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PRESENTA




  TEXTO ÍNTEGRO DEL MONTAJE
   Adaptación teatral: José M. Camarasa
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


DÍA PRIMERO. EL PRINCIPITO Y EL AVIADOR.


           El AVIADOR solo y perdido en el desierto.


AVIADOR.- Cuando yo tenía seis años vi una vez una lámina magnífica en un libro
           sobre el Bosque Virgen que se llamaba «Historias Vividas». Representaba
           una serpiente boa que se tragaba a una fiera. he aquí la copia del dibujo. El
           libro decía: «Las serpientes boas tragan sus presas enteras, sin masticarlas.
           Luego no pueden moverse y duermen durante los seis meses de la
           digestión.» Reflexione mucho entonces sobre las aventuras de la selva y, a
           mi vez, logré trazar con un lápiz de color mi primer dibujo. Mi dibujo
           número 1. Era así: Mostré mi obra maestra a las personas mayores y les
           pregunté si mi dibujo les asustaba. Me contestaron: «¿Por qué habrá de
           asustar un sombrero?» Mi dibujo no representaba un sombrero.
           Representaba una serpiente boa que digería mi elefante. Dibujé entonces el
           interior de la serpiente boa a fin de que las personas mayores pudiesen
           comprender. Siempre necesitan explicaciones. Mi dibujo número 2 era así:
Las personas mayores me aconsejaron que dejara a un lado dibujos de serpientes boas
           abiertas o cerradas y que me interesara un poco más en la geografía, la
           historia, el cálculo y la gramática. Así fue como, a la edad de seis años,
           abandoné magnífica carrera de pintor. Estaba desalentado por el fracaso de
           mi dibujo número 1 y de mi dibujo número 2. Las personas mayores nunca
           comprenden nada por sí solas y es agotador para los niños tener que darles
           siempre y siempre explicaciones.
Debí, pues, elegir otro oficio y aprendí a pilotar aviones. un poco por todo el mundo. Es
           cierto que la geografía me sirvió de mucho. Al primer golpe de vista estaba
           en condiciones distinguir China de Arizona. Es muy útil si uno llega a
           extraviarse durante la noche.
Tuve así, en el curso de mi vida, muchísimas vinculaciones con muchísima gente seria.
           Viví mucho con personas mayores. Las he visto muy de cerca. No he
           mejorado excesivamente mi opinión.
Cuando encontré alguna que me pareció un poco lúcida, hice al experiencia de mi
           dibujo número 1, que siempre he conservado. Quería saber si era
           verdaderamente comprensiva. Pero siempre me respondía: «Es un


                                           II
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


           sombrero.» Entonces no le hablaba de serpientes boas, ni de bosques
           vírgenes, ni de estrellas. Me colocaba a su alcance. Le hablaba de bridge, de
           golf, de política y de corbatas. Y la persona mayor se quedaba muy
           satisfecha de haber conocido un hombre tan razonable.
Viví así, solo, sin nadie con quien hablar verdaderamente, hasta que tuve un problema
           en el desierto de Sahara, hace seis años. Algo se había roto en mi motor. Y
           como no conmigo ni mecánico ni pasajeros, me dispuse a realizar, solo, una
           reparación difícil. Era, para mí, cuestión de vida o muerte. Tenía agua de
           beber apenas para ocho días
La primera noche dormí sobre la arena a mil millas de toda tierra habitada. Estaba más
           aislado que un náufrago sobre una balsa en medio del océano. Imaginaos,
           pues, mi sorpresa cuando al romper el día, me despertó una extraña vocecita
           que decía:
PRINCIPITO.- Por favor...; ¡dibújame un cordero!
AVIADOR.- ¡Eh!
PRINCIPITO.- Dibújame un cordero...
           (El AVIADOR se pone de pie de un salto, como golpeado por un rayo. Se
           frota los ojos. Mira bien.)
AVIADOR.- Y vi a un hombrecito enteramente extraordinario que me examinaba con
           aspecto grave. He aquí el mejor retrato que, más tarde, logré hacer de él.
           Pero seguramente mi dibujo es mucho menos encantador que el modelo. No
           es por mi culpa. Las personas mayores me desalentaron de mi carrera de
           pintor cuando tenía seis años y sólo habia aprendido a dibujar las boas
           cerradas y las boas abiertas.
Miré, pues, la aparición con los ojos absortos por el asomo. No olvidéis que me
           encontraba a mil millas de toda region habitada. Además, el hombrecito no
           parecía ni extraviado, ni muerto de fatiga, ni muerto de hambre, ni muerto
           de sed, ni muerto de miedo. No tenía en absoluto la apariencia de un niño
           perdido en medio del desierto, a mil millas de toda región habitada. Cuando
           al fin logré hablar, le dije:
AVIADOR.- Pero... ¿qué haces aquí?
PRINCIPITO.- Por favor... dibújame un cordero.
AVIADOR.- Bueno, yo he estudiado principalmente geografía, historia, cálculo y
           gramática, así que no sé dibujar.


                                           III
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


PRINCIPITO.- No importa. Dibújame un cordero.
AVIADOR.- (Con un poco de mal humor.) Está Bien. (Y dibuja una boa cerrada.)
PRINCIPITO.- ¡No! ¡No! No quiero un elefante dentro de una boa. Una boa es muy
            peligrosa y un elefante muy embarazoso. En mi casa todo es pequeño.
            Necesito un cordero. Dibújame un cordero. (Y el AVIADOR lo hace.) No!
            Este cordero está muy enfermo. Haz otro. (El AVIADOR dibuja.) ¿Ves?...
            No es un cordero; es un carnero. Tiene cuernos... (El AVIADOR dibuja.)
            Este es demasiado viejo. Quiero un cordero que viva mucho tiempo.
AVIADOR.- (Enseñándole la caja que ha dibujado.) Esta es la caja. El cordero que
            quieres está adentro.
PRINCIPITO.- ¡Es exactamente como lo quería! ¿Crees que necesitará mucha hierba
            este cordero?
AVIADOR.- ¿Por qué?
PRINCIPITO.- Porque en mi casa todo es pequeño...
AVIADOR.- Alcanzará seguramente. Te he regalado un cordero bien pequeño.
PRINCIPITO.- (Mirándolo bien.) No tan pequeño... ¡Mira! Se ha dormido...
Av.- (Al público.) Y así fue así como conocí al Principito.
PRINCIPITO.- (Viendo el avión.) ¿Qué es esta cosa?
AVIADOR.- No es una cosa. Vuela. Es un avión. Es mi avión.
PRINCIPITO.- ¿Cómo? ¿Has caído del cielo?
AVIADOR.- Sí.
PRINCIPITO.- ¡Ah! ¡Qué gracioso!... (Y suelta una sonora carcajada.)
AVIADOR.- Desearía que tomases en serio mis desgracias.
PRINCIPITO.- Entonces, ¡tú también vienes del cielo! ¿De qué planeta eres?
AVIADOR.- ¿Vienes, pues, de otro planeta?
PRINCIPITO.- Aunque la verdad es que, en esto, no puedes haber venido de muy lejos.
            (Y se hunde en un ensueño.)




                                            IV
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


DÍA SEGUNDO. EL PRINCIPITO Y EL AVIADOR.


AVIADOR.- ¿De dónde vienes, hombrecito? ¿Dónde queda «tu casa»? ¿Adónde
           quieres llevar a mi cordero?
PRINCIPITO.- Me gusta la caja que me has regalado porque de noche le servirá de
           casa.
AVIADOR.- Seguramente. Y si eres amable te daré también una cuerda para atarlo
           durante el día. Y una estaca.
PRINCIPITO.- ¿Atarlo? ¡Qué idea tan rara!
AVIADOR.- Pero si no lo atas se ira a cualquier parte y se perderá...
PRINCIPITO.- (Con un nuevo estallido de risa.) Pero, ¿adónde quieres que vaya?
AVIADOR.- A cualquier parte. Derecho, siempre adelante...
PRINCIPITO.- ¡No importa! ¡Mi casa es tan pequeña! Derecho, siempre adelante de
           uno, no se puede ir muy lejos...
           (Oscuro.)




                                              V
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


DÍA TRES. EL PRINCIPITO Y EL AVIADOR.


PRINCIPITO.- ¿Es verdad, no es cierto, que a los corderos les gusta comer arbustos?
AVIADOR.- Sí, es verdad.
PRINCIPITO.- ¡ Ah! ¡ Qué contento estoy! ¿ De manera que comen también baobabs?
AVIADOR.- Pero los baobabs no son arbustos, sino árboles grandes como iglesias y
           que aun si llevara con él toda una tropa de elefantes, la tropa no acabaría con
           un solo baobab.
PRINCIPITO.-     (Riendo por la ocurrencia de la tropa de elefantes.) Habría que
           ponerlos unos sobre otros... Los baobabs, antes de crecer, comienzan por ser
           pequeños.
AVIADOR.- ¡Es cierto! Pero ¿por qué quieres que tus corderos coman baobabs
           pequeños?
PRINCIPITO.- ¡Bueno! ¡Vamos! (Y al ver que no entiende nada.) Es cuestión de
           disciplina. Cuando uno termina de arreglarse por la mañana debe hacer
           cuidadosamente la limpieza del planeta. Hay que dedicarse regularmente a
           arrancar los baobabs en cuanto se los distingue entre los rosales, a los que se
           parecen mucho cuando son muy jóvenes. Es un trabajo muy aburrido, pero
           muy fácil. El suelo de mi planeta está infestado. Y si el baobab no se arranca
           a tiempo, ya no es posible desembarazarse de él. Invade todo el planeta. Lo
           perfora con sus raíces. si el planeta es demasiado pequeño y si los baobabs
           son demasiado numerosos, lo hacen estallar.




                                           VI
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


DÍA CUARTO. EL AVIADOR Y EL PRINCIPITO.


PRINCIPITO.- Me encantan las puestas de sol. Vamos a ver una puesta de sol...
AVIADOR.- Pero tenemos que esperar.
PRINCIPITO.- ¿Esperar qué?
AVIADOR.- Esperar a que el sol se ponga.
PRINCIPITO.- (Riéndose de sí mismo.) Creo siempre que estoy en mi casa. (Ante la
           cara sorprendida del AVIADOR.) Mi planeta es tan pequeño que me basta
           con mover mi silla algunos pasos para contemplar el crepúsculo cada vez
           que quiero. Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces. ¿Sabes?... Cuando
           uno está verdaderamente triste son agradables las puestas de sol...
AVIADOR.- ¿Estabas, pues, verdaderamente triste el día de las cuarenta y tres veces?
PRINCIPITO.- ...




                                          VII
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


DÍA QUINTO. EL PRINCIPITO Y EL AVIADOR.


PRINCIPITO.- Si un cordero come arbustos, ¿come también flores?
AVIADOR.- Un cordero come todo lo que encuentra.
PRINCIPITO.- ¿Hasta las flores que tienen espinas?
AVIADOR.- Sí. Hasta las flores que tienen espinas.
PRINCIPITO.- Entonces, las espinas, ¿para qué sirven?
AVIADOR.- ... (Está muy ocupado tratando de destornillar un bulón demasiado
           ajustado de su motor.)
PRINCIPITO.- Las espinas, ¿para qué sirven?
AVIADOR.- Tu nunca renuncias a una pregunta, ¿eh?... Las espinas no sirven para
           nada. Son pura maldad de las flores.
PRINCIPITO.- ¡Oh! ¡No te creo! Las flores son débiles. Son ingenuas. Se defienden
           como pueden. Se creen terribles con sus espinas.
AVIADOR.- (En voz baja.) Si este bulón se resiste , lo haré saltar de un martillazo.
PRINCIPITO.- ¿Y tú, tú crees que las flores...?
AVIADOR.- ¡Pues no! ¡No! ¡Yo no creo nada! Te contesté cualquier cosa. ¡Esto es más
           importante!
PRINCIPITO.- ¡¿Más importante que mi flor?! ¡ Hablas como las personas mayores!
           ¡Confundes todo!... ¡Mezclas todo! Conozco un planeta donde hay un Señor
           carmesí. Jamás ha aspirado el aroma de una flor. Jamás ha mirado a una
           estrella. Jamás ha querido a nadie. No ha hecho más que sumas y restas. Y
           todo el día repite como tú : « ¡ Soy un hombre serio ! ¡ Soy un hombre
           serio!» Se infla de orgullo. Pero no es un hombre serio: ¡es un hongo! (Está
           pálido de cólera.)
AVIADOR.- ¿Un qué?
PRINCIPITO.- ¡Un hongo! Hace millones de años que las flores fabrican espinas. Hace
           millones de años que, pese a ello, los corderos comen las flores. ¿Y no es
           serio intentar comprender por qué las flores se esfuerzan tanto en fabricar
           espinas que no sirven nunca para nada? ¿No es importante la guerra de los
           corderos y las flores? ¿No es mas serio y más importante que las sumas de
           un Señor gordo y colorado? ¿Y no es importante que yo conozca una flor
           única en el mundo, que no existe en ninguna parte, salvo en mi planeta, y



                                          VIII
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


           que un corderito puede aniquilarla una mañana, así, de un solo golpe, sin
           darse cuenta de lo que hace? Eso, ¿no es importante?
Si alguien ama a una flor de la que no existe mas que un ejemplar entre los millones y
           millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las
           estrellas. Se dice: “Mi flor esta allí, en alguna parte...» Y si el cordero se
           come la flor, para él es como si, bruscamente, todas las estrellas se
           apagaran. Y esto, ¿no es importante? (No puede decir nada más. Estalla
           bruscamente en sollozos. La noche ha caído.)
Av.-(Tomándolo en sus brazos y acunándolo.) La flor que amas no corre peligro.
           Dibujaré un bozal para tu cordero. Dibujaré una armadura para tu flor...
           Dibujaré... No sé.




                                          IX
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


EL PRINCIPITO Y LA FLOR


FLOR.- (En medio de un bostezo.) ¡Ah!, acabo de despertarme... Perdóname... Todavía
             estoy un poco despeinada...
PRINCIPITO.- (Que no puede contener su admiración.) ¡Qué hermosa eres!
FLOR.- ¿Verdad? Y he nacido al mismo tiempo que el sol... Creo que es la hora del
             desayuno. ¿Tendrías la bondad de acordarte de mí? (Y el PRINCIPITO
             busca una regadera y sirve a la flor.) Limpia bien mis espinas... por si
             vienen los tigres con sus garras.
PRINCIPITO.- En mi planeta no hay tigres; y, además, los tigres no comen hierba.
FLOR.- Yo no soy una hierba.
PRINCIPITO.- Perdóname...
FLOR.- No temo a los tigres, pero siento horror a las corrientes de aire. ¿No tendrías un
             biombo?
PRINCIPITO.- (Aparte.) Horror a las corrientes de aire... No es una suerte para una
             planta. Esta flor es bien complicada.
FLOR.- Por la noche me meterás tras un biombo. Aquí hace mucho frío. Hay pocas
             comodidades. (Tose dos o tres veces.) ¿Y el biombo? (Y vuelve a toser.)
PRINCIPITO.- Lo iba a buscar, pero como me estabas hablando... (Al aviador que
             sigue en escena, contemplándolo todo.) No debí haberla escuchado; nunca
             hay que escuchar a las flores. Hay que mirarlas y aspirar su aroma. La mía
             perfumaba mi planeta, pero yo no podía gozar con ello.
No supe comprender nada entonces. Debí haberla juzgado por sus actos y no por sus
             palabras. Me perfumaba y me iluminaba. ¡No debí haber huido jamas de mi
             planeta por su culpa! Debí haber adivinado su ternura, detrás de sus pobres
             astucias. ¡Las flores son tan contradictorias! Pero yo era demasiado joven
             para saber amarla.
AVIADOR.- ¿Por eso abandonaste tu planeta?
PRINCIPITO.- Desde entonces he estado buscando una razón para saber amarla. (A la
             flor.) Adiós.
FLOR.- ...
PRINCIPITO.- Adiós
FLOR.- (Tosiendo, pero no por el resfriado.) He sido tonta. No he debido ser tan
             egoista. Te pido perdón. Procura ser feliz... No tiene importancia. Pero has


                                             X
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


           sido tan tonto como yo. Para ti tú también eres lo más importante. Procura
           ser feliz. Quítame el biombo. No lo quiero más.
PRINCIPITO.- Pero cl viento...
FLOR.- No estoy tan resfriada como para... El aire fresco de la noche me hará bien. Soy
           una flor.
PRINCIPITO.- Pero los animales...
FLOR.- Es preciso que soporte dos o tres orugas si quiero conocer a las mariposas.
           ¡Dicen que son tan hermosas! Si no, ¿quién habrá de visitarme? Tú estarás
           lejos. En cuanto a los animales grandes no les temo. Tengo mis garras, mis
           cuatro espinas. (Mostrando ingenuamente sus cuatro espinas.) No te
           detengas más, es molesto. Has decidido partir. Vete. (Pues no quiere que el
           PRINCIPITO la vea llorar. Es una flor muy orgullosa.)
PRINCIPITO.- (Al AVIADOR.) Recorrí el universo buscando una razón para amar a mi
           flor, y así poder volver a mi planeta.
AVIADOR.- ¿La has encontrado?
PRINCIPITO.- ...
           (Oscuro.)




