La oración de santa Luisa de Marillac por el P. Corpus Juan Delgado CM
Informe Misionero Adultos Nº8 para el 22 de Noviembre 2014
1. Ricardo
MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENES Y ADULTOS DIVISIÓN INTERAMERICANA 19
fe
ha-cia
Care
con
familiares.
90
empresario
pro-veyó
otra
pesaba
pero
alu-minio,
hecho
Belice,
Mi
una
ha-cer
propone,
Belice 22 de noviembre
¿En qué crees?
Cuando yo tenía 27 años, el Señor cambió mi
vida. En aquel entonces era alcohólico, consumía
drogas, fumaba dos paquetes de cigarrillos al día y
estaba siempre en la calle; hasta que Dios intervino.
Era sábado por la noche y yo estaba en un
bar, bebiendo con tres hombres; entre ellos, un
policía. El cielo estaba despejado y la luna brilla-ba
intensamente. Yo estaba mirando hacia el ex-terior
del bar, más allá de la puerta, cuando vi a
un joven que, desde la calle, comenzó a hacerme señas para que saliera. Salí y le pregunté
qué quería. Dijo que quería hablar conmigo, pero no en aquel lugar. Así que, lo seguí con
una botella de ron en la mano, creyendo que quería que charláramos mientras bebíamos.
Cuando nos acercamos al barrio en el que vivía mi padre, nos sentamos a un lado
de la calle. Abrí la botella de ron, tomé un trago y se la pasé, pero entonces aquel des-conocido
me dijo:
–No –y puso la botella en el suelo.
Acto seguido, me preguntó:
–¿Tienes fe?
–No entiendo tu pregunta –le respondí.
–Que si crees en algo –insistió él.
Como mis padres eran adventistas, le dije que creía que el sábado es el día del Señor.
–Yo también lo creo –me respondió–. Vamos a comprometernos el uno con el otro
a asistir a la iglesia el sábado.
Yo acepté y nos dimos un apretón de manos. Entonces él se alejó, de espaldas, y de
pronto desapareció. Nunca más volví a verlo.
UN CAMBIO RADICAL
El sábado siguiente fui a la iglesia, esperando encontrarme con él, pero él nunca llegó.
Sin embargo, mi vida comenzó a cambiar allí mismo. No volví a beber, ni a fumar, ni
a consumir drogas. Eso fue hace cuarenta años. Hoy por hoy, estoy convencido de que
aquel desconocido era un ángel con apariencia humana.
A todo el mundo le hablo de mi encuentro con el ángel, porque estoy convencido
de que eso fue lo que pasó. Hablo de ello con mucha gente que bebe tanto como solía
beber yo. Les cuento cómo Dios ha cambiado mi vida, y que lo mismo puede hacer con
ellos si se lo permiten.
2. Unos años después de mi conversión
regresé al pueblo donde tuve aquel en-cuentro
que cambió mi vida, para dar una
campaña de evangelización. La gente me
conocía como había sido anteriormente,
pero, durante las dos semanas que duró la
campaña, doce almas entregaron su vida a
Cristo porque les impactó ver el cambio
tan grande que se había producido en mí.
TRABAJANDO PARA EL SEÑOR
No deja de asombrarme todo lo que el
Señor ha hecho conmigo. Aunque apenas
tengo educación formal, porque abandoné
la escuela a los doce años, el Señor me ha
permitido trabajar para él. He servido como
traductor de libros religiosos del inglés al es-pañol;
por su gracia, he formado diez peque-ños
grupos, de los cuales ocho son ya iglesias
organizadas. Dios me ha dado el privilegio
de presentar numerosas campañas de evan-gelización
y dar estudios bíblicos, con un
resultado más de mil bautismos.
Sé que el diablo no está nada contento
con la gran transformación que he experi-mentado.
Durante un año en que di siete
campañas de evangelización perdí a varios
miembros de mi familia en accidentes. En
un período de 18 meses murieron mi pa-dre,
mi hermana, dos hermanos y dos so-brinos,
todos ellos en accidentes de tránsi-to.
Algunas personas me han dicho:
–¿Por qué no dejas de evangelizar?
Pero yo les digo que nunca dejaré de
hacerlo; que aunque Satanás continúe ata-cándome,
yo continuaré predicando.
De hecho, los ataques del enemigo han
fortalecido aún más mi fe.
No soy pastor, sino primer anciano de
mi iglesia. Durante años fui gerente de una
empresa de muebles, y ahora trabajo para
una compañía de seguros. Además, tengo
una granjita y vendo cocos, paltas (aguaca-tes),
mangos, nabos, ciruelas, frutipanes,
naranjas, limones… y tengo árboles para
vender madera. También tengo una esposa
maravillosa y cuatro hijos adultos. El Se-ñor
me ha bendecido enormemente, y por
eso todo lo que me da lo uso para su gloria.
Cuando Cristo vuelva quiero hacerle
muchas preguntas, pero la más importante
es: “¿Quién era el ángel que se me apareció
aquella noche?” Ojalá Jesús me lo presente
allá en el cielo.
20 MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENES Y ADULTOS DIVISIÓN INTERAMERICANA
Belice El en