de él a la mía, intrigaron la mente de sus familiares quienes, podía tapar; un vacío que abatía a mi espíritu por las noches, el en un último intento por acallar los rumores, presentaron al joven cual deseaba con locura escapar de mi cuerpo para ir y posarse en noble una doncella de alta alcurnia, cuyos padres desesperaban por sus melíferos labios. verla casada con un hombre destacado, como lo era el Barón, y fue así que en menos de un mes se celebró la boda. Las resistencias Cierta mañana, recibí una inesperada epístola del Barón, y en la que opuso el muchacho cedieron ante la amenaza de sus parientes: cual expresaba su ardiente deseo por volver a vernos. Propuso si renunciaba al casorio, perdería tanto su honra como sus bienes… como lugar de encuentro un teatro cercano a su palacio, donde el y hasta su libertad. Marchó entonces hacia el altar, donde lo prodigioso Mozart estrenaría una de sus óperas. Dentro del sobre esperaba una mujer completamente extraña con quien se uniría de descubrí una entrada, y a la noche marché con la presuntuosidad por vida. Después del enlace nos alejamos uno del otro por un de un recién ascendido Médico de Corte hacia el coliseo. Me largo tiempo. Mi pericia como doctor empezó a cobrar fama, fama ubiqué en un asiento próximo al escenario. Con la mirada, 43
  • 44. Antología de un abril vacilante comencé a buscarle afanosamente, mas la impaciencia y el nunca más regresar. Gemía y sollozaba desconsoladamente, desánimo causados por su ausencia terminaron convenciéndome abrazando el cuerpo de la única persona que he amado en la vida… que, quizá, él no vendría. Al rato, oscurecióse la sala e iluminóse el Dos días después del incidente, sus familiares observaban, con tablado. De una esquina, surgió la figura del afamado músico, y rostros que reflejaban apatía, el lento descenso del féretro, en una junto con él la dulzura de una melodía que deleitaba a quien ceremonia a la que no fui invitado, pero a la que igual concurrí. El tuviese el privilegio de escucharla. Todos los presentes parecían sacerdote profirió unas pocas palabras en su nombre, luego se secó gozar del bellísimo espectáculo, excepto yo, puesto que la angustia el sudor de la frente y partió. Repentinamente, todos se levantaron de una promesa rota me lo impedía. Cuando estaba resignado de de sus asientos, y en menos de diez minutos el sitio comenzó a que no asistiría, sentí una muy sutil caricia a lo largo de la pierna. quedar desolado. La viuda, que aguardaba solemne en la salida, tal Me volteé, y se encontraba sentado a mi lado, observando cautivo si fuese una escultura tallada en la más rigente educación, recibía la función, a las prodigiosas manos de Mozart agitarse en un pesares por doquier, falsas lamentaciones que se hallaban vacuas vaivén frenético. Lo que sucedió entre nosotros durante la de sentimiento y que, cegadas por la costumbre, rebotaban en la representación, vosotros ya lo sabéis. Al finalizar, salimos juntos expresión abúlica de la mujer. Quizá por ello no quise saludarla. del teatro, rumbo a mi morada. En el trayecto, platicamos bastante Creo que ambos, ella y yo, comprendíamos la absurdidad de sobre nuestras nuevas vidas, y se disculpó por la demora (no le fue practicar determinados ritos sociales que, en sí, resultaban fácil diseñar una excusa para su esposa, que le permitiese salir sólo superfluos e inoportunos para la ocasión. Pero ello es tan sólo una y en horas nocturnas). Las calles se mostraban lóbregas y vacías. mera suposición mía que, de modo insolente, la involucra. En un momento dado, hizo detener al cochero, se bajó del carro y Modestamente, pido disculpas si la he ofendido. Y también pido se dirigió a comprar tabaco en una taberna. Al regresar, lo increpó disculpas a los miembros de este tribunal por mi falta de un desconocido que, sacando un puñal oculto, le hiende el pecho consideración hacia vuestro tiempo. Antes de callar, quisiera con celeridad y luego se da a la fuga. Desesperado, bajé del coche e manifestaros que nunca, nunca me arrepentiré de haber amado al intenté en vano detener la hemorragia; por su parte, el cochero único hombre que llenó de júbilo mi existencia. Si han de había partido en búsqueda de ayuda. Entre lágrimas y con las condenarme, hacedlo, que la consciencia ya ha sido purificada y el manos ensangrentadas, me arrodillé en el piso y rodeé su cabeza corazón ha alzado su veredicto. con mi brazo. Por última vez nos miramos a los ojos, y el movió sus labios como diciéndome “te amo”; luego se desvaneció para 44
  • 45. Antología de un abril vacilante -Como autoridad preeminente de este jurado, es mi deber anunciar el fallo del mismo. Después de haber escuchado los testimonios de los testigos, y de haber analizado la evidencia disponible, los miembros del tribunal declaran al acusado, por mayoría absoluta de votos, culpable del asesinato del Barón Sweitzer, razón por la cual se lo pena, según establece la ley, a perecer en plaza pública, dos días posteriores al dictado de la sentencia. ¿Posee el acusado alguna duda al respecto? -¿Podría al menos, si se me permitiese, escoger el medio por el cual habré de morir? -Lo siento, pero la norma prohíbe otorgar tal clase de permisos, dado que expresa con total claridad el medio de ejecución más apropiado para el reo: la horca. Este tribunal ya se ha pronunciado, cumpliendo con sus obligaciones, por lo que cierra sesión. Guardias, pueden retirar al condenado. 45