                                           XI
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


EL PRINCIPITO Y EL REY


PRINCIPITO.- ¿Es éste el asteroide 325?
REY.-. ¡Ah! He aquí un súbdito!
PRINCIPITO.- ¿Cómo puede reconocerme sin nunca me ha visto antes?
REY.- Para un rey es mundo está muy simplificado: todos los hombres son súbditos.
           Acércate para que te vea mejor.
           (El PRINCIPITO busca un sitio donde sentarse, pero no lo encuentra.
           Bosteza.)
REY.- Es contrario al protocolo bostezar en presencia de un rey. Te lo prohíbo.
PRINCIPITO.- No puedo evitarlo. He hecho un largo viaje y no he dormido...
REY.- Entonces te ordeno bostezar. No he visto bostezar a nadie desde hace años. Los
           bostezos son una curiosidad para mí. ¡Vamos!, bosteza otra vez. Es una
           oreden.
PRINCIPITO.- Eso me intimida... no puedo...
REY.- ¡Hum! ¡Hum! Entonces te... te ordeno bostezar o no bostezar.
PRINCIPITO.- ¿Cómo?
REY.- Suelo dar órdenes razonables. Si ordeno a un general que se transforme en ave
           marina y el general no obedece, no será culpa del general. Será culpa mía.
PRINCIPITO.- ¿Puedo sentarme?
REY.- (Recogiéndo majestuosamente su manto de armiño.) Te ordeno sentarte.
PRINCIPITO.- (Mirando a su alrededor.) Sire... os pido permiso para interrogaros...
REY.- Te ordeno interrogarme.
PRINCIPITO.- Sire..., vuestro planeta es minúsculo. ¿Sobre qué reináis?
REY.- Sobre todo.
PRINCIPITO.- ¿Sobre todo? (El REY con un gesto discreto señaló su planeta, los otros
           planetas y las estrellas.) ¿Sobre todo eso?
REY.- Sobre todo eso...
PRINCIPITO.- ¿Y las estrellas os obedecen?
REY.- Sin duda. Obedecen al instante. No tolero la indisciplina.
PRINCIPITO.- ¡Vaya! Si yo hubiera tenido ese poder, habría podido asistir no a
           cuarenta y cuatro, sino a setenta y dos o aun a cien , o aun a doscientas
           puestas de sol en el mismo día sin necesidad de mover mi silla. Quisiera ver
           una puesta de sol. Hazme el favor... Ordena a sol que se ponga...


                                          XII
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


REY.- Si ordeno a un general que vuele de flor en flor como una mariposa, o que
            escriba una tragedia, o que se transforme en ave marina, y el general no
            ejecuta la orden recibida, ¿quién, él o yo, estaría en falta?
PRINCIPITO.- Vos.
REY.- Exacto. Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede hacer. La autoridad
            reposa, en primer témino, sobre la razón. Si ordenas a tu pueblo que vaya a
            arrojarse al mar habrá una revolución. Tengo derecho a exigir obediencia
            porque mis órdenes son razonables.
PRINCIPITO.- ¿Y mi puesta de sol?
REY.- Tú nunca olvidas una pregunta una ves que la has formulado... Tendrás tu puesta
            de sol. Lo exigiré. Pero esperaré, con mi ciencia de gobernante a que las
            condiciones sean favorables.
PRINCIPITO.- ¿Cuándo serán favorables las condiciones?
REY.- ¡Hem! ¡Hem!, será a las... a las... será esta noche a la siete y cuarenta. ¡Y verás
            como soy obedecido!
PRINCIPITO.- (Bostezando de nuevo.) No tengo nada más que hacer aquí. ¡Voy a
            partir!
REY.- No partas. Estoy muy orgulloso de tener un súbdito. ¡No partas, te hago
            misnistro!
PRINCIPITO.- ¿Ministro de qué?
REY.- De,,, ¡de justicia!
PRINCIPITO.- ¡Pero no hay a quién juzgar!
REY.- No se sabe. Todavía no he visitado mi reino. Soy muy viejo, no tengo lugar para
            una carroza y me fatiga caminar.
PRINCIPITO.- ¡Oh! Pero yo ya he visto. (Asomándose para echar otra mirada hacia el
            lado opuesto del planeta.) No hay nadie allí tampoco...
REY.- Te juzgarás a ti mismo. Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí
            mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un
            verdadero sabio.
PRINCIPITO.- Yo puedo juzgarme a mí mismo en cualquier parte. No tengo necesidad
            de vivir aquí.
REY.- ¡Hem! ¡Hem! Creo que en algún lugar del planeta hay una vieja rata. La oigo por
            la noche. Podrás juzgar a la vieja rata. La condenará a muerte de tiempo en



                                            XIII
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


            tiempo. Así su vida dependerá de tu justicia. Pero la indultarás cada vez para
            conservarla. No hay más que una.
PRINCIPITO.- A mí no me gusta condenar a muerte. Y creo que me voy.
REY.- No.
PRINCIPITO.- Si Vuestra Majestad desea ser obedecido puntualmente podría darme
            una orden razonable. Podría ordenarme, por ejemplo, que parta antes de un
            minuto. Me parece que las condiciones son favorables...
            (Como el REY no responde nadam el PRINCIPITO vació un momento, y
            luego, con un suspiro, emprendió la partida.)
REY.- (Con un aire muy autoritario.) Te hago embajador.
PRINCIPITO.- (Emprendiendo de nuevo el viaje.) Las personas mayores son bien
            extrañas.




                                           XIV
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


EL PRINCIPITO Y EL VANIDOSO


VANIDOSO.- ¡Ah! ¡Ah! ¡He aquí la visita de un admirador!
PRINCIPITO.- Buenos días. ¡Qué sombrero tan raro tienes!
VANIDOSO.- Es para saludar. Es para saludar cuando me aclaman. Desgraciadamente,
           nunca pasa nadie por aquí.
PRINCIPITO.- (Sin comprender muy bien.) ¿Ah, sí?
VANIDOSO.- Golpea tus manos, una contra otra.
           (El PRINCIPITO lo hace . El VANIDOSO saluda modestamente levantando
           el sombrero.)
PRINCIPITO.- Esto es más divertido que la visita al rey. (Repiten la acción hasta que el
           PRINCIPITO se cansa.) Y, ¿qué hay que hacer para que el sombrero caiga?
VANIDOSO.- (Sin escuchar la pregunta.) ¿Me admiras mucho verdaderamente?
PRINCIPITO.- ¿Qué significa admirar?
VANIDOSO.- Admirar significa reconocer que soy el hombre más hermoso, mejor
           vestido, más rico y más inteligente del planeta.
PRINCIPITO.- ¡Pero si eres la única persona del planeta!
VANIDOSO.- ¡Hazme el favor! ¡Admírame lo mismo!
PRINCIPITO.- Te admiro. Pero no entiendo por qué puede interesarte que te admire. (Y
           así emprendió de nuevo su viaje.) Las personas mayores son decididamente
           muy extrañas.




                                          XV
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


EL PRINCIPITO Y EL BEBEDOR


          (El planeta siguiente está habitado por un BEBEDOR, instalado en silencio
          ante una colección de botellas vacías y una colección de botellas llenas.)
PRINCIPITO.- ¿Qué haces ahí?
BEBEDOR.- Bebo.
PRINCIPITO.- ¿Por qué bebes?
BEBEDOR.- Para olvidar.
PRINCIPITO.- ¿Para olvidar qué?
BEBEDOR.- Para olvidar que tengo vergüenza.
PRINCIPITO.- ¿Vergüenza de qué?
BEBEDOR.- ¡Vergüenza de beber!
PRINCIPITO.- (Alejándose perplejo.) Las personas mayores son decididamente muy
          pero que muy extrañas.




                                        XVI
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


EL PRINCIPITO Y EL HOMBRE DE NEGOCIOS.


PRINCIPITO.- Buenos días. Su cigarrillo está apagado.
HOMBRE DE NEGOCIOS.- Tres y dos son cinco. Cinco y siete, doce. Doce y tres,
           quince. Buenos días. Quince y siete, veintidós. Veintidós y seis, veintiocho.
           No tengo tiempo para volver a encenderlo. Veintiséis y cinco, treinta y uno.
           ¡Uf! Da un total, pues, de quinientos un millones seiscientas veintidós mil
           setecientas treinta y una.
PRINCIPITO.- ¿Quinientos millones de qué?
HOMBRE DE NEGOCIOS.- ¡Eh! ¿Has estado siempre ahí? Quinientos un millones
           de... Ya no sé... ¡Tengo tanto trabajo! Yo soy serio, no me divierto con
           tonterías. Dos y cinco, siete.
PRINCIPITO.- ¿Quinientos millones de qué?
HOMBRE DE NEGOCIOS.- En los cincuenta y cuatro años que habito este planeta
           sólo he sido molestado tres veces. La primera fue hace veintidós años por un
           abejorro que cayó de dios sabe dónde. Produjo un ruido espantoso y cometí
           cuatro errores en una suma. La segunda fue hace once años por un ataque de
           reumatismo. Me hace falta ejercicio. No tengo tiempo para moverse. Yo soy
           serio. La tercera vez... ¡Hela aquí! Un niño que nunca renuncia a una
           pregunta una vez que la ha formulado. (Pausa.) Quinientos un millones...
PRINCIPITO.- ¿Millones de qué?
HOMBRE DE NEGOCIOS.- (Comprendiendo que no había esperanza de paz.)
           Millones de esas cositas que se ven a veces en el cielo.
PRINCIPITO.- ¿Moscas?
HOMBRE DE NEGOCIOS.- No, no. Cositas que brillan.
PRINCIPITO.- ¿Abejas?
HOMBRE DE NEGOCIOS.- ¡No, no! Cositas doradas que hacen desvariar a los
           holgazanes. ¡Pero yo soy serio! No tengo tiempo para desvariar.
PRINCIPITO.- ¡Ah! ¿Estrellas?
HOMBRE DE NEGOCIOS.- Eso es. Estrellas.
PRINCIPITO.- ¿Y qué haces tú con quinientos millones de estrellas?
HOMBRE DE NEGOCIOS.- Quinientos un millones seiscientas veintidós setecientas
           treinta y una. Yo soy serio, soy preciso.
PRINCIPITO.- ¿Y qué haces con esas estrellas?


                                            XVII
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


HOMBRE DE NEGOCIOS.- ¿Qué hago?
PRINCIPITO.- Sí.
HOMBRE DE NEGOCIOS.- Nada, las poseo.
PRINCIPITO.- ¿Posees las estrellas?
HOMBRE DE NEGOCIOS.- Sí.
PRINCIPITO.- Pero he visto un rey que...
HOMBRE DE NEGOCIOS.- Los reyes no poseen, “reinan”. Es muy diferente.
PRINCIPITO.- ¿Y para qué te sirve poseer las estrellas?
HOMBRE DE NEGOCIOS.- Me sirve para ser rico.
PRINCIPITO.- ¿Y para qué te sirve ser rico?
HOMBRE DE NEGOCIOS.- Para comprar otras estrellas, si alguien las encuentra.
PRINCIPITO.- ¿Cómo se pueden poseer estrellas?
HOMBRE DE NEGOCIOS.- ¿De quién son?
PRINCIPITO.- No sé. De nadie.
HOMBRE DE NEGOCIOS.- Entonces, son mías, pues soy el primero en haberlo
           pensado.
PRINCIPITO.- ¿Es suficiente?
HOMBRE DE NEGOCIOS.- Seguramente. Cuando encuentras un diamante que no es
           de nadie, es tuyo. Cuando encuentras una isla que no es de nadie, es tuya.
           Cuando eres el primero en tener una idea, la haces patentar: es tuya. Yo
           poseo las estrellas porque jamás, nadie antes que yo, soñó con poseerlas.
PRINCIPITO.- Es verdad. ¿Y qué haces tú con las estrellas?
HOMBRE DE NEGOCIOS.- Las administro. Las cuento y las recuento. Es difícil.
           ¡Pero yo soy un hombre serio!
PRINCIPITO.- (Sin estar aún muy convencido.) Yo, si poseo un pañuelo, puedo ponerlo
           alrededor de mi cuello y llevármelo. Yo, si poseo un flor, puedo cortarla y
           llevármela. ¡Pero tú no puedes cortar las estrellas!
HOMBRE DE NEGOCIOS.- No, pero puedo depositarlas en el banco.
PRINCIPITO.- ¿Qué quiere decir eso?
HOMBRE DE NEGOCIOS.- Quiere decir que escribo en un papelito la cantidad de mis
           estrellas. Y después, cierro el papelito bajo llave en un cajón.
PRINCIPITO.- ¿Es todo?
HOMBRE DE NEGOCIOS.- Es suficiente.
PRINCIPITO.- Es divertido. Es bastante poético. Pero no es muy serio.


                                          XVIII
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


HOMBRE DE NEGOCIOS.- ¿Cómo?
PRINCIPITO.- Yo poseo una flor que riego todos los días. Poseo tres volcanes que
           deshollino todas las semanas. Pues deshollino también el que está
           extinguido. No se sabe nunca. Es útil para mis volcanes y es útil para mi flor
           que yo los posea. Pero tú no eres útil a las estrellas.
           (El HOMBRE DE NEGOCIOS abre la boca pero no encuentra respuesta.
           El PRINCIPITO se va.)
PRINCIPITO.- Decididamente las personas mayores son bien extraordinarias.




                                           XIX
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


EL PRINCIPITO Y EL FAROLERO


           El quinto planeta es muy extraño. Es el más pequeño de todos. Apenas hay
           lugar para alojar un farol y un farolero.


PRINCIPITO.- ¿Un farolero en un planeta sin casa ni población? Tal vez sea absurdo.
           Sin embargo es menos absurdo que el rey, que el vanidoso, que el hombre
           de negocios y que el bebedor. Por lo menos su trabajo tiene sentido. Cuando
           enciende el farol es como si hiciera nacer una estrella más o un flor. Cuando
           apaga el farol, hace dormir a la flor o a la estrella. Es una ocupación muy
           linda. Es verdaderamente útil porque es linda. (El FAROLERO apaga el
           farol.) Buenos días. ¿Por qué acabas de apagar el farol?
FAROLERO.- Es la consigna. Buenos días.
PRINCIPITO.- ¿Qué es la consigna?
FAROLERO.- Apagar el farol. Buenas noches. (Y lo vuelve a encender.)
PRINCIPITO.- Pero, ¿por qué acabas de encenderlo?
FAROLERO.- Es la consigna.
PRINCIPITO.- No lo comprendo.
FAROLERO.- No hay nada que comprender. La consigna es la consigna. Buenos días.
           (Y apaga el farol.) Tengo un oficio terrible. Antes era razonable. Apagaba
           por la mañana y encendía por la noche. Tenía el resto del día para descansar,
           y el resto de la noche para dormir.
PRINCIPITO.- Y después de esa época, ¿la consigna cambió?
FAROLERO.- La consigna no ha cambiado. ¡Ahí está el drama! De año en año el
           planeta gira más rápido y la consigna no ha cambiado.
PRINCIPITO.- ¿Entonces?
FAROLERO.- Entonces, ahora que da una vuelta por minuto, no tengo un segundo de
           descanso. Enciendo y apago una vez por minuto.
PRINCIPITO.- ¡Qué raro! ¡En tu planeta los días duran un minuto!
FAROLERO.- No es raro en absoluto. Hace ya un mes que estamos hablando juntos.
PRINCIPITO.- ¿Un mes?
FAROLERO.- Sí. Treinta minutos. ¡Treinta días! Buenas noches. (Y volvió a encender
           el farol.)
PRINCIPITO.- ¿Sabes?... conozco un medio para que descanses cuando quieras...


                                          XX
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


FAROLERO.- Siempre quiero.
PRINCIPITO.- Tu planeta es tan pequeño que puedes recorrerlo en tres zancadas. No
           tienes más que caminar bastante lentamente para quedar siempre al sol.
           Cuando quieras descansar, caminarás... y el día durará tanto tiempo como
           quieras.
FAROLERO.- Con eso no adelanto gran cosa. Lo que me gusta en la vida es dormir.
PRINCIPITO.- Eso es no tener suerte.
FAROLERO.- Eso es no tener suerte. Buenos días. (Y apagó el farol.)
PRINCIPITO.- (Marchándose.) Éste sería despreciado por todos los otros, por el rey,
           por el vanidoso, por el bebedor, por el hombre de negocios. Sin embargo, es
           el único que no me parece ridículo. Quizá porque se ocupa de una cosa
           ajenaa sí mismo. (Suspira nostálgico.) Éste es el único de quien pude
           haberme hecho amigo. Pero su planeta es demasiado pequeño. No hay lugar
           para dos... (Pensativo y contando.) Mil cuatrocientas cuarenta puestas de sol
           cada veinticuatro horas... ¡Vaya!




                                         XXI
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


EL PRINCIPITO Y EL GEÓGRAFO


           El sexto planeta es un planeta diez veces más vasto. Está habitado por un
           anciano que escribe enormes libros.


GEÓGRAFO.- ¡Toma! ¡He aquí un explorador! (El PRINCIPITO se sienta sobre la
           mesa y resopla un poco. ¡Ha viajado tanto!) ¿De dónde vienes?
PRINCIPITO.- ¿Qué es ese grueso libro? ¿Qué haces aquí?
GEÓGRAFO.- Soy geógrafo.
PRINCIPITO.- ¿Qué es un geógrafo?
GEÓGRAFO.- Es un sabio que conoce dónde se encuentran los mares, los ríos, las
           ciudades, las montañas y los desiertos.
PRINCIPITO.- Es muy interesante. ¡Por fin un verdadero oficio! (Echando un vistazo a
           su alrededor.) Es muy bello vuestro planeta. ¿Tiene océanos?
GEÓGRAFO.- No puedo saberlo.
PRINCIPITO.- ¡Ah! ¿Y montañas?
GEÓGRAFO.- No puedo saberlo.
PRINCIPITO.- ¿Y ciudades y ríos y desiertos?
GEÓGRAFO.- Tampoco puedo saberlo.
PRINCIPITO.- ¡Pero eres geógrafo!
GEÓGRAFO.- Es cierto, pero no soy explorador. Carezco absolutamente de
           exploradores. No es el geógrafo quien debe hacer el cómputo de las
           ciudades, de los ríos, de las montañas, de los mares, de los océanos y de los
           desiertos. El geógrafo es demasiado importante para deambular. No debe
           dejar su despacho. Pero recibe allí a los exploradores. Les interroga y toma
           nota de sus observaciones. Y si las observaciones de alguno le parecen
           interesantes, el geógrafo hace levantar una encuesta acerca de la moralidad
           del explorador.
PRINCIPITO.- ¿Por qué?
GEÓGRAFO.- Porque un explorador que mintiera produciría catástrofes en los libros
           de geografía. Y también un explorador que bebiera demasiado.
PRINCIPITO.- ¿Por qué?
GEÓGRAFO.- Porque los ebrios ven doble. Entonces el geógrafo señalaría dos
           montañas sonde no hay más que una sola.


                                         XXII
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


PRINCIPITO.- Conozco a alguien que sería un mal explorador.
GEÓGRAFO.- Es posible. Por tanto, cuando la moralidad del explorador parece
           aceptable, se hace una encuesta acerca de su descubrimiento.
PRINCIPITO.- ¿Se va a ver?
GEÓGRAFO.- No. Es demasiado complicado. Pero se exige al explorador que presente
           pruebas. Si se trata, por ejemplo, del descubrimiento de una gran montaña,
           se le exige que traiga grandes piedras. (Súbitamente emocionado.) Pero tú,
           ¡tú vienes de lejos! ¡Eres explorador! ¡Vas a describirme tu planeta! (Abre
           un gran libro y saca punta a su lápiz.) ¿Decías?
PRINCIPITO.- ¡Oh! Mi planeta no es muy interesante. Es muy pequeño. Tengo tres
           volcanes. Dos volcanes en actividad y un volcán extinguido. Pero nunca se
           sabe.
GEÓGRAFO.- Nunca se sabe.
PRINCIPITO.- Tengo también una flor.
GEÓGRAFO.- No anotamos las flores.
PRINCIPITO.- ¿Por qué? Es lo más lindo.
GEÓGRAFO.- Porque las flores son efímeras.
PRINCIPITO.- ¿Qué significa “efímera”?
GEÓGRAFO.- Las geografías son los libros más valiosos de todos los libros. Nunca
           pasan de moda. Es muy raro que una montaña cambie de lugar. Es muy raro
           que un océano pierda su agua. Escribimos cosas eternas.
PRINCIPITO.- Pero los volcanes extinguidos pueden despertarse. ¿Qué significa
           “efímera”?
GEÓGRAFO.- Que los volcanes esté extinguidos o se hayan despertado es lo mismo
           para nosotros. Lo que cuenta para nosotros es la montaña. La montaña no
           cambia.
PRINCIPITO.- Pero, ¿qué significa “efímera”?
GEÓGRAFO.- ¡Vaya! Tú no renuncias nunca a una pregunta una vez formulada.
           Significa “que está amenazado por una próxima desaparición”.
PRINCIPITO.- ¿Mi flor está amenazada por una próxima desaparición?
GEÓGRAFO.- Desde luego.
PRINCIPITO.- (Para sí.) Mi flor es efímera, ¡y sólo tiene cuatro espinas para
           defenderse contra el mundo! ¡Y la he dejado totalmente sola en mi casa!...
           ¿Qué me aconsejáis que vaya a visitar?


                                        XXIII
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


GEÓGRAFO.- El planeta Tierra. Tiene buena reputación.




                                      XXIV
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


EL PRINCIPITO Y LA SERPIENTE


AVIADOR.- La Tierra no es un planeta cualquiera. Se cuentan allí ciento once reyes,
           siete mil geógrafos, novecientos mil hombres de negocios, siete millones y
           medio de bebedores, trescientos once millones de vanidosos, es decir,
           alrededor de dos mil millones de personas mayores. Para darte una idea de
           las dimensiones de la Tierra te diré que antes de la invención de la
           electricidad se debía mantener, en el conjunto de seis continentes, un
           verdadero ejército de cuatrocientos sesenta y dos mil once faroleros.
PRINCIPITO.- Eso es impresionante.
AVIADOR.- Sin embargo no quiero que te lleves una falsa impresión. Los hombres
           ocupan muy poco lugar en la Tierra.
PRINCIPITO.- ¿Cómo pueden ocupar poco?
AVIADOR.- Si los dos mil millones de habitantes que pueblan la Tierra estuviesen de
           pie y un poco apretados, como en un mitin, podrían alojarse fácilmente en
           una plaza pública de veinte millas de largo por veinte millas de ancho.
           Podría amontonarse a la humanidad sobre la más mínima isla del Pacífico.
PRINCIPITO.- ¡Vaya!
AVIADOR.- Las personas mayores, sin duda, no lo creerán. Se imaginan que ocupan
           mucho lugar. Se sienten importantes como tus baobabs. Le puedes
           aconsejar, si encuentras alguno, que haga el cálculo. Le agradará porque
           adoran las cifras. Pero no pierdas el tiempo en esta penitencia. Es inútil. Ten
           confianza en mí.
           (El PRINCIPITO llega a la Tierra y queda bien sorprendido al no ver a
           nadie. Aparece la SERPIENTE.)
PRINCIPITO.- Buenas noches.
SERPIENTE.- Buenas noches.
PRINCIPITO.- ¿En qué planeta he caído?
SERPIENTE.- En la Tierra, en África.
PRINCIPITO.- ¡Ah!... ¿No hay, pues, nadie en la Tierra?
SERPIENTE.- Esto es el desierto. En los desiertos no hay nadie. La Tierra es grande.
PRINCIPITO.- (Sentándose sobre una piedra y levantando los ojos hacia el cielo.) Me
           pregunto si las estrellas están encendidas a fin de que cada uno pueda



                                          XXV
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


           encontrar la suya algún día. Mira mi planeta. Está justo sobre nosotros...
           Pero, ¡qué lejos está!
SERPIENTE.- ¡Qué hermoso es! ¿Qué vienes a hacer aquí?
PRINCIPITO.- Estoy disgustado con una flor.
SERPIENTE.- ¡Ah!
PRINCIPITO.- (Después de un silencio.) ¿Dónde están los hombres? Se está un poco
           solo en el desierto.
SERPIENTE.- Con los hombres también se está solo.
PRINCIPITO.- (Mirando a la SERPIENTE largo rato.) Eres un animal raro. Delgado
           como un dedo...
SERPIENTE.- Pero soy más poderoso que el dedo de un rey.
PRINCIPITO.- No eres muy poderosa... ni siquiera tienes patas... ni siquiera puedes
           viajar...
SERPIENTE.- Puedo llevarte más lejos que un navío. (La SERPIENTE se enrosca
           alrededor del tobillo del PRINCIPITO como un brazalete de oro.) A quien
           toco, lo devuelvo a la tierra de donde salió. Pero tú eres puro y vienes de
           una estrella. (El PRINCIPITO calla.) Me das lástima, tú, tan débil, sobre
           esta Tierra de granito. Puedo ayudarte si algún día extrañas demasiado a tu
           planeta. Puedo.
PRINCIPITO.- ¡Oh1 Te he comprendido muy bien, pero, ¿por qué hablas siempre con
           enigmas?
SERPIENTE.- Yo los resuelvo todos. (Y quedan en silencio.)




                                        XXVI
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


EL PRINCIPITO Y EL ECO.


PRINCIPITO.- Desde una montaña tan alta como ésta veré de un golpe todo el planeta
            y todos los hombres. Hasta ahora las únicas montañas que conozco son mis
            tres volcanes que me llegan a la rodilla... Pero sólo veo agujas de rocas bien
            afiladas. ¡Buenos días!
ECO.- Buenos días... buenos días... buenos días...
PRINCIPITO.- ¿Quién eres?
ECO.- Quién eres... quién eres...
PRINCIPITO.- Sed amigos míos, estoy solo.
ECO.- Estoy solo... estoy solo... estoy solo...




                                           XXVII
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


EL PRINCIPITO Y EL JARDÍN DE ROSAS


PRINCIPITO.- Buenos días.
ROSAS.- Buenos días.
PRINCIPITO.- ¿Dónde están los hombres?
ROSAS.- ¿Los hombres? Creo que existen seis o siete. Los he visto hace años. Pero no
           se sabe nunca dónde encontrarlos. El viento los lleva. No tienen raíces. Les
           molesta mucho no tenerlas.
PRINCIPITO.- Os parecéis mucho a mi flor. ¿Quiénes sois?
ROSAS.- Somos rosas.
PRINCIPITO.- ¡Ah! Mi flor me había contado que era la única de su especie en el
           universo.
ROSAS.- Pues nosotras somos cinco mil.
ROSAS.- En un solo jardín.
PRINCIPITO.- Se sentiría muy avergonzada si viera esto. Tosería muy fuerte y
           aparentaría morir para escapar al ridículo.
ROSAS.- ¿Te creías rico con una flor única?
ROSAS.- ¿No posees más que una rosa ordinaria?
PRINCIPITO.- La rosa y mis tres volcanes que me llegan a la rodilla, uno de los cuales
           quizá esté apagado para siempre. Realmente no soy un gran príncipe. (Y
           llora tendido sobre el suelo.)




                                            XXVIII
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


EL PRINCIPITO Y EL ZORRO


       Aparece el zorro junto a las rosas.


ZORRO.- Buenos días.
PRINCIPITO.- Buenos días. (Pero no ve nada.)
ZORRO.- Estoy acá, bajo el manzano.
PRINCIPITO.- ¿Quién eres? Eres muy lindo.
ZORRO.- Soy un zorro.
PRINCIPITO.- Ven a jugar conmigo. ¡Estoy tan triste!
ZORRO.- No puedo jugar contigo. No estoy domesticado.
PRINCIPITO.- ¡Ah! Perdón. ¿Qué significa “domesticar”?
ZORRO.- No eres de aquí. ¿Qué buscas?
PRINCIPITO.- Busco a los hombres. ¿Qué significa domesticar?
ZORRO.- Los hombres tienen fusiles y cazan. Es muy molesto. También crían gallinas.
           Es su único interés. ¿Buscas gallinas?
PRINCIPITO.- No. Busco amigos. ¿Qué significa “domesticar”?
ZORRO.- Es una cosa demasiado olvidada. Significa “crear lazos”.
PRINCIPITO.- ¿Crear lazos?
ZORRO.- Sí. Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil
           muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti
           más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero si me domesticas,
           tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré
           para ti único en el mundo...
PRINCIPITO.- Empiezo a comprender. Hay una flor... creo que me ha domesticado...
ZORRO.- Es posible. ¡En la Tierra se ve toda clase de cosas...!
PRINCIPITO.- ¡Oh! No es en la Tierra.
ZORRO.- ¿En otro planeta?
PRINCIPITO.- Sí.
ZORRO.- ¿Hay cazadores en ese planeta?
PRINCIPITO.- No.
ZORRO.- ¡Es interesante eso! ¿Y gallinas?
PRINCIPITO.- No.



                                          XXIX
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


ZORRO.- No hay nada perfecto. Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los hombres me
           cazan. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me
           aburro, pues, un poco. Pero, si me domesticas, mi vida se llenará de sol.
           Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros
           pasos me hacen esconder bajo tierra. Los tuyos me llamarán fuera de la
           madriguera, como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá los campos de
           trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no
           me recuerdan nada. ¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos color de oro.
           Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será un
           recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo... ¡Por favor...
           domestícame!
PRINCIPITO.- Bien lo quisiera, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar
           amigos y conocer muchas cosas.
ZORRO.- Sólo se conocen las cosas que se domestican. Los hombres ya no tienen
           tiempo de conocer nada. compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como
           no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si
           quieres un amigo, ¡domestícame!
PRINCIPITO.- ¿Qué hay que hacer?
ZORRO.- Hay que ser muy paciente. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así,
           en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de
           malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca...
           (Aparece el GUARDAAGUJAS.)
PRINCIPITO.- Buenos días.
GUARDAAGUJAS.- Buenos días.
PRINCIPITO.- ¿Qué haces aquí?
GUARDAAGUJAS.- Clasifico a los viajeros por paquetes de mil. Despacho los trenes
           que los llevan, unas veces hacia la derecha y otras hacia la izquierda. (Pasa
           un rápido iluminado, rugiendo como el trueno, haciendo temblar la cabina
           de las agujas.)
PRINCIPITO.- Llevan mucha prisa. ¿Qué buscan?
GUARDAAGUJAS.- Hasta el hombre de la locomotora lo ignora. (Pasa un segundo
           rápido iluminado en sentido inverso.)
PRINCIPITO.- ¿Vuelven ya?
GUARDAAGUJAS.- No son los mismos. Es un cambio.


                                         XXX
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


PRINCIPITO.- ¿No estaban contentos donde estaban?
GUARDAAGUJAS.- Nadie está nunca contento donde está. (Y ruge el trueno de un
           tercer rápido iluminado.)
PRINCIPITO.- ¿Persiguen a los primeros viajeros?
GUARDAAGUJAS.- No persiguen absolutamente nada. Ahí adentro duermen o
           bostezan. Sólo los niños aplastan sus narices contra los vidrios.
PRINCIPITO.- Sólo los niños saben lo que buscan. Pierden tiempo por una muñeca de
           trapo y la muñeca se transforma en algo muy importante, y si se les quita la
           muñeca, lloran...
GUARDAAGUJAS.- Tienen suerte.
           (El GUARDAAGUJAS sale y el PRINCIPITO se acerca al ZORRO.)
ZORRO.- Es siempre mejor venir a la misma hora. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro
           de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora
           más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré
           el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué
           hora preparar mi corazón... los ritos son necesarios.
PRINCIPITO.- ¿Qué es un rito?
ZORRO.- Es también algo demasiado olvidado. Es lo que hace que un día sea diferente
           de los otros días; una hora, de las otras horas. Entre los cazadores, por
           ejemplo, hay un rito. El jueves bailan con las muchachas del pueblo. El
           jueves es, pues, un día maravilloso. Yo suelo ir a pasearme hasta la viña. Si
           los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no
           tendría vacaciones.
           (Aparece el MERCADER.)
PRINCIPITO.- Buenos días.
MERCADER.- Buenos días. ¡Píldoras, señoras y señores, píldoras! ¡Píldoras
           perfeccionadas que aplacan la sed! ¡Vendo píldoras!
PRINCIPITO.- ¿Qué has dicho que vendes?
MERCADER.- ¡Píldoras, amigo! Se toma una por semana y no se siente más la
           necesidad de beber.
PRINCIPITO.- ¿Por qué vendes eso?
MERCADER.- Es una gran economía de tiempo. Los expertos han hecho cálculos. Se
           ahorran cincuenta y tres minutos por semana.
PRINCIPITO.- ¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos?


                                         XXXI
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


MERCADER.- Se hace lo que se quiere.
PRINCIPITO.- Yo, si tuviera cincuenta y tres minutos para gastar, caminaría muy
           suavemente hacia una fuente...
           (El MERCADER sale. Y así el PRINCIPITO domestica al ZORRO.)
PRINCIPITO.- Llegó la hora de la partida.
ZORRO.- ¡Ah!... Voy a llorar.
PRINCIPITO.- Toda la culpa es tuya. No deseaba hacerte mal pero quisiste que te
           domesticara...
ZORRO.- Sí.
PRINCIPITO.- ¡Pero vas a llorar!
ZORRO.- Sí.
PRINCIPITO.- Entonces, no ganas nada.
ZORRO.- Gano el color del trigo. Ve y mira nuevamente a las rosas. Comprenderás que
           la tuya es la única en el mundo. Volverás para decirme adiós y te regalaré
           un secreto.
           (Aparecen de nuevo las rosas.)
PRINCIPITO.- Es cierto. No sois en absoluto parecidas a mi rosa.
ROSAS.- ¿Cómo?
PRINCIPITO.- No sois nada aún. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a
           nadie: Sois como era mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien
           mil más. pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
ROSAS.- ¿Te crees rico por tener un amigo zorro?
PRINCIPITO.- Sois bellas, pero estáis vacías. No se puede morir por vosotras. Sin duda
           que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es
           más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa a quien he
           regado. Puesto que es ella la rosa la rosa a quien abrigué con el biombo.
           Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté salvo las dos o tres que se
           hicieron mariposas). Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse, o
           alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Puesto que ella es la rosa a quien
           escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Puesto que ella
           es mi rosa.
           (Y vuelve hacia el ZORRO.)
PRINCIPITO.- Adiós.



                                        XXXII
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


ZORRO.- Adiós. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón.
           Lo esencial es invisible a los ojos.
PRINCIPITO.- (A fin de acordarse.) Lo esencial es invisible a los ojos.
ZORRO.- El tiempo que `perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.
PRINCIPITO.- El tiempo que perdí por mi rosa...
ZORRO.- Los hombres han olvidado esta verdad. Pero tú no debes olvidarla. Eres
           responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu
           rosa...
PRINCIPITO.- Soy responsable de mi rosa...




                                         XXXIII
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


EL PRINCIPITO Y EL AVIADOR


AVIADOR.- ¡Ah! Tus recuerdos son bien lindos, pero todavía no he reparado mi avión,
           no tengo nada para beber y yo también sería feliz si pudiera caminar muy
           suavemente hacia una fuente.
PRINCIPITO.- Mi amigo el zorro...
AVIADOR.- Mi pequeño hombrecito, ¡ya no se trata más del zorro!
PRINCIPITO.- ¿Por qué?
AVIADOR.- Porque nos vamos a morir de sed...
PRINCIPITO.- Es bueno haber tenido un amigo, aun si vamos a morir. Yo estoy muy
           contento de haber tenido un amigo zorro...
AVIADOR.- No mides el peligro. (Para sí.) Jamás tiene hambre ni sed. Un poco de sol
           le basta.
PRINCIPITO.- (Oyéndolo.) Tengo sed también... Busquemos un pozo...
AVIADOR.- (Con un gesto de cansancio.) Es absurdo buscar un pozo, al azar, en la
           inmensidad del desierto. (Pero se ponen en marcha. Caminan horas en
           silencio. Cae la noche y las estrellas comienzan a brillar.) ¿También tú
           tienes sed?
PRINCIPITO.- El agua puede también ser buena para el corazón... (Se sienta, fatigado.
           El AVIADOR se sienta junto a él.) Las estrellas son bellas por una flor que
           no se ve. Pero es mi flor...
AVIADOR.- Seguramente.
PRINCIPITO.- El desierto es bello.
AVIADOR.- Hasta ahora siempre había amado el desierto. Puede uno sentarse sobre un
           médano de arena. No se ve nada. No se oye nada. Y sin embargo, algo
           resplandece en silencio...
PRINCIPITO.- Lo que embellece al desierto es que esconde un pozo en cualquier parte.
AVIADOR.- Ahora comprendo el misterioso resplandor de la arena. Cuando era
           muchachito vivía yo en una antigua casa y la leyenda contaba que allí había
           un tesoro escondido. Desde luego nadie supo descubrirlo y quizá nadie lo
           buscó. Pero encantaba toda la casa. Mi casa guardaba un secreto en el fondo
           de su corazón. Sí: ya se trate de la casa, de las estrellas o del desierto, lo que
           los embellece es invisible.
PRINCIPITO.- Me gusta que estés de acuerdo con mi zorro.


                                          XXXIV
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


           (El PRINCIPITO se duerme en los brazos del AVIADOR. Éste mira su
           frente pálida, sus ojos cerrados, sus mechones de cabellos que tiemblan al
           viento.)
AVIADOR.- Lo que veo aquí es sólo una corteza. Lo más importante es invisible... Lo
           que me emociona tanto en este principito dormido es su fidelidad por una
           flor. Es la imagen de una rosa que resplandece en él como la llama de una
           lámpara, aun cuando duerme... Es necesario proteger a las lámparas: un
           golpe de viento puede apagarlas... (Silencio y sueño.)




                                        XXXV
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


EL PRINCIPITO Y EL POZO


           El PRINCIPITO despierta primero y ve el pozo. El AVIADOR despierta
           luego. Se frota los ojos. No puede creer lo que está viendo.
PRINCIPITO.- Los hombres se encierran en los rápidos pero ya no saben lo que buscan.
           Entonces se agitan y dan vueltas... No vale la pena...
AVIADOR.- (Sin salir de su asombro.) Es extraño. Todo está listo: la roldana, el balde
           y la cuerda. (Ríe, toca la cuerda y hace mover la roldana. Y la roldana gime
           como una vieja veleta cuando el viento ha dormido mucho.)
PRINCIPITO.- ¿Oyes? Hemos despertado al pozo y el pozo canta...
AVIADOR.- Déjame a mí. Es demasiado pesado para ti. (Levanta el balde hasta el
           brocal.)
PRINCIPITO.- Tengo sed de esta agua. Dame de beber... (El AVIADOR levanta el
           balde hasta los labios del PRINCIPITO. Bebe con los ojos cerrados.)
AVIADOR.- El agua no es un alimento, ¿verdad? Ha nacido de la caminata bajo las
           estrellas, del canto de la roldana, del esfuerzo de mis brazos. Es buena para
           el corazón, como un regalo. Cuando yo era pequeño, la luz del árbol de
           Navidad, la música de la misa del gallo, la dulzura de las sonrisas formaban
           todo el resplandor del regalo de Navidad que recibía.
PRINCIPITO.- En tu tierra los hombres cultivan cinco mil rosas en un mismo jardín...
           Y no encuentran lo que buscan...
AVIADOR.- No lo encuentran...
PRINCIPITO.- Y, sin embargo, lo que buscan podría encontrarse en una sola rosa o en
           un poco de agua...
AVIADOR.- (Bebiendo.) Desde luego.
PRINCIPITO.- Pero los ojos están ciegos. Es necesario buscar con el corazón.
           (Sentándose cerca del AVIADOR.) Es necesario que cumplas tu promesa.
AVIADOR.- ¿Qué promesa?
PRINCIPITO.- Tú lo sabes... un bozal para mi cordero... ¡Soy responsable de esa flor!
           (El AVIADOR saca del bolsillo sus bosquejos de dibujo. El PRINCIPITO
           ríe.) Tus baobabs se parecen un poco a los repollos.
AVIADOR.- ¡Oh!
PRINCIPITO.- (Riendo aún.) Tu zorro... las orejas... parecen cuernos... ¡y son
           demasiado largas!


                                        XXXVI
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


AVIADOR.- Eres injusto, hombrecito; yo no sabía dibujar más que boas cerradas y
           boas abiertas.
PRINCIPITO.- ¡Oh! Está bien. Los niños entenderán.
           (El AVIADOR dibuja un bozal y con el corazón oprimido, se lo da.)
AVIADOR.- Tienes proyectos que ignoro.
PRINCIPITO.- ¿Sabes? Mi caída sobre la Tierra... mañana será el aniversario...
           (Silencio.) Caí muy cerca de aquí.
AVIADOR.- Entonces, no te paseabas por casualidad la mañana que te conocí, hace
           ocho días, así, solo, a mil millas de todas las regiones habitadas. ¿Volvías
           hacia el punto de tu caída? (Silencio. Pero el PRINCIPITO enrojeció un
           poco, y cuando uno se enrojece significa “sí”, ¿no es cierto?) ¿Tal vez, por
           el aniversario...? (El mismo silencio.) ¡Ah! Temo que...
PRINCIPITO.- Debes trabajar ahora. Debes volver a tu máquina. Te espero aquí.
           Vuelve mañana por la tarde...
AVIADOR.- Me estaba acordando del zorro. Si uno se deja domesticar, a veces corre el
           riesgo de llorar un poco, ¿verdad?




                                        XXXVII
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


           EL PRINCIPITO Y EL AVIADOR


           Al lado del pozo hay una ruina de un viejo muro de piedra. El PRINCIPITO
           está sentado ahí arriba con las piernas colgando. Parece que habla solo,
           pero habla con la SERPIENTE.
PRINCIPITO.- ¿No te acuerdas, pues? ¡No es exactamente aquí! (Respondiendo a una
           voz que sólo él oye.) ¡Sí! ¡Sí! Es el día, pero el lugar no es éste... (Y replicó
           de nuevo.) ... Seguro. Verás dónde comienza mi rastro en la arena. No tienes
           más que esperarme allí. Estaré allí esta noche... ¿Tienes buen veneno?
           ¿Estás segura de no hacerme sufrir mucho tiempo?... Ahora, vete... ¡Quiero
           volver a descender!
AVIADOR.- ¿Qué historia es ésta? ¿Ahora hablas con las serpientes?
PRINCIPITO.- Estoy contento de que hayas encontrado lo que faltaba a tu máquina.
           Vas a poder volver a tu casa...
AVIADOR.- ¿Cómo lo sabes?
PRINCIPITO.- Yo también, hoy vuelvo a mi casa. (Melancólico.) Es mucho más
           lejos... es mucho más difícil...
           (El AVIADOR estrecha al PRINCIPITO entre sus brazos, como a un niño.
           El PRINCIPITO tenía la mirada seria, perdida muy lejos.)
AVIADOR.- Tengo tu cordero. Y tengo la caja para el cordero. Y tengo el bozal... Has
           tenido miedo, hombrecito.
PRINCIPITO.- Tendré mucho más miedo esta noche...
AVIADOR.- Siento que está ocurriendo algo extraordinario. Creo que no soportaré la
           idea de no oír nunca más tu risa. Es para mí como una fuente en el desierto.
           Hombrecito... quiero oírte reír otra vez...
PRINCIPITO.- Esta noche hará un año. Mi estrella se encontrará exactamente sobre el
           lugar donde caí el año pasado...
AVIADOR.- Hombrecito, ¿verdad que es un mal sueño esa historia de la serpiente, de
           la cita y de la serpiente?...
PRINCIPITO.- No se ve lo que es importante...
AVIADOR.- Claro.
PRINCIPITO.- Es como la flor. Si amas a una flor que se encuentra en una estrella, es
           agradable mirar al cielo por la noche. Todas las estrellas están florecidas.
AVIADOR.- Claro.


                                           XXXVIII
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


PRINCIPITO.- Es como el agua. La que me has dado a beber era como una música, por
           la roldana y por la cuerda... ¿Te acuerdas?... Era dulce.
AVIADOR.- Claro.
PRINCIPITO.-     Por la noche mirará las estrellas. No te puedo mostrar dónde se
           encuentra mi estrella, porque mi casa es muy pequeña. Será mejor así. Mi
           estrella será para ti una de las estrellas. Entonces te agradará mirar todas las
           estrellas... Todas serán tus amigas. Y luego te voy a hacer un regalo... (Y
           volvió a reir.)
AVIADOR.- ¡Ah!, hombrecito, hombrecito... ¡Me gusta oír tu risa!
PRINCIPITO.- Precisamente, será mi regalo... Será como con el agua...
AVIADOR.- ¿Qué quieres decir?
PRINCIPITO.- Las gentes tienen estrellas que no son las mismas. Para unos, los que
           viajan, las estrellas son guías. Para otros, no son más que lucecitas. Para
           otros, que son sabios, son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro.
           Pero todas esas estrellas no hablan. Tú tendrás estrellas como nadie las ha
           tenido.
AVIADOR.- ¿Qué quieres decir?
PRINCIPITO.- Mi regalo son las estrellas. Tú tendrás estrellas como nadie las ha
           tenido. Cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de
           ellas, como yo reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las
           estrellas. ¡Tú tendrás estrellas que saben reír! (Y vuelve a reír.) Y cuando te
           hayas consolado (siempre se encuentra consuelo) estarás contento de
           haberme conocido. Serás siempre mi amigo. Tendrás deseos de reír
           conmigo. Y abrirás a veces tu ventana, así... por placer... Y tus amigos se
           asombrarán al verte reír mirando el cielo. Entonces les dirás: “Sí, las
           estrellas siempre me hacen reír”, Y ellos te creerán loco. Te habré hecho una
           muy mala jugada... (Y vuelve a reír.) Será como si te hubiera dado en lugar
           de estrellas un montón de casacabelitos que saber reír... (Vuelve a reír.
           Después se pone serio.) Esta noche... ¿sabes?... no vengas.
AVIADOR.- No me separaré de ti.
PRINCIPITO.-     Te digo esto... también por la serpiente. No debe morderte... Las
           serpientes son malas. Pueden morder por placer...
AVIADOR.- No me separaré de ti.
PRINCIPITO.- Es cierto que no tienen veneno en la segunda mordedura.


                                         XXXIX
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


AVIADOR.- No me separaré de ti.
PRINCIPITO.-    Vas a sufrir. Parecerá que me he muerto y no será verdad...
          ¿Comprendes? Voy demasiado lejos. No puedo llevar mi cuerpo allí. Es
          demasiado pesado... Pero será como una vieja corteza abandonada. No son
          tristes las viejas cortezas... ¿Sabes?, será agradable. Yo también miraré las
          estrellas. Todas las estrellas serán pozos son una roldana enmohecida. Todas
          las estrellas me darán de beber... ¡Será tan divertido! Tendrás quinientos
          millones de cascabeles, y tendré quinientos millones de fuentes... (El
          AVIADOR calla todo el tiempo, y el PRINCIPITO también calla al final
          porque llora.) Es allá. Déjame dar una paso, sólo. (Y se sienta porque tiene
          miedo.) ¿Sabes?... mi flor... soy responsable. ¡Y es tan débil! ¡Y es tan
          ingenua! Tiene cuatro espinas insignificantes para protegerse contra el
          mundo... (El AVIADOR se sienta por que no puede tenerse en pie.) Bien...
          Eso es todo...
          (El PRINCIPITO vacila aún un momento; luego se levanta. Da un paso. No
          hay más que un relámpago amarillo cerca de su tobillo. Queda inmóvil un
          instante y sin gritar cae suavemente como cae un árbol. En la arena, ni
          siquiera hace ruido.)




                                         XL
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


EL AVIADOR


AVIADOR.- Y ahora han pasado ya seis años... Nunca había contado esta historia. Los
           camaradas que me encontraron se alegraron de volver a verme, vivo. Estaba
           triste, pero les decía: “Es la fatiga...”
           Ahora me he consolado un poco. Es decir... no del todo. Pero sé que
           verdaderamente volvió a su planeta, pues, al nacer el día no encontré su
           cuerpo. Y no era un cuerpo tan pesado... Y por la noche me gusta oír las
           estrellas. Son como quinientos millones de cascabeles...
           Pero a veces pasa algo realmente extraordinario.
           Me olvidé de agregar la correa de cuero al bozal que dibujé para el
           principito. No habrá podido colocárselo nunca. Y me pregunto: “¿Qué habrá
           pasado en el planeta? Quizá el cordero se ha comido a la flor...”
           A veces me digo: “Seguramente, no. El principito encierra todas las noches
           a la flor bajo un globo de vidrio y vigila bien a su cordero...” Entonces me
           siento feliz. Y todas las estrellas ríen dulcemente.
           A veces me digo: “De vez en cuando uno se distrae, ¡y es suficiente! Una
           noche se principito puede olvidar el globo de vidrio o el cordero puede
           haber salido silenciosamente durante la noche...” ¡Entonces los cascabeles
           se convierten en lágrimas!...
           Es un gran misterio. Para vosotros, que también amáis al principito como
           yo, nada en el universo sigue siendo igual si en alguna parte, no se sabe
           dónde, un cordero que no conocemos se ha comido, o no, a una rosa...
           Mirad al cielo. Preguntad: ¿el cordero se ha comido, o no, a la flor? Y veréis
           como todo cambia...
           ¡Y ninguna persona mayor comprenderá jamás que esto tenga tanta
           importancia!




                                             XLI
EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry


EPÍLOGO


AVIADOR.- Éste es, para mí, el más bello y más triste paisaje del mundo. Aquí fue
          donde el principito apareció en la Tierra, y luego desapareció. Mirad
          atentamente a este paisaje a fin de estar seguros de que habréis de
          reconocerlo, si viajáis un día por África, en el desierto. Y si llegáis a pasar
          por allí, os suplico: no os apresuréis: esperad un momento, exactamente
          debajo de la estrella. Si entonces un niño llega hacia vosotros, si ríe, si tiene
          cabellos de oro, si no responde cuando se le interroga, adivinaréis quién es.
          ¡Sed amables entonces! No me dejéis tan triste. Escribidme en seguida,
          decidme que el principito ha vuelto...




                                          XLII

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  • 1. PRESENTA TEXTO ÍNTEGRO DEL MONTAJE Adaptación teatral: José M. Camarasa
  • 2. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry DÍA PRIMERO. EL PRINCIPITO Y EL AVIADOR. El AVIADOR solo y perdido en el desierto. AVIADOR.- Cuando yo tenía seis años vi una vez una lámina magnífica en un libro sobre el Bosque Virgen que se llamaba «Historias Vividas». Representaba una serpiente boa que se tragaba a una fiera. he aquí la copia del dibujo. El libro decía: «Las serpientes boas tragan sus presas enteras, sin masticarlas. Luego no pueden moverse y duermen durante los seis meses de la digestión.» Reflexione mucho entonces sobre las aventuras de la selva y, a mi vez, logré trazar con un lápiz de color mi primer dibujo. Mi dibujo número 1. Era así: Mostré mi obra maestra a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les asustaba. Me contestaron: «¿Por qué habrá de asustar un sombrero?» Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente boa que digería mi elefante. Dibujé entonces el interior de la serpiente boa a fin de que las personas mayores pudiesen comprender. Siempre necesitan explicaciones. Mi dibujo número 2 era así: Las personas mayores me aconsejaron que dejara a un lado dibujos de serpientes boas abiertas o cerradas y que me interesara un poco más en la geografía, la historia, el cálculo y la gramática. Así fue como, a la edad de seis años, abandoné magnífica carrera de pintor. Estaba desalentado por el fracaso de mi dibujo número 1 y de mi dibujo número 2. Las personas mayores nunca comprenden nada por sí solas y es agotador para los niños tener que darles siempre y siempre explicaciones. Debí, pues, elegir otro oficio y aprendí a pilotar aviones. un poco por todo el mundo. Es cierto que la geografía me sirvió de mucho. Al primer golpe de vista estaba en condiciones distinguir China de Arizona. Es muy útil si uno llega a extraviarse durante la noche. Tuve así, en el curso de mi vida, muchísimas vinculaciones con muchísima gente seria. Viví mucho con personas mayores. Las he visto muy de cerca. No he mejorado excesivamente mi opinión. Cuando encontré alguna que me pareció un poco lúcida, hice al experiencia de mi dibujo número 1, que siempre he conservado. Quería saber si era verdaderamente comprensiva. Pero siempre me respondía: «Es un II
  • 3. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry sombrero.» Entonces no le hablaba de serpientes boas, ni de bosques vírgenes, ni de estrellas. Me colocaba a su alcance. Le hablaba de bridge, de golf, de política y de corbatas. Y la persona mayor se quedaba muy satisfecha de haber conocido un hombre tan razonable. Viví así, solo, sin nadie con quien hablar verdaderamente, hasta que tuve un problema en el desierto de Sahara, hace seis años. Algo se había roto en mi motor. Y como no conmigo ni mecánico ni pasajeros, me dispuse a realizar, solo, una reparación difícil. Era, para mí, cuestión de vida o muerte. Tenía agua de beber apenas para ocho días La primera noche dormí sobre la arena a mil millas de toda tierra habitada. Estaba más aislado que un náufrago sobre una balsa en medio del océano. Imaginaos, pues, mi sorpresa cuando al romper el día, me despertó una extraña vocecita que decía: PRINCIPITO.- Por favor...; ¡dibújame un cordero! AVIADOR.- ¡Eh! PRINCIPITO.- Dibújame un cordero... (El AVIADOR se pone de pie de un salto, como golpeado por un rayo. Se frota los ojos. Mira bien.) AVIADOR.- Y vi a un hombrecito enteramente extraordinario que me examinaba con aspecto grave. He aquí el mejor retrato que, más tarde, logré hacer de él. Pero seguramente mi dibujo es mucho menos encantador que el modelo. No es por mi culpa. Las personas mayores me desalentaron de mi carrera de pintor cuando tenía seis años y sólo habia aprendido a dibujar las boas cerradas y las boas abiertas. Miré, pues, la aparición con los ojos absortos por el asomo. No olvidéis que me encontraba a mil millas de toda region habitada. Además, el hombrecito no parecía ni extraviado, ni muerto de fatiga, ni muerto de hambre, ni muerto de sed, ni muerto de miedo. No tenía en absoluto la apariencia de un niño perdido en medio del desierto, a mil millas de toda región habitada. Cuando al fin logré hablar, le dije: AVIADOR.- Pero... ¿qué haces aquí? PRINCIPITO.- Por favor... dibújame un cordero. AVIADOR.- Bueno, yo he estudiado principalmente geografía, historia, cálculo y gramática, así que no sé dibujar. III
  • 4. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry PRINCIPITO.- No importa. Dibújame un cordero. AVIADOR.- (Con un poco de mal humor.) Está Bien. (Y dibuja una boa cerrada.) PRINCIPITO.- ¡No! ¡No! No quiero un elefante dentro de una boa. Una boa es muy peligrosa y un elefante muy embarazoso. En mi casa todo es pequeño. Necesito un cordero. Dibújame un cordero. (Y el AVIADOR lo hace.) No! Este cordero está muy enfermo. Haz otro. (El AVIADOR dibuja.) ¿Ves?... No es un cordero; es un carnero. Tiene cuernos... (El AVIADOR dibuja.) Este es demasiado viejo. Quiero un cordero que viva mucho tiempo. AVIADOR.- (Enseñándole la caja que ha dibujado.) Esta es la caja. El cordero que quieres está adentro. PRINCIPITO.- ¡Es exactamente como lo quería! ¿Crees que necesitará mucha hierba este cordero? AVIADOR.- ¿Por qué? PRINCIPITO.- Porque en mi casa todo es pequeño... AVIADOR.- Alcanzará seguramente. Te he regalado un cordero bien pequeño. PRINCIPITO.- (Mirándolo bien.) No tan pequeño... ¡Mira! Se ha dormido... Av.- (Al público.) Y así fue así como conocí al Principito. PRINCIPITO.- (Viendo el avión.) ¿Qué es esta cosa? AVIADOR.- No es una cosa. Vuela. Es un avión. Es mi avión. PRINCIPITO.- ¿Cómo? ¿Has caído del cielo? AVIADOR.- Sí. PRINCIPITO.- ¡Ah! ¡Qué gracioso!... (Y suelta una sonora carcajada.) AVIADOR.- Desearía que tomases en serio mis desgracias. PRINCIPITO.- Entonces, ¡tú también vienes del cielo! ¿De qué planeta eres? AVIADOR.- ¿Vienes, pues, de otro planeta? PRINCIPITO.- Aunque la verdad es que, en esto, no puedes haber venido de muy lejos. (Y se hunde en un ensueño.) IV
  • 5. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry DÍA SEGUNDO. EL PRINCIPITO Y EL AVIADOR. AVIADOR.- ¿De dónde vienes, hombrecito? ¿Dónde queda «tu casa»? ¿Adónde quieres llevar a mi cordero? PRINCIPITO.- Me gusta la caja que me has regalado porque de noche le servirá de casa. AVIADOR.- Seguramente. Y si eres amable te daré también una cuerda para atarlo durante el día. Y una estaca. PRINCIPITO.- ¿Atarlo? ¡Qué idea tan rara! AVIADOR.- Pero si no lo atas se ira a cualquier parte y se perderá... PRINCIPITO.- (Con un nuevo estallido de risa.) Pero, ¿adónde quieres que vaya? AVIADOR.- A cualquier parte. Derecho, siempre adelante... PRINCIPITO.- ¡No importa! ¡Mi casa es tan pequeña! Derecho, siempre adelante de uno, no se puede ir muy lejos... (Oscuro.) V
  • 6. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry DÍA TRES. EL PRINCIPITO Y EL AVIADOR. PRINCIPITO.- ¿Es verdad, no es cierto, que a los corderos les gusta comer arbustos? AVIADOR.- Sí, es verdad. PRINCIPITO.- ¡ Ah! ¡ Qué contento estoy! ¿ De manera que comen también baobabs? AVIADOR.- Pero los baobabs no son arbustos, sino árboles grandes como iglesias y que aun si llevara con él toda una tropa de elefantes, la tropa no acabaría con un solo baobab. PRINCIPITO.- (Riendo por la ocurrencia de la tropa de elefantes.) Habría que ponerlos unos sobre otros... Los baobabs, antes de crecer, comienzan por ser pequeños. AVIADOR.- ¡Es cierto! Pero ¿por qué quieres que tus corderos coman baobabs pequeños? PRINCIPITO.- ¡Bueno! ¡Vamos! (Y al ver que no entiende nada.) Es cuestión de disciplina. Cuando uno termina de arreglarse por la mañana debe hacer cuidadosamente la limpieza del planeta. Hay que dedicarse regularmente a arrancar los baobabs en cuanto se los distingue entre los rosales, a los que se parecen mucho cuando son muy jóvenes. Es un trabajo muy aburrido, pero muy fácil. El suelo de mi planeta está infestado. Y si el baobab no se arranca a tiempo, ya no es posible desembarazarse de él. Invade todo el planeta. Lo perfora con sus raíces. si el planeta es demasiado pequeño y si los baobabs son demasiado numerosos, lo hacen estallar. VI
  • 7. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry DÍA CUARTO. EL AVIADOR Y EL PRINCIPITO. PRINCIPITO.- Me encantan las puestas de sol. Vamos a ver una puesta de sol... AVIADOR.- Pero tenemos que esperar. PRINCIPITO.- ¿Esperar qué? AVIADOR.- Esperar a que el sol se ponga. PRINCIPITO.- (Riéndose de sí mismo.) Creo siempre que estoy en mi casa. (Ante la cara sorprendida del AVIADOR.) Mi planeta es tan pequeño que me basta con mover mi silla algunos pasos para contemplar el crepúsculo cada vez que quiero. Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces. ¿Sabes?... Cuando uno está verdaderamente triste son agradables las puestas de sol... AVIADOR.- ¿Estabas, pues, verdaderamente triste el día de las cuarenta y tres veces? PRINCIPITO.- ... VII
  • 8. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry DÍA QUINTO. EL PRINCIPITO Y EL AVIADOR. PRINCIPITO.- Si un cordero come arbustos, ¿come también flores? AVIADOR.- Un cordero come todo lo que encuentra. PRINCIPITO.- ¿Hasta las flores que tienen espinas? AVIADOR.- Sí. Hasta las flores que tienen espinas. PRINCIPITO.- Entonces, las espinas, ¿para qué sirven? AVIADOR.- ... (Está muy ocupado tratando de destornillar un bulón demasiado ajustado de su motor.) PRINCIPITO.- Las espinas, ¿para qué sirven? AVIADOR.- Tu nunca renuncias a una pregunta, ¿eh?... Las espinas no sirven para nada. Son pura maldad de las flores. PRINCIPITO.- ¡Oh! ¡No te creo! Las flores son débiles. Son ingenuas. Se defienden como pueden. Se creen terribles con sus espinas. AVIADOR.- (En voz baja.) Si este bulón se resiste , lo haré saltar de un martillazo. PRINCIPITO.- ¿Y tú, tú crees que las flores...? AVIADOR.- ¡Pues no! ¡No! ¡Yo no creo nada! Te contesté cualquier cosa. ¡Esto es más importante! PRINCIPITO.- ¡¿Más importante que mi flor?! ¡ Hablas como las personas mayores! ¡Confundes todo!... ¡Mezclas todo! Conozco un planeta donde hay un Señor carmesí. Jamás ha aspirado el aroma de una flor. Jamás ha mirado a una estrella. Jamás ha querido a nadie. No ha hecho más que sumas y restas. Y todo el día repite como tú : « ¡ Soy un hombre serio ! ¡ Soy un hombre serio!» Se infla de orgullo. Pero no es un hombre serio: ¡es un hongo! (Está pálido de cólera.) AVIADOR.- ¿Un qué? PRINCIPITO.- ¡Un hongo! Hace millones de años que las flores fabrican espinas. Hace millones de años que, pese a ello, los corderos comen las flores. ¿Y no es serio intentar comprender por qué las flores se esfuerzan tanto en fabricar espinas que no sirven nunca para nada? ¿No es importante la guerra de los corderos y las flores? ¿No es mas serio y más importante que las sumas de un Señor gordo y colorado? ¿Y no es importante que yo conozca una flor única en el mundo, que no existe en ninguna parte, salvo en mi planeta, y VIII
  • 9. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry que un corderito puede aniquilarla una mañana, así, de un solo golpe, sin darse cuenta de lo que hace? Eso, ¿no es importante? Si alguien ama a una flor de la que no existe mas que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas. Se dice: “Mi flor esta allí, en alguna parte...» Y si el cordero se come la flor, para él es como si, bruscamente, todas las estrellas se apagaran. Y esto, ¿no es importante? (No puede decir nada más. Estalla bruscamente en sollozos. La noche ha caído.) Av.-(Tomándolo en sus brazos y acunándolo.) La flor que amas no corre peligro. Dibujaré un bozal para tu cordero. Dibujaré una armadura para tu flor... Dibujaré... No sé. IX
  • 10. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry EL PRINCIPITO Y LA FLOR FLOR.- (En medio de un bostezo.) ¡Ah!, acabo de despertarme... Perdóname... Todavía estoy un poco despeinada... PRINCIPITO.- (Que no puede contener su admiración.) ¡Qué hermosa eres! FLOR.- ¿Verdad? Y he nacido al mismo tiempo que el sol... Creo que es la hora del desayuno. ¿Tendrías la bondad de acordarte de mí? (Y el PRINCIPITO busca una regadera y sirve a la flor.) Limpia bien mis espinas... por si vienen los tigres con sus garras. PRINCIPITO.- En mi planeta no hay tigres; y, además, los tigres no comen hierba. FLOR.- Yo no soy una hierba. PRINCIPITO.- Perdóname... FLOR.- No temo a los tigres, pero siento horror a las corrientes de aire. ¿No tendrías un biombo? PRINCIPITO.- (Aparte.) Horror a las corrientes de aire... No es una suerte para una planta. Esta flor es bien complicada. FLOR.- Por la noche me meterás tras un biombo. Aquí hace mucho frío. Hay pocas comodidades. (Tose dos o tres veces.) ¿Y el biombo? (Y vuelve a toser.) PRINCIPITO.- Lo iba a buscar, pero como me estabas hablando... (Al aviador que sigue en escena, contemplándolo todo.) No debí haberla escuchado; nunca hay que escuchar a las flores. Hay que mirarlas y aspirar su aroma. La mía perfumaba mi planeta, pero yo no podía gozar con ello. No supe comprender nada entonces. Debí haberla juzgado por sus actos y no por sus palabras. Me perfumaba y me iluminaba. ¡No debí haber huido jamas de mi planeta por su culpa! Debí haber adivinado su ternura, detrás de sus pobres astucias. ¡Las flores son tan contradictorias! Pero yo era demasiado joven para saber amarla. AVIADOR.- ¿Por eso abandonaste tu planeta? PRINCIPITO.- Desde entonces he estado buscando una razón para saber amarla. (A la flor.) Adiós. FLOR.- ... PRINCIPITO.- Adiós FLOR.- (Tosiendo, pero no por el resfriado.) He sido tonta. No he debido ser tan egoista. Te pido perdón. Procura ser feliz... No tiene importancia. Pero has X
  • 11. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry sido tan tonto como yo. Para ti tú también eres lo más importante. Procura ser feliz. Quítame el biombo. No lo quiero más. PRINCIPITO.- Pero cl viento... FLOR.- No estoy tan resfriada como para... El aire fresco de la noche me hará bien. Soy una flor. PRINCIPITO.- Pero los animales... FLOR.- Es preciso que soporte dos o tres orugas si quiero conocer a las mariposas. ¡Dicen que son tan hermosas! Si no, ¿quién habrá de visitarme? Tú estarás lejos. En cuanto a los animales grandes no les temo. Tengo mis garras, mis cuatro espinas. (Mostrando ingenuamente sus cuatro espinas.) No te detengas más, es molesto. Has decidido partir. Vete. (Pues no quiere que el PRINCIPITO la vea llorar. Es una flor muy orgullosa.) PRINCIPITO.- (Al AVIADOR.) Recorrí el universo buscando una razón para amar a mi flor, y así poder volver a mi planeta. AVIADOR.- ¿La has encontrado? PRINCIPITO.- ... (Oscuro.) XI
  • 12. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry EL PRINCIPITO Y EL REY PRINCIPITO.- ¿Es éste el asteroide 325? REY.-. ¡Ah! He aquí un súbdito! PRINCIPITO.- ¿Cómo puede reconocerme sin nunca me ha visto antes? REY.- Para un rey es mundo está muy simplificado: todos los hombres son súbditos. Acércate para que te vea mejor. (El PRINCIPITO busca un sitio donde sentarse, pero no lo encuentra. Bosteza.) REY.- Es contrario al protocolo bostezar en presencia de un rey. Te lo prohíbo. PRINCIPITO.- No puedo evitarlo. He hecho un largo viaje y no he dormido... REY.- Entonces te ordeno bostezar. No he visto bostezar a nadie desde hace años. Los bostezos son una curiosidad para mí. ¡Vamos!, bosteza otra vez. Es una oreden. PRINCIPITO.- Eso me intimida... no puedo... REY.- ¡Hum! ¡Hum! Entonces te... te ordeno bostezar o no bostezar. PRINCIPITO.- ¿Cómo? REY.- Suelo dar órdenes razonables. Si ordeno a un general que se transforme en ave marina y el general no obedece, no será culpa del general. Será culpa mía. PRINCIPITO.- ¿Puedo sentarme? REY.- (Recogiéndo majestuosamente su manto de armiño.) Te ordeno sentarte. PRINCIPITO.- (Mirando a su alrededor.) Sire... os pido permiso para interrogaros... REY.- Te ordeno interrogarme. PRINCIPITO.- Sire..., vuestro planeta es minúsculo. ¿Sobre qué reináis? REY.- Sobre todo. PRINCIPITO.- ¿Sobre todo? (El REY con un gesto discreto señaló su planeta, los otros planetas y las estrellas.) ¿Sobre todo eso? REY.- Sobre todo eso... PRINCIPITO.- ¿Y las estrellas os obedecen? REY.- Sin duda. Obedecen al instante. No tolero la indisciplina. PRINCIPITO.- ¡Vaya! Si yo hubiera tenido ese poder, habría podido asistir no a cuarenta y cuatro, sino a setenta y dos o aun a cien , o aun a doscientas puestas de sol en el mismo día sin necesidad de mover mi silla. Quisiera ver una puesta de sol. Hazme el favor... Ordena a sol que se ponga... XII
  • 13. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry REY.- Si ordeno a un general que vuele de flor en flor como una mariposa, o que escriba una tragedia, o que se transforme en ave marina, y el general no ejecuta la orden recibida, ¿quién, él o yo, estaría en falta? PRINCIPITO.- Vos. REY.- Exacto. Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede hacer. La autoridad reposa, en primer témino, sobre la razón. Si ordenas a tu pueblo que vaya a arrojarse al mar habrá una revolución. Tengo derecho a exigir obediencia porque mis órdenes son razonables. PRINCIPITO.- ¿Y mi puesta de sol? REY.- Tú nunca olvidas una pregunta una ves que la has formulado... Tendrás tu puesta de sol. Lo exigiré. Pero esperaré, con mi ciencia de gobernante a que las condiciones sean favorables. PRINCIPITO.- ¿Cuándo serán favorables las condiciones? REY.- ¡Hem! ¡Hem!, será a las... a las... será esta noche a la siete y cuarenta. ¡Y verás como soy obedecido! PRINCIPITO.- (Bostezando de nuevo.) No tengo nada más que hacer aquí. ¡Voy a partir! REY.- No partas. Estoy muy orgulloso de tener un súbdito. ¡No partas, te hago misnistro! PRINCIPITO.- ¿Ministro de qué? REY.- De,,, ¡de justicia! PRINCIPITO.- ¡Pero no hay a quién juzgar! REY.- No se sabe. Todavía no he visitado mi reino. Soy muy viejo, no tengo lugar para una carroza y me fatiga caminar. PRINCIPITO.- ¡Oh! Pero yo ya he visto. (Asomándose para echar otra mirada hacia el lado opuesto del planeta.) No hay nadie allí tampoco... REY.- Te juzgarás a ti mismo. Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio. PRINCIPITO.- Yo puedo juzgarme a mí mismo en cualquier parte. No tengo necesidad de vivir aquí. REY.- ¡Hem! ¡Hem! Creo que en algún lugar del planeta hay una vieja rata. La oigo por la noche. Podrás juzgar a la vieja rata. La condenará a muerte de tiempo en XIII
  • 14. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry tiempo. Así su vida dependerá de tu justicia. Pero la indultarás cada vez para conservarla. No hay más que una. PRINCIPITO.- A mí no me gusta condenar a muerte. Y creo que me voy. REY.- No. PRINCIPITO.- Si Vuestra Majestad desea ser obedecido puntualmente podría darme una orden razonable. Podría ordenarme, por ejemplo, que parta antes de un minuto. Me parece que las condiciones son favorables... (Como el REY no responde nadam el PRINCIPITO vació un momento, y luego, con un suspiro, emprendió la partida.) REY.- (Con un aire muy autoritario.) Te hago embajador. PRINCIPITO.- (Emprendiendo de nuevo el viaje.) Las personas mayores son bien extrañas. XIV
  • 15. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry EL PRINCIPITO Y EL VANIDOSO VANIDOSO.- ¡Ah! ¡Ah! ¡He aquí la visita de un admirador! PRINCIPITO.- Buenos días. ¡Qué sombrero tan raro tienes! VANIDOSO.- Es para saludar. Es para saludar cuando me aclaman. Desgraciadamente, nunca pasa nadie por aquí. PRINCIPITO.- (Sin comprender muy bien.) ¿Ah, sí? VANIDOSO.- Golpea tus manos, una contra otra. (El PRINCIPITO lo hace . El VANIDOSO saluda modestamente levantando el sombrero.) PRINCIPITO.- Esto es más divertido que la visita al rey. (Repiten la acción hasta que el PRINCIPITO se cansa.) Y, ¿qué hay que hacer para que el sombrero caiga? VANIDOSO.- (Sin escuchar la pregunta.) ¿Me admiras mucho verdaderamente? PRINCIPITO.- ¿Qué significa admirar? VANIDOSO.- Admirar significa reconocer que soy el hombre más hermoso, mejor vestido, más rico y más inteligente del planeta. PRINCIPITO.- ¡Pero si eres la única persona del planeta! VANIDOSO.- ¡Hazme el favor! ¡Admírame lo mismo! PRINCIPITO.- Te admiro. Pero no entiendo por qué puede interesarte que te admire. (Y así emprendió de nuevo su viaje.) Las personas mayores son decididamente muy extrañas. XV
  • 16. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry EL PRINCIPITO Y EL BEBEDOR (El planeta siguiente está habitado por un BEBEDOR, instalado en silencio ante una colección de botellas vacías y una colección de botellas llenas.) PRINCIPITO.- ¿Qué haces ahí? BEBEDOR.- Bebo. PRINCIPITO.- ¿Por qué bebes? BEBEDOR.- Para olvidar. PRINCIPITO.- ¿Para olvidar qué? BEBEDOR.- Para olvidar que tengo vergüenza. PRINCIPITO.- ¿Vergüenza de qué? BEBEDOR.- ¡Vergüenza de beber! PRINCIPITO.- (Alejándose perplejo.) Las personas mayores son decididamente muy pero que muy extrañas. XVI
  • 17. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry EL PRINCIPITO Y EL HOMBRE DE NEGOCIOS. PRINCIPITO.- Buenos días. Su cigarrillo está apagado. HOMBRE DE NEGOCIOS.- Tres y dos son cinco. Cinco y siete, doce. Doce y tres, quince. Buenos días. Quince y siete, veintidós. Veintidós y seis, veintiocho. No tengo tiempo para volver a encenderlo. Veintiséis y cinco, treinta y uno. ¡Uf! Da un total, pues, de quinientos un millones seiscientas veintidós mil setecientas treinta y una. PRINCIPITO.- ¿Quinientos millones de qué? HOMBRE DE NEGOCIOS.- ¡Eh! ¿Has estado siempre ahí? Quinientos un millones de... Ya no sé... ¡Tengo tanto trabajo! Yo soy serio, no me divierto con tonterías. Dos y cinco, siete. PRINCIPITO.- ¿Quinientos millones de qué? HOMBRE DE NEGOCIOS.- En los cincuenta y cuatro años que habito este planeta sólo he sido molestado tres veces. La primera fue hace veintidós años por un abejorro que cayó de dios sabe dónde. Produjo un ruido espantoso y cometí cuatro errores en una suma. La segunda fue hace once años por un ataque de reumatismo. Me hace falta ejercicio. No tengo tiempo para moverse. Yo soy serio. La tercera vez... ¡Hela aquí! Un niño que nunca renuncia a una pregunta una vez que la ha formulado. (Pausa.) Quinientos un millones... PRINCIPITO.- ¿Millones de qué? HOMBRE DE NEGOCIOS.- (Comprendiendo que no había esperanza de paz.) Millones de esas cositas que se ven a veces en el cielo. PRINCIPITO.- ¿Moscas? HOMBRE DE NEGOCIOS.- No, no. Cositas que brillan. PRINCIPITO.- ¿Abejas? HOMBRE DE NEGOCIOS.- ¡No, no! Cositas doradas que hacen desvariar a los holgazanes. ¡Pero yo soy serio! No tengo tiempo para desvariar. PRINCIPITO.- ¡Ah! ¿Estrellas? HOMBRE DE NEGOCIOS.- Eso es. Estrellas. PRINCIPITO.- ¿Y qué haces tú con quinientos millones de estrellas? HOMBRE DE NEGOCIOS.- Quinientos un millones seiscientas veintidós setecientas treinta y una. Yo soy serio, soy preciso. PRINCIPITO.- ¿Y qué haces con esas estrellas? XVII
  • 18. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry HOMBRE DE NEGOCIOS.- ¿Qué hago? PRINCIPITO.- Sí. HOMBRE DE NEGOCIOS.- Nada, las poseo. PRINCIPITO.- ¿Posees las estrellas? HOMBRE DE NEGOCIOS.- Sí. PRINCIPITO.- Pero he visto un rey que... HOMBRE DE NEGOCIOS.- Los reyes no poseen, “reinan”. Es muy diferente. PRINCIPITO.- ¿Y para qué te sirve poseer las estrellas? HOMBRE DE NEGOCIOS.- Me sirve para ser rico. PRINCIPITO.- ¿Y para qué te sirve ser rico? HOMBRE DE NEGOCIOS.- Para comprar otras estrellas, si alguien las encuentra. PRINCIPITO.- ¿Cómo se pueden poseer estrellas? HOMBRE DE NEGOCIOS.- ¿De quién son? PRINCIPITO.- No sé. De nadie. HOMBRE DE NEGOCIOS.- Entonces, son mías, pues soy el primero en haberlo pensado. PRINCIPITO.- ¿Es suficiente? HOMBRE DE NEGOCIOS.- Seguramente. Cuando encuentras un diamante que no es de nadie, es tuyo. Cuando encuentras una isla que no es de nadie, es tuya. Cuando eres el primero en tener una idea, la haces patentar: es tuya. Yo poseo las estrellas porque jamás, nadie antes que yo, soñó con poseerlas. PRINCIPITO.- Es verdad. ¿Y qué haces tú con las estrellas? HOMBRE DE NEGOCIOS.- Las administro. Las cuento y las recuento. Es difícil. ¡Pero yo soy un hombre serio! PRINCIPITO.- (Sin estar aún muy convencido.) Yo, si poseo un pañuelo, puedo ponerlo alrededor de mi cuello y llevármelo. Yo, si poseo un flor, puedo cortarla y llevármela. ¡Pero tú no puedes cortar las estrellas! HOMBRE DE NEGOCIOS.- No, pero puedo depositarlas en el banco. PRINCIPITO.- ¿Qué quiere decir eso? HOMBRE DE NEGOCIOS.- Quiere decir que escribo en un papelito la cantidad de mis estrellas. Y después, cierro el papelito bajo llave en un cajón. PRINCIPITO.- ¿Es todo? HOMBRE DE NEGOCIOS.- Es suficiente. PRINCIPITO.- Es divertido. Es bastante poético. Pero no es muy serio. XVIII
  • 19. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry HOMBRE DE NEGOCIOS.- ¿Cómo? PRINCIPITO.- Yo poseo una flor que riego todos los días. Poseo tres volcanes que deshollino todas las semanas. Pues deshollino también el que está extinguido. No se sabe nunca. Es útil para mis volcanes y es útil para mi flor que yo los posea. Pero tú no eres útil a las estrellas. (El HOMBRE DE NEGOCIOS abre la boca pero no encuentra respuesta. El PRINCIPITO se va.) PRINCIPITO.- Decididamente las personas mayores son bien extraordinarias. XIX
  • 20. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry EL PRINCIPITO Y EL FAROLERO El quinto planeta es muy extraño. Es el más pequeño de todos. Apenas hay lugar para alojar un farol y un farolero. PRINCIPITO.- ¿Un farolero en un planeta sin casa ni población? Tal vez sea absurdo. Sin embargo es menos absurdo que el rey, que el vanidoso, que el hombre de negocios y que el bebedor. Por lo menos su trabajo tiene sentido. Cuando enciende el farol es como si hiciera nacer una estrella más o un flor. Cuando apaga el farol, hace dormir a la flor o a la estrella. Es una ocupación muy linda. Es verdaderamente útil porque es linda. (El FAROLERO apaga el farol.) Buenos días. ¿Por qué acabas de apagar el farol? FAROLERO.- Es la consigna. Buenos días. PRINCIPITO.- ¿Qué es la consigna? FAROLERO.- Apagar el farol. Buenas noches. (Y lo vuelve a encender.) PRINCIPITO.- Pero, ¿por qué acabas de encenderlo? FAROLERO.- Es la consigna. PRINCIPITO.- No lo comprendo. FAROLERO.- No hay nada que comprender. La consigna es la consigna. Buenos días. (Y apaga el farol.) Tengo un oficio terrible. Antes era razonable. Apagaba por la mañana y encendía por la noche. Tenía el resto del día para descansar, y el resto de la noche para dormir. PRINCIPITO.- Y después de esa época, ¿la consigna cambió? FAROLERO.- La consigna no ha cambiado. ¡Ahí está el drama! De año en año el planeta gira más rápido y la consigna no ha cambiado. PRINCIPITO.- ¿Entonces? FAROLERO.- Entonces, ahora que da una vuelta por minuto, no tengo un segundo de descanso. Enciendo y apago una vez por minuto. PRINCIPITO.- ¡Qué raro! ¡En tu planeta los días duran un minuto! FAROLERO.- No es raro en absoluto. Hace ya un mes que estamos hablando juntos. PRINCIPITO.- ¿Un mes? FAROLERO.- Sí. Treinta minutos. ¡Treinta días! Buenas noches. (Y volvió a encender el farol.) PRINCIPITO.- ¿Sabes?... conozco un medio para que descanses cuando quieras... XX
  • 21. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry FAROLERO.- Siempre quiero. PRINCIPITO.- Tu planeta es tan pequeño que puedes recorrerlo en tres zancadas. No tienes más que caminar bastante lentamente para quedar siempre al sol. Cuando quieras descansar, caminarás... y el día durará tanto tiempo como quieras. FAROLERO.- Con eso no adelanto gran cosa. Lo que me gusta en la vida es dormir. PRINCIPITO.- Eso es no tener suerte. FAROLERO.- Eso es no tener suerte. Buenos días. (Y apagó el farol.) PRINCIPITO.- (Marchándose.) Éste sería despreciado por todos los otros, por el rey, por el vanidoso, por el bebedor, por el hombre de negocios. Sin embargo, es el único que no me parece ridículo. Quizá porque se ocupa de una cosa ajenaa sí mismo. (Suspira nostálgico.) Éste es el único de quien pude haberme hecho amigo. Pero su planeta es demasiado pequeño. No hay lugar para dos... (Pensativo y contando.) Mil cuatrocientas cuarenta puestas de sol cada veinticuatro horas... ¡Vaya! XXI
  • 22. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry EL PRINCIPITO Y EL GEÓGRAFO El sexto planeta es un planeta diez veces más vasto. Está habitado por un anciano que escribe enormes libros. GEÓGRAFO.- ¡Toma! ¡He aquí un explorador! (El PRINCIPITO se sienta sobre la mesa y resopla un poco. ¡Ha viajado tanto!) ¿De dónde vienes? PRINCIPITO.- ¿Qué es ese grueso libro? ¿Qué haces aquí? GEÓGRAFO.- Soy geógrafo. PRINCIPITO.- ¿Qué es un geógrafo? GEÓGRAFO.- Es un sabio que conoce dónde se encuentran los mares, los ríos, las ciudades, las montañas y los desiertos. PRINCIPITO.- Es muy interesante. ¡Por fin un verdadero oficio! (Echando un vistazo a su alrededor.) Es muy bello vuestro planeta. ¿Tiene océanos? GEÓGRAFO.- No puedo saberlo. PRINCIPITO.- ¡Ah! ¿Y montañas? GEÓGRAFO.- No puedo saberlo. PRINCIPITO.- ¿Y ciudades y ríos y desiertos? GEÓGRAFO.- Tampoco puedo saberlo. PRINCIPITO.- ¡Pero eres geógrafo! GEÓGRAFO.- Es cierto, pero no soy explorador. Carezco absolutamente de exploradores. No es el geógrafo quien debe hacer el cómputo de las ciudades, de los ríos, de las montañas, de los mares, de los océanos y de los desiertos. El geógrafo es demasiado importante para deambular. No debe dejar su despacho. Pero recibe allí a los exploradores. Les interroga y toma nota de sus observaciones. Y si las observaciones de alguno le parecen interesantes, el geógrafo hace levantar una encuesta acerca de la moralidad del explorador. PRINCIPITO.- ¿Por qué? GEÓGRAFO.- Porque un explorador que mintiera produciría catástrofes en los libros de geografía. Y también un explorador que bebiera demasiado. PRINCIPITO.- ¿Por qué? GEÓGRAFO.- Porque los ebrios ven doble. Entonces el geógrafo señalaría dos montañas sonde no hay más que una sola. XXII
  • 23. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry PRINCIPITO.- Conozco a alguien que sería un mal explorador. GEÓGRAFO.- Es posible. Por tanto, cuando la moralidad del explorador parece aceptable, se hace una encuesta acerca de su descubrimiento. PRINCIPITO.- ¿Se va a ver? GEÓGRAFO.- No. Es demasiado complicado. Pero se exige al explorador que presente pruebas. Si se trata, por ejemplo, del descubrimiento de una gran montaña, se le exige que traiga grandes piedras. (Súbitamente emocionado.) Pero tú, ¡tú vienes de lejos! ¡Eres explorador! ¡Vas a describirme tu planeta! (Abre un gran libro y saca punta a su lápiz.) ¿Decías? PRINCIPITO.- ¡Oh! Mi planeta no es muy interesante. Es muy pequeño. Tengo tres volcanes. Dos volcanes en actividad y un volcán extinguido. Pero nunca se sabe. GEÓGRAFO.- Nunca se sabe. PRINCIPITO.- Tengo también una flor. GEÓGRAFO.- No anotamos las flores. PRINCIPITO.- ¿Por qué? Es lo más lindo. GEÓGRAFO.- Porque las flores son efímeras. PRINCIPITO.- ¿Qué significa “efímera”? GEÓGRAFO.- Las geografías son los libros más valiosos de todos los libros. Nunca pasan de moda. Es muy raro que una montaña cambie de lugar. Es muy raro que un océano pierda su agua. Escribimos cosas eternas. PRINCIPITO.- Pero los volcanes extinguidos pueden despertarse. ¿Qué significa “efímera”? GEÓGRAFO.- Que los volcanes esté extinguidos o se hayan despertado es lo mismo para nosotros. Lo que cuenta para nosotros es la montaña. La montaña no cambia. PRINCIPITO.- Pero, ¿qué significa “efímera”? GEÓGRAFO.- ¡Vaya! Tú no renuncias nunca a una pregunta una vez formulada. Significa “que está amenazado por una próxima desaparición”. PRINCIPITO.- ¿Mi flor está amenazada por una próxima desaparición? GEÓGRAFO.- Desde luego. PRINCIPITO.- (Para sí.) Mi flor es efímera, ¡y sólo tiene cuatro espinas para defenderse contra el mundo! ¡Y la he dejado totalmente sola en mi casa!... ¿Qué me aconsejáis que vaya a visitar? XXIII
  • 24. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry GEÓGRAFO.- El planeta Tierra. Tiene buena reputación. XXIV
  • 25. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry EL PRINCIPITO Y LA SERPIENTE AVIADOR.- La Tierra no es un planeta cualquiera. Se cuentan allí ciento once reyes, siete mil geógrafos, novecientos mil hombres de negocios, siete millones y medio de bebedores, trescientos once millones de vanidosos, es decir, alrededor de dos mil millones de personas mayores. Para darte una idea de las dimensiones de la Tierra te diré que antes de la invención de la electricidad se debía mantener, en el conjunto de seis continentes, un verdadero ejército de cuatrocientos sesenta y dos mil once faroleros. PRINCIPITO.- Eso es impresionante. AVIADOR.- Sin embargo no quiero que te lleves una falsa impresión. Los hombres ocupan muy poco lugar en la Tierra. PRINCIPITO.- ¿Cómo pueden ocupar poco? AVIADOR.- Si los dos mil millones de habitantes que pueblan la Tierra estuviesen de pie y un poco apretados, como en un mitin, podrían alojarse fácilmente en una plaza pública de veinte millas de largo por veinte millas de ancho. Podría amontonarse a la humanidad sobre la más mínima isla del Pacífico. PRINCIPITO.- ¡Vaya! AVIADOR.- Las personas mayores, sin duda, no lo creerán. Se imaginan que ocupan mucho lugar. Se sienten importantes como tus baobabs. Le puedes aconsejar, si encuentras alguno, que haga el cálculo. Le agradará porque adoran las cifras. Pero no pierdas el tiempo en esta penitencia. Es inútil. Ten confianza en mí. (El PRINCIPITO llega a la Tierra y queda bien sorprendido al no ver a nadie. Aparece la SERPIENTE.) PRINCIPITO.- Buenas noches. SERPIENTE.- Buenas noches. PRINCIPITO.- ¿En qué planeta he caído? SERPIENTE.- En la Tierra, en África. PRINCIPITO.- ¡Ah!... ¿No hay, pues, nadie en la Tierra? SERPIENTE.- Esto es el desierto. En los desiertos no hay nadie. La Tierra es grande. PRINCIPITO.- (Sentándose sobre una piedra y levantando los ojos hacia el cielo.) Me pregunto si las estrellas están encendidas a fin de que cada uno pueda XXV
  • 26. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry encontrar la suya algún día. Mira mi planeta. Está justo sobre nosotros... Pero, ¡qué lejos está! SERPIENTE.- ¡Qué hermoso es! ¿Qué vienes a hacer aquí? PRINCIPITO.- Estoy disgustado con una flor. SERPIENTE.- ¡Ah! PRINCIPITO.- (Después de un silencio.) ¿Dónde están los hombres? Se está un poco solo en el desierto. SERPIENTE.- Con los hombres también se está solo. PRINCIPITO.- (Mirando a la SERPIENTE largo rato.) Eres un animal raro. Delgado como un dedo... SERPIENTE.- Pero soy más poderoso que el dedo de un rey. PRINCIPITO.- No eres muy poderosa... ni siquiera tienes patas... ni siquiera puedes viajar... SERPIENTE.- Puedo llevarte más lejos que un navío. (La SERPIENTE se enrosca alrededor del tobillo del PRINCIPITO como un brazalete de oro.) A quien toco, lo devuelvo a la tierra de donde salió. Pero tú eres puro y vienes de una estrella. (El PRINCIPITO calla.) Me das lástima, tú, tan débil, sobre esta Tierra de granito. Puedo ayudarte si algún día extrañas demasiado a tu planeta. Puedo. PRINCIPITO.- ¡Oh1 Te he comprendido muy bien, pero, ¿por qué hablas siempre con enigmas? SERPIENTE.- Yo los resuelvo todos. (Y quedan en silencio.) XXVI
  • 27. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry EL PRINCIPITO Y EL ECO. PRINCIPITO.- Desde una montaña tan alta como ésta veré de un golpe todo el planeta y todos los hombres. Hasta ahora las únicas montañas que conozco son mis tres volcanes que me llegan a la rodilla... Pero sólo veo agujas de rocas bien afiladas. ¡Buenos días! ECO.- Buenos días... buenos días... buenos días... PRINCIPITO.- ¿Quién eres? ECO.- Quién eres... quién eres... PRINCIPITO.- Sed amigos míos, estoy solo. ECO.- Estoy solo... estoy solo... estoy solo... XXVII
  • 28. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry EL PRINCIPITO Y EL JARDÍN DE ROSAS PRINCIPITO.- Buenos días. ROSAS.- Buenos días. PRINCIPITO.- ¿Dónde están los hombres? ROSAS.- ¿Los hombres? Creo que existen seis o siete. Los he visto hace años. Pero no se sabe nunca dónde encontrarlos. El viento los lleva. No tienen raíces. Les molesta mucho no tenerlas. PRINCIPITO.- Os parecéis mucho a mi flor. ¿Quiénes sois? ROSAS.- Somos rosas. PRINCIPITO.- ¡Ah! Mi flor me había contado que era la única de su especie en el universo. ROSAS.- Pues nosotras somos cinco mil. ROSAS.- En un solo jardín. PRINCIPITO.- Se sentiría muy avergonzada si viera esto. Tosería muy fuerte y aparentaría morir para escapar al ridículo. ROSAS.- ¿Te creías rico con una flor única? ROSAS.- ¿No posees más que una rosa ordinaria? PRINCIPITO.- La rosa y mis tres volcanes que me llegan a la rodilla, uno de los cuales quizá esté apagado para siempre. Realmente no soy un gran príncipe. (Y llora tendido sobre el suelo.) XXVIII
  • 29. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry EL PRINCIPITO Y EL ZORRO Aparece el zorro junto a las rosas. ZORRO.- Buenos días. PRINCIPITO.- Buenos días. (Pero no ve nada.) ZORRO.- Estoy acá, bajo el manzano. PRINCIPITO.- ¿Quién eres? Eres muy lindo. ZORRO.- Soy un zorro. PRINCIPITO.- Ven a jugar conmigo. ¡Estoy tan triste! ZORRO.- No puedo jugar contigo. No estoy domesticado. PRINCIPITO.- ¡Ah! Perdón. ¿Qué significa “domesticar”? ZORRO.- No eres de aquí. ¿Qué buscas? PRINCIPITO.- Busco a los hombres. ¿Qué significa domesticar? ZORRO.- Los hombres tienen fusiles y cazan. Es muy molesto. También crían gallinas. Es su único interés. ¿Buscas gallinas? PRINCIPITO.- No. Busco amigos. ¿Qué significa “domesticar”? ZORRO.- Es una cosa demasiado olvidada. Significa “crear lazos”. PRINCIPITO.- ¿Crear lazos? ZORRO.- Sí. Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo... PRINCIPITO.- Empiezo a comprender. Hay una flor... creo que me ha domesticado... ZORRO.- Es posible. ¡En la Tierra se ve toda clase de cosas...! PRINCIPITO.- ¡Oh! No es en la Tierra. ZORRO.- ¿En otro planeta? PRINCIPITO.- Sí. ZORRO.- ¿Hay cazadores en ese planeta? PRINCIPITO.- No. ZORRO.- ¡Es interesante eso! ¿Y gallinas? PRINCIPITO.- No. XXIX
  • 30. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry ZORRO.- No hay nada perfecto. Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero, si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo tierra. Los tuyos me llamarán fuera de la madriguera, como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo... ¡Por favor... domestícame! PRINCIPITO.- Bien lo quisiera, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas. ZORRO.- Sólo se conocen las cosas que se domestican. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame! PRINCIPITO.- ¿Qué hay que hacer? ZORRO.- Hay que ser muy paciente. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca... (Aparece el GUARDAAGUJAS.) PRINCIPITO.- Buenos días. GUARDAAGUJAS.- Buenos días. PRINCIPITO.- ¿Qué haces aquí? GUARDAAGUJAS.- Clasifico a los viajeros por paquetes de mil. Despacho los trenes que los llevan, unas veces hacia la derecha y otras hacia la izquierda. (Pasa un rápido iluminado, rugiendo como el trueno, haciendo temblar la cabina de las agujas.) PRINCIPITO.- Llevan mucha prisa. ¿Qué buscan? GUARDAAGUJAS.- Hasta el hombre de la locomotora lo ignora. (Pasa un segundo rápido iluminado en sentido inverso.) PRINCIPITO.- ¿Vuelven ya? GUARDAAGUJAS.- No son los mismos. Es un cambio. XXX
  • 31. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry PRINCIPITO.- ¿No estaban contentos donde estaban? GUARDAAGUJAS.- Nadie está nunca contento donde está. (Y ruge el trueno de un tercer rápido iluminado.) PRINCIPITO.- ¿Persiguen a los primeros viajeros? GUARDAAGUJAS.- No persiguen absolutamente nada. Ahí adentro duermen o bostezan. Sólo los niños aplastan sus narices contra los vidrios. PRINCIPITO.- Sólo los niños saben lo que buscan. Pierden tiempo por una muñeca de trapo y la muñeca se transforma en algo muy importante, y si se les quita la muñeca, lloran... GUARDAAGUJAS.- Tienen suerte. (El GUARDAAGUJAS sale y el PRINCIPITO se acerca al ZORRO.) ZORRO.- Es siempre mejor venir a la misma hora. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón... los ritos son necesarios. PRINCIPITO.- ¿Qué es un rito? ZORRO.- Es también algo demasiado olvidado. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora, de las otras horas. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. El jueves bailan con las muchachas del pueblo. El jueves es, pues, un día maravilloso. Yo suelo ir a pasearme hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones. (Aparece el MERCADER.) PRINCIPITO.- Buenos días. MERCADER.- Buenos días. ¡Píldoras, señoras y señores, píldoras! ¡Píldoras perfeccionadas que aplacan la sed! ¡Vendo píldoras! PRINCIPITO.- ¿Qué has dicho que vendes? MERCADER.- ¡Píldoras, amigo! Se toma una por semana y no se siente más la necesidad de beber. PRINCIPITO.- ¿Por qué vendes eso? MERCADER.- Es una gran economía de tiempo. Los expertos han hecho cálculos. Se ahorran cincuenta y tres minutos por semana. PRINCIPITO.- ¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos? XXXI
  • 32. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry MERCADER.- Se hace lo que se quiere. PRINCIPITO.- Yo, si tuviera cincuenta y tres minutos para gastar, caminaría muy suavemente hacia una fuente... (El MERCADER sale. Y así el PRINCIPITO domestica al ZORRO.) PRINCIPITO.- Llegó la hora de la partida. ZORRO.- ¡Ah!... Voy a llorar. PRINCIPITO.- Toda la culpa es tuya. No deseaba hacerte mal pero quisiste que te domesticara... ZORRO.- Sí. PRINCIPITO.- ¡Pero vas a llorar! ZORRO.- Sí. PRINCIPITO.- Entonces, no ganas nada. ZORRO.- Gano el color del trigo. Ve y mira nuevamente a las rosas. Comprenderás que la tuya es la única en el mundo. Volverás para decirme adiós y te regalaré un secreto. (Aparecen de nuevo las rosas.) PRINCIPITO.- Es cierto. No sois en absoluto parecidas a mi rosa. ROSAS.- ¿Cómo? PRINCIPITO.- No sois nada aún. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie: Sois como era mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil más. pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo. ROSAS.- ¿Te crees rico por tener un amigo zorro? PRINCIPITO.- Sois bellas, pero estáis vacías. No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa a quien he regado. Puesto que es ella la rosa la rosa a quien abrigué con el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté salvo las dos o tres que se hicieron mariposas). Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Puesto que ella es la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa. (Y vuelve hacia el ZORRO.) PRINCIPITO.- Adiós. XXXII
  • 33. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry ZORRO.- Adiós. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. PRINCIPITO.- (A fin de acordarse.) Lo esencial es invisible a los ojos. ZORRO.- El tiempo que `perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante. PRINCIPITO.- El tiempo que perdí por mi rosa... ZORRO.- Los hombres han olvidado esta verdad. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa... PRINCIPITO.- Soy responsable de mi rosa... XXXIII
  • 34. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry EL PRINCIPITO Y EL AVIADOR AVIADOR.- ¡Ah! Tus recuerdos son bien lindos, pero todavía no he reparado mi avión, no tengo nada para beber y yo también sería feliz si pudiera caminar muy suavemente hacia una fuente. PRINCIPITO.- Mi amigo el zorro... AVIADOR.- Mi pequeño hombrecito, ¡ya no se trata más del zorro! PRINCIPITO.- ¿Por qué? AVIADOR.- Porque nos vamos a morir de sed... PRINCIPITO.- Es bueno haber tenido un amigo, aun si vamos a morir. Yo estoy muy contento de haber tenido un amigo zorro... AVIADOR.- No mides el peligro. (Para sí.) Jamás tiene hambre ni sed. Un poco de sol le basta. PRINCIPITO.- (Oyéndolo.) Tengo sed también... Busquemos un pozo... AVIADOR.- (Con un gesto de cansancio.) Es absurdo buscar un pozo, al azar, en la inmensidad del desierto. (Pero se ponen en marcha. Caminan horas en silencio. Cae la noche y las estrellas comienzan a brillar.) ¿También tú tienes sed? PRINCIPITO.- El agua puede también ser buena para el corazón... (Se sienta, fatigado. El AVIADOR se sienta junto a él.) Las estrellas son bellas por una flor que no se ve. Pero es mi flor... AVIADOR.- Seguramente. PRINCIPITO.- El desierto es bello. AVIADOR.- Hasta ahora siempre había amado el desierto. Puede uno sentarse sobre un médano de arena. No se ve nada. No se oye nada. Y sin embargo, algo resplandece en silencio... PRINCIPITO.- Lo que embellece al desierto es que esconde un pozo en cualquier parte. AVIADOR.- Ahora comprendo el misterioso resplandor de la arena. Cuando era muchachito vivía yo en una antigua casa y la leyenda contaba que allí había un tesoro escondido. Desde luego nadie supo descubrirlo y quizá nadie lo buscó. Pero encantaba toda la casa. Mi casa guardaba un secreto en el fondo de su corazón. Sí: ya se trate de la casa, de las estrellas o del desierto, lo que los embellece es invisible. PRINCIPITO.- Me gusta que estés de acuerdo con mi zorro. XXXIV
  • 35. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry (El PRINCIPITO se duerme en los brazos del AVIADOR. Éste mira su frente pálida, sus ojos cerrados, sus mechones de cabellos que tiemblan al viento.) AVIADOR.- Lo que veo aquí es sólo una corteza. Lo más importante es invisible... Lo que me emociona tanto en este principito dormido es su fidelidad por una flor. Es la imagen de una rosa que resplandece en él como la llama de una lámpara, aun cuando duerme... Es necesario proteger a las lámparas: un golpe de viento puede apagarlas... (Silencio y sueño.) XXXV
  • 36. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry EL PRINCIPITO Y EL POZO El PRINCIPITO despierta primero y ve el pozo. El AVIADOR despierta luego. Se frota los ojos. No puede creer lo que está viendo. PRINCIPITO.- Los hombres se encierran en los rápidos pero ya no saben lo que buscan. Entonces se agitan y dan vueltas... No vale la pena... AVIADOR.- (Sin salir de su asombro.) Es extraño. Todo está listo: la roldana, el balde y la cuerda. (Ríe, toca la cuerda y hace mover la roldana. Y la roldana gime como una vieja veleta cuando el viento ha dormido mucho.) PRINCIPITO.- ¿Oyes? Hemos despertado al pozo y el pozo canta... AVIADOR.- Déjame a mí. Es demasiado pesado para ti. (Levanta el balde hasta el brocal.) PRINCIPITO.- Tengo sed de esta agua. Dame de beber... (El AVIADOR levanta el balde hasta los labios del PRINCIPITO. Bebe con los ojos cerrados.) AVIADOR.- El agua no es un alimento, ¿verdad? Ha nacido de la caminata bajo las estrellas, del canto de la roldana, del esfuerzo de mis brazos. Es buena para el corazón, como un regalo. Cuando yo era pequeño, la luz del árbol de Navidad, la música de la misa del gallo, la dulzura de las sonrisas formaban todo el resplandor del regalo de Navidad que recibía. PRINCIPITO.- En tu tierra los hombres cultivan cinco mil rosas en un mismo jardín... Y no encuentran lo que buscan... AVIADOR.- No lo encuentran... PRINCIPITO.- Y, sin embargo, lo que buscan podría encontrarse en una sola rosa o en un poco de agua... AVIADOR.- (Bebiendo.) Desde luego. PRINCIPITO.- Pero los ojos están ciegos. Es necesario buscar con el corazón. (Sentándose cerca del AVIADOR.) Es necesario que cumplas tu promesa. AVIADOR.- ¿Qué promesa? PRINCIPITO.- Tú lo sabes... un bozal para mi cordero... ¡Soy responsable de esa flor! (El AVIADOR saca del bolsillo sus bosquejos de dibujo. El PRINCIPITO ríe.) Tus baobabs se parecen un poco a los repollos. AVIADOR.- ¡Oh! PRINCIPITO.- (Riendo aún.) Tu zorro... las orejas... parecen cuernos... ¡y son demasiado largas! XXXVI
  • 37. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry AVIADOR.- Eres injusto, hombrecito; yo no sabía dibujar más que boas cerradas y boas abiertas. PRINCIPITO.- ¡Oh! Está bien. Los niños entenderán. (El AVIADOR dibuja un bozal y con el corazón oprimido, se lo da.) AVIADOR.- Tienes proyectos que ignoro. PRINCIPITO.- ¿Sabes? Mi caída sobre la Tierra... mañana será el aniversario... (Silencio.) Caí muy cerca de aquí. AVIADOR.- Entonces, no te paseabas por casualidad la mañana que te conocí, hace ocho días, así, solo, a mil millas de todas las regiones habitadas. ¿Volvías hacia el punto de tu caída? (Silencio. Pero el PRINCIPITO enrojeció un poco, y cuando uno se enrojece significa “sí”, ¿no es cierto?) ¿Tal vez, por el aniversario...? (El mismo silencio.) ¡Ah! Temo que... PRINCIPITO.- Debes trabajar ahora. Debes volver a tu máquina. Te espero aquí. Vuelve mañana por la tarde... AVIADOR.- Me estaba acordando del zorro. Si uno se deja domesticar, a veces corre el riesgo de llorar un poco, ¿verdad? XXXVII
  • 38. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry EL PRINCIPITO Y EL AVIADOR Al lado del pozo hay una ruina de un viejo muro de piedra. El PRINCIPITO está sentado ahí arriba con las piernas colgando. Parece que habla solo, pero habla con la SERPIENTE. PRINCIPITO.- ¿No te acuerdas, pues? ¡No es exactamente aquí! (Respondiendo a una voz que sólo él oye.) ¡Sí! ¡Sí! Es el día, pero el lugar no es éste... (Y replicó de nuevo.) ... Seguro. Verás dónde comienza mi rastro en la arena. No tienes más que esperarme allí. Estaré allí esta noche... ¿Tienes buen veneno? ¿Estás segura de no hacerme sufrir mucho tiempo?... Ahora, vete... ¡Quiero volver a descender! AVIADOR.- ¿Qué historia es ésta? ¿Ahora hablas con las serpientes? PRINCIPITO.- Estoy contento de que hayas encontrado lo que faltaba a tu máquina. Vas a poder volver a tu casa... AVIADOR.- ¿Cómo lo sabes? PRINCIPITO.- Yo también, hoy vuelvo a mi casa. (Melancólico.) Es mucho más lejos... es mucho más difícil... (El AVIADOR estrecha al PRINCIPITO entre sus brazos, como a un niño. El PRINCIPITO tenía la mirada seria, perdida muy lejos.) AVIADOR.- Tengo tu cordero. Y tengo la caja para el cordero. Y tengo el bozal... Has tenido miedo, hombrecito. PRINCIPITO.- Tendré mucho más miedo esta noche... AVIADOR.- Siento que está ocurriendo algo extraordinario. Creo que no soportaré la idea de no oír nunca más tu risa. Es para mí como una fuente en el desierto. Hombrecito... quiero oírte reír otra vez... PRINCIPITO.- Esta noche hará un año. Mi estrella se encontrará exactamente sobre el lugar donde caí el año pasado... AVIADOR.- Hombrecito, ¿verdad que es un mal sueño esa historia de la serpiente, de la cita y de la serpiente?... PRINCIPITO.- No se ve lo que es importante... AVIADOR.- Claro. PRINCIPITO.- Es como la flor. Si amas a una flor que se encuentra en una estrella, es agradable mirar al cielo por la noche. Todas las estrellas están florecidas. AVIADOR.- Claro. XXXVIII
  • 39. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry PRINCIPITO.- Es como el agua. La que me has dado a beber era como una música, por la roldana y por la cuerda... ¿Te acuerdas?... Era dulce. AVIADOR.- Claro. PRINCIPITO.- Por la noche mirará las estrellas. No te puedo mostrar dónde se encuentra mi estrella, porque mi casa es muy pequeña. Será mejor así. Mi estrella será para ti una de las estrellas. Entonces te agradará mirar todas las estrellas... Todas serán tus amigas. Y luego te voy a hacer un regalo... (Y volvió a reir.) AVIADOR.- ¡Ah!, hombrecito, hombrecito... ¡Me gusta oír tu risa! PRINCIPITO.- Precisamente, será mi regalo... Será como con el agua... AVIADOR.- ¿Qué quieres decir? PRINCIPITO.- Las gentes tienen estrellas que no son las mismas. Para unos, los que viajan, las estrellas son guías. Para otros, no son más que lucecitas. Para otros, que son sabios, son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero todas esas estrellas no hablan. Tú tendrás estrellas como nadie las ha tenido. AVIADOR.- ¿Qué quieres decir? PRINCIPITO.- Mi regalo son las estrellas. Tú tendrás estrellas como nadie las ha tenido. Cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas, como yo reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las estrellas. ¡Tú tendrás estrellas que saben reír! (Y vuelve a reír.) Y cuando te hayas consolado (siempre se encuentra consuelo) estarás contento de haberme conocido. Serás siempre mi amigo. Tendrás deseos de reír conmigo. Y abrirás a veces tu ventana, así... por placer... Y tus amigos se asombrarán al verte reír mirando el cielo. Entonces les dirás: “Sí, las estrellas siempre me hacen reír”, Y ellos te creerán loco. Te habré hecho una muy mala jugada... (Y vuelve a reír.) Será como si te hubiera dado en lugar de estrellas un montón de casacabelitos que saber reír... (Vuelve a reír. Después se pone serio.) Esta noche... ¿sabes?... no vengas. AVIADOR.- No me separaré de ti. PRINCIPITO.- Te digo esto... también por la serpiente. No debe morderte... Las serpientes son malas. Pueden morder por placer... AVIADOR.- No me separaré de ti. PRINCIPITO.- Es cierto que no tienen veneno en la segunda mordedura. XXXIX
  • 40. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry AVIADOR.- No me separaré de ti. PRINCIPITO.- Vas a sufrir. Parecerá que me he muerto y no será verdad... ¿Comprendes? Voy demasiado lejos. No puedo llevar mi cuerpo allí. Es demasiado pesado... Pero será como una vieja corteza abandonada. No son tristes las viejas cortezas... ¿Sabes?, será agradable. Yo también miraré las estrellas. Todas las estrellas serán pozos son una roldana enmohecida. Todas las estrellas me darán de beber... ¡Será tan divertido! Tendrás quinientos millones de cascabeles, y tendré quinientos millones de fuentes... (El AVIADOR calla todo el tiempo, y el PRINCIPITO también calla al final porque llora.) Es allá. Déjame dar una paso, sólo. (Y se sienta porque tiene miedo.) ¿Sabes?... mi flor... soy responsable. ¡Y es tan débil! ¡Y es tan ingenua! Tiene cuatro espinas insignificantes para protegerse contra el mundo... (El AVIADOR se sienta por que no puede tenerse en pie.) Bien... Eso es todo... (El PRINCIPITO vacila aún un momento; luego se levanta. Da un paso. No hay más que un relámpago amarillo cerca de su tobillo. Queda inmóvil un instante y sin gritar cae suavemente como cae un árbol. En la arena, ni siquiera hace ruido.) XL
  • 41. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry EL AVIADOR AVIADOR.- Y ahora han pasado ya seis años... Nunca había contado esta historia. Los camaradas que me encontraron se alegraron de volver a verme, vivo. Estaba triste, pero les decía: “Es la fatiga...” Ahora me he consolado un poco. Es decir... no del todo. Pero sé que verdaderamente volvió a su planeta, pues, al nacer el día no encontré su cuerpo. Y no era un cuerpo tan pesado... Y por la noche me gusta oír las estrellas. Son como quinientos millones de cascabeles... Pero a veces pasa algo realmente extraordinario. Me olvidé de agregar la correa de cuero al bozal que dibujé para el principito. No habrá podido colocárselo nunca. Y me pregunto: “¿Qué habrá pasado en el planeta? Quizá el cordero se ha comido a la flor...” A veces me digo: “Seguramente, no. El principito encierra todas las noches a la flor bajo un globo de vidrio y vigila bien a su cordero...” Entonces me siento feliz. Y todas las estrellas ríen dulcemente. A veces me digo: “De vez en cuando uno se distrae, ¡y es suficiente! Una noche se principito puede olvidar el globo de vidrio o el cordero puede haber salido silenciosamente durante la noche...” ¡Entonces los cascabeles se convierten en lágrimas!... Es un gran misterio. Para vosotros, que también amáis al principito como yo, nada en el universo sigue siendo igual si en alguna parte, no se sabe dónde, un cordero que no conocemos se ha comido, o no, a una rosa... Mirad al cielo. Preguntad: ¿el cordero se ha comido, o no, a la flor? Y veréis como todo cambia... ¡Y ninguna persona mayor comprenderá jamás que esto tenga tanta importancia! XLI
  • 42. EL PRINCIPITO de Saint- Exupéry EPÍLOGO AVIADOR.- Éste es, para mí, el más bello y más triste paisaje del mundo. Aquí fue donde el principito apareció en la Tierra, y luego desapareció. Mirad atentamente a este paisaje a fin de estar seguros de que habréis de reconocerlo, si viajáis un día por África, en el desierto. Y si llegáis a pasar por allí, os suplico: no os apresuréis: esperad un momento, exactamente debajo de la estrella. Si entonces un niño llega hacia vosotros, si ríe, si tiene cabellos de oro, si no responde cuando se le interroga, adivinaréis quién es. ¡Sed amables entonces! No me dejéis tan triste. Escribidme en seguida, decidme que el principito ha vuelto... XLII